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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA Escritos 1976-1989 por Andrea Dworkin CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 2 CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 3 Para John CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 4 —No tarda mucho un terremoto en tragarse una ciudad —dijo la señora. — ¿Sabes, por ventura, cuánto tiempo es necesario para que se prepare un terremoto? —Bastante tiempo, me parece. —Pero cuando está preparado y se produce, reduce a polvo todo lo que encuentra. Y en la actualidad se está preparando, aunque nadie lo vea o lo oiga. Este es tu consuelo. Recuérdalo. Charles Dickens, Historia de dos Ciudades. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 5 Índice Introducción 6 I REAPROPIARSE DE LA NOCHE 9 La Mentira 10 La Noche y el Peligro 13 Pornografía y duelo 17 II PALABRAS 22 El Poder de las Palabras 23 Una escritora y la pornografía 26 Susannah Cibber 30 ¿La prensa de quién? ¿La libertad de quién? 33 Prefacio a la edición de bolsillo de Nuestra Sangre 38 Entrevista Nerviosa 44 Amar los Libros: Hombre/Mujer/Feminista 48 De luto por Tennessee Williams (1911-1983) 50 Cumbres Borrascosas 52 Viaje a la oscuridad: el de ella y el nuestro 65 III REAPROPIARSE DEL DÍA 71 Una Feminista Mira a Arabia Saudí 72 Una esposa golpeada sobrevive 74 Una Historia Verdadera y Común 79 Superioridad Biológica: la idea más peligrosa y mortal del mundo 81 Economía sexual: La terrible verdad 86 Mira, Dick, mira. Mira como Jane la chupa. 92 Feminismo: la agenda 97 Margaret Papandreou: Una Feminista Estadounidense en Grecia 110 Quiero una tregua de veinticuatro horas durante la cual no hayan violaciones 116 Violencia contra las mujeres: rompe el corazón y también los huesos 123 Prefacio de la edición británica de Mujeres de Derecha 133 IV EL NUEVO TERRORISMO 140 Pornografía: El Nuevo Terrorismo 141 Por qué la pornografía es importante para las feministas 146 El rol de la pornografía en la violencia sexual 148 La ACLU: La Carnada y el Engaño 151 CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 6 Por qué los supuestos hombres radicales aman y necesitan la pornografía 153 Para los Hombres, Libertad de Expresión; Para las Mujeres, Silencio Por Favor 158 Pornografía y supremacía masculina 161 Las abogadas y la pornografía 168 El silencio significa disentimiento 176 Contra el diluvio masculino: censura, pornografía e igualdad 180 La pornografía es una cuestión de derechos civiles 196 Carta de una Zona de Guerra 217 EPÍLOGO 228 El Feminismo Ahora 229 SEGUNDO EPÍLOGO 231 Lo que son realmente las agresiones 232 CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 7 Introducción HACE UN tiempo solía trabajar como asistente de la difunta poeta Muriel Rukeyser. Tipeaba bien, pero no era de respetar los márgenes y no me gustaba usar mayúsculas, por lo que no era muy útil para redactar cartas formales. No podía archivar porque nunca pude entender por qué algo debía ir bajo un encabezado y no otro, igualmente apto a mí entender. Cuando me dedicaba a entregar o recoger paquetes, usualmente manuscritos para Muriel, generalmente entablaba discusiones políticas o debates apasionados con quienquiera que abriera la puerta. Cuando iba a la biblioteca a hacer investigaciones para ella, recogía todo el material sobre el tema seleccionado, lo examinaba por completo y finalmente decidía que era demasiado aburrido y que ella no podría haber tenido eso en cuenta en lo absoluto y volvería con las manos vacías. Era la peor asistente de la historia mundial. Pero Muriel seguía manteniéndome cerca porque creía en mí como escritora. No importaba cuánto la cagara, tenía un trabajo, unas monedas en mis bolsillos, un lugar cálido al cual ir, almuerzo y cena, mientras que pudiera tolerarlo. Ella ya había decidido tolerarlo: creía en hacer lo que fuera necesario para lograr que una escritora talentosa (según ella) siguiera escribiendo. Creo que nunca me habría despedido. Hizo grandes sacrificios en su vida tanto por la política como por la escritura pero ninguna, sospecho, estaba ni cerca de tener la cualidad cómica de su insistente apoyo hacia mí. Por piedad (y culpa), finalmente renuncié. Muriel facilitó la primera fiesta de lanzamiento de mi libro, para celebrar la publicación de Woman Hating; y pensé que eso era todo —yo era una escritora (algo así como ser un arcángel) para siempre. Todo lo que intentó enseñarme no surtió efecto. Trató de hacerme entender que, para un escritor, la constancia importaba más que nada —ni el talento, ni la suerte; la constancia. Tenía que seguir escribiendo, no para hacer un primer intento brillante o distinguido o maravilloso sino para seguir adelante, para sobrepasar las dificultades. La constancia, diría ella, era la diferencia entre los escritores que importaban y los que no. Tuvo sus años difíciles. Espero que su historia algún día sea contada. Es una historia heroica. Ella sabía el costo de continuar escribiendo haciéndole frente a la pobreza, al ostracismo y especialmente, la trivialización. Sabía cuánto más complicado es ser una mujer. Sabía cuántas heridas y desolaciones una mujer tiene que sobrevivir —una podría estar ensangrentada y sumisa; pero sin embargo había que seguir escribiendo— a través de eso, a pesar de eso, por eso, alrededor de eso, en eso y debajo, maldición. Yo tenía veintiséis, veintisiete años. Me habían pasado muchas cosas en la vida pero escribiendo era inocente, como una idiota eufórica. Para mí, escribir era puro, mágico, la esencia de la integridad y el poder, incorruptible a las cosas malvadas o mundanas. Los libros eran luminosos, sagrados. Los escritores eran héroes de consciencia, intensidad y sinceridad. No tenía idea lo que significaba ser constante a lo largo del tiempo. No tenía idea lo difícil que era hacerlo. Ahora, a los cuarenta y uno, la verdad es que sigo siendo una tonta para escribir. Lo amo. Ahora sí sé lo difícil que es seguir adelante. Tal vez decir que nunca fui una escritora prudente sea subestimarlo. En algún sentido, soy incluso más imprudente ahora que cuando comencé porque ahora sé que cuesta y no me importa. He pagado mucho por escribir en lo que creo. En cierto nivel, sufro terriblemente por el desdén que muchos de mis trabajos han recibido. En otro, uno más profundo, me importa un carajo. Es esta indiferencia al dolor —que es real— que le permite a una seguir adelante. Una desarrolla una disciplina de guerrera o se detiene por completo. El dolor se vuelve irrelevante. Ser una escritora no es fácil ni incluso muy civilizado. No es una CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 8 indulgencia burguesa. No es el resultado natural de las buenas costumbres mezclado con inteligencia y filtrado a través del lenguaje. Es primitivo y apasionado. Los escritores se cuelan bajo las comodidades socialmente aceptadas, bajo las mentiras de las que la sociedad depende para mantener el status quo, los escritores se vuelven inflexibles, en busca de la verdad frente a la intimidación, sin ser obedientes ni diligentes. A ninguna sociedad le gusta y ninguna sociedad nos agradece. Pensamos que las democracias occidentales actuales son distintas pero estamos equivocados. La sociedad se moviliza para destruir al escritor que se amenaza o se opone a sus crueldades preferidas: en este caso, la dominación de los hombres sobre las mujeres. Me preguntaron mucho, tanto entrevistadores como mujeres que conocí en mis viajes para dar conferencias, qué es la valentía o cómo ser valiente. Usualmente, creo que la valentía es un tipo de estupidez, una incapacidad, una aterradora insensibilidad al dolor y el miedo. Losescritores necesitan este tipo de valentía. Los hombres machistas la romantizan. Yo creo que es una muerte parcial del alma. Estos son los ensayos y discursos, una entrevista ocasional o una reseña de un libro, que he escrito desde 1976 a 1987. Los escribí para comunicar y sobrevivir: como escritora y como mujer; para mí, las dos son una. Los escribí porque me importan la ecuanimidad y la justicia para las mujeres. Los escribí porque creo en dar testimonio, y he visto mucho. Los escribí porque hay gente herida y el daño tiene que cesar. Los escribí porque creo en la escritura, en su poder para corregir los errores, para cambiar cómo la gente ve y piensa las cosas, para cambiar lo que la gente sabe y cómo lo sabe, para cambiar cómo la gente actúa y el por qué. Los escribí con la convicción, pacífica en sus orígenes, de que una debe enfrentarse al poder con la verdad. Esta es la premisa básica de todo mi trabajo como feminista: activismo o escritura. Escribí estos artículos porque creo que las mujeres deben llevar a cabo una guerra contra el silencio: contra el silencio forzado socialmente; contra el silencio políticamente predestinado; contra el silencio económicamente coreografiado; contra el silencio creado por el dolor y la desesperanza del abuso sexual y el estatus de clase de segunda. Y escribí estos ensayos, dí estas charlas porque creo en la gente: que podemos rechazar la crueldad y abrazar la simple compasión de la igualdad social. No sé por qué creo en estas cosas; solo sé que creo en ellas y actúo en base a ellas. Cada pedazo de este libro es parte de mi propia guerra contra el silencio de las mujeres. Sólo cuatro piezas fueron publicadas en revistas populares con circulaciones decentes, no maravillosas: tres fueron publicadas en Ms., la última en 1983, y fue publicada en Mother Jones una década atrás. La mayoría de los ensayos y discursos fueron publicados en pequeños, efímeros periódicos, la mayoría de los cuales no ya no están en actividad. Tres de estos escritos fueron eventualmente publicados en la antología ampliamente distribuida Take Back the Night (Reapropiarse de la Noche). Siete de estas piezas nunca fueron publicadas; cuatro fueron publicadas en inglés pero nunca en los Estados Unidos; una "Letter from a War Zone" (Carta de una zona de guerra) fue publicada en alemán y noruego pero nunca en inglés; y dos (una en "Wuthering Heights" (Cumbres Borrascosas) y una en "Voyage in the Dark" (Viaje a la Oscuridad)) fueron escritas para esta colección. Ninguno de estos artículos, a pesar de los repetidos esfuerzos durante muchos años, fueron publicados en The Nation, The New Republic, The Progressive, The Village Voice, Inquiry, periódicos de la izquierda liberal que fingen ser foros independientes de debate radical y que han publicado despiadados artículos con despreciables e intencionadas tergiversaciones de lo que realmente creo o defiendo. Algunos de mis artículos fueron escritos como consecuencia de esos ataques —la mayoría fueron escritos en ambientes sociales creados por ellos— pero nunca me dieron el derecho a réplica. Ninguno de estos ensayos, a pesar de los CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 9 esfuerzos repetidos a lo largo de los años, fueron publicados en revistas que presumen independencia intelectual: por ejemplo, The Atlantic o Harper's. Y nunca tuve la posibilidad de publicar nada en la sección de opinión editorial de The New York Times, a pesar de que mi nombre fue atacado y mis políticas y mi trabajo fueron denunciados editorialmente tantas veces durante la última década que ya me desconcierta. Y nunca pude publicar en, por decir algo, Esquire o Vogue, dos revistas que publican ensayos sobre asuntos políticos, incluyendo la pornografía y que además pagan dinero de verdad. Tuve la posibilidad de viajar a través de Estados Unidos y Canadá para dar charlas. Si el trabajo realizado en este libro ha tenido alguna influencia, esa es la verdadera razón. Estos escritos y discursos presentan un punto de vista político, un análisis, información, argumentos, que son censurados en la prensa americana por la prensa americana para proteger pornógrafos y castigarme por pasarme de la raya. Soy, por supuesto, una escritora políticamente disidente pero debido a mi género, soy una escritora políticamente disidente de segunda clase. Eso significa que puedo ser borrada, difamada, ridiculizada de maneras violentas y con expresiones insultantes y que pueden impedirme hablar con mi propia voz fingiendo estar a favor de la libertad de expresión. También significa que cada estereotipo misógino puede ser invocado para justificar la exclusión, el castigo financiero, el menosprecio y el exilio forzoso del debate público. El hecho es que estos ensayos y charlas hablan por y para vastos números de mujeres condenadas al silencio por esa misma misoginia, esa misma santurronería sádica, esa misma cruel indiferencia a la dignidad humana y a los derechos humanos. Sé, por supuesto, que no se supone que deba seguir escribiendo. Se supone que debería desaparecer como escritora. Espero no hacerlo. Sé que otras personas comparten la misma esperanza; y aprovecho esta oportunidad para agradecerles por la ayuda que me brindaron durante la última década de tratar —como dije antes— de comunicar y sobrevivir, como escritora y como mujer; las dos son una para mí. Andrea Dworkin Ciudad de Nueva York Noviembre de 1987 CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 10 I REAPROPIARSE DE LA NOCHE En la leyenda está el alivio del enemigo, La pena es transformada en alegría, el duelo en vacación. En la vida, solo algo de esto es posible. —E.M. Broner, Un Tejido de Mujeres. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 11 La Mentira 1979 La Mentira fue escrita como un discurso y se impartió en un mitin el 20 de octubre de 1979 en Bryant Park, detrás de la formal y hermosa biblioteca pública principal de la ciudad de Nueva York. Este parque suele estar dominado por los traficantes de drogas. Junto con la biblioteca que se encuentra detrás, marcan el límite inferior de Times Square, la capital de abuso sexual de la América industrializada. 5000 personas, con una abrumadora mayoría de mujeres, habían marchado en Times Square en una manifestación organizada por Mujeres Contra la Pornografía y dirigida por Susan Brownmiller, Gloria Steinem y Bella Abzug, entre otras. La marcha había comenzado en Columbus Circle en West 59 Street, el límite más alto del área de Times Square, y el mitin en Bryant Park marcó su conclusión. Por primera vez, Times Square no pertenecía a los proxenetas; pertenecía a las mujeres, no a las mujeres lastimadas y explotadas con fines de lucro sino a las mujeres orgullosas y triunfantes. La marcha notificó a los pornógrafos que las masas de mujeres podían levantarse y detener el tráfico organizado de mujeres y niñas, que era la actividad habitual en esas calles tan mezquinas. Las feministas dominaron el terreno pero no lo retuvieron. EXISTE UN mismo mensaje básico en todos los tipos pornografía provenientes del fango que vemos a nuestro alrededor, desde la pseudoartística y pretenciosa pornografía que los intelectuales llaman erótica, al clandestino porno infantil, hasta el pulido y satinado porno de las revistas de entretenimiento para hombres. El único mensaje que se transmite en toda la pornografía todo el tiempo es este: ella lo quiere; ella quiere ser golpeada; ella quiere ser forzada; ella quiere ser violada; ella quiere ser brutalizada; ella quiere ser lastimada. Esta es la premisa, el principio principal, de toda pornografía. Ella quiere que se le hagan estas cosas despreciables. A ella le gusta esto. A ella le gusta que la golpeen, a ella le gusta que la lastimen y a ella le gusta ser forzada. Mientras tanto, en todoel país, las mujeres y las niñas son violadas, golpeadas, forzadas, brutalizadas y heridas. La policía cree que lo querían. La mayoría de las personas a su alrededor creen que lo querían. "¿Y tú qué hiciste para provocarlo?", se le pregunta una y otra vez a la esposa golpeada cuando finalmente se atreve a pedir ayuda o protección. "¿Te gustó?", pregunta la policía a la víctima de violación. "Admite que algo en tí lo deseaba", insiste el psiquiatra. "Fue la energía que irradiabas", dice el gurú. Los hombres adultos afirman que sus propias hijas de ocho o diez o trece años los llevaron a eso. La creencia es que la mujer quiere ser lastimada. La creencia es que a la mujer le gusta ser forzada. La prueba de que lo quiere está en todas partes: en la forma en que se viste; en la forma en que camina; en la forma en la que habla; en la forma en que se sienta; en la forma en que se para; en que ella estaba fuera de casa después del anochecer; en que ella invitó a un amigo varón a su casa; en que ella saludó a un vecino varón; en que ella abrió la puerta; en que ella miró a un hombre; en que un hombre le preguntó qué hora era y ella le respondió; en que ella se sentó en el regazo de su padre; en que ella le hizo una pregunta a su padre sobre sexo; en que ella se subió a un automóvil con un hombre; en que ella se subió a un automóvil con el padre de su mejor CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 12 amiga, su tío o su maestro; en que ella flirteaba; en que ella se casó; en que ella tuvo sexo una vez con un hombre y dijo que no la siguiente vez; en que ella no es virgen; en que ella habla con los hombres; en que ella habla con su padre; en que ella fue al cine sola; en que ella caminaba sola; en que ella fue de compras sola; en que ella sonrió; en que ella está sola en casa, dormida, el hombre irrumpe, y aun así, se pregunta: "¿Te gustó? ¿Dejaste la ventana abierta esperando que alguien apareciera? ¿Siempre duermes sin ropa? ¿Tuviste un orgasmo?” Su cuerpo está magullado, está desgarrado y herido, y aún persiste la pregunta: ¿Lo provocaste? ¿Te gustó? ¿Es esto lo que realmente querías todo el tiempo? ¿Es esto lo que estabas esperando, deseando y soñando? Sigues diciendo que no. Intenta probar que no. ¿Esos moretones? A las mujeres les gusta un poco ser maltratadas. ¿Qué hiciste tú para llevarlo a eso? ¿Cómo lo provocaste? ¿Te gustó? Un novio o un esposo o los padres, o incluso a veces una novia creerán que ella podría haber luchado contra él —si realmente hubiera querido. Ella debió haberlo deseado realmente —si sucedió. ¿Qué era lo que ella quería? Quería la fuerza, el daño, el dolor, la humillación. ¿Por qué lo quería? Porque es mujer y las mujeres siempre lo provocan, siempre lo quieren, siempre les gusta. ¿Y cómo saben todas las personas cuya opinión importa que las mujeres quieren ser forzadas, heridas y maltratadas? La pornografía lo dice. Durante siglos, los hombres han consumido pornografía en secreto —sí, los abogados y los legisladores y los médicos y los artistas y los escritores y los científicos y los teólogos y filósofos. Y durante estos mismos siglos, las mujeres no han consumido pornografía y las mujeres no han sido abogadas y legisladoras y doctoras y artistas y escritoras y científicas y teólogas y filósofas. Los hombres creen en la pornografía, en la que las mujeres siempre lo quieren. Los hombres creen en la pornografía, en la que las mujeres se resisten y dicen no solo para que los hombres las obliguen y usen más y más fuerza y más y más brutalidad. Al día de hoy, los hombres creen en la pornografía y los hombres no creen en las mujeres que dicen que no. Algunas personas dicen que la pornografía es sólo fantasía. ¿Qué parte de ella es fantasía? Las mujeres son golpeadas y violadas y forzadas y azotadas y mantenidas cautivas. La violencia representada es verdadera. Los actos de violencia representados en la pornografía son actos reales cometidos contra mujeres reales y niñas reales. La fantasía es que las mujeres quieren ser abusadas. Y así es que hoy estamos aquí para explicarles con calma —para gritar, clamar, vociferar, rugir— que las mujeres no lo queremos, ni hoy, ni mañana, ni ayer. Nunca lo querremos y nunca lo hemos deseado. La prostituta no quiere ser forzada y lastimada. La ama de casa no quiere ser forzada y lastimada. La lesbiana no quiere ser forzada y lastimada. La joven no quiere ser forzada y lastimada. Y porque en todo el país, a diario, miles de mujeres y niñas están siendo brutalizadas —y esto no es una fantasía— todos los días las mujeres y las niñas son violadas, golpeadas y forzadas —nunca volveremos a aceptar ninguna representación de nosotras que tenga como su principio principal, su primera premisa, que queremos ser maltratadas, que disfrutamos ser lastimadas, que nos gusta ser forzadas. Por esto es que lucharemos contra la pornografía donde la encontremos; y lucharemos contra quienes la justifiquen y contra quienes la hacen y contra quienes la compran y la utilizan. Y no se equivoquen: este movimiento contra la pornografía es un movimiento contra el silencio —el silencio de las verdaderas víctimas. Y este movimiento contra la pornografía es un movimiento para la palabra —la palabra de quienes han sido CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 13 silenciadas por la fuerza sexual, la palabra de las mujeres y las niñas. Y nunca, nunca volveremos a ser silenciadas. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 14 La Noche y el Peligro 1979 La noche y el peligro fue escrito como un discurso de Reapropiarse de la Noche. En New Haven, Connecticut, 2000 mujeres marcharon. Las prostitutas callejeras se unieron a la marcha y las ancianas de las residencias de ancianos salieron a los balcones con velas encendidas. En Old Dominion, Virginia, negros y blancos, mujeres y hombres, gays y heterosexuales, cientos, se unieron en la primera marcha política que se realizó en Old Dominion, un bastión oligarca y conservador, como su nombre lo indica. La gente marchó catorce millas, como si no quisieran perder un camino, bajo la amenaza de perder sus empleos y de la represión policial. En Calgary, Canadá, las mujeres fueron arrestadas por manifestarse sin permiso, la ironía de que una marcha es la forma más segura (a pesar de las detenciones) para que las mujeres salgan por la noche pasó inadvertida para la policía, pero no para las mujeres. En Los Ángeles, California, el extremo final de una cola de 2000 mujeres que caminaban en doble fila por las aceras fue atacado por hombres en autos. No sé cuántas veces di este discurso, pero al hacerlo he visto América del Norte y he conocido a algunas de las personas más valientes. La noche y el peligro nunca se ha publicado antes. UNA MARCHA PARA REAPROPIARSE DE LA NOCHE va directamente a nuestro núcleo emocional. Se supone que las mujeres tememos especialmente la noche. La noche promete daño a las mujeres. El hecho de que una mujer camine por la calle de noche no es solo arriesgarse al abuso, sino también —según los valores de la dominación masculina — pedirlo. La mujer que transgrede los límites de la noche es una proscrita que rompe una regla elemental de comportamiento civilizado: una mujer decente no sale —ciertamente no sola, ciertamente no sólo con otras mujeres— por la noche. Se piensa que una mujer en la noche, sin correa, es una zorra o una perra engreída que no conoce su lugar. Los policías de la noche —violadores y otros hombres merodeadores— tienen el derecho de hacer cumplir las leyes de la noche: acechar a la mujer y castigarla. Todas hemos sido perseguidas, y muchas de nosotras hemos sido atrapadas. Una mujer que conoce las reglas de la sociedad civilizada sabe que debe esconderse de la noche. Pero incluso cuando la mujer, como una buena chica, se encierra, la noche amenaza con entrometerse. Afuera estánlos depredadores que se treparán por las ventanas, bajarán por las tuberías de desagüe, abrirán las cerraduras, descenderán por los tragaluces y traerán la noche con ellos. Estos depredadores son romantizados, por ejemplo, en películas de vampiros. Los depredadores se convierten en niebla y se curvan a través de grietas apenas visibles. Traen consigo el sexo y la muerte. Sus víctimas retroceden, resisten el sexo, resisten la muerte, hasta que, superadas por la emoción de todo, abren sus piernas, descubren sus cuellos y se enamoran. Una vez que la víctima se haya sometido por completo, la noche ya no tendrá más terror, porque la víctima estará muerta. Es muy encantadora, muy femenina y muy muerta. Esta es la esencia del llamado romance, que es una violación adornada con una apariencia significativa. La noche es el momento del romance. Los hombres, como sus vampiros adorados, van a cortejar. Los hombres, como los vampiros, cazan. La licencia que les permite noche, mal llamada romance, y el romance se reduce a la violación: entrada CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 15 forzada al domicilio, que a veces es el hogar, pero que siempre es el cuerpo y lo que algunos llaman el alma. La hembra está sola y/o dormida. El macho bebe de ella hasta que está saciado o hasta que ella muere. Las flores tradicionales del cortejo son las flores tradicionales de la tumba, que se entregan a la víctima antes del asesinato. El cadáver se viste, se arregla y se acuesta, se viola ritualmente y se consagra a una eternidad de uso. Todas las distinciones de voluntad y personalidad se eliminan y se supone que debemos creer que la noche, no el violador, hace la supresión. Los hombres usan la noche para borrarnos. Fue Casanova, a quien los hombres consideran una autoridad, quien escribió que "con la luz apagada, todas las mujeres son iguales". 1 La aniquilación de la personalidad de una mujer, individualidad, voluntad, carácter, es un requisito previo para la sexualidad masculina, por lo que la noche es el momento sagrado de la celebración sexual masculina porque es oscura y en la oscuridad es más fácil no verla: no ver quién es ella. La sexualidad masculina, ebria por su intrínseco desprecio por toda vida, pero especialmente por las vidas femeninas, puede correr de forma salvaje, cazar a las víctimas al azar, usar la oscuridad para cubrirse, encontrar en el consuelo oscuro, la sanción y el santuario. La noche es mágica para los hombres. Buscan prostitutas y ligues por la noche. Hacen su mal llamado “hacer el amor” en la noche. Se emborrachan y recorren las calles en manadas por la noche. Se follan a sus esposas por la noche. Tienen sus fiestas de fraternidad por la noche. Ellos cometen sus mal llamadas seducciones por la noche. Se visten de sábanas blancas y queman cruces por la noche. La infame Noche de Cristal, cuando los nazis alemanes incendiaron y destrozaron las ventanas de las tiendas y casas judías de toda Alemania —la Noche de Cristal, que lleva el nombre de los vidrios rotos que cubrían Alemania cuando la noche había terminado— la Noche de Cristal, cuando los nazis golpearon o mataron a todos los judíos que pudieron encontrar, a todos los judíos que no se habían encerrado de forma lo suficientemente segura — la Noche de Cristal que anunciaba la matanza por venir— es la noche emblemática. Los valores del día se convierten en las obsesiones de la noche. Cualquier grupo odiado teme la noche, porque en la noche todos los despreciados son tratados como las mujeres son tratadas: como presas, para ser golpeadas o asesinadas o violadas sexualmente. Tememos a la noche porque los hombres se vuelven más peligrosos en la noche. En los Estados Unidos, con su carácter claramente racista, el miedo a la oscuridad se manipula, a menudo de manera subliminal, en el miedo a los negros, en particular a los hombres negros, de modo que la asociación tradicional entre la violación y los hombres negros que es nuestra herencia nacional esté reforzada. En este contexto, las imágenes de la noche negra sugieren que lo negro es inherentemente peligroso. En este contexto, la asociación de la noche, los hombres negros y la violación se convierte en un artículo de fe. La noche, el momento del sexo, se convierte también en el momento de la raza —el miedo racial y el odio racial. El hombre negro en el Sur, cazado por la noche para ser castrado y/o linchado, se convierte en el Estados Unidos racista, en el portador del peligro, el portador de la violación. El uso de los tipos raciales despreciados, como chivo expiatorio, como una figura simbólica que encarna la sexualidad de todos los hombres, es una estrategia común entre hombres y supremacistas. Hitler hizo lo mismo con el varón judío. En la zona urbana de los Estados Unidos, la población de prostitutas está desproporcionadamente formada por mujeres negras, caminantes callejeras que habitan la noche, figuras femeninas prototípicas, de nuevo chivos expiatorios, símbolos que llevan la carga de la sexualidad 1 Giacomo Casanova, Historia de mi Vida, transcripción. Willard R. Trask (New York: Harcourt Brace Jovanovich, 1971), Vol. 11, p. 15. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 16 femenina definida por el hombre, de la mujer como mercancía. Y así, entre las mujeres, la noche es la época del sexo y también de la raza: la explotación racial y la explotación sexual están fusionadas, son indivisibles. Noche y negro: sexo y raza: se culpa a los hombres negros por lo que hacen todos los hombres; las mujeres negras se usan como todas las mujeres, pero son castigadas singular e intensamente por la ley y las costumbres sociales; y para desenredar este nudo cruel, una parte de todas y cada una de las noches, tendremos que reapropiarnos de la noche para que no pueda ser usada para destruirnos por raza o por sexo. La noche significa, para todas las mujeres, una elección: peligro o confinamiento. El confinamiento también suele ser peligroso: las mujeres golpeadas están confinadas, una mujer violada en el matrimonio es probable que sea violada en su propia casa. Pero en el confinamiento, se nos promete una disminución del peligro, y en el confinamiento tratamos de evitar el peligro. La historia de las mujeres ha sido la del confinamiento: limitación física, atadura, movimiento prohibido, acción castigada. Ahora, de nuevo, dondequiera que giremos, los pies de las mujeres están atados. Una mujer atada es el emblema literal de nuestra condición, y hacia cualquier lugar que miremos, vemos celebrada nuestra condición: mujeres en bondage, atadas y amarradas. El actor George Hamilton, uno de los nuevos Conde Drácula, afirma que "[la] mujer fantasea con un extraño oscuro que la atormenta. Las mujeres no tienen fantasías sobre marchar con Vanessa Redgrave". 2 No parece darse cuenta de eso. Tenemos fantasías sobre Vanessa Redgrave marchando con nosotras. La celebración erótica de las mujeres en bondage es la religión de nuestro tiempo; y la literatura sagrada y las películas de culto, como los pies atados, están en todas partes. El significado del bondage es que prohíbe la libertad de movimiento. Hannah Arendt escribió que "de todas las libertades específicas que pueden venir a nuestra mente cuando escuchamos la palabra 'libertad', 'libertad de movimiento' es históricamente la más antigua y también la más elemental. Poder partir hacia donde queramos es el gesto prototípico de ser libre, ya que la limitación de la libertad de movimiento ha sido desde tiempos inmemoriales la condición previa para la esclavitud. La libertad de movimiento es también una condición indispensable para la acción, y es en la acción que los hombres experimentan principalmente la libertad en el mundo". 3 La verdad es que los hombres sí experimentan la libertad de movimiento y la libertad enacción y que las mujeres no. Debemos reconocer que la libertad de movimiento es una condición previa para la libertad de cualquier otra cosa. Viene en importancia antes de la libertad de expresión porque, sin ella, la libertad de expresión no puede existir. Entonces, cuando las mujeres luchamos por la libertad, debemos comenzar por el principio y luchar por la libertad de movimiento, que no hemos tenido y ahora no tenemos. En la realidad, no se nos permite salir después del anochecer. En algunas partes del mundo, a las mujeres no se les permite salir, pero a nosotras, en esta democracia ejemplar, se nos permite deambular, medio lisiadas, durante el día, y por esto, por supuesto, debemos estar agradecidas. Especialmente debemos estar agradecidas porque los trabajos y la seguridad dependen de la expresión de gratitud a través de la alegre conformidad, la dulce pasividad y la sumisión artísticamente diseñada para satisfacer los gustos particulares de los hombres que debemos complacer. Debemos estar agradecidas —a menos que estemos preparadas para resistir el confinamiento— para resistirnos a ser encerradas y amarradas —a resistirnos a ser atadas y amordazadas y usadas y secuestradas y atrapadas y 2 Jean Cox Penn and Jill Barber, "Los Nuevos Dráculas se convierten en los Símbolos Sexuales más Pervertidos de la Historia", Us, Vol. Ill, No. 7, p. 27. 3 Hannah Arendt, Los Hombres en Épocas Oscuras, (New York: Harcourt, Brace & World, Inc., 1968), p. 9. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 17 conquistadas y poseídas y engalanadas como muñecas que tienen que ser liquidadas en un mostrador para poder movernos en absoluto. Debemos estar agradecidas —a menos que estemos preparadas para resistir las imágenes de mujeres atadas, humilladas y usadas. Debemos estar agradecidas a menos que estemos preparadas para exigir —no, tomar— la libertad de movimiento para nosotras mismas porque sabemos que es una condición previa para cualquier otra libertad que debemos desear si queremos la libertad en absoluto. Debemos estar agradecidas —a menos que estemos dispuestas a decir con las Tres Marías de Portugal: "Basta. Es hora de llorar: Basta. Y de formar una barricada con nuestros cuerpos". 4 Creo que hemos estado agradecidas por los pequeños favores de los hombres por el tiempo suficiente. Creo que estamos hartas de estar agradecidas. Es como si nos viéramos obligadas a jugar a la ruleta rusa; cada noche, una pistola se coloca contra nuestras sienes. Cada día, estamos extrañamente agradecidos de estar vivas. Cada día olvidamos que una noche será nuestro turno, el azar ya no será aleatorio sino específico y personal, seré yo o serán ustedes o será alguien a quien amamos quizás más de lo que nos amamos a nosotras mismas. Cada día olvidamos que intercambiamos todo lo que tenemos y no obtenemos casi nada a cambio. Todos los días nos esforzamos, y cada noche nos volvemos cautivas o proscritas —y es probable que nos lastimen de cualquier manera. Es hora de gritar "Basta", pero no es suficiente gritar "Basta". Debemos usar nuestros cuerpos para decir "Basta" —debemos formar una barricada con nuestros cuerpos, pero la barricada debe moverse a medida que el océano se mueve y ser formidable como el océano es formidable. Debemos utilizar nuestra fuerza colectiva, pasión y resistencia para recuperar esta noche y todas las noches para que la vida valga la pena y la dignidad humana sea una realidad. Lo que hacemos aquí esta noche es tan simple, tan difícil y tan importante. 4 María Isabel Barreno, María Teresa Horta, and María Velhoda Costa, Las Tres Marías: Nuevas Cartas Portuguesas, transcripción, Helen R. Lane (New York: Bantam Books, 1976), p. 275. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 18 Pornografía y duelo 1977 Pornografía y Duelo fue escrito como discurso para una marcha para Reapropiarse de la Noche que fue parte de la primera conferencia feminista sobre pornografía en San Francisco, Estados Unidos, en Noviembre de 1978. Fue organizada por la ahora difunta Mujeres en Contra de la Violencia en la Pornografía y en los Medios (WAVPM por sus siglas en inglés), más de 5000 mujeres de 30 estados participamos y cerramos el distrito pornográfico de San Francisco por una noche. Dominamos el terreno pero no lo retuvimos. BUSQUÉ qué decir aquí hoy que fuese diferente a lo que voy a decir. Quería venir aquí, militante y orgullosa y loca de furia. Pero encuentro más y más que la furia es una sombra pálida al lado del duelo que siento. Si una mujer tiene alguna sensación de su propio valor, mirar pornografía en pequeños segmentos y pedazos puede llevarla a una rabia útil. Estudiar la pornografía en cantidad y profundidad, como vengo haciendo por más meses de los que puedo recordar, convertirá a esa misma mujer en una doliente. La pornografía en sí misma es vil. Caracterizarla de cualquier otra forma sería mentir. Ninguna parva de intelectualismo y sofisticaciones masculinas puede cambiar o esconder ese simple hecho. Georges Bataille, un filósofo de la pornografía (a la cual llama “erotismo”), lo pone de manera clara: “En esencia, el dominio del erotismo es el dominio de la violencia, de la violación” 5 . El señor Bataille, a diferencia de muchos de sus pares, es lo suficientemente bueno como para hacer explícito que la idea es violar a la mujer. Usar el lenguaje de los grandes eufemismos es tan popular entre los intelectuales varones que escriben sobre el tema de la pornografía, Bataille nos informa que “El lado pasivo femenino es esencialmente el que es disuelto como entidad separada” 6 . Ser “disueltas” —por cualquier medio que sea necesario— es el rol de las mujeres en la pornografía. Los grandes científicos y filósofos de la sexualidad, incluidos Kinsey, Havelock Ellis, Wilhelm Reich, y Freud, sostuvieron esta visión de nuestro propósito y destino. Los grandes escritores usan el lenguaje en formas más o menos hermosas para crearnos en fragmentos de su interés, semi “disueltas” por así decirlo, y luego proceden a “disolvernos” del todo, por los medios que fuesen necesarios. Los biografistas de los grandes artistas celebran las atrocidades de la vida real que esos hombres han cometido en contra de nosotras, como si esas atrocidades fuesen centrales en la creación del arte. Y en la historia, como los hombres la han vivido, nos han “disuelto” por cualquier medio que sea necesario. El rebanado de nuestras pieles y el traqueteo de nuestros huesos son las fuentes energizantes del arte y la ciencia definidos por los hombres, como son el contenido esencial de la pornografía. La experiencia visceral del odio a las mujeres que literalmente no conoce límites me ha dejado más allá de la furia y más allá de las lágrimas; solo puedo hablarles desde el duelo. Todas esperamos que el mundo sea diferente de lo que es, ¿no es así? No importa qué carencia material o emocional hayamos experimentado como niñas o como 5 Bataille, Muerte y Sensualidad (New York: BallantineBooks, Inc., 1969), p. 10. 6 Bataille, Muerte y Sensualidad, p. 11 CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 19 adultas, no importa qué entendimos de la historia o de los testimonios de personas vivientes sobre cómo sufre la gente y por qué, todas creímos, en privado, en la posibilidad humana. Algunas de nosotras creímos en el arte, o la literatura, o la música, o la religión, o la revolución, o en los niños, o en el potencial reivindicante del erotismo o el afecto. No importa lo que sabíamos de la crueldad, todas creímos en la amabilidad; y no importa lo que sabíamos del odio, todas creímos en la amistad o el amor. Ni una de nosotras podría haber imaginado o habría creído los hechos simples de la vida tal ycomo han llegado a nuestro conocimiento: la rapacidad de la codicia de los hombres por la dominación; la malignidad de la supremacía masculina; el desprecio virulento por las mujeres que es la base de la cultura en la cual vivimos. El Movimiento de Mujeres nos ha forzado a todas a enfrentar los hechos, pero no importa cuán valientes y lúcidas seamos, no importa cuán dispuestas u obligadas estemos a ver la realidad sin romance o ilusión, estamos simplemente abrumadas por el odio del hombre a nuestra clase, por su morbilidad, su compulsión, su obsesión, su celebración de sí mismo en cada detalle de la vida y la cultura. Pensamos que hemos descifrado este odio de una vez y por todas, hemos visto su espectacular crueldad, hemos aprendido cada secreto, nos hemos acostumbrado a él y lo hemos superado, u organizado en su contra para estar protegidas de sus peores excesos. Pensamos que sabemos todo lo que hay por saber sobre lo que los varones le hacen a las mujeres, incluso si no podemos imaginar por qué ellos hacen lo que hacen, y entonces algo sucede que simplemente nos vuelve locas, nos saca de quicio, y volvemos a estar encarceladas como animales enjaulados en la realidad anestesiante del control masculino, la venganza de los hombres contra quién sabe qué, el odio de los hombres hacia nuestro propio ser. Una puede saber todo y aún así no imaginar los videos snuff 7 . Una puede saber todo y aún así estar conmocionada y aterrorizada cuando un hombre que intentó hacer videos snuff es liberado, a pesar del testimonio de las agentes encubiertas a quienes quiso torturar, asesinar y por supuesto, filmar. Una puede saber todo y aun así estar aturdida y paralizada cuando una conoce a una niña que está siendo continuamente violada por su padre o algún pariente cercano masculino. Una puede saber todo y aún así reducirse a balbucear como una idiota cuando una mujer es procesada por intentar abortar por sí sola con agujas de tejer, o cuando una mujer es encarcelada por matar a un hombre que la ha violado o torturado, o la está violando y torturando. Una puede saber todo y aún así querer matar y querer morir simultáneamente cuando ve una foto celebratoria de una mujer siendo picada en una picadora de carne en la tapa de una revista nacional, sin importar lo pútrida que sea esta revista. Una puede saber todo y aún así internamente negarse a creer que la violencia personal, social, culturalmente aprobada contra las mujeres es ilimitada, impredecible, generalizada, constante, implacable, y feliz e inconscientemente sádica. Una puede saber todo y aún así ser incapaz de aceptar el hecho de que el sexo y el asesinato están fusionados en la conciencia de los hombres, de manera tal que uno sin la inminente posibilidad del otro es impensable e imposible. Una puede saber todo y aún así, en el fondo, rehusarse a aceptar que la aniquilación de las mujeres es la fuente de significado e identidad para los varones. Una puede saber todo y aún así querer desesperadamente no saber nada porque enfrentar lo que sabemos es cuestionarse si la vida tiene algún valor en lo absoluto. 7 NdT.: Las películas snuff o vídeos snuff (del inglés snuffout, que significa «morir» o «apagar» en sentido figurado) son videos, cortos de asesinatos, torturas, suicidios, necrofilia, infanticidio, entre otros crímenes reales (sin la ayuda de efectos especiales o cualquier otro truco) con la finalidad de distribuirlas comercialmente para entretenimiento. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 20 Los pornógrafos, modernos y antiguos, visuales y literarios, vulgares y aristocráticos, ponen de manifiesto una proposición consistente: el placer erótico para los hombres está derivado y afirmado en la destrucción salvaje de las mujeres. Como escribió el Marqués de Sade, el pornógrafo más reverenciado, en uno de sus momentos más recatados y civilizados: “No existe una mujer en la Tierra que alguna vez haya tenido causa para quejarse de mis servicios, si me he asegurado de matarla luego de los mismos” 8 . La erotización del asesinato es la esencia de la pornografía, así como es la esencia de la vida. El torturador puede ser un policía arrancando las uñas de los dedos de una víctima en una celda de prisión, o un supuesto hombre normal comprometido en el proyecto de follar a una mujer hasta la muerte. El hecho es que el proceso de matar —y ambos, la violación y el maltrato son pasos en ese proceso— es para los hombres el acto sexual primario, en la realidad y/o en la imaginación. Las mujeres como clase deben permanecer en cautiverio, sujetas a la voluntad sexual de los hombres, porque el conocimiento de un derecho a matar imperial, ya sea ejercido en su totalidad o sólo en parte, es necesario para alimentar el apetito sexual y el comportamiento. Sin las mujeres como potenciales o reales víctimas, los hombres son, en la jerga sanitizada actual, “sexualmente disfuncionales”. Esta misma idea central también opera entre los homosexuales, donde por fuerza y/o convención se designa a algunos varones como femeninos o feminizados. La plétora de cueros y cadenas entre los varones homosexuales y las nuevas defensas de moda de círculos de prostitución de varones jóvenes organizados por gays supuestamente radicales, son testimonio de la fijación de la compulsión masculina por dominar y destruir que es la fuente del placer sexual para los hombres. Lo más terrible de la pornografía es que cuenta la verdad masculina. Lo más insidioso de la pornografía es que cuenta la verdad masculina como si fuese la verdad universal. Esas representaciones de las mujeres encadenadas y torturadas se supone que representan nuestras más profundas aspiraciones eróticas. Y algunas de nosotras lo creemos, ¿no es verdad? Lo más importante sobre la pornografía es que los valores que están en ella son los valores comunes de los hombres. Este es el hecho crucial que tanto los varones de la Derecha y los varones de la Izquierda, en sus formas diferentes pero mutuamente complementadas, quieren mantener oculto de las mujeres. Los varones de la Derecha quieren ocultar la pornografía y los varones de la Izquierda quieren ocultar su significado. Ambos lados quieren acceso a la pornografía de modo tal que los hombres sean alentados y energizados por ella. La Derecha quiere acceso secreto; la Izquierda quiere acceso público. Pero veamos o no pornografía, los valores expresados en ella son valores expresados en los actos de violaciones y de golpizas a las esposas, en el sistema legal, en la religión, en el arte y en la literatura, en la discriminación económica sistemática contra las mujeres, en las academias moribundas, y por los buenos y sabios y amables e iluminados en todas esas áreas. La pornografía no es un género de expresión separado y diferente del resto de la vida; es un género de expresión en completa armonía con cualquier cultura en la cual florece. Esto es independiente de que sea legal o ilegal. Y, en cualquier caso, la pornografía funciona para perpetuar la supremacía masculina y los crímenes de violencia contra las mujeres porque condiciona, entrena, educa, e inspira a los hombres a despreciar a las mujeres, a lastimar a las 8 Donatien-Alphonse-Francois de Sade, Juliette, trad.. AustrynWainhouse (New York: Grove Press, Inc., 1976), p. 404. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 21 mujeres. La pornografía existe porque los hombres desprecian a las mujeres, y los hombres desprecian a las mujeres porque existe la pornografía. En mi caso, la pornografía me ha derrotado en formas en las que, al menos por ahora, la vida no lo ha hecho. Cualquiera sea la lucha o dificultad que he tenido en mi vida, siempre he encontrado una forma de seguir adelante incluso aunque no supiera cómo, de vivir otro día más,de leer un libro más, de escribir un párrafo más, de ver a una amiga más, de amar una vez más. Cuando leo o veo pornografía, quiero que todo se detenga. ¿Por qué?, me pregunto ¿por qué son tan condenadamente crueles y están tan condenadamente orgullosos de ello? A veces, es un detalle lo que me enloquece. Hay una serie de fotografías: una mujer está rebanando sus senos con un cuchillo, untando su sangre sobre su propio cuerpo, clavando una espada en su vagina. Y está sonriendo. Y es la sonrisa lo que me vuelve loca. Hay un disco exhibido en todos los rincones de una vidriera. La foto en la tapa del disco es la vista de perfil de las piernas de una mujer, su entrepierna está insinuada porque sabemos que está ahí; pero no se muestra. El título del álbum es “Enchúfame hasta la muerte”. Y es el uso de la primera persona que me vuelve loca. “Enchúfame hasta la muerte”. La arrogancia. La arrogancia a sangre fría. Y cómo puede seguir así, sin sentido, enteramente brutal, fútil, día tras día y año tras año, estas imágenes e ideas y valores vertiéndose, empaquetados, comprados y vendidos, promovidos, resistiendo, y nadie lo detiene, y nuestros queridos varones intelectuales lo defienden, y los elegantes abogados radicales lo defienden, y los hombres de todo tipo no pueden y no vivirán sin ello. Y la vida, lo que significa todo para mí, deja de tener sentido, porque las celebraciones de crueldad destruyen mi capacidad de sentir y de preocuparme y de tener esperanzas. Odio a los pornógrafos más que nada por quitarme la esperanza. La violencia psíquica de los pornógrafos es insoportable en sí misma. Actúa en una como una maza hasta que la sensibilidad propia es aplastada a golpes y el corazón se muere. Una se vuelve insensible. Todo se detiene, y una mira a las páginas con fotos y piensa: esto es lo que los hombres quieren, esto es lo que los hombres han tenido, y esto es lo que los hombres no abandonarán. Como la lesbofeminista Karla Jay señaló en un artículo llamado “Hierba, Porno, y las Políticas del Placer”, los hombres dejarán las uvas y la lechuga y el jugo de naranja y el vino portugués y el atún, pero los hombres no dejarán la pornografía. Y sí, una quiere quitársela, quemarla, rasgarla, bombardearla, demoler sus cines y editoriales hasta que no quede nada. Una puede ser parte de un movimiento revolucionario o una puede hacer un duelo. Quizás haya encontrado la verdadera fuente de mi dolor: no nos hemos vuelto todavía un movimiento revolucionario. Esta noche vamos a caminar juntas, todas nosotras, para reapropiarnos de la noche, como otras mujeres lo han hecho en ciudades de todo el mundo, porque en todo sentido ninguna de nosotras puede caminar sola. Cada mujer caminando sola es un blanco. Cada mujer caminando sola es cazada, acosada, una y otra vez dañada por violencia psíquica o física. Solo caminando juntas podemos caminar con algún sentido de seguridad, de dignidad, de libertad. Esta noche, caminando juntas, proclamaremos a los violadores y a los pornógrafos y a los golpeadores de mujeres que sus días están contados y que nuestro momento ha llegado. Y mañana ¿qué haremos mañana? Porque, hermanas, la verdad es que tenemos que reapropiarnos de la noche todas las noches, o la noche nunca será nuestra. Y una vez que hayamos conquistado la oscuridad, tenemos que alcanzar la luz, tomar el día y hacerlo nuestro. Esta es nuestra elección, y es nuestra necesidad. Es una elección revolucionaria, y es una necesidad revolucionaria. Para nosotras, las dos son indivisibles, y deben ser indivisibles en nuestra pelea por la libertad. Muchas de nosotras hemos caminado muchas millas ya —millas valientes y CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 22 duras— pero no hemos llegado lo suficientemente lejos. Esta noche, con cada aliento y con cada paso, debemos comprometernos a ir más lejos: transformar esta Tierra en la que caminamos de prisión y tumba en nuestro hogar jubiloso por derecho. Esto debemos hacer y esto haremos, por nuestro propio bien y por el bien de todas las mujeres que hayan vivido. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 23 II PALABRAS Vive una vida lo más doméstica posible. Ten a tu hijo contigo todo el tiempo… Recuéstate por una hora luego de cada comida. Sólo dispón de dos horas de vida intelectual al día. Y nunca toques un bolígrafo, un pincel o un lápiz mientras vivas. Prescripción del Dr. S. Weir Mitchell para Charlotte Perkins Gilman CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 24 El Poder de las Palabras 1978 En la primavera de 1978, el Massachusetts Daily Collegian, el periódico universitario de la Universidad de Massachusetts en Amherst, se volvió un campo de batalla por los derechos de las mujeres. Periodistas mujeres que reportaban sobre los llamados “problemas de mujeres”, incluyendo, según recuerdo, la emergencia de salud del DES, fueron censuradas: sus historias suprimidas o cortadas en pedazos. Fueron sermoneadas de forma santurrona sobre la libertad de expresión y el alto llamamiento al periodismo objetivo, por editores varones incluso cuando les estaba siendo negado el derecho a imprimir. Las mujeres se defendieron. Julie Melrose, editora de las mujeres, fue amenazada y era palpable una atmósfera de violencia. Los editores varones, provocaron el enojo de las mujeres especialmente llamándolas “lesbianas”. El Poder de las Palabras se trata sobre la campaña de odio que libraron estos editores varones. En vez de verse intimidadas, las mujeres ocuparon las oficinas del periódico y se apropiaron de su equipamiento para sacar un periódico insurgente (en el cual se publicó El Poder de las Palabras). Pusieron una barricada, resistiéndose físicamente a los esfuerzos por desalojarlas. Tomaron las oficinas por doce días. El Rector de la Universidad creó una comisión para investigar sus demandas. Su comisión recomendó páginas para mujeres con autonomía propia. El Rector se negó a implementar las recomendaciones. Hace un par de años, un hombre fue nombrado editor de las mujeres. La afirmación era que no existía ninguna mujer calificada. El Poder de las Palabras fue impartido como discurso en una reunión para apoyar a las ocupantes cuando aún estaban adentro. Robin Morgan y Janice Raymond también hablaron; y Simone de Beauvoir mandó un mensaje de solidaridad. Las feministas sí pelean por la libertad cuando es una pelea real por libertad real de expresión real. EN BERLÍN, en la segunda mitad de los años 1920, Joseph Goebbels, quien pronto sería el Ministro de Propaganda Nazi bajo el mandato de Hitler, organizó una campaña propagandística antisemita en forma de caricaturas. Todas estas caricaturas ridiculizaban a un individuo, un oficial de policía judío. Es una de las caricaturas, este hombre, ampliamente caricaturizado con una gran y torcida nariz, y burlonamente apodado Isidor, está sentado en el pavimento. Está apoyado en un poste de luz. Una cuerda alrededor de su cuello. Banderas adornadas con esvásticas ondean en los techos. El pie de foto dice: “Para él también, llegará el Miércoles de Ceniza”. “Isidor” se volvió un sinónimo burlón del judío; las caricaturas se volvieron un vehículo para atribuirles características repulsivas a los judíos como grupo. El oficial de policía demandó a Goebbels con el fin de que cese la publicación del difamatorio y malicioso material. Goebbels, haciendo completo uso de protecciones que aseguraban la libertad de expresión, fue absuelto. En la apelación, su absolución se mantuvo porque para la corte la palabra “judío” era equivalente a “católico” o “protestante”. Si no hay insulto en llamar “protestante” a un protestante, ¿cómo puede haber daño en llamar “judío” a un judío? En un mundo sin historia de persecución a judíos sólo por ser judíos, la decisión hubiese tenido sentido. Pero en este mundo, en el que aún vivimos,no todas las palabras tienen igual peso. Algunas palabras se pueden usar para provocar el más profundo odio, CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 25 el más resiliente impulso a la matanza. Judío es una de esas palabras. Goebbels la usó de forma cínica, con astucia, para provocar un genocidio de monstruosidad casi sin paralelo. Otra palabra que puede ser manipulada para inducir tanto miedo como violencia es la palabra “lesbiana”. En una era en la que el feminismo está en auge, es esta palabra la que los propagadores del odio escupen, susurran, y gritan con variados grados de desprecio, escarnio y amenaza. No podemos permitirnos cometer el mismo error que la corte alemana prenazi: no podemos permitirnos pasar por alto el poder real y el significado real de las palabras o los usos reales que se le dan a esas palabras. No es ningún secreto que el miedo y el odio a los homosexuales impregna nuestra sociedad. Pero el desprecio hacia las lesbianas es distintivo. Está enraizado directamente en el aborrecimiento a la mujer autodefinida, a la mujer autodeterminada, a la mujer que no es controlada por la necesidad, el imperativo o la manipulación masculinos. El desprecio por las lesbianas es en su mayoría un repudio político a las mujeres que se organizan por cuenta propia para alcanzar presencia pública, poder significativo, integridad visible. Los enemigos de las mujeres, aquellos que están determinados a negarnos la libertad y dignidad, usan la palabra “lesbiana” para provocar el odio a las mujeres que no se ajustan a la norma. Este odio resuena en todos lados. Este odio es sostenido y expresado virtualmente por todas las instituciones. Cuando el poder masculino es desafiado, este odio puede intensificarse e inflamarse al punto de ser volátil, palpable. La amenaza que constituye este odio explotará en violencia. La amenaza es omnipresente porque la violencia contra las mujeres es culturalmente aplaudida. Y así la palabra “lesbiana”, lanzada o susurrada como acusación, es utilizada para enfocar la hostilidad masculina en mujeres que osan rebelarse, y es también usada para asustar y acosar a mujeres que aún no se han rebelado. Cuando una palabra se usa para provocar odio, no importa lo que la palabra significa en realidad. Lo que importa es sólo lo que insisten que significa los aborrecedores —el significado que le dan, el prejuicio común que explotan. En el caso de la palabra “lesbiana”, los aborrecedores la usan para imputarle una masculinidad asquerosa y desviada a la mujer con ínfulas que insiste en tomar su lugar en el mundo. Para las mujeres criadas para ser hermosas, obedientes y deseables (todo en términos masculinos), la palabra “lesbiana” connota una anormalidad nauseabunda y repelente. Pone sobre el tapete el profundo temor de las mujeres al exilio, el aislamiento, y el castigo. Para las mujeres controladas por los hombres, significa una condena. Es espantoso, aunque no sorprendente, que los varones del Collegian —estos muchachos que ante vuestros propios ojos se están convirtiendo en hombres —hayan usado la palabra “lesbiana” de la forma maliciosa que acabo de describir. Con desprecio y escarnio, han estado librando una campaña propagandística furtiva e implacable contra las ocupantes feministas. Están usando la palabra “lesbiana” para despertar la misoginia más virulenta hacia las mujeres en este campus. Están usando la palabra “lesbiana” para dirigir la hostilidad y agresión masculinas hacia las ocupantes feministas. Están usando la palabra “lesbiana” para desestimar cada acusación justa que las ocupantes feministas hicieron contra ellos. Están usando la palabra “lesbiana” para justificar su propia oposición rígida a las demandas simples y eminentemente razonables que estas mujeres han hecho. Están usando la palabra “lesbiana” para esconder la verdadera historia de la propia malicia misógina con la que manejan ese periódico corrupto, pretencioso, y absolutamente hipócrita. Están usando la palabra “lesbiana” para encubrir las otras amenazas de violencia hechas contra la jefa del CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 26 Departamento de Mujeres antes de la ocupación —amenazas de violencia hechas por sus propios colegas varones. Están usando la palabra “lesbiana” para encubrir su rechazo, consistente y beligerante a publicar noticias cruciales sobre mujeres. Y, dolorosa pero inevitablemente, están usando la palabra lesbiana para dividir a las mujeres de otras mujeres, para mantener a las empleadas mujeres en línea, para desalentar su asociación con feministas o desalentar que piensen por su cuenta. Intimidadas por el uso malicioso de la palabra “lesbiana”, las mujeres tienen miedo de ser culpables por asociación. Habiendo escuchado la sorna y las amenazas, las chicas buenas, las chicas inteligentes, hacen lo que se espera de ellas. Las feministas están ocupando las oficinas del Collegian porque las palabras importan. Las palabras pueden ser usadas para educar, para clarificar, para informar, para iluminar. Las palabras también pueden ser usadas para intimidar, para amenazar, para insultar, para coaccionar, para incitar al odio, para incitar la ignorancia. Las palabras pueden hacernos mejores o peores personas, más compasivas o más prejuiciosas, más generosas o más crueles. Las palabras importan porque las palabras determinan significativamente lo que sabemos y lo que hacemos. Las palabras nos cambian o nos mantienen iguales. Las mujeres, privadas de palabras, son privadas de vida. Las mujeres, privadas de un foro para las palabras, son privadas del poder necesario para asegurar tanto la supervivencia como el bienestar. Cuando todas las noticias concernientes a mujeres son omitidas en un periódico, o distorsionadas hasta un punto irreconocible, se está cometiendo un crimen contra las mujeres. Es una ironía amarga que este crimen sea llamado eufemísticamente “periodismo objetivo”. Es otra ironía amarga que cuando las mujeres intentan detener este crimen, son acusadas de impedir algo llamado “libre expresión”. Es interesante que la frase “periodismo objetivo” siempre signifique la exclusión de incisivas noticias sobre mujeres y es curioso cómo los valerosos defensores de la llamada “libertad de expresión” amenazan con violencia para callar a las mujeres. Los marxistas llaman a estos fenómenos desconcertantes “contradicciones”. Las feministas los llamamos “hechos”. Les digo a ustedes que los hombres que controlan el Collegian han usado palabras para cultivar la ignorancia y alentar la intolerancia; para mantener a las mujeres invisibilizadas, desinformadas, y silenciadas; para amenazar y acosar; para ridiculizar y degradar. Es vergonzoso que continuemos tolerando su flagrante desprecio por las mujeres, por las lesbianas; por las palabras, por las noticias, por la simple justicia y equidad. Es honorable y correcto retirarles el poder del que han abusado. Y espero que se lo quiten por completo. En las palabras de la gran Emmeline Pankhurst, “Yo incito a esta reunión a la rebelión”. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 27 Una escritora y la pornografía 1980 Una parte de este ensayo fue publicado como epílogo de las ediciones británica y alemana de Pornografía: Hombres poseyendo mujeres. En los Estados Unidos, el ensayo completo fue publicado en una pequeña reseña literaria. Me pregunto si al menos mil personas habrán tenido la oportunidad de leerlo. Me llevó un año encontrar ese pequeño medio. Al volver al ensayo ahora, sólo puedo decir que subestimé considerablemente los efectos que la pornografía tuvo en mí; sin duda, por el miedo a ser ridiculizada. Conozco algunas de las más brillantes, y ciertamente más fuertes, mujeres de mis tiempos y no hay nada de particular en el efecto de la pornografía en mí. ESCRIBIR NO ES una profesión alegre. La escritora vive y trabaja en soledad, sin importarde cuánta gente esté rodeada. Sus horas más intensamente vividas las pasa consigo misma. Los placeres y dolores de escribir los habla con o sin vueltas pero no los comparte. Sus amigos no saben qué hace ni cómo lo hace. Como todos los demás, solo ven los resultados. Los problemas de su trabajo son únicos. La solución a una oración no es la solución a ninguna otra. Nadie sabe a dónde es que va hasta que ella misma llegó allí. Cuando otros contemplan los resultados, ella ya está trabajando en el proyecto siguiente, nuevamente sola. Sus colegas y competidores, en su mayor parte, están muertos. El trabajo en sí mismo supone usar la mente en una forma intensa y estricta. La soledad que demanda el trabajo es extrema en sí misma. Otras personas raramente viven tan solas, tan a su propio ritmo. No es un escritor hombre, lo que significa que se tiene que poner a limpiar su propio retrete y lavar su propia ropa. Si es inflexible y decidida, hace solo su parte de las tareas del hogar, no la de él o la de ellos. Las recompensas de su trabajo están en su trabajo. No hay salarios semanales, no hay seguro social, no hay ascensos, no hay aumentos en el costo de vida, no hay descripciones laborales. Cuando realmente gana dinero, gana una suma fija que debería durar para siempre. Si se vuelve una "celebridad" o siquiera "famosa", puede ser que tenga un acceso más fácil al dinero o a la impresión de un libro pero pierde también ese auténtico sentido de la privacidad sin el cual incluso la soledad se vuelve un despropósito. Cuanta más y más gente conoce su escritura, más creen que la conocen. Su escritura sale al mundo descarada e inextricable y mientras ella se está enfrentando a una página en blanco sentada en la que, con suerte, es una de sus habitaciones. Su mente y su imaginación la machacan, enfrentándose a la vida, enfrentándose al conocimiento, enfrentándose a la creación, mientras que el mundo a su alrededor continúa escupiendo o conversando sobre lo que ella ya escribió y casi ha olvidado. Escribir es algo absolutamente extremo, algo al mismo tiempo irremediablemente individual e irremediablemente social. Ninguna escritora puede explicar cómo hace lo que hace para que otra persona pueda replicar el proceso y llegar a los mismos resultados; al mismo tiempo, es a través de la lectura de valientes y originales escritores que una puede aprender a escribir. Cuando voy a una librería, especialmente a una librería de mujeres, intento alinear las vidas detrás de los libros: sumo todos los años que llevó escribir todos esos libros, los días y horas invertidos, las mentes usadas y cansadas, los recursos materiales CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 28 revisados, los problemas mentales, la dificultad de las vidas, la melancolía, las grandes batallas detrás de esos libros incluso antes de que la batalla por su publicación comenzara. Y también el placer. El placer de escribir, de moverse de un lado a otro, de llegar más profundamente, de ver y de saber, de mostrar. A pesar de la histeria sexual de nuestros tiempos, el placer de una escritora no se mide en orgasmos sino en escritos. Es un placer que no puede ser compartido. El placer del lector es diferente y ordinario. Cada libro de la vida de una escritora es otro círculo más del infierno: y la gente elige el infierno porque ama el placer. El infierno de una escritora es su propio placer no porque las escritoras sean masoquistas e ingenuas sino porque las escritoras, cualquiera sea su ideología o protesta, son cosmopolitas: enredadas en el tiempo y el significado; no están simplemente fascinadas por la exhibición del mundo material o, en la jerga contemporánea, "los juegos de la gente" sino locamente enamoradas y obsesionadas con el fango del mundo real. Las escritoras son arrogantes, codiciosas y ambiciosas, la experiencia no alcanza, las sensaciones no alcanzan, el conocimiento no alcanza: una debe rehacerlo todo, tenerlo todo una vez más pero en una forma distinta, una forma que no puede ser traducida o descripta, sólo hecha y experimentada. Escribir no está a un paso de distancia de la vida; es tan intenso y absorbente como cualquier otra cosa que la vida tenga para ofrecer. Pero el amor llega, los terremotos ocurren: una debe decidir escribir. No es un accidente. Es voluntario y nos diferencia. Especialmente si una es mujer, nos diferencia. Es en la privacidad y la codicia y el castigo de escribir en sí mismos que nos diferencia. Al escribir mi nuevo libro, experimenté el más intenso aislamiento que conocí como escritora. Vivía en un mundo de imágenes —cuerpos de mujeres en exhibición, mujeres encorvadas, extendidas, colgadas, desgarradas, atadas y cortadas —y en un mundo de libros— violaciones en grupo, violaciones de a dos, violaciones de hombres a mujeres, violaciones lésbicas, violaciones de animales a mujeres, destripamiento, tortura, penetración, excremento, orina y mala prosa. Trabajé en el libro durante tres años. Después del primer año, un amigo entró a mi habitación y comentó que se sentía más a gusto en las tiendas de porno locales. Medio año después, mi amigo y compañero de casa, me pidió discreta y sinceramente que me abstuviera de mostrarle el material en el que estaba trabajando y que, por favor, lo mantuviera únicamente en mi propio cuarto. Mis amigos son buenos y amables. Sus nervios no pudieron soportar ni siquiera una ojeada. Yo estaba inmersa. Aún bajo las mejores circunstancias, no suelo tener sueños agradables. Trabajo mientras duermo. La vida sigue, despierta o dormida. Pasé ocho meses estudiando al Marqués de Sade. Pasé ocho meses teniendo sueños sadeanos. Dejemos que los hombres hagan bromas: estos no eran sueños "eróticos"; los sueños de torturas son sueños de odio, en este caso de odio contra los cuerpos femeninos y los instrumentos de ese odio (de metal o carne) eran usados para mutilar. Sólo una mujer me entendió. Había trabajado como editora de los volúmenes de colección de los trabajos de Sade en Grove Press. Luego de finalizar la edición del primer volumen, asistió a una junta editorial donde se estaba planificando realizar un segundo volumen. Ella explicó que no podía tolerar las pesadillas."Deberíamos comenzar a hacer películas con tus pesadillas", le dijo el editor en jefe. Y así lo hicieron. Pero las pesadillas fueron lo de menos. La lectura llegó enfermarme físicamente. Sufría náuseas —si fuera varón, me atrevería a decir llena de miedo, temblorosa y asqueada hasta la muerte. El presidente de la Comisión de Pornografía y Obscenidades (1970) reportó que este es un efecto frecuente de la pornografía en mujeres y luego concluyó que la pornografía no tenía efectos nocivos. Personalmente, considero a las náuseas un efecto nocivo, que no es trivial cuando la vida involucrada es la propia. Me CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 29 volví asustadiza, ansiosa y fácilmente irritable. Pero lo peor fue que me refugié en el silencio. Sentía que no podía lograr que me entendieran, que nadie sabría o le importaría y que no podía arriesgarme a ser considerada una ridícula. La eterna lucha de la mujer escritora es lograr ser tomada en serio, ser respetada y comienza mucho antes de que cualquier trabajo sea impreso. Comienza en el silencio y la soledad de su propia mente cuando esa mente debe diagramar y analizar minuciosamente el horror sexual. Mi trabajo con Sade terminó pero no sin antes casi colapsar de cansancio: cansancio físico porque odiaba dormir; cansancio físico porque solía estar físicamente enferma del material; cansancio mental porque interpreté toda la tradición masculina intelectual que idolatró a Sade; pero también cansancio moral, el cansancio que proviene de la confrontación con las peores aspiraciones sexuales del hombre articuladas por Sade en detalle gráfico, el cansancio engendrado por la crueldad sexual. Las fotografías que teníaque estudiar cambiaron por completo mi relación con el mundo físico en el que vivía. Para mí, un teléfono se convirtió en un consolador, el cable del teléfono en un instrumento de bondage; un secador de pelo se convirtió en un dildo —esos secadores de pelo eufemísticamente llamados "pistolas"— a las tijeras ya no las asociaba con cortar papel sino que ahora estaban hechas para la entrada vaginal. Vi tantas fotografías de objetos comunes de la casa usados como armas sexuales contra las mujeres que perdí las esperanzas de alguna vez volver a asociarlos a mis alguna vez simples ideas de su función. Desarrollé un vocabulario visual nuevo, uno que pocas mujeres tienen, uno que muchos consumidores masculinos de pornografía llevan constantemente con ellos: cualquier objeto mundano puede ser convertido en un objeto erotizado —un objeto que puede ser usado para lastimar mujeres en un contexto sexual con un propósito sexual y un significado sexual. Este aislamiento se acrecentó significativamente, ya que mis amigos pensaron que estaba haciendo chistes de mal gusto cuando retrocedía al ver ciertas manipulaciones naturales del secador de pelo, por ejemplo. Un amigo me dio un teléfono de manera abrupta. "Nunca más me endilgues esa cosa", le dije realmente alarmada, sabiendo de lo que hablaba. El, odiando la pornografía, no lo sabía. Tuve que estudiar las fotografías para escribir sobre ellas. Las miré fijamente para analizarlas. Me llevó mucho tiempo ver lo que había en ellas porque nunca esperé realmente ver qué había allí, y las expectativas son esenciales para tener una percepción acertada. Tuve que aprender. Un marco de una puerta es un marco de una puerta. Una camina a través de él. Un marco de una puerta adquiere un significado diferente cuando una ve una mujer tras otra colgando de ese marco. Un accesorio de iluminación es para la luz hasta que ves a una mujer tras otra colgando de ese accesorio. El mundo común y corriente no sólo se vuelve siniestro; se vuelve repugnante, repulsivo. Las pinzas son para aflojar pernos hasta que una los ve cortando los pechos de las mujeres. El papel film es para preservar comida hasta que ves a una persona momificada con él. Nuevamente, las náuseas, el aislamiento, la desesperación. Pero también, cada vez más, una ira que no tenía cómo canalizar y una sensación de aburrimiento a través de toda la mecánica e interminable repetición en las fotografías. No importaba cuántas veces hubiera mujeres colgando de los accesorios de luz o de marcos de puertas, siempre iba a haber más revistas con más de lo mismo. Un amigo una vez me dijo sobre la heroína: "La peor cosa que tiene es la repetición eterna." Una puede decir lo mismo sobre la pornografía, excepto que va incluso más allá que cualquier cosa que una se pueda hacer repetidamente a una misma: la pornografía es lo que los hombres le hacen a las mujeres. Y en el mundo mundano en el que los hombres viven está lleno de marcos de puertas y accesorios de luz y teléfonos, por eso debe ser que el más generalizado abuso hacia las mujeres tiene lugar en la casa. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 30 Pero el peor efecto que sentí fue el de una misantropía generalizada: ya no podía confiar en los entusiasmos de nadie, ni intelectuales, sexuales, estéticos o políticos. En el fondo, ¿quiénes eran ellos y cuánto les importaría realmente la mujer colgada del marco de la puerta? Sentía como si hubiera salido a caminar por un banco de arena sin saber que era un banco de arena y pensando que era simplemente la costa. El tiempo pasaba y el mar comenzaba a crecer a mi alrededor y no lo veía porque había aprendido a odiar la orilla. Si nado, nado y nado y nado para salvarme, ¿qué encontraría si alcanzara la orilla? ¿Habría alguien allí? ¿O sería la desolación? Un comentario sabelotodo sobre la pornografía era la desolación. La trivialización de la pornografía era la desolación. El entusiasmo por la pornografía era la desolación. La indiferencia hacia la pornografía era la desolación. Los hombres tenían inteligentes charlas triviales. Las mujeres no lo sabían. Me llevó todo lo que alguna vez tuve, finalmente juntar el coraje para decirle a una amiga lo que había visto. Había sido una radical llena de esperanzas. Ahora no lo soy. La pornografía me infectó. Una vez fui una niña y soñé con ser libre. Ahora soy una adulta y veo en lo que mis sueños fueron transformados: pornografía. Entonces, aunque no pueda evitar mis pesadillas al dormir, he abandonado muchos de mis sueños al estar despierta. Como escritora cosmopolita —atrapada en el tiempo y en el significado, locamente enamorada y obsesionada con el fango del mundo real— decidí que quería que las mujeres vieran lo que yo vi. Esta puede ser la elección más despiadada que he hecho en mi vida. Pero en la privacidad de la escritura fue la única elección que me dio el placer de escribir, ese codicioso, arrogante placer: era la única elección que me permitía triunfar por sobre mi sujeto, al mostrarlo, al observarlo, al convertirlo en algo que definimos y usamos en vez de seguir permitiendo que sea algo que nos define y nos usa. Escribir no es una profesión alegre. Es agresivamente individualista: yo, la autora, insisto que estoy de nuestro lado, del de las mujeres. Al hacerlo, insisto en el definitivo significado social de escribir: enfrentarse a las pesadillas, quiero que otra generación de mujeres tenga la posibilidad de reclamar los sueños de libertad que la pornografía me arrancó. CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 31 Susannah Cibber 1978 Leí el maravilloso libro de Mary Nash, The Provoked Wife (La Esposa Provocada), la biografía de la actriz Susannah Cibber, por accidente, porque leo mucho sin planificar. Amé el libro y quise que otras mujeres supieran de él así que escribí una reseña. Nunca me fue posible encontrar un editor para la reseña y el libro ya no está en las librerías hace años. Otra mujer perdida, perdida nuevamente en otro libro perdido. No me extraña que ser un objeto encontrado suene bien para algunas mujeres. La Esposa Provocada por Mary Nash (Boston: Little, Brown and Company, 1977) ACTUALMENTE estoy investigando para un libro sobre pornografía. Estoy leyendo de historia, filosofía, psicología del desarrollo, leyes, literatura y teatro. El trabajo es oneroso y, usualmente, terriblemente deprimente. Lo peor es leer a los grandes profetas sexuales — Haverlock Ellis, supuesto feminista; Kinsey, supuesto liberal sexual; D. H. Lawrence, supuesto visionario sexual; y así, hasta el cansancio. Sin excepción, estos pioneros de la "libertad" son apologistas o abogadores de la violación y la brutalidad. Su odio por las mujeres permea sus teorías, investigaciones y descubrimientos. Pero una vena de investigación me ha dado el profundo placer de ver a las mujeres realmente reveladas: leer las biografías y autobiografías de excelentes actrices, la mayoría de ellas olvidadas hace tiempo, esas mujeres que proyectan la presencia femenina en el escenario incluso si retratan el sufrimiento, la degradación y el patético drama de ser conquistadas de las mujeres. Ningún libro me ha conmovido tan profundamente como la sensible y hermosamente escrita vida de Susannah Cibber, por Mary Nash. Una soberbia actriz del siglo dieciocho cuya vida ha sido enterrada en la oscuridad, incluso mientras la leyenda de su protagonista principal, David Garrick, ha continuado creciendo a través de los siglos. Ella era la gran actriz de su tiempo. En su actuación, personificaba una integridad rara y translúcida. Y ninguna mujer contemporánea puede leer su historia sin reconocer también que era una gran mujer, una sobreviviente así como una resistente, una mujer que en su dignidad privada trascendió las circunstancias victimizantes de su vida personal. En los tiempos de Cibber, las esposas y los niños eran propiedades
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