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La Economía Social de Mercado y las corrientes de pensamiento

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 La Economía Social de Mercado y las 
corrientes de pensamiento
La Economía Social de Mercado nació de un marco de pensa-
miento social-cristiano, que adoptó y adaptó los logros del liberalismo 
político y económico, en el entendimiento de que, correctamente inter-
pretado, procede de la misma tradición. De este modo surgió una nueva 
síntesis que se distingue tanto del socialismo como del liberalismo 
extremo.
Socialismo y constructivismo social
Socialismo
El socialismo comprende las ideologías y corrientes políticas que 
bregan por la equidad social con el fin de superar la explotación del hombre 
por el hombre. En general proponen una propiedad estatal o colectiva de los 
medios de producción y distribución de los bienes, y una sociedad carac-
terizada por la igualdad de oportunidades a través de un método de com-
pensación. Otros socialistas proponen diversos tipos de sistemas econó-
micos descentralizados administrados por los trabajadores, por ejemplo las 
cooperativas o los consejos de trabajadores.
Los socialistas comparten la creencia de que el capitalismo concentra
de forma injusta la riqueza y priva de la igualdad de oportunidades a
grandes porciones de la población. Por eso, los socialistas proponen la cre-
ación de una sociedad donde la riqueza y el poder estén equitativamente
distribuidos, aunque difieren en cuanto a los medios de realizarlo. Mien-
tras que los socialistas actuales en buena medida aceptan la propiedad
privada y enfatizan el igualitarismo a través de medidas estatales, los tradi-
cionales se basaban en la meritocracia y la planificación central.
El socialismo moderno se originó en el movimiento político de la clase
trabajadora a fines del siglo XIX y en el movimiento intelectual del mismo
período, que criticaba los efectos de la industrialización y de la propiedad
privada en la sociedad. Robert Owen (1771-1858), Charles Fourier (1772-
1837), Pierre Proudhon (1809–1865), Louis Blanc (1811-1882), Saint
Simon (1760-1825), criticaban la excesiva pobreza y desigualdad que
generó la Revolución Industrial y proponían reformas a favor de una redis-
tribución igualitaria de la riqueza y la transformación de la sociedad en
pequeñas comunidades sin propiedad privada.
El socialismo científico creado por Karl Marx (1818-1883) y Frie-
drich Engels (1820-1895) se basaba en la filosofía del idealismo alemán,
en los socialistas utópicos y en la crítica a la economía política clásica.
Desde estas fuentes desarrollaron sus teorías hacia el materialismo histó-
rico y la idea de la lucha de clases. Ambos argumentaban que el socialismo
se lograría a través de la lucha de clases y de una revolución proletaria que
operaría una transición entre el capitalismo y el comunismo. El fracaso de
este pronóstico luego de la revolución socialista en Rusia (1917) deter-
minó que los fundadores de la Unión Soviética se decidieran por la impo-
sición coercitiva y violenta del ideal de una sociedad comunista. Este
ejemplo fue seguido más tarde por Mao-Tse-Tung (1893-1976) y muchos
otros dictadores.
Para este tipo de gobierno se desarrolló el concepto de socialismo
administrativo, que implicaba una economía planificada en estado socia-
lista. Contaban con influencias como la de August Comte (1798-1857),
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quien postulaba como tarea del orden social la orientación de todos los
miembros de la sociedad hacia un “objetivo general”, el “plan de progreso
social”. Sin embargo, los que formulan este plan son los eruditos, a los
cuales se les asigna la capacidad de predecir correctamente el futuro desa-
rrollo de la sociedad.
Sobre la base de esta idea, Lenin (1870-1924) desarrolló lo que deno-
minaba el centralismo democrático, en el cual la propiedad colectiva es
administrada centralmente por organizaciones estatales y queda institucio-
nalmente explotada en el marco de un plan económico general. En 1921,
Lenin lanzó la New Economic Policy (NEP), que reestableció la propiedad
privada en la agricultura pero mantuvo la producción manufacturera bajo
control estatal. A la muerte de Lenin en 1924, J. Stalin (1878-1953) asumió
el control del partido comunista y desarrolló un modelo de gobierno buro-
crático totalitario.
En vista del colapso de casi la totalidad de las sociedades comunistas en
las dos últimas décadas, actualmente son muy pocos los que sostienen la
tesis de una sociedad completamente nueva. En general se acepta que se
trata de una idea utópica y que no existen ni el conocimiento ni los re cur -
sos necesarios para concretar una economía y una sociedad totalmente
planificada. Cabe preguntar, entonces, si lo mismo puede afirmarse de los
modelos que propagan el Estado bienestarista que sucedió al modelo de
planificación en Occidente.
El auge del socialismo tiene su punto cúlmine en los efectos de la
Primera Guerra Mundial (1914-1918) y las consecuencias de la crisis eco-
nómica mundial (1929-1938). Ambos acontecimientos fueron interpre-
tados como el fracaso del viejo orden liberal que se había extendido en el
mundo occidental en el siglo XIX. La filosofía social de los liberales fue
reemplazada en Occidente por el Estado bienestarista y la fe en el dirigismo
económico no comunista.
El Estado bienestarista es parte del proyecto del socialismo democrá-
tico, que sigue la idea de la unidad entre el socialismo y la democracia desa-
rrollada por Karl Liebknecht (1871-1919). El objetivo era reconvertir las
sociedades por la vía democrática en función de criterios de igualdad
social. En Alemania, luego de la revolución de 1918 que depuso la monar-
quía, se organizó la República de Weimar, que consagró la socialdemo-
cracia con el gobierno Friedrich Ebert (1871-1925).
Esta corriente, en oposición a las tendencias antidemocráticas del
socialismo, persigue una tercera vía entre capitalismo y comunismo con
los medios de la democracia parlamentaria. Hay defensores de la social-
democracia cuyos objetivos apuntan hacia una modificación total del
orden social y económico libre, en tanto que otros se distancian de estas
intenciones. Los socialdemócratas proponen una nacionalización selec-
tiva de industrias clave en economías mixtas combinada con Estados de
bienestar financiados a través de impuestos progresivos y regulaciones de
los mercados.
Si bien el socialismo democrático coincide con el planteo de la ESM en
los principios de solidaridad y justicia social, difiere en el énfasis en cuanto
a la libertad y la subsidiariedad. Esta postura en el campo de las ideas y los
valores lleva a que la orientación de soluciones prácticas presente pro-
blemas concretos. Por ejemplo, la regulación de los mercados, de no reali-
zarse en forma conforme, lleva a una obstaculización del proceso produc-
tivo. También la magnitud de las transferencias del Estado bienestarista es
mucho mayor que las admitidas por un planteo subsidiario basado en la
responsabilidad, lo que carga excesivamente de funciones y costos al
Estado y repercute negativamente en su desempeño y debilita la auto-res-
ponsabilidad de las personas.
Constructivismo social
El constructivismo se refiere a la construcción del sentido que el cono-
cimiento realiza en un contexto social. Implica la atención a los modos en
que los fenómenos sociales son creados, institucionalizados e internali-
zados en las tradiciones y los comportamientos de las personas. La realidad
socialmente construida es vista como un proceso dinámico; la realidad es
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reproducida por las personas ensus interpretaciones y su conocimiento.
Una construcción social es un concepto o práctica que es la creación de un
grupo particular.
Todo conocimiento, incluyendo el más básico tomado por seguro, de
sentido común, conocimiento de la realidad cotidiana, se deriva de y está
mantenido por interacciones sociales que se refuerzan mutuamente. El
conocimiento de sentido común es negociado por las personas; las tipifica-
ciones, clasificaciones e instituciones humanas luego se presentan como
parte de una realidad objetiva. En este sentido, la realidad es una construc-
ción social. Desde este punto de vista, el constructivismo gnoseológico se
opone al esencialismo, que define los fenómenos en términos de esencias
trans-históricas independientes del conocimiento humano, que deter-
minan la estructura categorial de la realidad.
Desde el punto de vista práctico y político, uno de los principios del
constructivismo es su confianza en el rol del Estado, tanto en lo que se
refiere a la provisión de bienes y servicios importantes como a la solución
de complejos problemas sociales. En este sentido, la conformación de la
realidad a través de la interacción social se utilizó para fundamentar sis-
temas de planificación que pretendían cambiar instituciones y costumbres
humanas arraigadas.
Entre los principales instrumentos de un Estado bienestarista figuran
la burocracia, la planificación estatal, el uso de la coerción como medio
para alcanzar los objetivos fijados por la política y la preferencia por solu-
ciones de tipo colectivista. Eso significa que deben crearse condiciones de
igualdad de oportunidades con los recursos de la política educativa, nive-
larse las diferencias en los ingresos mediante un sistema impositivo progre-
sivo, para garantizar a todos la misma asistencia médica a través de un
seguro médico obligatorio y que la dependencia del individuo de la familia
debía ser sustituida por sistemas públicos de seguridad y asistencia social.
Contra esta razón planificadora, los críticos del constructivismo adu -
cen que las fuerzas de la razón humana son limitadas, lo que condiciona
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fuertemente cualquier intento de planificación social; que muchas institu-
ciones sociales importantes no fueron creadas intencionalmente sino que 
surgieron de manera espontánea como consecuencia de la interacción 
humana y que su evolución tampoco puede controlarse con los recursos 
propios de la planificación; y que todos los intentos por implementar una 
planificación a nivel de la sociedad global no solo no lograron mejorar el 
nivel de vida general, sino que restringieron progresivamente la libertad 
individual.
En síntesis, una de las falencias de las soluciones constructivistas ra di -
ca en que dificultan enormemente y hasta impiden por completo el ensayo 
de alternativas, la experimentación con nuevas soluciones y el aprendizaje 
a partir de la experiencia. A diferencia de las corrientes del pensamiento 
constructivista, sus críticos abogan por la competencia en lugar de la pla-
nificación, la descentralización en lugar de la centralización y la coordina-
ción voluntaria en lugar del control central.
 Liberalismo y conservadurismo
Liberalismo
El liberalismo es un amplio movimiento intelectual y social que 
destaca la libertad personal e incluye aspectos políticos, económicos y filo-
sóficos. Postula que la libertad no es un medio para un fin político más 
elevado, sino que es en sí el fin más elevado. El liberalismo también enfa-
tiza los derechos individuales y la igualdad de oportunidades.
Dentro del liberalismo hay varias corrientes que coinciden en el cons-
titucionalismo liberal, que comprende la libertad de pensamiento y expre-
sión, la limitación del poder de los gobiernos, el Estado de derecho, el 
derecho individual a la propiedad privada y un sistema de gobierno trans-
parente. En general, el liberalismo apoya la democracia liberal, que consiste 
en elecciones abiertas con derechos iguales para todos los ciudadanos. 
Dentro de las tendencias existentes, es posible identificar ciertos tipos o
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clases: el liberalismo político, el liberalismo cultural, el liberalismo econó-
mico, el liberalismo social.
El liberalismo político cree que los individuos son la base y el fin último
de la ley y la sociedad. Esta corriente enfatiza el contrato social que da
origen a la sociedad desde el conjunto de decisiones individuales volunta-
rias. También el Estado de derecho, donde la igualdad ante la ley es la
garantía contra la arbitrariedad, y la democracia liberal, que consiste en
elecciones periódicas y un sistema de división de poderes. En política, el
liberalismo se basa en la correspondencia del gobierno con los deseos de
los individuos en una democracia, lo que dio lugar asimismo al surgi-
miento del constitucionalismo.
El liberalismo en economía se basa en una valoración positiva del
comercio y de la iniciativa privada frente al régimen feudal y gremial y a
todo tipo de enfoque basado en el abuso de la autoridad. El liberalismo eco-
nómico argumenta que los sistemas económicos basados en los mercados
libres son más eficientes y generan más prosperidad. Aceptan en general la
desigualdad económica como un resultado natural de la competencia, bajo
el supuesto de que no se use la coerción, la violencia o el fraude.
En cuanto a la filosofía, el liberalismo destaca la valoración absoluta de
la persona humana con una fundamentación ya sea religiosa o humanista
agnóstica, según su vertiente. Desde ambas vertientes de fundamentación
se desarrolló el concepto y los contenidos de derechos humanos. En cuanto
al aspecto cultural del liberalismo, se enfatiza, como una derivación del
apoyo de la libertad individual, la libertad de conciencia y de opción, de
estilo de vida y el derecho al desarrollo de la cultura propia.
El liberalismo tiene su origen en el movimiento de emancipación de las
ciudades burguesas frente al sistema feudal, que estaba basado en el do mi -
nio, y que condujo de la Edad Media al Renacimiento. Un segundo mo -
vimiento liberal o liberalismo clásico se produjo como reacción frente al
abso lutismo monárquico y el sistema económico del mercantilismo. Final-
mente, un tercer renacimiento se dio como reacción frente a los sistemas
totalitarios modernos como el comunismo, el fascismo y el nacionalsocia-
lismo luego de la segunda posguerra.
Un hito muy importante se debe a los desarrollos de John Locke (1632-
1704) en cuanto a que una sociedad estable puede estar basada en indivi-
duos libres. En su obra sobre el gobierno estableció las ideas de libertad
económica, propiedad privada y libertad intelectual e incluyó la libertad de
conciencia en la carta en torno a la tolerancia. Desarrolló la idea de los
derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad, que fueron antece-
dente de los derechos humanos. Montesquieu (1689-1755), en su obra El
espíritu de las leyes, diseña leyes para restringir a los monarcas, que son la
base del sistema de división de poderes moderno.
Una rama especialmente importante es la Ilustración escocesa, que
incluye a David Hume y a Adam Smith (1723-1790). Adam Smith es el más
famoso de los economistas liberales por su teoría de que los individuos
pueden estructurar tanto la vida moral como la económica sin la dirección
del Estado y que las naciones más fuertes son las que garantizan libertad a
sus ciudadanos para perseguir su propia iniciativa. En su teoría sobre los
sentimientos morales (1759) busca reconciliar el interés propio (self inte-
rest) con el sentimiento de simpatía.
El liberalismo, en sus diversas expresiones, constituyó la base ideoló-
gica de la gloriosa revolución inglesa y de las revoluciones norteamericana
y francesa. En la primera se acotaron los grados de libertad de la monar-quía con un Parlamento más fuerte. Los teóricos de la revolución ameri-
cana argumentaban a favor de una república con auto-gobierno, depen-
diendo en una estructura de intereses contrapuestos para balancear un
equilibrio de fuerzas y proveer a la protección de los derechos de las mino-
rías. La Revolución Francesa expulsó a la aristocracia, pero cayó en excesos
violentos que condujeron al gobierno napoleónico. En Latinoamérica, los
mismos ideales inspiraron las revoluciones independentistas, que contra-
ponían las consignas liberales frente al monopolismo corporativo de la
monarquía española de aquella época.
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Durante la segunda mitad del siglo XIX el liberalismo tuvo uno de sus
períodos dorados, que culminó con los grandes cataclismos de las guerras
mundiales y la Gran Depresión de los años treinta, en la primera parte del
siglo XX. A mediados de los veinte, el liberalismo comenzó a definirse por
oposición con los totalitarismos, como el nazismo, el fascismo y el comu-
nismo, que buscaban un control centralizado sobre todos los aspectos de la
vida social para lograr el bienestar y la estabilidad.
Por otro lado, dentro del mismo campo liberal se fue descartando la
aceptación del laissez-faire y del motivo del interés propio como factores
excluyentes. Muchos liberales asumieron que la promoción de la libertad a
las masas necesitaba un acceso mínimo a alimentación, vivienda, educa-
ción y seguridad. De este modo se fueron aceptando de forma cualificada
más funciones para el Estado. Muchos pensadores y políticos de esta nueva
forma de liberalismo, como por ejemplo J. Keynes (1883-1946), W. Beve-
ridge (1879–1963), F. D. Roosevelt (1882–1945), etc., llegaron a la conclu-
sión de que el totalitarismo surgió por la existencia de personas en condi-
ciones de degradación que pedían una dictadura como solución. Lo cual
llevó a la idea de que la razón pedía un gobierno que pudiera equilibrar las
fuerzas en la economía.
Esta nueva vertiente del liberalismo que se expandió luego de la pos-
guerra se denominó liberalismo social (liberals). Unían el modernismo con
el progresismo y planteaban que la difusión del bienestar y la educación en
las masas prevendría el surgimiento del totalitarismo en Occidente.
F. Hayek (1899-1992), M. Friedman (1912-2006), L. Mises (1881-
1973) y otros liberales de la corriente libertaria argumentaron en contra de
esta tesis. Para ellos, las crisis de entreguerras fueron consecuencia de la
intervención y la regulación del mercado y no del laissez-faire. Pensaban
que la intervención sería contraproducente y que se necesitaba volver al
orden liberal del mercado desregulado. Hayek argumentó que el capita-
lismo regulado y la economía mixta de posguerra llevarían al totalita-
rismo que los liberales trataban de evitar. Hayek y Friedman sostenían que
la libertad económica era necesaria para la social y la política, y que la eli-
minación de la libertad económica llevaría a la eliminación de la libertad
política.
Luego de los setenta, el péndulo liberal se alejó del incremento del rol
del Estado hacia un mayor optimismo en el libre mercado y el laissez-faire.
El término neoliberalismo, acuñado por el sociólogo Alexander Rüstow en
1938 para designar el resurgimiento del liberalismo clásico, se utilizó para
designar las corrientes libertarias que impulsaban una postura a favor de
mercados desregulados.
Aportes de esta tradición han sido las ideas de libertad individual, pro-
piedad privada, limitaciones al poder del gobierno, Estado de derecho, eco-
nomía de libre mercado, libre comercio, pluralismo político, entre otras.
Con lo cual es evidente que el liberalismo ha tenido un impacto profundo
en el mundo moderno.
Conservadurismo
El conservadurismo es una tradición de pensamiento social y político
que pone el énfasis en el cambio gradual y la continuidad de los procesos
sociales, por lo que no debe ser confundido con la acepción coloquial que
lo vincula con el mero apoyo del statu quo. Aunque existieron diversas
corrientes que planteaban elementos constitutivos del conservadurismo,
como tal no aparece hasta la época de la Ilustración. Tiene su origen en 
la reac ción frente a las concepciones sociales racionalistas y utópicas de la
Ilus tración y las revoluciones modernas. La corriente política tiene su
origen en la reacción frente a los excesos de la Revolución Francesa, y tiene
a E. Burke (1729–1797) como uno de sus principales representantes.
Frente a la idea ilustrada de organizar la sociedad a partir de la sola
razón, Burke se declaraba anti-ideológico y sin un plan utópico maestro de
reforma. Según Burke, el gobierno debía guiarse a partir de los desarrollos
históricos, de las lecciones de las experiencias concretas y la continuidad de
las instituciones fundamentales como la familia, la Iglesia, etc. Argumen-
taba que la tradición destilaba la sabiduría de muchas generaciones y
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estaba probada por el tiempo, y que la razón sólo tenía en cuenta la postura
de una generación. Proponía el cambio orgánico más que el revolucionario,
que podía conllevar consecuencias no deseadas.
El conservadurismo, en sus diferentes vertientes, se basa en una visión
realista del ser humano que se resiste a las utopías antropológicas extre-
mistas, basadas en una sobrestimación del hombre y sus posibilidades. La
crítica al racionalismo pasa por su sobre-dimensionamiento de la razón
humana frente a otros aspectos como los sentimientos, las tradiciones, los
procesos históricos, etc. En este sentido, rescata los valores más perma-
nentes de la humanidad como la ética, la comunidad, la familia y la patria.
Más recientemente, el núcleo de la crítica conservadora pasa por el
debate cultural de la secularización y la pérdida de los valores trascendentes
en la sociedad. En esta línea, critica las bases del hedonismo individualista,
es decir, el planteo que propone una vida basada en el afán de alcanzar un
máximo placer personal, el consumismo materialista y la discrecionalidad
informativa que plantean los medios masivos de comunicación.
Desde el punto de vista de las propuestas, propone el cambio gradual y
la reforma frente al ímpetu revolucionario y la utopía. En las cuestiones
sociales, políticas y económicas, busca puntos intermedios y tiene una
vocación de síntesis entre los diferentes polos de los debates contemporá-
neos. Los conservadores enfatizan las ventajas de la institución de la pro-
piedad privada, que se desprende de la tradición del liberalismo clásico. Sin
embargo, su postura difiere del mero laissez-faire, dado que el Estado tiene
como rol el fomento de la competencia, el sostenimiento del interés
nacional, la comunidad y la identidad.
El conservadurismo moderno entendido como posición política de
centro no puede ser concebido sin una antropología cristiana o humanista
como base de una conciencia histórica crítica, una ética personal funda-
mentada en el deber y la responsabilidad, el sentido de familia y la comu-
nidad, el amor por la naturaleza, una ética del Estado orientada hacia el
bien común y el patriotismo constitucional. En este sentido positivo, el con-
servadurismo es un elemento de la cosmovisión que existe en la ESM.
4 Las principales encíclicas y documentos han sido: Rerum Novarum (1891),
Quadragesimo Anno (1931), Mater et Magistra (1961), Pacem in Terris (1963),
Dignitatis Humanae (1965), Populorum Progressio (1967), Octogesima Adve-
niens (1971), Laborem Exercens (1981), Solicitudo Rei Socialis (1987), Evange-
lium Vitae (1995),Centesimus Annus (1991) y la reciente Caritas in Veritate
(2009).
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pensamiento
El pensamiento social-cristiano
El pensamiento social-cristiano sostiene que la sociedad está consti-
tuida por personas, sus comunidades intermedias (familias, asociaciones) 
y el Estado, en una serie de conjuntos heterogéneos pero sujetos a una gra-
dación. Para esta postura, tanto el mercado como el Estado deben estar al 
servicio de la persona humana y de sus asociaciones más pequeñas y no al 
revés, como la experiencia histórica demuestra que resulta de algunas pos-
turas mencionadas, donde en el caso del liberalismo extremo la persona 
queda sometida al resultado presuntamente impersonal o mecánico del 
mercado o en el caso del socialismo extremo, la persona queda sometida al 
poder de un super-Estado que se aleja cada vez más y más de las necesi-
dades de las personas.
El pensamiento social-cristiano se nutre en gran medida de la Doc-
trina Social de la Iglesia (DSI), que ha surgido de la reflexión sobre la cues-
tión social y las teorías económicas y sociales tanto del liberalismo y el 
socialismo que se desarrollaron como modelos de solución. Comprende 
los aspectos de la doctrina católica referidos a los temas de bienestar de la 
sociedad. Los principios de la DSI, si bien antiguos en su origen, han sido 
sistematizados a partir de fines del siglo XIX, sobre todo a partir de dis-
tintas encíclicas.4
En la primera encíclica social, Rerum Novarum (1891), el papa León 
XIII criticó la sociedad de clases precapitalista de la época. Asimismo, 
rechazó de plano la solución socialista consistente en la lucha de clases y 
la estatización de los medios de producción y realizó una crítica a 
algunos excesos del planteo liberal. Si bien reconoció la función de la 
propiedad privada, como contrapeso al liberalismo demandó una “jus-
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ticia salarial” que no podía conseguirse meramente destrabando las
fuerzas del mercado. Reivindicó también la libertad de asociación de los
trabajadores como un derecho y una política social del Estado a favor de
los mismos.
La encíclica Centesimus Annus (1991) de Juan Pablo II contiene una
clara coincidencia con la Economía Social de Mercado. El Papa describe en
ella todos sus fundamentos teóricos si bien no la menciona explícitamente.
Con palabras como “libertad” y “justicia social” marca los valores éticos
fundamentales, mientras que los términos “mecanismos de mercado” y
“control público” constituyen los dos elementos ordenadores básicos. Con
“buenas posibilidades de trabajo” y un “sólido sistema de seguridad social
y capacitación profesional” se destaca la protección especial del trabajo
humano y de las personas socialmente marginadas. A ello se añaden ele-
mentos como la estabilidad monetaria y, en el mismo contexto, se rechaza
una economía de mercado carente de un marco legal, es decir, desprovista
de valores.
En Caritas in Veritate, que marca la última de las encíclicas dedicadas
a los enunciados de la doctrina social católica, Benedicto XVI afronta los
problemas presentes en la misma tradición. Una de las preocupaciones
fundamentales, desde el punto de vista económico-social, es sacar conclu-
siones de la crisis financiera internacional. A este respecto el Papa concluye
que la economía de mercado si bien tiene aportes positivos no debe ser
absolutizada reconociéndose la necesitad que tiene –por un fundamento
antropológico– de un marco ético, institucional y social adecuado. En este
sentido enfatiza la necesidad de recuperar el sentido del don, de la gra-
tuidad y la fraternidad a través del amplio apoyo y fomento de la sociedad
civil. A través del desarrollo de las actividades de voluntariado se pueden
regenerar estos valores que, junto con la confianza, constituyen el sustrato
no sólo de una economía sino de una sociedad sana.
Una característica permanente de la enseñanza social católica es su
compromiso con los más pobres, que está basado en las enseñanzas evangé-
licas. Se basa también en la crítica consistente de las ideologías modernas
extremas de la derecha y la izquierda. Una enumeración de sus tesis funda-
mentales podría ser la santidad de la persona y de la vida humana, el
llamado a la familia, a la comunidad y a la participación, la opción prefe-
rencial por los pobres y los vulnerables, la dignidad del trabajo y del
derecho de los trabajadores, la solidaridad, el cuidado de la creación divina
y el balance entre derechos y responsabilidades.
El principio central de la doctrina social católica es la dignidad de la
persona como sujeto libre y responsable que vive en solidaridad con sus
semejantes. Como tal, el hombre tiene el derecho y también la obligación
de manejar sus asuntos, entre los que se encuentran los económicos, en
libertad, con responsabilidad y solidaridad.
La visión cristiana del ser humano reivindica tanto la libertad y respon-
sabilidad de la persona como también la dignidad humana. Sin embargo, la
idea de la justicia social ligada al principio de la solidaridad en el sentido de
la equidad sólo es posible en la medida en que permite también desplegar
la libertad, la responsabilidad y el interés propio de forma armónica.
Para la organización de la sociedad desde el punto de vista económico
se reconoce la relevancia de la institución del mercado siempre y cuando
esté sometida al control social a través de diversas instituciones y en tanto
y en cuanto sus resultados se extiendan al conjunto de la sociedad (prin-
cipio del bien común). La economía de mercado, si bien imperfecta, es el
mejor sistema de asignación de recursos, pero necesita un sólido marco
jurídico-institucional, resguardos sociales y condiciones éticas para su
buen funcionamiento.
Sin embargo, la institución del mercado por sí sola no basta para con-
seguir el objetivo de la actividad económica. En vista de que un gran
número de personas no está en condiciones de hacerse valer en el mercado,
la autoridad que tenga a su cargo velar por el bien común puede de forma
subsidiaria garantizar mediante políticas específicas que todos los miem-
bros de la sociedad dispongan al menos de aquellos bienes que les per-
mitan llevar una vida digna.
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La democracia cristiana es un movimiento político en muchos países,
sobre todo en Europa y Latinoamérica, que tomó los principios sociales y
políticos de la DSI como su principal agenda. Los principios de la DSI
también han influenciado muchos otros movimientos políticos en diversos
grados a través del mundo cristiano e incluso en las naciones no católicas.
Si bien se ubica siempre en el centro del espectro político en Europa suele
posicionarse de forma más conservadora, mientras que en Latinoamérica,
donde existe mayor pobreza y marginación, propone medidas más activas
en esta línea.
El origen de la democracia cristiana es la lucha frente a los diversos
tipos de totalitarismos y la defensa de la dignidad humana y de los dere-
chos individuales y sociales en la esfera pública de la democracia. Asi-
mismo se consideró siempre un partido popular en el sentido de superar
cualquier tipo de frontera ideológica, social o cultural entre las personas
impulsando un diálogo democrático respetuoso de las diferencias para edi-
ficar un proyecto común.
La propuesta económica de la democracia cristiana se basa en una
síntesis de un orden de mercado con una serie de tareas racionalmente
justificadas del Estado en materia económica. Se puede entender como un
justo medio entre las propuestas extremas del capitalismo y el socialismo.
Los propulsoresargumentan que no es una mezcla o compromiso, sino
una síntesis superior de los dos polos. Rechaza tanto el socialismo autori-
tario como el laissez-faire en cuestiones de economía y gobierno y
propone reformas del Estado de bienestar para mantenerlo y sostener su
integridad económica.
La democracia cristiana tiene en común con el conservadurismo el
énfasis en los valores morales (familia, crítica al aborto, etc.), oposición al
secularismo, aceptación de la propiedad privada y la economía de
mercado. En común con el liberalismo, marca un énfasis en los derechos
humanos y en la iniciativa y responsabilidad personal. En común con el
socialismo, plantea un énfasis en la solidaridad, la comunidad, el apoyo a
un Estado de bienestar limitado y la regulación de las fuerzas del mercado.
La democracia cristiana, sobre todo en Europa, ha reunido a los cris-
tianos católicos como los protestantes, estando abierta a todas las religiones
y a todos los hombres de buena voluntad. Mientras que la Iglesia Católica
basa su argumentación en un derecho natural obligatorio para todos y, por
consiguiente, en una filosofía social, la ética social protestante se funda-
menta en la Biblia. Los defensores de la perspectiva reformada basan sus
convicciones en el imperio de Dios como fuerza modificadora de la
sociedad que llama a la creación de un mundo de paz, justicia y a una
opción por los pobres.
La ética social protestante defiende diferentes objetivos sociopolíticos
y recurre a argumentaciones diversas. La diferenciación social y la variedad
de las culturas existentes en una perspectiva pluralista se reflejan también
en las diferentes posiciones de la ética social. No se debate, en cambio, la
necesidad de que la teología y la Iglesia participen en las discusiones
públicas de temas y objetivos sociales, económicos y políticos. Se habla de
un mandato público, que consiste en establecer una relación con la
sociedad y/o el mundo.
Palabras clave
Socialismo
Comunismo
Constructivismo social
Liberalismo
Conservadurismo
Pensamiento social cristiano
Doctrina Social de la Iglesia
Ética social protestante
Democracia cristiana
I.18. La Economía Social de Mercado y las corrientes de pensamientoMarcelo F. Resico |
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