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El psicoanálisis en la clínica de niños pequeños con grandes problemas

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1,u·,11111 l'""·'·'r que un bebé podía venir en blanco?!
Nn n111dm después comencé a trabajar en la cllnica de niños)' ,1, lid,1•,, pero fue necesa.rio c¡ue pasaran unos cuantos años
l'lt'l\'11 11,uidomc por qué caminos el que nada como bebé se con­wrt/,1 ,.,, un sujero deseame para llegar n darme cuenta delf'«JIICho y enorme malentendido condensado en la crítica a con-\idcr,1rlo como una página en blancó¡P
'!! supuesto que hay toda 11.1 hi,.
. 
toria que lo precede!, pero cf detalle es que esa h1stor-¡;; 1'� \l. a en otra parte y no Jusramenre en e recién na.cr o. De cnrrada, el i,,fons se 1m1rn a recibir del Otro las marcasde esa historia. A partir del fort-da comenzar:! a apropiarse del.1� mismas, jugando con ellas, De chiquiro, cuando vaya,1 ,·mando la capacidad -siempre follida- de entender el lengua­je, irá escuchando las historias que se cuenran de la vida fami­li.1r o recogiendo trocitos de anécdotas. pero recién nl Jlcga.r lapubertad contará con la dimensión histórica suficiente comoparo ubicarse él mismo como),eredero de su propio linaje. No es lo mismo recibir q11e romar.1No es lo mismo heredar,111c adquirí 9 / 
[ 
Enñri fhyecto d� una nmrologla p. am pstr0t111alista,' prcscn-
\\ té r rimera vez la metáfora de considerar al siste1ña nervio-so central como _el papel donde la letra que ar registraéf:1.-Obviamente, implicaba que el papel-estaba en blanco hastatanto, con la primera experiencia de satisfacción, se escribiera laprimer huella mnc<mica. Obviamente también implicaba quelas huellas mnémicas que cominuar/an la serie serfan fas queirían dejando las sucesivas experiencias.
Es Freud básico después de rodo, ¿por qué asignarle tanrai1t1portancia a una n1et:ffora que ni siquiera es mla?
Porque en mi propia resistencia a presentarla as/ leo los pre­jui,ius por los que fui tomada. Y es parre de un Freud forclui­,ln, ncusado de biologista, supuestamente romado por las nece-
1 Hu Coriat: "Pmrc.-c(o de un.a neurologí:1 p2ra ps-icoam1füu�". 1:n F:,1 p1ittJ11• 
,r,l/í,i, rN ÍA tllnit11 1/r brb& l niñor pequ,..io1, f..d. dl" b Camp,m:1, Buenos Air<:s. 
jlJ'}() 
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sidades del discurso ciencificista de la época. 
En la acrualidad, no es que no se hable nunca de la pr1111cr., 
experiencia de satisfacción; se la cuenta a menudo, pero ca,i 
como un simpático mito, una historia infuntil proveniente de b 
infancia del psicoanálisis, sin ninguna otra implicancia pnlctic., 
que la de suturar con palabras un punto ciego en el saber. 
Me ha ocurrido más de ,ma vei. que, comentándola, expli­
citándola en alguna charla o clase, yo hablaha de esra primera 
experiencia en términos cales que algm10 -y siempre se trataba 
de alguien que se consideraba :l sí mismo "lac:rni:tno''- conside ... 
raba necesario acomr: .. ¡Pero es un mico!", corno si ese �mico" 
nada ni viera que ver con lo que a un bebé le acontece en lo real. 
Adelanto que si codo esto no tuviera imporcantcs implican­
cías en la clínica de niños y de bebés no me detendría a comen• 
tarlo. ¿Cuáles son estas i mplicancias? 
Determinada manera de entender el concepto de estrucrura 
y el papel fundante del Oiro llevó a que en los primeros intentos 
de una clínic.1 lacaniana de niños se despreciara el trabajo con el 
niño y sólo se tuviera en cuenta al Otro, encarnado en los padres. 
Pero si bien el deseo del Otrn es la condición de donde parte 
coda escrirura fundante, lo que resulta efectivamente escrito es la 
marca que deja la exp�riencia mi corno la misma alcanza a ser 
registrada por el niño'CSi el Otro tiene un papel frmdante es ¡,or-
que es quien arma las condiciones en que la experi a se 
senta -inclu a presentación del objeto- ro d registro 
corre o ucnta del n, de sus posibilidad.�l - -:-_;-
En � Carra 52, Fre nos propone consiclcr.u tres sisccmas 
de inscrip2ion: e os si no rce cton el incon ientc 
el ¡,reconciencs. "Debo destacar -dice- que las sucesivas trans­
cripciones representan la obra psíquica de sucesivas épocas de la 
vida",·1
El sistema de inscripción de los signos de perce� es, en 
su origen. cronológicamente anterior al sistema inconciencc y --
'Sig.rnond 1;rcud: .. Carta 52•, m Obra, Compl�u11, Ed. 8ihliu1l:'i.:A NurY,
M>drtd, 1975, como IX, J"Ígs. 3551-3552,
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l 
, . ., <'I np<r ., ,·xdu,ivomcnte la ;isociación por simulrancidnd. 
lt<·,-ic'u nu, .1tlcln.nLc, cuando se arme el si-stcma inconciente, 
1p,11,·«•1,{11 Lis asociaciones causales y podrán quedar regisrrad¡;s 
;-; . ., undo., conc;�pt;ale5. - -- ---. -
¡Qu� se hizo de los -;;ignos de percepción en la concepruali,.a­
n,�11 frcudiana? Hasta no hace mucho, cada vez que me deten/a a 
rnir,,r d esquema del peine me preguntaba por qué Freud se dedi­
c., a gralku primero los dientes correspondientes a las huellas 
11111én1ic11s y recién después ubica el inconcientc,;acaso las huellas 
11111é111icas no est:ln en el inconciente? Sólo después de cotejar este 
cS<¡ucma con b Carta 52 pude encontrar una respuesta. 
fu ue el inconcienre no viene dado de entrada, ni tampo­
co aparece de un día para otro, msta fodose desde la nada. 
Precediéndolo, se hace necesaria la inserí cióo. en el niño-bebé,
de roda una serie rev1a e u � mnémicas. 
-
Si decíamos que la inscripción de la experiencia corre por 
cuenta del niño, 1.:u:ües son sus E'sibilid�es de registro? En un 
primer momenco sólo cuenta con lo liiológicamenre heredado: 
,us órganos de percepción. Las primeras experiencias ir:ln dejan­
do su m:irc.,, su huella mnémica, 1mpr1m1cndo los signos de 
oquello pcrcioiCl
o
que impactó como placer o como displacer. 
S, ante el primer displacer el organismo reaccionó co� el 
llanto en forma refleja, una ve1, instalada la primer huella mn�­
mica del objeto -desconocido hasta entonces- que proporcio­
nó cl_E!acer, la acuv1daci-tf!!!;ncoo11al or:i subsum,c.ndo ciaa 7� 
rn�s h acción rcfl:i.!Y• paralela,;;,:;ce, seir�orran�!:,•da :!E
m:ls la realidad del mundo. 
◄\ ¿Dcsd_e cu1ñdopoéíeiños comenzar a suponer la existencia de
lit\ 111i:oncicntci, Si el inconciencc está estructurado co� len• 
l\""jc, y ,i I• estructura de un lenguaje consiste en"[ ... ] anillos 
, 111·,1 rnlt11 se sella en el anillo de otro collar hecho de anillos"', 
_J,p C'-lt.1 rn_t_ºn�orno mínimo, de la exisrenci:.t de sus unida .. 
¡ ,k,, ,.,.,, rlemenms difer�nciales últimos que son los fonem_;!, 
\ - __ -__\-
•1111¡11, • J .11 mr "'IJ, inrunci:l de b lc(ra en d inconcicntc o l:l r:ltón dC$<le
hn1,I , rn J·1,11tn, J. Slnlo Vc:iniiuoo cdiwra, But•no$ Aire�. 198S, i)ág.181. 
�l'(\M Q J.. l.:.' y'-.&J ,,Ll� \ 
(t, s .l, \)'{'� ... \'t... I"" _,_ ____ e e 
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I .. 
Para el bebé, y desde recién nacido, el objeto vo7 se cnrnen· 
tra entre los privilegiados; puede suponerse 9ue, como tal, <111cd, 
registrado entre las huellas mnémicas del siste111a de signoi de 
percepción desde el comit'nzo. Pero una cosa es la vo,. como obje­
to y otra la discriminación de los fonemas de la lengua que la voz 
transporta. 01 1 kobson nos in or ue recién entre os 
seis los ocho meses los bcl�s comienian a seleccionar los fone­
mas de su len ua materna - os e s nos an pruebas ello 
Recién a partir de ese tiempo tienen a posi i 1 a de comenzar 
a regiscrat las secuencias fonemáticas que implican los significan• 
tes, los primeros S2 de la batería inconciente, bastante ames tam­
bién de relacionarlo con el significado convencional que le asig­
ne su lengua y 9ue se aloíad en el preconcience. 
En estos úlrimos pfrrafos vengo haciendo un apretado resu­
men de cuestiones que he desarrollado más largamente en otros 
textos', pero si los craigo a este lugar es para que se perciba el 
catácter necesario del transcurrir del tiempo, del tiempo en que 
se produce la repetición de la experiencia. Y también para que 
se perciba que al compás de e,ta experiencia de repetición se va 
construyendo la estructura del aparato psíquico. 
En los tiempos previos a la emergencia de un sujeto en lo 
real, lo que la intervención del Ocro proporciona es la libidini­
:iación y trazado de la zona erógcna, la delimitación de susbor• 
des en forma tal que terminan recortando y haciendo caer el 
objeco como imposible de volver a encontrar. El niño comicn• 
2., a hacerse cargo de esta caída al hacer c.,er el carretel del for1-
dt1; recupera y vuelve a perder el objeto, más que con d piolín 
al que lo tiene acado, con los lazos de presencia-ausenci.a del 
significante. No deíemos de mencionar aquí que, para la clíni­
ca de niños, se conviene en clave no olvidar que el chiquito 
nece,ica de carretel y piolín -es decir, dd juguet<.� para comen-
2.11 su juego de elaboración significante. 
'Eisa Cori:lt: El p;i,oan4/Uis m ltt dbu(a dt Wbhy niños /Uff"'';r,,. hl (k l.1 
C;1,m1>:1n2, Buenos Aires, J 996 (en cspt'Cial d cpitulo XIX: "Acerc:i de 1� 1n,\ ''I' 
ción de h CJrrucmrn"), 
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