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Edelman, G M , _ Tononi, G Caps 1, 2 y 3 El universo de la conciencia cómo la materia se convierte en imaginación

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El universo de la conciencia 
 
Cómo la materia se convierte en imaginación 
 
 
 
 
 
Gerald M. Edelman y Giulio Tononi 
 
 
 
 
 
 
 
 
Título original: A UNIVERSE OF CONSCIOUSNESS, How matter becomes imagination (2000) 
 
Traducción castellana: 2002 
 
 6 
 
Parte 1 
 
El nudo del mundo 
 
Cuando dirijo la mirada hacia el cielo, veo la cúpula celeste aplanada y el brillante disco del sol y centenares de cosas visibles 
bajo él. ¿Cuáles son los pasos que hacen que esto sea posible? Un rayo de luz procedente del sol penetra en el ojo y enfoca una 
imagen en la retina, con lo que provoca un cambio, que a su vez viaja hasta la capa de nervios del cerebro. La cadena entera de 
eventos, desde el sol hasta el cerebro, es física: cada uno de los pasos es una reacción eléctrica. Pero entonces se produce un cambio 
completamente distinto a los que le precedieron y completamente inexplicable e inesperado: ante la mente se presenta una escena 
visual. Veo la cúpula celeste, y el sol en ella, y centenares de otras cosas visuales. Percibo, en fin, una imagen del mundo que me 
rodea.1 
 
1. C. Sherrington, Man and His Nature, Cambridge University Press, Cambridge, 1951 (2ª edición). 
 
Con este sencillo examen ilustraba en 1940 el gran neurofisiólogo Charles Sherrington el problema de 
la conciencia y su convencimiento de que era científicamente inexplicable. 
Unos pocos años antes, Bertrand Russell usaba un ejemplo parecido para expresar su escepticismo 
sobre la capacidad de los filósofos para alcanzar una respuesta: 
 
Suponemos que un proceso físico da comienzo en un objeto visible, viaja hasta el ojo, donde se convierte en otro proceso físico 
que provoca aun otro proceso físico en el nervio óptico y, finalmente, produce algún efecto en el cerebro al mismo tiempo que 
vemos el objeto donde se inició el proceso: pero este proceso de ver es algo «mental», de naturaleza totalmente distinta a la de los 
procesos físicos que lo preceden y acompañan. Esta concepción es tan extraña que los metafísicos han inventado toda suerte de 
teorías con el fin de sustituirla con algo menos increíble.2 
 
2. B. Russell, citado en Sir J. Jeans, Physics and Philosophy, Cambridge University Press, Cambridge, 1943. 
 
Por muy detallada que sea la descripción de los procesos físicos subyacentes, es difícil concebir de 
qué manera el mundo de la experiencia subjetiva -ver el color azul, sentir la sensación de calor- puede 
surgir de eventos puramente físicos. Y, sin embargo, en una era en la que la obtención de imágenes del 
cerebro, la anestesia general y la neurocirugía son comunes, sabemos que el mundo de la experiencia 
consciente depende fuertemente del delicado funcionamiento del cerebro. Nos percatamos de que la 
conciencia, en todo su esplendor, puede quedar anihilada por una minúscula lesión o un leve desequilibrio 
químico en ciertas partes del cerebro. De hecho, nuestra vida consciente resulta anihilada cada vez que 
nuestro cerebro cambia y dormimos sin soñar. Sabemos también que nuestra conciencia propia es, en un 
sentido profundo, todo lo que hay. La cúpula celeste y los centenares de cosas visibles que se encuentran 
bajo ella, incluido el propio cerebro -el mundo, en definitiva existen, para cada uno de nosotros, sólo 
como parte de nuestra conciencia, y desaparecen con ella. El enigma por antonomasia, de qué modo se 
relaciona la experiencia subjetiva con ciertos eventos descriptibles objetivamente, es lo que Arthur 
Schopenhauer genialmente denominó «el nudo del mundo».3 Pese a su apariencia de misterio, nuestra 
mayor esperanza de deshacer este nudo está en un enfoque científico que combine teorías contrastables 
con experimentos bien diseñados. A este propósito se dedica este libro. 
 
3. A Schopenhauer, On the fourfold Root of the Principie of Sufficient Reason (traducción de E. F. Payne, La Salle, I11., 
Open Court, 1974), capítulo 7, §42. (Edición española: De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, traducción 
Leopoldo-Eulogio Palacios, Gredos, Madrid, 1981.) 
 
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ensoñaciones son más frecuentes y vívidas. Cuando los gatos con estas lesiones entran en la fase REM, inician varias conductas 
intuitivas; pueden atacar a una presa imaginaria, quedarse quietos delante de un enemigo imaginario o acercarse a una fuente 
inexistente de alimento y comenzar a lamer, todo ello al tiempo que no responden a estímulos del entorno. Dicho en otras 
palabras, realizan una representación de sus sueños. 
 
Conviene señalar que el enorme contenido de información de un estado consciente determinado no 
significa que los contenidos conscientes sean arbitrarios. Aunque cada uno de nosotros se mueve 
constantemente entre billones de eventos conscientes discriminables, existen límites bien definidos que 
deslindan sobre qué podemos ser conscientes y sobre qué no podemos. Los ciegos de nacimiento no 
sabrán nunca qué significa recibir perceptos visuales. Antes de aprender a hablar, los niños no pueden ser 
conscientes del significado de un soneto de Shakespeare, ni siquiera en sueños. Las partes del cerebro que 
regulan la presión sanguínea están siempre activas y, sin embargo, no tenemos ninguna sensación 
consciente de nuestra presión sanguínea; para conocerla, tenemos que recurrir a un aparato externo. 
En los capítulos que siguen examinamos por qué razón ciertas actividades de nuestro cerebro, pero no 
otras, afectan a nuestra conciencia. Por el momento podemos concluir que la realización de un estado 
consciente determinado es inmensamente informativa en el sentido de que, al ocurrir, quedan descartados 
millones y millones de otros estados conscientes, entre los que se discrimina, y que podrían haber tenido 
consecuencias distintas. Podemos concluir asimismo que la unidad, coherencia y privacidad de la 
conciencia se encuentran entre sus características generales fenomenológicas más marcadas y que la 
misma unidad de la conciencia supone un cuello de botella para la elección y la acción, y una inevitable 
sucesión seriada de estados conscientes. ¿Es posible relacionar estas observaciones con eventos en el 
cerebro? Nos ocuparemos de este asunto en la siguiente sección del libro.

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