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2 3 © Manuel Nevado y José González, 2018 © EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2018 Henao, 6 - 48009 Bilbao www.edesclee.com info@edesclee.com EditorialDesclee @EdDesclee Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. ISNB: 978-84-330-3820-3 Adquiera todos nuestros ebooks en www.ebooks.edesclee.com 4 http://www.edesclee.com mailto:info@edesclee.com https://www.facebook.com/EditorialDesclee https://twitter.com/EdDesclee http://www.cedro.org http://www.ebooks.edesclee.com/ PRÓLOGO Presentación de Manuel Nevado La muerte es algo que nos iguala a todos los seres humanos. Nos iguala en todos los momentos y en todos los estamentos, seas rico o pobre, alto o bajo. Soy Manuel Nevado y comencé a trabajar el duelo a raíz de la muerte de mi padre en el año 1996. El no tener dinero para pagarme un psicólogo que pudiera ayudarme a trabajar esta pérdida cuando apenas tenía 23 años me llevó a comenzar a leer libros y literatura en torno a esta problemática y a realizar los primeros cursos de intervención vivencial en afrontamiento a la muerte. Todavía recuerdo el primero de ellos realizado en el Centro de Humanización de los Camilos en Tres Cantos con el Doctor José Carlos Bermejo. La forma de trabajar la muerte de una manera sencilla, sin tapujos, con humanidad, sin estridencias y aplicando el sentido común y el sentido del humor me llamó la atención. A partir de ese momento tuve la suerte de poder comenzar un proyecto precioso al ser seleccionado por Fundación La Caixa para impartir por toda la geografía española los talleres de “Afrontamiento de la muerte; dolor y duelo”, donde a lo largo de siete años tuve la oportunidad de entrar en contacto con personas que estaban sufriendo el dolor de la pérdida de seres queridos por diversas circunstancias: accidentes de tráfico, alzheimer, cáncer… A todos ellos les unía el vacío, los sentimientos contradictorios, los asuntos pendientes, la culpa, la impotencia. Fruto de ese aprendizaje a día de hoy soy lo que soy como persona y como profesional. Plasmar ese conocimiento y esa experiencia es el objetivo de este libro de intervención en procesos de duelo que espero que sea de vuestro agrado y que su lectura y trabajo con los diversos ejercicios que se proponen puedan serviros de ayuda para vuestra práctica profesional y vuestro desarrollo personal. 5 Presentación de José González A un nivel “macro” nuestra sociedad se podría definir como tanatofóbica: la muerte es un tabú que se forja socialmente desde la infancia. Ocultamos la enfermedad, las separaciones y la muerte, impidiendo que nuestros hijos participen en las despedidas. A nivel “micro”, el hecho de que el resto de familiares y amigos del fallecido vivencien las fases o tareas del duelo a ritmos y velocidades diferentes es una fuente de conflicto y tensión que está detrás de la estadística que indica que el 68% de las parejas que pierden un hijo acaba separándose. Aquellos vínculos que a priori deberían ser un bastón se pueden convertir en obstáculos en el proceso de duelo. Soy José González, y cuando comencé a trabajar como psicólogo me di cuenta de que faltaban herramientas y dinámicas para acompañar a las personas en los diferentes procesos de duelo: muertes, separaciones o pérdida de salud. Así fue como comencé a investigar sobre el duelo y las diferentes maneras de abordarlo. Tras un arduo trabajo de investigación, diseñamos un programa de intervención en la Universidad Complutense de Madrid, programa que fue galardonado con el Premio Lafourcade-Ponce 2012 del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Mi formación complementaria como abogado mediador, especialista en ruptura de pareja y politólogo me permitió obtener una visión más amplia y sociológica sobre los procesos de duelo. En el año 2000 tuve la suerte de coincidir como coordinador del programa de duelo de Psicólogos Sin Fronteras con Manuel Nevado, el coautor de este libro, quien me enseñó que se puede ser un excelente psicólogo especialista en duelo con una sonrisa en la boca. Mi actividad profesional actual se divide entre la intervención individual y grupal en duelo, a través de Apertus Psicólogos y la formación de profesionales en el ámbito psico- socio-sanitario en diferentes colegios oficiales de psicólogos y médicos, hospitales, fundaciones y asociaciones. El programa que compartimos con vosotros en este libro ha sido testado e implementado en España, Latinoamérica y Norte de África con unos resultados excelentes, pero la parte crucial del acompañamiento en duelo está en la actitud que tratamos de transmitir en este manual. Nos gusta poner el ejemplo del copiloto de rallies: 6 el doliente es el piloto, el que decide acelerar, frenar o cambiar de marcha; nosotros somos el copiloto que debe guiarle, indicarle, anticipar los peligros y el tipo de curvas con las que se va a encontrar, respetando siempre su decisión. El trabajo terapéutico permite normalizar las diferencias en la elaboración idiosincrática del duelo, permitiendo construirlo de manera individual y personal. Esta estigmatización de la pérdida transmite el mensaje de que las emociones aparejadas al duelo (negación, rabia, ira, enfado, culpa, tristeza) no están permitidas. Parte de nuestro trabajo terapéutico consiste en legitimar estas emociones. Las mal llamadas emociones negativas están en nuestro “pool” o repertorio emocional porque son útiles filogenéticamente, de hecho compartimos estas emociones con otros animales. 7 Presentación del libro El libro que tienes entre manos pretende trabajar los procesos de duelo desde diferentes perspectivas. Los autores del mismo entendemos que para poder superar el proceso de duelo se necesitan una serie de herramientas que os ofrecemos en esta obra. Esas herramientas son, entre otras: • Comprensión. Comprender que a lo largo de la vida vamos pasando por diferentes situaciones de duelo y que no todas tienen que ver con el fallecimiento de un ser querido sino con la pérdida en general. En estos tiempos de crisis económica hemos podido observar el duelo producido por los sueños rotos de los planes de una vida futura en las personas que han sido desahuciadas, en los parados de larga duración que asumen que quizás ya no vuelvan a encontrar un trabajo en su vida por el mero hecho de tener 50 años. El duelo de la pérdida afectiva en divorcios, separaciones o rupturas emocionales en el ámbito familiar o de la pareja, las personas que día a día sufren diagnósticos de patologías que conllevan la pérdida de salud o sencillamente las personas que sufren en soledad los duelos silenciados, que por temor a la crítica no pueden expresar sus sentimientos. Esa es la comprensión que hay que trabajar y manejar para poder ayudar en estas u otras situaciones similares. • La vivencia. Aprender a integrar las pérdidas individuales. Desde las primeras iniciadas en la infancia o adolescencia hasta las que estamos sufriendo en la actualidad. Hablar de ellas, reconocerlas, es el primer paso para comenzar a asumir la nueva realidad. • El trabajo. El duelo se elabora con trabajo y con tareas. Worden, una de las grandes eminencias en el trabajo con las personas en duelo, enumeró una serie de tareas a trabajar de manera individual si se quiere superar el proceso de duelo. Basándonos en esas tareas comenzamos los diferentes ejercicios que en el presente libro os ofrecemos para poder superar las situaciones de pérdida y poder aprender de ellas. • El humor. Es una de las herramientas clave de la psicología positiva, y por tanto su utilización en los procesos de duelo es útil y necesaria en sus dosis justas. Es útil porque la vida es humor y los recuerdos agradables están llenos de ellos. ¿Quién no ha tenido anécdotas vividas con un ser querido desaparecidoque al contarlas 8 una y otra vez nos sacan una sonrisa de la boca? Por ello el humor, la desdramatización de la muerte partiendo de la base de que todos los que estamos aquí vamos a morir, es un elemento muy beneficioso para trabajar las pérdidas y crecer a nivel personal. Miguel de Unamuno decía que si todo muere nada tiene sentido, por ello los que seguimos todavía con vida tenemos una deuda pendiente con quienes ya no pueden acompañarnos en este viaje: seguir en él e intentar perseguir sueños y fantasías porque vivir merece la pena. 9 Objetivos del libro El presente manual tiene como objetivo dotar al lector de las herramientas necesarias para poder acompañar al doliente desde una perspectiva personal y/o profesional. Está diseñado como un manual vivencial que nos permita afrontar en primera persona nuestros prejuicios sobre el duelo para poder utilizar después las dinámicas y ejercicios con mayor eficacia. Entre los objetivos del manual se encuentran los siguientes: • Aportar una aproximación al concepto y a los procesos de duelo y sus situaciones especiales, su evolución histórica, los distintos tipos de duelo, sus fases y la duración de las mismas. • Ofrecer una aproximación al abordaje terapéutico en los procesos de duelo. • Conocer las características especiales del duelo infantil, sus diferencias evolutivas, los ritmos del duelo en los niños y cómo tratar la muerte con ellos. • Compartir el taller intervención, tanto individual como grupal, estructurado en diez sesiones que el alumno podrá aplicar en la clínica diaria. Esta intervención ha sido galardonada con el premio de aplicación “Lafourcade Ponce” del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. 10 1 11 LOS VÍNCULOS AFECTIVOS, EL DUELO Y SU PROCESO Antes de comenzar a leer este libro te sugerimos una dinámica. Anota en tres papeles los nombres de las tres personas más importantes de tu vida, un nombre por papel. Piensa en ellos, recréate en tus recuerdos, en los buenos momentos que has pasado con ellos, en las discusiones, anécdotas, en qué aportan a tu vida, en las cualidades que tienen y que hacen que sean insustituibles. Piensa en qué les dirías si los tuvieses delante y qué planes de futuro tienes con cada uno de ellos. Anota en el papel cuándo los vas a volver a ver y cierra los ojos. Ahora imagina que de repente uno de ellos muere, y que, por lo tanto, todos esos planes elaborados de futuro, esa vida en común, esas acciones conjuntas no pueden desarrollarse. ¿Cómo te sentirías? ¿Solo, vacío, bloqueado, incrédulo? Bien, esta es una primera reflexión sobre los sentimientos respecto a las pérdidas, pero vamos a ir un poquito más allá. Vuelve a cerrar los ojos e imagínate que eres un enfermo terminal y te quedan dos semanas de vida. ¿Qué harías? ¿De quién te despedirías? ¿A quién y qué querrías agradecer? ¿A quién querrías perdonar? Cuesta ponerse en la situación. Cuesta pensar en la muerte. Freud decía que la muerte de un ser querido nos hace vulnerables porque representa en nuestro inconsciente que somos mortales y que, por lo tanto, esa idea de inmortalidad que en el fondo cada uno de nosotros tenemos se tambalea ante los fallecimientos cercanos. Por eso hablar de muerte es hablar de dolor, es hablar de sufrimiento, es hablar de pérdida. Hablar de duelo es hablar de dolor, de pérdida, de melancolía, de vacío. 12 Preguntas sobre el sentimiento de la muerte Weisman, en su obra On dying Denying (1972), estableció estas preguntas relativas al sentimiento de hacer frente a una pérdida. A continuación, léelas con detenimiento y reflexiona sobre ellas. • Si tuvieses que enfrentarte a la muerte, ¿qué es lo que más te importaría? • Si fueras una persona muy mayor, ¿cómo podrías vivir más efectivamente y con menos daño a tus principios e ideales? • Si la muerte fuera inevitable, ¿qué circunstancia la haría aceptable? • ¿Qué puedes hacer para preparar la muerte de un ser querido? • ¿Qué tipo de personas te gustaría que te tratasen si tuvieras una enfermedad crónica? Hablar de la vida en cada una de sus etapas evolutivas es hablar de duelo. ¿Quién no ha soñado con retroceder una década atrás, con volver a vivir épocas pasadas? Todos esos sentimientos son pérdidas, son procesos de duelo. Uno de los objetivos de este libro es aprender a identificar las reacciones, sensaciones y etapas por las cuales tengo que pasar ante la pérdida de un ser querido: negación, ira, culpa, tristeza, aceptación. Entender la muerte como parte de un proceso. 13 Cultura, muerte y otras civilizaciones La muerte siempre ha sido una preocupación para la humanidad. Es al mismo tiempo arte y cultura, ritos funerarios y diversas formas de despedida encaminadas a llevar al individuo a su último viaje. Las formas de enterramiento o cremación han tenido siempre preocupado al ser humano. Ya en épocas prehistóricas, los antiguos neandertales maquillaban a sus difuntos pintándoles los ojos antes de la cremación. Su intención no era otra que la de agudizarle la vista al muerto para que caminara mejor por la oscuridad del más allá. Lo común a todos los tiempos es que, por mucho que se espere, la muerte es siempre una sorpresa, por lo que en todas las épocas y culturas se han desarrollado tipos de actuación social frente a esta eventualidad. El conjunto de actuaciones que una comunidad manifiesta como muestra y símbolo de dolor son los denominados ritos funerarios y el duelo. Todos estos ritos o actuaciones son difíciles de interpretar y suelen responder tanto a determinadas creencias como a la necesidad vital de manifestar el afecto y el amor que se tiene por la muerte de un ser querido. Por lo tanto, las interpretaciones desarrolladas sobre manifestaciones de duelo de otras culturas o civilizaciones no deben hacerse a la ligera. La muerte en las civilizaciones clásicas Aunque existen innumerables datos sobre cómo eran los ritos funerarios en las civilizaciones de la Edad Antigua, apuntaremos algunos detalles importantes en este apartado sobre las tres civilizaciones clásicas por excelencia: Egipto, Grecia y Roma. Egipto La muerte siempre ha estado muy presente en la cultura del antiguo Egipto. Si algo destacaba en esta civilización por encima de todas las tradiciones y rituales es la técnica del embalsamamiento, que nació en el antiguo Egipto. Aún hoy sorprende el buen estado 14 de conservación que presentan las momias, algunas halladas hace poco tiempo, como la de Tutankamon. Para los egipcios la muerte significaba la separación de los elementos, por ello la finalidad de la momificación era la conservación del cuerpo (o det) en el que se creía que, aún después de la muerte, continuaba viviendo la entidad espiritual (el ka). Su idea se basaba en que si se lograba volver a reunir esas dos partes se podía disfrutar de la vida en el otro mundo. Grecia En la mitología griega se reúne una gran parte de la riqueza fúnebre, con una amplia cultura de la muerte. Su arquitectura así lo refleja y muestra de ello son las apariciones de las primeras necrópolis (ciudades de enterramiento) surgidas fuera de Atenas, que suponen el origen de los cementerios. De entre todos los ritos funerarios de la antigua Grecia destaca el rito del Caronte. Este ritual funerario comenzaba por poner dentro de la boca del difunto un óbolo –una especie de moneda de poco valor– gracias al cual se podía pagar el pasaje al barquero Caronte, cuyo objetivo era ayudar al alma humana tras la muerte para penetrar en el Hades y atravesar los ríos infernales en la barca. Con la exposición y preparación del cadáver comenzaba el duelo propiamente dicho, en el que las mujeres rompían en llantos, se golpeaban el pecho, se arrancaban los cabellos y se arañaban las mejillas. Si el fallecido no tenía nadie que le llorara se encargaba la tarea a las plañideras (costumbre esta exportada a España y presente en nuestra cultura durante muchos siglos, sobre todo en zonas de Andalucía y Galicia). Después de esto, tenía lugar el entierro a primera hora de la mañana del día siguiente.En época de Homero lo habitual era la cremación o incineración de los cadáveres, mientras que desde el siglo VIII a. C., la práctica más habitual pasó a ser la inhumación. Los cementerios se situaban en Grecia fuera de las murallas de la ciudad, a lo largo de los caminos, y cuando el fallecido pertenecía a la clase alta, en su tumba se levantaban hermosos monumentos funerarios. Roma 15 El ritual funerario se iniciaba de una bonita manera: a través de un beso. El objetivo era recoger el último suspiro del difunto. A continuación, se le cerraban los ojos y entonces se le llamaba por su nombre en voz alta. Después se le arreglaba y se le exponía en el atrio de su casa. Durante la exposición del cadáver se encendían lámparas a su alrededor y se colocaban coronas de flores. Tras ello, comenzaba el entierro con la formación del cortejo fúnebre, que para el caso de las familias ilustres se hacía de día mientras que si se trataba de niños o personas pobres se hacía de noche y muy poco tiempo después de su muerte. Durante la época republicana y a comienzos del Imperio la cremación estaba reservada a los ricos y la inhumación, a los pobres y a los esclavos. Tras la llegada del cristianismo, la inhumación se convertirá en el procedimiento único. En cuanto a los cementerios, en Roma, al igual que en Grecia, estos se encontraban fuera de las murallas. Una peculiaridad de esta civilización es que quienes lloraban al fallecido se dejaban crecer el cabello en señal de luto, y si eran hombres, también la barba. Diferentes formas de despedida Existen distintas maneras de despedir al cadáver en función de las creencias religiosas, el clima, la geografía y el rango social. El enterramiento se asocia al culto de los antepasados y a las creencias en la otra vida. La cremación, sobre todo antiguamente, se asociaba a la intención de liberar el espíritu del muerto. La exposición al aire libre es común en las regiones árticas y entre los parsis (seguidores de una antigua religión persa, el zoroastrismo), donde también tiene un significado religioso. Prácticas menos comunes son arrojar el cadáver al agua después de un traslado en barco y el canibalismo. Abandono del cadáver Esta técnica ha sido la preferida por las tribus nómadas de distintas partes del mundo, sobre todo en Asia y África. Por ejemplo, los antiguos habitantes de Mongolia dejaban los cadáveres, especialmente los de los más pequeños, envueltos en sacos de cuero, a un lado del camino. Tiene su origen en la creencia de que su espíritu se 16 reencarnaría en el seno de las mujeres que pasasen más tarde por aquel lugar. De esta manera, los niños podrían tener una oportunidad más de volver a vivir. Los tibetanos también abandonan el cadáver para que sea presa de los perros, sobre todo los de las personas mayores. Al contrario de lo que nos pueda parecer, este acto es honorable para los difuntos. Mientras que en algunas zonas de Indonesia se deja el cadáver al aire libre hasta que se pudre; con posterioridad, recogen los huesos y los entierran realizando una gran fiesta funeraria. Por otra parte, en India, los parsis, como los antiguos asirios, dejaban sus cadáveres en las denominadas «torres del silencio», construcciones cilíndricas con plataformas concéntricas llenas de cavidades destinadas a recibir los cuerpos para que los buitres (aves sagradas de Ormuz) se encargaran de despedazarlos y descarnarlos. Después de esto, los huesos eran recogidos por la familia, quienes se encargaban de guardarlos en el hogar familiar. Otro pueblo que practica este tipo de rito es el de los esquimales, que abandonan a sus mayores entre los hielos aun sin estar muertos, dejándoles una mochila con alimentos para que puedan subsistir, a la espera de que el oso polar venga y los devore. Luego ellos se comerán al oso y así el espíritu volverá al hogar. Inhumación Desarrollada desde tiempos inmemoriales, ha sido y es la práctica más difundida en todo el mundo. Desde muchos siglos atrás, el enterramiento podía realizarse en grutas y cavernas, como hacían los antiguos cristianos o las tribus australianas y europeas prehistóricas, como los antiguos escoceses y muchos pueblos de Oceanía. En Japón, los denominados ainu entierran a sus muertos a los dos días de fallecer con lo mejor de lo que disponen, y después queman la casa del difunto. Los jefes de estas tribus pueden pasar hasta dos meses sin ser enterrados, protegidos por productos que frenan la putrefacción. En Indonesia existe una curiosa tradición. Debido a su orografía las grutas son de difícil acceso y, al estar excavadas en la roca, dejan una especie de ventana o balcón tras el que colocan muñecos antropomorfos vestidos que producen el efecto de sociabilidad y compañía respecto al difunto ya que al observarse desde la lejanía da la impresión de que 17 hay gente allí reunida mirando lo que pasa. En numerosas culturas se ha añadido al rito de la inhumación la comida funeraria, que junto con el ajuar, formado por diversos objetos que pertenecieron al difunto, debía acompañar al muerto en su viaje al más allá. Ese viaje se imaginaba de diversas maneras. A veces se acompañaba el enterramiento con variados rituales, a cargo de los familiares o de los chamanes o sacerdotes, con música y cánticos. En cuanto al entierro de personajes importantes de las distintas tribus, este se acompañaba del sacrificio de sus esposas o personas allegadas. De esta manera, se han encontrado con frecuencia en diversas partes del mundo los cuerpos de mujeres, de niños o esclavos con evidentes muestras de haber sido sacrificados. Aparecen en torno a los restos principales del varón, revestido de las galas propias de su rango. Los primeros cementerios o necrópolis surgen ante la prohibición en determinadas civilizaciones de inhumar los cuerpos dentro de las ciudades, como ocurría en Siracusa y Roma. Ante esta circunstancia las ciudades de los muertos debían erigirse fuera de los recintos de las ciudades «de los vivos». Cremación o incineración Es, junto con la inhumación, la práctica más difundida durante toda la historia de la humanidad desde los primeros pueblos, es decir, de 3.000 a 2.000 años antes de Cristo hasta la actualidad, cuando la incineración vuelve a estar de moda. En la península ibérica, los íberos, celtíberos, celtas, tartesios, turdetanos, púnicos, fenicios, cartagineses, etc. quemaban a sus muertos en una pira funeraria, recogiendo, al terminar, las cenizas y los fragmentos de hueso que quedaban. Con ellos se hacían amuletos y el resto lo guardaban en urnas que enterraban en la necrópolis. Otros pueblos, como los etruscos y los cartagineses, mantuvieron siempre esta técnica como rito funerario. Pero si se trata de descubrir el país donde la cremación es la práctica más generalizada, la respuesta es India. Sin embargo, allí no se guardan las cenizas del muerto sino que simplemente se depositan en el río sagrado más cercano, el Ganges, que las arrastra y hace desaparecer. 18 Por último, en algunas tribus de Bali el cuerpo es introducido en un sarcófago en forma de vaca sagrada y quemado en la ceremonia de liberación del alma. La muerte en las religiones Funeral católico La fe católica cree que la muerte es el reencuentro con Dios o con el infierno. Según la valoración de tu comportamiento en vida irás a un sitio u a otro. También se cree que algún día llegará el juicio final, momento en que Cristo retornará y los muertos resucitarán. • Preparación del cuerpo El cuerpo se embalsama para que no comience su descomposición durante los ritos, facilitando de esta manera su despedida. Se acostumbra vestir al fallecido con su mejor ropa y algo de maquillaje, colocándole entre las manos un rosario. El ataúd muestra en la tapa superior interna un crucifijo. La Iglesia católica da a elegir entre incineración o entierro. • Velatorio El cuerpo ya preparado y colocado en el ataúd es llevado a la iglesia, velatorio municipal, salón de la casa fúnebre o casa de la familia del fallecido para realizar la vigilia o velorio.Consiste en velar el cuerpo del recién fallecido y acompañar a la familia doliente. Esta ceremonia puede durar de uno a siete días según la voluntad de la familia. • Vestimenta para guardar luto / Arreglos florales El protocolo católico exige que la familia directa del fallecido vista de negro durante el velorio y entierro, pero algunos cristianos no tan tradicionales optan por vestir ropas de cualquier color oscuro en señal de duelo. • El traslado al cementerio - entierro / Misa de difunto 19 Tras el velorio, sepelio o vigilia se traslada el féretro en un coche fúnebre de color negro al cementerio o crematorio, según sea el caso. Antes del entierro, el sacerdote o ministro católico procederá con la misa de difunto. Esta ceremonia es la parte más importante de todo el servicio fúnebre junto con el entierro y suele ser igual para todos los servicios. La encomendación es el último rito del servicio, que habitualmente se realiza al lado de la tumba o nicho en el cementerio. Después de la encomendación viene el entierro del ataúd que contiene el cuerpo del fallecido. Al entierro se le llama rito de sepultura. • Misa del séptimo día / Misa del mes / Misa del año En el séptimo día del fallecimiento se lleva a cabo la misa de difuntos, así como también al mes, a fin de rezar por el descanso eterno del fallecido. Igualmente es una costumbre católica realizar una misa cada año del aniversario del fallecimiento. A esta misa de aniversario solo asisten los familiares y amigos cercanos del fallecido. • La vida después de la muerte en la religión católica La religión católica cree en la vida eterna y la salvación de las almas que practican el bien y siguen los diez mandamientos de la ley de Dios. El fallecido será juzgado por Dios e irá al cielo si hizo el bien durante su vida en la tierra; si no fue así irá al infierno. El cristiano no considera la muerte como el final sino como la “partida” a una nueva vida frente a Dios que resucitará cuando llegue el día del juicio final. • Lo que no está permitido No se permite la eutanasia por considerarla inmoral, al igual que el suicidio tampoco es aceptado, aunque su gravedad puede disminuir si el suicida sufre de algún problema mental. En cuanto a la autopsia, la Iglesia permite esta práctica con fines legales o científicos, así como también está permitida la donación de órganos. • El periodo de luto en el catolicismo En el catolicismo, al igual que en otras religiones, antiguamente se debían evitar las reuniones sociales, fiestas o actividades placenteras durante las primeras semanas posteriores al fallecimiento. Actualmente no existen reglas católicas específicas respecto 20 al periodo de luto de los dolientes como tampoco referentes al uso de vestimenta. Sin embargo, en el siglo XIX y principios del XX las antiguas costumbres siguen aún vigentes en determinadas zonas rurales o movimientos católicos ultraconservadores. Se podían distinguir tres periodos de duelo rigurosamente expresados en la ropa: una viuda requería de un total de dos años de duelo para superar esta pérdida dividiéndolo en un año de duelo pesado, seis meses de medio luto y seis meses de luto ligero. – La primera etapa correspondía a un duelo profundo, por lo que debía utilizarse ropa negra y sin joyas que tuvieran color. – En segundo lugar se atravesaba el medio luto, que era representado por la ropa de color negro con detalles blancos. – En el tercera etapa el duelo era considerado “la luz”, por lo que la ropa se caracterizaba por mezclas de blanco y negro, gris, lavanda, violeta, etc. Este luto solía ser especialmente estricto para las mujeres debido a las imposiciones sociales que reinaron durante largos años. Funeral judío La muerte para el pueblo judío es considerada como un proceso natural. Forma parte del plan divino dado que considera que sus muertos serán resucitados y los que hicieron el bien serán recompensados en la nueva vida. • Permitido y no permitido – El judaísmo permite a las personas quebrar cualquier mandamiento divino si de eso depende el salvar una vida humana con excepción de los mandamientos contra el homicidio, la idolatría, el adulterio y el incesto. – Cuando la muerte es inminente y el paciente está sufriendo, la ley judía permite dejar de prolongarle la vida de manera artificial. – La eutanasia está prohibida. – El trasplante de órganos está prohibido si la donación procede de una persona fallecida, por lo que entra en juego el dilema sobre cuándo tiene lugar la muerte. ¿Ocurre cuando el corazón deja de latir o la muerte cerebral ya se 21 puede considerar fallecimiento? Para esta religión no existe ningún conflicto en que un ser vivo decida donar uno de sus riñones pero donar el corazón podría ser considerado homicidio. – La autopsia no está contemplada dentro de las leyes judías a menos que la ley del país así lo requiera, y deberá ser mínimamente intrusiva. – Los judíos siempre son enterrados bajo tierra, no cremados. • La preparación del cuerpo – Apenas muere una persona judía se le deben cerrar los ojos mientras su cuerpo se cubre y se pone en el suelo rodeado de velas encendidas. – Por respeto, nunca se debe dejar solo al cuerpo hasta el momento del entierro. – El cuerpo del fallecido es lavado en señal de purificación (tahara). Si el fallecido es hombre, entonces este baño deberá ser ejecutado solo por hombres; si el fallecido es mujer, serán las mujeres quienes la bañen. Después se procederá a vestir el cuerpo con una túnica tradicional de lino color blanco llamada Takhrikhin. – Cuando el cuerpo está listo, se coloca dentro de un cajón o ataúd de madera llamado Aron. El cuerpo debe ser enterrado lo antes posible, preferentemente antes de que pasen 24 horas. El cuerpo del fallecido deberá estar completo, sin que ningún órgano haya sido movido. – El ataúd debe tener varios orificios alrededor para no interrumpir el proceso natural de volver a la tierra. – El cuerpo no debe ser mostrado durante el sepelio por considerarse una falta de respeto. – En los funerales judíos más tradicionales no se usan flores por considerarse un adorno frívolo e innecesario, pero hay familias que usan flores durante el servicio fúnebre con previa autorización del rabino, aunque solo si este lo considera apropiado. • Los tres períodos de duelo judío 1. Periodo de Shiva 22 El día del entierro es contado como primer día de Shiva, periodo que se alargará durante siete días. La familia doliente se queda en casa durante este tiempo y es la comunidad judía la que visita a la familia para brindar su apoyo y consuelo. Solo podrá salir de casa el sábado (Shabbat) para ir a la sinagoga. El ambiente del hogar debe ser de sumo respeto. Los visitantes no deben esperar ser atendidos como visitas. Por el contrario, deberán entrar en silencio y podrán llevar comida o frutas para la familia doliente. Las conversaciones versarán sobre el fallecido. Durante el Shiva se dejará encendida una vela por un periodo de siete días. 2. Periodo de Shloshim Este es el periodo de treinta días (Shloshim significa “treinta” en hebreo), cuando la familia del fallecido se reincorpora a sus trabajos, escuela, etc. Durante este periodo no se escucha música. Tampoco está bien visto cortarse el pelo, afeitarse, maquillarse o llevar a cabo algún tipo de celebración. 3. Periodo de Avelut Este es el periodo observado por los hijos del fallecido, y dura doce meses contados desde el día del entierro. Las fiestas, conciertos, teatros, etc. deben ser evitados. Todos los dolientes prenden velas en honor al fallecido, las cuales permanecen encendidas por 24 horas. Funeral musulmán Para la religión islámica, la muerte es el comienzo de un nuevo mundo. Todas las criaturas vivas tendrán que morir en el lugar y momento que Dios, “Alá”, lo decida. La muerte es un evento natural mientras que la presente vida es una preparación para la verdadera existencia que espera cuando llegue la muerte. En el islamismo se prefiere recibir la muerte en compañía de familiares, no de extraños. Lafamilia del que va a morir lo ayudará a elevar sus pensamientos hacia Alá y pedirá por el perdón de sus pecados. El islamismo proclama que llegará el día en que el mundo será destruido, cuando Alá levantará a los muertos para ser juzgados. Ese día será el inicio de una vida eterna donde 23 se premiarán las buenas acciones como también se castigarán los malos actos. La cremación en la religión islámica está prohibida. Las manifestaciones exageradas de dolor también están prohibidas. La autopsia se permite pero siempre con el máximo respeto por el cuerpo del fallecido. • Preparativos del funeral islámico Cuando se confirma la muerte se cierran los ojos al fallecido. Luego se procede a bañar el cuerpo. Este importante ritual del baño lo llevan a cabo miembros de la familia del mismo sexo del fallecido y debe ser realizado dentro de las primeras horas del fallecimiento. En caso de que el cuerpo esté en malas condiciones debido a una muerte violenta, se podrá llamar a una casa fúnebre para que componga el cuerpo de la mejor manera posible para el ritual del baño. Después del baño se envuelve el cuerpo en una simple tela limpia sin adornos llamada Kafan. Por lo general esta tela es de algodón y de color blanco. Solo los considerados “héroes” pueden ser enterrados con la ropa con la que murieron. Una vez que el cuerpo está envuelto apropiadamente, los familiares y amigos pueden dar sus condolencias a la familia doliente. El siguiente ritual islámico es el de la oración. El cuerpo es transportado a un lugar al aire libre donde se harán las respectivas oraciones. Esta ceremonia está dirigida por un imán. Luego se procederá con el entierro. Tradicionalmente, el entierro se hace sin ataúd, pero en algunos países no musulmanes esta práctica está prohibida, por lo que los creyentes del islam tienen que usarlo para enterrar a sus muertos. Al lugar del entierro solo podrán asistir los hombres. El fallecido es llevado al cementerio para el respectivo entierro llamado Al-dafin. Muchos musulmanes prefieren enterrar a sus muertos en el lugar donde murieron y en un cementerio musulmán. El cuerpo del fallecido es puesto en la tierra sin ataúd, colocado de su lado derecho y mirando hacia la Meca. No se acostumbra poner lápidas o flores sobre la tumba. • El proceso de luto islámico En el islamismo está prohibido realizar actos de lamento excesivos por lo que no está 24 bien visto que los dolientes griten, giman y lloren de manera exagerada. Un musulmán que ha perdido a un ser querido se adentrará en el Hidaad, que consiste en un periodo de luto de tres días inmediatamente después de la muerte de un familiar, incluyendo en él los días que esté realizando los preparativos de la ceremonia funeraria. Durante estos tres días no se impone a la familia ningún color determinado de ropa pero está estrictamente prohibido utilizar vestimenta ostentosa y joyas. En el caso de tratarse de la muerte del esposo se establece un periodo más amplio llamado Iddah que consiste en cuatro meses y diez días de duelo en los que la mujer doliente podrá llorar y expresar sus emociones aunque sin cometer exageraciones, ya que se cree que podría afectar a la paz del difunto. Durante este periodo, las mujeres musulmanas tendrán prohibido casarse, mudarse hacia otra vivienda y usar joyas, mientras que la ropa debe ser modesta y no demasiado decorativa. Este periodo no solo busca evitar que la mujer sea difamada sino que también desea determinar si la viuda está embarazada o no de su difunto marido ya que estos cuatro meses y diez días representarían aproximadamente la mitad de la duración de un embarazo normal. Sin embargo, los hombres no deberán seguir estas estrictas normas. En el caso de la muerte de la esposa, el hombre musulmán solo deberá cumplir un luto de tres días sin tener ningún tipo de restricción respecto a la posibilidad de realizar una nueva ceremonia matrimonial. 25 Tipos de pérdida y valor de las mismas Qué es el duelo La palabra duelo proviene del latín dolus, «dolor», y es la respuesta a una pérdida o separación. Se trata de una respuesta normal y natural. Lo que no sería natural es la ausencia de respuesta. Es algo personal y único, cada persona lo experimenta a su modo y manera. Sin embargo, produce reacciones generales y comunes en prácticamente todos los seres humanos. Por duelo se entiende la sensación de pérdida sin posibilidad de recuperación, fallecimientos, pérdida de la salud, pérdida de trabajo. Por lo tanto, las emociones y sentimientos que se producen como consecuencia de la pérdida de un ser querido son muy similares a las emociones y sentimientos que podemos tener, por ejemplo, ante la pérdida como consecuencia de un divorcio o ante la pérdida de una relación laboral. El duelo es una experiencia global, que afecta a la persona en seis ámbitos: psicológico, emotivo, mental, social, físico y espiritual. Es un proceso durante el cual se atraviesan diferentes etapas, un trabajo que debe realizar el doliente. El duelo, elaborado de manera natural, necesita siempre de ayudas externas (sociales, personales, profesionales) para ser soportado. El duelo es, asimismo, una experiencia contradictoria, porque supone al doliente una posibilidad de maduración, de aprendizaje de cara al futuro y, al mismo tiempo, también puede suponer un enorme riesgo: • Posibilidad de aprendizaje. Esta posibilidad lleva consigo que se pueda llegar a ser una persona diferente, habiendo madurado con la pérdida. Consigue, de manera consciente o inconsciente, deshacer los lazos que le unían al ser querido, adaptarse a la pérdida y volver a vivir de manera sana en un mundo en el que ese ser querido nunca más estará. De esta manera se aprende a convivir con los recuerdos y se fortalecen los aspectos psicológicos y personales. • Posibilidad de riesgo. Sucedería al ser incapaz de salir del duelo, al hacer un duelo incompleto o al elaborarlo mal, no llegando nunca a superar la pérdida, lo que, consiguientemente, requerirá de tratamiento psicológico al cabo del tiempo. 26 Situaciones por las que se puede sufrir un proceso de duelo Las pérdidas, sean del tipo que sean, siempre van a llevar la carga de la superación del duelo, en mayor o menor intensidad y con mayor o menor posibilidad de recuperación y de sustitución. Pero la única posibilidad de superar el duelo es pasando por él, transitándolo. ¿Quién no ha perdido un amor adolescente, o sencillamente un amor, a lo largo de su vida, en cualquiera de sus diferentes etapas, en las cuales el dolor tras la separación era tan intenso que le imposibilitaba, aunque fuera de manera transitoria, entender la vida sin la persona amada al lado? Analicemos esta estrofa de la canción titulada Te esperaré, del grupo musical “La caja de Pandora”, para aclarar el sentimiento no deseado que se tiene ante una separación, divorcio o ruptura amorosa: «Desde que te fuiste no consigo encontrar ni tan solo un motivo para seguir; vivir no merece la pena si conmigo tú no estás, muero como un río al llegar al mar, necesito verte aunque sea por última vez». ¿Acaso los sentimientos extraídos de esta estrofa no podrían valer para la pérdida por fallecimiento de un ser querido? La muerte de un ser querido es una pérdida de mayor rango que cualquier otra y se diferencia de las demás por dos características: 1. La intensidad de los sentimientos 2. La irreversibilidad y lo definitivo de la muerte Las pérdidas de Pangrazzi A lo largo de la vida, el ser humano está continuamente sufriendo pérdidas. Nos encontramos constantemente atravesando los ciclos de duelo, de lo que podríamos sacar una conclusión: sin darnos cuenta estamos más familiarizados de lo que creemos ante los procesos de pérdida. Arnaldo Pangrazzi las definió como «pérdidas continuas» y las estableció a modo de decálogo: 1. El propio nacimiento, como la primera y más dolorosa separación. 2. Las pérdidas que conlleva el mismo crecimiento. 27 3. La pérdida de la propia cultura por necesidad de emigrar. 4. La pérdida de bienes materiales(robo, desastres naturales). 5. La pérdida de vínculos afectivos (marcha o ruptura con el amigo, divorcio, ruptura intergeneracional). 6. La pérdida de la identidad personal (fracaso profesional, rechazos afectivos, falta de autoestima). 7. La pérdida de bienes humanos y espirituales (desconcierto e impotencia frente a actos terroristas, secuestros, violencia callejera). 8. La pérdida de la salud por enfermedad, accidente, envejecimiento. 9. La pérdida de aquello que nunca se ha tenido, pero se ha soñado y deseado: la carrera no cursada, el hijo que no nació, la soltería impuesta o mal soportada… 10. La muerte como pérdida más temida. En líneas generales y atendiendo a los criterios de Pangrazzi podríamos diferenciar entre los siguientes tipos de pérdidas: 1. Pérdidas por fallecimiento. La pérdida de un ser querido es la principal causa de estrés en todo el mundo. El tipo de fallecimiento, la manera en la que se ha actuado con el fallecido antes de morir, los asuntos pendientes, el parentesco… determinarán la respuesta que el doliente tendrá ante este tipo de pérdida. 2. Pérdidas sentimentales. Dentro de esta categoría se pueden incluir los siguientes subtipos: —Amorosas: las pérdidas por divorcios, separaciones, noviazgos, etc., pueden llegar a causargraves estragos en las vidas de las personas, afectando fuertemente a los valores, creencias, autoestima, rendimiento laboral y sensación de vacío. —Relaciones familiares: la pérdida de relación entre hermanos, como sucede con bastante frecuencia durante las enfermedades crónicas como el Alzheimer. Estos asuntos generan sentimientos de duelo similares a los descritos anteriormente. 28 —Amistades: del mismo modo, la pérdida o deterioro de las relaciones con amigos y conocidos supone en el doliente, sensaciones propias de duelo como desconfianza, frustración, soledad, etc. 3. Pérdidas materiales. Como consecuencia del derrumbe de las casas del barrio barcelonés del Carmel en el año 2005 pudimos comprobar cómo las destrucciones materiales pueden llegar a generar unas sensaciones de pérdidas y, por lo tanto, pasar por el ciclo del duelo: sueños rotos, futuro incierto, búsqueda de culpables… Reacciones todas ellas normales dentro del proceso de duelo. Dentro de las pérdidas materiales podrían englobarse los despidos, cambios de trabajo, cambio de ciudad de residencia, negocios fracasados. 4. Pérdidas vitales. Serían aquellas pérdidas fruto del paso de la vida que inevitablemente cierran una etapa vital. La menopausia en las mujeres supone el fin de un ciclo y trae consigo un proceso de duelo, de pérdida; del mismo modo, las crisis vitales aparecidas como consecuencia de la jubilación o de las prejubilaciones, el síndrome del nido vacío en las amas de casa cuando ya no tienen hijos a los que cuidar, etc., suponen un reajuste en la vida social, familiar y laboral de las personas en esta situación: el inicio de un ciclo de duelo. Para poder trabajar todas las pérdidas del proceso vital conviene elaborar el Currículum vitae de pérdidas (Nevado, M. y González, J. 2005). Currículum de pérdidas Uno de los primeros aspectos que se debe trabajar para lograr una buena intervención en duelo es la introspección de las propias pérdidas sufridas a lo largo de la vida. Pueden ser pérdidas sentimentales, pérdidas materiales, pérdidas afectivas, pérdidas por fallecimiento, etc. El siguiente ejercicio suele resultar muy útil como base de adaptación a un proceso terapéutico de duelo. Consiste en enumerar las pérdidas más importantes sufridas por ti en las diferentes etapas vitales propuestas en el cuadro siguiente. A continuación, trata de elaborar una redacción sobre dichas pérdidas, siguiendo el ejemplo propuesto de Ángel. Enumera las pérdidas más importantes que hayas sufrido en las siguientes etapas 29 vitales: Etapa vital Pérdidas Abuelo Amigos cole Separación de mis padres 0-15 Años 15-30 Años 30-45 Años 45-65 Años + De 65 años MI CURRÍCULUM VITAE DE PÉRDIDAS (Ángel, 75 años) Me han pedido que haga un ejercicio a modo de redacción sobre las pérdidas que he tenido a lo largo de mi vida. Hace tiempo entré en lo que se denomina “tercera edad”, por lo tanto, ya he tenido muchas, y trataré de resumirlas. La primera, que aún hoy recuerdo, y eso que hace muchos años, fue la de mi padre. Yo era muy pequeño, tenía ocho años, fue durante la Guerra Civil. Un día le alistaron forzosamente, según contaba mi madre, y todavía hoy no hemos sabido nada de él. Vivir la niñez sin padre es muy complicado, tuve que ser yo el cabeza de familia y adopté más responsabilidades que las que son propias de mi edad, pero en esa época tampoco resultaba tan raro, éramos muchos los niños sin padre y te acababas acostumbrando. Unos años después, viví otra pérdida: una chica del pueblo —de la que estaba locamente enamorado cuando tenía dieciséis años— emigró con su familia a Barcelona. Yo soy de Extremadura, y en aquella época todos, como luego me ocurrió a mí, teníamos que emigrar en busca de un futuro mejor. Se me cayó el mundo a los pies, estuve muy deprimido. A los veinte años sufrí la siguiente pérdida: me fui a Alemania a trabajar para poder dar de comer a mi familia, y tuve que romper con todo, con mi pueblo, mis amigos, mis costumbres y con mi familia. Venía una vez al año, casi siempre por Navidad. Por suerte, como allí había muchos españoles, me adapté más o menos bien. Allí 30 conocí a la que hoy es mi esposa. Quince años después volví a España y me quedé a vivir en Madrid. A los dos años falleció mi madre y entonces pensé: ¡el siguiente soy yo! Pero no, vinieron antes los fallecimientos de mis tíos –que para mí fueron como unos segundos padres– y de dos de mis mejores amigos; llegó la jubilación, las broncas de mi mujer porque me metía en sus labores (la verdad es que era muy pesado), mi hijo mayor se fue a trabajar a Canarias… Y ahora, con setenta y cinco años, vivo la que creo, ya que tengo experiencia en esto de las pérdidas, la peor de todas: la de mi esposa. Ella no está muerta, pero sus recuerdos sí; no me reconoce, no habla, y ahora está en silla de ruedas. Hace ocho años le diagnosticaron Alzheimer. 31 Proceso de duelo: duración y fases Con respecto a las etapas del duelo, casi todas las teorías de los estudiosos del tema como Worden, Bwolby o Kübler-Ross, coinciden en señalar que en los ciclos de duelo, desarrollados como consecuencia del estado de pensamiento, sentimiento y actividad que se produce ante la pérdida, se necesita un tiempo y un proceso para volver al equilibrio normal, que es lo que constituye el proceso de duelo. Por lo tanto, marcan sus fases. Para la mayoría de autores habría cuatro fases secuenciales comunes a la práctica totalidad de las teorías. 1. Experimentar pena y dolor. La pérdida del ser querido provoca pena y dolor; se tienen que sentir en el interior de uno mismo estos sentimientos para ir aceptando poco a poco el convivir con la ausencia del que no está. 2. Sentir miedo, ira, culpabilidad y resentimiento. El ser humano tiene que buscar culpables a su situación, enfadarse, sobre todo cuando es consciente de lo que se ha perdido. 3. Experimentar apatía, tristeza y desinterés. Sucede que al ser consciente de la pérdida y comenzar a aceptarla plenamente, uno se deprime y experimenta la apatía, tristeza y soledad. 4. Reaparición de la esperanza y reconducción de la vida. La esperanza aparece cuando se es capaz de reinsertarse poco a poco en la sociedad y recobrar la capacidad de amar. ¿Cuándo finaliza el duelo? Termina cuando las tareas del proceso han sido finalizadas. Por lo tanto, no hay una respuesta concreta, aunque dos años es el periodo más aceptado. El hablar de la persona desaparecida sin dolor es un indicador de que el duelo ha terminado. Hay personas que nunca completan el duelo, reapareciendo la pena de vez en cuando. 32 Modelo de fases de Kübler-Ross De todos los autores que trabajan en el proceso de duelo quizá la más destacada sea Elisabeth Kübler-Ross. Se trata de una doctora suiza quedurante toda su vida profesional se dedicó en cuerpo y alma a la atención de los enfermos terminales y a sus familias, publicando numerosos libros y siendo el punto de referencia en el estudio de los procesos y de las fases de duelo. Kübler-Ross estableció cinco etapas durante el proceso de duelo para enfermos terminales y sus familiares: negación, ira, culpa, depresión y aceptación. Algunos autores establecen también la etapa de negociación, en la cual, de manera prácticamente inconsciente, tanto la familia como el enfermo terminal deciden establecer un pacto a cambio de algo: «Si salgo de esta, prometo...», «si vivo, aunque sea un año más...», pero esta etapa de negociación tiene mucho más sentido cuando se habla sobre los sentimientos de la propia muerte, principalmente en los enfermos terminales. Por lo tanto, para superar el proceso de duelo y ser capaz de rehacer de nuevo la vida, hay que pasar por estas fases que, aproximadamente, pueden durar entre seis y dieciocho meses. Las fases son las siguientes: Negación La negación sería la primera de las etapas del proceso de duelo. Puede durar desde unas horas hasta un tiempo ilimitado y surge como una respuesta inconsciente del ser humano a modo de mecanismo de defensa que impide la toma de conciencia de la muerte o pérdida del ser querido. Es, por lo tanto, como una especie de almohadilla para el dolor. Esta negación inicial es sana porque permite ir tomando conciencia del proceso poco a poco, nos permite ir acostumbrándonos a la ausencia. Se trata de una etapa problemática porque la realidad del doliente sin el ser querido al que cuidar puede provocar que este se sienta a gusto dentro del proceso de negación, dentro de sus recuerdos, y salir de ella implica comenzar a asumir la realidad de un presente y un futuro sin el ser querido, una situación de vacío. Durante esta fase el doliente sigue buscando al fallecido. Es una búsqueda basada en la aceptación de la realidad. Le busca por todas partes, le ve reflejado, mientras anda por 33 la calle, en personas que se cruzan a su paso y que quizá se parezcan a él, pero no son él. Este es un proceso normal en el duelo. La negación queda reflejada a través de los sueños, produciendo ensoñaciones con el fallecido: «Sueño con él, le oigo respirar», «siento su presencia», etc. son frases dichas por cuidadores cuyo enfermo ha fallecido, y no es que se estén volviendo locos. Tan solo están negando la pérdida y percibiendo de una manera inconsciente. Es como cuando un amputado dice que le pica la pierna que ya no tiene. La reacción en esta fase del duelo es similar, y esto se transmite a través de las alucinaciones o pseudo-alucinaciones en las cuales tiene la sensación de que le ha percibido. Al mismo tiempo se vive creando un hogar en el que están presentes todos los objetos del fallecido, el doliente vive inmerso en sus recuerdos y tiende a guardar todos los objetos. En caso de duelo anticipado como consecuencia de enfermedades, esta negación también se produce en los meses anteriores al diagnóstico: si ahora que el enfermo ha fallecido se sigue buscando al ser querido de manera inconsciente, del mismo modo se busca la personalidad, forma de ser y recuerdos perdidos de la vida anterior a ser diagnosticado como enfermo de Alzheimer, esclerosis múltiple, sida, etc. Se sigue buscando lo perdido por encima de la aceptación a la nueva situación. Sin lugar a dudas, esto es fruto del proceso de negación a la pérdida que irá pasando con el transcurso del tiempo. Y es necesario superarla para continuar con el duelo. Ira El proceso de duelo continúa y si en la primera etapa se niega una realidad, en la siguiente el doliente se enfada ya que poco a poco va siendo consciente de que la pérdida es real. Es en ese momento, cuando se pasa a la segunda etapa, surge la ira, que aparece entre otros motivos por la sensación de incomprensión, generando enfados hacia los familiares. Nadie me comprende, todo el mundo me aconseja y me dice que salga y que me recupere, pero nadie me escucha, ni siquiera mi marido; para él solo ha muerto su suegra enferma, pero yo he perdido a mi madre (Sara, 44 años). 34 La sensación de vacío y de comparación puede llegar a generar ira y celos hacia amigos o conocidos: El otro día me encontré por la calle con Irene, caminaba junto a su madre, y sin saber por qué comencé a preguntarme por qué ella tiene madre y yo no. Después me sentí muy mal pero en ese momento me pareció sentir envidia y celos, no sé si de su madre o de su situación. En ocasiones, y sobre todo cuando la persona es creyente, el enfado puede ser con Dios por la sensación de abandono, pudiendo llegar incluso a cuestionarse la fe. La pregunta más repetida en esta fase es: «¿Por qué a mí?». Y lógicamente, es una pregunta sin respuesta. Culpa Poco a poco los enfados comienzan a disminuir, la ira empieza a apaciguarse y se llega a la etapa de la culpa. El ser humano tiene una tendencia innata a buscar culpables a las distintas desgracias con las que la vida le sorprende. Así, se inicia un proceso de búsqueda de culpables, porque alguien tiene que ser el culpable de esta situación. La búsqueda comienza en personas externas: el médico, los auxiliares que le atienden, otros familiares… Con el tiempo, y en la mayoría de los casos, se tiende a disminuir esta culpa hacia el exterior y entonces comienza la búsqueda del culpable en el interior. Después de tanto buscar quién tenía la culpa y resulta que la culpa estaba inmersa en mí, yo fui el culpable. Si hubiera aceptado antes la enfermedad, si no la hubiera gritado, si hubiera tenido más tranquilidad… quizá no hubiera ido tan rápido, quizá aún hoy estaría dándole de comer, como los últimos cinco años (Goyi, 52 años). Esta etapa puede llegar a ser una de las más importantes a la hora de elaborar el proceso de duelo, entre otras cosas porque va a estar presente prácticamente a lo largo de toda la vida. La culpa se traduce en pesadillas nocturnas, arrebatos de dolor, alteraciones del ánimo y pensamientos suicidas. Una buena forma para ayudar a las personas en esta fase 35 es realizar una pregunta sobre la que deben pensar y llegar a una conclusión. La pregunta es la siguiente: en realidad, ¿se tiene culpa o se tiene impotencia debido a que, pese a todos los esfuerzos realizados a lo largo del tiempo de cuidados, pese a todo lo que como cuidador has dejado de realizar por cuidar, nada dio sus frutos y la enfermedad siguió su curso? Depresión La depresión sigue el curso del ciclo de duelo. Estamos en la antepenúltima etapa del proceso de duelo. Después de haber negado la muerte, de haber sentido ira, sufrido enfados atravesando la llanura larga y tormentosa del duelo, el doliente camina hacia la depresión. En esta etapa el familiar comienza a tomar conciencia de la pérdida. La realidad de la ausencia ya es inevitable, ha pasado un tiempo prudencial desde el fallecimiento y se ve que no ha vuelto. La realidad hace daño pero al mismo tiempo sirve para asumir la pérdida. Por otro lado, están las sensaciones desarrolladas en los primeros meses de inicio del proceso de duelo, en las cuales con solo cerrar los ojos el cuidador era capaz de visualizar al ser querido. En estos momentos el doliente puede recordarlo, pero no visualizarlo. Las imágenes se van perdiendo y esto vuelve a generar culpa en el cuidador por volver a disfrutar de nuevo. La consecuencia de todo esto es el intento de volver a recordar al ser querido, utilizando fotos, vídeos, recuerdos u objetos que le faciliten las sensaciones que, poco a poco, comienza a perder. Al ir asimilando el dolor y la pérdida el doliente comienza a plantear el futuro, y este siempre es incierto porque nunca se sabe cómo responderá, debido, entre otros factores, al vacío desarrollado. Aparecen los asuntos pendientes de solucionar, cosas que se callaron, palabras que le hubiera gustado decir, decisiones no tomadas… En esta fase del duelo los asuntos pendientes salen a la luz y hacen reflexionar. La pregunta más frecuentees: «¿Y ahora qué hago yo?». A menudo me pregunto qué será de mí cuando mi marido no esté. He 36 perdido las amistades, he dejado aficiones, todo por cuidarle, y ahora que le veo y le quedan apenas unos días de vida, no sé qué hacer. A veces tengo que ver fotos y recuerdos para tratar de recordarle no como un enfermo de ELA, sino como era antes. Un hombre alegre, capaz de manejar un montón de situaciones a la vez, capaz de llevar una casa y de cuidar una familia, capaz de quererme toda la vida. Lo intento, pero tengo que esforzarme para que los últimos recuerdos que me queden de él no sean estos en los que se encuentra ahora, anclado a su cama, con la mirada perdida y comiendo por sonda (Ana, 56 años). Aceptación Tras un largo discurrir por el camino del duelo, el doliente llega a la última etapa del camino: la aceptación. Es el momento de aceptar la muerte y tratar de rehacer la vida. En esta etapa el estado de ánimo no resalta por nada especial, ni por altos ni por bajos, es un estado de afectividad plana en el que no se está ni deprimido ni animado, pero en el cual se puede comenzar a tomar decisiones con respecto a nuestra vida y a plantearse objetivos de acción concretos. En esta etapa se aprende a convivir, se llega a la conclusión de que el ser querido es insustituible pero que no volverá. Hay que aprender a convivir con su ausencia y se están consiguiendo aparcar los recuerdos en algún lugar a mitad de camino entre el corazón y la razón de tal manera que permitan al doliente seguir con el curso de su vida. Es el momento de tomar decisiones sobre cómo será a partir de ahora la vida y de resolver aquellos asuntos pendientes. En esta fase del proceso es conveniente realizar una despedida simbólica que facilite el proceso de aceptación. No me encuentro ni bien ni mal, solo estoy resignado. Ahora me agobia un poco todo lo que tengo que hacer. Han sido muchos años cuidando a mi madre, durante los cuales tuve que dejar de trabajar para poder atenderla, dejé amistades… Y ahora me toca ponerme en marcha con todo ello. Después de hacer el taller de duelo en la asociación lo veo todo diferente, sé que si mi madre estuviera viéndome en algún sitio no le gustaría verme aquí llorando como he estado un año y sin ninguna otra actividad. 37 Seguramente me diría: Trabaja y haz tu vida, que todavía eres joven y por mí ya hiciste todo. Debo recobrar aficiones perdidas, pero eso cuando tenga más ánimo; debo ir poco a poco, como me dijo el psicólogo del taller, deprisa pero sin pausa. Sé que debo hacerlo y lo voy a hacer (Maite, 42 años). El proceso de duelo: tres ejemplos El caso de Juan. Duelo en enfermedades degenerativas Padecer un trastorno crónico no implica necesariamente tener una enfermedad grave o que puede poner en peligro la vida, dada la gran variabilidad de patologías que pueden ser crónicas, como el cáncer, el SIDA, artritis, diabetes… La enfermedad crónica no solo afecta físicamente sino también a nivel afectivo y emocional. Por lo tanto, el proceso de afrontamiento es fundamental para llevar la enfermedad de la manera más adecuada. Juan tiene 27 años cuando es diagnosticado de esclerosis múltiple. De mi cabeza nunca se irá el momento en el que el médico me dijo que tenía esclerosis múltiple. Cuando escuché que era para toda la vida, que no tenía curación, vinieron a mi cabeza miles de preguntas, el pensamiento se me aceleró y no era capaz de escuchar ni de recordar nada de lo que el médico me decía, tan solo tenía ganas de llorar, de gritar, de irme. Tras un par de años con varios brotes me di cuenta de que si quería vivir más tiempo debía de renunciar a gran parte de mi vida anterior, debía de aceptarme, debía aprender a convivir con mi enfermedad, con mis miedos, con mis limitaciones y saber que ya nunca podría hacer cosas que antes hacía, tenía que aprender a encontrarme conmigo mismo. El testimonio de Juan nos permite hacernos una idea de que vivir con una enfermedad crónica plantea nuevos retos, es un proceso largo y duro durante el cual se produce una lucha interior entre los deseos (que todo sea mentira, un mal sueño) y la realidad (hechos concretos, síntomas y signos de la patología) que demuestran la nueva situación a la que cada persona tiene que adaptarse, aprendiendo a convivir con la 38 enfermedad y consigo mismo. • El proceso de afrontamiento Enfrentarse a una patología crónica produce un reajuste, un proceso de duelo similar al que pasamos cuando se muere un ser querido. Desde el mismo momento del diagnóstico. Juan comenzó un proceso de duelo transitando por las diferentes etapas expuestas en el punto anterior y narrado en primera persona por él. Negación. Juan negaba una y otra vez su sintomatología. El proceso de su enfermedad (esclerosis múltiple) hace que en las fases remitentes de la misma se produzca una mejoría estacional entre brote y brote, de ahí que la negación se acentuara durante los primeros meses, precisamente el tiempo que pasó entre el primero y el segundo. Recuerdo el primer brote, sentía hormigueos por todo el cuerpo, sensación de dolor, problemas de equilibrio, pero el miedo se apoderó de mí una mañana al abrir los ojos y ver doble, mi cuerpo momentáneamente se paralizó y acudí a urgencias. Me dijeron que era esclerosis pero yo creía que no era así, lo negaba, no quería verlo, consideraba que era estrés o ansiedad. Al mejorar mi salud, mi negación de la misma se acentuó hasta que a los seis meses sufrí una parálisis de todo el cuerpo. Ocurrió una vez más de golpe y tardé más de dos meses en volver a recuperar la capacidad de caminar. Ira. Es la segunda etapa del proceso de duelo. Si en la primera etapa se niega una realidad, en la siguiente los enfados de Juan se incrementan debido a que poco a poco va tomando conciencia de la nueva realidad. Comienza a ser consciente de que la patología detectada será para toda la vida y empiezan a aparecer los sentimientos de incomprensión hacia todo lo que le rodea (incluidos sus seres más queridos), rechazo a las ayudas que los demás le ofrecen y frases acusadoras del tipo: “Nadie me comprende, todo el mundo me aconseja y me dice que salga y que me recupere, pero nadie me escucha”. Juan se repetía una y otra vez: ¿Por qué a mí? En esta fase se dará cuenta de que existen muchas preguntas que no tienen ninguna respuesta, aumentando, por lo tanto, las reacciones desproporcionadas. Culpa. Juan comienza la búsqueda de culpabilidad en personas externas: el médico, la familia, los acontecimientos externos, los momentos en los que se podía haber actuado de una manera distinta… Con el tiempo, la culpa en Juan va disminuyendo hacia el 39 exterior y entonces comienza la búsqueda del culpable en el interior. Después de tanto buscar quién tenía la culpa, resulta que la culpa estaba inmersa en mí, me costó aceptar que no había culpables, que nadie tenía la culpa de que yo hubiera caído enfermo y mucho menos de que esta enfermedad fuera para toda la vida, ni siquiera yo mismo tenía la culpa, nadie… La culpa suele ser la fase o etapa más difícil de elaborar, es habitual que los pensamientos de culpa sigan apareciendo a lo largo del proceso aunque estos se diluyan, según se avanza en la elaboración del duelo. Depresión. Juan se enfrenta a la penúltima etapa del proceso de duelo. En esta etapa se comienza a tomar conciencia de la pérdida. La realidad de la enfermedad ya es inevitable, ha pasado un tiempo prudencial desde el diagnóstico y no hay vuelta atrás. La realidad hace daño, pero al mismo tiempo sirve para asumir la pérdida. Al ir asimilando la situación, se comienza a plantear el futuro, y este siempre es incierto porque nunca se sabe cómo se responderá, comienzan a aparecer asuntos pendientes de solucionar como la gestión de recursos y ayudas. La pregunta más frecuente es: “¿Y ahora qué hago yo?”. A menudo me pregunto qué será de mí, qué pasara conmigo cuando la enfermedad vaya avanzando… Sé que todavía es pronto para pensar en esto, pero me gustaría ir tomando conciencia de que esto no es de undía para otro sino para toda la vida y aunque me cueste tengo que comenzar a tomar decisiones para mi futuro. Aceptación. Tras pasar por diferentes fases Juan llega a la última etapa: la aceptación. Es el momento de aceptar la realidad y tratar de rehacer la vida. Es el momento de tomar decisiones sobre cómo será a partir de ahora la vida y cómo quiero seguir viviendo, de redescubrir mi nuevo yo. Reinicio: A día de hoy Juan forma parte de la Asociación de Esclerosis Múltiple de una ciudad cercana a Madrid, ha aceptado que su vida es diferente, que tiene más límites pero que puede seguir disfrutando de momentos impagables. Vivo igual que el resto de amigos pero sé que todas las semanas tengo un tratamiento médico que seguir, que en lugar de caminar dos horas como antiguamente hacía ahora son 20 minutos y diez de descanso y sobre todo que mi experiencia puede ayudar desde la asociación a otras personas que están pasando por este proceso. El caso de Araceli. Duelo de pareja 40 Araceli y Manuel se conocieron hace 15 años, cuando tenían 18 años, en su último año de Instituto. Empezaron a salir sin plantearse su futuro, pero poco a poco fueron transitando por sus etapas vitales juntos y tuvieron lugar las primeras salidas, los primeros trabajos, viajes. Les costó encajar con sus respectivas familias y grupos de amigos, pero la ilusión y la pasión de sus primeros años les ayudó a afrontarlo. Esa ilusión, mezcla de afecto positivo, libertad y respeto, se tornó complicidad con las primeras responsabilidades. Empezaron a trabajar a los 23 y se fueron a vivir juntos a un piso de alquiler a los 27. Aunque su vida sexual había decaído, la sensación de compañerismo seguía intacta. Poco a poco su comunicación emocional se fue restringiendo y aunque Araceli la echaba en falta, tanto sus amigas, familia como el propio Manuel le transmitían la idea de que “es normal, las parejas cambian, la pasión disminuye, pero aun así te compensa”. A los 30 años deciden dejar de tomar anticonceptivos y un año después se quedan embarazados. Aunque es un bebé buscado a Araceli le asaltan las dudas sobre si Manuel es la persona con la que quiere compartir su vida. Considera que con el paso de los años Manuel se ha vuelto menos cariñoso, más huraño e introvertido, cada vez pasa más tiempo en el trabajo y el tiempo libre que tiene lo dedica a hacer deporte con amigos o a su familia de origen. A pesar de sus dudas, deciden casarse y apostar por formar una familia. “Quizás el bebé nos pueda unir”, piensa ella. Tras el nacimiento de Claudia, su hija, los problemas de pareja aumentan. Araceli no se siente acompañada en los primeros meses de maternidad y tiene la sensación de que Manuel evita las responsabilidades parentales, sigue volcando su energía fuera de casa y aunque juega con Claudia, no participa en el resto del cuidado de su hija. Manuel argumenta que fue una decisión de Araceli. Dice que, si bien no se negó, tampoco hubiera tenido tanta prisa por ser padre de no ser por la insistencia de Araceli. A los 33 años Araceli se plantea si está o no enamorada de Manuel, y deciden separarse temporalmente. • Negación Durante la separación temporal, Araceli piensa que esto le puede hacer reaccionar a Manuel y que quizás puedan volver a intentarlo con energías renovadas. Aunque trata de 41 centrarse en el día a día sin Manuel, siguen hablando todos los días y escribiéndose mensajes de whatsapp constantemente. Araceli lo niega, pero tiene miedo a que finalmente Manuel también rehaga su vida, no es del todo consciente que lo que busca no es solo que Manuel sea la persona de hace 15 años sino que también anhela ser ella la misma persona con la energía y las pocas responsabilidades que tenía a los 18 años, ambos objetivos inalcanzables. • Rabia/ira Una vez que deciden divorciarse definitivamente, Araceli siente rabia e ira en algunos momentos, es una emoción que viene y va. Rabia, ira, enfado hacia Manuel por no haber luchado más por reconquistarla, hacia ella misma por haber invertido tanto tiempo en lo que considera en esos momentos un proyecto fallido. Enfado, envidia al ver a otras parejas amigas que han superado crisis de pareja. Rabia hacia la sociedad, sobre la que tiene la sensación de que te juzga negativamente si no tienes pareja. • Culpa En otras ocasiones, los sentimientos de rabia y envidia se mezclan con sentimientos de culpa: ”¿Seré yo la responsable de la situación?”, “¿cómo le afectará esto a Claudia?”, “¿quizás tendría que haber aguantado?”, “si hubiéramos ido a una terapia de pareja puede que lo hubiéramos solucionado”. Son preguntas que le atormentan y para las que no tiene respuesta. • Depresión Tras estas fases, Araceli se ve sumida en un periodo con un estado de ánimo bajo, ya no siente el alivio de los primeros momentos sino que se siente sin energía y por momentos desubicada a nivel social y familiar. Al principio trata de cortocircuitar la emoción de tristeza pero después se da cuenta de que una vez que se permite transitar por esta emoción de tristeza se siente “menos mal”. • Aceptación Poco a poco, Araceli se va adaptando a la situación y aunque por momentos siente tristeza, añoranza, culpa, enfado o nostalgia, estas emociones ya no son tan 42 desbordantes, son menos intensas, menos frecuentes y más manejables. La relación con Manuel es menos habitual pero cada vez más cordial, y aunque cuando se ven o hablan a veces siente afecto positivo, se está convirtiendo en un trato cordial. • Reinicio A los 15 meses de la separación, Araceli ha comenzado a disfrutar de las actividades que antes solo hacía para evitar estar sola, como las clases de teatro, el gimnasio o el grupo de senderismo. Aunque de momento no quiere comenzar una relación estable, está comenzando a sentirse atraída por otros hombres y también deseada. Es capaz de fijar su foco atencional en su presente hacia su futuro. Dinámica duelo de pareja Te proponemos una dinámica para trabajar el duelo de pareja. Consiste en contestar a todas y cada una de las siguientes preguntas. Con el material que resulte del ejercicio te proponemos que escribas una carta a tu ex pareja. Con la carta puedes hacer un ritual simbólico, quemarla, guardarla, romperla, enviársela. Eso lo decides tú. El objetivo es recolocar al objeto del duelo en una situación que nos permita pasar página, afrontando el proceso. Preguntas de ayuda para escribir una carta. El primer recuerdo que tengo de ti es … Me gustaría decirte… Lo que más echo de menos de ti es… Lo que más me gusta de ti es… Me gustaría que respetases que…. Lo que los demás dicen de ti es… Lo que más me gustaba hacer contigo es… Me ayudas cuando me aconsejas… La broma que más sueles hacer es… 43 Me gustaría que me dijeses… Me acuerdo de ti con (libro, película, canción) Quiero darte las gracias por... Cuando pienso en ti… De lo que más me arrepiento de nuestra relación es… Lo que me gustaría poder decirte es… Sé que estoy progresando cuando… El proceso de duelo en crisis sociales Antonio tiene a día de hoy 40 años. Es una de esas personas a las que nunca les faltó el trabajo, siempre en la construcción, siempre en la obra. Estudiar nunca fue lo suyo, él no se considera torpe, simplemente no le gustaba y prefería hacer cosas. En el año 2005 Antonio ganaba cerca de 3.000 euros al mes de media, en meses de mucho trabajo podía llegar a los 5.000. Recuerda cómo su hermana periodista de profesión y con un máster en aquella época apenas era una de las denominadas mileuristas. Ahora las tornas han cambiado. Su hermana sigue más o menos en el mismo escalón salarial, él fue desahuciado y ahora busca reciclarse para poder seguir con sus sueños y sus proyectos, o por lo menos poder conseguir un trabajo con el que dar de comer a sus dos hijos y echar una mano a su mujer. En el año 2005, en plena burbuja inmobiliaria y con dinero fácil, decidió comprar junto a la que hoy es su esposa un chalet en una urbanización a las afueras de Madrid. El precio era de 280.000 euros, lo que significabauna hipoteca de 1.500 euros al mes. Al poco tiempo se casó, su esposa quedó embarazada de gemelos. Jamás había dejado nunca nada sin pagar, jamás había dejado nunca de trabajar y jamás llegó a imaginar la situación que le tocó vivir a partir del año 2010. En torno a 2009 los ingresos de Antonio comenzaron a disminuir, las horas extras no se pagaban igual, cada vez salían menos obras y sin embargo los gastos cada vez eran mayores. En el año 2010 su esposa administrativa fue despedida, seguían pagando todo, pero cada vez había menos trabajo. En el año 2011 la empresa en la que trabajaba quebró, todos los trabajadores fueron despedidos, por primera vez en su vida estaba en 44 paro y a partir de ahí todo se desmoronó como un castillo de naipes. La vida dio un giro tremendo que culminó con el desahucio de su domicilio. • Negación Febrero de 2011. El trabajo cada día va a peor, menos horas, menos obras, menos ingresos. El 15 de febrero la empresa quiebra y Antonio por primera vez pasa a engrosar las filas del paro quedando los ingresos reducidos a 800 euros. Entre hipoteca, gastos generales y otros créditos los pagos mensuales ascienden a 2.400 euros. Su esposa consigue un trabajo a media jornada con lo que consiguen ir alargando la agonía comenzando a tirar de los ahorros de que disponían. En esa época Antonio no estaba especialmente preocupado (negación), no había estado nunca en el paro, conocía a mucha gente y se tomó los primeros meses de desempleo como una especie de descanso sabático. Poco a poco comienza a ver que las puertas se cierran una tras otra pero aun así él sigue confiando en su capacidad y entre el paro y alguna chapuza consigue ir pagando. En el año 2014 los primeros impagos del banco comienzan a agruparse, la familia intenta echar una mano, Antonio y su esposa deciden poner el chalet en venta. El precio no supera ahora los 180.000 euros mientras que la hipoteca ronda los 220.000. • Ira La relación entre Antonio y Sara (su esposa) siempre había sido muy buena, sin embargo desde que fue despedido cada vez son más frecuentes los enfados, el miedo comienza a apoderarse de ambos y la impotencia acaba generando frustración. Los consejos envenenados de amigos y familiares, con continuas recriminaciones, las frases que una y otra vez repiten en los medios de comunicación –“has vivido por encima de tus posibilidades”, “ganabas dos y gastabas cuatro” y sobre todo la que más le dolía por parte de familiares cercanos, “si no te mueves no vas a encontrar nada”– vienen a su mente una y otra vez y no puede pararlas. Cuando llega la primera carta del banco indicando el impago es citado por la entidad para tratar de encontrar una medida. Afronta enfado tras enfado, insultos, salir por la mañana y no volver hasta la tarde, pasar horas sentado en el banco de su parcela o pasarse por obras para encontrar algo. La situación cada día es más desesperante, las discusiones con su esposa son cada vez peores, también discute con su padres, hermanos, hijos. El carácter le ha cambiado por completo 45 pero sigue sin considerar que necesita ayuda. • Culpa Los sentimientos de culpa le impiden dormir. Los escenarios y recuerdos del pasado –la casa, el coche, las fotos de viajes, en especial el de la Rivera Maya de su luna de miel– le atormentan. “¿Qué hubiera pasado si no me hubiera metido en esta hipoteca?”, se pregunta. Llegan los sueños rotos, la sensación de responsabilidad, la culpa por la tristeza en las caras de sus hijos y de su mujer. El 12 de mayo del año 2014 recibe la orden de desahucio. Ese día Antonio se hundió. La luz y el gas no se lo llegaron a cortar porque sus padres y algún amigo le ayudaban para poder mantenerlo, su hermana hacía la compra del mes para que sus hijos pudieran comer y con el salario de media jornada de Sara podían ir tirando en los gastos del día a día. • Depresión Su estado de ánimo estaba por los suelos, Sara es quien comenzó a llevar las riendas y a tirar de la familia. Ella contactó con la Asociación de Afectados por la Hipoteca y también se puso en contacto con Fundación Psicólogos Sin Fronteras para poder tratar a Antonio, quien comenzó a tomar antidepresivos para poder superar la situación. Tuvo ideación suicida y de hecho un día llegó a comentarle al psicólogo que si él se estrellaba con el coche y sufría un accidente, el seguro de vida de la hipoteca saldaría la cuenta y quizás pudiera quedar algo de dinero para su esposa. Antonio está en un túnel con difícil salida pero por fin, por primera vez en mucho tiempo, quizás por lo desesperado de la situación, consigue levantar la cabeza. Tras muchos años de malas noticias, la lucha de su esposa y la mediación de las entidades consiguen aplazar el alzamiento un mes. • Aceptación Antonio acepta acudir a terapia de grupo, donde se encuentra con otras personas como él. Son parados de larga duración. En la terapia se trabaja la culpa, los escenarios paralelos. La fuerza de su esposa y la fecha de salida de su casa en un nuevo alzamiento hace que Antonio tenga una nueva ilusión: de su casa no le van a echar, ese es el objetivo por el que luchar. Un nuevo alzamiento viene y tiene fecha 27 de febrero de 2015, él se atrinchera junto con voluntarios, familiares y medios de comunicación presentes, que 46 evitan el desahucio. Esto supone la primera victoria en muchos años. Semanas después se logra pactar con el banco la dación en pago. El desahucio se transforma en un alquiler social. Sara por fin tiene un trabajo a jornada completa y Antonio comienza a hacer un cursillo de formación en chapa y pintura. No es el trabajo de su vida pero estar inmerso en las prácticas y el estudio le abre una nueva puerta y una nueva ilusión. • Reinicio A día de hoy Antonio y Sara siguen en su casa. Ya no pueden llamarla así porque es del banco pero, como comenta Antonio, la casa siempre fue de ellos. En un año expira la cláusula por la que o la compran o se irán para siempre, pero ahora ya no le preocupa, si se tienen que ir se irán, no volverá a meterse en algo que no podrá pagar. Sara sigue trabajando como administrativa a jornada completa, su sueldo no llega a 900 euros. Cuatro años después Antonio tiene un contrato en un taller, de aprendiz con 40 años. No es gran cosa pero vuelve a sonreír. No está animado, tampoco deprimido simplemente está. Ejercicio 1. Manejo de la culpa En este ejercicio se propone analizar las diferentes reacciones de culpabilidad que pueden darse ante la pérdida de los seres queridos. Lee los relatos que se exponen a continuación y responde las preguntas que se plantean sobre cada uno: Durante un año, los padres de Julio estuvieron día y noche acompañando a su hijo en la cama de un hospital. Julio sufría una enfermedad grave y los médicos tenían expectativas muy negativas en cuanto al pronóstico. Los padres hicieron todo lo posible para que los últimos momentos de la vida de su hijo fueran agradables, ya que el proceso de la enfermedad fue largo y los tratamientos le habían causado ya mucho sufrimiento. Cuando Julio murió, su madre cayó en una terrible depresión. No podía parar de pensar que quizás podrían haber hecho algo más para salvar la vida de su hijo, por ejemplo haber consultado a otros médicos antes de darlo todo por perdido. 47 ¿Cómo crees que se podría trabajar la depresión de la madre de Julio? ¿Cómo se trabajaría la culpa en este caso? ¿Qué papel podría jugar el padre de Julio para tratar de apoyar a su mujer? Fases Síntomas Cómo ayudar Negación ¡No, no es verdad! Parece que le veo. Estoy como en una nube. No forzar la aceptación, dejar que marque su ritmo. Contestar preguntas de manera realista. Estar a su disposición. Ira ¿Por qué a mí? ¡Nadie me comprende! ¡No sabes cómo me siento! Sentimiento de injusticia. Facilitar la expresión de la ira. No responder a sus enfados. Culpa ¡Si me hubiera enterado antes de la enfermedad…! ¡Si no le hubiera gritado…! ¡Si hubiera actuado de otra manera…! Ayuda para comprender y manejar sentimientos. Aportar respeto y escucha. Depresión
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