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REGRESO A CHERNÓBIL
ISBN: 978-84-942417-4-1
D.L.: SS 1408-2014
Ficha del libro:
Izagirre Olaizola, Ander (1976)
Regreso a Chernóbil - Irún: Gaumin, 2014 -
Colección Léelo fácil - 1ª edición - 80 pág.; 16x21 cm.
Temas: Chernóbil, accidente nuclear, los niños de Chernóbil...
© Texto: Ander Izagirre 
© Edición: Gaumin 
1ª edición: noviembre de 2014
Revisión LF: Blanca Mata
Ilustradora: Amaia González
Foto de la portada: Santi Yaniz
Diseño de la portada: Cristina González
Maquetación: Gaumin
Impresión: Gráficas Díaz Tuduri, S.L.
Este logotipo identifica los materiales 
que siguen las directrices internacionales de la IFLA 
para personas con dificultades de compresión lectora.
Esta obra ha sido avalada por Lectura Fácil Euskadi - Irakurketa Erraza.
REGRESO A CHERNÓBIL
Ander Izagirre
 Para Svieta, Vika, Elena, Ivan, Vasili
 y los demás amigos de Chernóbil. 
ÍNDICE
Introducción .........................................................................
Una llamada desde Chernóbil ...........................................
La pirámide nuclear ............................................................
Robots humanos ...................................................................
Los niños que enviaron en trenes ....................................
En la zona prohibida ...........................................................
Cortar 200 panes en Chernóbil ........................................
En el templo atómico ..........................................................
Prípiat, la ciudad fantasma ................................................
El taxi radiactivo .................................................................
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INTRODUCCIÓN
La central nuclear de Chernóbil 
era una de las más potentes del mundo. 
Tenía cuatro reactores en marcha, 
otros dos a punto de inaugurarse 
y otros cuatro diseñados para el futuro. 
La central estaba en Ucrania, cerca de Bielorrusia, 
entonces en la Unión Soviética.
La noche del 25 de abril de 1986, 
los responsables de la central 
empezaron una prueba de seguridad en el cuarto reactor. 
Perdieron el control y hubo una subida muy fuerte de la potencia. 
El núcleo del reactor empezó a calentarse con rapidez 
y se fue acumulando vapor, 
una nube de hidrógeno cada vez más grande, 
como si fuera una olla exprés. 
Los técnicos no consiguieron liberar el vapor, 
la presión crecía minuto a minuto. 
Y a la 1:23 de la madrugada del 26 de abril de 1986, 
el reactor explotó.
Fue el peor accidente nuclear de la historia.
Miles de ucranianos y bielorrusos dormían, 
mientras una nube radiactiva volaba hacia sus casas.
El soldado Igor Valanchuk y la niña Julia Bondarenko
eran dos de esas personas que dormían.
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Han pasado 28 años de aquello
y ahora Igor y Julia trabajan en una asociación 
con niños que sufren las consecuencias de aquel accidente. 
Julia es profesora en una escuela 
y además se encarga de los alumnos 
con problemas de salud y problemas familiares.
Igor está jubilado y es el chófer de la asociación.
Julia viaja todos los años al País Vasco, 
como monitora de un grupo de niños y niñas de Chernóbil. 
Pasan unos meses en el País Vasco, 
cada niño con su familia de acogida. 
Les hacen análisis médicos, siguen tratamientos de salud, 
descansan, refuerzan las defensas de su cuerpo 
y pasan unas vacaciones divertidas.
Este año Julia quiere escribir un reportaje. 
Se lo va a llevar a las familias que acogen a los niños, 
para que sepan mejor qué ocurrió en Chernóbil 
y cómo está hoy el territorio cercano a la central.
Julia ha pedido a Igor que la acompañe a visitar Chernóbil. 
Quiere recoger los recuerdos que tienen de la catástrofe. 
También quiere que la acompañe 
porque, durante la visita, 
prefiere tener a un amigo a su lado.
 
11
—Me preocupa un poco la visita —dice Julia—. 
Desde el accidente, nunca he vuelto allí 
y no sé cómo voy a aguantar la tristeza.
Aquí empieza el relato de este regreso a Chernóbil: 
un día por las tierras radiactivas y abandonadas, 
un viaje por los recuerdos dolorosos de Igor y Julia.
13
UNA LLAMADA DESDE CHERNÓBIL
El 26 de abril de 1986, a la 1:23 de la mañana, 
Igor Valanchuk dormía en casa de sus padres, 
en el pueblo de Korogod, a 14 kilómetros del reactor. 
Era un soldado soviético de 28 años y dormía tranquilo, 
porque era sábado y tenía el día libre. 
El 26 de abril de 1986, a la 1:23 de la mañana, 
Julia Bondarenko dormía en casa de sus padres, 
en el pueblo de Orane, a 30 kilómetros del reactor. 
Era una chica de 13 años y dormía tranquila, 
porque era sábado y no tenía que ir a la escuela.
Ahora, 28 años más tarde, 
Igor y Julia toman juntos un té en Orane. 
Están en un bar, cerca de la casa de Julia.
—¿Qué hiciste aquel día de la explosión, cuando te despertaste? 
—le pregunta Julia a Igor.
—Me levanté temprano, desayuné 
y salí al campo con mi padre y mi madre. 
Nos pusimos a plantar patatas.
—¡Nosotros hicimos lo mismo! 
Era la época de plantar patatas.
14
—Sí. Era una mañana fantástica de primavera, 
soleada, calurosa, el cielo estaba azul. 
Me acuerdo de que llevaba una camiseta de tirantes. 
Empezamos a remover la tierra con la azada. 
En el pueblo nadie sabía que la central de Chernóbil 
había estallado hacía unas horas.
En aquel momento, 
mientras Julia estaba con sus padres en el campo, 
mientras Igor removía la tierra 
vestido con una camiseta de tirantes, 
una lluvia radiactiva caía sobre ellos. 
Una lluvia invisible, silenciosa, 
de cesio, estroncio, yodo, plutonio, 
neptunio, circonio, cadmio, berilio, 
lantano y otras partículas radiactivas que caían del cielo.
—De pronto, mi hermano pequeño salió de casa 
y vino corriendo al campo —dice Igor—. Venía a buscarme a mí, 
gritando: ¡una llamada de teléfono! 
Me llamaban del cuartel.
Lluvia radiactiva:
caída de partículas radiactivas 
de la atmósfera a la tierra.
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Igor entró en casa, 
cogió el teléfono y recibió una orden:
—Soldado Valanchuk, 
preséntese ahora mismo en el cuartel de Prípiat. 
Es muy urgente.
La ciudad de Prípiat está a 3 kilómetros de la central de Chernóbil. 
Igor se montó en su coche y salió rápido hacia el cuartel.
—Nadie me explicó por qué me llamaban con tanta urgencia. 
Cuando llegué al cuartel, me dieron una pala
y me mandaron a llenar sacos de arena,
junto con otros soldados. 
Luego, tuvimos que cargar esos sacos en helicópteros.
La central de Chernóbil tenía un gran agujero en el tejado. 
En el interior, el combustible nuclear ardía. 
Una nube radiactiva salía a la atmósfera y se extendía con el viento. 
Los helicópteros volaban encima del agujero 
y lanzaban sacos de arena, plomo y boro, 
para apagar el incendio. 
Entonces Igor entendió lo que estaba pasando.
17
LA PIRÁMIDE NUCLEAR
“Nuestras centrales nucleares son seguras del todo. 
Si quisiéramos, podríamos construir una 
en la Plaza Roja de Moscú 
y no correríamos ningún peligro”. 
Así lo dijeron las autoridades de la Unión Soviética. 
Pero la central de Chernóbil explotó. 
Después de perder el control en aquella prueba de seguridad, 
el núcleo del cuarto reactor reventó. 
El tejado de la central voló por los aires, 
en mil pedazos incendiados.
El combustible nuclear quedó expuesto al aire, 
convertido en una gran masa que parecía lava. 
De aquella lava atómica salía una columna de humo 
que se elevó hasta los 1.500 metros de altitud 
y extendió la radiación por la atmósfera.
Los pedazos ardientes del cuarto reactor 
salieron volando hasta el tercer reactor. 
Y allí provocaron nuevos incendios. 
El tercer reactor, en llamas, 
también podía explotar en cualquier momento. 
Lava:
materia derretida 
que sale de un volcán.
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Los bomberos tardaron pocos minutos en llegar. 
Apartaron los escombros radiactivos con las manos,
para despejar el terreno, abrir paso a los camiones 
y desplegar las mangueras. 
Unos apagaron los incendios del tercer reactor. 
Otros subieron al cuarto reactor y apagaron las llamas del tejado. 
Consiguieron parar la catástrofe. 
Díasdespués, los bomberos empezaron a morir, 
poco a poco, uno a uno, 
por las graves radiaciones que habían recibido. 
En las cercanías del reactor, el nivel de radiación era enorme. 
Millones de veces más alto que el nivel aceptable. 
En pocos minutos, una persona recibía una dosis mortal.
A varios kilómetros de Chernóbil, 
Igor y los demás soldados trabajaban rellenando sacos de arena. 
Luego, los pilotos debían volar en helicóptero 
hasta el centro de la catástrofe 
para tirar los sacos y apagar el incendio 
que había dentro del reactor.
El jefe de los pilotos era el comandante Vodolazski. 
Él organizó los vuelos y dirigió los trabajos. 
Él mismo pilotó helicópteros una y otra vez. 
Voló 120 veces por encima del reactor. 
Se metía dentro del humo negro 
y tenía que sacar la cabeza de la cabina para ver algo.
Entonces se situaba encima del agujero del tejado 
y lanzaba las cargas de arena. 
19
En esos pocos segundos, 
recibía unas dosis enormes de radiación.
Después de los primeros vuelos, 
a Vodolazski le dijeron que había superado las dosis máximas 
y que debía retirarse. 
Corría peligro de enfermar y morir. 
Le ordenaron que se marchara a casa. 
Pero decidió seguir trabajando. 
Volvió a subir al helicóptero.
Por culpa del humo y la fuerte radiación
los pilotos se mareaban en el aire, vomitaban en la cabina.
Lo pasaban muy mal para sacar los helicópteros de allí 
y regresar a la base. 
Durante 10 días, en cientos de vuelos, 
lanzaron 5.000 toneladas de material 
y consiguieron apagar por fin el incendio.
Vodolazski murió unas semanas más tarde. 
Lo nombraron “héroe de Rusia”. 
Después de apagar el fuego, 
todavía quedaba otra amenaza muy grave. 
Tras la explosión y el incendio, 
el combustible nuclear se había fundido 
y se había convertido en una gran masa de lava 
que ardía a 2.000 grados. 
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Esa lava podía caer al subsuelo, 
a los depósitos de agua 
que había debajo de la central.
Si la lava caía al agua, 
habría grandes explosiones de vapor. 
que podían destruir los otros tres reactores de Chernóbil. 
Entonces se escaparía todo el material nuclear. 
Y las nubes radiactivas contaminarían Europa entera.
Solo había una manera de evitar aquel desastre.
Todos los sistemas automáticos estaban destruidos. 
Alguien debía meterse en los depósitos subterráneos 
y abrir a mano las compuertas, 
para soltar el agua cuanto antes.
Los ingenieros Ananenko y Bezpálov 
se vistieron los trajes de bucear. 
Los dos eran jóvenes y tenían niños pequeños. 
Los dos sabían que iban a una muerte segura. 
Pero alguien debía sacrificarse 
para evitar una catástrofe terrible.
Necesitaban una tercera persona, 
alguien que les diera luz con una lámpara subacuática, 
mientras ellos buceaban en el depósito. 
Otro trabajador de la central, el joven Baránov, 
se presentó voluntario.
Sacrificarse:
realizar una acción muy peligrosa 
para salvar a otros.
21
Los tres hombres entraron en la central. 
Bajaron las escaleras, recorrieron los pasillos subterráneos 
y se abrieron paso en la oscuridad con sus lámparas.
De pronto vieron una luz azul muy brillante. 
Era la luz azul que emiten las aguas radiactivas. 
Allí abajo había una radiación altísima. 
Ananenko y Bezpálov se sumergieron en el depósito, 
bucearon hasta las compuertas y las abrieron a mano. 
Empezaron a salir millones de litros de agua. 
Entonces los tres hombres salieron corriendo de aquellas piscinas, 
corrieron escaleras arriba, corrieron hasta salir de la central. 
Sus compañeros los recibieron con gritos de alegría, 
con aplausos, con abrazos. 
Abrieron una botella de vodka 
para celebrar el éxito de la operación. 
Gracias a ellos, en Chernóbil no hubo más explosiones.
Cuando terminó la catástrofe, 
solo se había liberado el 5 por ciento 
del combustible nuclear del cuarto reactor. 
Como hicieron los bomberos, 
Ananenko, Bezpálov y Baránov 
acababan de salvar miles y miles de vidas. 
Y como les ocurrió a los bomberos, 
Ananenko, Bezpálov y Baránov 
murieron poco tiempo después, por la radiación.
22
En las siguientes semanas y meses, 
otras muchas personas trabajaron 
para que la catástrofe no fuera tan grande.
Les llamaron “liquidadores”.
Unos 400 mineros 
pasaron 5 semanas excavando un túnel bajo la central. 
Casi todos eran menores de 30 años. 
Trabajaban bajo tierra con temperaturas de 50 grados 
y dosis muy altas de radiación. 
En ese túnel inyectaron cemento, para reforzar el suelo 
y que la central no se viniera abajo.
Otros cientos de trabajadores 
levantaron paredes de hormigón alrededor de la central, 
para tapar los huecos y evitar las fugas de radiactividad. 
Pasaron 7 meses trabajando junto al reactor, 
en turnos de pocas horas y protegidos con trajes de plomo. 
A aquella gran caja de hormigón la llamaron “el sarcófago ”. 
Sarcófago: 
caja o recipiente 
en el que se guarda un cadáver.
23
En los meses siguientes, 
más de 600.000 personas llegaron de toda la Unión Soviética 
para trabajar en las tierras cercanas a Chernóbil. 
Talaron los bosques radiactivos, derribaron los pueblos, 
removieron miles de toneladas de tierra contaminada 
y la enterraron en fosas profundas.
La periodista Svetlana Alexiévich escribió estas frases: 
“Los héroes de Chernóbil ya tienen un monumento. 
Es el sarcófago que levantaron con sus propias manos. 
Dentro del sarcófago de hormigón encerraron la llama nuclear. 
Es una pirámide del siglo XX”. 
Fosa: 
hoyo o agujero grande 
excavado en la tierra.

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