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La reseña

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LA RESEÑA 
La reseña es una descripción general respecto a una obra literaria, cinematográfica, teatral o de carácter similar acompañada de un juicio crítico. Escrita para un público amplio, motiva el interés del lector y le permite un acercamiento a la obra a través de la opinión de quien la conoce. 
 
- Una reseña debe contener los siguientes elementos
· Información de la obra reseñada: Título, autor, editorial, año de publicación 
· Resumen del contenido: Puedes resaltar aquellos elementos que motiven el interés del público o que sean especialmente significativos. 
· Comentario crítico: Requieres que te formes tu propia opinión respecto a la obra –que no necesariamente debe ser favorable- pues eso orientará al lector. Puedes mencionar datos sobre el autor, la época o la temática que sean relevantes para entender el contenido y el contexto en que la obra fue escrita. 
· Conclusión: Señala alguna idea destacable del título reseñado. 
- Para escribir una reseña
· Debes conocer la obra. Esto implica una lectura atenta y comprensiva. 
· Debes formarte un juicio personal sobre ella. 
· Puedes informarte acerca del autor, su época y sus obras. Esto enriquecerá tu opinión. 
· Utiliza un lenguaje formal y una redacción cuidada. 
· Aplica la capacidad de síntesis. No abunden en detalles que puedan cansar 
Ejemplo: 
Reseña Papelucho de Marcela Paz
La historia de papelucho, el primero de la exitosa serie creada por Marcela Paz, nos introduce en la asombrosa imaginación y en el corazón bondadoso de este niño de 8 años, convertido hoy en un clásico de la literatura infantil chilena. En él, escribe acerca de lo que sucede y sus geniales métodos para evitar aburrirse. Las ocurrencias de papelucho –preparar un sándwich para un ratón goloso, adiestrar moscas mensajeras, montar un criadero de jaibas o crear la revista Chistelandia, entre muchas otras –son a veces incomprendidas por los adultos, a pesar de sus buenas intenciones. 
Actividad
Ahora llegó el momento en que pongas en práctica lo aprendido sobre la reseña. A continuación encontrarás el cuento “no oyes ladrar los perros” del texto “El llano en llamas” de Juan Rulfo. 
Una vez que leas con atención la información que se presenta a continuación, deberás construir tú propia reseña sobre el texto. 
¡A TRABAJAR!
A continuación se presentará información sobre la publicación del texto “El llano en llamas de Juan Rulfo. Recuerda que para poder expresar un comentario crítico, es importante que conozcas algunos elementos de la construcción de la obra. 
Biografía de Juan Rulfo
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, conocido como Juan Rulfo, fue un escritor, guionista y fotógrafo mexicano perteneciente a la generación del 52. La reputación de Rulfo se asienta en dos libros: El Llano en llamas, compuesto de diecisiete relatos y publicado en 1953, y la novela Pedro Páramo, publicada en 1955. 
Juan Rulfo fue uno de los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX. En sus obras se presentan una combinación de realidad y fantasía cuya acción se desarrolla en escenarios mexicanos. Sus personajes representan y reflejan el tipismo del lugar con sus grandes problemáticas socioculturales entretejidas con el mundo fantástico. 
· Escribe tres ideas importantes desprendidas de la información anterior. Recuerda que la información que desprendas del texto debe ser de utilidad para la reseña que construirás más adelante, si tienes alguna duda vuelve al comienzo de la guía. 
Idea 1: __________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Idea 2: 
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Idea 3: 
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El Llano en llamas 
Su primera edición, de 1953, publicada en México, D.F. por el Fondo de Cultura económica, estaba compuesta por quince relatos, alguno de ellos publicados en la revista Panamericána y otros inéditos, escritos con el apoyo económico de la beca de la fundación Rockefeller en México y el centro mexicano de escritores. La primera edición se terminó de imprimir el 18 de septiembre de 10953 en los talleres de gráfica panaméricana, establecida en la ciudad de México con un tiraje de 2000 ejemplares. 
 
No oyes ladrar los perros
Juan Rolfo 
- Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves a alguna luz en alguna parte. 
- No se ve nada. 
- Ya debemos estar cerca. 
- Sí, pero no se oye nada. 
-Mira bien. 
- No se ve nada. 
- Mira bien. 
- No se ve nada. 
- Pobre de ti, Ignacio. 
 
La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepandose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante. 
La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda. 
- Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que llevas las orejas de fuera, fijate a ver si no oyes ladrar los perros. Acuérdate que nos dijieron que Tonaya estaba distraido del monte. Y desde qué horas que hemos dejado el monte. 
Acuérdate, Ignacio. 
- Sí, pero no veo rastro de nada. 
- Me estoy cansando. 
- Bájate. 
	El viejo se fue reculando hasta encongtrarse con el paredón y se recargó allí, sin soltar la carga de sus hombros. Aunque se le doblaban las piernas, no quería sentarse, porque después no hubiera podido levantrar el cuerpo de su hijo, al que allá atrás, horas antes, le habían ayudado a echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde entonces. 
- ¿Cómo te sientes?
- Mal. 
	Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir. En ratos parecía tener frío. Temblaba. Sabía cuándo la agarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies se le encajaban en los ijares como espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas en su pescuezo, le zarandeaban la la cabeza como si fuera una sonaja. Él apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba: 
-¿Te duele mucho? 
- Algo- cpntestaba él. 
	Primero le habia dicho: “apéame aquí… déjame aquí… vete tú solo. Yo te alcanzaré mañana o en cuando me reponga un poco”. Se lo había dicho como cincuenta veces. Ahora nio siquiera eso decía. Allí estaba la luna. Enfrente de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombra sobre la tierra. 
- No veo ya por dónde voy- decía él. 
Pero nadie le contestaba. 
El otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y él acá abajo. 
- ¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien. 
Y el otro se quedaba callado. 
	Siguió caminando, a trompezones. Encogía el cuerpo y luego se enderezaba para volver a tropezar de nuevo. 
- Este no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya no se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está cerca. ¿Por qué no quieres decirme qué ves, tú que vas allá arriba , Ignacio?
- Bájame, padre. 
- ¿Te sientes mal?
- Sí 
- Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien te cuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré con él. Te he traído cargando desde hace horas y no te dejaré tirado aquí para que acaben contigo quienes sean. 
	Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió de enderezarse. 
- Te llevaré a Tonaya. 
- Bájame. 
Su voz se hizo quedita, a penas murmuraba:
- Quiero acostarme un rato. 
- Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado. 
	La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara del viejo, mojadaen sudor, se llenó de luz. Escondió los ojos para no mirar de frente, ya que no podía agachar la cabeza agarrotada entre las manos de su hijo. 
- Todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su difunta madre. Porque usted fue su hijo. Por eso lo hago. Ella me reconvendría si yo lo hubiera dejado allí, donde lo encontré, y no lo hubiera recogido para llevarlo a que lo curen, como estoy haciéndolo. Es ella la que me da ánimos, no usted. Comenzando porque usted no le debo más que puras dificultades, puras mortificaciones, puras verguenzas. 
	Sudaba al hablar. Pero el viento de la noche le sacaba el sudor. Y sobre el sudor seco, volvía a sudar. 
- Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, apara que le alivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien, volverá a sus malos pasos. Eso ya no me importa. Con tal de que se vaya lejos, donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal de eso… Porque para mí usted ya no es mi hijol. He maldecido la sangre que usted tiene de mi. La parte que a mí me tocaba la he maldecido. He dicho: “¡Que se le pudran en lo riñones la sangre que yo le dí!” Lo dije desde que supe que usted andaba trajinando por los caminos, viviendo del robo y matando gente… Y gente buen. Y si no, allí esta mi compadre Tranquilino. El que lo bautizó a usted. El que le dio su nombre. A él también le tocó la mala suerte de encontrarse con usted. Desde entonces dije: “Esi no puede ser mi hijo.” 
- Mira a ver si yaves algo. O si lo oyes. Tú que puedes hacerlo desde allá arriba, porque yo me siento sordo. 
- No veo nada. 
- Peor para ti, Ignacio. 
- Tengo sed. 
- ¡aguantate! Ya debemos estar cerca. Lo que pasa es que ya es muy noche y han de haber apagado la luz en el pueblo. Pero al menos debías de oír si ladran los perros. Haz por oír. 
- Dame agua. 
- Aquí no hay agua. No hay más que piedras. Aguántate. Y aunque la hubiera, no te bajaría a tomar agua. Nadie me ayudaría a subirte otra vez y yo solo no puedo. 
- Tengo mucha sed y mucho sueño. 
- Me acuerdo cuando naciste. Así eras entonces. 
	Despertabas con hambre y comías para volver a dormirte. Y tu madre te daba agua, poque ya te habías acabado la leche de ella. No tenías llenadero. Y eras muy rabioso. Nunca pensé que con el tiempo se te fuera a subir aquella rabia a la cabeza… Pero así fue. Tu madre, que descance en paz, quería que te criaras fuerte. Creía que cuando tú crecieras irías a ser su sostén. No te tuvo más que a ti. El otro hijo que iba a tener lo mató. Y tú la hubieras matado otra vez si ella estuviera viva a estas alturas. 
	Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre sus hombros dejó de apretar las rodillas y comenzó a soltar los pies, balanceándolo de un lado para otro. Y le pareció que la cabeza; allá arriba, se sacudía como si sollozara. 
	Sobre su cabello sintió que caían gruesas gotas, como de lágrimas. 
- ¿Lloras, Ignacio? Lo hace llorar a usted el recuerdo de su madre, ¿Verdad? Pero nunca hizo usted nada por ella. Nos pagó siempre mal. Parece que en lugar de cariño, le hubiéramos retacado el cuerpo de maldad. ¿Y ya ve? Ahora lo han herido. ¿Qué pasó con sus amigos? Los mataron a todos. Pero ellos no tenían a nadie. Ellos bien hubieran podido decir: “No tenemos a quién darle nuestra lástima”. ¿Pero usted, Ignacio?
	Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz de la luna. Tuvo la impresión de que lo aplastaba el peso de su hijo al sentir que las corvas se le doblaban en el último esfuerzo. Al llegar al primer tejaván, se recostó sobre el pretíl de la acera y soltó el cuerpo, flojo, como si la hubieran descoyjntado. 
	Destrabó defícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó cómo por todas partes ladraban los perros. 
- ¿Y tu los oías Ignacio? –dijo-. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza. 
Juan Rulfo, El Llano en llamas. 
Aplicación:
Ahora que ya tenemos leído el texto y desprendiste la información necesaria para desarrollar una reseña, llegó el momento de tú propio desafío. A continuación se presenta la pauta de evaluación para el desarrollo de la actividad.
¡Mucho éxito!
Pauta de Evaluación
	Indicador de evaluación 
	Logrado (3) 
	Medianamente logrado (2) 
	No logrado (1) 
	
	Dentro del texto se observan referencias bibliográficas del texto a analizado.
	No presenta la información 
	
	
	Se logra plantear un comentario fundado sobre el texto “No ladres los perros” de Juan Rulfo.
	Presenta un comentario, pero no esta bien fundado, y no logra completar as ideas que plantea. 
	No presenta un comentario dentro del texto. 
	
	Se reconoce un juicio valorativo sobre la obra leída, remarcando sus aciertos y limitaciones.
	Se reconoce un juicio valorativo sobre la obra leída, remarcando sus aciertos, pero no sus limitaciones. 
	
	
	Presenta identificación del autor de la reseña al final del texo, como un paratexto. 
	Presenta la identificación del autor de la reseña al final del texto, pero no como un paratexto. 
	
	
	El texto es coherente en su construcción, respetando las reglas ortográficas y manteniendo el orden y limpieza. 
	El texto presenta algunas debilidades en su construcción, faltas de ortografía recurrentes, pero mantiene el orden y la limpieza.

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