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Unidad 4 - PIA

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POLÍTICA INTERNACIONAL ARGENTINA
UNIDAD IV
Política argentina hacia la región
PARTE A: la agenda bilateral de Argentina con Brasil, convergencias, diferencias y contradicción. La visión brasileña y la regionalización sudamericana. Análisis y discusión sobre la alianza argentino-brasileña
Apuntes de clase
CONVERGENCIAS
• Clima de amistad y cultura de integración. 
Relación estructural: interdependencia entre los dos países, vinculada a lo económico-comercial: Brasil ganó posiciones
· ’90: exportaciones de trigo, maíz, lácteos que representaban el 30% de las exportaciones argentinas.
· 1994-2003: superávit de la balanza comercial argentina, con saldos mínimos. Reparto equitativo.
· 2001: salvataje económica y entrada de divisas de parte de Chile y Brasil. 
· 2003: las exportaciones a Brasil, representan más del 35%, siendo la mitad MOI. Comienzo de una economía sostén del aparato industrial argentino. 
· Desde 2003: la balanza comercial es deficitaria para Argentina, con un saldo cada vez más amplio. El 35% de las importaciones argentinas son de insumos brasileños (autopartes). Se fue pasando a una dependencia (Argentina le vende autos, pero importa de Brasil las autopartes)
Hay dependencia porque el mercado de Brasil es excluyente de MOI. El problema es que Argentina no diversifica sus exportaciones, ni en productos ni en destino. Se dedica a complementar el mercado industrial de Brasil.
Hay convergencia porque les interesa a ambas partes, aunque no en un clima de interdependencia. No responde a un reparto equitativo de efectos de costos recíprocos. 
Priorización de PE en los respectivos países: hasta 2005 (IV Cumbre en Mar del Plata) cada uno de los países ponía al otro país como prioridad de su PE.
Brasil necesitaba de Argentina porque estaba lanzado como potencia regional y jugador global y no lo podía hacer solo. Le permitía hablar en nombre de la subregión. Argentina necesitó de Brasil por la crisis de 2001, para tener presencia internacional. Había quedado marginada a nivel internacional. 
→ Había necesidades compartidas con intereses distintos, lo que se ve en:
· Cumbre de Brasilia de 2003.
· Consenso de Buenos Aires de 2003.
→ Consenso en contra del ALCA. Se reunió la afinidad política entre Néstor y Lula y el hecho de que usaron al MERCOSUR como instrumento político para polarizar con EEUU. Se reflejó en:
· Cumbre extraordinaria de las Américas en 2004.
· Cumbre de Ministros de Comercio en 2003.
→ Integración y pugna por una mayor autonomía. Sin embargo, también hay buena vecindad:
· Son países periféricos.
· Tienen status de emergentes.
· Tienen dominio en un espacio regional: pueden proteger sus intereses nacionales más allá de sus fronteras.
· Constituyen una esfera de cooperación: sus tensiones no pasaron a mayores. Fueron resueltas a través de la diplomacia presidencial y NO del MERCOSUR.
· Historia de encuentros. 
DIFERENCIAS 
• Discordia de intereses. 2005 es un año muy importante en el vínculo, en tanto Argentina se da cuenta de que Brasil NO era un igual. 
Mercosur: tienen objetivos distintos
Argentina quería incrementar su dinámica en varias áreas temáticas; profundizar jurídicamente la integración; cumplir con el Tratado de Asunción; y transformarlo en un bloque sudamericano.
· Cumbre de Montevideo de 2003.
· Cumbre de Iguazú de 2004.
· Cumbre de Ouro Preto de 2004.
· Visita de Estado de Néstor en 2006.
El Mercosur si bien tuvo que ver con una necesidad coyuntural, Néstor planteó dos ejes de su política exterior:
a) Que sirviera al desarrollo sustentable de la nación (re-industrialización).
b) Que la inserción de Argentina dependencia del Mercosur.
Brasil quería usar al Mercosur para consolidar su proyecto sudamericano; una estrategia cooptativa; transformarlo en un ámbito de desarrollo personal:
· Creación de la Cumbre Sudamericana de Naciones en Cuzco: rechazo de Argentina. Es la primera tensión explicita al proyecto sudamericano de Brasil, en tanto éste era más que Argentina.
· Primera Cumbre de América del Sur y Países Árabes: Néstor se retira antes, por la existencia de intereses contrapuestos y lo explicita. 
· Creación de la UNASUR en 2008: hasta ese momento la cooperación era por consenso, ahora es por liderazgo. El liderazgo compartido era una farsa. 
Las grandes diferencias se ven en:
· Cumbre de Copacabana en 2004: a pesar de tener objetivos compartidos, había intereses diferentes. En el G-15 acordaron ir juntos en el FMI, pero en Copacabana Brasil decidió no compartir el reclamo con el Fondo, en tanto con ellos habían sido benévolos. 
· Proyecto Lavagna 2004: propuesta para integrar el aparato productivo de ambos países; un sistema de salvaguardias común y la IED equitativa. Brasil utilizó la dilación, no respondió hasta 2006. Termina dándole salvaguardias a algunos sectores a cambio de que estos se tecnologizaran y se volvieran competitivos. No quería la complementariedad industrial. 
· Después de la IV Cumbre de las Américas: Argentina seguía apostando al Mercosur, y Brasil lo devaluaba. Ya no le importaba, le importaba Sudamérica. 
El eje político que no fue: iniciativa en 2005 de formar un eje del Sur (Buenos Aires-Brasilia-Caracas). Brasil era una potencia regional y Venezuela era potencia emergente. Había una competencia y no se dio porque Brasil estaba desinteresado. El efecto rebote fue que Argentina apoyó a Venezuela para contrabalancear el poder de Brasil en el Mercosur, lo que explica que nuestro país promovió su incorporación. 
PREFERENCIAS POR LAS POTENCIAS 
• EEUU es el Estado pivot, en tanto le da tereas importantes a Brasil en la región. En cambio, Argentina no era estratégicamente relevante. 
• China pondera también a Brasil, por las inversiones y el BRIC. Brasil no quiso la incorporación de Argentina al BRIC.
• Francia ponderó a Brasil, sosteniendo que merecía el asiento permanente en el CS.
• La Unión Europea, en 2007, le reconoció a Brasil el carácter de potencia regional. 
Hubo logros mínimos durante el gobierno de Néstor y Cristina:
· Implementación del Fondo de Convergencia Estructural.
· Instauración de un Tribunal permanente de revisión.
· Parlasur.
· Aprobación del código aduanero. 
Sin embargo, NO le dieron al bloque la dinámica que se esperaba. Tampoco los Acuerdos con India y Sudáfrica. 
Cristina mantuvo la retórica de Néstor, pero con menos intensidad. Sin embargo, se logró una consolidación institucional favorable a Brasil. Postura de resistencia al avance de la Comunidad Sudamericana de Naciones. Venezuela tampoco sirvió para contrabalancear, en tanto Brasil lo cooptó a trabes de la dependencia económica. Además, Argentina se olvidó de sus socios menores. 
Error de percepción: Argentina creía que Brasil era un igual y en realidad, era totalmente dependiente en términos económicos.
· En 2004 se crea la Comunidad Sudamericana de Naciones, que posteriormente daría paso a la conformación de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR.
· En 2007, durante la Cumbre Energética Suramericana, que se llevó a cabo en la Isla Margarita, Venezuela, los Jefes de Estados cambiaron el nombre de Comunidad Suramericana de Naciones a Unión de Naciones Suramericanas: UNASUR
· En 2008, cuando se aprobó el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas, en el cual se designó como sede permanente de la Secretaría General a Quito, capital del Ecuador, y del Parlamento a Cochabamba, Bolivia
Acciones que marcaron un rol más activo de Argentina en este ámbito:
a) Propuesta para la Secretaria General.
b) Profundización de las relaciones bilaterales con Chile, Venezuela y Ecuador.
c) Defender la estabilidad de la región. Hay un cambio en la postura de Argentina, en tanto manifiesta su acompañamiento al proyecto brasileño.
El Mercosur se vio absorbido por la sudamericanización. Argentina no tuvo poder suficiente para transformarlo estructuralmente. Por otro lado, la dependencia Argentina para con Brasil se profundizó.
→ Hay autores que plantean una contradicción en el accionar de Argentina, si realmente buscaba la institucionalización del bloque. 
BEKERMANY DULCICH – “La inserción internacional de la Argentina y su dependencia comercial con Brasil” (2014)
Diversas doctrinas económicas remarcan la significatividad del impacto de la especialización internacional de un país en su estructura económica, y por ende en su estructura social. Una especialización en sectores de mayor valor agregado y dinamismo tecnológico permite un mayor nivel y calidad del empleo, así como derrames en términos de conocimiento técnico a todo el resto del entramado productivo. Asimismo, suelen implicar una tasa de crecimiento de las exportaciones más elevadas, lo que relaja la restricción externa al crecimiento. Idéntica consideraciones se pueden realizar para la especialización a nivel regional, donde asimismo es factible encontrar problemas relativos a la integración económica, como una significativa dependencia de la demanda del socio regional, que implica una elevada fragilidad de la inserción externa de dichos sectores. El objetivo del presente trabajo es abordar someramente dichas determinaciones para la Argentina, a nivel internacional así como en su relación con Brasil. En términos generales, se aprecia una especialización internacional muy sesgada hacia el complejo primario y agroindustrial, y una fuerte dependencia de la importación de bienes de mayor complejidad tecnológica. A nivel regional, se replica dicho patrón de especialización, pero descartando el complejo oleaginoso. Por otra parte, se destaca la existencia de una significativa dependencia comercial del mercado de Brasil para una importante cantidad de sectores, lo que demuestra la fragilidad de la inserción externa lograda hasta la actualidad mediante la integración regional.
Introducción 
Durante la post-convertibilidad la economía argentina atravesó un proceso de marcado crecimiento con superávit externo, donde la industria jugó un lugar destacado. Sin embargo, las tensiones recientes que se están presentando en la cuenta corriente, y que llevaron a políticas restrictivas en el acceso a las divisas, han abierto nuevos interrogantes sobre el sector externo. ¿Hasta qué punto el proceso que tuvo lugar durante el período 2003-2011 dio lugar a transformaciones en el perfil de inserción internacional que pueden hacer sustentables las altas tasas de crecimiento alcanzadas durante este período?
Marco teórico
En ese contexto, diversos autores atribuyen a la integración regional fuertes potencialidades para el desarrollo de ventajas comparativas dinámicas. Dado que la existencia de fuertes brechas de productividad con los países desarrollados vuelve muy dificultosa la competencia de países en desarrollo en el mercado mundial, la integración económica ofrece cierta protección frente a la oferta extra-regional y permite fomentar el desarrollo tanto de la eficiencia estática como de la dinámica. 
En primer lugar, permite un avance en la determinación estática de especialización intra-regional, a partir de una localización más eficiente de los recursos al interior de la región, aprovechando la existencia del mercado ampliado. En ese sentido las ganancias de escala y especialización de las unidades productivas, pueden permitir el desarrollo de fragmentos de las cadenas de valor al interior de la región, y aumentos en los niveles de productividad. Complementariamente, el proceso dinámico de aprendizaje, en términos de incorporación y desarrollo de nuevas técnicas, generan externalidades que se derraman hacia la totalidad de la estructura productiva regional, generando mejoras en los niveles de competitividad. En ese contexto los procesos de especialización y complementación productiva pueden ser clave para facilitar tanto el desarrollo de ventajas dinámicas como la convergencia estructural entre los países miembros de modo de hacer más equitativa la distribución de los beneficios de la integración.
Sin embargo, es importante remarcar que puede darse el caso de que no lleguen a cerrarse las brechas de productividad o calidad con los estándares de frontera internacional, determinando que las exportaciones se vuelvan posibles en el mercado regional, pero no así en terceros destinos. Estaríamos frente al caso de los que denominamos bienes regionales que, al depender de la demanda del socio regional, puede generar una situación de dependencia exportadora con respecto a las compras que realice dicho socio.
La inserción internacional de la Argentina
Primeramente, y a nivel general, cabe destacar, en la última década, la consolidación durante toda la década de una fuerte especialización en el sector de alimentos y bebidas, contrapuesta a una fuerte desventaja comparativa en el sector de bienes de capital.
Complementariamente, diversos sectores siguieron trayectorias que merecen ser remarcadas. El sector de combustibles y lubricantes pasó de una importante ventaja comparativa hacia fines de los noventa y hasta mediados de los dos mil, a una desventaja comparativa en los últimos años, motorizada principalmente por las crecientes importaciones de petróleo. Por otro lado, manteniendo siempre una desventaja comparativa, los sectores de equipo de transporte y autopartes se han movido de forma contrapuesta: los equipos de transporte mejoraron su desempeño comercial, mientras que las autopartes han ahondado su desventaja. Este se debió básicamente al crecimiento de las importaciones de autopartes para suplir a la producción local, destinada tanto al mercado interno como a la exportación, principalmente dirigida a Brasil. 
Por último, es importante remarcar el carácter fuertemente negativo y estable durante la última década (con la excepción de 2009) de una gran cantidad de insumos industriales. Esta fuerte desventaja en insumos industriales relativamente más elaborados, sumada a la ya remarcada fuerte desventaja en bienes de capital, demuestra la significativa dependencia tecnológica del entramado industrial argentino y el persistente carácter dual de su estructura económica, ampliamente abordado por la literatura: una fuerte competitividad en sectores primarios y agroindustria de baja elaboración, contrapuesto a una importante desventaja en manufacturas de origen industrial, especialmente los de mayor elaboración y contenido tecnológico. 
Excepciones a esta caracterización son la industria automotriz (fuertemente dependiente de autopartes importadas, y dominada por las estrategias globales de las multinacionales del sector), y los sectores de insumos industriales de relativamente mayor elaboración ya destacados.
La inserción regional de la Argentina: especialización y dependencia comercial con Brasil
LA ESPECIALIZACIÓN REGIONAL ENTRE LA ARGENTINA Y BRASIL
El patrón de especialización regional de la Argentina con Brasil (abordado mediante los saldos comerciales con dicho socio) refleja de manera aproximada su patrón de especialización internacional: especialización en productos primarios y agroindustriales (cereales, combustibles, productos de la molienda, hortalizas y sus preparaciones, lácteos y frutas). A estos se agregan, en carácter de excepción, los vehículos automotores en los últimos años, y en mucha menor medida el aluminio. Estos sectores de especialización internacional se contraponen a una fuerte desventaja (y por ende déficit comercial) en productos industriales de medio y alto valor agregado (maquinaria mecánica y eléctrica, autopartes, papel, caucho, productos químicos básicos –orgánicos e inorgánicos–, aeronaves y plásticos). 
La especificidad del patrón regional con respecto al internacional analizado en la sección anterior se destaca en la ausencia del complejo sojero (en la cual no existe complementariedad, sino competencia entre los socios regionales), y la consolidación de un relativo balance comercial equilibrado y flujos de comercio significativos en sectores industriales de mediano valor agregado: fotografía e instrumentos médicos, productos elaborados de la industria química, productos farmacéuticos, productos de perfumería, y aluminio. 
Una clara excepción a esa tendencia general ha sido la industria automotriz:fuertemente deficitaria a mediados de la década, para 2010-2012 las exportaciones de vehículos automotores pasaron a ser fuertemente superavitarias. Como ya hemos mencionado, las autopartes sufrieron una evolución inversa: pasaron de un relativo equilibrio comercial a un fuerte déficit, motorizado para la mayor producción de automóviles, destinados al mercado interno como a la exportación.
LA DEPENDENCIA COMERCIAL DEL MERCADO BRASILEÑO
Durante la última década hay una tendencia al aumento de la participación de Brasil como destino de las exportaciones, ya que son muy pocos los sectores donde se redujo significativamente su participación en la exportaciones totales.
En estos términos, los casos más salientes son los cereales, la molienda y los productos de la industria química. Los primeros dos, sectores de fuerte competitividad internacional para la Argentina, y de características de commodities, más que expresar el desarrollo de ventajas comparativas dinámicas, representan el menor desempeño del complejo triguero en relación a otros cereales y harinas. Para el caso de los productos de la industria química, aquí tampoco se puede hablar de un salto exportador a terceros mercados luego de aprovechar el mercado ampliado regional.
Por otra parte, ciertos sectores de comercio bilateral relativamente equilibrado muestran asimismo una significativa incidencia del mercado regional (acaparando cerca del 30% de las exportaciones globales), como fotografía e instrumentos médicos, perfumería y aluminio.
Un análisis aparte amerita la incidencia del mercado brasileño en la cadena automotriz. Como ya hemos mencionado, las autopartes y neumáticos (componente principal del sector de productos de caucho) mostraron una significativa desventaja comparativa regional para la Argentina, mientras que los vehículos terminados han revelado un creciente saldo comercial positivo a nivel regional. En los tres sectores, la incidencia de Brasil como destino ha aumentado durante la década, superando el 70% para autopartes y neumáticos, e incluso el 80% para los vehículos.
Conclusiones 
El patrón de especialización de la Argentina dentro de la división internacional del trabajo persiste en reflejar el carácter dual de su estructura económica: un sector primario y agroindustrial de fuerte competitividad internacional (con una fuerte incidencia del complejo oleaginoso, y en menor medida de la minería; y con la excepción del sector de combustibles, que se ha tornado deficitario en los últimos años), complementado por un sector industrial y de servicios de fuerte desventaja comparativa. Este panorama expresa la significativa dependencia tecnológica del país: los bienes de capital e insumos industriales de mayor complejidad técnica presentan fuertes desventajas comparativas. Las excepciones se presentan en ciertos commodities industriales, muchas veces asociados a incentivos fiscales específicos (aceites y alimentación animal, biodiesel, aluminio, etc.), en un disperso grupo de empresas de servicios relativos a la informática y otros servicios profesionales (algunos de los cuales asimismo han contado con un programa de promoción de la actividad en la última década, como el sector de software), los cueros y los tubos sin costura para petróleo y gas, y el sector automotriz en el marco de una cadena de valor coordinada por grandes firmas trasnacionales.
A nivel regional, las relaciones comerciales con Brasil reflejan parcialmente la especialización internacional de la Argentina, pero excluyendo sectores donde no existe complementariedad sino competencia, como el complejo oleaginoso, la minería y los biocombustibles.
En síntesis, es importante remarcar la persistencia de un patrón de especialización basado en sectores vinculados a la renta primaria (sea exportando productos primarios o trasladando dicha renta primaria a los primeros eslabones de transformación, como en la agroindustria y los biocombustibles) en detrimento de sectores de mayor dinámica de cambio tecnológico y potencialidad de captar ganancias de base tecnológica, que asimismo reflejan mayores niveles de productividad y por ende permiten incrementar los salarios reales sin afectar el proceso de valorización.
CREUS – “Una historia de idas y vueltas: los dilemas de la cooperación entre Argentina y Brasil” (2014)
Introducción 
El presente trabajo parte de la consideración de Brasil como un actor relevante para pensar la inserción internacional y regional de Argentina. La pertenencia de ambos Estados a un mismo subsistema político internacional pone de manifiesto esta realidad y demanda la consideración mutua al momento de diseñar la política exterior.
En los últimos años Brasil aumentó significativamente sus recursos de poder y sus niveles de participación en la política internacional, como contrapunto, Argentina luego de la crisis de 2001, experimentó una considerable erosión en su base de poder. En este contexto, Argentina buscó apoyo en su relación con Brasil y apostó decididamente a la cooperación con el país vecino, como una alternativa válida para reposicionarse internacionalmente y superar el estado de vulnerabilidad en el cual se encontraba.
Esta apuesta se produce en un contexto de revalorización de la cooperación Sur-Sur como estrategia para mejorar la inserción internacional de los Estados periféricos. Tanto en Argentina como en Brasil, existe un acuerdo en el plano discursivo en torno a la importancia de implementar estrategias de Cooperación Sur-Sur en el marco de un contexto internacional cada vez más complejo. Sin embargo, la cooperación bilateral entre estos actores tuvo idas y vueltas que impidieron que se consolidara como una política compartida estratégica, genuina y sostenible.
El creciente activismo internacional de Brasil y su condición de potencia emergente, abrieron una brecha de intereses y objetivos, generando interrogantes de difícil respuesta para Argentina en torno a cómo estructurar y redefinir el vínculo bilateral.
La cooperación Sur-Sur y su impronta en la política exterior argentina
En términos generales, la cooperación Sur-Sur se refiere a aquella modalidad de cooperación que –en diferentes niveles y dimensiones– tiene lugar entre los países en desarrollo. A pesar de sus diferentes acepciones y de los vaivenes que evidencia su evolución conceptual, es posible identificar algunas constantes en las formas de definir y entender la cooperación Sur-Sur desde la óptica de los países en desarrollo, que apuestan por ella para mejorar su inserción internacional:
· Estos países comparten cierto grado de vulnerabilidad internacional, así como también problemáticas y desafíos, que resultan más fáciles de abordar desde esquemas de cooperación entre similares –aún cuando los citados países no pueden ser considerados estrictamente como un grupo homogéneo, puesto que entre otras particularidades presentan distintos niveles de desarrollo económico, político, social y cultural–.
· La cooperación Sur-Sur refuerza la capacidad de negociación de los países en desarrollo frente a los países centrales, en pos de lograr reducir las asimetrías que caracterizan el orden internacional, tanto a nivel político como económico. 
· La búsqueda de mayores márgenes de maniobra también constituye un objetivo comúnmente asociado a la cooperación entre los países del Sur
En lo que respecta a Argentina –y a diferencia del caso de Brasil–, la cooperación Sur-Sur nunca llegó a ocupar un lugar destacado en su agenda externa, las diferentes estrategias desarrolladas no gozaron de la continuidad necesaria para consolidarse como políticas de Estado. Sin embargo, las constantes señaladas anteriormente, en mayor o en menor medida están presentes en la política exterior argentina, manifestándose en diferentes momentos con distinta intensidad.
La importancia de esta temática se magnificó en los comienzos del siglo XXI, tanto por razones externas como internas. En el plano internacional, resultan cada vez más evidentes las limitaciones del neoliberalismo y las reformas económicas impulsadascon fuerza a nivel global durante la última década del siglo XX. En la región de América Latina, esta realidad se expresó con claridad en el fracaso del Consenso de Washington. Los problemas económicos y financieros siguieron afectando a los países en desarrollo. En el plano doméstico, Argentina entró en una fuerte crisis a fines de 2001 que culminó con la inevitable y desprolija declaración del default. La compleja realidad demandó el desarrollo de una diplomacia activa tendiente a encontrar apoyos políticos, fundamentalmente para fortalecer su capacidad negociadora frente a los acreedores externos y las Instituciones Financieras Internacionales, pero también para construir un nuevo patrón de inserción internacional.
Frente a este apremiante contexto, resultó inevitable la vuelta hacia la región. El gobierno provisional de Eduardo Duhalde tuvo una actitud clara en la elección de Brasil como socio prioritario del país, constituyendo a esta relación como uno de los pilares de la (re)-inserción internacional argentina. En ese entonces, se evaluaba que no existían demasiadas posibilidades para Buenos Aires, más que aliarse con Brasilia y acompañar sus iniciativas internacionales para de ese modo recuperar algunas capacidades. Esta visión fue compartida por el gobierno de Néstor Kirchner.
Sin embargo, el acercamiento con Brasil, más allá de las buenas intenciones y las expectativas generadas, no logró traducirse en una política de cooperación estratégica plenamente genuina. En muchas ocasiones, tal como se evidencia en el apartado siguiente, lo que se registró fue más bien una política de seguimiento por parte de Argentina a las acciones y posturas de Brasil.
El acompañamiento a Brasil
Argentina comenzó a practicar una política de acompañamiento a Brasil en diferentes planos. Desde la Teoría de Relaciones Internacionales, tal política puede ser caracterizada como una estrategia de bandwagoning. La misma consistía básicamente en acompañar a Brasil y buscar contemporizar posiciones, que desde la debilidad argentina serían difíciles de sostener individualmente. Esta estrategia se implementó con fuerza fundamentalmente en el período 2003-2004. La misma se materializó en distintos ejemplos concretos que se referencian brevemente a continuación:
· En septiembre de 2003, en la Quinta Conferencia Ministerial de la OMC celebrada en Cancún, Argentina modificó su estrategia de negociación, corriendo el foco de la misma del Grupo Cairns hacia el G-20, impulsado y liderado fundamentalmente por Brasil, India y China.
· En noviembre de 2003, en la Reunión Ministerial del ALCA, celebrada en Miami, Argentina dejó atrás las indefiniciones suscitadas en los años anteriores y apoyó la iniciativa brasileña sobre las modalidades en torno a las cuales negociar la integración continental, afirmando además la unidad del MERCOSUR.
· En la dimensión político-diplomática, el gobierno de Kirchner comenzó a tener una postura más crítica respecto al accionar norteamericano en la guerra de Irak, acercándose más a la diplomacia de Brasil, opuesta desde un principio –aunque manteniendo moderación– a la intervención de la coalición liderada por Washington. 
· En el plano regional, Argentina también reconoció implícitamente cierto liderazgo de Brasil, al acompañar y contemporizar posiciones, por ejemplo frente al conflicto colombiano. 
En lo que respecta a los resultados de la estrategia implementada, es posible distinguir aspectos positivos y negativos:
+ En los momentos más complicados, inmediatamente posteriores a la crisis de 2001, Brasil apoyó a Argentina con el problema de la deuda, demandando en diferentes ámbitos diplomáticos un trato más contemplativo que el que exigían los sectores más duros de la burocracia de los organismos multilaterales de crédito. 
+ Otro aspecto positivo tiene que ver con el fortalecimiento de la capacidad negociadora lograda en ámbitos multilaterales a partir del acompañamiento a Brasil. Esto pudo verse con claridad en los casos de las negociaciones en torno al ALCA en el plano regional y en torno a la Ronda Doha, en el marco de la OMC en el plano global. 
Sin embargo, más allá de los beneficios logrados a partir de la implementación de la estrategia de bandwagoning con Brasil en diferentes planos, en términos generales, las asimetrías de poder entre ambos Estados reflejaron también diferencias de objetivos. 
_ En este marco, Buenos Aires perdió importancia en el esquema diplomático de Brasilia, que se convirtió en el eje de la relación de poder. El bandwagoning como alternativa de política exterior –en los términos planteados– constituye un arma de doble filo, puede ser muy útil para obtener beneficios coyunturales y específicos, pero sostenerlo en el tiempo de manera exitosa conlleva dificultades, propias de la creación de una situación de dependencia con respecto al Estado en torno al cual se practica el plegamiento, el cual se constituye al mismo tiempo en el eje de la relación de poder creada. De este modo, el éxito del bandwagoning se liga a la benevolencia de las políticas del Estado eje, o bien a una comunidad de intereses genuina, en donde en todo momento los objetivos de uno son funcionales a los del otro.
¿Del acompañamiento a la cooperación estratégica?
En pos de intentar consolidar una política de cooperación, la diplomacia de Buenos Aires adoptó un discurso tendiente a fortalecer y profundizar el MERCOSUR. Mediante un relanzamiento del proceso de integración subregional, Argentina buscó generar marcos de institucionalización que le permitan canalizar más eficientemente el poder de Brasil.
Frente a esta realidad y tal como se destacó, Russell y Tokatlian, en lo que respecta a la relación con Brasil, proponen la implementación de estrategias conducentes a la formación de una esfera de cooperación. Ésta supone que es posible crear ámbitos de colaboración en contextos de gran disparidad de poder y competencia y que la cooperación es producto de la elección y de la circunstancia. 
En este contexto de hechos e ideas, se insertó la propuesta presentada en 2004, por el ministro de Economía de Argentina, Roberto Lavagna, a sus pares de Brasil. En términos generales, la citada propuesta consistía concretamente en avanzar hacia una mayor integración productiva en el marco del MERCOSUR, la cual se valoraba como central para sostener la recuperación y la reindustrialización de Argentina. En línea con estos objetivos macro, se proponía lograr una mayor convergencia de las políticas industriales y comerciales, así como también una distribución más equitativa de la Inversión Extranjera Directa (IED) en ambos países.
La agudización de las diferencias comerciales entre ambos países en los años subsiguientes, testimonian el fracaso de la iniciativa, así como también la necesidad de avanzar sobre el diseño de salvaguardias comerciales. En este plano se lograron algunos acuerdos parciales, tales como la firma del Mecanismo de Adaptación Competitiva (MAC) en 2006. La impronta que Argentina pretendió imprimirle al proceso de integración regional claramente chocó con la realidad del poder de Brasil:
• En consonancia con lo desarrollado hasta aquí, resulta paradigmático el comportamiento de la IED brasileña en Argentina. El ingreso de capitales desde Brasil constituyó un dato alentador en el contexto de la recuperación económica de Argentina, sin embargo, tal como advierte Actis, si bien en un principio se esperaba que la IED brasileña contribuya al objetivo de la integración productiva, lo cierto es que hacia finales de la primera década del siglo XXI la evidencia empírica contradice las expectativas, en tanto que las grandes empresas brasileñas han tendido a liderar y concentrar los distintos eslabones de las cadenas de valor. En tal sentido, el autor destaca como dato negativo la escasa concreción de proyectos de tipo Jointventure. Claramente, Argentina no logró controlar ni direccionar la expansión del capital brasileño de modo tal que se generen mayores beneficios compartidos.
•Siguiendo en el plano de laeconomía, en la dimensión financiera surgieron algunas diferencias en lo que respecta al modo de vinculación con el FMI. Argentina pretendía limitar las exigencias del FMI en materia de superávit fiscal, en consonancia con su política de priorizar el crecimiento como variable para salir de la crisis. Brasil por su parte, bajo una dinámica distinta de relacionamiento con el Fondo, producto también de una realidad de deuda diferente y en línea con una política de “metas de inflación” no se comprometió con la causa argentina. 
• En la dimensión comercial, otro hecho significativo se produjo en 2008, en la reunión ministerial celebrada en el marco de la Ronda Doha de la OMC. En esta oportunidad, y a diferencia de lo que venía ocurriendo en el seno de este organismo multilateral, Argentina y Brasil encontraron dificultades para coordinar una posición común. El distanciamiento se produjo a partir de que Brasil, en sus deseos de evitar el fracaso de las negociaciones, buscó presentarse como un puente para el acuerdo y accedió a la propuesta del Director General de la OMC, Pascal Lamy, aceptando reducir la protección sobre sectores industriales en una medida que fue valorada como inaceptable por parte de Argentina.
Los diferentes hechos referenciados ponen de manifiesto que Argentina en su relación con Brasil, no logró pasar de la política de acompañamiento inicial a una instancia de cooperación estratégica.
En diciembre de 2004, en Cuzco, con la iniciativa diplomática de Brasil se produjo la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN). La falta de diálogo previo entre las cancillerías generó cierto malestar en el gobierno argentino, al tiempo que reveló las diferentes visiones que los dos países tenían respecto de la política regional y la integración, primando un enfoque sudamericano en el caso de Brasil y otro mercosureano en el caso de Argentina, combinado con la histórica tradición latinoamericanista del Palacio San Martín. La respuesta de Buenos Aires a la iniciativa brasileña fue una de resistencia al proceder diplomático de Brasilia, muestra de ello fue la ausencia del presidente Néstor Kirchner en la Cumbre de Cuzco. Esta nueva configuración comenzó a evidenciar un ejercicio del poder en la región por parte de Brasil más alejado de la dimensión cooperativa.
En mayo de 2008, impulsado por un contexto signado por un marcado protagonismo regional del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, Brasil decidió relanzar sus objetivos sudamericanos y en el marco de la cumbre de Brasilia resolvió la creación de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). En esta oportunidad, Argentina acompañó la iniciativa, marcando diferencias con respecto a la postura de resistencia.
Los dilemas de la cooperación y sus implicancias
La relación con Brasil por momentos evidenció rasgos y dinámicas más cercanas a las de una esfera de influencia que a las de una esfera de cooperación. Lo cierto es que al no poder pasar del acompañamiento a una instancia de cooperación estratégica, los beneficios no logran trascender el carácter coyuntural, mientras que en términos estructurales, el seguimiento a Brasil entraña el peligro de agudizar las asimetrías.
Algunos sostenían que mediante la alianza y la cooperación con Brasil, Argentina podía construir poder, mejorar su capacidad de negociación frente a terceros actores y aumentar sus márgenes de maniobra. Estas ideas son consonantes con la resignificación profunda del concepto de autonomía propuesta por Russell y Tokatlian desde un enfoque institucionalista. Los autores proponen el tránsito desde una autonomía que se define por contraste a otra que se construye con otros, razón por la cual se refieren a este nuevo tipo como autonomía relacional.
Tal como se sostiene en otro trabajo, la autonomía relacional aborda las relaciones de poder desde un enfoque institucionalista bastante benigno, en tanto que reconoce en las instituciones, espacios que pueden constreñir las asimetrías y en la cooperación a través de éstas, una alternativa para construir autonomía. Sin embargo, si bien es posible identificar a las instituciones como instrumentos de poder, cabe destacar que la construcción de poder en clave institucionalista requiere algo más que cooperación. Las instituciones pueden condicionar el comportamiento de los Estados, pero no necesariamente van a determinarlo .
Argentina procuró construir poder en clave institucionalista a partir de la profundización y la consolidación del MERCOSUR, sin embargo, tal como se evidenció en el apartado anterior, Brasil tenía otros planes y no se comprometió con esta visión en la medida pretendida por Argentina.
En línea con el argumento de Bouzas, es posible advertir que la agudización de los dilemas y el agravamiento de las asimetrías impulsaron una visión defensiva por parte de Argentina. Brevemente, se puede reconocer que la misma tuvo diferentes expresiones, una de ellas fue la búsqueda de alianzas y acuerdos con otros actores, tendientes a equilibrar y limitar el poder de Brasil:
· El aumento en la intensidad de la relación con Venezuela, sobre todo a partir de 2005.
· Los intentos de darle un mayor contenido y sustancia a la relación con Chile.
· Luego hacia 2007, el mejoramiento de las relaciones con México, a partir del traspaso de gobierno, de Vicente Fox a Felipe Calderón.
Otra expresión de la visión defensiva de Argentina fue la implementación de políticas restrictivas en la relación económica con Brasil, fundamentalmente en lo que respecta al plano comercial. Cabe recordar que desde 2005, Argentina comenzó a enfrentar un déficit comercial con Brasil que no ha parado de crecer, generando dificultades para ciertos sectores sensibles de su economía. Esta realidad, motivó la implementación de una política comercial de corte proteccionista, con los consecuentes reclamos por parte de los sectores productivos brasileños afectados. Los problemas comerciales entre ambos países han sido una constante, dejando en evidencia los escasos avances en materia de integración productiva.
Conclusiones 
Nada de lo expresado debe ser interpretado como un argumento en contra del desarrollo de políticas de cooperación con Brasil. Por el contrario, las mismas se consideran convenientes, aunque es preciso no sobredimensionar sus alcances y plantear metas realizables.
ACTIS – “La relación bilateral entre Argentina y Brasil (2011-2014). La confluencia de factores sistémicos y domésticos para una mejor intensidad relativa en las relaciones” (2015)
Introducción 
Desde mediados de los años ochenta del siglo pasado, en el marco de los procesos de redemocratización, el vínculo bilateral entre Argentina y Brasil se transformó en un pilar central para las políticas exteriores de ambos países. Sin embargo, en los últimos treinta años, la intensidad de la relación entre Buenos Aires y Brasilia no fue lineal ni homogénea, la misma estuvo signada por etapas fluctuantes entorno al dinamismo, robustecimiento y afianzamiento de la interacción entre ambos países. En ese contexto, con la llegada al poder en el año 2003 de los gobiernos de Néstor Kirchner y Lula Da Silva, la relación entre Argentina y Brasil experimentó una nueva fase de fortalecimiento del vínculo que se extendió hasta finales de la primera década del siglo XXI.
No obstante, al comparar un conjunto de indicadores referentes al vínculo en los últimos ocho años (2007-2010 y 2011-2014) queda en evidencia que la interacción bilateral atravesó, desde el año 2011, una etapa de baja intensidad relativa. Entendemos por baja intensidad un proceso de merma en la fortaleza y dinámica de los pilares (económicos y políticos) centrales en los cuales se estructuró la relación en lo que va del siglo XXI. La connotación relativa refiere a que dicho proceso debe analizarse en función de lo acontecido en el período inmediatamente anterior.
Enfoque teórico 
A lo largo del trabajo, adscribimos a la necesidad de privilegiar los enfoques interactivos que combinen factores sistémicos y domésticos con la finalidad de aprehenderlo que acontece en la realidad internacional.
La relación bilateral entre Argentina y Brasil (2011-2014). Una etapa marcada por la menor intensidad (relativa) en las interacciones
Desde los años ochenta, producto principalmente de la redemocratización de la región y del agotamiento del mundo bipolar, la relación bilateral entre Argentina y Brasil adquirió una nueva dinámica que dejó atrás la competencia y la desconfianza2 para iniciar un período -que se extiende hasta nuestros días- caracterizado por una autopercepción compartida en torno a la necesidad de afianzar la integración y las relaciones de interdependencia.
En la primera década del siglo XXI, con la llegada al poder en 2003 de Luiz Inácio Lula Da Silva y Néstor Kirchner, la relación bilateral adquirió “Um novo ensaio estratégico” como consecuencia de la confluencia de tres factores, cuya combinación no ha sido muy usual en la historia del vínculo:
· En primer lugar un visión compartida sobre la centralidad del vecino en sus respectivas estrategias de inserción internacional.
· En segundo, una etapa de crecimiento y dinamismo económico experimentada, más allá de sus diferentes matices, de manera conjunta.
· Por último, un menor involucramiento relativo de los Estados Unidos en los asuntos hemisférico producto, principalmente, de la centralidad del terrorismo en la política exterior de Washington luego del 11-S.
En esta particular coyuntura, la dinámica de vínculo bilateral entre los años 2003 y 2011 tuvo como principales pilares la ampliación de las relaciones económicas, principalmente en materia de comercio, inversiones y financiamiento, como así también -y de manera interrelacionado- el establecimiento de dinámicos lazos políticos estructurados y motorizados por una fuerte diplomacia presidencial.
Nos interesa evidenciar cómo entre los años 2011 y 2014 se observa una marcada retracción de los principales indicadores que sustentaron la mayor aproximación entre Brasil y la Argentina:
· En materia comercial entre 2006 y 2012 la corriente de comercio bilateral (exportaciones e importaciones) tuvo un crecimiento sostenido únicamente interrumpido en el año 2009 producto del inicio de la gran crisis internacional. A partir de entonces se observa una tendencia decreciente en materia comercial que se acentuó con el trascurrir de los últimos años.
· En relación a las inversiones, entre 2012 y 2014 también se observa una menor intensidad relativa del fuerte proceso de internacionalización de las empresas brasileñas en la Argentina. de 136 inversiones realizadas por capitales brasileños en América del Sur entre 2007 y 2011, el 41% fueron hechas en la Argentina. No obstante, el auge descripto comienza a sufrir una importante retracción hacia 2012.
· Estrechamente vinculado con el indicador anterior, en materia de financiamiento también se observa una importante merma de una herramienta nodal a la hora de vehiculizar los flujos de inversión y comercio como fueron los desembolsos del Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES). Es menester señalar que el financiamiento de la banca pública brasileña fue un elemento central para la consolidación de la internacionalización del capital principalmente para realizar grandes obras de infraestructura.
La menor intensidad relativa en la dimensión económica del vínculo bilateral trajo como consecuencia -no fue el único factor- que la dimensión política de la relación también se vea afectada. Cabe recordar, que las relaciones interpersonales entre el matrimonio Kirchner y el Presidente “Lula” Da Silva había sido un canal central tanto para el fortalecimiento de la interacción entre ambos países como para apaciguar muchas de las tensiones y controversia que surgían en la agenda económica10. Esta situación sufre alteraciones a partir del cambio del mando presidencial en Brasil en el año 2011.
La evidencia señala que el vínculo entre Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff careció de la vigorosa intensidad que tuvo la presidenta Argentina con el ex líder sindical. Un indicador importante a la hora de evidenciar la baja intensidad relativa de los lazos políticos se vincula con la propensión de los Jefes de Estados de visitar el país vecino, la cual se vio disminuida en los últimos años. Algunos datos son llamativos, por ejemplo, la primera mandataria argentina no asistió a la asunción de su homóloga brasileña en el año 2011.
Por su parte, la merma relativa del rol de la “diplomacia presidencial” no solo fue cuantitativa sino cualitativa. Por ejemplo, en agosto de 2011, la presidenta Dilma Rousseff lanzó un programa para el fomento industrial denominado Plan Brasil Maior que endureció la ya restrictiva política de compras gubernamentales. Ante el malestar de Argentina con dicha medida, la presidenta Dilma Rousseff se reunió con Cristina Fernández de Kirchner para discutir estos temas, en el marco de la cumbre de la CELAC en Caracas. Ante el reclamo argentino por los pocos avances en la integración productiva, Brasil volvió a recurrir al ofrecimiento de la creación de un mecanismo gubernamental bilateral de seguimiento del tema, denominado Mecanismo de Integración Productiva (MIP). Hasta la fecha, no se conocen ningún avance concreto logrado en el marco de dicho mecanismo.
Los porqués de la nueva etapa en el vínculo bilateral: factores sistémicos y domésticos
FACTORES SISTÉMICOS: EL ASCENSO DE CHINA Y EL ESTANCAMIENTO DE LAS ECONOMÍAS EMERGENTES
En relación a los cambios producidos en el sistema internacional, es necesario destacar la renovada expansión y consolidación de la influencia de China en el escenario internacional y el fin del auge de crecimiento económico de las economías emergentes, asociada a una caída de los precios internacionales de las materias primas.
En primer lugar, la mayor influencia internacional de China produjo una mayor propensión de Brasil a interactuar en el plano global muchas veces en detrimento del plano regional. La actuación de Brasil en el grupo BRICS fue el enfoque renovador de la política exterior de Dilma Rousseff –especialmente en el campo financiero- a partir de la mayor propensión de China de colocar recursos. Por su parte, el robustecimiento de la presencia de China en América del Sur logró un paulatino pero constante desplazamiento del eje neurálgico de la política exterior argentina, una transición que puede describirse como un viaje de Brasilia a Pekín. La hoja de ruta que sirvió para afianzar el vínculo bilateral entre ambos países (Consenso de Buenos Aires) parece quedar opacado en el marco del avance de los convenios firmados entre la presidenta Cristina Fernández y su par chino, Xi Jinping.
El segundo factor sistémico que influyó en una menor intensidad relativa del vínculo bilateral ha sido la ralentización del crecimiento de muchas economías emergentes producto, entre otras cosas, por una caída (relativa) de los principales commodities (como la soja, el petróleo, el mineral de hierro, entre otros). De forma paralela, aconteció una merma en los flujos de inversiones (en cartera como en IED) que antes tenían como destino los mercados emergentes. Un menor precio relativo de los productos exportables coadyuvó a la aparición de déficits en las cuentas corrientes de la balanza de pagos, presionando así a un recrudecimiento de medidas para-arancelaria en ambos lados de la frontera.
BRASIL: RETRACCIÓN INTERNACIONAL, PRIORIDADES GLOBALES Y EL OCASO DE LA INFLUENCIA DEL PT EN POLÍTICA EXTERIOR
Las relaciones internacionales de Brasil atravesaron, durante los cuatros años del primer gobierno de Dilma Rousseff un período caracterizado por una declinación relativa al período correspondiente a los dos mandatos de Lula Da Silva, cuando se lidiaba con el concepto de ascenso. Con esta afirmación se hace referencia a la “declinación sistémica”, que Brasil comenzó a sufrir a partir del año 2011. Dicha retracción obedece a factores domésticos como la baja innovación y la baja competitividad de los sistemas productivos y de servicios – excepto el agronegocios yel agravamiento de los resultados en las cuentas externas. 
A estas variables económicas, debemos sumar la importancia que tuvo la variable política “individual” para explicar en fenómeno en cuestión. Dilma Rousseff, a diferencia de su predecesor, tuvo en su primer mandato una menor propensión a ocuparse de los asuntos de política exterior. A su vez, otro de los aspectos institucionales que influyeron de forma negativa para un mayor dinamismo de Rousseff en la agenda internacional se vinculó con la menor sintonía política relativa con Itamaraty. Cabe recordar, que Celso Amorim fue una pieza clave en la política exterior de los primeros dos gobiernos del PT al compartir una afinidad personal y política con Lula Da Silva. El vínculo (y confianza) que supo tener Lula con Amorim no fue la misma que entabló Dilma Rousseff con sus dos Ministros de Relaciones Exteriores, Antonio Patriota y Luiz Alberto Figuieredo. Por ejemplo, con Patriota la relación estuvo atravesada por distintos episodios de tensión (los contrapuntos por la posición a adoptar por la destitución del Presidente Lugo en Paraguay en septiembre de 2012) que culminaron con el pedido de renuncia de la mandataria brasileña ante la desprolija salida del Senador boliviano Roger Pinto Molina de la embajada de Brasil en La Paz hacia Brasilia.
Otro de los aspectos al interior de la política exterior de Brasil que explican la retracción relativa en el vínculo con Argentina se vincula al espacio geográfico predilecto donde se ancló la inserción en el mundo. Bajo la administración Rousseff, América del Sur perdió peso en nombre de la actuación en los marcos del sur global.
Por último, y plenamente relacionado, otro elemento doméstico que tiene fuerte peso explicativo obedeció al paulatino desplazamiento de un grupo que por fuera de la corporación diplomática tuvo importante injerencia en las decisiones sobre la política regional, nos referimos a la denominada “tradición progresista”. Dicha corriente es integrada por académicos e intelectuales vinculados al Partido de los Trabajadores y tiene una visión marcadamente política sobre la integración, la cual se debe sustentar en la participación de la sociedad civil y bajo principios morales como el de la solidaridad y fraternidad. La figura más influyente ha sido Marco Aurelio Garcia quien se desempeña desde el año 2003 como un Asesor Presidencial para Asuntos Exteriores. En los últimos años de gobierno de Rousseff, dicha figura tuvo un perfil mucho más bajo que durante los gobiernos de Lula Da Silva.
ARGENTINA: REGRESO DE LA RESTRICCIÓN EXTERNA Y GIRO HACIA CHINA
A partir del año 2009 la economía argentina comienza a evidenciar desajustes en su política macroeconómica que, sumado al contexto internacional restrictivo, dieron como resultado la reaparición del fantasma de la restricción externa. En la segunda década del siglo XXI, los dólares provenientes del complejo sojero exportador no fueron suficientes para generar un superávit de la balanza de pagos, situación agravada por la (auto) exclusión de Argentina de la globalización financiera desde la crisis del 2001. Las restricciones comerciales no solo afectaron el canal comercial, sino también perjudicó a las empresas brasileñas radicadas en la Argentina.
La situación interna de la Argentina fortaleció las posturas más adversas al interior de Brasil con respecto a la política hacia la Buenos Aires. El ex embajador de Brasil ante el MERCOSUR, Regis Arslanian (2013) reclamó al gobierno de Roussef el fin de la “paciencia estratégica” y la aplicación de retaliaciones dado que era inconcebible la no aplicación de un trato diferencial a los productos brasileños. De forma paralela, al interior de la clase política argentina comenzaron a surgir dudas sobre la verdadera vocación de Brasil de integrar a la Argentina a su proyecto económico e internacional y de la benevolencia de su liderazgo.
Ante el –doble- escenario de restricción externa y de obstáculos en la relación con Brasil, la política exterior argentina comenzó a ensayar un mayor acercamiento hacia China. Si la “complementariedad comercial” fue el pilar de la relación de Argentina y China a comienzos del siglo XXI, la reciente decisión de Pekín de hacer valer internacionalmente su rol de gran acreedor internacional se ensambló con las necesidades económicas de la Argentina provocando una intensificación en el vínculo.
Desde el 2014 se hace cada vez más notorio como las relaciones internacionales de Argentina comienzan a tener una mayor complejidad dado que dejan de estar estructuradas sobre el tradicional “triángulo” cuyos vértices eran los EEUU y Brasil, para dar lugar a la gestación de un “rombo” donde China se transforma en un nuevo y principal ángulo
VIGEVANI Y RAMANZINI – “Brasil en el centro de la integración. Los cambios internacionales y su influencia en la percepción brasileña de la integración” (2009)
Introducción 
Desde 1985, los esfuerzos de integración en el Cono Sur se insertaron en diferentes ambientes internacionales: evolucionaron desde los primeros intentos de perfil desarrollista hasta formas de regionalismo abierto inspiradas por el neoliberalismo, para pasar, actualmente, a nuevos intentos desarrollistas con algún grado de equidad, pero sin volver al proteccionismo del pasado.
En este artículo se buscará identificar los elementos de continuidad y cambio en el comportamiento brasileño –tanto del gobierno como de los empresarios y la sociedad civil– en relación con la integración regional y el Mercosur.
Las posiciones del Estado brasileño reflejaron –y aún reflejan– un interés real por la integración. Sin embargo, ese interés no está desvinculado del objetivo de garantizar mejores condiciones de inserción internacional para el país. De hecho, algunas de las ambigüedades brasileñas en relación con el Mercosur se explican por los dilemas y las contradicciones del mundo de la Posguerra Fría, marcado por las tensiones entre los intentos de hegemonía y los movimientos de descompresión sistémica. A diferencia de los países desarrollados, cuyos recursos de poder económico y militar les garantizan una clara influencia internacional, Brasil busca consolidar su proyección mundial mediante una intensa participación en los foros políticos y económicos regionales y multilaterales. Esa participación apunta, por un lado, a disminuir la vulnerabilidad del país y, por otro, a aumentar el propio poder, lo que Letícia Pinheiro denomina institucionalismo pragmático.
Continuidad y cambio en la posición de Brasil respecto del Mercosur
Durante buena parte del de la Guerra Fría, Brasil manifestó cierta resistencia a la consolidación de instituciones y regímenes internacionales, por considerar que congelarían la jerarquía de poder existente. Sin embargo, ya desde los 80, en el marco de la crisis de la deuda externa, el estancamiento económico y la inflación, un sector de las elites brasileñas comenzó a debatir el modelo de desarrollo del país. Fue así como, desde fines de los 80 y sobre todo desde inicios de los 90, ganó fuerza la percepción de que Brasil debería asumir una posición más participativa en las grandes cuestiones internacionales. Según la formulación de algunos diplomáticos e intelectuales brasileños, el nuevo enfoque que comenzó a guiar la posición internacional de Brasil fue la «autonomía por la participación», en contraste con la «autonomía por la distancia» del periodo bipolar.
A mediados de los 80, en el momento de la aproximación entre Brasil y Argentina, se produjo una sintonía entre la idea de integración regional, la alianza con Argentina y la preservación de los valores del universalismo y la autonomía. El regionalismo no disminuiría, sino que reforzaría el paradigma universalista de inserción internacional de Brasil y fortalecería su autonomía. En este proceso, fue importante la percepción del riesgo de aislamiento como consecuencia del fin de la Guerra Fría y el reconocimiento de que las debilidades internas de los países pueden atenuar sus posiciones externas. A partir de la llegadaal gobierno de Fernando Collor de Mello y Carlos Menem, ambos países se insertaron en un movimiento internacional de reformas liberalizadoras. Esto produjo un cambio en el perfil de la integración regional, que comenzó a descansar cada vez más en la apertura de los mercados. Con el correr del tiempo, las cuestiones del desarrollo fueron perdiendo peso, al tiempo que se atribuía cada vez más importancia a los flujos comerciales.
Desde 1996, cuando comenzaron a conjugarse los problemas comerciales específicos con ciertos desacuerdos sobre la inserción internacional del país, empezó a afianzarse la percepción de que el Mercosur podría limitar la capacidad universalista de Brasil, percepción especialmente presente en algunos sectores de la Federación de Industriales del Estado de San Pablo (Fiesp), la Confederación Nacional de la Industria y las entidades representativas del agrobusiness, junto con algunos importantes funcionarios y un sector de la prensa. Esta idea quedó reforzada por el avance de las negociaciones para la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (alca), el diálogo para el inicio de una nueva ronda en la OMC y el comienzo de la discusión sobre el grupo BRIC.
En este nuevo clima, la perspectiva de generar una mayor escala en términos económicos, lo que según algunos podía lograrse mediante el acceso a los mercados más importantes del mundo, llevó a retomar los conceptos de autonomía y universalismo, pero con un sentido restrictivo en relación con el Mercosur. La idea de que la integración regional y la alianza con Argentina podrían contribuir a preservar los valores del universalismo y la autonomía, tan extendida en la segunda mitad de los 80 e inicios de los 90, no desapareció, pero sí se debilitó notablemente. Se desplegaron nuevos y viejos argumentos: la dimensión reducida del mercado regional, la inestabilidad de los países que conforman el bloque, el potencial de atracción de los países ricos, particularmente de EEUU, y el sentimiento difuso de desconfianza que existe en la región en relación con Brasil. Sin embargo, el argumento más fuerte fue la necesidad de asegurar al gobierno la libertad de actuación en el sistema internacional.
Para Brasil, el Mercosur se presenta como un instrumento muy importante, pero siempre como un instrumento. La integración no es, para Brasil, un fin en sí mismo. El bloque tiene como objetivo la inserción internacional; desde el principio, la cuestión de la identidad no ocupa un lugar central.
El concepto de «autonomía por participación» evolucionó, durante el gobierno de Lula, hacia la idea de «autonomía por diversificación». Esto se refleja en la intensa participación de Brasil en diversas organizaciones internacionales, su rol en las misiones de paz organizadas por las Naciones Unidas (como en el caso de Haití), la búsqueda de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad y la articulación de coaliciones multilaterales como el G-20 comercial en la Ronda de Doha, el grupo IBSA con India y Sudáfrica y el grupo BRIC con Rusia, India y China.
Cambios internacionales y comercio: sus consecuencias en el Mercosur
Desde 1985, cuando se inició la aproximación entre Argentina y Brasil, o desde 1991, cuando se creó formalmente el Mercosur, la geografía política y económica internacional se ha modificado profundamente.
La reestructuración del poder mundial a partir del inicio del nuevo siglo18 y el fortalecimiento de las potencias emergentes –China, India, Rusia y Sudáfrica–, así como los cambios relativos a la distribución del comercio exterior brasileño, contribuyeron a que la integración regional adquiriera un peso relativamente menor en las percepciones de las elites brasileñas. Tanto desde la perspectiva liberal como desde la óptica nacional-desarrollista, el Mercosur continúa siendo importante como base de la política exterior brasileña. Sin embargo, el foco de intereses se está reorientando, y la acción empresarial y gubernamental se redirecciona en otros sentidos.
Los cambios ocurridos en el comercio exterior de Brasil confirman esta reorientación y permiten cuantificarla de manera precisa. Entre 1985 y 1998, la evolución del comercio intrabloque fue positiva. Las exportaciones de Brasil hacia los países que luego constituirían el Mercosur representaba 3,86% del total en 1985; en 1998 habían trepado a 17,37%. En el mismo periodo, las importaciones pasaron de 4,88% a 15,19%19. Además de la creciente importancia cuantitativa del comercio intrabloque, hay que señalar que la calidad de este es favorable a Brasil debido al importante lugar que ocupan dentro de él los productos y servicios con alto valor agregado
Por otro lado, al análisis del comercio exterior de Brasil refleja una fuerte diversificación de socios, sin concentrarse en ninguno de ellos. Revisando los flujos a largo plazo, como se percibe en el gráfico 1 de importaciones, la evolución más notable se dio en los provenientes de Asia. Entre 1989 y 2007, China pasó de 0,70% a 10,46% en el total de las importaciones de Brasil. Respecto a las exportaciones, el crecimiento fue de 1,83% a 6,69%. Todo esto genera, naturalmente, un fuerte impacto político. Es importante explicar el significado político de las relaciones con China, pues estas son importantes tanto económica como comercialmente para toda la región. Según Javier Vadell, el peso del país asiático en las inversiones y en el comercio de América del Sur modificó las expectativas de los países de la región.
La integración regional bajo la influencia de nuevas fuerzas políticas
En virtud de su base social original, el gobierno de Lula podría representar una mayor apertura a la integración regional. Sin embargo, el interés brasileño por consolidar el Mercosur no fue suficiente para garantizar la revitalización del bloque. Se lograron, por supuesto, posiciones comunes entre los dos gobiernos en casos específicos, como en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en 2005, cuando ambos líderes coincidieron en rechazar el avance de las negociaciones del alca. Pero en general no hubo esfuerzos más amplios de coordinación y convergencia.
En el gobierno de Lula se percibe cierta preocupación por los límites del formato de integración del Mercosur, pero esta no parece suficiente como para superar las debilidades estructurales. Como destaca Maria Regina Soares de Lima, la llegada al poder de gobiernos de izquierda no generó necesariamente alineamientos automáticos, pues esos mismos gobiernos tienden a ser más sensibles a la hora de atender las demandas de sus respectivas sociedades, independientemente del efecto que sus acciones puedan generar en los procesos de integración regional. Un ejemplo emblemático en ese sentido es la nacionalización de los hidrocarburos decidida por Evo Morales en mayo de 2006, que afectó intereses de Petrobras en ese país. Este episodio constituye un caso ejemplar que permite evaluar las posibilidades y los límites de una cooperación que parte de concepciones del mundo con alguna similitud: crítica a las desigualdades sociales, distancia de los centros de poder mundial e ideas genéricamente socialistas.
Como ya se señaló, la percepción brasileña de que las afinidades abrirían algunos caminos y promoverían la comprensión entre los socios comerciales no debe oscurecer el hecho de que la política exterior del país se orienta a partir de lo que se considera son sus intereses fundamentales. Los intereses son inherentes al Estado y juegan un papel crucial en la integración regional. No basta la voluntad política; es necesario desarrollar la capacidad de producir el fenómeno de spill over, la creación de intereses que confluyan en la integración. En caso contrario, prevalecerá la búsqueda de soluciones no cooperativas.
Conclusiones 
En general, un elemento permanente de la política exterior brasileña, en un mundo que atraviesa transformaciones significativas, ha sido la búsqueda de una cohesión mínima en el Mercosur, de modo que la integración pueda funcionar como plataforma para la inserción internacional del país.La oferta de beneficios puntuales a los socios menores –siempre vistos como insuficientes y en general considerados un resultado de las presiones ejercidas– fue una estrategia importante que marcó la forma de gestionar esa cohesión. Pero la posición brasileña parece haber alcanzado un límite, pues las necesidades de la integración son mayores que la capacidad de Brasil para ofrecer las contrapartidas exigidas por los socios. En ese sentido, a Brasil parece faltarle capacidad de paymaster, no en el sentido de ofrecer concesiones a reivindicaciones específicas, sino de una capacidad general para convertirse en el eje de una integración productiva moderna.
PARTE B: Las relaciones bilaterales de Argentina en América Latina: entre la integración y la diferenciación. Los vínculos con Chile, México y Venezuela.
Apuntes de clase
• La política regional argentina ha cambiado su prioridad. NO se abandonó la política latinoamericanista, pero se priorizó la sudamericanista. Apoyo incondicional al multilateralismo sudamericano (a diferencia del bilateralismo).
• Discurso sudamericanista, RETÓRICA + ACCIONES 
• Selectivismo bilateral. Se seleccionan actores. Se sobrevaloró la relación con Brasil, Chile y Venezuela y se subvaloró con Colombia, Paraguay, Uruguay y Perú.
¿Por qué se sudamericanizó la política regional?
MÉXICO: vínculo hibrido. La nueva política no lo incluía 
Vicente Fox
→ Buena relación comercial apoyada en el Acuerdo de Complementación Económica Nº IV de 1987 y que se mejoró en 2007.
→ Acuerdo de Complementación sobre automotores de 2003. Balanza superavitaria para Argentina e incremento del comercio bilateral.
→ Mala relación política sentada en la mala relación interpersonal entre Vicente Fox y Néstor. La buena relación económica escondía la mala relación política. Ésta se debía a la posible negociación de un TLC y las exigencias mexicanas.
→ Fuerte tensión en la IV Cumbre de las Américas, en tanto México presionaba a Argentina pata apoyar el ALCA.
Felipe Calderón 
→ Nueva etapa.
→ Acuerdo de Asociación Estratégica en 2007. NO se incrementó el vínculo y además se revirtió la balanza comercial. Cayó la exportación automotriz y aumentaron las importaciones. 
→ Descenso autosostenido del intercambio comercial.
→ Oportunidades notables desaprovechadas. Brasil si profundizó el vínculo. 
¿Por qué se concentró la relación con Brasil, Chile y Venezuela?
Chile
→ La Argentina del siglo XXI hereda un legado político y económico con Chile. Se resolvieron todos los problemas limítrofes y hubo un flujo inversor chileno muy importante en la Argentina. Comercio superavitario para nuestro país, como proveedor de gas. 
→ En 2005 se crea Cruz del Sur, una fuerza de paz combinada argentino-chilena dentro de las operaciones de paz de las Naciones Unidas.
→ Clima de integración. En 2009 se firmó el Tratado de Maipú.
→ Hubo golpes de tensión:
· Espionaje en el Consulado argentino en 2003.
· Dichos del canciller chileno sobre el gobierno argentino.
· Argentina cortó la provisión de gas sin previo aviso.
→ La relación nunca fue del todo mala ni del todo buena.
→ Para resolver la tensión siempre se impuso la diplomacia presidencial.
Venezuela
→ Icono de la autonomía heterodoxa frente a EEUU.
→ Alternativa frente a Brasil. Cuando Argentina se da cuenta del proyecto sudamericano de Brasil gira hacia Venezuela (2005).
→ En 2008 Venezuela empieza a depender de Brasil. Declive de Venezuela como potencia energética y fortalecimiento de Brasil como potencia regional.
¿Por qué NO se consideró a las no potencias sudamericanas?
→ Constituían un mercado interesante de casi 100 millones de habitantes.
→ Sin embargo, había problemas históricos:
· Con Perú por la Guerra del Cóndor entre Perú y Ecuador.
· Problemas interpersonales entre Néstor y Uribe.
· Problemas diplomáticos con Paraguay por Yaciretá y Uruguay por las pasteras.
→ Con Colombia y Perú los problemas se superaron. Sin embargo, las relaciones políticas no acompañaron las buenas relaciones económicas.
→ Con Uruguay y Paraguay fue diferente. China nos desplazó del mercado en Uruguay y Brasil del mercado en Paraguay. Argentina no reorientó el vínculo con los dos países, paradójicamente socios del Mercosur.
MIRANDA – “El trazo fino de las relaciones bilaterales de Argentina en Sudamérica” (2015)
En este siglo la preferencia de Argentina por Sudamérica fue una de las características de su relación con el mundo. Uno de los propósitos ha sido el de integrarse a la subregión para tener presencia internacional. En las relaciones bilaterales con los países sudamericanos hubo una contrariedad. Argentina sobrevaloró el vínculo con algunos de estos países y lo subvaloró con otros, lo cual puso de manifiesto que su política exterior en el subcontinente fue selectiva.
Introducción 
En este siglo la preferencia de Argentina por Sudamérica fue una de las características de su relación con el mundo. Uno de los motivos ha sido el de integrarse a la subregión para tener presencia internacional.
El vínculo con Brasil fue decisivo en la nueva configuración, cuyo objetivo principal era la integración. Por ejemplo, el compromiso de Argentina con el Mercosur fue una muestra más que evidente de aquél objetivo. Lo mismo se puede decir con respecto al aporte político que hizo Argentina a la formación de la Unasur. Detrás del apoyo irrestricto a estos procesos de integración regional, y a otros no propiamente sudamericanos, estaba presente la vocación neoinstitucionalista del gobierno argentino.
Curiosamente no extendió su objetivo por la integración regional hacia todo el arco de países sudamericanos. Argentina decidió privilegiar la integración regional a través de espacios multilaterales, y en menor medida mediante las relaciones bilaterales con los países sudamericanos. Pero estas relaciones bilaterales no tuvieron la misma intensidad para todos los países sudamericanos porque el gobierno argentino aplicó una política selectiva, lo cual significó sobrevalorar a algunos de estos países y subvalorar a otros.
Argentina, por la coyuntura y sus interlocutores, tuvo una intensa actividad internacional con Brasil, Chile y Venezuela, no así por ejemplo con Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay. Obviamente que la magnitud de Brasil era incomparable con la de cualquier otro país de la región, lo cual convertía a tal actor internacional en diferente y atractivo. No por magnitud pero si por necesidades comunes, Chile y Venezuela formaron parte del centro de las relaciones exteriores de Argentina. Pero en términos de integración, que ha sido una tendencia profunda de la política exterior argentina desde la redemocratización, también otros países sudamericanos fueron proporcionalmente importantes para consolidar esta tendencia, y sin embargo para ellos tal política impulsó solo una moderada actividad internacional.
La variable económica, principalmente comercial, jugó un papel primordial en la coyuntura de las relaciones bilaterales de Argentina con los países sudamericanos. En los casos en los cuales la actividad internacional fue intensa, la variable comercial se sostuvo gracias a las relaciones políticas, a excepción del vínculo con Chile en el que tales relaciones no fueron estables y debilitaron el intercambio económico, como luego analizaremos. Por su parte, en los casos en los cuales Argentina tuvo una moderada actividad internacional, la variable económico-comercial –a pesar de su creciente gravitación– no fue apuntalada sistemáticamente por las relaciones políticas.
Las alianzas 
La actividad internacional impulsada por Argentina con Brasil está enmarcada en un contexto de permisibilidad internacional. La cultura de amistad que ambos países supieron sostener favoreció a Argentina en sus relaciones internacionales, entre otras cosas, porque frente al mundo demostraba que la resolución de su situación financiera involucraba al ámbito sudamericano que podía ser víctima del efecto contagio. Asimismo destacamos que Argentina, por un lado se encolumnó detrás del diseño estratégico del proyecto sudamericanode Brasil, y por el otro subordinó su economía a la de su vecino para no solo escalar en el crecimiento, sino también para aumentar la capacidad exportadora de manufactura industrial.
Sin embargo, la alianza con Brasil no fue la única condición externa de Argentina para su permisibilidad internacional. Los lazos con Chile y Venezuela también fueron importantes. De la misma manera que Brasil, Chile tuvo mucho que ver con la economía argentina, en este caso a través de sus inversiones en industria y servicios, como así también mediante el intercambio comercial. En todo momento la balanza fue muy superavitaria para Argentina, y Chile se ubicó en el tercer lugar de los países que le compraban mercancías, después de Brasil y China. Eran vínculos estructurales heredados del pasado reciente de Argentina, los cuales le fueron beneficiosos en la primera década de la presente centuria.
Argentina no podía desatender las relaciones económicas con Brasil y Chile dada la situación en la que se encontraba en los primeros años de este siglo. Pero la atención sobre esas relaciones arrojó resultados diferentes. Por un lado Argentina, después de consolidarse económica e institucionalmente, no supo reestructurar la relación con Brasil para reducir el nivel de dependencia comercial que tenía con tal país, y de este modo evitar el costo de carácter político que significó acompañar el proyecto sudamericano impuesto por su vecino. Argentina no abandonó este cauce. Por otro lado, no percibió o no quiso percibir que Chile cada vez importaba menos productos argentinos y cada vez volcaba más sus capitales hacia Brasil. A pesar de haber privilegiado la integración con Brasil y Chile, el paso de los años de la primera década de este siglo, se puso en evidencia que Argentina sobrevaloró el vínculo con uno y lo subvaloró con otro. La relación bilateral con Chile claramente se fue diluyendo, sobre todo a partir de 2004, lo cual al gobierno argentino pareció no preocuparlo.
En cambio su inquietud estuvo puesta en el vínculo con Venezuela, lo cual se reflejó en la intensidad cobrada por la relación bilateral, que por otra parte fue inédita. Un vínculo que se acentuó a partir de 2005, y mediante el cual Venezuela se transformó en un socio económico y también político. La mayor parte de las importaciones venezolanas provenientes de Argentina estuvo concentrada en bienes industrializados, en manufactura basada en recursos naturales como en manufactura con tecnología media. Asimismo la relación con Venezuela fue providencial porque –entre otras cuestiones– este país compró bonos argentinos no negociables en el mercado mundial.
Por otra parte, Venezuela fue un socio político porque a pedido de Argentina accedió a formar parte del Mercosur, y porque la diplomacia presidencial de Hugo Chávez apoyó a Buenos Aires cuando la situación internacional lo ameritaba. A pesar de que Argentina no integró el Alba, ni suscribió el Socialismo del siglo XXI de Chávez, las relaciones interestatales entre ambos países se sostuvieron sobre la base de las relaciones interpersonales de Néstor Kirchner y Cristina Fernández con el líder bolivariano.
La combinación entre las necesidades de Argentina y las aspiraciones de Chávez para su proyecto antisistémico, fundamentó el crecimiento de la relación entre ambos países. En base a esta combinación, el gobierno argentino creyó que el lazo con Venezuela podía ser decisivo para que la política regional no quedara librada al liderazgo brasileño. Como Venezuela a partir de 2008 comenzó a depender cada vez más de Brasil, la mencionada expectativa terminó por desmoronarse.
Las diferencias con socios del Mercosur
Argentina no le prestó atención a las relaciones bilaterales con Paraguay y Uruguay, lo cual fue muy extraño tratándose de dos países que eran Estados Partes del Mercosur, como así también vecinos. Al mismo tiempo resultaba inexplicable la desatención en vista de que el comercio con Paraguay y Uruguay le había arrojado a Argentina un saldo favorable en el período 2000-2011.
Sin embargo, la participación argentina en las importaciones tanto de Paraguay como de Uruguay fue decreciente. Con Paraguay tal participación, entre 2000 y 2011, descendió del 24% al 14% del total de las importaciones de este país, mientras que China desplazó finalmente a Argentina del segundo lugar como proveedor de Uruguay. La caída exportadora de Argentina hacia Paraguay contrastó con el crecimiento de las ventas realizadas por China y Brasil a este país, los cuales pasaron a ser primero y segundo abastecedor del mercado paraguayo.
Las relaciones políticas con Paraguay y Uruguay no ayudaron a Argentina a frenar la disminución de su participación en el comercio exterior de ambos países. Con Paraguay hubo una relación distante entre 2000 y 2007 basada en el bajo perfil y la indiferencia mutua. Con la llegada de Fernando Lugo al gobierno en 2008, se inició una etapa de mayor acercamiento entre ambos países en el marco del interés regional que Paraguay había comenzado a promover con la presidencia de Nicanor Duarte Frutos. No obstante, la agenda bilateral estuvo cargada de cuestiones que de un modo u otro generaban tensión, como la parálisis de los trabajos en torno a la Hidrovía Paraguay-Paraná, el reparto equitativo de caudales del Río Pilcomayo y el tema de la deuda de Yacyretá y la prestación de sus servicios de electricidad, por citar algunas. El vacío que produjo Argentina al desatender su vínculo con Paraguay fue ocupado por Brasil. El mejor testimonio de la consolidación brasileño-paraguaya fue la Declaración Conjunta de julio de 2009, a través de la cual ambos países decidieron fomentar cadenas productivas, construir el poliducto Paranaguá-Asunción y aumentar el flujo de inversiones y de turistas, por mencionar algunos tópicos acordados.
Por otra parte, Argentina, si bien no tuvo una relación distante con Uruguay como la había tenido con Paraguay, la relación fue conflictiva y de mutua desconfianza. En cambio Brasil, del mismo modo que con Paraguay, estrechó su relación con Uruguay en materia de desarrollo comercial e inversiones logrando un mayor acercamiento a sus intereses, después de que este país tuvo una larga historia de “lógica pendular” entre sus dos únicos vecinos. Una de las controversias, de carácter intermitente, han sido las restricciones de Argentina al ingreso de productos uruguayos, sobre todo de los relacionados con el sector industrial del país oriental que, de manera indirecta, afectó las inversiones en el mismo. Pero la mayor controversia fue el conflicto ambiental por la puesta en funcionamiento en territorio uruguayo de la pastera Botnia.
Los que decidieron reactivar el vínculo político
Argentina tampoco le prestó atención a las relaciones bilaterales con Colombia y Perú, a pesar del importante crecimiento del intercambio comercial que experimentó con ambos países. Precisamente tal crecimiento fue independiente del curso de las relaciones políticas que Argentina tuvo con estos actores, puesto que estas relaciones durante varios años y por diferentes motivos, estuvieron lejos de ser buenas.
Con Colombia hubo una relación incómoda a nivel presidencial entre Kirchner y Álvaro Uribe. Tanto el fuerte acercamiento de Argentina a Venezuela, como el alineamiento de Colombia con Estados Unidos, formaron parte de un clima que osciló entre la indiferencia y la contrariedad. Ambos presidentes coincidieron –tácitamente– en no revertir tal clima. Distinta fue la situación con Perú, pues desde la guerra del Cenepa en 1995, hubo un distanciamiento provocado por Argentina al vender ilegalmente armas a Ecuador, episodio que Lima no pudo digerir. Este hecho trascendió lo circunstancial, y por dieciséis años perduró el malestar diplomático peruano.
Pero tanto Colombia como Perú decidieron modificar sus respectivas posiciones en torno al bilateralismo que tenían con Argentina en busca de una mayor cooperación entre ambos. Colombia lo hizo a partir del giro de política exterior impulsado por Juan Manuel Santos una vez que asumió

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