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rcBl ~ Damien Noel Los orígenes de Israel EDITORIAL VERBO DIVINO Avda. de Pamplona, 41 31200 ESTELLA (Navarra) 1999 Contenido Damien NOEL, biblista e historiador, hace aquí balance sobre lo que sabemos de los orígenes de Israel. Después de describir el marco histórico del Antiguo Oriente del 1600 al 1000, recorre los textos bíblicos remontándose desde el libro de los Jueces y de las doce tribus hasta los Patriarcas. Ilumina la supuesta Conquista de Canaán (que no fue más que una lenta inmigración) y las tradiciones sobre el Éxodo. Des- de la monarquía de David, Israel se ha dado diversas representaciones de sus orígenes para afirmar su identidad política y religiosa. Ciertamente, la mirada del historiador trastorna y transforma la Historia Sa- grada, pero permite comprender mejor las convicciones religiosas de Israel a lo largo de los siglos. Introducción 5 Aproximación histórica a los orígenes de Israel El marco histórico del 1600 al 1200................................................................. 7 El marco internacional: Egipto, los hititas............................................................ 8 Canaán: Cartas de EI-Amarna; Estela de Merneptah; datos arqueológicos; apiru, habiru y hebreos...................................................... 11 El marco histórico del 1200 al 1000................................................................. 16 Egipto, Asiria, arameos, Ammón, Moab, Edom, Fenicia, Filistea 18 La representación bíblica de los orígenes El Israel premonárquico.................................................................................... 26 El libro de los Jueces; las doce tribus. Hipótesis 26 Del Génesis a Josué: la epopeya fundadora.. 44 La Conquista, el establecimiento: el Sur, Transjordania, la montaña central, el Norte......................................................... 45 Egipto y el Éxodo: José, Moisés, los topónimos del Éxodo, el Sinaí 51 Los Patriarcas: su localización; Abrahán y Jacob fuera del Génesis; líneas de investigación; ¿quiénes son los antepasados de Israel?; los Patriarcas y la historia.................................................................................... 58 Conclusión......................................................................................................... 65 Para continuar el estudio..................................................................................... 67 Lista de recuadros 67 esde hace un siglo, el conocimiento de la historia bíblica de Israel ha progre- sado enormemente gracias a las excavaciones arqueológicas, al descubri- miento de textos del Antiguo Oriente y, sobre todo, a mejores lecturas de los textos bíblicos. A medida que nos remontamos hacia períodos anteriores a la monarquía de David, los conocimientos escasean y están limitados por el de- bate actual sobre las antiguas tradiciones del Pentateuco: ¿a cuándo se re- montan los relatos fundadores de Israel sobre los Patriarcas y el Éxodo? De una manera manifiesta, el pueblo de Israel, a partir de la época de la monar- quía, se ha dado sucesivamente varias representaciones de sus orígenes para afirmar su identidad política y religiosa. Damien NOEL, sacerdote de Val d'Oise que enseña historia de Israel en el Instituto Católico de París, estudia este período anterior a la monarquía y la puesta por escrito de estas tradiciones. En la primera parte, describe el mar- co histórico del Antiguo Oriente, en particular de Canaán, entre el 1600 y el 1200 (período de los Patriarcas y del Éxodo), después entre el1200 y el 1000 (período de la Conquista y de los Jueces). Solamente en la segunda parte uti- liza los textos bíblicos y se remonta a través de cada período para entender las representaciones que Israel se ha hecho de sus orígenes. Arranca del libro de los Jueces y de datos sobre las doce tribus, antes de remontarse a la Con- quista -instalación en Canaán-, después al Éxodo y, finalmente, a los Pa- triarcas. Aunque la mayor parte de las preguntas deben permanecer abiertas, un buen número de imágenes de las Historias Sagradas están llamadas a ser co- rregidas y transformadas -incluso a desaparecer del ámbito de la historia-, como la conquista de Canaán por Josué. Pero todas estas tradiciones, cons- truidas después, y a veces tardíamente, permanecen como testimonios esen- ciales sobre la convicción de Israel de vivir, a través de los siglos, una rela- ción única con su Dios. El trabajo de los historiadores nos permite conocer mejor los comienzos de este pequeño pueblo y de iluminar la fe que le ha ani- mado y le ha hecho vivir el paso de los siglos hasta hoy. Philippe GRUSON Introducción Los orígenes y la protohistoria de Israel ocupan el conjunto que se extiende del Génesis al libro de los Jueces. Encontramos en él, en primer lugar, los an- tepasados lejanos, los Patriarcas: Abrahán, Isaac y Jacob. Con los doce hijos de Jacob, la Biblia comien- za a hablar de un Israel con doce tribus. Es un Israel ya constituido que se encuentra en Egipto, que sale de él bajo la guía de Moisés y que, conducido por Jo- sué, conquista Canaán. Finalmente, es "todo Israel" el que ocupa el territorio en el libro de los Jueces. Según la versión bíblica, la identidad israelita es presentada, en principio, con el relato del nacimien- to de un pueblo. La imagen unificada e ideal de un pueblo nacido de Dios precede a la realidad, más compleja, en que la historia se explica a partir de po- blaciones protoisraelitas hasta su organización en un Estado monárquico. La Biblia da la impresión de que conoce los orígenes de Israel porque una convicción religiosa le impone la representación de éstos. Ahora bien, para el historiador no es evidente que todos los grupos cuya historia se cuenta desde el Gé- nesis a los Jueces constituyan ya la entidad que lle- vará el nombre de Israel, incluso aunque hacia el 1230 este nombre aparezca en la Estela de Mernep- tah '. Confrontado con fenómenos complejos que ne- cesitan tiempo, el historiador trata naturalmente de dar cuenta de los orígenes de una nación en térmi- nos de surgimiento. Sin embargo, cuando se aplica a una nación, el concepto de surgimiento no tiene 1 Los nombres geográficos y de persona están tomados bá- sicamente de J. González Echegaray, El Creciente fértil y la BI- blia (Editorial Verbo DIvino, Estella 1991). más que un valor aproximado que puede engañar. El riesgo de argumentación circular permanece en tan- to no se pueda levantar acta del caminar retrospec- tivo que preside el establecimiento de los orígenes. Ya se trate de un individuo o de un grupo, nadie es, en efecto, testigo directo de su propio nacimiento. Sólo una nación ya constituida puede emprender la relectura del pasado y generar su relato fundador. Para tratar de dar cuenta de los orígenes de una nación a partir de sus fuentes escritas, el historiador debe desconfiar del concepto de surgimiento, que no le protege más que insuficientemente de conductas frecuentes en la documentación disponible, tales co- mo la anticipación y la unificación del pasado. Hay que verificar en cada etapa el contenido de las tradi- ciones y distinguir los datos eventualmente antiguos de las construcciones globalizantes, que son siempre posteriores. Los fundadores, ya sean antepasados, héroes locales o primeros reyes, no han tenido, cier- tamente, conciencia del papel histórico que se les re- conoce en un relato construido posteriormente. Es previsible que los resultados de la crítica his- tórica no dejarán subsistir demasiado de la repre- sentación bíblica de los orígenes de Israel. Pero des- cubrir que Israel no ha actuado de modo distinto que las otras naciones a la hora de establecer sus oríge- nes es, indiscutiblemente, una ventaja. La Biblia tie- ne la apariencia de un libro de historia ya que, des- de los orígenes a los Macabeos, hace del pasado de Israel un relato casi continuo. Sin embargo, si la Bi- blia tiene intención de presentar una historia de Is- rael, lo hace viendo algo más que un simple relato del pasado. La naturaleza de la documentaciónpermite dis- tinguir dos conjuntos en el período que se extiende desde los orígenes al Exilio. Hasta los primeros re- yes incluidos, el pasado de Israel no está práctica- mente documentado más que en la Biblia. Un único texto egipcio, fechado en torno al 1230, la Estela de Merneptah, menciona el nombre de Israel sin más detalles. A partir de la separación de los dos reinos, hacia el 930, los acontecimientos de dimensión in- ternacional relatados por la Biblia encuentran exce- lentes verificaciones con otras fuentes, especialmente mesopotámicas. Este período es el mejor documen- tado de toda la historia de Israel y el historiador se encuentra en él en terreno seguro. La relación que mantiene el texto con la realidad de un pasado varía para cada sección de la historia bíblica. Si aparece relativamente estrecha para el pe- ríodo que sigue a la separación de los dos reinos (930), esta relación es ya más difícil de apreciar en los comienzos de la monarquía. En fases anteriores se hace francamente problemática, pues, al mismo tiempo que las tradiciones disminuyen y que su ob- jeto se aleja en el tiempo, éstas se agrupan según un plan de conjunto caracterizado por períodos: Patriar- cas, Éxodo, Conquista. Esto merece una explicación. Cuando se constituye una nueva identidad colec- tiva, la memoria local, la de las antiguas poblaciones, se encuentra absorbida en la organización de un pa- sado común. Ahora bien, una identidad colectiva es algo más que la simple yuxtaposición de poblaciones que, en adelante, la comparten. Para dar cuenta de la nueva fundación, la memoria tiende a enriquecer- se con conceptos, los de pueblo o nación por ejem- 6 plo, y con conductas, tales como la anticipación y la unificación del pasado. Así, podemos decir, la me- moria pretende ser cada vez más nítida a medida que el pasado se vuelve cada vez más difuso. De es- to resulta que las fuentes disponibles pueden alcan- zar un porcentaje de artificio tal que su valor infor- mativo se encuentra seriamente limitado. Este rasgo caracteriza la documentación relativa a toda fase pro- tohistórica de una nación. Se comprende que la pru- dencia sea la norma cuando se estudia este tipo de textos bajo el punto de vista histórico. El historiador no tiene que demostrar que "la Bi- blia dice la verdad", sino establecer los hechos a par- tir de las huellas que nos han llegado. Para él, la Bi- blia es un documento que debe tratar como cualquier documento humano. Tiene que pasar, pues, por la crítica histórica los datos bíblicos para tratar de re- construir los hechos y comprender los principios que han conducido a Israel a la representación del pasa- do que se encuentra en nuestra Biblia actual. Sean cuales sean la opacidad que le opongan las fuentes y la complejidad del proceso crítico que se le impone, el historiador no puede prescindir de recurrir a las fuentes bíblicas para elaborar una historia de Is- rael. En efecto, en muchos casos, éstas resultan la única documentación disponible. Escuchar lo que di- ce Israel de su propio pasado, identificar las voces que aún se escuchan en el texto, confrontar los da- tos de la Escritura con documentos extrabíblicos y arqueológicos, es el método que permite tomar pre- cauciones contra toda tentación reductora y mante- ner abierta la problemática. , , APROXIMACION HISTORICA A LOS ORÍGENES - " El marco histórico del 1600 al 1200 La geografía precede a la historia La historia del Próximo Oriente antiguo está con- dicionada por la geografía. Para que se constituyan Estados poderosos son necesarias sociedades esta- blecidas, demográfica, económica y culturalmente desarrolladas. Esto sólo es posible bajo dos condi- ciones: agua permanente y espacio habitable y culti- vable. En el espacio que nos interesa, estas condi- ciones se encuentran reunidas en Egipto, con el Nilo, cuya crecida anual deposita un limo que renueva la fertilidad del suelo, en Mesopotamia, con el Tigris y el Éufrates, o incluso en Asia Menor, con el Halys (el actual Kizil Irmak), aunque en esta parte montañosa el espacio cultivable esté claramente reducido. Éstos son los tres puntos esenciales de la geopolítica del Antiguo Oriente alrededor de los cuales se van a for- mar las grandes potencias. Estos tres centros vitales están constantemente hostigados por las poblaciones circundantes, más o menos marginadas en las regiones montañosas o desérticas. Así, los arameos amenazan largo tiempo a Asiria, los Pueblos del Mar se despliegan por olea- das sucesivas con riesgo para la estabilidad de Egip- to. En algunas épocas, cuando las condiciones le son favorables, una de las potencias intenta imponerse a las otras. Asia Menor y Mesopotamia se comunican con Egipto por un estrecho corredor norte-sur formado con parte de los valles del Orontes y del Litani, el al- to valle del Jordán, la llanura de Yizreel, los pasos de la cadena montañosa que se prolonga hasta el Car- mela, y desemboca en la llanura costera. Limitado entre el mar, las montañas del interior y el desierto, poderosamente fortificado por Egipto en su parte me- ridional, este corredor estratégico ve pasar en varias ocasiones, y en los dos sentidos, los ejércitos de los grandes imperios. Campos de batallas célebres lo ja- lonan: Kadesh, Qarqar, Meguiddo. Las poblaciones que lo habitan no pueden desempeñar más que una función política limitada cuando se lo permite la de- cadencia, suficientemente prolongada, de las gran- des potencias. Éste es el caso de los arameos, de Is- 7 rael, de Judá y de los reinos circundantes. Los feni- cios prefieren volverse decididamente al mar para asegurar su futuro. EL MARCO INTERNACIONAL DEL 1600 AL 1200 Esta época abarca el final de la edad del Bronce Medio (2200-1550), la totalidad del Bronce Tardío o Reciente (1550-1200) y el comienzo del Hierro (1200-1100), tal y como las definen los arqueólogos (cf. recuadro de la p. 12). La documentación es bas- tante escasa para este período. Los hicsos en (1600-1550) En el 1600, Egipto está sometido a la dominación de los hicsos. Se trata ciertamente de asiáticos, ori- ginarlos de la Asia cercana, comprendiendo mayori- tariamente elementos semitas, como lo sugieren a la vez los nombres (Yaqub-el, Yaqub-har, Anat-el, Anat- har) y los indicios religiosos, pues, bajo el nombre del dios Set, los hicsos introdujeron a Baal en el panteón egipcio. La instalación de los hicsos en el poder no es el resultado de una brusca y masiva emigración de ele- mentos asiáticos hacia Egipto en los siglos prece- dentes ni de un cambio violento. En efecto, la arqueo- logía muestra que Palestina fue excepcionalmente próspera en los ss. XVIII-XVII, lo que supuso una cierta estabilidad de las poblaciones y la ausencia de fenómenos perturbadores. La llegada de los hicsos al poder parece que se produjo sin luchas. El primer rey hicso es un cierto Salitis que se estableció en Men- fis. A continuación, la dinastía de los hicsos hará de Avaris su capital, que hay que buscar al este del del- ta; lo que quizá sugiere que tuvieron la intención de 8 mantener el contacto con la Asia cercana. Las tradi- ciones egipcias que nos han llegado ofrecen una imagen negativa de estos reyes, que habrían llevado a cabo destrucciones de todo tipo (ver los textos en J. BRIEND (ed.), Israel y Judá en los textos del Próxi- mo Oriente Antiguo [Documentos en torno a la Biblia 4; Editorial Verbo Divino, Estella 1982] pp. 17-19). La arqueología tiende a probar lo contrario, pues pare- ce que asimilaron perfectamente la cultura egipcia y prolongaron el modelo faraónico. En el 1600, el rey hicso que se sienta en el trono es Khyan. En Tebas, en el Egipto Medio, existe to- davía la dinastía XVII, sobre la que los datos son bas- tante oscuros (estelas de Kamoses). En esta época, los dos regímenes parecen coexistir pacíficamente. La tónica va a cambiar a continuación. La recon- quista del delta será obra de Ahmosis (Ahmés), quien vuelve a tomar a los hicsos Menfis y Avaris. El golpe definitivo se produce con la toma de ciudad de Sha- ruhen, enel suroeste palestino, que priva a los hic- sos de su principal base de retaguardia asiática. La reconquista del delta y la expulsión de los hicsos no puede ser datada, en la mejor hipótesis, más que al- rededor del 1550. Comienza entonces el Imperio Nuevo egipcio, con la XVIII dinastía. El período hicso interesa especialmente a los bi- blistas porque ofrece un marco excelente para la ins- talación de elementos protoisraelitas en Egipto, en la zona de Avaris precisamente, así como de su mar- cha hacia Asia cercana, tal y como se muestra en la historia d.e José en el Génesis y en la salida de Egip- to en el Exodo. Primera recuperación del control egipcio sobre Canaán (1506-1364) En el 1595, el equilibrio del Oriente Próximo se rompe por la iniciativa del rey hitita Mursil 1, que cer- có Babilonia sin sacar, sin embargo, ninguna venta- ja sustancial. Discutido en su país, Mursil I es asesi- nado y el país de Hatti, preso de las disputas de pa- lacio, entra en un período de decadencia durante más de un siglo. Asia Menor y Mesopotamia se en- cuentran, pues, fuera de juego en el plano interna- cional. El vacío así creado en esta zona beneficia a algunas poblaciones, tales como los hurritas y otros menos conocidos que fundan el poderoso reino de Mitani, en la alta Mesopotamia, en el meandro del río Éufrates. Hacia el 1500, Mitani extiende su influencia desde el Mediterráneo al este del Tigris. Las grandes campañas egipcias se reemprenden en Asia con Tuthmosis (Tutmés) I (1506-1494), que llega al Éufrates y lo cruza. Parece que se enfrentó a lo que su expedición trataba de frenar: la expansión mitania. Sus sucesores, Tuthmosis 11 (1494-1490) Y la reina Hatshepsut (1490-1468), no llevaron a cabo nada significativo en Asia. De Tuthmosis 111 (1468-1436) conocemos dieci- siete campañas, emprendidas durante los veinte pri- meros años de su reinado. Desde 1468, una prime- ra campaña apunta a la coalición formada en torno al príncipe de Kadesh y, tras ésta, la potencia insti- gadora, que no es otra que Mitani. El faraón toma Meguiddo, somete Galilea y el Golán, desmembra la coalición de Kadesh y después regresa a Egipto (tex- to en Israel y Judá en los textos del Próximo Oriente Antiguo, pp. 21-22). Durante su octava campaña (1457), Tuthmosis entra en Mitani, a la que quita po- der, aunque sin abatirla definitivamente. Mitani conti- núa, en efecto, intrigando bastante lejos, en el sur, hasta Palestina, donde uno de sus emisarios es de- tenido en la llanura de Sharon llevando una tablilla destinada a un príncipe palestino. Tuthmosis IV (1412-1402) mantiene las posicio- nes heredadas de su predecesor, pero parece que ha cambiado el clima entre Egipto y Mitani, ya que ob- tiene en matrimonio a una hija del rey mitanio Arta- tama. La explicación de este acercamiento hay que buscarla en los hititas, que emergen en este mo- mento, después de más de un siglo de crisis. Se van a reforzar entonces los vínculos entre las dos poten- cias, marcados por los matrimonios principescos de Amenofis 111 (1402-1364). Entramos en el período de las cartas de EI-Amarna (ver p. 11). El despertar del poder hitita (1370-1250) Alrededor del 1370, Suppiluliuma se convierte en rey de Hatti. Conduce varias campañas contra Mita- ni, quitándole poder e influencia en el oeste, con- quistando Alepo, Alalakh, Karkemish, Kadesh y Da- masco. Egipto no actúa inmediatamente, Amenofis IV / Akhenatón está ocupado en una ambiciosa re- forma religiosa que, por otra parte, fracasa. Tutan- kamón, su sucesor, igualmente deja hacer, y el re- sultado de esta negligencia se salda con la incorporación del reino de Amurru al poder hitita. A la muerte de Tutankamón, su viuda, que queda sin heredero varón, pide en matrimonio a un hijo de Suppiluliuma, Zannanza, que es asesinado en el ca- mino. Así pues, falta poco para que Egipto pase a dominio hitita. En esta época, una epidemia de pes- te devasta el Oriente Próximo y la historia registra un parón. Segunda recuperación del control egipcio sobre Canaán (1304-1224) Egipto debe a los Ramsés (XIX dinastía) no ha- ber perdido pie definitivamente en Canaán. Seti I (1304-1290) vuelve a emprender las campañas asiá- ticas, pues los hititas, bajo la dirección de Mursil 11, se recuperan de la epidemia y afianzan sus posicio- 9 nes en Siria. Sus campañas son parcialmente cono- cidas por las estelas de Beth-Shean, ciudad de Ca- naán que permaneció fiel a Egipto (texto en Israel y Judá en los textos del Próximo Oriente Antiguo, p. 32). Una primera operación restablece el control so- bre Canaán hasta Tiro. Una segunda operación con- dujo a Seti I hasta Kadesh, y parece que se conclu- yó entonces un tratado entre él y Muwatalli, sucesor de Mursilll. La adhesión a Egipto del reino de Amu- rru vuelve a cuestionar este acuerdo y provoca la rea- nudación de las hostilidades. Encontramos al sucesor de Seti 1, Ramsés II (1290-1224), cuando emprende una campaña asiáti- ca en el cuarto año de su reinado. En el 1286 se pro- duce el choque decisivo en Kadesh entre Ramsés y el rey hitita Muwatalli. Es la batalla mejor documen- tada de toda la Antigüedad. La propaganda faraóni- ca no basta, sin embargo, para ocultar el retroceso egipcio: Kadesh no es recuperada y Amurru vuelve a los hititas. Esta situación es ratificada por el trata- do concluido entre Ramsés 11 y Hattusil 111, hermano y sucesor de Muwatalli, en el 1269. Las relaciones se normalizan entre las dos potencias y se vuelven muy pronto amistosas, marcadas por matrimonios princi- pescos. Egipto comprende que ya no puede tener más actividad en Siria, y los hititas desean estar en paz en el flanco meridional, pues a partir de ahora Asiria amenaza en el este. Decadencia de Egipto (1224-1140) En el 1224, Merneptah sucede a su padre Ram- sés 11. Sucede algo nuevo: el delta es amenazado ahora en el oeste por los libios. Éstos tienen por alia- dos a grupos llegados del norte por vía marítima: los Pueblos del Mar, que aparecen aquí por primera vez en los textos egipcios. 10 Con Sethnekht comienza la XX dinastía, cuyo re- presentante más eminente es Ramsés 111 (1184- 1153). Éste aún debe enfrentarse con los libios, des- pués a una invasión muy importante de los Pueblos del Mar y, de nuevo, con los libios. Tenemos pruebas de su presencia en Canaán por el descubrimiento de su cartucho en Meguiddo y Guézer, de sus escara- bajos en Beth-Shémesh, Tell el-Farah de Filistea y Lakhish, y de su estatua en Beth-Shean. Fin del imperio hitita Después del tratado de 1269 con Egipto, los hiti- tas deben enfrentarse a la amenaza asiria, con las in- cursiones de Tukulti-Ninurta I (1244-1208) al oeste del Éufrates. Desórdenes interiores conducen al ase- sinato del rey asirio, y los hititas se ven momentá- neamente liberados en su frontera oriental. Las causas de la brusca desaparición del impe- rio hitita permanecen aún oscuras. Cesa completa- mente toda documentación a final del s. XIII, y los emplazamientos de Bogazk6y, Kultepé, Alaca y Alí- shar son destruidos completamente. De la docu- mentación proveniente de Bogazk6y, de Egipto y de Ugarit podemos deducir que Hatti se oscureció por razones económicas, quizá víctima de un bloqueo. En efecto, Merneptah dice haber enviado a los hiti- tas un cargamento de trigo. Tres cartas enviadas al último rey de Ugarit, Ammurapi, muestran igual- mente el envío de trigo a los hititas. Una traducción en ugarítico de un mensaje del rey hitita encontrada en Ras Samra da cuenta aún de una petición de ví- veres y señala la presencia del enemigo. Varios do- cumentos ugaríticos dan noticia de una amenaza marítima, de desembarcos enemigos en Alashia (Chipre) y de la destrucción de puertos. Entonces Hatti desaparece, al mismo tiempo que su aliado Ugarit. Según una inscripción de Ramsés 111 en Me- dinet-Habu, esta destrucción sería imputable a los Pueblos del Mar (texto en Israel y Judá en los tex- tos del Próximo Oriente Antiguo, p. 41). Hay que su- poner, naturalmente, otros factores que explicarían especialmente la destrucción sistemática delos lu- gares del interior. Se ha avanzado la hipótesis de un seísmo. CANAÁN DEL 1600 AL 1200 El territorio de Canaán está en esta época bajo control egipcio. Así pues, hay que dirigirse a Egipto para buscar la documentación susceptible de infor- marnos sobre las poblaciones que lo habitan y sobre los acontecimientos que allí se desarrollan. Las cartas de El-Amarna Tell EI-Amarna se encuentra en el Nilo, aproxi- madamente a 300 km al sur de El Cairo, en el em- plazamiento de Akhenatón, antigua capital egipcia fundada por Amenofis IV/ Akhenatón en torno al 1365. Las primeras tablillas fueron descubiertas en 1887. La magnífica correspondencia de 382 tablillas, dispersas hoy por diferentes museos (p. ej., el Lou- vre conserva las tablillas 362 a 367), ilumina singu- larmente la historia del Antiguo Oriente. El período que cubre esta documentación es desgraciadamen- . te demasiado breve: entre 15 y 30 años. Entre las 382 tablfllas, 350 constituyen una co- rrespondencia diplomática compuesta por cartas y listas, de proveniencia asiática en su mayoría. Un pri- mer conjunto de 52 tablillas recoge la corresponden- cia de las potencias establecidas y reconocidas co- mo tales por Egipto: Babilonia, Asiria, Mitani, Arzawa (suroeste de Turquía), Alashia (Chipre) y Hatti (hiti- tas). Un segundo conjunto de 298 tablillas reúne la correspondencia de vasallos egipcios de Siria o de Palestina (cf. las 13 cartas relativas a Canaán en Is- rael y Judá en los textos del Próximo Oriente Antiguo, pp. 23-32). La correspondencia de las potencias reconocidas nos permite identificar estas naciones y apreciar las relaciones que mantenían con Egipto. La de los va- sallos nos informa directamente sobre la vida cana- nea. Por ella conocemos nombres, lugares, datos ad- ministrativos y algunos de los problemas planteados a las autoridades locales, en particular las preocupa- ciones consiguientes a la presencia de los habiru, so- bre los que volveremos. La Estela de Merneptah La Estela de Merneptah, primer texto extrabíblico actualmente conocido que menciona a Israel, fue descubierta en Tebas, en la orilla izquierda del Nilo, en 1896. La mención de Israel aparece en un con- junto (líneas 26-27) que enumera los objetivos al- canzados en Canaán durante una campaña atribui- da a Merneptah, sucesor de Ramsés 11. Asquelón, Guézer y Yanoam preceden inmediatamente a Israel en el texto. El texto de la línea 27 relativo a Israel es- tá redactado así: "Israel está aniquilado y su simien- te no saldrá jamás" (ver Israel y Judá en los textos del Próximo Oriente Antiguo, p. 37). Según la estela, el contingente egipcio parece ha- ber avanzado hacia el nordeste: Asquelón, Guézer, Yanoam. Podemos trazar, sin ninguna garantía, un cierto perímetro al teatro de operaciones: la monta- ña central, los accesos al lago, el valle del Jordán e incluso Transjordania. Pero las fuentes egipcias no dicen nada más aparte de esto y la Biblia no ha con- U servado ningún recuerdo de un choque importante entre Egipto e Israel en territorio cananeo hacia fina- les del s. XIII. Los datos arqueológicos En época reciente hemos visto cómo se ha ido desarrollando la exploración de superficie como com- plemento a las excavaciones practicadas en los em- plazamientos tradicionales. Esta exploración siste- mática contribuye a ofrecer una idea cada vez más precisa de la ocupación del suelo, en particular para el período comprendido entre el fin del Bronce Tardío (1400) y el comienzo del Hierro (1100). Recordemos aquí los principales resultados. LOS PERíODOS ARQUEOLÓGICOS Bronce Antiguo 3300 - 2200 Bronce Medio I 2200 - 2000 HA 2000 - 1750 HBe 1750 - 1550 Bronce Tardío I 1550 - 1400 HAB 1400 - 1200 Hierro lA 1200 - 1150 lB 1150 - 1000 HA 1000 - 900 Cisjordania septentrional (Manasés) Este territorio de alrededor de 1.750 km2 , con fuen- tes numerosas y abundantes, ofrece excelentes indi- cios de ocupación del Bronce Tardío (BT) al Hierro 1. Tell Balata (= Siquén): ocupación ininterrumpida del BT al Hierro 1. Destrucción en el s. XIII, nuevas construcciones más pobres que las antiguas. Violen- to incendio hacia finales del Hierro 1, atribuido por los 12 excavadores al episodio de Abimélek (Jue 9,45), pe- ro sin pruebas decisivas. El Burnat (monte Ebal): único emplazamiento del Hierro I conocido en el monte Ebal, descubierto en 1980, al nordeste de la cumbre y excavado a partir de 1982. Muro del recinto y construcción de 15 x 15 m. Se ha querido ver en él un gran altar de plata- forma; hipótesis apoyada en la presencia de nume- rosos huesos de gamo, lo que indica una caza intensiva. El comienzo de la ocupación del em- plazamiento se remonta como muy pronto a finales del s. XIII - comienzos del s. XII. Bet-Shean: lugar bien conocido por la documen- tación egipcia desde el 1460. Restos de un templo del s. XVI. Numerosas inscripciones: estelas de Seti I y de Ramsés 11 (finales del s. XIV - comienzos del s. XIII). Estatua de Ramsés 111 (s. XII). Ciudad ca- nanea destruida hacia 1200-1150, vuelta a ocupar después, con silos y numerosas jarras de almacena- miento. Huellas de incendio a finales del s. XI re- lacionadas con la época de Saúl. En el conjunto de esta zona, las nuevas instala- ciones comienzan en la segunda mitad del s. XIII y parecen propagarse de este a oeste. La población se estima en 25.000 habitantes para Manasés y 9.400 para Efraín. La ausencia de fortificaciones en los em- plazamientos cananeos se explicarían por una prohi- bición egipcia. Transjordania septentrional (Makir, Galaad) Tell Oeir-Allah, cerca del Jordán: santuario des- truido por un seísmo hacia 1200-1150. Vaso de loza que lleva el cartucho de la reina egipcia Tausert (1193-1185). En el Hierro lB, alfarería cercana a la cerámica filistea. Balance sobre el valle medio del Jordán: entre el wadi Kufrinjeh y el wadi Zerqa (el Yaboq), la ocupa- ción es continua, sin ruptura significativa para los em- plazamientos ya ocupados. Se encuentra en ellos un centro metalúrgico alimentado por combustible pro- cedente de los bosques de Ajlun. Región fértil, bien irrigada desde los más antiguos establecimientos. Macizo de Ajlun (en sentido amplio, el antiguo Ga- laad): la ocupación de emplazamientos conoció un fuerte aumento a comienzos del Hierro, lo que se tra- duce en un importante crecimiento de población. En toda esta región septentrional, de una y otra parte del Jordán, el material descubierto, ya se trate de la jarra grande de collar o de la casa de cuatro pie- zas con pilares -que se las consideraba como indi- cio de la presencia israelita-, no permite de ninguna manera zanjar la cuestión a propósito de la identidad de las poblaciones. Este material aparece, en efec- to, en zonas ciertamente no ocupadas en la época por poblaciones israelitas. Cisjordania central (Benjamín, Efraín) Jericó: grandes problemas planteados por el cé- lebre texto bíblico (Jos 6). Ocupación que va deca- yendo en el Bronce Tardío. Emplazamiento abando- nado sin destrucción hacia el 1275, se vuelve a ocupar en el s. XI o a finales del s. X. Región aban- donada a finales del BT o comienzos del Hierro. En esta zona, la parte oriental parece desocupa- da en el BT, mientras que la vertiente occidental ya está ocupada (El Jib =Gabaón, Yalu =Ayalón). Así pues, podemos considerar una continuidad con de- o sarrollo moderado de la ocupación para la vertiente occidental, y una multiplicación de emplazamientos nuevos en la vertiente oriental y en la cumbre. Beitin (= Betel): restos de una ciudad fortificada en el Bronce Medio, reocupación en el BT 11. Des- trucción de la ciudad cananea hacia 1240-1235. Ocu- pación continua a comienzos del Hierro. Et-Tell (= Ay): ciudad fortificada en el Bronce An- tiguo, después abandono del emplazamiento del 2400 al 1200. Se vuelve a ocupar en el Hierro, es- tando las casas dispuestas en cadena alrededor del emplazamiento. Izbet-Sartah (cerca de Afeq): con otros seis em- plazamientos establecidos en la misma línea de co- linas, este lugar fue ocupado desde finales dels. XIII a comienzos del s. X con breves interrupciones. Nu- merosos silos, casas de cuatro piezas y jarras de al- macenamiento indican una población agrícola. La al- farería puede ser comparada a la de la muy cercana Filistea. Khirbet Seilun (= Siló): emplazamiento capital pa- ra la protohistoria de Israel. Importante fortificación de la época de los hicsos destruida a finales de este período (s. XVI). Reanudación de la ocupación du- rante el s. XII, con almacenes que contienen nume- rosas jarras de almacenamiento. Violento incendio hacia la mitad del s. XI. Para esta zona, el balance queda establecido así: escasa ocupación en el BT (Betel, Siló). En el Hierro 1: 115 emplazamientos, en el límite del desierto y en el centro, de los que 26 lugares corresponden al Hie- rro I alrededor de Siló. Del Hierro 11 se cuentan 195 emplazamientos, casi el doble que en el Hierro 1. El establecimiento comienza por la vertiente oriental, li- mitando al desierto, y se extiende a la montaña cen- tral. La población, estimada en 3.800 habitantes al comienzo del Hierro, pasa a 9.400 hacia el 1050. Es de tipo pastoril o seminómada, como lo indica la for- ma, a menudo elíptica, de los establecimientos y la abundancia de silos. Cisjordania meridional (Judá) No conocemos más que dos emplazamientos ciertamente ocupados a finales del Bronce: Jerusa- lén y Khirbet Rabud (= Debir). A finales del s. XI, la 13 Los orígenesde Israel Introducción APROXIMACION HISTORICA A LOS ORÍGENES El marco histórico del 1600 al 1200 Contenido