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58 Elisabeth afirmaba que los más pequeños eran sin duda también los más valientes a la hora de encarar la muerte, los que comprendían mejor que ésta suponía una liberación. El símbolo de la mariposa se convirtió en un emblema de su trabajo, porque para Kübler-Ross la muerte era un renacimiento a un estado de vida superior. Los niños -afirmaba- lo saben intuitivamente; si no les contagiamos nuestros miedos y nuestro dolor, ellos tienen la capacidad de enseñarnos muchas cosas. Ha recibido, también, más de 20 doctorados honoríficos. En 1995, una serie de apoplejías la dejó paralizada de su lado izquierdo, enfrentando la muerte de cerca. Se enfrentó a su propia muerte con la valentía que había afrontado la de los demás, con el coraje que aprendió de los más pequeños. Los últimos años sufrió varios infartos y sabía que su tiempo había concluido y que su misión, la semilla que había plantado, había comenzado a dar sus frutos. Pidió que la despidieran con alegría, lanzando globos al cielo para anunciar su llegada. Y dijo que ella seguiría ahí arriba, a nuestro lado, "bailando con las galaxias". Si algo llama la atención de los consejos que la doctora Kübler-Ross ha dado a las personas que acompañan a un ser querido en su lecho de muerte, es sobre todo la sencillez de sus premisas. "Cuando se está junto a su cama y se les escucha de verdad -afirmaba Elisabeth- percibes que ellos saben que la muerte está próxima". Cuando el enfermo nos dice que sabe que va a morir, debemos aceptar su declaración sin contradecirla. Según Kübler-Ross, la comunicación, aunque el enfermo no pueda hablar, es continua; si prestamos atención, él nos dirá lo que necesita. Estas son las cuatro funciones que Kübler- Ross pide a los que acompañan a un moribundo: escucha verdadera y sin juicios, aceptación, permanecer a su lado y comunicación. Pero para poder escuchar de verdad, necesitamos antes vaciarnos de nuestros propios asuntos, estar en un estado de calma interior que pueda transmitirse al enfermo, quien de ese modo también se liberará poco a poco de sus propios asuntos pendientes.
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