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Vladimir Propp en su trabajo La morfología del cuento nos da las claves de lo que conocemos como modelo funcional. Aún así, huelga decir que éste no es sencillo de comprender ya que va mucho más allá - en puntos clave- de la simple abstracción de una estructura narrativa. Realmente, el modelo funcional determina qué puntos clave serían éstos. Pero para entender el por qué de ello, primeramente hemos deternos, para posteriormente adentrarnos más conscientementes en el trabajo de Propp, en qué es el formalismo. El formalismo en la literatura busca reconocer la evolución de acontecimientos, dentro de la narrativa, de forma independiente a las influencias externas. Así como los químicos determinan la fotosíntesis como etapas de un proceso químico, los formalistas creen que la ficción (debe) implica (r) una progresión perceptible, digamos, como si fuera posible entender la trama en términos normativos. Necesitamos recordar que la Poética de Aristóteles no era solamente un libro que analizaba la estructura de las piezas/partes. También nos explicaba cómo debían ser escritas. Por ello, cuando los formalistas surgieron, la tendencia fue buscar una manera de categorizar –claramente influenciados por Aristóteles- todo lo que fuese posible, ya fuera a nivel artístico (en nuestro caso concreto, literario) o científico. Con el fin de clasificar lo que conocemos como sintagmas narrativos o, como en la obra de Propp, funciones de los personajes –que en su caso ligaba a la acción de los mismos- nuestro autor analizó diferentes cuentos maravillosos aquellos que poseen características fantásticas, tales como los cuentos de hadas, para de esta forma encontrar lo que era común a todos ellos. Como resultado encontró 31 sintagmas narrativos. Basándonos en la lógica anteriormente señalada – los sintagmas han de ser analizados independientemente del medio- la mayor preocupación de los formalistas era desvincular las áreas de especialidad del medio histórico-social, una medida que pretendía eliminar la posibilidad de contaminación del proceso analítico. Para Propp y el resto de formalistas los cuentos tendrían, siempre, 31 sintagmas narrativos, divergentes sólo en sus formas finales. Pero ¿cuán útil es esta lista de sintagmas para analizar el cuento? Hemos de reconocer que la ficción contemporánea no se guía por tales funciones. Incluso en la narrativa de la época de Propp o anterior a ella tampoco podríamos analizarla adecuadamente bajo esta estructura narrativa. Para que eso pudiera ocurrir necesitaríamos valernos exclusivamente de relatos fantásticos- que encontramos en cuentos de hadas o romances de caballería en los que aparecieran dragones, brujas, etc. Llegados a este punto podríamos decir que no existen ejemplos recientes que puedan analizar la naracción según los parámetros de Propp. Pero ¿es esto cierto? Ni muchísimo menos. Según han demostrado diversos autores, El Hobbit de Tolkien sigue, casi, punto por punto los 31 sintagmas de Propp debido a que el autor era un estudioso de narrativas folclóricas, habiendo llegado a utilizar partes de cuentos fantásticos para crear personajes y situaciones que encontramos en sus obras. Pero a pesar de ello –ya que la obra de Tolkien podría considerarse una excepción- ¿cuál es la importancia de Propp en nuestra época? Los eventos en las historias no se pueden observar de manera aislada a la intervención de los personajes. Lo que Propp reafirma es la importancia de tales eventos, identificados en diversas funciones. A pesar de ello,y concluyendo esta reflexión, el hecho de querer aislar la narrativa de los factores socio-históricos, provocó que Propp acabara olvidando que los personajes son, también, frutos de tales factores, ya que representan la percepción del autor sobre el medio. De ahí que los cambios históricos y sociales acaban influenciando a los autores, yendo más allá de la visión de categorías listas y cerradas. Por estas razones, el trabajo del ruso, aunque de suma consideración, no consigue abarcar la complejidad total de un texto narrative.
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