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Benitez, Francisco - Ideologia

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CUADERNOS DE FILOSOFÍA 
POLÍTICA 
II 
IDEOLOGÍAS 
 
Fco. Javier Benítez Rubio 
 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA II 
IDEOLOGÍAS 
Fco Javier Benítez Rubio 
 
 
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ÍNDICE GENERAL 
 
Índice general 2 
IDEOLOGÍAS 
1. PUERTA A o PUERTA B 5 
2. CRÍTICA A LA IDEOLOGÍA DE KARL MARX 6 
3. LA IDEOLOGÍA POSIDEOLÓGICA 8 
4. PREGUNTAS DE DIFÍCIL RESPUESTA 10 
5. POSICIONES PREVIAS E IMPLICACIONES 13 
 
LIBERALISMO 17 
1. LOS PILARES BÁSICOS 19 
2. CONSECUENCIAS 21 
3. JANO 28 
Epílogo 35 
 
CONSERVADURISMO 37 
1. LOS PILARES BÁSICOS 39 
2. VISHNU 44 
3. CONSECUENCIAS 46 
Epílogo 50 
 
SOCIALISMOS 53 
1. AVE FÉNIX 55 
2. LOS PILARES BÁSICOS 64 
3. CONSECUENCIAS 67 
Epílogo 69 
 
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NACIONALISMO 72 
1. LOS PILARES BÁSICOS 74 
2. CONSECUENCIAS 76 
3. PROTEO 79 
4. LOS CONFLICTOS Y SU REGULACIÓN 82 
Epílogo 87 
 
TOTALITARISMO Y AUTORITARISMO 91 
1. GOODWIN:DISOLUCIÓN Y DESCARTE DEL TOTALITARISMO 94 
2. WILFORD: ASCENDENCIA DEL FASCISMO 97 
3. AUTORITARISMO 100 
Epílogo 103 
 
A MODO DE CONCLUSIÓN 104 
Bibliografía 109 
 
 
 
 
 
 
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IDEOLOGÍAS 
 
Relativité 
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1. PUERTA A O PUERTA B 
En el monumental corpus del pensamiento político, y su praxis, a lo largo y ancho de 
la historia, la cuestión de la ideología es una de las más recientes. Desde que el hombre 
comenzó a asociarse hace algunos eones, comenzaron sus dificultades de convivencia en 
común. A la posteridad han pasado los intentos de aquellos antiguos de arreglarse y ajustar 
cuentas en su cotidianidad, por ejemplo en el Código de Hammurabi. Luego comenzaron las 
primeras puestas en práctica de las aporías clave del gobierno de la humanidad. Grecia, y su 
democracia de las polis, se convirtieron en el primer gran referente; aun siendo una isla en 
un enorme mar de Imperios impuestos por entidades autoritarias, ha marcado sin duda toda 
la posterior reflexión política, siendo la fuente primigenia de la mayoría de los conceptos 
políticos. Tuvieron que pasar un buen puñado de siglos para que Maquiavelo instituyera la 
teorización consciente y racional de todo aquello que durante siglos había sido realizado más 
o menos, usando una expresión coloquial, al vuelo. Pero tuvieron que pasar todavía unos 
siglos más, hasta el XVI – XVII, para que todo ese corpus, y esa praxis, se vieran alineados en 
varias facciones o modos de pensarlo y llevarlo a cabo. La ideología no es lo primero, 
genéticamente hablando, en política. La ideología acoge, hace suya, la materia prima 
elaborada por siglos y siglos de convivencia humana. Lo que ocurre es que ahora parece que 
no se puede ver el mundo político sin esos filtros. Por eso la mayoría de los manuales de 
teoría política, incluido este, comienzan por describir esos compartimentos estancos de 
apropiación de la realidad que llamamos ideologías. 
Destutt de Tracy pasa por ser el inventor del vocablo (Bealey, 2003:219; Eccleshall, 
2004:31; Molina, 2008:62). Para este filósofo francés, autor de 'Elementos de la Ideología', es la 
ciencia o el estudio de las ideas, un saber enciclopédico y socialmente útil, por la vertiente 
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educativa que tendría sobre la ciudadanía. Pero no mucho después, Napoleón Bonaparte 
denostó a su paisano acusando a la ideología de fervor doctrinario. La ideología era una 
perspectiva parcial y desfigurada de la sociedad, lo que era absolutamente incompatible con 
el pragmatismo del conquistador. Desde un primer momento quedan patentes las dos 
grandes vertientes de la ideología: como marco teórico y como manipulación. )deología puede ser un vocablo lleno de contenido analítico, nuclear, incluso, en la 
reflexión y análisis de la política. Una somera aproximación nos dice que son un conjunto de 
ideas características y sistemáticas que manejan cierto grupo de personas. Por este razonamiento toda doctrina política coherente puede ser llamada )deología . Si queremos 
profundizar algo más podríamos decir incluso que es un conjunto de elementos filosóficos, 
teóricos y prácticos, que varían según los autores que los piensan y los políticos que los 
ponen en práctica, y que evolucionan a partir de las tradiciones culturales y los procesos 
políticos e históricos en los que se insertan (Antón, 2007:104). O ser una mera etiqueta que se 
aplica a las doctrinas que rechazamos Goodwin, 1997:26), cargada de un sentido peyorativo que tiene más que ver con manipulación , adoctrinamiento 'persuasiones y engaños' 'evocación de sentimientos y de miedos' o dogmatismo . 
 
2. CRÍTICA A LA IDEOLOGÍA DE KARL MARX 
El análisis profundo del concepto ideología comienza con Marx. En esto están de 
acuerdo la mayoría de los analistas. Marx no se limita a proponer una definición de la misma 
sino que la entresaca de todo un estudio de la sociedad y de las relaciones que se establecen 
en ella. 
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Las causas materiales determinan todos los hechos y los fenómenos del mundo. Todo 
lo que puede o podrá albergar la conciencia del hombre, teorías, pensamientos e ideas, están 
determinadas por factores materiales y por las circunstancias sociales. Lo económico 
determina todas y cada una de las estructuras de la sociedad, de cualquier sociedad. Todo lo 
que conlleva lo económico es contrapuesto a la homogeneidad. Es decir, no todos los 
miembros de esa sociedad tienen la misma cuota de actividad y participación económica. Así 
que todo sistema económico da lugar a la existencia de clases en la sociedad. A esto le sigue 
que el conocimiento y las creencias de las personas vienen a determinarse por su particular 
posición de clase en la sociedad en la que vive. 
La realidad social no es que sea heterogénea, es que es contradictoria: existen dos 
clases en conflicto directo, a saber, la burguesía y el proletariado; y lo están porque sus 
intereses son opuestos. La raíz de la ideología hay que buscarla en los intereses particulares. Aquí tendremos dos concepciones de ideología , una por cada bando de contendientes: una 
que preserve el status quo y otra dedicada a criticarlo. Las clases acomodadas querrán 
resolver el conflicto en el plano abstracto del pensamiento: apelan a esos intereses comunes 
de todas las clases y también a la naturaleza orgánica de la sociedad, esto es, que cada clase 
hace lo que le corresponde según el orden natural. Las clases menos desfavorecidas o bien 
no son capaces de articular su propia ideología o bien nadie les prestaba una mínima 
atención. 
Marx indica que aquí la ideología sería un intento de solucionar lo irresoluble: un 
instrumento de represión de la clase dominante para engañar a las clases subordinadas con 
la finalidad de perpetuar su dominio. La economía no es más que ideología disfrazada de 
ciencia (Eccleshall, 2004:32). El trabajador es invadido por dicha ideología lo que lo conduce a 
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ser explotado. Y la razón por la que el trabajador quiere mejorar no es otra que convertirse 
en un acomodado más, disfrutando así de todos sus privilegios y dejando atrás sus penurias. 
El trabajador debe abandonar esa falsa conciencia y desarrollar la suya propia, asumir su condición de explotado y mostrar sus verdaderos intereses. Constituir una clase para sí y 
pasar a la acción política. 
En definitiva, paraMarx, la ideología, es un conjunto de creencias que van asociadas a 
un grupo o clase social determinada (Eccleshall, 2004:33). Por tanto, será una deliberada 
distorsión de la realidad, el método más delicado y denigrante método de opresión (Goodwin, 
1997:30). 
 
3. LA IDEOLOGÍA POSTIDEOLÓGICA 
El impacto de la Segunda Guerra Mundial deja heridos de gravedad no sólo a la salud y 
al espíritu de la Humanidad, también a la economía: hay que reconstruir naciones enteras; y 
a las ideologías: todos fueron testigos de las masacres cometidas por el nazismo y el 
estalinismo. En este ambiente posbélico se introduce el análisis keynesiano que ataca al 
capitalismo autorregulado. Es un tiempo de penuria y el capitalismo del laissez-faire, además 
de insensible ante la situación crítica de medio mundo, era incapaz de mantener el desarrollo 
del mismo. La solución pasaba por establecer un modelo mixto entre el capital privado y el 
Estado. La gran parte del pastel correría a cargo del Estado: nacionalización de las industrias 
esenciales, inversiones, empleo, salud, educación y servicios sociales. Pero esto no 
neutralizaba a lo privado que seguía manteniendo una cuota importante de negocio. Esto es lo que se ha llamado Estado del Bienestar , una economía capitalista bajo la protección del 
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Estado benefactor. Durante algunas décadas todas las fuerzas políticas y los analistas 
tomaron por bueno este modelo, o al menos no hubo críticas radicales. Conservadores y 
socialdemócratas, cada uno por razones diferentes, en un sui generis pacto de no agresión, 
aceptaron esta especie de consenso o convergencia ideológica. Como propagar creencias con 
fervor doctrinario era pernicioso para el correcto funcionamiento del mundo, a la teoría 
política se le pedía, o se le obligó según quién cuente esta historia, a asumir que la ideología 
ha sido superada por el consenso. La teoría ya no tiene que entrar a valorar; su nuevo papel 
pasa por analizar los usos y los significados de los términos políticos. Este es el contexto en el que se instaura el fin de las ideologías Eccleshall, 2004:15)1. 
Ahora bien, no todos los autores ven con buenos ojos esto que ha venido a ser denominado como el fin de las ideologías . Estos acusan a los que lo proclaman de tomar el 
concepto de ideología de manera peyorativa. Y es que con el uso de ciertas palabras, 
propagar, fervor y pernicioso, ya están indicando una fuerte animadversión muy ideológica 
que contrasta con su supuesta cesación ideológica. Para estos autores que critican el 'fin' lo 
realmente pernicioso es la presencia del pensamiento único. El fin de las ideologías ha 
supuesto la ausencia de confrontación política, pero bajo esta supuesta calma subyace una 
ideología opresora. Explica Eccleshall8 que lo que se había acabado era el conflicto 
ideológico, no la ideología. El fin de las ideologías supone, realmente, la hegemonía 
ideológica dominante y tecnocrática. Una élite, que se beneficia del consumismo, es la 
dominadora; que además fomenta la creencia de que no hay necesidad humana que no pueda 
ser satisfecha mediante la tecnología. 
 
 1 Bealey, por su parte, cita en su Diccionario a R. Aron y a D. Bell como los principales 
defensores de esta interpretación de la ideología. 
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Este panorama de confrontación entre dos interpretaciones antagónicas, es el 
contexto en el que se ha movido el análisis político de finales del siglo XX y comienzos del 
XXI. Unos acusan a los otros de promover el pensamiento único y monolítico, otros acusan a 
los unos de que romper ese consenso es muestra de radicalismo reaccionario. Del consenso 
se ha pasado al compromiso a una u otra postura. Haciendo un juego de palabras podemos 
decir que se pasado de la ideología postideológica a la postideología ideologizada. 
 
4. PREGUNTAS DE DIFÍCIL RESPUESTA 
Dice Eccleshall (2004:13) al comienzo de su libro que las ideologías comparten dos 
características principales: una representación de la sociedad y un programa político . La 
definición que propone Goodwin (1997:40) no difiere mucho: una ideología es una doctrina 
acerca de cuál es el modo correcto o ideal de organizar una sociedad y conducir la política, 
basada en consideraciones más amplias sobre la naturaleza de la vida humana y el 
conocimiento . A mi modo de ver el planteamiento de ambos autores británicos respecto a la 
ideología se parece mucho al de la medicina, al seguir un triple movimiento. En el mundo de 
la medicina se establece la anamnesis, el diagnóstico y finalmente el tratamiento. En el 
mundo de la política el primer movimiento de la ideología es capturar el momento real desde 
una posición determinada; el segundo, exponer el ideal propio al que se aspira a llegar; y el 
tercer y último movimiento es propiciar la convergencia entre la realidad dada y el ideal 
propuesto. Y eso ocurre mediante recomendaciones que van desde pequeños retoques hasta 
la reconstrucción del orden político. La ideología, según este planteamiento, es de una 
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utilidad franca: proporciona una perspectiva coherente que permite llegar al conocimiento del 
mundo social y actuar en consecuencia (Eccleshall, 2004:14). 
Cada una de las ideologías hace su particular triple movimiento. Respecto al primero, 
y utilizando un nuevo símil cotidiano, cada ideología fotografía la realidad desde su ángulo 
particular, con lo que cada toma será diferente aunque el modelo sea el mismo. Luego, cada 
ideología facilita su propio catálogo de principios y fundamentos. Y finalmente, cada 
ideología propone las recomendaciones que les parecen convenientes en forma de programa 
político. El resultado de esto es evidente e inevitable: conflicto y colisión de unas contra 
otras. A partir de aquí se pueden plantear una serie de preguntas de difícil, o incluso 
inexistente, respuesta. 
¿Hay algún modo racional de determinar la verdad de los contenidos de las 
ideologías? ¿Son clasificables las ideologías en una escala de veracidad-falsedad? ¿Es posible 
el conocimiento de la sociedad y la actuación sobre ella de forma imparcial y neutral? Estas cuestiones tienen que ver con el estatus epistemológico de las ideologías (Eccleshall, 2004:33). 
¿Son los conflictos sociales los que determinan las ideologías o es al contrario? ¿Reflejan las 
ideologías en puridad esos conflictos o lo hacen distorsionados? Estas, y otras cuestiones, tiene que ver con la dimensión sociológica de las ideologías (Eccleshall, 2004:34). ¿Qué hay 
detrás de las proclamas y soflamas de las ideologías? ¿Son clasificables las ideologías en una 
escala de bondad-maldad? ¿Por cuál ideología se decantan las personas, por la que mejor 
explica su situación vital, por aquella que le dice lo que quiere oír, por aquella otra a la que 
aspira a medrar o por aquella que entiende puede mejorar sus condiciones de vida? ¿Es el 
ser humano un mero receptáculo vacío y acrítico en el que las ideologías vuelcan su 
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contenido, es así qué los individuos no poseen criterios y voluntad propios? Éstas, y otras 
cuestiones, tienen que ver con el aspecto proselitista de las ideologías (Eccleshall, 2004:34). 
La respuesta a todas estas preguntas, y a esas otras no formuladas que cualquiera 
puede plantear, es la clara y patente muestra de que las ideologías existen, y que siguen 
participando de la vida político-social del hombre. Pero, a pesar de las diferencias 
conflictivas, el fondo de todas ellas sigue siendo común, una especie de lógica interna comunal: los conceptos compartidos , el terreno ling“ístico donde se mueven ylas 
cambiantes circunstancias sociales . Los conceptos raíces, que veremos más adelante, como 
son la nación, el estado, el poder, la justicia, la libertad, etcétera, no son monopolizados por 
un solo grupo. Cada una de las ideologías hace una interpretación sui géneris de las mismas, pero todas lo hacen con un repertorio ling“ístico com’n . Además, y para terminar, sólo 
hacer mención a lo evidente: las circunstancias sociales cambian. Las ideologías no se 
anquilosan en posiciones arcaicas inamovibles, sino que van modificando y rectificando sus 
posturas para adecuarse a los tiempos. Podemos intuir un clásico proceso de 
retroalimentación: la sociedad influye en la ideología y la ideología influye en la sociedad. 
Se pregunta Eccleshall (2004:39), a la vista de que cada ideología nos muestra un mundo parcial y unas soluciones partidistas a los problemas que surgen en el mismo, si ¿no 
deberíamos, pues, dejar de lado la controversia ideológica y perseguir un saber social más 
fiable? . La respuesta que propone, y que suscribe quien escribe, viene a ser que si 
eliminamos el debate ideológico de la política, si damos la espalda a la diversidad de 
interpretaciones de las ideologías, estaremos negando la propia diversidad intrínseca del ser 
humano en la sociedad. Si no pensamos en el hombre en sociedad como una uniformidad 
simple, no podemos pensar que no exista la ideología. Una sociedad sin juicios de valor no 
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existe, no ha existido nunca, de hecho (Goodwin, 1997:38-39). Por tanto, es imposible concebir la 
política sin ideología, libre de valores. La política sin valores no existe, no ha existido nunca, 
de hecho, y una vez más. Se hace necesario, pues, reflexionar sobre qué valores defiende cada 
ideología y de qué modo lo hace, esto es, a qué argumentos recurre para hacerlo. 
 
5. POSICIONES PREVIAS E IMPLICACIONES 
Antes de exponer mi propio análisis quisiera hacer una breve mención de los varios 
puntos de partida que he adoptado. Los paso a enumerar: 
Molina (2008:62): Conjunto de coherente de ideas, creencias y prejuicios relacionados 
entre sí que, aunque han sido elaborados por un grupo o un individuo aislado, pretenden influir 
de manera general sobre la organización y el ejercicio del poder en una sociedad . 
Rodríguez (2008:30): …tales tensiones existen y continuarán existiendo… a menos que 
creamos que ha tocado fin el conflicto entre los modelos ideopolíticos rivales, entre las 
diferentes concepciones generales acerca de cómo debemos organizar la vida en común en las 
sociedades en que vivimos. Pero tal creencia –como en su momento señaló I. Berlin- es una 
noción absurda . 
Caminal (2007:176): Todos los ismos responden a la pregunta sobre cómo se gobierna 
o tendría que gobernarse una sociedad en todos sus ámbitos y, por consiguiente, sobre que eso 
tendría que ser la relación entre individuo, sociedad y Estado . 
Eccleshall (2004:37 : La sociedad se asemeja a un campo de batalla donde compiten las 
ideologías para quedar victoriosas. Pero esta confrontación no supone un eterno combate entre 
sistemas de creencias arcanas y terminantes, sino que todas las ideologías se adaptan a las 
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cambiantes circunstancias sociales. … Los contendientes ideológicos persiguen una ventaja 
estratégica sobre los demás mediante una constante redefinición y ajuste de su propia postura . 
Goodwin (1997:40): Una ideología es una doctrina acerca de cuál es el modo correcto o 
ideal de organizar una sociedad y conducir la política, basada en consideraciones más amplias 
sobre la naturaleza de la vida humana y el conocimiento . 
Existe un fondo común a todas las ideologías. Si hacemos un análisis de las diferentes 
ideologías podemos trazar una estructura básica y común a todas ellas. Luego, el contenido 
con que se rellena esa estructura varía según la ideología. La ideología trata de los 
pensamientos y las actuaciones de los seres humanos, de personas no vistas como 
entelequias, sino insertas en un entramado de relaciones y tratos al que llamamos sociedad; 
visto desde ese contexto es normal pensar que todas ellas hablan de las mismas cosas 
diciendo cosas distintas. La estructura básica de análisis que trataré de exponer se compone 
de dos áreas tenuemente delimitadas: las Posiciones Previas y las Implicaciones. 
Toda ideología parte de una serie de presupuestos, de concepciones previas a las que 
no pide ningún tipo de demostración o verificación: no sólo los da por supuestos y válidos, 
también por buenos y convenientes. Son una serie de principios fundamentales 
incuestionables, esto es, aceptados como verdaderos, para la provisión de criterios generales 
de actuación. Ya Aristóteles dejó escrito que los primeros principios no pueden ser ni 
derivados ni demostrados2. Es el punto de partida, el núcleo y la zona cero de toda ideología, 
 
2 Aristóteles sabía de seguro que lo que está al comienzo, es decir, los principios, no pueden ser 
ni derivados ni demostrados en Gadamer, Hans-Georg Mito y Razón, Paidós Studio 126 Barcelona 
1993 p.77 
 
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el tarro de las esencias. Lo que coloquialmente se expresa como su verdad , sus profundas 
convicciones. En este primer círculo se trata de responder antes que nada a la pregunta 
antropológica nuclear: ¿Qué es el hombre, qué caracteriza al ser humano? Toda ideología lo 
primero que hace es trazar un esbozo más o menos claro de lo que entiende por ser humano, 
apuntando cada una de ellas a una serie de características en su pensamiento y en su 
comportamiento. La pregunta subsiguiente a esta irá dirigida a la vertiente social del ser 
humano: ¿Cómo se relaciona el ser humano entre sí? Toda ideología marca también, junto a 
la antropología, una apuesta sociológica previa de cuáles son los rasgos básicos de 
comportamiento del hombre en sociedad. Así que, las posiciones previas responden a la 
pregunta de ¿quién soy, qué somos? 
 Enlazados a estos presupuestos, y emanando necesariamente de los mismos, 
encontramos una serie de implicaciones subsiguientes. Este otro anillo concéntrico está 
conformado por las repercusiones que tienen esos principios fundamentales. Por un lado, 
son la consecuencia de llevar más allá de sí mismos a los principios previos. Por otro, son 
estrategias de salvaguarda de las ideas primarias. Estos tampoco necesitan de demostración 
ni de verificación objetiva e indudable, ya que les basta con emanar de la fuente primigenia. 
Las implicaciones también surgen de la confrontación de los axiomas anteriores con la 
realidad histórica y cotidiana, también del roce en la arena pública de unos axiomas contra 
los otros axiomas de las otras ideologías: ¿Cómo se va a gobernar al hombre en la sociedad? 
En definitiva, toda ideología es un situarse frente al hombre y frente al mundo, 
mirándolo de una forma particular y tratando que se conduzcan por la realidad de una 
determinada manera. Este conjunto de axiomas o pilares básicos y sus resultados no han 
sido siempre inmutables, los acontecimientos históricos por un lado, y los autores 
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desarrolladores por otro, han incidido seriamente en ellos. Así cada época histórica y cada 
autor han añadido raíces a los axiomata y éstas, a su vez, nuevas especificaciones a las 
implicatio, complementando, o perfilando, o puliendo, o matizando, los contenidos que ya 
estaban. Con lo que podemos decir que el asunto ideológico no es una vía muerta. Al 
contrario, aunque la ideología trata de imponer cierta impronta sobre el hombre y su 
realidad, también es permeable a que las vicisitudes puntualesde la vida se introduzcan en 
ella modificándola. En el análisis que viene a continuación, la evolución histórica de las 
ideologías se encuentra muy resumida: básicamente lo que hago es aportar las génesis y los 
padres fundadores de las diferentes ideologías así como las principales transformaciones 
que sufrieron hasta llegar a nuestros días. Asumo plenamente lo bueno y lo malo que esto 
conlleva. Lo que aquí se expone es la caracterización actual, a caballo de los siglos XX y XXI, 
de las tres ideologías más importantes, a saber, liberalismo, conservadurismo, y socialismo. Y 
no está de más pararnos, aunque sea brevemente, en otros dos ismos ideológicos de gran 
peso en el siglo XX, como son el nacionalismo y el autoritarismo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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LIBERALISMO 
 
 
JANO 
 
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El liberalismo nació reformista. Eso es, al menos, lo que pensaríamos si 
situados en el siglo XVII escucháramos decir que todas las personas son iguales 
y poseen de forma natural una serie de derechos: a la vida, a la libertad, y a la 
búsqueda de la felicidad; y que el gobierno ha de garantizar que se cumplan esos 
derechos. En su génesis, tras siglos de feudalismo medieval y absolutismo, el 
liberalismo supuso una ruptura progresista de las jerarquías sociales 
tradicionales. 
Efectivamente, frente aquella sociedad feudal teocéntrica y de rigidez 
estamental orientada al mantenimiento del status quo de los grupos 
dominantes, frente a una sociedad en la que no tienen vigencia la distinción 
entre los ámbitos de la vida: público o privado y lo político o lo económico; frente 
a todo esto es como nace el liberalismo, que se entiende a sí mismo como una 
“filosofía del progreso y propugna, en su esencia, una liberación total de las 
potencialidades de los individuos, coordinando así factores idealistas de óptica 
individual con factores sociales materialistas de desarrollo económico” (Antón, 
2007:105). 
En la misma línea se expresa Vallespín (2009:54): “El liberalismo nace como 
una nueva ideología capaz de dar cabida y de racionalizar las necesidades de 
una nueva época. Su fuerza responde a su mismo carácter de novedad, de ruptura 
con una determinada concepción del mundo; a la plena consciencia del 
protagonismo de una nueva clase en expansión que se encuentra a sí misma en 
su soledad histórica, renunciando al pasado, a la tradición, creando el mundo a 
partir de su propia identidad con la razón como bandera”. 
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Luego, la historia que vino a continuación, fue eso mismo, otra historia. 
 
1. LOS PILARES BÁSICOS. 
Individualismo. El hombre es un ser autónomo. El individuo es un ser que 
tiene una vida independiente. La preservación del individuo autónomo y el logro 
de la felicidad individual son objetivos supremos de la teoría liberal. La persona 
individual se considera inviolable y toda vida humana es sagrada. La violencia se 
prohíbe, salvo en los casos de salvaguarda de la sociedad liberal. 
Racionalidad. Otro atributo fundamental del ser humano a los ojos del 
liberalismo es su capacidad racional de decisión. El individuo es esencialmente 
racional, está capacitado para conducir su conducta, también para determinar 
sus necesidades y preferencias. Es el que mejor conoce sus intereses y posee la 
capacidad de proporcionárselos racionalmente. Además, la razón es el medio de 
eliminar el oscurantismo y actuar de modo útil y eficaz para alcanzar los fines 
que se han propuesto. 
Libertad. El estado natural del hombre es la libertad. El individuo es 
soberano de sí mismo, posee por sí mismo el derecho natural a la libertad y a la 
igualdad con todos los otros. El liberalismo siempre ha sido defensor de los 
derechos fundamentales. Todos los seres humanos por el hecho de serlo, esto es, 
por su humanidad y dignidad, tienen una serie de derechos morales. Estos 
derechos son naturales, no son creados u otorgados por el Estado sino sólo 
reconocidos y garantizados por éste; y universales, se reconocen a todas y cada 
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uno de las personas con independencia de su raza, sexo, lengua o religión 
(Vallespín, 2009:54)3. 
El instinto de apropiación convierte al individuo en Sujeto Posesivo. La 
motivación más importante del ser humano, aquella que incluso lo caracteriza, 
es la satisfacción del interés propio mediante el cálculo racional de beneficio o 
utilidad. “Cada persona sabe mejor que nadie cuáles son su propios intereses” 
nos dice Goodwin (1997:55). Todo individuo ha de proteger sus intereses. El ser 
humano tiene todo el derecho a preservar y salvaguardar su propiedad: su vida, 
su pensamiento, su libertad, y sus pertenencias privadas. Por tanto, el individuo 
es propietario. Acumula posesiones y compite con otros. 
Cuando los liberales ponen el énfasis en el derecho de propiedad, no sólo 
están instaurando la garantía de la independencia material del individuo, ahora 
propietario. La propiedad permite al individuo educarse en la autonomía y la 
responsabilidad de su propio destino. Por el desarrollo de sus capacidades 
individuales primero, y luego, por la posesión y disfrute de los bienes materiales, 
es como llega el ser humano a la felicidad. 
Moral común de autodisciplina y respeto mutuo. Podemos decir que es la 
culminación del optimismo antropológico del liberalismo. Es el corolario de lo 
dicho con anterioridad. El paternalismo protector es inaceptable. Aquellos 
individuos autónomos, autoperfeccionables y dotados de razón, que viven en 
 
 3 Según Vallespín los derechos fundamentales se compartimentan en dos grandes bloques, los 
Derechos Humanos y los Derechos Civiles. Los primeros se desarrollan a través del derecho a la 
libertad y a la igualdad, los segundos a través de los derechos procesales y las garantías 
institucionales. 
 
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libertad tendrán más posibilidades de adquirir las virtudes de la confianza en 
uno mismo, la prudencia, la tolerancia, el esfuerzo por conseguir mejores cosas 
en la vida, y también, desde el respeto a sí mismo, respetar a todos los demás. 
 
2. CONSECUENCIAS 
El Contrato y la esfera privada. Ya hemos visto que la vida del ser humano 
puede ser caracterizada como la búsqueda de la satisfacción del interés propio. 
Es el interés propio e individual lo que mueve a los hombres en la sociedad. Pero 
como el individuo no deja de vivir junto a otros pueden surgir varias alternativas 
que dependen, primero, si la conducta de los ciudadanos es competitiva-agresiva 
o competitiva-cooperativa; y segundo, si los recursos limitados pueden o no 
satisfacer a todos. Para manejar todas estas situaciones de trato de unos con 
otros, de modo racional, el liberalismo aboga por establecer un contrato social 
sobre bases cooperativas que produzca beneficios para todos. Así podemos decir 
que el hombre vive en sociedad de forma voluntaria y consensuada. Eso sí, es 
una concepción débil de sociedad en la que, lo que busca es la armonía o el 
equilibrio de los intereses privados. La sociedad es un agregado de individuos y 
no una identidad específica. Es un artificio creado por conveniencia, para hacer 
posible la vida en común. 
Las actividades más importantes que el ser humano realiza tienen lugar 
en las esferas económica y social. Y para el liberalismo, la libertad individual, la 
racionalidad, la moral autodisciplinada y la satisfacción plena de sus intereses 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA II 
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22pertenecen al ámbito privado, no al público. El ámbito político es el medio en el 
que se dirimen los conflictos, por tanto la política es un medio y no un fin. 
El constitucionalismo y la ley: el Estado de Derecho. La libertad, connatural 
al hombre, es la única fuente de legitimidad de la autoridad política. Se elimina 
a la religiosidad como fuente de legitimación política. La razón nos dice que la 
legitimidad hay que buscarla en factores pragmáticos: el bien común. La 
racionalidad del Bien Común lleva a los hombres al contractualismo primero y al 
constitucionalismo después. La Constitución es la ley de leyes, la norma 
suprema del ordenamiento jurídico que controla el poder político. 
Además, debe existir en todo gobierno una separación de poderes para que 
los derechos de los individuos sean salvaguardados y se evite toda tentativa de 
tiranía. Las funciones del Estado, que son tres (la función legislativa pertenece al 
Parlamento, la ejecutiva al Gobierno y la judicial a los Tribunales de Justicia), 
han de estar debidamente separadas y se mantendrá un sistema de corrección y 
fiscalización para que cada función realice la actividad que tiene encomendada. 
La ley no parte del Estado hacia los individuos, sino de éstos hacia aquel. 
El Estado de Derecho significa tanto el sometimiento del estado a la Ley, como al 
conjunto de mecanismos procedimentales que garantizan la libertad de los 
ciudadanos y su participación en la vida política (Vallespín, 2007:79)4. Ese 
entramado de formalismos legales impide que el gobierno transgreda los 
acuerdos en detrimento de los individuos. Estos mecanismos son la legalidad de 
 
 4 El Estado de derecho vincula la política a la ley y al derecho, somete todo ejercicio de poder 
estatal al control judicial y garantiza así la libertad de los ciudadanos . 
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la Administración, la independencia del poder judicial, la constitucionalidad de 
las leyes y las garantías procesales e institucionales. En paralelo, la ley impide 
que los individuos rompan los acuerdos al actuar unos contra otros. La libertad 
debe ser reconducida en aras de salvaguardarla de la propia libertad. Y esto se 
puede hacer mediante la ley, una regla jurídica que marque los límites con 
exactitud. 
El liberalismo es la respuesta al poder arbitrario de monarcas y 
aristócratas que dominaron el Occidente durante siglos. Pero lo que nunca 
abogará el liberalismo es trasladar al otro extremo, el que ocupa el anarquismo, 
la cuestión de la libertad. La ausencia de ley, y de gobierno, son igualmente 
lamentables. En opinión de Eccleshall (2004:77), “la solución liberal consistía en 
cambiar el poder arbitrario, las reglas de una élite aristocrática, por un marco 
impersonal de derechos y libertades formalmente iguales: la norma de la ley”. 
 La teoría liberal pone el acento en el papel de la ley como reaseguro de la 
libertad individual. Una libertad sin ley no es tal, es libertinaje, que es tan 
destructiva como no gozar de libertad alguna. No hay realidad humana sin 
conflicto, al menos dicen desde el liberalismo, dotémonos de las herramientas 
necesarias para su resolución: la ley. El propósito de un sistema liberal es 
establecer procedimientos que mejor contribuyan al logro de los objetivos de 
felicidad y libertad individuales. 
Gobierno mínimo y representativo. En el liberalismo, la fundamentación 
filosófica de la autonomía moral de la persona se desarrolla en el tiempo desde 
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un pragmatismo primario basado en la paz y la seguridad (Hobbes) hasta otro 
pragmatismo mas armado y complejo que tiene en ‘la maximización de la 
felicidad’ a su postulado central (Bentham y J.S. Mill). En esta ética teleológica, 
“el bien de las personas y, por extensión, de las instituciones públicas se define 
como aquello capaz de producir la maximización de sus deseos, placer o felicidad” 
(Vallespín, 2009:64). El binomio utilidad-felicidad en el plano individual se combina 
con el reconocimiento de que los otros son igualmente dignos de consideración. 
Así que, toda reforma social ha de maximizar la utilidad-felicidad al mayor 
número posible de individuos. El ineludible paso siguiente es la graduación de 
los bienes-placeres superiores e inferiores y luego, afrontar que la imposición de 
determinadas políticas puede suponer un quebranto de las tan alabadas 
autonomía y libertad individuales. Las preguntas que se hacen aquí los liberales 
son: ¿Qué tipo de fuerza y poder puede ejercerse legítimamente sobre la 
persona? ¿Se puede mantener la paz y el orden dado el pluralismo y el conflicto 
inherente a la libre competencia? ¿Cómo proteger los derechos individuales de 
las interferencias? ¿Cómo tomar decisiones políticas cuando hay tantos 
intereses individuales en conflicto? 
Problemas como estos hacen que el liberalismo necesite, como mal 
necesario, la existencia del Gobierno. La idea que tiene el liberalismo de un 
gobierno adecuado es minimalista: su función es la salvaguarda de las libertades 
civiles del hombre. Proteger la vida, la libertad y las posesiones individuales. 
Usando una metáfora actual, diríamos que debe ser el árbitro en el juego 
socioeconómico entre individuos. El pueblo es quien legitima, dando su 
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consentimiento, al gobierno. Nunca al contrario. El Estado es un instrumento al 
servicio de los ciudadanos y no al contrario, el Gobierno es necesario pero no 
natural. El Estado desde la esfera pública ha de proteger al máximo a la esfera 
privada. Este consentimiento se expresa mediante el libre acto de votar. 
Generalmente el gobierno basado en el consentimiento debe ser democrático. 
Aunque no lo implique directamente, la democracia es la mejor garantía del 
liberalismo, ya que la democracia como forma constitucional que limita los 
poderes del gobierno, salvaguarda los derechos del pueblo contra toda tentativa 
de tiranía, la que evidentemente coartaría la libertad. 
Respecto a la libertad, el gobierno deberá proporcionar las condiciones 
para que el hombre pueda gozar del máximo posible de libertad dentro de un 
marco de legalidad. Toda aquella disposición social que haga depender unos 
seres humanos de otros (bien sea la esclavitud o el trabajo no asalariado) es 
condenada. Así que, el gobierno autoritario es contrario a la libertad y ha de ser 
rechazado. Es en este punto donde más clara se ve la evolución del pensamiento 
liberal, porque ese espíritu primigenio minimalista de gobierno se ha ido 
convirtiendo con el paso del tiempo en una concepción más absorbente. El 
programa político que tiene que ser implementado tiene en cuenta la promoción 
de la igualdad de oportunidades, las reformas educativas, el desarrollo de las 
potencialidades de la persona y finalmente, las políticas sociales redistributivas. 
Respecto al sujeto racional, para el liberalismo el hombre político 
maximiza sus utilidades a través de la participación y la elección juiciosa. Con 
este planteamiento, está plenamente justificada la existencia de un gobierno 
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participativo y no autoritario. Respecto al sujeto posesivo, el gobierno de espíritu 
liberal tendrá la tarea de ayudarlo a satisfacer sus intereses, nunca a lo 
contrario. Especialmente en lo que se refiere a lo económico. 
Se nota mucho el ejercicio de equilibrismo que los autores liberales han 
tenido que hacer para poder mantener una proporcionalidad entre la dicotomía 
individuo y sus derechos y el Estado y sus poderes. Para evitar la concentración 
de poder en manos de una persona o un monopolio. Para hacerlo la forma másadecuada es el gobierno representativo, que no tendrá un papel esencial, sino 
instrumental; un mecanismo que preserve otros fines que sí son esenciales. 
Libertad de elección y de acción. Que la libertad es el valor primario para el 
liberalismo, y que se ha de suprimir todo lo que impide o frene la libertad 
individual, ya ha sido apuntado. Pero tras esto, los diversos autores liberales 
apuntalan la idea de que al ser la libertad la gran necesidad humana es un bien 
y un fin en sí misma, y no un medio para lograr un fin. La concepción liberal de 
la libertad ha sido identificada con la elección material como norma general y 
con el laissez-faire en el vértice económico: mínima regulación y máxima libertad 
de acción. El hombre sociopolítico verdaderamente libre, consumidor según sus 
posibilidades y votante racional, busca siempre el máximo en el mercado social 
en el que habita. Es un sujeto autónomo que quiere y sabe buscarse la vida. 
Contrario a subsidios e intervenciones que coartarían esa capacidad resolutiva e 
independiente. 
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27 
 
Por esto, el liberalismo, desde muy pronto, unió su suerte a la del 
capitalismo. En un sistema de competencia económica autorregulada, el 
capitalismo, la independencia económica origina no sólo riqueza y la 
consiguiente mejora en las condiciones de vida, también independencia moral. 
Así, el ideal de la comunidad es que con independencia de las riquezas y el 
patrimonio personal que uno pueda conseguir a lo largo de su vida, por sus 
capacidades y méritos, todos los individuos de la sociedad liberal comparten esa 
misma moral, apuntada anteriormente. Por tanto, la empresa capitalista es el 
elemento clave del autogobierno y el principal instrumento liberal, es piedra 
angular de la construcción de la sociedad, a los ojos del liberalismo. 
La libre competencia y los méritos. Para el liberalismo todos comenzamos la 
vida en las mismas condiciones. Se defiende la igualdad jurídica de todos los 
hombres. En su teoría todos los individuos nacen con la misma razón y con los 
mismos derechos ante la ley. Esta igualdad no anula la competencia entre 
individuos, antes bien, la potencia en un contexto de igualdad de oportunidades 
que garantiza un resultado justo: los individuos más valiosos obtienen las 
recompensas. 
Ahora bien, como el liberalismo ha aparecido asociado siempre al 
capitalismo, algunos autores dudan de que alguna vez haya existido esa 
igualdad sustancial que luego pueda favorecer realmente la igualdad de 
oportunidades. Para Goodwin (1997:54-56) “la teoría liberal iguala formalmente a 
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los individuos, aunque los individuos reales tengan diferentes niveles de riqueza, 
competencia e inteligencia”5. 
En la teoría liberal todo parece encajar como una magnífica maquinaria de 
relojería. Tenemos la igualdad y la libertad de elección, tenemos individuos 
independientes que saben perfectamente qué quieren y cómo conseguirlo, 
tenemos el libre mercado y tenemos la competencia legislada, todo esto produce 
una justa distribución de los ingresos y los bienes. 
“La teoría liberal y su puesta en práctica social creen haber descubierto la 
clave del progreso humano. Se ha creado un sistema de organización social en 
donde la búsqueda individual de riquezas produce el bien común. Razón por la 
que se deja a las esferas económica y social que se regulen por sí mismas” (Antón, 
2007:111). 
Lo que queda por encajar es que los individuos ganen recompensas en 
directa proporción a su talento y a sus méritos. El input es todo aquello que el 
individuo mete de provechoso en la sociedad, el output que extrae es la 
recompensa moral y monetaria. En teoría, el sistema liberal quiere provocar que 
todos los individuos, sea cual fuere su extracción social y nivel económico meta 
en la sociedad lo mejor de sí mismo y saque como recompensa, de este mérito, 
 
 5 Abstractas, de ficción y mitológica son los adjetivos con los que Goodwin califica la igualdad 
de oportunidades. 
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29 
 
algo tangible y cuantificable. Se recompensa mejor a quien lo merece, de modo 
que gana más quienes más lo merecen6. 
 
3. JANO.7 
Varios han sido los padres y diversas las cunas del liberalismo. Dentro de 
la larga historia de la política, podemos aventurarnos a afirmar que inaugura el 
campo de las ideologías. Fue la primera ideología que logró estandarizarse, que 
escribió su propio corpus de directrices. Tras ella fueron surgiendo las otras, 
con su propia idiosincrasia, pero también, y en buena medida, como respuesta 
al liberalismo. Ese debut, parece haberle dado una posición hegemónica en el 
pensamiento político de la civilización occidental desde la Modernidad8. 
 
6 Una vez más Goodwin objeta con firmeza. Meritocracia o justificación ad hoc de las 
diferencias irreconciliables entre ricos y pobres. Goodwin, 1997. Op. cit. pp. 54 y 55. 
 7 JANO. Deidad peculiar de los romanos que no corresponde a ningún dios helénico. Supone Jano 
un símbolo de totalización, de anhelo de dominación general. Tenía dos cabezas, por lo que se le ha 
considerado como el dios de las puertas, el que las abría y cerraba, protegiendo así la entrada y salida 
de las casas de la ciudad. Román, Mª. Teresa Diccionario de las Religiones Alderabán Madrid 1996 p. 
174. 
8 Sobre esta hegemonía parece haber consenso entre los autores: Goodwin, . Op. cit. p. . La corriente principal del liberalismo, perfeccionado de acuerdo 
a los cambios históricos, continúa siendo la ideología dominante en Occidente . Eccleshall, . Op. cit. p. . … el liberalismo es la ideología que está más íntimamente ligada 
con el resurgimiento y la evolución del mundo capitalista moderno. De suerte que en determinado 
aspectos… es la ideología hegemónica de la sociedad posfeudal… . 
Roberto Rodríguez, R. La Tradición Liberal en Ciudad y Ciudadanía. Senderos 
contemporáneos de la Filosofía Política. Edición de Fernando Quesada. Trotta 2008 p. . De hecho, 
constituye aquella tradición de pensamiento político que ha gozado de amplia hegemonía en la 
civilización occidental casi desde sus propios orígenes en la modernidad, y quizás por ello mismo, ha sido 
la corriente ideopolítica contra la cual se han definido y conformado buena parte de las restantes . 
 Vallespín, . Op. cit. p. . No hay que olvidar que la misma idea de constitucionalismo 
moderno, con todos los contenidos que abarca –declaraciones de derechos, separación de poderes, 
estado de derecho, etc.- es ya una aportación liberal. Su contingencia en tanto que mera ideología 
política se ve compensada así por el trato de favor que en cierto sentido ha recibido por parte de la 
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30 
 
Convirtiéndola en una especie de ideología entre ideologías, el sustrato básico y 
natural de todas ellas. Este tema, peliagudo y tormentoso, ha ocupado y ocupa 
innumerables páginas de análisis político. Tratando de delimitar claramente las 
líneas que se entrecruzan, dejaremos para otro momento las cosas que tienen 
que decirse las ideologías unas a otras9. Y nos centraremos en si el liberalismo 
ha sufrido el impacto de la historia en sus creencias. 
Comenzamos el capítulo tildando al primer liberalismo como reformista. 
Es cierto que la génesis del liberalismo se produjo en un entorno revolucionario 
(Rodríguez, 2008:9-10). La Revolución científica, la Reforma protestante, la 
Revolución económica con la instauración del capitalismo y, finalmente las 
Revoluciones políticas (en Inglaterra, Estados Unidos y Francia) son el contexto 
donde brota el liberalismoen la pluma y el genio de Locke, Montesquieu, Hume, 
Bentham, Constant, Paine y algunos otros. Los autores liberales fueron tomando 
elementos e interpretando de la realidad que les tocó vivir hasta dar con un 
núcleo ideológico y un novedoso discurso filosófico. 
 
tradición política occidental. Lo queramos o no, el liberalismo es la ideología creadora de las reglas de 
juego en las democracias modernas 
9 Eccleshall, 2004. Op. cit. p. 51. Para Eccleshall es posible rastrear en las otras dos grandes 
ideologías, un buen puñado de ideas tomadas prestadas del liberalismo: Son tantas las ideas que en 
principio fueron liberales y que posteriormente se han moldeado en el seno de perspectivas sociales 
alternativas, que la ideología liberal puede aparecer hoy como desmembrada: un revoltijo de creencias 
que se derraman por doquier. Lo cierto es que los actuales liberales parecen estar sentados, y no muy 
cómodos por cierto, a caballo entre dos mundos ideológicos existentes: el conservador y el socialista . Rodríguez, . Op. cit. p. . Este acercamiento… quizá tenga su origen en la condición 
fronteriza entre el conservadurismo y el socialismo; condición que ha facilitado la absorción de buen 
parte de su ideario por aquellas tradiciones, en especial a causa de la respectiva proximidad a ellas de 
cada uno de sus rostros . 
 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA II 
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31 
 
En el siglo XVIII a la teoría política se añade la teoría económica y el 
liberalismo adquiere ya una extraordinaria cota de influencia. Estamos en 
tiempos de Adam Smith y del nacimiento del liberalismo económico o economía 
política clásica. La economía se rige por una serie de leyes naturales con sus 
propios mecanismos de autorregulación. Efectivamente, existe una clara 
analogía entre el individuo y la economía. El ser humano se rige por una serie de 
leyes naturales como son la individualidad, su instinto de apropiación, el afán de 
lucro y la racionalidad. Si se le deja en libertad y sin trabas puede 
autorregularse y llegar a ser feliz, conviviendo razonablemente bien con los otros 
individuos. Del mismo modo existe una mano invisible que autorregula el 
mercado, la división del trabajo, la ley de la oferta y la demanda y la libre 
competencia. El mercado, según A. Smith, es el “punto de encuentro de los 
distintos intereses y voluntades individuales” (Vallespín, 2009:70). El mercado es 
una especie de mecanismo automático capaz de captar, si no tiene 
constricciones, lo esencial de las distintas necesidades e intereses. Actúa como 
una fuerza subliminal totipotente que surge de la conciencia colectiva de los 
propietarios que lo conforman, y de ese modo es el único que puede convertir el 
egoísmo del propio interés y de la ganancia propia en bienestar general. 
Pero luego de la génesis encontramos los requiebros del liberalismo. Para 
algunos es un pensamiento compacto y sin transformaciones, por lo tanto 
universalizable a todas las épocas y sociedades. Por contra, entiende Eccleshall 
(2004:50) que el liberalismo no es “un conjunto de creencias estáticas e 
intemporales que se mantiene al margen de la historia”; y Rodríguez (2008:7) que 
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32 
 
“la tradición liberal dista mucho de constituir un cuerpo homogéneo o cerrado de 
ideas”. Y sigue argumentando Eccleshall (2004:71) que se equivocan los que 
piensan que no se ha mostrado permeable a los avatares de la historia:”El primer 
liberalismo, o liberalismo clásico, como ya vimos, se asociaba a la idea de un 
estado minimalista, es decir, la creencia de que únicamente la economía de libre 
mercado, sin interferencias políticas, podía salvaguardar los derechos y las 
libertades individuales. El liberalismo moderno, o posclásico, por el contrario, 
defiende ciertas medidas para la supervisión estatal de la economía y también 
para liberar a las personas de las intolerables condiciones sociales”. 
El espíritu de la época tiene mucho que ver en todo esto10. El ajetreado 
siglo XIX supone un serio aldabonazo al optimismo, antropológico y político, del 
liberalismo. Lo que comenzó como reformismo del Antiguo Régimen se ha 
terminado por transformar en otro monolito omnicomprensivo. El tiempo de los 
últimos es otro, puede, quizás quién sabe, si esa percepción positiva, por 
hiperracionalista, de los seres humanos esté algo desencajada, ¡son tantas cosas 
las que han pasado! El mundo es otro también, entre otras razones porque ese 
primer liberalismo ayudó a modificarlo. Y sobre todo, porque ha entrado en 
diálogo y confrontación con otras formas ideológicas de ver y tratar al mundo del 
hombre. Este último liberalismo puede desdoblarse en dos tradiciones 
 
 10 La cita es larga, pero explica perfectamente esto de que el mundo es, desde luego, otro mundo. Rodríguez, 2008. Op. cit. p. 15 …las sociedades a que da lugar el capitalismo industrial imperante hacia mediados del siglo XIX son ya muy diferentes de aquellas en las que 
nación el liberalismo hacia mediados del siglo XVII. El enorme desarrollo de la industria, el fin del capitalismo individual y la creación de 
gigantescas; la creciente importancia de las instituciones bancarias; la aparición de grandes sociedades anónimas; los nuevos métodos de 
organización del trabajo; a la emergencia de nuevos problemas económicos, sanitarios, educativos y laborales; la creación de diversos sistemas 
asistenciales y de seguridad social; el desarrollo del capital monopolista, la progresiva ampliación de los sujetos de derechos políticos y el 
consiguiente acceso de la ciudadanía a la política; el nacimiento de los partidos y los sindicatos de masas; la creciente racionalización, 
burocratización y oligarquización de la vida económica y política, o, en fin, el aumento de la intensidad y conflictividad de la lucha por el poder 
y la influencia política, … . 
 
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33 
 
distinguibles: el liberalismo social y el neoliberalismo conservador. Diferentes 
programas de desarrollo, un mismo ideal. Se mantienen las praevia positio, se 
reinterpretan las implicatio. 
Estos distintos movimientos tratarán de apuntalar, unos, y reformar, 
otros, ese liberalismo omnipresente al que ya acosan otras ideologías. Nos 
encontramos con el Liberalismo Democrático defendido por Toqueville o John S. 
Mill por ejemplo, de corte ilustrado, que “propugnaban la libertad de 
pensamiento, de expresión y de asociación, la seguridad jurídica y política de 
propiedad y el control de las instituciones políticas mediante una opinión pública 
informada. Todo ello debería alcanzarse mediante gobiernos constitucionales 
basados en el concepto clave de la soberanía popular” (Antón, 2007:116). Frente a 
estos el Liberalismo Doctrinario en De Maistre o Guizot, por ejemplo, que se 
enrocan en lo más clásico de lo clásico, mirando hacia el conservadurismo. 
La llegada del siglo XX, ahora sí, cambia por completo la fisionomía del 
liberalismo. El mundo es ya un lugar muy grande y son varias las ideologías que 
se ocupan de su funcionamiento y que pugnan por habitar en los pensamientos 
de los ciudadanos. Las relaciones entre los países se vuelven cada más compleja, 
hasta el punto de que aparecerán terribles totalitarismo de diverso cuño. En los 
países democráticos se reordena el ámbito de la representatividad política y la 
redistribución de la riqueza es intervenida, en mayor o menor medida, por el 
Estado. Con el crack del 29 muchos reconocieron que el liberalismo económico 
clásico dejado a su libre albedrío era catastrófico. El Estado erallamado 
irremediablemente a intervenir económicamente y corregir la deriva del 
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capitalismo. F. D. Roosevelt y su New Deal, en la Norteamérica de entreguerras, 
es el ejemplo más conocido de esto. 
Tras la Segunda Guerra Mundial se llega a una especie de entente tácito 
para remar en la misma dirección: es el tiempo de gloria de J. Maynard Keynes y 
el Estado del Bienestar. Pero como en todo armisticio que es inestable, la paz 
política se truncó con la Crisis del petróleo de la década de los setenta. El 
neoliberalismo que surgirá de esta época retoma en cierta medida el mismo 
doble camino del s. XIX, que había sido semiabandonado en gran parte del s. 
XX. 
Frente a la misma realidad sociopolítica, los liberales hacen una 
valoración crítica diametralmente opuesta. Para algunos teóricos, Hobhouse, 
Hobson, Dewey, Keynes, Rawls, Bobbio o Dworkin entre otros, habría que dar 
una respuesta al endurecimiento de las condiciones vitales y laborales. No se 
podía seguir manteniendo impasiblemente esas posturas clásicas que lo que 
realmente hacían eran dar cobertura al enriquecimiento de una minoría frente al 
empobrecimiento de la mayoría. Pero otros teóricos, Spencer, Croce, von Mises, 
Hayek, Sartori o Nozik entre otros, lo que veían era una proliferación del 
intervencionismo, un reformismo social desembocante en el Estado del 
Bienestar, y el fomento de la pasividad del individuo que se ha convertido en 
adicto dependiente de las subvenciones del Estado. En tiempos del eje 
transoceánico Reagan-Thatcher, estos últimos son los claros vencedores y los 
que marcan los destinos de la geopolítica mundial: desregulación del mercado 
laboral, privatización del sector público, autorregulación del mercado y 
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militarismo imperialista. Responder a todo los nuevos sucesos con las 
consideradas seguras recetas de siempre, parece ser el espíritu del 
neoliberalismo conservador hegemónico, más aún tras la catástrofe del 11S. 
El liberalismo no ha intervenido en la realidad previa a su primera 
conformación, se amoldó a lo que en ella iba surgiendo, la fue interpretando 
para luego ir conformándose. Pero sí que ha intervenido, y mucho, en la realidad 
que desembocó en las segundas de sus definiciones. Ambas posiciones liberales 
han ido desgranado sus enmiendas al modelo clásico a lo largo del siglo XIX y 
XX. Y todavía ahora, en el incipiente siglo XXI ambas líneas siguen progresando 
y separándose. Y es que son tan diametralmente opuestas que cuesta creer que 
tengan ancestros intelectuales comunes; y que la conclusión de Eccleshall 
(2004:74) de que “los primeros y los últimos liberales han defendido programas 
distintos para lograr el ideal de una comunidad uniclasista de ciudadanos que se 
gobiernan a sí mismos”; sea difícil de entender. Aunque como veremos en el 
siguiente capítulo, el neoliberalismo clásico, puede ser perfectamente enclavado 
en la ideología conservadora. 
 
Epílogo 
Deliberadamente he dejado para el final de esta disertación sobre el 
liberalismo el asunto del talante liberal. Aquella actitud mental de una persona 
civilizada y tolerante, de ‘mente abierta’, defensor acérrimo de la libertad, 
contrario enérgico contra todo aquello que signifique prohibir y clausurar, que se 
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siente y ejerce como sujeto racional, libre de todo prejuicio, incluso defensor de 
causas en las que los derechos de las minorías se ven menoscabados. Ese 
prohombre que está en contra de todo tipo de autoritarismo, que se opone con 
firmeza a aquellas prácticas que descalifican a determinados grupos sociales 
como postergados. 
Creo importante distinguir esta hexis11 liberal del liberalismo como 
conjunto de creencias o credo político. Cierto es que en sus orígenes, sus 
primeros partidarios quisieron cultivar esa imagen de sujetos magnánimos que 
preferirían el diálogo racional a la imposición abstrusa o al extremismo 
ideológico. Pero este talante no ha sido siempre, ni es ahora actualmente, una 
propiedad exclusiva de los adeptos al liberalismo. Seguro que un buen puñado 
de socialistas estarán de acuerdo con este temperamento o, incluso, dirán de él 
que es el modo de ser del auténtico progresista. Entonces llegará la 
confrontación por los derechos de apropiación y legitimidad sobre ese talante. 
Ese es, a mi entender, otro debate. 
 
 
 
 
 
 
 11 Aranguren, J.L.L. Ética. Alianza Editorial AUT/19. Páginas 22 y 23. El filósofo español 
distingue en su caracterización etimológica de la ética entre el êthos y la hexis. La hexis, como talante, 
modo de vivir anímico, temperamento o constitución, es el sentido previo y natural del êthos. Éste es 
mucho más profundo que el anterior y tiene que ver con el modo de ser del individuo, de situarse en 
la vida; es el carácter del hombre forjado a través de su vida por los actos. 
 
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CONSERVADURISMO 
 
 
 
 
Vishnu 
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38 
 
El comienzo de la reflexión sobre el conservadurismo comienza con la 
determinación de si es o no es una ideología propiamente dicha12, si es un cuerpo 
estructurado de ideas y directrices o son un conjunto, más o menos coherente, de 
intuiciones o disposiciones. No parece éste, desde luego, un tema menor habida cuenta 
de las opiniones encontradas al respecto. Algunos autores no ven impedimentos para 
situarlo en la lista de las ideologías y otros dan el visto bueno para poder encajonarlo en 
su sitio pero con matices. Si seguimos los parámetros de los que entienden que el 
conservadurismo es más un hábito mental que una doctrina política, y que prefiere 
ceñirse a lo concreto en vez de teorizar; entonces, dice Eccleshall (2004:84) que, encajaría en 
los parámetros de una preferencia subjetiva hacia una forma de vida establecida. Pero este 
autor no está de acuerdo con este aserto. A primera vista sí que puede parecer simple, 
pero al revisar los conceptos evitando el maleado uso diario que se hace de la etiqueta 
‘conservador’ aparecerá otra cosa. Estamos otra vez en nuestra escalera de Escher al 
encontrarnos con que cada ideología habla favorablemente de sí misma y en forma 
contraria de las demás, desde sus también posturas ideológicas. No parecen quedar 
instancias prístinas de argumentación y crítica objetiva. Volvamos a nuestro asunto, para 
 
 12 Goodwin, B. El uso de las ideas políticas. Península Barcelona 1997; y también Lleixá, J. 
El Conservadurismo en Manual de Ciencia Política. Miquel Caminal Badia (Editor) Tecnos 3ª 
Edición Madrid 2007. Goodwin, apoyándose en Mannheim, afirma (p. 181), que el 
conservadurismo no es una ideología explícita o constructiva. Más adelante, (p. 206), lo denomina 
como una especie de camaleón entre las ideologías, diciendo además que es una ideología esencialmente 
incompleta e insatisfactoria. Lleixá también aporta la conceptuación de Mannheim (p. 124 y p. 126) 
en ‘El pensamiento conservador’ (1929), que afirma que es un estilo de pensamiento, que a 
continuación adoptará una u otra coloración, uno u otro contenido ideológico concreto a lo largo de la 
historia. Bealey en la entrada ‘conservadurismo’ de su Diccionario, en la página 90 para ser 
exactos, va mucho más lejos y determina que es la negación de la ideología. 
 
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IDEOLOGÍAS 
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Eccleshall (2004:85) sí es con pleno derecho, una ideología, por ser un conjunto de creencias 
que determinados grupos socialesempezaron a articular en un momento histórico concreto. 
Goodwin (1997:182) argumenta sobre este asunto de forma hipotética: Si el conservadurismo 
puede ser presentado como una ideología, esto se debe a que se deriva de un pequeño número de 
creencias e intuiciones que forman una concepción del mundo coherente. 
El conservadurismo tiene un punto de origen en la historia: el tiempo posterior a 
las revoluciones, el pensamiento ilustrado y todo el entramado ideológico que surgió a 
raíz de las mismas. La ideología política conservadora surge como un impulso reactivo 
frente a estas revoluciones (Lleixá, 2007:125). Una reacción que abarca lo social, lo político, 
lo intelectual y lo moral. Los conservadores entienden que la Revolución rompió el orden 
natural de las cosas. Las rupturas revolucionarias desencajan las estructuras del gran 
organismo que es la sociedad. La época de las Luces, su racionalismo, la defensa de los 
derechos naturales del hombre, truncaban el funcionamiento ordenado de la sociedad. 
¿Cuáles son, entonces, estas creencias, de las que hablan los expertos? 
 
1. LOS PILARES BÁSICOS. 
La imperfección humana. Los conservadores suponen que la naturaleza humana es 
débil, egoísta e irracional. La debilidad del ser humano, su fragilidad y tendencia al 
egoísmo y al juicio erróneo, es algo que no podemos dejar de tener en cuenta. Eccleshall 
(2004:101) rastrea estas ideas hasta el siglo XVI y R. Hooker con su teoría del pecado 
original como razón del pesimismo humanista. El hombre es incapaz de autogobernarse 
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o incluso llevar una conducta sociable y moral, cuando falta un elemento coercitivo. En 
este contexto es celebérrima la sentencia de Thomas Hobbes: homo hominis lupi, el hombre 
es un lobo para el hombre. 
La desigualdad es ineludible. La igualdad es antinatural e imposible. Existen tres 
niveles de desigualdad: 
 Los hechos inmutables de la biología humana en cuanto a la corporeidad, 
las habilidades y destrezas y las energías. 
 La diversidad individual en el carácter, el talento, el pensamiento y las 
ambiciones. 
 Las diferencias económicas en cuanto al acaparamiento de recursos, 
propiedades, dinero y, por tanto, de poder. 
El hombre no posee derechos naturales. El hombre pre-social (Lleixá, 2007:126-127) y su 
libertad no existen, no existieron nunca; el contrato acordado in illo tempore, por tanto, 
tampoco ocurrió. Por consiguiente, los derechos naturales del hombre, y la libertad 
abstracta, son una falacia del racionalismo iluminista. Lo que existe son los derechos y las 
libertades concretas recibidas en herencia de nuestros antepasados. 
Contra el cambio. Respecto a este punto existe una importante divergencia entre los 
autores expertos. La propia etiqueta de la ideología adelanta el concepto clave sobre el 
que pivotará gran parte de la reflexión conservadora: preservar el orden. Por eso la 
ideología conservadora se siente interpelada a criticar y a enfrentarse de manera 
sistemática con las otras ideologías, tratando de impedir que éstas alteren lo que 
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consideran el rumbo natural de las cosas. Es importante, y antes que nada, reafirmar las 
instituciones naturales existentes (Molina, 2008:27-28), incluso defenderlas de todos aquellos 
que quieran modificarlas. 
¿Es posible que la sociedad pueda algún día eliminar sus imperfecciones mediante 
el progreso? Los conservadores creen que no y para apuntalar su creencia argumentan 
con la experiencia histórica. La Historia es una gran maestra que ofrece importantes 
lecciones a quien quiera oírla. Los conservadores la prefieren a un hipotético futuro de 
progreso. Pero a decir de Eccleshall (2004:87), el oponerse al cambio está lejos de ser una 
instancia inamovible, y por supuesto, que no se trata del ingrediente crucial del 
conservadurismo. 
Goodwin argumenta que el estar en contra del cambio sí es una posición nuclear 
del conservadurismo. Rastreando a lo largo de la historia de la filosofía y la política 
respecto a las creencias e intuiciones de corte conservador, podemos llegar a concluir que 
los conservadores no gustan del cambio. Es más, cuanto mayor sea el cambio, peor el 
mal. Y es que piensan que todo cambio equivale a la decadencia o presagia la disolución 
el caos. Visto desde otro ángulo: están convencidos de que la estabilidad, la paz y el 
orden son los ideales que hay que promover y defender, los que conformarán la mejor de 
las sociedades. La estabilidad en el orden natural de las cosas es el objetivo a perseguir. A 
lo sumo, se permiten los ajustes, ya que no se pueden predecir las implicaciones que 
traerán los cambios. Goodwin (1997:183-184) ofrece los que supone son argumentos 
conservadores contra el cambio. Estos pueden resumirse como sigue: 
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 Imprevisibilidad. Nada ni nadie puede asegurar a ciencia cierta que los cambios 
producirán mejoras en la sociedad. Todo cambio es arriesgado, puesto que el 
efecto de la reforma no puede predecirse con precisión, y por consiguiente no 
puede determinarse por anticipado si es deseable o no. No se puede prever los 
resultados que tendrá una innovación social. 
 Hay que respetar a la tradición. Las formas políticas y sociales existentes, si 
están basadas en la solemne y sagrada tradición, deberían conservarse sin 
alteraciones. Es la tradición la que crea la continuidad social, y ésta su vez, 
fomenta la tranquilidad y la seguridad, que es lo que en el fondo desean los 
seres humanos. El tiempo es el mejor de los jueces. Entonces, lo que se preserva 
en el tiempo será, por supuesto, el mejor los sistemas posibles. Por lo que no 
deben realizarse cambios porque lo que existe es bueno 
¿A qué se debe este tesón tan contrario al cambio, hasta el punto de pensar que 
cambiar es degenerar? Los conservadores están convencidos de que la realidad posee una 
esencia inmutable y de valor (Goodwin, 1997:185), esencia que hay que proteger y preservar de 
los cambios. Existen, ciertamente, una serie de verdades inmutables que han de ser las 
guías para la moral y la política para todas las épocas. Este asunto no queda zanjado aquí, 
como se verá a continuación sigue estando presente. 
Dios e Historia. El pensamiento conservador tiene profundas raíces en la historia de 
la humanidad. Y aunque en su moderna constitución optara por anatemizar la ideología 
política por ser ponzoñosa y manipuladora del orden correcto que ha de estar justamente 
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establecido, nunca jamás, en su historia, parece haberse desprendido de la impronta que 
la ideología religiosa impregna en todas sus creencias, véase si no el indeleble sello que 
Hooker ha dejado en las almas de los conservadores. Efectivamente, el conservadurismo 
y la religión cristiana son corrientes paralelas que, incluso vistas de cierto punto de vista 
cenital, pueden ser una y la misma. Sabemos que comparten la misma concepción 
pecaminosa del ser humano: la humanidad está fundamentalmente podrida y débil (Goodwin, 
1997:196). Junto a esto encontraremos, eso lo veremos a continuación, la proverbial 
necesidad de un mesías político que guía a los descarriados al orden justo. 
Si de Hooker incorporaron, a la ordenación del mundo, los principios morales 
establecidos por Dios; de Burke incorporan, algo que no es abstracto, la experiencia de la 
historia, la herencia adquirida. Si la individualidad es imperfecta, en la tradición y el 
acumulo corporativo de costumbres está la sabiduría. Por eso la tradición es el reservorio 
de sabiduría13, un depósito de la inteligencia colectiva y de los valores auténticos, 
acumulada durante siglos que hay que conservary reverenciar. Porque además, las leyes 
y las instituciones son su magno resultado. En la historia están los ejemplos que lo 
corroboran. Así que, para los conservadores la sociedad debe evolucionar dentro de un 
orden moral trascendente. En la retórica conservadora los conceptos ‘evolución’ o 
‘ajustes’, quizás ‘reforma’ son plenamente admisibles. Sin embargo, ‘progreso’ y ‘cambio’ 
tiene una carga de radicalismo inaceptable. Desechar la sabiduría práctica de las 
 
 13 Eccleshall. Op. Cit. Págs. 102 y 104. También en Lleixá. Op. Cit. Pág. 127. Finalmente, del 
orbe anglosajón salta este pensamiento hasta el orbe germano del romanticismo. Savigny afirma 
que el origen del derecho radica en la ‘consciencia común del pueblo, y la costumbre crea históricamente su 
propio régimen (Lleixá. Op. Cit. Pág. 128). 
 
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generaciones (Eccleshall, 2004:104) a favor de quimeras sin contrastar históricamente es 
intolerable para el conservadurismo de todos los tiempos y lugares. 
 
2. VISHNU.14 
No solamente el conservadurismo es una ideología, sino que, para Eccleshall 
(2004:102-104)15, en lo referente al modelo de Estado y Sociedad, tiene dos articulaciones 
clásicas: la variante libertaria y la variante orgánica. El conservadurismo libertario adopta 
ideas que han sido promovidas por el liberalismo: aboga porque el Estado no intervenga 
en la economía, defiende el mercado libre y la propiedad privada. ¿Por qué ocurre esto?: 
la economía libre fomenta la autodisciplina y vigoriza la fibra moral de los individuos (Eccleshall, 
2005:90). El conservadurismo orgánico no comparte este modelo social. Abogan por una 
sociedad interconectada jerárquicamente que se vincula mediante un entramado de 
derechos y obligaciones. En su cúspide nos encontramos a los ricos y pudientes, que 
además de tener el poder tienen la responsabilidad del bienestar y protección del resto de 
la pirámide. Este modelo de origen claramente medieval y se fundamenta en la ‘nobleza 
obliga’ y en el paternalismo benefactor aristocrático. 
 
14 VISHNU ‘El Conservador’ es la más importante deidad hindú, que junto con Brahma 
(‘El Creador’) y Shiva (‘El Destructor’) forman la Trimurti. Se nos aparece como el gran protector del 
universo, cada vez que se tambalea el orden, él se encarna para restablecerlo. [Román, Mª. Teresa 
Diccionario de las Religiones Alderabán Madrid 1996 Pág. 312] Se le representa en forma humana, como 
un hermoso joven sonriente de piel azul intenso, cuatro brazos y tiara en la cabeza; cabalga sobre el águila 
celeste Garuda y reposa sobre la serpiente de mil cabezas, símbolo de lo infinito. [Román, Mª. Teresa 
Sabidurías orientales de la antigüedad Alianza Ensayo 235 Madrid 2004 Pág. 252] 
 15 En la página 97, Eccleshall, también aduce que rara vez se manifiestan en estado puro. 
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¿No hay, entonces, un choque entre ambas posturas? Eccleshall (2004:93) soluciona 
este problema negándole a la ideología conservadora una identidad-eje central sobre la 
que pivote todo el entramado ideológico. Así el auténtico pensamiento conservador se 
presenta como un híbrido entre ambas tendencias. Goodwin lo llama, simple y 
llanamente, pragmatismo. Hay que preservar el orden a cualquier precio y evitar las 
reformas radicales. Ese fin justifica los medios. El pragmatismo es el único método 
político válido. Los conservadores pueden abogar por políticas diferentes, incluso 
contradictorias en épocas distintas, en pos de un objetivo: preservar lo bueno de la 
sociedad, la cohesión y el status quo. Este pragmatismo es el vínculo que existe entre el 
conservadurismo y el neoliberalismo clásico (Goodwin, 1997:197,202-206)16. 
Si contamos con la concepción negativa del hombre, la posición central de la 
autoridad, y el papel de la religión en la sociedad y el gobierno de los hombres, Hobbes 
es, desde luego, un conservador al pié de la letra. Edmund Burke, en el siglo XVIII, es 
considerado como el más importante de los teóricos políticos conservadores, más si cabe 
si tenemos en cuenta su papel fundamental, no directa pero sí ‘espiritual’, en la Carta 
fundacional de los Estados Unidos de América. También John Adams en Estados Unidos 
y Joseph de Maistre en Francia son afamados conservadores de su época dorada. Ya en el 
s. XX, se considera al neoliberal conservador Frederik von Hayek como el más importante 
representante de esta ideología; pero para ilustrar hasta qué punto puede ser difícil 
 
 16 A Goodwin le parece que el conservadurismo no tiene suficiente empaque para dar 
forma a un corpus original, así que ha de tomar de las otras fábricas de ideas lo que ella no tiene, 
especialmente en lo que a la economía se refiere. Este es lo que ha difuminado la frontera entre el 
conservadurismo y los liberales. 
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etiquetar como conservadores a determinados autores y a determinadas obras, el inglés 
Michael Oakeshott, conservador de corte más clásico, critica duramente al anterior por 
introducir la racionalización en las entrañas del conservadurismo. 
 
3. CONSECUENCIAS 
Sociedad de estructura dominante. La sociedad es un organismo históricamente 
regulado que se vertebra de forma natural por una jerarquía (Lleixá, 2007:137). 
Efectivamente, los conservadores abogan por una sociedad clasista o jerárquica, en donde 
la autoridad de la élite ha de derramarse hasta el fondo de la pirámide, el pueblo. 
Algunos hombres son innatamente “superiores” a otros, así que no sólo es lógico que 
gobiernen, sino que es lo natural. La élite del gobierno y la sociedad jerárquica no 
igualitaria dividida en clases son consecuencias necesarias de la naturaleza humana. Las 
diferencias de clases no tienen que dar forzosamente lugar a conflictos sociales o 
desórdenes puesto que todos pertenecerán a clases a las que por naturaleza les 
corresponde pertenecer, y la armonía orgánica reinará entre las clases. Cada clase ejerce 
su función y ocupa su sitio correspondiente en el orden social. Es el modo en el que éste 
funcionará correctamente y en armonía: es la analogía orgánica en palabras de Goodwin 
(1997:190). El conservadurismo no se contempla a sí mismo como una forma excluyente de 
plantear la sociedad. Todos tienen sitio en la sociedad conservadora, pero cada uno debe 
estar en el lugar que la naturaleza y la tradición dispongan. Por tanto, la nivelación social 
es imposible y si se intenta de llevar a cabo el resultado será la tiranía. Por tanto, también 
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la nivelación económica es impracticable y si se intenta de llevar a cabo el resultado será 
el estancamiento socioeconómico. Así que no hay nada loable en una sociedad igualitaria. 
Ha de existir un orden social donde cada cual ha de jugar el papel que le corresponde. 
Sociedad de estructura meritocrática. El debate entre el conservadurismo y la 
democracia ha ido adquiriendo, a lo largo de la historia, tintes de ferocidad dramática 
que sobrepasan con mucho las pretensiones de este trabajo. Sí podemos apuntar que si la 
democracia es aquella forma de gobierno que trata de imponer el igualitarismo de masas, 
que es una igualdad antinatural para los conservadores, y encierra además un principio 
nivelador que trata de sustituir la virtud del esfuerzo y la búsqueda de méritos por la 
mediocridad y el plebeyismo (Lleixá, 2007:137), entonces, los conservadores no estarán 
nunca a favor de ese modelo de democracia. Si el pueblo no se esfuerza, no trata de 
mejorar y medrar aceptando el lugar

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