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Michelle M Pillow 2 El Príncipe Perfecto

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33 
 
AAggrraaddeecciimmiieennttooss 
 
 
 
 
 
 
 
Hola mis hermosas bellezas agradeceros el trabajo y el esfuerzo 
por el hermoso trabajo y oramos por vosotras. 
A todas las que han hecho posible tener este pecadito 
 os mando ángeles para que velen por vosotras. 
Se os quiere por toda la felicidad que entregáis 
desinteresadamente y espero que os llegue todo el amor de todas las 
amigas de letras, son la más fehaciente demostración de que Dios 
existe en la tierra... ya que abren sus corazones desinteresadamente y 
comparten con todas todo lo lindo que saben..... 
¡¡¡gracias!!!! 
Os mando mil besos… y bendiciones de vuestra amiga la 
loba y todas las amigas de letras 
 
 
44 
 
 
 
INVESTIGADORA CORDINADORA 
de traducción 
y corrección 
CORRECION 
y 
revisión 
 
AYNE 
 
MISTRAL 
 
P@NDOR@ 
TRADUCTORAS 
 
EMMA B RAVEN 
 
ALIE 
 
EUGENIA 
 
TAEVA 
CORRECTORAS 
 
SAMANTHA 
 
 
MAMI SUGAR 
DISEÑADORA GRAFICA, Y DE PLANTILLA 
 
 
 
 
 
 
Quiero dar la bienvenida y nuestro agradecimiento a nuestra nueva 
diseñadora 
 
 
 
55 
 
AArrgguummeennttoo 
EELL PPRRÍÍNNCCIIPPEE PPEERRFFEECCTTOO 
SERIE DRAGON LORDS 02 
DE 
MICHELLE M. PILLOW 
 
Nadja Aleksander tiene todo lo que podría desear en la vida 
excepto su libertad. Huyendo de un compromiso con el hombre que 
su controlador padre ha elegido para ella, Nadja reserva un pasaje en 
la primera nave espacial que encuentra. Destinada a un planeta de 
machos primitivos, Nadja planea encontrar a un sencillo y trabajador 
hombre que le permita vivir sus días en tranquilidad. 
El príncipe Olek de Draig, el real embajador, está encantado con 
su refinada y ruborizada novia. Cuando ella le elige para ser su 
compañero, pareciendo feliz en su decisión, su corazón late con 
fuerza; hasta la mañana siguiente cuando descubre que su pequeña 
princesa no quiere tener nada que ver con él. Olek no sabe que ha 
hecho para enfadar a su atractiva esposa pero él está decidido a 
encender de nuevo la chispa que ardió entre ellos la noche que se 
conocieron. 
 
66 
 
IINNDDIICCEE 
 
Agradecimientos ......................................................................... 3 
Argumento .................................................................................. 5 
Capítulo 1 ................................................................................... 7 
Capítulo 2 ................................................................................. 25 
Capítulo 3 ................................................................................. 45 
Capítulo 4 ................................................................................. 65 
Capítulo 5 ................................................................................. 83 
Capítulo 6 ................................................................................. 99 
Capítulo 7 .............................................................................. 117 
Capítulo 8 .............................................................................. 131 
Capítulo 9 .............................................................................. 151 
Capítulo 10 ............................................................................ 169 
Capítulo 11 ............................................................................ 193 
Capítulo 12 ............................................................................ 215 
Capítulo 13 ............................................................................ 237 
Capítulo 14 ............................................................................ 254 
Capítulo 15 ............................................................................ 271 
Capítulo 16 ............................................................................ 289 
Capítulo 17 ............................................................................ 309 
Capítulo 18 ............................................................................ 335 
Capítulo 19 ............................................................................ 352 
Capítulo 20 ............................................................................ 370 
 
 
 
77 
 
CCaappííttuulloo 11 
Nadja Aleksander respiró con dificultad mientras daba un último 
vistazo alrededor de su habitación a bordo de la aéreonave médica. 
La seda cubría las paredes, ricas y lujosas. Tenía todas las 
comodidades modernas conocidas a su disposición. Una bella cama, 
una criada a su servicio y personal médico, que cada mañana 
observaba sus niveles sanguíneos y automáticamente le diseñaban una 
dieta diaria. 
Nadja había crecido en habitaciones espaciosas como lo era esa, 
viajaba por la galaxia, con su padre era cirujano, mientras él se 
trasladaba, de asignación médica en asignación médica. Ella había 
visto muchas cosas, descubrió muchas culturas y lugares. Había sido 
aceptada en la mayoría de hogares de la realeza, le habían dado 
cualquier cosa que deseara, excepto su libertad. Era una prisión de 
barras doradas, pero sin embargo, una prisión. 
Enrollo su cabello castaño claro en un moño en la nuca y deslizó 
una capa por sus hombros. Su corazón latía nerviosamente, mientras 
pensaba lo que iba a hacer. Nunca había estado sola por su cuenta, sin 
su familia cerca. Dejó una carta para su madre en el vestidor, y 
esperó que la mujer la perdonara, aunque Nadja estaba segura de que 
nunca entendería su necesidad de escapar. Los gruesos pliegues de su 
 
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abrigo la envolvieron con su forro de piel. Caminando hasta la puerta 
metálica, la abrió pulsando un botón y se paró a escuchar. 
En el muelle inferior, podía oír la celebración que duraría hasta 
la madrugada. Era su fiesta de compromiso, y nadie había notado que 
la futura novia llevaba ausente casi dos horas. Pero es que no era 
sobre ella. Era sobre la alianza entre dos hombres – su padre y Hank, 
su asociado en la Alianza Médica. Ella agarró sus bolsas, se las puso al 
hombro y siguió su camino a través del vestíbulo de la nave hasta el 
ascensor que le llevaría hasta los muelles. 
Pulsando un botón, se trasladó en un momento a los muelles. 
Nadie pareció observarla mientras se apresuraba lejos de la aeronave 
médica, a través del cobertizo oscurecido por la noche. Cuando se 
agachó por debajo de la ventana del piloto, oyó a una mujer riendo 
tontamente en la cabina. Irvette tendría al piloto ocupado durante el 
resto de la noche, por lo que Nadja no tenía por qué preocuparse. 
Ella se apresuró pasando al lado de pequeñas naves de lujo y unidades 
personales que esperaban su revisión para el día siguiente. 
Nadja llegó a una esquina pero siguió caminando, sin saber a 
dónde iría. Un guardia le sonrió amablemente mientras ella hacía una 
pausa. Miró sus bolsas y le hizo una indicación de que siguiera hacia 
el pasillo alfombrado que llevaba a la plataforma destinada a la 
primera clase. Ella siguió la dirección con curiosidad y vio un puñado 
de mujeres subiendo a una nave cercana. Encima había una pancarta 
que decía “Novias Galácticas” en letra cursiva. Hizo una inspiración 
profunda y se subió la capucha de la capa. 
 
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Un hombre uniformado con una carpeta sujetapapeles la miró 
por encima, y sonrió. 
— ¿Está aquí como reemplazo de último momento? — preguntó. 
Nadja asintió. 
— Firme aquí — dijo, alcanzándole la carpeta. — Tenemos 
algunas bajas, se encargarán de los controles sanitarios durante el 
vuelo. Tiene la habitación 206 en la plataforma dos. Es la habitación 
al fondo de todo. La orientación de la nave es mañana a las 9 de la 
mañana. 
Nadja firmó con su nombre y le devolvió la carpeta. Sus dedos 
temblaban nerviosamente. 
— ¿Identificación Galáctica? — solicitó él. 
Nadja le dio su tarjeta y él casi ni la miró. 
— Perfecto, Señorita… ah…Aleksander. Bienvenida a bordo de 
vuelo hacia su futuro. 
— Disculpe — La voz de Nadja era suave y baja. El hombre se 
giró a mirarla. 
— ¿Le debo algo por el vuelo? 
—No, Señorita. La Corporación de Novias Galácticas, está en 
deuda con usted — Sonrió felizmente. 
 
1100 
 
— Deseo solicitar mi derecho según la ley de privacidad. Si 
alguien pregunta, no estoy aquí. — Dijo ella. Su voz era suave y 
tímida. 
 — ¿Policía? — preguntó el sorprendido, aunque no parecía 
importarle. 
— Acosador— murmuró ella. 
 El hombre asintió comprensivamente. Nadja miró alrededor y 
vio una mujer pelirroja esperando tras de ella. Bajó la voz y dijo, 
— No me dejaba en paz, por eso me marcho. 
— Haré una anotación, Señorita. No habrá ningún problema — 
El empezó a escribir en su ficha. 
 
— Y, por cierto, ¿hacia dónde vamos? — Preguntó ella, su voz de 
nuevo amable y firme. 
El hombre rió. — Muchas mujeres preguntan antes de llegar 
aquí. Realmente debe tener algún maníaco detrás para huir de ese 
modo. 
Nadja tragó pero no dijo nada. 
El hombre controló su humor, y contestó: — Van a Qurilixen, 
Señorita. 
Nadja asintió y el hombre la dejó para atender a la pelirroja que 
había llegado tarde. Ella dudó, mirando de nuevo la pancarta. Un 
 
1111 
 
androide se adelantó a coger sus bolsas y empezó a guiarla hacia la 
plataforma de embarque. Eso fue todo. Era su billete a la libertad. 
Un mes más tarde… 
Nadja sonrió, mirando nerviosamente alrededor de la cabina de 
belleza de la aeronave, a las otras novias. Difícilmente parecían las 
mismas mujeres con las que se había reunido tímidamente el primer 
día de la orientación. Desde entonces, todas habían mejorado con las 
máquinas embellecedoras. Sus pechos habían sido elevados y 
aumentados usando la más moderna tecnología en genética moderna. 
Les habían ofrecido depilación definitiva. Habían hecho crecer sus 
melenas, en lo que era el estilo tradicional de la raza de Qurilixian, 
según había aprendido Nadja con las descargas. Las descargas se 
habían hecho pensando en que las novias pudieran aprender todo lo 
que necesitaran sobre su futuro hogar, en unas pocas horas de 
transferencia por ondas cerebrales. 
Cuando Nadja subió a la nave, no tenía idea de qué o quién era 
Qurilixan. Solamente vagamente recordaba el nombre del planeta 
como estudiante de geografía astronómica. 
Desde que firmó su contrato sin haberlo siquiera leído, nada le 
había importado. Era parte de su nueva vida asumir riesgos. Había 
decidido que iba a coger la primera nave que encontrara y era 
exactamente lo que había hecho. Su padre y el novio que éste le había 
escogido nunca sospecharían un paso tan atrevido por su parte. Iba a 
ser libre. 
 
1122 
 
Parecía que asumir riesgos iba a tener una recompensa para 
Nadja. No se perdía la ironía de que había huido de un matrimonio 
concertado para ir a parar a otro. Pero, al menos éste iba a ser 
decisión suya y sólo suya. Ella era la única persona que iba a ganar o 
perder algo. 
Nadja no podía haber estado más complacida, cuando descubrió 
que se dirigían a la parte más externa del cuadrante, un lugar 
habitado por varones primitivos. Era perfecto. Qurilixen estaba lejos 
de cualquier lugar en el que su padre pudiera ocurrírsele buscarla, 
además el cuadrante no concurría en el acuerdo de extradición, por 
lo que no podían registrar su nombre y obligarla a volver sin causar 
un incidente intergaláctico. 
Las mujeres en Qurilixian eran escasas debido a que el planeta 
sufría de radiación azul. Durante generaciones había alterado la 
genética de sus habitantes para producir sólo varones, guerreros 
grandes y fuertes como descendientes. Sólo uno de cada mil 
nacimientos era una hembra en Qurilixian. Debido a que apenas 
tenían mujeres propias, los servicios de corporaciones como las 
Novias Galácticas eran muy valiosos para ellos. En pago, los 
Qurilixian pagaban en metal que sólo se encontraba en las cuevas de 
su país. Este metal era una gran fuente de energía para viajes 
interplanetarios, pero inútil para los Qurilixianos ya que no eran 
exploradores espaciales. 
Nadja sonrió, disfrutando con eso también. Debido a que había 
nacido en una nave que podía alcanzar la velocidad de la luz, estaba 
 
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cansada de pasar su vida viajando. Quería permanecer en un solo sitio 
y echar raíces. Quería hacer amigos y mantenerlos. Era demasiado 
complicado desarrollar amistades cuando los otros sabían 
exactamente quién era su padre. Había visto demasiadas veces a la 
gente palidecer y echarse atrás cuando sabían ese dato sobre ella. 
Respecto a los novios, no le importaba como fueran. No era 
caprichosa. La mejor comparación que habían hecho sobre ellos era 
que parecían guerreros medievales. Los Qurilixianos adoraban 
muchos dioses, preferían las comodidades naturales por encima de 
los avances técnicos e incluso preferían criar y cocinar su propia 
comida. Estaban clasificados como especie guerrera, aunque habían 
sido un pueblo pacífico por más de una centuria, aparte de algunas 
escaramuzas territoriales esporádicas aproximadamente cada quince 
años, entre unas pocas familias rivales. 
Cualquier cosa era mejor que el calvo pervertido con el que su 
padre quería que se casara. Ella debía haber imaginado que algo se 
cocía cuando la nave cambió de ruta y se dirigió a otra región – una 
en la que la ley permitía a los padres concertar matrimonios. 
Nadja miró a un lado. Morrigan Blake estaba mirando en su 
dirección. La mujer era más sosegada que la mayoría y siempre 
parecía estar distraída, como si su mente divagara en pensamientos 
que no tenían nada que ver con lo que las rodeaba. Había intentado 
hablar con la mujer unas pocas veces durante el último mes, y la 
había encontrado educada y bastante inteligente. En realidad, Nadja 
 
1144 
 
estaba sorprendida de que una mujer independiente como Morrigan 
hubiera escogido ir como novia a un sitio como Qurilixian. 
Se mantuvo inmóvil mientras seis manos robóticas se movían 
alrededor de su cabeza, transformando su melena castaño clara en el 
peinado tradicional de Qurilixian. Todavía mirando a Morrigan, su 
curiosidad le gano y preguntó suavemente 
— ¿Qué pasa contigo, Morigan? ¿Has terminado con las descargas de 
costumbres Qurilixianas? 
Morrigan parpadeó sorprendida al oír su nombre y Nadja 
imaginó que había sacado a la mujer de sus pensamientos. Los ojos 
oscuros de Morrigar tardaron unos momentos en enfocarla y captar 
lo que ella le había dicho. La mujer le dirigió una sonrisa ligera. 
 — ¿No lo sabías? 
Nadja dirigió una mirada prudente hacia el otro lado, al oír una 
risa aguda. El pelo rojo de Gena estaba ya peinado y el androide de 
belleza le estaba colocando el tradicional velo corto por encima de 
sus rizos. 
— Morrigan acabó sus descargas sobre Qurilixian antes que 
nadie. Parece que está dispuesta a complacer a su nuevo esposo. 
— O a que éste la complazca — oyó Nadja que otra comentaba. 
Este comentario fue seguido de un montón de risitas nerviosas. 
Cuando Nadja volvió a mirar a Morrigan, juraría que había visto 
como hacía girar los ojos en sus cuencas. 
 
1155 
 
Las novias estaban siendo preparadas para la noche del Festival 
de la Crianza en Qurilixen. Era la única noche de oscuridad en un 
planeta siempre iluminado, y se consideraba la única noche, en que 
los hombres podían elegir pareja. Era una ceremonia un poco, 
primitiva, pero Nadja pensó que estaba muy arraigada y era 
justamente lo que se necesitaba. Sólo una noche para el compromiso, 
boda y luna de miel y ¡zas! Ya eras una pareja casada. 
Las otras mujeres se habían pasado el viaje hablando de casarse 
con Príncipes y nobles.La verdad era que Nadja quería un hombre 
trabajador – alguien con una casa pequeña y un jardín. Ella no quería 
una vida privilegiada nunca más, donde la sociedad dirigía sus actos. 
Quería no tener esa responsabilidad bajo focos, y quizá tal vez ayudar 
a la gente. Casarse con un médico de familia en una ciudad pequeña 
era su ideal. Sin embargo, podría ser feliz con un granjero o un 
minero o cualquiera que tuviera suficientes ingresos para no pasar 
hambre y le diera una vida digna. 
— Desearía ser tan ambiciosa. Me temo que no miré ni una de 
esas aburridas descargas. 
Nadja había estado tan absorta en sus pensamientos, que no vio 
quien hablaba. 
— Me he probado mi vestido esta tarde — anunció Gena. Nadja 
se encogió mientras la mujer descaradamente empezada a señalar 
hacia su pecho. 
 
1166 
 
— Son preciosos, pero creo que voy a aumentarme mis pechos 
de nuevo – sólo un poquito más grandes – y también voy a agrandar 
mis pezones. Esos Príncipes no van a poder resistirme. Tal vez me 
case con los cuatro, aunque sólo sea para divertirme” 
— ¿Cómo reconocerás a los Príncipes? — razonó cínicamente 
Pía Korbin. Nadja se sentía intrigada por esa mujer, que era 
seguramente la más bella en la nave. Una gran parte de su belleza 
provenía del hecho de que no era consciente de la misma, y eso era la 
envidia de más de la mitad de las otras pasajeras. 
— He oído que los hombres usan disfraces. Podrías acabar con 
un guardia real. 
— O con un jardinero — comentó una morenita con una risa. 
— He oído que no llevan prácticamente nada encima — añadió 
una mujer con un pelo rojo brillante y chispeantes ojos verdes como 
esmeraldas. — Excepto una máscara y algo de piel. 
— La realeza no pasa desapercibida — anunció Gena con un 
meneo excitado. — Lo veremos en cómo se desenvuelven. 
Nadja ciertamente esperaba que fuera así. Quería evitar a toda 
costa a todos ellos. Aunque realmente dudaba de que los Príncipes 
fueran a estar. 
Los compromisos reales raramente se dejaban al azar o al 
capricho. Eran más bien maniobras políticas. Una familia real no iba 
a arriesgarse con un extraño. Seguramente eso era un anzuelo que 
 
1177 
 
usaba la Corporación de Novias Galácticas para hacer el viaje más 
atractivo. Si era así, era muy bueno, ya que había funcionado en la 
mayoría de mujeres. 
Morrigan se puso en pie cuando su androide terminó, animando 
a Nadja a hacer lo mismo. Su androide todavía no había terminado 
de colocarle el velo corto, y la empujó suavemente hacia atrás. Nadja 
suspiró, quedándose resignada en la silla. Suspiró, imaginando que 
ése era un misterio que nunca iba a resolver. Una pena, le hubiera 
gustado tener a la inteligente Morrigan como amiga. Se había sentido 
vergonzosa con las demás mujeres, más atrevidas, como para haberse 
esforzado en intimar. Además, nunca habrían comprendido su deseo 
de casarse con un hombre cualquiera y no con un Príncipe. 
— Señorita. Korbin — dijo una voz robótica. — Por aquí, es 
hora de su último tratamiento. 
Nadja miró por encima del hombro. Pía, que estaba detrás de 
ella, parecía fruncir el entrecejo avergonzada. Nadja educadamente 
se apartó de su mirada color caramelo. 
Nadja no volvió a mirar alrededor, desplazándose por el pasillo 
metálico hacia su propia habitación. Una vez dentro cerró la puerta 
con llave e inhaló profundamente. Viendo el vestido de boda encima 
de la cama, se sonrojó. Su corazón latió erráticamente dentro de su 
pecho y sus ojos se abrieron con miedo nervioso. Rezando por no 
equivocarse, inhaló de nuevo. Era tiempo de encarar su futuro. 
 
1188 
 
El futuro de Nadja era un planeta marrón rojizo rodeado de una 
niebla azul verdosa. Las estrellas empezaban a aparecer por encima 
de sus cabezas, parpadeando alrededor de una brillante luna. Los 
árboles alienígenos crecían altos y con frondosas copas. Los árboles 
dominaban en la superficie del planeta, con troncos de casi un cuarto 
del tamaño de la nave espacial. El bosque se extendía alrededor de 
ellos por un lado. Una montaña sobresalía en la distancia, por el otro, 
Nadja estaba cerca de la línea frontal de novias. Su vestido de 
boda era de seda y gasa verde pálido. Ella nunca hubiera soñado que 
iba a ser tan revelador hasta que se lo puso. Descansando en su cama, 
el vestido había parecido más de lo que luego había sido. El material 
elegante se ondulaba en la fresca brisa nocturna, pegándosele al 
cuerpo antes de abrirse en delgadas tiras por encima de sus muslos y 
pantorrillas. Nadja tembló, sintiéndose súbitamente como una 
ofrenda. 
El vestido era bajo por delante, dejando ver una buena cantidad 
de escote. Un cinturón se anillaba en la parte trasera, y seguía por los 
lados hasta enroscarse en sus muñecas. Desde ahí subía por sus brazos 
hasta cerrarse por encima de los codos. Aseguraba sus brazos a los 
lados y dificultaba el movimiento. El androide de belleza de Nadja 
había tenido que ayudarla a vestirse o ella nunca, hubiera sido capaz 
de atarse todos aquellos tirantes. En los pies llevaba zapatos de seda a 
juego y un corto velo revoloteaba alrededor de sus orejas, 
cosquilleándole la cara. Su mente daba vueltas temerosas. Se sentía 
demasiado expuesta mientras sus ojos miraban hacia delante. 
 
1199 
 
Los solteros de Qurilixen permanecían alineados como soldados 
medio desnudos. Los hombres estaban hombro con hombro en dos 
hileras dejando una nave entre ellos. Nadja tragó. Eran exquisitos. 
Por encima del campamento resonaban música y risas. Detrás de las 
hileras de estoicos solteros, otros hombres de Qurilixen saludaban y 
hacían poses. Nadja imaginó que no eran parte de la ceremonia 
realmente. Una hoguera brillaba por detrás de los hombres 
alborotadores, presidida por parejas en sillas que parecían tronos. Las 
parejas se besaban y acariciaban libremente y nadie excepto las novias 
parecía observarlo. 
El olor de madera quemada y el aire fresco de la brisa resultaban 
intoxicantes para Nadja. Por el campo, habían numerosas tiendas 
piramidales esparcidas, con pancartas de colores de diferente tamaño, 
color y con antorchas entre ellas para iluminar los caminitos entre las 
tiendas. 
Nadja tragó, luchando contra su deseo de huir corriendo. ¿Qué 
había hecho? 
De pie como dioses bronceados, los novios seguían 
completamente quietos en sus hileras. Los guerreros eran altos – 
algunos de metro ochenta o más. Elevaron sus mandíbulas. Cada uno 
y todos ellos irradiaba orgullo, mientras esperaban a que las novias 
pasaran entre ellos para poder elegir pareja. Los hombres estaban 
completamente desnudos excepto por un taparrabos de piel 
alrededor de sus cinturas y una máscara de cuero negro que escondía 
sus rostros a la vista, y que iba desde el labio superior hasta la frente. 
 
2200 
 
Llevaban dos piezas de joyería, un brazalete de oro trabajado 
alrededor de sus fuertes bíceps y un collar con un cristal al cuello. 
Cayó la noche mientras las novias esperaban para empezar. Nadja 
había esperado guerreros – ¿pero eso? Ni uno tenía sobrepeso, o era 
demasiado bajo, o desfigurado en cualquier sentido. Ella observó 
algunas heridas de guerra, pero eso era todo. 
La luz del fuego iluminaba su carne abrillantada con aceites. 
Eran perfectos, desde el robusto cuello hasta las piernas musculosas. 
Nadja estaba horrorizada. No quería perfección. Quería un doctor 
de mediana edad con una sonrisa amigable en sus labios y ojos 
amables. No un guerrero solícito que se entrenaba demasiado y que 
era vanidoso y engreído. 
Pero aun así, a través de su desengaño, tuvo que admitir que esos 
hombres hacían que la sangre se agitara en sus venas. Tal vez era el 
ambiente que hacía que su corazón latiera más rápido y su cuerpo se 
agitara con sensaciones desconocidas. Todo alrededor de ella era 
primitivo y bárbaro. 
En el viaje en la nave, las conversaciones habían girado alrededor 
del sexo, y Nadja había aprendido más de lo que hubiera querido 
sobre el tema por las otras mujeres. Pero ahora, mirando los cuerpos 
de carney hueso frente a ella, podía entender por qué algunas 
mujeres estaban obsesionadas. 
Nadja vio un hombre en uniforme de piloto que regresaba hacia 
la nave con la carpeta de sujetapapeles. Hicieron un gesto formal a las 
 
2211 
 
novias, habiendo realizado ya la entrega. Seguidamente, la hilera se 
movía hacia delante y el campamento quedó mudo excepto por la 
música. Nadja sintió que sus pies avanzaban con la hilera. No miró 
alrededor y mantuvo los ojos fijos en el suelo rojo. 
Pronto las miradas lujuriosas que, les dirigían las paredes de 
carne cálida que las rodeaban le hicieron levantar la vista. Las bocas 
de los hombres se mantenían en firmes líneas de liberadoras y sus 
ojos brillaban como el sol reflejándose en el agua, en dorada 
concentración. Su mente se quedó atontada por un momento como si 
un hubieran echado un hechizo a sus sentidos. Sus pulmones se 
expandieron, intentando tomar aire y trató de no mirarlos fijamente 
por demasiado tiempo, intentó mantener los ojos mirando hacia 
delante, pero entonces… 
El corazón de Nadja se paró en su pecho y sus oídos se quedaron 
sordos. Estaba segura de estar muriéndose, ahogándose en el agua 
líquida de unos ojos verde oscuro. De algún modo sus pies siguieron 
caminando, su cuerpo estaba demasiado rígido para hacer nada más 
que seguir el camino que le indicaban, sus piernas casi no obedecían 
sus descorazonadas instrucciones. 
El guerrero que la miraba era uno de los más altos de la hilera. 
Su mente gritaba no, pero su cuerpo exigía que sí. El cristal que 
llevaba él alrededor del cuello se puso blanco mientras ella lo miraba 
fijamente. Su cuerpo se agitó en una cálida respuesta corporal. 
Cuando los labios de él se abrieron para respirar, ella sintió como si 
la hubieran besado. Podía sentir la textura de la boca de él, tan real 
 
2222 
 
contra sus labios que la dejó sin aliento. Nunca la lujuria la había 
poseído de tal manera, o tan rápidamente. Él no era lo que ella estaba 
buscando, lo tenía todo planeado en la nave. El hombre le hizo una 
reverencia mientras ella pasaba por delante. Había muchas promesas 
en la agresiva mirada que recorrió el cuerpo de ella. Cuando su 
recorrido volvió hacia su rostro lentamente, ella vio un sentimiento 
posesivo en la estrecha ranura de su oscura máscara. En un ardiente 
momento, Nadja supo que la habían elegido. 
Olek de Draig sintió a su cuerpo cantar con fuego líquido, 
llenándolo de un deseo profundo. La criatura ante él era alta y 
esbelta, un gran complemento para su altura. Tenía el color perfecto 
de una flor solar – la blanca piel de porcelana de los pétalos, los ojos 
azul claro como el centro y el cabello marrón claro como el 
aterciopelado tallo. 
Su figura liviana, solicitando la protección de un hombre. Su 
cara reservada y sus ojos confiados, aunque refinados. Olek se 
imaginó rodeándola con su brazo, estrechándola contra su pecho. Sus 
dedos se enroscaron, deseando inmediatamente tocar sus caderas 
para desplazarse por sus piernas y adorarla a los pies. Su cuerpo se 
despertó debajo del taparrabos. Iba a ser una noche larga. 
Para su sorpresa, ella tragó nerviosamente al ver su atención, e 
intentó romper el contacto ocular. El cristal pulsó en su cuello, 
manteniéndola vinculada a él. Estaba complacido por la modestia de 
ella, le envió un beso y las mejillas de ella se encendieron con un 
 
2233 
 
rubor suave y Olek prácticamente podía saborear la dulzura de su 
boca. 
Inclinándose en un gesto de reconocimiento cuando ella pasaba, 
Olek la observó complacido mientras se alejaba. Ella era de 
naturaleza serena y digna. Sonrió felizmente. Sería una Princesa 
estupenda para él. 
La línea de novias siguió pasando y pronto él ya no pudo ver a su 
futura pareja, en su camino hacia el festín que estaba preparado. 
Girándose para seguir a los otros solteros en su camino hacia la 
ceremonia de agradecimiento, su sonrisa se mantuvo intacta. Los 
dioses sin duda le habían bendecido. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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CCaappííttuulloo 22 
Qué forma más extraña de escoger compañero en la vida, pensó 
Nadja, intentando comer un pedazo del pan azul de Qurilixian. Sus 
manos temblaban terriblemente y tuvo que dejar la rebanada. Había 
pensado que habría algo más en la elección que simplemente formar 
una hilera – quizá algo de charla o baile hasta que se conocieran un 
poco. Tenía que reconocerlo los hombres de Qurilixian, sabían lo 
que querían y obviamente lo tomaban. Un gran buffet estaba 
preparado, distribuido en una mesa larga de madera hacia donde las 
novias fueron trasladadas. Había un verdadero festín compuesto de 
dos cerdos asados, quesos y pan azul, frutas extrañas, pastas 
crujientes. A Nadja incluso le pareció ver chocolate blanco en el otro 
extremo de la mesa. Estaba demasiado lejos para que ella lo alcanzase, 
y estaba demasiado nerviosa como para pedir a alguno de los 
sirvientes que se lo trajera. 
Para su sorpresa, Morrigan eligió sentarse a su lado. Mirándola 
por encima, siguió con los ojos a otra mujer que estaba mirando 
fijamente a las parejas casadas que se daban de comer entre ellos a la 
luz del fuego. Las novias, comiendo nerviosamente en su aislamiento, 
no atraían ninguna atención por parte de las joviales parejas de 
Qurilixian. 
 
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Nadja cogió un vaso de vino plateado, tomando agradecida el 
dulce líquido que le habían servido. Los sirvientes iban 
completamente vestidos. Nadja observó que el estilo de pelo largo era 
para ambos sexos. Las mujeres llevaban vestidos de material ligero. 
Los hombres llevaban camisas parecidas a túnicas sencillas y 
pantalones bombachos, pareciendo definitivamente medievales. 
— ¿Dónde crees que se han ido? — le preguntó Morrigan 
tranquilamente. La mujer sentada al lado de Nadja, sorprendida de 
que hablara, rápidamente tragó y abrió la boca para contestar. Sabía 
que los hombres habían ido a prepararse para los eventos de aquella 
noche. Sus palabras fueron cortadas por un sirviente que estaba 
rellenando sus vasos medio vacíos. 
— Han ido a hacer la ofrenda a los dioses— contestó el joven por 
ella. Nadja dejó el vaso en la mesa una vez estuvo lleno. El sirviente 
vertió vino en el de Morrigan hasta el borde, y le hizo un gesto con 
las manos, animándola a beber. El hombre tenía una cicatriz en la 
punta de la nariz. Se la rascó ausentemente, mientras contestaba 
— Están solicitando la bendición para encontrar esposa esta 
noche. 
— Oh— dijo Morrigan. El criado de nuevo hizo gestos a 
Morrigan para que bebiera y así lo hizo con gesto enfadado. El 
sirviente sonrió y se marchó. 
— ¿Estás nerviosa? — preguntó Nadja en voz baja, sin tocar su 
bebida. Se sentía demasiado aprensiva por el tamaño de su 
 
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pretendiente y el vino empezaba a afectar sus pensamientos. —“Casi 
no puedo estarme quieta. Creo que esta bebida tiene un montón de 
licor, o alguna otra cosa” 
Morrigan siguió sin responder nada, sólo continuó bebiendo 
mientras se servía pan azul. 
— Rigan — susurró Nadja. Esto era demasiado. Ella no podía 
seguir a aquel gigante a su tienda. Todo iba mal. Él no se ajustaba a la 
idea que ella tenía en mente. No sabría qué hacer con un hombre 
como aquel. Era demasiado grande, demasiado guerrero. Había 
esperado alguien menudo, de naturaleza más académica. Había 
llenado su cupo de chicos duros mientras vivió bajo el mandato de su 
padre. Morrigan calmadamente estudió la pálida cara de Nadja. Los 
grandes ojos azules de Nadja miraban a su alrededor llenos de temor. 
Acercándose, se mordió los labios y susurró — Estoy asustada. Creo 
que he cometido un error. ¿Crees que me dejarían marchar de vuelta 
a la nave? 
— ¿Qué sucede? — preguntó Morrigan, sus ojos estrechándose 
preocupada. Ella se acercó más para oír el susurro asustado de Naja. 
— Yo…— Nadja hizo una pausa y meneó la cabeza. Sus ojos 
estaban muy abiertos y llenos de angustia mientras pensaba en el 
magnífico cuerpo de carne y músculo. Oyendo las bromassexuales 
alrededor suyo y viendo las parejas besándose en sus sillas altas, sabía 
que no podía pasar por eso. Tragando, se las arregló para decir 
débilmente — Son muy grandes, ¿no? 
 
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— ¿Quiénes, los hombres? — preguntó innecesariamente 
Morrigan. 
— Sí — contestó Nadja en un murmullo. Tragando con 
dificultad y con la garganta oprimida, empezó a jadear. Cuanto más 
lo pensaba, más aterrorizada estaba. Seguramente un hombre de 
dicho tamaño le haría daño. Le empezó a girar la cabeza. — ¿Crees 
que ellos…nos harán daño? Parecen incluso mayores que la mayoría 
de hombres de la Tierra — Morrigan la miró sorprendida 
— Nadja, ¿has estado con algún hombre antes? 
Nadja movió la cabeza negativamente, avergonzada. Su padre era 
médico. Cada mañana hasta un mes antes le había estado haciendo 
chequeos diarios. Si su virginidad hubiera estado comprometida, ella 
sabía que él se habría puesto lívido. Quien la hubiera tomado habría 
acabado en el lado equivocado del escalpelo de su padre y ella habría 
sido encerrada como castigo para el resto de su vida. Escasamente la 
habían besado, demasiado preocupada por si la unidad médica 
detectaba gérmenes extraños en su boca. 
— ¿Ni siquiera un androide? — insistió Morrigan. 
— No — Nadja tragó dificultosamente. Sus ojos recorrieron las 
tiendas que se agitaban en la lejanía, incapaz de encontrar la mirada 
sagaz de la otra mujer. Morrigan parecía tener habilidad para 
entender a la gente. Temblando, ella mintió. 
 
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— Siempre fui demasiado tímida para ir a clubs e intentar ligar. 
Pero he visto películas. ¿Piensas que estos chicos estarán formados 
diferentes? 
— No lo he pensado demasiado — admitió Morrigan. — Creo 
que la ley galáctica requiere que las especies, eh, sean físicamente 
compatibles antes de que se emparejen. De otro modo, los 
matrimonios no tendrían sentido. Además, odio sonar tan insensible, 
pero el punto principal de éstos es reproducir las especies. 
— Supongo — contestó Nadja, sin relajarse un pelo por el 
enfoque frío de Morrigan a la situación. Agarró el vaso y empezó a 
beberse el vino a grandes tragos. Sin que lo pidiera, un sirviente se 
acercó a rellenárselo. Se tragó ese vaso también, para gran 
complacencia del hombre. 
— ¿Has preguntado a las demás? — Le consultó Morrigan 
cuando el sirviente se retiró de la mesa — ¿Te han dicho algo sobre 
no haber estado con ningún hombre antes? ¿O sobre haber estado 
con uno? 
Nadja estaba confundida y negó con un gesto. — Nunca lo he 
comentado. 
— En realidad, no es nada — insistió Morrigan con una sonrisa. 
Nadja casi no lo vio. — He oído a varias mujeres que han 
recompuesto su virginidad. Pienso entonces que no debe ser tan 
terrible, ¿no? Dolerá un segundo, pero no más que las tandas de 
inyecciones que nos han puesto durante el viaje. 
 
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— Imagino que estás en lo cierto, aunque no he oído nada de eso 
— admitió Nadja. 
Asintiendo en acuerdo, trató de calmarse. No funcionaba. Estaba 
demasiado asustada. Tenía que volver a la nave antes de que fuera 
demasiado tarde. Tenía dinero en su bolso y podía pagar el viaje de 
vuelta sin problemas. Ahí encontraría otra nave que la llevara a 
cualquier otro sitio, cualquiera menos aquel. 
— ¡Oh! — Nadja dio un grito ahogado y se puso rígida. Era 
demasiado tarde. Los hombres habían llegado. Al momento, 
distinguió al bárbaro de ojos verdes en medio de la multitud. Era 
como si él sintiera su presencia, y la vio en su sitio en la mesa yendo 
hacia ella directamente. El vino dio vueltas en su cabeza y juro que se 
estaba quedando sorda. 
Si hasta entonces el campo de las festividades estaba silencioso, 
de nuevo la música llenó el ambiente. Su ritmo lento era dulce como 
el cálido sol primaveral y tan gentil como los besos cariñosos de la 
brisa. Una a una, las futuras novias se quedaron en silencio. Mientras 
observaban maravilladas a los solteros de Qurilixian, los atractivos 
guerreros se fueron acercando a las mesas. Los ojos de ellos 
escanearon y encontraron rápidamente a las mujeres que habían 
elegido. Nadja soltó un pequeño grito, su corazón palpitante, 
mientras el gigante de ojos verdes se ponía delante de ella. El cristal 
pulsó, afectando su voluntad, era como si una niebla se apoderara de 
su cerebro, consumiéndola con líquido y fuego, destruyendo sus 
inhibiciones y resoluciones. Intentó luchar contra el sentimiento, 
 
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intentó alejarse de aquellos orbes verdes inquisitivos. No sirvió de 
nada, él estaba ahí y la miraba como si ya le perteneciera. 
El hombre se inclinó adelante y la respiración de ella se paró. 
Cuando le sonrió, sintió una pasión mareante que la atrajo, y ella casi 
se desmayó. Sus dedos intentaron alcanzar su bebida, cualquier cosa 
para no pegar alargarlos y descubrir si sus labios eran como ella los 
imaginaba. Su mano no llegó a hacer nada. La boca de él se abrió 
para hablar y la mano de ella cayó encima de la mesa. 
— Soy Olek, novia — le susurró, como asegurando de que no 
hubiera duda de para qué estaba él allí. Había ido a reclamarla. — 
Ven. 
Nadja no se negó. ¿Cómo hubiera podido? Esos ojos, la dirigían 
con suave magia, vio que eran amables y se relajó. Tal vez su tamaño 
era porque trabajaba duro para ganarse la vida. Podía ser un 
carpintero o un granjero. Podía ser que no fuera ningún guerrero. 
Estos pensamientos la ayudaron a calmar sus temores. Cuando él le 
sonrió seductoramente, sus temores reaparecieron multiplicados. 
Olek tomó su mano en la de él, dejó que la guiara alrededor de la 
mesa. La magia llenaba el aire con fuerza fascinante, controlándola 
mientras ella obedecía sumisamente las órdenes de Olek. Su cuerpo 
tembló en anticipación, pero el sentimiento estaba eclipsado por un 
miedo intenso a no poder alcanzar las expectativas de él. ¿Querría 
que ella supiera lo que tenía que hacer? ¿Estaría avergonzado por su 
elección cuando ella ni siquiera supiera cómo responder sus besos? 
 
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Ella caminó silenciosamente tras de él, con una buena vista de su 
fuerte espalda, su boca se secó y no pudo mirar a otro lado. Los 
músculos de sus duros muslos se movían con cada uno de sus 
elegantes pasos. Los ojos de ella siguieron avanzando hasta la carne 
que desaparecía bajo el taparrabos. Había visto hombres desnudos 
antes, cuando su padre practicaba la cirugía. Sabía que las partes 
íntimas de los hombres eran de múltiples formas y tamaños. Esperaba 
que éste las tuviera pequeñas. Mirando a sus anchos hombros, tan 
intimidantes, tragó saliva. Muy, muy pequeñas. 
 La llevó a través del campamento, recorriendo una hilera de 
pirámides. Nadja podía ver a otras mujeres agachándose para entrar 
en las otras tiendas con casi ningún sonido de queja. Oyó risas en el 
aire provenientes de las parejas casadas de camino a la celebración. El 
fuego aún ardía brillantemente. La música sonó más rápida, 
animando a las parejas a bailar alegremente. 
Repentinamente, Olek se paró al lado de una tienda verde y 
Nadja casi se tropezó con él. Se giró, dirigiéndole una amplia sonrisa 
al rostro apenado de ella. Hizo un gesto hacia la tienda ladeando la 
cabeza. Suavemente, el suave sonsonete de su acento le llegó a ella 
como una ola, él la urgió: 
— Ven, novia. 
De nuevo, ella no pudo negarse, y se movió agachándose hacia la 
entrada de la tienda, que él mantenía abierta para ella. Sin embargo, 
cuando se acercó a él, ella notó el cálido aceite de su piel brillante, 
 
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mezclándose con el olor propio del hombre. Nadja estaba segura que 
nunca había estado tan cerca conscientemente de ningún hombre – 
especialmente de ninguno con vestido tan poco adecuado. 
Débilmente, ella dudó, levantando los ojos para mirar a los de él. 
Antes de que supiera que estaba pasando, una mano fuerte subía a su 
rostro, y gentilmente le acariciaba la mejilla. El toque fue como fuego 
para sus rasgos ruborizados. Sus labios se abrieron con un gemido 
asustado. Olek lo tomó como una invitación que no iba a rechazar. 
Nadja casi gritó demiedo cuando el intentó besarla. Esquivándolo y 
pasando bajo su brazo, ella entró en la tienda. Olek sonrió, aunque 
sus ojos mostraban desconcierto. Su actitud parecía la de un animal 
acechante preparándose para ir tras su presa, disfrutando 
anticipadamente de la caza, dejó caer la tela de la entrada y cerró 
distraídamente mientras la seguía. 
Nadja se paralizó, mirando alrededor. El suelo de tierra roja 
estaba cubierto de suaves pieles, que acojinaban sus pies bajo las 
zapatillas. Debajo del centro de la pirámide había una alta cama de 
plataforma, con un escalón necesario para subirse. Alrededor 
colgantes de seda, agitándose delicadamente a la luz de las antorchas 
como nubes blancas. 
Nadja se apartó como si fuera veneno, pensar en cómo de íntima 
podía llegar hacer la noche, le sentó como un golpe. Tropezando al 
retroceder, chocó contra un pecho tremendamente duro. 
 
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Saltó sobresaltada, apartándose precipitadamente de los 
músculos sólidos y calientes, sus ojos giraron por la habitación, 
notando los tres rincones. En el primero, había una bañera 
preparada, con agua humeante saliéndose del borde. Un olor 
perfumado de rosas lo acompañaba, toallas plegadas, aceites de baño 
y otros cosméticos estaban ordenadamente colocados a un lado. En el 
siguiente rincón había una mesa llena de chocolates, frutas y salsas 
cremosas. Un banco largo con asientos acolchados iba a un lado, 
parecido a un sofá, una jarra de vino estaba situada en el centro, 
sintiendo las embriagadoras consecuencias de lo mucho que había 
bebido durante la fiesta, apartó el rostro. El tercer rincón, tras la 
cama, estaba en un ángulo de más difícil visión y por ello lo ignoró, 
sintiendo más que oyendo a Olek seguirla, le entró pánico, girándose 
repentinamente para encararle, levantó los brazos y se retiró. 
Sus ojos brillaban alegremente mientras ella se sonrojaba 
profusamente al ver su mirada, se mantuvo a distancia, 
manteniéndose erguido mientras los ojos de Nadja le recorrían con la 
mirada. Antes de que ella se diera cuenta, sus ojos ya estaban 
realizando un recorrido seductor por el tenso pecho de él, los 
pequeños pezones de él eran capullos duros de deseo, su carne se 
hundía en los lugares adecuados para sólo levantarse y agitarse con su 
respiración superficial. No había grasa en su bellamente diseñado 
cuerpo. Ella se mordió los labios ausentemente mientras lo miraba. 
Sus anchas espaldas llevaban fácilmente sus gruesos brazos, eran 
brazos que podían romperla si querían. La banda de metal de su 
 
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bíceps le habría servido a ella de corona. Mirando más de cerca, ella 
vio que tenía la forma de un dragón enroscado en su brazo, 
parpadeando, miró al rostro cubierto de él, realmente él parecía 
valiente y fuerte como un dragón. 
— ¿Estás complacida? — le preguntó él sin acobardarse cuando 
ella no se movió. De nuevo, su sonrisa era ligera y elegante. Se veía 
que era un hombre que reía con frecuencia. 
Nadja parpadeó. Y se puso todavía más colorada, para gran 
deleite de él, adelantó un paso, moviéndose como si fuera a tocarla. 
Sus palabras lo pararon. 
— No — soltó ella, estrechando los ojos asustados. Su 
respiración se profundizó, mientras le ordenaba ansiosamente —
Espere un momento. 
Él ladeó la cabeza, esperando las órdenes de ella. Nadja inspiró 
profundamente, intentando controlar el errático latido de su 
corazón. 
— No creo que sea necesario nada de….— Ella tragó, mirando 
alternativamente del baño a la cama, temblando, controló sus 
pensamientos. Intentó levantar una mano y se frustró al verse sujeta 
por las cintas, con un fruncimiento de cejas, ella empezó a estirarse y 
sacarse el cinturón de sus brazos. 
— Quiero decir, sé que la tradición de esta noche es que te 
muestres como una pareja valiosa mediante un despliegue de… 
 
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Sus cejas se levantaron, ella las vio elevarse por debajo de la 
máscara. Olek observó como ella se libraba de las ataduras de sus 
brazos, disfrutando de la forma en que sus pechos de balanceaban con 
sus bruscos movimientos. Dejó las ataduras colgando de su cintura. 
Tragando para superar su vergüenza, ella graznó, —…destreza. 
Una amplia sonrisa se extendió por los increíblemente sus firmes 
labios de. No era justo tener esos labios, ningún hombre debía de 
parecer tan delicioso. Nadja hizo un ruidito de angustia antes de 
continuar. 
— Ya te digo, no hay ninguna necesidad de eso. No me 
importa...— Nadja quería abofetearse a sí misma. Sus palabras 
sonaban débiles y temblorosas. Su voz salía en jadeos ahogados. ¿Qué 
le estaba haciendo él? Se sentía encendida, como si necesitara 
quitarse la ropa, su piel estaba sonrojada y empezaba a sudar, empezó 
a abanicarse la cara, intentando concentrarse. 
Olek observó cuidadosamente a su preciosa novia, disfrutando de 
cómo sus labios tomaban aire entre los dientes, mientras intentaba 
decirle lo que quisiera decirle. Sus ojos seguían desviándose hacia su 
taparrabos, como si intentará ver a través. Pero sus dedos se 
enroscaban delante de ella, listos para devolverle un golpe si él se 
intentaba tocarla. 
Olvidando dónde se había quedado, ella repitió. — No estoy 
interesada en tu habilidad… aaaah! 
 
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Olek se arrancó descaradamente el taparrabos de las caderas y lo 
dejó caer al suelo acolchado, permaneció desnudo y orgulloso ante 
ella, sus pies se separaron, dejó caer los brazos mientras se mantuvo 
inmóvil, invitándola a que mirara todo lo que deseara. 
Los pulmones de Nadja inhalaron bruscamente, cortando su 
discurso, sus ojos azules se agrandaron hasta parecer esferas. Nadja 
no podía desviar la mirada, su rostro palideció al ver que el tamaño 
de su suave erección que estaba muy en proporción con el resto de su 
extraordinaria anatomía. Sus dedos se apretaron, deseando tocarlo 
enfermizamente, deseando que él la tocara a ella. Su centro empezó 
de forma maravillosa a latir con fuerza, acalorándose terriblemente 
con la idea, había soñado con cosas así, en esas noches solitarias lejos 
de cualquier puerto espacial. 
Con gran mortificación, vio como una sonrisa extremadamente 
juguetona se extendió por la boca de Olek cuando ella no se giró. 
Una mano fue a sujetarse a la cadera desnuda, los dedos golpeando 
ligeramente contra su carne. Nadja exclamó, jadeó y volvió a 
exclamar. La mano de él se levantó y ella pensó que iba a tocarse a sí 
mismo, esperó a ver qué pasaba cuando lo hiciera. Ella había leído 
una vez que los hombres se podían endurecer a sí mismos a voluntad. 
Se quedó decepcionada porque él sólo se rascó el estómago y volvió a 
bajar los dedos a la cadera. 
Olek no podía evitarlo. Dejó ir una risotada muy arrogante y 
muy masculina. Los redondos ojos azules estaban mirándole 
fijamente como si una llamativa serpiente fuera por ella, no se 
 
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movió, dejando que los ojos de ella miraran al placer. Y estaba 
mirando. De hecho, no hacía nada más, si él no iba con cuidado, la 
inocente ruborizada que tenía en frente de él iba a caer redonda. Ya 
podía ver que había dejado completamente de respirar. Najda siguió 
mirando fijamente, los músculos subían de sus piernas velludas para 
formar muslos y caderas fuertes como una roca. Anidando debajo de 
una hilera maravillosa de vello, que bajaba de su chato ombligo, su 
evidente erección fue creciendo lentamente en tamaño y fuerza. 
— ¿Estás complacida? — preguntó Olek, hablando en tono de 
bajo gruñido. Las palabras tenían mucho más significado que antes. 
Eran un atestado de su creciente deseo, si ella seguía mirándole 
intencionadamente de esa forma, mordisqueándose su labio inferior 
con tal concentración, él iba a desafiar a todos los dioses y la tomaría 
ahí y en ese mismo momento. 
Nadja cerró de golpe la boca y giró bruscamente. Su cuerpo 
oscilaba en oleadas vertiginosas y tuvo que cogerse para no caer. Olek 
no se parecía en nada a los otros hombres que había visto en la tabla 
de operaciones de su padre. Ellos habían estado blandos, él era 
sólido, enorme… oh;guardándose de volver a mirarlo con sus ojos 
agrandados, movió la mano frenéticamente detrás de ella. 
Débilmente y le ordenó. 
— Vístete. Te dije que no tenía ningún interés en…esa…cosa. 
— ¿No estás complacida? — Dijo él. 
 
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Nadja no vio la sonrisa que iba formándose en sus labios y no 
sabía que él estaba provocándola, un sonido de aflicción se oyó en la 
garganta de ella y tuvo que cerrar los ojos para que el mundo dejara 
de dar vueltas. Abrazando su cuerpo con sus propios brazos, se 
mordió un puño. 
— ¿No te complazco? —insistió él cuando ella no contestó 
inmediatamente. 
Pensando que había herido de algún modo los sentimientos de su 
marido, y sabiendo que posiblemente no era la forma ideal de 
empezar su vida juntos, ella dijo, 
— No, estás perfecto… ah, muy bien formado, Olek, realmente 
lo eres. Sólo que…Yo no pongo mucha atención a esas cosas. Pienso 
que hay cosas más importantes… 
Olek no pudo contenerse, se movió para besar su delicioso y 
esbelto cuello con sus labios abiertos, lamiendo la piel sensible e 
intentó mordisquearle la oreja. Estaba determinado a probarle a ella 
que sus tímidas palabras no eran correctas. 
Ella se estremeció al sentirlo. Olek sonrió apoyándose en su largo 
cuello. El pequeño y tozudo demonio que llevaba en su interior le 
hizo hacerlo; cuando ella revoloteó tan nerviosamente, no pudo 
evitar provocarla. Con su cuerpo tan cercano, no podía dejar de 
tocarla. Muchas ideas brillantes y traviesas cruzaron su mente. 
 
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Nadja se apartó con retraso, frotando su cuello para intentar 
borrar olvidar el tacto de los húmedos besos de él. No funcionó. Él 
lo sabía y ella intentó negarlo. 
— Para de hacer eso, bárbaro descerebrado —ella dijo echando 
chispas. Sus duras palabras eran un indicio de su ansiedad. 
Esto lo paró a él en seco. 
Nadja volvió a mirarle, incapaz de volver a echarle una miradita. 
Obligando a sus ojos a rodar en sus órbitas, sus palabras fueron 
automáticas, mientras le decía —Vístete. 
— Elige — dijo Olek en lugar de obedecer, sus palabras sonaban 
duras. 
— Yo… yo no puedo elegir, Olek — contestó Nadja, sabiendo 
que él quería que lo eligiera como marido. No era justo, él realmente 
no podía hablar hasta que ella le diera permiso. La única forma de 
darle permiso era aceptarlo como marido. 
— Aún no. 
Nadja se apartó aún más cuando él se movió. Olek siguió los 
pasos de ella, sin tomarse la molestia de taparse. Su cuerpo desnudo 
se flexionaba al seguirla, poderoso como un animal salvaje. 
Nadja fue echándose hacia atrás hasta llegar casi hasta el lateral 
de la tienda. No podía escapar. Sorprendentemente, no le saltó 
encima, sino que levantó su mano para acariciar con el reverso de sus 
 
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dedos su mejilla y su cuello. Su toque paró justo debajo de su oreja, 
cerca de su disparado pulso. 
Continuando con sus caricias, la tranquilizó con ternura —Tu 
nombre. 
Nadja parpadeó. El toque era demasiado. ¿Cuál era su nombre, 
en cualquier caso? No podía recordarlo. 
Inclinándose, él le besó con ligereza las comisuras de la boca. 
Nadja se puso rígida, sin devolverle la caricia, sus ojos muy abiertos 
sólo podían mirarle fijamente, los ojos verde oscuro se acercaron a 
ella mientras suavemente acariciaba con sus labios secos la longitud 
de su boca en una tierna tentativa. El pulso se elevó bajo sus dedos 
evaluadores. Olek podía oler los inicios del deseo en el aroma 
intoxicante de ella. Su erección se agitó, muriéndose por responder a 
esa llamada de las entrañas de ella, el calor de sus pechos atraía a sus 
manos. Los reveses de sus dedos se deslizaron trazando un sendero 
en la clavícula de ella, paseando por su carne temblorosa, notó que 
ella jadeaba y se estremecía. Nadja lentamente bajó su mirada, sus 
párpados repentinamente demasiado pesados para mantenerse 
abiertos. Olek recorrió con sus dedos su piel de porcelana, 
entreteniéndose en un pecho, hasta el valle central y luego pasando 
por encima del otro. Él no los cogió ni acarició, dejándole a ella que 
se acostumbrara a su tacto. Ella tembló de nuevo, y toda ella quedo 
con la piel de gallina. 
 
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Él volvió a pasar sus dedos por la piel otra vez, pasando de un 
monte al otro. Cuando la respiración de ella se hizo más profunda y 
él pudo notar su corazón martilleando en su pecho como si fuera el 
suyo propio, se volvió más atrevido Sus dedos se deslizaron entre la 
piel y el vestido. Empezando por un costado, empezó a tirar del 
borde, hundiéndolo más a cada momento. Cuando alcanzó el centro, 
su pezón estaba ya medio erecto, esperándolo. 
Olek inspiró profundamente y con dificultad mientras su dedo se 
enroscaba en la punta y tiraba de ella hasta colocarla fuera del borde 
del vestido. Entonces, continuando, hizo lo mismo con el otro. 
Los ojos de Nadja estaban clavados en él mientras su dedo 
continuaba dibujando contornos libremente, sin volver a tocar las 
puntas que previamente había liberado, cuando tuvo los ojos de ella 
atrapados en los suyos, deliberadamente miró hacia abajo, dejándola 
ver que había estado observando su reacción a él. Su boca se abrió, y 
sopló su cálido aliento en la piel de ella. Nuevamente apareció la piel 
de gallina, y sus pezones florecieron duramente. 
Con una ligera exclamación, Nadja echó la cabeza atrás para 
romper el tortuoso contacto y cerró los ojos. Sabía que esperaría que 
ella fuera su esposa en todas sus extensiones –especialmente de ése 
modo— pero no estaba preparada. Ella no lo elegiría ciegamente, no 
cuando el resultado era para el resto de su vida. 
 
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— Elige — la urgió él. Para su disgusto, ella escondió las gemas 
redondas de sus pezones de su visión, poniendo el vestido en su sitio 
con un tirón. 
Nadja puso firmemente una mano en su pecho, demasiado 
consciente de que él estaba aun completamente desnudo. Él había 
mantenido la distancia entre sus cuerpos mientras la tocaba, pero 
sentía que si le pedía que se acercara, le daría todo aquello que cada 
terminación nerviosa de su cuerpo deseaba de él. Era como si su 
cuerpo lo reconociera completamente y quisiera que, él la satisficiera 
en toda forma posible. 
— Ponte la ropa primero — susurró ella, su cuello moviéndose 
nerviosamente —Por favor. 
Olek le sonrió suavemente, viendo la seriedad de su mirada. 
lentamente asintió. Nadja se fijó en que llevaba dos trenzas en el pelo 
de las sienes hasta las puntas. Las mechas sedosas caían hasta sus 
hombros, rozándolos cuando se movía. 
Nadja permaneció pegada a la pared de la tienda y se permitió 
echar una mirada a su trasero desnudo mientras él se inclinaba, 
forzando su mirada a apartarse. Su ser temblaba con las 
reminiscencias de su fiero toque, caliente, hasta un punto que ella 
nunca había creído posible. Se mantuvo rígida, sus ojos intentando 
enfocar cualquier cosa que no fuera él. 
Abriendo la boca sorprendida, su mirada encontró el tercer 
rincón. Nadja cerró los ojos turbada, había una silla baja, muy 
 
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parecida a una silla de examen, con estribos para los pies y correas 
para mantener los brazos en su sitio. Había un cojín en el suelo, 
como para arrodillarse. Un baúl abierto lleno de plumas y aceites 
estaba detrás. No pudo ver mucho más detrás del baúl pero esas dos 
cosas eran suficientes. 
Mirando a Olek, vió que él la observaba. Volvía a estar vestido, 
como le había pedido, inclinó la cabeza hacia la silla, como 
ofreciéndosela, violentamente negó con la cabeza y exclamó un 
vehemente 
—No! 
Olek estaba jugando con ella, no podía evitarlo. Esa pequeña 
criatura temblaba tan nerviosamente que imagino que podía intentar 
volar como un colibrí y macharse flechada lejos de él. 
—Tu nombre — dijo en lugar de responder. 
Nadja inhaló profundamente. Eso ya parecía más normal. Ahora 
que él estaba completamente vestido tendrían una conversación 
civilizada. Eso, si su cabeza dejaba de dar vueltas, sus pechos dejaban 
de dolerle deseosos y sus ojos podían parar de desnudarlo y sacarle el 
taparrabos. Deseandoque sus palabras tuvieran más energía, ella dijo: 
—Mi nombre es Nadja Aleksander. 
 
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CCaappííttuulloo 33 
Nadja. 
El nombre tenía un sonido placentero en su cerebro, era un buen 
nombre, un nombre bonito, un nombre respetable, y completamente 
adecuado a la belleza digna que tenía delante de él. Mientras su voz 
ganaba en control, le complació que ella hablara suavemente de 
forma natural. Su voz sin pretensiones era baja y sensual y se 
enroscaba a su alrededor como una influencia femenina. Era un 
contrastaste agradable con las voces más rudas de sus compatriotas 
qurilixianos, era una voz que le complacería oír durante sus días y sus 
noches. Era una voz que le encantaría oír gritando su nombre en 
medio de la pasión. Se encontró con que quería hacerle preguntas 
simplemente para oírselas contestar en esa voz seductora de sirena. 
No tuvo que preguntar. Sus labios se abrieron y ella le habló 
libremente, con una pregunta de su propia cosecha. 
—¿Eres un granjero, o quizás un minero? — preguntó Nadja, 
mirándole el físico. 
Nadja había conocido muchos príncipes y ese cuerpo no era el de 
un príncipe mimado o el de un noble. Por ello estaba contenta. Olek 
 
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estaba confundido por la relevancia de la pregunta. Meneó la cabeza, 
haciendo que ella le dijera 
— Entonces, ¿Qué haces para ganarte la vida? 
Olek sonrió, permaneciendo tranquilo. Pensó que era una 
pregunta pertinente, y la admiró a la vez que deseó que ella no fuera 
tan lógica, cerrando los ojos, imaginó su lengua bañada en vino 
mientras bebía de su piel pálida y sonrojada. Casi gimió con esa idea. 
—Oh, lo siento, me olvidé que no puedes conversar aún— dijo 
Nadja con un suspiro de frustración. —Eso hace que esto sea 
bastante difícil, ¿no? 
Olek simplemente sonrió. Se suponía que no era una decisión 
para tomarse a la ligera y él estaba contento de que ella lo entendiera 
así. Tal vez ella bebería en sus carnes. Se preguntó cómo esos labios 
se sentirían envolviendo su miembro excitado, chupando el licor de él 
con su ardiente boca. 
Nadja suspiró más fuerte, estaba completamente a oscuras con 
respecto a sus pensamientos eróticos. Mordiéndose los labios, dijo. 
—De acuerdo, vamos a intentarlo de otra forma. ¿Eres un 
hombre trabajador? 
De nuevo una sonrisa irritantemente atractiva fue la respuesta a 
su pregunta, sus dientes eran rectos y blancos, viendo la atención que 
ella prestaba a su boca, Olek dejó que su lengua se paseara por el 
borde de la misma. Oh, pero la distancia entre sus cuerpos estaba 
 
4477 
 
volviéndolo loco. Sus caderas se tensaron, tal vez después de que ella 
bebiera de él, podía conseguir que ella le montase duramente como si 
estuviera domando un nuevo cefilo. Incluso la dejaría que lo atara si 
quería, para completar la fantasía, apostaría a que esas piernas largas 
podían constreñirlo. Nadja se estremeció y se sacudió. La mirada de 
él simplemente se calentó más intensamente. 
—Te lo diré ahora mismo, quiero un hombre trabajador. ¿Lo 
eres?— insistió ella. El alivió la recorrió cuando él asintió con la 
cabeza. Al menos no era un príncipe. 
Olek se adelantó mirando las sutiles curvas de su cuerpo, su 
mente no dejaba de formarse imágenes de ella, atacaría. Los ojos de 
ella le miraron, aguantando la mirada de él con su fuerza azul. Ella 
aún no había terminado. 
Tragando, Nadja dijo, —No te mentiré ni te haré ninguna 
jugarreta. Trabajaré duramente a tu lado si tengo que hacerlo, no 
tengo nociones infantiles sobre lo que será este matrimonio. No 
espero que estemos enamorados y no espero que me digas que me 
amas. De hecho, preferiría que me respetaras lo suficiente como para 
que no intentaras aplacarme con sentimentalismos. 
Olek la miró tranquilamente, sin mostrar ninguna emoción 
mientras atendía a todas sus palabras. Su mirada permaneció tan 
ardiente como lava fundida. 
 
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—Espero lealtad y honestidad,— continuó Nadja, animada por 
su silencio y su paciente escucha. —Y te devolveré lo mismo en 
correspondencia. Creo que podría ser una buena asociación. 
Cuando ella hizo una pausa para mirarlo, Olek asintió una vez, 
urgiéndola a continuar, sus ojos la taladraban con un fuego 
desgarrador que hacían que sintiera cómo los dedos de los pies se 
enroscaban y que el estómago le doliera en sitios inusuales. 
—Imagino que querrás niños. 
A Olek no le gustaba la forma práctica y uniforme en que las 
palabras salían de su boca, asintió de todas formas. Sus ojos bajaron 
hasta sus esbeltas caderas y a la injustamente seductora pose en la que 
estaban. Sus piernas estaban abiertas justo lo suficiente para que él 
pudiera hacer pasar un dedo entre sus muslos para probar su 
suavidad, su humedad, su calor femenino. Intentó no gemir. 
—Bien— estuvo de acuerdo Nadja, turbada por su fija mirada. 
La estaba mirando como si quisiera procrear en ese mismo 
momento. —No me importaría tener niños… con el tiempo. Pero, 
no ahora mismo. 
De nuevo, Olek asintió. ¿Qué más le daba? Él no estaba 
pensando en los niños, sólo en practicar el cómo se hacían, sabía que 
nada podía salir de aquella noche. Debido a sus leyes, no estaba 
permitido alcanzar el clímax. Sin embargo, él era un masoquista y 
estaba felizmente dispuesto a pasar la noche torturándolos a ambos. 
 
4499 
 
—En cuanto…— Nadja hizo una pausa para esconder su rubor, 
mientras se desplazaba hacia la cama. —En cuanto a estar juntos, 
creo que deberíamos esperar a conocernos mejor. 
Olek frunció el ceño, levantando la barbilla sorprendido, 
olisqueando sutilmente el aire, podía discernir el aroma del deseo de 
ella por él. Si estaba obligado a oler eso cada día, por descontado que 
no iba a poder esperar para reclamarla. Se volvería loco. Sus entrañas 
se contrajeron un instante protestando por la idea de dicha negación. 
Era un hombre refinado y de infinita paciencia, pero incluso un santo 
iba a derrumbarse con esa tortura. 
—No estoy diciendo que no me vaya a casar contigo. Solamente 
es que no quiero… quiero… copular ahora mismo— explicó Nadja, 
orgullosa de su diplomática elección de vocabulario. —Además, si 
vamos a querer niños más adelante, entonces no hay necesidad de 
hacerlo ahora. 
El ceño fruncido de Olek se profundizó. Sus brazos se cruzaron 
atrevidamente encima de su pecho. Esperaba que ella hubiera 
terminado. No podía asumir mucho más de esa lógica nerviosa. De 
hecho, él podía decir que ella no tenía experiencia alguna en tratar 
con hombres y asumió por eso sus palabras eran tan frustrantemente 
clínicas. 
— Así pues, esas son mis condiciones. Si estás de acuerdo, 
adelántate y sácate la máscara. Si no, permanece dónde estás y estaré 
encantada de marcharme— terminó Nadja. Ella no tuvo que esperar 
 
5500 
 
mucho antes de que él adelantara un paso con total seguridad, y luego 
otro. Sus brazos permanecieron cruzados, pero sus ojos parecían 
devorarle la cara con fervor. Era igual que tener un centenar de 
dedos tocándole la piel a la vez. 
A Olek no le gustaba su última condición. Pero, como vio una 
enorme brecha en sus demandas, decidió aceptarla. Él simplemente 
tendría que torturarla hasta que ella le rogara a él para que… 
copulara. 
—Oh— Nadja respiró cuando él se paró delante de ella. Él 
permanecía orgullosamente erguido e inamovible. Sin aliento, ella 
susurró. —De acuerdo, ya has decidido. 
—Elige— Las palabras sonaron como una orden. 
Nadja se mordió el labio, sus ojos se elevaron para estudiarle la 
cara, sus dedos temblaban mientras alcanzaba a tocar la piel de su 
máscara. Tragando, ella empezó a desatarle las cintas laterales. Sus 
manos acariciaron su pelo trenzado e hizo una pausa. 
—¿Estás seguro, entonces?— le preguntó ella en un murmullo 
ahogado. 
Los oscuros ojos de Olek brillaban como una superficie vidriosa 
de agua, ocultando engañosamente una corriente subterránea, sólo 
entonces ella observó el suave resplandor del cristal alrededor de su 
cuello. Parecía brillar cuanto más se acercaba a él. Su boca se 
apretaba en unadura línea, mientras decía de nuevo. 
 
5511 
 
—Escoge. 
—De acuerdo, Olek — dijo Nadja. Terminando la tarea, ella tiró 
de la cuerda. El brillo del cristal se reflejaba en sus manos con su luz 
blanca. La máscara se deslizó a un lado, desvelando una cara más 
hermosa de la que ella hubiera imaginado en su mente. Su nariz era 
recta y fuerte, su frente esculpía la perfección de un hombre bien 
hecho, tenía los pómulos altos y orgullosos de su gente, pero sus ojos 
hundidos fueron los que la capturaron. No cambiaron en sus 
profundidades verdes, mientras los miraba. —Te escojo a ti. 
La boca de Olek se curvó con humor travieso. La máscara cayó 
de los dedos de ella al verlo antes de que pudiera evitarlo. Cayó en el 
hombro de él antes de deslizarse hasta el suelo. 
— Hola— murmuró Nadja débilmente. Intentó sonreír y falló 
miserablemente. 
—Hola, Nadja— respondió Olek, tocándole la mejilla. Su voz 
era fuerte y segura de sí misma en su acento qurilixiano. Envió 
escalofríos por toda ella. 
—Creo que la tradición dice que tenemos que hablar— dijo ella, 
intentando actuar fríamente. Intentó apartarse pero su cuerpo 
rechazó alejarse del de él. Su traicionera carne quería quedarse y 
saber más de su toque y sus ardientes miradas. Ella notaba su 
estómago flotando en su interior por lo que había hecho. En un 
pequeño acto, se había casado a un completo –aunque increíblemente 
guapo— desconocido. 
 
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—No— corrigió Olek. —La tradición es que nos tenemos que 
descubrir el uno al otro. 
—Sí— estuvo ella de acuerdo y asintió. —Hablar. 
—No, descubrir— corrigió él. 
—Para eso hablamos— Nadja no estaba segura de que le gustara 
la dominante elevación repentina de sus cejas en su frente. —Nos 
descubrimos conversando. 
—Es la tradición de mi pueblo, Nadja— Olek sonrió. Era una 
mirada perversa, llena de determinación y autoridad masculina. Se 
inclinó dominándola con la altura. 
—Creo que sé lo que es. Tenemos que descubrirnos el uno al 
otro. Aprendernos el uno al otro. Revelarnos completamente el uno 
al otro. 
Nadja, que era alta para ser mujer, no estaba acostumbrada a que 
la dominaran en ese aspecto. Los ojos de Olek se deslizaron a 
propósito por encima de su vestido, consumiéndola con su mirada 
ardiente. Nadja se puso rígida de miedo. Ella preveía una larga y 
problemática noche. 
*** 
—Mi rey— un soldado rubio dijo, atravesando un bosque de 
árboles colosales. Las antorchas no llegaban a esa parte del terreno, 
 
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pero la luna brillaba e iluminaba el camino con un brillo azulado. El 
hombre colocó la mano sobre su corazón y se inclinó. Estaba vestido 
como un sirviente, pero sus ojos miraban a su alrededor con astucia. 
 —Todos los príncipes han encontrado novias— El hombre al 
que se dirigía se adelantó hacia la luz, sus ojos mandaban escalofríos a 
aquellos que le servían. Mirándole el rostro, era imposible 
determinar su edad. Su cuerpo era joven y saludable. Sus ojos 
parecían tan ancianos como las estrellas. 
—Muy bien— dijo el rey rubio, sonriendo cruelmente. —
Esperemos hasta que estén completamente vinculados. Sólo entonces 
podremos asegurar el fin de su descendencia. Una vez esos Draigs 
pierdan a sus parejas estará hecho. Las nuevas princesas morirán, 
empezando con la esposa del hijo mayor. La línea de reinado de los 
Draig terminará y los Var serán una vez más la única fuerza en esta 
tierra. 
El guerrero rubio sonrió. Mientras le miraba, el rey hizo rodar 
su cuello sobre los hombros mientras mutaba a una forma más 
natural. El pelo le creció cubriéndole rostro y cuerpo, se le formaron 
zarpas en las manos. Su boca se alargó, abriéndose con afilados 
colmillos. Cuando volvió a mirar hacia atrás, fue a través de los ojos 
de un gato salvaje. Su voz reverberaba en tonos bajos y deliberados 
en su garganta. Gruñendo, le ordenó 
—Vete. 
 
5544 
 
El rey miró como el espía partía antes de volverse a meter 
corriendo en el bosque, desapareciendo completamente mientras se 
apresuraba entre la arboleda. 
*** 
—Mantente alejado— avisó Nadja, levantando una mano. —No 
tienes que hacer esto, Olek. Estoy complacida contigo, muy 
complacida. 
—Encantado de oírlo— se burló Olek, su cara irradiando 
seguridad en sí mismo. 
Ahora que la máscara ya no estaba, Nadja podía ver que su 
mirada verde tenía mucho humor en sus profundidades. ¿Se estaba 
riendo de ella? Olek dejó que sus ojos viajaran por ella sin inhibición 
alguna. —Pero quiero ver si yo estoy tan complacido como tú. Sácate 
el vestido. Quiero mirarte. 
Nadja miró la máscara, deseando poder volvérsela a poner. Ese 
hombre era demasiado guapo para ella. ¿Qué la había poseído para 
siquiera considerarlo? Quería un doctor gordo, bajo, viejo, con un 
temperamento dulce y escasa destreza sexual. ¿Por qué subieron de 
esa manera sus exigencias? Debía haber estado loca transitoriamente! 
Es todo ese vino que bebí con la cena, pensó repentinamente. El 
cristal pulsó, causando una ola de emoción que inundó su sistema. Y 
esa maldita piedra! 
 
5555 
 
—No, estuviste de acuerdo— soltó Nadja, agarrándose el vestido 
en el pecho. 
—Yo accedí a no copular, esposa— contestó Olek con una 
sonrisa que le calentó las ardientes mejillas de ella aún más. —No dije 
que no terminaríamos esta noche lo que estaba previsto que 
hiciéramos. ¿O prefieres que llame al consejo de ancianos para que lo 
aclaren?— Nadja consideró eso. ¿Cuál era la otra alternativa? No 
quería tener que volver. No podía arriesgarse a que su padre la 
encontrara. Ella era plenamente consciente de que podía hacerlo. 
Tragando, ella preguntó con aprensión —¿Sólo quieres mirar? ¿Eso 
es todo?— 
Las ventanas de la nariz de Olek se abrieron con excitación. 
—Sí, déjame mirar, por ahora. 
—Tu… tu ¿no vas a tocarme?— Nadja intentó tomar aliento 
para tranquilizarse. No podía creer lo que estaba considerando hacer. 
Pensó en su padre y endureció sus nervios, tenía que hacerlo. 
Oh, esto va a ser un dulce tormento, pensó Olek, dividido entre 
la expectación y la agonía. 
—No hasta que tú me toques antes— prometió. 
Nadja tragó aliviada. Eso no iba a ser tan difícil. Ella no tenía 
ninguna intención de tocarlo. Pero, mientras sus ojos se iluminaron 
traviesos y desafiantes. ¿Qué tenía ese bárbaro en mente? 
—¿Sin trucos?— persistió Nadja, intentando dejarlo claro. 
 
5566 
 
—¿Te gustaría que te ayudara a desvestirte? —Se ofreció, con 
una sonrisa arrogante que le aflojó las rodillas a ella. La boca de 
Nadja se abrió, pero no salió ningún sonido. En su lugar, sacudió 
furiosamente la cabeza. Tragando, miró alrededor. 
—¿Dónde?— preguntó, empezando a temblar terriblemente. —
¿Aquí? 
—En cualquier sitio que te vaya bien— Olek no se echó para 
atrás ni cedió un ápice. Sería bueno para ella sacarse esa timidez de 
en medio. No quería que su esposa le tuviera miedo, tendría que 
probarle que podía confiarle su cuerpo, tanto como su espíritu. 
Nadja se echó un paso atrás, mirando a su alrededor. Viendo la 
mesa, dijo, 
—Puedo… Necesito un trago. 
El cuerpo de Olek casi explotó en frustración, mientras Nadja lo 
esquivaba. Inhaló profundamente, intentando ser paciente. 
Tenían toda la noche para eso y toda una vida para lo otro. 
—¿Te gustaría tomar algo?— le preguntó Nadja 
—¿Intentas emborracharme?— le dijo Olek meditativamente, 
acercándose lentamente a ella. 
Nadja se sonrojó al instante, probando que de hecho había 
pensado en ello. 
 
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—Los hombres de Qurilixia no se intoxican con este vino— Olek 
levantó un dedo como si quisiera tocarle el cuello, pero entonces se 
apartó, recordando su promesa de no tocarla si ella no lo tocaba 
antes. Por la forma en que ella lo miraba, podía ser que tuviera que 
esperar largo y tendido. —Somos inmunes. 
—Así que simplemente emborracháis a las chicas.— Nadja 
intentó reír. La mirada oscura de él le hizo soltar sólo una risita 
sorda y breve. —Lo siento. 
—¿Por qué estás tan nerviosa? Soy tu esposo. No tienes motivo 
para sentirte avergonzada. El propósito de nuestratradición es 
apartar cualquier duda, confiamos en los poderes que tenemos 
alrededor para saber el camino. 
Nadja se tragó una copa de vino antes de empezar a toser. 
Tomando aliento temblorosamente, ella dijo. 
— Sí, pero eres también un desconocido. Sólo te he visto por 
primera vez hace algunas horas.— Olek levantó el cristal que colgaba 
de su cuello. Hizo girar el brillante objeto entre sus dedos. 
—Pero esto prueba que estamos destinados. Por eso tenemos 
esas ceremonias, para que no haya muros, confiamos en este poder 
para guiarnos. 
Nadja tragó nerviosamente. —Así pues, ¿es cierto que siempre 
habéis llevado eso? ¿Desde el día en que nacisteis? 
 
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—Lo es— contestó Olek, complacido por la nota relajada que 
había detectado en el tono de ella. Era bueno que mostrara interés y 
conocimiento de las costumbres de su gente, porque ahora eran los 
de ella también. 
—¿Y siempre ha parpadeado de esa manera?— Nadja tomó otro 
trago. Como si fuera a demostrarle su afirmación, el cristal pulsó 
brillantemente, enviando una dulce y tormentosa agonía entre sus 
miembros, creando dentro de ella un torbellino de añoranza y 
necesidad. 
—No, sólo esta noche, cuando te vi por primera vez venir hacia 
mí.— Susurró Olek. Tomando el cristal, acarició ligeramente la piel 
de ella. Sintió como se encendía un fuego en su carne por donde él se 
lo pasaba en suaves círculos, por la base de su cuello. —Ahí fue 
cuando el cristal toma vida por primera vez. 
—Así que.. ¿reacciona con la luz de la luna?— tanteó Nadja, sus 
ojos parpadeando débilmente. Ella podía sentir cómo el cristal tiraba 
de ella hacia el cuerpo de Olek, cegándole la mente a cualquier otra 
cosa que no fuera ese guapo guerrero. 
—Reacciona a lo que hay entre nosotros de forma natural. 
Muestra los deseos de nuestros corazones.— Contestó. Su reacción a 
esa admisión no fue la que él esperaba. 
Nadja se puso tiesa y se apartó. Su ceño fruncido empezó a 
estropearle las facciones. 
 
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—Te lo dije. No te amo y no espero que tú me ames. Seré 
práctica al respecto de esto. 
Olek se sintió herido. ¿Cómo podía ella saber los muchos años 
que había estado esperándola? Él había tenido borrosos sueños de 
ella desde que era un niño. No era simplemente la suerte lo que la 
había llevado hasta él. Era el destino. Incluso aunque ella no lo 
creyera, él sí lo hacía. Y sabía que era cierto, como toda su gente. 
—Nadja— susurró tiernamente. —¿Por qué tienes miedo? 
—No tengo miedo… 
—Me prometiste sinceridad— la interrumpió Olek. —Puedo 
oler la mentira en ti. 
—Yo…— Ella tomó otro trago, parándose sólo para mirarlo. 
Para asegurarse, se giró y tomó otro. Olek frunció el ceño, y levantó 
la mano para pararla. Con sus dedos, tiró del borde de la copa hacia 
abajo, y se la quitó sin tocarle la mano. Ella saltó alarmada. 
—Ya es hora, Nadja. 
—¿Hora? 
Los ojos de Olek bajaron por sus formas cubiertas en la seda 
tradicional. Sus ojos la abrumaban mientras la consumían a placer 
con su hambre. Después de terminar su ardiente inspección ella 
temblaba sin poderse controlar, y no hizo falta que él le contestara. 
 
6600 
 
—¿Puedes al menos apagar las luces? —Las manos de Nadja se 
retorcían. 
—No vale la pena, pequeña flor solar. Puedo ver en la oscuridad. 
Ahora, ven. 
Olek se echó hacia atrás, con sus ojos atrayéndola a voluntad 
mientras la guiaba al centro de la habitación y hacia la suave alfombra 
de piel. Cuando él paró, ella abrió los ojos, impresionada por poder 
sentir tanto sin que ni siquiera la tocase. 
En un murmullo grave, que le envío escalofríos por todo el 
cuerpo, Olek le dijo, —Eres bella. No hay razón para avergonzarse. 
Sácate el vestido para mí. 
Viendo la mirada de sus ojos, una chispa apasionada que era sólo 
para ella, no podía rechazarlo. Primero, se sacó las zapatillas. Los 
dedos de sus pies se hundieron en la suavidad de la piel. Luego, 
lentamente, se llevó la mano al costado. Nadja estudiaba sus ojos 
mientras se movía. Tirando del cuerpo de seda, se bajó hacia abajo el 
top sin hombros. Al instante se liberó un pecho. Las aletas de la nariz 
de él temblaron, pero no miró. El cristal reflejaba su hechizo 
alrededor de ellos. 
Liberando el otro pecho, ella lentamente tiró del vestido hasta la 
cintura. Ella dudó. La tienda era cálida, pero el calor que irradiaba su 
nuevo marido era todo lo que ella sentía y su espalda se estaba 
quedando helada sin el calor de Olek. Sus ojos parecieron iluminarse, 
 
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tomando un tono dorado. Ella parpadeó y la visión desapareció. 
Seguramente, había sido un reflejo de alguna antorcha. 
—Termina— le susurró Olek, urgiéndola a seguir. La palabra se 
deslizó como un aliento por toda su piel. 
Nadja tragó nerviosamente. Inclinándose se quitó el vestido. En 
un momento estaba erguida de nuevo, vestida sólo con sus bragas de 
encaje. 
Olek, manteniendo su mirada fija, dio un paso hacia atrás, 
separándose de ella. Mientras ponía distancia entre ellos, sus ojos 
viajaron hacia abajo, no podía hablar. El aliento se le encalló en la 
garganta, era la forma femenina perfecta. Su cuerpo estaba 
recubierto de músculos tonificados, aun así con las suficientes curvas 
femeninas suaves para no parecer recio. Su plano estómago tiraba de 
los huesos de su cadera, creando una delicia para los ojos ya que el 
encaje se pegaba a ellos, ya había visto sus esbeltos brazos y la mayor 
parte de sus piernas, pero esas también incrementaban la imagen 
nostálgica de ninfa del bosque que tenía ante él. 
—¿Soy…?— Nadja no pudo terminar. Cuando Olek la miró, vio 
que su rostro estaba abajado y medio girado. Sus pálidas mejillas 
tenían un brillante color rosa vergonzoso. Los rizos en cascada de su 
suave melena castaña le caían por los hombros, algunos por la parte 
delantera para esconder un delicioso pecho de la visión. 
—Eres deliciosa, flor solar— Su voz sonaba ronca por el brutal 
deseo. —Ahora, quítate el resto. 
 
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Nadja no podía mirarlo. Incómoda, se bajó las bragas por la 
cadera y las dejó caer a un lado, desnudándose por completo. Nadie 
la había visto desnuda, excepto los androides de belleza que habían 
cuidado de ella y a esos no les importaba nada. 
Olek inhaló profundamente. Debajo de su taparrabos de piel, 
estaba duro, pulsando fieramente de excitación. El montículo de ella 
estaba cubierto sólo por una fina hilera de vello. Los labios de él se 
abrieron, deseando probarla. Nadja se quedó helada mientras él 
empezaba a moverse alrededor, cuidadosamente manteniendo una 
buena distancia entre ellos mientras la miraba. Olek se paró. Sus ojos 
habían detectado una marca en su firme trasero. 
—¿Qué es esto?— preguntó, inclinándose y acercándose para ver 
de más cerca el símbolo negro. No reconoció el significado de la 
marca. 
—Oh— Nadja se giró, estirándose para mirar el diseño 
arremolinado. Lo había llevado por tanto tiempo que se había 
olvidado de él. Lo odiaba. Era la marca de la Alianza Médica, que 
esencialmente la marcaba como propiedad. —Es sólo un tatuaje. Lo 
tengo desde hace mucho tiempo. 
Olek frunció el ceño. Ella no mentía, pero él notaba que había 
más de lo que ella había dicho tras de eso. Él continuó hacia adelante, 
pero ella todavía estaba distraída mirándose el trasero. 
—Nadja, mírame. 
Ella lo hizo, sus ojos mirándole a través del velo de sus pestañas. 
 
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—Mírame— insistió Olek. Ella giró el rostro más 
completamente para estudiarlo, aunque su cabeza aún estaba 
agachada. —Quiero que veas lo que me haces. 
Nadja tragó. Estaba demasiado atónita para moverse. ¿Todos los 
hombres hablaban así de lanzados? ¿Todos los hombres eran tan 
seguros con las mujeres? ¿O sólo era los maridos con sus mujeres? 
Hasta la noche en que su padre anunció su compromiso en una 
cena de gala, ella nunca había tenido a un hombre cerca. El anuncio 
le había resultado una horrible sorpresa. 
Hank le había dado un anillo de compromiso con un obsequio 
completamente inadecuado. Ella se había horrorizado y escapado

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