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Resumen U7 - PI

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POLÍTICA INTERNACIONAL
UNIDAD VII
LAS PROBLEMÁTICAS CENTRALES DEL CONTINENTE AFRICANO
PARTE A: NORTE DE ÁFRICA Y MUNDO ÁRABE
PRIMAVERA ÁRABE
(Notas de clase)
(MENA Middle East and Northern Africa)
Se inicia en Túnez en 2010. Un comerciante se inmola. Esto despierta en la población un gran descontento y comienzan las protestas. La zona rural es el foco de las manifestaciones, y se traslada a las ciudades. Cuando llega a las ciudades se transforma en una protesta de reivindicación política.
Contexto internacional: Crisis del 2008. Los países poderosos disminuyen su consumo, y esto afecta a los países del MENA. Los países del MENA venían hace años aplicando medidas neoliberales. Se produce una crisis económica, aumenta el desempleo Esto afecta principalmente a los jóvenes (en MENA hay un boom demográfico, hay muchos jóvenes).
En el Norte de África las demandas principales son socio-económicas (en el golfo pérsico son principalmente políticas).
El presidente de Túnez renuncia y se exilia. Las revueltas tomaron un cariz político que inicialmente no lo tenían.
La efervescencia de Túnez se traslada a Egipto (2011). Se producen manifestaciones en las ciudades más grandes. Egipto es una potencia regional. Fue el 1° en firmar la paz con Israel. Esta paz está garantizada con un acuerdo con EEUU. 
Las manifestaciones toman un carácter internacional. Se pide la renuncia de Hosni Mubarak.
Desde Egipto las manifestaciones se trasladaron a Yemen y Libia; luego a Siria.
Tanto en Egipto como en Túnez, las manifestaciones estaban sustentadas inicialmente en cuestiones socio-económicas, y luego en cuestiones políticas.
La primavera árabe es un proceso de cambio político. ¿Esto quiere decir que haya cambio de régimen? No necesariamente. De hecho en los casos estudiados no hay cambios de régimen.
En MENA existen 2 tipos de regímenes:
· Autoritario hegemónico y pluralista: Egipto, Túnez, Yemen. Hay un partido gobernante, hegemónico, y además hay un sistema multipartidario pero como fachada. No es una oposición real. Hay fraude electoral.
· Túnez: Familia Ben Alí.
· Egipto: Régimen autoritario en base a las FFAA + Burocracia + Partido Demócrata Nacional + Elite económica (se incorpora en los últimos años).
· Autoritario cerrado: Libia, Siria. Inexistencia de oposición. Nivel de represión y censura mucho más elevado.
Cuando Mubarak envejece, empieza una disputa por el poder. Ruptura entre las distintas facciones del poder. No todos estaban de acuerdo con que el hijo de Mubarak (proveniente de la elite económica) asuma como presidente. Frente a las manifestaciones en Egipto, las FFAA le sueltan la mano a Mubarak: no reprimen las manifestaciones. Luego de la renuncia de Mubarak, las FFAA convocan al Consejo Supremo de las FFAA. Este consejo sería el encargado de la transición de poder. El miembro más joves de esta consejo es Al Sisi.
En la primera árabe podemos hablar de cambios políticos pero no de democratización.
Hermandad Musulmana: En 2011 se crea el partido político de la Hermandad, y llega a la presidencia, pero luego del golpe de E es declarado organización terrorista por parte del Poder Ejecutivo. La Hermandad se crea en 1923, como una organización social que proveía servicios básicos a los + necesitados en Egipto. Tuvo mucho apoyo popular. Hamás se desprende de la Hermandad Musulmana. La relación de la Hermandad con el gobierno de Egipto va variando a lo largo del tiempo.
Egipto Se dan dos procesos:
· Democratización: Desde la caída de Mubarak (2011) hasta el golpe de E a Mursi (2013).
· Autocratización: Se reinstala la misma dinámica previa a la primavera árabe. Gana el sector tradicional. Asume Al Sisi, quien hoy en día sigue al poder. Si bien no es una revolución, tampoco se vuelve exactamente a lo mismo. La población quedó en alerta.
Túnez 
· Democratización: Cuando renuncia Ben Alí hay elecciones y gana el partido afín a la Hermandad Musulmana. Tras el golpe de E en Egipto, el partido de la Hermandad renuncia, se convoca a un gobierno transicional, el cual sanciona una nueva constitución, y se convoca a elecciones.
Libia País tribal, con distintas etnias y religiones, de base social compleja. En Libia hay inexistencia de una identidad nacional. La identidad se relaciona más con nivel tribal. Gadafi genera un sistema político con él mismo al centro, con vínculos con otros actores. No hay estructura estatal desarrollada que vincule a los actores entre ellos, sino que todo se conectaba con Gadafi. Las FFAA no eran una sola organización, sino múltiples grupos. La idea de segmentación de los actores era que no se pudiera crear una oposición. Era un E de masas.
(Wikipedia: La Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista fue el nombre oficial que recibió Libia durante el período entre 1977 y 2011, luego de la proclamación en la Declaración de Sabha de la Yamahiriya ('Estado de las masas') por el líder de la entonces República Árabe Libia, el coronel Muamar el Gadafi).
Manifestaciones en Libia. Intervención de una coalición de la OTAN aprobada por el CS. EEUU participa de la coalición pero la lidera Europa. La intervención era un bloqueo naval y una zona de exclusión aérea. Eso había aprobado la ONU para proteger a la población civil. Pero la OTAN termina apoyando a los rebeldes y estos derrocan a Gadafi, por lo que Rusia se manifiesta en contra. Luego de la caída de Gadafi, hay un gran vacío de poder, caos, tráfico de armas, de personas. No hay estructura gubernamental.
Hay 3 grandes polos de poder:
1- Avalado por la comunidad internacional. Es el que tiene más fuentes de petróleo.
2- Trípoli y zona alrededor. Islámicos.
3- Fue el 1° reconocido por la comunidad internacional, pero ahora no tiene poder.
Además ISIS habita en el norte del país.
Libia es un gran importador de petróleo. La exportación de petróleo continúa hoy en día firma. Todo lo demás es un caos. Gadafi en un momento era funcional a occidente. Pero en la primavera árabe dejó de ser funcional para garantizar la exportación de petróleo.
SZMOLKA, Inmaculada: “Theoretical Framework and Types of Processes of Political Change in Arab Regimes” (2014)
Las revoluciones, levantamientos populares y protestas que han tenido lugar en la gran mayoría de los países árabes desde diciembre de 2010 han provocado una quinta oleada de cambios políticos en la región de África del Norte y Oriente Medio, con diferentes efectos sobre la naturaleza de la regímenes árabes.
CARACTERIZACIÓN DE LOS REGÍMENES POLÍTICOS ANTES DE LA PRIMAVERA ÁRABE:
At the time of the Arab Spring, there were no full democracies in the region. Los regímenes árabes pueden ser caracterizados según 3 dimensiones de análisis: pluralismo y competencia política; desempeño gubernamental; y derechos y libertades civiles: 
A) Democracias no liberales defectuosas: Líbano e Iraq. Formalmente, estos dos países pueden ser considerados democráticos. Sus regímenes políticos se caracterizan por un grado significativo de pluralismo y competencia política, por la celebración de elecciones competitivas y por la existencia de oposición. Sin embargo, hay corrupción, falta de control efectivo del territorio, falta de ejercicio efectivo de los derechos y libertades, etc.
B) Sistemas autoritarios pluralistas restrictivos y cuasi competitivos: Marruecos y Kuwait. Los partidos compiten libremente e interactúan en instituciones representativas, elecciones y otros procesos políticos. La oposición puede criticar al gobierno y proponer agendas alternativas. Sin embargo, la oposición está condicionada por la necesidad de observar los límites impuestos por el régimen. Como resultado, la política no es totalmente competitiva. Existe centralización de decisiones, con instituciones representativas que tienen poderes limitados y no son independientes. El ejercicio de las libertades civiles se limita cuando amenaza al régimen.
C) Sistemas autoritarios pluralistas restrictivos y hegemónicos: Argelia, Túnez, Mauritania, Egipto, Jordania, Bahréin y Yemen. La competencia está limitada por la posición hegemónica y ultra dominante de unpartido, por las barreras a las actividades de la oposición, y por irregularidades en los procesos electorales. Así, el sistema político permite la interacción pluralista de los partidos, pero no el acceso al poder. Los derechos y las libertades civiles están restringidos. 
(d) Sistemas autoritarios cerrados: Libia, Siria, Arabia Saudita, EAU, Omán y Qatar. En estos países no hay pluralismo político, los ciudadanos no pueden expresar sus preferencias políticas, las asambleas son sólo de carácter consultivo, los gobiernos se forman y disuelven a discreción del Jefe de Estado y el ejercicio de las libertades civiles es bastante restringido.
TIPOS DE PROCESOS DE CAMBIO POLÍTICO:
El cambio político puede tomar diferentes direcciones, no todas las cuales necesariamente conducen a un cambio en el tiempo político.
Estos cambios pueden afectar a cualquiera de las dimensiones antes mencionadas de los regímenes políticos: el pluralismo y la competencia política, la eficacia del gobierno y los derechos políticos y las libertades civiles. Así, es posible identificar 7 tipos de procesos de cambio político:
· Democratización: Transición de un régimen autoritario a otro democrático.
· Autocratización: Transición de un régimen democrático a uno autoritario.
· Regresión democrática: Pérdida de ciertas cualidades democráticas sin perder, sin embargo, el núcleo democrático sustantivo.
· Liberalización política: Ocurre en contextos autoritarios. Implica un alivio de la represión política y una expansión de los derechos políticos y las libertades civiles, sin garantizarlos plenamente.
· Progresión autoritaria: Profundización del carácter autoritario del régimen, que puede ejercer el poder de manera más discrecional e incluso restringir aún más la competencia política y el ejercicio de los derechos políticos y las libertades civiles.
· Profundización democrática: Mejoramiento de la calidad de la democracia.
· Consolidación democrática: Ampliación de los valores, las instituciones y las prácticas democráticas y, por tanto, la legitimación de un régimen democrático.
CLASIFICACIÓN DE LOS PROCESOS DE CAMBIO POLÍTICO DESPUÉS DE LA PRIMAVERA ÁRABE:
Las revoluciones y protestas árabes desencadenaron procesos de cambio político que, en la mayoría de los casos, han tenido poco impacto en la naturaleza de los respectivos regímenes políticos.
Transiciones hacia la Democracia: Resultados Diferentes e Inciertos
Después de la caída de sus líderes autoritarios, Túnez, Egipto, Libia y Yemen se embarcaron en procesos de transición democrática. 
TÚNEZ Sin embargo, hasta la fecha, el único caso de democratización -y todavía no se ha completado- es el de Túnez. En 2011, los ciudadanos tunecinos eligieron una Asamblea Constituyente a través de elecciones libres y competitivas. El ganador, el partido islamista Ennahda, formó un gobierno.
En 2013 Ennahda y los partidos de la oposición firmaron un acuerdo que establecía una hoja de ruta que pedía la renuncia del actual gobierno y la formación de un gobierno de transición tecnocrático, la aprobación de una Constitución, y la celebración de elecciones legislativas y presidenciales. Como resultado de este consenso partidista, la Asamblea Nacional pudo aprobar la Constitución democrática en 2014. Días más tarde, se formó un gobierno acordado de tecnócratas con el fin de celebrar las elecciones legislativas y presidenciales previstas para finales de 2014.
EGIPTO En Egipto, es necesario distinguir entre dos procesos diferentes de cambio político tras la caída del Presidente Mubarak en 2011. En primer lugar, el país se embarcó en un proceso de transición democrática que fracasó debido a una falta de comprensión entre las diversas fuerzas políticas, la imposición de un modelo político específico y la intervención del Ejército en los asuntos políticos. Como resultado, el país ha sufrido un proceso de autocratización y un retorno a un régimen pluralista restrictivo y hegemónico. La celebración de elecciones legislativas y presidenciales competitivas no fue suficiente para democratizar a Egipto. El Parlamento elegido fue suspendido en 2012, a raíz de que el Tribunal Supremo sentenciara que el sistema electoral era parcialmente inconstitucional. En cuanto al gobierno, el presidente Mohamed Morsi se mostró incapaz de hacer concesiones y llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas, optando por imponer su propio modelo de coexistencia política: la Constitución de 2012, que fue rechazada por liberales, nacionalistas y progresistas. La movilización social generalizada contra la política autoritaria de Morsi sirvió de excusa para que los militares abortaran el estancado proceso de transición. El golpe militar de 2013 derrocó al presidente Morsi y suspendió la Constitución. Posteriormente, se inició un nuevo proceso que implicó el retorno a un régimen autoritario restrictivo y hegemónico, aunque con nuevos actores. El nuevo sistema político prohíbe la participación de la Hermandad Musulmana, que, a pesar de representar una parte significativa de la sociedad egipcia, fue declarada como organización terrorista en 2013.
LIBIA Libia está inmersa en una situación de incertidumbre con respecto a su proceso de transición democrática. Tras la muerte de Gaddafi (2011), las fuerzas políticas emergentes alcanzaron consensos en varios puntos claves: aprobación del sistema electoral; celebración de las primeras elecciones competitivas; formación de gobiernos de coalición de transición representando las principales tendencias políticas (independientes, liberales e islamistas); aprobación del procedimiento de redacción de la Constitución; reconocimiento de la identidad multicultural de Libia; etc. Sin embargo, la falta de una arquitectura institucional previa y de experiencia en la participación política está demostrando ser un obstáculo para la democratización del país, que además está obstaculizada por otros problemas graves, como la declaración unilateral de independencia de la región de la Cirenaica, la inseguridad debida a las acciones terroristas, a las confrontaciones tribales, a la falta de control estatal sobre el territorio.
YEMEN La transición democrática en Yemen comenzó cuando el presidente Saleh renunció, gracias a un acuerdo promovido por el Consejo de Cooperación del Golfo en 2011, mediante el cual el Presidente cedió el poder a cambio de inmunidad para él y su familia. La transición de Yemen ha seguido un modelo diferente al de los otros 3 países examinados. Yemen eligió una ruta reformista que incluye la participación de las élites del antiguo régimen. Así, el gobierno provisional surgido después de la renuncia de Saleh se formó de tal manera que aseguró la paridad entre los representantes de la Congregación General del Pueblo -el partido dominante desde la unificación de Yemen en 1990- y partidos de oposición. Asimismo, el presidente elegido en las elecciones de 2012, Hadi, representa un elemento de continuidad con respecto al régimen anterior, en el que había ocupado el cargo de Vicepresidente desde 1994.
A diferencia de Túnez, Egipto y Libia, Yemen decidió llegar a un consenso inicial entre las diferentes fuerzas políticas antes de emprender los procesos de aprobación de la Constitución y celebración de elecciones legislativas y presidenciales. La hoja de ruta para la transición democrática exige la reforma del sistema electoral, la aprobación de la Constitución y la celebración de elecciones legislativas y presidenciales en 2015. Sin embargo, la transición democrática yemení se enfrenta a grandes obstáculos, como por ejemplo los distintos modos de ver el modelo federal del Estado, la rebelión Houthi, los movimientos separatistas en el sur y las acciones terroristas de al-Qaeda en la Península Arábiga.
Liberalización política sin efectos democratizadores:
Como resultado de la Primavera Árabe, otros países de la región también iniciaron procesos de liberalización política, aunque no con miras a lograr la democratización.
MARRUECOS De estos países, Marruecos ha llevado a cabo el proceso más amplio deliberalización política, aunque no ha tenido efectos democratizadores para el régimen político. Como resultado de las protestas sociales que dieron origen al movimiento del 20 de febrero, el 9 de marzo de 2011, el rey Mohammed VI anunció reformas políticas. Dentro de este proceso de liberalización política, conviene llamar la atención sobre el alto grado de pluralismo y competitividad de las elecciones legislativas de 2011. Sin embargo, a pesar de este significativo progreso, el Rey continúa ejerciendo un considerable poder legislativo y ejecutivo. Por lo tanto, el régimen político marroquí todavía puede considerarse un sistema autoritario restrictivo y cuasi competitivo.
JORDANIA Jordania también emprendió un proceso de liberalización política que tampoco tuvo consecuencias en términos de cambio de régimen, ya que las reformas políticas y los cambios gubernamentales fueron rechazados por la oposición. En 2011, el Parlamento aprobó una reforma constitucional que no fue posteriormente sometida a referéndum popular. El principal partido de la oposición, el Frente Islámico de Acción, que no tenía representación parlamentaria, debido a su boicot a las elecciones, junto con otros partidos opuestos, rechazaron las enmiendas a la Constitución. A pesar de algunos progresos positivos en los derechos civiles y en limitar el poder del gobierno para aprobar decretos-leyes, el equilibrio de poder permanece sin cambios. El Monarca sigue ejerciendo los poderes legislativo y ejecutivo, incluido el poder de elegir, a su discreción, el Primer Ministro y los miembros del gobierno, una de las principales demandas de la oposición. El régimen jordaniano sigue siendo un sistema autoritario restrictivo y hegemónico.
MAURITANIA El proceso de liberalización política en Mauritania ha sido limitado y no ha logrado el consenso necesario entre las diversas fuerzas políticas. En 2012 se adoptó una Constitución parcialmente reformada. La reforma fue el resultado del acuerdo alcanzado en un diálogo nacional en el que participaron el partido del Presidente y varios partidos de la oposición. La reforma constitucional aumenta los poderes del Parlamento y hace que la esclavitud y los golpes de E sean castigados por la ley. Sin embargo, el poder político sigue centralizándose en la figura del Presidente. El régimen político mauritano todavía puede definirse como un sistema autoritario restrictivo y hegemónico.
ARGELIA En Argelia la liberalización política ha tenido lugar a través de diversos procesos y acontecimientos: el levantamiento (2011) del estado de emergencia, vigente en el país desde 1992; la modificación de la ley de partidos, asociaciones y prensa; la reforma parcial del sistema electoral; etc. Sin embargo, las elecciones legislativas de 2012 y las elecciones presidenciales de 2014 reprodujeron la hegemonía de los actores políticos tradicionales. Argelia sigue siendo un régimen pluralista restrictivo y hegemónico.
OMÁN Omán enmendó la Ley Fundamental del Estado por decisión unilateral del Sultán. Se añadieron nuevas secciones sobre la institución del Parlamento y la elección del sucesor del Jefe de Estado, elegido por el Consejo de la Familia Real. En 2011, una cámara baja con poderes estrictamente consultivos, fue elegida por primera vez. Sin embargo, estos dos procesos políticos no son suficientes para marcar un cambio en la situación del régimen político: el Sultán sigue ejerciendo poder absoluto, no hay pluralismo político ni posibilidad de proponer alternativas. Omán sigue siendo un régimen autoritario cerrado.
Progresión autoritaria a pesar de las reformas políticas:
SIRIA En Siria, la intransigencia del régimen político frente a las demandas democráticas de los ciudadanos y su recurso a la guerra son indicativos de una progresión autoritaria del sistema, que sigue siendo un régimen autoritario cerrado. En este contexto de conflicto armado se han llevado a cabo algunas reformas políticas de menor importancia: la aprobación del decreto sobre los partidos políticos con vistas a reconocer nuevas fuerzas políticas, la reforma de la Constitución en 2012, etc.
BAHRÉIN Bahréin fue uno de los países árabes en el que las protestas sociales ganaron más impulso en 2011. Fueron duramente reprimidas por el régimen con la ayuda de los países del CCG. La consecuencia fue una reforma constitucional cuyo objetivo era fortalecer el Parlamento, acelerar los procedimientos legislativos y aumentar el control legislativo sobre el gobierno. Sin embargo, estas propuestas ignoraron las principales demandas de la oposición, incluyendo la discreción del Rey en la elección del Primer Ministro y el nombramiento de la cámara alta. El régimen político bahreiní sigue siendo un sistema autoritario restrictivo y hegemónico.
KUWAIT Antes de la primavera árabe, se consideraba que Kuwait tenía un régimen autoritario pluralista restrictivo y cuasi competitivo. Sin embargo, desde entonces ha avanzado hacia un sistema autoritario restrictivo y hegemónico pluralista. Kuwait fue testigo de grandes manifestaciones públicas, principalmente debido a la participación de ciertos miembros del gobierno en casos de corrupción. Esto podría haber sido una oportunidad para que el régimen político se abriera. En cambio, las protestas fueron reprimidas, aunque sí condujeron a la caída del gobierno y a la disolución del Parlamento.
CONCLUSIONES:
Tan altas fueron las expectativas generadas por la primavera árabe para el cambio político en la región de África del Norte y Oriente Medio que se habló de la posibilidad de una quinta ola de democratización. Durante los últimos tres años, muchos países árabes han emprendido reformas legales y constitucionales y se han llevado a cabo más de veinte procesos electorales. Sin embargo, el efecto democratizador de estos procesos ha sido insignificante en todos los casos salvo Túnez.
Túnez, Egipto, Libia y Yemen se embarcaron en transiciones democráticas con resultados diversos. Mientras Túnez está en vías de democratización, en Egipto la transición ha fracasado y el régimen ha retrocedido a un sistema de autoritarismo pluralista restrictivo y hegemónico. Mientras tanto, Libia y Yemen permanecen inmersos en sus respectivos procesos de transición, para lo cual tendrán que superar los grandes obstáculos para establecer democracias. Otros países (Marruecos, Jordania, Mauritania, Argelia y Omán) emprendieron procesos de liberalización política, aunque no alteraron en ellos el carácter autoritario del poder. En otros casos (Siria, Bahréin y Kuwait), es necesario hablar de progresión autoritaria, ya que el poder continúa ejercido sin el contrapeso de una oposición, a pesar de las reformas políticas. En el resto de los países árabes (Líbano, Irak, Arabia Saudita, Qatar y los EAU), no hay evidencia de que se hayan emprendido procesos de cambio político como resultado de la Primavera Árabe.
ANDERSON, Lisa: “Desmitificando la Primavera Árabe” (2011)
Analizando las diferencias entre Túnez, Egipto y Libia.
Lo que es importante acerca de las revueltas árabes de 2011 en Túnez, Egipto y Libia no es cómo la globalización de las normas para la acción civil moldeó las aspiraciones de los manifestantes. Tampoco lo es cómo los militantes utilizaron la tecnología para compartir ideas y tácticas. La cuestión crítica, por el contrario, es cómo y por qué estas ambiciones y técnicas se reprodujeron en contextos locales diferentes. Los patrones y la composición demográfica de las protestas variaron ampliamente. Las manifestaciones en Túnez se esparcieron hacia la capital desde las postergadas zonas rurales, encontrando causas en común con el alguna vez poderoso, pero ampliamente reprimido, movimiento obrero. En Egipto, por el contrario, la juventud urbana y cosmopolita de las grandes ciudades fue la organizadora de las revueltas. Mientras tanto, en Libia, bandas de indisciplinados rebeldes armados asentados en las provincias orientales dieron comienzo a las protestas, poniendo en evidencia las divisiones tribales y regionales que han acosado al país durante décadas.A pesar de que todos comparten un ideal común de dignidad personal y gobierno responsable, las revoluciones en estos 3 países son un reflejo de los divergentes problemas económicos y de las dinámicas sociales –un legado de sus diversos encuentros con la moderna Europa y de décadas bajo regímenes únicos-.
EL FEUDO TUNECINO DE BEN ALI:
Las profundas diferencias entre los alzamientos en Túnez, Egipto y Libia no son siempre evidentes en los medios de comunicación. El timing de las revueltas populares –tan repentinas y casi simultáneas- sugieren que las similitudes que comparten estas autocracias, desde sus líderes ancianos y corruptos, así como de gobiernos ineficientes para su juventud desencantada, educada y desempleada, eran condiciones suficientes para explicar esta ola de revoluciones. Aun así, las autoridades que estos manifestantes jóvenes confrontaron eran únicas en cada país.
El ex presidente tunecino Ben Ali, el 1° dictador árabe en caer entre las protestas masivas, parecía ser inicialmente una víctima improbable. Túnez ha disfrutado durante mucho tiempo de uno de los mejores sistemas educativos del Mundo Árabe, una amplia clase media y un movimiento obrero sólidamente organizado. No obstante, detrás de esos logros, el gobierno de Ben Ali restringió severamente la libertad de expresión y los partidos políticos.
La familia de Ben Ali estaba envuelta en la corrupción. Más de la mitad de las elites comerciales de Túnez estaban personalmente ligadas a Ben Ali. Esta red llegó a ser conocida en el país como “la familia”.
Los militares tunecinos jugaron un rol menor en la revuelta si se los compara con otras FFAA en países que han experimentado levantamientos. A diferencia de los militares en el resto del Mundo Árabe, como por ejemplo Egipto, el ejército tunecino no ha tenido experiencia en combate y no ha ejercido un rol dominante en la economía doméstica. A pesar de su negativa a apoyar al régimen, contribuyendo con esto al fortalecimiento de la revolución, los militares no han tenido una participación significativa en el manejo del periodo de transición y es poco probable que contribuyan a darle forma a su resultado final de alguna manera.
EL EJÉRCITO EGIPCIO HACE SU JUGADA:
La deteriorada capacidad del gobierno egipcio para proveer servicios básicos y la aparente indiferencia hacia el desempleo masivo y la pobreza, enfureció a millones de egipcios.
Al asumir el control del gobierno luego de la caída de Mubarak, el ejército dejó demostrada la enorme influencia que ejerce sobre la sociedad egipcia. Las FFAA están comandadas por generales que obtuvieron sus ascensos en las guerras contra Israel y que han cooperado estrechamente con EEUU desde la firma de los acuerdos de paz de 1979 con Israel. A diferencia de las FFAA de los otros países árabes sumidos en levantamientos durante este año, el ejército egipcio es altamente respetado por la mayoría del pueblo. Está, asimismo, profundamente involucrado en la marcha de la economía doméstica.
LA DESTRUCCIÓN DE LIBIA:
Mientras que las manifestaciones en Túnez y El Cairo tuvieron éxito en deponer a sus autócratas, Trípoli colapsó cayendo en una prolongada guerra civil. Este enfrentamiento sostenido es resultado del esfuerzo de 4 décadas del líder libio, Muammar al-Qaddafi, por consolidar su poder y ejercerlo mediante el clientelismo para beneficio de su familia y su clan. Años de una escasez provocada artificialmente en todos los ámbitos, desde simples bienes de consumo hasta medicinas, han generado una corrupción generalizada. Y la caprichosa crueldad del régimen de al-Qaddafi ha provocado un estado de sospecha profunda y generalizada. La confianza de los libios tanto en su gobierno como en sus demás compatriotas se ha erosionado y han optado por refugiarse en las lealtades tribales y familiares. La sociedad libia está fracturada y todas las instituciones nacionales, incluyendo las FFAA, están divididas a partir de los clivajes que separan regiones y clanes.
La Libia de al-Qaddafi tiene huellas del fascismo italiano que controló al país durante su etapa colonial: extravagancia, dogmatismo y brutalidad. En nombre de su “revolución permanente”, al-Qaddafi prohibió la propiedad privada y el comercio minorista, proscribió a la prensa libre y vació de contenido al servicio civil y al liderazgo militar. Ante la ausencia de una burocracia en cualquier área del sector público, incluyendo una fuerza policial de confianza, las redes de clanes han sido quienes proveen seguridad, al tiempo que otorgan acceso a bienes y servicios. Fue a lo largo de estas redes que la sociedad se fracturó cuando la capacidad del régimen para dividir y conquistar comenzó a hacerse visible al inicio de las protestas.
Esta falta de cohesión sociales gubernamental obstaculizará cualquier forma de posible transición democrática. Libia deberá primero restaurar la seguridad y reintroducir la ley y el orden, desaparecidos durante las décadas del régimen de al-Qaddafi. Más allá de lo enorme que esa tarea parece ser, ulteriores dificultades esperan en el horizonte: reconstruir la confianza entre clanes y provincias, refundas la administración pública, fortalecer a la sociedad civil a través de partidos políticos, medios de comunicación abiertos y organizaciones no gubernamentales. Décadas de aislamiento internacional han dejado a la generación que tiene entre 30 y 40 años –que es la que debería estar en condiciones de asumir el liderazgo de la nueva Libia- pobremente educada y mal preparada para manejar el país. Libia enfrenta la complejidad, no la democratización, sino de la creación de un E. Requiere de la construcción de una identidad nacional coherente y de una administración pública que deje atrás el desastre de al-Qaddafi.
LOS DESAFÍOS FUTUROS:
Los militantes jóvenes en cada uno de estos países han compartido ideas, tácticas y apoyo moral. Pero confrontan con diferentes oponentes y operan en contextos distintos. Las cruciales distinciones entre Túnez, Egipto y Libia condicionarán los resultados de sus respectivos movimientos. Mientras que Túnez y Egipto lidian en sus propios términos con la construcción de las instituciones políticas –Constituciones, partidos políticos y sistemas electorales- Libia necesita comenzar por la construcción de los rudimentos de una sociedad civil. Mientras Egipto se debate contra la sombre de un dominio militar, Túnez y Libia necesitan redefinir sus relaciones entre sus privilegiados capitales y sus postergados territorios interiores.
En 2009, Obama revitalizó al Mundo Árabe en su histórico discurso de El Cairo. Allí afirmó que él tiene la profunda creencia de que las personas ansían ciertas cosas: la posibilidad de decir lo que piensan y tener voz y voto respecto de la forma en que son gobernados, confianza en el imperio de la ley y en igualitaria administración de justicia, gobiernos que sean transparentes y no roben el dinero del pueblo, la libertad de vivir como deseen hacerlo. Estas no son ideas norteamericanas, sin DDHH. Y es por eso que los impulsamos y los apoyamos en todas partes.
Su proclama no fue lo que produjo los levantamientos democráticos de inicios de este año en el Mundo Árabe, pero despertó expectativas sobre cómo EEUU respondería ante ellos.
ÁLVAREZ-OSSORIO, Ignacio: “Primavera Árabe: esperanzas frustradas” (2014)
Cuatro años después, algunos países han vuelto al autoritarismo y otros están en plena descomposición estatal o se han enzarzado en guerras civiles. Hemos pasado de lo malo conocido a lo peor por conocer.
Hace cuatro años la población tunecina protagonizó una revolución popular en el curso de la cual el presidente Ben Ali fue derrocado. Este acontecimiento inesperado tuvo efectos inmediatos en una parte significativa del mundo árabe, donde se registraron diversas réplicas en forma de movilizaciones antiautoritarias. En algunos casos se registraron tímidos procesos de apertura democrática, pero en otros se asistió a una peligrosa espiral de violencia que todavía no ha tocado fondo.
Las expectativas que generó la primavera árabe sehan visto defraudadas. Si bien es cierto que algunos países han emprendido una relativamente exitosa transición del autoritarismo hacia la democracia, como es el caso de Túnez (donde se ha registrado una transferencia pacífica de poder), lo cierto es que la trayectoria del resto es cuanto menos preocupante. Algunos han optado por una vuelta de tuerca autoritaria (como en Egipto, donde un golpe militar desalojó a los Hermanos Musulmanes del poder) y otros están inmersos en conflictos por la repartición del poder ante la descomposición estatal (como Libia o Yemen) o, peor aún, se han enzarzado en guerras civiles con tintes sectarios (casos de Irak en el pasado y de Siria en la actualidad).
En estos últimos casos, ya no se cumple la máxima weberiana de que el Estado tiene el monopolio del uso legítimo de la violencia, puesto que un amplio abanico de actores no estatales se lo disputan (milicias armadas y grupos yihadistas como el Estado Islámico, el Frente Al Nusra, Ansar Al Sharía, Ansar Bait Al Maqdis, todos ellos en la órbita de Al Qaeda). Por tanto, hemos pasado de lo malo conocido (los regímenes autoritarios) a lo peor por conocer (grupúsculos yihadistas que pretenden redibujar las fronteras regionales y reinstaurar un califato islámico por la fuerza de las armas).
Una de las claves para entender el meteórico ascenso de dichos grupos es la exacerbación de las tensiones sectarias en Oriente Medio, resultado directo de la lucha por la supremacía regional que libran entre bastidores Arabia Saudí e Irán, una guerra fría que ha contaminado a Siria, Irak, Baréin y Yemen (todos ellos con importantes concentraciones de población chií). El hecho de que sean precisamente Arabia Saudí e Irán quienes pretendan convertirse en referentes para los países de la región debería encender todas las alarmas, ya que son dos teocracias que violan sistemáticamente los derechos humanos más elementales y persiguen las libertades públicas, donde la igualdad de género es una quimera y donde todo aquel que eleva la voz o disiente es perseguido de manera brutal.
La primavera árabe fue una reacción popular ante los reiterados abusos de los regímenes autoritarios. A pesar de las diferencias existentes entre los países árabes, la mayoría de ellos se caracterizan por un déficit de libertades (expresión, reunión o asociación), una sistemática violación de los derechos humanos (falta de rendición de cuentas e impunidad), una legislación restrictiva (que impide o dificulta la formación de asociaciones y partidos políticos), una patente desigualdad de género (fruto del contexto religioso, pero también de los valores patriarcales imperantes) y leyes de emergencia o antiterroristas establecidas con el pretexto de combatir las amenazas externas (casos de Egipto, Argelia, Siria y Arabia Saudí).
Cuatro años después de la primavera árabe no existen demasiadas razones para el optimismo. En Egipto se ha experimentado un retroceso generalizado de las libertades desde la llegada a la presidencia de Al Sisi. En primer lugar, los Hermanos Musulmanes, la formación que se impuso en las elecciones legislativas de 2011 y presidenciales de 2012, han sido desalojados del poder e ilegalizados bajo la acusación de haberse convertido en un grupo terrorista, equiparándole con Al Qaeda. Miles simpatizantes y dirigentes han sido encarcelados y cientos de ellos ya han sido condenados a muerte, entre ellos sus máximos responsables. En segundo lugar, se ha aprobado una Ley Antiprotestas para impedir que vuelvan a repetirse las multitudinarias manifestaciones de la plaza de Tahrir. Por último, el gobierno ha dado un ultimátum a todas las asociaciones a que se registren conforme a una muy restrictiva ley que permite a las autoridades disolver las asociaciones, bloquear sus fondos y encarcelar a sus responsables si representan una amenaza para la seguridad nacional.
En el caso de Siria e Irak nos encontramos con 2 regímenes sectarios que tratan de instrumentalizar la heterogeneidad religiosa en su propio beneficio. El conflicto civil que sufren ambos países ha provocado que diferentes grupos no estatales disputen al poder central el monopolio del uso legítimo de la violencia. Milicias armadas y grupos yihadistas se han apoderado de partes significativas del territorio, lo que en algunas zonas implica la imposición de una retrógrada interpretación de la ley islámica o sharía y, en ocasiones, la persecución de las minorías religiosas. 5 millones de iraquíes se vieron obligados a abandonar sus hogares en la pasada década como consecuencia de la guerra sectaria librada entre diferentes milicias armadas sunníes y chiíes. Esta cifra se ha superado ampliamente en Siria, donde 9 millones de personas, casi la mitad de la población, se han convertido en refugiados o desplazados internos. En Irak, los secuestros, extorsiones y ejecuciones por parte de las milicias armadas, que muchas veces actúan en connivencia con el poder central, son el pan de cada día. En Siria, el régimen y algunas milicias armadas practican a diario crímenes de guerra y de lesa humanidad.
La irrupción del Estado Islámico supone un nuevo factor desestabilizador. Dicho grupo, que controla ocho provincias sirias e iraquíes y que gobierna a cinco millones de personas, pretende restaurar un califato islámico. Sus prácticas comprenden flagelaciones, amputaciones, crucifixiones, torturas y ejecuciones sumarias. No sólo se aplican a sus enemigos, sino también a quienes beben alcohol, cometen adulterio o roban. El EI ha situado en el punto de mira a las minorías confesionales con la deportación de cristianos y la eliminación de los yazidíes, pero también a los propios musulmanes, puesto que tachan de apóstatas a los chiíes y a todos aquellos que se atreven a cuestionar su delirante interpretación del islam. 
Yemen y Libia, otros 2 países donde la primavera árabe prendió y sus dirigentes fueron desalojados del poder, se han adentrado en una peligrosa huida hacia ninguna parte como resultado de la descomposición del poder central. Yemen se enfrenta a una revuelta protagonizada por los huzíes del norte que se han apoderado de la capital Saná, mientras que Libia dispone de 2 Gobiernos —uno en Trípoli y otro en Tobruz— que se disputan el poder. En ambos países, las milicias armadas imponen su ley y Al Qaeda goza de significativas bolsas de apoyo. Las organizaciones de defensa de los DDHH han denunciado masacres de civiles, así como secuestros, torturas y ejecuciones de rivales políticos.
El pan, la libertad y la justicia social que demandaban los manifestantes hace cuatro años siguen siendo asignaturas pendientes que podrían traducirse en una segunda ola revolucionaria.
CASOS NACIONALES:
EGIPTO
ALANDETE, David: “Los Hermanos Musulmanes vuelven del poder a la clandestinidad en Egipto” (2014)
La aplastante victoria del sí a la Constitución promovida por los militares de Egipto tras el golpe de Estado confina a los Hermanos Musulmanes al silencio.
Llega Egipto al tercer aniversario del inicio de la revuelta popular, recordada en las calles de forma gloriosa como la revolución del 25 de enero, cuando las protestas hicieron a Hosni Mubarak caer, tras 30 años en el poder. Entonces, por 18 meses, los generales tomaron el poder, para entregarlo, tras elecciones libres, a los Hermanos Musulmanes. A la revuelta de 2011 le han sucedido tres años convulsos con cinco elecciones que en su mayoría ganó la Hermandad.
Un golpe de Estado en julio, seguido de una purga que ha provocado cientos de muertes, acabó con el gobierno de Mohamed Morsi. Para dotarse de un aire de legitimidad, el nuevo régimen, amparado por los militares, ha convocado una serie de consultas, como el referendo constitucional del martes y miércoles pasados que, según los resultados anunciados ayer, se aprobó con un arrollador 98,1% de votos favorables, y un 38,6% de participación, suficiente para que los generales interpreten que tienen un mandato popular para seguir adelante con su hoja de ruta. Lo siguiente serán elecciones presidenciales. El general AbdelFatah al Sisi, ejecutor del golpe, sopesa presentarse.
Los Hermanos Musulmanes tienen a su cúpula en prisión. El mes pasado el Gobierno interino los designó “organización terrorista armada”. En las calles de Egipto, por muy alto que los partidarios del golpe griten consignas y traten de convencerse de que la deposición de Morsi “no fue un golpe”, hay algo evidente: se podrá silenciar, pero no erradicar a una agrupación muy bien organizada y acostumbrada a la clandestinidad, reprimida durante medio siglo. La clandestinidad es su medio natural.
A Morsi, detenido, se le juzga en varias causas, entre ellas las de conspirar con grupos extranjeros, como Hamás o Hezbolá, para avanzar el islamismo. Él y su gobierno han quedado retratados en el imaginario del país como unos enemigos de la seguridad nacional cuyos errores —y cometieron muchos— obedecieron a mala fe. “Nos dirigíamos a un imperio islámico, es lo que Morsi buscaba”, opina parte de la población.
Pocos en Egipto consideran abiertamente la deposición a la fuerza del primer gobierno elegido democráticamente como un golpe de Estado. El nuevo régimen y sus medios afines, que son prácticamente todos, lo han bautizado como una nueva revolución.
ÁLVAREZ-OSSORIO, Ignacio: “El retorno del autoritarismo” (2014)
En menos de un año, el nuevo hombre fuerte, Abdelfatah al Sisi, ha pasado del anonimato a controlar todos los resortes del poder pero su suerte dependerá de la evolución económica y la paciencia del pueblo.
En poco menos de un año, Abdelfatah al Sisi ha pasado de ser prácticamente un desconocido a convertirse en el hombre fuerte de Egipto. Desde el desalojo de los Hermanos Musulmanes del Gobierno, Al Sisi ha seguido a rajatabla y sin vacilaciones su particular hoja de ruta presentándose como un nuevo mesías que traerá la estabilidad y espantará el fantasma de la confrontación civil. Sin embargo, su presidencia nace con un importante déficit de legitimidad: La exclusión de la vida política no sólo de los islamistas, sino también de todos aquellos que han osado denunciar su deriva autoritaria.
En este sentido, las elecciones presidenciales no pueden ser vistas más que como un retorno al pasado. Si bien es cierto que los electores tuvieron más de una opción por la que decantarse, también lo es que la participación del nasserista Hamdin Sabahi permitió al régimen darles un barniz democrático. Los resultados lo dicen todo, puesto que Al Sisi obtuvo un poco verosímil respaldo del 97% (con diez millones más de votos de los obtenidos por el expresidente Mohamed Morsi en 2012). La escasa participación (a pesar de que los datos oficiales la cifran en un 47%, diferentes organizaciones independientes consideran que no habría superado el 12%) muestra a las claras que los llamamientos realizados por relevantes actores socio-políticos, entre ellos los Hermanos Musulmanes y los Jóvenes del 6 de Abril, no han caído en saco roto.
La elección de Al Sisi cierra de manera abrupta las expectativas generadas por la Revolución del 25 de Enero de 2011 en torno a una posible transición democrática y devuelve, tras el breve paréntesis islamista, el absoluto protagonismo a los militares. Es pertinente recordar que la nueva Constitución egipcia, la tercera en tan sólo tres años, blinda a las Fuerzas Armadas al permitirles elegir al ministro de Defensa, conservar el carácter secreto de su presupuesto y, por último pero no menos importante, garantizar que los tribunales militares puedan seguir juzgando a civiles, prerrogativa que ha permitido que miles de ciudadanos hayan sido condenados sin las más básicas garantías procesales en el curso de los últimos años.
Al Sisi no sólo cuenta con el respaldo del Ejército, sino que además disfruta de significativos apoyos en el seno de la sociedad egipcia, sobre todo entre los críticos con el periodo de gobierno islamista caracterizado por la improvisación y el desgobierno. Durante su campaña electoral, el mariscal se presentó como el único capaz de restaurar la seguridad y garantizar el orden. No obstante, estas promesas chocan frontalmente con la realidad existente sobre el terreno. Desde el golpe militar, el país vive inmerso en una peligrosa espiral de violencia. En los últimos doce meses han muerto más de 3.000 personas, una tercera parte en el curso del brutal desalojo de la acampada de Rabaa al-Adawiya el pasado verano. Unos 300 militares han perdido la vida en atentados perpetrados por grupos yihadistas, especialmente activos en la península del Sinaí.
En los últimos tres meses, más de mil dirigentes y simpatizantes de la Hermandad han sido condenados a muerte, una cifra que supera las penas capitales dictadas en las tres décadas de dictadura de Mubarak. Otros cientos de responsables de la Hermandad, con el expresidente Mohamed Morsi a la cabeza, podrían correr la misma suerte. El número de detenidos en este último año supera las 20.000 personas, entre ellos conocidos activistas y revolucionarios que han sido acusados de espionaje, conspiración y terrorismo. Las libertades públicas también han sufrido un fuerte retroceso, tal y como evidencia la aprobación de una ley antiprotestas que restringe severamente el derecho a la manifestación. El pasado año, Egipto ocupó el tercer puesto en la lista de países más peligrosos para ejercer el periodismo con seis informadores muertos y dos decenas encarcelados.
Sin duda quienes más han sufrido esta ola represiva han sido los Hermanos Musulmanes. La organización, indiscutible vencedora de las elecciones legislativas de 2011 y presidenciales del 2012, ha sido ilegalizada y declarada terrorista siendo confiscados todos sus bienes y propiedades. No es, ni probablemente será, la primera vez en la historia de Egipto que se pretende extirpar de raíz dicho movimiento cuyo origen se remonta a 1928. Antes ya lo intentó Gamal Abdel Nasser sin excesivo éxito, a pesar de que encarceló y ejecutó a sus más destacados dirigentes. Desde entonces, todos los presidentes egipcios se han resignado a coexistir con la Hermandad alternando el palo con la zanahoria: fases de intensa represión con otras de relativa tolerancia. Por eso se antoja complicado que Sisi vaya a tener éxito allá donde Sadat y Mubarak fracasaron.
Con bastante probabilidad será la evolución económica del país la que decidirá la suerte de Al Sisi. Es precisamente en este aspecto donde surgen más dudas en torno a su capacidad para enderezar el rumbo y afrontar la aguda crisis económica que azota el país. 
Para diversificar sus alianzas, Al Sisi ha prodigado en los últimos meses sus viajes al extranjero tratando, a su vez, de recuperar el protagonismo que antaño tuvo Egipto en el tablero regional. Ante las naturales cautelas de EE UU y la UE, Al Sisi se ha aproximado a Rusia con la que ha cerrado un importante acuerdo armamentístico, lo que indica la tradicional alianza entre El Cairo y Washington, vigente durante las últimas cuatro décadas, pende ahora de un hilo.
GONZALEZ, Ricard: “Al Sisi fulmina a sus aliados” (2015)
El partido salafista Nur y el movimiento juvenil Tamarrud pierden el favor del líder tras apoyarle en el golpe de 2013.
La foto de familia del golpe de Estado de 2013 contra el islamista Mohamed Morsi incluía a las principales fuerzas vivas de la sociedad egipcia flanqueando al entonces ministro de Defensa y actual rais Adelfatá al Sisi: autoridades religiosas cristianas y musulmanas, tecnócratas, partidos laicos, etc. 2 importantes miembros de esta heterogénea coalición fueron el movimiento juvenil Tamarrud (rebelión), que lanzó las marchas previas a la asonada, y Nur, el partido salafista que obtuvo más del 25% en las primeras elecciones generales tras la caída de Hosni Mubarak. Ambos fueron protagonistas del periodo que siguió al golpe, pero se han ido hundiendo en la irrelevancia al perder el favor del nuevo régimen. Simplemente, dejaron de ser útiles.
Analistas opinan que Tamarrud perdió mucha credibilidad al convertirse en una herramienta del régimen, por lo que no tendrán ninguna influencia en la definición del futuro deEgipto. El movimiento experimentó una irrupción meteórica en la primavera de 2013. En solo tres meses de vida, su petición de elecciones anticipadas fue firmada por millones de personas. Sin embargo, más tarde, algunos medios destaparían que su gesta había contado con el apoyo del Ejército y la financiación de Naguib Sawiris, uno de los hombres más ricos de Egipto y vinculado a Mubarak.
Cuando la represión estatal extendió su radio de acción más allá de las filas de los Hermanos Musulmanes de Morsi, afloraron en Tamarrud agrias disputas internas, magnificadas por rencillas personales. La facción más poderosa, liderada por Mahmud Bader, optó por constituirse en partido político con la finalidad de asumir un rol importante en el nuevo Parlamento. Sin embargo, su petición fue rechazada por la Comisión Electoral a causa de un tecnicismo jurídico. Así pues, el movimiento no se presentará a las próximas elecciones legislativas, que probablemente se celebrarán en verano. El grupo pasará a la historia contemporánea de Egipto como una simple nota a pie de página.
Los reveses que el nuevo régimen ha infligido a los islamistas ultraconservadores de Nur han sido más numerosos y dolorosos. En 2014, aprobó una Constitución que prohíbe expresamente los partidos de base religiosa, y desde septiembre, los libros oficiales de historia les definen como un movimiento “inconstitucional”.
Su posición en la escena política está también amenazada por los efectos del descarnado pragmatismo de sus líderes en sus relaciones con el régimen. Una buena parte de su base no ve con buenos ojos el apoyo acrítico a Al Sisi ni la brutal represión contra la Hermandad y los otros movimientos de oposición.
LIBIA
CASQUEIRO, Javier: “El desgobierno de Libia convierte al país en un polvorín sobre un pozo de petróleo” (2014)
El poder político está debilitado y no controla las guerrillas, las armas ni los yacimientos. La producción de crudo se desploma con las milicias rebeldes al mando de varios puertos.
Libia es un polvorín y no hace falta exagerar. El primer ministro fue derribado por una moción de censura el martes y este miércoles huyó en un jet privado camino de un país europeo. No está nada clara la autoridad ni la competencia del Gobierno interino ni de un parlamento diezmado y fuera de plazo. Los rebeldes tienen bajo su mando varios de los principales puertos del país y en los mismos deciden por su cuenta si los petroleros internacionales pueden entrar a cargar, o no, al margen de lo que opine el jefe de turno en Trípoli. La capital sufre secuestros diarios y debate en su propio consejo cómo expulsar del municipio a los grupos armados.
En los yacimientos petrolíferos la producción ha caído. La crisis afecta a la multinacional española Repsol, que nutre el 11% de su producción de sus ocho pozos en la zona. 
Por otro lado, la ONU afirma que la proliferación de armas hacia y desde Libia sigue representando un grave problema para la estabilidad del país y la región. La mayoría de las armas siguen estando bajo el control de agentes no estatales y los sistemas de control de las fronteras son ineficaces. En los últimos 3 años, Libia se ha convertido en una de las principales fuentes de armas ilícitas, que proporciona suministros a unos 14 países, y alimenta así los conflictos y la inseguridad, incluido el terrorismo, en varios continentes.
El último primer ministro, Ali Zidán, está en paradero desconocido y perseguido por la justicia. Zidán era liberal y durante su mandato no ha conseguido fraguar una alianza entre los nacionalistas y los islamistas presentes en el parlamento.
Desde el pasado verano un grupo de milicianos armados ha tomado bajo su mando cuatro puertos del golfo de Sirte, en la zona este, en la región Cirenaica, donde se concentra el 80% de la producción de crudo y para la que exige más autonomía. Los rebeldes se han permitido el lujo de regular a su antojo la producción y exportación de petróleo, en un país clave para la OPEP y cuya inestabilidad produce inmediatamente alteraciones en su precio.
PARTE B: SUDÁFRICA
(Notas de clase) Posición estratégica en el continente africano.
Población: multiétnica (80% negros-20%blancos), multicultural, multilingüe. 
Geopolítica: por SA pasan las principales rutas marítimas internacionales.
Política:
1948-1994 Apartheid: implicancias:
· Internas: 2 partidos políticos:
· Partido Nacional (PN): Se shockea cuando se disuelve el Apartheid, y se intenta proponer como partido conservador, pero fracasa. Se disuelve en 2005.
· Congreso Nacional Africano (CNA): Surge oficialmente en 1912 bajo la idea de la no violencia, bajo el influjo del pensamiento de Ghandi cuando visitó Sudáfrica. En 1955 publica la Carta de la Libertad, que postula una Sudáfrica sin discriminación.
Desde 1955 hay enfrentamiento entre ambos partidos.
Durante el Apartheid, SA tenía relaciones con 30 países. El PN intenta superar el aislamiento internacional que sufría (eje de su política internacional). El CNA intenta, por el contrario, incrementar las sanciones económicas, para deslegitimar al régimen del PN.
1960 La ONU declaró que el 21 de mazo era el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial en el mundo.
Nelson Mandela: Uno de los redactores de la Carta de la Libertad. Cuando Mandela se protestaba en contra del Apartheid, la protesta contra el Apartheid era un delito.
1952 Mandela es apresado. Es acusado de comunismo estatutario, de conspiración. Es sentenciado a cadena perpetua. Estuvo 27 años preso. Hubo intentado de los gobiernos de SA en los ’80 de que Mandela quedara libre, pero debía renunciar a luchar por sus ideales. Pero él no quería renunciar a esto.
1990 Mandela es el último preso en ser liberado. Presión interna e internacional. Cuando Mandela es liberado se presenta a las elecciones presidenciales que por primera vez fueron realmente democráticas.
1994-1999 Presidente Mandela
· Su vicepresidente fue blanco, demostrando una transición pacífica.
· Reinserción internacional: fin del aislamiento.
· Política africana: buen vecino.
· Expansión de las relaciones diplomáticas.
1999-2008 Presidente Mbeki
· Fue el 2° vicepresidente de Mandela. 
· Se lo apoda el presidente de las relaciones exteriores. Preponderancia de la política exterior.
· Activismo de SA en el continente: “renacimiento africano”.
· Impulsó foros multilaterales: IBSA (2006): la idea inicial era impulsar una ZLC y fomentar la cooperación en materia energética. Pero el IBSA tenía un gran inconveniente: los países tenían estructuras económicas similares, por lo que tuvieron inconvenientes para integrarse.
· Intención de SA de ingresar al CS como miembro permanente; y de que el CS tenga 2 nuevos miembros permanentes y 5 nuevo miembros no permanentes.
· Impulsó la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD).
· SA fue sede de numerosas conferencias internacionales. Ej: Cumbre Mundial contra la Discriminación Racial (2001).
· SA fue mediador de conflictos africanos. Ej: Mediación en Zimbawe, Burundi, Rep. Dem. Del Congo.
2008-2009 Presidente Motlanthe
· Periodo interino tras la renuncia de Mbeki. Motlanthe termina su mandato.
2009-Hoy Presidente Zuma
· Es el primer presidente zulú de un país siempre gobernado por boers o por la etnia mayoritaria, los xhosa.
· Es muy polémico. Es polígamo: 4 esposas, 18 hijos. Antes de asumir tiene 2 causas muy serias: corrupción y abusos sexuales.
· Principales problemáticas durante su presidencia: desigualdad, discriminación racial, desempleo, criminalidad.
· Político muy carismático, con mucha llegada a jóvenes.
· Propone un “cuidado y mantenimiento” de lo creado por Mbeki.
· Miembro del G20 (2010) (único miembro africano).
· Incorporación al BRIC (en adelante: BRICS). Interpretación de SA como puerta de África (criterio geopolítico). La Bolsa de Johannesburgo es la más importante de África.
· Cuestionamiento de Nigeria al liderazgo de SA. Competencia entre ambos países por el liderazgo regional.
CHEVALLIER, Romy: “Thabo Mbeki y la agenda exterior de Sudáfrica” (2008)
Con un PBI querepresenta el 25% del total del continente, Sudáfrica defiende la agende de desarrollo africana en sus RRII. La UE y EEUU piden un mayor compromiso sudafricano a la hora de resolver crisis como la de Kenia o Zimbabue.
Los 5 años de mandato de Mandela partieron de la nueva Constitución sudafricana. Los DDHH, la democracia y el DIP fueron los pilares de la política exterior de Sudáfrica durante esos años, en consonancia con la figura de Mandela, premio Nobel de la Paz en 1993. El principal objetivo del presidente era desmantelar el apartheid, reconciliar a las razas y establecer una democracia viable.
Consciente de los recelos que suscitaba el dominio económico y militar sudafricano en la región, Mandela se esforzó por incorporar las preocupaciones de sus vecinos y hacer extensivo el programa de desarrollo a todos los países africanos. La primera manifestación del compromiso de Mandela como presidente se produjo en 1995, cuando convocó a sus homólogos del continente, además de EEUU, UK y China, para aprobar un boicoteo petrolífero internacional contra Nigeria por la ejecución de activistas de DDHH.
El presidente Mbeki continuó esa política con el objetivo de liberar a su país y a toda África de la opresión racial y el colonialismo. Desde su llegada a la presidencia en 2000, Mbeki puso en marcha un “renacimiento” africano cuyas iniciativas esenciales han sido: el reforzamiento de la participación de Sudáfrica en instituciones regionales como la Unión Africana, y la consolidación de las relaciones políticas y socioeconómicas bilaterales mediante estructuras de diálogo y cooperación eficaces. Asimismo, Mbeki se ha implicado en el desarrollo de un programa continental de paz y seguridad, con la participación de Sudáfrica en misiones de paz en todo el continente. La idea inspiradora de la política exterior es que, para el éxito del continente, es fundamental la integración regional y la búsqueda de “soluciones africanas para los problemas africanos”.
A partir de 1999 se aprecia un planteamiento más pragmático y próximo a la realpolitik, con una primacía del interés nacional. Como recién llegado a la escena internacional, Mbeki se centró en profundizar los lazos económicos y políticos de Sudáfrica con el continente, con sus aliados tradicionales del Norte y con las potencias emergentes del Sur. Para muchos, la participación exterior de Sudáfrica en los últimos años es un medio para acelerar la “agenda africana”.
La ampliación de la cooperación Sur-Sur como pilar de la política exterior de Sudáfrica queda de manifiesto en la acelerada colaboración con aliados no tradicionales, como China, India, Brasil y Rusia, así como por su participación activa en foros como el Movimiento No Alineado, La Alianza Estratégica África-Asia y el foto de diálogo trilateral con India y Brasil (IBSA). Desde su creación en 2003, IBSA ha ocupado un lugar significativo en la política exterior sudafricana. Mbeki considera la alianza una plataforma útil de conversación entre 3 países fundamentales del Sur y un medio innovador para mantener viva la agenda africana. En consecuencia, ha aumentado la cooperación entre India, Brasil y Sudáfrica tanto en el plano bilateral como en el multilateral, con el objetivo de que el foro sea una alianza a escala global para aumentar la seguridad y promover el desarrollo. Pese a la dificultad de coordinar las políticas exteriores de los 3 países, Sudáfrica reconoce la importancia de la solidaridad entre potencias emergentes para que avance la agenda de los países en desarrollo.
La Sudáfrica posterior al apartheid también ha fomentado relaciones sólidas con sus aliados del Norte, en especial con la UE. La UE y Sudáfrica firmaron en 2001 un Acuerdo de Comercio, Desarrollo y Cooperación y en 2007 acordaron la Alianza Estratégica UE-SA- Un elementos clave de la relación es que ambas partes se declaran comprometidas con los objetivos de desarrollo de África.
Respecto a su otro gran socio del Norte, EEUU, las relaciones comerciales bilaterales se han reforzado gracias a la Ley de Crecimiento y Oportunidad para África del gobierno estadounidense. Pese al incremento del comercio interregional, Sudáfrica realiza la mayor parte de su comercio fuera del continente.
Desarrollo, paz y seguridad:
Respecto a la paz y seguridad, Sudáfrica ha desempeñado un papel influyente tanto en el plano regional como en el continental. Así ha contribuido a fortalecer las instituciones regionales para alcanzar los objetivos de la UA en lo referente a resolución de conflictos, reconstrucción, desarrollo y asuntos humanitarios. También ha sido un impulsor de los procesos democráticos de la última década en África.
Los mayores logros de Sudáfrica como intermediario se han producido en la Rep. Dem. del Congo y Burundi. En ambos países se ha restaurado la oposición política y se han celebrado elecciones con éxito.
Portavoz de África en la escena internacional:
Como potencia africana en ciernes, con fuerza política y económica, Sudáfrica ha asumido la responsabilidad de mantener al continente en la agenda internacional y defender un orden mundial más equitativo. La intervención de Sudáfrica en foros multilaterales refleja a menudo la necesidad de respaldar a otros países africanos.
Delicado equilibrio:
A pesar de su ambicioso programa para África, Sudáfrica no tiene verdaderos aliados de peso en el continente, y pocos amigos comparten valores comunes.
El afán por proyectar una imagen positiva en África y el temor a que la consideren aliada del Norte siguen siendo legados del régimen del apartheid. Al mismo tiempo, los líderes sudafricanos son conscientes de que si su posición en África se viera debilitada por sus propias acciones o por fuerzas externas, Sudáfrica varía disminuir su influencia mundial. El país se encuentra así en una difícil situación de equilibrio.
Sudáfrica se encuentra en una posición incómoda, sometida a la tensión entre “nosotros y ellos”, Norte frente a Sur, y avocada a priorizar la agenda africana sobre todo lo demás. Por esta razón, los modelos de cooperación Sur-Sur ofrecen a menudo una alternativa más democrática y viable para Sudáfrica que el aumento de las alianzas con el Norte. Sin embargo, la preeminencia de Sudáfrica como aliado de actores no africanos es un asunto que despierta recelos en el continente. Los políticos surafricanos procuran evitar una situación en la que las relaciones con estos actores parezcan ensombrecer la agenda africana del país.
Socio estratégico de la UE y del norte:
Debido a su papel destacado en el continente, muchos actores externos consideran a Sudáfrica un socio estratégico en el mundo en desarrollo. La UE, por ejemplo, ha revisado sus políticas externas para fortalecer las relaciones con Sudáfrica.
Sudáfrica no constituye una “potencia regional” en el mismo sentido que Brasil, India o China. No representa el peso demográfico y/o económico de sus homólogos del sur. Sin embargo, se ha convertido en socio clave para la UE por la envergadura de su economía y su liderazgo regional.
Después de Mbeki:
La participación activa de Sudáfrica en el resto del continente a menudo se percibe de forma negativa en el interior. Los surafricanos critican a Mbeki por su ambiciosa agenda de política exterior y por descuidar asuntos en el frente interior. El país experimenta en este momento enormes problemas de desarrollo socioeconómico, incluida una tasa de desempleo del 40% y uno de los índices de sida más altos del mundo.
KABUDA, Mbuyi: “Sudáfrica después de Mandela” (1998)
La liberación en 1990 de Mandela, por la que la comunidad internacional luchó durante más de 2 décadas, y la victoria del Congreso Nacional Africano (CNA) en las primeras elecciones multirraciales de 1994, despertaron grandes esperanzas sobre Sudáfrica.
En un país perteneciente a la vez, por sus características, al Primer y Tercer Mundo, y donde a la tradicional división entre blancos y negros se ha superpuesto la clásica entre ricos y pobres, Mandela, que gobierna sin tener el poder real, ha conseguido importantes avancespolíticos. Entre otros, cabe destacar los siguientes: la cohesión del CNA como alternativa de gobierno, pasando de un movimiento de liberación a un verdadero partido política, la adopción de una Constitución que garantiza los DDHH fundamentales y la convivencia en una misma nación de distintos grupos raciales.
En el aspecto económico, sin embargo, las promesas definidas en el Programa de Reconstrucción y Desarrollo (PRD) han producido resultados modestos e incluso decepcionantes por 3 razones:
· El ímpetu de la minoría blanca en la defensa de sus derechos adquiridos durante el sistema del apartheid o del monopolio racial del poder;
· El propio compromiso de Mandela –que pactó en el momento de su liberación- de no atacar los pilares del apartheid (administración pública, educación e industria armamentista);
· Respeto por el derecho de propiedad de los blancos.
Así, Mandela ha liberado al pueblo negro de Sudáfrica de la dominación política y racial blanca, sin que ello fuera acompañado de su liberación económica. Frente a las desigualdades estructurales heredadas del apartheid, el neoliberalismo adoptado por Mandela, y confirmado por su sucesor Mbeki, las mantendrá o profundizará.
Condicionantes al gobierno de Mandela:
El CNA hizo importantes concesiones a la minoría blanca en las negociaciones con el Partido Nacional, en el marco de una conferencia celebrada en 1992 y seguida de varias reuniones bilaterales secretas. Estas reuniones crearon condiciones propicias para que se adoptara la Constitución provisional de 1993, se organizara la transición pacífica y se celebraran las elecciones de 1994.
De Klerk, el último presidente afrikáner, más abierto y menos dogmático que sus predecesores, tuvo el acierto de liberar a Mandela, considerado como un “moderado”, no sólo por el riesgo de convertirle en un mito para la población negra en caso de que muriera en la cárcel, sino también para evitar, ante los previsibles cambios, que el poder cayera en manos del ala comunista y radical del CNA, animada por unos líderes jóvenes formados en el exilio y con un discurso antiblanco y en contra de la reconciliación nacional.
Las crecientes y violentas protestas internas de la población negra, la crisis económica, el cerco de los países de la zona y las presiones internacionales fueron determinantes en la desaparición del apartheid, considerado como un milagro de fin de siglo al igual que la conclusión de la GF y la caída del Muro.
Sudáfrica y la era Mandela:
Liberado en 1990, tras 27 años preso, Mandela fue investido presidente de Sudáfrica en 1994, tras la amplia victoria del CNA (62%) en las elecciones generales. Fijó como principal objetivo la reconciliación nacional e instauró, conforme a las negociaciones preelectorales, un “gobierno de unión nacional” extendido al Partido Nacional, confiando el puesto de vicepresidente a De Klerk.
La promulgación en 1996 de la nueva Constitución, con importantes equilibrios entre el gobierno de la mayoría y los derechos individuales y de las minorías, fue la culminación del fin de 350 años de discriminación racial y de poder de la minoría blanca. Sin embargo, su adopción provocó la dimisión de De Klerk. Enfrentado a importante divisiones en el seno de su partido, De Klerk justificó su marcha por su disconformidad con ciertas disposiciones de la Constitución, redactada exclusivamente por el CNA, por su poco respeto a los derechos de propiedad y de las minorías y el fin del monopolio del afrikáans como lengua de enseñanza. Fue inmediatamente reemplazado por Mbeki.
La victoria del CNA, que careció de una verdadera oposición como alternativa de gobierno, se explica por el hecho de que la mayoría negra le consideraba el único movimiento capaz de romper con el pasado y realizar cambios reales. Sin embargo, estaba preso de una “democracia negociada”, que le ha llevado a renunciar a las nacionalizaciones y a dar prioridad al sector privado para asegurar la presencia de los inversores extranjeros. El resultado es la escasez de cambios sociales palpables.
El Partalmento surafricano creó una Comisión para la verdad y la reconciliación, en 1995, inspirada en el modelo chileno, para sacar a la luz los crímenes y las violaciones de DDHH cometidos durante el apartheid, tanto por el gobierno como por los movimientos nacionalistas o de liberación, y poder proceder así a la indemnización de las víctimas.
En cuanto al balance económico del gobierno de Mandela, algunos analistas opinan que Mandela ha hecho todo lo que los capitales extranjeros pudieran desear: las ha garantizado la nacionalización, ha impulsado la privatización y ha sido riguroso con los sindicatos, en detrimento de la mejora de las condiciones sociales de la mayoría, suscitando un cierto descontento del poderoso sindicato negro, que, pese a seguir colaborando con el gobierno de Mandela, le recrimina su política neoliberal en contra de sus promesas electorales sobre reducción de las desigualdades. Aquel programa ambicioso de construir antes de 1999 un millón de nuevas viviendas, proporcionar luz, agua potable y sanidad para todos, crear 2 millones y medio de puestos de trabajo e igualdad de oportunidades de empleo entre blancos y negros, además de la educación gratuita para todos los niños, se ha convertido en un capítulo de buenas intenciones. Muchos de estos aspectos han sido aplazados para el futuro.
Mandela ha reproducido el modelo norteamericano, y no el suyo propio. El gran perdedor será el pueblo negro surafricano. Dicho modelo sólo beneficia a la minoría blanca y a las elites negras, que se están convirtiendo en una clase media, y no a las masas. Los propios gobernantes del CNA son cada vez más propensos a la burocratización y a los negocios que a la promoción social de sus bases, que les llevaron al poder.
Algunos dirigentes del CNA le reprochan a Mandela hacer demasiadas concesiones para tranquilizar a los blancos en lugar de luchas para la eliminación de las desigualdades heredadas del apartheid. 
La política africana de Mandela:
A aquella imagen agresiva y desestabilizadora de la Sudáfrica racista ha sucedido una nueva y positiva de la Sudáfrica democrática. Se basa en una estrategia no violenta para asumir el liderazgo económico y político continental. Estas ambiciones se desarrollan en un marco contradictorio y/o complementario de adhesión al neoliberalismo para resolver los graves problemas internos, y de nueva voluntad, firmemente reiterada, de encabezar el renacimiento africano, para un África autodependiente y digna sin tutela externa.
Una vez elegido presidente de Sudáfrica, Mandela hizo frente a ambos problemas, interno y externo. Al primero le dio soluciones destinadas a mejorar las condiciones de vida de la mayoría negra marginada por el apartheid, con fondos procedentes del sector privado y de las inversiones extranjeras. Respecto al segundo problema, Mandela expresó su determinación de dar prioridad, en la política exterior de Sudáfrica, a los intereses de África, haciendo hincapié en el África austral, su espacio natural. 
PEÑA, Félix: “Sudáfrica se suma al BRIC” (2011)
Sudáfrica será el quinto país miembro de un foro informal interregional de naciones en el que participan Brasil, India, Rusia y China (BRIC). Su próxima incorporación puede ser percibida como una decisión de ganancias mutuas con más alcance político que económico. Los cuatro socios actuales ganarían en representatividad para sus gestiones orientadas a impulsar las necesarias reformas de instituciones internacionales que consideran superadas por nuevas realidades del poder mundial y, en especial, de las Naciones Unidas, incluyendo su Consejo de Seguridad. El nuevo socio, Sudáfrica, ganaría en protagonismo y prestigio. Especialmente en su propia región. Podría tornarse más atractiva para las inversiones internacionales. 
En la prensa internacional se especulaba sobre cuál sería el próximo país invitado a ese exclusivo club. Incluso en África, Nigeria consideraba reunir las condiciones para ello. También se mencionaba a Corea del Sur, Turquíae Indonesia, entre otros. 
La decisión de invitar a Sudáfrica habría sido impulsada por China. Pero en su anuncio telefónico Yang Jiechi precisó que la invitación la hacía en nombre de los otros miembros. Por lo menos dos, Brasil y Rusia, se apresuraron a darle la bienvenida a Sudáfrica. Tras esta incorporación, al menos en el plano de la diplomacia económica multilateral el acrónimo original se transformará entonces en BRICS. 
Fue Jim O’Neill, entonces el jefe de Investigaciones Económicas Globales de Goldman Sachs, quien lanzó la idea de los BRIC’s en el 2001. Era un momento en el que los atentados del 911 habían conmocionado al mundo. El sentido del concepto original era esencialmente económico. Procuraba identificar naciones cuyos mercados, por su dimensión y potencial de crecimiento, podían tener un papel motor en la economía global del futuro. Su población representa el 40% de la mundial, con fuerte crecimiento de la población urbana y con ingresos de clase media. La idea pegó, los mercados la compraron y el acrónimo se transformó en una marca con impacto mediático. 
La de los BRIC’s es una idea que ha trascendido el plano económico y a su planteamiento original. De hecho se ha transformado en el nombre de un foro informal de naciones que aspiran a incidir en las definiciones que se requieren para asegurar la gobernabilidad global. Ha adquirido entonces un claro sentido geopolítico. Se ha incorporado a la creciente constelación de coaliciones internacionales de geometría variable que caracteriza al actual escenario global, entre las cuales se destaca el denominado G20. Este último es una resultante de la crisis financiera internacional que se puso en evidencia en el 2008. Implica que el ya viejo G7 (transformado en G8 tras la incorporación de Rusia) no ofrece condiciones de reunir la masa crítica de poder mundial necesaria para brindar respuestas colectivas a los principales desafíos de la gobernabilidad económica global. La nueva dimensión de los BRIC’s quedó manifiesta con el hecho que desde hace dos años los países del grupo se reúnen al más alto nivel político.
Concebido como un espacio geopolítico informal que apunta a incidir en la reformulación de los mecanismos formales de gobernabilidad internacional, el BRIC original se enriquece con el hecho de que Sudáfrica le otorga una dimensión africana de la que carecía. Es la economía mayor de la región. A su vez África está adquiriendo como conjunto una clara relevancia económica global. 
Pero la dimensión económica de Sudáfrica es reducida con respecto a los BRIC’s, tanto en términos de población, de producto bruto interno y de participación en el comercio mundial. Y si se considera su incorporación al grupo informal interregional sólo a partir de criterios económicos pueden tener razón quienes señalan que no hubiera sido Sudáfrica un candidato ideal.
En buena medida se considera que ella refleja el creciente interés chino en intensificar su presencia africana en el plano del comercio, las inversiones y la cooperación para el desarrollo. Según datos oficiales chinos, el intercambio comercial de China con África pasó de 10 mil millones de dólares en 1990 a cerca de 120 mil millones de dólares en el 2010. 
Sudáfrica tiene además una innegable proyección en África, cuya población será de 1.500 millones de personas en el 2030. Su carácter de miembro del grupo BRICS es percibida por los sudafricanos como algo que potenciará su protagonismo en el desarrollo africano. Y, a su vez, China ya tiene una especial presencia económica en Sudáfrica. Es el principal socio africano de China tanto por su intercambio comercial como en inversiones directas.

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