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Michelle Pillow - Serie Lords of the Var 01 EL REY SALVAJE

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Los Señores de Var - El Rey Salvaje 
MICHELLE M. PILLOW 
 
 
Una chica con una misión... 
La Agente Ulyssa Payne está en una misión. Su trabajo consistía en 
asegurarse de que el líder de la mafia médica no abandonará el planeta de Qurilixen. Sin 
embargo, cuando su objetivo es asesinado por su propia hija, su misión ha terminado. 
Ahora, está atrapada en un planeta bárbaro durante tres meses hasta que la Agencia llegue 
a recogerla. 
Fue secuestrada por el Rey Attor, quien la ha dejado en el harén Var a la espera de 
su regreso. Sin embargo, el rey muere en la batalla y no viene por ella, pero ella queda 
atrapada con su hijo, el nuevo rey salvaje Var. Esta es una complicación que Ulyssa no 
necesitaba. 
 
Una complicación real... 
Los Príncipes Var fueron criados por un hombre duro que como regla era: no hay 
existencias en el amor, especialmente el amor con una mujer. Criado para nunca tener una 
compañera de vida, estos hombres harán todo lo posible para cumplir con las expectativas 
del Rey muerto y nunca enamorarse. 
Kirill es un hombre que tiene que cumplir con su deber, sólo que no esperaba 
hacerlo tan pronto. Cuando su padre muere, él sabe que es su destino es ser rey. Lo que no 
esperaba es la amante molesta que ahora está tratando. 
 
 
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Capítulo 1 
 
La agente Ulyssa Payne se quejaba y golpeaba el comunicador en su rodilla en un 
último esfuerzo para evitar la posibilidad de hacer basura una herramienta de trabajo muy 
costosa. Su campamento estaba cerca, pero oculto, por lo que ella no podía ver su 
ubicación exacta. No se arriesgaría a revelarlo hasta cerciorarse de que el perímetro fuera 
seguro. Su experiencia en el campo le había enseñado a ser muy cuidadosa. 
Ella se arrodilló en el suelo, mirando el cielo brillante de Qurilixen con frustración. La 
neblina azul verdoso de la atmósfera del planeta brillaba a través de las gigantescas hojas 
del bosque. El planeta estaba siempre arrojando la luz diurna debido a sus tres soles, con 
excepción de una noche al año cuando todo caía en una alineación perfecta. 
La noche en que había llegado con un cargamento de mujeres de la tierra en un buque 
de Novias Galaxia, se parecía a esa noche. Fue obligada a transportar su mochila por un 
terreno duro y oscuro mientras que los guerreros de Draig se separaban con sus novias de 
pedido por correo. 
—Cuando vuelva, saldré de la Agencia —Ulyssa despotricó en voz baja, dándole un 
manotazo al comunicador debido a su frustración. Nunca podría salir de aquí. La Agencia 
de Inteligencia de Humanos era su vida. Era toda su razón de ser. —Después de esto 
definitivamente estaré tomando unas vacaciones. Voy a tomar un baño, una botella de 
licor fuerte y un filete raro tan grande como este infierno abandonado y un prostituto, un 
prostituto silencioso que sólo sepa seguir órdenes. Primero voy a estar limpia, después me 
emborrachare, y, a continuación, voy a echar un polvo. 
Habían pasado casi cinco meses ya desde que había tenido un hombre y apenas había 
valido la pena alardear sobre eso. El sexo había sido mediocre y después hubiera querido 
un abrazo. Ella tuvo más diversión saliendo de su cama que realmente estando en ella. 
Ulyssa sonrió, recordando cómo había escalado por su ventana y bajar quince pisos 
mientras él iba a la cocina para conseguir un bocadillo. 
Parte de la razón por la que ella había sido célibe desde entonces fue que había estado 
en capacitación y en cuarentena para su misión. Tan pronto como terminó, la Agencia le 
 
 
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hizo ir de incógnito en un barco de Novias Galaxia como una de las posibles novias. 
Pasándose un mes entero rodeada nada más que de mujeres, que se transformaban en 
unos personajes odiosos, produciendo demasiado estrógeno y que hablaban de nada más que 
de los hombres con los que iban a casarse. 
— ¡Ugh! —gruñó Ulyssa con disgusto. —Qué alguien quisiera casarse, está más allá 
de mí. Pobres, pobres, tontas están equivocadas. Realmente no tienen idea en lo que se 
están metiendo. 
Los árboles rojizos del bosque extraterrestre eran colosales, algunos de ellos eran más 
anchos que una casa de la Tierra. Helechos amarillos esparcidos sobre ella, crecían 
silvestres en la tierra roja de la superficie del planeta. Se sentía como un enano corriendo 
en la tierra de los gigantes. Sólo que los habitantes del planeta no eran técnicamente 
gigantes, aunque eran bastante grandes y feroces. 
Todos eran nada más que cambia formas, pero cambia formas masculinos. Era un 
pequeño dato sobre el que la Agencia se había olvidado informarle. La mitad norte del 
pequeño planeta estaba gobernada por los Draig, una tribu de cambia formas dragón. La 
mitad sur era gobernada por los Var, una tribu de hombres gato. Si no fuera porque los 
había visto pelear desde su puesto en los árboles, ella nunca los habría conocido. 
De lo que obtuvo de los archivos del Novias Galaxia, la radiación de su Sol Azul hacia 
que las mujeres tuvieras niños excepcionales. Durante generaciones, la radiación había 
alterado la genética del hombre para producir sólo fuertes y grandes hombres, herederos 
de Guerreros. Tal vez un nacimiento de cada mil en Qurilixen nacía una mujer. El hecho 
de que no tenían ninguna mujer era el porqué de los servicios de empresas como Novias 
Galaxia eran tan valiosas para ellos. Lo contrario, era la explotación de los yacimientos 
minerales que sólo se encontraban en sus cuevas. El mineral era una fuente de energía 
para naves de travesía larga, pero inútil para todos los Qurilixen, quienes no eran 
conocidos exploradores del espacio. 
Lo bueno es que era muy cautelosa y enmascaró su olor antes de abandonar el 
campamento. Los cambia formas normalmente tenía un gran sentido del olfato y los 
guerreros Draig habrían detectado con seguridad su presencia en el bosque, y si no los Var 
la habrían encontrado. Si tuviera que elegir, ella prefería ser capturada por los Draig. Ellos 
parecían ser los más civilizados de las dos criaturas. 
Los Qurilixen fueron clasificados como una clase guerrera, aunque habían sido 
pacíficos durante casi un siglo, aparte de pequeñas batallas territoriales que estallaban 
 
 
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cada quince años entre algunas de las casas rivales. La mejor comparación que cualquiera 
podría hacer es que los hombres eran como los guerreros de la tierra Medieval, la versión 
romántica de todos modos. Los Qurilixen adoraban a muchos dioses, preferían las 
comodidades naturales a las modernas comodidades tecnológicas y realmente preferían 
plantar, cultivar y cocinar sus propios alimentos, la verdadera marca de una sociedad 
primitiva. 
Aunque parecía que a veces estaban a punto de cambiar. El bosque literalmente 
avanzo con las dos razas. Ella no era estúpida. Podría decir que el planeta estaba al borde 
de una guerra. Lo último que necesitaba era quedar atrapada en medio de ella. 
Esto era definitivamente un planeta primitivo, quizás uno de los más primitivos que 
se le había asignado en mucho tiempo. Por lo que ella sabía, su sitio para acampar estaba 
en tierras de los Var. No importaba. No era como que no había pedido permiso para 
establecer su campamento. De hecho, ninguna de las dos razas sabía que ella estaba allí. 
Prefería seguir ese camino. Si Novias Galaxia fuera a buscar, a su novia perdida, todo lo 
que encontrarían sería un rastro fantasma de una mujer que nunca existió. 
Ulyssa gruño en voz baja, jurando cada maldición que ella conocía. Necesitaba 
informar a la sede y sin el maldito comunicador nunca podría transferir los datos y 
decirles que terminó su misión. 
El viaje que ella realizó a través de Novias Galaxia fue una tortura que para nada la 
hizo feliz. Pero, por el lado positivo, había conseguido hacerse una depilación permanente 
eliminando el picor de algunas cicatrices de la batalla, aunque tales lujos absurdos apenas 
hacían que su situación actual valiera la pena.Depilarse nunca había sido una 
preocupación primordial y ella sólo recogería más cicatrices de la batalla para reemplazar 
las viejas. 
Recogiendo barro seco pegándolo a su piel bronceada, Ulyssa hizo una mueca. Así 
que necesitaba una unidad de descontaminación. Joder, ella incluso intentaría darse un 
baño de agua primitiva, con tal de que pudiera frotarse y quedar limpia. 
De repente, el comunicador se iluminó. Ella suspiró, no le gustaba el hecho de tener 
que informar a sus superiores que su misión había sido infructuosa. Le gustaba menos 
estar atrapada en un planeta salvaje hasta que uno de los barcos de la compañía pudiera 
andar cerca y recogerla. 
— ¿Hola? —una voz dulce, anciana preguntó desde el comunicador. 
 
 
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—Agente 596 —respondió Ulyssa—. Haciendo clic en la unidad. 
—Informe —una voz sombría ordenó desde la pequeña unidad portátil, 
reemplazando al primer operador. 
—Ulyssa 596, código Gena, Qurilixen —dijo Ulyssa en la unidad. 
—Adelante —respondió la voz. 
—Blanco muerto, asesinado por los suyos —Ulyssa retiró la unidad para añadir una 
maldición amarga. Ella acababa de pasar la noche oscura en el bosque, abrazada a un 
árbol, mientras que el campamento de clones de la Mafia Médica era levantado. Su 
objetivo, un líder de la Mafia Médica, Doctor Aleksander, fue asesinado por su hija en 
defensa propia. Asumieron que Doctor había estado en el planeta para hacer un 
intercambio por algunos de los minerales preciosos. —La Hija ha disuelto el linaje familiar, 
no se tenía ninguna información. 
— ¿Qué? —exigió otra voz más fuerte que la anterior. Ulyssa reconoció al director de 
la misión, Franklin. Ella rodó sus ojos. — ¿Qué quieres decir con que ella disolvió la 
familia? 
— ¿Estamos seguros? —Ulyssa preguntó—, cuidando de mantener su voz suave 
mientras miraba alrededor del bosque. La llamada trinando de un sofliar que provenía de 
la densa maleza, llevándolo sobre el zumbido de los insectos. Todo estaba pacífico. 
—Sí, agente, hable claramente —dijo Franklin. 
—Doctor está muerto. Nadja se ha casado con uno de los príncipes de la casa 
Qurilixen de los Draig. Ha disuelto la familia y dejó todo a su madre. Se terminó la rama 
de Aleksander. Estoy transmitiendo un informe completo ahora. —Ulyssa dejó de hablar y 
apretó un botón. Cuando el informe fue enviado, ella exigió, — ¡ahora, sácame de esta 
maldita roca flotante de bárbaros, Frank! 
—Lo tengo —respondió Franklin. —Buen trabajo. 
Ulyssa resopló. Apenas llamaría buen trabajo a una misión infructuosa. 
— ¿Qué sobre mi viaje? 
—Bueno, agente —Franklin aclaró su garganta—, Para decirte la verdad no tienes 
uno. No esperábamos que esto sucediera. Los videntes no predijeron la muerte de Doctor, 
 
 
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sólo que él estaría en el planeta. Nosotros estábamos planeando en tenerte allí mucho más 
tiempo que un par de semanas. 
— ¿Cuánto tiempo Frank? —Ulyssa preguntó con voz dura. 
—La nave más cercana está a tres meses de allí. 
— ¡Tres meses! —Ulyssa silbó— ¡Yo no pasé un mes en ese maldito buque de Novias 
Galaxia, transformada como una rubia tonta, agarrando mis senos y haciendo comentarios 
estúpidos, sólo para pasar tres meses infernales en este planeta sin ninguna buena razón! 
¡Consígueme la nave más rápida! 
Frank se rió entre dientes. — ¿Qué? Pensábamos que te gustaría fingir ser una chica 
por un rato 596. 
Ulyssa frunció el ceño. ¡Excelente! Aquí vienen los chistes —eres peor que un 
hombre—. Patearle al macho un poco su trasero, nunca llamar después de tener algo con 
ellos y consigues el calificativo de una despiadada perra. 
—¡Uch! —Ella gimió— necesito conseguir algo de acción. Esto está recibiendo mal. 
—¿Qué fue eso, 596? —pidió Franklin. 
—Nada, señor —Dijo Ulyssa luchando con las ganas de reír. 
—¿Cómo están tus suministros? 
—Voy a estar bien. 
—Lo sé, agente —El silencio llegó por el intercomunicador, pero sabía que él estaba 
todavía allí. Muy tranquilamente, —Frank dijo—, ten cuidado, muchacha. 
—No te preocupe por mí, Frank. Soy igual que un gato, siempre aterrizando en mis 
pies. 
—Lo sé, agente, lo sé. No es el aterrizaje lo que me preocupa. Son esas nueve vidas 
suyas. No las utilices hasta el final. Me debes una cita cuando vuelvas. 
—Sigue soñando, luz de sol —Ulyssa se rió, mirando su entorno rústico con disgusto. 
Mantuvo la irritación en su voz. Ella sabía que si Franklin podía sacarla de ahí antes, lo 
haría. —Pero te dejaré comprarme una bebida. Me debes al menos eso. 
 
 
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—Hecho —convino Franklin—. Contacta sólo si hay problemas, de lo contrario llama 
en once semanas. 
—Conozco la rutina, 596 fuera. 
—Comando fuera. 
Ulyssa pulsó el botón del intercomunicador y lo vio apagarse antes de ajustarlo a su 
cinturón. 
—Tres meses —Ulyssa comentó con el ceño fruncido—. —Sólo genial…— 
De repente, ella se quedó inmóvil, muy quieta. Los pájaros no cantaban y el bosque se 
había quedado en silencio, demasiado tranquilo. 
Poco a poco, alcanzo su pierna, sintiendo ciegamente su arma. Su pulgar enganchado 
alrededor de la correa de cuero, quitando el barro seco que estaba sobre él. 
Un fuerte estruendo resonó entre los árboles, mientras sacaba su arma. 
Frenéticamente sacó la pistola, cayendo sobre su espalda mientras se volvía hacia el ruido. 
Pero era demasiado tarde. Dos patas gruesas presionaron en sus hombros. 
Los colmillos le gruñeron desde una boca caliente. 
—Oh —exclamó nerviosa. —Desde su lugar en el suelo parecía ser un león de las 
montañas demasiado grande. 
—Lindo gatito. Tranquilo, chico grande. Tómalo con calma. 
El gato gruñó ante sus palabras suaves y alzó una pata carnosa al lado de su cabeza 
golpeándola. Mientras la pata hizo contacto, no fue una garra la que la golpeó fue la 
sensación de un puño muy humano. Su visión se nubló. 
El dolor atravesó su cara desde su mejilla. La sangre manaba de su boca, derramando 
pequeños ríos sobre su pálida piel. Cuando ella miró hacia arriba, se quedó sin aliento. Ya 
no era un animal la que la inmovilizaba, sino un hombre desnudo. Sus brillantes ojos 
azules la miraban con intención letal. 
—Mira lo que encontré vagando en mi reino —dijo el hombre con una risa oscura que 
la dejó fría. —Una recompensa pequeña y sucia. 
 
 
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Sin advertencia, saltó a sus pies, tomando a Ulyssa por su muñeca. Sus pies se 
agitaron en el aire antes de aterrizar torpemente sobre el suelo. Por reflejo, ella lo pateó. Su 
pie golpeó la cintura musculosa del hombre. Soltó su muñeca con un gruñido, pero no se 
dobló. Ulyssa sonrió, pero su victoria fue pequeña y de corta duración. 
Justo cuando su pie aterrizaba en el suelo, media docena de guerreros aparecieron 
desde las copas de los árboles como si cayeran del cielo. Ella se cuadró para defenderse, 
pero estaba en desventaja por la reunión de los rubios Vars. Ellos luchaban con una 
habilidad que rara vez había visto en una especie, con armonía y sin problemas de 
movimiento, como ninjas de la antigua Tierra. Ella intentó contra—atacar con patadas y 
puñetazos mientras dejaban su marca en su cuerpo. Pero, en cuestión de segundos, estaba 
vencida. 
Ulyssa gritó, mostrando la cantidad adecuada de ira femenina que un pueblo bárbaro 
esperaría. Su corazón se aceleró con la adrenalina, pero nunca perdió la calma. 
Salvajemente unas fuertes manos la sujetaron, elevándola. Ella fue atada y amordazada 
con precisión rápida. La habían cogido desprevenida, y al final no pudo competir con su 
fuerza bruta. Jadeando a través de la mordaza, cayó inerte. 
Uno de los grandes guerreros la levantó sobre su hombro. En la lengua de Var, el 
Guerrero dijo, —Rey Attor, ¿qué haremos con ella? 
Ulyssa estaba de repente muy agradecida por su chip traductor intergaláctico. Ella 
había sido cautelosa cuando la Agencia implantó el pequeño dispositivo en su oído. No 
podía traducir cada palabra extranjera, pero normalmente era suficiente para entender lo 
que pasaba. Y, puesto que era un chip inteligente,iba aprendiendo y había ampliado su 
vocabulario. 
—Tómala y tenla limpia para que yo pueda examinarla —dijo el rey de Var—, quien 
fue el que la había atrapado en el suelo. Ella lo fulminó con la mirada, mientras el agarraba 
con fuerza su barbilla estudiando su rostro sucio. Su fuerte cuerpo estaba completamente 
desnudo y se movió indiferente hacia ella. Los demás iban vestidos con túnica sueltas, 
camisas y pantalones ajustados. Ulyssa asumió que fue despojado de sus ropas a medida 
que cambió. —Si ella es como su dulce olor, disfrutaré inmensamente en la celebración de 
la victoria, tan pronto como enviemos a esos cobardes de los Draig a la tierra donde 
pertenecen. 
 
 
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Los guerreros ovacionaron, sus ojos encendidos por el calor de la batalla y la sed de 
sangre. Ulyssa arrancó su barbilla del agarre del Rey Attor. El Rey sólo se reía de su 
desafío. 
—Oh, tendré el placer de domarte, Briallen. Harás una adición agradable a mi harén. 
Si tienes suerte, puede ser que incluso engendres —el rey reía más fuerte, incitando a sus 
hombres a hacer lo mismo. El fornido hombro debajo de su estómago se sacudió con el 
movimiento. Sus manos hormigueaban por la tirantez de los lazos. 
Uno de los guerreros entregó al Rey un taparrabos y él lo envolvió alrededor de su 
cintura, dejando al descubierto su pecho. Con una mirada de severa expresión, y sin quitar 
sus ojos de ella, ordenó a sus hombres —si ella les da problemas, tírenla en los calabozos 
hasta que regrese. Voy a estar más que dispuesto a enseñarle la pena Var por desafiar la 
orden del rey. 
Ulyssa gruño contra su mordaza, mirando y maldiciendo a sus captores hasta que su 
rostro se puso rojo. Attor se inclinó y arranco del suelo una planta verde con un centro 
amarillo. Exprimiéndolo entre sus dedos, frotó el polen debajo de su nariz. Al instante, sus 
ojos se oscurecieron. Ella cayó completamente flácida, profundamente dormida. 
**** 
Una semana más tarde 
—Nosotros no podemos hacer las paces con los Draig! Son nuestros enemigos. 
El sonido de la voz de su hermano era duro, el Príncipe Kirill de Var levantó la mirada 
de donde había estado estudiando sus manos. Las tensiones de los últimos días habían 
dejado arrugas en sus ojos, ojos que eran de un marrón tan oscuro que a menudo se 
confundían con negro. Se estuvo quieto, sin moverse de la silla en la que descansaba. 
La antigua sala del Consejo estaba vacía, excepto por Kirill y tres de sus hermanos. 
Espacio profundo, sillas antiguas, y cojines se disponían alrededor de una chimenea 
grande e intrincadamente tallada. El fuego ardía brillantemente, dando a la sala sepulcral 
luz y calor. Almohadas largas se alineaban en el suelo de alfombrado rojo. No había 
ventanas en la parte antigua del castillo, ni siquiera una pequeña rendija. Cuando eran 
niños pequeños habían hecho de la sala su fortaleza privada. Ahora que ellos eran 
mayores, todavía se convocaban allí para relajarse y hablar en privado. El aire estaba 
 
 
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cargado e inmóvil, pero los cuatro príncipes estaban demasiado preocupados para notar 
esas cosas. 
Falke, el comandante de la guardia, se sentó a la izquierda de Kirill. Su cuerpo era 
inamovible en su rígida disciplina. Falke comandaba a los guerreros en el castillo y estaba 
a cargo de los militares. Después de medio siglo al mando, se había vuelto duro e 
implacable. 
La contraparte del Falke y su hermano menor, Reid, era comandante de las Tierras 
Exteriores. Reid pasaba sus días lejos del Palacio, vigilando las fronteras del Norte. Reid 
tenía un hermano gemelo, Jarek, de quien no habían sabido en mucho tiempo. Jarek era 
vigilante alrededor de las galaxias. Los gemelos eran los únicos príncipes con la misma 
madre. 
En el piso descansaba Quinn, el más joven y elegante de los príncipes. Su estatura 
pequeña había sido muy útil en muchas ocasiones. De niños, encajaba en los espacios 
reducidos, convirtiéndolo en el observador o espía, dependiendo de las travesuras que 
hacían. 
— ¡Al menos nos convoca en la vieja casa y nos permite votar! —Falke continuó en su 
tono severo, irrumpiendo en la contemplación de Kirill. Kirill respiró profundo. Él no 
podía culpar a Falke de su ira. El comandante había visto muchas batallas con los 
guerreros Draig y así había visto la mayoría de las muertes de los Var. 
— ¿Y tú, Quinn? —pidió Kirill. 
—Veo el mérito de guerra y paz —respondió Quinn con voz tranquila. 
—Eres alguna clase de Embajador —rió Reid—, lanzando el cojín detrás de su espalda 
donde Quinn estaba sentado en el piso. Quinn sonrió y metió el cojín detrás de su cabeza 
para reemplazar sus brazos doblados. 
Falke dirigió una mirada con el ceño fruncido a Kirill por las bromas, sus ojos 
pidiendo orden. —Enviaré más guardias a las Tierras Exteriores. Debemos asegurarnos de 
que las fronteras estén bien protegidas. Si va a haber una batalla, que sea lejos de nuestra 
ciudad. 
Reid asintió. Su sonrisa se desvaneció ligeramente desde su rostro bronceado. —Eso 
sería sabio. No se ha producido ningún problema en los pantanos de sombras, no desde 
que nuestro padre intentó secuestrar a la novia del Príncipe Yusef. 
 
 
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Ante la mención del Rey Attor, los príncipes se quedaron en silencio. Su padre no 
sentía amor por los Draig y cada uno sabía que había sido la causa principal de la guerra 
en el pasado. Sus ojos solemnes se volvieron hacia el fuego, mientras cada Príncipe 
recordaba ver el cuerpo de su padre quemarse en el rito funerario. 
Attor no había sido un hombre cariñoso, pero seguía siendo su padre. Eran la realeza 
y la realeza no tenía tiempo para el amor o las debilidades. Como al difunto Rey le gustaba 
decir, Los reinos son tan fuertes como sus gobernantes. 
Los Draig son débiles. El Imperio de Var resucitará. 
— ¿Tienes contacto con Jarek para decirle? —le preguntó Kirill a Reid. 
—No, pero le he enviado mensajes a través de líneas seguras. Es difícil saber dónde ha 
ido. La última vez que escuché de él fue que estaba en Tragon, pero eso fue hace unos seis 
meses —dijo Reid encogiéndose de hombros. Entonces, para romper el sombrío estado de 
ánimo, bromeo, — ¿entonces hermano, cuando seas coronado Rey, mantendrás a las 
preciosas mujeres del harén para ti? 
Kirill frunció el ceño, rodando sus ojos, dijo —Padre recopilaba mujeres como Falke 
colecciona armas. No tengo ni idea qué hacer con todas ellas. No tengo ningún deseo de 
una compañera de vida, por no hablar de varias medio compañeras. 
Todos los príncipes asintieron en firme acuerdo. Ninguno de ellos se veía 
comprometiéndose con una mujer, nunca. 
¿Por qué adherirse a una cuando puedes tener muchas? 
—De acuerdo a la ley, son tu responsabilidad, —dijo Quinn suavemente—, riéndose 
entre dientes. 
Kirill le lanzó una mirada desafiante y gruñó. Quinn rió a carcajadas, despreocupado. 
Suspirando, Kirill abandonó su ira fingida, se recostó cómodamente en su silla y pasó una 
pierna por un lado. —Traté de darles libertad, pero la mitad de ellas no quieren abandonar 
el Palacio. La otra mitad no tiene a donde ir. Y la loca de Taura, me solicitó que la atara al 
cadáver de padre para que pudiera quemarse con él. 
—Es la costumbre en Roane, —dijo Falke—, en defensa de su madre. Los otros 
príncipes sólo se rieron. Taura era en parte la razón de que Falke fuera tan serio. Mientras 
que los otros tenían la sangre humana y de Var en ellos, Falke era mitad Roane. El Roane 
 
 
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era un pueblo de hombres valientes y duros, con estricta disciplina y rígidos ideales. 
Taura pasó esos rasgos a su hijo. De niños, cuando los muchachos estaban jugando y 
haciendo travesuras, Falke había estado entrenando para ser un guerrero. 
—Ah, supongo que tendré que cumplir al menos con todas ellas. ¿Cuántas puede 
haber? ¿Cincuenta? —preguntó Kirill. 
—Ciento sesenta y tres, hermano, según mi último conteo, —se rió Quinn. —Da o 
toma unas pocas docenas. 
— ¿Casi te hace respetar a nuestropadre, no es cierto? —dijo Reid levantándose de su 
silla y desperezándose, incitando a los demás a hacer lo mismo. 
—El difunto Rey siempre tuvo respeto. Fueron las otras emociones las que uso poco, 
—respondió Kirill. Con una mirada reflexiva sobre su rostro, él anduvo por el pasillo dela 
antigua sala del Consejo, dejando a sus hermanos pensando. 
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Ulyssa hizo una mueca, sacudiendo furiosamente su cabeza a la mujer que extendió 
en su mano un vestido casi transparente de color negro y plata. Ella miró con recelo por 
encima de la línea de las mujeres jóvenes ya vestidas con trajes similares. Había pasado 
casi una semana desde su captura, el rey bárbaro aún no había cumplido su palabra y no 
había regresado por ella. Era realmente una lástima, tenía algunos golpes que le gustaría 
darle a él, justo antes de que ella le arrancara su preciosa hombría. 
Ulyssa suspiró. Sabía que era mejor que no hubiera venido por ella. Matar a un rey no 
sería bueno en su hoja de vida, y podría obstaculizar su fuga. Ella dudaba que los Var 
fueran a darle un juicio justo. Ella sonrió. Dudaba que pudiera ganar un juicio justo en un 
caso así. El asesinato era asesinato, después de todo, y ningún delito podría ser más 
premeditado que la muerte del Rey Attor por su mano, era todo lo que pensaba acerca de 
eso. 
—No vestiré como una muñeca para cualquier hombre, —dijo Ulyssa a la mujer, 
enunciando sus palabras. Dándole la espalda, despidiéndola. La mujer finalmente se 
rindió y la dejó sola. 
Cuando Attor dijo que tenía un harén, él no había mentido. Sólo podía esperar que se 
olvidara el tiempo suficiente para ella poder salir de esa cárcel lujosa. Rascándose detrás 
 
 
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de la oreja, ella negó nuevamente con la cabeza, ampliando sus ojos azules en la 
persistente mujer. 
Ulyssa llevaba pantalones negros ajustados y un top negro. Eran suyas, 
afortunadamente recuperados cuando llegó. Habían tomado todo lo demás, incluidos su 
comunicador y la pistola. Al menos la habían dejado en un descontaminante. Eso era algo, 
aunque habían estado buscándole enfermedades. 
Por el aspecto de las mujeres acicaladas, esperaban compañía. Ulyssa no tenía 
intención de sentarse alrededor y esperar a que esa visita llegara. Tranquilamente, caminó 
alrededor de la habitación hacia la mesa del buffet. 
Eligiendo la comida, comió rápidamente. A continuación, tomó una copa, y bebió a 
fondo el vino. Ella hubiera preferido licor fuerte, pero estaba feliz de que al menos era 
alcohol. No importa donde se dirigiera en las galaxias, cada raza tenía alguna versión de 
licor. 
—Emborracharse, el pasatiempo galáctico de Campeones, —murmuró en voz baja con 
una risita de diversión. 
El harén era justo lo que ella esperaba que pareciera, seda y satén, almohadas y pieles, 
una fuente de agua en el centro rodeado de árboles frutales y helechos amarillos. Los pisos 
eran cuadros de azulejos grises y blancos, construidos a partir de una piedra parecida al 
mármol. 
A Ulyssa le tomó un rato localizar el lugar donde ella los había visto antes, pero 
finalmente recordó que el palacio se veía como la vieja arquitectura marroquí en la Tierra. 
Ella había visto las ruinas una vez cuando era una niña y había estado fascinada por sus 
patrones intrincados. Sin embargo, también había una influencia de castillo medieval 
dentro de la estructura básica. 
Había un aviario en el centro de la habitación donde un sofliar cantaba alguna canción 
triste, sin parar, una y otra vez, hasta que Ulyssa quiso retorcerle su pequeño cuello 
plumoso. Había leído los documentos históricos sobre lugares como los harenes en la 
Tierra, de hace mucho tiempo. Ella nunca había pensado que viviría para ver la definición 
de primera mano. 
Ulyssa posó sus ojos en las mujeres con disgusto mientras tomaba otro bocado. Ella 
estaba atrapada nuevamente con mujeres de sonrisa boba que no hacían nada durante 
 
 
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todo el día pero se acicalaban mientras esperaban a que un hombre viniera a elegirles para 
el sexo. Ella no podía decir que eran peores que las mujeres en el barco de Novias Galaxia, 
pero eran simplemente patéticas. 
¡Uf, no gracias! 
El harén sólo demostró una vez más cuan bárbaro era realmente el planeta Qurilixen. 
Ella estaba un poco sorprendida al saber que tenía la capacidad para viajes espaciales. Sin 
embargo, optaron por no emplear los más finos avances tecnológicos en la vida y en su 
lugar optaron por una existencia simplista. 
Ella había estado por todas las galaxias y había visto muchas cosas. El pueblo de Var 
era todavía una raza demasiado primitiva para su gusto, pero su talento para el arte y el 
diseño tenía que ser admirado. Nunca uno reduce la velocidad y observa las cosas buenas 
de la vida, Ulyssa se sorprendió encontrándose a sí misma mirando las tallas intrincadas 
sobre el arco de las puertas principales del harén, o los patrones particularmente 
hermosos, simétricos que brillantemente mostraban colores —azules, rojo, naranja, oro, 
verde —incrustados en las paredes. Un diseño circular en particular era bastante 
vertiginoso cuando miró de cerca. Ella parpadeó, tocando la superficie desigual con 
fascinación. 
La prisión habría sido soportable para Ulyssa si ella todavía tuviera una misión. Ella 
funcionaba mucho mejor cuando tenía un propósito para ocupar sus pensamientos y 
mantenerse ocupada. Ahora su único objetivo era escapar de su prisión y esperar tres 
meses para que un barco viniera a recogerla. Lo bueno era que tenía un comunicador de 
seguridad en su campamento o el barco nunca sería capaz de localizarla. Estaba cubierta a 
profundidad y eso significaba ningún transmisor corporal. Eran demasiado fáciles de 
encontrar en una exploración de cuerpo completo. 
Pensando en su situación, frunció el ceño. Con su campamento encubierto, podría 
tardar tres meses sólo para encontrar el sitio. Había estado inconsciente cuando fue 
llevada al Palacio Var, y no tenía ni idea de en qué dirección empezar a caminar. La 
perspectiva grave de su situación no le perturbaba. En realidad, era todo lo contrario. La 
excitaba sobremanera. 
Viendo la oportunidad que había estado esperando, observó como la Guardia del 
harén ayudó a un sirviente a llevar en una bandeja grande lo que parecía un cerdo asado. 
Mientras gruñían y se tensaban con el pesado peso, Ulyssa se deslizó sobre su espalda y 
salió por la puerta sin previo aviso. 
 
 
 17 
Si la suerte estaba de su parte, todas las salas estarían vacías y no se vería forzada a 
luchar contra cualquiera de los hombres gato. No es que estuviera demasiado asustada 
para intentarlo. Podrían ser capaces de someterla en grupo, pero si era uno a uno, entonces 
estaba segura de que podría hacerlos caer. 
Las paredes del largo pasillo del Palacio Var eran lisas, con incrustaciones de 
mosaicos intrincados. El pasillo sí estaba vacío. Ella sonrió, sintiendo su sangre agitarse a 
la señal de peligro. La adrenalina bombeaba en sus venas, electrizándole como nada más 
podría. Sin detenerse a mirar a su alrededor, ella corrió por el pasillo y tomó la primera 
curva. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 18 
 
Capítulo 2 
 
Ulyssa continuó por los pasillos, dando varias vueltas más. Ciegamente trató de 
guiar su camino a algo que le diera algún indicio de fuga. Los pasillos parecían laberintos 
y pronto notó que estaba perdida en ellos. 
Escuchando un ruido detrás de ella y temiendo que podría ser un guardia Var del 
harén, se deslizó por una esquina para esconderse. Casi instantáneamente, chocó contra 
un pecho cálido y firme. Ulyssa se echó hacia atrás por la sorpresa justo cuando dos 
fuertes manos sujetaron sus brazos como una prensa. 
—Relájate —dijo una voz—. El oscuro y rico sonido envió escalofríos por su 
espalda, brotando bajo su carne ráfagas de deseo sensible. Cada pulgada de ella 
hormigueó. Luchó por respirar. El hombre se rió entre dientes, y con un sonido 
seductoramentebajo preguntó — ¿A dónde crees que vas? 
Ulyssa retrocedió, girándose bruscamente con el ceño fruncido. Lista para pelear 
con cualquier clase de criatura que se atreviera a tocarla. Su mirada se encontró con dos 
ojos oscuros y curiosos y se quedó inmóvil. Su corazón casi dejó de latir en su pecho. No 
podía respirar, apenas podía pensar. El deseo, caliente y líquido, se disparó sobre ella al 
ver al guapo hombre que la sostenía. Nunca su cuerpo había reaccionado con esa fiera 
conciencia, como para quedar atónita o sordo—muda. 
Una oscura barba sombreaba la cincelada mandíbula del hombre, a juego con el 
largo pelo negro que caía sobre sus anchos hombros. Él estaba perfectamente constituido, 
no muy ancho ni muy delgado. Incluso inmóvil, ella podía decir que él se movería con la 
elegancia de su especie. Había algo lento y seductor en la forma en que los Var se movían, 
como cazadores agazapados, listos para atacar, acechando a su presa. Ella había visto la 
calidad atlética en todos los guerreros, pero nunca la posibilidad de ser su presa la excitó 
hasta ese momento. 
Cintas de cuero negro con tachuelas plateadas agarradas y aseguradas a sus bíceps y 
muñecas, en ambos brazos. Su camisa parecía ser una pieza de material con dos correas 
 
 
 19 
estrechas sobre sus hombros, estaban unidas por un cordón negro cruzado bajo sus brazos, 
dejando sus costados y cintura expuestos. 
Ulyssa casi se desmayó cuando tórridas imágenes se arremolinaron en su cabeza. Él 
no vestía la túnica de los guardias, por lo que ella no estaba preocupada de que la 
arrestara y la llevara de vuelta a Attor. De hecho, no estaba preocupada por nada por el 
momento. Espontáneamente, sus ojos continuaron bajando, sobre su cuerpo. Él no la 
detuvo, no sacudió su brazo para tener su atención. Inconsciente de la acción, ella se lamió 
sus labios, repentinamente hambrientos por atención masculina. 
Sus pantalones eran del mismo material de la camisa, suave, también moldeando su 
cuerpo firme, delicioso. Un cinturón combinaba con su brazalete, agarrado alrededor de su 
cintura estrecha. Más cordones cruzaban desde la rodilla, sobre la longitud exterior de sus 
muslos, no dejando ni una marca de firme músculo a la imaginación, como lo revelaba la 
bronceada carne hasta la cadera. Ella flexionó sus dedos, deseando llegar adelante, 
sumergirse bajo el material para sentirlo a él. 
Un ruido bajo irrumpió en los pensamientos de Ulyssa. Ella parpadeó sorprendida, 
casi olvidando dónde estaba y lo qué había estado haciendo. Antes de que ella pudiera 
pensar en protestar, su captor la empujó hacia su musculoso pecho y la presionó contra la 
pared. 
La piedra a lo largo de la columna estaba fría, haciendo un extraño contraste con el 
duro calor de él a lo largo de su cuerpo delgado. Ella jadeó, atrapada por su cuerpo. La 
gruesa excitación de él creció entre ellos, inequívocamente en deseo. La presión provocó 
una reacción líquida dentro de sus entrañas. Sus pezones se endurecieron fuertemente 
contra su camisa, hormigueando cuando su respiración se aceleró, lo que causó que se 
frotaran a lo largo de su pecho. Ulyssa se estremeció, su cabeza gritaba por pelear y correr. 
Ella no se podía mover. Un eufórico trance la atrapó en su red, drenándole la razón. 
— ¿Cuándo una mujer mira a un hombre con esa invitación, quién es él para 
negarse? —dijo el hombre Var en su tono de voz bajo y retumbante. La pasión hizo que 
sus palabras sonaran roncas. Su cálido aliento sopló sobre su mejilla, causándole un 
escalofrío de anticipación. 
El hombre audazmente se movió contra ella y Ulyssa sintió la presión de su deseo 
meciéndose suavemente en su cadera. Ella sintió su calor en sus pechos, convirtiendo sus 
pezones en puntos duros y atrayentes. Cuando ella miró dentro de sus ojos profundos, 
 
 
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ojos con manchas color ámbar dentro de un oscuro mar de café y negro, ella supo que 
estaba en problemas. 
El príncipe Kirill trató de tomar un hondo respiro, tratando en vano de hacer a su 
cuerpo alejarse de la suave mujer que tenía atrapada contra la pared. Él no podía hacer a 
sus miembros obedecer. Cada nervio le gritaba que continuara. Su cuerpo estaba rígido 
con el estrés de varios días. Había sido bastante tiempo desde que había tenido una mujer, 
incluso más desde que había tenido a una mujer tan adorable como esta criatura ante él. 
Ella aún no hablaba. Pero lo que ella no decía con su voz, lo gritaba con sus ojos 
grandes y azules, ojos oscuros y que brillaban con las estrellas del espacio profundo. Él 
pudo ver cómo un hombre se perdería fácilmente en su mirada. Ella era la visión más 
hermosa que había tenido. Su longitud entera tembló, lista para responder a la llamada 
primitiva de su cuerpo al suyo. 
Su pelo era de un peculiar tono rubio rojizo, recogido hacia atrás de su cara en un 
moño que descansaba pulcramente sobre la larga forma de su cuello. Él quería liberarlo, 
pero se contuvo. Al bajar la mirada por su cuerpo tonificado, gruño de placer. 
Un pensamiento destelló en su cabeza al preguntarse quién era ella, qué estaba 
haciendo sola, caminando sin escolta en su sección del palacio. Cuando sus labios se 
entreabrieron, el pensamiento huyó y no le importó. Él necesitaba liberar la tensión de su 
cuerpo, el duro y punzante dolor de sus entrañas. Su corazón bombeó fuerte en su pecho, 
llevando lujuria a cada miembro. Él estaba listo para reclamarla. Sería fácil inmovilizarla 
en la pared y tenerla justo ahí en el pasillo vacío. Él quería ver también si ella se lo 
permitía. 
De repente, el pensamiento retornó a él. — ¿Eres una de las de Attor? 
Ulyssa pestañeó, mirándolo momentáneamente aturdida. Lentamente sacudió su 
cabeza negando. En un bajo y gutural tono, ella susurró. —No. 
 Kirill gimió, sintiendo el húmedo calor de su deseo irradiando de sus muslos. Sus 
ojos bajaron a su boca justo cuando su lengua rodeó el borde de su labio inferior en 
invitación. Presionó su cuerpo firmemente contra ella. Dejándola sentir toda la longitud de 
su deseo, balanceó sus caderas, apretándola a lo largo de su ropa. Una lenta y seductora 
sonrisa curvó su boca como si la invitara a un beso con el simple levantamiento de su 
mandíbula. Para su gran placer, ella se inclinó, aceptando su boca ofrecida sin vacilar. Sus 
 
 
 21 
labios estaban calientes, suaves y cuando ella los inclinó ofreciéndoselos, gimió 
ligeramente. 
Ulyssa lo vio moverse, su confiada boca curvándose en una masculina invitación. Su 
fuerte aroma masculino la atrajo, tentando sus sentidos, incrementando sus deseos. Sin 
pensar, ella se inclinó para besarlo, atrayéndolo para descubrir si él sabía tan bien como 
lucía. Sus labios se apartaron. Sus dedos rosaron un lado de sus mejillas para acercarlo. Su 
largo pelo era como seda cuando rozó la parte de atrás con sus manos. 
Ni una sola vez se paró a pensar que él era un extraño, que no era siquiera humano. 
Hasta el momento, no le importaba. Él era sólido, real y tan sensual. Hacía ya tiempo 
desde que sintió una fracción del deseo que ahora sentía dentro de sus brazos. Y, si era 
perfectamente honesta con ella misma, quería ver qué tan salvajes eran los gatos Var en la 
cama. Con su gracia y destreza natural, ella apostaba a que eran dignos amantes. 
Ella escuchó un suspiro suave, femenino y notó que venía de sus labios. 
Sorprendida, se apartó al mismo tiempo que la lengua de terciopelo de él estaba a punto 
de entrar en su boca. El breve toque envió una sacudida en todo su cuerpo, tan intensa que 
se inclinó para aceptarla. 
Kirill se apartó con una pregunta en su mirada cuando la saboreó. Su placentera 
expresión se desvaneció en un leve ceño. Sujetándola de los brazos, él preguntó, muy 
seriamente, — ¿Bebiste nef, verdad? Bastante porque tu mirada está vidriosa y esa es una 
indicación. 
— ¿Nef? —repitió Ulyssa, tratando de liberarse de su agarre, queriendo estar de 
vuelta contra su firmecuerpo. Ella presionó su oreja en sus hombros, preguntándose si el 
traductor se había roto. 
Kirill hizo un ligero ceño de disgusto, cuando lentamente hablo. —Trata de 
concentrarte, humana. Tú perteneces al Rey. Tú eras de él. 
Ulyssa parpadeó, tratando de entender sus palabras bajas. Su cambio de idioma no 
la ayudó en su confusión. ¿Por qué la había alejado de él? ¿Qué pasó? Su corazón golpeó, 
alimentando su deseo por mil. Sé estremeció incontrolablemente. Su cuerpo estaba 
húmedo, listo, pulsando con feroz abandono. —No, no pertenezco a nadie, sólo a mí 
misma. 
 
 
 22 
De nuevo ella trató de inclinarse y otra vez él la apartó, agarrando firmemente sus 
hombros con sus manos fuertes. Ulyssa gimió roncamente. Ella miró su cuerpo hacia sus 
delgadas caderas. Su excitación presionó fuerte contra los confines de sus pantalones. En 
un trance, ella alcanzó a tocarlo. 
Kirill se río entre dientes, evitando ingeniosamente el contacto de su mano 
buscándolo. Diciéndose a sí mismo, reflexionó. —Si no percibiera la inequívoca esencia 
humana en ti, hubiera jurado que eras una mujer Var. Eres audaz y asertiva. 
Ulyssa pestañeó, preguntándose por el comentario y la aprobación que detectó en él. 
—Vamos —instó Kirill. —Déjame sacarte de aquí. Es obvio que no sabes lo que 
haces. Te sermonearía sobre beber lo que no conoces, pero no creo que estés dispuesta a 
entenderme ahora mismo de todas maneras. 
Ulyssa de nuevo parpadeó confusa. ¿De qué estaba hablando? Ella miró su propio 
cuerpo. ¿Ella olía mal o algo? ¿Él estaba casado? ¿Qué le pasó para hacerlo parar? Frunció 
el ceño. ¿Era sólo ella o sus pechos estaban hinchados y sensibles? Miro hacia ellos y 
estuvo segura que lucían más grandes de lo normal. Tarareando suavemente, cubrió sus 
pechos en sus palmas, sintiendo la instantánea satisfacción de la caricia. Un bajo sonido de 
maravilla escapó de ella y de repente se sintió mareada cuando pellizcó sus pezones. 
Kirill gimió, inclinándose para bajar las manos de ella. —Ah, tú conduces a un 
hombre a la distracción, ¿verdad, humana? 
 
Ulyssa se volvió para mirarlo. Él se rió al ver su mirada. 
— ¿Cuál es tu nombre, humana? —preguntó. 
—Ulyssa —dijo arrastrando las palabras sin pensar, girándose para mirar sus pechos 
adoloridos. Un dedo se cruzó por debajo de su barbilla, atrayendo su atención de vuelta a 
sus ojos negros. Ella suspiró graciosamente, sonriendo como una tonta y no importándole. 
—Lyssa, yo soy Kirill. Voy a llevarte a una parte diferente del castillo para que 
duermas y te saques los efectos del trago que tomaste. ¿Entiendes? 
Ulyssa frunció el ceño por su tono condescendiente. Sus ojos se estrecharon en 
disgusto, antes de ser distraída por la boca de él. 
 
 
 23 
Kirill rió suavemente. —Lo siento, pequeña, pero tendrás que perderte el 
apareamiento esta noche. No estás en condiciones de elegir pareja. 
Ulyssa resopló, no prestándole atención. 
Kirill frunció el ceño y miró alrededor del pasillo vacío, mientras pensaba que acción 
tomar. Finalmente, tomándola por su brazo, caminó con ella por el pasillo, lejos del harén. 
Él no la miró de nuevo cuando la condujo por los largos pasillos, serpenteando hasta que 
ella estuvo completamente perdida. A Ulyssa ni le importó. Lyssa no podría parar de 
mirar su cara, mientras sonreía como una criada estúpida. 
 
**** 
—Qué pesadilla —se quejó Ulyssa, juntando sus brazos sobre su cabeza. Sabanas de 
satén envolvían su cuerpo, deslizándose sobre su carne desnuda en una caricia 
cosquilleante. Por un momento, sonrió y se arqueó hacia atrás para sentir la lujosa 
comodidad. Una ola de alegría poco familiar se apoderó de ella. 
De repente, se congeló en la mitad de su estiramiento. La relajación en su cuerpo fue 
reemplazada por la lenta construcción de tensión en sus extremidades. Sus ojos se abrieron 
y se movieron. Estaba desnuda, en una cama extraña, en una extraña habitación de piedra. 
Esto no era una buena señal. 
Ulyssa disparada, se sentó en la cama. El gran dormitorio tenía un piso liso de 
piedra con alfombras tejidas. Podía decir que, como todo en el palacio Var, habían puesto 
una gran atención a los detalles en su decoración. Siendo fiel al estilo, la gran chimenea de 
mármol estaba tallada a la perfección y lucía un confortable fuego. La cama, cubierta de 
sábanas de satén azul oscuro y a juego con una colcha azul y plata, combinaban con el 
piso. Viendo dos entradas con arcos que conducían a la habitación, una con puerta y la 
otra sin ella, frunció el ceño. 
— ¿Dónde diablos estoy? 
Ulyssa retiró las cobijas de su cuerpo y se movió a un lado de la cama. Bajó sus pies 
descalzos al piso. Caminando a la entrada sin puerta, miró. Era un largo closet, lleno con 
nada más que ropa para vestir a un hombre. Un destello de una mirada pecaminosa y 
oscura vino a ella. Cerró los ojos y tomó un hondo respiro. 
 
 
 24 
—Piensa, Ulyssa, razona. 
Lyssa. 
El nombre fue un eco en su cabeza. Se estremeció, recordando una voz profunda, 
rica, con acento Var. Ella sabía que no era Attor. ¿Había dormido con el portador de esa 
voz? Seguramente si lo hizo, lo habría hecho como un plan de escape. No podía recordar 
ese plan, pero ella podía recordar cada detalle de un cuerpo firme junto a ella en el pasillo, 
apretándola y presionándola en la pared. Diablos, había estado lista para follarlo hasta 
sacarle los sesos justo ahí. ¿Por qué no podía? No era como si fuera tímida. 
Ulyssa frunció el ceño, arrugando la frente en una profunda reflexión. La noche se 
desplegó lentamente en su mente, nebulosa pero real. Había escapado del harén. Un 
hombre la encontró. Fue con él no pensando en escapar. 
Ulyssa hizo una mueca, pero no estaba avergonzada por sus acciones. Lo quería y 
había ido por él, no era un gran problema. Pero entonces, él la rechazó. Frunció el ceño, 
pegada en el recuerdo. ¿Él la había rechazado? Ahora, ¿cómo era eso posible? Eso nunca 
sucedía. 
—Nada pasó — susurró, no segura si sentía alivio o irritación. Su orgullo escoció por 
el recuerdo, pero hizo lo mejor para ignorarlo. Ligeramente, se rascó la espalda desnuda y 
fue a explorar el enorme closet. Era más grande que todas sus habitaciones en la Agencia. 
Frotando la parte de atrás de su nuca, continuó con el ceño fruncido. —Me trajo aquí. Me 
quité la ropa y se la pasé a él. Él me dejó aquí sola, insatisfecha. Huh. ¿Qué demonios es 
eso? 
Una ventana larga y rectangular comandaba la pared del closet, dejando entrar una 
suave luz del exterior. Pudo ver un balcón más allá de la ventana con piedra y pasamanos 
de metal en la orilla. El oscuro cielo verde azul se extendía ante ella y se dio cuenta que el 
dormitorio estaba elevado de la tierra. Una majestuosa muestra de bosque y montañas se 
extendía ante ella. Incluso podía ver un lago cristalino a la distancia. Su superficie vidriosa 
reflejaba los tres soles. 
 
Ulyssa quedó aturdida en un momentáneo silencio ante la vista imponente. Había 
algo bastante mágico sobre el palacio Var, algo que conmovió una parte suprimida de su 
 
 
 25 
ser. Pensó que era mejor no explorar esa parte de su alma. Algunas cosas era mejor 
dejarlas ocultas. 
Una rápida mirada a las habitaciones comprobó que se llevó sus ropas con él cuando 
la dejó. Buscó en el closet algo decente para vestir y encontró una camisa cruzada, como 
una que el hombre había vestido la noche anterior. Esa camisa era muy grande para su 
cuerpo más pequeño, pero no le importó. 
Sin importarle que estuviera robando, Ulyssa deslizó la prenda sobre su cabeza y la 
trató de ajustar a su talla pequeña, tirando y apretando los cordones. Hizo lo mismo con 
un par de pantalones, amarrándolos a lo largo de sus muslos. Usando la longitud extra de 
los cordones, hizo un improvisado cinturón entorno a su cintura. Entonces, encontró en el 
piso una chaqueta con largas mangas y se la puso. No había forma de que entrara en las 
botas de él, así queni siquiera lo intentó, optando por quedarse descalza por el momento. 
—No está mal, —murmuró, mirándose a sí misma en el espejo y se desató su cabello 
sólo para estirarlo hacia atrás nuevamente. Encontró que sería más fácil trabajar si estaba 
fuera de su camino. 
Caminando a través del dormitorio, lentamente abrió la segunda puerta y miró. La 
luz era tenue tras la brillantez de la chimenea del dormitorio. Lentamente, cerró la puerta 
y avanzó un poco. Lo que ella podía decir era que parecía una sala de estar con un sillón y 
sillas, más entradas arqueadas que llevaban a varias partes de la casa. 
—Aquí gatito, gatito, gatito —murmuró, un poco malévolamente—. Quien fuera el 
hombre, su rechazo escoció y ella reaccionó a eso. — ¿Estás ahí, pequeña bola de pelos? 
Esperó y no tuvo respuesta. Entrecerró los ojos ahora para ver que la luz del 
dormitorio no brillaba detrás de ella, atravesó la sala de estar. Al pasar por uno de los 
arcos decorativos, vio una gran cocina con comedor. Lo ignoró, yendo de inmediato al 
arco con puerta. Pensando que daba al exterior, empujó para abrirla. En su lugar, encontró 
un gran cuarto de baño. Una bañera rectangular con mosaicos y un montón de llaves 
procedentes de los lados de la pared. A su lado había probablemente la ducha más grande 
que había visto. Bueno, nunca había visto una, pero en la Agencia tenían fotos. A través 
del vidrio texturizado, ella detectó una banqueta. 
—Hum, —reflexionó Ulyssa— Paso recorriendo la habitación con una mirada 
irritada. 
 
 
 26 
—Quizás estoy mirando muy arriba. Estoy segura que debe haber una puerta para 
un gatito por aquí, en algún lugar. 
**** 
Kirill miró la puerta de su dormitorio abierta. Había estado sentado en la oscuridad, 
tratando de aliviar el estresante dolor de cabeza que se había construido detrás de sus ojos 
por la última semana. El dolor empezaba en la base de su cráneo e irradiaba a sus sienes, 
hasta que sus ojos casi no podían ver bien. 
Una pesada responsabilidad había sido lanzada sobre sus hombros, una 
responsabilidad para la que él realmente no estaba preparado: el bienestar de la gente Var. 
El Rey Attor no lo había dejado en una buena posición. Había llevado a la gente al borde 
de la guerra, convenciéndolos de que los Draig eran sus enemigos, e incluso fue más allá al 
atacar a la familia real Draig. 
Kirill quería ver paz en la tierra. Sin embargo, sabía que los hechos no presagiaban 
nada bueno. Los Draig tenían una larga lista de quejas contra el Rey Attor y el reino Var. 
Antes de su muerte, Attor había ordenado un ataque contra uno de los cuatro 
príncipes Draig, el cual terminó horriblemente para los Var. El Príncipe Yusef fue 
apuñalado en la espalda, la más cobarde vergüenza para el guardia Var que lo hizo. De no 
haber sido ejecutado en las prisiones Draig, él habría sido condenado al ostracismo por la 
comunidad Var. Por suerte, el Príncipe Yusef sobrevivió o de lo contrario ya estarían en 
batalla. 
Attor también había arreglado el secuestro de la nueva novia de Yusef. La Princesa 
Olena había sido rescatada o sino también los habría llevado a la guerra. El viejo Rey había 
tratado de envenenar a la Princesa Morrigan, la futura reina, en dos ocasiones distintas. 
Ella también vivió. Y esas sólo eran las ofensas que Kirill supo unas pocas semanas antes 
de la muerte de Attor. Él sólo podía imaginar las cosas que no sabía. 
Kirill suspiró, sintiéndose muy cansado. Sabía que desde su nacimiento que llegaría 
el día en que diera un paso adelante y guiara a los Var como su nuevo rey. Sólo había 
esperado que eso fuera en cien años o más. Su padre había sido un hombre fuerte, que 
tontamente había llegado a creerse como invencible. 
—Aquí, gatito, gatito, gatito —el susurro de su adorable invitada le quitó la 
completa atención de sus fuertes pensamientos. 
 
 
 27 
Ulyssa se inclinó como si esperara respuesta a su llamada insultante. Dejó caer sus 
dedos desde su sien y una sonrisa burlona llegó a sus labios. Cuando la miró, no estuvo 
seguro si estaba enojado o divertido por sus palabras. — ¿Estás por ahí, bola de pelos? —
dijo ella, un poco más alto. 
Ella vestía sus ropas. Nunca ese traje había lucido tan sexy. Su mandíbula se apretó 
por el interés masculino cuando la miró descaradamente. Demasiado bien recordaba la 
suavidad de su cuerpo contra el suyo y el suave placer que ofrecían sus dulces labios. Ella 
había hecho suaves gemidos cuando la tocó, ronroneando desde el fondo de su garganta. 
Aún con la ayuda del Nef, él estaba sorprendido de cuán fácil y confiadamente se fundió 
en él. Las Var eran salvajes, apasionadas y se sentían atraídas por las mismas cualidades 
en los demás. Él sospechaba que sería una amante indomable. 
Era muy malo que ella perteneciera primero a su padre. En su mente, eso la hacía 
completamente intocable, aunque nadie se atrevería a cuestionarlo si la reclamaba para 
llevarla a su cama. Técnicamente, por la ley Var, ella le pertenecía hasta que decidiera 
liberarla. Por un loco momento, pensó en mantenerla como su amante. Él sabía que no 
podía, pero pensarlo era entretenido. 
La sonrisa de Kirill se hizo más profunda. Ulyssa avanzó hacia la puerta del baño 
con el ceño fruncido. Era obvio que ella no lo vio en el oscuro rincón, mirándola. Detectó 
su maravilloso aroma cruzando la habitación: el olor del deseo de una mujer. Eso agitó su 
sangre, haciendo sus miembros pesados por el deseo. Y, por primera vez desde la muerte 
de su padre, su jaqueca se alivió sola. 
—Hum, a lo mejor estoy buscando muy alto. Estoy segura de que debe haber una 
puerta de gatito por ahí. 
Su sonrisa murió ante las palabras de ella. Era fácil detectar la burla en ella. 
— ¿Dónde está tu puerta gatito, eh? —susurró Ulyssa, su mirada azul buscando en 
la oscuridad. 
Kirill hizo una mueca de disgusto. Él la vio abrir la puerta de su armario de armas. 
Sus ojos rodaron. Ella asintió en apreciación antes de cerrar la puerta y continuar su 
búsqueda de una salida. 
Ella se detuvo en una pequeña ventana por la puerta de la cocina. Su cuello se estiró 
hacia un lado, mientras trataba de ver a través de la distancia. Kirill supo que ella miraba 
 
 
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el bosque. Por debajo de su respiración, susurró con vehemencia. — ¿Exactamente dónde 
me trajiste, bola de pelos? Oh, necesito salir de esta trampa de pulgas, aún si tengo que 
luchar con cada uno de los cobardes felinos para hacerlo. He luchado con especies el doble 
de grandes y tres veces más aterradoras. Una pareja de gatitos no me asustarán. 
Si esta mujer insolente quería jugar rudo, oh, él jugaría. Doblándose graciosamente 
hacia adelante, Kirill cambió incluso antes de que sus manos tocaran el piso. Puso 
silenciosamente una gruesa pata en el piso, seguida de una segunda. Pelaje negro corto 
ondeaba sobre su carne bronceada, mezclándose en las sombras. Sus ropas cayeron de su 
cuerpo y bajó su cabeza al avanzar hacia adelante. Un sonido de advertencia empezó en lo 
bajo de su garganta. Él estaba lívido. 
 
Ulyssa se congeló al oír el gruñido detrás de ella. Realmente no había esperado que 
alguien estuviera en la habitación o de lo contrario nunca hubiera despotricado como lo 
hizo. Mordiendo su labio, sus ojos automáticamente buscaron un arma cuando se volvió. 
Viendo la pantera de gran tamaño acecharla, su cuerpo bajo contra el piso como si 
ella fuera su presa y se quedó sin aliento. —Oh, espera, tranquilo ahí amigote. ¿Eres uno 
de ellos o eres sólo una mascota? 
Ulyssa había luchado contra todo tipo de especies alienígenas y sin embargo su 
entrenamiento no la había preparado para enfrentarse a un animal salvaje como este. Ella 
podía ver la velocidad templada en el cuerpo aerodinámico de la pantera. Armándose de 
valor, lo miró a los ojos y extendió la mano. — Estás ahí, hombre… guerrero... Var? 
¿Puedes oírme? 
El animal rugió, fuerte y largo, blandiendo sus colmillos mortales. Ella se sobresaltóhacia atrás por la sorpresa. Su mandíbula se cerró de golpe, como si fuera a morderla y sus 
bestiales ojos verdes con amarillo se achicaron en alerta. 
Ulyssa perdió toda su valentía mientras retrocedía hacia la pared. Su corazón se 
desbocó, saltando en su pecho. La adrenalina se precipitó por sus venas, haciéndola 
sacudirse. Su respiración salió en jadeos rasgados. Ella estaba aterrorizada, muy asustada 
como para gritar. 
El animal se acercó. Para su vergüenza, ella sintió que las lágrimas llenaban sus ojos. 
¡La agente que resultó ser! Su programación para este planeta no incluía combate animal. 
 
 
 29 
¿No se supone que uno se encogía ante animales salvajes y se les dejaba dominar? ¿O era 
al revés? Por su vida, no podía recordar. No era como si hubiera muchos animales salvajes 
corriendo por la tierra en esos días. Aquellos que los tenían los mantenían encerrados en 
conservatorios, manteniéndolos lejos de la interferencia humana y bajo sus propios 
recursos. 
La pantera rugió, trayendo su atención de vuelta al problema en cuestión. Ulyssa 
retrocedió, subiendo sus brazos para proteger su pecho y su cara cuando fue presionada 
en la pared de piedra. Algo azul oscuro se movió cerca de su nariz cuando volvió su 
cabeza. La imagen de una pantera se estiló delante de ella. Ella gimió, cerrando sus ojos. 
Su cuerpo se tensó, preparándose para el ataque inicial. El silencio siguió y ella no se pudo 
mover. 
—Shh —un susurro calmado y suave. —No pensé que te asustarías tanto por mí. 
Ulyssa jadeó, reconociendo el acento de la voz de Kirill de la noche anterior. Ella 
sintió el suave roce de sus dedos calientes en su mejilla. Por instinto, su mano se apretó en 
un puño y antes de que incluso pudiera abrir sus ojos, intentó pegarle. A ella no le gustaba 
tener miedo y el hecho de que él había sido capaz de asustarla la molestó. Su puño 
encontró su mandíbula, golpeando su cabeza hacia atrás. Pero, para su sorpresa, él ni 
trastabilló. La cabeza de él bajó en un movimiento controlado y sus ojos oscuros la 
perforaron. Lentamente, él movió su mandíbula. 
—Bastardo —le dijo y lo fulminó con la mirada. — ¿Cómo te atreves a asustarme? 
¡Debería destrozarte! 
—Dm —él sonrió. El corazón de Ulyssa revoloteó en su pecho ante la mirada que le 
dirigió. Él no estaba preocupado por sus amenazas. La boca de ella se secó. Los dedos de 
él fueron a su cuello, notando su rápido pulso. — ¿Cómo trataste de destrozarme anoche? 
—Y… yo —tartamudeó, en una repentina perdida. ¿Lo había atacado anoche? 
Luchando para despejar sus recuerdos nebulosos, trató de recordar. Los ojos de Kirill se 
dirigieron a su boca. Ella pudo sentir su calor sobre ella, absorbiéndolo en su piel. 
—Trataste de ofrecerte a mí y cuando me negué, amenazaste mi vida. 
Lamiendo sus labios, la mirada de Ulyssa fue a la cabeza de él y se movió por su 
cuerpo hacia abajo. Para su sorpresa, descubrió que su pecho estaba desnudo. Músculos 
duros se movieron bajo su piel, ondeando por la superficie de su perfección masculina. La 
 
 
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embriagadora esencia del hombre cayó sobre ella, con su intoxicante perfume que la dejó 
anhelante. La mirada de ella se movió sobre sus fuertes brazos, preguntándose cómo se 
sentirían sosteniéndola. Ni un gramo de grasa estropeaba su aspecto. 
Entonces, muy lentamente, asimiló sus palabras. Él se negó. Era como una cachetada 
en la cara. Sus ojos se agrandaron con horror. 
—Eres afortunada, brillen, —él murmuró. —Si hubiera sido esta noche, habrías 
muerto por la ofensa. 
Kirill se apartó de ella y se volvió. Ulyssa lo miró alejarse. Sus ojos se abrieron con 
sorpresa al ver que él estaba completamente desnudo. Una ola de ardiente deseo barrió a 
través de ella ante esa visión. No pudo evitarlo. De un modo retorcido, su rechazo sólo la 
hizo quererlo más. Amaba un desafío, y este hombre era definitivamente el desafío más 
atractivo que había visto en un largo tiempo. 
Lujosas ondas de negro cabello caían sobre su espalda y hombros, atrayendo los ojos 
femeninos hacia los duros músculos en torno a su columna y sus caderas estrechas. Sus 
tensas nalgas se movían con poder y gracia. Ella quería tocarlas, agarrarlas, controlarlas: 
controlarlo a él. Lástima que ella no le gustara. Pero, de nuevo, ¿cuándo te tiene que gustar 
una persona para dormir con ella? No es que ella quisiera estar por ahí haciendo una 
pequeña conversación primero. No es como si ella quisiera conocerlo en absoluto. Los 
hombres guapos nunca tienen algo interesante que decir. 
Ulyssa lamió sus labios en anticipación. Sonrió y ni siquiera vaciló antes de seguirlo 
al dormitorio. Él era lindo. Su cacería del día. Si él trataba de hablar, ella sólo tenía que 
amordazarlo para que se callara o por último darle a su boca un mejor uso. Dando un 
pequeño meneo de práctica a sus caderas, ella pensó, no estoy borracha ahora. ¡Veamos si 
intenta negarse a mí de nuevo! 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 3 
 
Kirill la había encerrado. Ulyssa se detuvo y trató de abrir la manija una segunda 
vez. Sí, definitivamente él la había dejado fuera de su dormitorio. Sus mejillas flamearon. 
Poniendo las manos en sus caderas, dio un rabioso golpe con su pie en el piso. Bien, si él 
iba a ser un mojigato no había nada que hacer al respecto. Tonto estúpido, se iba a perder 
el mejor sexo que le hubieran ofrecido en su vida. 
 Golpeando la puerta, ella gritó: —¡Hey minino! ¿Te importaría decirme cómo salir 
de aquí? 
Para su sorpresa, la puerta se abrió. Él estaba completamente vestido, como lo había 
estado la noche anterior, seductoramente ajustado y en negro. Se apartó de la puerta para 
dejarlo pasar. 
—No me tientes a cambiar, mujer. No seré tan amable como para retroceder la 
próxima vez—. La voz de Kirill fue fuerte. Él pasó junto a ella hacia la sala de estar, 
recogiendo sus ropas del suelo. En voz baja ella le oyó murmurar algo sobre arrancarle la 
molesta garganta para callarla. Pensó que era mejor no pedirle que aclarara toda la frase. 
—Lo siento —respondió, poniendo los ojos en su espalda y haciendo una mueca. 
Yendo al lado del baño él empujó un azulejo. Cuando una entrada apareció en la pared, 
tiró la ropa al interior y caminó hacia la cocina. El agujero se cerró detrás de él. 
Cuando ignoró su tibia disculpa, ella lo siguió a la cocina y le exigió en voz baja. 
—Y, ¿cómo sales de aquí? 
— ¿Alguna vez paras de hablar? —Preguntó divertido. —La mañana es tiempo de 
silencio y reflexión del día. 
La cocina fue construida de metal industrial contra piedra. A pesar de que estaban 
en un castillo, era muy moderno. Ulyssa lo vio abrir un armario y tomar un plato. Ella hizo 
todo lo posible para no sonreír. A continuación, tomó una jarra de leche de la nevera. Se 
 
 
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mordió el labio para no reírse. Oh, era tan fácil: gatito con su plato de leche. Incapaz de 
resistirse, preguntó. — ¿Tomando el desayuno? 
Él le dirigió una expresión desconcertada. Ulyssa resopló cuando trató de no reírse. 
— ¿Qué pasa contigo ahora? —Kirill preguntó, con su frente fruncida. 
—Eh, nada —logró decir, aun luchando por controlarse. 
—Eres extraña, ¿no es verdad? ¿Supongo que no escapaste de la sala médica, no? 
La expresión de Ulyssa cayó. 
—Supongo que no —contestó él mismo. 
Tomando un recipiente metálico, vertió una sustancia en polvo en ella y luego le 
añadió leche. Le entregó el plato. Ella miró la papilla con disgusto. Él alejó la leche, tomó 
una cuchara y la enterró en el plato. 
—Toma, come. Luego te devolveré al harén. 
El estómago de Ulyssa gruñó, como para responder por ella. Estaba muerta de 
hambre. Levantando lentamente la cuchara, probó la mezcla con la punta de su lengua. 
Tenía un sabor suave, como la pasta de leche y se atrevió con un bocado más grande. 
—Sólo ha sido una noche de emparejamiento, —dijo Kirill, moviéndose de la cocina 
a la oscura sala de estar. Hizo una pausa para estirar los brazos sobre sucabeza. —Si eres 
afortunada, algunos de los solteros disponibles todavía estarán sin pareja. 
—¿Disculpa? —Se atragantó, dejando caer la cuchara en el plato que llevaba consigo. 
—¿Qué es exactamente esa cosa del emparejamiento que quieres que yo haga? 
—Los Var solteros vienen a cortejar a sus compañeras, al menos quienes no le han 
dado hijos al Rey Attor. Aquellas que lo deseen se casarán —Kirill dejó de estirarse y se 
volteó para estudiarla. 
—Oh, no —Ulyssa dijo, sacudiendo se cabeza. —¡Demonios, ni por casualidad! El 
Rey Attor no me va a entregar a ningún… 
Su frente se levantó en advertencia, como si pudiera sentir que venía un insulto. Lo 
contuvo con un poco de esfuerzo. Ella no solía contener su lengua. 
 
 
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—… ningún hombre —terminó débilmente. 
—Tienes razón —dijo Kirill —El Rey Attor no lo hará. Seré yo. 
—¿Tú?, ¿quién eres tú para decidir mi destino? —Ulyssa dio un amenazador paso 
hacia adelante y frunció el ceño. —Sólo eres un… No sé lo que eres. ¿Algún guardia?, ¿qué 
te importa si me caso? 
Los brazos de Kirill se cruzaron sobre su robusto pecho de una manera dominante. 
Su cabeza se inclinó arrogante hacia el lado. No dijo nada. 
—Oh, ya veo. Eres un guardia y me elegiste para… cortejarme —Ulyssa suspiró—
Escucha, estoy realmente halagada, pero yo… 
 
—Yo no tengo ningún deseo de emparejarme —dijo Kirill. 
—Oh, entonces estoy segura de que podemos llegar a alguna clase de arreglo— 
Ulyssa le disparó su más dulce sonrisa, dejando sus pestañas revolotearan sobre sus ojos. 
Era una mirada que reservaba para ocasiones especiales justo como ésta. Era una mirada 
que un hombre no podía resistir. 
Kirill no se movió, excepto para pestañear, sin mostrar interés masculino. 
—Bien —se quejó y puso los ojos en blanco hacia el cielo. —Escucha, seré honesta. 
No pertenezco aquí. No quiero casarme y barrer bolas de pelo el resto de mis días. Como 
puedes ver, haría de la vida de cualquier Var un infierno viviente. No estoy hecha para ser 
una… 
—¿Qué es ese lugar, el infierno? —Kirill la interrumpió. —¿Cómo vives en ese lugar? 
—Es ambos, un lugar y un concepto. Los humanos pecadores van ahí cuando 
mueren y… ah, no tiene importancia —Ulyssa movió una mano hacia él distraída. —¡Es 
malo, muy malo! Es como ser quemado vivo y torturado al mismo tiempo, cada día, todo 
el día, eternamente. Eso es lo que estar casada sería para mí. 
Kirill frunció el ceño, mirándola como si estuviera loca. 
 
 
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Ulyssa continuó. —Así que si fueras tan amable de decirle al Rey Attor que no me 
viste y me indicas la dirección de la salida más cercana, yo felizmente saldré de aquí. 
Nunca tendrás que poner los ojos en mí otra vez. 
Como si una idea de repente se le presentará, él dijo —¿No te lo han dicho? 
—¿Decirme qué? —Su queja de frustración fue audible. 
—¿Cómo puede ser? —Preguntó Kirill. Su cara se suavizó, así como su voz. —¿No 
estabas en el harén? Pensé que hacían un anuncio. Taura es quien usualmente se asegura 
de que el harén funcione sin problemas. 
—Yo… exactamente yo no hablé con las otras mujeres de ahí —respondió Ulyssa, 
recordando como la evitaban, como si les fuera a pegar alguna plaga. —¿Por qué 
preguntas? 
—Siento mucho tener que decirte esto, pero el Rey Attor está muerto. Murió hace 
una semana, en una batalla. Tenía la impresión de que tus compañeras habían sido 
informadas de eso. 
Ulyssa mantuvo su cara en blanco. —¿El Rey está muerto? 
 
—Si te hace sentir mejor, él murió valientemente —comento Kirill. 
—¿Qué me importa? —Se encogió de hombros. Su mente daba vueltas con 
preguntas y esquemas. Con el Rey muerto, el castillo podría estar en un estado de 
agitación. Podría funcionar a su favor. O, todo podría bloquearse y volverse contra ella. 
—Attor era un idiota bárbaro, yo digo… ya era hora. 
Después de decir las palabras, las quiso retirar. ¿Qué tenía este hombre que la 
desarmaba y la hacía pensar más en sexo y menos en sobrevivir? Los ojos de Kirill 
cayeron, pero ella no se dio cuenta. Cuando la miró de nuevo, su rostro estaba endurecido. 
—Entonces, ¿con quién tiene que negociar una chica para tener un poco de libertad 
aquí?— Preguntó, con ligereza. 
—Conmigo —respondió. 
 
 
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Ulyssa se centró en él una vez más, lanzándole una sonrisa juguetona. Su frente se 
levantó de su rostro cuando le preguntó —¿Ah, sí?, ¿por qué tú, cariño? 
—Porque soy el hijo mayor de Attor y el futuro Rey de los Var —las palabras de 
Kirill fueron suaves, pero mortales. 
Ulyssa palideció, al instante lamentó sus palabras sobre su padre. Ella nunca había 
dicho si se habían conocido. Se puso de pie, sin palabras, con la boca ligeramente 
entreabierta. Los ojos de él brillaron con una amenaza de oro y por un momento, ella 
pensó que cambiaría y la apartaría. Para su sorpresa, Kirill se alejó de ella y caminó hacia 
la oscuridad. 
En la oscura esquina, ella vio como una puerta se abría para ofrecer luz. Quería 
patearse a sí misma por no verlo antes, la puerta frontal a la vista y sin llave. El hermoso 
cuerpo de Kirill llenó el marco de la puerta antes de que la puerta se cerrara una vez más. 
Ulyssa fue impulsada a la acción inmediata, con miedo de que él la encerrara. 
Cuando llegó a la puerta, la abrió y miró por el largo pasillo. Kirill se había ido y ella era 
libre para irse. 
**** 
Kirill irrumpió por los pasillos del castillo, ansioso por alejarse de la agravante mujer 
en su casa. Él no tenía tiempo para lidiar con ella. Él no quería lidiar con ella, ni hoy ni 
nunca. La dejaría irse. ¿Qué le importaba si se escapaba? Sería una mujer menos de Attor 
por la que preocuparse. 
En unos pocos días, las mujeres de Attor serían libres para ir por el castillo, prefirió 
no pensarlo. Sin embargo, hasta que un nuevo Rey fuera oficialmente coronado, el castillo 
se mantendría bajo llave. Después de su coronación, sería él quien decidiría el destino de 
las mujeres. Así, la mayoría de ellas habían expresado interés en casarse con los soldados 
Var. Era una sabia y lógica decisión, ya que tendrían su propia casa y serían cuidadas. 
Muchos Var elegían emparejarse de por vida, otros por medio compañeros y estaban 
felices y contentos. Las mujeres estarían provistas, cuidadas e incluso amadas. 
Kirill repentinamente paró. Espontáneamente, sus ojos fueron detrás de él, mirando 
en dirección a su casa. Tragó saliva. No importaba como trataba de negarlo, él quería a la 
frustrante muchacha. Ulyssa. ¡Gatos sagrados! Era bonita, ardiente y atrevida. Su sólo olor 
agitaba su sangre, haciéndole querer saltar y hacer estragos. Sólo una vez ella mostró 
 
 
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miedo de él, aunque él lo había detectado en otras ocasiones, un olor débil que era 
suprimido y bien escondido. 
Él no podía culparla por temerle a su forma de pantera. Él había hecho todo lo 
posible para asustarla. Pero cuando vio que su fachada valiente se derrumbaba y su 
cuerpo temblaba de la forma más femenina, no pudo continuar. Él quería, no, necesitaba, 
darle comodidad y confort. Notarlo lo hizo detenerse. Su cercanía le aceleraba y agitaba la 
sangre. Si era honesto consigo mismo, su cuerpo la necesitaba, la deseaba más que 
cualquier otra cosa en un largo tiempo. 
¿Necesitar? Él no necesitaba a nadie. No podía. Él era el futuro Rey. ¿Su padre no 
había dicho que todos los reyes deben estar solos, en deuda con nadie? 
—Ser gobernado por una mujer es ser gobernado por la debilidad. —Él podía escuchar la 
voz brusca de su padre claramente, mientras las palabras de Attor se renovaban en su 
cabeza. 
—No la necesito. Necesito liberarme —gruñó en voz baja, moviéndose para acechar 
los pasillos una vez más. —Ella es una extraña. No es especial. Cualquier mujer lo sería, 
mientras sus muslos estén abiertos y su cuerpo suave. No necesito a nadie. 
Kirill se volvió, mirando una vez más sobre su hombro. 
—No necesito a nadie. 
**** 
Ulyssa estaba perdida otra vez en los laberínticos pasillos del palacio.Era extraño, 
pero en una hora de búsqueda, sólo se había cruzado con un guardia y había sido fácil de 
evitar. Sacudió su cabeza. La seguridad en el palacio parecía ser bastante deficiente. Si ella 
estuviera a cargo… espera. ¿Qué estaba pensando? Ella no quería tener nada que ver con 
este lugar pagano. 
Ella frunció el ceño, mirando los interminables pasillos con un sentido de 
aburrimiento, tratando de recordar si ella había visto un patrón particular en la pared. El 
mosaico de azulejos empezaba a parecerse y empezó a desarrollar una migraña por 
concentrarse en ellos, así como trataba de memorizar sus diseños únicos. No lo hizo bien. 
Ella estaba definitivamente perdida, aún más que al principio. 
 
 
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Los pensamientos de Ulyssa fueron hacia el futuro Rey de los Var. Debería haber 
sabido que pertenecía a la realeza. Su bárbara y poderosa naturaleza se irradiaba en su 
gracia natural. Él era real y fuerte. Había una aguda inteligencia en su mirada, una firme 
advertencia, una tranquila prudencia. Ulyssa estaba entrenada en cómo leer a la gente. Los 
Shifters no eran diferentes de los humanos, una vez que estudiabas sus hábitos. Todo lo 
que necesitaba saber sobre sus enemigos estaba en sus acciones y expresiones. 
El hecho de que no había mostrado enojo por sus palabras contra su padre hablaba 
por sí sólo. Este era un hombre que esperaba el momento oportuno para atacar. Un 
hombre de sangre caliente la habría matado por tales calumnias, o al menos la habría 
golpeado. No el Príncipe Kirill. Él era tranquilo, calmado. Él era una fuerza para tener 
cuidado y definitivamente el hombre perfecto para guiar a la primitiva nación Var. Ella 
estaba contenta de no tener que estar cerca lo suficiente para ver su gobierno. 
Ulyssa paró poniendo atención a dónde iba, cuando una pequeña sonrisa vino a su 
cara. El Príncipe Kirill era definitivamente una de las más guapas criaturas que había visto 
en un largo tiempo y había visto muchas. Su propio cuerpo se calentaba y derretía sólo de 
pensar en la manera en que él se movía. Sus brazos dolían por tocarlo. Podía apostar a que 
sería salvaje en la cama. Era una lástima que ella no lo pudiera descubrir. 
Casi tan malo, como que ella quería probar sus habilidades como amante, ella quería 
probar sus habilidades como luchador. Con esos reflejos animales, ella apostaría a que era 
un digno combatiente, incluso sin —cambiarse— o transformarse. Oh, ¡y sus armas! Casi 
se había desmayado de emoción al verlas. Sus dedos todavía picaban por querer sacar sus 
espadas del gabinete de armas. Ella sabía unos pocos movimientos defensivos, pero quería 
aprender más. Nunca parecía haber tiempo en la Agencia para el entrenamiento con las 
armas arcaicas. Casi todas las especies con las que había lidiado usaban algún tipo de 
arma. Los que no lo hicieron, no estuvieron a cargo de su unidad. 
—¡Alto! 
—Ulyssa pestañeó al uniformado, sorprendida pero no asustada. Se volvió para ver 
a un gran guerrero Var parado ante ella. El hombre era medio transformado, sus 
características no eran todas de gato ni todas humanas. Él vestía una túnica de guardia, 
estilo medieval. Una ligera piel de tigre cubría su cara y cuello color naranja y negro, 
imitado por la piel en sus manos. Su voz era como un campo de grava, distorsionada por 
el inicio de un rugido. 
 
 
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Ulyssa sonrió, con ganas de un poco de pelea. Una ceja se levantó hábilmente en su 
cara. Había sólo uno de ellos y ella quería probar sus habilidades con los Var en una lucha 
justa. —¿Si? 
—No puedes estar caminando por los pasillos —dijo el hombre tigre. 
Ulyssa trató de esconder su sonrisa. —¿Oh? ¿Y eso por qué? 
—Porque está prohibido en la noche de la coronación —respondió otra voz. 
El segundo Var estaba detrás de ella. Ulyssa se congeló. No había escuchado que se 
aproximaba. No había gruñido en su tono, sólo un dominio plano. La oscuridad en su voz 
le dio escalofríos. Lentamente giró. Ante ella un gran guerrero, quizás el más grande 
guerrero Var que había visto. Hizo una mueca, no sería tan fácil de vencer. Incluso sin su 
impresionante físico, detectó una calidad de guerrero militar. 
—Y yo tengo permiso —respondió Ulyssa débilmente. Se odiaba a si misma por 
tartamudear. 
—¿Permiso? —Repitió el gran guerrero, sin mostrar nada desde su cara seria. 
Luego, girándose al hombre tigre, ordenó —En camino, Navid. 
—Si, comandante Falke —el tigre Navid respondió. 
A Ulyssa ni le importó ver al guardia obedecer. Era la menor de sus preocupaciones. 
Falke se giró de nuevo a ella y otra vez le solicitó, —¿Permiso? 
—Si —mintió Ulyssa, levantando su mandíbula. —Del Príncipe Kirill. 
La ceja de Falke se levantó, urgiéndola silenciosamente a continuar. 
—Él me ha elegido como su mujer —dijo, mirando la cara del hombre 
cuidadosamente. —Pasé la noche en su habitación, así que exijo que me deje ir antes de 
incurrir en la ira del Rey. 
—Navid, regresa aquí —Falke se inclinó hacia adelante para olerla. Sus ojos miraron 
su atuendo. Al final, asintió. —Mi hermano ha elegido a su mujer. Tómala y prepárala 
para él, luego llévala a los aposentos del Príncipe Kirill. 
¿Él era el hermano de Kirill? Oh, demonios. ¡Realmente lo hice bien ahora! ¡Excelente 
Ulyssa! Pensó Ulyssa con una pequeña ola de pánico. 
 
 
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—Eso no será necesario —empezó débilmente, tragándose sus nervios. Miró sobre 
su hombro a Navid. Sus brazos gruesos estaban cruzados sobre su pecho, esperándola 
para cumplir con la orden del Príncipe Falke. Girándose hacia el Comandante, ella sacudió 
su cabeza. —Yo… 
Ulyssa hizo la única cosa que ella pudo pensar, se lanzó a correr. Pasando al 
pequeño Navid, lo enganchó por el cuello con su brazo extendido. El hombre cayó hacia 
atrás. Con una velocidad relámpago, Falke la alcanzó, saltando por detrás y tirándola al 
suelo. Su cara se estrelló contra el duro piso de piedra, dejándola casi sin sentido por el 
impacto. Un ligero gemido escapó de sus labios. 
—Si mi hermano te quiere, te tendrá. Vistes su ropa y tienes su olor —dijo Falke, sin 
verse afectado por su intento de escape. Trató de estrangularlo por sus palabras, pero su 
mano la inmovilizó en el suelo. Una rodilla implacable presionó en lo bajo de su espalda, 
sofocando su respiración. Abrió la boca sólo para mantenerse consciente. —En camino, 
Navid. Yo la manejaré. Será mejor que diga la verdad, si miente, enfrentará la furia del 
Rey. 
Navid se inclinó y se fue, fulminándola con la mirada. Ulyssa supo que él no tomó 
bien el ser maniobrado por una mujer en frente de su jefe. No le importaba. Era su culpa 
por pensar que ella sería una mujer complaciente que seguiría sus órdenes. 
Falke la obligó a levantarse del suelo con un rápido salto en el aire. Ulyssa tropezó 
mientras él aterrizó sin esfuerzo en sus pies. Sin otra palabra, el musculoso Príncipe se la 
echó sobre el hombro y corrió por el pasillo. Todo lo que ella pudo hacer fue aguantar. 
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La coronación de Kirill fue corta, como todas las ceremonias Var. No encontraron 
razones para sacar la legalidad en el evento y pasaron directo a la celebración. Cuando el 
Preost habló, sus ojos escanearon sobre la multitud. La mayoría de las personas en el 
palacio real estaban presentes y obligadas a jurar lealtad al nuevo Rey. El salón del 
banquete estaba lleno, pero Ulyssa no estaba allí. Se preguntó por qué se sintió 
decepcionado por su ausencia. Se preguntó por qué él había pensado en ella después de 
todo. 
El salón de banquetes era un lugar espléndido con un techo abovedado de cristal 
que dejaba entrar la luz difusa de los tres soles. La música salía desde instrumentos de 
 
 
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cuerdas, tocando las canciones tradicionales de su gente. Flores cubrían las paredes en 
largas guirnaldas, su fragancia dulcificaba el salón. 
Bailarinas del harén de Attor se balanceaban en las mesas, entreteniendo a los 
hombres con sus movimientos seductores. Seda y gasa se

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