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La banalizacion de la injusticia social

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El libro digitalizado corresponde a la 1a Ed. 2006 descrita más arriba. No obstante, en la 2a Ed.
ampliada se agregan un prefacio y un epílogo que, estando disponibles en la red y siendo importantes
en contenido, los he agregado el primero al inicio y el segundo al final, por esa razón las páginas de
ambos textos no van numeradas. De todos modos, para resolver el tema de la cita bibliográfica, he
referido el sitio web desde donde he obtenido ambos textos.
PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN1
Los datos descriptivos sobre la evolución de la relación con el trabajo en la empresa neoliberal
suscitaron cierto escepticismo cuando este libro fue publicado. Diez años más tarde, estos datos se han
confirmado en gran parte. La situación se ha agravado porque ni en Francia ni en el extranjero se
tomaron medidas para promover, en materia de organización del trabajo, opciones que podrían ser
mucho menos nocivas para la salud mental de nuestros contemporáneos.
En todos los países del Norte las encuestas muestran que la salud mental en el trabajo sigue
deteriorándose y que esto se traduce en costos exorbitantes (entre el 3 y 6% del PBI, según las
estadísticas de cada país).
Pero las consecuencias de las nuevas formas de organización del trabajo no solo se perciben hacia el
interior de la empresa. La degradación de la relación con el trabajo tiene implicancias sobre toda la
población (incluidos los jóvenes que todavía no trabajan), sobre la relación de los niños con la escuela
y la educación, sobre aquellos que han perdido su empleo y están condenados a la precariedad, sobre la
gente que vive en barrios donde nadie ha tenido un trabajo estable en muchos años y finalmente, sobre
sus familias, que se ven obligadas a vivir con adultos mentalmente quebrantados a causa de su relación
con el trabajo. La ciudad (cité) entera se ve afectada por estas nuevas formas de organización del
trabajo que crean una creciente pobreza y generan, entre aquellos que excluyen, un resentimiento que
acarrea el nacimiento de nuevas formas de violencia social que deterioran la calidad de vida en las
ciudades y sus suburbios o periferias.
Es precisamente porque la organización del trabajo no sólo atañe a la empresa, sino que involucra la
evolución de toda la ciudad (cité), que ha surgido el concepto de “centralidad del trabajo”. Y es por esta
misma razón que la organización del trabajo merece ser considerada como un tema político por derecho
propio.
Este libro tiene como objetivo destacar el papel que el trabajo y su organización tienen en la evolución
de nuestras sociedades. A pesar de los importantes avances que hemos vivido en los últimos diez años,
nada de lo que se describe en este libro es obsoleto o puede excluirse. Desde el punto de vista del
estado de cosas, no sólo se confirman los hechos sino que es innegable su agravamiento, con el suicidio
en los lugares de trabajo como el emblema trágico.
La presente edición retoma sin cambios el texto original de 1998, y en el epílogo nos esforzaremos por
reunir en unas pocas páginas los principales avances clínicos y teóricos logrados en el intervalo de
estos diez años.
De todas maneras, este libro no debe leerse como una descripción tipo de la empresa neoliberal. Si bien
se hace mención a la numerosa evidencia recolectada en estudios de campo, no se trata de un relato
etnográfico. El objetivo del libro es otro, y es esencialmente teórico: ¿cómo comprender la
extraordinaria tolerancia de nuestras sociedades a la evolución en la organización del trabajo que
1 Septiembre 2008. Fuente consultada en marzo 2015: http://www.topia.com.ar/editorial/libros/banalizaci%C3%B3n-
injusticia-social-2da-edici%C3%B3n 
http://www.topia.com.ar/editorial/libros/banalizaci%C3%B3n-injusticia-social-2da-edici%C3%B3n
http://www.topia.com.ar/editorial/libros/banalizaci%C3%B3n-injusticia-social-2da-edici%C3%B3n
genera, por un lado un enriquecimiento extraordinario de estos países en cantidad y en velocidad, y por
el otro, dan lugar a una pobreza y una miseria atroces con sus secuelas de males de todo tipo,
patologías individuales y una violencia colectiva que evocan al capitalismo salvaje del siglo XIX en
Europa o a esas espectaculares formas de violencia social a las que las mega ciudades de América están
habituadas desde la segunda mitad del siglo XX?
Destaquemos nuevamente que el problema principal que aquí se plantea es la increíble tolerancia de
nuestros contemporáneos hacia el progreso de la injusticia social en regímenes liberales. Este libro está
deliberadamente en conflicto con los enfoques funcionalistas que dominan fuertemente el paisaje
intelectual: rechaza enérgicamente el argumento según el cual la evolución que estamos presenciando
sería inexorable, el resultado de una lógica endógena propia del sistema, es decir, propia de la
economía, del mercado, de la globalización, del sistema financiero internacional... de la guerra
económica, en fin, que se impone como una fatalidad contra la cual no tendríamos más alternativa que
triunfar o perecer.
El análisis crítico propuesto en este libro se basa en hechos que, desde su lanzamiento, no han sido
objetados. Estos hechos son, en efecto, difícilmente refutables porque son el producto de un poderoso
método de investigación: la clínica. Más precisamente la clínica del trabajo, practicada según la
metodología de la psicodinámica y la psicopatología del trabajo, cuyas bases se establecen hacia finales
de los ‘70 (Dejours 1980-2008), y que ha permitido describir en detalle los procesos subjetivos
individuales y las estrategias colectivas, movilizadas por el encuentro con las limitaciones laborales.
Sin embargo, no sólo los hechos sino también el análisis teórico han sido durante diez años un pretexto
para muchas controversias en Francia y en el extranjero.
Por razones ligadas a las inevitables limitaciones de la ciencia y la tecnología, la organización efectiva
del trabajo necesita, y siempre necesitará, del trabajo vivo frente a la resistencia que la realidad opone
al control del proceso de trabajo. Todo sistema, organización o empresa precisa para funcionar de una
ingeniería de la inteligencia en el trabajo. Es por ello que podemos afirmar que la empresa neoliberal y
el sistema económico en sí, no funcionan a partir de la sola acción de su lógica interna, sino que
necesita asimismo de ese “extra” que es el trabajo vivo. Ahora bien, el trabajo vivo reposa sobre la
libertad de una voluntad y por lo tanto, hay que admitir que el sistema neoliberal, aunque inflija un
sufrimiento a quienes trabajan, solo puede mantener su eficiencia y estabilidad gracias al
consentimiento de aquellos y aquellas que lo sirven.
En otras palabras, este libro procede al examen de las vías específicas que toma prestadas la
servidumbre voluntaria en el contexto del sistema neoliberal, convirtiéndose ésta en la razón por la que
la obra ha generado tantas controversias y suscitado tan fuertes críticas. Muchos autores que insisten en
mantener sus posturas críticas, argumentan que la gente que sufre en nuestros días las nuevas formas de
organización del trabajo pueden, en algún punto, ser los artesanos del éxito de este sistema demoledor.
Y sin embargo, esto es lo que el libro sugiere, en razón justamente de las especificidades del trabajo. El
trabajo vivo, así como la inteligencia en el trabajo (de la que la organización del trabajo no puede
desentenderse), no sólo se alimentan de la libertad de aquellos que ofrecen su contribución, sino que
exigen en la mayoría de los casos el valor de contravenir las disposiciones, de “hacer trampa”, para
precisamente hacer las cosas bien. Como subraya B. Ogilvie, la teoría del trabajo muestra que, en su
principio mismo, el trabajo implica la movilización de un genio subversivo que es inseparable del celo
en el trabajo (Ogilvie, 2008).
Lasimplicancias de este libro se concentran inicialmente en el análisis clásico de la servidumbre
voluntaria individual, en la medida en que la argumentación (apoyándose esencialmente en el análisis
clínico de la relación subjetiva con el trabajo) permite revelar en detalle esta inteligencia, y lo que en
ella hay de más individual.
Sin embargo, la clínica va más allá del nivel individual, y es posible analizar en qué medida la
organización del trabajo es responsable de la inteligencia en plural. Es decir, de la cooperación. La
puesta en común de las inteligencias y el celo colectivo, no se decretan.
Lo que se requiere es coordinación, órdenes, instrucciones sobre cómo “trabajar juntos”. Pero de
nuevo, si todo el mundo fuera disciplinado y obedeciera estrictamente, el sistema fallaría. El trabajo
colectivo sólo tiene éxito cuando todos los miembros de un equipo o grupo de trabajo logran subvertir
las exigencias de la coordinación para inventar reglas específicas que, articulándose, logren esta
construcción extraordinaria que llamamos cooperación.
Demostrar que la cooperación reposa sobre una inteligencia colectiva que se ejerce, en primer lugar y
ante todo, en el marco de una actividad deóntica (es decir, una actividad de producción de reglas), es lo
que permite, justamente, nuevas perspectivas teóricas. El trabajo, cuando es colectivo, implica un
espacio de subversión a las órdenes (coordinación) donde es posible producir reglas que puedan ser
puestas al servicio de la emancipación, haciendo aún más sorprendente el consentimiento de la
dominación. Es posible que esta transformación de la razón encuentre en las formas de trabajo actual,
los recursos que este libro se esfuerza precisamente por actualizar.
Éste es, sin lugar a dudas, el motivo por el cual este libro ha sido el punto de partida de las
controversias sobre el lugar que debe otorgarse al trabajo en una teoría crítica de la sociedad (JP
Deranty 2007).
La discusión con los herederos de la Escuela de Frankfurt, especialmente con Axel Honneth, se origina
porque este libro, analizando los resortes subjetivos de la sumisión y la discriminación, hacía referencia
particularmente al tema del reconocimiento y la negación de la realidad. La discusión, iniciada hace
veinte años por A. Cottereau, sugería que la negación de la realidad (la negación de la realidad del
trabajo y de la contribución del trabajador a la organización) se sitúa en una fase anterior a la de la
negación de justicia (Cottereau 1987, 1988). La clínica del reconocimiento y de la negación, que se
organiza en la denominada “psicodinámica del reconocimiento” (Dejours, 1993) pudo ser puesta en
debate frente a la teoría de “la lucha por el reconocimiento” Honneth (1992), especialmente gracias a
Emmanuel Renault (Renault y Renault Sintomer 2003 2002, 2007, 2008).
Más allá de las discusiones sobre el sentido estricto del reconocimiento, el problema planteado por este
libro es el de la “centralidad política” del trabajo: ¿Tesis legítima o ilegítima? El debate surge a
propósito de la relación entre el trabajo y la emancipación, durante un encuentro organizado en Sydney
por JP Duranty y N. Smith en 2007 (Trabajo y teoría del reconocimiento), retomando un texto
programático de Honneth que data de 1980 que proponía reintegrar al trabajo como concepto crítico,
algo a lo que Habermas había renunciado, y que también Hannah Arendt había recusado en La
condición humana.
No iré más lejos en el análisis. Sólo se trata aquí de indicar algunas orientaciones objeto de las
controversias ocasionadas por la publicación de La banalización de la injusticia social.
Conviene sin embargo, hacer lugar a una segunda serie de controversias que atañen esta vez, a las
referencias hechas en mi texto al nazismo, al estalinismo, a Eichmann y a la banalidad del mal según
Arendt.
A pesar de una serie de detalles que figuran en el libro, algunos comentaristas no han evitado denunciar
una supuesta amalgama que yo habría hecho entre la empresa neoliberal y los campos de concentración
de la Alemania nazi. En este libro, sin embargo, no se trata ni una sola vez el tema de los campos, y sí
el del totalitarismo. A partir del inicio sugiero que el problema radica en saber cómo establecer la línea
divisoria entre totalitarismo y neoliberalismo. Se encontrarán los detalles, que no son ambiguos, sobre
la distinción que debe ser hecha entre los dos regímenes de funcionamiento a lo largo del texto.
Pero como esto no parece ser suficiente, vuelvo al contexto en el que el texto ha sido escrito. La clínica
del trabajo frente a la cual me vi confrontado en el terreno de mis investigaciones, me hizo testigo no
sólo de un sufrimiento asombroso (que entonces comenzaba a generar suicidios en los lugares de
trabajo), sino también de un cinismo y una determinación de los ejecutivos y directivos de empresa que
lograron impresionarme como médico que soy. El “mal” estaba sin duda a la orden del día, con la
particularidad de aparecer sin disfraces, sin “complejo”. Las críticas al uso que he hecho del término
han sido numerosas, no nos cabe duda, y muy a menudo irónicamente, ya que en el estilo típico del
París reinante, evocar el mal sólo puede ser obra de un retrasado que no ha entendido que el “realismo
económico” está más allá del bien y del mal. Pero necesitaba de este concepto para poder discutir la
tesis de la “banalidad del mal” de Arendt, y sobre todo para avanzar en la idea de una “banalización”
del mal de la cual mis detractores, es justo admitirlo, eran a menudo plácidos testigos. Lo que ordené
en este libro del lado del mal ha sido ilustrado y comentado, y se inscribe dentro de la definición del
mal que tomé prestada de Pharo.
Pero volviendo al contexto de este libro: la progresión del sistema neoliberal, los daños humanos
causados en su nombre y el consentimiento de la mayoría de nosotros a aportar nuestra contribución a
su éxito, planteaba el problema de los límites.
¿Quién, en esta progresión, podrá detener el impulso del sistema neoliberal? La mayoría de nosotros,
que desaprobamos la manera en que los seres humanos son tratados por los nuevos métodos de
organización del trabajo y de dirección, fuimos sin embargo cómplices de su éxito. El sistema que
produce el mal y lo hace pasar por bien, ¿en qué se diferencia de un sistema totalitario, particularmente
del nazismo?
Contrariamente a lo que algunos críticos indican, nunca he utilizado análisis del totalitarismo para
explicar el funcionamiento de la empresa neoliberal, y nunca he escrito una sola palabra que sugiriera
que hacía falta buscar en el neoliberalismo un equivalente del sistema nazi, sino exactamente lo
contrario. Me he esforzado, basándome en el método clínico, por poner al día los procesos que
intervienen en el consentimiento para servir a un sistema que reprobamos, los procesos que intervienen
en la participación en acciones que moralmente situamos del lado del mal, y creo haberlos identificado.
Sostengo además, que estos procesos también estaban involucrados en el consentimiento de la mayoría
de los alemanes de servir a los nazis. En otras palabras, creo que es posible identificar, in statu
nascendi, los eslabones intermedios de la servidumbre voluntaria, entre los que conviene reconocer un
papel fundamental y específico al trabajo. Mi análisis no lleva, de ninguna manera, a interpretar el
funcionamiento de la empresa neoliberal a partir del sistema nazi, sino a la inversa. Mi análisis de los
procesos implicados en la adhesión a los principios de la gestión y organización de la empresa
neoliberal aporta, a mi entender, una contribución al análisis de la colaboración de “buenas personas”
con el sistema nazi.
Lo que revela mi investigación sobre la servidumbre voluntaria en el sistema neoliberal es que la
mayoríade la gente puede ser enrolada al servicio de un sistema del que sin embargo desaprueba
profundamente sus métodos. Muestra además, algo que resulta aún más inquietante: que la
movilización puede obtenerse sin el uso de la fuerza.
Hay entonces buenas razones para que el investigador y el filósofo activen la señal de alarma.
Sin el uso de la fuerza se obtiene de la mayor parte de nosotros el apoyo a un sistema que incrementa
las desigualdades y las injusticias, y que inflige sufrimiento a los demás al punto de provocar suicidios.
¿Qué es lo que no se obtendrá de nosotros si empezamos a hacer demasiado uso de la violencia? ¿Si
nos arrojan a la cárcel porque criticamos el sistema? ¿Si se nos tortura porque organizamos la
resistencia? ¿Si deportan a nuestros hijos para impedirnos escapar?
Lo que este libro sostiene es que los procesos que generan el éxito del sistema neoliberal preceden a
aquellos que causan el totalitarismo. Ya se encuentran allí antes de que aparezca el espectro que no sé si
podremos evitar que se materialice. Si es útil publicar este análisis, es debido a que puede servir a
aquellos que quieran entender los resortes subjetivos que intervienen en la evolución de nuestra
sociedad, a aquellos que quieran pensar no sólo la resistencia, sino también las alternativas a esta
evolución.
Estas alternativas ciertamente existen. En la evolución actual, y en contraposición con la tesis de la
servidumbre voluntaria, no hay fatalidad. Análisis realizados con la intención de inspirar políticas
públicas y otras orientaciones en materia de organización del trabajo, han sido propuestos al Ministro
de Salud en el año 2005 y publicados en el año 2007 (Dejours 2007).
Pero la hora de la acción no parece haber llegado, y parecemos más inclinados a permanecer en nuestro
camino hacia la decadencia, si por este término entendemos la ruptura perjudicial de los lazos que,
desde tiempos inmemoriales, los hombres se han esforzado por crear entre el trabajo ordinario y la
cultura.
BIBLIOGRAFIA
Cottereau A. (1987): Justice et injustice ordinaires sur les lieux de travail d'après les audiences
prud'homales (1806-1866), Le mouvement social 141 : 3-8. Les Editions Ouvrières, Paris.
Cottereau A. (1988): Plaisir et souffrance, justice et injustice sur les lieux de travail, dans une
perspective socio-historique, in Dejours. C. (sous la direction de) “Plaisir et souffrance dans le
travail”, Tome II, p.p. 37-82. 2 tomes. Publié avec le concours du CNRS. Editions PSY.T.A.
Dejours, C. (1980): Travail: Ursure Mentale, Quatrième édition revue et augmentée (2008),
Bayard Éditions, 1 vol, Paris, 300 pages.
Dejours, C. (sous la dir. de) (2007): Conjurer la violence. (Violence, travail, santé), Editions
Payot-Rivages, Paris.
Deranty J.P. (2007) : “Repressed Materiality : Retrieving the Materialism in Axel Honneth’s
Theory of Recognition”, in Deranty J.P., Petherbridge D., Rundell J., Sinnerbrink R.,
Recognition, Work, Politics : New Directions in French Critical Theory, Brill (Leiden-Boston), p
137-164.
HONNETH A. (1980): “Arbeit und instrumentales Handeln. Kategoriale Probleme einer
kritischen Gesellschaftstheorie”, S. 185-233 in: Honneth, A. / Jaeggi, Urs, Arbeit, Handlung,
Normativität. Theorien des Historischen Materialismus 2, Suhrkamp Verlag, Frankfurt/M. 1980.
trad. Fr. “Travail et agir instrumental. A propos des problèmes catégoriels d’une théorie critique
de la société” Travailler: 18: 17-57; 2007.
Ogilvie B. (2008): “La démocratie n’est pas un idéal” (sous presse).
Pharo P. (1996) : “L’injustice et le mal”, L’Harmattan.
Renault E. (2002): “Brève histoire d'un concept contesté : la souffrance sociale”, Histoires et
Sociétés, Revue Européenne d'Histoire sociale, 4 : 51-64.
Renault E., Sintomer Y. (sous la direction de) (2003): Où en est la théorie critique?, La
Découverte, Paris.
Renault E. (2007): “Reconnaissance et travail”, Travailler 18: 119-135.
Renault E. (2008): Souffrances sociales” (Philosophie, psychologie et politique), Editions la
Découverte. Paris.
La Banalización de la injusticia social2
Epílogo a la segunda edición publicada recientemente por la Editorial Topía
Por Christophe Dejours - Publicado en Abril 2013
Con motivo del viaje de Christophe Dejours a nuestro país (Argentina) Topía decidió
publicar una segunda edición ampliada de La Banalización de la injusticia social. Este
libro de 2006 se encontraba agotado desde hace un tiempo. La potencia de las ideas allí
transmitidas ha encontrado eco en lectores atravesados por lo que describe. Para esta nueva
edición se han agregado un nuevo prefacio y un epílogo de la nueva edición francesa,
donde hace un balance al día de hoy de cómo se ha profundizado lo que exponía ya en
1998. A continuación publicamos este epílogo.
Desde la publicación de este libro en 1998, el material empírico que ha servido de apoyo al análisis de
los resortes subjetivos de la servidumbre en un régimen neoliberal ha sido ampliamente difundido.
Esta nueva mirada sobre el mundo del trabajo y el aumento de la sensibilidad del espacio público hacia
el sufrimiento en el trabajo se deben en parte a este libro, pero sobre todo al trabajo de los
documentalistas y artistas, en especial cineastas, dramaturgos y novelistas, que han tratado con talento
y agudeza la condición humana en el trabajo. Esta nueva mirada es también, de algún modo, el
resultado del trabajo de ciertos periodistas, que han llevado a cabo investigaciones más profundas sobre
la vida en el trabajo, sobre todo después de los suicidios en serie que se hicieron eco en la opinión
pública durante el año 2007.
Y de hecho estos suicidios hablan, lamentablemente, de la progresión del desastre que golpea al mundo
del trabajo desde hace décadas, confirmando de facto los temores que yo había expresado hace diez
años.
Mientras tanto, otro fenómeno ha hecho mucho más ruido en el público que mi libro, y es el del “acoso
moral” bajo la pluma de Marie-France Hirigoyen3. Otro ensayo, publicado dos años antes que el mío,
El horror económico4 de Viviane Forrester5, también tuvo un impacto significativamente mayor en el
debate público del que tuvo La banalización de la injusticia social, y sin embargo, estos dos libros no
se asemejan en lo más mínimo.
El libro de Viviane Forrester denuncia principalmente a las razones económicas como origen de los
daños que sufre la sociedad, mientras que el libro de Marie-France Hirigoyen, pone en relieve un nuevo
flagelo: el acoso en el trabajo y los agresores cuyas características psicológicas están debidamente
analizadas.
El análisis que propongo en La banalización de la injusticia social se diferencia del de Marie-France
2 Fuente consultada en marzo del 2015: http://www.topia.com.ar/articulos/banalizaci%C3%B3n-injusticia-social 
3 http://fr.wikipedia.org/wiki/Marie-France_Hirigoyen 
4 Libro: 
5 http://en.wikipedia.org/wiki/Viviane_Forrester 
http://en.wikipedia.org/wiki/Viviane_Forrester
http://fr.wikipedia.org/wiki/Marie-France_Hirigoyen
http://www.topia.com.ar/autores/christophe-dejours
http://www.topia.com.ar/articulos/banalizaci%C3%B3n-injusticia-social
Hirigoyen en el hecho de que el acoso moral no es, a mi parecer, un fenómeno nuevo. El acoso es tan
antiguo como el trabajo, ya estaba allí en la antigüedad contra los esclavos, bajo el antiguo régimen
contra los siervos, bajo el colonialismo contra los indígenas y en el capitalismo industrial del siglo XIX
contra hombres, mujeres y niños.
Sin embargo, es cierto que hombres y mujeres son, mucho más a menudo hoy día que enel pasado,
psicológicamente derrotados por el acoso.
¿A qué vincular entonces el aumento indiscutible de patologías mentales generadas por el trabajo, si el
acoso y el horror económico que gobiernan el mundo del trabajo desde hace mucho tiempo, no pueden
ser considerados como causa suficiente?
Resulta imperativo saber si contra los efectos nocivos del sufrimiento y la injusticia sobre la salud
mental, los recursos en términos de protección y defensa no están debilitados.
De hecho, hay que admitir que esa protección tiende a desmoronarse, si la comparamos con la situación
previa al giro neoliberal: el derecho laboral es mucho más eludido o violado, y ha sido francamente
puesto en duda bajo la presión del Movimiento de Empresarios de Francia (MEDEF) y su programa
llamada “Refundación Social” elaborada en la década de 2000 con la ayuda de Kessler y Ewald (2000).
La vulnerabilidad psicológica frente a la injusticia está sin duda exacerbada por la sensación que tienen
los individuos de ya no estar formalmente protegidos por las instituciones, por el derecho, léase por la
ideología. El declive del derecho es indiscutible, pero ¿es suficientemente brutal como para dar cuenta
de una vulnerabilidad que ya era evidente antes de la década de 2000? El agravamiento de las
patologías mentales en el trabajo es muy anterior a esa fecha, porque las bases empíricas en las que se
apoya La banalización de la injusticia social habían sido recogidas durante las dos décadas previas.
El proceso de “vulnerabilización” psicológica era por tanto anterior, y fue preciso investigar las
transformaciones en la organización del trabajo, ya que en el plano teórico la psicodinámica del trabajo
ha establecido que los efectos nocivos del trabajo sobre la salud mental están efectivamente asociados
con su organización.
Algunos años después de la publicación de La banalización de la injusticia social pude identificar
clínicamente aquello que tenía tal poder devastador en la organización del trabajo. En efecto, durante
los años 80, han sido introducidos métodos entre las nuevas formas de organización del trabajo y de
dirección de empresas, de los que no era posible predecir sus devastadores efectos psicológicos, a
saber: la evaluación individualizada del desempeño, por un lado, y los requisitos de la calidad total
por el otro.
1 - La evaluación individualizada del desempeño no se había desarrollado de la manera en que lo hace
en la actualidad con la difusión de la informática y la extraordinaria proliferación de terminales de
ordenador que tienden a equipar casi todos los puestos de trabajo hoy en día, tanto en la industria como
en el comercio y los servicios.
Así, la evaluación individualizada provoca, y es por otro lado uno de los objetivos declarados del
método, la competencia generalizada entre los trabajadores, y cuando esta valoración se asocia a la
promesa de una gratificación en términos de incentivo, bonificación o promoción, esta competencia
adquiere a menudo la forma de comportamientos salvajes entre los individuos.
Con más razón, cuando la evaluación se encuentra asociada a una amenaza de pérdida de puesto,
traslado, sanción o despido, se convierte en un poderoso modo de introducir el miedo en las relaciones
laborales. El “sálvese quien pueda” se convierte en la regla, todo está permitido, incluso el dañar a los
colegas para conseguir mejores resultados. Los golpes bajos, la retención de información, los falsos
rumores, en fin, las conductas desleales, se convierten rápidamente en conductas habituales en el
ámbito del trabajo. La confianza disminuye, el miedo la sustituye, y parte de la actividad laboral pasa
por vigilar al otro, controlarse mutuamente.
La evaluación individualizada de desempeño socava tendencialmente la convivialidad y mina las bases
de la convivencia: la solidaridad es destruida y esto se evidencia hacia arriba y hacia abajo en la
jerarquía. Los cuadros gerenciales, incluyendo los cuadros más altos, no son los últimos en ceder a
estas prácticas que envenenan la vida cotidiana en el trabajo.
En numerosas situaciones de trabajo los colegas ya no se hablan. La atención al otro, el respeto del
otro, los modales y las buenas costumbres, desaparecen.
En su lugar se instala la soledad, y más tarde la desolación, en el sentido que este término tiene en los
escritos de Hannah Arendt (1951). El mundo en Arendt, es decir, la “inter-esse” (Arendt, 1993), el
espacio entre hombres que viven juntos, el espacio de la pluralidad que constituye la base común,
desaparece de-so-la-ción (soledad). El sentido común, el sentido compartido de la justicia, las
referencias al bien, a lo justo y a los valores, desaparecen, al punto de que muchos trabajadores ya no
saben cómo conviene juzgar la conducta de los demás, e incluso la propia.
Tres consecuencias graves resultan de la instalación de la soledad, de eso que Arendt denomina “la
progresión del desierto”:
-La primera consecuencia es psicológica: víctima de la injusticia o del acoso, un sujeto aislado es
mucho más vulnerable que cuando tiene el apoyo o la solidaridad de los demás, como solía suceder
antaño en muchas situaciones de trabajo, y que permitía de alguna manera contener los efectos nocivos
de las relaciones de dominación y sus derivados. La investigación clínica muestra que más que el acoso
o la injusticia, lo que más hace sufrir a la víctima es precisamente la deserción de sus colegas, sus
compañeros, sus amigos, su silencio, su negativa a declarar: en definitiva, su traición. Y es en este
punto donde es más probable que se genere una descompensación.
-La segunda consecuencia tiene que ver con el poder de actuar en el contexto de la desolación. Todo
el mundo es consciente de que el otro es capaz de cobardía o mezquindad, y ese otro por su lado
también experimenta el no soy confiable, soy un cobarde y un mezquino. En tal contexto, la desolación
significa la desaparición de las condiciones de posibilidad de una acción colectiva. Comprometerse con
acciones de lucha, de protesta o de resistencia contra la injusticia o la arbitrariedad, implica riesgos
para la posición, las ventajas, la calificación, el empleo mismo... Y no se corre el riesgo de participar en
una acción colectiva si no existe una confianza suficiente en la lealtad de los demás, y si no se tiene por
ellos la suficiente estima y respeto. La evaluación individualizada también funciona de manera
dudosamente eficaz contra la resistencia y la acción.
-La tercera consecuencia se relaciona con la calidad del trabajo: el individualismo y el “sálvese quien
pueda” que se han convertido en norma en el contexto de la desolación causada por la evaluación
individualizada, perjudica el mantenimiento de los colectivos de trabajo y de la cooperación, tanto
horizontal como vertical, con consecuencias sobre las habilidades colectivas, la calidad del trabajo, y la
seguridad de las personas y de las instalaciones.
2 - La “calidad total” es, ante todo, un eslogan publicitario, pronto convertido en obligación para
obtener certificaciones (ISO 2000, 9000, 12000, 13001... etc.) requeridas por la competencia en el
mercado. Luego, es una aberración teórica, ya que se sabe desde hace más de 40 años que lo real del
trabajo -aquello por lo cual la organización del trabajo necesita y siempre necesitará del trabajo vivo, es
decir, aquello que se da a conocer a quien trabaja por la resistencia del mundo a los procedimientos, a
la habilidad, o a la experiencia- lo real del trabajo es, entonces, una dimensión irreductible de cualquier
proceso de trabajo. Esto quiere decir precisamente que la calidad total no existe y no existirá jamás. Sin
embargo, es una idea cuya importancia sería un error subestimar como referencia útil para orientar
racionalmente la actividad del trabajo.
No obstante, declarar la calidad total es invitar inevitablemente a todos, a disimular los incidentes, las
anomalías, los disfuncionamientos, las fallas, los defectos,etc., en definitiva, llamar a mentir.
La calidad total es un eslogan que se opone a lo que se conoce como la retroalimentación (el retorno de
la experiencia), e incita a la clandestinidad y al fraude.
La calidad total ocasiona un aumento de tareas suplementarias y en consecuencia, una sobrecarga de
trabajo.
Por último, la calidad total, alentando más o menos abiertamente al fraude, lleva a muchos trabajadores
a participar de prácticas de la omertá, la ley mafiosa del silencio, que no sólo van en contra de las
reglas del oficio, sino también de los valores y la ética personales. Esta incitación al fraude es también
una incitación a traicionarse a sí mismo y a colaborar con aquello que moralmente desaprobamos.
La evaluación individualizada del desempeño y la calidad total se potencian para provocar una
sobrecarga de trabajo. Los cuadros gerenciales descansan en la solidaridad técnica y declaran
inaugurada la era de la autonomía, es decir, la mirada puesta exclusivamente en los resultados, en
términos de cantidades medibles objetivamente. De esta manera, alcanza con atenerse al contrato por
objetivos. Y respecto al camino a seguir para alcanzar estos objetivos, el superior jerárquico inmediato
ya no quiere saber nada: ¡Silencio! ¡Autonomía prescrita!
El resultado obvio es la explosión de enfermedades de “sobrecarga” (burn out, Karoshi o muerte súbita,
trastornos musculo-esqueléticos) en todos los países del Norte y la explosión impresionante de
patologías ligadas al acoso, que no son el resultado del acoso en sí mismo como hemos visto, sino la
manifestación más escandalosa de un mundo del trabajo devastado por la soledad, el miedo y la
desolación.
Por último, se encuentran las tentativas de suicidio y los suicidios en los lugares de trabajo.
El problema planteado es nuevo en la medida en que, si bien en el pasado el trabajo era la causa de
algunos suicidios -y probablemente lo era- los suicidios no se perpetraban en el lugar de trabajo. Los
primeros comenzaron poco tiempo antes de la publicación de La banalización de la injusticia social
hacia fines de los ’90.
La amplitud cuantitativa del fenómeno no se conoce, porque las investigaciones epidemiológicas no
habían encontrado la utilidad de introducir la variable trabajo.
De hecho, estos suicidios también revelan problemas clínicos y teóricos extremadamente complejos, en
la medida en que desafían las teorías convencionales en materia de etiología del suicidio y de
psicopatología.
Sólo para dar una idea de los problemas en cuestión, mencionaré que en muchos casos en los que he
trabajado personalmente (hasta el momento sólo un caso ha sido publicado (Dejours, 2005), pareciera
que los trabajadores que se suicidan, contrariamente a lo que cabría esperar, no son, en general, sujetos
marginados social o profesionalmente. Al contrario, algunos de ellos son especialmente brillantes y
reconocidos como tales en su lugar de trabajo, y que además demuestran un sólido y estable entorno
social, afectivo y familiar, sin antecedentes psiquiátricos antes de la descompensación que los conduce
al gesto decisivo. Para algunos de ellos, la descompensación se condensa exclusivamente en el acto de
suicidio.
El esclarecimiento etiológico de estos suicidios se encuentra en curso, y si aún no se ha completado, es
fácil prever que el análisis conducirá inevitablemente a la conclusión de que la relación con el trabajo
juega aquí un rol determinante.
Sería en vano cualquier intento de eufemizar la gravedad de lo que señalan estos suicidios sobre la
devastación del mundo humano en el trabajo contemporáneo, y sobre la degradación de la “condición
del hombre moderno”, la cual, en muchos aspectos, es aún peor de lo que el análisis de Hannah Arendt
permitía presagiar.
Sin embargo, conviene reafirmar una vez más, que esta evolución no es inevitable. La evaluación
individualizada del desempeño tiene efectos desastrosos, y se basa además en fundamentos científicos
erróneos (Dejours, 2003). Y si se implementa a pesar de sus aberraciones y sus aporías, es porque no
hacemos otra cosa que aceptarla contra nuestra voluntad. Dicho método, como cualquier otra
organización del trabajo, no escapa a los obstáculos que le impone lo real. El método no funciona sólo
por la fuerza, y su éxito no puede establecerse sólo a cuenta de la obediencia. Si así fuese, es decir, si
todo el mundo se contentara en materia de evaluación con cumplir con las prescripciones, esta
metodología hubiera caído en desuso hace mucho tiempo. Se impone gracias al celo y trabajo de
quienes evalúan a sus subordinados a sabiendas de que lo hacen al precio de acuerdos aberrantes, y
porque el otro está dispuesto a dar su respaldo a sus superiores para hacerse evaluar, aunque
experimente la irracionalidad de este ejercicio ritual.
Si este comentario no es erróneo, será necesario un día que la evaluación individualizada del
desempeño sea ampliamente criticada y finalmente abandonada.
Pero en este punto del análisis conviene igualmente concentrarnos sobre el hecho de que la crítica sin
concesiones a los métodos actuales de evaluación atañe a las evaluaciones objetivas, es decir, a aquellas
que dicen ser la medida objetiva y cuantitativa del trabajo, del desempeño o de las habilidades.
Toda evaluación no es en sí misma aberrante. Sólo la evaluación objetiva y cuantitativa es falsa en sus
principios. La evaluación en el sentido noble del término, es decir, la evaluación como prueba de
juicio cualitativo sobre la calidad del trabajo logrado, no solamente individual esta vez, sino
acordándole el derecho que le corresponde a la evaluación de las habilidades colectivas (du Tertre,
2008), es legítima. No sólo en el plano científico sino también en el plano psicológico. Porque la
evaluación entendida en su sentido noble se inscribe enteramente en la psicodinámica del
reconocimiento, la cual se encuentra precisamente en el principio mismo de la transformación del
sufrimiento en placer, que en ciertas condiciones puede beneficiar no solo el desarrollo de la identidad
y de la salud mental, sino más fundamentalmente la realización personal en el trabajo.
Este epílogo no es el lugar para ir aun más lejos en estas investigaciones, porque la experimentación se
encuentra en fase de boceto. Pero conviene igualmente hacer alusión al respecto para insistir una vez
más sobre esta conclusión que todavía no ha sido completamente probada ya que muchas pruebas son
necesarias: las nuevas formas de organización del trabajo de las que se nutren los sistemas de gobierno
neoliberal tienen efectos devastadores sobre toda nuestra sociedad. Amenazan realmente nuestra cité, y
nos han hecho dar un paso importante hacia la decadencia, es decir hacia la disociación trágica entre el
trabajo ordinario y la cultura (si por cultura entendemos las diversas formas mediante las cuales los
seres humanos se esfuerzan por honrar la vida). ¡Sin embargo! Incluso si bajo la lupa de la clínica, la
mencionada decadencia ya ha comenzado, la reorientación hacia una dirección más acorde con la vida
es posible. Pero primero tenemos que pensarla en sus principios, y luego experimentarla. Además, hay
que quererlo, y esto no se logrará sin el apoyo de las instituciones y del derecho, es decir, sin que la
organización del trabajo sea reconocida y tratada, finalmente, como un problema enteramente político,
no reductible a ninguna otra esfera.
BIBLIOGRAFIA
Arendt H. (1951): The Origins of Totalitarism, (Harcourt, Brace and World Inc. New York). Trad.
Française: Le système totalitaire . Les origines du totalitarisme, Paris. Seuil. (p 225).
Arendt H. (1993): Was ist Politik? R. Piper GmbH & CoKG, München, Trad fr : Qu'est-ce que la
politique?, Editions du Seuil, Paris, 1995, p 136-139.
Dejours, C. (2003): “L’evaluation du travail a l’epreuve du reel. Critique des fondements de
l’évaluation”,Sciences en questions, INRA Editions, (Versailles) 84 pages.
Dejours, C. (2005): “Nouvelles formes de servitude et suicide”, Conférence CIPPT4, 14 mai 2004,
Paris. Travailler 13: 53-74.
Ewald F., Kessler D. (2000): “Les noces du risque et de la politique”, Le Débat, 109: 56-71.
Forrester, V. (1996): L’Horreur économique, Fayard, Paris.
du Tertre C. (2008): “Services immatériels et relationnels: intensité du travail et santé”, Activités, 2 :
37-49.
	La Banalización de la injusticia social
	Epílogo a la segunda edición publicada recientemente por la Editorial Topía

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