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Enfermedades del aparato digestivo ENFERMEDADES DEL PERITONEO, DEL MESENTERIO Y DEL EPIPLÓN F. Gomollón García ENFERMEDADES DEL PERITONEO Las enfermedades peritoneales se pueden agrupar en tres grandes apartados: a) peritonitis; b) tumores peritoneales, y c) otras afecciones peritoneales poco frecuentes (cuadro 1). La ascitis se expone en el capítulo 29, Ictericias y enfermedades de las vías biliares, y capítulo 30, Hipertensión portal y enfermedades vasculares del hígado. ■ PERITONITIS Peritonitis bacteriana secundaria Se produce como consecuencia de la contaminación de la cavidad peritoneal por gérmenes procedentes del tracto gastrointestinal, el árbol biliar, el páncreas o el aparato genitourinario, o al paso de los mismos de los tejidos inflamados o por la perforación espontánea o traumática Enfermedades del peritoneo, del mesenterio y del epiplón PERITONITIS Infecciosas Peritonitis bacteriana secundaria Absceso peritoneal Peritonitis asociada a la diálisis peritoneal Peritonitis bacteriana espontánea Peritonitis en la enfermedad inflamatoria pélvica Peritonitis tuberculosa Peritonitis en los enfermos de sida e inmunodeprimidos Peritonitis micótica y parasitaria No infecciosas Peritonitis granulomatosas Enfermedades del tejido conectivo y vasculitis Fiebre mediterránea familiar TUMORES PERITONEALES Mesotelioma Tumores metastásicos (carcinomatosis) Seudomixoma peritoneal ENFERMEDADES PERITONEALES POCO FRECUENTES Peritonitis eosinofílica Endometriosis Leiomiomatosis múltiple Lipomatosis pélvica Enfermedades del peritoneo de estas vísceras. En otras ocasiones se debe a la ruptura de abscesos intraabdominales o a la contaminación externa por heridas o traumatis- mos penetrantes. La peritonitis consecutiva a la perforación del tracto digestivo es, en la gran mayoría de los casos, una infección polimicrobia- na constituida por gérmenes gramnegativos aerobios (el más frecuente, Escherichia coli) y anaerobios (especie predominante, Bacteroides fragilis). No todos los agentes infecciosos tienen la misma patogenicidad, y E. coli destaca por su capacidad de producir bacteriemia. Las peritonitis de origen hospitalario, especialmente aquellas que siguen a una inter- vención y/o estancia en una unidad de cuidados intensivos, presentan con frecuencia contaminación por Pseudomonas spp., Enterococcus spp., Staphylococcus, especialmente resistentes a la meticilina, u hongos, en cuyo caso es más común la resistencia a los antibióticos (o antifúngicos) utilizados habitualmente. Se llama peritonitis químicas a las ocasionadas por agentes no bacterianos, aunque posteriormente se siguen siempre de contaminación por microorganismos. Las sustancias que habitualmente las producen son el contenido gástrico, el jugo pancreático, la bilis, la sangre, la orina y el bario. La gravedad de la infección peritoneal depen- de de numerosos factores, como la localización de la perforación (gás- trica y duodenal de menor inóculo y la contaminación más tardía frente a intestino delgado y grueso, con mayor carga bacteriana y predominio de anaerobios) y el lugar donde sucede la infección: comunitaria frente a la hospitalaria más grave. Sin embargo, el determinante fundamental de la gravedad es la duración del cuadro antes de instituir el tratamiento adecuado, que suele ser quirúrgico. El dolor intenso y de presentación brusca es el síntoma más frecuente e importante, si bien puede ser poco intenso, o incluso estar ausente en pacientes muy jóvenes, ancianos, psicóticos o enfermos tratados con glucocorticoides, con ascitis, o en tratamiento antibiótico previo. Su localización depende de la enfermedad causal y del carácter difuso o localizado de la inflamación: en las peritonitis generalizadas suele localizarse al principio en relación con el proceso causal para luego extenderse al resto del abdomen. El dolor empeora con los movimien- tos y con la respiración, por lo que es habitual encontrar al paciente inmóvil, con respiración rápida y superficial y con las rodillas flexio- nadas. La presencia de dolor de hombros sugiere que la inflamación afecta al peritoneo diafragmático. Además suele haber distensión abdo- minal, anorexia, náuseas, vómitos y cierre intestinal. Generalmente hay fiebre de 38 °C-40 °C, taquicardia e hipotensión. En las peritonitis generalizadas el shock suele estar presente. Los ruidos intestinales están disminuidos o ausentes, existe sensibilidad abdominal y contractura muscular involuntaria. La exploración física debe completarse con el examen rectal y vaginal, para detectar sensibilidad o masas en la región pelviana (v. cap. 17, Abdomen agudo). Los resultados del laboratorio muestran habitualmente leucocitosis con neutrofilia, hemoconcen- tración y acidosis metabólica. En la radiografía simple de abdomen suele existir dilatación de asas intestinales. En caso de perforación se encuentra neumoperitoneo sólo en el 60%-75% de los enfermos, por lo que su ausencia en absoluto descarta el diagnóstico. La TC es más sensible (> 95%) y, por tanto, tiene un valor predictivo negativo mayor; actualmente es la técnica diagnóstica de elección, al revelar a menudo la etiología del proceso o demostrar un absceso. El diagnóstico diferencial con la peritonitis bacteriana espontánea (primaria) en pacientes con cirrosis hepática puede ser difícil de realizar sobre la base exclusivamente de los datos clínicos. La presencia de un líquido ascítico notablemente neutrofílico (> 10 000/mL), el carácter polimicrobiano de la infección, una con- centración de proteínas totales mayor de 10 g/L, con una diferencia seroascítica de albúmina inferior a 1,1, el descenso de los niveles de glucosa y el aumento de la lactato-deshidrogenasa son datos a favor de la peritonitis secundaria. El tratamiento principal de la peritonitis bacteriana secundaria consiste en la intervención quirúrgica, si es posible con acceso laparoscópico, que tiene como objetivos básicos el control de la causa de la infección y el drenaje de la cavidad abdominal. Son también puntos clave la repo- sición de la volemia, la corrección de las alteraciones hidroelectrolíticas y la analgesia. La administración empírica de antibióticos debe iniciarse de forma precoz, sin perjuicio de obtener previamente muestras para cultivo (hemocultivo habitualmente). Según los antecedentes del paciente y de los patrones de resistencia locales se puede elegir entre varias opciones: piperacilina y tazobactam; un carbapenem (imipenem o meropenem); una combinación de ciprofloxacino y metronidazol; aztreonam y clindamicina, o bien un aminoglucósido y metronidazol (o clindamicina). El tratamiento de la infección por Candida albicans con fluconazol, o en casos seleccionados anfotericina B o caspofungina, debe realizarse en casos con infecciones abdominales recurrentes tras tratamiento antibiótico, en pacientes inmunodeprimidos y en abs- cesos candidiásicos. A pesar de los nuevos tratamientos antibióticos, la peritonitis secundaria tiene una elevada morbimortalidad. Los factores que influyen en la supervivencia son la demora en el diagnóstico y el tratamiento, el lugar de la perforación, la infección postoperatoria, el estado nutricional, la afección multiorgánica y la edad. La mortalidad por perforación libre del colon se sitúa entre el 20% y el 40%, mientras que la debida a una perforación ulcerosa es inferior al 10%. Absceso intraperitoneal Se trata de una colección encapsulada de tejido necrótico, gérmenes, leucocitos y líquido peritoneal, localizada en uno de los espacios de la cavidad peritoneal o entre asas intestinales y epiplón, que contribuyen junto con el tejido fibroso a formar su pared. Se origina como resultado de la evolución de una peritonitis generalizada o como consecuencia de la localización eficaz de una enfermedad contigua. Sus causas más frecuentes son apendicitis, diverticulitis, pancreatitis,lesiones del árbol biliar, úlcera péptica perforada, cirugía abdominal previa, traumatis- mos y, especialmente, la enfermedad de Crohn. La bacteriología es polimicrobiana, similar a la descrita anteriormente en la peritonitis. Aunque el cuadro clínico está constituido por dolor abdominal, fiebre, afección del estado general y, menos a menudo, masa palpable, estos hallazgos no siempre están presentes, por lo que se debe mantener un alto índice de sospecha, especialmente en el postoperatorio de cirugía abdominal. La fiebre, con frecuencia en picos y precedida de escalo- fríos, es el síntoma común e inicial. Los abscesos que no están en contacto con el peritoneo parietal provocan un dolor visceral mal definido que no se acompaña de signos de irritación peritoneal, y en aquellos situados entre las asas intestinales, el espacio subfrénico o la pelvis es difícil o imposible detectar la presencia de masa abdominal. En los abscesos pelvianos, el examen rectal o vaginal puede revelar la existencia de dolor o masa sensible. Los abscesos subfrénicos ocasionan a veces dolor de hombros e hipo por irritación diafragmática, los situa- dos en la proximidad del colon pueden ocasionar diarrea, y los que están en contacto con la vejiga, disuria o polaquiuria. Cuadro 1 Enfermedades del aparato digestivo Entre los datos de laboratorio habitualmente destaca leucocitosis, no siempre presente, y anemia normocítica. Aunque hay a veces hallazgos en la radiología simple, su valor predictivo negativo es claramente insu- ficiente, por lo que la ultrasonografía y, especialmente, la TC abdomina- les constituyen las técnicas diagnósticas más adecuadas. Habitualmente se prefiere la TC por cuanto tiene mayor sensibilidad diagnóstica, superior al 95%, y no resulta interferida por la interposición de gas, heridas operatorias o drenajes, ofrece una completa y rápida evaluación del abdomen y pelvis, y es el mejor procedimiento para visualizar los abscesos subdiafragmáticos, retroperitoneales y centroabdominales. Ambas técnicas ofrecen la posibilidad de realizar punciones dirigidas para confirmar el diagnóstico. Las ultrasonografías transvaginal y rectal son de gran eficacia en el estudio de los abscesos pélvicos. El tratamiento del absceso intraperitoneal consiste en su drenaje aso- ciado a antibioterapia apropiada y seguimiento riguroso posterior para garantizar su resolución. El abordaje quirúrgico, otrora obligatorio, se reserva hoy para los fracasos del drenaje percutáneo guiado por ultrasonografía y/o TC que tiene éxito entre el 75%-90%, con baja tasa de complicaciones; o para cuando hay entidades asociadas que requieren cirugía. El régimen antibiótico aconsejado es similar al de la peritonitis bacteriana secundaria. Peritonitis asociada a diálisis peritoneal Esta forma de peritonitis secundaria es la complicación más frecuente de la diálisis peritoneal. Su incidencia aproximada es de 1,4 episodios por enfermo y año. La infección ocurre generalmente a través de la luz del catéter o por su trayecto por el orificio de salida o túnel subcutáneo. Esto justifica que sean las bacterias habituales de la piel, como Staphylococcus epidermidis y aureus y Streptococcus viridans, las responsables de alrededor del 80% de los casos. Otras vías de contami- nación son la hematógena y la traslocación bacteriana intestinal. Las bacterias gramnegativas (E. coli y P. aeruginosa) constituyen el segundo grupo de gérmenes en orden de frecuencia. En raras ocasiones puede deberse a microorganismos anaerobios (cuando la infección es polimi- crobiana debe sospecharse perforación intestinal u otra enfermedad intraabdominal), y sobre todo en pacientes inmunodeprimidos con peritonitis recurrente o tratamientos antibióticos de amplio espectro previos, la infección puede estar causada por micobacterias, Candida u otros hongos. El cuadro clínico se define por la presencia de fiebre, dolor, sensibilidad abdominal (80%) y leucocitosis. Existen pacientes asintomáticos en los que la infección sólo se pone de manifiesto por la turbidez del líquido peritoneal, dato presente en el 98% de los casos. La presencia de un líquido turbio, con un recuento superior a 100 leucocitos/dL, de los que más del 50% son polimorfonucleares, sugiere fuertemente el diagnóstico. Este se confirmará por la presencia de los gérmenes en el cultivo del líquido ascítico, más eficiente si se lleva a cabo en medio para hemocultivo. El tratamiento consiste en la administración intraperitoneal de antibió- ticos, asociada en algunos casos a su prescripción oral o intravenosa. Habitualmente se emplean vancomicina, teicoplanina y cefalosporinas de tercera generación. Las tasas de respuesta oscilan entre el 82% y el 100%, y la mortalidad es inferior al 1%. Si después de 5 días los cultivos son todavía positivos, se recomienda retirar el catéter, especialmente si existe también infección del orificio de salida del catéter por el mismo germen. Peritonitis bacteriana espontánea Peritonitis en la enfermedad inflamatoria pélvica La peritonitis en la enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) es secun- daria a la contaminación de la cavidad peritoneal a partir de una infección ascendente del aparato genital femenino. En la mayoría de los casos, la infección se transmite sexualmente, y en más de las tres cuartas partes los microorganismos son Neisseria gonorrhoeae y Chlamydia trachomatis. Los síntomas y signos suelen limitarse a la pelvis (dolor hipogástrico, hipersensibilidad anexial, leucorrea), pero también pueden ser generalizados con fiebre, dolor y sensibilidad abdominal. Las mujeres con EIP aguda pueden presentar perihe- patitis, que constituye el síndrome de Fitz-Hugh-Curtis. Este cuadro clínico se caracteriza por dolor y sensibilidad en hipocondrio derecho asociados o no a flujo vaginal, ascitis, roce hepático y fiebre. El líquido ascítico es rico en leucocitos y tiene una elevada concentración de proteínas. La biopsia endometrial, la laparoscopia y la constatación de la infección por gérmenes característicos son los procedimientos que conducen al diagnóstico. Como tratamiento se han propuesto diversas combinaciones de antibióticos, entre las cuales la asociación de cefoxitina (2 g/6 h i.v.) y doxiciclina (100 mg/12 h p.o. o i.v.) se ha mostrado muy eficaz. Peritonitis tuberculosa Aunque se trata de una enfermedad poco común en los países occi- dentales, representa el 4%-11% de las formas extrapulmonares de la tuberculosis, y en España ocupa la tercera causa de ascitis después de la cirrótica y la neoplásica. Además, en los últimos años su frecuencia ha aumentado debido al incremento de la inmigración desde zonas endémicas y al mayor número de personas infectadas por HIV y de pacientes inmunodeprimidos o sometidos a terapia inmunomo- duladora, por ejemplo, con el uso de anticuerpos anti-TNF-a. En esta «nueva tuberculosis», las manifestaciones extrapulmonares de la enfermedad son más frecuentes y pueden presentarse hasta en el 50% de los casos. La tuberculosis peritoneal es siempre secundaria y aparece como consecuencia de: a) la reactivación de un foco peri- toneal latente resultante de una siembra hematógena anterior; b) la diseminación hematógena de una tuberculosis pulmonar activa o miliar generalizada, y c) la extensión por contigüidad desde un foco adyacente a la cavidad peritoneal (intestino, adenopatías, aparato genital femenino). El cuadro clínico se define por sensación de distensión abdominal (82%), fiebre (74%), dolor y sensibilidad abdominal (58%) y un síndrome tóxico general con anorexia y pérdida de peso (62%). La ascitis es el hallazgo físico más frecuente y se encuentra en más del 95% de los casos. La prueba de la reacción cutánea a la tuberculina es negativa en alrededor del 30% de los pacientes. La radiografía de tórax detecta lesiones pulmonares o pleurales en aproximadamente la mitad de los enfermos. Por ello, sólo mantener un alto índicede sospecha puede ayudar al diagnóstico. El análisis del líquido ascí- tico muestra, de forma característica, una elevada concentración de proteínas totales (> 30 g/L), con una diferencia seroascítica de albúmina inferior a 1,1 y aumento de leucocitos (1000-3000/mL), con claro predominio de linfocitos, que suele ser superior al 75%. La determinación de la enzima adenosindesaminasa (ADA) ha mostrado una sensibilidad y especificidad del 100%, y 96%, respectivamente, para un nivel de corte superior a 33 U/L, aunque estos resultados no han sido tan brillantes en estudios realizados en países no endémicos (occidentales), y en pacientes cirróticos la sensibilidad de la prueba parece ser menor. Es frecuente una elevación de los niveles de CA 125, que puede dificultar el diagnóstico diferencial con el tumor ovárico. La tinción de Ziehl es positiva en el 3%-5% de los pacientes y el cultivo tradicional, además de lento (4-8 semanas), es poco sensible (20%). El mejor rendimiento se obtiene combinando la determinación de ADA con los nuevos métodos basados en ensayos inmunológicos y/o determinaciones mediante la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) multiplex. La ultrasonografía y la TC son exploraciones que ofrecen hallazgos inespecíficos como ascitis de alta densidad, presencia de adenopatías mesentéricas y engrosamiento del mesenterio y epiplón. Sin embargo, la técnica más eficaz es la laparoscopia. La visión de la cavidad perito- neal permite el diagnóstico hasta en el 95% de los casos, porcentaje que aumenta prácticamente al 100% con la toma de biopsias para estudio histológico. En presencia de ascitis, el diagnóstico diferencial se plantea fundamentalmente con las ascitis malignas consecutivas a neoplasias peritoneales primarias o secundarias, especialmente ováricas. En este caso, una citología positiva para malignidad o la realización de una laparoscopia, si el examen anterior fuese negativo, establecerán el diagnóstico. La peritonitis tuberculosa es Enfermedades del peritoneo, del mesenterio y del epiplón especialmente frecuente en la cirrosis hepática, sobre todo alcohólica, y en estos pacientes su diagnóstico es más difícil, pues la incidencia de dolor abdominal, fiebre y tuberculina positiva es menor. Por otra parte, las características del líquido ascítico no siempre son las habituales de esta enfermedad, y este líquido puede presentar un nivel bajo en proteínas, un menor predominio linfocitario y una sensibilidad inferior para la ADA. En estos casos es necesario un alto grado de sospecha clínica para poner en marcha los exámenes complementarios (laparoscopia) que permitan un diagnóstico. El tratamiento es el mismo que el utilizado para la tuberculosis pul- monar. Si se realiza de forma precoz, el porcentaje de éxitos es muy elevado y el de recaídas, inferior al 5%. Peritonitis en enfermos de sida y otros pacientes inmunodeprimidos En los enfermos con sida y en inmunodeprimidos, el peritoneo puede infectarse por un gran número de gérmenes como CMV, Pneumocystis jiroveci, Microsporidia, Coccidioides immitis, Histoplasma capsulatum y micobacterias (M. tuberculosis y M. avium-intracellulare). También son más frecuentes que en la población general las neoplasias como linfomas no hodgkinianos y sarcoma de Kaposi. Estos procesos se manifiestan clínicamente por dolor abdominal, fiebre y ascitis, que se caracteriza por su elevado contenido proteico. En estos pacientes es frecuente la enfermedad hepática crónica (virus de la hepatitis B, C y D, y alcoholismo), por lo que la ascitis puede deberse también a hipertensión portal y presentar su patrón analítico característico y el riesgo de desarrollar peritonitis bacteriana espontánea. Alrededor del 6% de los enfermos con sida explorados ecográficamente tiene ascitis de uno u otro origen, por lo que es prácticamente obligado descartar en estos pacientes todas las causas que pueden dar lugar a este síndrome. Otras peritonitis La peritonitis micótica se observa cada vez más a menudo, y en la mayo- ría de los casos se debe a una infección causada por C. albicans. En raras ocasiones se han descrito peritonitis por Histoplasma capsulatum, Cryptococcus neoformans o Coccidioides immitis. La candidiasis perito- neal es habitualmente secundaria a contaminación por perforación del tracto gastrointestinal, cirugía o el uso de catéteres permanentes (diálisis peritoneal). Los estados de inmunodeficiencia favorecen su aparición. Candida puede aislarse tras la inyección de líquido ascítico en frascos de hemocultivo. El tratamiento consiste en la eliminación del foco causal y en la administración de anfotericina B, fluconazol o caspofungina. Se han descrito casos excepcionales de peritonitis parasitaria en esquis- tosomiasis, oxiuriasis, ascaridiasis, amebiasis y estrongiloidiasis. Aun- que rara, la hidatidosis peritoneal todavía existe en nuestro país. Las manifestaciones clínicas más habituales son dolor, palpación de masas abdominales y reacciones anafilácticas. El tratamiento médico es poco efectivo y, siempre que sea posible, debe procederse a la intervención quirúrgica. Las denominadas peritonitis granulomatosas son el resultado de la respuesta inflamatoria peritoneal a una gran variedad de estímulos como agentes infecciosos (micobacterias, hongos o parásitos) o cuerpos extraños (bario, polvos de talco o de almidón procedentes de guantes quirúrgicos). Excepcionalmente pueden presentarse en la sarcoidosis o la enfermedad de Crohn. La peritonitis por polvo de almidón se caracteriza por un cuadro de dolor, sensibilidad abdomi- nal, febrícula y, en ocasiones, ascitis que aparece a las 2-4 semanas de la intervención quirúrgica para remitir de forma espontánea en 10-14 días. Su incidencia ha disminuido drásticamente con el uso de otros lubrificantes para los guantes quirúrgicos. La peritonitis puede ser una manifestación clínica poco común del lupus eritematoso sis- témico y de la esclerodermia, y es excepcional en las vasculitis como la poliarteritis nudosa, la vasculitis granulomatosa de Churg-Strauss o el síndrome de Schönlein-Henoch. La fiebre mediterránea familiar se caracteriza por episodios recurrentes de fiebre y poliserositis, entre las cuales la peritonitis es prácticamente constante a lo largo de su curso evolutivo. ■ TUMORES PERITONEALES Mesotelioma Este tumor procede del mesotelio o del tejido conectivo subepitelial. La gran mayoría de los mesoteliomas peritoneales son malignos e histológicamente se distinguen tres tipos: epiteliales (67% de los casos), sarcomatoides (7%) y formas mixtas (26%). Predominan en el varón (4:1) y su máxima incidencia ocurre entre los 50-75 años. Su aparición está asociada, en la mayoría de los casos (70%- 80%), a la exposición al asbesto, con un tiempo medio de latencia de 30-40 años. Los síntomas más comunes son dolor, distensión abdominal, ascitis (90%) y masas abdominales, a los que pueden añadirse manifestaciones de obstrucción intestinal, pérdida de peso y fiebre. La presencia de alteraciones pleuropulmonares originadas por el asbesto es frecuente y su demostración por radiología o TC torácica sirve para sugerir el diagnóstico. La ultrasonografía, la TC o la RM pueden poner de manifiesto ascitis, masas intraabdominales y nódulos peritoneales. La TC y la RM son capaces, además, de demostrar la existencia de engrosamiento peritoneal y mesentérico y la ausencia habitual de invasión local o metastásica a distancia, aunque el diagnóstico debe confirmarse histológicamente. El tratamiento no está estandarizado y la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia aisladas son poco efectivas. Se consideraba que su evolución era inevitablemente mortal, con una supervivencia media de sólo 8 a 12 meses, y casos excepcionales de sobrevida más prolongada. Sin embargo, el uso de cirugía cito- rreductora y quimioterapia intraperitoneal en centros de referencia ha mejorado claramente el pronóstico, con algunasseries con una supervivencia superior al 50% a los 5 años. Tumores metastásicos (carcinomatosis peritoneal) La afección metastásica del peritoneo es un hecho frecuente, lo que condiciona que sea el tumor peritoneal más común. Las neoplasias que habitualmente originan siembras peritoneales son los carcinomas digestivos (colon, estómago, páncreas) y del aparato genital femenino (ovario y endometrio). Entre las extraabdominales predominan los cánceres de mama y pulmón. Otras neoplasias que pueden raramente metastatizar en el peritoneo son sarcomas, linfomas, leucemias y mielomas. Los hallazgos clínicos más frecuentes son la ascitis y el dolor abdominal difuso, y los síntomas de obstrucción intestinal. La paracentesis es de gran utilidad diagnóstica. La existencia de ascitis hemorrágica (5%-10%) es sugerente pero no diagnóstica. El análisis del líquido ascítico suele tener una alta celularidad, con predominio de hematíes y unos leucocitos entre 2000-3000/mL. La concen- tración de proteínas es superior a 25 g/L y la diferencia seroascítica de albúmina, inferior a 1,1/L. La citología es positiva para malignidad en el 93%-100% de los casos y tiene una alta especificidad, por lo que constituye el examen más rentable. El CA 125 puede estar des- proporcionadamente elevado en el cáncer de ovario y sugerir este diagnóstico. La obstrucción neoplásica de los conductos linfáticos ocasiona una ascitis quilosa. La ultrasonografía, la TC y la RM son de gran utilidad para confirmar la presencia de ascitis y pueden orientar hacia la malignidad. En algunos casos, la PET puede ser la única técnica capaz de detectar metástasis peritoneales. Si las exploraciones anteriores no son concluyentes, especialmente cuando la citología es negativa, la laparoscopia con toma de biopsia dirigida establecerá el diagnóstico definitivo. La carcinomatosis peritoneal es indicativa de neoplasia avanzada diseminada y, en consecuencia, su pronóstico es malo. El tratamiento va fundamentalmente encaminado a prolongar la supervivencia y reducir la ascitis y malestar que ocasiona. Los diuréticos no son efec- tivos en estos pacientes. La paracentesis de importantes cantidades de líquido ascítico se tolera bien y alivia transitoriamente las moles- tias abdominales. La intervención quirúrgica puede estar indicada para paliar las complicaciones, como obstrucción intestinal. En casos seleccionados, y especialmente en algunos centros de referencia, dife- rentes procedimientos de peritonectomía y resecciones viscerales, junto con quimioterapia intraperitoneal y sistémica, han obtenido buenos resultados para erradicar las lesiones peritoneales y controlar el tumor Enfermedades del aparato digestivo ENFERMEDADES DEL MESENTERIO Y DEL EPIPLÓN primario y las recurrencias, especialmente en los tumores ováricos y, en ocasiones, en tumores de origen digestivo. Seudomixoma peritoneal (tumores mucinosos peritoneales) El seudomixoma es una forma especial de tumor peritoneal carac- terizado por la presencia, dentro de la cavidad abdominal, de un material gelatinoso constituido por mucina. El término seudomixo- ma peritoneal debe reservarse para el grupo de pacientes en los que la mucina extracelular y la fibrosis reactiva resultan de la ruptura y diseminación no invasiva de un adenoma mucinoso apendicular. Estos enfermos deben diferenciarse de aquellos pacientes con ascitis mucinosa procedente de la diseminación de carcinomas invasivos con alto grado de malignidad (carcinomatosis mucinosa peritoneal) y de carcinomas bien diferenciados de bajo grado de malignidad y poco invasivos del aparato digestivo (apéndice, colon, intestino delgado, estómago) o del ovario. Esta separación es importante porque con- lleva consecuencias pronósticas y terapéuticas. La supervivencia a los 5 años en cada uno de estos grupos es de alrededor del 84,7% y 38%, respectivamente. El curso clínico del seudomixoma peritoneal y de los carcinomas mucinosos de baja malignidad (difíciles de separar histológica y clínicamente) es lento e indolente, y está definido por la presencia de distensión abdominal progresiva. En la zona apendicular u ovárica se puede palpar una masa tumoral. Los hallazgos ecográficos y, sobre todo, de la TC abdominal son muy útiles para sugerir el diagnós- tico y para indicar y planificar la cirugía. El diagnóstico definitivo se establece por laparoscopia o laparotomía al demostrar la ascitis gelatinosa característica. El tratamiento indicado es la extirpación del tumor, que puede ser extraordinariamente laboriosa, acompañada de irrigación copiosa del peritoneo con dextrano. Recientes publicaciones de series observacionales refieren buenos resultados con una operación citorreductora (peritonectomía y resección visceral adaptada a cada caso), seguida de quimioterapia intraperitoneal, con supervivencias superiores al 80% a los 5 años. Otras enfermedades peritoneales En la gastroenteritis eosinófila se puede afectar, infrecuentemente, el peritoneo, con presencia de una ascitis con un elevado número de eosinófilos, por lo general superior al 50%. La comunicación del aparato genital femenino con la cavidad peritoneal a través de las trompas justifica la presencia esporádica de implantes endometriales (endometriosis), probablemente por un mecanismo de menstruación retrógrada (v. cap. 23, Otras enfermedades intestinales). Este proceso, que puede ocasionar dolor pélvico crónico, no suele tener habitual- mente relevancia por sus manifestaciones clínicas, pero puede plantear problemas de diagnóstico diferencial con otros tumores peritoneales. La laparoscopia, con toma de biopsia, es de gran utilidad diagnóstica y terapéutica. La cavidad peritoneal puede también ser asiento excepcional de tumo- res benignos de fibras musculares lisas (leiomiomatosis múltiple), de implantes esplénicos postraumáticos (esplenosis) o de depósitos de grasa normal localizados en los espacios perirrectal o perivesical (lipo- matosis pélvica). ■ HEMORRAGIA MESENTÉRICA Suele tener como causa el tratamiento anticoagulante crónico o trau- matismos abdominales. La clínica consiste en dolor, síntomas obstruc- tivos y masa abdominal palpable. La radiología con contraste puede demostrar separación y desplazamiento de las asas intestinales y signos de hemorragia submucosa. La ultrasonografía y la TC abdominal revelan la presencia de una masa originada por la colección hemática. Su carácter homogéneo e hiperdenso en la fase inicial es muy sugestivo de esta lesión en la TC. El tratamiento consiste en la supresión de la medicación anticoagulante. Algunos hematomas traumáticos requieren intervención quirúrgica. ■ ENFERMEDADES INFLAMATORIAS DEL MESENTERIO Estas enfermedades son probablemente aspectos diferentes de un mismo espectro inflamatorio crónico inespecífico del mesenterio. La paniculitis mesentérica representa la fase inflamatoria del tejido adiposo, y la mesenteritis retráctil, el estadio fibrótico final. A estos dos procesos hay que añadir la fibrosis retroperitoneal con la que frecuentemente se solapan clínica e histológicamente. La paniculitis mesentérica se manifiesta como un engrosamiento del mesenterio, que aparece infiltrado de forma difusa o en forma de una masa única o múltiple. Microscópicamente existe inflamación crónica, infiltración y necrosis grasa con macrófagos cargados de lípidos, fibro- sis y, en ocasiones, calcificación. En la mesenteritis retráctil, el mesen- terio está engrosado y retraído por la fibrosis y presenta frecuentes adherencias con el peritoneo. La retracción mesentérica hacia su raíz puede causar angulaciones y estenosis de las asas intestinales, trombosis venosa y obstrucción de los vasos linfáticos. En el microscopio se encuentran proliferación de tejido fibroso, calcificaciones, escaso componente inflamatorio y disminución de la grasa mesentérica. Estas enfermedades inciden con mayor frecuencia en la mujer y suelen presentarseen la edad adulta. El síntoma más constante es el dolor abdominal, al que con frecuencia se asocian vómitos, pérdida de peso, fiebre y alteraciones del hábito intestinal. El hallazgo físico más común es la presencia de una masa abdominal sensible. En la mesenteritis retráctil pueden añadirse síntomas y signos de obstrucción intes- tinal y ureteral. La interrupción del drenaje linfático puede ocasionar enteropatía perdedora de proteínas o, incluso, ascitis quilosa. La TC y la RM pueden establecer el diagnóstico y facilitar la toma de biopsia. Sin embargo, la laparoscopia o la laparotomía son las que permiten realizar el diagnóstico definitivo. Los glucocorticoides e inmunodepre- sores (azatioprina y ciclosporina) han sido eficaces en raras ocasiones. Se han comunicado casos aislados de respuesta a la progesterona, tal vez por un efecto antifibrogénico. La intervención quirúrgica se reserva para establecer el diagnóstico (si no se ha efectuado por otros procedimientos) y resolver complicaciones como la obstrucción intes- tinal y ureteral. ■ TORSIÓN E INFARTO DEL EPIPLÓN La torsión del epiplón mayor es una rara afección que suele presentarse en la edad adulta y cuyo síntoma principal es la existencia de dolor localizado en el hemiabdomen derecho, en el 80% de los casos, en el cuadrante inferior. Alrededor de la mitad de estos pacientes presenta náuseas, vómitos, fiebre, masa palpable y leucocitosis. En algunos casos puede haber signos de irritación peritoneal. Con este cuadro clínico puede hacerse el diagnóstico erróneo de apendicitis o colecistitis aguda, y someter al paciente a laparotomía de urgencia, para encon- trarse un epiplón con edema, ingurgitación vascular y, habitualmente, gangrena. La exéresis del omento es curativa. El infarto del epiplón predomina en niños y adultos jóvenes y tiene expresión clínica similar, que suele también conducir al diagnóstico erróneo de apendicitis o colecistitis aguda. La laparotomía revela un epiplón engrosado con un área infartada, por lo general en su lado derecho. El tratamiento consiste en la extirpación del segmento necrosado. ■ QUISTES Y TUMORES DEL MESENTERIO Y DEL EPIPLÓN Los quistes son formaciones poco comunes que se localizan en el mesenterio con una frecuencia cinco veces mayor que en el epiplón. En la mayoría de los casos se trata de quistes linfáticos de origen embrionario (linfangiomas) resultantes del crecimiento progresivo de tejido linfático congénitamente malformado. En algunos quistes se ha invocado un origen traumático, infeccioso o neoplásico. Su sintomatología es inespecífica, y puede ser aguda si hay alguna com- plicación local (hemorragia). Se diagnostican por ultrasonografía y/o TC. El tratamiento consiste en la extirpación completa de la lesión. Los tumores primarios del mesenterio y del epiplón son excepcionales e histológicamente pueden derivar de cualquier elemento celular que Enfermedades del peritoneo, del mesenterio y del epiplón los constituye. Alrededor de 2/3 de los tumores son benignos. La lesión tumoral benigna más frecuente es el fibroma, seguida del leio- mioma y el lipoma. Entre los tumores malignos los más comunes son el fibrosarcoma y el leiomiosarcoma. Los síntomas son inespecíficos y el diagnóstico se basa en el estudio anatomopatológico de la lesión. El único tratamiento eficaz es la resección quirúrgica. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Lee J, Kim SM, Park SJ, Lee SO, Choi SH, Kim YS, et al. 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