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Volviendo a pensar Buenos Aires, Argentina Hormé

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BIBLIOTECA: PSICOLOGIA DE HOY 
Serie Menor
1. M. Davis: U Mxuclidarf «n U 
idalcsecnciá.
2. K. R. Beutner, N. G. Hale:
Qaía para la familia dei enfermo 
mental.
3. M. Choisy: Psicoanálisis de la 
prostitución.
4. J. A. M . Meerloo: Psicología 
de! pánico.
5. R. Lindner: Relatos psicoa na tí­
ficos de la vida real.
6. L. Eidelberg: Psicología de la 
violación.
7. R. Spitz: No y Sí. Sobre ia gé­
nesis de ia comunicación humana.
8. R. Street: Técnicas sexuales mo­
dernas.
9. H. F. Tashman: Psicopatologia 
sexual del matrimonio.
JO. Asociación Norteamericana de 
Estudios sobre ia infancia: Guía 
para la educación sexual.
11. E. Bergler: infortunio matri­
monial y divorcio.
12. A. Freud y D. Buriingham: La 
guerra y los niños.
13. R. Loewenstein: Estudio psi- 
coanalítico del antisemitismo.
14. A. Freud: Psicoanálisis del ni­
ño.
15. T. Reik: Treinta años con 
Freud.
16. Freud, Abraham, Ferenczi, 
Klein, Reik, Erikson, Lindner;
Grandes casos del psicoanálisis.
17. T. Reik: Cómo se llega a ser 
psicólogo.
18. D. W . Baruch: Nuevos méto­
dos de educación sexual.
19. F. L. ilg y L. Bates Ames: Có­
mo preparar una fiesta infantil.
20. J. L. Moreno: Psicomúsica y 
soeiodrama.
21. S. Isaacs: Años de infancia.
22. T. Reik: Confesiones de un 
psicoanalista.
23. A. Storr: Las desviaciones se­
xuales.
24. T. Reik: Aventuras en la in­
vestigación psicoanalítica.
25. E. Stengel: Psicología del sui- 
d d o y los intentos suicidas.
26. T. Reik: Psicoanálisis aplicado.
27. T. Reik: Psicoanálisis del cri­
men.
28. J. Schavelzon, J. Bleger, L. 
Bleger, !. Luchina y M. Langer 
Psicología y cáncer.
29. T. M. French y F. Aiexander: 
Psicología y asma bronquial.
30. R. Sterba: Teoría psicoaciafíti- 
ca de la libido. M. Langer: Apor­
te kleiniano.
31. R. E. Hall: Guía para la mujer 
embarazada.
32. H. R. Litchfield y L. H, Derri­
bo: Guía para «i cuidado de su 
hijo.
33. M . Freud: Sigmund Freud. Mi> 
padre.
34. T. Reik: El amor visto por un 
psicólogo.
35. J. R. Gallagher y H. I. Ha-
rris: Problemas emociónales de ios 
adolescentes.
36. M. Lsnger: Fantasías eternas 
a la lux del psicoanálisis.
37. J. L. Schulman, j. C. Kaspar 
y P. M . Barger: El aprendlsaje 
de la psicoterapia.
38. j. Mariano: El divorcio y la 
separación.
39. W. McCord y J. McCord: E| 
psicópata.
40. M. D. Pittman: Alcoholismo.
41. M. D. Ver non: Psicología de 
la percepción.
42. T. Reik: Diferencias emocio­
nales entre los sexos.
43. -A. Comfort: La sexualidad en 
la sociedad actual.
44. A. Stokes: La pintura y el 
mundo interior.
45. M. N. Robinson: La mujer frí­
gida. Estudio psicoanalítico.
46. Ecuación fantástica. 13 cuen­
tos de ciencia ficción por 9 psi­
coanalistas.
47. C. A. Mace: Guía psicológica 
para el estudio y aprendizaje.
48. R. H. Thouless: Parapsicolo­
gía. Método experimental.
49. A. Freud, N. Ackerman, $ 
Ferenczi, K- Abraham y D. W. 
Winnicott: Grandes casos del psi­
coanálisis de niños.
50. M. Klein: E! sentimiento de 
soledad y otros ensayos.
( Continúa en la página 226)
VOLUMEN
72
W. R. BION
VOLVIENDO A 
PENSAR
G>
EDICIONES HORME S.A.E.
Distribución exclusiva
EDITORIAL PAIDOS
B U E N O S AIRES
Título del original inglés:
Second Thoughts
Publicado por
W illiam H e in e m a n n M edical Bo o k s L im ited 
London
Traducido por 
DANIEL R. WAGNER
2? edición, 1977
Copyright de todas las ediciones en castellano por 
EDICIONES HORME, S. A. E.
Castillo 540 Buenos Aires
Queda hecho el depósito que previene la ley 11723
IMPRESO EN LA ARGENTINA
I N D I C E
1. Introducción 9
2. El mellizo imaginario 12
3. Notas sobre la teoría de la esquizofrenia 38
4. Desarrollo del pensamiento esquizofrénico 55
5. Diferenciación de las personalidades psicó-
ticas y no psicóticas 64
6. Sobre la alucinación 92
7. Sobre la arrogancia 119
8. Ataques al vínculo 128
9. Una teoría del pensamiento 159
10. Comentario 165
1
INTRODUCCION
Es habitual hallar en un libro de psicoanálisis que 
consiste de una compilación de artículos, cierto núme­
ro de historias clínicas; ésta obra no es una excepción. 
Contiene, osténsiblemente, una reseña de la historia del, 
paciente^ algunos informes detallados respecto de se­
siones ̂incluyendo las asociaciones del paciente y las 
interpretaciones ofrecidas por el analista. Siempre me 
ha parecido que tales informes se prestan a la objeción 
de que la narración y las interpretaciones dadas son 
meramente dos maneras diferentes de decir la misma 
cosa, o dos cosas diferentes predicadas acerca del mis­
mo hecho. Con el paso de los años, esa sospecha se 
ha convertido en certeza. He intentado formular esta 
convicción en tres libros, Aprendiendo de la experien­
cia, Elementos de Psicoanálisis * y Transformations. 
cada uno de los cuales profundiza algo más en el 
tema y hace un poco más precisas las formulaciones. 
Ahora que ha llegado la ocasión de reimprimir viejos 
trabajos, el cambio registrada en mis concepciones del 
psicoanálisis me hace sentir reacio a publicarlos sin 
mostrar en qué consiste ese cambio. Quienes deseen
* Ediciones Hormé, Buenos Aires, 1966.
10 W . R. BION
leer los artículos tal como fueron publicados original­
mente, así los encontrarán, pero he añadido un co­
mentario que traduce el cambio progresivo de opinión. 
No creo que ningún relato que pretenda ser una expo­
sición de hechos, sea respecto de lo que el paciente 
dijo o de lo que yo dije, pueda ser considerado una 
“relación fáctica” de lo acontecido. En primer lugar, 
no atribuyo a la memoria la significación que general­
mente se le asigna. La existencia de deformaciones 
involuntarias está tan bieiTdémostrada por el mismo 
psicoanálisis, que es absurdo conducirse- como si nues­
tros Informes estuvieran de algún modo exentos de los 
rasgos á que aluden nuestras propias comprobaciones. 
La memoria nace de la experiencia sensorial, y sólo a 
ella se adapta. Dado que el psicoanálisis se ocupa de 
una experiencia que no es sensorial •— ¿piensa alguien 
qiíe la' ansiedad tiene forma, color u olor?-—, los re­
gistros basados en la percepción de lo que es sensorial 
sólo registran los hechos sin importancia psicoanalíti- 
cá. Por consiguiente, en cualquier relato de una se­
sión, aunque se lo efectúe inmediatamente después de 
la misma o aunque sea obra de un maestro, no debe­
mos considerar a la memoria como otra cosa qué uná 
comunicación gráfica de una experiencia emotiva. Aun­
que en el momento de escribir los relatos de casos que 
figuran en este libro yo los creí fácticamente correctos 
(excluyo las alteraciones efectuadas y reconocidas, en 
homenaje a la discreción), deben ser considerados aho­
ra formulaciones yerbales de imágenes sensoriales, ela­
boradas para comunicar de una manera lo que pro­
bablemente es comunicado de otraj por ejemplo, como 
teoría psicoanalítica, sea en el mismo artículo o en 
alguna otra parte de la literatura psicoanalítica. Si
VOLVIENDO A PE N SA R 11
esta revaluación parece severa, agregaré que a menos 
que se la considere esencial dejará de haber progresos 
en la tarea psicoanalítica; hay que considerarla el pun- 
10 de partida para una nueva actitud hacia el trabajo 
científico, tanto el de los demás como el nuestro. Los 
artículos están reimpresos en su forma original para 
quienes encuentren más fácil tomarlos como informes 
tácticos. El comentario añadido expresa el cambio de 
mi concepción. ,
2
EL MELLIZO IMAGINARIO 1
T. El paciente de cuyo análisis tomo la mayoría de 
mi material había sido tratado con psicoterapia du­
rante varios años, hasta que finalmente el terapeuta 
aconsejó una leucotomía. Teniendo en cuenta la 
lamentable historia familiar y las tensiones a las que 
se vio sometido el paciente en su temprana niñez, el 
médico que lo remitió hizo un pronóstico pesimista.
2. El paciente tuvo una hermana, 18 meses mayor 
que él, que murió a causa de una enfermedad que 
ambos habían sufrido cuando aquél tenía un año; du­
rante el curso de la misma ambos padecieron una 
intensa diarrea.
3. La familia mantenía estrechas relaciones con sus 
vecinos, cuyas dos hijas,una de ellas dos años menor 
que mi paciente y la otra siete años menor que él, 
fueron sus únicos compañeros de juego hasta que tuvo 
diez años. La menor murió en un asilo antes de la 
guerra; la otra todavía está viva, pero en un estado 
de insania incurable, presuntamente esquizofrenia.
4. La desunión de los padres complicó su infancia. 
La pasó en un país extranjero en el que se estaban
1 Leído ante la British Psycho-Analytical Society el 1' de noviembre de 1950.
VOLVIENDO A PE N SA R 13
ifundiendo el fútbol y otros deportes, de modo que 
mando se descubrió que era un buen deportista, y 
demás inteligente, pareció que haría una buena carre- 
... gozaría de popularidad. Pero la situación econó- 
mica de la familia empeoró, y se agriaron a la'vez las 
relaciones domésticas, hasta que a los trece años el 
niño tuvo un colapso nervioso del que no se recuperó 
decuadamenté, pese a que volvió a trabajar, cosa que 
. ontinuó haciendo. La madre murió después de varios 
iños de una enfermedad crónica y penosa, cuando él 
tenía 17 años; el padre falleció muchos años después. 
En la época de la muerte de su madre agravó las cir­
cunstancias el hecho de que se vio obligado a aban- 
de nar su país natal y comenzar de nuevo aquí (en 
Inglaterra, NT).
5. Cuando vino a verme, era un hombre de 43 
años, ele cerca de 1,80 m de altura, delgado, de piel 
cetrina y rasgos inexpresivos, maestro de profesión. La 
discusión de sus dificultades fue superficial, y sus in­
tervenciones fueron indiferentes y monosilábicas. Acep­
tó sin entusiasmo la idea de hacer una prueba con el 
análisis.
6. La exposición relativa a los dos años siguientes 
será necesariamente sucinta. El tema central del aná­
lisis fue la contaminación: el paciente tenía que pro­
teger su cabeza de la almohada haciéndola descansar 
en una mano; no podía estrechar la mano de otras 
personas; sentía que contaminaba al baño en el que 
confiaba para obtener una sensación de limpieza, y 
que éste lo contaminaba a su vez.
7. Le parecía que bebía demasiado; se preguntaba 
si su pene no estaría erecto; no podía soportar que 
alguien se sentara detrás suyo en el ómnibus; también 
'tabía contaminación si él se sentaba detrás de otra 
persona.
14 W . R. BION
Comenzó a sospechar que sentía impulsos sexuales 
hacia sus alumnos; al poco tiempo la sospecha se con­
virtió en certidumbre, y esto lo hizo sentirse impuro.
En sus asociaciones desempeñaban un gran papel 
imaginarías inyecciones terapéuticas que él habría apli­
cado, sintiendo luego el temor de no haber esterilizado 
adecuadamente la aguja.
8. Durante los dos primeros años me resultó muy 
difícil estimar, a partir de sus reacciones, qué validez 
tenían mis interpretaciones. En dos ocasiones, muy 
separadas en el tiempo, supe por una fuente extra 
analítica que se decía que el paciente había mejorado 
mucho. Por mi parte no veia ninguna mejoría, y tam­
poco pude observar algo que ahora creo que sucedió 
realmente, a saber, que comenzó a producirse un cam­
bio en él hacia el final de este período. Hasta ese 
momento había hablado de un modo uniformemente 
desprovisto de emoción, y en consecuencia sus decla­
raciones fueron difíciles de interpretar, pues casi siem­
pre tenían un carácter ambiguo que permitía atribuir­
les distintos sentidos si se les asignaba un determinado 
contenido afectivo en una ocasión, y otro diferente 
en otra.
9. Presentó abundante material edípico, en un nivel 
muy superficial, que yo interpreté debidamente, susci­
tando una respuesta insustancial, cuando hubo alguna.
Tomé conciencia gradualmente, a lo largo de un 
período de unos tres meses, de que se estaba produ­
ciendo un cambio en el análisis. Al principio tuve la 
impresión de que mis interpretaciones tropezaban con 
una indiferencia más obstinada que la habitual, y lue­
go que yo era un padre haciendo exhortaciones y ad­
vertencias ineficaces a un niño refractario. A su de­
bido tiempo se lo señalé, y se produjo un cambio difí­
cil de formular. Las asociaciones seguían siendo can­
VOLVIENDO A PE N S A R 15
sadoramente monótonas, pero con una nueva cualidad 
que derivaba de lo que no hallo mejor modo de deno­
minar que el ritmo de esas asociaciones. Parecía como 
si fuera posible introducir dos cesuras independientes 
pero coexistentes en su material. Una impartía una 
invencible sensación de hastío y depresión; la otra, pro­
ducto del hecho de que efectuaba pausas regularmente 
distribuidas en la corriente de las asociaciones, daba 
una impresión casi jocosa, como si estuviera diciendo: 
“Siga usted, es su turno ahora” .
10. Estudiando más profundamente el material, no­
té que todas las asociaciones eran convencionales, y 
que invitaban a dar respuestas convencionales. Si yo 
interrumpía el ritmo, mostraba signos de ansiedad o 
irritabilidad; si yo continuaba ofreciendo interpreta­
ciones, que era ahora obvio que él provocaba y espe­
raba a la vez, se terminaba con la sensación de haber 
llegado a un punto muerto. No me sorprendió que al 
comienzo de la siguiente sesión me dijera que le pare­
cía que el tratamiento no conducía a ninguna parte y 
no tenía ningún resultado; me preguntó muy razona­
blemente si yo pensaba que valía la pena continuar.
11. Le cohtesté que si bien es difícil hacer estima­
ciones del progreso realizado en un análisis, no habla 
razones para pensar que su evaluación no era correcta. 
Pero añadí que antes de considerar qué era lo que 
había que hacer necesitábamos saber qué entendíamos 
por tratamiento. Podíamos aludir al psicoanálisis, en 
cuyo caso parecería conveniente buscar algún otro mé­
todo para tratar sus problemas. Un sentido quizá más 
obvio sería el de el psicoanálisis tal como yo lo prac­
ticaba, en cuyo caso el remedio sería un cambio de 
analista más bien que un cambio de método. Pero 
había otra posibilidad. Ya habíamos tenido motivos 
para srtponcr que a veces se lograba un alivio de los
16 W . R. BION
síntoma^jgracias a factores incidentales respecto dei 
anáfisis; por ejemplo, la sensación de seguridad que 
dá el hecho de tener alguien a quien acudir. Tal vez 
él se refería inconscientemente a algún factor'de ese 
tipo?
12. Se produjo un silencio, y dado que hemos lle­
gado ahora al punto en que hay que presentar el tema 
a discutir, aprovecharé la oportunidad para exponer 
algunos detalles del análisis de los años anteriores, que 
son necesarios para entender lo que sigue.
Esos detalles no fueron importantes en su momento, 
sino que pertenecían a la periferia de la corriente prin­
cipal de sus asociaciones. Partían del punto en que el 
paciente introducía algún nuevo episodio o anécdota 
en el relato. Por ejemplo, mencionó que cierta historia 
le había sido contada por su cuñado, un homosexual. 
O bien que fue a visitar a tal o cual amigo cuando 
experimentó síntomas particularmente molestos. Su 
círculo de conocidos era muy amplio, y dado que el 
tema del análisis lo daba el contenido de la historia, 
yo no tenía razones para prestar mucha atención a las 
diversas personas así mencionadas. Debo volver retros­
pectivamente sobre este aspecto de sus asociaciones, 
que ahora se convierte en central, y no periférico.
13. Pero primero les llamo la atención sobre esto: 
él solía decir, “Estaba pensando en hablar con el señor 
X para decirle que. . . etcétera, etcétera” . Cierto día 
me llamó la atención alguna peculiaridad de la fraseo­
logía, o tal vez el carácter improbable de la observa­
ción, vJs^wéeunté'si realméñte había dicho lo que me 
había relatado. “ Oh n o — conf ésto1— , sólo me lo estoy 
imaginando.” . Sé reveló luego que muchas de las con­
versaciones introducidas por la frase “ Estaba pensando 
en hablar con el señor X ” , o “ con la señora Y ” , aun­
que^ no todas ellas, eran conversaciones imaginarias.
VOLVIENDO A PEN SAR 17
Yo había mencionado entonces que parecía que el 
paflehté~nó establecía distinciones claras entre lo real 
y lo imaginario, pero en esa época este rasgo no tenía 
ia importancia que asumiría luego.
Entre las personascon las que él había hablado, sea 
en JáT imaginación o en la realidad, jugaba un gran 
papel un hombre de su misma profesión y edad simi­
lar, con los mismos síntomas que él, casado y con hijos. 
Residía aún en el Continente, trabajaba mucho y con 
tal éxito que nadie sospechó nunca que padeciera en­
fermedad alguna. Estaba en condiciones de viajar li­
bremente, cosa que mi paciente no podía hacer. Pa­
recía que mi paciente se comparaba desfavorablemente 
coñ~cTT"
Estaba, como dije, el cuñado homosexual, un hom­
bre de la misma edad, quizá más fornido, pero clara­
mente homosexual y que sentía una atracción inces­
tuosa hacia la esposa de mi paciente, si es que no 
mantenía una relación con ella.
Había otro hombre con quien mi paciente jugaba 
al tenis; eso es lo único que oí decir de él.
Había cierto número de alumnos suyos, que él con­
sideraba casos psiquiátricos, que le habían enviado a 
otros estudiantes. Hasta había uno que le había en­
viado a un caso psiquiátrico, y se preguntaba si no 
sabría cuando hizo eso que él mismo era un caso psi­
quiátrico. (La ambigüedad en el uso del pronombre 
relativo no es un defecto gramatical, sino más bien una 
expresión de la habilidad de mi paciente para trasmitir 
mucha información, demasiada en realidad, concisa­
mente. )
También mencionaba un desagradable colega, a 
quien había conocido cuando era niño, y que había sido 
compañero suyo en la escuela, y que ahora enseñaba 
en un lugar cercano y ocasionalmente atendía a sus
18 W . R. BION
alumnos, pero que era tan inescrupulosamente entro­
metido que mi paciente se proponía no volver a ape­
lar a él.
14. Volvamos ahora al paciente, a quien dejamos 
silencioso despüés 'de'rñi resumen de los problemas que 
debía considerar antes de tomar una decisión acerca 
del tratamiento: le pregunté en qué estaba pensando.
Me contestó que estaba pensando en una mujer que 
sufría dolores reumáticos. “Siempre se está quejando 
de una cosa o de la otra, y yo pensé que es muy neu­
rótica. Me limité a aconsejarle que comprara un poco 
de amital, y la mandé a paseo.”
Esto, le dije, es probablemente una sucinta descrip­
ción del tratamiento que yo le aplicaba, y de cuya 
eficacia él dudaba. Mis interpretaciones eran para él 
vagas quejas a las que prestaba escasa atención; mu- 
chasVfé sus asociaciones eran convencionales, y las em­
pleaba más por su efecto soporífero, similar al del ami- 
tnl, que por su valor informativo, y tenían por fin 
mantenerme ocupado sin fastidiarlo. Pero, agregué, 
también habría que considerar por qué esta situación 
le resultaba tolerable^y le señalé algunas peculiarida- 
dés~'d& su conducta, especialmente el ritmo de “aso­
ciación - interpretación - asociación”, que indicaba que 
yo era ún mellizo suyo que lo apoyaba en una evasión 
burlona de mis quejas, y que aliviaba así su resenti­
miento. Él podía identificarse con cualquiera de estos 
tres papeles.
Su respuesta fue notable. Su tono de voz cambió, y 
dijo^ con expresión deprimida, que se sentía cansado 
y sucio. Parecía que yo volvía a tener ante mí, eñ 
un instante, sin cambio alguno, al mismo paciente 
que vi en la primera entrevista. La transformación fue 
tan repentina que me desconcertó. ¿ Qué diablos había 
pasado, me pregunté, con el mellizo y el padre qúé-
VOLVIENDO A PE N SA R 19
¡umbroso? Era como si se los hubiera tragado y estu­
viera sufriendo las consecuencias. ..
Ese fue el final de la sesión. Cuando me recobré 
de la sorpresa, recordé que a menudo habíamos tenido 
motivos para suponer que él sentía que albergaba den­
tro suyo a una familia venenosa,jjero esta fue la pri- 
mefiT ocasión en la que se me manifestó tan dramá­
ticamente en el acto de introyectar objetos.
15. En la .sesión siguiente el paciente dijo que ha­
bía tenido un sueño terrible. Fue este: estaba condu­
ciendo un automóvil, y a punto de alcanzar a otro. Se 
puso al lado de éste, pero en lugar de pasarlo se man­
tuvo a la par. El otro automóvil aminoró la velocidad 
y se detuvo, y él hizo otro tanto. De tal modo los 
dos autos quedaron detenidos lado a lado. El otro 
conductor, un hombre de contextura muy parecida a 
la suya, descendió, se dirigió hacia él y se inclinó 
apoyándose en la puerta del automóvil. El paciente no 
podía escapar, pues al estacionar su automóvil al lado 
del otro había obstruido la salida por la otra puerta, 
mientras que el otro conductor le impedía salir por la 
puerta más cercana. El otro hombre se inclinaba ame­
nazadoramente hacia él por la ventanilla. Se despertó 
aterrorizado, y durante todo el día estuvo embargado 
por ansiedad.
16. Interpreté el sueño de este modo: la. figura ame­
nazadora era yo mismo, que era a la vez el mellizo 
imaginario del que él había hablado por última vez 
en ía sesión anterior. El mellizo era imaginario porque 
él había impedido su nacimiento; no había en realidad 
ningún mellizo. Su uso del mellizo como medio para 
aliviar la ansiedad era por tanto ilegítimo, y el mellizo 
estába decidido a no dejar que ahora naciera el pa­
ciente, o sea, que lograse libertad o independencia. 
De mañera que éste se veía encerrado, tanto por el
20 W . R. BION
mellizo como por su propio acto de estacionar su auto­
móvil tan cerca del de éste. El_ análisis había sido el 
automóvil del que no se me haBía permitido surgir 
etí cuanto un ser real; el sueño manifestaba su temor 
de que en la sesión anterior yo hubiera cobrado vida 
sólo para impedir su huida del análisis,_ al convertirme 
áT mí en una personificación de la parte mala de él 
mismo, de la que deseaba disociarse.
17. Siguió luego un período durante el cual los ras­
gos prominentes del análisis fueron las manifestaciones 
de introyección, proyección, escisión, y personificación 
de las porciones escindidas de su personalidad. En 
cierto sentido esto no tenía nada de nuevo, pero como 
al mismo tiempo el análisis se hizo mucho más inte­
grado y disminuyó su temor a sus propios mecanismos, 
estuvimos en mejores condiciones para observarlos con 
claridad. Pude darme cuenta, retrospectivamente, de 
que gran parte de la ansiedad producida por las in­
terprefaciones efectuadas antes de la aparición def'ine- 
llizó no era provocada sólo por el contenido de sus 
asociaciones, sino también por el mero hecho de qué 
vó' llamara la atención sobre sus procesos intrapsí- qdicos.
18. Un resultado de la mayor integración ue su aná 
lisis fue que pude percatarme de que alguna” de sus 
asociaciones anunciaban el tema en torno del cual se 
haría el análisis, probablemente durante varias sesio­
nes. Aprovecharé esta circunstancia para limitar mi 
exposición a sólo dos asociaciones; el lector puede su­
poner que el material sobre el que basé mis interpreta­
ciones fue infinitamente más abundante de lo que 
sugiere esta reseña necesariamente resumida.
19. La primera asociación se presentó antes de un 
un fin de semana que iba a pasar con algunos amigos. 
Hasta unos seis meses antes no había pensado que
VOLVIENDO A PENSAR 21
fueran posibles los paseos de fin de semana, y ni si­
quiera las vacaciones anuales; en aquel momento habia 
tomado su primer descanso en muchos años, y ahora 
esos paseos se habían vuelto habituales. Dijo: “Dejo 
a un reemplazante a cargo de mis alumnos; no tiene 
mucha experiencia, y aunque es de mi misma edad 
no estoy seguro de que pueda manejarse bien. Hay 
una niña que podría sentirse mal, y a la que tal vez 
haya que internar en un hospital. Esto no sería muy 
difícil, pero hay que conocer un poco el asunto, pues 
si no la niña no será admitida. Habitualmente tengo 
un arreglo con un médico al que conozco bien, y que 
me ayuda cuando me ausento, pero un malentendido 
lo ha arruinado todo” .
La elaboración posterior indicó que yo era la per­
sona que había interferido en el entendimiento de am­
bos médicos, por mi interpretación del mellizo y la 
consiguiente reintroyección de éste dentro del paciente. 
El reemplazante era una porción escindida de él mis­
mo, que carecía de calificaciones en algunos aspectos, 
y~en particularno era capaz de hacer internar a la 
niña en el hospital. Sugerí que la parte de sí mismo 
a la qué había confiado a la niña era genitalmente 
impotente.
20. Después del fin de semana me contó que el 
reemplazante había causado un desbarajuste y que 
había atemorizado a una de las madres. Mi paciente 
pensaba que había que tener mucho cuidado con lo 
que se les decía a los padres, y el reemplazante había 
suscitado ansiedad en una madre hablando demasiado 
abiertamente de la enfermedad de la hija. El resul­
tado era que en el futuro ella lo quería a él y no al 
otro hombre. Pensaba qúe no valía la pena usar reem­
plazantes, pues de todas maneras el trabajo tenía que 
hacerlo uno mismo. Contestando una pregunta mía
22 W. R, BION'
admitió que ya antes del fin de semana le había ins­
pirado preocupación el reemplazante. De modo que, 
en cierto sentido, el empleo de éste no había aliviado 
su ansiedad ni su responsabilidad. Se quejó de que 
la madre le planteaba una cantidad de exigencias, y 
sugirió que ella se sentía sexualmente atraída por él.
! Mi interpretación fue que yo era el progenitor que se quejaba por haber quedado en manos del inexperto 
reemplazante. Como él me había dejado a cargo de 
su yo inexperto, a mi vez le había dicho cosas que lo 
, habían trastornado mucho. Su ansiedad provenía del 
hecho de qué si se me presentaba en cuanto hombre 
experimentado, esto es, potente, yo le plantearía exi­
gencias, particularmente sexuales, que él se sentía in­capaz de satisfacer.
21. Se movió incómodamente en el diván y se puso 
tenso; después de un momento replicó: “Me siento 
como si estuviera enroscado, y temo que si me quedo 
así voy a tener un calambre. Si me estiro me pondré 
rígido, voy a tocar la almohada y la voy a contaminar, 
y voy a ser contaminado por ella. Me siento como si estuviera en el útero” .
Le dije que en este caso el útero representaba las 
limitaciones que se imponía a sí mismo al sentirse obli­
gado a presentarse como el reemplazante. Durante 
el análisis habíamos visto que él temía que para él la 
violencia y la agresión ocupaban el lugar de la sexua­
lidad. El temor a su agresión, estrechamente asociado 
en su mente a los excrementos, le hacía retirarse a una 
posición en la que se sentía constreñido y confinado, 
y por tanto a salvo del odio que liberaría en una po­
sición más relajada. En realidad todo lo que sucedía 
es que le molestaba más que nunca una relación que 
le imponía estas limitaciones. Podríamos haber inter­
pretado que su asociación indicaba que se había cobi-
23VOLVIENDO A PENSAR
jado en el útero y temía nacer; pero era'necesario con­
siderar qué significaba esto en la situación presente; 
yo sugerí que significaba que él no confiaba en el uso* 
que'daría a_.suscapacidades, si se permitiera un desa­
rrollo mediante la reunificación de las diversas partes 
escindidas de su personalidad, especialmente si dejara 
qúe su odio se reintegrara como parte de sí mismo en 
su'- relación conmigo. Tampoco se sentía seguro del 
modo en que yo respondería. Temía que si llegara a 
establecerse una relación entre nosotros, siendo ambos 
experimentados, ella desembocaría inevitablemente en 
una aversión mutua.
22. La sesión llegó a su fin, y esa noche tuvo un 
sueño con el que comenzó la sesión siguiente. Sólo lo 
relataré parcialmente. Dijo que un hombre se había 
presentado con una factura y que luego se fue. La 
cuenta era excesiva. Lo siguió para protestar, pero el 
hombre desapareció rápidamente, sin preocuparse pol­
los intentos que hizo mi paciente de llamar su atención 
tocándole el hombro. Mi paciente se sintió invadido 
por un furor tal como nunca antes había sentido, y se 
despertó aterrorizado. Le recordé la sesión anterior, y 
su temor de lo que podía suceder si abandonaba su 
posición constreñida; esto era el odio escindido hacia 
mí y la aversión que le despertaban las demandas, 
económicas y otras, que yo y el análisis le planteábamos.
Clontinuó-refiriéndose a un psiquiatra a quien había 
cnctmtrado ese día. Durante la guerra había formado 
parte de una Junta Examinadora ante la que se pre­
sentó mi paciente para recibir nuevo destino por ra­
zones psiquiátricas, pero rio lo reconoció. Mi paciente 
lo interrogó y se enteró de que trataba a pacientes y 
consideraba que 50 sesiones eran suficientes. Mi pa­
ciente se formó una pobre opinión de él y pensó que 
no hubiera podido hacer nada en su caso si hubiera
24 W . !R. EION
intentado curarle sus síntomas en 50 sesiones. Durante 
este interrogatorio exteriormente cordial, había sentido 
un intenso odio hacia él. Añadió que todavía se sen­
tía tenso. Le dije que me estaba comparando favora­
blemente cdrr-HSfe' psiquiatra, pero que el incidente 
entrañaba una advertencia de la interrogación a la 
que yo sería sometido si intercambiáramos papeles.
23. Hacia esta época la relación conmigo, era mucho 
más realista, y manifestaba todos los signos de coope­
rar para investigar su problema. Era posible, como 
antes no lo había sido, preguntarle detalles y pedirle 
explicaciones acerca de sus asociaciones cada vez que 
parecía necesario para comprender mejor el material que estaba presentando.
Comenzó ahora una serie de asociaciones en las que 
enviaba a diversos alumnos a consultar a un especia­lista.
La siguiente asociación que mencionaré fue la se­
gunda de su tipo. Dijo: “Tengo una alumna con una 
afección en los ojoS. Un oculista dijo que era una 
infección. De todos modos, no podía hacerse nadáal 
respecto, pero el padre dijo que quería otra opinión. 
De manera que tuve que enviarla a otro oculista, y 
ahora me' encuentro con una cantidad de trabajo que 
no quisiera hacer; ella es una carga. Tengo que hacer 
una serie de entrevistas. El segundo oculista no difiere 
mucho eií el diagnóstico del primero, pero piensa que 
vale la pena intentar algo. El primero no creyó que 
valiera la pena molestarse,'y supongo que es por eso 
que el padre de mi alumna lo consideró un poco negli­
gente. De cualquier modo, tengo que encargarme de 
esto ahora. Hay que hacerle un análisis de sangre 
para ver si1 tiene sífilis^ Tendría, que haberse hecho antes” .
VOLVIENDO A PENSAR 25
24. Podemos considerar a esta asociación como el 
punto de partida de una investigación que esclareció 
dos problemas: primero, el material inconsciente que 
había expresado, y segundo, la manera en que el pa­
ciente pudo traer ese material a la conciencia.
A medida que avanzó el análisis, pudimos demostrar 
que esta asociación, con sus variaciones siguientes, 
expresaba resumidamente los siguientes temas:
1. Yo era el primer oculista, quien en realidad dijo 
que la alumna que sufría la afección era un objeto 
interno, infectado por los objetos malos que él tenía 
dentro de sí, y por el cual nada podía hacerse. Yo 
era también el segundo oculista, quien dijo que la 
alumna había sido afectada por los excrementos, las 
espiroquetas y los bacilos del paciente, todas varieda­
des de malos penes, por la cual nada podía hacerse, 
pero él tendría que intentarlo igualmente; Tendría que 
cúrarla con su pene, pues yo no remediaría los daños 
causados por él, y en cualquier caso se trataba de un 
objeto; y él tendría que curarla sin ninguna recom­
pensa placentera. Yo era también el cirujano de los 
ojos que lo amenazaba con la castración. Él había 
dedicado algunas horas ansiosas a una correspondencia 
cuyo propósito era que ninguna cuestión de celos y 
ninguna fricción interfiriera en la relación entre los 
dos oculistas y entre ambos y él mismo. De modo que 
se .trataba de lograr la cooperación armoniosa de los 
mellizos.'2. El primer oculista, pasivo, representaba sus ex­
periencias psicoterapéuticas anteriores, que no lo ha­
bían molestado mucho ni a él ni a sus objetos. El 
segundo oculista era el psicoanálisis que le estaba ofre­
ciendo una creciente toma de conciencia, y atrayén­
dolo hacia la sexualidad genital y una situación ame­
nazadora concomitante.
2 6 W . R. BION
i 3. El primer oculista, pasivo, era la madre, y el se­gundo, activo, el padre, a quienes había tratado de 
poner en armonía en su correspondencia con ambos.
25 . Me referiré ahora al modo en que el análisis 
iluminó el segundo problema, la manera en que el 
paciente llevó el material a la conciencia.
Lo primero que señalaré es que con su asociación 
estamos de vuelta en el tema de la contaminación. La 
muchacha tenía una infección, sea tuberculosis, sífilis 
u otra no aclarada. El mismo paciente notó espontá­
neamente que no había mencionado la posibilidad de 
diabetes, aunque en el caso real se la había conside­
rado. De modo que estábamos repitiendo un tópico 
que en los últimos dos años y medio de análisis había 
sido frecuentemente tratado, diríamos oralmente, pero 
que ahora tendría que ser investigado por otros me­dios.
f La consulta a los dos oculistas indicaba un método 
visual de investigación. Además, se manifestaba una 
modificación del tema de los mellizos, los dos ocu­listas.
< 26 . El resultado de esta nueva investigación había
' sido un mayor optimismo, pero también nuevas cargas 
ly responsabilidades; entre estas se contaban la posibi­
lidad de una sexualidad genital, un nuevo ensayo en 
la sexualidad oral que él había descuidado, el retiro de 
sangre del objeto, posiblemente contaminada, y la , aplicación de inyecciones.
Los oculistas, especialmente el segundo, representa­
ban también el refuerzo de los instrumentos de inves­
tigación por algo parecido al intelecto: se suponía que ellos sabían más que él.
Durante este período fue evidente que el paciente 
sentía mi presencia y que hasta la consideraba necesa­
ria. Pero yo no debía interferir. Al paciente le mo-
VOLVIENDO A PE N S A R 27
lestaba toda interpretación que tuviera el más ligero 
matiz que él pudiera tomar como una incursión en el 
dominio del diagnóstico y el tratamiento; pero yo po­
día ser yo mismo, y no meramente un mellizo á quien 
él pudiera darle la forma que quisiera. Si interpretara 
las manifestaciones dé mi paciente en términos de un 
juego terapéutico con un niño, consideraría a los dos 
oculistas como partes de su cuerpo, posiblemente sus 
dos ojos a los que habría que armonizar para lograr 
la" visión binocular. La enferma sería algún objeto 
recuperado de su interior, a! que se sometería al escru­
tinio de sus ojos y de un intelecto en desarrollo, inda­
gación que se efectúa así sobre un objeto externalizado.
Los resultados de este escrutinio no fueron totalmen­
te ̂ tranquilizadores, pues, por un lado, no hubo com­
pleta armonía entre los dos oculistas, por otro lado, el 
diagnóstico fue oscuro, y finalmente, se pudo prever 
la imposición de nuevas y pesadas responsabilidades, a 
saber, una revisión de la sexualidad oral y una explo­
ración de la sexualidad genital. En este momento ob­
servé que el paciente había comenzado a llamar ciru­
jano de los ojos al oculista. Guando se lo hice notar, 
me dijo que el cirujano no había creído necesaria una 
operación.
Ño me sorprendió enterarme en la sesión siguiente 
desque otro alumno había sido enviado a una consulta 
médica, esta vez con un cirujano de garganta, nariz y 
oído, y también ésta vez a solicitud del padre. Al 
narrar el episodio expresó sentimientos persecutorios 
respecto del cirujano en cuestión. Había tenido lugar 
un retroceso a los niveles auditivo, olfativo y orab Mi 
interpretación fue que había sentido que era impo­
sible mantener su progreso, y que se sentía perseguido 
no sólo por las razones ya aducidas sino también por­
que el psicoanálisis, un método que involucraba el
28 W . R. BION
examen de sus problemas con todos sus sentidos, inclu­
yendo la vista y el intelecto, era mucho más trabajoso 
que la psicoterapia; implicaba 1) una coordinación 
laboriosa, que él no había podido lograr; 2) la acep­
tación'de todas Tas partes escindidas de su personalidad 
que él había personificado y externalízado; 3) la im­
posición de responsabilidades que no era capaz de 
asumir, y 4) la amenaza de una castración punitiva, 
que él no podía tolerar. Le recordé el sueño del pintor 
que le había presentado una factura excesiva, y le dije 
que yo era objeto de su animadversión porque fe im­
ponía esas responsabilidades y castigos y lo obligaba a 
retirarse a niveles que él ya había encontrado intolera­
bles^ Le señalé que, dado que él había dicho que el 
cirujano de garganta, nariz y oído había estado de 
acuerdo con que su tratamiento era correcto, parecía 
como, si todos los niveles indicaran que él era respon­
sable^^ tenía el deber de restaurar el objeto lesionado.
S27. Le dije al paciente que debíamos tener en cuen­
ta que el único elemento que no sufría alteración en 
ninguna circunstancia era su conciencia, y que pare­
cía tan exigente que él se veía llevado por ella de una 
situación apremiante e intimidatoria a otra similar.
Las oscilaciones del paciente le ayudaron a probar 
sus métodos de verificación de la realidad, permitién­
dole comparar sus descubrimientos de las fases oral y 
ocular. El objeto lesionado había sido concienzuda­
mente estudiado en el nivel oral antes de someterlo al 
escrutinio de los “ oculistas”'. No obstante, el paso a 
los oculistas suscitó gran ansiedad y tensión, pues en 
lugar de resolver el problema del objeto lesionado re­
veló la presencia de la situación edípica, que él no 
podía tolerar. La posterior sucesión de avances y re­
gresiones tuvo el fin de permitirle fortalecer el yo; pudo 
luego enfrentar la situación edípica, que ahora tenía
VOLVIENDO A PEN SAR 29
una intensidad emocional que nunca tuvo antes de la 
aparición del mellizo imaginario. Ya he observado 
que el análisis no pareció ejercer ningún efecto sobre 
el material edípico de la primera fase. En este punto 
del análisis pareció demostrar una mayor confianza 
en sus métodos de verificación de la realidad, en la 
lealidad, y en su yo.
28. He completado ya la presentación del material 
clínico del análisis de este paciente que consideré ne­
cesaria. En la siguiente exposición tendré que referir­
me a asociaciones de otros dos pacientes, y en home­
naje a la claridad propongo que llamemos “ A” al 
paciente del que he hablado hasta aquí, “ B” y “ C” 
respectivamente a los otros dos.
El primer punto que examinaré es la maestría y la 
confianza manifestadas por el paciente “ A” en el em­
pleo de los mecanismos de introyección, proyección, y 
disociación, y en la personificación de las partes escin­
didas de sí mismo. Sus reacciones contrastaban, du­
rante el período que he descripto, con las del paciente 
“B” , mellizo real y una personalidad más perturbada, 
que apelaba a fantasías relativas a un mellizo idéntico 
que parecían cumplir las mismas funciones que el me­
llizo imaginario de “A” . JEste paciente parecía estar 
luchando siempre con^uñTmaterial imposible de ma­
nejar. Describía los objetos introyectados como cubos 
déTaeéro bruñido; durante las sesiones se quejaba de 
dolores en la boca, el estómago y el ano. Ingería los 
alimentos a través de un finísimo tubo; las asociaciones 
co’n las que Intentaba hallar alivio en el análisis eran 
tenues y espasmódicas. Su mellizo real parecía ser un 
material tan intratable para la fantasía como lo eran 
los alimentos. El paciente “ A” personificaba tan bien 
sus disociaciones que en algunas sesiones, como diji­
mos, nos imaginábamos estar observando una sesión
30 W . R. BIO N
de juego terapéutico con un niño. “B” parecía sentirse 
tan pobremente dotado para la exploración de las ten­
siones interiores como para el contacto con la realidad, 
mientras que “A”, especialmente en las sesiones con­
sagradas a las consultas, cuando parecía capaz de to­
lerar mi presencia en cuanto persona autónoma, me 
daba la impresión de estar demostrando, a través de 
'sus personificaciones, su esfuerzo por salvar el abismo 
que lo separaba de la realidad, y al hacerlo introducía 
un factor que suscitaba esperanzas respecto del desen­
lace de su análisis. En su verificación de la realidad 
el paciente sometía también a prueba, con creciente 
confianzaen los resultados, sus mecanismos para veri­
ficar la realidad.
29. A este respecto me parece diferir del paciente 
“C”, del que mencionaré una asociación que no indi­
caba tal confianza en la realidad ni en sus medios para 
verificarla. “C” me contó, al regresar al análisis des­
pués de haber estado en un hospital, donde se había 
considerado la posibilidad de tratarlo con rayos X y 
se la habla descartado, pensando que entrañaba el 
peligro de la destrucción de la función genital, que 
habla estado al lado de un paciente a quien se le hizo 
una transfusión de sangre, y que el donante de la 
misma era primo suyo. Dijo que las madres de estos 
primos eran mellizas, y añadió, meditabundo, que su 
hermana tenía mellizos. Continuó diciendo que su 
médico tenia el mismo nombre que el médico que lo 
había tratado un poco antes, cuando había sufrido 
una indigestión estando en el extranjero. Hizo una 
pausa y luego dijo que tenía un ojo débil, y que ade­
más veía doble si lo usaba solo. Ese defecto visual 
podía ser corregido con anteojos, pero le desagradaba 
usarlos; le corregía la visión, pero le hacían sentirse 
bizco. Hice la interpretación de que los dos primos
VOLVIENDO A PE N SA R 31
eran los padres en coito, a quienes él deseaba destruir 
con su mirada penetrante, sádica, de rayos X, y que 
en consecuencia temía que su genitalidad fuera ame­
nazada por el escrutinio destructor de los padres. Res­
pondió con un equívoco de múltiple sentido, diciendo 
que no era digno de confianza. Tan pronto lo dijo 
comenzó a quejarse de indigestión, expresó su temor 
de tener que volver al hospital, y durante el resto de 
¡a sesión manifestó temores respecto de los alimentos. 
Este paciente se quejaba con frecuencia de que lo 
perturbaba del mismo modo concluir que sus observa­
ciones eran correctas, en cuyo caso la realidad era 
terrible, o que eran incorrectas, en cuyo caso su estado 
mental era terrible. Su equívoco indicaba que, a dife­
rencia de “A”, no sentía confianza en su instrumento 
de investigación, el ojo y todo lo que este representaba, 
en los padres que el ojo le revelaba, ni en el yo que 
tenia que asimilar el resultado de la investigación. 
Como “A”, regresó a un nivel oral.
30. Pasaré ahora a una sesión con el ya mencionado 
paciente “B”. Dijo: “Creo que vi a su paciente ante­
rior. Vine temprano y estuve esperando. Anoche mi 
mellizo me tuvo despierto toda la noche con un inter­
minable galimatías, como hace esa gente. Todo el 
tiempo tenía ganas de irme a la cama. Gracias al 
psicoanálisis puedo penetrar en la mente del hombre 
que- trabaja en la mesa de al lado mío. Me puedo 
reír de él”.
Interpreté que el mellizo era mi paciente anterior, 
que lo había hecho esperar con su galimatías. Pero 
podía reírse de él ahora, pues sabía cómo debía sen­
tirse al estar él excluido.
“B” continuó: “Mi laboratorista acostumbra usar el 
microscopio ordinario, pero yo prefiero el binocular. 
No hay duda de que con éste se puede ver mucho
32 W . R. BION
mejor. En parte él está de acuerdo conmigo. He 
estado pensando cuanto mejor tratamiento se puede 
lograr si se tiene más dinero, y esto por supuesto lo 
mejora más” .
Comenté que el psicoanálisis o yo mismo le dába­
mos una visión binocular. Como resultado tenía un 
mayor conocimiento, y sentía que esto le ofrecía la 
curación.
Continuó: “La vida es muy complicada. Usted me 
hace las cosas difíciles” .
Repliqué: “ Usted siente ahora que la mejor visión 
que le dan los dos ojos, uno de los cuales es el análisis, 
le muestra más cosas que la mala visión monocular; 
le hace darse cuenta de que la vida es muy complicada 
y difícil. Le ha hecho ver al otro paciente que viene 
aquí” .
Continuó: “ No pude comer mi almuerzo. Tenía 
muy buen aspecto, pero me dio náuseas” .
Le contesté: “ Cuando usted vio aquí al otro pacien­
te, sus ojos le hicieron pensar que el análisis era muy 
agradable. Ahora comprueba que lo está envenenan­
do, y no se siente capaz de aguantarlo. Tiene la im­
presión de que el galimatías del otro paciente, como 
usted lo llama, es algo que él ha dejado para enve­
nenarlo” .
Continuó: “ Por supuesto, al principio es muy difí­
cil usar el microscopio binocular. Hay que aprender 
a usarlo, pero después es mucho mejor que el ordi­
nario” .
Le contesté: “ Usted siente que si usa a su análisis 
para penetrar en la gente y reírse de ella no ha apren­
dido a usarlo adecuadamente, y además los otros a 
quienes usted mira le retribuyen su ataque” .
31. El análisis ulterior mostró que las dudas que 
tenía respecto de su capacidad de emplear directa­
VOLVIENDO A PEN SAR 33
mente el microscopio binocular se fundaban en parte 
en el temor de que este hiciera parecer a un peque­
ñísimo mellizo un enorme padre. En el momento de 
esta asociación no estaba preparado para ver juntos a 
un padre y una madre, aunque su asociación indicaba 
la posibilidad de que fuera revelada una escena de ese 
tipo, en el caso de que se perfeccionaran sus instru­
mentos de investigación y su habilidad para usarlos. 
Esta insinuación también estaba implícita en la afir­
mación de que yo le hacía las cosas muy difíciles. Su 
pretensión de poseer una intuición psicoanalítica indi­
caba que yo desempeñaba e1 papel del mellizo idéntico, 
el mellizo imaginario de te paciente.
La sesión que U , ,acrípto me indicó que “ B” había 
llegado a un punto en el que era posible interpretarme 
como al mellizo idéntico. Hasta ese momento el ma­
terial edípico, aunque manifiesto, se refería como en 
el caso de “ A” en su primera etapa a un nivel super­
ficial, y la interpretación surtía escaso efecto. Sus 
declaraciones acerca de la necesidad de adiestrarse en 
el uso del microscopio binocular indican una creciente 
sensación de realidad en relación con sus medios para 
establecer contacto, y una mayor confianza en su ca­
pacidad de explorar las tensiones intrapsíquicas, mien­
tras que en toda la parte anterior de su análisis yo 
aparecía reiteradamente como su cerebro, encargado 
de hacer la investigación por él; y esto me lleva al 
siguiente tema. ¿Por qué fue tan importante en el 
caso de “A” la aparición del mellizo imaginario? Y si 
fue tan importante, ¿por qué durante tanto tiempo los 
fenómenos asociados a ella ocuparon una posición pe­
riférica, y no central?
La respuesta que sugiero es que el mellizo imagina- ■ 
rio data de su primera relación, y es una expresión de
34 W . R. BION
' su incapacidad de tolerar un objeto que no estaba to­
talmente bajo su control. La función del mellizo ima­
ginario era por lo tanto negar una realidad distinta de 
él mismo.
Junto a esta negación de la realidad exterior estaba 
su incapacidad de tolerar las realidades psíquicas in­
ternas, y costó mucho trabajo hacer que esa tolerancia 
fuera mayor. Cuando disminuyeron los temores que 
le inspiraban sus mecanismos psíquicos, le fue posible 
permitirles manifestar su presencia trasladando su re­
presentación a una posición más central en la corriente 
de sus asociaciones. Recién cuando pude demostrar 
qué malo era yo en todos los niveles de su mente le 
fue posible, primero, advertir sus mecanismos de diso­
ciación y personificación, y luego emplearlos a la in­
versa, por decirlo así, para establecer el contacto que 
originalmente ellos Rabian servido para destruir. Una 
vez puesto de manifiesto el mellizo imaginario^' me 
concedió la existencia "en "cuanto persona real, y no 
una cosa creada por él mismo, hasta el momento ya 
mencionado en que se me permitió existir más o menos 
pasivamente, observando su juego, y finalmente en 
calidad de asesor. En la sesión con “B” que ya he 
descripto, pese a algunas apariencias en contrario, se­
guía siendo sólo un mellizo idéntico.
32. He dejado para el final dos hipótesis que plan­
tean cuestiones que no intentaré tratar de resolver. La 
primera se refiere a la personificación de las partes 
escindidas, punto sobre el que ya llamé la atención. 
f Es posible que la capacidad de personificar desdobla­
mientos de la personalidad sea dealgún modo análoga 
a la capacidad de la formación de símbolos a la que 
se ha referido la señora Klein en su trabajo sobre “La 
importancia de la formación de símbolos en el desa-
VOLVIENDO A PENSAR 35
rrollo del yo” ;* ¿tuvo una significación similar en el 
desarrollo de “A” en el período que he intentado 
exponer?
Mi segundo interrogante se relaciona con el papel,i 
que jugó la visión en las asociaciones de estos tres pa­
cientes. En todos estos casos parecía estar vinculada 
con el desarrollo del intelecto, como lo atestiguan el 
oculista consultado en el caso de “A”, yo mismo en el 
papel de cerebro en el de “B”, y también yo en un 
papel similar, del que no he tenido tiempo de hablar, 
en el caso de “C”, y vinculada además en todos ellos f 
con la emergencia de la sexualidad genital y la si­
tuación edípica. Además, cada uno de los pacientes, f 
según su modo individual, parecían tener problemas 
semejantes que los molestaban casi como si tuvieran 
relación con la visión misma. “A” destacó los esfuer­
zos que le costaba mantener una relación armónica 
con los dos oculistas; “B” comparó los méritos de los 
microscopios monocular y binocular; “G” habló de ,1a 
necesidad de usar anteojos para corregir su vista. To- - 
dos parecían sentir que se les habían impuesto nuevas 
cargas; en el caso de “A” lo hizo el segundo oculista, 
en el de “B” yo mismo al hacerle las cosas difíciles, y 
en el de “C” él dijo que los anteojos lo hacían sentir 
bizco.
En todos los casos mencionados la potencia visual 
representaba la aparición de una nueva capacidad para 
explorar el ambiente; ha sido posible demostrar que 
a este respecto los pacientes experimentaban el análisis 
como un incremento de su armamento para la inves­
tigación, y por tanto era probable que reactivara emo­
ciones asociadas a muy tempranos progresos del desa-
* Véase M. Klein, Contribuciones al psicoanálisis, Buenos 
Aires, Hormé, 1964.
36 W. R. BION
rrollo psicológico que tuvieron el efecto similar de 
aumentar las capacidades. Sentían que el aumento de 
poder les exigía un aumento de la comprensión inte­
lectual.
i 33. En todos los casos los poderes recién adquiridos 
lueron empleados para resolver un problema ya exis­
tente, pero se comprobó que revelaban nuevos proble­
mas que requerían solución. Tenemos así que “A”, 
que parecía preocupado por el problema del objeto 
interno lesionado y lo enfrentó con sus nuevos poderes, 
se encontró amenazado por la relación entre padre e 
hijo. “B” mostró el mismo proceso, expresado en el des­
cubrimiento de un mellizo de ningún modo idéntico 
que tenía una relación con una madre. Lo mismo 
sucedió con “C”, pero se trató aquí de un primo que 
recibía una transfusión de sangre donada por otro, 
í' Los tres pacientes parecían sentir que el problema 
í había existido siempre pero que su revelación prove­
nía de una mayor capacidad para la toma de con­
ciencia.
i Pudimos por tanto determinar que en todos los casos 
la regresión eludía 1) el aumento de la capacidad pro­
ducido por el desarrollo psicológico, 2) los fenómenos 
llevados a la conciencia por esa mayor capacidad, y 
3) el desarrollo fisiológico, asociado al desarrollo psi­
cológico que revelaba la relación entre los padres
i externos.
| En todos los casos tuve la impresión de que el pa­
ciente sentía que la visión creaba problemas relativos 
al dominio de un nuevo órgano sensorial. Paralelo a 
esto estaba el sentimiento de que el desarrollo de la 
psiquis, como el de la capacidad visual, implicaba la 
emergencia de la situación edípica. En el caso de “A” 
fue muy notable el cambio de un tratamiento ligero y 
superficial de la situación edípica a los esfuerzos por
VOLVIENDO A PENSAR 37
enfrentar un complejo edípico afectivamente cargado.
Por mi paite, no me ha sido posible interpretar el 
material que me presentaron estos pacientes como 
manifestación de un desarrollo puramente psicológico, 
divorciado de todo desarrollo físico concurrente. Me 
pregunté si el desarrollo psicológico no estaría vincu­
lado con él desarrollo del control ocular de la misma 
manera" en que problemas de desarrollo asociados a la 
agresión oral coinciden con la aparición de los dientes, sr esto es así, tendríamos que preguntarnos si estos 
procesos patológicos, que anuncian el complejo de 
Edipo, no se aproximan a los primeros cuatro meses 
de la vida del individuo. La importancia de esto para 
la estimación del carácter correcto o erróneo de la 
concepción de la señora Klein acerca de la temprana 
data de la fase edípica es obvia;* si la experiencia de 
otros observadores parece confirmar mis impresiones 
puede darnos razones incidentales para inclinarnos a 
ubicar la fase preedípica en una edad temprana.
* Véase M. Klein, “El complejo de Edipo a la luz de las 
ansiedades tempranas” en Contribuciones al psicoanálisis, Bs. 
Aires, Hormé, 1964.
NOTAS SOBRE LA TEORIA DE LA 
ESQUIZOFRENIA 1
A) IN TRODU CCION
34. En este capítulo trataré el uso del lenguaje por 
el paciente esquizofrénico y la importancia del mismo 
en la teoría y práctica del análisis. Más tarde discu­
tiré los puntos de vista de otros psicoanalistas, que 
han contribuido al crecimiento de mis propios cono­
cimientos. No haré eso ahora, pero debo aclarar para 
una mejor comprensión que aunque no hago recono­
cimientos específicos del hecho, la obra de Melanie 
Klein ocupa un lugar central en mi teoría psicoana- 
lítica de la esquizofrenia. Doy por sentado que la 
explicación de términos, tales como “ identificación 
proyectiva” y “ posiciones paranoide y depresiva” son 
conocidos a través de su trabajo.
Aproximándome al tema a través de la considera­
ción del pensamiento verbal corro el riesgo aparente 
de descuidar la naturaleza de las relaciones de objeto 
del esquizofrénico.
1 Publicado en el International Journal of Psycho-Analysis, 
t. X X X V , n’ 2, 1954. Este trabajo fue presentado en el Sym- 
posium “ La psicología de la esquizofrenia” en el 18’ Con­
greso Internacional de Psicoanálisis el 28 de julio de 1953.
VOLVIENDO A PEN SAR 39
Debo destacar por lo tanto que a mi parecer Ja 
peculiaridad de las relaciones de objeto del esquizo­
frénico es la particularidad más relevante de la esqui­
zofrenia^ Su importancia desde mi punto de vista 
deriva d e _ la capacidad del pensamiento verbal de 
aclarar la naturaleza de estas relaciones de objeto, en 
relación con las cuales son una función subordinada.
35. El material es extraído del análisis de seis pa­
cientes, dos eran toxicómanos, uno padecía un estado 
ansioso obsesivo con rasgos esquizoides y el resto esqui­
zofrénicos con alucinaciones bien evidentes en un pe­
ríodo entre cuatro y cinco años de análisis. De estos 
tres últimos dos presentaban marcados rasgos paranoi- 
des y uno rasgos depresivos.
No me he apartado del procedimiento psicoanalítico 
que usualmente empleo en los neuróticos, teniendo 
siempre cuidado de tomar ambos aspectos positivo y 
negativo de la transferencia.
B) NATURALEZA DE LA OBSERVACION 
EN QUE ESTAN BASADAS LAS 
INTERPRETACIONES
La evidencia de las interpretaciones debe ser bus­
cada en la contratransferencia, en los actos y en las 
asociaciones del paciente.
La contratransferencia juega un papel importante 
en el análisis de los esquizofrénicos, pero no tengo el 
propósito de referirme a esto ahora, por lo tanto pasaré 
a las asociaciones libres del paciente.
40 VV. R. BION
C) LENGUAJE ESQUIZOFRENICO
\ 36 . El lenguaje es empleado por los esquizofrénicos
de tres maneras: como un modo de actuar, como mé­
todo de comunicación y como modo de pensamiento.
El esquizofrénico demuestra preferencia por la ac­
ción en las mismas oportunidades en que otros pa­
cientes se darían cuenta que es necesario pensar, por 
ejemplo: se acercaría a un piano para demostrar el 
movimiento, comprendiendo así cómo alguien puede 
locar el piano. Recíprocamente, si tiene un problema 
cuya solución depende de la acción, ejemplo: estando 
en un lugar y quisiera estar en otro, recurre al pen­
samiento,pensamiento omnipotente, como una forma 
de transporte.
Quiero referirme por el momento al uso del pensa­
miento como modo de acción que sirve,“ á sea a Ta 
escisión del objeto o a la identificación proyectiva.
Hago notar que esto es solamente un aspecto de las 
relaciones de objeto del esquizofrénico en la cual él 
disocia o bien sale y entra de sus objetos.
El primero de esos modos está al servicio de la iden­
tificación proyectiva. El paciente’usa las palabras có­
mo cosas o como partes escindidas de él que trata de 
colocar dentro del analista. Una consecuencia típica 
de esta conducta fue el comportamiento de ún paciente 
que sentía que penetraba dentro de mí en el comienzo 
de cada sesión y tenía que ser sacado al final de la 
misma.El lenguaje es nuevamente empleado como modo de 
actuar para lá escisión de sus objetos. Esto se pone 
de relieve cuando el analista es identificado con sus 
perseguidores internos, pero también se emplea en otros 
momentos. Daré dos ejemplos del uso de este lenguaje:
VOLVIENDO A PENSAR 41
el paciente entra en la habitación, me da un cálido 
apretón de manos y mirándome fijamente en los ojos 
dice: “Pienso que las sesiones no duran mucho, pero 
deténgame cuando salga”. Sé por experiencias ante­
riores que este paciente se queja de que las sesiones 
son muy pocas y que interfieren con su tiempo 
libre. Intentó escindirme incitándome a dar dos inter­
pretaciones al mismo tiempo y esto fue visto en su 
siguiente asociación cuando dijo: “¿Cómo sabe el as­
censor qué hacer cuando aprieto dos botones al mismo tiempo?”
Mi segundo ejemplo tiene muchas implicaciones, en 
las que no quiero entrar ahora por su importancia sobre 
el tema del insomnio. La técnica depende de la com­
binación de dos elementos incompatibles como ser: el 
paciente habla de un modo somnoliénto, calculado 
para dormir al analista; al mismo tiempo estimula 
la curiosidad del analista. La intención es entonces, 
dividir al analista a quién no le permite dormir ni mantenerse despierto.
Mustiaré un tercer ejemplo de escisión, más ade­lante, cuando describa la división, por parte de un 
paciente, del lenguaje del propio analista.
Volviendo ahora a las dificultades del esquizofré­
nico con el lenguaje, como un modo de pensamiento; 
he aquí una secuencia de asociaciones durante una 
sola sesión pero separadas entre sí por intervalos de cuatro a cinco minutos.
“Tengo un problema y estoy tratando de resolverlo.” 
“Cuando niño nunca tuve fantasías.”
“Sabia que no eran hechos, por eso los detuve.” 
“Hoy en día no sueño.”
Después de una pausa continuó con tono turbado: 
“Yo no sé qué hacer ahora”. Le dije: “Hace un año 
usted me dijo que no era un gran pensador, justa-
42 W . R. BION
mente ahora dijo que estaba resolviendo un proble­
ma, obviamente usted está pensando algo”.
Paciente. Sí.
Analista. Pero usted continuó con el pensamiento 
de que no tenía fantasías en la niñez y después que 
no tenía sueños, luego dijo que no sabía qué hacer. 
Tiene que significar que sin fantasías ni sueños usted 
no posee los medios con los cuales podría pensar su 
problema.
El paciente aceptó esta inferpretación y comenzó a 
hablar con marcada libertad y coherencia. La refe­
rencia a la inhibición de la fantasía como una severa 
incapacidad que obstaculiza el desarrollo, apoya las 
observaciones de Melanie Klein en su artículo “Una 
contribución a la teoría de la inhibición intelectual” *. 
\ 37. La marcada escisión en el esquizofrénico le di-
' ficulta para manejar el uso de los símbolos y por con­
siguiente el uso de sustantivos y verbos.
Es necesario demostrarle estas dificultades tal como 
Aparecen y pronto daré un ejemplo.
| La capacidad de formar símbolos depende:
1) De la habilidad de aprehender objetos totales.
2) Del abandono de la posición esquizoparanoide 
con su consiguiente escisión.
3) De la reunión de las partes escindidas y la en­
trada en la posición depresiva.
Dado que los pensamientos verbales dependen de 
la habilidad de integrar, no es sorprendente encontrar 
que su emergencia esté íntimamente ligada con la po­
sición depresiva, la cual tal como fue señalada por 
Melanie Klein, es una fase de activa síntesis e inte­
gración.
* Véase Contribuciones al psicoanálisis. Buenos Aires, Hor- 
mé, 1964.
VOLVIENDO A PENSAR 43
Los pensamientos verbales agudizan la conciencia de 
realidad psíquica y por lo tanto de la depresión que 
va unida a la destrucción y a la pérdida de objetos 
buenos.
La presencia de perseguidores internos como otro 
aspecto de la realidad psíquica es similarmente más 
reconocida inconscientemente. El paciente siente que 
la asociación entre la posición depresiva y el pensa­
miento verbal es de causa a efecto, creencia basada 
en su capacidad de integrar, y esto agrega una causa 
más a su odio al análisis bien evidente, dado que es 
un tratamiento que emplea pensamientos verbales en 
la solución de los problemas mentales.
El paciente en esta etapa se asusta del analista, aun 
cuando admite que se siente mejor, pero, y aquí está 
el núcleo de nuestro problema, muestra todos los sig­
nos de no querer tener nada que ver con su capacidad 
naciente de pensamiento verbal. Esto lo deja para el 
analista, o como pienso es más correcto decir, que el 
analista es sentido como más capaz de guardarle en 
sí dicha capacidad, sin que ocurran desastres. Pese a 
todo el trabajo hecho, el paciente parece haber rever­
tido al uso del lenguaje que he descripto como carac­
terístico del esquizofrénico antes del análisis. Tiene 
una capacidad verbal mayor, pero prefiere emplearla 
tal como lo hacía antes, cuando era de poca monta.
D) DESARROLLO DE LA CAPACIDAD 
DE PENSAMIENTO VERBAL
38. Para explicar porqué el paciente utiliza poco 
esta mayor capacidad tengo que remitirme a una ex­
periencia que parece tener un significado relevante 
para él.
44 W . R. BION
Un paciente me dijo: ‘'Soy un prisionero del psico­
análisis” ; más tarde agregó: “No puedo escapar”.
Algunos meses después, dice: “No puedo salir de mi estado mental”.
Una masa de material, del cual mencionar sólo las 
citas no le hace justicia, se ha acumulado en tres años 
para dar la impresión de que el paciente se sentía inca­
paz de escapar de una prisión que algunas veces pare­
cía ser yo, otras veces el psicoanálisis y algunas veces su 
estado mental, que era una constante lucha con sus 
propios objetos internos. Por lo tanto, muestra la 
misma actitud hacia el pensamiento verbal que res­
pecto a su potencia y su capacidad para el trabajo y el amor.
El problema al cual me dirijo puede entenderse 
mejor si es visto como perteneciente al momento en 
que ,el paciente siente que ha efectuado su huida. La 
huida parece contribuir al sentimiento del paciente, 
que a veces deja vislumbrar que está mejor, pero 
le ha costado caro. Este mismo paciente dijo: “He 
perdido mis palabras” y significó con esto, como lo 
revelo él análisis posterior, que el instrumento con el 
cual realizó su huida había sido perdido en el proceso. 
La palabra, la capacidad de pensamiento verbal, im­
portantes para progresos futuros, habían desaparecido. 
Gomo extensión parece que siente que ha alcanzado 
este paso como un castigo por emplear el instrumento 
del pensamiento verbal gara escapar de su estado men- 
tal anterior: de aquí la reluctancia descripta por mí, 
para usar su mayor capacidad verbal excepto como 
un modo de acción.
Aquí presento el ejemplo prometido cuando hablaba 
de las dificultades que causaba la escisión esquizofré­
nica en la formación de símbolos y en el desarrollo 
del pensamiento verbal. El paciente era un esquizo-
VOLVIENDO A PE N S A R 45
Irónico analizado durante cinco años; describo lo esen­
cial de dos sesiones. Tengo que advertir que la sín­
tesis me ha obligado a dejar de lado muchas formu­
laciones repetidas que de hecho podrían mitigar la 
crudeza de las interpretaciones tales como las repro­
duzco. Pienso que la interpretación debe ser hecha 
en un lenguaje simple, exacto y maduro.
Paciente. Recogí un pequeñopedazo de piel de mi 
cara y me siento bastante vacío.
Analista. El trozo de piel es su pene que usted ha 
arrancado y todo su interior se ha ido con él.
Paciente. No entiendo. . . pene. . . sólo sílabas.
Analista. Usted ha disociado mi palabra “pene” en 
sílabas y ahora no significa nada.
Paciente. No sé lo que significa pero quiero decir 
“si no puedo deletrear, no puedo pensar”.
Analista. Ahora ha dividido las sílabas en letras, no 
puede deletrear, es decir no puede unir las letras para 
hacer palabras. Por eso no puede pensar.
El paciente comenzó la siguiente sesión con asocia­
ciones sin nexo y se quejó de que no podía pensar. 
Le recordé su sesión anterior, y entonces pudo tener 
un lenguaje correcto.Paciente. No puedo encontrar ninguna comida in­
teresante.
Analista. Usted siente que todo ha sido comido.
Paciente. No me siento capaz de comprar ropas 
nuevas y mis medias están llenas de agujeros.
Analista. Al arrancar el pequeño trozo de piel ayer, 
usted se lastimó tanto que no puede comprarse ropas: 
usted está vacío y no tiene nada con qué comprarlas.
Paciente. Aun cuando tienen agujeros aprietan mi 
pie.
Analista. No sólo arrancó su pene sino el mío. Así 
no hay comida interesante, sólo un agujero como en
46 W . R. BIO N
una inedia. Pero aun esta media está llena de agu­
jeros, todos hechos por usted, que se han reunido para 
apretar, maltratar y lastimar su pie.
Esta y otras sesiones siguientes confirmaron que sen­
tía que había comido su pene y por lo tanto no que­
daba comida interesante, sólo un agujero, pero este 
agujero era ahora tan perseguidor que él tenía que 
escindirlo. Como resultado de la división el agujero 
se transformó en una masa de agujeros que se reunían 
de un modo perseguidor para apretar su pie.
La costumbre de este paciente de pellizcarse había 
sido elaborada durante tres años. Al principio sólo se 
ocupaba de los puntos negros y citaré de la descrip­
ción de Freud tres casos; uno obsen-ado por él mismo, 
otro por el doctor Tausk y otro por R. Reitler que 
tienen semejanza con mi paciente.
Están tomados de su trabajo El inconsciente (1915).
De su paciente, Freud dijo que “él se aisló de los 
intereses de la vida a consecuencia de la condición 
poco saludable de la piel de su cara”. Declara que 
tiene “puntos negros” y que tiene huecos profundos 
en su cara visibles a todo el mundo. Freud dice que 
estaba elaborando su complejo de castración sobre la 
piel de su cara y comenzó a pensar que había un 
hueco profundo en todo lugar donde había sacado 
un “punto negro”. Él continuó diciendo: “La cavidad 
que entonces aparece como consecuencia de su acto 
culposo, es el genital femenino, es decir, representa 
el cumplimiento de la amenaza de castración (o la 
fantasía que lo representa) por causa del onanismo”. 
Freud compara estas formaciones sustitutivas con las 
del histérico diciendo: “Un pequeño agujero tal como 
el poro de la piel es poco probable que sea interpre­
tado por un histérico como símbolo de la vagina que
VOLVIENDO A PE N S A R 47
en cambio él compara con todo objeto imaginable 
capaz de incluir un espacio. Además, debiéramos pen­
sar que la multiplicidad de estas pequeñas cavidades 
le impedirán usarlas como un sustituto del genital 
femenino”.
Del caso de Tausk, él dice: “Tirándose de las me­
dias estaba afligido por la idea de que debía separar 
los puntos del tejido, es decir, los agujeros y cada 
agujero era para él un símbolo del orificio del genital 
femenino” . Citando el caso de Reitler, dice que el 
paciente “encontró la explicación de que su pie sim­
bolizada el pene; ponerse la media representaba un 
acto de onanismo” .
Volveré ahora a mi paciente en una sesión diez días 
más tarde. Una lágrima surgió de sus ojos y dijo con 
una mezcla de desesperación y reproche: “Las lágri­
mas salen ahora de mis oídos”. Este tipo de asociación 
ahora me era conocida, de manera que me di cuenta 
que se me había planteado un problema de interpre­
tación. Pero para esta época el paciente que había 
estado analizándose durante seis años, fue capaz de 
un relativo grado de identificación con el analista y 
así obtuve su ayuda. No trataré de describir las etapas 
por medio de las cuales llegué a las conclusiones que 
ahora expongo. Los pasos fueron laboriosos y lentos 
a pesar de que teníamos el material de seis años de 
análisis al cual podíamos recurrir.
Parecía que lamentaba haber cometido un error, que 
afirmaba la sospecha de que su capacidad de comu­
nicación verbal estaba perturbada. Parecía que su 
frase era sólo un ejemplo más de su incapacidad de 
unir palabras en una forma adecuada.
Después que esto fue discutido se vio que las lágri­
mas eran cosas malas como también el sudor que
48 W . R. BION
emanaba de los huecos de su piel cuando se había 
quitado los “puntos negros” u otras cosas de la piel. 
Su sentimiento sobre las lágrimas de sus-oídos mostró 
ser similar a sus sentimientos sobre la orina que salía 
del agujero que quedaba en una. persona a quien se 
le había arrancado el pene: la mala orina todavía salía.
Cuando me dijo que no podía oír muy bien, 
aproveché su comentario para recordarle que en todo 
caso debíamos saber porqué su mente estaba llena de 
tales pensamientos en el momento presente, y le sugerí 
que él sentía que su oído estaba defectuoso porque 
; mis palabras eran ahogadas por las lágrimas que ema­
naban de sus oídos.
Cuando notó que tampoco podía hablar muy bien, 
sugerí que era porque sentía que su lengua había sido 
arrancada y lo habían dejado sólo con el oído.
Esto fue seguido por lo que pareció una serie com­
pletamente caótica de palabras y ruidos. Interpreté 
que sentía que tenía la lengua, pero que era tan mala 
como su oído, emitiendo un torrente de lenguaje des­
truido. En una palabra, parecía que a pesar de sus 
deseos y de los míos no podíamos comunicarnos o bien 
él sentía que no podíamos comunicarnos. Sugerí que 
sentía que tenía un objeto muy malo v hostil dentro 
suyo que estaba tratando nuestro intercambio verbal 
con el mismo tipo de ataque destructivo que sentía 
haber lanzado contra el coito de sus padres, va sea 
sexual o verbal.
Al principio parecía sentir muy agudamente los de­
fectos en su capacidad de comunicarse o pensar v 
hubo mucho juego de palabras con la pronunciación 
de la palabra lágrimas (teers o tares en lugar de tears).
Ponía el énfasis sobre todo en su incapacidad para 
unir los objetos, las palabras, o la pronunciación de
VOLVIENDO A PENSAR " 49
ías palabras si no lo hacía cruelmente. En un mo­
mento dado pareció darse cuenta que su asociación 
había sido el punto de partida de muchas discusiones. 
Después murmuró, “un montón de gente” . Al elabo­
rar esto pareció que se había apartado de la idea de 
que su capacidad verbal estaba siendo irremediable­
mente destruida por los ataques a los cuales estaba 
sujeta nuestra conversación, para llegar a la idea de 
que su comunicación verbal era extremadamente 
voraz.
Esta voracidad era suministrada por su escindirse 
en muchas personas, pudiendo él estar en distintos 
lugares al mismo tiempo para oír las distintas inter­
pretaciones que yo, también disociado en “montones 
de gente”, era capaz de dar simultáneamente, en lugar 
de una a una. Su voracidad y los ataques sobre la 
comunicación verbal por los perseguidores internos es­
taban por lo tanto relacionados uno coh otro.
39. Es evidente que este paciente sentía que la diso­
ciación había destruido su capacidad para pensar. Esto 
ero lo más serio para él, porque ya no sentía que la 
acción le ofrecía una solución para el tipo de problema 
con el que ahora estaba luchando. Este estado es equi­
parado por el paciente con la locura. Cree que ha 
perdido su capacidad para el pensamiento verbal por­
que lo ha dejado dentro de su estado mental anterior, 
o' dentro del psicoanalista o del psicoanálisis. Cree 
también que su capacidad para el pensamiento verbal 
le ha sido quitada por el analista a quien ve ahora 
cómo una persona terrorífica. Ambas creencias danorigen a ansiedades características. La creencia que 
la ha dejado en su estado mental anterior, como he­
mos visto, contribuyó a hacerle pensar que estaba loco. 
Cree que nunca será capaz de progresar a menos que 
vuelva a su anterior estado mental para recuperarla
50 W . R . BIO N
y no se atreve a hacerlo porque le teme, y además 
teme verse aprisionado de nuevo por él. La creencia 
de que e! analista le ha quitado su capacidad para el 
pensamiento verbal le hace temer el uso de su recién 
encontrada capacidad para el pensamiento verbal, por­
que ésto podría despertar el odio del analista e indu­
cirlo a repetir el ataque.
Para el paciente la conquista del pensamiento verbal 
ha sido un acontecimiento desgraciado. El pensamien­
to verbal está entremezclado con catástrofes y una 
dolorosa emoción de depresión, y el paciente recurre 
a la identificación proyectiva, lo disocia y lo mete den­
tro del analista. Los resultados son otra vez desgra­
ciados para el paciente, siente jihqra que la falta de 
esta capacidad, es lo mismo que estar Toco.
Por otro lado al reasumir esta capacidad le parece 
i ser inseparable de la depresión y teme darse cuenta, 
¡esta vez en un nivel de realidad, de que está loco, 
j Este hecho tiende a dar realidad a la fantasía del 
paciente sobre los resultados catastróficos que se acu­
mularían si corriera el riesgo de la reintroyección de 
¡su capacidad para el pensamiento verbal. No se debe 
suponer que el paciente deja sin tocar sus problemas 
durante esta fase. De cuando en cuando dará al ana­
lista una información precisa y completa de ellos. El 
problema del analista es el temor del paciente, ahora 
bien manifiesto, al intentar comprender psicoanalíti- 
camenfé lo que significa para él, en parte porque en­
tiende ahora que el psicoanálisis exige de él ese mismo 
pensamiento verbal que él teme.
Hasta ahora he tratado el problema de la comuni­
cación entre el analista y el paciente esquizofrénico. 
Ahora consideraré la experiencia que adquiere el pa­
ciente, cuando atraviesa por el proceso de alcanzar 
suficiente dominio de la expresión verbal para salir
VOLVIENDO A PEN SA R 51
de la “prisión del psicoanálisis” o estado mental en el 
cual se sintió anteriormente encerrado, sin esperanza 
de salir. Aparentemente el paciente no se da cuenta 
de que algo existe fuera del consultorio, no hay ningún 
informe de actividad externa. Hay meramente una 
existencia alejada del psicoanalista de la que nada 
es conocido salvo que él está “bien” o “mejor” y una 
relación con el analista que el paciente dice que es 
mala. Los intervalos entre las sesiones son admitidos 
y temidos. Se queja que está loco, expresa su miedo 
a las alucinaciones y a las ilusiones y es extremada­
mente cuidadoso en su comportamiento por temor a 
volverse loco. Vivenciar las emociones que pertenecen 
a esta fase lleva hacia una evaluación más alta del ob­
jeto externo a costa del interno alucinado. Esto depen­
de del análisis de las alucinaciones del paciente y su 
insistencia en dar a los objetos reales un papel subordi­
nado. Si esto se logra el analista ve delante suyo el yo y 
relaciones objétales más normales en proceso del desa­
rrollo. Doy por sentado que se ha hecho una adecuada 
elaboración de los procesos de disociación y de la 
ansiedad persecutoria subyacente como también de la 
reintegración. H. Rosenfeld ha descripto algunos de 
los peligros de esta fase. Mis experiencias confirman 
sus hallazgos. He observado el progreso de múltiples 
divisiones a cuatro y de cuatro a dos y la gran ansiedad 
a medida que se desarrolla la integración con la ten­
dencia a volver a una desintegración violenta. Esto 
es debido a la intolerancia respecto de la posición 
depresiva, de los perseguidores internos y del pensa­
miento verbal. Si la escisión ha sido adecuadamente 
elaborada, la tendencia de dividir el objeto y el yo al 
mismo tiempo, es controlada. Cada sesión es un paso 
hacia el desarrollo del yo.
52 VV. R. BION
E) REALIZACION DE LA LOCURA
40. Una de las dificultades al tratar de aclarar el 
fenómeno complejo de la relación del esquizofrénico 
con sus objetos es que si el intento es exitoso es trai­
cioneramente engañoso. Ahora haré el balance tra­
tando el fenómeno que ya he descripto desde otro pun­
to de vista. Deseo tomar el relato en el punto en que 
las partes separadas son reunidas, el paciente escapa 
de su estado mental y se introduce la posición depre­
siva. En particular, deseo llamar la atención a esta 
concatenación de los hechos cuando es aclarado por 
los datos obtenidos a través del desarrollo de una capa­
cidad del pensamiento verbal. He aclarado que éste 
es punto de cambio más importante de todo el aná­
lisis. De modo que se podría tener la impresión de 
que en este punto el análisis entra en aguas tranqui­
las. Es necesario entonces, no dejarles ninguna ilusión 
al respecto. Lo que sucede, si_el analista ha tenido 
cierto, éxito, es que ha llevado al paciente a tomar 
conciencia de la realidad psíquica. Él paciente se da 
cuenta que tiene alucionaciones e ilusiones, puede sen­
tirse incapaz de comer y sufrir de insomnio. El pa­
ciente tendrá intensos sentimientos de odio hacia el 
analista, dirá categóricamente que es loco y expresará 
coh intensa convicción y odio que el analista lo ha 
llevado a ésk,situación. El_ analista debe esperar que 
¡a’preocupación por el bienestar del paciente por parte 
de Tá familia la llevará a intervenir y debe estar pre­
parado para dar una explicación satisfactoria de la 
alarmante situación. Debe forzarse por mantenerse en 
pugna con la cirugía y los tratamientos biológicos (elec- 
troshock) y no permitir al paciente retroceder de su 
admisión de que está loco o del odio hacia su analista,
VOLVIENDO A PE N S A R 53
quien ha logrado, después de tantos años llevarlo a la 
reálízación' emocional de hechos que el paciente ha 
tratado toda su vida de evitar. .
Esto puede ser más difícil, porque cuando el primer 
ataque de pánico empieza a disminuir, el paciente 
mismo empezará a sugerir que se siente mejor. Se debe 
dar a esto su debido valor, pero hay que tratar de evitar 
que sea utilizado para demorar la investigación en de­
tállemele las ramificaciones en la situación analítica de 
los cambios causados en las relaciones de objeto del 
paciente por la realización de su locura.
F) RESULTADOS
41. No estoy todavía preparado para ofrecer una 
información precisa de las perspectivas del tratamiento, 
a excepción de decir que dos de los tres esquizofrénicos 
a quienes me refiero, están ahora ganándose la vida. 
Creo que siguiendo el camino que he indicado arriba, 
hay razón para anticipar que el esquizofrénico podrá 
alcanzar su propia forma de ajuste a la realidad, que 
podrá sin menoscabo llevar el título de una “cura” 
aunque no sea del mismo tipo que aquel logrado por 
pacientes menos perturbados. Repito que no creo que 
cualquier cura, por más limitada que sea, será alcan­
zada si llegado el punto que he tratado de aclarar, el 
analista trata de reasegurar al paciente y deshace de 
ese modo todo el buen trabajo que ha llevado a que 
éste pueda darse cuenta de la severidad de su con­
dición.
En este punto se ha logrado una oportunidad que 
no se debe perder para explorar con el paciente qué 
es lo que quiere decir, hacer, trabajos analíticos o de 
cualquier otro tipo, cuando se es loco.
54 VV. R. BION
Las experiencias que he descripto me obligan a con­
cluir que al comienzo de la posición depresiva infantil, 
los elementos del pensamiento verbal aumentan en in­
tensidad y en profundidad. En consecuencia los do­
lores de la realidad psíquica son exacerbados por ello y 
el paciente al regresar a la posición esquizoparanoide, 
se volverá destructivamente contra su capacidad em­
brionaria para el pensamiento verbal como uno de los 
elementos que lo han llevado a su dolor.
4
DESARROLLO DEL PENSAMIENTO 
ESQUIZOFRENICO 1
42. En este capítulo que debe ser considerado como 
una introducción preliminar planteo tres cosas: a) Dis­
cuto

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