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1 Teoría, Evaluación y Cambio de la Conducta Texto universitario William Montgomery 2014 2 Teoría, evaluación y cambio de la conducta. Texto universitario. Autor: William Montgomery Urday © Asociación de Psicología Teórica, Tecnológica y Aplicada Internacional Jr. Pinar del Río 2563, Urb. Perú, San Martín de Porres, Lima. Primera Edición: Lima-Perú 2104 Impreso en: Gráfica Universo. Jr. Rufino Torrico N° 329, Int. 10-11, Lima-Cercado. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú. N° 2014-01951. ISBN: 978-612-46633-0-7 3 � Indice Pag. INTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓN 5 CAPÍTULO 1. La psicología como ciencia de la conductaCAPÍTULO 1. La psicología como ciencia de la conductaCAPÍTULO 1. La psicología como ciencia de la conductaCAPÍTULO 1. La psicología como ciencia de la conducta Conductismo y conducta, p. 11. Niveles de articulación paradigmática, p. 13. Devenir histórico, p. 19. Impacto actual, p. 23. Conclusiones, p. 24. 10 CAPÍTULO 2.CAPÍTULO 2.CAPÍTULO 2.CAPÍTULO 2. Fundamentos filosóficoFundamentos filosóficoFundamentos filosóficoFundamentos filosóficossss Filosofía analítica y conductismo radical, p. 28. Algunas funciones “terapéuticas” de la filosofía, p. 37. Conclusiones, p. 40. 26 CAPÍTULO 3. Análisis experimentalCAPÍTULO 3. Análisis experimentalCAPÍTULO 3. Análisis experimentalCAPÍTULO 3. Análisis experimental del comportamientodel comportamientodel comportamientodel comportamiento Aprendizaje y condicionamiento, p. 43. Leyes de la conducta, p. 30. Diseños experimentales, p. 52. Elementos, p. 54. Conclusiones, p. 56. 42 CAPÍTULO 4. Análisis de la conducta humanaCAPÍTULO 4. Análisis de la conducta humanaCAPÍTULO 4. Análisis de la conducta humanaCAPÍTULO 4. Análisis de la conducta humana El problema del lenguaje, p. 60. El problema del pensamiento, p. 62. El problema de la consciencia, p. 72. El problema de la personalidad, p. 73. Conclusiones, p. 76. 58 CAPÍTULO 5. Evaluación del comportamiento: Aspectos conceptualesCAPÍTULO 5. Evaluación del comportamiento: Aspectos conceptualesCAPÍTULO 5. Evaluación del comportamiento: Aspectos conceptualesCAPÍTULO 5. Evaluación del comportamiento: Aspectos conceptuales La evaluación conductual, p. 79. Unidades de análisis, p. 82. Recursos conceptuales, p. 86. El proceso de evaluación conductual estándar, p. 91. Conclusiones, p. 95. 78 CAPÍTULO 6. El proceso de evaluación conductualCAPÍTULO 6. El proceso de evaluación conductualCAPÍTULO 6. El proceso de evaluación conductualCAPÍTULO 6. El proceso de evaluación conductual La entrevista conductual, p. 94. Registro directo, p. 99. Registro indirecto, p. 100. Autorregistro, p. 110. Conclusiones, 111. 94 4 CAPÍTULO 7. Análisis funcional, diagnóstico y programaciónCAPÍTULO 7. Análisis funcional, diagnóstico y programaciónCAPÍTULO 7. Análisis funcional, diagnóstico y programaciónCAPÍTULO 7. Análisis funcional, diagnóstico y programación Análisis funcional, p, 113. Ordenamiento de la información, p. 117. Programación de conducta, p. 124. Conclusiones, p 130. 113 CAPÍTULO 8. Ingeniería del comporCAPÍTULO 8. Ingeniería del comporCAPÍTULO 8. Ingeniería del comporCAPÍTULO 8. Ingeniería del comportamientotamientotamientotamiento Tipos de tecnología conductual, p. 132. El perfil de un ingeniero de la conducta, p. 137. Desprofesionalización y empoderamiento, p. 141. Mediación y tutoría conductual, p. 142. La ingeniería conductual hoy, p. 144. Conclusiones, p. 145. 131 CCCCAPÍTULO 9. Tecnología (1)APÍTULO 9. Tecnología (1)APÍTULO 9. Tecnología (1)APÍTULO 9. Tecnología (1) Tecnología de control de las relaciones estímulo-respuesta, p. 148. Tecnología de administración de contingencias, p. 152. Conclusiones. p. 162. 147 CAPÍTULO 10. Tecnología (2)CAPÍTULO 10. Tecnología (2)CAPÍTULO 10. Tecnología (2)CAPÍTULO 10. Tecnología (2) Tratamientos de condicionamiento encubierto, p. 166. Tratamientos de aprendizaje social, p. 170. Tratamientos de control cognitivo, p. 173. Terapias de tercera generación, p. 177. Terapias integrativas y constructivistas, p. 180. Tratamiento con enfoque interconductual, p. 181. Conclusiones, p. 182. 164 CAPÍTULO 11. Aplicaciones CAPÍTULO 11. Aplicaciones CAPÍTULO 11. Aplicaciones CAPÍTULO 11. Aplicaciones Área clínica, p. 183. Área educativa, p. 189. Área organizacional, p. 195. Área social, p. 198. Otras aplicaciones, p. 200. Conclusiones, p. 202. 183 EPÍLOGOEPÍLOGOEPÍLOGOEPÍLOGO 204 BIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍA 207 APÉNDICEAPÉNDICEAPÉNDICEAPÉNDICE 225 5 � Introducción a empresa de sintetizar cumplidamente todos los aspectos del análisis conductual en sus múltiples variantes es imposible, por su vastedad. Como es conocido, hasta hoy se han publicado varios manuales muy completos en idiomas inglés y español sobre sus aplicaciones en modificación y terapia de conducta, igual que sobre sus procedimientos metodológico-experimentales. Por separado, hay también exposiciones bastante buenas de aspectos teóricos y epistemológicos característicos de cada una de las grandes variantes que están vigentes hoy en día (léase conductismo radical e interconductismo, conductismo psicológico, conductismo relacional y sociocognitivismo entre otras), donde tratan esos temas desde su propio punto de vista aislado de los demás (Bélanger, 1978/1999; Hayes, Barnes-Holmes & Roche, 2001; Ribes, 2010; Staats, 1996/1997; Bandura, 1985/1988; Ellis, 2004/2006). Sin embargo, en general ninguna obra ha abordado el emprendimiento de exponer en un solo volumen, o conjunto de ellos, de manera exhaustiva, las teorías y las filosofías que les dan vida y sustento a la metodología y a la tecnología. A lo más, hay intentos sumarios de exposición teórica general de algunas de las vertientes paradigmáticas (O'Donohue y Kitchener, 1999; Santacreu y Froján, 2002; García, 2007). Por eso es complicada la tarea de un profesor de análisis conductual, que tiene que sintetizar en las pocas clases disponibles de un semestre lectivo universitario toda la riqueza teórica y práctica de este enfoque para estudiantes que llegan, o sin conocimiento del método científico, o peor aún, con la experiencia de un aprendizaje prejuiciado en base a las múltiples influencias de enseñanzas anteriores por parte de psicólogos y educadores básicamente anticonductistas. No obstante, de tanto intentarlo algo queda, y esa es la fuerza que el presente manual reclama para sí. Uno de los convencimientos que adquirió el autor de esta obra es que tiene que luchar contra la tendencia a la comodidad típica del sector de alumnos que, o no L 6 lee, o no sabe buscar información, y que espera encontrar todo ya “masticado” en unos cuantos dogmas simples que espera comprender sin mucho esfuerzo a partir de resúmenes en Power Point o escritos en Monografías.com o Wikipedia. Un libro de texto “hecho a medida” permite superar muchos de esos problemas, al brindar información inmediata y conceptos definidos sobre lo que dice el profesor en clase. “Hecho a medida” significa simplemente que se adapta a los temas comúnmente tratados por el autor en cada sesión de aprendizaje, y pone por delante lo que él juzga prioritario en la exposición: aquello que quiere que finalmente “quede en la mente” del alumno al terminar el curso. Ese es el carácter de la obra que se presenta a través de esta introducción, dejando en claro que tampoco se trata de una “simplificación” empobrecedora del enfoque, sino de un documento que procura mantener el nivel académico a la altura que merece. El contenido se ha estructurado en once capítulos y un epílogo que sintetiza el enfoque del propio autor. El primer capítulo se ocupa de la psicologíacomo ciencia de la conducta, dando definiciones de lo que se entiende por conductismo y su objeto de estudio. Se hace una revisión de los niveles de articulación paradigmática y sus relaciones: el conductismo como filosofía, el análisis experimental del comportamiento y la ingeniería del comportamiento, Finalmente, se reseñan el devenir histórico del paradigma y su impacto actual. El segundo capítulo aborda cuestiones filosóficas, considerando la relación entre la filosofía analítica y el conductismo radical, a partir de cuyas derivaciones se crítica la “mitología de la mente”. Se detallan algunas funciones de la filosofía que sirven para esclarecer aspectos de metodología científica. El tercer capítulo tiene por objeto una disquisición sobre el análisis experimental del comportamiento, y la importancia del aprendizaje y del condicionamiento en su ámbito. También se revisan las leyes de la conducta, los diseños experimentales y los elementos constituyentes del análisis conductual. El cuarto capítulo se refiere al análisis de la conducta humana, considerando detalladamente los principales problemas de conceptualización vinculados a aquella. El problema del lenguaje, el problema del pensamiento, el problema de la consciencia y el problema de la personalidad. El quinto capítulo entra en la parte metodológica, abordando aspectos conceptuales de la evaluación del comportamiento, su definición y características, sus unidades de análisis, recursos conceptuales propios de 7 dicha labor, los criterios para la determinación de un problema a evaluar, y otras cuestiones importantes. El sexto capítulo desmenuza el proceso de evaluación conductual, describiendo pormenores de la entrevista y de los registros directo e indirecto del comportamiento, así como del autorregistro, con abundantes ejemplos. El séptimo capítulo sigue con el proceso de evaluación, centrándose esta vez en el análisis y diagnóstico funcional de la información, elaboración del cuadro informativo y de los programas de conducta. El octavo capítulo trata aspectos conceptuales de la ingeniería del comportamiento, describiendo los tipos de tecnología conductual y el perfil del ingeniero de la conducta, así como las modalidades de mediación y tutoría conductual. Los capítulos noveno y décimo enlistan y describen las diversas tecnologías de control de las relaciones estímulo-respuesta, de administración de contingencias, tratamientos basados en el autocontrol, en el condicionamiento encubierto, en el aprendizaje social, el control cognitivo, terapias de tercera generación, integrativas y constructivistas, y el enfoque interconductual. Por último, el onceavo capítulo hace una revisión de algunas aplicaciones conductuales en las áreas clínica, educativa, organizacional, social y emergentes. En el epilogo, el autor organiza en algunos puntos su perspectiva personal del enfoque que es materia de este libro. Se finaliza con una bibliografía en su gran mayoría reportada en español y ubicable tanto en bibliotecas como en archivos de internet. Igualmente, se han considerado las últimas ediciones o reimpresiones de textos clásicos. En las últimas páginas va un apéndice que incluye ciertos materiales necesarios para la evaluación del comportamiento: dos guías de entrevista conductual, un cuestionario de historia de la vida, tres modelos de contrato conductual, y tres ejemplos de programas conductuales. Sólo hay que añadir a lo dicho que, como cualquier síntesis, la hecha aquí deja fuera mucha información que puede ser relevante. Eso no se puede evitar, y se deja constancia de ello. Queda a la voluntad del estudioso que halle motivación en este libro, adentrarse en la búsqueda de los conocimientos faltantes sobre cada punto. Buena parte de los contenidos incluidos aquí han sido motivo de inspiración para ideas, y trascriptos o parafraseados (con su conveniente actualización) de publicaciones anteriores del autor. Algunas veces se han 8 citado en el texto y en las referencias bibliográficas, pero en su mayoría no, por lo cual es necesario indicarlas a todas1: Montgomery, W. (1998). Asertividad, autoestima y solución de conflictos interpersonales. Lima: Círculo de Estudios Avanzada. Montgomery, W. (1998). El problema de la violencia juvenil: Análisis teorético y de programas de intervención conductual. Revista de Investigación en Psicología, 1(1), 133-152. Montgomery, W. (1999). Mito y verdad en la redacción de objetivos conductuales: Una postura conductista. Revista de la Universidad Particular Garcilazo de la Vega, (1-2), 87- 102. Montgomery, W. (2000). ¿Qué produjo el conductismo en el siglo XX? Análisis positivo y respuesta a las críticas. En W. Montgomery, W. Capa y H. Montes de Oca (eds.). Análisis de la conducta: Nuevos enfoques, aplicaciones e investigaciones (pp. 17-48). Lima: ASPPSI. Montgomery, W. (2002). Comportamiento lingüístico: Temas selectos. Lima: ASPPSI. Montgomery, W. (2002). Ingeniería del comportamiento: aspectos clínicos y educativos. Lima: ASSPSI. Montgomery, W. (2003). Unidades y leyes en el análisis del comportamiento: Una revisión sintética. Revista Revista de Investigación en Psicología, VI(2), pp. 83-97. Montgomery, W. (2005). El quehacer conductista, hoy: Ensayos de interpretación teórica y práctica. Lima: Ediciones de la Revista Peruana de Filosofía Aplicada. Montgomery, W. (2006). Ingeniería del comportamiento: Un enfoque tecnológico para potenciar la práctica psicológica. En A. Quintana y W. Montgomery (eds.). Psicología: Tópicos de actualidad (pp. 236-252). Lima: Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Montgomery, W. (2007). La psicología de la conducta y el fomento de la salud integral comunitaria. Nuevos Paradigmas. Revista Psicológica de Actualización Integral. 1(1), 130-135. Montgomery, W. (2007). Psicología Conductista y Filosofía Analítica: ¿Una Alianza Conveniente para el Siglo XXI? Revista de Investigación en Psicología, VI(1), pp. 145 - 156. Montgomery, W. (2008). Ciencia conductual y aplicaciones clínicas en presente: ¿Por qué su eficacia? En W. Montgomery y A. Quintana (coords.). Saberes vigentes en la psicología (pp. 193-212). Lima: UNMSM. Montgomery, W. (2008). Comunicación clínica y terapia conductual dentro del consultorio. Revista Peruana de Psicología, 2(2), 197-206. Montgomery, W. (2008). Teoría, investigación y aplicaciones clínicas del autocontrol. Revista de Investigación en Psicología, 1(2), 215-225. Montgomery, W. (2010a). La timidez y su tratamiento. Lima: Colegio de Psicólogos del Perú. 1 Hay que hacer, también, la necesaria aclaración de que parte de algunos de estos textos han sido copiados por anónimos a archivos de internet, algunas veces sin citar directamente su procedencia (como en Wikipedia, por ejemplo), en páginas que tienen que ver con conductismo, ingeniería del comportamiento y filosofía de la psicología. 9 Montgomery, W. (2010b). Problemas teóricos y metodológicos en el campo de la evaluación clínica conductual. Nuevos Paradigmas: Revista Psicológica de Actualización Profesional, 4(1), 39-58. Montgomery, W. (2011). La economía conductual y el análisis experimental del comportamiento de consumo. Revista de Investigación en Psicología, 14(1), 281-292. Montgomery, W. (2013). Aportes conductuales a la educación escolar. En A. Bazán y C. Butto (coords.). Psicología y contextos educativos (pp. 15-44). México: Universidad Pedagógica Nacional. Montgomery, W. (2013). La terapia conductual, hoy. En E. Yanac (ed.), Curso de Actualización Profesional en Psicología 2013 (pp. 87-107). Lima: Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 10 � 1. La psicología como ciencia de la conducta ´ a ciencia, al revés de las concepciones animista y religiosa, se propone explicar todos losfenómenos del mundo sobre la base de causas naturales, y obviamente considera los fenómenos humanos dentro de ese ámbito. En este sentido la psicología, en tanto ciencia, se ve comprometida con un objetivo naturalista; pero la aparente claridad de esta suposición no ha sido determinante para la definición de una psicología científica. En sus disquisiciones sobre las relaciones entre la psicología y la ciencia, Th. H. Leahey (1980/1998) señala la existencia de dos desafíos muy serios para dicha comunión: el dualismo y la psicología popular; y continúa diciendo que, tal como es sostenido por las religiones: El dualismo [supone] un mundo sobrenatural poblado por seres no materiales tales como dioses, ángeles y demonios. Se considera que los seres humanos, y los animales en algunas ocasiones, están compuestos de dos sustancias, un alma sobrenatural no material, contenida en un cuerpo natural material al que controla. Los dualistas explican la experiencia y la conducta como el resultado de la interacción entre el cuerpo y su alma rectora. (p. 25). Mientras tanto, completando el cuadro acientífico, la psicología popular procura explicar la conducta como resultado de creencias y deseos (algunas veces teleológicos) que funcionan como justificaciones de la acción, mas en realidad no son causas, sino en su mayoría simples declaraciones influenciadas por la cultura, cuyo razonamiento carece de estructura lógica. Contra tales concepciones se levantaron los primeros científicos ligados a la psicología experimental de fines del siglo XIX2. Académicos como Thordnike en los Estados Unidos, y Pavlov en Rusia, tuvieron por objetivo 2 Esto, por cierto, no implica negar que antes de ella, y a través de diversas disciplinas, incluso en siglos anteriores, hubieron hombres de ciencia que se enfrentaron a las ideas religiosas y populares sobre las causas del comportamiento humano. L La Psicología Como Ciencia de la Conducta 11 desarrollar una ciencia natural a través de la investigación de laboratorio con organismos, estímulos y respuestas simples3, logrando proveer a la psicología científica de dos paradigmas sumamente poderosos que presiden, de manera general, las leyes del aprendizaje: el condicionamiento instrumental y el condicionamiento respondiente. “CONDUCTISMO” Y “CONDUCTA”“CONDUCTISMO” Y “CONDUCTA”“CONDUCTISMO” Y “CONDUCTA”“CONDUCTISMO” Y “CONDUCTA” ConductismoConductismoConductismoConductismo Tanto los hallazgos experimentales de Thordnike como los de Pavlov constituyeron antecedentes importantes para el posterior progreso de la ciencia del comportamiento. En 1913, influenciado por tales antecedentes, John B. Watson proclamó la irrupción de un “vino nuevo”, un nuevo objeto de estudio para la psicología: la conducta, que vendría a reemplazar los antiguos intereses de dicha disciplina por el alma y por la conciencia, y, consecuentemente, bautizo su corriente como “conductismo” 4. A partir de allí, y lo largo de su devenir, este paradigma en el sentido teórico se fue diversificando y adoptando diversas formas. Definido inicialmente por su creador como “una rama experimental puramente objetiva de la ciencia natural” cuya “meta teórica es la predicción y el control de la conducta”, y donde: “La introspección no forma parte esencial de sus 3 La elección de variables elementales para empezar la investigación del comportamiento ha sido, a menudo, motivo de crítica y estigmatización por los anti-experimentalistas en psicología; dejando de lado el hecho de que en todas las ciencias siempre se ha partido de “maquetas”, es decir, de fenómenos simplificados adrede, con el fin de estudiarlos inductivamente desde su origen y encontrar las regularidades básicas que serían cimiento, a su vez, de nuevas regularidades progresivamente más complejas. Por lo demás, la estrategia analítica de fragmentar los fenómenos estudiados en unidades moleculares para dimensionarlos, organizarlos didácticamente y así poder manejarlos, es una práctica común también en todas las ciencias. Por ejemplo, cuando el físico y el geógrafo dividen el globo terráqueo en centímetros, metros o kilómetros, y lo estructuran en coordenadas de tiempo y espacio, nadie pensaría que por ello están “trivializando” o “mecanizando” su objeto de estudio. 4 Se ha solido implicar más a Watson con los estudios de Pavlov que con los de Thordnike, debido al programa de investigación que emprendió el fundador del conductismo, ligado al condicionamiento respondiente (aprendizaje emocional) y a su fundamentación fisiológica. Sin embargo, no se puede subestimar el hecho de que, teóricamente, Watson se identificó también con la estructura del conexionismo thordnikeano, concibiendo la conducta como un gran entramado de jerarquías de asociaciones estímulo-respuesta (hábitos), que iban creciendo conforme el individuo se desarrollaba. William Montgomery 12 métodos” (Watson, 1913, p. 158); fue luego enriquecido por una serie de reconceptualizaciones. Así, como es conocido, algunos de los neoconductistas sucedáneos a Watson, aún manteniendo su planteamiento fundamental de objetividad, trataron de ampliar la magnitud de su enfoque introduciendo variables hipotéticas. Uno de ellos, Hull (1943), disertó sobre “constructos simbólicos, variables interventoras o entidades hipotéticas” (p. 22) de manera equivalente; y otro, Tolman (1932), las diagramó como mediadoras (en la forma de expectativas o mapas cognitivos) entre variables independientes y dependientes en el trabajo experimental. A estas posturas se añadieron las de otros teóricos contemporáneos, caso Skinner (1974/1977), quien concibió al conductismo (en su versión radical) no sólo como un método experimental empirista, sino sustancialmente como “una filosofía de la ciencia del comportamiento humano” (p. 13) que surge del quehacer mismo de la disciplina y plantea cuestiones relativas a la pertinencia y posibilidades del análisis metodológico y tecnológico aplicado a la esfera psicológica. Igualmente Kantor (1969/1991) se refirió al conductismo como una corriente que estudia la interacción de los organismos con sus ambientes, renunciando a “las doctrinas del alma, la mente y la consciencia” (p. 573). Si bien estos últimos teóricos rechazaron las variables intervinientes o constructos hipotéticos tal como las concebían Hull y Tolman, dejaron bien en claro ―aunque por diversos caminos― que el mundo subjetivo sí es abordable mediante métodos científicos5. Hasta aquí, las pistas indican que el conductismo es una manera general de ver lo psicológico desde un punto de vista naturalista (donde no hay entidades como la mente, el cerebro, etcétera, que trasciendan el interjuego de variables representativas), y que privilegia el uso de métodos naturalistas para dar cuenta de su objeto de estudio. En suma, un enfoque de la psicología como ciencia de la conducta. La conductaLa conductaLa conductaLa conducta Pero ¿qué es conducta en términos contemporáneos? El significado de este concepto es altamente polémico en psicología, pese a que a nivel 5 Skinner (1974/1977) dejó su propia versión de lo que, según él, era el conductismo metodológico (variantes estímulo-respuesta mediacionales en general), achacándole como una de sus falencias el no ocuparse de eventos subjetivos (“privados”). Esto es discutible a la luz de lo conocido sobre el trabajo teórico de Hull y Tolman, quienes, desde sus propias perspectivas, abordaron temas de conducta compleja tanto o más frecuentemente que Skinner. La Psicología Como Ciencia de la Conducta 13 coloquial es de una simplicidad impresionante (el Diccionario Larousse, por ejemplo, lo define como “comportamiento, manera de portarse”). A nivel técnico, en cambio,su definición depende del punto de vista teórico de que se parte. En su Diccionario de Psicología,6 Wolman (1973/2010) da, quizá, la definición más amplia posible al anotar que conducta es: “Totalidad de las acciones e interacciones intraorgánicas y extraorgánicas de un organismo con su ambiente físico y social” (p. 123), apresurándose a detallar que la psicología estudia tres tipos de fenómenos: por un lado la conducta observable, como los tics nerviosos, los actos suicidas, u orinarse en la cama; por otro lado los fenómenos susceptibles de ser observados introspectivamente, como el hambre, el dolor de muelas o la preocupación; y los procesos inconscientes. Todo eso sería conducta. Sin embargo, según cree Wolman (de reconocida orientación psicodinámica): “Para los conductistas, una actividad tiene que ser directamente observable y medible para que se la pueda calificar como conducta” (ib.), mientras que otros psicólogos sí considerarían las ideas, pensamientos y manifestaciones neurofisiológicas enmarcadas en ese rubro. Esta aserción de Wolman se funda en una interpretación estrecha (muy difundida) de lo que sostenían los conductistas watsonianos y skinnerianos, ninguno de los cuales excluyó en realidad lo “no directamente observable” de su objeto de estudio7. Por otra parte, deja antojadizamente fuera de la denominación de “conductistas” a todo un conjunto de enfoques alternos a los de Watson y Skinner. No sólo a los mediacionales de corte clásico más conocidos (Hull, Tolman, Guthrie, Eysenck, Osgood y otros), sino también a variantes pioneras en el trabajo de indagación neuropsicológica, como las de Lashley o Hebb8 (ver una refutación de esta creencia en una publicación de CETECIC, 2012). Las definiciones contemporáneas más utilizadas de conducta, hechas por los propios conductistas, reconocen explícitamente su carácter inclusivo 6 Casualmente, denominado en su idioma original “Diccionario de Ciencias de la Conducta”. 7 Tanto Watson, como después Hull, por ejemplo, dedicaron mucho tiempo e investigación al análisis del pensamiento y la inteligencia (véanse Gondra, 1991, 2007). Skinner, por su parte, trata la conducta como una relación entre aspectos del organismo y del ambiente, sin importar su carácter público o privado (ver Gómez, García, Pérez, Bohórquez y Gutiérrez, 2002). 8 De semejante práctica, en cierto modo intencionalmente confusionista para posicionar opciones distintas, se han valido los explotadores del “mito de la revolución cognitiva”, como Gardner (1985/1987), entre otros. William Montgomery 14 de eventos “encubiertos”. Por ejemplo, Hebb (1949/1968) la denomina, al estilo watsoniano, “actividad públicamente observable de músculos o glándulas de secreción externa...”, añadiendo inmediatamente: “Se entiende que esto comprende también el estudio de procesos como el aprender, la emoción o la percepción, que intervienen en la organización de la conducta. Los términos integración u organización se refieren al tipo o la combinación de diversos segmentos de conducta en la relación de unos u otros, o con los acontecimientos externos que actúan sobre el organismo.” (pp. 6-7). Por su parte, Eysenck (1972/1979) señala desde la perspectiva hulliana que: “Para el conductista, el término «conducta» es mucho más extenso que lo que es coloquialmente para el profano. Incluye el hablar y todas las reacciones corporales medibles, por pequeñas e imposibles de detectar a simple vista que puedan ser” (p. 143). A su vez, desde un punto de vista skinneriano, según Martin y Pear (1996/2007) la conducta “puede ser cualquier cosa que una persona hace o dice” (p. 3), extendiendo esa descripción a los “eventos privados”. Malott, Malott y Trojan (1999/2003) son aún más amplios, prefiriendo referirse a la conducta como “todo lo que no puede hacer un hombre muerto” (p. 8). En fin, como dice Ardila (2012), “las variadas definiciones de comportamiento han ido mostrando cada vez más amplitud conceptual” (p. 6). En suma, hay muchas formas de definir este objeto de estudio, mas, para el autor del presente escrito, la más adecuada es la de Ribes y López (1985): “interacción del organismo total, con su medio ambiente físico, biológico y/o social” (p. 81), puesto que evita el problema de la cosificación de la conducta como algo físico, connotándola como relación o sistema. La conducta, desde este punto de vista, es una propiedad relacional. No está ubicada en ninguna estructura interna o ambiente externo al sujeto, sino que surge del contacto entre ambos. Freixa i Baqué (2003) ha sabido ilustrar diáfanamente el punto, al decir que al ver comportarse un organismo tendemos a considerar que exterioriza una conducta que poseía en su interior, como si fuera una propiedad esencial, inherente. Con esto: Cometemos el mismo error que si, después de frotar una cerilla en el rascador de su caja y ver aparecer la llama en la punta del fosforo, afirmáramos que la llama se hallaba al interior de la cerilla. A la pregunta: “¿dónde se hallaba la llama antes de frotar el fósforo contra el rascador, en la cerilla o en el rascador?” la respuesta correcta es: “ni en la una ni en el otro”. La llama no se encontraba en el interior de la cerilla ni en el interior del rascador, la llama es la resultante de la interacción entre ambos. (p. 604) La Psicología Como Ciencia de la Conducta 15 En cualquier caso, más allá de si se concibe como acción o como interacción, señala Bélanger (1978/1999) que “para el conductista… la conducta es un objetivo en sí y no un medio para alcanzar una realidad distinta, biológica o mental”. (p. 17). La conducta, además, involucra aspectos cognitivos (lo que se “piensa”), emocionales (lo que se “siente”), motores (actividades eferenciales observables externamente) y psicofisiológicos (actividades del sistema nervioso); sin perder de vista que, tanto en el quehacer conceptual como operativo, la conducta se concibe objetivamente en función a varias propiedades: 1) ocurre dentro de un límite espacio- temporal, pudiéndose ubicar su emisión siempre en algún momento y en algún lugar; 2) es un continuo analíticamente fragmentable a través de unidades de diverso tamaño y medición; 3) produce efectos en el ambiente y es cambiada por éste, en un circuito retroalimentador; y 4) muestra aspectos directamente o indirectamente observables, a través de las variables interactivas u orgánicas que la componen. NIVELES DE ARTICULACIÓN PARADIGMÁTICANIVELES DE ARTICULACIÓN PARADIGMÁTICANIVELES DE ARTICULACIÓN PARADIGMÁTICANIVELES DE ARTICULACIÓN PARADIGMÁTICA Lo que se puede considerar como un cisma existente entre ciencia básica y aplicada se produjo ya en los comienzos de la psicología, cuando se distinguieron dos categorías de profesionales: los interesados en la ubicación científica de la disciplina y aquellos otros orientados al manejo de los aspectos prácticos. Los primeros se identificaron con los estudios de laboratorio y los procedimientos matemáticos y estadísticos, y los segundos se identificaron, a su vez, con los procedimientos dedicados al cambio directo de los “procesos mentales” o del comportamiento humano. El hecho es que ese separatismo, en la medida que sacrifica una opción a expensas de la otra, influye sobre el desarrollo deficitario del potencial experto de las teorías, metodologías y aplicaciones que surgen a la sombra de los diversos paradigmas. En la forma en que se ha configurado históricamente, dicho cisma no propicia una articulación explícita entre lo que se dice y lo que se hace, y la eventual creación de nuevas tecnologías eficaces suele ser frecuentemente de tipo azaroso, algo así como dar “palos de ciego” en busca de dar con el objetivo buscado. Posiblemente la mayoría de los psicólogos —sobre todo los de orientación conductual y cognitivo-conductual— estarían de acuerdo en que unadisciplina científica necesita mostrar una articulación paradigmática coherente entre teoría y práctica, entre ciencia aplicada y ciencia básica, entre William Montgomery 16 análisis experimental y tecnología, con el fin de asegurar la utilidad y eficacia de sus procedimientos. El método científico no es un canon teórico que se haya desarrollado ni precedentemente a, ni al margen de, la práctica científica (Carpio, Pacheco, Canales y Flores, 2005), pero, una vez arraigado en una tradición, es fuertemente influyente, como lo muestran recientes indagaciones sobre su operatividad. Así, “las características de la teoría en que se es entrenado delimitan lo que el investigador expuesto a cada tradición teórica hará, los problemas que se planteará, las estrategias que elegirá para abordar dichos problemas, el tipo de datos que recabará, la manera en que interpretará dichos datos, y la forma en que comunicará a otros sus resultados” (Padilla, 2006, p. 199), de modo que urge comenzar por el planteamiento de la estructura teórica que aseguraría un puente fluido entre los niveles mencionados. Decidir cuál es la forma de construcción más viable para representar dicha estructura, es un asunto menos claro. Hay, ciertamente, rasgos básicos de construcción teórica que se encuentran en las clásicas propuestas de Feigl y Arnau (ver Anguera, 1989, pp. 552-554), así como en Kantor (1959/1978, pp 255 y ss.), con el propósito de ordenar lógicamente los niveles de articulación entre la experiencia inmediata (conceptos empíricos) y su interpretación conceptual, pero cada una enfatiza ciertos aspectos sobre otros de manera no muy explícita, proporcionando la impresión de ser abstractas. El autor del presente libro intenta exponer informalmente una representación más concreta. Es el modelo de progresión teórico-práctica simétrica, que se manifiesta en la articulación de niveles filosófico, teórico, metodológico y tecnológico que están presentes en el análisis de la conducta; cumpliendo con el precepto enunciado por Kuhn (1962/1982) acerca de lo que debe ser un “paradigma” en su acepción más general: ejemplar que incluye ley, teoría, aplicación e instrumentación juntas, proporcionando modelos desde los cuales brotan tradiciones de investigación. El análisis conductual, desde la postura de progresión teórico-práctica simétrica adoptada aquí, muestra tres niveles de organización que se complementan y retroalimentan recíprocamente: el conductismo, el análisis experimental del comportamiento (AEC) y la ingeniería del comportamiento; (IC) en representación, respectivamente, de una filosofía, una teoría- metodología y una tecnología coherentes entre si, estructurando una continuidad entre “saber” y “hacer” en los términos paradigmáticos de Kuhn. Se considera en la órbita conductual que la construcción de un paradigma de ciencia natural comienza con definiciones organizadas en taxonomías que permiten identificar variables y parámetros de estudio, y por consiguiente, La Psicología Como Ciencia de la Conducta 17 AEC (Teoría Metodología) IC (Tecnología) Conductismo (Filosofía) RELACIÓN PARADIGMÁTICA relaciones funcionales a cuya luz se explica la extensión de los procedimientos experimentales de laboratorio a su aplicación para problemas sociales. Ello da por resultado los tres niveles paradigmáticos antes mencionados, según los explicita esquemáticamente Anicama (2010; p. 89): Figura 1.1. Interrelaciones entre los niveles paradigmáticos del análisis conductual. Nivel 1: El conductNivel 1: El conductNivel 1: El conductNivel 1: El conductismo como filosofíaismo como filosofíaismo como filosofíaismo como filosofía El primer nivel es el de la filosofía especial, que constituye algo así como una “filosofía de gestión” de la psicología como ciencia del comportamiento, entendida ésta como interacción entre el individuo y su contexto. Al respecto, todas las ciencias han desarrollado filosofías especiales (Kantor, 1963/1990) que se encargan de discutir sobre los supuestos, extensiones y posibilidades de sus respectivos dominios teóricos y aplicados. Expresado en el dominio psicológico, esto implica también fijar posición y fomentar una actitud no reduccionista ni mentalista en la búsqueda de soluciones a los problemas de la disciplina. La filosofía especial de la ciencia del comportamiento es, desde esta perspectiva, lo que se llama “conductismo radical”, como lo señala Skinner (1974/1977), sin embargo, resulta notorio que no todos los conductistas adhieren a ella en todos sus detalles. Hay un “conductismo metodológico” (mediacionales y cognitivos) que no concuerda con esas bases, o en algún caso las flexibiliza. Pese a ello, hay presupuestos compartidos que lo acercan al conductismo radical, como lo especificó en su momento uno de los autores más representantivos de la heterodoxia conductual-cognitiva, y posteriormente “constructivista” (Mahoney, 1974/1983): 1) el reconocimiento de que la conducta está sujeta a leyes; 2) la necesidad de la observabilidad directa de por lo menos dos de sus elementos William Montgomery 18 (estímulo y respuesta); 3) los recursos del operacionalismo y la precisión de las medidas; 4) la confianza en la replicación de los resultados de una investigación como herramienta de certeza; 5) el énfasis en el control por aislamiento de los fenómenos (atomismo analítico); y 6) la cuantitatividad y objetividad de los datos. Nivel 2: El análisis experimentaNivel 2: El análisis experimentaNivel 2: El análisis experimentaNivel 2: El análisis experimental del comportamientol del comportamientol del comportamientol del comportamiento El segundo nivel es el de la teoría-metodología, o “análisis experimental del comportamiento”, donde se formulan las categorías, las unidades analíticas, los parámetros, los paradigmas de investigación, y las leyes y principios implicados en el manejo de los datos. Según Skinner (1966/1983) la tarea principal del análisis experimental de la conducta es describir todas las variables de las cuales es función la respuesta, y ciertamente es así, pero una visión más amplia hace destacar aquí las ecuaciones variabilísticas que cubren todo el espectro organísmico y situacional que está implícito o explícito en una contingencia. La más conocida de dichas ecuaciones es la comprendida en la fórmula: K = f [E-O-R-C], que significa que un segmento contingencial (K) es función (f) de las interrelaciones establecidas entre los factores estimulares (E), organísmico-disposicionales (O), de respuesta o clases de respuesta respondientes y operantes (R), y las consecuencias que fortalecen a estas últimas (C). Nivel 3: La ingeniería del comportamientoNivel 3: La ingeniería del comportamientoNivel 3: La ingeniería del comportamientoNivel 3: La ingeniería del comportamiento Finalmente, el tercer nivel involucra lo tecnológico: todas aquellas elaboraciones procedimentales que, ligadas de alguna manera a los paradigmas de investigación básica y sus combinaciones, se han desarrollado como aplicaciones efectivas. Dentro de este nivel, que puede denominarse ingeniería del comportamiento de acuerdo a las directivas de Homme, C’ de Baca, Cottingham y Homme (1968/1977), se involucra tanto la tecnología de control por el estímulo (o de relación estímulo-respuesta) como la de administración de contingencias. En consonancia con sus fundamentos filosóficos y metodológicos, la ingeniería del comportamiento supone que el comportamiento humano es susceptible de describirse legalmente, y que sus operaciones de evaluación, diagnóstico y tratamiento de problemas acuden al manejo tentativo de dichas La Psicología Como Ciencia de la Conducta 19 regularidades. Dentro del rubro tecnológico, la “modificación de conducta”, la “terapia de la conducta”, la “terapia conductual-cognitiva”, el “análisis conductual aplicado” e inclusolas terapias constructivistas recientemente surgidas, son formas de ingeniería comportamental, algunas “ortodoxas” (más cerca del tronco conductista original) y otras “heterodoxas”, que incorporan, además de supuestos comportamentales, principios de otras tradiciones. Más allá del ideal positivista de la “psicología científica perfecta” propio de la primera mitad del siglo XX, debe anotarse que actualmente muchos aceptan que la propuesta original de articulación simétrica es inviable, y que lo mejor es flexibilizar la concepción de manera pragmática, combinando los acercamientos experimental y hermenéutico. Esto significa que, aún sin abandonar la metodología objetiva, observacional, elementalista y cuantitativa en los diseños de investigación, se puede renunciar a la indagación de leyes psicológicas como fundamentos generales, prefiriendo conocimientos basados en casos particulares y en acercamientos tecnológicos orientados a la acción (Del Pino, 2003), en función a la mejor explicación disponible. Dentro de este contexto pragmático y flexible ―propio del post- positivismo― es que se deben interpretar los niveles de articulación reseñados. DEVENIR HISTÓRICO DEVENIR HISTÓRICO DEVENIR HISTÓRICO DEVENIR HISTÓRICO Como se ha dicho, a lo largo del tiempo el conductismo se fue diversificando y adoptando diversas formas. Incluso en tiempo de la formulación temprana del propio Watson hubo variaciones respecto a su concepción del nuevo paradigma. J. R. Kantor, en sus Principles of Psychology de 1924, sostenía, ya en embrión, un enfoque menos molecularista respecto al estudio conductual, prefigurando lo que sería posteriormente su interconductismo. También George H. Mead, predominantemente sociólogo y filósofo, discrepó a partir de su “conductismo social” de algunas tesis expuestas por Watson (Mead, 1934/1968), considerando el marco ambiental del simbolismo lingüístico propio de la comunicación, como un ámbito en el cual surgen el yo, la mente y la conciencia. Las escuelas de Hull, Tolman, Guthrie y Skinner constituyeron el conductismo de segunda generación (o neoconductismo), que realizó la investigación necesaria para obtener y sistematizar una gran cantidad de datos experimentales, con el fin de elaborar teorías deductivas e inductivas del aprendizaje. Fue un período de intenso florecimiento académico, en el cual William Montgomery 20 destacaron figuras de enorme relevancia, tales como Spence ―el colaborador más brillante de Hull―; Olds y Milner, pioneros en el campo de la experimentación cerebral; Miller y Mowrer, miembros del grupo de Yale enfrascados en temas de motivación, conflicto y frustración-agresión; Harlow, especializado en temas de desarrollo temprano y apego; Estes, comprometido con el aprendizaje matemático; Hebb, el neurocientífico; y una lista interminable de otros fructíferos representantes. Siendo críticos de sí mismos, como buenos académicos, los conductistas de esa generación se enredaron en interminables polémicas sobre la adecuación de sus respectivas teorías a la explicación positivista de la conducta humana, terminando por desgastarse. La famosa Conferencia sobre Aprendizaje de Dartmouth, celebrada en 1950 para examinar las bases del enfoque conductual de aquel tiempo, marcó un punto de inflexión y declive respecto de las teorías del “conductismo metodológico” o internalista (especialmente el de Hull)9; dejando el paso libre al auge del “conductismo radical” o ambientalista, de Skinner (véase Leahey, 1980/1998). No obstante, Tolman había sembrado su propia semilla, y ésta fructificó pronto en la misma década a través de nuevos teóricos influenciados parcialmente por él (entre ellos Jerome Bruner, George H. Miller y Karl Pribram)10. Así, promediando los años 50 una parte de la tendencia metodológica logró reconfigurarse y constituir la base para lo que luego se llamaría “revolución cognitiva”. La otra parte continuó fiel a los preceptos básicos hullianos, pero concentrada en aspectos aplicativos (Rotter, Eysenck, Wolpe, etcétera). En cuanto a la tendencia radical, ganó mucha notoriedad en la década de 1960-1970 (Keller, Bijou, Lindsey, y otros), aunque compitiendo no sólo con las vertientes desgajadas del conductismo metodológico, sino también con otras que, partiendo igualmente del propio conductismo radical, extendieron, con mayor apertura, los principios del aprendizaje a facetas más complejas de la conducta humana. Destacaron, así, teóricos del aprendizaje social (como Bandura, Kanfer, Goldstein y Goldfried, entre otros); del conductismo social (como Staats); y del condicionamiento encubierto (Cautela). 9 Irónicamente, el entonces ya fallecido Clark Hull había llegado a la cúspide justo en 1950, al quedar segundo (detrás de Freud) en la lista de psicólogos más influyentes durante la primera mitad del siglo, elegida por los miembros de la American Psychological Association (APA) de entonces. 10 Esta reconfiguración se vio favorecida por la disponibilidad de modelos cibernéticos, que hicieron posible simular e inferir (en la lógica de los teóricos que creyeron en ello) lo que ocurriría “dentro de la mente”, mejor que con los laboriosos diagramas tolmanianos. La Psicología Como Ciencia de la Conducta 21 Fue Arthur W. Staats (1975/1979) quien advirtió la llegada de una nueva generación conductual: la tercera generación, edificada sobre la impronta de las predecesoras. Para él, la primera estableció la orientación básica de laboratorio, desarrollando teorías del aprendizaje para dar cuenta de sus hallazgos, e iniciando la estrategia de aplicarlos a la conducta humana. La segunda generación, por su parte, sistematizó mejor los datos y compitió entre sí para definir cuestiones relevantes sobre lo hecho por sus antecesores, pero descuidó la posibilidad de seguir construyendo teorías comprensivas mediante la articulación de los principios del aprendizaje. Por lo tanto, le corresponde a la tercera generación llevar a cabo dicho proceso, buscando la unidad en la diversidad. Aunque los lineamientos de Staats para unificar las vertientes conductuales no han sido seguidos tal cual él lo propuso, en cierto modo la fuerza de los acontecimientos ha conformado una tendencia integracionista sumamente amplia y expresada a nivel aplicativo, rotulada genéricamente como “conductual-cognitiva” o “cognitivo-conductual” (Olivares, Maciá, Olivares y Rosa, 2012). Esta aproximación incluye tanto a los conductistas metodologicos clásicos como a los del aprendizaje social, a los hoy “sociocognitivos” (Bandura, Mischel), y a otros menos cercanos a la argumentación mediante principios básicos, como los “racional-emotivos” y “cognitivos” a secas (Ellis, Beck, Lazarus y demás). En cuanto al conductismo radical, el tronco skinneriano en esta tercera generación se ha diversificado en líneas diversas. Están, entre las más destacadas, el contextualismo de la teoría de marcos relacionales, liderada por Hayes, Kohlemberg y otros; y el conductismo molar o teleológico, de Rachlin. Estas líneas se caracterizan por considerar como el ámbito típico de las contingencias al generado por la conducta verbal y guiada por reglas. Por otro lado, utilizan raseros distintos a los tradicionales para dar cuenta de las interacciones complejas, como la consideración de promedios extendidos en el tiempo. Hay aún otras propuestas, como las del conductismo biológico (Timberlake); teórico (Staddon); seleccionista (Donahoe); e interconductual (Ribes); que son sintetizadas por López (2002). El interconductismo de Ribes, por su parte, constituye una revisión del interconductismo kantoriano, que trata de establecer una rigurosa especificación de las pautas conceptuales y empíricas que sustentan la estructura teórica del paradigma. ¿Qué es lo que une a todos los conductismos, por encima de sus discrepancias, otorgándoles su “airede familia”? Se puede decir que hay varias características compartidas por ellos en mayor o menor medida. Estas son: William Montgomery 22 a) Atomismo. Convicción de que la estructura de cualquier objeto de estudio está compuesta de una multiplicidad de hechos que lo conforman, que cada uno de esos hechos puede ser dato representativo del total, y que su análisis riguroso debe ser complementado con un proceso de síntesis posterior que “reconstruya” las relaciones tal como son en un continuo molecularidad-molaridad y viceversa11. b) Determinismo. El orden natural se expresa en las conexiones causales establecidas entre los fenómenos que lo conforman, pudiendo inferirse, para evitar el mecanicismo de las relaciones causa-efecto propias de ciencias no humanas, por el principio de dependencia funcional covariante o probabilitaria: “Dadas ciertas condiciones A y Z, si X y A, entonces Y”. c) Legalidad. El saber científico o racional a partir de la experiencia, consiste en descubrir las regularidades causales que permiten prever lo futuro. Así la conducta humana se conforma y puede describirse en base a leyes, especificando relaciones de funcionalidad probabilitaria entre variables independientes y clases de respuesta. Para explicar y predecir un acontecimiento se identifican las condiciones antecedentes que dieron lugar al hecho y se demuestra que la descripción de aquel es deducible de principios generales ya establecidos. d) Observabilidad. Es una propiedad de todos los eventos naturales, entre ellos la conducta, que conlleva la posibilidad de examinar hechos o aspectos explícitos o implícitos en los fenómenos bajo estudio. En el caso de los explícitos la observación es directa, y en el caso de los implícitos la observación es indirecta. e) Operacionismo. Norma o directriz metodológica que permite definir científicamente el objeto que se quiere observar o manipular, a través de las operaciones que se hacen para medirlo. f) Cuantitatividad. Recurso utilizado para dimensionar de manera más precisa las variables bajo estudio en términos de cantidades registradas de acuerdo con la metodología que se utiliza. g) Replicabilidad. Actividad de repetición y verificación de los experimentos, que facilita distinguir el efecto de las condiciones experimentales de los efectos provocados por condiciones irregulares o azarosas. 11 Al respecto, dice el ilustre filósofo hispano Gustavo Bueno (1972): “Holismo y Atomismo no deben ser consideradas como dos teorías sobre la realidad metafísica, de las cuales una debe ser verdadera y la otra falsa. Son dos metodología ontológicas que, según los contextos, pueden ser verdaderas a la vez”. (p. 335) La Psicología Como Ciencia de la Conducta 23 h) Pragmatismo. Toda actividad científica debe ofrecer resultados que constituyan índice de su verdad relativa en el momento de su verificación. Como se dijo anteriormente respecto a los niveles de articulación paradigmática, también estos supuestos deben entenderse de manera relativa en tanto son cumplidos de formas variadas y particulares por cada una de las tendencias conductuales. IMPACTO ACTUALIMPACTO ACTUALIMPACTO ACTUALIMPACTO ACTUAL El impacto actual de la ciencia de la conducta es inmenso. Si se buscan indicadores objetivos de rápido registro reciente, basta indicar que B. F. Skinner fue elegido como el psicólogo más influyente del siglo XX por una encuesta hecha a los miembros de la APA, en la cual también se pueden encontrar entre los treinta primeros lugares a otros distinguidos académicos conductuales de diferentes variantes, como Bandura, Eysenck Watson, Hebb, Hull, Mischel y Harlow (Haggbloom, Warnick, Warnick, Jones, Yarbrough, Russell, Borecky, McGahhey, Powell, Beavers y Monte, 2002). Basta indicar, también, que están igualmente acreditados los numerosos procedimientos conductuales y cognitivo-conductuales como los más efectivos en la disciplina, a través de los resultados de las investigaciones de la APA (Chambless, Sanderson, Shoham, Johnson, Pope, Crits-Christoph, Baker, Johnson, Woody, Sue, Beutler y Williams, 1996); lo que ha sido re- certificado en el mundo de habla española con nuevas investigaciones(Pérez- Álvarez y Fernández, 2003). Por otro lado, la aportación de múltiples avances teóricos y metodológicos a toda la disciplina es patente, como se puede verificar a través de las prácticas de enseñanza universitaria de la psicología12, que incorporan normalmente las pautas de investigación experimental y cuasi experimental sistemática y controlada en los laboratorios y fuera de ellos, la definición operacional de términos, la derivación de hipótesis comprobables, la cuantificación de los datos, la importancia del aprendizaje en la determinación del comportamiento, la variación de la conducta observable como un índice de cambio total, etcétera. Inclusive el perfil profesional del Psicólogo moderno ha sido afectado por semejante influencia. Un ejemplo notorio de esto puede hallarse en la Ley del Trabajo del Psicólogo en el Perú, 12 Esto debe matizarse, como dice Goowin (2003/2009), con el conocimiento de que en Europa ―sobre todo la continental―, la influencia del conductismo estadounidense ha sido menor. William Montgomery 24 donde, hablando del ejercicio profesional en el Capítulo I: “De la profesión del Psicólogo”, se dice en el artículo 4º: El psicólogo es el científico de la conducta humana con competencia en los niveles del ejercicio profesional siguiente: promoción, prevención, intervención (que incluye evaluación, diagnóstico, tratamiento y recuperación) del comportamiento, dentro del ámbito psicosocial. En cualquiera de las áreas de la disciplina se puede ver, por fin, el uso de principios de análisis y modificación de la conducta como algo comúnmente fortalecedor de resultados pragmáticos en la resolución de los problemas propios de cada ámbito particular. CONCLUSIONESCONCLUSIONESCONCLUSIONESCONCLUSIONES En oposición al dualismo y a la psicología popular, los primeros científicos experimentales de fines del siglo XIX procuraron desarrollar una disciplina con bases rigurosas. En este contexto nació el conductismo, que, tempranamente centrado en cuestiones metodológicas, ya en su madurez fue concebido no sólo como un método experimental empirista, sino sustancialmente como “una filosofía de la ciencia del comportamiento humano” que se ocupa de sus extensiones y posibilidades, y que estudia la interacción de los organismos con sus ambientes, renunciando a “las doctrinas del alma, la mente y la consciencia”. En términos contemporáneos, el objeto de estudio que reivindica el conductismo es la conducta, cuya definición pasó por un refinamiento progresivo del concepto. Inicialmente definida como actividad organocéntrica públicamente observable, después se fue extendiendo a toda actividad abierta y encubierta, llegando a definirse de mejor manera hoy como “interacción del organismo total, con su medio ambiente físico, biológico y/o social”. A lo largo del tiempo, la diversificación del enfoque ha sido vasta, pudiéndose advertir la aparición de teorías con énfasis deductivo e inductivo en tres generaciones sucesivas. La primera generación sentó las bases de la teoría del aprendizaje a partir de sus hallazgos de laboratorio. La segunda generación, sistematizó tales datos y debatió sobre cuestiones relevantes. La tercera generación procura extender los principios descubiertos a la explicación y modificación de la conducta humana, y construir teorías más flexibles y comprensivas. La Psicología Como Ciencia de la Conducta 25 Existe un modelo de progresión teórico práctica que integra los ámbitos filosófico, teórico, metodológico y tecnológico en la mejor de las tradiciones de la ciencia, y en particularconsonancia con la definición más rigurosa que Kuhn hace de los paradigmas. Desde esa perspectiva las relaciones entre lo básico (el análisis experimental) y lo aplicado (la tecnología o ingeniería del comportamiento) son claras, pudiendo generar rápida transferencia entre el examen empírico de los datos y su interpretación conceptual. A cien años de haberse formulado, el impacto del conductismo sobre la psicología es enorme, lo que se puede verificar a través de su influencia sobre el perfeccionamiento de las pautas y métodos de enseñanza e investigación y sobre la eficacia de los tratamientos psicológicos. PREGUNTAS DE AUTOCOMPROBAPREGUNTAS DE AUTOCOMPROBAPREGUNTAS DE AUTOCOMPROBAPREGUNTAS DE AUTOCOMPROBACIÓNCIÓNCIÓNCIÓN 1. ¿Qué es conductismo? 2. ¿Qué es conducta? 3. ¿Cuál es la diferencia entre conductismo radical y conductismo metodológico? 4. ¿Cuáles son los niveles de articulación del paradigma? 5. ¿Qué une a todos los conductismos por encima de sus discrepancias? 6. ¿Qué indicadores existen del impacto actual del conductismo? 26 � 2. Fundamentos filosóficos a importancia de la filosofía de la ciencia y su influencia sobre la ciencia conductual es simple de entender. El abecedario de cualquier estudiante de ciencias, difundido por la National Science Teachers Association13 hace hincapié sobre dos puntos fundamentales que presiden su aprendizaje: 1) la ciencia procede de acuerdo con la suposición, basada en siglos de experiencia, de que el universo no es caprichoso; y 2) los conocimientos científicos se basan en observaciones de muestras de materiales accesibles a la investigación pública. Es corriente encontrar opiniones en psicología que condenan la aplicación de dichos fundamentos, como si fueran parte de algún autoritario culto esotérico positivista. Una “camisa de fuerza” que impide ir más allá de los hechos para avanzar en el conocimiento “profundo”, “cualitativo”, o simplemente la comprensión, de la naturaleza humana. Quizá esas ideas críticas nazcan más bien de la incomprensión sobre el trabajo científico. Éste surgió y se nutre del quehacer artesanal cotidiano que amolda la naturaleza para la satisfacción de las necesidades humanas y la solución de sus problemas, descubriendo las regularidades que siglos de experiencia en contacto con los eventos, e innumerables pruebas, han puesto en evidencia. Gracias a ello se tiene un método científico que muestra qué y cómo hacer para obtener conocimiento más objetivo, sometiendo a las personas que lo ejercen a contingencias particulares que no eliminan, pero sí disminuyen, su nivel de subjetividad: el uso de descripciones sistemáticas, discursos didácticos, actividades de comprobación e instrumentación, ecuaciones, tablas, gráficas, constantes, formulación de principios rectores, etcétera. El conocimiento objetivo y seguro aportado por la racionalidad científica permite apoyarse en bases más rigurosas para el análisis de la realidad, y, como decía metafóricamente Bertrand Russell, podemos esperar que haya muchas más probabilidades de dar en el blanco si quien maneja el arco es un 13 Citados por Sund y Picard (1976, pp. 28-29). L Fundamentos Filosóficos 27 arquero entrenado. Platón también dio a entender esto en su diogo Menón, a través del relato en que dos hombres partieron hacia una meta, pero uno conocía el camino ―con la garantía de no equivocarse―, y el otro no. En su empeño por dirigirse en buena medida por un camino más seguro, el científico acude al auxilio filosófico. En dicho contexto, la conocida distinción entre “saber vulgar” y “saber científico” que hizo el epistemólogo Leonidas Hegemberg (1969) supone diferencias de grado entre los conocimientos generados por la práctica del sentido común y por el análisis de la ciencia. Esta última se inicia con la crítica de las explicaciones elaboradas por el saber vulgar, sistematizando parsimoniosamente mediante descripciones, clasificaciones y mediciones rigurosas el objeto examinado, y descartando todo aquello que se demuestre carente de evidencia fáctica directa o indirecta. Ahora bien, en el curso de ese proceso emerge la relevancia de una herramienta conceptual que permita llevar el “control de calidad” del análisis científico, definida en palabras de Klemke, Hollinger y Rudge (1998) como entendimiento del “significado, método y estructura lógica de la ciencia por medio de un análisis lógico y metodológico de los propósitos, métodos, criterios, conceptos, leyes y teorías” (p. 20). Esto es, una filosofía de la ciencia. La filosofía de la ciencia, pues, constituye un importante recurso para poner orden en la formulación paradigmática de las tesis científicas. De esta manera se conectan las relaciones entre la filosofía y las diversas disciplinas, pero la dificultad que surge en la práctica concreta entre los profesionistas filosóficos y científicos se halla signada por una comunicación imperfecta, pocas veces explícita y a menudo temporalmente incierta, siendo común en los practicantes de la ciencia el aficionarse a la tarea de filosofar informalmente sobre su propio quehacer, sin recurrir a los preceptos de la filosofía académica “oficial”. La psicología no es la excepción. Como lo señalan Bunge y Ardila (1988), el psicólogo no sólo es un científico o un terapeuta sino una especie de filósofo aficionado, pues utiliza informalmente un enorme volumen de ideas filosóficas en su trabajo. De hecho, dicen, “ningún psicólogo… puede evitar el sostener alguna filosofía de la mente” (p. 24). Los problemas vienen cuando no está consciente de ello, o cuando, peor aún, ciñe su pensamiento y su quehacer a pautas fijadas por una mala filosofía. En ese sentido, desde un punto de vista conductual radical, hay que hacer la distinción necesaria entre lo que se llama “filosofía de la mente” y su confusa deformación trascendentalista: la “mitología de la mente”. La mayor parte de ese universo conceptual está compuesta de versiones recicladas del William Montgomery 28 sustancialismo espiritual concordante con el enfoque dualista e innatista de la psicología popular o folclórica, aun cuando a veces se pueda disfrazar con terminologías informacionales o neurales. FILOSOFÍA ANALÍTICA Y CONDUCTISMO RADICALFILOSOFÍA ANALÍTICA Y CONDUCTISMO RADICALFILOSOFÍA ANALÍTICA Y CONDUCTISMO RADICALFILOSOFÍA ANALÍTICA Y CONDUCTISMO RADICAL Dentro de ese panorama, la ciencia del comportamiento generada por la corriente de la psicología conductista resulta ser la más representativa del análisis científico en el sentido explicitado por Hegemberg. Como tal, sus adeptos están conscientes de la necesidad de contar con un buen soporte conceptual y se hallan, además, informados de las posibilidades filosóficas que hay para fundamentar un paradigma bien formulado. En esa línea se puede afirmar que cierta parte de la filosofía analítica es un tipo de pensamiento coherente con una formulación científica, por lo que constituye una importante aliada en la tarea de aclarar confusiones conceptuales que impiden el avance de la psicología (Rodríguez, 1992, 1993; Cuypers, 1995; Gil de Pareja, 1995; Holth, 2001; Carrascoso, 2003; Crego, 2004; Tomasini, 2005; Ribes, 2004, 2006). Aquí se trata, entonces, de ubicar concordancias útiles de la filosofía analítica con la ciencia del comportamiento, en el propósito de solucionar ciertos problemas conceptuales de la psicología que tienen que ver con la sustancialización metafísica de los fenómenos mentales. La filosofía analítica contemporánea está en el rubro que Guba (1990) denomina “post-positivismo”, heredero de la tradición positivista sin las mismas insuficiencias que su antecesora, reevaluando los conceptos de realismo, objetividad e investigación, al aceptar que la realidad no es absoluta sino socialmente construida; que el logrode la objetividad es progresiva a través de sucesivos contactos con los hechos analizados; y que existen modos de conocimiento no necesariamente experimentales14. Esto es acorde con el postulado pragmático de que “el significado de una concepción es nuestra concepción de sus efectos concebibles”. La dificultad comunicativa que se interpone entre filósofos y psicólogos hace confuso el panorama e impide identificar claramente la influencia de una determinada filosofía sobre una corriente de pensamiento psicológico. Por ello, sólo se puede especular con base en ciertos indicios históricos sobre la filosofía de la ciencia que guiaría a cada uno de los llamados “paradigmas”, 14 Staats (1993) es uno de los autores que más han insistido en defender estos puntos de vista dentro de la ciencia del comportamiento. Fundamentos Filosóficos 29 lo que a veces hace surgir malentendidos. Entre los primeros conductistas (Hull sobre todo) se vió una cercanía hacia el positivismo lógico del Círculo de Viena, que sostenía una diferencia entre los contextos de descubrimiento (proceso de cómo se llega a conocer algo) y de justificación (ordenamiento de lo que se conoce a través del ejercicio racional). Así se configuró una “división del trabajo” mutuamente beneficiosa para conductistas mediacionales y positivistas lógicos: mientras la psicología aportaría el proceso de descubrimiento, la filosofía haría lo propio con el ejercicio de justificación. A la vez, este proceso de “reconstrucción racional”, como lo llamó Rudlof Carnap, debía librar a la ciencia de elementos metafísicos y mostrar que los enunciados empíricos son reducibles a enunciados elementales del lenguaje observacional, de acuerdo con los postulados atomistas y fisicalistas. El tratado lógico-filosófico de Wittgenstein formuló sintéticamente tales nociones (Smith, 1986/1994), y el conductismo mediacional (también apodado “lógico”) abrazó con entusiasmo estos propósitos. Por otra parte, Skinner, el representante más notorio del conductismo radical, se reconocía influido por Bacón y especialmente por Mach debido a su inclinación descriptivista y biológica afín al seleccionismo darwiniano, y tras un corto lapso de simpatía hacia el positivismo lógico, mantuvo luego hacia él una posición crítica, pues le disgustaba su formalismo (véanse también Day, 1969; Smith, 1986/1994, y Moxley, 2004)15. El anti-formalismo skinneriano acercó su sistema a la filosofía analítica o del lenguaje del “segundo” Wittgenstein (1953/1988). Una descripción exhaustiva del enfoque wittgensteiniano maduro excede los propósitos de este escrito, por lo que es conveniente anotar que se halla más o menos sintetizado en escritos de fácil acceso (Pole, 1956/1965; Kenny, 1972/1974; Santos-Camacho, 1975), sin embargo pueden mencionarse algunas características fundamentales en conjunto (Echegoyen, 1997; Glock, 2008/2012), tales como: a) su énfasis en que la única realidad existente es la realidad espacio-temporal; b) su preocupación por el examen del lenguaje cotidiano y sus distintos usos; c) su quehacer dedicado a establecer los límites de lo que se puede decir y pensar con sentido; y d) su crítica a la metafísica 15 A pesar de esto, por largo tiempo se le ha achacado a Skinner seguir los lineamientos positivistas lógicos y su típica doctrina operacionalista (ver por ejemplo, Bunge y Ardila, 1988), sin reparar en sus diferencias. A manera de ejemplo, Skinner (1945/1975) hizo críticas muy fuertes al operacionalismo señalando, entre otras cosas, que no tenía contribuciones positivas, debido a que “no cuenta con ninguna buena definición de una definición, ya sea operacional o de otro tipo”, ni daría “una formulación satisfactoria de la conducta verbal efectiva del científico...” (pp. 413-414) William Montgomery 30 por considerarla un pseudosaber. A estos puntos podría añadirse el postulado pragmático señalado por James, Pierce, Dewey, Wittgenstein, Davidson y Rorty16, de que no existe la “mejor” explicación, sino la que mejor encaja para el uso conveniente de un determinado explicador. De acuerdo con Day (cit. por Rodríguez, 1978, p. 31), se pueden encontrar hasta diez semejanzas (algunas negativamente expresadas) entre las tesis del filósofo austriaco y las del Skinner maduro: 1) Antipatía hacia el positivismo lógico, expresada en Skinner por sus críticas al operacionismo. 2) Anti-reduccionismo de un nivel de observación a otro. 3) Anti-dualismo, contra el error de creer tratar con dos dominios ontológicos cuando en realidad sólo se trata de dos partes del lenguaje. 4) Aceptación de los “eventos privados” como categorías con significado. 5) Oposición a la posibilidad de “lenguajes privados” al margen de la comunidad lingüística. 6) Defensa de la naturaleza conductual del lenguaje. 7) Oposición al enfoque referencial del significado del lenguaje. 8) Concepción del significado como uso en contexto. 9) Resistencia contra afirmaciones ontológicas sobre la naturaleza de la realidad. 10) Preferencia por el descriptivismo. También hay concordancias del conductismo radical con la postura del neopragmático Rorty, con respecto a su visión sobre el criterio de verdad, la demarcación de la ciencia, el rechazo al dualismo y la consideración del papel del repertorio verbal en la interpretación naturalista del Yo y de lo que se llama “conciencia” (Leigland, 1999)17. En suma, todo eso fundamentaría la opción por una “filosofía especial”, en el sentido skinneriano. 16 El pragmatismo está cada vez más presente en las reflexiones filosóficas contemporáneas, pero esto no quiere decir que no haya diferencias entre los teóricos pragmatistas; como lo recalca y desarrolla Houser (2006). 17 No debe ignorarse el hecho de que Rorty (1991/1996) parecería haber estado sólo parcialmente informado sobre la verdadera posición de Skinner, distinguiéndose explícitamente de él y calificándolo de “objetivista científico extremo” (p. 55) y de “fisicalista reduccionista” (p. 152). Fundamentos Filosóficos 31 Más allá de SkinnerMás allá de SkinnerMás allá de SkinnerMás allá de Skinner Actualmente hay variedades contextualistas de conductismo post- skinneriano que pueden considerarse acordes con los presupuestos analíticos. En la cosmovisión contextualista, las interconexiones e interpenetraciones de los acontecimientos relativas al momento y lugar particulares en que suceden son materia del análisis, y se propone que tanto el conocimiento como el ser sólo tienen significado en relación con un entorno social e histórico. Esto deja de lado el empirismo, para el cual la reflexión conceptual es irrelevante, como también descarta el mecanicismo, según el cual cada fenómeno tiene una causa determinada. Para el contextualismo la causalidad puede ser tanto lineal como múltiple y recíproca (Morris, 1997). A este respecto, son especialmente destacables aquellas variantes conductuales que definen el comportamiento como interacción de los individuos con sus ambientes (Kantor, 1963/1990), o también como acto dentro de un contexto (Hayes, Blackledge & Barnes-Holmes, 2001). En consecuencia, no se aceptan entidades trascendentales (mente, cerebro, conciencia) que se manifiesten fuera, dentro o por encima del interjuego de variables existentes en un episodio conductual interactivo. Al ser interacciones, los fenómenos psicológicos se estudian como conexiones recíprocas entre desempeños específicos y situaciones particulares. Separar su mecanismo del hacer funcional inmediato es crear entidades internas y supranaturales a las cuales no queda más que atribuirles “poderes” autónomos, o bien, resignarse a objetivar sus productos a través de otras disciplinas (reduccionismo lógico, cibernético,lingüístico, neurobiológico y demás). Todo esto coincide con los razonamientos aportados por Wittgenstein (1953/1988), Ryle (1949/1967) y Austin (1962/1990), entre otros. Wittgenstein en especial es congruente con el contextualismo psicológico. Por ejemplo, en la proposición § 314 de Remarks on the Philosophy of Psychology, dice que “la palabra «conducta», como la estoy usando… incluye en su significado las circunstancias externas… de la conducta en su sentido más estricto” (cit. por Crego, 2004; p. 6), y en la proposición § 567 de Zettel señala “Lo que determina nuestro juicio, nuestros conceptos y reacciones, no es lo que alguien hace ahora, una acción aislada, sino toda la multitud de acciones humanas, el trasfondo sobre el que corresponde cada acción” (Idem). La actividad humana está para él, pues, regulada por prácticas sociales envolventes. William Montgomery 32 Crítica a la “mitoCrítica a la “mitoCrítica a la “mitoCrítica a la “mitología de la mente”logía de la mente”logía de la mente”logía de la mente” La definición de “mente” es diversa. De acuerdo con el Diccionario de Wolman, puede ser la “totalidad organizada de los procesos mentales o psicológicos de un organismo”, la “totalidad de las estructuras que se postulan para explicar la ocurrencia de conductas y procesos”, la “suma total de la experiencia consciente”, “el yo o psiquis”, “el intelecto”, y finalmente la “manera característica de pensar, sentir y comportarse”. Estos seis significados podrían reducirse a sólo dos muy genéricos: a) uno que postula el concepto de “mente” como algún tipo de propiedad separada del cuerpo u organismo, aunque interactúa con él de manera rectora como causa interna; y b) otra que sostiene su carácter emergente de la misma actividad del organismo. Al tipo (a) de definiciones conviene englobarlas no como parte de una “filosofía de la mente”, sino como una “mitología de la mente”, Hay destacados filósofos de la ciencia “mentalistas” que, en este contexto, refrendan semejante mundo, elaborando complicados modelos del pensamiento y del lenguaje que se ajustan al paradigma dualista e innatista. Según Kantor (1963/1990), una razón para el mantenimiento de dicha visión es que los primeros científicos modernos abordaban las cosas y eventos particulares inmersos en tradiciones trascendentales más antiguas, adaptando diversas formas de dualismo psíquico (el espíritu y la materia, lo objetivo y lo subjetivo, los noúmenos y fenómenos) a su quehacer concreto. Así, aunque hoy se utilice la metodología verificativa de las hipótesis y el aparato instrumental de medición, la materia de estudio primordial sigue siendo alguna forma de cosa o proceso fuera del espacio y del tiempo. A eso se refiere el tan citado comentario: “… en psicología existen métodos experimentales y confusión conceptual”, que Wittgenstein (1953/1988, p. 525) puso al final de sus Investigaciones Filosóficas. Al respecto, Ribes (1990) menciona que mientras se dispone de un amplísimo arsenal de procedimientos experimentales e instrumentales, en cambio no hay una estructura lógico-conceptual compartida ni un lenguaje técnico. Las categorías del lenguaje ordinario que parecían designar procesos mentales se impusieron epistemológicamente como testimonio incuestionable de su existencia. Estos referentes dualistas, en su desarrollo, derivaron en líneas heurísticas sobre diversos fenómenos descontextualizados que, se supuso, eran válidos per se como “objetos” de investigación científica: los fenómenos mentales tradicionalmente entendidos. Insertos en la cosmovisión de un mundo organizado de manera cartesiana, tales referentes sucedáneos de lo que desde la antigüedad se llama Fundamentos Filosóficos 33 “alma” ocuparon el lugar de la “razón” o “cognición” opuesta a la “extensión” corporal. Se trató de escapar del mecanicismo entendiendo el significado de lo mental como proceso no-mecánico: puesto que las leyes mecánicas explican movimientos en el espacio como efectos de otros movimientos en el espacio, las leyes de lo mental tendrían que explicar las operaciones no espaciales de la mente como efecto de otras operaciones no espaciales (Ryle, 1949/1967). Así también el divorcio conceptual de que por un lado es una cosa la que se conoce, y es otro asunto quien conoce (Novoa, 2002). Este escenario era desfavorable para el surgimiento de una psicología no dualista, por lo que sus primeras versiones se desenvolvieron en el marco de la psicofísica, y posteriormente en el marco especulativo del psicoanálisis. Hoy la tendencia dualista es muy fuerte, como se refleja en la predominancia de los modelos computacionales y cognitivos de la mente. En suma, ellos adoptan una concepción nominalista del lenguaje que llevó a la creación de una mitología mental: un mundo paralelo al físico, inaccesible a la observación y con funcionamiento aparte. Es irónico que lo que hoy se considera, desde ciertas tiendas, como lo más avanzado en la filosofía de la ciencia, no es sino un resabio de la antigüedad. Por encima de la terminología moderna que caracteriza a la psicología cognitiva de nuestros tiempos —llena de formulaciones informáticas y neurales para justificar el llamado “sujeto epistémico”—, se puede advertir una semejanza entre ellas y la vieja creencia de los Padres de la Iglesia (por ejemplo Tertuliano) sobre el alma como “ese hombre interior de que habla San Pablo y cuya envoltura es el hombre exterior o cuerpo” (Gilson, 1952/1985; p. 93). Derivaciones de la filosofía analítica Derivaciones de la filosofía analítica Derivaciones de la filosofía analítica Derivaciones de la filosofía analítica para el análisis conductualpara el análisis conductualpara el análisis conductualpara el análisis conductual Tanto Wittgenstein como Ryle se dedicaban a la crítica del lenguaje ordinario para aclarar confusiones categoriales (uso equivocado de palabras y proposiciones), y por eso se ocuparon de cuestiones psicológicas. Ribes (2006), siguiendo el enfoque wittgensteiniano en dos de las nociones más útiles de la filosofía analítica del lenguaje para el análisis conductual —las de forma de vida, y de ubicación de errores categoriales—, concibe el lenguaje en tres niveles: 1) como medio, cuando se examina la adquisición del lenguaje en términos del sistema reactivo convencional que le da vida; 2) como instrumento, en las interacciones verbales en que el sujeto cambia la conducta de otros y de los acontecimientos proximales; y 3) como forma de William Montgomery 34 vida, incluyendo criterios y dimensiones funcionales que enmarcan las interacciones de medio e instrumento. En tal sentido es ambiente, producto y creación. En consecuencia, según (3) no tiene sentido distinguir a la conducta como verbal o no verbal, dado que la conducta es en sí misma el contenido funcional del lenguaje, entendido como forma de vida más que como morfología lingüística, la conducta es el conjunto de sentidos convencionales que componen el contexto “mental” de las personas. No es un fenómeno que recubra una esencia, no es el vehículo que expresa lo psicológico, es el contexto de lo psicológico. Dentro de este contexto el uso irresponsable de expresiones válidas sólo para la comunicación coloquial como si fueran términos técnicos en la órbita especializada, ocasiona graves errores categoriales que podrían prevenirse utilizando herramientas analíticas. En sí mismo eso no es algo malo, pues toda expresión sirve para comunicar con efectividad en una situación dada, lo que hay que hacer es atender a su gramática y comprender su funcionamiento. Por ejemplo, si uno dice: “tengo un nudo en la garganta”, esa expresión connota cierto significado social que es claro en el contexto de la comunicación coloquial (sentirse emocionado o intimidado frente a un acontecimiento). Igualmente, si dice: “tengo la palabra en la punta de la lengua” (para indicar que no
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