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Cartas de una zona de guerra ARG

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CARTAS 
DE UNA 
ZONA DE GUERRA 
Escritos 1976-1989 
por Andrea Dworkin 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
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Para John 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
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—No tarda mucho un terremoto en tragarse una ciudad 
—dijo la señora. — ¿Sabes, por ventura, cuánto tiempo 
es necesario para que se prepare un terremoto? 
—Bastante tiempo, me parece. 
—Pero cuando está preparado y se produce, reduce a 
polvo todo lo que encuentra. Y en la actualidad se está 
preparando, aunque nadie lo vea o lo oiga. Este es tu 
consuelo. Recuérdalo. 
 
Charles Dickens, Historia de dos Ciudades. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
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Índice 
 
Introducción 6 
I REAPROPIARSE DE LA NOCHE 9 
La Mentira 10 
La Noche y el Peligro 13 
Pornografía y duelo 17 
II PALABRAS 22 
El Poder de las Palabras 23 
Una escritora y la pornografía 26 
Susannah Cibber 30 
¿La prensa de quién? ¿La libertad de quién? 33 
Prefacio a la edición de bolsillo de Nuestra Sangre 38 
Entrevista Nerviosa 44 
Amar los Libros: Hombre/Mujer/Feminista 48 
De luto por Tennessee Williams (1911-1983) 50 
Cumbres Borrascosas 52 
Viaje a la oscuridad: el de ella y el nuestro 65 
III REAPROPIARSE DEL DÍA 71 
Una Feminista Mira a Arabia Saudí 72 
Una esposa golpeada sobrevive 74 
Una Historia Verdadera y Común 79 
Superioridad Biológica: la idea más peligrosa y mortal del mundo 81 
Economía sexual: La terrible verdad 86 
Mira, Dick, mira. Mira como Jane la chupa. 92 
Feminismo: la agenda 97 
Margaret Papandreou: Una Feminista Estadounidense en Grecia 110 
Quiero una tregua de veinticuatro horas durante la cual no hayan violaciones 116 
Violencia contra las mujeres: rompe el corazón y también los huesos 123 
Prefacio de la edición británica de Mujeres de Derecha 133 
IV EL NUEVO TERRORISMO 140 
Pornografía: El Nuevo Terrorismo 141 
Por qué la pornografía es importante para las feministas 146 
El rol de la pornografía en la violencia sexual 148 
La ACLU: La Carnada y el Engaño 151 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
6 
 
Por qué los supuestos hombres radicales aman y necesitan la pornografía 153 
Para los Hombres, Libertad de Expresión; Para las Mujeres, Silencio Por Favor 158 
Pornografía y supremacía masculina 161 
Las abogadas y la pornografía 168 
El silencio significa disentimiento 176 
Contra el diluvio masculino: censura, pornografía e igualdad 180 
La pornografía es una cuestión de derechos civiles 196 
Carta de una Zona de Guerra 217 
EPÍLOGO 228 
El Feminismo Ahora 229 
SEGUNDO EPÍLOGO 231 
Lo que son realmente las agresiones 232 
 
 
 
 
 
 
 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
7 
 
Introducción 
 
 
HACE UN tiempo solía trabajar como asistente de la difunta poeta Muriel 
Rukeyser. Tipeaba bien, pero no era de respetar los márgenes y no me gustaba usar 
mayúsculas, por lo que no era muy útil para redactar cartas formales. No podía archivar 
porque nunca pude entender por qué algo debía ir bajo un encabezado y no otro, 
igualmente apto a mí entender. Cuando me dedicaba a entregar o recoger paquetes, 
usualmente manuscritos para Muriel, generalmente entablaba discusiones políticas o 
debates apasionados con quienquiera que abriera la puerta. Cuando iba a la biblioteca a 
hacer investigaciones para ella, recogía todo el material sobre el tema seleccionado, lo 
examinaba por completo y finalmente decidía que era demasiado aburrido y que ella no 
podría haber tenido eso en cuenta en lo absoluto y volvería con las manos vacías. Era la 
peor asistente de la historia mundial. Pero Muriel seguía manteniéndome cerca porque 
creía en mí como escritora. No importaba cuánto la cagara, tenía un trabajo, unas 
monedas en mis bolsillos, un lugar cálido al cual ir, almuerzo y cena, mientras que 
pudiera tolerarlo. Ella ya había decidido tolerarlo: creía en hacer lo que fuera necesario 
para lograr que una escritora talentosa (según ella) siguiera escribiendo. Creo que nunca 
me habría despedido. Hizo grandes sacrificios en su vida tanto por la política como por 
la escritura pero ninguna, sospecho, estaba ni cerca de tener la cualidad cómica de su 
insistente apoyo hacia mí. Por piedad (y culpa), finalmente renuncié. 
Muriel facilitó la primera fiesta de lanzamiento de mi libro, para celebrar la 
publicación de Woman Hating; y pensé que eso era todo —yo era una escritora (algo así 
como ser un arcángel) para siempre. Todo lo que intentó enseñarme no surtió efecto. 
Trató de hacerme entender que, para un escritor, la constancia importaba más que nada 
—ni el talento, ni la suerte; la constancia. Tenía que seguir escribiendo, no para hacer 
un primer intento brillante o distinguido o maravilloso sino para seguir adelante, para 
sobrepasar las dificultades. La constancia, diría ella, era la diferencia entre los escritores 
que importaban y los que no. Tuvo sus años difíciles. Espero que su historia algún día 
sea contada. Es una historia heroica. Ella sabía el costo de continuar escribiendo 
haciéndole frente a la pobreza, al ostracismo y especialmente, la trivialización. Sabía 
cuánto más complicado es ser una mujer. Sabía cuántas heridas y desolaciones una 
mujer tiene que sobrevivir —una podría estar ensangrentada y sumisa; pero sin embargo 
había que seguir escribiendo— a través de eso, a pesar de eso, por eso, alrededor de eso, 
en eso y debajo, maldición. Yo tenía veintiséis, veintisiete años. Me habían pasado 
muchas cosas en la vida pero escribiendo era inocente, como una idiota eufórica. Para 
mí, escribir era puro, mágico, la esencia de la integridad y el poder, incorruptible a las 
cosas malvadas o mundanas. Los libros eran luminosos, sagrados. Los escritores eran 
héroes de consciencia, intensidad y sinceridad. No tenía idea lo que significaba ser 
constante a lo largo del tiempo. No tenía idea lo difícil que era hacerlo. 
Ahora, a los cuarenta y uno, la verdad es que sigo siendo una tonta para escribir. 
Lo amo. Ahora sí sé lo difícil que es seguir adelante. Tal vez decir que nunca fui una 
escritora prudente sea subestimarlo. En algún sentido, soy incluso más imprudente 
ahora que cuando comencé porque ahora sé que cuesta y no me importa. He pagado 
mucho por escribir en lo que creo. En cierto nivel, sufro terriblemente por el desdén que 
muchos de mis trabajos han recibido. En otro, uno más profundo, me importa un carajo. 
Es esta indiferencia al dolor —que es real— que le permite a una seguir adelante. Una 
desarrolla una disciplina de guerrera o se detiene por completo. El dolor se vuelve 
irrelevante. Ser una escritora no es fácil ni incluso muy civilizado. No es una 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
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indulgencia burguesa. No es el resultado natural de las buenas costumbres mezclado con 
inteligencia y filtrado a través del lenguaje. Es primitivo y apasionado. Los escritores se 
cuelan bajo las comodidades socialmente aceptadas, bajo las mentiras de las que la 
sociedad depende para mantener el status quo, los escritores se vuelven inflexibles, en 
busca de la verdad frente a la intimidación, sin ser obedientes ni diligentes. A ninguna 
sociedad le gusta y ninguna sociedad nos agradece. Pensamos que las democracias 
occidentales actuales son distintas pero estamos equivocados. La sociedad se moviliza 
para destruir al escritor que se amenaza o se opone a sus crueldades preferidas: en este 
caso, la dominación de los hombres sobre las mujeres. Me preguntaron mucho, tanto 
entrevistadores como mujeres que conocí en mis viajes para dar conferencias, qué es la 
valentía o cómo ser valiente. Usualmente, creo que la valentía es un tipo de estupidez, 
una incapacidad, una aterradora insensibilidad al dolor y el miedo. Losescritores 
necesitan este tipo de valentía. Los hombres machistas la romantizan. Yo creo que es 
una muerte parcial del alma. 
Estos son los ensayos y discursos, una entrevista ocasional o una reseña de un 
libro, que he escrito desde 1976 a 1987. Los escribí para comunicar y sobrevivir: como 
escritora y como mujer; para mí, las dos son una. Los escribí porque me importan la 
ecuanimidad y la justicia para las mujeres. Los escribí porque creo en dar testimonio, y 
he visto mucho. Los escribí porque hay gente herida y el daño tiene que cesar. Los 
escribí porque creo en la escritura, en su poder para corregir los errores, para cambiar 
cómo la gente ve y piensa las cosas, para cambiar lo que la gente sabe y cómo lo sabe, 
para cambiar cómo la gente actúa y el por qué. Los escribí con la convicción, pacífica 
en sus orígenes, de que una debe enfrentarse al poder con la verdad. Esta es la premisa 
básica de todo mi trabajo como feminista: activismo o escritura. Escribí estos artículos 
porque creo que las mujeres deben llevar a cabo una guerra contra el silencio: contra el 
silencio forzado socialmente; contra el silencio políticamente predestinado; contra el 
silencio económicamente coreografiado; contra el silencio creado por el dolor y la 
desesperanza del abuso sexual y el estatus de clase de segunda. Y escribí estos ensayos, 
dí estas charlas porque creo en la gente: que podemos rechazar la crueldad y abrazar la 
simple compasión de la igualdad social. No sé por qué creo en estas cosas; solo sé que 
creo en ellas y actúo en base a ellas. 
Cada pedazo de este libro es parte de mi propia guerra contra el silencio de las 
mujeres. Sólo cuatro piezas fueron publicadas en revistas populares con circulaciones 
decentes, no maravillosas: tres fueron publicadas en Ms., la última en 1983, y fue 
publicada en Mother Jones una década atrás. La mayoría de los ensayos y discursos 
fueron publicados en pequeños, efímeros periódicos, la mayoría de los cuales no ya no 
están en actividad. Tres de estos escritos fueron eventualmente publicados en la 
antología ampliamente distribuida Take Back the Night (Reapropiarse de la Noche). 
Siete de estas piezas nunca fueron publicadas; cuatro fueron publicadas en inglés pero 
nunca en los Estados Unidos; una "Letter from a War Zone" (Carta de una zona de 
guerra) fue publicada en alemán y noruego pero nunca en inglés; y dos (una en 
"Wuthering Heights" (Cumbres Borrascosas) y una en "Voyage in the Dark" (Viaje a la 
Oscuridad)) fueron escritas para esta colección. Ninguno de estos artículos, a pesar de 
los repetidos esfuerzos durante muchos años, fueron publicados en The Nation, The 
New Republic, The Progressive, The Village Voice, Inquiry, periódicos de la izquierda 
liberal que fingen ser foros independientes de debate radical y que han publicado 
despiadados artículos con despreciables e intencionadas tergiversaciones de lo que 
realmente creo o defiendo. Algunos de mis artículos fueron escritos como consecuencia 
de esos ataques —la mayoría fueron escritos en ambientes sociales creados por ellos— 
pero nunca me dieron el derecho a réplica. Ninguno de estos ensayos, a pesar de los 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
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esfuerzos repetidos a lo largo de los años, fueron publicados en revistas que presumen 
independencia intelectual: por ejemplo, The Atlantic o Harper's. Y nunca tuve la 
posibilidad de publicar nada en la sección de opinión editorial de The New York Times, 
a pesar de que mi nombre fue atacado y mis políticas y mi trabajo fueron denunciados 
editorialmente tantas veces durante la última década que ya me desconcierta. Y nunca 
pude publicar en, por decir algo, Esquire o Vogue, dos revistas que publican ensayos 
sobre asuntos políticos, incluyendo la pornografía y que además pagan dinero de 
verdad. Tuve la posibilidad de viajar a través de Estados Unidos y Canadá para dar 
charlas. Si el trabajo realizado en este libro ha tenido alguna influencia, esa es la 
verdadera razón. 
Estos escritos y discursos presentan un punto de vista político, un análisis, 
información, argumentos, que son censurados en la prensa americana por la prensa 
americana para proteger pornógrafos y castigarme por pasarme de la raya. Soy, por 
supuesto, una escritora políticamente disidente pero debido a mi género, soy una 
escritora políticamente disidente de segunda clase. Eso significa que puedo ser borrada, 
difamada, ridiculizada de maneras violentas y con expresiones insultantes y que pueden 
impedirme hablar con mi propia voz fingiendo estar a favor de la libertad de expresión. 
También significa que cada estereotipo misógino puede ser invocado para justificar la 
exclusión, el castigo financiero, el menosprecio y el exilio forzoso del debate público. 
El hecho es que estos ensayos y charlas hablan por y para vastos números de mujeres 
condenadas al silencio por esa misma misoginia, esa misma santurronería sádica, esa 
misma cruel indiferencia a la dignidad humana y a los derechos humanos. Sé, por 
supuesto, que no se supone que deba seguir escribiendo. Se supone que debería 
desaparecer como escritora. Espero no hacerlo. Sé que otras personas comparten la 
misma esperanza; y aprovecho esta oportunidad para agradecerles por la ayuda que me 
brindaron durante la última década de tratar —como dije antes— de comunicar y 
sobrevivir, como escritora y como mujer; las dos son una para mí. 
 
Andrea Dworkin 
Ciudad de Nueva York 
Noviembre de 1987 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
10 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
I 
REAPROPIARSE DE LA 
NOCHE 
 
En la leyenda está el alivio del enemigo, 
La pena es transformada en alegría, el duelo en vacación. 
En la vida, solo algo de esto es posible. 
—E.M. Broner, Un Tejido de Mujeres. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
11 
 
La Mentira 
1979 
 
 
La Mentira fue escrita como un discurso y se impartió en un mitin el 20 de octubre de 
1979 en Bryant Park, detrás de la formal y hermosa biblioteca pública principal de la 
ciudad de Nueva York. Este parque suele estar dominado por los traficantes de drogas. 
Junto con la biblioteca que se encuentra detrás, marcan el límite inferior de Times 
Square, la capital de abuso sexual de la América industrializada. 5000 personas, con 
una abrumadora mayoría de mujeres, habían marchado en Times Square en una 
manifestación organizada por Mujeres Contra la Pornografía y dirigida por Susan 
Brownmiller, Gloria Steinem y Bella Abzug, entre otras. La marcha había comenzado 
en Columbus Circle en West 59 Street, el límite más alto del área de Times Square, y el 
mitin en Bryant Park marcó su conclusión. Por primera vez, Times Square no 
pertenecía a los proxenetas; pertenecía a las mujeres, no a las mujeres lastimadas y 
explotadas con fines de lucro sino a las mujeres orgullosas y triunfantes. La marcha 
notificó a los pornógrafos que las masas de mujeres podían levantarse y detener el 
tráfico organizado de mujeres y niñas, que era la actividad habitual en esas calles tan 
mezquinas. Las feministas dominaron el terreno pero no lo retuvieron. 
 
 
EXISTE UN mismo mensaje básico en todos los tipos pornografía provenientes 
del fango que vemos a nuestro alrededor, desde la pseudoartística y pretenciosa 
pornografía que los intelectuales llaman erótica, al clandestino porno infantil, hasta el 
pulido y satinado porno de las revistas de entretenimiento para hombres. El único 
mensaje que se transmite en toda la pornografía todo el tiempo es este: ella lo quiere; 
ella quiere ser golpeada; ella quiere ser forzada; ella quiere ser violada; ella quiere ser 
brutalizada; ella quiere ser lastimada. Esta es la premisa, el principio principal, de toda 
pornografía. Ella quiere que se le hagan estas cosas despreciables. A ella le gusta esto. 
A ella le gusta que la golpeen, a ella le gusta que la lastimen y a ella le gusta ser 
forzada. 
Mientras tanto, en todoel país, las mujeres y las niñas son violadas, golpeadas, 
forzadas, brutalizadas y heridas. 
La policía cree que lo querían. La mayoría de las personas a su alrededor creen 
que lo querían. "¿Y tú qué hiciste para provocarlo?", se le pregunta una y otra vez a la 
esposa golpeada cuando finalmente se atreve a pedir ayuda o protección. "¿Te gustó?", 
pregunta la policía a la víctima de violación. "Admite que algo en tí lo deseaba", insiste 
el psiquiatra. "Fue la energía que irradiabas", dice el gurú. Los hombres adultos afirman 
que sus propias hijas de ocho o diez o trece años los llevaron a eso. 
La creencia es que la mujer quiere ser lastimada. La creencia es que a la mujer le 
gusta ser forzada. La prueba de que lo quiere está en todas partes: en la forma en que se 
viste; en la forma en que camina; en la forma en la que habla; en la forma en que se 
sienta; en la forma en que se para; en que ella estaba fuera de casa después del 
anochecer; en que ella invitó a un amigo varón a su casa; en que ella saludó a un vecino 
varón; en que ella abrió la puerta; en que ella miró a un hombre; en que un hombre le 
preguntó qué hora era y ella le respondió; en que ella se sentó en el regazo de su padre; 
en que ella le hizo una pregunta a su padre sobre sexo; en que ella se subió a un 
automóvil con un hombre; en que ella se subió a un automóvil con el padre de su mejor 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
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amiga, su tío o su maestro; en que ella flirteaba; en que ella se casó; en que ella tuvo 
sexo una vez con un hombre y dijo que no la siguiente vez; en que ella no es virgen; en 
que ella habla con los hombres; en que ella habla con su padre; en que ella fue al cine 
sola; en que ella caminaba sola; en que ella fue de compras sola; en que ella sonrió; en 
que ella está sola en casa, dormida, el hombre irrumpe, y aun así, se pregunta: "¿Te 
gustó? ¿Dejaste la ventana abierta esperando que alguien apareciera? ¿Siempre duermes 
sin ropa? ¿Tuviste un orgasmo?” 
Su cuerpo está magullado, está desgarrado y herido, y aún persiste la pregunta: 
¿Lo provocaste? ¿Te gustó? ¿Es esto lo que realmente querías todo el tiempo? ¿Es esto 
lo que estabas esperando, deseando y soñando? Sigues diciendo que no. Intenta probar 
que no. ¿Esos moretones? A las mujeres les gusta un poco ser maltratadas. ¿Qué hiciste 
tú para llevarlo a eso? ¿Cómo lo provocaste? ¿Te gustó? Un novio o un esposo o los 
padres, o incluso a veces una novia creerán que ella podría haber luchado contra él —si 
realmente hubiera querido. Ella debió haberlo deseado realmente —si sucedió. ¿Qué era 
lo que ella quería? Quería la fuerza, el daño, el dolor, la humillación. ¿Por qué lo 
quería? Porque es mujer y las mujeres siempre lo provocan, siempre lo quieren, siempre 
les gusta. 
¿Y cómo saben todas las personas cuya opinión importa que las mujeres quieren 
ser forzadas, heridas y maltratadas? La pornografía lo dice. Durante siglos, los hombres 
han consumido pornografía en secreto —sí, los abogados y los legisladores y los 
médicos y los artistas y los escritores y los científicos y los teólogos y filósofos. Y 
durante estos mismos siglos, las mujeres no han consumido pornografía y las mujeres 
no han sido abogadas y legisladoras y doctoras y artistas y escritoras y científicas y 
teólogas y filósofas. 
Los hombres creen en la pornografía, en la que las mujeres siempre lo quieren. 
Los hombres creen en la pornografía, en la que las mujeres se resisten y dicen no solo 
para que los hombres las obliguen y usen más y más fuerza y más y más brutalidad. Al 
día de hoy, los hombres creen en la pornografía y los hombres no creen en las mujeres 
que dicen que no. 
Algunas personas dicen que la pornografía es sólo fantasía. ¿Qué parte de ella es 
fantasía? Las mujeres son golpeadas y violadas y forzadas y azotadas y mantenidas 
cautivas. La violencia representada es verdadera. Los actos de violencia representados 
en la pornografía son actos reales cometidos contra mujeres reales y niñas reales. La 
fantasía es que las mujeres quieren ser abusadas. 
Y así es que hoy estamos aquí para explicarles con calma —para gritar, clamar, 
vociferar, rugir— que las mujeres no lo queremos, ni hoy, ni mañana, ni ayer. Nunca lo 
querremos y nunca lo hemos deseado. La prostituta no quiere ser forzada y lastimada. 
La ama de casa no quiere ser forzada y lastimada. La lesbiana no quiere ser forzada y 
lastimada. La joven no quiere ser forzada y lastimada. 
Y porque en todo el país, a diario, miles de mujeres y niñas están siendo 
brutalizadas —y esto no es una fantasía— todos los días las mujeres y las niñas son 
violadas, golpeadas y forzadas —nunca volveremos a aceptar ninguna representación de 
nosotras que tenga como su principio principal, su primera premisa, que queremos ser 
maltratadas, que disfrutamos ser lastimadas, que nos gusta ser forzadas. 
Por esto es que lucharemos contra la pornografía donde la encontremos; y 
lucharemos contra quienes la justifiquen y contra quienes la hacen y contra quienes la 
compran y la utilizan. 
Y no se equivoquen: este movimiento contra la pornografía es un movimiento 
contra el silencio —el silencio de las verdaderas víctimas. Y este movimiento contra la 
pornografía es un movimiento para la palabra —la palabra de quienes han sido 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
13 
 
silenciadas por la fuerza sexual, la palabra de las mujeres y las niñas. Y nunca, nunca 
volveremos a ser silenciadas. 
 
 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
14 
 
La Noche y el Peligro 
1979 
 
 
La noche y el peligro fue escrito como un discurso de Reapropiarse de la Noche. En 
New Haven, Connecticut, 2000 mujeres marcharon. Las prostitutas callejeras se 
unieron a la marcha y las ancianas de las residencias de ancianos salieron a los 
balcones con velas encendidas. En Old Dominion, Virginia, negros y blancos, mujeres y 
hombres, gays y heterosexuales, cientos, se unieron en la primera marcha política que 
se realizó en Old Dominion, un bastión oligarca y conservador, como su nombre lo 
indica. La gente marchó catorce millas, como si no quisieran perder un camino, bajo la 
amenaza de perder sus empleos y de la represión policial. En Calgary, Canadá, las 
mujeres fueron arrestadas por manifestarse sin permiso, la ironía de que una marcha 
es la forma más segura (a pesar de las detenciones) para que las mujeres salgan por la 
noche pasó inadvertida para la policía, pero no para las mujeres. En Los Ángeles, 
California, el extremo final de una cola de 2000 mujeres que caminaban en doble fila 
por las aceras fue atacado por hombres en autos. No sé cuántas veces di este discurso, 
pero al hacerlo he visto América del Norte y he conocido a algunas de las personas 
más valientes. La noche y el peligro nunca se ha publicado antes. 
 
 
UNA MARCHA PARA REAPROPIARSE DE LA NOCHE va directamente a 
nuestro núcleo emocional. Se supone que las mujeres tememos especialmente la noche. 
La noche promete daño a las mujeres. El hecho de que una mujer camine por la calle de 
noche no es solo arriesgarse al abuso, sino también —según los valores de la 
dominación masculina — pedirlo. La mujer que transgrede los límites de la noche es 
una proscrita que rompe una regla elemental de comportamiento civilizado: una mujer 
decente no sale —ciertamente no sola, ciertamente no sólo con otras mujeres— por la 
noche. Se piensa que una mujer en la noche, sin correa, es una zorra o una perra 
engreída que no conoce su lugar. Los policías de la noche —violadores y otros hombres 
merodeadores— tienen el derecho de hacer cumplir las leyes de la noche: acechar a la 
mujer y castigarla. Todas hemos sido perseguidas, y muchas de nosotras hemos sido 
atrapadas. Una mujer que conoce las reglas de la sociedad civilizada sabe que debe 
esconderse de la noche. Pero incluso cuando la mujer, como una buena chica, se 
encierra, la noche amenaza con entrometerse. Afuera estánlos depredadores que se 
treparán por las ventanas, bajarán por las tuberías de desagüe, abrirán las cerraduras, 
descenderán por los tragaluces y traerán la noche con ellos. Estos depredadores son 
romantizados, por ejemplo, en películas de vampiros. Los depredadores se convierten en 
niebla y se curvan a través de grietas apenas visibles. Traen consigo el sexo y la muerte. 
Sus víctimas retroceden, resisten el sexo, resisten la muerte, hasta que, superadas por la 
emoción de todo, abren sus piernas, descubren sus cuellos y se enamoran. Una vez que 
la víctima se haya sometido por completo, la noche ya no tendrá más terror, porque la 
víctima estará muerta. Es muy encantadora, muy femenina y muy muerta. Esta es la 
esencia del llamado romance, que es una violación adornada con una apariencia 
significativa. 
La noche es el momento del romance. Los hombres, como sus vampiros 
adorados, van a cortejar. Los hombres, como los vampiros, cazan. La licencia que les 
permite noche, mal llamada romance, y el romance se reduce a la violación: entrada 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
15 
 
forzada al domicilio, que a veces es el hogar, pero que siempre es el cuerpo y lo que 
algunos llaman el alma. La hembra está sola y/o dormida. El macho bebe de ella hasta 
que está saciado o hasta que ella muere. Las flores tradicionales del cortejo son las 
flores tradicionales de la tumba, que se entregan a la víctima antes del asesinato. El 
cadáver se viste, se arregla y se acuesta, se viola ritualmente y se consagra a una 
eternidad de uso. Todas las distinciones de voluntad y personalidad se eliminan y se 
supone que debemos creer que la noche, no el violador, hace la supresión. 
Los hombres usan la noche para borrarnos. Fue Casanova, a quien los hombres 
consideran una autoridad, quien escribió que "con la luz apagada, todas las mujeres son 
iguales".
1
 La aniquilación de la personalidad de una mujer, individualidad, voluntad, 
carácter, es un requisito previo para la sexualidad masculina, por lo que la noche es el 
momento sagrado de la celebración sexual masculina porque es oscura y en la oscuridad 
es más fácil no verla: no ver quién es ella. La sexualidad masculina, ebria por su 
intrínseco desprecio por toda vida, pero especialmente por las vidas femeninas, puede 
correr de forma salvaje, cazar a las víctimas al azar, usar la oscuridad para cubrirse, 
encontrar en el consuelo oscuro, la sanción y el santuario. 
La noche es mágica para los hombres. Buscan prostitutas y ligues por la noche. 
Hacen su mal llamado “hacer el amor” en la noche. Se emborrachan y recorren las 
calles en manadas por la noche. Se follan a sus esposas por la noche. Tienen sus fiestas 
de fraternidad por la noche. Ellos cometen sus mal llamadas seducciones por la noche. 
Se visten de sábanas blancas y queman cruces por la noche. La infame Noche de Cristal, 
cuando los nazis alemanes incendiaron y destrozaron las ventanas de las tiendas y casas 
judías de toda Alemania —la Noche de Cristal, que lleva el nombre de los vidrios rotos 
que cubrían Alemania cuando la noche había terminado— la Noche de Cristal, cuando 
los nazis golpearon o mataron a todos los judíos que pudieron encontrar, a todos los 
judíos que no se habían encerrado de forma lo suficientemente segura — la Noche de 
Cristal que anunciaba la matanza por venir— es la noche emblemática. Los valores del 
día se convierten en las obsesiones de la noche. Cualquier grupo odiado teme la noche, 
porque en la noche todos los despreciados son tratados como las mujeres son tratadas: 
como presas, para ser golpeadas o asesinadas o violadas sexualmente. Tememos a la 
noche porque los hombres se vuelven más peligrosos en la noche. 
En los Estados Unidos, con su carácter claramente racista, el miedo a la 
oscuridad se manipula, a menudo de manera subliminal, en el miedo a los negros, en 
particular a los hombres negros, de modo que la asociación tradicional entre la violación 
y los hombres negros que es nuestra herencia nacional esté reforzada. En este contexto, 
las imágenes de la noche negra sugieren que lo negro es inherentemente peligroso. En 
este contexto, la asociación de la noche, los hombres negros y la violación se convierte 
en un artículo de fe. La noche, el momento del sexo, se convierte también en el 
momento de la raza —el miedo racial y el odio racial. El hombre negro en el Sur, 
cazado por la noche para ser castrado y/o linchado, se convierte en el Estados Unidos 
racista, en el portador del peligro, el portador de la violación. El uso de los tipos raciales 
despreciados, como chivo expiatorio, como una figura simbólica que encarna la 
sexualidad de todos los hombres, es una estrategia común entre hombres y 
supremacistas. Hitler hizo lo mismo con el varón judío. En la zona urbana de los 
Estados Unidos, la población de prostitutas está desproporcionadamente formada por 
mujeres negras, caminantes callejeras que habitan la noche, figuras femeninas 
prototípicas, de nuevo chivos expiatorios, símbolos que llevan la carga de la sexualidad 
 
1
 Giacomo Casanova, Historia de mi Vida, transcripción. Willard R. Trask (New York: Harcourt Brace 
Jovanovich, 1971), Vol. 11, p. 15. 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
16 
 
femenina definida por el hombre, de la mujer como mercancía. Y así, entre las mujeres, 
la noche es la época del sexo y también de la raza: la explotación racial y la explotación 
sexual están fusionadas, son indivisibles. Noche y negro: sexo y raza: se culpa a los 
hombres negros por lo que hacen todos los hombres; las mujeres negras se usan como 
todas las mujeres, pero son castigadas singular e intensamente por la ley y las 
costumbres sociales; y para desenredar este nudo cruel, una parte de todas y cada una de 
las noches, tendremos que reapropiarnos de la noche para que no pueda ser usada para 
destruirnos por raza o por sexo. 
La noche significa, para todas las mujeres, una elección: peligro o 
confinamiento. El confinamiento también suele ser peligroso: las mujeres golpeadas 
están confinadas, una mujer violada en el matrimonio es probable que sea violada en su 
propia casa. Pero en el confinamiento, se nos promete una disminución del peligro, y en 
el confinamiento tratamos de evitar el peligro. La historia de las mujeres ha sido la del 
confinamiento: limitación física, atadura, movimiento prohibido, acción castigada. 
Ahora, de nuevo, dondequiera que giremos, los pies de las mujeres están atados. Una 
mujer atada es el emblema literal de nuestra condición, y hacia cualquier lugar que 
miremos, vemos celebrada nuestra condición: mujeres en bondage, atadas y amarradas. 
El actor George Hamilton, uno de los nuevos Conde Drácula, afirma que "[la] mujer 
fantasea con un extraño oscuro que la atormenta. Las mujeres no tienen fantasías sobre 
marchar con Vanessa Redgrave".
2
 No parece darse cuenta de eso. Tenemos fantasías 
sobre Vanessa Redgrave marchando con nosotras. La celebración erótica de las mujeres 
en bondage es la religión de nuestro tiempo; y la literatura sagrada y las películas de 
culto, como los pies atados, están en todas partes. El significado del bondage es que 
prohíbe la libertad de movimiento. Hannah Arendt escribió que "de todas las libertades 
específicas que pueden venir a nuestra mente cuando escuchamos la palabra 'libertad', 
'libertad de movimiento' es históricamente la más antigua y también la más elemental. 
Poder partir hacia donde queramos es el gesto prototípico de ser libre, ya que la 
limitación de la libertad de movimiento ha sido desde tiempos inmemoriales la 
condición previa para la esclavitud. La libertad de movimiento es también una 
condición indispensable para la acción, y es en la acción que los hombres experimentan 
principalmente la libertad en el mundo".
3
 La verdad es que los hombres sí experimentan 
la libertad de movimiento y la libertad enacción y que las mujeres no. Debemos 
reconocer que la libertad de movimiento es una condición previa para la libertad de 
cualquier otra cosa. Viene en importancia antes de la libertad de expresión porque, sin 
ella, la libertad de expresión no puede existir. Entonces, cuando las mujeres luchamos 
por la libertad, debemos comenzar por el principio y luchar por la libertad de 
movimiento, que no hemos tenido y ahora no tenemos. En la realidad, no se nos permite 
salir después del anochecer. En algunas partes del mundo, a las mujeres no se les 
permite salir, pero a nosotras, en esta democracia ejemplar, se nos permite deambular, 
medio lisiadas, durante el día, y por esto, por supuesto, debemos estar agradecidas. 
Especialmente debemos estar agradecidas porque los trabajos y la seguridad dependen 
de la expresión de gratitud a través de la alegre conformidad, la dulce pasividad y la 
sumisión artísticamente diseñada para satisfacer los gustos particulares de los hombres 
que debemos complacer. Debemos estar agradecidas —a menos que estemos preparadas 
para resistir el confinamiento— para resistirnos a ser encerradas y amarradas —a 
resistirnos a ser atadas y amordazadas y usadas y secuestradas y atrapadas y 
 
2
 Jean Cox Penn and Jill Barber, "Los Nuevos Dráculas se convierten en los Símbolos Sexuales más 
Pervertidos de la Historia", Us, Vol. Ill, No. 7, p. 27. 
3
 Hannah Arendt, Los Hombres en Épocas Oscuras, (New York: Harcourt, Brace & World, Inc., 1968), p. 
9. 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
17 
 
conquistadas y poseídas y engalanadas como muñecas que tienen que ser liquidadas en 
un mostrador para poder movernos en absoluto. Debemos estar agradecidas —a menos 
que estemos preparadas para resistir las imágenes de mujeres atadas, humilladas y 
usadas. Debemos estar agradecidas a menos que estemos preparadas para exigir —no, 
tomar— la libertad de movimiento para nosotras mismas porque sabemos que es una 
condición previa para cualquier otra libertad que debemos desear si queremos la libertad 
en absoluto. Debemos estar agradecidas —a menos que estemos dispuestas a decir con 
las Tres Marías de Portugal: "Basta. Es hora de llorar: Basta. Y de formar una barricada 
con nuestros cuerpos".
4
 
Creo que hemos estado agradecidas por los pequeños favores de los hombres por 
el tiempo suficiente. Creo que estamos hartas de estar agradecidas. Es como si nos 
viéramos obligadas a jugar a la ruleta rusa; cada noche, una pistola se coloca contra 
nuestras sienes. Cada día, estamos extrañamente agradecidos de estar vivas. Cada día 
olvidamos que una noche será nuestro turno, el azar ya no será aleatorio sino específico 
y personal, seré yo o serán ustedes o será alguien a quien amamos quizás más de lo que 
nos amamos a nosotras mismas. Cada día olvidamos que intercambiamos todo lo que 
tenemos y no obtenemos casi nada a cambio. Todos los días nos esforzamos, y cada 
noche nos volvemos cautivas o proscritas —y es probable que nos lastimen de cualquier 
manera. Es hora de gritar "Basta", pero no es suficiente gritar "Basta". Debemos usar 
nuestros cuerpos para decir "Basta" —debemos formar una barricada con nuestros 
cuerpos, pero la barricada debe moverse a medida que el océano se mueve y ser 
formidable como el océano es formidable. Debemos utilizar nuestra fuerza colectiva, 
pasión y resistencia para recuperar esta noche y todas las noches para que la vida valga 
la pena y la dignidad humana sea una realidad. Lo que hacemos aquí esta noche es tan 
simple, tan difícil y tan importante. 
 
 
4
 María Isabel Barreno, María Teresa Horta, and María Velhoda Costa, Las Tres Marías: Nuevas Cartas 
Portuguesas, transcripción, Helen R. Lane (New York: Bantam Books, 1976), p. 275. 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
18 
 
Pornografía y duelo 
1977 
 
 
Pornografía y Duelo fue escrito como discurso para una marcha para Reapropiarse de 
la Noche que fue parte de la primera conferencia feminista sobre pornografía en San 
Francisco, Estados Unidos, en Noviembre de 1978. Fue organizada por la ahora 
difunta Mujeres en Contra de la Violencia en la Pornografía y en los Medios (WAVPM 
por sus siglas en inglés), más de 5000 mujeres de 30 estados participamos y cerramos 
el distrito pornográfico de San Francisco por una noche. Dominamos el terreno pero 
no lo retuvimos. 
 
 
BUSQUÉ qué decir aquí hoy que fuese diferente a lo que voy a decir. Quería 
venir aquí, militante y orgullosa y loca de furia. Pero encuentro más y más que la furia 
es una sombra pálida al lado del duelo que siento. Si una mujer tiene alguna sensación 
de su propio valor, mirar pornografía en pequeños segmentos y pedazos puede llevarla a 
una rabia útil. Estudiar la pornografía en cantidad y profundidad, como vengo haciendo 
por más meses de los que puedo recordar, convertirá a esa misma mujer en una doliente. 
La pornografía en sí misma es vil. Caracterizarla de cualquier otra forma sería 
mentir. Ninguna parva de intelectualismo y sofisticaciones masculinas puede cambiar o 
esconder ese simple hecho. Georges Bataille, un filósofo de la pornografía (a la cual 
llama “erotismo”), lo pone de manera clara: “En esencia, el dominio del erotismo es el 
dominio de la violencia, de la violación”
5
. El señor Bataille, a diferencia de muchos de 
sus pares, es lo suficientemente bueno como para hacer explícito que la idea es violar a 
la mujer. Usar el lenguaje de los grandes eufemismos es tan popular entre los 
intelectuales varones que escriben sobre el tema de la pornografía, Bataille nos informa 
que “El lado pasivo femenino es esencialmente el que es disuelto como entidad 
separada”
6
. Ser “disueltas” —por cualquier medio que sea necesario— es el rol de las 
mujeres en la pornografía. Los grandes científicos y filósofos de la sexualidad, incluidos 
Kinsey, Havelock Ellis, Wilhelm Reich, y Freud, sostuvieron esta visión de nuestro 
propósito y destino. Los grandes escritores usan el lenguaje en formas más o menos 
hermosas para crearnos en fragmentos de su interés, semi “disueltas” por así decirlo, y 
luego proceden a “disolvernos” del todo, por los medios que fuesen necesarios. Los 
biografistas de los grandes artistas celebran las atrocidades de la vida real que esos 
hombres han cometido en contra de nosotras, como si esas atrocidades fuesen centrales 
en la creación del arte. Y en la historia, como los hombres la han vivido, nos han 
“disuelto” por cualquier medio que sea necesario. El rebanado de nuestras pieles y el 
traqueteo de nuestros huesos son las fuentes energizantes del arte y la ciencia definidos 
por los hombres, como son el contenido esencial de la pornografía. La experiencia 
visceral del odio a las mujeres que literalmente no conoce límites me ha dejado más allá 
de la furia y más allá de las lágrimas; solo puedo hablarles desde el duelo. 
Todas esperamos que el mundo sea diferente de lo que es, ¿no es así? No 
importa qué carencia material o emocional hayamos experimentado como niñas o como 
 
5
 Bataille, Muerte y Sensualidad (New York: BallantineBooks, Inc., 1969), p. 10. 
6
 Bataille, Muerte y Sensualidad, p. 11 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
19 
 
adultas, no importa qué entendimos de la historia o de los testimonios de personas 
vivientes sobre cómo sufre la gente y por qué, todas creímos, en privado, en la 
posibilidad humana. Algunas de nosotras creímos en el arte, o la literatura, o la música, 
o la religión, o la revolución, o en los niños, o en el potencial reivindicante del erotismo 
o el afecto. No importa lo que sabíamos de la crueldad, todas creímos en la amabilidad; 
y no importa lo que sabíamos del odio, todas creímos en la amistad o el amor. Ni una de 
nosotras podría haber imaginado o habría creído los hechos simples de la vida tal ycomo han llegado a nuestro conocimiento: la rapacidad de la codicia de los hombres por 
la dominación; la malignidad de la supremacía masculina; el desprecio virulento por las 
mujeres que es la base de la cultura en la cual vivimos. El Movimiento de Mujeres nos 
ha forzado a todas a enfrentar los hechos, pero no importa cuán valientes y lúcidas 
seamos, no importa cuán dispuestas u obligadas estemos a ver la realidad sin romance o 
ilusión, estamos simplemente abrumadas por el odio del hombre a nuestra clase, por su 
morbilidad, su compulsión, su obsesión, su celebración de sí mismo en cada detalle de 
la vida y la cultura. Pensamos que hemos descifrado este odio de una vez y por todas, 
hemos visto su espectacular crueldad, hemos aprendido cada secreto, nos hemos 
acostumbrado a él y lo hemos superado, u organizado en su contra para estar protegidas 
de sus peores excesos. Pensamos que sabemos todo lo que hay por saber sobre lo que 
los varones le hacen a las mujeres, incluso si no podemos imaginar por qué ellos hacen 
lo que hacen, y entonces algo sucede que simplemente nos vuelve locas, nos saca de 
quicio, y volvemos a estar encarceladas como animales enjaulados en la realidad 
anestesiante del control masculino, la venganza de los hombres contra quién sabe qué, 
el odio de los hombres hacia nuestro propio ser. 
Una puede saber todo y aún así no imaginar los videos snuff
7
. Una puede saber 
todo y aún así estar conmocionada y aterrorizada cuando un hombre que intentó hacer 
videos snuff es liberado, a pesar del testimonio de las agentes encubiertas a quienes 
quiso torturar, asesinar y por supuesto, filmar. Una puede saber todo y aun así estar 
aturdida y paralizada cuando una conoce a una niña que está siendo continuamente 
violada por su padre o algún pariente cercano masculino. Una puede saber todo y aún 
así reducirse a balbucear como una idiota cuando una mujer es procesada por intentar 
abortar por sí sola con agujas de tejer, o cuando una mujer es encarcelada por matar a un 
hombre que la ha violado o torturado, o la está violando y torturando. Una puede saber 
todo y aún así querer matar y querer morir simultáneamente cuando ve una foto 
celebratoria de una mujer siendo picada en una picadora de carne en la tapa de una 
revista nacional, sin importar lo pútrida que sea esta revista. Una puede saber todo y aún 
así internamente negarse a creer que la violencia personal, social, culturalmente 
aprobada contra las mujeres es ilimitada, impredecible, generalizada, constante, 
implacable, y feliz e inconscientemente sádica. Una puede saber todo y aún así ser 
incapaz de aceptar el hecho de que el sexo y el asesinato están fusionados en la 
conciencia de los hombres, de manera tal que uno sin la inminente posibilidad del otro 
es impensable e imposible. Una puede saber todo y aún así, en el fondo, rehusarse a 
aceptar que la aniquilación de las mujeres es la fuente de significado e identidad para 
los varones. Una puede saber todo y aún así querer desesperadamente no saber nada 
porque enfrentar lo que sabemos es cuestionarse si la vida tiene algún valor en lo 
absoluto. 
 
7
 NdT.: Las películas snuff o vídeos snuff (del inglés snuffout, que significa «morir» o «apagar» en 
sentido figurado) son videos, cortos de asesinatos, torturas, suicidios, necrofilia, infanticidio, entre 
otros crímenes reales (sin la ayuda de efectos especiales o cualquier otro truco) con la finalidad de 
distribuirlas comercialmente para entretenimiento. 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
20 
 
Los pornógrafos, modernos y antiguos, visuales y literarios, vulgares y 
aristocráticos, ponen de manifiesto una proposición consistente: el placer erótico para 
los hombres está derivado y afirmado en la destrucción salvaje de las mujeres. Como 
escribió el Marqués de Sade, el pornógrafo más reverenciado, en uno de sus momentos 
más recatados y civilizados: “No existe una mujer en la Tierra que alguna vez haya 
tenido causa para quejarse de mis servicios, si me he asegurado de matarla luego de los 
mismos”
8
. La erotización del asesinato es la esencia de la pornografía, así como es la 
esencia de la vida. El torturador puede ser un policía arrancando las uñas de los dedos 
de una víctima en una celda de prisión, o un supuesto hombre normal comprometido en 
el proyecto de follar a una mujer hasta la muerte. El hecho es que el proceso de matar 
—y ambos, la violación y el maltrato son pasos en ese proceso— es para los hombres el 
acto sexual primario, en la realidad y/o en la imaginación. Las mujeres como clase 
deben permanecer en cautiverio, sujetas a la voluntad sexual de los hombres, porque el 
conocimiento de un derecho a matar imperial, ya sea ejercido en su totalidad o sólo en 
parte, es necesario para alimentar el apetito sexual y el comportamiento. Sin las mujeres 
como potenciales o reales víctimas, los hombres son, en la jerga sanitizada actual, 
“sexualmente disfuncionales”. Esta misma idea central también opera entre los 
homosexuales, donde por fuerza y/o convención se designa a algunos varones como 
femeninos o feminizados. La plétora de cueros y cadenas entre los varones 
homosexuales y las nuevas defensas de moda de círculos de prostitución de varones 
jóvenes organizados por gays supuestamente radicales, son testimonio de la fijación de 
la compulsión masculina por dominar y destruir que es la fuente del placer sexual para 
los hombres. 
Lo más terrible de la pornografía es que cuenta la verdad masculina. Lo más 
insidioso de la pornografía es que cuenta la verdad masculina como si fuese la verdad 
universal. Esas representaciones de las mujeres encadenadas y torturadas se supone que 
representan nuestras más profundas aspiraciones eróticas. Y algunas de nosotras lo 
creemos, ¿no es verdad? Lo más importante sobre la pornografía es que los valores que 
están en ella son los valores comunes de los hombres. Este es el hecho crucial que tanto 
los varones de la Derecha y los varones de la Izquierda, en sus formas diferentes pero 
mutuamente complementadas, quieren mantener oculto de las mujeres. Los varones de 
la Derecha quieren ocultar la pornografía y los varones de la Izquierda quieren ocultar 
su significado. Ambos lados quieren acceso a la pornografía de modo tal que los 
hombres sean alentados y energizados por ella. La Derecha quiere acceso secreto; la 
Izquierda quiere acceso público. Pero veamos o no pornografía, los valores expresados 
en ella son valores expresados en los actos de violaciones y de golpizas a las esposas, en 
el sistema legal, en la religión, en el arte y en la literatura, en la discriminación 
económica sistemática contra las mujeres, en las academias moribundas, y por los 
buenos y sabios y amables e iluminados en todas esas áreas. La pornografía no es un 
género de expresión separado y diferente del resto de la vida; es un género de expresión 
en completa armonía con cualquier cultura en la cual florece. Esto es independiente de 
que sea legal o ilegal. Y, en cualquier caso, la pornografía funciona para perpetuar la 
supremacía masculina y los crímenes de violencia contra las mujeres porque condiciona, 
entrena, educa, e inspira a los hombres a despreciar a las mujeres, a lastimar a las 
 
8
 Donatien-Alphonse-Francois de Sade, Juliette, trad.. AustrynWainhouse (New York: Grove Press, Inc., 
1976), p. 404. 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
21 
 
mujeres. La pornografía existe porque los hombres desprecian a las mujeres, y los 
hombres desprecian a las mujeres porque existe la pornografía. 
En mi caso, la pornografía me ha derrotado en formas en las que, al menos por 
ahora, la vida no lo ha hecho. Cualquiera sea la lucha o dificultad que he tenido en mi 
vida, siempre he encontrado una forma de seguir adelante incluso aunque no supiera 
cómo, de vivir otro día más,de leer un libro más, de escribir un párrafo más, de ver a 
una amiga más, de amar una vez más. Cuando leo o veo pornografía, quiero que todo se 
detenga. ¿Por qué?, me pregunto ¿por qué son tan condenadamente crueles y están tan 
condenadamente orgullosos de ello? A veces, es un detalle lo que me enloquece. Hay 
una serie de fotografías: una mujer está rebanando sus senos con un cuchillo, untando su 
sangre sobre su propio cuerpo, clavando una espada en su vagina. Y está sonriendo. Y 
es la sonrisa lo que me vuelve loca. Hay un disco exhibido en todos los rincones de una 
vidriera. La foto en la tapa del disco es la vista de perfil de las piernas de una mujer, su 
entrepierna está insinuada porque sabemos que está ahí; pero no se muestra. El título del 
álbum es “Enchúfame hasta la muerte”. Y es el uso de la primera persona que me 
vuelve loca. “Enchúfame hasta la muerte”. La arrogancia. La arrogancia a sangre fría. Y 
cómo puede seguir así, sin sentido, enteramente brutal, fútil, día tras día y año tras año, 
estas imágenes e ideas y valores vertiéndose, empaquetados, comprados y vendidos, 
promovidos, resistiendo, y nadie lo detiene, y nuestros queridos varones intelectuales lo 
defienden, y los elegantes abogados radicales lo defienden, y los hombres de todo tipo 
no pueden y no vivirán sin ello. Y la vida, lo que significa todo para mí, deja de tener 
sentido, porque las celebraciones de crueldad destruyen mi capacidad de sentir y de 
preocuparme y de tener esperanzas. Odio a los pornógrafos más que nada por quitarme 
la esperanza. 
La violencia psíquica de los pornógrafos es insoportable en sí misma. Actúa en 
una como una maza hasta que la sensibilidad propia es aplastada a golpes y el corazón 
se muere. Una se vuelve insensible. Todo se detiene, y una mira a las páginas con fotos 
y piensa: esto es lo que los hombres quieren, esto es lo que los hombres han tenido, y 
esto es lo que los hombres no abandonarán. 
Como la lesbofeminista Karla Jay señaló en un artículo llamado “Hierba, Porno, 
y las Políticas del Placer”, los hombres dejarán las uvas y la lechuga y el jugo de naranja 
y el vino portugués y el atún, pero los hombres no dejarán la pornografía. Y sí, una 
quiere quitársela, quemarla, rasgarla, bombardearla, demoler sus cines y editoriales 
hasta que no quede nada. Una puede ser parte de un movimiento revolucionario o una 
puede hacer un duelo. Quizás haya encontrado la verdadera fuente de mi dolor: no nos 
hemos vuelto todavía un movimiento revolucionario. 
Esta noche vamos a caminar juntas, todas nosotras, para reapropiarnos de la 
noche, como otras mujeres lo han hecho en ciudades de todo el mundo, porque en todo 
sentido ninguna de nosotras puede caminar sola. Cada mujer caminando sola es un 
blanco. Cada mujer caminando sola es cazada, acosada, una y otra vez dañada por 
violencia psíquica o física. Solo caminando juntas podemos caminar con algún sentido 
de seguridad, de dignidad, de libertad. Esta noche, caminando juntas, proclamaremos a 
los violadores y a los pornógrafos y a los golpeadores de mujeres que sus días están 
contados y que nuestro momento ha llegado. Y mañana ¿qué haremos mañana? Porque, 
hermanas, la verdad es que tenemos que reapropiarnos de la noche todas las noches, o la 
noche nunca será nuestra. Y una vez que hayamos conquistado la oscuridad, tenemos 
que alcanzar la luz, tomar el día y hacerlo nuestro. Esta es nuestra elección, y es nuestra 
necesidad. Es una elección revolucionaria, y es una necesidad revolucionaria. Para 
nosotras, las dos son indivisibles, y deben ser indivisibles en nuestra pelea por la 
libertad. Muchas de nosotras hemos caminado muchas millas ya —millas valientes y 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
22 
 
duras— pero no hemos llegado lo suficientemente lejos. Esta noche, con cada aliento y 
con cada paso, debemos comprometernos a ir más lejos: transformar esta Tierra en la 
que caminamos de prisión y tumba en nuestro hogar jubiloso por derecho. Esto 
debemos hacer y esto haremos, por nuestro propio bien y por el bien de todas las 
mujeres que hayan vivido. 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
23 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
II 
PALABRAS 
 
 
 
Vive una vida lo más doméstica posible. Ten a tu 
hijo contigo todo el tiempo… Recuéstate por una 
hora luego de cada comida. Sólo dispón de dos horas 
de vida intelectual al día. Y nunca toques un 
bolígrafo, un pincel o un lápiz mientras vivas. 
Prescripción del Dr. S. Weir 
Mitchell para Charlotte Perkins 
Gilman 
 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
24 
 
El Poder de las Palabras 
1978 
 
 
En la primavera de 1978, el Massachusetts Daily Collegian, el periódico universitario 
de la Universidad de Massachusetts en Amherst, se volvió un campo de batalla por los 
derechos de las mujeres. Periodistas mujeres que reportaban sobre los llamados 
“problemas de mujeres”, incluyendo, según recuerdo, la emergencia de salud del DES, 
fueron censuradas: sus historias suprimidas o cortadas en pedazos. Fueron 
sermoneadas de forma santurrona sobre la libertad de expresión y el alto llamamiento 
al periodismo objetivo, por editores varones incluso cuando les estaba siendo negado el 
derecho a imprimir. Las mujeres se defendieron. Julie Melrose, editora de las mujeres, 
fue amenazada y era palpable una atmósfera de violencia. Los editores varones, 
provocaron el enojo de las mujeres especialmente llamándolas “lesbianas”. El Poder 
de las Palabras se trata sobre la campaña de odio que libraron estos editores varones. 
En vez de verse intimidadas, las mujeres ocuparon las oficinas del periódico y se 
apropiaron de su equipamiento para sacar un periódico insurgente (en el cual se 
publicó El Poder de las Palabras). Pusieron una barricada, resistiéndose físicamente a 
los esfuerzos por desalojarlas. Tomaron las oficinas por doce días. El Rector de la 
Universidad creó una comisión para investigar sus demandas. Su comisión recomendó 
páginas para mujeres con autonomía propia. El Rector se negó a implementar las 
recomendaciones. Hace un par de años, un hombre fue nombrado editor de las mujeres. 
La afirmación era que no existía ninguna mujer calificada. El Poder de las Palabras fue 
impartido como discurso en una reunión para apoyar a las ocupantes cuando aún 
estaban adentro. Robin Morgan y Janice Raymond también hablaron; y Simone de 
Beauvoir mandó un mensaje de solidaridad. Las feministas sí pelean por la libertad 
cuando es una pelea real por libertad real de expresión real. 
 
 
EN BERLÍN, en la segunda mitad de los años 1920, Joseph Goebbels, quien 
pronto sería el Ministro de Propaganda Nazi bajo el mandato de Hitler, organizó una 
campaña propagandística antisemita en forma de caricaturas. Todas estas caricaturas 
ridiculizaban a un individuo, un oficial de policía judío. Es una de las caricaturas, este 
hombre, ampliamente caricaturizado con una gran y torcida nariz, y burlonamente 
apodado Isidor, está sentado en el pavimento. Está apoyado en un poste de luz. Una 
cuerda alrededor de su cuello. Banderas adornadas con esvásticas ondean en los techos. 
El pie de foto dice: “Para él también, llegará el Miércoles de Ceniza”. “Isidor” se volvió 
un sinónimo burlón del judío; las caricaturas se volvieron un vehículo para atribuirles 
características repulsivas a los judíos como grupo. El oficial de policía demandó a 
Goebbels con el fin de que cese la publicación del difamatorio y malicioso material. 
Goebbels, haciendo completo uso de protecciones que aseguraban la libertad de 
expresión, fue absuelto. En la apelación, su absolución se mantuvo porque para la corte 
la palabra “judío” era equivalente a “católico” o “protestante”. Si no hay insulto en 
llamar “protestante” a un protestante, ¿cómo puede haber daño en llamar “judío” a un 
judío? 
En un mundo sin historia de persecución a judíos sólo por ser judíos, la decisión 
hubiese tenido sentido. Pero en este mundo, en el que aún vivimos,no todas las palabras 
tienen igual peso. Algunas palabras se pueden usar para provocar el más profundo odio, 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
25 
 
el más resiliente impulso a la matanza. Judío es una de esas palabras. Goebbels la usó 
de forma cínica, con astucia, para provocar un genocidio de monstruosidad casi sin 
paralelo. 
Otra palabra que puede ser manipulada para inducir tanto miedo como violencia 
es la palabra “lesbiana”. En una era en la que el feminismo está en auge, es esta palabra 
la que los propagadores del odio escupen, susurran, y gritan con variados grados de 
desprecio, escarnio y amenaza. 
No podemos permitirnos cometer el mismo error que la corte alemana prenazi: 
no podemos permitirnos pasar por alto el poder real y el significado real de las palabras 
o los usos reales que se le dan a esas palabras. 
No es ningún secreto que el miedo y el odio a los homosexuales impregna 
nuestra sociedad. Pero el desprecio hacia las lesbianas es distintivo. Está enraizado 
directamente en el aborrecimiento a la mujer autodefinida, a la mujer autodeterminada, 
a la mujer que no es controlada por la necesidad, el imperativo o la manipulación 
masculinos. El desprecio por las lesbianas es en su mayoría un repudio político a las 
mujeres que se organizan por cuenta propia para alcanzar presencia pública, poder 
significativo, integridad visible. 
Los enemigos de las mujeres, aquellos que están determinados a negarnos la 
libertad y dignidad, usan la palabra “lesbiana” para provocar el odio a las mujeres que 
no se ajustan a la norma. Este odio resuena en todos lados. Este odio es sostenido y 
expresado virtualmente por todas las instituciones. Cuando el poder masculino es 
desafiado, este odio puede intensificarse e inflamarse al punto de ser volátil, palpable. 
La amenaza que constituye este odio explotará en violencia. La amenaza es 
omnipresente porque la violencia contra las mujeres es culturalmente aplaudida. Y así la 
palabra “lesbiana”, lanzada o susurrada como acusación, es utilizada para enfocar la 
hostilidad masculina en mujeres que osan rebelarse, y es también usada para asustar y 
acosar a mujeres que aún no se han rebelado. 
Cuando una palabra se usa para provocar odio, no importa lo que la palabra 
significa en realidad. Lo que importa es sólo lo que insisten que significa los 
aborrecedores —el significado que le dan, el prejuicio común que explotan. En el caso 
de la palabra “lesbiana”, los aborrecedores la usan para imputarle una masculinidad 
asquerosa y desviada a la mujer con ínfulas que insiste en tomar su lugar en el mundo. 
Para las mujeres criadas para ser hermosas, obedientes y deseables (todo en términos 
masculinos), la palabra “lesbiana” connota una anormalidad nauseabunda y repelente. 
Pone sobre el tapete el profundo temor de las mujeres al exilio, el aislamiento, y el 
castigo. Para las mujeres controladas por los hombres, significa una condena. 
Es espantoso, aunque no sorprendente, que los varones del Collegian —estos 
muchachos que ante vuestros propios ojos se están convirtiendo en hombres —hayan 
usado la palabra “lesbiana” de la forma maliciosa que acabo de describir. Con desprecio 
y escarnio, han estado librando una campaña propagandística furtiva e implacable 
contra las ocupantes feministas. Están usando la palabra “lesbiana” para despertar la 
misoginia más virulenta hacia las mujeres en este campus. Están usando la palabra 
“lesbiana” para dirigir la hostilidad y agresión masculinas hacia las ocupantes 
feministas. Están usando la palabra “lesbiana” para desestimar cada acusación justa que 
las ocupantes feministas hicieron contra ellos. Están usando la palabra “lesbiana” para 
justificar su propia oposición rígida a las demandas simples y eminentemente 
razonables que estas mujeres han hecho. Están usando la palabra “lesbiana” para 
esconder la verdadera historia de la propia malicia misógina con la que manejan ese 
periódico corrupto, pretencioso, y absolutamente hipócrita. Están usando la palabra 
“lesbiana” para encubrir las otras amenazas de violencia hechas contra la jefa del 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
26 
 
Departamento de Mujeres antes de la ocupación —amenazas de violencia hechas por 
sus propios colegas varones. Están usando la palabra “lesbiana” para encubrir su 
rechazo, consistente y beligerante a publicar noticias cruciales sobre mujeres. Y, 
dolorosa pero inevitablemente, están usando la palabra lesbiana para dividir a las 
mujeres de otras mujeres, para mantener a las empleadas mujeres en línea, para 
desalentar su asociación con feministas o desalentar que piensen por su cuenta. 
Intimidadas por el uso malicioso de la palabra “lesbiana”, las mujeres tienen miedo de 
ser culpables por asociación. Habiendo escuchado la sorna y las amenazas, las chicas 
buenas, las chicas inteligentes, hacen lo que se espera de ellas. 
Las feministas están ocupando las oficinas del Collegian porque las palabras 
importan. Las palabras pueden ser usadas para educar, para clarificar, para informar, 
para iluminar. Las palabras también pueden ser usadas para intimidar, para amenazar, 
para insultar, para coaccionar, para incitar al odio, para incitar la ignorancia. Las 
palabras pueden hacernos mejores o peores personas, más compasivas o más 
prejuiciosas, más generosas o más crueles. Las palabras importan porque las palabras 
determinan significativamente lo que sabemos y lo que hacemos. Las palabras nos 
cambian o nos mantienen iguales. Las mujeres, privadas de palabras, son privadas de 
vida. Las mujeres, privadas de un foro para las palabras, son privadas del poder 
necesario para asegurar tanto la supervivencia como el bienestar. 
Cuando todas las noticias concernientes a mujeres son omitidas en un periódico, 
o distorsionadas hasta un punto irreconocible, se está cometiendo un crimen contra las 
mujeres. Es una ironía amarga que este crimen sea llamado eufemísticamente 
“periodismo objetivo”. Es otra ironía amarga que cuando las mujeres intentan detener 
este crimen, son acusadas de impedir algo llamado “libre expresión”. Es interesante que 
la frase “periodismo objetivo” siempre signifique la exclusión de incisivas noticias 
sobre mujeres y es curioso cómo los valerosos defensores de la llamada “libertad de 
expresión” amenazan con violencia para callar a las mujeres. Los marxistas llaman a 
estos fenómenos desconcertantes “contradicciones”. Las feministas los llamamos 
“hechos”. 
Les digo a ustedes que los hombres que controlan el Collegian han usado 
palabras para cultivar la ignorancia y alentar la intolerancia; para mantener a las mujeres 
invisibilizadas, desinformadas, y silenciadas; para amenazar y acosar; para ridiculizar y 
degradar. Es vergonzoso que continuemos tolerando su flagrante desprecio por las 
mujeres, por las lesbianas; por las palabras, por las noticias, por la simple justicia y 
equidad. Es honorable y correcto retirarles el poder del que han abusado. Y espero que 
se lo quiten por completo. En las palabras de la gran Emmeline Pankhurst, “Yo incito a 
esta reunión a la rebelión”. 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
27 
 
Una escritora y la pornografía 
1980 
 
 
Una parte de este ensayo fue publicado como epílogo de las ediciones británica y 
alemana de Pornografía: Hombres poseyendo mujeres. En los Estados Unidos, el 
ensayo completo fue publicado en una pequeña reseña literaria. Me pregunto si al 
menos mil personas habrán tenido la oportunidad de leerlo. Me llevó un año encontrar 
ese pequeño medio. Al volver al ensayo ahora, sólo puedo decir que subestimé 
considerablemente los efectos que la pornografía tuvo en mí; sin duda, por el miedo a 
ser ridiculizada. Conozco algunas de las más brillantes, y ciertamente más fuertes, 
mujeres de mis tiempos y no hay nada de particular en el efecto de la pornografía en 
mí. 
 
 
ESCRIBIR NO ES una profesión alegre. La escritora vive y trabaja en soledad, 
sin importarde cuánta gente esté rodeada. Sus horas más intensamente vividas las pasa 
consigo misma. Los placeres y dolores de escribir los habla con o sin vueltas pero no los 
comparte. Sus amigos no saben qué hace ni cómo lo hace. Como todos los demás, solo 
ven los resultados. Los problemas de su trabajo son únicos. La solución a una oración 
no es la solución a ninguna otra. Nadie sabe a dónde es que va hasta que ella misma 
llegó allí. Cuando otros contemplan los resultados, ella ya está trabajando en el proyecto 
siguiente, nuevamente sola. Sus colegas y competidores, en su mayor parte, están 
muertos. El trabajo en sí mismo supone usar la mente en una forma intensa y estricta. 
La soledad que demanda el trabajo es extrema en sí misma. Otras personas raramente 
viven tan solas, tan a su propio ritmo. No es un escritor hombre, lo que significa que se 
tiene que poner a limpiar su propio retrete y lavar su propia ropa. Si es inflexible y 
decidida, hace solo su parte de las tareas del hogar, no la de él o la de ellos. Las 
recompensas de su trabajo están en su trabajo. No hay salarios semanales, no hay seguro 
social, no hay ascensos, no hay aumentos en el costo de vida, no hay descripciones 
laborales. Cuando realmente gana dinero, gana una suma fija que debería durar para 
siempre. Si se vuelve una "celebridad" o siquiera "famosa", puede ser que tenga un 
acceso más fácil al dinero o a la impresión de un libro pero pierde también ese auténtico 
sentido de la privacidad sin el cual incluso la soledad se vuelve un despropósito. Cuanta 
más y más gente conoce su escritura, más creen que la conocen. Su escritura sale al 
mundo descarada e inextricable y mientras ella se está enfrentando a una página en 
blanco sentada en la que, con suerte, es una de sus habitaciones. Su mente y su 
imaginación la machacan, enfrentándose a la vida, enfrentándose al conocimiento, 
enfrentándose a la creación, mientras que el mundo a su alrededor continúa escupiendo 
o conversando sobre lo que ella ya escribió y casi ha olvidado. Escribir es algo 
absolutamente extremo, algo al mismo tiempo irremediablemente individual e 
irremediablemente social. Ninguna escritora puede explicar cómo hace lo que hace para 
que otra persona pueda replicar el proceso y llegar a los mismos resultados; al mismo 
tiempo, es a través de la lectura de valientes y originales escritores que una puede 
aprender a escribir. 
Cuando voy a una librería, especialmente a una librería de mujeres, intento 
alinear las vidas detrás de los libros: sumo todos los años que llevó escribir todos esos 
libros, los días y horas invertidos, las mentes usadas y cansadas, los recursos materiales 
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA 
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revisados, los problemas mentales, la dificultad de las vidas, la melancolía, las grandes 
batallas detrás de esos libros incluso antes de que la batalla por su publicación 
comenzara. Y también el placer. El placer de escribir, de moverse de un lado a otro, de 
llegar más profundamente, de ver y de saber, de mostrar. A pesar de la histeria sexual de 
nuestros tiempos, el placer de una escritora no se mide en orgasmos sino en escritos. Es 
un placer que no puede ser compartido. El placer del lector es diferente y ordinario. 
Cada libro de la vida de una escritora es otro círculo más del infierno: y la gente 
elige el infierno porque ama el placer. El infierno de una escritora es su propio placer no 
porque las escritoras sean masoquistas e ingenuas sino porque las escritoras, cualquiera 
sea su ideología o protesta, son cosmopolitas: enredadas en el tiempo y el significado; 
no están simplemente fascinadas por la exhibición del mundo material o, en la jerga 
contemporánea, "los juegos de la gente" sino locamente enamoradas y obsesionadas con 
el fango del mundo real. Las escritoras son arrogantes, codiciosas y ambiciosas, la 
experiencia no alcanza, las sensaciones no alcanzan, el conocimiento no alcanza: una 
debe rehacerlo todo, tenerlo todo una vez más pero en una forma distinta, una forma que 
no puede ser traducida o descripta, sólo hecha y experimentada. Escribir no está a un 
paso de distancia de la vida; es tan intenso y absorbente como cualquier otra cosa que la 
vida tenga para ofrecer. Pero el amor llega, los terremotos ocurren: una debe decidir 
escribir. No es un accidente. Es voluntario y nos diferencia. Especialmente si una es 
mujer, nos diferencia. Es en la privacidad y la codicia y el castigo de escribir en sí 
mismos que nos diferencia. 
Al escribir mi nuevo libro, experimenté el más intenso aislamiento que conocí 
como escritora. Vivía en un mundo de imágenes —cuerpos de mujeres en exhibición, 
mujeres encorvadas, extendidas, colgadas, desgarradas, atadas y cortadas —y en un 
mundo de libros— violaciones en grupo, violaciones de a dos, violaciones de hombres a 
mujeres, violaciones lésbicas, violaciones de animales a mujeres, destripamiento, 
tortura, penetración, excremento, orina y mala prosa. Trabajé en el libro durante tres 
años. Después del primer año, un amigo entró a mi habitación y comentó que se sentía 
más a gusto en las tiendas de porno locales. Medio año después, mi amigo y compañero 
de casa, me pidió discreta y sinceramente que me abstuviera de mostrarle el material en 
el que estaba trabajando y que, por favor, lo mantuviera únicamente en mi propio 
cuarto. Mis amigos son buenos y amables. Sus nervios no pudieron soportar ni siquiera 
una ojeada. Yo estaba inmersa. 
Aún bajo las mejores circunstancias, no suelo tener sueños agradables. Trabajo 
mientras duermo. La vida sigue, despierta o dormida. Pasé ocho meses estudiando al 
Marqués de Sade. Pasé ocho meses teniendo sueños sadeanos. Dejemos que los 
hombres hagan bromas: estos no eran sueños "eróticos"; los sueños de torturas son 
sueños de odio, en este caso de odio contra los cuerpos femeninos y los instrumentos de 
ese odio (de metal o carne) eran usados para mutilar. Sólo una mujer me entendió. 
Había trabajado como editora de los volúmenes de colección de los trabajos de Sade en 
Grove Press. Luego de finalizar la edición del primer volumen, asistió a una junta 
editorial donde se estaba planificando realizar un segundo volumen. Ella explicó que no 
podía tolerar las pesadillas."Deberíamos comenzar a hacer películas con tus pesadillas", 
le dijo el editor en jefe. Y así lo hicieron. 
Pero las pesadillas fueron lo de menos. La lectura llegó enfermarme físicamente. 
Sufría náuseas —si fuera varón, me atrevería a decir llena de miedo, temblorosa y 
asqueada hasta la muerte. El presidente de la Comisión de Pornografía y Obscenidades 
(1970) reportó que este es un efecto frecuente de la pornografía en mujeres y luego 
concluyó que la pornografía no tenía efectos nocivos. Personalmente, considero a las 
náuseas un efecto nocivo, que no es trivial cuando la vida involucrada es la propia. Me 
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volví asustadiza, ansiosa y fácilmente irritable. Pero lo peor fue que me refugié en el 
silencio. Sentía que no podía lograr que me entendieran, que nadie sabría o le importaría 
y que no podía arriesgarme a ser considerada una ridícula. La eterna lucha de la mujer 
escritora es lograr ser tomada en serio, ser respetada y comienza mucho antes de que 
cualquier trabajo sea impreso. Comienza en el silencio y la soledad de su propia mente 
cuando esa mente debe diagramar y analizar minuciosamente el horror sexual. 
Mi trabajo con Sade terminó pero no sin antes casi colapsar de cansancio: 
cansancio físico porque odiaba dormir; cansancio físico porque solía estar físicamente 
enferma del material; cansancio mental porque interpreté toda la tradición masculina 
intelectual que idolatró a Sade; pero también cansancio moral, el cansancio que 
proviene de la confrontación con las peores aspiraciones sexuales del hombre 
articuladas por Sade en detalle gráfico, el cansancio engendrado por la crueldad sexual. 
Las fotografías que teníaque estudiar cambiaron por completo mi relación con 
el mundo físico en el que vivía. Para mí, un teléfono se convirtió en un consolador, el 
cable del teléfono en un instrumento de bondage; un secador de pelo se convirtió en un 
dildo —esos secadores de pelo eufemísticamente llamados "pistolas"— a las tijeras ya 
no las asociaba con cortar papel sino que ahora estaban hechas para la entrada vaginal. 
Vi tantas fotografías de objetos comunes de la casa usados como armas sexuales contra 
las mujeres que perdí las esperanzas de alguna vez volver a asociarlos a mis alguna vez 
simples ideas de su función. Desarrollé un vocabulario visual nuevo, uno que pocas 
mujeres tienen, uno que muchos consumidores masculinos de pornografía llevan 
constantemente con ellos: cualquier objeto mundano puede ser convertido en un objeto 
erotizado —un objeto que puede ser usado para lastimar mujeres en un contexto sexual 
con un propósito sexual y un significado sexual. Este aislamiento se acrecentó 
significativamente, ya que mis amigos pensaron que estaba haciendo chistes de mal 
gusto cuando retrocedía al ver ciertas manipulaciones naturales del secador de pelo, por 
ejemplo. Un amigo me dio un teléfono de manera abrupta. "Nunca más me endilgues 
esa cosa", le dije realmente alarmada, sabiendo de lo que hablaba. El, odiando la 
pornografía, no lo sabía. 
Tuve que estudiar las fotografías para escribir sobre ellas. Las miré fijamente 
para analizarlas. Me llevó mucho tiempo ver lo que había en ellas porque nunca esperé 
realmente ver qué había allí, y las expectativas son esenciales para tener una percepción 
acertada. Tuve que aprender. Un marco de una puerta es un marco de una puerta. Una 
camina a través de él. Un marco de una puerta adquiere un significado diferente cuando 
una ve una mujer tras otra colgando de ese marco. Un accesorio de iluminación es para 
la luz hasta que ves a una mujer tras otra colgando de ese accesorio. El mundo común y 
corriente no sólo se vuelve siniestro; se vuelve repugnante, repulsivo. Las pinzas son 
para aflojar pernos hasta que una los ve cortando los pechos de las mujeres. El papel 
film es para preservar comida hasta que ves a una persona momificada con él. 
Nuevamente, las náuseas, el aislamiento, la desesperación. Pero también, cada 
vez más, una ira que no tenía cómo canalizar y una sensación de aburrimiento a través 
de toda la mecánica e interminable repetición en las fotografías. No importaba cuántas 
veces hubiera mujeres colgando de los accesorios de luz o de marcos de puertas, 
siempre iba a haber más revistas con más de lo mismo. Un amigo una vez me dijo sobre 
la heroína: "La peor cosa que tiene es la repetición eterna." Una puede decir lo mismo 
sobre la pornografía, excepto que va incluso más allá que cualquier cosa que una se 
pueda hacer repetidamente a una misma: la pornografía es lo que los hombres le hacen a 
las mujeres. Y en el mundo mundano en el que los hombres viven está lleno de marcos 
de puertas y accesorios de luz y teléfonos, por eso debe ser que el más generalizado 
abuso hacia las mujeres tiene lugar en la casa. 
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Pero el peor efecto que sentí fue el de una misantropía generalizada: ya no podía 
confiar en los entusiasmos de nadie, ni intelectuales, sexuales, estéticos o políticos. En 
el fondo, ¿quiénes eran ellos y cuánto les importaría realmente la mujer colgada del 
marco de la puerta? Sentía como si hubiera salido a caminar por un banco de arena sin 
saber que era un banco de arena y pensando que era simplemente la costa. El tiempo 
pasaba y el mar comenzaba a crecer a mi alrededor y no lo veía porque había aprendido 
a odiar la orilla. Si nado, nado y nado y nado para salvarme, ¿qué encontraría si 
alcanzara la orilla? ¿Habría alguien allí? ¿O sería la desolación? Un comentario 
sabelotodo sobre la pornografía era la desolación. La trivialización de la pornografía era 
la desolación. El entusiasmo por la pornografía era la desolación. La indiferencia hacia 
la pornografía era la desolación. Los hombres tenían inteligentes charlas triviales. Las 
mujeres no lo sabían. Me llevó todo lo que alguna vez tuve, finalmente juntar el coraje 
para decirle a una amiga lo que había visto. Había sido una radical llena de esperanzas. 
Ahora no lo soy. La pornografía me infectó. Una vez fui una niña y soñé con ser libre. 
Ahora soy una adulta y veo en lo que mis sueños fueron transformados: pornografía. 
Entonces, aunque no pueda evitar mis pesadillas al dormir, he abandonado muchos de 
mis sueños al estar despierta. Como escritora cosmopolita —atrapada en el tiempo y en 
el significado, locamente enamorada y obsesionada con el fango del mundo real— 
decidí que quería que las mujeres vieran lo que yo vi. Esta puede ser la elección más 
despiadada que he hecho en mi vida. Pero en la privacidad de la escritura fue la única 
elección que me dio el placer de escribir, ese codicioso, arrogante placer: era la única 
elección que me permitía triunfar por sobre mi sujeto, al mostrarlo, al observarlo, al 
convertirlo en algo que definimos y usamos en vez de seguir permitiendo que sea algo 
que nos define y nos usa. Escribir no es una profesión alegre. Es agresivamente 
individualista: yo, la autora, insisto que estoy de nuestro lado, del de las mujeres. Al 
hacerlo, insisto en el definitivo significado social de escribir: enfrentarse a las 
pesadillas, quiero que otra generación de mujeres tenga la posibilidad de reclamar los 
sueños de libertad que la pornografía me arrancó. 
 
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Susannah Cibber 
1978 
 
 
Leí el maravilloso libro de Mary Nash, The Provoked Wife (La Esposa Provocada), la 
biografía de la actriz Susannah Cibber, por accidente, porque leo mucho sin planificar. 
Amé el libro y quise que otras mujeres supieran de él así que escribí una reseña. Nunca 
me fue posible encontrar un editor para la reseña y el libro ya no está en las librerías 
hace años. Otra mujer perdida, perdida nuevamente en otro libro perdido. No me 
extraña que ser un objeto encontrado suene bien para algunas mujeres. 
 
 
La Esposa Provocada por Mary Nash 
(Boston: Little, Brown and Company, 1977) 
 
ACTUALMENTE estoy investigando para un libro sobre pornografía. Estoy 
leyendo de historia, filosofía, psicología del desarrollo, leyes, literatura y teatro. El 
trabajo es oneroso y, usualmente, terriblemente deprimente. Lo peor es leer a los 
grandes profetas sexuales — Haverlock Ellis, supuesto feminista; Kinsey, supuesto 
liberal sexual; D. H. Lawrence, supuesto visionario sexual; y así, hasta el cansancio. Sin 
excepción, estos pioneros de la "libertad" son apologistas o abogadores de la violación y 
la brutalidad. Su odio por las mujeres permea sus teorías, investigaciones y 
descubrimientos. Pero una vena de investigación me ha dado el profundo placer de ver a 
las mujeres realmente reveladas: leer las biografías y autobiografías de excelentes 
actrices, la mayoría de ellas olvidadas hace tiempo, esas mujeres que proyectan la 
presencia femenina en el escenario incluso si retratan el sufrimiento, la degradación y el 
patético drama de ser conquistadas de las mujeres. Ningún libro me ha conmovido tan 
profundamente como la sensible y hermosamente escrita vida de Susannah Cibber, por 
Mary Nash. Una soberbia actriz del siglo dieciocho cuya vida ha sido enterrada en la 
oscuridad, incluso mientras la leyenda de su protagonista principal, David Garrick, ha 
continuado creciendo a través de los siglos. Ella era la gran actriz de su tiempo. En su 
actuación, personificaba una integridad rara y translúcida. Y ninguna mujer 
contemporánea puede leer su historia sin reconocer también que era una gran mujer, una 
sobreviviente así como una resistente, una mujer que en su dignidad privada trascendió 
las circunstancias victimizantes de su vida personal. 
En los tiempos de Cibber, las esposas y los niños eran propiedades

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