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INTRODUCCIÓN La práctica médica está experimentando numerosos cambios a los que debe adaptarse cualquier profesional del ámbito sanitario. Una breve reflexión sobre la realidad actual nos indica que se están implantando conceptos y modalidades que harán nuestra actividad muy diferente de la que era habitual durante el siglo pasado. La época actual se ha venido a llamar «era de la revolución informática», por lo mucho que los recursos de esta índole están invadiendo todas las actividades huma- nas, incluidos los ámbitos de nuestra profesión. Numerosas empresas editoriales se debaten entre las dudas de si seguir comercializando libros impresos en papel o, por el contrario, apostar definitivamente por el libro electrónico. Las computadoras personales invaden las aulas de la enseñanza. Internet con sus redes sociales es capaz de impulsar movimientos de revuelta política en numerosas partes del mundo. A diferencia de las épocas anteriores en las que dominaba la medicina terapéutica o sanadora, actualmente se hace cada vez mayor énfasis en los aspectos médicos de tipo epidemiológico y preventivo. Están surgiendo numerosas modalidades sanitarias apenas conocidas en el siglo anterior, tales como la cirugía ambulatoria o la hospitalización a domicilio. Por otro lado, un gran capítulo considerado antaño como medicina casi heroica, la trasplantología, se ha consolidado como algo normal. Se está haciendo énfasis sobre la calidad de vida y, en consecuencia, sobre el tratamiento del dolor y los cuidados paliativos. Cada vez adquieren mayor importancia numerosas vertientes de la bioética, así como la intervención de la justicia en relación con la práctica médica. La insuficiencia de recursos obliga a su utilización racional, lo cual ha generado los nuevos modelos de gestión sanitaria y la creciente intervención de factores económicos en nuestra práctica. Por otro lado, parece conveniente que las actuaciones médicas se fundamenten en datos objetivos, lo que ha generado un interesante aunque aún debatido movimiento de «medicina basada en la eviden- cia». La actividad asistencial no puede dar la espalda a los progresos que se obtienen con la investigación, tanto básica como clínica. Para acceder al conocimiento profesional son de gran trascendencia las fuentes bibliográficas. En la difusión pública de los progresos son muy importantes los medios de comunicación general. Por último, constituye una realidad social nada despreciable la llamada medicina no convencional. Sin embargo, como contraste con todos estos conceptos, existen prin- cipios inmodificados que denominamos fundamentos de la práctica médica, de los que me ocupo brevemente a continuación. Con ellos debería familiarizarse lo más pronto posible el estudiante de medicina, y a ellos debería atender cualquier médico en ejercicio. A mi juicio, tales principios van a conservar su validez no sólo en el siglo xxi, sino siempre. La profesión médica la ejerce el hombre, es decir, un ser dotado de capacidades para una actuación inteligente, técnicamente idónea y, además, moralmente correcta. Durante su actividad profesional atiende a otro ser humano, caracterizado por una triple complejidad biopsicosocial. Ni el médico debe actuar como un robot ni el paciente debe recibir por parte de él la consideración de un simple organismo enfermo. El primer contacto entre el médico y el paciente es la reali- zación de la historia clínica. Este acto debe ser esencialmente humano, durante el cual un ser humano, el paciente, refiere sus problemas, motivo de consulta, a otro ser humano, el médico. Es muy difícil que este proceso pueda ser efectuado, como pretenden algunos, mediante el ordenador. La realización de la historia clínica es mucho más que una fría recogida de los datos anamnésicos. Constituye un primer contacto entre dos seres humanos, es decir, el establecimiento de la relación paciente-médico, cuya calidad determinará en gran medida la eficacia del acto profesional. El médico no sólo recoge los síntomas subjetivos del enfermo, sino que se orienta acerca de en qué punto influye en dichas molestias el psiquismo del paciente, así como de sus circunstancias sociales, es decir, del entorno familiar, laboral y otros. Al igual que la realización de la historia clínica, en todos los cuidados de su paciente el médico intentará ejercer la atención integral, es decir, en las tres vertientes: biológica, psíquica y social. ¿Cómo debe ser la educación médica pregraduada para que el futuro profesional pueda actuar de acuerdo con estos principios? Junto con la adquisición de conocimientos, debe recibir entre- namiento de habilidades y formación de actitudes. Es evidente que sin unos conocimientos teóricos sólidos no se puede ejercer correctamente nuestra profesión. En el caso de la medicina inter- na, estos consisten en el estudio sistematizado de las entidades nosológicas en sus diversos apartados: a) concepto; b) etiología; c) fundamentos lesionales y fisiopatológicos; d) cuadro clínico o estudio de síntomas y signos; e) exploración física; f ) exploración complementaria (de laboratorio y otras); g) diagnóstico; h) diagnós- tico diferencial; i) pronóstico; j) tratamiento, y k) prevención. El objetivo del presente texto es precisamente este estudio sistemati- zado de las entidades nosológicas más importantes. No obstante, debe quedar claro que ni conociendo de memoria la presente obra se puede estar en posesión de una buena capacitación clínica si no se atiende adecuadamente a las otras dos facetas del proceso educativo, es decir, adquisición de habilidades y formación de actitudes. Entre las habilidades, las más importantes son las que se refieren a la capacidad de realizar una correcta exploración física, es decir, obtener los datos semiológicos más relevantes. Pero para la práctica clínica se requieren también otras habilidades, tales como la capacidad de comunicación, la pericia en algunas técnicas elementales de laboratorio e incluso el aprendizaje de determinadas maniobras terapéuticas. Por último, la competencia clínica será completa sólo cuando junto con los conocimientos y habilidades, el estudiante adquiere la formación idónea en actitudes, para que su actuación se ajuste a los principios éticos. El objetivo del médico es el cuidado de los enfermos. Estos deben ser los protagonistas de nuestra profesión. Toda la actividad del clínico debe estar presidida por un pensamiento central: el bienestar de nuestros pacientes. El ejercicio médico emplea obviamente métodos científicos para resolver sus problemas, pero es evidente también que la práctica clínica no ha de ser tan sólo científicamente perfecta, sino que es preciso que esté impregnada de comprensión humana, madurez y sabiduría para determinar en cada momento qué camino es el más beneficioso para cada paciente. Debido a una serie de desafíos impuestos por causas externas derivadas de los cambios que está experimentando la sociedad actual, algunas grandes organizaciones de medicina interna han sentado los principios que deberían presidir la práctica médica en el nuevo milenio y que de alguna forma representan los fundamentos perennes de nuestra profesión. Son tres: 1. Principio de primacía del bienestar del paciente. Este principio plantea la necesidad de que exista una dedicación absoluta a servir los intereses del paciente. El altruismo contribuye a consolidar la confianza clave que debe existir en toda relación entre médico y paciente. Las fuerzas del mercado, las presiones sociales y las exigencias administrativas no deben poner en peligro este principio. 2. Principio de autonomía del paciente. Todo médico debe mostrar respeto por la autonomía de sus pacientes. Los facultativos han de ser honestos con sus pacientes y proporcionarles la información necesaria para que adopten decisiones ponderadas sobre su trata- miento. 3. Principio de justicia social. La profesión médica debe promover la jus- ticia en el sistema de atención primaria, incluidala distribución justa de los recursos existentes. Es esencial que los médicos participen FUNDAMENTOS DE LA PRÁCTICA MÉDICA http://booksmedicos.org Fundamentos de la práctica médica activamente en la supresión de la discriminación en la asistencia médica, ya se atenga a motivos raciales, sexuales, socioeconómicos, étnicos, religiosos o de cualquier otra índole social. PRINCIPIOS GENERALES DEL DIAGNÓSTICO Una de las facetas más importantes y difíciles del quehacer médico dia- rio es el diagnóstico, razón por la cual le dedicamos un estudio especial. Dicho proceso (tabla 1) comienza por una cuidadosa recogida de la anamnesis o historia clínica, en la que, junto a numerosos detalles que puedan ser de interés, ocuparán un lugar destacado las molestias subjetivas o síntomas que manifieste el paciente. Con frecuencia, una vez finalizada la anamnesis cabe ya aventurar un diagnóstico de sos-pecha. Inmediatamente se procede a la exploración física, es decir, a la recogida mediante los sentidos (vista-inspección, tacto-palpación, oído-auscultación, olfato- olfacción y, en tiempos pasados, incluso el gusto) de los signos o datos objetivos, tanto patológicos como normales, que permitan ir configurando el cuadro clínico del enfermo. En el momento en que dicha exploración ha terminado, a menudo la sos-pecha se ha convertido ya en diagnóstico de presunción o provisional. La fase siguiente consiste en la práctica de un conjunto de exploraciones complementarias (datos de laboratorio y técnicas de diagnóstico por imágenes, como radiografías, ecografías, tomografía computarizada [TC] o resonancia magnética [RM], pero también técnicas diversas realizables en gabinetes especiales, como el electrocardiograma [ECG], el electroencefalograma [EEG], la espirometría, la laparoscopia, etc.). El resultado de dichas exploraciones de laboratorio e instrumentales podrá confirmar o no los diagnósticos previamente presumidos, y habitualmente proporcionar el diagnóstico clínico definitivo. Con todo, no rara vez este, aunque considerado definitivo, es sólo parcial o incompleto. La fase del diagnóstico o diagnósticos definitivos —y aun dentro de las limitaciones de nuestros conocimientos actuales— se consigue tras el examen post mortem, es decir, con el diagnóstico anatomopatológico. En suma, pues, en la elaboración del diagnóstico se siguen los pasos del denominado método clínico. De los síntomas que expone el paciente se pasa a la comprobación objetiva de datos, o a la recogida de los signos, mediante la exploración física. Los distintos síntomas y signos se agrupan en los síndromes, que suelen traducir una alteración anatómica o funcional de un órgano o sistema. Por último, entre las distintas causas capaces de originar un síndrome concreto se llega a precisar con las exploraciones complementarias una posibilidad etiológica y se establece el diagnóstico de enfermedad o entidad nosológica. El proceso diagnóstico sigue una serie de pasos lógicos con los datos obte- nidos a partir del paciente. El médico debe poseer una mente abierta, dispuesta siempre a recibir o detectar cualquier nueva información, la cual, mediante un concatenado proceso de análisis y síntesis, se inten- tará incluir en el esquema diagnóstico que se está elaborando. Existe una gran similitud entre el método clínico y el método científico. En ambos, a partir de un conjunto de observaciones se elaboran una o varias hipótesis, con lo cual se logra formular en el método científi- co una teoría, y en el método clínico, un diagnóstico provisional. Uno de los pasos capitales en este proceso consiste en reunir un conjunto de síntomas y signos en los denominados síndromes, que orientan de modo específico sobre el trastorno anatomofuncional de un órgano o sistema concretos. Con ello, las posibilidades diagnósticas quedan muy reducidas, y sólo se trata ya de analizar las distintas causas capaces de provocar dichos trastornos para, mediante las exploraciones físicas o complementarias pertinentes, llegar al diagnóstico clínico definitivo. La naturaleza del razonamiento diagnóstico se ha ido conociendo mejor merced a las investigaciones en ciencias cognitivas, en ciencias relativas a la toma de decisiones y a los estudios sobre la llamada inteligencia artificial. Así, se reconocen diferentes estrategias de razo- namiento, como la probabilística (basada en relaciones estadísticas entre las variables clínicas y la verosimilitud diagnóstica), la causal (consistente en construir un modelo fisiológico y verificar hasta qué punto los hallazgos de un paciente determinado pueden ser explicados mediante él) o la determinística (basada en el empleo de sencillas reglas clínicas, derivadas de la práctica). Con todo, el proceso diagnóstico suele ser complejo, pues emplea partes de diferentes estrategias de razonamiento. Conviene conocer y atender a un conjunto de principios, algunos aparentemente triviales, que deben presidir la realización de cualquier proceso diagnóstico. Una condición absolutamente esencial para que el médico pueda per- catarse de los problemas de su paciente es dedicarle el tiempo suficiente. Aunque con la práctica el tiempo necesario para realizar una buena anamnesis y exploración física puede reducirse notablemente, si se compara con el que consume el inexperto, dicha reducción no puede quedar por debajo de un mínimo imprescindible. Otra condición que parece superfluo citar pero que se olvida en dema- sía es que durante el tiempo dedicado al enfermo hay que prestarle la suficiente atención, no sólo para escucharlo, sino para tratar de enten- derlo. A menudo, los pacientes utilizan expresiones que tienen para ellos un significado distinto que para el médico o para la población general. Dicho de otro modo: cuando el médico habla con su paciente, debe estar constantemente cerciorándose de que le está entendiendo. Si no basta con escuchar al enfermo, sino que es preciso entenderle, tampoco es suficiente con mirarlo, sino que es imprescindible intentar ver en él cualquier detalle que pueda conducir al diagnóstico. Con ello no se pretende limitar el quehacer diagnóstico únicamente al ejercicio visual. Sería peligroso renunciar a otros muchos métodos que coadyuvan a perfilar mejor el diagnóstico o los diagnósticos de nuestros pacientes. Pero es preciso destacar la gran importancia que encierra una atenta inspección. Es obvio que la capacidad de transformar el simple mirar en la habilidad de ver depende de algunas características innatas. Pero resulta innegable que la capacidad de observación, de fijarse en los detalles aparentemente nimios, se puede adquirir, por lo menos en parte, en virtud del ejercicio y de una adecuada disposición. Y prosiguiendo con la capacidad sensorial del explorador, no basta con palpar, sino que es preciso percibir o reconocer a través del tacto. En relación con este sentido, existen asimismo notables diferencias innatas, pero vale también aquí lo dicho a propósito de la inspección: si el estudiante se ejercita adecuadamente, podrá alcanzar un nivel suficiente de adiestramiento. Uno de los principios esenciales de la práctica clínica estriba en dudar de todo, es decir, tener conciencia sobre la gran dosis de incertidumbre que suele asociarse al ejercicio clínico. Es preciso que todas las hipótesis diagnósticas que el médico vaya elaborando las considere siempre como provisionales o parciales. Conviene que esté siempre dispuesto a modi- ficar su diagnóstico, sea de modo parcial o total. De hecho, el buen clínico comienza a establecer la primera aproximación al diagnóstico apenas entra en contacto con el paciente, puesto que la edad, el sexo y la apariencia externa ya producen en el buen observador una primera impresión. Estas hipótesis diagnósticas iniciales, evidentemente muy poco concretas, se van modulando con confirmaciones y rechazos, a lo largo de la recogida de la anamnesis, y se siguen elaborando en la mente del clínico durante la exploración física. Pero, tras ella —y una vez acabadaslas exploraciones complementarias pertinentes y establecido el diagnóstico definitivo—, el buen clínico sigue albergando respecto a este la convicción de que se trata de una conclusión provisional o parcial. Sólo cuando la respuesta a la terapéutica es la esperada, acaba por aceptar que el diagnóstico clínico ha sido correcto. Un principio de sentido común que debe presidir la actuación diagnós- tica del clínico es atender a la noción de frecuencia de las enfermedades. No rara vez el estudiante o el médico joven propende a sospechar la existencia del último síndrome o la última rareza clínica que haya leído Tabla 1 Fases del proceso diagnóstico FASE TIPO DE DIAGNÓSTICO Molestias subjetivas: síntomas Diagnóstico de sospecha Alteraciones objetivas: signos Diagnóstico de presunción o provisional Datos procedentes de exploraciones complementarias Diagnóstico definitivo Examen necrópsico Diagnóstico o diagnósticos anatómicos http://booksmedicos.org Fundamentos de la práctica médica en una revista científica o a pensar en la eventualidad etiológica más rara ante un síndrome clínico. Ello no quiere decir que deba cerrarse a las posibilidades diagnósticas raras. Es más, sólo grandes clínicos son capaces de reconocer en su práctica entidades nosológicas que sólo conocen por la bibliografía, sin haber tenido ocasión de observarlas previamente. Pero es absolutamente esencial que el ejercicio clínico sea presidido por el sentido común, y pensar en primer lugar en lo más corriente, para sólo después, una vez descartadas con certeza las entidades más frecuentes, considerar lo raro o incluso lo previamente ignoto. En muchas ocasiones, particularmente cuando se trata de afecciones muy frecuentes en la práctica diaria, la anamnesis y la exploración física ofrecen datos tan evidentes que el primer diagnóstico no es ya de presunción o provisional, sino definitivo. Pero otras veces la certeza diagnóstica se consigue únicamente mediante la práctica de exploraciones complementarias, cuyo uso debe ser presidido también por una serie de normas. En primer lugar, es preciso que las exploraciones complementarias merezcan este calificativo y no constituyan la actividad fundamen- tal del quehacer médico, sino sólo el complemento de un proceso diagnóstico perfectamente estructurado en virtud de la anamnesis y exploración física. Sólo cumplirán estas condiciones cuando tengan intencionalidad, es decir, cuando vayan dirigidas a comprobar o des- cartar un diagnóstico provisional previamente formulado. Solamente se encuentra lo que se busca; dar palos de ciego solicitando una amplísima batería analítica, radiológica o isotópica sólo suele conducir a que la medicina sea cada vez más cara, a que los documentos clínicos no quepan en los archivos y a que el número de accidentes debidos a las pruebas diagnósticas sea progresivamente más alto. En los tiempos actuales, y dados los costes crecientes de la medicina, es preciso que el médico se acostumbre a valorar el precio de sus decisiones, y así, ante dos pruebas complementarias de rendimiento similar, se decida siempre por la más económica, principio que segui- rá igualmente con respecto a las prescripciones terapéuticas. Pero, aparte de las cuestiones económicas, evidentemente importantes, hay otras consideraciones de trascendencia aún mayor. Al decidir las exploraciones complementarias, el médico debe atender, por encima de todo, al interés del enfermo. Así, es preciso tener en cuenta que el paciente experimenta ya un considerable grado de incomodidad física y psíquica por el hecho de estar enfermo y, por tanto, es imprescindible que el médico no añada nuevas incomodidades con la práctica de exploraciones complementarias que no sean estrictamente necesarias. Asimismo, es muy importante tener en cuenta las cualidades diagnós- ticas de diversas pruebas, en especial su sensibilidad y especificidad (tabla 1-2). Una cuestión a menudo olvidada y que en cierto modo guarda relación con lo que se acaba de exponer es la noción de la jerarquía en las pruebas complementarias. Es preciso que en todo momento del proceso diagnós- tico el médico tenga una clara noción jerárquica de las citadas pruebas, solicitándolas en un orden lógico, de acuerdo con su rendimiento, coste y riesgo. Asimismo, es útil que dentro de lo posible sepa inter- pretar personalmente los resultados de dichas exploraciones y no tenga que confiar exclusivamente en el dictamen del experto. En suma, el médico responsable del paciente cuidará con esmero de que las exploraciones complementarias constituyan un escalón coherente con el proceso intelectual que ha de presidir todo el ejercicio clínico. Tras haber completado las citadas fases del método clínico, se llega a establecer el diagnóstico definitivo. No pocas veces son varios los diagnósticos que se formulan. El buen clínico —que siempre duda de todo y está lejos de la autosuficiencia— sabe perfectamente que en medicina nada es definitivo y que sus conclusiones son siempre sólo parciales. Únicamente el examen necrópsico llega a aproximarse al diagnóstico definitivo, aunque incluso esta fase tiene evidentes limitaciones, derivadas del hecho de que el proceso del conocimiento biológico y, por tanto, médico sigue estando lejos de su final. Hoy en día, cuando está tan de moda propugnar la «medicina basa- da en la evidencia», deseo subrayar justamente su contrapunto, la incertidumbre. Nunca habrá un número suficiente de estudios epidemiológicos o aleatorizados para que todas las decisiones clínicas puedan basarse en constataciones matemáticas. Nuestra verdad es sólo parcial. En consecuencia, el ejercicio práctico —y este es el componente del arte clínico— es preciso llevarlo a cabo con una notable dosis de incertidumbre. Por tanto, la medicina basada en la evidencia se ha de ampliar con el concepto de medicina basada en la complejidad e incertidumbre. Y, es más, dentro del clima de la nueva relación médico-enfermo, madura y adulta, creo aconsejable que los médicos aprendamos a compartir la incertidumbre con nuestros pacientes. En enero de 2009, la Fundación Educación Médica publicó un pre- cioso opúsculo bajo el título El médico del futuro. A la pregunta: ¿qué tipo de médicos queremos? los autores responden describiendo para el médico deseable en el futuro las 10 características siguientes: 1. Un médico que trate pacientes, no enfermedades, es decir, que adapte las entidades nosológicas al contexto individual del pacien- te y haga a este partícipe en las decisiones relativas al tratamiento de sus enfermedades. 2. Un médico que adopte una aproximación crítica y sea capaz de ejer- cer su profesión en circunstancias de ambigüedad e incertidumbre. 3. Un médico comunicativo y empático, capaz de establecer una excelente relación con su enfermo y ganar su confianza. 4. Un médico responsable individual y socialmente, consciente de los límites de la medicina y capaz de comunicar a sus pacientes lo inevitable de la enfermedad y de la muerte. 5. Un médico capaz de tomar buenas decisiones tanto para el enfer- mo como para el sistema sanitario, es decir, que sepa conciliar los costes y los beneficios. 6. Un médico capaz de liderar un equipo médico y que evite la fragmentación de la atención sanitaria. 7. Un médico competente, capaz y seguro. 8. Un médico honesto y digno de confianza quien mediante la ade- cuada transparencia resuelva los conflictos de intereses derivados de las influencias externas. 9. Un médico comprometido, tanto con los pacientes como con las organizaciones sanitarias. 10. Un médico que sea ejemplo de profesionalismo, o sea, que sin renunciar a los derechos de disfrutar del merecido descanso y de una vida familiar digna, asuma su profesión con sentido vocacio- nal que impregne todas las facetas de su vida. Se trata de un bello decálogo al que me sumo con todas mis convic- ciones. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Anónimo. La profesión médica en el nuevo milenio: estatutos para la regula-ción de la práctica médica. Un proyecto de la Fundación ABIM, la Fundación ACP-ASIM y la Federación Europea de Medicina Interna. Med Clin (Barc) 2002;118:704-6. Tabla 2 Tabla de contingencia para la evaluación de las cualidades diagnósticas de un síntoma o una prueba SÍNTOMAS O PRUEBA ENFERMEDAD SÍ NO TOTAL Sí VP FP VP + FP No FN VN FN + VN Total VP + FN FP + VN = = = =Se VP VP + FN , Sp VN FP + VN , Pr+ VP VP + FF , Pr– VN FN + VN La sensibilidad representa la probabilidad de presentar una prueba positiva estando enfermo. La especificidad, la de presentar una prueba negativa estando sano. Las predictividades ofrecen la medida adecuada de la capacidad diagnóstica; así, la predictividad positiva es la probabilidad de estar enfermo teniendo una prueba positiva, y la predictividad negativa es la probabilidad de estar sano con una prueba negativa. FN: falsos negativos; FP: falsos positivos; Pr+: predictividad positiva; Pr–: predictividad negativa; Se: sensibilidad; Sp: especificidad; VN: verdaderos negativos; VP: verdaderos positivos. Se = VPVP + FN, Sp = VNFP + VN, Pr+ = VPVP + FF, Pr– = VNFN + VN http://booksmedicos.org Botón1:
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