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BIBLIOTECA: PSICOLOGIA DE HOY Serie Menor 1. M. Davis: U Mxuclidarf «n U idalcsecnciá. 2. K. R. Beutner, N. G. Hale: Qaía para la familia dei enfermo mental. 3. M. Choisy: Psicoanálisis de la prostitución. 4. J. A. M . Meerloo: Psicología de! pánico. 5. R. Lindner: Relatos psicoa na tí ficos de la vida real. 6. L. Eidelberg: Psicología de la violación. 7. R. Spitz: No y Sí. Sobre ia gé nesis de ia comunicación humana. 8. R. Street: Técnicas sexuales mo dernas. 9. H. F. Tashman: Psicopatologia sexual del matrimonio. JO. Asociación Norteamericana de Estudios sobre ia infancia: Guía para la educación sexual. 11. E. Bergler: infortunio matri monial y divorcio. 12. A. Freud y D. Buriingham: La guerra y los niños. 13. R. Loewenstein: Estudio psi- coanalítico del antisemitismo. 14. A. Freud: Psicoanálisis del ni ño. 15. T. Reik: Treinta años con Freud. 16. Freud, Abraham, Ferenczi, Klein, Reik, Erikson, Lindner; Grandes casos del psicoanálisis. 17. T. Reik: Cómo se llega a ser psicólogo. 18. D. W . Baruch: Nuevos méto dos de educación sexual. 19. F. L. ilg y L. Bates Ames: Có mo preparar una fiesta infantil. 20. J. L. Moreno: Psicomúsica y soeiodrama. 21. S. Isaacs: Años de infancia. 22. T. Reik: Confesiones de un psicoanalista. 23. A. Storr: Las desviaciones se xuales. 24. T. Reik: Aventuras en la in vestigación psicoanalítica. 25. E. Stengel: Psicología del sui- d d o y los intentos suicidas. 26. T. Reik: Psicoanálisis aplicado. 27. T. Reik: Psicoanálisis del cri men. 28. J. Schavelzon, J. Bleger, L. Bleger, !. Luchina y M. Langer Psicología y cáncer. 29. T. M. French y F. Aiexander: Psicología y asma bronquial. 30. R. Sterba: Teoría psicoaciafíti- ca de la libido. M. Langer: Apor te kleiniano. 31. R. E. Hall: Guía para la mujer embarazada. 32. H. R. Litchfield y L. H, Derri bo: Guía para «i cuidado de su hijo. 33. M . Freud: Sigmund Freud. Mi> padre. 34. T. Reik: El amor visto por un psicólogo. 35. J. R. Gallagher y H. I. Ha- rris: Problemas emociónales de ios adolescentes. 36. M. Lsnger: Fantasías eternas a la lux del psicoanálisis. 37. J. L. Schulman, j. C. Kaspar y P. M . Barger: El aprendlsaje de la psicoterapia. 38. j. Mariano: El divorcio y la separación. 39. W. McCord y J. McCord: E| psicópata. 40. M. D. Pittman: Alcoholismo. 41. M. D. Ver non: Psicología de la percepción. 42. T. Reik: Diferencias emocio nales entre los sexos. 43. -A. Comfort: La sexualidad en la sociedad actual. 44. A. Stokes: La pintura y el mundo interior. 45. M. N. Robinson: La mujer frí gida. Estudio psicoanalítico. 46. Ecuación fantástica. 13 cuen tos de ciencia ficción por 9 psi coanalistas. 47. C. A. Mace: Guía psicológica para el estudio y aprendizaje. 48. R. H. Thouless: Parapsicolo gía. Método experimental. 49. A. Freud, N. Ackerman, $ Ferenczi, K- Abraham y D. W. Winnicott: Grandes casos del psi coanálisis de niños. 50. M. Klein: E! sentimiento de soledad y otros ensayos. ( Continúa en la página 226) VOLUMEN 72 W. R. BION VOLVIENDO A PENSAR G> EDICIONES HORME S.A.E. Distribución exclusiva EDITORIAL PAIDOS B U E N O S AIRES Título del original inglés: Second Thoughts Publicado por W illiam H e in e m a n n M edical Bo o k s L im ited London Traducido por DANIEL R. WAGNER 2? edición, 1977 Copyright de todas las ediciones en castellano por EDICIONES HORME, S. A. E. Castillo 540 Buenos Aires Queda hecho el depósito que previene la ley 11723 IMPRESO EN LA ARGENTINA I N D I C E 1. Introducción 9 2. El mellizo imaginario 12 3. Notas sobre la teoría de la esquizofrenia 38 4. Desarrollo del pensamiento esquizofrénico 55 5. Diferenciación de las personalidades psicó- ticas y no psicóticas 64 6. Sobre la alucinación 92 7. Sobre la arrogancia 119 8. Ataques al vínculo 128 9. Una teoría del pensamiento 159 10. Comentario 165 1 INTRODUCCION Es habitual hallar en un libro de psicoanálisis que consiste de una compilación de artículos, cierto núme ro de historias clínicas; ésta obra no es una excepción. Contiene, osténsiblemente, una reseña de la historia del, paciente^ algunos informes detallados respecto de se siones ̂incluyendo las asociaciones del paciente y las interpretaciones ofrecidas por el analista. Siempre me ha parecido que tales informes se prestan a la objeción de que la narración y las interpretaciones dadas son meramente dos maneras diferentes de decir la misma cosa, o dos cosas diferentes predicadas acerca del mis mo hecho. Con el paso de los años, esa sospecha se ha convertido en certeza. He intentado formular esta convicción en tres libros, Aprendiendo de la experien cia, Elementos de Psicoanálisis * y Transformations. cada uno de los cuales profundiza algo más en el tema y hace un poco más precisas las formulaciones. Ahora que ha llegado la ocasión de reimprimir viejos trabajos, el cambio registrada en mis concepciones del psicoanálisis me hace sentir reacio a publicarlos sin mostrar en qué consiste ese cambio. Quienes deseen * Ediciones Hormé, Buenos Aires, 1966. 10 W . R. BION leer los artículos tal como fueron publicados original mente, así los encontrarán, pero he añadido un co mentario que traduce el cambio progresivo de opinión. No creo que ningún relato que pretenda ser una expo sición de hechos, sea respecto de lo que el paciente dijo o de lo que yo dije, pueda ser considerado una “relación fáctica” de lo acontecido. En primer lugar, no atribuyo a la memoria la significación que general mente se le asigna. La existencia de deformaciones involuntarias está tan bieiTdémostrada por el mismo psicoanálisis, que es absurdo conducirse- como si nues tros Informes estuvieran de algún modo exentos de los rasgos á que aluden nuestras propias comprobaciones. La memoria nace de la experiencia sensorial, y sólo a ella se adapta. Dado que el psicoanálisis se ocupa de una experiencia que no es sensorial •— ¿piensa alguien qiíe la' ansiedad tiene forma, color u olor?-—, los re gistros basados en la percepción de lo que es sensorial sólo registran los hechos sin importancia psicoanalíti- cá. Por consiguiente, en cualquier relato de una se sión, aunque se lo efectúe inmediatamente después de la misma o aunque sea obra de un maestro, no debe mos considerar a la memoria como otra cosa qué uná comunicación gráfica de una experiencia emotiva. Aun que en el momento de escribir los relatos de casos que figuran en este libro yo los creí fácticamente correctos (excluyo las alteraciones efectuadas y reconocidas, en homenaje a la discreción), deben ser considerados aho ra formulaciones yerbales de imágenes sensoriales, ela boradas para comunicar de una manera lo que pro bablemente es comunicado de otraj por ejemplo, como teoría psicoanalítica, sea en el mismo artículo o en alguna otra parte de la literatura psicoanalítica. Si VOLVIENDO A PE N SA R 11 esta revaluación parece severa, agregaré que a menos que se la considere esencial dejará de haber progresos en la tarea psicoanalítica; hay que considerarla el pun- 10 de partida para una nueva actitud hacia el trabajo científico, tanto el de los demás como el nuestro. Los artículos están reimpresos en su forma original para quienes encuentren más fácil tomarlos como informes tácticos. El comentario añadido expresa el cambio de mi concepción. , 2 EL MELLIZO IMAGINARIO 1 T. El paciente de cuyo análisis tomo la mayoría de mi material había sido tratado con psicoterapia du rante varios años, hasta que finalmente el terapeuta aconsejó una leucotomía. Teniendo en cuenta la lamentable historia familiar y las tensiones a las que se vio sometido el paciente en su temprana niñez, el médico que lo remitió hizo un pronóstico pesimista. 2. El paciente tuvo una hermana, 18 meses mayor que él, que murió a causa de una enfermedad que ambos habían sufrido cuando aquél tenía un año; du rante el curso de la misma ambos padecieron una intensa diarrea. 3. La familia mantenía estrechas relaciones con sus vecinos, cuyas dos hijas,una de ellas dos años menor que mi paciente y la otra siete años menor que él, fueron sus únicos compañeros de juego hasta que tuvo diez años. La menor murió en un asilo antes de la guerra; la otra todavía está viva, pero en un estado de insania incurable, presuntamente esquizofrenia. 4. La desunión de los padres complicó su infancia. La pasó en un país extranjero en el que se estaban 1 Leído ante la British Psycho-Analytical Society el 1' de noviembre de 1950. VOLVIENDO A PE N SA R 13 ifundiendo el fútbol y otros deportes, de modo que mando se descubrió que era un buen deportista, y demás inteligente, pareció que haría una buena carre- ... gozaría de popularidad. Pero la situación econó- mica de la familia empeoró, y se agriaron a la'vez las relaciones domésticas, hasta que a los trece años el niño tuvo un colapso nervioso del que no se recuperó decuadamenté, pese a que volvió a trabajar, cosa que . ontinuó haciendo. La madre murió después de varios iños de una enfermedad crónica y penosa, cuando él tenía 17 años; el padre falleció muchos años después. En la época de la muerte de su madre agravó las cir cunstancias el hecho de que se vio obligado a aban- de nar su país natal y comenzar de nuevo aquí (en Inglaterra, NT). 5. Cuando vino a verme, era un hombre de 43 años, ele cerca de 1,80 m de altura, delgado, de piel cetrina y rasgos inexpresivos, maestro de profesión. La discusión de sus dificultades fue superficial, y sus in tervenciones fueron indiferentes y monosilábicas. Acep tó sin entusiasmo la idea de hacer una prueba con el análisis. 6. La exposición relativa a los dos años siguientes será necesariamente sucinta. El tema central del aná lisis fue la contaminación: el paciente tenía que pro teger su cabeza de la almohada haciéndola descansar en una mano; no podía estrechar la mano de otras personas; sentía que contaminaba al baño en el que confiaba para obtener una sensación de limpieza, y que éste lo contaminaba a su vez. 7. Le parecía que bebía demasiado; se preguntaba si su pene no estaría erecto; no podía soportar que alguien se sentara detrás suyo en el ómnibus; también 'tabía contaminación si él se sentaba detrás de otra persona. 14 W . R. BION Comenzó a sospechar que sentía impulsos sexuales hacia sus alumnos; al poco tiempo la sospecha se con virtió en certidumbre, y esto lo hizo sentirse impuro. En sus asociaciones desempeñaban un gran papel imaginarías inyecciones terapéuticas que él habría apli cado, sintiendo luego el temor de no haber esterilizado adecuadamente la aguja. 8. Durante los dos primeros años me resultó muy difícil estimar, a partir de sus reacciones, qué validez tenían mis interpretaciones. En dos ocasiones, muy separadas en el tiempo, supe por una fuente extra analítica que se decía que el paciente había mejorado mucho. Por mi parte no veia ninguna mejoría, y tam poco pude observar algo que ahora creo que sucedió realmente, a saber, que comenzó a producirse un cam bio en él hacia el final de este período. Hasta ese momento había hablado de un modo uniformemente desprovisto de emoción, y en consecuencia sus decla raciones fueron difíciles de interpretar, pues casi siem pre tenían un carácter ambiguo que permitía atribuir les distintos sentidos si se les asignaba un determinado contenido afectivo en una ocasión, y otro diferente en otra. 9. Presentó abundante material edípico, en un nivel muy superficial, que yo interpreté debidamente, susci tando una respuesta insustancial, cuando hubo alguna. Tomé conciencia gradualmente, a lo largo de un período de unos tres meses, de que se estaba produ ciendo un cambio en el análisis. Al principio tuve la impresión de que mis interpretaciones tropezaban con una indiferencia más obstinada que la habitual, y lue go que yo era un padre haciendo exhortaciones y ad vertencias ineficaces a un niño refractario. A su de bido tiempo se lo señalé, y se produjo un cambio difí cil de formular. Las asociaciones seguían siendo can VOLVIENDO A PE N S A R 15 sadoramente monótonas, pero con una nueva cualidad que derivaba de lo que no hallo mejor modo de deno minar que el ritmo de esas asociaciones. Parecía como si fuera posible introducir dos cesuras independientes pero coexistentes en su material. Una impartía una invencible sensación de hastío y depresión; la otra, pro ducto del hecho de que efectuaba pausas regularmente distribuidas en la corriente de las asociaciones, daba una impresión casi jocosa, como si estuviera diciendo: “Siga usted, es su turno ahora” . 10. Estudiando más profundamente el material, no té que todas las asociaciones eran convencionales, y que invitaban a dar respuestas convencionales. Si yo interrumpía el ritmo, mostraba signos de ansiedad o irritabilidad; si yo continuaba ofreciendo interpreta ciones, que era ahora obvio que él provocaba y espe raba a la vez, se terminaba con la sensación de haber llegado a un punto muerto. No me sorprendió que al comienzo de la siguiente sesión me dijera que le pare cía que el tratamiento no conducía a ninguna parte y no tenía ningún resultado; me preguntó muy razona blemente si yo pensaba que valía la pena continuar. 11. Le cohtesté que si bien es difícil hacer estima ciones del progreso realizado en un análisis, no habla razones para pensar que su evaluación no era correcta. Pero añadí que antes de considerar qué era lo que había que hacer necesitábamos saber qué entendíamos por tratamiento. Podíamos aludir al psicoanálisis, en cuyo caso parecería conveniente buscar algún otro mé todo para tratar sus problemas. Un sentido quizá más obvio sería el de el psicoanálisis tal como yo lo prac ticaba, en cuyo caso el remedio sería un cambio de analista más bien que un cambio de método. Pero había otra posibilidad. Ya habíamos tenido motivos para srtponcr que a veces se lograba un alivio de los 16 W . R. BION síntoma^jgracias a factores incidentales respecto dei anáfisis; por ejemplo, la sensación de seguridad que dá el hecho de tener alguien a quien acudir. Tal vez él se refería inconscientemente a algún factor'de ese tipo? 12. Se produjo un silencio, y dado que hemos lle gado ahora al punto en que hay que presentar el tema a discutir, aprovecharé la oportunidad para exponer algunos detalles del análisis de los años anteriores, que son necesarios para entender lo que sigue. Esos detalles no fueron importantes en su momento, sino que pertenecían a la periferia de la corriente prin cipal de sus asociaciones. Partían del punto en que el paciente introducía algún nuevo episodio o anécdota en el relato. Por ejemplo, mencionó que cierta historia le había sido contada por su cuñado, un homosexual. O bien que fue a visitar a tal o cual amigo cuando experimentó síntomas particularmente molestos. Su círculo de conocidos era muy amplio, y dado que el tema del análisis lo daba el contenido de la historia, yo no tenía razones para prestar mucha atención a las diversas personas así mencionadas. Debo volver retros pectivamente sobre este aspecto de sus asociaciones, que ahora se convierte en central, y no periférico. 13. Pero primero les llamo la atención sobre esto: él solía decir, “Estaba pensando en hablar con el señor X para decirle que. . . etcétera, etcétera” . Cierto día me llamó la atención alguna peculiaridad de la fraseo logía, o tal vez el carácter improbable de la observa ción, vJs^wéeunté'si realméñte había dicho lo que me había relatado. “ Oh n o — conf ésto1— , sólo me lo estoy imaginando.” . Sé reveló luego que muchas de las con versaciones introducidas por la frase “ Estaba pensando en hablar con el señor X ” , o “ con la señora Y ” , aun que^ no todas ellas, eran conversaciones imaginarias. VOLVIENDO A PEN SAR 17 Yo había mencionado entonces que parecía que el paflehté~nó establecía distinciones claras entre lo real y lo imaginario, pero en esa época este rasgo no tenía ia importancia que asumiría luego. Entre las personascon las que él había hablado, sea en JáT imaginación o en la realidad, jugaba un gran papel un hombre de su misma profesión y edad simi lar, con los mismos síntomas que él, casado y con hijos. Residía aún en el Continente, trabajaba mucho y con tal éxito que nadie sospechó nunca que padeciera en fermedad alguna. Estaba en condiciones de viajar li bremente, cosa que mi paciente no podía hacer. Pa recía que mi paciente se comparaba desfavorablemente coñ~cTT" Estaba, como dije, el cuñado homosexual, un hom bre de la misma edad, quizá más fornido, pero clara mente homosexual y que sentía una atracción inces tuosa hacia la esposa de mi paciente, si es que no mantenía una relación con ella. Había otro hombre con quien mi paciente jugaba al tenis; eso es lo único que oí decir de él. Había cierto número de alumnos suyos, que él con sideraba casos psiquiátricos, que le habían enviado a otros estudiantes. Hasta había uno que le había en viado a un caso psiquiátrico, y se preguntaba si no sabría cuando hizo eso que él mismo era un caso psi quiátrico. (La ambigüedad en el uso del pronombre relativo no es un defecto gramatical, sino más bien una expresión de la habilidad de mi paciente para trasmitir mucha información, demasiada en realidad, concisa mente. ) También mencionaba un desagradable colega, a quien había conocido cuando era niño, y que había sido compañero suyo en la escuela, y que ahora enseñaba en un lugar cercano y ocasionalmente atendía a sus 18 W . R. BION alumnos, pero que era tan inescrupulosamente entro metido que mi paciente se proponía no volver a ape lar a él. 14. Volvamos ahora al paciente, a quien dejamos silencioso despüés 'de'rñi resumen de los problemas que debía considerar antes de tomar una decisión acerca del tratamiento: le pregunté en qué estaba pensando. Me contestó que estaba pensando en una mujer que sufría dolores reumáticos. “Siempre se está quejando de una cosa o de la otra, y yo pensé que es muy neu rótica. Me limité a aconsejarle que comprara un poco de amital, y la mandé a paseo.” Esto, le dije, es probablemente una sucinta descrip ción del tratamiento que yo le aplicaba, y de cuya eficacia él dudaba. Mis interpretaciones eran para él vagas quejas a las que prestaba escasa atención; mu- chasVfé sus asociaciones eran convencionales, y las em pleaba más por su efecto soporífero, similar al del ami- tnl, que por su valor informativo, y tenían por fin mantenerme ocupado sin fastidiarlo. Pero, agregué, también habría que considerar por qué esta situación le resultaba tolerable^y le señalé algunas peculiarida- dés~'d& su conducta, especialmente el ritmo de “aso ciación - interpretación - asociación”, que indicaba que yo era ún mellizo suyo que lo apoyaba en una evasión burlona de mis quejas, y que aliviaba así su resenti miento. Él podía identificarse con cualquiera de estos tres papeles. Su respuesta fue notable. Su tono de voz cambió, y dijo^ con expresión deprimida, que se sentía cansado y sucio. Parecía que yo volvía a tener ante mí, eñ un instante, sin cambio alguno, al mismo paciente que vi en la primera entrevista. La transformación fue tan repentina que me desconcertó. ¿ Qué diablos había pasado, me pregunté, con el mellizo y el padre qúé- VOLVIENDO A PE N SA R 19 ¡umbroso? Era como si se los hubiera tragado y estu viera sufriendo las consecuencias. .. Ese fue el final de la sesión. Cuando me recobré de la sorpresa, recordé que a menudo habíamos tenido motivos para suponer que él sentía que albergaba den tro suyo a una familia venenosa,jjero esta fue la pri- mefiT ocasión en la que se me manifestó tan dramá ticamente en el acto de introyectar objetos. 15. En la .sesión siguiente el paciente dijo que ha bía tenido un sueño terrible. Fue este: estaba condu ciendo un automóvil, y a punto de alcanzar a otro. Se puso al lado de éste, pero en lugar de pasarlo se man tuvo a la par. El otro automóvil aminoró la velocidad y se detuvo, y él hizo otro tanto. De tal modo los dos autos quedaron detenidos lado a lado. El otro conductor, un hombre de contextura muy parecida a la suya, descendió, se dirigió hacia él y se inclinó apoyándose en la puerta del automóvil. El paciente no podía escapar, pues al estacionar su automóvil al lado del otro había obstruido la salida por la otra puerta, mientras que el otro conductor le impedía salir por la puerta más cercana. El otro hombre se inclinaba ame nazadoramente hacia él por la ventanilla. Se despertó aterrorizado, y durante todo el día estuvo embargado por ansiedad. 16. Interpreté el sueño de este modo: la. figura ame nazadora era yo mismo, que era a la vez el mellizo imaginario del que él había hablado por última vez en ía sesión anterior. El mellizo era imaginario porque él había impedido su nacimiento; no había en realidad ningún mellizo. Su uso del mellizo como medio para aliviar la ansiedad era por tanto ilegítimo, y el mellizo estába decidido a no dejar que ahora naciera el pa ciente, o sea, que lograse libertad o independencia. De mañera que éste se veía encerrado, tanto por el 20 W . R. BION mellizo como por su propio acto de estacionar su auto móvil tan cerca del de éste. El_ análisis había sido el automóvil del que no se me haBía permitido surgir etí cuanto un ser real; el sueño manifestaba su temor de que en la sesión anterior yo hubiera cobrado vida sólo para impedir su huida del análisis,_ al convertirme áT mí en una personificación de la parte mala de él mismo, de la que deseaba disociarse. 17. Siguió luego un período durante el cual los ras gos prominentes del análisis fueron las manifestaciones de introyección, proyección, escisión, y personificación de las porciones escindidas de su personalidad. En cierto sentido esto no tenía nada de nuevo, pero como al mismo tiempo el análisis se hizo mucho más inte grado y disminuyó su temor a sus propios mecanismos, estuvimos en mejores condiciones para observarlos con claridad. Pude darme cuenta, retrospectivamente, de que gran parte de la ansiedad producida por las in terprefaciones efectuadas antes de la aparición def'ine- llizó no era provocada sólo por el contenido de sus asociaciones, sino también por el mero hecho de qué vó' llamara la atención sobre sus procesos intrapsí- qdicos. 18. Un resultado de la mayor integración ue su aná lisis fue que pude percatarme de que alguna” de sus asociaciones anunciaban el tema en torno del cual se haría el análisis, probablemente durante varias sesio nes. Aprovecharé esta circunstancia para limitar mi exposición a sólo dos asociaciones; el lector puede su poner que el material sobre el que basé mis interpreta ciones fue infinitamente más abundante de lo que sugiere esta reseña necesariamente resumida. 19. La primera asociación se presentó antes de un un fin de semana que iba a pasar con algunos amigos. Hasta unos seis meses antes no había pensado que VOLVIENDO A PENSAR 21 fueran posibles los paseos de fin de semana, y ni si quiera las vacaciones anuales; en aquel momento habia tomado su primer descanso en muchos años, y ahora esos paseos se habían vuelto habituales. Dijo: “Dejo a un reemplazante a cargo de mis alumnos; no tiene mucha experiencia, y aunque es de mi misma edad no estoy seguro de que pueda manejarse bien. Hay una niña que podría sentirse mal, y a la que tal vez haya que internar en un hospital. Esto no sería muy difícil, pero hay que conocer un poco el asunto, pues si no la niña no será admitida. Habitualmente tengo un arreglo con un médico al que conozco bien, y que me ayuda cuando me ausento, pero un malentendido lo ha arruinado todo” . La elaboración posterior indicó que yo era la per sona que había interferido en el entendimiento de am bos médicos, por mi interpretación del mellizo y la consiguiente reintroyección de éste dentro del paciente. El reemplazante era una porción escindida de él mis mo, que carecía de calificaciones en algunos aspectos, y~en particularno era capaz de hacer internar a la niña en el hospital. Sugerí que la parte de sí mismo a la qué había confiado a la niña era genitalmente impotente. 20. Después del fin de semana me contó que el reemplazante había causado un desbarajuste y que había atemorizado a una de las madres. Mi paciente pensaba que había que tener mucho cuidado con lo que se les decía a los padres, y el reemplazante había suscitado ansiedad en una madre hablando demasiado abiertamente de la enfermedad de la hija. El resul tado era que en el futuro ella lo quería a él y no al otro hombre. Pensaba qúe no valía la pena usar reem plazantes, pues de todas maneras el trabajo tenía que hacerlo uno mismo. Contestando una pregunta mía 22 W. R, BION' admitió que ya antes del fin de semana le había ins pirado preocupación el reemplazante. De modo que, en cierto sentido, el empleo de éste no había aliviado su ansiedad ni su responsabilidad. Se quejó de que la madre le planteaba una cantidad de exigencias, y sugirió que ella se sentía sexualmente atraída por él. ! Mi interpretación fue que yo era el progenitor que se quejaba por haber quedado en manos del inexperto reemplazante. Como él me había dejado a cargo de su yo inexperto, a mi vez le había dicho cosas que lo , habían trastornado mucho. Su ansiedad provenía del hecho de qué si se me presentaba en cuanto hombre experimentado, esto es, potente, yo le plantearía exi gencias, particularmente sexuales, que él se sentía incapaz de satisfacer. 21. Se movió incómodamente en el diván y se puso tenso; después de un momento replicó: “Me siento como si estuviera enroscado, y temo que si me quedo así voy a tener un calambre. Si me estiro me pondré rígido, voy a tocar la almohada y la voy a contaminar, y voy a ser contaminado por ella. Me siento como si estuviera en el útero” . Le dije que en este caso el útero representaba las limitaciones que se imponía a sí mismo al sentirse obli gado a presentarse como el reemplazante. Durante el análisis habíamos visto que él temía que para él la violencia y la agresión ocupaban el lugar de la sexua lidad. El temor a su agresión, estrechamente asociado en su mente a los excrementos, le hacía retirarse a una posición en la que se sentía constreñido y confinado, y por tanto a salvo del odio que liberaría en una po sición más relajada. En realidad todo lo que sucedía es que le molestaba más que nunca una relación que le imponía estas limitaciones. Podríamos haber inter pretado que su asociación indicaba que se había cobi- 23VOLVIENDO A PENSAR jado en el útero y temía nacer; pero era'necesario con siderar qué significaba esto en la situación presente; yo sugerí que significaba que él no confiaba en el uso* que'daría a_.suscapacidades, si se permitiera un desa rrollo mediante la reunificación de las diversas partes escindidas de su personalidad, especialmente si dejara qúe su odio se reintegrara como parte de sí mismo en su'- relación conmigo. Tampoco se sentía seguro del modo en que yo respondería. Temía que si llegara a establecerse una relación entre nosotros, siendo ambos experimentados, ella desembocaría inevitablemente en una aversión mutua. 22. La sesión llegó a su fin, y esa noche tuvo un sueño con el que comenzó la sesión siguiente. Sólo lo relataré parcialmente. Dijo que un hombre se había presentado con una factura y que luego se fue. La cuenta era excesiva. Lo siguió para protestar, pero el hombre desapareció rápidamente, sin preocuparse pol los intentos que hizo mi paciente de llamar su atención tocándole el hombro. Mi paciente se sintió invadido por un furor tal como nunca antes había sentido, y se despertó aterrorizado. Le recordé la sesión anterior, y su temor de lo que podía suceder si abandonaba su posición constreñida; esto era el odio escindido hacia mí y la aversión que le despertaban las demandas, económicas y otras, que yo y el análisis le planteábamos. Clontinuó-refiriéndose a un psiquiatra a quien había cnctmtrado ese día. Durante la guerra había formado parte de una Junta Examinadora ante la que se pre sentó mi paciente para recibir nuevo destino por ra zones psiquiátricas, pero rio lo reconoció. Mi paciente lo interrogó y se enteró de que trataba a pacientes y consideraba que 50 sesiones eran suficientes. Mi pa ciente se formó una pobre opinión de él y pensó que no hubiera podido hacer nada en su caso si hubiera 24 W . !R. EION intentado curarle sus síntomas en 50 sesiones. Durante este interrogatorio exteriormente cordial, había sentido un intenso odio hacia él. Añadió que todavía se sen tía tenso. Le dije que me estaba comparando favora blemente cdrr-HSfe' psiquiatra, pero que el incidente entrañaba una advertencia de la interrogación a la que yo sería sometido si intercambiáramos papeles. 23. Hacia esta época la relación conmigo, era mucho más realista, y manifestaba todos los signos de coope rar para investigar su problema. Era posible, como antes no lo había sido, preguntarle detalles y pedirle explicaciones acerca de sus asociaciones cada vez que parecía necesario para comprender mejor el material que estaba presentando. Comenzó ahora una serie de asociaciones en las que enviaba a diversos alumnos a consultar a un especialista. La siguiente asociación que mencionaré fue la se gunda de su tipo. Dijo: “Tengo una alumna con una afección en los ojoS. Un oculista dijo que era una infección. De todos modos, no podía hacerse nadáal respecto, pero el padre dijo que quería otra opinión. De manera que tuve que enviarla a otro oculista, y ahora me' encuentro con una cantidad de trabajo que no quisiera hacer; ella es una carga. Tengo que hacer una serie de entrevistas. El segundo oculista no difiere mucho eií el diagnóstico del primero, pero piensa que vale la pena intentar algo. El primero no creyó que valiera la pena molestarse,'y supongo que es por eso que el padre de mi alumna lo consideró un poco negli gente. De cualquier modo, tengo que encargarme de esto ahora. Hay que hacerle un análisis de sangre para ver si1 tiene sífilis^ Tendría, que haberse hecho antes” . VOLVIENDO A PENSAR 25 24. Podemos considerar a esta asociación como el punto de partida de una investigación que esclareció dos problemas: primero, el material inconsciente que había expresado, y segundo, la manera en que el pa ciente pudo traer ese material a la conciencia. A medida que avanzó el análisis, pudimos demostrar que esta asociación, con sus variaciones siguientes, expresaba resumidamente los siguientes temas: 1. Yo era el primer oculista, quien en realidad dijo que la alumna que sufría la afección era un objeto interno, infectado por los objetos malos que él tenía dentro de sí, y por el cual nada podía hacerse. Yo era también el segundo oculista, quien dijo que la alumna había sido afectada por los excrementos, las espiroquetas y los bacilos del paciente, todas varieda des de malos penes, por la cual nada podía hacerse, pero él tendría que intentarlo igualmente; Tendría que cúrarla con su pene, pues yo no remediaría los daños causados por él, y en cualquier caso se trataba de un objeto; y él tendría que curarla sin ninguna recom pensa placentera. Yo era también el cirujano de los ojos que lo amenazaba con la castración. Él había dedicado algunas horas ansiosas a una correspondencia cuyo propósito era que ninguna cuestión de celos y ninguna fricción interfiriera en la relación entre los dos oculistas y entre ambos y él mismo. De modo que se .trataba de lograr la cooperación armoniosa de los mellizos.'2. El primer oculista, pasivo, representaba sus ex periencias psicoterapéuticas anteriores, que no lo ha bían molestado mucho ni a él ni a sus objetos. El segundo oculista era el psicoanálisis que le estaba ofre ciendo una creciente toma de conciencia, y atrayén dolo hacia la sexualidad genital y una situación ame nazadora concomitante. 2 6 W . R. BION i 3. El primer oculista, pasivo, era la madre, y el segundo, activo, el padre, a quienes había tratado de poner en armonía en su correspondencia con ambos. 25 . Me referiré ahora al modo en que el análisis iluminó el segundo problema, la manera en que el paciente llevó el material a la conciencia. Lo primero que señalaré es que con su asociación estamos de vuelta en el tema de la contaminación. La muchacha tenía una infección, sea tuberculosis, sífilis u otra no aclarada. El mismo paciente notó espontá neamente que no había mencionado la posibilidad de diabetes, aunque en el caso real se la había conside rado. De modo que estábamos repitiendo un tópico que en los últimos dos años y medio de análisis había sido frecuentemente tratado, diríamos oralmente, pero que ahora tendría que ser investigado por otros medios. f La consulta a los dos oculistas indicaba un método visual de investigación. Además, se manifestaba una modificación del tema de los mellizos, los dos oculistas. < 26 . El resultado de esta nueva investigación había ' sido un mayor optimismo, pero también nuevas cargas ly responsabilidades; entre estas se contaban la posibi lidad de una sexualidad genital, un nuevo ensayo en la sexualidad oral que él había descuidado, el retiro de sangre del objeto, posiblemente contaminada, y la , aplicación de inyecciones. Los oculistas, especialmente el segundo, representa ban también el refuerzo de los instrumentos de inves tigación por algo parecido al intelecto: se suponía que ellos sabían más que él. Durante este período fue evidente que el paciente sentía mi presencia y que hasta la consideraba necesa ria. Pero yo no debía interferir. Al paciente le mo- VOLVIENDO A PE N S A R 27 lestaba toda interpretación que tuviera el más ligero matiz que él pudiera tomar como una incursión en el dominio del diagnóstico y el tratamiento; pero yo po día ser yo mismo, y no meramente un mellizo á quien él pudiera darle la forma que quisiera. Si interpretara las manifestaciones dé mi paciente en términos de un juego terapéutico con un niño, consideraría a los dos oculistas como partes de su cuerpo, posiblemente sus dos ojos a los que habría que armonizar para lograr la" visión binocular. La enferma sería algún objeto recuperado de su interior, a! que se sometería al escru tinio de sus ojos y de un intelecto en desarrollo, inda gación que se efectúa así sobre un objeto externalizado. Los resultados de este escrutinio no fueron totalmen te ̂ tranquilizadores, pues, por un lado, no hubo com pleta armonía entre los dos oculistas, por otro lado, el diagnóstico fue oscuro, y finalmente, se pudo prever la imposición de nuevas y pesadas responsabilidades, a saber, una revisión de la sexualidad oral y una explo ración de la sexualidad genital. En este momento ob servé que el paciente había comenzado a llamar ciru jano de los ojos al oculista. Guando se lo hice notar, me dijo que el cirujano no había creído necesaria una operación. Ño me sorprendió enterarme en la sesión siguiente desque otro alumno había sido enviado a una consulta médica, esta vez con un cirujano de garganta, nariz y oído, y también ésta vez a solicitud del padre. Al narrar el episodio expresó sentimientos persecutorios respecto del cirujano en cuestión. Había tenido lugar un retroceso a los niveles auditivo, olfativo y orab Mi interpretación fue que había sentido que era impo sible mantener su progreso, y que se sentía perseguido no sólo por las razones ya aducidas sino también por que el psicoanálisis, un método que involucraba el 28 W . R. BION examen de sus problemas con todos sus sentidos, inclu yendo la vista y el intelecto, era mucho más trabajoso que la psicoterapia; implicaba 1) una coordinación laboriosa, que él no había podido lograr; 2) la acep tación'de todas Tas partes escindidas de su personalidad que él había personificado y externalízado; 3) la im posición de responsabilidades que no era capaz de asumir, y 4) la amenaza de una castración punitiva, que él no podía tolerar. Le recordé el sueño del pintor que le había presentado una factura excesiva, y le dije que yo era objeto de su animadversión porque fe im ponía esas responsabilidades y castigos y lo obligaba a retirarse a niveles que él ya había encontrado intolera bles^ Le señalé que, dado que él había dicho que el cirujano de garganta, nariz y oído había estado de acuerdo con que su tratamiento era correcto, parecía como, si todos los niveles indicaran que él era respon sable^^ tenía el deber de restaurar el objeto lesionado. S27. Le dije al paciente que debíamos tener en cuen ta que el único elemento que no sufría alteración en ninguna circunstancia era su conciencia, y que pare cía tan exigente que él se veía llevado por ella de una situación apremiante e intimidatoria a otra similar. Las oscilaciones del paciente le ayudaron a probar sus métodos de verificación de la realidad, permitién dole comparar sus descubrimientos de las fases oral y ocular. El objeto lesionado había sido concienzuda mente estudiado en el nivel oral antes de someterlo al escrutinio de los “ oculistas”'. No obstante, el paso a los oculistas suscitó gran ansiedad y tensión, pues en lugar de resolver el problema del objeto lesionado re veló la presencia de la situación edípica, que él no podía tolerar. La posterior sucesión de avances y re gresiones tuvo el fin de permitirle fortalecer el yo; pudo luego enfrentar la situación edípica, que ahora tenía VOLVIENDO A PEN SAR 29 una intensidad emocional que nunca tuvo antes de la aparición del mellizo imaginario. Ya he observado que el análisis no pareció ejercer ningún efecto sobre el material edípico de la primera fase. En este punto del análisis pareció demostrar una mayor confianza en sus métodos de verificación de la realidad, en la lealidad, y en su yo. 28. He completado ya la presentación del material clínico del análisis de este paciente que consideré ne cesaria. En la siguiente exposición tendré que referir me a asociaciones de otros dos pacientes, y en home naje a la claridad propongo que llamemos “ A” al paciente del que he hablado hasta aquí, “ B” y “ C” respectivamente a los otros dos. El primer punto que examinaré es la maestría y la confianza manifestadas por el paciente “ A” en el em pleo de los mecanismos de introyección, proyección, y disociación, y en la personificación de las partes escin didas de sí mismo. Sus reacciones contrastaban, du rante el período que he descripto, con las del paciente “B” , mellizo real y una personalidad más perturbada, que apelaba a fantasías relativas a un mellizo idéntico que parecían cumplir las mismas funciones que el me llizo imaginario de “A” . JEste paciente parecía estar luchando siempre con^uñTmaterial imposible de ma nejar. Describía los objetos introyectados como cubos déTaeéro bruñido; durante las sesiones se quejaba de dolores en la boca, el estómago y el ano. Ingería los alimentos a través de un finísimo tubo; las asociaciones co’n las que Intentaba hallar alivio en el análisis eran tenues y espasmódicas. Su mellizo real parecía ser un material tan intratable para la fantasía como lo eran los alimentos. El paciente “ A” personificaba tan bien sus disociaciones que en algunas sesiones, como diji mos, nos imaginábamos estar observando una sesión 30 W . R. BIO N de juego terapéutico con un niño. “B” parecía sentirse tan pobremente dotado para la exploración de las ten siones interiores como para el contacto con la realidad, mientras que “A”, especialmente en las sesiones con sagradas a las consultas, cuando parecía capaz de to lerar mi presencia en cuanto persona autónoma, me daba la impresión de estar demostrando, a través de 'sus personificaciones, su esfuerzo por salvar el abismo que lo separaba de la realidad, y al hacerlo introducía un factor que suscitaba esperanzas respecto del desen lace de su análisis. En su verificación de la realidad el paciente sometía también a prueba, con creciente confianzaen los resultados, sus mecanismos para veri ficar la realidad. 29. A este respecto me parece diferir del paciente “C”, del que mencionaré una asociación que no indi caba tal confianza en la realidad ni en sus medios para verificarla. “C” me contó, al regresar al análisis des pués de haber estado en un hospital, donde se había considerado la posibilidad de tratarlo con rayos X y se la habla descartado, pensando que entrañaba el peligro de la destrucción de la función genital, que habla estado al lado de un paciente a quien se le hizo una transfusión de sangre, y que el donante de la misma era primo suyo. Dijo que las madres de estos primos eran mellizas, y añadió, meditabundo, que su hermana tenía mellizos. Continuó diciendo que su médico tenia el mismo nombre que el médico que lo había tratado un poco antes, cuando había sufrido una indigestión estando en el extranjero. Hizo una pausa y luego dijo que tenía un ojo débil, y que ade más veía doble si lo usaba solo. Ese defecto visual podía ser corregido con anteojos, pero le desagradaba usarlos; le corregía la visión, pero le hacían sentirse bizco. Hice la interpretación de que los dos primos VOLVIENDO A PE N SA R 31 eran los padres en coito, a quienes él deseaba destruir con su mirada penetrante, sádica, de rayos X, y que en consecuencia temía que su genitalidad fuera ame nazada por el escrutinio destructor de los padres. Res pondió con un equívoco de múltiple sentido, diciendo que no era digno de confianza. Tan pronto lo dijo comenzó a quejarse de indigestión, expresó su temor de tener que volver al hospital, y durante el resto de ¡a sesión manifestó temores respecto de los alimentos. Este paciente se quejaba con frecuencia de que lo perturbaba del mismo modo concluir que sus observa ciones eran correctas, en cuyo caso la realidad era terrible, o que eran incorrectas, en cuyo caso su estado mental era terrible. Su equívoco indicaba que, a dife rencia de “A”, no sentía confianza en su instrumento de investigación, el ojo y todo lo que este representaba, en los padres que el ojo le revelaba, ni en el yo que tenia que asimilar el resultado de la investigación. Como “A”, regresó a un nivel oral. 30. Pasaré ahora a una sesión con el ya mencionado paciente “B”. Dijo: “Creo que vi a su paciente ante rior. Vine temprano y estuve esperando. Anoche mi mellizo me tuvo despierto toda la noche con un inter minable galimatías, como hace esa gente. Todo el tiempo tenía ganas de irme a la cama. Gracias al psicoanálisis puedo penetrar en la mente del hombre que- trabaja en la mesa de al lado mío. Me puedo reír de él”. Interpreté que el mellizo era mi paciente anterior, que lo había hecho esperar con su galimatías. Pero podía reírse de él ahora, pues sabía cómo debía sen tirse al estar él excluido. “B” continuó: “Mi laboratorista acostumbra usar el microscopio ordinario, pero yo prefiero el binocular. No hay duda de que con éste se puede ver mucho 32 W . R. BION mejor. En parte él está de acuerdo conmigo. He estado pensando cuanto mejor tratamiento se puede lograr si se tiene más dinero, y esto por supuesto lo mejora más” . Comenté que el psicoanálisis o yo mismo le dába mos una visión binocular. Como resultado tenía un mayor conocimiento, y sentía que esto le ofrecía la curación. Continuó: “La vida es muy complicada. Usted me hace las cosas difíciles” . Repliqué: “ Usted siente ahora que la mejor visión que le dan los dos ojos, uno de los cuales es el análisis, le muestra más cosas que la mala visión monocular; le hace darse cuenta de que la vida es muy complicada y difícil. Le ha hecho ver al otro paciente que viene aquí” . Continuó: “ No pude comer mi almuerzo. Tenía muy buen aspecto, pero me dio náuseas” . Le contesté: “ Cuando usted vio aquí al otro pacien te, sus ojos le hicieron pensar que el análisis era muy agradable. Ahora comprueba que lo está envenenan do, y no se siente capaz de aguantarlo. Tiene la im presión de que el galimatías del otro paciente, como usted lo llama, es algo que él ha dejado para enve nenarlo” . Continuó: “ Por supuesto, al principio es muy difí cil usar el microscopio binocular. Hay que aprender a usarlo, pero después es mucho mejor que el ordi nario” . Le contesté: “ Usted siente que si usa a su análisis para penetrar en la gente y reírse de ella no ha apren dido a usarlo adecuadamente, y además los otros a quienes usted mira le retribuyen su ataque” . 31. El análisis ulterior mostró que las dudas que tenía respecto de su capacidad de emplear directa VOLVIENDO A PEN SAR 33 mente el microscopio binocular se fundaban en parte en el temor de que este hiciera parecer a un peque ñísimo mellizo un enorme padre. En el momento de esta asociación no estaba preparado para ver juntos a un padre y una madre, aunque su asociación indicaba la posibilidad de que fuera revelada una escena de ese tipo, en el caso de que se perfeccionaran sus instru mentos de investigación y su habilidad para usarlos. Esta insinuación también estaba implícita en la afir mación de que yo le hacía las cosas muy difíciles. Su pretensión de poseer una intuición psicoanalítica indi caba que yo desempeñaba e1 papel del mellizo idéntico, el mellizo imaginario de te paciente. La sesión que U , ,acrípto me indicó que “ B” había llegado a un punto en el que era posible interpretarme como al mellizo idéntico. Hasta ese momento el ma terial edípico, aunque manifiesto, se refería como en el caso de “ A” en su primera etapa a un nivel super ficial, y la interpretación surtía escaso efecto. Sus declaraciones acerca de la necesidad de adiestrarse en el uso del microscopio binocular indican una creciente sensación de realidad en relación con sus medios para establecer contacto, y una mayor confianza en su ca pacidad de explorar las tensiones intrapsíquicas, mien tras que en toda la parte anterior de su análisis yo aparecía reiteradamente como su cerebro, encargado de hacer la investigación por él; y esto me lleva al siguiente tema. ¿Por qué fue tan importante en el caso de “A” la aparición del mellizo imaginario? Y si fue tan importante, ¿por qué durante tanto tiempo los fenómenos asociados a ella ocuparon una posición pe riférica, y no central? La respuesta que sugiero es que el mellizo imagina- ■ rio data de su primera relación, y es una expresión de 34 W . R. BION ' su incapacidad de tolerar un objeto que no estaba to talmente bajo su control. La función del mellizo ima ginario era por lo tanto negar una realidad distinta de él mismo. Junto a esta negación de la realidad exterior estaba su incapacidad de tolerar las realidades psíquicas in ternas, y costó mucho trabajo hacer que esa tolerancia fuera mayor. Cuando disminuyeron los temores que le inspiraban sus mecanismos psíquicos, le fue posible permitirles manifestar su presencia trasladando su re presentación a una posición más central en la corriente de sus asociaciones. Recién cuando pude demostrar qué malo era yo en todos los niveles de su mente le fue posible, primero, advertir sus mecanismos de diso ciación y personificación, y luego emplearlos a la in versa, por decirlo así, para establecer el contacto que originalmente ellos Rabian servido para destruir. Una vez puesto de manifiesto el mellizo imaginario^' me concedió la existencia "en "cuanto persona real, y no una cosa creada por él mismo, hasta el momento ya mencionado en que se me permitió existir más o menos pasivamente, observando su juego, y finalmente en calidad de asesor. En la sesión con “B” que ya he descripto, pese a algunas apariencias en contrario, se guía siendo sólo un mellizo idéntico. 32. He dejado para el final dos hipótesis que plan tean cuestiones que no intentaré tratar de resolver. La primera se refiere a la personificación de las partes escindidas, punto sobre el que ya llamé la atención. f Es posible que la capacidad de personificar desdobla mientos de la personalidad sea dealgún modo análoga a la capacidad de la formación de símbolos a la que se ha referido la señora Klein en su trabajo sobre “La importancia de la formación de símbolos en el desa- VOLVIENDO A PENSAR 35 rrollo del yo” ;* ¿tuvo una significación similar en el desarrollo de “A” en el período que he intentado exponer? Mi segundo interrogante se relaciona con el papel,i que jugó la visión en las asociaciones de estos tres pa cientes. En todos estos casos parecía estar vinculada con el desarrollo del intelecto, como lo atestiguan el oculista consultado en el caso de “A”, yo mismo en el papel de cerebro en el de “B”, y también yo en un papel similar, del que no he tenido tiempo de hablar, en el caso de “C”, y vinculada además en todos ellos f con la emergencia de la sexualidad genital y la si tuación edípica. Además, cada uno de los pacientes, f según su modo individual, parecían tener problemas semejantes que los molestaban casi como si tuvieran relación con la visión misma. “A” destacó los esfuer zos que le costaba mantener una relación armónica con los dos oculistas; “B” comparó los méritos de los microscopios monocular y binocular; “G” habló de ,1a necesidad de usar anteojos para corregir su vista. To- - dos parecían sentir que se les habían impuesto nuevas cargas; en el caso de “A” lo hizo el segundo oculista, en el de “B” yo mismo al hacerle las cosas difíciles, y en el de “C” él dijo que los anteojos lo hacían sentir bizco. En todos los casos mencionados la potencia visual representaba la aparición de una nueva capacidad para explorar el ambiente; ha sido posible demostrar que a este respecto los pacientes experimentaban el análisis como un incremento de su armamento para la inves tigación, y por tanto era probable que reactivara emo ciones asociadas a muy tempranos progresos del desa- * Véase M. Klein, Contribuciones al psicoanálisis, Buenos Aires, Hormé, 1964. 36 W. R. BION rrollo psicológico que tuvieron el efecto similar de aumentar las capacidades. Sentían que el aumento de poder les exigía un aumento de la comprensión inte lectual. i 33. En todos los casos los poderes recién adquiridos lueron empleados para resolver un problema ya exis tente, pero se comprobó que revelaban nuevos proble mas que requerían solución. Tenemos así que “A”, que parecía preocupado por el problema del objeto interno lesionado y lo enfrentó con sus nuevos poderes, se encontró amenazado por la relación entre padre e hijo. “B” mostró el mismo proceso, expresado en el des cubrimiento de un mellizo de ningún modo idéntico que tenía una relación con una madre. Lo mismo sucedió con “C”, pero se trató aquí de un primo que recibía una transfusión de sangre donada por otro, í' Los tres pacientes parecían sentir que el problema í había existido siempre pero que su revelación prove nía de una mayor capacidad para la toma de con ciencia. i Pudimos por tanto determinar que en todos los casos la regresión eludía 1) el aumento de la capacidad pro ducido por el desarrollo psicológico, 2) los fenómenos llevados a la conciencia por esa mayor capacidad, y 3) el desarrollo fisiológico, asociado al desarrollo psi cológico que revelaba la relación entre los padres i externos. | En todos los casos tuve la impresión de que el pa ciente sentía que la visión creaba problemas relativos al dominio de un nuevo órgano sensorial. Paralelo a esto estaba el sentimiento de que el desarrollo de la psiquis, como el de la capacidad visual, implicaba la emergencia de la situación edípica. En el caso de “A” fue muy notable el cambio de un tratamiento ligero y superficial de la situación edípica a los esfuerzos por VOLVIENDO A PENSAR 37 enfrentar un complejo edípico afectivamente cargado. Por mi paite, no me ha sido posible interpretar el material que me presentaron estos pacientes como manifestación de un desarrollo puramente psicológico, divorciado de todo desarrollo físico concurrente. Me pregunté si el desarrollo psicológico no estaría vincu lado con él desarrollo del control ocular de la misma manera" en que problemas de desarrollo asociados a la agresión oral coinciden con la aparición de los dientes, sr esto es así, tendríamos que preguntarnos si estos procesos patológicos, que anuncian el complejo de Edipo, no se aproximan a los primeros cuatro meses de la vida del individuo. La importancia de esto para la estimación del carácter correcto o erróneo de la concepción de la señora Klein acerca de la temprana data de la fase edípica es obvia;* si la experiencia de otros observadores parece confirmar mis impresiones puede darnos razones incidentales para inclinarnos a ubicar la fase preedípica en una edad temprana. * Véase M. Klein, “El complejo de Edipo a la luz de las ansiedades tempranas” en Contribuciones al psicoanálisis, Bs. Aires, Hormé, 1964. NOTAS SOBRE LA TEORIA DE LA ESQUIZOFRENIA 1 A) IN TRODU CCION 34. En este capítulo trataré el uso del lenguaje por el paciente esquizofrénico y la importancia del mismo en la teoría y práctica del análisis. Más tarde discu tiré los puntos de vista de otros psicoanalistas, que han contribuido al crecimiento de mis propios cono cimientos. No haré eso ahora, pero debo aclarar para una mejor comprensión que aunque no hago recono cimientos específicos del hecho, la obra de Melanie Klein ocupa un lugar central en mi teoría psicoana- lítica de la esquizofrenia. Doy por sentado que la explicación de términos, tales como “ identificación proyectiva” y “ posiciones paranoide y depresiva” son conocidos a través de su trabajo. Aproximándome al tema a través de la considera ción del pensamiento verbal corro el riesgo aparente de descuidar la naturaleza de las relaciones de objeto del esquizofrénico. 1 Publicado en el International Journal of Psycho-Analysis, t. X X X V , n’ 2, 1954. Este trabajo fue presentado en el Sym- posium “ La psicología de la esquizofrenia” en el 18’ Con greso Internacional de Psicoanálisis el 28 de julio de 1953. VOLVIENDO A PEN SAR 39 Debo destacar por lo tanto que a mi parecer Ja peculiaridad de las relaciones de objeto del esquizo frénico es la particularidad más relevante de la esqui zofrenia^ Su importancia desde mi punto de vista deriva d e _ la capacidad del pensamiento verbal de aclarar la naturaleza de estas relaciones de objeto, en relación con las cuales son una función subordinada. 35. El material es extraído del análisis de seis pa cientes, dos eran toxicómanos, uno padecía un estado ansioso obsesivo con rasgos esquizoides y el resto esqui zofrénicos con alucinaciones bien evidentes en un pe ríodo entre cuatro y cinco años de análisis. De estos tres últimos dos presentaban marcados rasgos paranoi- des y uno rasgos depresivos. No me he apartado del procedimiento psicoanalítico que usualmente empleo en los neuróticos, teniendo siempre cuidado de tomar ambos aspectos positivo y negativo de la transferencia. B) NATURALEZA DE LA OBSERVACION EN QUE ESTAN BASADAS LAS INTERPRETACIONES La evidencia de las interpretaciones debe ser bus cada en la contratransferencia, en los actos y en las asociaciones del paciente. La contratransferencia juega un papel importante en el análisis de los esquizofrénicos, pero no tengo el propósito de referirme a esto ahora, por lo tanto pasaré a las asociaciones libres del paciente. 40 VV. R. BION C) LENGUAJE ESQUIZOFRENICO \ 36 . El lenguaje es empleado por los esquizofrénicos de tres maneras: como un modo de actuar, como mé todo de comunicación y como modo de pensamiento. El esquizofrénico demuestra preferencia por la ac ción en las mismas oportunidades en que otros pa cientes se darían cuenta que es necesario pensar, por ejemplo: se acercaría a un piano para demostrar el movimiento, comprendiendo así cómo alguien puede locar el piano. Recíprocamente, si tiene un problema cuya solución depende de la acción, ejemplo: estando en un lugar y quisiera estar en otro, recurre al pen samiento,pensamiento omnipotente, como una forma de transporte. Quiero referirme por el momento al uso del pensa miento como modo de acción que sirve,“ á sea a Ta escisión del objeto o a la identificación proyectiva. Hago notar que esto es solamente un aspecto de las relaciones de objeto del esquizofrénico en la cual él disocia o bien sale y entra de sus objetos. El primero de esos modos está al servicio de la iden tificación proyectiva. El paciente’usa las palabras có mo cosas o como partes escindidas de él que trata de colocar dentro del analista. Una consecuencia típica de esta conducta fue el comportamiento de ún paciente que sentía que penetraba dentro de mí en el comienzo de cada sesión y tenía que ser sacado al final de la misma.El lenguaje es nuevamente empleado como modo de actuar para lá escisión de sus objetos. Esto se pone de relieve cuando el analista es identificado con sus perseguidores internos, pero también se emplea en otros momentos. Daré dos ejemplos del uso de este lenguaje: VOLVIENDO A PENSAR 41 el paciente entra en la habitación, me da un cálido apretón de manos y mirándome fijamente en los ojos dice: “Pienso que las sesiones no duran mucho, pero deténgame cuando salga”. Sé por experiencias ante riores que este paciente se queja de que las sesiones son muy pocas y que interfieren con su tiempo libre. Intentó escindirme incitándome a dar dos inter pretaciones al mismo tiempo y esto fue visto en su siguiente asociación cuando dijo: “¿Cómo sabe el as censor qué hacer cuando aprieto dos botones al mismo tiempo?” Mi segundo ejemplo tiene muchas implicaciones, en las que no quiero entrar ahora por su importancia sobre el tema del insomnio. La técnica depende de la com binación de dos elementos incompatibles como ser: el paciente habla de un modo somnoliénto, calculado para dormir al analista; al mismo tiempo estimula la curiosidad del analista. La intención es entonces, dividir al analista a quién no le permite dormir ni mantenerse despierto. Mustiaré un tercer ejemplo de escisión, más adelante, cuando describa la división, por parte de un paciente, del lenguaje del propio analista. Volviendo ahora a las dificultades del esquizofré nico con el lenguaje, como un modo de pensamiento; he aquí una secuencia de asociaciones durante una sola sesión pero separadas entre sí por intervalos de cuatro a cinco minutos. “Tengo un problema y estoy tratando de resolverlo.” “Cuando niño nunca tuve fantasías.” “Sabia que no eran hechos, por eso los detuve.” “Hoy en día no sueño.” Después de una pausa continuó con tono turbado: “Yo no sé qué hacer ahora”. Le dije: “Hace un año usted me dijo que no era un gran pensador, justa- 42 W . R. BION mente ahora dijo que estaba resolviendo un proble ma, obviamente usted está pensando algo”. Paciente. Sí. Analista. Pero usted continuó con el pensamiento de que no tenía fantasías en la niñez y después que no tenía sueños, luego dijo que no sabía qué hacer. Tiene que significar que sin fantasías ni sueños usted no posee los medios con los cuales podría pensar su problema. El paciente aceptó esta inferpretación y comenzó a hablar con marcada libertad y coherencia. La refe rencia a la inhibición de la fantasía como una severa incapacidad que obstaculiza el desarrollo, apoya las observaciones de Melanie Klein en su artículo “Una contribución a la teoría de la inhibición intelectual” *. \ 37. La marcada escisión en el esquizofrénico le di- ' ficulta para manejar el uso de los símbolos y por con siguiente el uso de sustantivos y verbos. Es necesario demostrarle estas dificultades tal como Aparecen y pronto daré un ejemplo. | La capacidad de formar símbolos depende: 1) De la habilidad de aprehender objetos totales. 2) Del abandono de la posición esquizoparanoide con su consiguiente escisión. 3) De la reunión de las partes escindidas y la en trada en la posición depresiva. Dado que los pensamientos verbales dependen de la habilidad de integrar, no es sorprendente encontrar que su emergencia esté íntimamente ligada con la po sición depresiva, la cual tal como fue señalada por Melanie Klein, es una fase de activa síntesis e inte gración. * Véase Contribuciones al psicoanálisis. Buenos Aires, Hor- mé, 1964. VOLVIENDO A PENSAR 43 Los pensamientos verbales agudizan la conciencia de realidad psíquica y por lo tanto de la depresión que va unida a la destrucción y a la pérdida de objetos buenos. La presencia de perseguidores internos como otro aspecto de la realidad psíquica es similarmente más reconocida inconscientemente. El paciente siente que la asociación entre la posición depresiva y el pensa miento verbal es de causa a efecto, creencia basada en su capacidad de integrar, y esto agrega una causa más a su odio al análisis bien evidente, dado que es un tratamiento que emplea pensamientos verbales en la solución de los problemas mentales. El paciente en esta etapa se asusta del analista, aun cuando admite que se siente mejor, pero, y aquí está el núcleo de nuestro problema, muestra todos los sig nos de no querer tener nada que ver con su capacidad naciente de pensamiento verbal. Esto lo deja para el analista, o como pienso es más correcto decir, que el analista es sentido como más capaz de guardarle en sí dicha capacidad, sin que ocurran desastres. Pese a todo el trabajo hecho, el paciente parece haber rever tido al uso del lenguaje que he descripto como carac terístico del esquizofrénico antes del análisis. Tiene una capacidad verbal mayor, pero prefiere emplearla tal como lo hacía antes, cuando era de poca monta. D) DESARROLLO DE LA CAPACIDAD DE PENSAMIENTO VERBAL 38. Para explicar porqué el paciente utiliza poco esta mayor capacidad tengo que remitirme a una ex periencia que parece tener un significado relevante para él. 44 W . R. BION Un paciente me dijo: ‘'Soy un prisionero del psico análisis” ; más tarde agregó: “No puedo escapar”. Algunos meses después, dice: “No puedo salir de mi estado mental”. Una masa de material, del cual mencionar sólo las citas no le hace justicia, se ha acumulado en tres años para dar la impresión de que el paciente se sentía inca paz de escapar de una prisión que algunas veces pare cía ser yo, otras veces el psicoanálisis y algunas veces su estado mental, que era una constante lucha con sus propios objetos internos. Por lo tanto, muestra la misma actitud hacia el pensamiento verbal que res pecto a su potencia y su capacidad para el trabajo y el amor. El problema al cual me dirijo puede entenderse mejor si es visto como perteneciente al momento en que ,el paciente siente que ha efectuado su huida. La huida parece contribuir al sentimiento del paciente, que a veces deja vislumbrar que está mejor, pero le ha costado caro. Este mismo paciente dijo: “He perdido mis palabras” y significó con esto, como lo revelo él análisis posterior, que el instrumento con el cual realizó su huida había sido perdido en el proceso. La palabra, la capacidad de pensamiento verbal, im portantes para progresos futuros, habían desaparecido. Gomo extensión parece que siente que ha alcanzado este paso como un castigo por emplear el instrumento del pensamiento verbal gara escapar de su estado men- tal anterior: de aquí la reluctancia descripta por mí, para usar su mayor capacidad verbal excepto como un modo de acción. Aquí presento el ejemplo prometido cuando hablaba de las dificultades que causaba la escisión esquizofré nica en la formación de símbolos y en el desarrollo del pensamiento verbal. El paciente era un esquizo- VOLVIENDO A PE N S A R 45 Irónico analizado durante cinco años; describo lo esen cial de dos sesiones. Tengo que advertir que la sín tesis me ha obligado a dejar de lado muchas formu laciones repetidas que de hecho podrían mitigar la crudeza de las interpretaciones tales como las repro duzco. Pienso que la interpretación debe ser hecha en un lenguaje simple, exacto y maduro. Paciente. Recogí un pequeñopedazo de piel de mi cara y me siento bastante vacío. Analista. El trozo de piel es su pene que usted ha arrancado y todo su interior se ha ido con él. Paciente. No entiendo. . . pene. . . sólo sílabas. Analista. Usted ha disociado mi palabra “pene” en sílabas y ahora no significa nada. Paciente. No sé lo que significa pero quiero decir “si no puedo deletrear, no puedo pensar”. Analista. Ahora ha dividido las sílabas en letras, no puede deletrear, es decir no puede unir las letras para hacer palabras. Por eso no puede pensar. El paciente comenzó la siguiente sesión con asocia ciones sin nexo y se quejó de que no podía pensar. Le recordé su sesión anterior, y entonces pudo tener un lenguaje correcto.Paciente. No puedo encontrar ninguna comida in teresante. Analista. Usted siente que todo ha sido comido. Paciente. No me siento capaz de comprar ropas nuevas y mis medias están llenas de agujeros. Analista. Al arrancar el pequeño trozo de piel ayer, usted se lastimó tanto que no puede comprarse ropas: usted está vacío y no tiene nada con qué comprarlas. Paciente. Aun cuando tienen agujeros aprietan mi pie. Analista. No sólo arrancó su pene sino el mío. Así no hay comida interesante, sólo un agujero como en 46 W . R. BIO N una inedia. Pero aun esta media está llena de agu jeros, todos hechos por usted, que se han reunido para apretar, maltratar y lastimar su pie. Esta y otras sesiones siguientes confirmaron que sen tía que había comido su pene y por lo tanto no que daba comida interesante, sólo un agujero, pero este agujero era ahora tan perseguidor que él tenía que escindirlo. Como resultado de la división el agujero se transformó en una masa de agujeros que se reunían de un modo perseguidor para apretar su pie. La costumbre de este paciente de pellizcarse había sido elaborada durante tres años. Al principio sólo se ocupaba de los puntos negros y citaré de la descrip ción de Freud tres casos; uno obsen-ado por él mismo, otro por el doctor Tausk y otro por R. Reitler que tienen semejanza con mi paciente. Están tomados de su trabajo El inconsciente (1915). De su paciente, Freud dijo que “él se aisló de los intereses de la vida a consecuencia de la condición poco saludable de la piel de su cara”. Declara que tiene “puntos negros” y que tiene huecos profundos en su cara visibles a todo el mundo. Freud dice que estaba elaborando su complejo de castración sobre la piel de su cara y comenzó a pensar que había un hueco profundo en todo lugar donde había sacado un “punto negro”. Él continuó diciendo: “La cavidad que entonces aparece como consecuencia de su acto culposo, es el genital femenino, es decir, representa el cumplimiento de la amenaza de castración (o la fantasía que lo representa) por causa del onanismo”. Freud compara estas formaciones sustitutivas con las del histérico diciendo: “Un pequeño agujero tal como el poro de la piel es poco probable que sea interpre tado por un histérico como símbolo de la vagina que VOLVIENDO A PE N S A R 47 en cambio él compara con todo objeto imaginable capaz de incluir un espacio. Además, debiéramos pen sar que la multiplicidad de estas pequeñas cavidades le impedirán usarlas como un sustituto del genital femenino”. Del caso de Tausk, él dice: “Tirándose de las me dias estaba afligido por la idea de que debía separar los puntos del tejido, es decir, los agujeros y cada agujero era para él un símbolo del orificio del genital femenino” . Citando el caso de Reitler, dice que el paciente “encontró la explicación de que su pie sim bolizada el pene; ponerse la media representaba un acto de onanismo” . Volveré ahora a mi paciente en una sesión diez días más tarde. Una lágrima surgió de sus ojos y dijo con una mezcla de desesperación y reproche: “Las lágri mas salen ahora de mis oídos”. Este tipo de asociación ahora me era conocida, de manera que me di cuenta que se me había planteado un problema de interpre tación. Pero para esta época el paciente que había estado analizándose durante seis años, fue capaz de un relativo grado de identificación con el analista y así obtuve su ayuda. No trataré de describir las etapas por medio de las cuales llegué a las conclusiones que ahora expongo. Los pasos fueron laboriosos y lentos a pesar de que teníamos el material de seis años de análisis al cual podíamos recurrir. Parecía que lamentaba haber cometido un error, que afirmaba la sospecha de que su capacidad de comu nicación verbal estaba perturbada. Parecía que su frase era sólo un ejemplo más de su incapacidad de unir palabras en una forma adecuada. Después que esto fue discutido se vio que las lágri mas eran cosas malas como también el sudor que 48 W . R. BION emanaba de los huecos de su piel cuando se había quitado los “puntos negros” u otras cosas de la piel. Su sentimiento sobre las lágrimas de sus-oídos mostró ser similar a sus sentimientos sobre la orina que salía del agujero que quedaba en una. persona a quien se le había arrancado el pene: la mala orina todavía salía. Cuando me dijo que no podía oír muy bien, aproveché su comentario para recordarle que en todo caso debíamos saber porqué su mente estaba llena de tales pensamientos en el momento presente, y le sugerí que él sentía que su oído estaba defectuoso porque ; mis palabras eran ahogadas por las lágrimas que ema naban de sus oídos. Cuando notó que tampoco podía hablar muy bien, sugerí que era porque sentía que su lengua había sido arrancada y lo habían dejado sólo con el oído. Esto fue seguido por lo que pareció una serie com pletamente caótica de palabras y ruidos. Interpreté que sentía que tenía la lengua, pero que era tan mala como su oído, emitiendo un torrente de lenguaje des truido. En una palabra, parecía que a pesar de sus deseos y de los míos no podíamos comunicarnos o bien él sentía que no podíamos comunicarnos. Sugerí que sentía que tenía un objeto muy malo v hostil dentro suyo que estaba tratando nuestro intercambio verbal con el mismo tipo de ataque destructivo que sentía haber lanzado contra el coito de sus padres, va sea sexual o verbal. Al principio parecía sentir muy agudamente los de fectos en su capacidad de comunicarse o pensar v hubo mucho juego de palabras con la pronunciación de la palabra lágrimas (teers o tares en lugar de tears). Ponía el énfasis sobre todo en su incapacidad para unir los objetos, las palabras, o la pronunciación de VOLVIENDO A PENSAR " 49 ías palabras si no lo hacía cruelmente. En un mo mento dado pareció darse cuenta que su asociación había sido el punto de partida de muchas discusiones. Después murmuró, “un montón de gente” . Al elabo rar esto pareció que se había apartado de la idea de que su capacidad verbal estaba siendo irremediable mente destruida por los ataques a los cuales estaba sujeta nuestra conversación, para llegar a la idea de que su comunicación verbal era extremadamente voraz. Esta voracidad era suministrada por su escindirse en muchas personas, pudiendo él estar en distintos lugares al mismo tiempo para oír las distintas inter pretaciones que yo, también disociado en “montones de gente”, era capaz de dar simultáneamente, en lugar de una a una. Su voracidad y los ataques sobre la comunicación verbal por los perseguidores internos es taban por lo tanto relacionados uno coh otro. 39. Es evidente que este paciente sentía que la diso ciación había destruido su capacidad para pensar. Esto ero lo más serio para él, porque ya no sentía que la acción le ofrecía una solución para el tipo de problema con el que ahora estaba luchando. Este estado es equi parado por el paciente con la locura. Cree que ha perdido su capacidad para el pensamiento verbal por que lo ha dejado dentro de su estado mental anterior, o' dentro del psicoanalista o del psicoanálisis. Cree también que su capacidad para el pensamiento verbal le ha sido quitada por el analista a quien ve ahora cómo una persona terrorífica. Ambas creencias danorigen a ansiedades características. La creencia que la ha dejado en su estado mental anterior, como he mos visto, contribuyó a hacerle pensar que estaba loco. Cree que nunca será capaz de progresar a menos que vuelva a su anterior estado mental para recuperarla 50 W . R . BIO N y no se atreve a hacerlo porque le teme, y además teme verse aprisionado de nuevo por él. La creencia de que e! analista le ha quitado su capacidad para el pensamiento verbal le hace temer el uso de su recién encontrada capacidad para el pensamiento verbal, por que ésto podría despertar el odio del analista e indu cirlo a repetir el ataque. Para el paciente la conquista del pensamiento verbal ha sido un acontecimiento desgraciado. El pensamien to verbal está entremezclado con catástrofes y una dolorosa emoción de depresión, y el paciente recurre a la identificación proyectiva, lo disocia y lo mete den tro del analista. Los resultados son otra vez desgra ciados para el paciente, siente jihqra que la falta de esta capacidad, es lo mismo que estar Toco. Por otro lado al reasumir esta capacidad le parece i ser inseparable de la depresión y teme darse cuenta, ¡esta vez en un nivel de realidad, de que está loco, j Este hecho tiende a dar realidad a la fantasía del paciente sobre los resultados catastróficos que se acu mularían si corriera el riesgo de la reintroyección de ¡su capacidad para el pensamiento verbal. No se debe suponer que el paciente deja sin tocar sus problemas durante esta fase. De cuando en cuando dará al ana lista una información precisa y completa de ellos. El problema del analista es el temor del paciente, ahora bien manifiesto, al intentar comprender psicoanalíti- camenfé lo que significa para él, en parte porque en tiende ahora que el psicoanálisis exige de él ese mismo pensamiento verbal que él teme. Hasta ahora he tratado el problema de la comuni cación entre el analista y el paciente esquizofrénico. Ahora consideraré la experiencia que adquiere el pa ciente, cuando atraviesa por el proceso de alcanzar suficiente dominio de la expresión verbal para salir VOLVIENDO A PEN SA R 51 de la “prisión del psicoanálisis” o estado mental en el cual se sintió anteriormente encerrado, sin esperanza de salir. Aparentemente el paciente no se da cuenta de que algo existe fuera del consultorio, no hay ningún informe de actividad externa. Hay meramente una existencia alejada del psicoanalista de la que nada es conocido salvo que él está “bien” o “mejor” y una relación con el analista que el paciente dice que es mala. Los intervalos entre las sesiones son admitidos y temidos. Se queja que está loco, expresa su miedo a las alucinaciones y a las ilusiones y es extremada mente cuidadoso en su comportamiento por temor a volverse loco. Vivenciar las emociones que pertenecen a esta fase lleva hacia una evaluación más alta del ob jeto externo a costa del interno alucinado. Esto depen de del análisis de las alucinaciones del paciente y su insistencia en dar a los objetos reales un papel subordi nado. Si esto se logra el analista ve delante suyo el yo y relaciones objétales más normales en proceso del desa rrollo. Doy por sentado que se ha hecho una adecuada elaboración de los procesos de disociación y de la ansiedad persecutoria subyacente como también de la reintegración. H. Rosenfeld ha descripto algunos de los peligros de esta fase. Mis experiencias confirman sus hallazgos. He observado el progreso de múltiples divisiones a cuatro y de cuatro a dos y la gran ansiedad a medida que se desarrolla la integración con la ten dencia a volver a una desintegración violenta. Esto es debido a la intolerancia respecto de la posición depresiva, de los perseguidores internos y del pensa miento verbal. Si la escisión ha sido adecuadamente elaborada, la tendencia de dividir el objeto y el yo al mismo tiempo, es controlada. Cada sesión es un paso hacia el desarrollo del yo. 52 VV. R. BION E) REALIZACION DE LA LOCURA 40. Una de las dificultades al tratar de aclarar el fenómeno complejo de la relación del esquizofrénico con sus objetos es que si el intento es exitoso es trai cioneramente engañoso. Ahora haré el balance tra tando el fenómeno que ya he descripto desde otro pun to de vista. Deseo tomar el relato en el punto en que las partes separadas son reunidas, el paciente escapa de su estado mental y se introduce la posición depre siva. En particular, deseo llamar la atención a esta concatenación de los hechos cuando es aclarado por los datos obtenidos a través del desarrollo de una capa cidad del pensamiento verbal. He aclarado que éste es punto de cambio más importante de todo el aná lisis. De modo que se podría tener la impresión de que en este punto el análisis entra en aguas tranqui las. Es necesario entonces, no dejarles ninguna ilusión al respecto. Lo que sucede, si_el analista ha tenido cierto, éxito, es que ha llevado al paciente a tomar conciencia de la realidad psíquica. Él paciente se da cuenta que tiene alucionaciones e ilusiones, puede sen tirse incapaz de comer y sufrir de insomnio. El pa ciente tendrá intensos sentimientos de odio hacia el analista, dirá categóricamente que es loco y expresará coh intensa convicción y odio que el analista lo ha llevado a ésk,situación. El_ analista debe esperar que ¡a’preocupación por el bienestar del paciente por parte de Tá familia la llevará a intervenir y debe estar pre parado para dar una explicación satisfactoria de la alarmante situación. Debe forzarse por mantenerse en pugna con la cirugía y los tratamientos biológicos (elec- troshock) y no permitir al paciente retroceder de su admisión de que está loco o del odio hacia su analista, VOLVIENDO A PE N S A R 53 quien ha logrado, después de tantos años llevarlo a la reálízación' emocional de hechos que el paciente ha tratado toda su vida de evitar. . Esto puede ser más difícil, porque cuando el primer ataque de pánico empieza a disminuir, el paciente mismo empezará a sugerir que se siente mejor. Se debe dar a esto su debido valor, pero hay que tratar de evitar que sea utilizado para demorar la investigación en de tállemele las ramificaciones en la situación analítica de los cambios causados en las relaciones de objeto del paciente por la realización de su locura. F) RESULTADOS 41. No estoy todavía preparado para ofrecer una información precisa de las perspectivas del tratamiento, a excepción de decir que dos de los tres esquizofrénicos a quienes me refiero, están ahora ganándose la vida. Creo que siguiendo el camino que he indicado arriba, hay razón para anticipar que el esquizofrénico podrá alcanzar su propia forma de ajuste a la realidad, que podrá sin menoscabo llevar el título de una “cura” aunque no sea del mismo tipo que aquel logrado por pacientes menos perturbados. Repito que no creo que cualquier cura, por más limitada que sea, será alcan zada si llegado el punto que he tratado de aclarar, el analista trata de reasegurar al paciente y deshace de ese modo todo el buen trabajo que ha llevado a que éste pueda darse cuenta de la severidad de su con dición. En este punto se ha logrado una oportunidad que no se debe perder para explorar con el paciente qué es lo que quiere decir, hacer, trabajos analíticos o de cualquier otro tipo, cuando se es loco. 54 VV. R. BION Las experiencias que he descripto me obligan a con cluir que al comienzo de la posición depresiva infantil, los elementos del pensamiento verbal aumentan en in tensidad y en profundidad. En consecuencia los do lores de la realidad psíquica son exacerbados por ello y el paciente al regresar a la posición esquizoparanoide, se volverá destructivamente contra su capacidad em brionaria para el pensamiento verbal como uno de los elementos que lo han llevado a su dolor. 4 DESARROLLO DEL PENSAMIENTO ESQUIZOFRENICO 1 42. En este capítulo que debe ser considerado como una introducción preliminar planteo tres cosas: a) Dis cuto