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Teoría Evaluación y Cambio de la conducta William Montgomery

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1 
 
 
Teoría, Evaluación y 
Cambio de la Conducta 
 
Texto universitario 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
William Montgomery 
 
 
 
 
 
 
 
2014
2 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Teoría, evaluación y cambio de la conducta. Texto universitario. 
Autor: William Montgomery Urday 
 
© Asociación de Psicología Teórica, Tecnológica y Aplicada Internacional 
Jr. Pinar del Río 2563, Urb. Perú, San Martín de Porres, Lima. 
 
Primera Edición: Lima-Perú 2104 
 
Impreso en: Gráfica Universo. Jr. Rufino Torrico N° 329, 
Int. 10-11, Lima-Cercado. 
 
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú. N° 2014-01951. 
 
ISBN: 978-612-46633-0-7 
3 
 
 
� 
 
Indice 
 
 
 
 
 
 Pag. 
INTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓN 
 
5 
CAPÍTULO 1. La psicología como ciencia de la conductaCAPÍTULO 1. La psicología como ciencia de la conductaCAPÍTULO 1. La psicología como ciencia de la conductaCAPÍTULO 1. La psicología como ciencia de la conducta 
 
Conductismo y conducta, p. 11. Niveles de articulación paradigmática, p. 13. 
Devenir histórico, p. 19. Impacto actual, p. 23. Conclusiones, p. 24. 
 
10 
CAPÍTULO 2.CAPÍTULO 2.CAPÍTULO 2.CAPÍTULO 2. Fundamentos filosóficoFundamentos filosóficoFundamentos filosóficoFundamentos filosóficossss 
 
Filosofía analítica y conductismo radical, p. 28. Algunas funciones “terapéuticas” de 
la filosofía, p. 37. Conclusiones, p. 40. 
 
26 
CAPÍTULO 3. Análisis experimentalCAPÍTULO 3. Análisis experimentalCAPÍTULO 3. Análisis experimentalCAPÍTULO 3. Análisis experimental del comportamientodel comportamientodel comportamientodel comportamiento 
 
Aprendizaje y condicionamiento, p. 43. Leyes de la conducta, p. 30. Diseños 
experimentales, p. 52. Elementos, p. 54. Conclusiones, p. 56. 
 
42 
CAPÍTULO 4. Análisis de la conducta humanaCAPÍTULO 4. Análisis de la conducta humanaCAPÍTULO 4. Análisis de la conducta humanaCAPÍTULO 4. Análisis de la conducta humana 
 
El problema del lenguaje, p. 60. El problema del pensamiento, p. 62. El problema 
de la consciencia, p. 72. El problema de la personalidad, p. 73. Conclusiones, p. 76. 
 
58 
CAPÍTULO 5. Evaluación del comportamiento: Aspectos conceptualesCAPÍTULO 5. Evaluación del comportamiento: Aspectos conceptualesCAPÍTULO 5. Evaluación del comportamiento: Aspectos conceptualesCAPÍTULO 5. Evaluación del comportamiento: Aspectos conceptuales 
 
La evaluación conductual, p. 79. Unidades de análisis, p. 82. Recursos conceptuales, 
p. 86. El proceso de evaluación conductual estándar, p. 91. Conclusiones, p. 95. 
 
78 
CAPÍTULO 6. El proceso de evaluación conductualCAPÍTULO 6. El proceso de evaluación conductualCAPÍTULO 6. El proceso de evaluación conductualCAPÍTULO 6. El proceso de evaluación conductual 
 
La entrevista conductual, p. 94. Registro directo, p. 99. Registro indirecto, p. 100. 
Autorregistro, p. 110. Conclusiones, 111. 
 
 
94 
4 
 
CAPÍTULO 7. Análisis funcional, diagnóstico y programaciónCAPÍTULO 7. Análisis funcional, diagnóstico y programaciónCAPÍTULO 7. Análisis funcional, diagnóstico y programaciónCAPÍTULO 7. Análisis funcional, diagnóstico y programación 
 
Análisis funcional, p, 113. Ordenamiento de la información, p. 117. Programación 
de conducta, p. 124. Conclusiones, p 130. 
 
113 
CAPÍTULO 8. Ingeniería del comporCAPÍTULO 8. Ingeniería del comporCAPÍTULO 8. Ingeniería del comporCAPÍTULO 8. Ingeniería del comportamientotamientotamientotamiento 
 
Tipos de tecnología conductual, p. 132. El perfil de un ingeniero de la conducta, p. 
137. Desprofesionalización y empoderamiento, p. 141. Mediación y tutoría 
conductual, p. 142. La ingeniería conductual hoy, p. 144. Conclusiones, p. 145. 
 
131 
CCCCAPÍTULO 9. Tecnología (1)APÍTULO 9. Tecnología (1)APÍTULO 9. Tecnología (1)APÍTULO 9. Tecnología (1) 
 
Tecnología de control de las relaciones estímulo-respuesta, p. 148. Tecnología de 
administración de contingencias, p. 152. Conclusiones. p. 162. 
 
147 
CAPÍTULO 10. Tecnología (2)CAPÍTULO 10. Tecnología (2)CAPÍTULO 10. Tecnología (2)CAPÍTULO 10. Tecnología (2) 
 
Tratamientos de condicionamiento encubierto, p. 166. Tratamientos de aprendizaje 
social, p. 170. Tratamientos de control cognitivo, p. 173. Terapias de tercera 
generación, p. 177. Terapias integrativas y constructivistas, p. 180. Tratamiento con 
enfoque interconductual, p. 181. Conclusiones, p. 182. 
 
164 
CAPÍTULO 11. Aplicaciones CAPÍTULO 11. Aplicaciones CAPÍTULO 11. Aplicaciones CAPÍTULO 11. Aplicaciones 
 
Área clínica, p. 183. Área educativa, p. 189. Área organizacional, p. 195. Área social, 
p. 198. Otras aplicaciones, p. 200. Conclusiones, p. 202. 
 
183 
EPÍLOGOEPÍLOGOEPÍLOGOEPÍLOGO 
 
204 
BIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍA 
 
207 
APÉNDICEAPÉNDICEAPÉNDICEAPÉNDICE 
 
225 
5 
 
� 
 
Introducción 
 
a empresa de sintetizar cumplidamente todos los aspectos del 
análisis conductual en sus múltiples variantes es imposible, por 
su vastedad. Como es conocido, hasta hoy se han publicado 
varios manuales muy completos en idiomas inglés y español sobre sus 
aplicaciones en modificación y terapia de conducta, igual que sobre sus 
procedimientos metodológico-experimentales. Por separado, hay también 
exposiciones bastante buenas de aspectos teóricos y epistemológicos 
característicos de cada una de las grandes variantes que están vigentes hoy en 
día (léase conductismo radical e interconductismo, conductismo psicológico, 
conductismo relacional y sociocognitivismo entre otras), donde tratan esos 
temas desde su propio punto de vista aislado de los demás (Bélanger, 
1978/1999; Hayes, Barnes-Holmes & Roche, 2001; Ribes, 2010; Staats, 
1996/1997; Bandura, 1985/1988; Ellis, 2004/2006). Sin embargo, en general 
ninguna obra ha abordado el emprendimiento de exponer en un solo 
volumen, o conjunto de ellos, de manera exhaustiva, las teorías y las filosofías 
que les dan vida y sustento a la metodología y a la tecnología. A lo más, hay 
intentos sumarios de exposición teórica general de algunas de las vertientes 
paradigmáticas (O'Donohue y Kitchener, 1999; Santacreu y Froján, 2002; 
García, 2007). 
Por eso es complicada la tarea de un profesor de análisis conductual, 
que tiene que sintetizar en las pocas clases disponibles de un semestre lectivo 
universitario toda la riqueza teórica y práctica de este enfoque para 
estudiantes que llegan, o sin conocimiento del método científico, o peor aún, 
con la experiencia de un aprendizaje prejuiciado en base a las múltiples 
influencias de enseñanzas anteriores por parte de psicólogos y educadores 
básicamente anticonductistas. No obstante, de tanto intentarlo algo queda, y 
esa es la fuerza que el presente manual reclama para sí. Uno de los 
convencimientos que adquirió el autor de esta obra es que tiene que luchar 
contra la tendencia a la comodidad típica del sector de alumnos que, o no 
L
6 
 
lee, o no sabe buscar información, y que espera encontrar todo ya 
“masticado” en unos cuantos dogmas simples que espera comprender sin 
mucho esfuerzo a partir de resúmenes en Power Point o escritos en 
Monografías.com o Wikipedia. Un libro de texto “hecho a medida” permite 
superar muchos de esos problemas, al brindar información inmediata y 
conceptos definidos sobre lo que dice el profesor en clase. “Hecho a medida” 
significa simplemente que se adapta a los temas comúnmente tratados por el 
autor en cada sesión de aprendizaje, y pone por delante lo que él juzga 
prioritario en la exposición: aquello que quiere que finalmente “quede en la 
mente” del alumno al terminar el curso. Ese es el carácter de la obra que se 
presenta a través de esta introducción, dejando en claro que tampoco se trata 
de una “simplificación” empobrecedora del enfoque, sino de un documento 
que procura mantener el nivel académico a la altura que merece. 
El contenido se ha estructurado en once capítulos y un epílogo que 
sintetiza el enfoque del propio autor. 
El primer capítulo se ocupa de la psicologíacomo ciencia de la 
conducta, dando definiciones de lo que se entiende por conductismo y su 
objeto de estudio. Se hace una revisión de los niveles de articulación 
paradigmática y sus relaciones: el conductismo como filosofía, el análisis 
experimental del comportamiento y la ingeniería del comportamiento, 
Finalmente, se reseñan el devenir histórico del paradigma y su impacto actual. 
El segundo capítulo aborda cuestiones filosóficas, considerando la 
relación entre la filosofía analítica y el conductismo radical, a partir de cuyas 
derivaciones se crítica la “mitología de la mente”. Se detallan algunas 
funciones de la filosofía que sirven para esclarecer aspectos de metodología 
científica. 
El tercer capítulo tiene por objeto una disquisición sobre el análisis 
experimental del comportamiento, y la importancia del aprendizaje y del 
condicionamiento en su ámbito. También se revisan las leyes de la conducta, 
los diseños experimentales y los elementos constituyentes del análisis 
conductual. 
El cuarto capítulo se refiere al análisis de la conducta humana, 
considerando detalladamente los principales problemas de conceptualización 
vinculados a aquella. El problema del lenguaje, el problema del pensamiento, 
el problema de la consciencia y el problema de la personalidad. 
El quinto capítulo entra en la parte metodológica, abordando aspectos 
conceptuales de la evaluación del comportamiento, su definición y 
características, sus unidades de análisis, recursos conceptuales propios de 
7 
 
dicha labor, los criterios para la determinación de un problema a evaluar, y 
otras cuestiones importantes. 
El sexto capítulo desmenuza el proceso de evaluación conductual, 
describiendo pormenores de la entrevista y de los registros directo e indirecto 
del comportamiento, así como del autorregistro, con abundantes ejemplos. 
El séptimo capítulo sigue con el proceso de evaluación, centrándose 
esta vez en el análisis y diagnóstico funcional de la información, elaboración 
del cuadro informativo y de los programas de conducta. 
El octavo capítulo trata aspectos conceptuales de la ingeniería del 
comportamiento, describiendo los tipos de tecnología conductual y el perfil 
del ingeniero de la conducta, así como las modalidades de mediación y 
tutoría conductual. 
Los capítulos noveno y décimo enlistan y describen las diversas 
tecnologías de control de las relaciones estímulo-respuesta, de administración 
de contingencias, tratamientos basados en el autocontrol, en el 
condicionamiento encubierto, en el aprendizaje social, el control cognitivo, 
terapias de tercera generación, integrativas y constructivistas, y el enfoque 
interconductual. 
Por último, el onceavo capítulo hace una revisión de algunas 
aplicaciones conductuales en las áreas clínica, educativa, organizacional, social 
y emergentes. 
En el epilogo, el autor organiza en algunos puntos su perspectiva 
personal del enfoque que es materia de este libro. Se finaliza con una 
bibliografía en su gran mayoría reportada en español y ubicable tanto en 
bibliotecas como en archivos de internet. Igualmente, se han considerado las 
últimas ediciones o reimpresiones de textos clásicos. 
En las últimas páginas va un apéndice que incluye ciertos materiales 
necesarios para la evaluación del comportamiento: dos guías de entrevista 
conductual, un cuestionario de historia de la vida, tres modelos de contrato 
conductual, y tres ejemplos de programas conductuales. 
Sólo hay que añadir a lo dicho que, como cualquier síntesis, la hecha 
aquí deja fuera mucha información que puede ser relevante. Eso no se puede 
evitar, y se deja constancia de ello. Queda a la voluntad del estudioso que 
halle motivación en este libro, adentrarse en la búsqueda de los 
conocimientos faltantes sobre cada punto. 
Buena parte de los contenidos incluidos aquí han sido motivo de 
inspiración para ideas, y trascriptos o parafraseados (con su conveniente 
actualización) de publicaciones anteriores del autor. Algunas veces se han 
8 
 
citado en el texto y en las referencias bibliográficas, pero en su mayoría no, 
por lo cual es necesario indicarlas a todas1: 
 
Montgomery, W. (1998). Asertividad, autoestima y solución de conflictos 
interpersonales. Lima: Círculo de Estudios Avanzada. 
Montgomery, W. (1998). El problema de la violencia juvenil: Análisis teorético y de 
programas de intervención conductual. Revista de Investigación en Psicología, 1(1), 133-152. 
Montgomery, W. (1999). Mito y verdad en la redacción de objetivos conductuales: 
Una postura conductista. Revista de la Universidad Particular Garcilazo de la Vega, (1-2), 87-
102. 
Montgomery, W. (2000). ¿Qué produjo el conductismo en el siglo XX? Análisis 
positivo y respuesta a las críticas. En W. Montgomery, W. Capa y H. Montes de Oca (eds.). 
Análisis de la conducta: Nuevos enfoques, aplicaciones e investigaciones (pp. 17-48). Lima: 
ASPPSI. 
Montgomery, W. (2002). Comportamiento lingüístico: Temas selectos. Lima: 
ASPPSI. 
Montgomery, W. (2002). Ingeniería del comportamiento: aspectos clínicos y 
educativos. Lima: ASSPSI. 
Montgomery, W. (2003). Unidades y leyes en el análisis del comportamiento: Una 
revisión sintética. Revista Revista de Investigación en Psicología, VI(2), pp. 83-97. 
Montgomery, W. (2005). El quehacer conductista, hoy: Ensayos de interpretación 
teórica y práctica. Lima: Ediciones de la Revista Peruana de Filosofía Aplicada. 
Montgomery, W. (2006). Ingeniería del comportamiento: Un enfoque tecnológico 
para potenciar la práctica psicológica. En A. Quintana y W. Montgomery (eds.). Psicología: 
Tópicos de actualidad (pp. 236-252). Lima: Facultad de Psicología de la Universidad 
Nacional Mayor de San Marcos. 
Montgomery, W. (2007). La psicología de la conducta y el fomento de la salud integral 
comunitaria. Nuevos Paradigmas. Revista Psicológica de Actualización Integral. 1(1), 130-135. 
Montgomery, W. (2007). Psicología Conductista y Filosofía Analítica: ¿Una Alianza 
Conveniente para el Siglo XXI? Revista de Investigación en Psicología, VI(1), pp. 145 - 156. 
Montgomery, W. (2008). Ciencia conductual y aplicaciones clínicas en presente: ¿Por 
qué su eficacia? En W. Montgomery y A. Quintana (coords.). Saberes vigentes en la 
psicología (pp. 193-212). Lima: UNMSM. 
Montgomery, W. (2008). Comunicación clínica y terapia conductual dentro del 
consultorio. Revista Peruana de Psicología, 2(2), 197-206. 
Montgomery, W. (2008). Teoría, investigación y aplicaciones clínicas del autocontrol. 
Revista de Investigación en Psicología, 1(2), 215-225. 
Montgomery, W. (2010a). La timidez y su tratamiento. Lima: Colegio de Psicólogos 
del Perú. 
 
1 Hay que hacer, también, la necesaria aclaración de que parte de algunos de estos textos 
han sido copiados por anónimos a archivos de internet, algunas veces sin citar directamente 
su procedencia (como en Wikipedia, por ejemplo), en páginas que tienen que ver con 
conductismo, ingeniería del comportamiento y filosofía de la psicología. 
9 
 
Montgomery, W. (2010b). Problemas teóricos y metodológicos en el campo de la 
evaluación clínica conductual. Nuevos Paradigmas: Revista Psicológica de Actualización 
Profesional, 4(1), 39-58. 
Montgomery, W. (2011). La economía conductual y el análisis experimental del 
comportamiento de consumo. Revista de Investigación en Psicología, 14(1), 281-292. 
Montgomery, W. (2013). Aportes conductuales a la educación escolar. En A. Bazán y 
C. Butto (coords.). Psicología y contextos educativos (pp. 15-44). México: Universidad 
Pedagógica Nacional. 
Montgomery, W. (2013). La terapia conductual, hoy. En E. Yanac (ed.), Curso de 
Actualización Profesional en Psicología 2013 (pp. 87-107). Lima: Facultad de Psicología de la 
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 
 
 
 
 
10 
 
� 1. La psicología como ciencia de la conducta 
´ 
 
 
 
 
a ciencia, al revés de las concepciones animista y religiosa, se 
propone explicar todos losfenómenos del mundo sobre la base 
de causas naturales, y obviamente considera los fenómenos 
humanos dentro de ese ámbito. En este sentido la psicología, en 
tanto ciencia, se ve comprometida con un objetivo naturalista; pero la 
aparente claridad de esta suposición no ha sido determinante para la 
definición de una psicología científica. En sus disquisiciones sobre las 
relaciones entre la psicología y la ciencia, Th. H. Leahey (1980/1998) señala 
la existencia de dos desafíos muy serios para dicha comunión: el dualismo y 
la psicología popular; y continúa diciendo que, tal como es sostenido por las 
religiones: 
 
El dualismo [supone] un mundo sobrenatural poblado por seres no materiales 
tales como dioses, ángeles y demonios. Se considera que los seres humanos, y los 
animales en algunas ocasiones, están compuestos de dos sustancias, un alma 
sobrenatural no material, contenida en un cuerpo natural material al que controla. 
Los dualistas explican la experiencia y la conducta como el resultado de la 
interacción entre el cuerpo y su alma rectora. (p. 25). 
 
Mientras tanto, completando el cuadro acientífico, la psicología popular 
procura explicar la conducta como resultado de creencias y deseos (algunas 
veces teleológicos) que funcionan como justificaciones de la acción, mas en 
realidad no son causas, sino en su mayoría simples declaraciones 
influenciadas por la cultura, cuyo razonamiento carece de estructura lógica. 
Contra tales concepciones se levantaron los primeros científicos ligados 
a la psicología experimental de fines del siglo XIX2. Académicos como 
Thordnike en los Estados Unidos, y Pavlov en Rusia, tuvieron por objetivo 
 
2 Esto, por cierto, no implica negar que antes de ella, y a través de diversas disciplinas, 
incluso en siglos anteriores, hubieron hombres de ciencia que se enfrentaron a las ideas 
religiosas y populares sobre las causas del comportamiento humano. 
L
La Psicología Como Ciencia de la Conducta 
11 
 
desarrollar una ciencia natural a través de la investigación de laboratorio con 
organismos, estímulos y respuestas simples3, logrando proveer a la psicología 
científica de dos paradigmas sumamente poderosos que presiden, de manera 
general, las leyes del aprendizaje: el condicionamiento instrumental y el 
condicionamiento respondiente. 
 
“CONDUCTISMO” Y “CONDUCTA”“CONDUCTISMO” Y “CONDUCTA”“CONDUCTISMO” Y “CONDUCTA”“CONDUCTISMO” Y “CONDUCTA” 
 
ConductismoConductismoConductismoConductismo 
 
Tanto los hallazgos experimentales de Thordnike como los de Pavlov 
constituyeron antecedentes importantes para el posterior progreso de la 
ciencia del comportamiento. En 1913, influenciado por tales antecedentes, 
John B. Watson proclamó la irrupción de un “vino nuevo”, un nuevo objeto 
de estudio para la psicología: la conducta, que vendría a reemplazar los 
antiguos intereses de dicha disciplina por el alma y por la conciencia, y, 
consecuentemente, bautizo su corriente como “conductismo” 4. 
A partir de allí, y lo largo de su devenir, este paradigma en el sentido 
teórico se fue diversificando y adoptando diversas formas. Definido 
inicialmente por su creador como “una rama experimental puramente 
objetiva de la ciencia natural” cuya “meta teórica es la predicción y el control 
de la conducta”, y donde: “La introspección no forma parte esencial de sus 
 
3 La elección de variables elementales para empezar la investigación del comportamiento ha 
sido, a menudo, motivo de crítica y estigmatización por los anti-experimentalistas en 
psicología; dejando de lado el hecho de que en todas las ciencias siempre se ha partido de 
“maquetas”, es decir, de fenómenos simplificados adrede, con el fin de estudiarlos 
inductivamente desde su origen y encontrar las regularidades básicas que serían cimiento, a 
su vez, de nuevas regularidades progresivamente más complejas. Por lo demás, la estrategia 
analítica de fragmentar los fenómenos estudiados en unidades moleculares para 
dimensionarlos, organizarlos didácticamente y así poder manejarlos, es una práctica común 
también en todas las ciencias. Por ejemplo, cuando el físico y el geógrafo dividen el globo 
terráqueo en centímetros, metros o kilómetros, y lo estructuran en coordenadas de tiempo y 
espacio, nadie pensaría que por ello están “trivializando” o “mecanizando” su objeto de 
estudio. 
4 Se ha solido implicar más a Watson con los estudios de Pavlov que con los de Thordnike, 
debido al programa de investigación que emprendió el fundador del conductismo, ligado al 
condicionamiento respondiente (aprendizaje emocional) y a su fundamentación fisiológica. 
Sin embargo, no se puede subestimar el hecho de que, teóricamente, Watson se identificó 
también con la estructura del conexionismo thordnikeano, concibiendo la conducta como un 
gran entramado de jerarquías de asociaciones estímulo-respuesta (hábitos), que iban 
creciendo conforme el individuo se desarrollaba. 
William Montgomery 
12 
 
métodos” (Watson, 1913, p. 158); fue luego enriquecido por una serie de 
reconceptualizaciones. Así, como es conocido, algunos de los 
neoconductistas sucedáneos a Watson, aún manteniendo su planteamiento 
fundamental de objetividad, trataron de ampliar la magnitud de su enfoque 
introduciendo variables hipotéticas. Uno de ellos, Hull (1943), disertó sobre 
“constructos simbólicos, variables interventoras o entidades hipotéticas” (p. 
22) de manera equivalente; y otro, Tolman (1932), las diagramó como 
mediadoras (en la forma de expectativas o mapas cognitivos) entre variables 
independientes y dependientes en el trabajo experimental. A estas posturas se 
añadieron las de otros teóricos contemporáneos, caso Skinner (1974/1977), 
quien concibió al conductismo (en su versión radical) no sólo como un 
método experimental empirista, sino sustancialmente como “una filosofía de 
la ciencia del comportamiento humano” (p. 13) que surge del quehacer 
mismo de la disciplina y plantea cuestiones relativas a la pertinencia y 
posibilidades del análisis metodológico y tecnológico aplicado a la esfera 
psicológica. Igualmente Kantor (1969/1991) se refirió al conductismo como 
una corriente que estudia la interacción de los organismos con sus ambientes, 
renunciando a “las doctrinas del alma, la mente y la consciencia” (p. 573). Si 
bien estos últimos teóricos rechazaron las variables intervinientes o 
constructos hipotéticos tal como las concebían Hull y Tolman, dejaron bien 
en claro ―aunque por diversos caminos― que el mundo subjetivo sí es 
abordable mediante métodos científicos5. 
Hasta aquí, las pistas indican que el conductismo es una manera general 
de ver lo psicológico desde un punto de vista naturalista (donde no hay 
entidades como la mente, el cerebro, etcétera, que trasciendan el interjuego 
de variables representativas), y que privilegia el uso de métodos naturalistas 
para dar cuenta de su objeto de estudio. En suma, un enfoque de la 
psicología como ciencia de la conducta. 
 
La conductaLa conductaLa conductaLa conducta 
 
Pero ¿qué es conducta en términos contemporáneos? El significado de 
este concepto es altamente polémico en psicología, pese a que a nivel 
 
5 Skinner (1974/1977) dejó su propia versión de lo que, según él, era el conductismo 
metodológico (variantes estímulo-respuesta mediacionales en general), achacándole como 
una de sus falencias el no ocuparse de eventos subjetivos (“privados”). Esto es discutible a 
la luz de lo conocido sobre el trabajo teórico de Hull y Tolman, quienes, desde sus propias 
perspectivas, abordaron temas de conducta compleja tanto o más frecuentemente que 
Skinner. 
La Psicología Como Ciencia de la Conducta 
13 
 
coloquial es de una simplicidad impresionante (el Diccionario Larousse, por 
ejemplo, lo define como “comportamiento, manera de portarse”). A nivel 
técnico, en cambio,su definición depende del punto de vista teórico de que 
se parte. En su Diccionario de Psicología,6 Wolman (1973/2010) da, quizá, la 
definición más amplia posible al anotar que conducta es: “Totalidad de las 
acciones e interacciones intraorgánicas y extraorgánicas de un organismo con 
su ambiente físico y social” (p. 123), apresurándose a detallar que la 
psicología estudia tres tipos de fenómenos: por un lado la conducta 
observable, como los tics nerviosos, los actos suicidas, u orinarse en la cama; 
por otro lado los fenómenos susceptibles de ser observados 
introspectivamente, como el hambre, el dolor de muelas o la preocupación; y 
los procesos inconscientes. Todo eso sería conducta. Sin embargo, según 
cree Wolman (de reconocida orientación psicodinámica): “Para los 
conductistas, una actividad tiene que ser directamente observable y medible 
para que se la pueda calificar como conducta” (ib.), mientras que otros 
psicólogos sí considerarían las ideas, pensamientos y manifestaciones 
neurofisiológicas enmarcadas en ese rubro. 
Esta aserción de Wolman se funda en una interpretación estrecha (muy 
difundida) de lo que sostenían los conductistas watsonianos y skinnerianos, 
ninguno de los cuales excluyó en realidad lo “no directamente observable” de 
su objeto de estudio7. Por otra parte, deja antojadizamente fuera de la 
denominación de “conductistas” a todo un conjunto de enfoques alternos a 
los de Watson y Skinner. No sólo a los mediacionales de corte clásico más 
conocidos (Hull, Tolman, Guthrie, Eysenck, Osgood y otros), sino también a 
variantes pioneras en el trabajo de indagación neuropsicológica, como las de 
Lashley o Hebb8 (ver una refutación de esta creencia en una publicación de 
CETECIC, 2012). 
Las definiciones contemporáneas más utilizadas de conducta, hechas 
por los propios conductistas, reconocen explícitamente su carácter inclusivo 
 
6 Casualmente, denominado en su idioma original “Diccionario de Ciencias de la 
Conducta”. 
7 Tanto Watson, como después Hull, por ejemplo, dedicaron mucho tiempo e investigación 
al análisis del pensamiento y la inteligencia (véanse Gondra, 1991, 2007). Skinner, por su 
parte, trata la conducta como una relación entre aspectos del organismo y del ambiente, sin 
importar su carácter público o privado (ver Gómez, García, Pérez, Bohórquez y Gutiérrez, 
2002). 
8 De semejante práctica, en cierto modo intencionalmente confusionista para posicionar 
opciones distintas, se han valido los explotadores del “mito de la revolución cognitiva”, 
como Gardner (1985/1987), entre otros. 
William Montgomery 
14 
 
de eventos “encubiertos”. Por ejemplo, Hebb (1949/1968) la denomina, al 
estilo watsoniano, “actividad públicamente observable de músculos o 
glándulas de secreción externa...”, añadiendo inmediatamente: 
 
“Se entiende que esto comprende también el estudio de procesos como el 
aprender, la emoción o la percepción, que intervienen en la organización de la 
conducta. Los términos integración u organización se refieren al tipo o la 
combinación de diversos segmentos de conducta en la relación de unos u otros, o 
con los acontecimientos externos que actúan sobre el organismo.” (pp. 6-7). 
 
Por su parte, Eysenck (1972/1979) señala desde la perspectiva hulliana 
que: “Para el conductista, el término «conducta» es mucho más extenso que 
lo que es coloquialmente para el profano. Incluye el hablar y todas las 
reacciones corporales medibles, por pequeñas e imposibles de detectar a 
simple vista que puedan ser” (p. 143). A su vez, desde un punto de vista 
skinneriano, según Martin y Pear (1996/2007) la conducta “puede ser 
cualquier cosa que una persona hace o dice” (p. 3), extendiendo esa 
descripción a los “eventos privados”. Malott, Malott y Trojan (1999/2003) son 
aún más amplios, prefiriendo referirse a la conducta como “todo lo que no 
puede hacer un hombre muerto” (p. 8). En fin, como dice Ardila (2012), “las 
variadas definiciones de comportamiento han ido mostrando cada vez más 
amplitud conceptual” (p. 6). 
En suma, hay muchas formas de definir este objeto de estudio, mas, 
para el autor del presente escrito, la más adecuada es la de Ribes y López 
(1985): “interacción del organismo total, con su medio ambiente físico, 
biológico y/o social” (p. 81), puesto que evita el problema de la cosificación 
de la conducta como algo físico, connotándola como relación o sistema. La 
conducta, desde este punto de vista, es una propiedad relacional. No está 
ubicada en ninguna estructura interna o ambiente externo al sujeto, sino que 
surge del contacto entre ambos. Freixa i Baqué (2003) ha sabido ilustrar 
diáfanamente el punto, al decir que al ver comportarse un organismo 
tendemos a considerar que exterioriza una conducta que poseía en su 
interior, como si fuera una propiedad esencial, inherente. Con esto: 
 
Cometemos el mismo error que si, después de frotar una cerilla en el rascador de 
su caja y ver aparecer la llama en la punta del fosforo, afirmáramos que la llama se 
hallaba al interior de la cerilla. A la pregunta: “¿dónde se hallaba la llama antes de 
frotar el fósforo contra el rascador, en la cerilla o en el rascador?” la respuesta 
correcta es: “ni en la una ni en el otro”. La llama no se encontraba en el interior de 
la cerilla ni en el interior del rascador, la llama es la resultante de la interacción 
entre ambos. (p. 604) 
La Psicología Como Ciencia de la Conducta 
15 
 
 En cualquier caso, más allá de si se concibe como acción o como 
interacción, señala Bélanger (1978/1999) que “para el conductista… la 
conducta es un objetivo en sí y no un medio para alcanzar una realidad 
distinta, biológica o mental”. (p. 17). La conducta, además, involucra aspectos 
cognitivos (lo que se “piensa”), emocionales (lo que se “siente”), motores 
(actividades eferenciales observables externamente) y psicofisiológicos 
(actividades del sistema nervioso); sin perder de vista que, tanto en el 
quehacer conceptual como operativo, la conducta se concibe objetivamente 
en función a varias propiedades: 1) ocurre dentro de un límite espacio-
temporal, pudiéndose ubicar su emisión siempre en algún momento y en 
algún lugar; 2) es un continuo analíticamente fragmentable a través de 
unidades de diverso tamaño y medición; 3) produce efectos en el ambiente y 
es cambiada por éste, en un circuito retroalimentador; y 4) muestra aspectos 
directamente o indirectamente observables, a través de las variables 
interactivas u orgánicas que la componen. 
 
 
NIVELES DE ARTICULACIÓN PARADIGMÁTICANIVELES DE ARTICULACIÓN PARADIGMÁTICANIVELES DE ARTICULACIÓN PARADIGMÁTICANIVELES DE ARTICULACIÓN PARADIGMÁTICA 
 
Lo que se puede considerar como un cisma existente entre ciencia 
básica y aplicada se produjo ya en los comienzos de la psicología, cuando se 
distinguieron dos categorías de profesionales: los interesados en la ubicación 
científica de la disciplina y aquellos otros orientados al manejo de los aspectos 
prácticos. Los primeros se identificaron con los estudios de laboratorio y los 
procedimientos matemáticos y estadísticos, y los segundos se identificaron, a 
su vez, con los procedimientos dedicados al cambio directo de los “procesos 
mentales” o del comportamiento humano. El hecho es que ese separatismo, 
en la medida que sacrifica una opción a expensas de la otra, influye sobre el 
desarrollo deficitario del potencial experto de las teorías, metodologías y 
aplicaciones que surgen a la sombra de los diversos paradigmas. En la forma 
en que se ha configurado históricamente, dicho cisma no propicia una 
articulación explícita entre lo que se dice y lo que se hace, y la eventual 
creación de nuevas tecnologías eficaces suele ser frecuentemente de tipo 
azaroso, algo así como dar “palos de ciego” en busca de dar con el objetivo 
buscado. 
Posiblemente la mayoría de los psicólogos —sobre todo los de 
orientación conductual y cognitivo-conductual— estarían de acuerdo en que 
unadisciplina científica necesita mostrar una articulación paradigmática 
coherente entre teoría y práctica, entre ciencia aplicada y ciencia básica, entre 
William Montgomery 
16 
 
análisis experimental y tecnología, con el fin de asegurar la utilidad y eficacia 
de sus procedimientos. El método científico no es un canon teórico que se 
haya desarrollado ni precedentemente a, ni al margen de, la práctica científica 
(Carpio, Pacheco, Canales y Flores, 2005), pero, una vez arraigado en una 
tradición, es fuertemente influyente, como lo muestran recientes indagaciones 
sobre su operatividad. Así, “las características de la teoría en que se es 
entrenado delimitan lo que el investigador expuesto a cada tradición teórica 
hará, los problemas que se planteará, las estrategias que elegirá para abordar 
dichos problemas, el tipo de datos que recabará, la manera en que 
interpretará dichos datos, y la forma en que comunicará a otros sus 
resultados” (Padilla, 2006, p. 199), de modo que urge comenzar por el 
planteamiento de la estructura teórica que aseguraría un puente fluido entre 
los niveles mencionados. 
Decidir cuál es la forma de construcción más viable para representar 
dicha estructura, es un asunto menos claro. Hay, ciertamente, rasgos básicos 
de construcción teórica que se encuentran en las clásicas propuestas de Feigl 
y Arnau (ver Anguera, 1989, pp. 552-554), así como en Kantor (1959/1978, 
pp 255 y ss.), con el propósito de ordenar lógicamente los niveles de 
articulación entre la experiencia inmediata (conceptos empíricos) y su 
interpretación conceptual, pero cada una enfatiza ciertos aspectos sobre otros 
de manera no muy explícita, proporcionando la impresión de ser abstractas. 
El autor del presente libro intenta exponer informalmente una 
representación más concreta. Es el modelo de progresión teórico-práctica 
simétrica, que se manifiesta en la articulación de niveles filosófico, teórico, 
metodológico y tecnológico que están presentes en el análisis de la conducta; 
cumpliendo con el precepto enunciado por Kuhn (1962/1982) acerca de lo 
que debe ser un “paradigma” en su acepción más general: ejemplar que 
incluye ley, teoría, aplicación e instrumentación juntas, proporcionando 
modelos desde los cuales brotan tradiciones de investigación. 
El análisis conductual, desde la postura de progresión teórico-práctica 
simétrica adoptada aquí, muestra tres niveles de organización que se 
complementan y retroalimentan recíprocamente: el conductismo, el análisis 
experimental del comportamiento (AEC) y la ingeniería del comportamiento; 
(IC) en representación, respectivamente, de una filosofía, una teoría-
metodología y una tecnología coherentes entre si, estructurando una 
continuidad entre “saber” y “hacer” en los términos paradigmáticos de Kuhn. 
Se considera en la órbita conductual que la construcción de un paradigma de 
ciencia natural comienza con definiciones organizadas en taxonomías que 
permiten identificar variables y parámetros de estudio, y por consiguiente, 
La Psicología Como Ciencia de la Conducta 
17 
 
AEC (Teoría 
Metodología) 
IC 
(Tecnología) 
Conductismo 
(Filosofía) 
 
RELACIÓN 
PARADIGMÁTICA 
relaciones funcionales a cuya luz se explica la extensión de los 
procedimientos experimentales de laboratorio a su aplicación para 
problemas sociales. Ello da por resultado los tres niveles paradigmáticos antes 
mencionados, según los explicita esquemáticamente Anicama (2010; p. 89): 
 
 
 
 
 
 
Figura 1.1. Interrelaciones entre los niveles paradigmáticos del análisis conductual. 
 
 Nivel 1: El conductNivel 1: El conductNivel 1: El conductNivel 1: El conductismo como filosofíaismo como filosofíaismo como filosofíaismo como filosofía 
 
El primer nivel es el de la filosofía especial, que constituye algo así 
como una “filosofía de gestión” de la psicología como ciencia del 
comportamiento, entendida ésta como interacción entre el individuo y su 
contexto. Al respecto, todas las ciencias han desarrollado filosofías especiales 
(Kantor, 1963/1990) que se encargan de discutir sobre los supuestos, 
extensiones y posibilidades de sus respectivos dominios teóricos y aplicados. 
Expresado en el dominio psicológico, esto implica también fijar posición y 
fomentar una actitud no reduccionista ni mentalista en la búsqueda de 
soluciones a los problemas de la disciplina. La filosofía especial de la ciencia 
del comportamiento es, desde esta perspectiva, lo que se llama “conductismo 
radical”, como lo señala Skinner (1974/1977), sin embargo, resulta notorio 
que no todos los conductistas adhieren a ella en todos sus detalles. Hay un 
“conductismo metodológico” (mediacionales y cognitivos) que no concuerda 
con esas bases, o en algún caso las flexibiliza. Pese a ello, hay presupuestos 
compartidos que lo acercan al conductismo radical, como lo especificó en su 
momento uno de los autores más representantivos de la heterodoxia 
conductual-cognitiva, y posteriormente “constructivista” (Mahoney, 
1974/1983): 1) el reconocimiento de que la conducta está sujeta a leyes; 2) la 
necesidad de la observabilidad directa de por lo menos dos de sus elementos 
William Montgomery 
18 
 
(estímulo y respuesta); 3) los recursos del operacionalismo y la precisión de 
las medidas; 4) la confianza en la replicación de los resultados de una 
investigación como herramienta de certeza; 5) el énfasis en el control por 
aislamiento de los fenómenos (atomismo analítico); y 6) la cuantitatividad y 
objetividad de los datos. 
 
 
Nivel 2: El análisis experimentaNivel 2: El análisis experimentaNivel 2: El análisis experimentaNivel 2: El análisis experimental del comportamientol del comportamientol del comportamientol del comportamiento 
 
El segundo nivel es el de la teoría-metodología, o “análisis experimental 
del comportamiento”, donde se formulan las categorías, las unidades 
analíticas, los parámetros, los paradigmas de investigación, y las leyes y 
principios implicados en el manejo de los datos. Según Skinner (1966/1983) 
la tarea principal del análisis experimental de la conducta es describir todas 
las variables de las cuales es función la respuesta, y ciertamente es así, pero 
una visión más amplia hace destacar aquí las ecuaciones variabilísticas que 
cubren todo el espectro organísmico y situacional que está implícito o 
explícito en una contingencia. La más conocida de dichas ecuaciones es la 
comprendida en la fórmula: K = f [E-O-R-C], que significa que un segmento 
contingencial (K) es función (f) de las interrelaciones establecidas entre los 
factores estimulares (E), organísmico-disposicionales (O), de respuesta o 
clases de respuesta respondientes y operantes (R), y las consecuencias que 
fortalecen a estas últimas (C). 
 
 
Nivel 3: La ingeniería del comportamientoNivel 3: La ingeniería del comportamientoNivel 3: La ingeniería del comportamientoNivel 3: La ingeniería del comportamiento 
 
 Finalmente, el tercer nivel involucra lo tecnológico: todas aquellas 
elaboraciones procedimentales que, ligadas de alguna manera a los 
paradigmas de investigación básica y sus combinaciones, se han desarrollado 
como aplicaciones efectivas. Dentro de este nivel, que puede denominarse 
ingeniería del comportamiento de acuerdo a las directivas de Homme, C’ de 
Baca, Cottingham y Homme (1968/1977), se involucra tanto la tecnología de 
control por el estímulo (o de relación estímulo-respuesta) como la de 
administración de contingencias. 
En consonancia con sus fundamentos filosóficos y metodológicos, la 
ingeniería del comportamiento supone que el comportamiento humano es 
susceptible de describirse legalmente, y que sus operaciones de evaluación, 
diagnóstico y tratamiento de problemas acuden al manejo tentativo de dichas 
La Psicología Como Ciencia de la Conducta 
19 
 
regularidades. Dentro del rubro tecnológico, la “modificación de conducta”, 
la “terapia de la conducta”, la “terapia conductual-cognitiva”, el “análisis 
conductual aplicado” e inclusolas terapias constructivistas recientemente 
surgidas, son formas de ingeniería comportamental, algunas “ortodoxas” (más 
cerca del tronco conductista original) y otras “heterodoxas”, que incorporan, 
además de supuestos comportamentales, principios de otras tradiciones. 
Más allá del ideal positivista de la “psicología científica perfecta” propio 
de la primera mitad del siglo XX, debe anotarse que actualmente muchos 
aceptan que la propuesta original de articulación simétrica es inviable, y que 
lo mejor es flexibilizar la concepción de manera pragmática, combinando los 
acercamientos experimental y hermenéutico. Esto significa que, aún sin 
abandonar la metodología objetiva, observacional, elementalista y cuantitativa 
en los diseños de investigación, se puede renunciar a la indagación de leyes 
psicológicas como fundamentos generales, prefiriendo conocimientos 
basados en casos particulares y en acercamientos tecnológicos orientados a la 
acción (Del Pino, 2003), en función a la mejor explicación disponible. 
Dentro de este contexto pragmático y flexible ―propio del post-
positivismo― es que se deben interpretar los niveles de articulación 
reseñados. 
 
DEVENIR HISTÓRICO DEVENIR HISTÓRICO DEVENIR HISTÓRICO DEVENIR HISTÓRICO 
 
Como se ha dicho, a lo largo del tiempo el conductismo se fue 
diversificando y adoptando diversas formas. Incluso en tiempo de la 
formulación temprana del propio Watson hubo variaciones respecto a su 
concepción del nuevo paradigma. J. R. Kantor, en sus Principles of 
Psychology de 1924, sostenía, ya en embrión, un enfoque menos 
molecularista respecto al estudio conductual, prefigurando lo que sería 
posteriormente su interconductismo. También George H. Mead, 
predominantemente sociólogo y filósofo, discrepó a partir de su 
“conductismo social” de algunas tesis expuestas por Watson (Mead, 
1934/1968), considerando el marco ambiental del simbolismo lingüístico 
propio de la comunicación, como un ámbito en el cual surgen el yo, la mente 
y la conciencia. 
Las escuelas de Hull, Tolman, Guthrie y Skinner constituyeron el 
conductismo de segunda generación (o neoconductismo), que realizó la 
investigación necesaria para obtener y sistematizar una gran cantidad de datos 
experimentales, con el fin de elaborar teorías deductivas e inductivas del 
aprendizaje. Fue un período de intenso florecimiento académico, en el cual 
William Montgomery 
20 
 
destacaron figuras de enorme relevancia, tales como Spence ―el colaborador 
más brillante de Hull―; Olds y Milner, pioneros en el campo de la 
experimentación cerebral; Miller y Mowrer, miembros del grupo de Yale 
enfrascados en temas de motivación, conflicto y frustración-agresión; Harlow, 
especializado en temas de desarrollo temprano y apego; Estes, comprometido 
con el aprendizaje matemático; Hebb, el neurocientífico; y una lista 
interminable de otros fructíferos representantes. 
Siendo críticos de sí mismos, como buenos académicos, los 
conductistas de esa generación se enredaron en interminables polémicas 
sobre la adecuación de sus respectivas teorías a la explicación positivista de la 
conducta humana, terminando por desgastarse. La famosa Conferencia sobre 
Aprendizaje de Dartmouth, celebrada en 1950 para examinar las bases del 
enfoque conductual de aquel tiempo, marcó un punto de inflexión y declive 
respecto de las teorías del “conductismo metodológico” o internalista 
(especialmente el de Hull)9; dejando el paso libre al auge del “conductismo 
radical” o ambientalista, de Skinner (véase Leahey, 1980/1998). No obstante, 
Tolman había sembrado su propia semilla, y ésta fructificó pronto en la 
misma década a través de nuevos teóricos influenciados parcialmente por él 
(entre ellos Jerome Bruner, George H. Miller y Karl Pribram)10. Así, 
promediando los años 50 una parte de la tendencia metodológica logró 
reconfigurarse y constituir la base para lo que luego se llamaría “revolución 
cognitiva”. La otra parte continuó fiel a los preceptos básicos hullianos, pero 
concentrada en aspectos aplicativos (Rotter, Eysenck, Wolpe, etcétera). 
En cuanto a la tendencia radical, ganó mucha notoriedad en la década 
de 1960-1970 (Keller, Bijou, Lindsey, y otros), aunque compitiendo no sólo 
con las vertientes desgajadas del conductismo metodológico, sino también 
con otras que, partiendo igualmente del propio conductismo radical, 
extendieron, con mayor apertura, los principios del aprendizaje a facetas más 
complejas de la conducta humana. Destacaron, así, teóricos del aprendizaje 
social (como Bandura, Kanfer, Goldstein y Goldfried, entre otros); del 
conductismo social (como Staats); y del condicionamiento encubierto 
(Cautela). 
 
9 Irónicamente, el entonces ya fallecido Clark Hull había llegado a la cúspide justo en 1950, 
al quedar segundo (detrás de Freud) en la lista de psicólogos más influyentes durante la 
primera mitad del siglo, elegida por los miembros de la American Psychological 
Association (APA) de entonces. 
10 Esta reconfiguración se vio favorecida por la disponibilidad de modelos cibernéticos, que 
hicieron posible simular e inferir (en la lógica de los teóricos que creyeron en ello) lo que 
ocurriría “dentro de la mente”, mejor que con los laboriosos diagramas tolmanianos. 
La Psicología Como Ciencia de la Conducta 
21 
 
Fue Arthur W. Staats (1975/1979) quien advirtió la llegada de una 
nueva generación conductual: la tercera generación, edificada sobre la 
impronta de las predecesoras. Para él, la primera estableció la orientación 
básica de laboratorio, desarrollando teorías del aprendizaje para dar cuenta 
de sus hallazgos, e iniciando la estrategia de aplicarlos a la conducta humana. 
La segunda generación, por su parte, sistematizó mejor los datos y compitió 
entre sí para definir cuestiones relevantes sobre lo hecho por sus antecesores, 
pero descuidó la posibilidad de seguir construyendo teorías comprensivas 
mediante la articulación de los principios del aprendizaje. Por lo tanto, le 
corresponde a la tercera generación llevar a cabo dicho proceso, buscando la 
unidad en la diversidad. 
Aunque los lineamientos de Staats para unificar las vertientes 
conductuales no han sido seguidos tal cual él lo propuso, en cierto modo la 
fuerza de los acontecimientos ha conformado una tendencia integracionista 
sumamente amplia y expresada a nivel aplicativo, rotulada genéricamente 
como “conductual-cognitiva” o “cognitivo-conductual” (Olivares, Maciá, 
Olivares y Rosa, 2012). Esta aproximación incluye tanto a los conductistas 
metodologicos clásicos como a los del aprendizaje social, a los hoy 
“sociocognitivos” (Bandura, Mischel), y a otros menos cercanos a la 
argumentación mediante principios básicos, como los “racional-emotivos” y 
“cognitivos” a secas (Ellis, Beck, Lazarus y demás). 
En cuanto al conductismo radical, el tronco skinneriano en esta tercera 
generación se ha diversificado en líneas diversas. Están, entre las más 
destacadas, el contextualismo de la teoría de marcos relacionales, liderada 
por Hayes, Kohlemberg y otros; y el conductismo molar o teleológico, de 
Rachlin. Estas líneas se caracterizan por considerar como el ámbito típico de 
las contingencias al generado por la conducta verbal y guiada por reglas. Por 
otro lado, utilizan raseros distintos a los tradicionales para dar cuenta de las 
interacciones complejas, como la consideración de promedios extendidos en 
el tiempo. Hay aún otras propuestas, como las del conductismo biológico 
(Timberlake); teórico (Staddon); seleccionista (Donahoe); e interconductual 
(Ribes); que son sintetizadas por López (2002). El interconductismo de Ribes, 
por su parte, constituye una revisión del interconductismo kantoriano, que 
trata de establecer una rigurosa especificación de las pautas conceptuales y 
empíricas que sustentan la estructura teórica del paradigma. 
¿Qué es lo que une a todos los conductismos, por encima de sus 
discrepancias, otorgándoles su “airede familia”? Se puede decir que hay 
varias características compartidas por ellos en mayor o menor medida. Estas 
son: 
William Montgomery 
22 
 
a) Atomismo. Convicción de que la estructura de cualquier objeto de 
estudio está compuesta de una multiplicidad de hechos que lo conforman, 
que cada uno de esos hechos puede ser dato representativo del total, y que su 
análisis riguroso debe ser complementado con un proceso de síntesis 
posterior que “reconstruya” las relaciones tal como son en un continuo 
molecularidad-molaridad y viceversa11. 
b) Determinismo. El orden natural se expresa en las conexiones 
causales establecidas entre los fenómenos que lo conforman, pudiendo 
inferirse, para evitar el mecanicismo de las relaciones causa-efecto propias de 
ciencias no humanas, por el principio de dependencia funcional covariante o 
probabilitaria: “Dadas ciertas condiciones A y Z, si X y A, entonces Y”. 
c) Legalidad. El saber científico o racional a partir de la experiencia, 
consiste en descubrir las regularidades causales que permiten prever lo 
futuro. Así la conducta humana se conforma y puede describirse en base a 
leyes, especificando relaciones de funcionalidad probabilitaria entre variables 
independientes y clases de respuesta. Para explicar y predecir un 
acontecimiento se identifican las condiciones antecedentes que dieron lugar 
al hecho y se demuestra que la descripción de aquel es deducible de 
principios generales ya establecidos. 
d) Observabilidad. Es una propiedad de todos los eventos naturales, 
entre ellos la conducta, que conlleva la posibilidad de examinar hechos o 
aspectos explícitos o implícitos en los fenómenos bajo estudio. En el caso de 
los explícitos la observación es directa, y en el caso de los implícitos la 
observación es indirecta. 
e) Operacionismo. Norma o directriz metodológica que permite definir 
científicamente el objeto que se quiere observar o manipular, a través de las 
operaciones que se hacen para medirlo. 
f) Cuantitatividad. Recurso utilizado para dimensionar de manera más 
precisa las variables bajo estudio en términos de cantidades registradas de 
acuerdo con la metodología que se utiliza. 
g) Replicabilidad. Actividad de repetición y verificación de los 
experimentos, que facilita distinguir el efecto de las condiciones 
experimentales de los efectos provocados por condiciones irregulares o 
azarosas. 
 
11 Al respecto, dice el ilustre filósofo hispano Gustavo Bueno (1972): “Holismo y 
Atomismo no deben ser consideradas como dos teorías sobre la realidad metafísica, de las 
cuales una debe ser verdadera y la otra falsa. Son dos metodología ontológicas que, según 
los contextos, pueden ser verdaderas a la vez”. (p. 335) 
La Psicología Como Ciencia de la Conducta 
23 
 
h) Pragmatismo. Toda actividad científica debe ofrecer resultados que 
constituyan índice de su verdad relativa en el momento de su verificación. 
Como se dijo anteriormente respecto a los niveles de articulación 
paradigmática, también estos supuestos deben entenderse de manera relativa 
en tanto son cumplidos de formas variadas y particulares por cada una de las 
tendencias conductuales. 
 
 
IMPACTO ACTUALIMPACTO ACTUALIMPACTO ACTUALIMPACTO ACTUAL 
 
El impacto actual de la ciencia de la conducta es inmenso. Si se buscan 
indicadores objetivos de rápido registro reciente, basta indicar que B. F. 
Skinner fue elegido como el psicólogo más influyente del siglo XX por una 
encuesta hecha a los miembros de la APA, en la cual también se pueden 
encontrar entre los treinta primeros lugares a otros distinguidos académicos 
conductuales de diferentes variantes, como Bandura, Eysenck Watson, 
Hebb, Hull, Mischel y Harlow (Haggbloom, Warnick, Warnick, Jones, 
Yarbrough, Russell, Borecky, McGahhey, Powell, Beavers y Monte, 2002). 
Basta indicar, también, que están igualmente acreditados los numerosos 
procedimientos conductuales y cognitivo-conductuales como los más 
efectivos en la disciplina, a través de los resultados de las investigaciones de la 
APA (Chambless, Sanderson, Shoham, Johnson, Pope, Crits-Christoph, 
Baker, Johnson, Woody, Sue, Beutler y Williams, 1996); lo que ha sido re-
certificado en el mundo de habla española con nuevas investigaciones(Pérez-
Álvarez y Fernández, 2003). Por otro lado, la aportación de múltiples avances 
teóricos y metodológicos a toda la disciplina es patente, como se puede 
verificar a través de las prácticas de enseñanza universitaria de la psicología12, 
que incorporan normalmente las pautas de investigación experimental y cuasi 
experimental sistemática y controlada en los laboratorios y fuera de ellos, la 
definición operacional de términos, la derivación de hipótesis comprobables, 
la cuantificación de los datos, la importancia del aprendizaje en la 
determinación del comportamiento, la variación de la conducta observable 
como un índice de cambio total, etcétera. Inclusive el perfil profesional del 
Psicólogo moderno ha sido afectado por semejante influencia. Un ejemplo 
notorio de esto puede hallarse en la Ley del Trabajo del Psicólogo en el Perú, 
 
12 Esto debe matizarse, como dice Goowin (2003/2009), con el conocimiento de que en 
Europa ―sobre todo la continental―, la influencia del conductismo estadounidense ha sido 
menor. 
William Montgomery 
24 
 
donde, hablando del ejercicio profesional en el Capítulo I: “De la profesión 
del Psicólogo”, se dice en el artículo 4º: 
 
El psicólogo es el científico de la conducta humana con competencia en los niveles 
del ejercicio profesional siguiente: promoción, prevención, intervención (que 
incluye evaluación, diagnóstico, tratamiento y recuperación) del comportamiento, 
dentro del ámbito psicosocial. 
 
En cualquiera de las áreas de la disciplina se puede ver, por fin, el uso 
de principios de análisis y modificación de la conducta como algo 
comúnmente fortalecedor de resultados pragmáticos en la resolución de los 
problemas propios de cada ámbito particular. 
 
 
CONCLUSIONESCONCLUSIONESCONCLUSIONESCONCLUSIONES 
 
En oposición al dualismo y a la psicología popular, los primeros 
científicos experimentales de fines del siglo XIX procuraron desarrollar una 
disciplina con bases rigurosas. En este contexto nació el conductismo, que, 
tempranamente centrado en cuestiones metodológicas, ya en su madurez fue 
concebido no sólo como un método experimental empirista, sino 
sustancialmente como “una filosofía de la ciencia del comportamiento 
humano” que se ocupa de sus extensiones y posibilidades, y que estudia la 
interacción de los organismos con sus ambientes, renunciando a “las 
doctrinas del alma, la mente y la consciencia”. En términos contemporáneos, 
el objeto de estudio que reivindica el conductismo es la conducta, cuya 
definición pasó por un refinamiento progresivo del concepto. Inicialmente 
definida como actividad organocéntrica públicamente observable, después se 
fue extendiendo a toda actividad abierta y encubierta, llegando a definirse de 
mejor manera hoy como “interacción del organismo total, con su medio 
ambiente físico, biológico y/o social”. 
A lo largo del tiempo, la diversificación del enfoque ha sido vasta, 
pudiéndose advertir la aparición de teorías con énfasis deductivo e inductivo 
en tres generaciones sucesivas. La primera generación sentó las bases de la 
teoría del aprendizaje a partir de sus hallazgos de laboratorio. La segunda 
generación, sistematizó tales datos y debatió sobre cuestiones relevantes. La 
tercera generación procura extender los principios descubiertos a la 
explicación y modificación de la conducta humana, y construir teorías más 
flexibles y comprensivas. 
La Psicología Como Ciencia de la Conducta 
25 
 
Existe un modelo de progresión teórico práctica que integra los ámbitos 
filosófico, teórico, metodológico y tecnológico en la mejor de las tradiciones 
de la ciencia, y en particularconsonancia con la definición más rigurosa que 
Kuhn hace de los paradigmas. Desde esa perspectiva las relaciones entre lo 
básico (el análisis experimental) y lo aplicado (la tecnología o ingeniería del 
comportamiento) son claras, pudiendo generar rápida transferencia entre el 
examen empírico de los datos y su interpretación conceptual. 
A cien años de haberse formulado, el impacto del conductismo sobre la 
psicología es enorme, lo que se puede verificar a través de su influencia sobre 
el perfeccionamiento de las pautas y métodos de enseñanza e investigación y 
sobre la eficacia de los tratamientos psicológicos. 
 
 
PREGUNTAS DE AUTOCOMPROBAPREGUNTAS DE AUTOCOMPROBAPREGUNTAS DE AUTOCOMPROBAPREGUNTAS DE AUTOCOMPROBACIÓNCIÓNCIÓNCIÓN 
 
1. ¿Qué es conductismo? 
2. ¿Qué es conducta? 
3. ¿Cuál es la diferencia entre conductismo radical y conductismo 
metodológico? 
4. ¿Cuáles son los niveles de articulación del paradigma? 
5. ¿Qué une a todos los conductismos por encima de sus discrepancias? 
6. ¿Qué indicadores existen del impacto actual del conductismo? 
26 
 
� 2. Fundamentos filosóficos 
 
 
 
 
 
a importancia de la filosofía de la ciencia y su influencia sobre la 
ciencia conductual es simple de entender. El abecedario de 
cualquier estudiante de ciencias, difundido por la National 
Science Teachers Association13 hace hincapié sobre dos puntos 
fundamentales que presiden su aprendizaje: 1) la ciencia procede de acuerdo 
con la suposición, basada en siglos de experiencia, de que el universo no es 
caprichoso; y 2) los conocimientos científicos se basan en observaciones de 
muestras de materiales accesibles a la investigación pública. 
Es corriente encontrar opiniones en psicología que condenan la 
aplicación de dichos fundamentos, como si fueran parte de algún autoritario 
culto esotérico positivista. Una “camisa de fuerza” que impide ir más allá de 
los hechos para avanzar en el conocimiento “profundo”, “cualitativo”, o 
simplemente la comprensión, de la naturaleza humana. Quizá esas ideas 
críticas nazcan más bien de la incomprensión sobre el trabajo científico. Éste 
surgió y se nutre del quehacer artesanal cotidiano que amolda la naturaleza 
para la satisfacción de las necesidades humanas y la solución de sus 
problemas, descubriendo las regularidades que siglos de experiencia en 
contacto con los eventos, e innumerables pruebas, han puesto en evidencia. 
Gracias a ello se tiene un método científico que muestra qué y cómo hacer 
para obtener conocimiento más objetivo, sometiendo a las personas que lo 
ejercen a contingencias particulares que no eliminan, pero sí disminuyen, su 
nivel de subjetividad: el uso de descripciones sistemáticas, discursos 
didácticos, actividades de comprobación e instrumentación, ecuaciones, 
tablas, gráficas, constantes, formulación de principios rectores, etcétera. El 
conocimiento objetivo y seguro aportado por la racionalidad científica 
permite apoyarse en bases más rigurosas para el análisis de la realidad, y, 
como decía metafóricamente Bertrand Russell, podemos esperar que haya 
muchas más probabilidades de dar en el blanco si quien maneja el arco es un 
 
13 Citados por Sund y Picard (1976, pp. 28-29). 
L
Fundamentos Filosóficos 
27 
 
arquero entrenado. Platón también dio a entender esto en su diogo Menón, a 
través del relato en que dos hombres partieron hacia una meta, pero uno 
conocía el camino ―con la garantía de no equivocarse―, y el otro no. 
En su empeño por dirigirse en buena medida por un camino más 
seguro, el científico acude al auxilio filosófico. En dicho contexto, la conocida 
distinción entre “saber vulgar” y “saber científico” que hizo el epistemólogo 
Leonidas Hegemberg (1969) supone diferencias de grado entre los 
conocimientos generados por la práctica del sentido común y por el análisis 
de la ciencia. Esta última se inicia con la crítica de las explicaciones 
elaboradas por el saber vulgar, sistematizando parsimoniosamente mediante 
descripciones, clasificaciones y mediciones rigurosas el objeto examinado, y 
descartando todo aquello que se demuestre carente de evidencia fáctica 
directa o indirecta. Ahora bien, en el curso de ese proceso emerge la 
relevancia de una herramienta conceptual que permita llevar el “control de 
calidad” del análisis científico, definida en palabras de Klemke, Hollinger y 
Rudge (1998) como entendimiento del “significado, método y estructura 
lógica de la ciencia por medio de un análisis lógico y metodológico de los 
propósitos, métodos, criterios, conceptos, leyes y teorías” (p. 20). Esto es, una 
filosofía de la ciencia. 
La filosofía de la ciencia, pues, constituye un importante recurso para 
poner orden en la formulación paradigmática de las tesis científicas. De esta 
manera se conectan las relaciones entre la filosofía y las diversas disciplinas, 
pero la dificultad que surge en la práctica concreta entre los profesionistas 
filosóficos y científicos se halla signada por una comunicación imperfecta, 
pocas veces explícita y a menudo temporalmente incierta, siendo común en 
los practicantes de la ciencia el aficionarse a la tarea de filosofar 
informalmente sobre su propio quehacer, sin recurrir a los preceptos de la 
filosofía académica “oficial”. 
La psicología no es la excepción. Como lo señalan Bunge y Ardila 
(1988), el psicólogo no sólo es un científico o un terapeuta sino una especie 
de filósofo aficionado, pues utiliza informalmente un enorme volumen de 
ideas filosóficas en su trabajo. De hecho, dicen, “ningún psicólogo… puede 
evitar el sostener alguna filosofía de la mente” (p. 24). Los problemas vienen 
cuando no está consciente de ello, o cuando, peor aún, ciñe su pensamiento y 
su quehacer a pautas fijadas por una mala filosofía. 
En ese sentido, desde un punto de vista conductual radical, hay que 
hacer la distinción necesaria entre lo que se llama “filosofía de la mente” y su 
confusa deformación trascendentalista: la “mitología de la mente”. La mayor 
parte de ese universo conceptual está compuesta de versiones recicladas del 
William Montgomery 
28 
 
sustancialismo espiritual concordante con el enfoque dualista e innatista de la 
psicología popular o folclórica, aun cuando a veces se pueda disfrazar con 
terminologías informacionales o neurales. 
 
 
FILOSOFÍA ANALÍTICA Y CONDUCTISMO RADICALFILOSOFÍA ANALÍTICA Y CONDUCTISMO RADICALFILOSOFÍA ANALÍTICA Y CONDUCTISMO RADICALFILOSOFÍA ANALÍTICA Y CONDUCTISMO RADICAL 
 
Dentro de ese panorama, la ciencia del comportamiento generada por 
la corriente de la psicología conductista resulta ser la más representativa del 
análisis científico en el sentido explicitado por Hegemberg. Como tal, sus 
adeptos están conscientes de la necesidad de contar con un buen soporte 
conceptual y se hallan, además, informados de las posibilidades filosóficas 
que hay para fundamentar un paradigma bien formulado. En esa línea se 
puede afirmar que cierta parte de la filosofía analítica es un tipo de 
pensamiento coherente con una formulación científica, por lo que constituye 
una importante aliada en la tarea de aclarar confusiones conceptuales que 
impiden el avance de la psicología (Rodríguez, 1992, 1993; Cuypers, 1995; 
Gil de Pareja, 1995; Holth, 2001; Carrascoso, 2003; Crego, 2004; Tomasini, 
2005; Ribes, 2004, 2006). Aquí se trata, entonces, de ubicar concordancias 
útiles de la filosofía analítica con la ciencia del comportamiento, en el 
propósito de solucionar ciertos problemas conceptuales de la psicología que 
tienen que ver con la sustancialización metafísica de los fenómenos mentales. 
La filosofía analítica contemporánea está en el rubro que Guba (1990) 
denomina “post-positivismo”, heredero de la tradición positivista sin las 
mismas insuficiencias que su antecesora, reevaluando los conceptos de 
realismo, objetividad e investigación, al aceptar que la realidad no es absoluta 
sino socialmente construida; que el logrode la objetividad es progresiva a 
través de sucesivos contactos con los hechos analizados; y que existen modos 
de conocimiento no necesariamente experimentales14. Esto es acorde con el 
postulado pragmático de que “el significado de una concepción es nuestra 
concepción de sus efectos concebibles”. 
La dificultad comunicativa que se interpone entre filósofos y psicólogos 
hace confuso el panorama e impide identificar claramente la influencia de 
una determinada filosofía sobre una corriente de pensamiento psicológico. 
Por ello, sólo se puede especular con base en ciertos indicios históricos sobre 
la filosofía de la ciencia que guiaría a cada uno de los llamados “paradigmas”, 
 
14 Staats (1993) es uno de los autores que más han insistido en defender estos puntos de 
vista dentro de la ciencia del comportamiento. 
Fundamentos Filosóficos 
29 
 
lo que a veces hace surgir malentendidos. Entre los primeros conductistas 
(Hull sobre todo) se vió una cercanía hacia el positivismo lógico del Círculo 
de Viena, que sostenía una diferencia entre los contextos de descubrimiento 
(proceso de cómo se llega a conocer algo) y de justificación (ordenamiento de 
lo que se conoce a través del ejercicio racional). Así se configuró una 
“división del trabajo” mutuamente beneficiosa para conductistas 
mediacionales y positivistas lógicos: mientras la psicología aportaría el proceso 
de descubrimiento, la filosofía haría lo propio con el ejercicio de justificación. 
A la vez, este proceso de “reconstrucción racional”, como lo llamó Rudlof 
Carnap, debía librar a la ciencia de elementos metafísicos y mostrar que los 
enunciados empíricos son reducibles a enunciados elementales del lenguaje 
observacional, de acuerdo con los postulados atomistas y fisicalistas. El 
tratado lógico-filosófico de Wittgenstein formuló sintéticamente tales 
nociones (Smith, 1986/1994), y el conductismo mediacional (también 
apodado “lógico”) abrazó con entusiasmo estos propósitos. 
Por otra parte, Skinner, el representante más notorio del conductismo 
radical, se reconocía influido por Bacón y especialmente por Mach debido a 
su inclinación descriptivista y biológica afín al seleccionismo darwiniano, y 
tras un corto lapso de simpatía hacia el positivismo lógico, mantuvo luego 
hacia él una posición crítica, pues le disgustaba su formalismo (véanse 
también Day, 1969; Smith, 1986/1994, y Moxley, 2004)15. 
El anti-formalismo skinneriano acercó su sistema a la filosofía analítica 
o del lenguaje del “segundo” Wittgenstein (1953/1988). Una descripción 
exhaustiva del enfoque wittgensteiniano maduro excede los propósitos de 
este escrito, por lo que es conveniente anotar que se halla más o menos 
sintetizado en escritos de fácil acceso (Pole, 1956/1965; Kenny, 1972/1974; 
Santos-Camacho, 1975), sin embargo pueden mencionarse algunas 
características fundamentales en conjunto (Echegoyen, 1997; Glock, 
2008/2012), tales como: a) su énfasis en que la única realidad existente es la 
realidad espacio-temporal; b) su preocupación por el examen del lenguaje 
cotidiano y sus distintos usos; c) su quehacer dedicado a establecer los límites 
de lo que se puede decir y pensar con sentido; y d) su crítica a la metafísica 
 
15 A pesar de esto, por largo tiempo se le ha achacado a Skinner seguir los lineamientos 
positivistas lógicos y su típica doctrina operacionalista (ver por ejemplo, Bunge y Ardila, 
1988), sin reparar en sus diferencias. A manera de ejemplo, Skinner (1945/1975) hizo 
críticas muy fuertes al operacionalismo señalando, entre otras cosas, que no tenía 
contribuciones positivas, debido a que “no cuenta con ninguna buena definición de una 
definición, ya sea operacional o de otro tipo”, ni daría “una formulación satisfactoria de la 
conducta verbal efectiva del científico...” (pp. 413-414) 
William Montgomery 
30 
 
por considerarla un pseudosaber. A estos puntos podría añadirse el postulado 
pragmático señalado por James, Pierce, Dewey, Wittgenstein, Davidson y 
Rorty16, de que no existe la “mejor” explicación, sino la que mejor encaja para 
el uso conveniente de un determinado explicador. 
De acuerdo con Day (cit. por Rodríguez, 1978, p. 31), se pueden 
encontrar hasta diez semejanzas (algunas negativamente expresadas) entre las 
tesis del filósofo austriaco y las del Skinner maduro: 
1) Antipatía hacia el positivismo lógico, expresada en Skinner por sus 
críticas al operacionismo. 
2) Anti-reduccionismo de un nivel de observación a otro. 
3) Anti-dualismo, contra el error de creer tratar con dos dominios 
ontológicos cuando en realidad sólo se trata de dos partes del lenguaje. 
4) Aceptación de los “eventos privados” como categorías con 
significado. 
5) Oposición a la posibilidad de “lenguajes privados” al margen de la 
comunidad lingüística. 
6) Defensa de la naturaleza conductual del lenguaje. 
7) Oposición al enfoque referencial del significado del lenguaje. 
8) Concepción del significado como uso en contexto. 
9) Resistencia contra afirmaciones ontológicas sobre la naturaleza de la 
realidad. 
10) Preferencia por el descriptivismo. 
También hay concordancias del conductismo radical con la postura del 
neopragmático Rorty, con respecto a su visión sobre el criterio de verdad, la 
demarcación de la ciencia, el rechazo al dualismo y la consideración del 
papel del repertorio verbal en la interpretación naturalista del Yo y de lo que 
se llama “conciencia” (Leigland, 1999)17. En suma, todo eso fundamentaría la 
opción por una “filosofía especial”, en el sentido skinneriano. 
 
 
 
 
 
16 El pragmatismo está cada vez más presente en las reflexiones filosóficas contemporáneas, 
pero esto no quiere decir que no haya diferencias entre los teóricos pragmatistas; como lo 
recalca y desarrolla Houser (2006). 
17 No debe ignorarse el hecho de que Rorty (1991/1996) parecería haber estado sólo 
parcialmente informado sobre la verdadera posición de Skinner, distinguiéndose 
explícitamente de él y calificándolo de “objetivista científico extremo” (p. 55) y de 
“fisicalista reduccionista” (p. 152). 
Fundamentos Filosóficos 
31 
 
Más allá de SkinnerMás allá de SkinnerMás allá de SkinnerMás allá de Skinner 
 
Actualmente hay variedades contextualistas de conductismo post-
skinneriano que pueden considerarse acordes con los presupuestos analíticos. 
En la cosmovisión contextualista, las interconexiones e interpenetraciones de 
los acontecimientos relativas al momento y lugar particulares en que suceden 
son materia del análisis, y se propone que tanto el conocimiento como el ser 
sólo tienen significado en relación con un entorno social e histórico. Esto deja 
de lado el empirismo, para el cual la reflexión conceptual es irrelevante, 
como también descarta el mecanicismo, según el cual cada fenómeno tiene 
una causa determinada. Para el contextualismo la causalidad puede ser tanto 
lineal como múltiple y recíproca (Morris, 1997). 
A este respecto, son especialmente destacables aquellas variantes 
conductuales que definen el comportamiento como interacción de los 
individuos con sus ambientes (Kantor, 1963/1990), o también como acto 
dentro de un contexto (Hayes, Blackledge & Barnes-Holmes, 2001). En 
consecuencia, no se aceptan entidades trascendentales (mente, cerebro, 
conciencia) que se manifiesten fuera, dentro o por encima del interjuego de 
variables existentes en un episodio conductual interactivo. Al ser 
interacciones, los fenómenos psicológicos se estudian como conexiones 
recíprocas entre desempeños específicos y situaciones particulares. Separar su 
mecanismo del hacer funcional inmediato es crear entidades internas y 
supranaturales a las cuales no queda más que atribuirles “poderes” 
autónomos, o bien, resignarse a objetivar sus productos a través de otras 
disciplinas (reduccionismo lógico, cibernético,lingüístico, neurobiológico y 
demás). Todo esto coincide con los razonamientos aportados por 
Wittgenstein (1953/1988), Ryle (1949/1967) y Austin (1962/1990), entre 
otros. 
Wittgenstein en especial es congruente con el contextualismo 
psicológico. Por ejemplo, en la proposición § 314 de Remarks on the 
Philosophy of Psychology, dice que “la palabra «conducta», como la estoy 
usando… incluye en su significado las circunstancias externas… de la conducta 
en su sentido más estricto” (cit. por Crego, 2004; p. 6), y en la proposición § 
567 de Zettel señala “Lo que determina nuestro juicio, nuestros conceptos y 
reacciones, no es lo que alguien hace ahora, una acción aislada, sino toda la 
multitud de acciones humanas, el trasfondo sobre el que corresponde cada 
acción” (Idem). La actividad humana está para él, pues, regulada por 
prácticas sociales envolventes. 
 
William Montgomery 
32 
 
Crítica a la “mitoCrítica a la “mitoCrítica a la “mitoCrítica a la “mitología de la mente”logía de la mente”logía de la mente”logía de la mente” 
 
La definición de “mente” es diversa. De acuerdo con el Diccionario de 
Wolman, puede ser la “totalidad organizada de los procesos mentales o 
psicológicos de un organismo”, la “totalidad de las estructuras que se postulan 
para explicar la ocurrencia de conductas y procesos”, la “suma total de la 
experiencia consciente”, “el yo o psiquis”, “el intelecto”, y finalmente la 
“manera característica de pensar, sentir y comportarse”. Estos seis 
significados podrían reducirse a sólo dos muy genéricos: a) uno que postula 
el concepto de “mente” como algún tipo de propiedad separada del cuerpo u 
organismo, aunque interactúa con él de manera rectora como causa interna; y 
b) otra que sostiene su carácter emergente de la misma actividad del 
organismo. Al tipo (a) de definiciones conviene englobarlas no como parte de 
una “filosofía de la mente”, sino como una “mitología de la mente”, Hay 
destacados filósofos de la ciencia “mentalistas” que, en este contexto, 
refrendan semejante mundo, elaborando complicados modelos del 
pensamiento y del lenguaje que se ajustan al paradigma dualista e innatista. 
Según Kantor (1963/1990), una razón para el mantenimiento de dicha 
visión es que los primeros científicos modernos abordaban las cosas y eventos 
particulares inmersos en tradiciones trascendentales más antiguas, adaptando 
diversas formas de dualismo psíquico (el espíritu y la materia, lo objetivo y lo 
subjetivo, los noúmenos y fenómenos) a su quehacer concreto. Así, aunque 
hoy se utilice la metodología verificativa de las hipótesis y el aparato 
instrumental de medición, la materia de estudio primordial sigue siendo 
alguna forma de cosa o proceso fuera del espacio y del tiempo. A eso se 
refiere el tan citado comentario: “… en psicología existen métodos 
experimentales y confusión conceptual”, que Wittgenstein (1953/1988, p. 
525) puso al final de sus Investigaciones Filosóficas. Al respecto, Ribes (1990) 
menciona que mientras se dispone de un amplísimo arsenal de 
procedimientos experimentales e instrumentales, en cambio no hay una 
estructura lógico-conceptual compartida ni un lenguaje técnico. Las categorías 
del lenguaje ordinario que parecían designar procesos mentales se 
impusieron epistemológicamente como testimonio incuestionable de su 
existencia. Estos referentes dualistas, en su desarrollo, derivaron en líneas 
heurísticas sobre diversos fenómenos descontextualizados que, se supuso, 
eran válidos per se como “objetos” de investigación científica: los fenómenos 
mentales tradicionalmente entendidos. 
Insertos en la cosmovisión de un mundo organizado de manera 
cartesiana, tales referentes sucedáneos de lo que desde la antigüedad se llama 
Fundamentos Filosóficos 
33 
 
“alma” ocuparon el lugar de la “razón” o “cognición” opuesta a la “extensión” 
corporal. Se trató de escapar del mecanicismo entendiendo el significado de 
lo mental como proceso no-mecánico: puesto que las leyes mecánicas 
explican movimientos en el espacio como efectos de otros movimientos en el 
espacio, las leyes de lo mental tendrían que explicar las operaciones no 
espaciales de la mente como efecto de otras operaciones no espaciales (Ryle, 
1949/1967). Así también el divorcio conceptual de que por un lado es una 
cosa la que se conoce, y es otro asunto quien conoce (Novoa, 2002). Este 
escenario era desfavorable para el surgimiento de una psicología no dualista, 
por lo que sus primeras versiones se desenvolvieron en el marco de la 
psicofísica, y posteriormente en el marco especulativo del psicoanálisis. 
Hoy la tendencia dualista es muy fuerte, como se refleja en la 
predominancia de los modelos computacionales y cognitivos de la mente. En 
suma, ellos adoptan una concepción nominalista del lenguaje que llevó a la 
creación de una mitología mental: un mundo paralelo al físico, inaccesible a 
la observación y con funcionamiento aparte. Es irónico que lo que hoy se 
considera, desde ciertas tiendas, como lo más avanzado en la filosofía de la 
ciencia, no es sino un resabio de la antigüedad. Por encima de la terminología 
moderna que caracteriza a la psicología cognitiva de nuestros tiempos —llena 
de formulaciones informáticas y neurales para justificar el llamado “sujeto 
epistémico”—, se puede advertir una semejanza entre ellas y la vieja creencia 
de los Padres de la Iglesia (por ejemplo Tertuliano) sobre el alma como “ese 
hombre interior de que habla San Pablo y cuya envoltura es el hombre 
exterior o cuerpo” (Gilson, 1952/1985; p. 93). 
 
 
Derivaciones de la filosofía analítica Derivaciones de la filosofía analítica Derivaciones de la filosofía analítica Derivaciones de la filosofía analítica 
para el análisis conductualpara el análisis conductualpara el análisis conductualpara el análisis conductual 
 
Tanto Wittgenstein como Ryle se dedicaban a la crítica del lenguaje 
ordinario para aclarar confusiones categoriales (uso equivocado de palabras y 
proposiciones), y por eso se ocuparon de cuestiones psicológicas. Ribes 
(2006), siguiendo el enfoque wittgensteiniano en dos de las nociones más 
útiles de la filosofía analítica del lenguaje para el análisis conductual —las de 
forma de vida, y de ubicación de errores categoriales—, concibe el lenguaje 
en tres niveles: 1) como medio, cuando se examina la adquisición del 
lenguaje en términos del sistema reactivo convencional que le da vida; 2) 
como instrumento, en las interacciones verbales en que el sujeto cambia la 
conducta de otros y de los acontecimientos proximales; y 3) como forma de 
William Montgomery 
34 
 
vida, incluyendo criterios y dimensiones funcionales que enmarcan las 
interacciones de medio e instrumento. En tal sentido es ambiente, producto y 
creación. 
En consecuencia, según (3) no tiene sentido distinguir a la conducta 
como verbal o no verbal, dado que la conducta es en sí misma el contenido 
funcional del lenguaje, entendido como forma de vida más que como 
morfología lingüística, la conducta es el conjunto de sentidos convencionales 
que componen el contexto “mental” de las personas. No es un fenómeno que 
recubra una esencia, no es el vehículo que expresa lo psicológico, es el 
contexto de lo psicológico. Dentro de este contexto el uso irresponsable de 
expresiones válidas sólo para la comunicación coloquial como si fueran 
términos técnicos en la órbita especializada, ocasiona graves errores 
categoriales que podrían prevenirse utilizando herramientas analíticas. En sí 
mismo eso no es algo malo, pues toda expresión sirve para comunicar con 
efectividad en una situación dada, lo que hay que hacer es atender a su 
gramática y comprender su funcionamiento. Por ejemplo, si uno dice: “tengo 
un nudo en la garganta”, esa expresión connota cierto significado social que 
es claro en el contexto de la comunicación coloquial (sentirse emocionado o 
intimidado frente a un acontecimiento). Igualmente, si dice: “tengo la palabra 
en la punta de la lengua” (para indicar que no

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