Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Diseño: Gerardo Miño Composición: Eduardo Rosende Edición: Primera. Marzo de 2012 Tirada: 600 ejemplares ISBN: 978-84-92613- Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. © 2012, Miño y Dávila srl / © 2012, Pedro Miño Dirección postal: Av. Rivadavia 1977, 5º B (C1033AAV) Buenos Aires, Argentina Tel: (54 011) 3534-6430 e-mail producción: produccion@minoydavila.com e-mail administración: info@minoydavila.com web: www.minoydavila.com Oscar Nudler, María Angélica Fierro, Glenda Satne (comps.) LA FILOSOFIA A TRAVÉS DEL ESPEJO Estudios metafilosóficos 85 La philosophía según Platón1 María Angélica Fierro 1. La complejidad de sentidos del término philosophía en cuatro diálogos platónicos Procuraremos en este trabajo aproximarnos a la concepción de la filosofía de Platón a través de un análisis del término philosophía en tres diálogos medios, a saber el Fedón (=Phd.), el Banquete (=Smp.) y la República (=R.), y en uno de transición a la vejez, el Fedro (=Phdr.).2 Veremos aquí que, de acuerdo a nuestra interpretación, su concepto de filosofía abarca en principio dos rasgos: el de “deseo de sabidu- ría”, que es el más destacado por autores como Burkert,3 Havelock4 y 1 Agradezco al Prof. O. Nudler sus comentarios críticos que me permitieron mejorar diversas versiones del presente trabajo. Las traducciones del texto griego de Platón son mías de acuerdo a la edición de Burnet (1899-1906). En general, las referencias a los textos griegos siguen las ediciones del Thesaurus Linguae Graecae. 2 Sobre la cronología relativa de los diálogos cf. Guthrie (1975: 50-58). Nuestra inter- pretación supone que las divergencias doctrinarias que pueden señalarse entre estos cuatro textos –sobre Fedón y República cf., por ejemplo, Robinson (1995: cap. 7)– se deben fundamentalmente a la interconexión particular que se da en cada diálogo pla- tónico entre forma y contenido, como ya afirmaba Stenzel (1940), y no a algún tipo de incompatibilidad de fondo. 3 Burkert (1972: 65) sostiene: “[Philosophía] había significado una relación estrecha y de familiaridad con la sophía; y fue Platón el primero que la definió como un afán insaciable y la ubicó en oposición con la posesión de la sabiduría” (mi traducción). Cf. también Burkert 1960: 175. 4 Afirma así Havelock (1963: 281-2): “Phil- es el rótulo para el impulso físico, la apetencia, la sed, todo deseo devorador. El ‘filósofo’ es entonces un hombre de instintos y energías especiales. Así, pues, nos preguntamos: ¿hacia dónde están dirigidas estas inclinaciones? Y nos respondemos: el objeto es la sophía” (mi traducción). 86 La philosophía según Platón Hadot,5 y el de “familiaridad con la sabiduría”, que ha recibido menos reconocimiento.6 A este respecto, si bien coincidimos con estos intér- pretes en que el primero es el sentido más novedoso que Platón otorga al término philosophía, mostraremos que el segundo, más cercano eti- mológicamente al significado corriente que tenía la palabra en griego, se halla también presente en todos estos diálogos de Platón y es fundamental para comprender qué entiende él por filosofía.7 Pero, además creemos que, a través del examen de estos textos platónicos, philosophía remite en ellos a una noción aún más rica y compleja. En efecto, si bien este término aparece en todos estos diálogos emparentado a este sentido compartido ya señalado, la filosofía es tratada en el contexto de cada uno en relación con situaciones vitales perturbadoras muy diferentes, y cobra por esto un significado parcialmente distinto, el cual no puede ser reducido a ninguno de los otros y que, en algunos casos, entra incluso en cierta tensión recíproca con alguno de ellos. Con respecto a los dos rasgos que, según nuestra interpretación, en todos los casos abarca el término philosophía consideramos oportuno realizar algunas aclaraciones previas al desarrollo de nuestro argumento. Esta palabra y sus cognados se acuñan probablemente en el siglo V a.C. con un sentido estrechamente ligado a sus componentes, esto es, al prefijo philo- y al sufijo -sophía. La raíz phil- puede referir tanto al que quiere como a lo querido, es decir, tanto al sujeto como al objeto 5 Hadot (1998: 59-60), por su parte, dice: “Con el Banquete, […] la filosofía adquiere defi nitivamente en la historia una tonalidad al mismo tiempo irónica y trágica. Irónica, puesto que el verdadero filósofo será aquel que sabe que no sabe, que sabe que no es sabio… Trágica también porque este extraño ser está torturado y desgarrado por el deseo de alcanzar esa sabiduría que se le escapa y a la que ama.” 6 Nightingale (1995: 19, n. 18), diferencia en Platón dos sentidos de philosophía similares a los aquí propuestos: “la búsqueda de las Formas (como la de Eros en el Banquete)” y “el conocimiento adquirido como resultado de esta búsqueda (como en la República)” (mi traducción). Considera, sin embargo, esta distinción no relevante para su inves- tigación, como sí lo es en el caso de la nuestra. Además, según nuestra interpretación ambos significados están presentes en el Banquete y la República así como en el Fedón y el Fedro. 7 Si el sentido de la palabra philosophía de los textos platónicos tiene o no antecedentes en el pitagorismo antiguo (cf. n. 18 infra) remite al difícil problema de sus fuentes y del carácter mayormente tardío de éstas. Las principales fuentes en relación con este debate son: Diógenes Laercio Vitae Clarorum Philosophorum 1.12, 1-10 (Fr. Werhli 87), Cicerón, Tusculanae disputationes 5. 8-10 (Fr. Werhli 88) y Jámblico, De vita Pythagorica XII 58.1-59.1. Sobre la discusión de estos cf. Joly (1956), De Vogel (1966: 96-102) y Burkert (1960). Philósophoi –“filósofos”– en Heráclito 22 B 35 es considerado en general un agregado espurio (cf. Marcovich, 2001: 26-27). María Angélica Fierro 87 de deseo, pero, además, conlleva una idea de pertenencia, de hábito o acostumbramiento a algo o a alguien, e incluso de posesión de esa cosa o persona.8 En cuanto a sophía ya designaba en los textos homéricos un saber hacer en el ámbito de la política y las artes9 y, a partir del siglo VI a.C., refiere también a la nueva cultura científica que empieza entonces a surgir.10 Cuando aparece el vocablo philosophía prevalece el sentido de asiduidad del prefijo phil- y significa así primariamente el contacto habitual, gusto e interés por todas estas distintas manifestaciones cultu- rales.11 En la presente exposición mostraremos que en los cuatro diálogos platónicos que aquí consideraremos Platón retoma12 y al mismo tiempo resignifica este sentido habitual al concebir la philosophía como “amor a la sabiduría” –entendida la sophía como la aprehensión sin restricciones de las Ideas–13 y combinar en esta concepción, como ya señalamos, dos significados, relacionados entre sí y ambos vinculados al prefijo philo-. Por un lado, la acepción totalmente nueva introducida por Platón de deseo que genera la búsqueda apasionada de la verdad.14 Por el otro, un 8 Al respecto cf. Chantraine (1968) u.v. phílos. Philía es “cariño”, “afecto” no sólo por los amigos, sino también por los parientes, como el padre o la madre (cf. Jenofonte, Hierón, 3.7). De allí deriva su significado más restringido de “amistad”. El adjetivo phílos aplicado a algo o alguien puede asimismo expresar “posesión inalienable”. En cuanto al prefijo philo-, que acompaña en griego a diversos adjetivos, refiere a menudo al deseo y afición por objetos o actividades, como podrían ser caballos –como en el caso de phílippos–, la gimnasia –philogymnastés– o las disputas –philónikos–. 9 Cf. Homero, Ilíada (=Il.) 15.412; Solón, Elegía 1.52; Hesíodo, Teogonía 37 y 55. Sobre los Siete Sabios como paradigmas de una sabiduría política cf. Hadot (1998: 32-33). 10 Es decir, las reflexiones que surgen sobre el hombre, los seres vivos y la naturaleza en general con los filósofos presocráticos, los médicos y los sofistas. 11 El texto más representativo es Tucídides, Guerra del Peloponeso 2.40.1. Allí Pericles afirma que los atenienses “hacen filosofía sin cejo” (philosophoûmen áneu malakías), es decir que sienten un inexpugnable interés por la cultura. Cf también Heródoto, Historias (= Hdt.) I, 30. 12 Un ejemplo del uso corriente del término philosophía en Platón es R. 8.561d: el hombre democrático, gobernado por apetitos necesarios e innecesarios y dedicado a la satis- facción inmediata de estos, parece a veces dedicarse a la filosofía (hos en philosophía diatríbon). Pero esto sólo puede significar que desea el conocimiento y la cultura como objeto de consumo, a la manera de la comida y la bebida. Cf. también Grg. 484c. 13 La sabiduría en sentido estricto es el acceso y contemplación de las Ideas in toto, sin esfuerzo e impedimentos de ningún tipo (cf. Phd. 79d; Phdr. 247b-e) y sólo los dioses, o quienes se igualan a ellos, alcanzan este estado epistémico. Sobre la diferencia entre la sabiduría humana y la divina cf. n.15 infra. Sobre el conocimiento de las Ideas y sus características cf. n. 22 infra. 14 Especialmente en la sección dedicada al Banquete, mostraremos que este sentido de philosophía surge por su vinculación con el término éros –amor apasionado–, con 88 La philosophía según Platón sentido más vinculado con el usual hasta entonces: el de frecuentación y familiaridad, en este caso con la auténtica realidad, si pudiéramos acceder en vida, aunque de modo parcial, al mundo inteligible. A este respecto veremos que en la concepción de philosophía de Platón se produce una verdadera transposición de las etapas del enamoramiento al plano de la relación del hombre con el conocimiento. En efecto, en correspondencia con la pasión amorosa, la etapa del encuentro y contacto asiduo con el objeto de amor –que son aquí las Ideas– no implica la cancelación del deseo, sino, que por el contrario, incentiva el desarrollo de la capacidad de disfrutar de su compañía del modo más pleno posible. Por otra parte, en coincidencia con lo ya señalado por otros, mostraremos que, si bien el logro de una creciente intimidad con la verdad diviniza al filósofo, este estado es distinto a la “posesión plena del conocimiento” –la sophía–, la cual sólo es propia del dios.15 Pero, como ya se dijo, nos proponemos además evidenciar que la con- cepción de philosophía de Platón en estos cuatro textos es más compleja que lo que sugiere este doble sentido, por considerarse en cada uno de ellos el “amor a la sabiduría” a la luz de distintas situaciones que irrumpen y alteran nuestra vida, a saber: en Fedón, la angustia frente a la muerte; en Banquete, la inestabilidad interna que nos ocasiona el deseo pasio- nal o éros; en República, la inseguridad que nos acarrean los conflictos psíquicos y políticos; en Fedro, la enajenación experimentada en estados de manía o posesión divina como el enamoramiento. Mostraremos que estas circunstancias existenciales revelan en cada caso una dimensión muy diferente de la actividad filosófica que no es homologable a ninguna de las otras tres y que en ciertos casos incluso guarda una cierta relación de oposición respecto a alguna de las otras. Veremos que, no obstante, a pesar de originarse la necesidad de la tarea filosófica de coyunturas epithymía –apetito– (cf. nn. 30-31 y 37 infra) y con philía (cf. n. 8 supra). Pero como philía implica también el sentido de “tener familiaridad con algo”, el progreso filosófico queda también asociado al logro de una asidua frecuentación de su objeto de deseo: la verdad. 15 Sobre este sentido de philosophía en Platón cf. también Hadot (1998: 60) y Burkert (1972: 65). Para Platón los dioses o theoí son sabios o sophoí (cf. Phd. 63b; Smp. 202c; 204a) por habitar permanentemente en el mundo de las Ideas (cf. Phd. 80d; 79d). Así, en consonancia con Ap. 23a, se dice en Phdr. 278d: “el título de sabio es demasiado grande y apropiado sólo al dios”. La posibilidad del ser humano es ser philó-sophos, es decir, “amante de la sabiduría” y “amigo de la sabiduría”, y, en cualquier caso, la sabiduría es siempre un estado a adquirir. Esto se relaciona con la noción platónica de la “semejanza con el dios” o homoíosis theoî (Teeteto 176a-b): el hombre puede volverse semejante a lo divino, pero de hecho no es un dios. Cf. Annas (1998: 52-71) y Sedley (1999). María Angélica Fierro 89 vitales distintas, las cuales otorgan a la concepción de la filosofía de Platón significados disímiles, estas diferentes vías conducen de modo diverso a la misma conclusión: desear y, si fuera posible, tratar de modo frecuente con la verdad no sólo da una respuesta a cada circunstancia inquietante, sino que es además el acceso a la forma de ser más elevada y auténtica para el hombre, ya sea en una existencia actual o post-mortem. En cualquier caso no se trata de apartarse de las preocupaciones terre- nales y refugiarse en un solitario contemplar de las Ideas. Inversamente, la necesidad de filosofar surge como un intento de resolver situaciones críticas propias de nuestra condición humana y de proponer a la vez la forma de vida óptima que nos es posible. 2. La filosofía y la angustia ante la muerte en el Fedón Comenzaremos nuestro análisis del significado del término philoso- phía en el Fedón a fin de mejor contrastar su tono luctuoso con la atmós- fera chispeante que envuelve los desarrollos al respecto en el Banquete, del cual nos ocuparemos en la siguiente sección. Apenas se abre el telón, esta obra nos instala en el tema de la amenaza de la muerte y la práctica de la filosofía, que es luego tratado explícitamente, en especial en la sec- ción Phd. 61b-69e. La puesta en escena se refiere a la inminente muerte de Sócrates, quien se encuentra acompañado por su círculo de amigos íntimos (Phd. 59b-c). A través de esta representación del cercano fin de un amigo, se recrea para los lectores la vivencia del dolor y la aprensión ante la muerte, ya sea propia o ajena. En el comienzo del diálogo le cuenta así Fedón, uno de los asistentes, a Equécrates, quien se hallaba ausente: “Pero [en la conversación con Sócrates aquel día] se me presentó espontáneamente un sentimiento extraño: una mezcla inusual en la que se combinaban el placer y el dolor al darme cuenta de que Sócrates iba pronto a morir” (Phd. 59a). Sorprendentemente la pena está, sin embargo, acompañada por el placer. Esto es porque la circunstancia de la muerte se plantea aquí respecto de Sócrates, un ser humano excepcional que, por su fidelidad a lo que entendía por vida filosófica, en pocas horas debe beber la cicuta de acuerdo a la condena del tribunal ateniense. Es precisamente la lealtad inquebrantable a este compromiso vital lo que lo hace enfrentar la muerte con alegría y confianza en un destino mejor. A su vez procura transmitir este sentimiento a los amigos allí reunidos, quienes también han estado involucrados en la práctica de la filosofía y familiarizados 90 La philosophía según Platón con su modo de discusión16 y sus enseñanzas, particularmente con la convicción en la existencia de las Ideas.17 En el caso de Simmias y Cebes, ellos han recibido además lecciones del pitagórico Filolao (Phd. 61d), lo cual los convierte en interlocutores apropiados para discutir el tema de la inmortalidad del alma, tema que fue probablemente, junto con el de la transmigración de ésta, uno de los tópicos centrales del pitagorismo antiguo (Burkert 1972, 120-165).18 Así, frente a la af licción que sienten sus amigos ante su próxima muerte, Sócrates se esfuerza en animarlos con la idea de que, para quienes han vivido de un modo filosófico, esta situación perturbadorano debe generar temor, sino, por el contrario, abrirles paso a mejores expectativas.19 Afirma de este modo en Phd. 67e-68a: ¿ […] no sería muy absurdo si no estuvieran felices de ir a allí [i.e. al Hades],20 [los filósofos,] quienes, al llegar, tienen esperanza de alcanzar lo que amaron (erôn) toda la vida –y amaban (erôn) la sabiduría (phrónesis)– y 16 Como apunta Equécrates en Phd. 59a, Sócrates desarrolló, análogamente a otras opor- tunidades, una discusión dialéctica, en este caso sobre la muerte y la inmortalidad del alma. Cf. también Phd. 75d, 78d. 17 En Phd. 65d Simmias acepta que “decimos que existe algo Justo, Bello y Bueno en sí”. Cf. también Phd. 75d, 98d. 18 El pitagorismo antiguo surge alrededor de la figura histórica o quizá sólo legendaria de Pitágoras, con Filolao y Arquitas como sus más importantes continuadores inmediatos y con resurgimientos de diversa índole en períodos posteriores (cf. Eggers Lan, 1978: 145-154). Equécrates, a quien Fedón relata los detalles de las últimas horas de Sócrates, es de Fliunte, donde había un círculo pitagórico del cual él habría participado. La for- mulación de la teoría de las Ideas suele relacionarse también con el contacto de Platón en Sicilia con pitagóricos como Teodoro de Cirene o Arquitas de Tarento (cf. Ross, 1986: 25; Guthrie, 1992: 28-41; Eggers Lan, 1996: 134). 19 Dice Sócrates al comienzo de la conversación: “Pero quiero darles a ustedes, pues, mis jueces, la explicación de por qué un hombre que ha ocupado en verdad su vida en la filosofía (en philosophía) es valiente y, al estar por morir, se siente confiado de que allí alcanzará los mayores bienes, cuando esté muerto” (Phd. 63e-64a) (mis itálicas). Es decir, Sócrates y sus amigos no han simplemente desarrollado discursos filosóficos sino “vivido en la filosofía” (cf. Eggers Lan, 1983: Phd. 59a). Sobre la filosofía como “modo de vida” cf. Hadot (1998). 20 El Hades era para los griegos el mundo subterráneo de los muertos cuya existencia, de acuerdo a la versión homérica, era anónima y fantasmagórica (cf. Homero, Odisea (= Od.) XI y Vernant 2001: cap. 3). Platón, en cambio, junto con las religiones mistéricas como el orfismo y el pitagorismo, plantea la muerte –el viaje al Hades– como una instancia de acceso a una forma de existencia superior, siempre y cuando nos hayamos purificado a través de la práctica de la filosofía. Cf. Burkert (2007: 393-404). María Angélica Fierro 91 de liberarse de la convivencia con esto con lo que han estado en desacuerdo [i.e. el cuerpo]? En este pasaje se halla presente uno de los sentidos que Platón otorga en distintos contextos al término philosophía, puesto que se afirma que los filósofos son los que aman apasionadamente (erân)21 la sabiduría, la cual consiste claramente en esta obra en el conocimiento de las Ideas.22 Por otra parte, especialmente en el argumento de la afinidad del alma con las Ideas (Phd. 78c-84b), aparece asimismo en vinculación con el término philosophía el otro sentido que señalábamos, el de familiaridad con la sabiduría: si el alma del filósofo logra en vida contemplar las Ideas, la práctica de esta actividad la insta a permanecer lo más que pueda en este estado de contacto con la realidad eidética. Leemos así en Phd. 84a: …el alma de un valiente filósofo […] no creería que la filosofía debe liberarla […] para luego de nuevo encadenarla, realizando una tarea interminable propia de Penélope […]. Contrariamente, […] al estar ejercitando siempre la razón, en contemplación de lo verdadero, divino y no opinable, el alma juzga que así tiene que vivir mientras dure la vida. Y que, cuando muera, al llegar a lo que le es afín y de índole similar, se desprenderá de los males humanos. Ahora bien, tanto en este pasaje como en el anterior, y en correspon- dencia con el contexto del diálogo, las reflexiones respecto de la filosofía en sus dos acepciones se realizan en conexión con la muerte, la situación existencial perturbadora por excelencia. Al respecto Sócrates declara que es la partida del alma del filósofo al Hades lo que abre para él la posibilidad de poseer de modo pleno y permanente su objeto de deseo: la verdad. El tema central del Fedón es precisamente desplegar los fun- damentos de esta esperanza para quienes se dedican a la vida filosófica y, de modo colateral, las razones de preocupación para quienes así no lo hacen. La filosofía adquiere entonces en este contexto específico un 21 Sobre éros y sus cognados cf. pp. 11-12 infra y nn. 30-31 ad loc. 22 Cf. nn. 13 y 15 supra. Las Ideas son “lo Igual en sí y lo Bello en sí, lo Bueno en sí, lo Justo en sí, lo Santo en sí…, es decir, todas las cosas que estampamos con el sello de ‘lo que es en sí’ (autò hò ésti)”. Cf. también n. 41 infra. Conocer las Ideas implicaría, dicho de modo muy sintético, trascender la multiplicidad sensible para establecer la causa de su existencia. Es motivo de debate si se trata de una captación intelectual intuitiva o solamente el desarrollo de una explicación dialéctica basada en la existencia de las Ideas. Al respecto, cf., por ejemplo, Gosling (1993: cap. 7). 92 La philosophía según Platón significado particular: constituye no sólo la forma óptima de vida, sino fundamentalmente el mejor modo de prepararse para la muerte. Las líneas generales del argumento en torno a esta idea pueden sintetizarse del siguiente modo. La muerte es definida en Phd. 64c como la separación total del cuerpo mortal (sôma) y el alma (psyché). En el caso del cuerpo, por pertenecer al plano sensible y de lo sujeto al deve- nir, es decir, de lo que no existe siempre y pasa continuamente del ser al no ser, la muerte implica su destrucción absoluta (Phd. 88b). El alma, en cambio, caracterizada en este diálogo por su capacidad racional de conocer las Ideas, no se destruye tras la muerte, sino que es inmortal y existe siempre. En este sentido, más allá del problema de su validez desde el punto de vista lógico (Gallop, 1975 y Robinson, 1995: cap. 2), las “pruebas” de la inmortalidad del alma del Fedón dan cuenta no sólo de su existencia continua en la alternancia incesante de la vida y la muerte en el universo (Phd. 69e-72e), sino además de que su estatus de inmortalidad está vinculado con la capacidad de conocer las Ideas y con el máximo desarrollo de esta habilidad a través de la práctica de la filo- sofía.23 Ahora bien, alma y cuerpo están de hecho entremezclados, y los diversos disturbios provenientes del sôma (esto es, sus deseos, temores, furores, así como las representaciones ilusorias que nos llegan a través de él) tienden a distraer la atención del alma de su deseo connatural de conocer las cosas en sí (Phd. 66c-e). La separación del alma y el cuerpo no es, pues, algo dado, sino un estado al cual podemos acceder –y en nuestra existencia presente sólo hasta cierto punto– en tanto y en cuanto nos “purifiquemos” de las distorsiones de lo sensible y nuestra alma se ocupe lo más posible de alcanzar el conocimiento de la realidad inteligible, esto es, nos dediquemos a filosofar.24 La philosophía en su sentido de deseo e inclinación connatural por la verdad resulta ser entonces un amor puri- ficador que incentiva la separación entre cuerpo y alma al tiempo que permite abrir paso a la esperanza de que, dado que el alma es inmortal y existen las Ideas, el filósofo alcance tras la muerte un conocimiento absoluto del plano eidético, tal como se sugiere en Phd. 66d-e: 23 Estas dos últimas nociones se exponen a través del “argumento de la reminiscencia” (Phd. 72e-78b) y del “argumento de la afinidad del alma con las Ideas” (Phd. 78c-84b). 24 El contexto dramático del diálogo remite a la apremiante circunstancia de la muerte de Sócrates y con ello a la inminente corrupción de su sôma. Ello explica que la actitud hacia lo corpóreo sea aquí predominantemente negativa. No implica, no obstante, una actitud negativa de Platón hacia el cuerpo in toto. Cf. Fierro, M.A. (en prensa) “Two conceptionsof the body in Platò s Phaedrus”, Festchrift in honour of Christopher Rowe. Reading Platò s Dialogues philosophically, Cambridge, Cambridge University Press. María Angélica Fierro 93 Pero es claro en verdad para nosotros que, si vamos a conocer algo con pureza, debemos apartarnos de éste [i.e. el cuerpo] y contemplar con el alma en sí las cosas en sí (autêi têi psychêi theatéon autà tà prágmata). Y es enton- ces, según parece, que poseeremos lo que deseamos y de lo que decimos estar enamorados, esto es, la sabiduría (hoû epithymoûmen te kaí phamen erastaì eînai), cuando estemos muertos, según muestra el argumento, pero no mientras estemos vivos. La muerte significa entonces para el filósofo el cumplimiento de su mayor deseo y en este sentido no representa algo amenazante como para el resto de los mortales. Leemos así en Phd. 67e: “En realidad […] los que filosofan correctamente se preparan para morir. Y el estar muertos es menos temible25 para ellos que para otros hombres”. No obstante, la consecuente serenidad con la que el filósofo puede enfrentar la muerte conlleva paradójicamente un corolario algo inquie- tante, puesto que la satisfacción plena del deseo por la verdad que anima a la filosofía resulta ser entonces un deseo de muerte.26 El anhelo por la verdad no implica, sin embargo, como podría interpretarse, el deseo de acabar por propia mano con nuestra vida para acelerar el proceso de conocimiento de las Ideas.27 Contrariamente, la práctica de la filosofía como persecución de la sabiduría en nuestra existencia encarnada es lo que nos permite prepararnos –purificarnos– para alcanzar, si fuera posi- ble, la sabiduría tras la muerte junto con una vida al lado de los dioses. Es también por esta razón que aquellos que no adoptan una forma de vida filosófica no acceden a esta inmortalidad al modo divino que conlleva el acceso irrestricto a la verdad. Por el contrario, por haber tenido una existencia centrada en los requerimientos somáticos, sus almas conser- van un apego a lo corpóreo y vagan como sombras errantes, presas quizá 25 Obsérvese que para los filósofos la perspectiva de la muerte es “menos temible” (hékista phoberón) pero no “no terrible” en términos absolutos. Al respecto es llamativo que Fedón, el narrador del diálogo, quien ha escuchado todos los argumentos sobre la inmor- talidad del alma y presenciado la entereza de Sócrates para enfrentar su muerte, diga que Sócrates les había demostrado así que después de la muerte “sería feliz (eû práttein), si es que eso sea posible alguna vez para alguien” (Phd. 58e-59a) (mis itálicas). 26 “Pues se le oculta [a la mayoría] en qué sentido los verdaderos filósofos desean morir, cómo es que son merecedores de la muerte y de qué clase de muerte” (Phd. 64b). 27 Sobre la oposición de Sócrates al suicidio cf. Phd. 61b-62c. 94 La philosophía según Platón incluso de terribles tormentos,28 y el máximo bien que puede aguardarles es a lo sumo el renacimiento en un sôma mortal (Phd. 81c-d).29 Asimismo, la afirmación del Fedón respecto de la posibilidad de que el filósofo se purifique lo más posible de lo sensible y logre en vida, si bien de modo parcial, el conocimiento de las Ideas, retoma en relación con la muerte el otro aspecto del sentido común del término philosophía. Quien alcance una comprensión de la estructura eidética de la realidad desarrollará un apego cada vez mayor por la verdad. La práctica repe- tida de la actividad filosófica le facilitará cada vez más la frecuentación del objeto de su amor: la sabiduría. El puro anhelo –éros– del filósofo por la verdad se va transformando así más propiamente en philía en el sentido de familiaridad y, al morir, alcanzaría su sosiego pleno con el desprendimiento total del cuerpo. El Fedón ilumina, pues, la philosophía en tanto amor a la sabiduría otorgándole un sentido peculiar –el de ser una práctica y preparación para la muerte– y cumple en relación con ello tres funciones. Tiene una función soteriológica al argumentar que la filosofía nos ofrece la esperanza de una vida mejor frente a la perspectiva amedrentadora de la muerte. También una función protréptica, pues estimula a la práctica de la filosofía a fin de poder transformar la funesta y temida muerte en la oportunidad de un acceso a un estado mejor que el de nuestra existencia actual. Por último, una función admonitoria: si no lo hacemos, al morir nos aguarda por el contrario una existencia degradada e infortunada. De las tres la segunda es quizá la más importante ya que implica resignificar la muerte para considerarla, en vez de una amenaza, un incentivo para la búsqueda de la verdad y el incremento del amor por la sabiduría a través de su ejercicio. 3. La filosofía y los avatares del deseo en el Banquete El Banquete nos propone un contexto muy distinto al del Fedón para la reflexión sobre la philosophía: un clima festivo y sensual, marco apropiado a su vez para los encomios a Eros recitados a lo largo de la obra. El término éros se refería, en la cultura de la época, tanto al dios 28 Según el mito escatológico del final del Fedón (Phd. 107c-115a) los responsables de crímenes atroces son enviados al Tártaro: los infractores incurables, por siempre; los curables, por un año. 29 Sobre los distintos tipos de inmortalidad y la relación entre el deseo de verdad y el deseo de muerte cf. Fierro (2001). María Angélica Fierro 95 Eros como al sentimiento de enamoramiento e intenso deseo sexual por alguien en particular. Por tal motivo, una de sus traducciones habituales es la de “amor” en el sentido de “pasión amorosa”.30 Si bien en la poesía y la tragedia griegas había referencias al carácter turbador e incluso des- tructivo de éros,31 el ambiente alegre del simposio invita a una expresión encomiástica o laudatoria en la que se destaquen únicamente aspectos positivos del amor. Los oradores que hablan en el curso del diálogo son mayormente referentes de la época de distintos saberes o instituciones: Fedro es un conspicuo admirador de los discursos de los oradores; Pausanias, un reconocido defensor de la pederastia;32 Erixímaco, un prestigioso médico;33 Aristófanes, probablemente el más famoso comediógrafo de la época y natural acólito de Dioniso y Afrodita (cf. Smp. 177e); Aga- tón, el flamante campeón del concurso de tragedias. Cada uno de ellos vincula en sus elogios a Eros con el quehacer que le es propio, en clara competencia con los restantes.34 En este marco el discurso de Sócrates- Diotima35 (Smp. 201a-212a), prologado por el diálogo refutatorio de Sócrates con Agatón (Smp. 199c-201c), tiene como objetivo describir la verdadera naturaleza de éros, oscilante entre su condición carente y la repleción transitoria que logra gracias a su inherente ingenio. A su vez Diotima conecta esta descripción general de éros con la actividad filosófica, en la cual el torrente pasional se encauza como deseo por la 30 Cf. Kitto (1951: 194-7) y Dover (1980: 1). 31 Cf. Eurípides, Hipólito, vv. 27-28, 38-40, 1304, Sófocles, Antígona vv. 793-794, Hesíodo, Teogonía vv. 120-122 y Safo, Fr. 31. 32 La discusión sobre éros del Banquete se desarrolla en el marco de la relación homoerótica que era usual en la élite intelectual de Platón. En ésta el amante o erastés era un hombre mayor quien, a cambio de los favores sexuales de un joven, el erómenos o paidiká, le ofrecía su guía para iniciarse exitosamente en la vida política. Cf. Dover (1978), Foucault (1982) y Davidson (1997: 250-277). 33 Tanto en esta obra (Smp. 177a-d) como en el diálogo homónimo, Fedro es caracterizado como un fanático de los discursos oratorios, en el caso del Fedro de uno de Lisias. En Prt. 315c aparece interrogando al sofista Hipias y como amado de Eríximaco (cf. tam- bién Smp. 177 a-d y 223b). Pausanias es presentado en el Banquete de Jenofonte como defensor de la paiderastía, erastés del poeta Agatón (cf. también Prt. 316d-e; Smp. 176a y 193b-c) y ávido escucha del sofista Pródico enPrt. 315e. Eríximaco es, como su padre Acumeno, un conocido médico de la época (cf. Phdr. 177a). 34 Sobre la función de los discursos precedentes al de Sócrates en Smp. 178a-201c cf. Hunter (2004: 29-77). 35 La introducción de Diotima como una sabia sacerdotisa de Mantinea (Smp. 201d), se trate o no de un personaje histórico, permite a Sócrates asumir el puesto del interrogado que había desempeñado Agatón, y ubicarse así en el lugar del “no-saber”. 96 La philosophía según Platón verdad y promueve una producción vital orientada a alcanzar la sabiduría y un contacto estrecho –amoroso– con la Belleza en sí. En el cierre de la obra el discurso de Alcibíades (Smp. 214a-222b) aporta el testimonio del desconcierto de alguien que ha padecido las vicisitudes sentimentales de amar a un filósofo, Sócrates, y que ha sido objeto a su vez de un amor filosófico.36 En correspondencia con la crítica característica de Platón a la dis- ciplina retórica tal como era practicada en su época, Sócrates anuncia que en su intervención no procurará, como los expositores precedentes, embellecer su discurso adjudicando atributos favorables al objeto de elogio, sean ciertos o no, sino que se centrará en ofrecer una caracteri- zación verdadera de éros, aunque entre sus rasgos destacará los mejores por tratarse de un encomio (cf. Smp. 198c-d). En el élenchos entre Sócrates y Agatón (Smp. 199c-201c) se alcanza un consenso sobre algunos de los rasgos de éros aplicables a la estructura del deseo en general:37 éros es deseo de aquello de lo que se carece; incluso hay deseo de aquello que se posee en el presente, puesto que su eventual ausencia en el futuro mantiene abierta la herida de la carencia propia del deseo. Dado que éros desea lo bello y lo bueno, él mismo no es ni bello ni bueno por faltarle constitutivamente su objeto de deseo. El mito del nacimiento de Eros en el discurso de Sócrates-Diotima retoma estas ideas al establecer que por ser el hijo de la unión de la Pobreza y el Recurso, el amor es simultáneamente carente y emprende- dor. Y, por ser un daímon o divinidad, es metaxý,38 esto es intermedio e intermediario entre lo humano y lo divino. Dada su naturaleza híbrida, 36 El discurso de Alcibíades describe, pues, una experiencia de amor personal pero muy particular. Por ello consideramos que la exégesis tradicional de que el discurso ofrece fundamentalmente una descripción de Eros en la figura de Sócrates (cf. Bury, 1932: p.lx; Dover, 1980: 164; Rowe, 1998: 206) es compatible con la de Nussbaum (1986: 165-199), según la cual representa el relato de las vivencias de un enamorado. Cf. Fierro: 2006. 37 Distinto a Hyland (1968), sostenemos que en esta sección los verbos erân –amar apa- sionadamente– epithymeîn –apetecer– y boúlesthai –querer reflexivamente– refieren por igual, no obstante sus diferencias específicas de significado, al acto de desear. 38 Daímon podía referirse a un theós o dios pero sin identificarlo. No obstante, su sentido más usual es el de lo asignado por el destino y, por derivación, la divinidad al cuidado de cada ser humano (cf. LSJ u.v. daímon). En el Banquete se rescata además la idea del daímon como emisario entre los seres humanos y los dioses que aparece en Los traba- jos y los días de Hesíodo vv. 121, 252, 109 y se la relaciona con el concepto de metaxý. Metaxý aludía a algo que se encuentra, espacial o temporalmente, “entre” dos. Platón desarrolla el significado de “híbrido” que combina dos naturalezas y, al relacionar este término con daímon, crea el sentido de nexo entre los dos ámbitos en que participa. Al respecto cf. Fierro (2007 a). María Angélica Fierro 97 que combina propiedades de los dos ámbitos (Smp. 202a y ss.), es un enlace entre ambas esferas. Asimismo en Smp. 204d-206b se rescata de la concepción habitual de éros que es un deseo intenso que domina la vida de un individuo, pero, en lugar de estar dirigido a una persona amada en particular, está encauzado hacia lo bueno y determina, según cuál sea su foco de orientación, distintos tipos de existencia.39 Esta amplia- ción del significado usual de éros, de modo tal que pasa a designar el torrente de pasión que conduce la vida de cada persona es una de las novedades y contribuciones fundamentales de Platón en el Banquete (cf. Fierro, 2008). Así las cosas, la naturaleza inestable del deseo, a medio camino entre la falta y la capacidad de suplirla, determina que su objeto sea huidizo y nos veamos obligados permanentemente a reemplazarlo, como se expresa en Smp. 203e: Y por naturaleza [Eros] no es mortal ni inmortal, sino que en el mismo día a veces florece y vive –cuando tiene recursos–, a veces muere, pero vuelve a resucitar por la naturaleza de su padre. Y lo que consigue siempre se le escapa de las manos. Es por ello que la acción propia de éros es procrear en lo bello como forma única y parcial de obtener lo que anhela, a saber, la posesión per- manente de lo bueno y la inmortalidad (cf. Smp. 206b-209e). Ahora bien, a pesar de ser todos amantes y deseantes de la posesión permanente de lo bueno, sólo no es asequible la producción en la belleza como modo de perpetuar nuestra existencia. A causa de ello quedamos expuestos entonces a un estado de constante fluctuación. Frente a este desasosiego en que nos instala el deseo, Platón otorga a la philosophía o “amor a la sabiduría” un nuevo significado: ser la expresión más aca- bada de éros y, en tanto tal, la resolución más eficiente de los inevitables vaivenes a los que éros somete nuestra existencia. De acuerdo a Smp. 203c-204b los dioses no sufren de la carencia del deseo, pues ya son poseedores de la sabiduría y, por lo tanto, no filosofan. En cambio, los seres humanos carecen de conocimiento. Lo que ocurre es que una gran mayoría se rehúsa a admitir su condición de no sabios y 39 Leemos así en Smp. 205b-d que, erróneamente, usamos el nombre “éros” para referirnos sólo a una cierta especie de amor, esto es, a lo que sentimos cuando estamos enamorados. Pero éros es en realidad el “deseo de las cosas buenas y de ser feliz” que tenemos todos los hombres y por eso todos somos amantes. Sin embargo, cada uno conduce este deseo en su vida de distintas formas, “ya sea siguiendo los negocios, la afición a la gimnasia o la filosofía”. 98 La philosophía según Platón cree falsamente serlo. Por esta razón no activan el anhelo de sabiduría y permanecen en estado de ignorancia o necedad (amathía). La aspiración a alcanzar la verdad propia del filosofar surge únicamente en alguien en la medida en que reconoce su falta de sabiduría y se sitúa así a medio camino entre ésta y la ignorancia:40 De modo que [Eros] no es ni indigente ni rico, sino que, nuevamente, está en el medio, entre la sabiduría y la necedad […] [Los que filosofan] (hoi philosophoûntes) son los que se encuentran en un estado intermedio respecto de estos dos grupos, como sería el caso de Eros. La sabiduría es la más bella de las cosas y Eros es amor en relación con lo bello. Por ello es necesario que sea filósofo y, al ser filósofo, intermedio entre la sabiduría y la necedad. (Smp. 203e-204b) Pues bien, el reconocimiento de la falta de sabiduría y la emergencia del temple filosófico habilitan la mejor solución a la condición carente del deseo en los dos sentidos más generales que Platón adjudica a philo- sophía. En primer lugar, ésta promueve el modo más elevado de actividad procreativa de éros. En efecto el “anhelo por la verdad” impulsa a aquel que lo experimenta a la aventura de ascender a niveles de creciente belleza y abstracción –los bellos cuerpos (Smp. 211c; Smp. 210a-b); las bellas almas y costumbres (Smp. 210b-c; 211c); las bellas ciencias (Smp. 211c, 210c-d)– hasta culminar acaso en la Belleza en sí (Smp. 211e).41 Este ascenso conlleva en cada escalón la producción de bellos discursos42 y, en el último, la procreación de virtudes verdaderas en lugar de meras 40 Ver también Smp. 203c-d: “Pues al tener a la Indigenciacomo madre, se asocia siempre con la carencia. Pero, por el lado de su padre [el Recurso], está al acecho de los bellos y buenos y es valiente, audaz e impetuoso, un tremendo cazador, que siempre trama algo y que, deseoso de sabiduría (phronéseos epithmetés) y dueño de recursos, filosofa durante toda la vida (philosophôn dià pantòs toû bioû)” (mis itálicas). En el Lisis (=Ly.), tomando como punto de partida la noción de philía, se introducen tesis similares a éstas del Banquete. Cf., por ejemplo, Ly. 216c. 41 La Belleza en sí es caracterizada como pura, absoluta, des-individualizada, inmutable e idéntica a sí misma, y causa de los particulares sensibles que participan en ellas (Smp. 211a-e). 42 En los niveles previos a la captación de la Belleza el iniciado “genera” (gennân) y “da a luz” (tíktein) bellos discursos (lógous kaloús), ya al entrar en contacto con un cuerpo hermoso (210a), ya al comprender luego el mayor valor de la belleza del alma (210c), ya en la captación de la belleza de los distintos tipos de ciencias. Es desde allí que puede, a continuación, saltar al “mar de belleza” (Smp. 210c-d). María Angélica Fierro 99 imágenes de areté.43 La filosofía como deseo de sabiduría es entonces presentada en el Banquete como la mejor forma de encauzar la fuerza de éros y de desplegar su capacidad engendradora (cf. Smp. 210a-212a). En segundo lugar, en caso de efectivamente traspasar con el impulso de éros la belleza de las ciencias e internarse en el “vasto mar de belleza” –donde ya se deja atrás toda forma de individuación– sucede, según se afirma en Smp. 210d, que “al contemplarlo se generan bellos discursos y pensamientos magníficos en abundante filosofía (en philosophíai aphthó- noi)”. Philosophía parece aquí connotar no tanto un acrecentamiento del deseo a causa de la condición carente propia de la naturaleza de éros sino más bien algo más ligado al otro sentido del sufijo philo-: el contacto frecuente con el objeto de deseo, representado aquí por el ámbito eidé- tico, más precisamente por la Idea de la Belleza. Esto lo confirmaría el hecho de que el filósofo que alcanzara, aunque fuera “repentinamente” (exaíphnes),44 la captación de la Belleza en sí, accedería al modo de vida más perfecto al que un ser humano puede aspirar.45 La razón es que este conocimiento proporciona un fundamento sustentado y seguro a la producción de auténtica excelencia o areté y, con ello, una inmortali- dad similar a la del dios (Smp. 212a), quien aparece aquí también como paradigma de sabiduría (Smp. 202c; 204a). El Banquete es, pues, como el Fedón, un texto exhortativo a la práctica de la filosofía, pero en su caso una vida dominada por el “amor por la verdad” es considerada bajo otra acepción: como la mejor resolución de las zozobras a las que nos somete la índole carente del deseo. Asimismo, cumple una función panfletaria y agonística al promover la filosofía como la campeona entre las disciplinas que rivalizaban entonces por la hegemonía del saber (cf. Nightingale, 1995: 13-21). 43 La verdadera areté que se procrea en este estadio es el conocimiento mismo de la Belleza, el cual implica no sólo la producción de la actividad de la contemplación sino también un despliegue acorde en un hacer práctico y concreto (cf. Fierro, 2010 b)). Esto se relaciona con la tesis platónica de la unidad de la virtud, tratada ya en el Protágoras y retomada en la República, de que la sabiduría es como mínimo condición necesaria para adquirir en forma plena cualquiera de las otras virtudes. 44 Cf. Smp. 210e. Dado que en tanto sujetos de deseo estamos insertos en los límites de la temporalidad (Smp. 200b-e), los seres humanos sólo podemos acceder “momentánea- mente” (exaíphnes) a la Idea. Cf. Steinhal (1993). 45 Afirma así Diotima en Smp. 211c: “Es aquí, querido Sócrates, si en algún lugar, que la vida es digna de ser vivida: cuando se contempla lo Bello en sí”. 100 La philosophía según Platón 4. La filosofía y los conflictos psicológicos y políticos en la República Al final del libro 5 de la República (R. 5.474b-480a) se hace una caracterización de los filósofos y, por derivación, de la philosophía que se corresponde con el doble sentido que señalamos en el Fedón y el Ban- quete. Aquí los filósofos –en contraposición a los “amantes de los bellos espectáculos y de las opiniones”– son quienes aman las Ideas y pueden aspirar a conocerlas, están “enamorados del espectáculo de la verdad” (R. 5.475e) y “hambrientos del conocimiento como un todo” (R. 5.474c; 475c). La philosophía es entendida, pues, como avidez por la sabiduría. Pero además los filósofos son quienes pueden lograr en cierta medida fruición en su objeto de deseo. Dado que creen en las Ideas, como por ejemplo la Belleza en sí (R. 5-476c-d), son capaces de ser conducidos al conocimiento de ésta (R. 5.476c) e, incluso, de “aproximarse a la Belleza en sí para contemplarla en sí misma y por sí misma” (R. 5.476c), distin- guir entre la Belleza en sí y las cosas que participan en ella (R. 5.476c- d) y deleitarse en la naturaleza de lo Bello en sí (R. 5.476b). Hallamos presentes aquí los dos rasgos que abarca el término philosophía en sus diferentes contextos: anhelo de sabiduría y también disfrute de ésta al alcanzarla. Como mostraremos en este apartado, no obstante el parentesco con este significado general de philosophía, la República nos propone un enfoque distinto que descubre un sentido de la concepción de filosofía de Platón diferente a los específicos señalados en el Fedón y el Banquete res- pectivamente. Demostraremos que se trata en este caso de una reflexión sobre la justicia que se enlaza, entre otras muchas temáticas, con cómo se inserta la filosofía en el contexto de la vida humana en general, tanto a nivel individual como comunitario. Se analiza asimismo qué tipo de condiciones internas y externas son necesarias para el desarrollo de la filosofía.46 A este respecto veremos que en la República Platón plantea que una producción sistemática de filósofos por parte de la comunidad política es el modo de solucionar eficaz y adecuadamente los conflictos internos entre las partes del alma en los individuos que llegan a ser filósofos. También establece que una clase gobernante con tales carac- terísticas psicológicas es la mejor capacitada para remediar las luchas 46 Sobre las posibles diferencias entre el lugar del filósofo platónico en la pólis y el del Sócrates de los diálogos tempranos cf. el trabajo de Nudler “Sócrates o una filosofía desde un no lugar” en el presente volumen. María Angélica Fierro 101 entre los distintos estamentos de la sociedad. En esta obra se considera asimismo qué tipo de pautas culturales y educativas debería transmitir la sociedad para propiciar el desarrollo de naturalezas filosóficas. Por otra parte, la vida del amante de la verdad es evaluada como la forma superior y más satisfactoria frente a los otros dos grandes tipos de vida posibles: la del amante de la riqueza, y la del amante de los honores. De acuerdo con la República el ser humano se encuentra de hecho en un estado de conflicto psicológico. En el libro 4 de la República la deducción de las tres partes del alma tiene lugar a través del reconoci- miento de una lucha de deseos entre ellas.47 Se describe así una fractura constitutiva en el aparato psíquico humano debida a la divergencia entre la parte racional que ama el aprendizaje, la verdad (R. 9.581b) y lo auténticamente bueno (R. 4.442c; 6.509a), y la parte apetitiva48 que procura satisfacer sus deseos en forma ilimitada –la sed, el hambre, el deseo sexual, la adquisición de riquezas–, independientemente de la bondad o maldad de sus objetos.49 Se diferencia además una tercera parte –lo irascible–, la cual se caracteriza por su deseo de predominio y de reconocimiento o fama. Este componente psíquico, si bien es por naturaleza aliado de la razón, en caso de actuar de manera autónoma o al servicio de los apetitos, contribuyea profundizar la disociación psíquica. Ésta se agrava de acuerdo al crecimiento que haya de la parte apetitiva, tal como se sugiere en R. 4.442a-b: …lo apetitivo […es] la parte más grande del alma en cada uno y por natu- raleza lo más insaciable de riquezas. [Las otras dos partes] deben vigilarla para que no se llene demasiado de los llamados placeres corporales y, al volverse fuerte, no haga lo propio, sino que intente esclavizar y gobernar las cosas que por naturaleza no le corresponden y trastorne por completo la vida de todos. Es su incremento desmedido lo que deriva en último término en la constitución patológica y de infierno interior del tirano (R. 9.573a; 579d- e; Fierro, 2011 b)). El modo que se avizora en la República para prevenir, 47 Cf. Fierro, (2007 b). Sobre las partes de alma como fuentes básicas de motivación cf. Cooper (1986) y Kahn (1986). 48 Esta fractura se encuentra claramente representada en la imagen de los canales de deseo de R. 6.585b. 49 Cf. R. 4.439a. Esto se relaciona asimismo con que lo apetitivo es caracterizado como alogistón o “irracional” (R. 4.439d) por dirigirse a sus objetos en forma “bestial” (R. 4.439b), sin cálculo y reflexión, siendo en su esencia insaciable (R. 4.442a) y sin límites (R. 4.442a-b). Ger Highlight 102 La philosophía según Platón o al menos aliviar, esta conflictividad inherente a la condición humana es la exposición de la persona a una educación apropiada desde épocas tempranas de la vida. Los libros 2 y 3 de la República intentan justamente describir una educación artística y gimnástica adecuada que permita al individuo alcanzar una constitución psíquica donde las partes del alma se encuentren armonizadas y realicen la función que les es propia. La parte que “ama aprender” es incentivada a adquirir una apreciación espontánea por lo bello, creencias correctas respecto a las cuestiones relevantes de la vida y, además, una natural afinidad con lo invariable y ordenado (R. 3.401b-d; 3.402d; 4.444d). La parte irascible es robustecida y entrenada para luchar contra los enemigos internos del alma –los apetitos–, los enemigos externos de la comunidad política (R. 4.442b; 2.375a-b; 6.503a) y para batallar por la búsqueda de la verdad, de acuerdo a los objetivos de la razón (R. 6.490a). Los apetitos son minimizados y habituados a mantenerse dentro de límites apropiados a fin de que no interfieran con la actividad racional.50 Es esto en lo que consistiría la estructura psíquica del hombre justo, como leemos en R. 4.441e-442a: Así pues ¿[en el hombre justo] no le corresponde a lo racional gobernar, por ser sabio y tener a su cargo el cuidado de toda el alma, y a lo irascible obedecer y luchar a su lado? […] ¿Y a estas dos partes [no les corresponde] presidir a lo apetitivo […] para que no se atiborre de los llamados placeres corporales? Este equilibrio mental sería el adquirido por los futuros guardianes de la ciudad ideal. No obstante, aquellos de naturaleza filosófica que desarrollen un programa apto para expandir adecuadamente su parte racional (esto es, emprendan los estudios matemático-dialécticos) podrán además consolidar y fortalecer su armonía psíquica. Con ello no alcanzan solamente un conocimiento de los fundamentos de las creencias verdaderas y con ello una comprensión de estos a la luz de un contexto más amplio, sino también un dominio más eficaz de la parte racional sobre las otras dos a causa de su incremento y vigorización. Asimismo, si los mejor dotados intelectualmente –esto es, los filóso- fos–, tras haber sido apropiadamente habituados en sus fuentes motiva- cionales durante su educación temprana,51 logran desarrollar máxima- 50 Sobre mi interpretación del proceso de educación temprana y superior en la República y su semejanza con el ascenso erótico del Banquete cf. Fierro (2008). 51 La exposición a un entorno social perjudicial puede, por el contrario, hacer de las naturalezas filosóficas los peores tiranos. Cf. R. 6.491d-497d. María Angélica Fierro 103 mente su amor por la verdad a través de una formación superior adecuada y alcanzan el conocimiento de la Idea del Bien, se vuelven capaces de resolver eficientemente no sólo sus propios conflictos psíquicos, sino también los que nos plantea la relación con los otros –esto es, los de orden político. En efecto, la comunidad política se presenta también para Platón, de hecho, en un estado de conflicto análogo al que se plantea en el alma, de acuerdo al isomorfismo que establece entre la ciudad y el individuo.52 La “ciudad insatisfecha” o “ciudad lujosa” descripta en R. 2.372e y ss. representa la sociedad en su estado actual –para Platón pro- bablemente la Atenas de su tiempo– y tiene su origen en la multiplicación innecesaria a nivel social de los apetitos, la generación en la comunidad de requerimientos inútiles y derrochadores.53 El más importante es la desmedida avidez por las riquezas (R. 2.373d), que constituye la causa fundamental de la guerra. La filosofía es presentada como una actividad terapéutica para sanear cuanto se pueda esta ciudad enferma. Los reyes- filósofos de la pólis platónica son los encargados de implementar la cura. En efecto, en la ciudad ideal, en forma paralela con lo que ocurría en el alma y bajo la sabia dirección de los gobernantes-filósofos, las actividades de la clase de los productores de materias primas y comerciantes están limitadas a suplir las necesidades reales de la pólis. A su vez los auxiliares militares están al servicio de la protección del bien común y, sobre todo, de la defensa frente a los enemigos externos de la comunidad. El detallado tratamiento de la educación temprana en los libros 2 y 3 de la República y de la formación superior en el libro 7 está justamente relacionado con cómo lograr que la sociedad produzca filósofos de forma sistemática. Las personas con esta condición psíquica no sólo serían los más aptos para resolver satisfactoriamente los desequilibrios internos a los que tienden sus propias almas, sino también los desórdenes comunitarios que conducen a una sociedad a un estado generalizado de insatisfacción y descontento. En la República encontramos, pues, una caracterización de la filosofía elaborada por Platón en relación con su ubicación en el mundo de la 52 Este principio se establece en R. 2.368e-369a y se mantiene en R. 4.441c; 4.435b; 4.435e y en la descripción de los tipos degenerados de almas y de sociedades de los libros 8 y 9. 53 La ciudad primitiva de R. 2.369b es en realidad la hipótesis de cómo sería una sociedad limitada a producir sólo los bienes para cubrir las necesidades básicas, y es destacable que en ella no sea necesaria la filosofía. Se trata en realidad de una suerte de “estado de naturaleza” al que no se puede regresar: sólo es posible mejorar una sociedad donde ya existen bienes y necesidades superfluas –la “ciudad lujosa”–, los cuales generan injusticia en los individuos y en la comunidad. 104 La philosophía según Platón vida personal y comunitaria así como una reflexión de las condiciones psíquicas y sociales para que pueda desarrollarse y llegue a ocupar el lugar que le corresponde. En la misma obra se señala, no obstante, el costado problemático de la propuesta, ya que la eventual actuación como filósofos-reyes en la comunidad política es presentada en pugna con su vocación filosófica de dedicarse, en términos similares a los del Fedón, con exclusividad a la actividad teórica.54 Por otra parte, esto se relaciona con que el hecho de que en la República la vida filosófica es algo más que la resolución de estos conflictos, ya que es una forma superior de existencia. Se plantean así en R. 9.581c y ss. tres tipos fundamentales de hombres de acuerdo a la orientación de su éros: el amante de la riqueza, el amante de los honores y el amante de la sabiduría.55 En los libros anteriores Platón ha demostrado cómo el mejor estado psíquico lo alcanza el hombre justo y dedicado a la filosofíay cómo, en cambio, las otras dos constituciones implican un alma sujeta en mayor o menor grado al desequilibrio mental. Pero además, con el tratamiento de los placeres auténticos e inauténticos que se realiza en República 9 se intenta demostrar que sólo la vida filosófica es realmente satisfactoria, puesto que se nutre de lo verdadero –esto es, de lo inteligible, que es eterno e invariable– y no de las cambiantes y engañosas apariencias sensibles.56 A su vez esto garantiza la mejor satisfacción no sólo de la parte racional del alma, sino también de las otras dos (R. 9.586e). En el mito de Er del final de la República (R. 10.614b-621d) respecto de la vida post-mortem se especula, en términos similares a los del Fedón, sobre cómo incluso en esta instancia es también el filósofo quien alcanzaría la forma superior de existencia (Fierro, 2011 a)). 5. La filosofía y la enajenación por la manía erótica en el Fedro El prólogo del Fedro (Phdr. 227a-230e) pinta el encuentro casual fuera de las murallas de la ciudad entre Fedro, un fanático de los ora- 54 Cf. R. 6.500a-c. Según R. 7.519c y ss. y 6.500d únicamente bajo compulsión (R. 7.519c y ss. y 6.500d) el filósofo abandona la vida contemplativa. Sobre este problema cf. Brown (2004). 55 Esto sugiere compatibilidad del planteo de la República con el de Banquete (cf. Fierro: 2008), aunque Platón proceda en cada uno desde enfoques muy distintos. 56 Al respecto véase en el presente volumen el trabajo de Parry “Realismo platónico y deseo por la verdad”. Ger Highlight María Angélica Fierro 105 dores en general –y en este caso de Lisias en particular–, y Sócrates, un apasionado por los discursos y por las temáticas eróticas, al tiempo que comprometido sólo en la búsqueda del conocimiento de sí mismo y desdeñoso de los divertimentos intelectuales sobre asuntos triviales propios de los “sabios” del momento. La obra nos instala, pues, desde el inicio en la cuestión de la retórica y la mirada crítica que de ella tiene la dialéctica filosófica, que es objeto de análisis de la segunda mitad del diálogo (Phdr. 257c-279c). Al mismo tiempo sugiere vinculaciones de esta temática con el éros y la manía, tópicos centrales de la primera parte del diálogo (Phdr. 227a-257b). Si bien las dos grandes secciones del Fedro parecen desvinculadas entre sí, una lectura más atenta muestra que los tres discursos sobre éros de la primera sección constituyen ejemplos de discursos retóricos para las reflexiones que se realizan sobre la ciencia oratoria en la segunda parte. Asimismo, el segundo discurso de Sócrates de la primera parte suministra, a través de la célebre imagen del carro con corceles alados, una síntesis de la psicología platónica, la cual es, de acuerdo a la segunda parte del diálogo, uno de los ingredientes de la retórica filosófica junto con la ciencia dialéctica. La complejidad del mito del carro alado le permite a Platón integrar aquí su teoría del alma tripartita de la República con la concepción antropológica “cuerpo-alma” del Fedón y la del éros del Banquete. A la vez ubica al éros como una de las cuatro formas de manía o locura divina (junto a la mántica, la poesía y la ciencia de exorcizar) y extiende su ámbito de influencia a un nivel cósmico (Fierro, 2010 a)). Este abordaje del éros en la primera parte del Fedro difiere en varios puntos del tratamiento del Banquete. Hay en esta obra una reflexión más centrada en el fenómeno del enamoramiento en su sentido habitual –esto es, la pasión amorosa que despierta un ser humano en particular– y en la conmoción y obnubilación que acarrea este estado emocional. No encontramos, pues, el énfasis que hallamos en el discurso de Sócrates/ Diotima en el Banquete sobre la estructura del deseo en general. Hay ade- más un reconocimiento más explícito que en el Banquete de los aspectos obscuros y, aparentemente, negativos de éros, si bien la intención última es también aquí la de revelar el impacto benéfico y transformador que la pasión amorosa puede tener en nuestra existencia. Aunque el ena- moramiento es en el Fedro un estado de posesión divina o manía y es por ello disruptivo, esta aparente alienación abre en realidad, si se sabe interpretar correctamente lo que acontece, una oportunidad de que se reavive en los hombres el deseo de sabiduría y la ambición de alcanzarla. Así, la filosofía sería el modo de transformar estados “maniáticos” como Ger Highlight 106 La philosophía según Platón el enamoramiento en la oportunidad para remontarnos de la belleza mundana a la verdadera Belleza del mundo eidético y para alcanzar por esta vía la mejor condición vital a la que los humanos podemos aspirar. Asimismo, el amor a la sabiduría permite reencauzar apropiadamente los efectos potencialmente negativos de la pasión amorosa, puesto que los amantes que tienen una mirada filosófica, en lugar de centrarse en el placer mutuo del encuentro sexual, basan su vínculo amoroso princi- palmente en la realización de una búsqueda conjunta de lo bueno. Tras el preludio que nos ubica en un hermoso paraje de las afueras de Atenas en una soleada mañana de verano, los dos primeros discursos del diálogo –el de Fedro, quien lee en realidad uno escrito por Lisias (Phdr. 230e-234c), y el primer discurso de Sócrates (Phdr. 237b-241d)– defien- den la tesis de que es mejor corresponder a los requerimientos eróticos de los no-amantes que de los amantes, descalificando con ello al éros y a la manía. Se enumeran los diversos perjuicios que el amante acarrea al amado a causa de su estado de enamoramiento, entre ellos el de alejarlo del más preciado bien: la divina filosofía (Phdr. 239b).57 Hay, además, una referencia indirecta a los efectos nocivos de éros sobre el propio amante, ya que se señala que el enamoramiento distorsiona su buen juicio (Phdr. 231d, 239b-c) y que sólo al salir de esa locura y recobrar la inteligencia y la templanza le es posible evaluar lo que es realmente beneficioso. De toda esta argumentación se desprende un principio utilitario y mercantilista de las relaciones de pareja ya que lo que hay que sopesar a la hora de elegir un compañero es la conveniencia que objetivamente se aportan el uno al otro, sin la influencia distorsionante de la pasión amorosa. Pero el segundo discurso de Sócrates en Phdr. 243e-257a se presenta como una palinodia o retractación de este punto de vista. Así hallamos en Phdr. 251a-252b una descripción detallada de la sensación urticante y de desazón que involucra el estado de enamoramiento. El estremeci- miento inicial a la vista del hermoso y la veneración casi religiosa que despierta. Posteriormente, el sudor y acaloramiento desacostumbrados y la ebullición y cosquilleo de que es presa el alma entera. A través de la comparación del surgimiento de la pasión amorosa con el brote de las plumas en un pájaro, se expresa el estado de tribulación en que está sumido el amante del siguiente modo: la belleza del amado calienta los orificios de las alas, permite el fluir del deseo a través de ellos y de este 57 Esto aparece, no casualmente, en el primer discurso de Sócrates. Sobre otros detrimentos para el amado mencionados en ambos discursos cf.: Phdr. 232c-d, 239b, 239e-240a; Phdr. 231d; Phdr. 232e, 234a-b, 238c; Phdr. 239c-d; Phdr. 239c-d, 240d-e. María Angélica Fierro 107 modo alivia al amante, mientras que su ausencia los obtura y le provoca sufrimiento. Esta situación de conmoción se expresa elocuentemente en Phdr. 251d con estas palabras: Pero cuando el brote de las plumas queda atascado en el interior junto con el deseo y late como arterias palpitantes, cada brote produce comezón en el orificio correspondiente de modo que, aguijoneada por todos lados, el alma se azuza y sufre, pero con el recuerdo [de estar junto al amado] se alboroza. A raíz de ambos sentimientos mezclados se atormenta por lo inusual de su experiencia y, al sentirse sin salida, se enfurece y, por estar frenética (emmanés), ni es capazde dormir durante la noche ni de perma- necer donde está durante el día… Como sugieren las últimas líneas, estar enamorados trastorna nuestra existencia y hace incluso que descuidemos, como se dice poco después (Phdr. 252a), nuestra hacienda y entorno habitual de afectos. El punto nuclear del discurso de Sócrates es justamente explicar que éros, por ser una forma de frenesí o manía que desarticula nuestra forma habitual de existencia, resulta, contrariamente a lo defendido en los discursos previos, beneficioso tanto para el amado como para el amante. Manía remitía en griego a un estado de locura, una pérdida del autodominio porque algo nos acontece, algo fuera de nuestro control, fundamental- mente la intervención de un poder divino.58 De esto Platón concluye que Eros es en realidad un gran dios59 y el enamoramiento, precisamente por ser un tipo de locura y60 enajenamiento –manía– proveniente de la divinidad, un estado mental privilegiado en el que “estamos en el dios” (Phdr. 253a: enthousiôntes). Leemos así en Phdr. 245b-c: 58 Ya en Homero el verbo maínomai significa: (a) “estar preso de un ardor furioso” (Il. 5.717, 6.101; Od. 9.350); (b) “estar borracho” (Od. 18.406; 21.298); (c) “estar fuera de sí por algún tipo de intervención divina” (Il. 6.132; Sófocles, Antígona 1152). En cambio, el sustantivo manía refiere de modo más restringido a la locura (cf. Hdt. 6.112) y pre- dominantemente al “frenesí de inspiración divina” como, por ejemplo, en Eurípides, Bacantes 305. No obstante, dado que la divinidad es frecuentemente Dioniso y se trata entonces del delirio báquico, la idea de un estado como el propiciado por la ingesta del vino se halla también presente. En general, sobre este tema cf. LSJ y Chantraine (1968) u.v. maínomai y manía. 59 En Phdr. 242d Eros es descripto como un theós, no como un daímon, como en el Banquete (cf. n. 38 supra), pues es presentado aquí en su máxima expresión: como un Eros alado que conduce al alma a la verdad y permite, en el caso de los dioses, un acceso pleno y sin esfuerzo. 60 Las otras formas de manía son la adivinación, la creación artística y los exorcismos (Phdr. 244a-246a). 108 La philosophía según Platón Pero que [aquel discurso] se lleve el premio si demuestra […] esto: que el amor no es enviado por los dioses en provecho del amante y el amado. Por nuestra parte, nosotros debemos demostrar lo opuesto: que es para la máxima buena fortuna que tal locura es concedida por los dioses. La razón principal por la que se valora positivamente el estado maniático del enamorado es que promueve el despertar de la vocación filosófica. En tanto la belleza del amado puede activar en el enamorado su deseo y recuerdo de las Ideas que habían sido contempladas en una existencia sin cuerpo mortal (Phdr. 250b1-c6) y hacernos así romper con la perspectiva usual y mundana, genera un impulso a transgredir los límites habituales de nuestra capacidad racional y, de este modo, propicia el deseo por alcanzar el conocimiento de la verdadera realidad (Phdr.249b-d; 251a), tal como se expresa en Phdr. 254c: “Y entonces [los amantes] se acercan al amado y divisan su deslumbrante presencia. Y cuando el auriga [i.e. la parte racional del alma del amante] lo ve, su memoria se transporta a la naturaleza de la Belleza y la contempla nuevamente…” Pero además la filosofía, concebida aquí como la más acabada expre- sión de la locura del enamoramiento61 permite una feliz resolución de sus efectos trastornadores en la relación amante-amado. En primer lugar el filósofo es quien logra de modo más efectivo conquistar verdaderamente el amor del amado. La recepción de un amor que lo beneficia y enaltece hará brotar en el amado un sentimiento erótico –el “contra-amor” o antéros– de características similares a las del amante y querrá espontá- neamente corresponderlo.62 Surge de este modo en ambos enamorados el deseo de brindarse mutua satisfacción y permanecer juntos. El buen amor del filósofo-amante incluye asimismo el deseo de promover en el amado la práctica de la filosofía. La relación amorosa se transforma entonces en un camino conjunto de persecución de la verdad. Por otra parte, una razón de fondo sugerida en el texto por la que el enamora- miento capaz de encender el amor a la verdad promueve la mejor forma de amor personal: en tanto la belleza del amado remite al amante a la 61 No obstante, esto no es posible en todos los casos, pues están los que se han vuelto torpes para transportarse del bello amado a la Idea de la Belleza. Por ello al enamorarse sólo desean asaltar sexualmente al amado y disfrutar de un placer corporal como lo haría un animal: cf. Phdr. 250e. 62 Cf. Phdr. 255d-256a. El amado corresponde en principio con un sentimiento afectuoso –philía– más débil que la pasión amorosa del amante o éros. Cf. nn. 8, 30-31 y 37 supra. María Angélica Fierro 109 Idea de lo Bello, esto hace que el amado sea valorado como vehículo pri- vilegiado para remontarse a la búsqueda de la verdad, al tiempo que se lo diferencia de la Belleza en términos absolutos. Puede así ser reconocido por su enamorado como amante, es decir, en términos del Banquete, como sujeto de deseo, carente él también de lo bello y lo bueno. En segundo lugar, de acuerdo al Fedro, la elección y práctica de la filosofía en tanto manía erótica por la verdad permite desarrollar la habilidad de estar en frecuente contacto con el objeto último y autén- tico de amor –la Belleza en sí y las Ideas en general–, ya sea en nuestra existencia encarnada actual, en una vida post-mortem sin cuerpo mortal o en futuras vidas terrenales por venir. En primer término, en nuestra vida presente es posible adquirir la práctica de la dialéctica, es decir, desarrollar la capacidad de distinguir en lo uno lo múltiple y viceversa (Phdr. 249c-d), si bien el conocimiento de la estructura eidética de la realidad sigue siendo sesgado (Phdr. 249c; 249e-250b). Asimismo, los filósofos que han desarrollado esta habilidad y de este modo fortalecido las alas de Eros que nos transportan hacia la verdad son quienes, después de muertos, al perder su cuerpo mortal, son capaces de elevarse al “lugar fuera del cielo” donde están las Ideas, si bien, nuevamente, “de forma esforzada y parcial” (mógis: Phdr. 247b, 248a, 250b; Steinhal, 1993). A su vez esto les garantiza que, si deben retornar a una existencia encarnada, lo hagan como filósofos, e incluso, si en algún momento lograran superar el ciclo de las reencarnaciones, puedan acceder plena y regularmente como los dioses a la “llanura de la verdad”, en otras palabras, a un estado permanente de sophía o “sabiduría”.63 El dialéctico podría entonces ir convirtiendo la locura amorosa en deseo de sabiduría a fin de conseguir un acceso seguro y continuo a su objeto de amor. El Fedro nos transmite, pues, otra concepción de Platón sobre la filosofía. Por un lado, ésta nos proporciona una forma de vivir fruc- tíferamente con otro la conmoción sobre nuestras vidas que implica enamorarse. Por el otro, transforma este impacto en la ocasión para que emerja y crezca lo mejor de nosotros: el “amor a la sabiduría”. 63 Según Phdr. 248c, 249a los filósofos en algún momento pueden abandonar el ciclo de las encarnaciones y adquirir una existencia como la de los dioses. Sin embargo, el texto no deja claro si al reiniciarse el gran ciclo de diez mil años no deben adquirir nuevamente un sôma mortal. 110 La philosophía según Platón 6. Conclusión Hemos mostrado a través del análisis realizado hasta aquí que la philosophía no consiste para Platón en un mero ejercicio del pensamiento abstracto (cf. Havelock 1963: cap. 15) sino que está íntimamente relacio- nada con la posibilidad de responder a distintos problemas perturbadores para cualquier ser humano. Vimos que en esas respuestas, a pesar de que el término philosophía está siempre vinculado con el deseo por la verdad y por una creciente intimidad con ésta, cobra en el contexto particularde cada diálogo un significado distinto, lo cual revela una complejidad de sentidos no homologables entre sí. Así, en el Fedón, frente a la amenaza de la muerte, la philosophía, en tanto práctica de separación del alma res- pecto del cuerpo, en la medida de lo posible, a fin de poder contemplar las cosas en sí, resulta ser una preparación para la muerte que nos incentiva a buscar la sabiduría en nuestra vida presente. Nos abre, además, la pers- pectiva esperanzadora de poder alcanzar tras la muerte una condición similar a la de los dioses, en contacto asiduo con las Ideas, el objeto más elevado de amor. En el caso del Banquete, la philosophía constituye el mejor modo de abordar las fluctuaciones en que, en la medida en que todos somos sujetos deseantes, nos instala la naturaleza carente de éros. Pues, por un lado, nos permite generar, a partir del reconocimiento de nuestra falta de sabiduría, el deseo de recorrer la “escalera erótica” para alcanzar la captación de la Belleza en las cosas bellas –en el plano físico, moral, epistémico y, finalmente, metafísico– y lograr de este modo la producción de verdadero conocimiento y auténtica excelencia o areté. Por el otro lado, si fuera posible completar este “ascenso”, accederíamos al modo más seguro de lograr familiaridad con la Idea de lo Bello y, por lo tanto, la máxima satisfacción del deseo de sabiduría. En la República la práctica de la philosophía es la mejor resolución del conflicto interno originado en la puja de los apetitos en dirección opuesta al deseo de lo bueno de la razón, con mayor o menor colaboración de nuestra agre- sividad. Si el deseo por la verdad de la razón gobernara nuestra vida y conciliara exitosamente los deseos de todos los aspectos psíquicos, lograríamos una organización armónica de nuestro mundo mental. La philosophía es también el mejor remedio para los conflictos políticos, ya que si los filósofos gobernaran la pólis, la producción y circulación de bienes materiales y las tareas militares estarían al servicio de lo que es beneficioso para la comunidad en su totalidad, en el contexto más amplio, además, de lo Bueno a nivel cósmico. Por último, vimos en el Fedro que la philosophía nos permite transformar la enajenación en que María Angélica Fierro 111 aparentemente nos subsume la locura del enamoramiento en un anhelo ardiente por alcanzar la verdad y, al mismo tiempo, convertir la relación amorosa en una búsqueda conjunta de ésta. Estos sentidos que adquiere en cada texto el término philosophía no sólo son disímiles sino que existe entre ellos una cierta tensión. Así, la filosofía como preparación para la muerte del Fedón implica que el alma se aparta de las demandas del cuerpo para focalizarse en la actividad contemplativa. Esta concepción de la filosofía se aviene con la práctica de la dialéctica del filósofo de la República (y del que avizora la Belleza en el Banquete y el Fedro) pero se opone en parte a la concepción de la filosofía en esta misma obra como gestora de la resolución de los conflic- tos psíquicos y, sobre todo, políticos. La mirada escatológica del Fedón sobre la filosofía entra también en tensión con el enfoque de la tarea filosófica que hallamos en el Banquete, concentrada en el logro aquí y ahora de la máxima productividad del deseo. Por otro lado, mientras en este último diálogo el éros es la fuerza organizadora de nuestra exis- tencia humana de la cual la filosofía es su más consumada expresión, en el Fedro refiere, en cambio, a la locura del enamoramiento por un ser humano en particular que, cuando es bien entendida, nos conduce a la práctica de la filosofía. Sin embargo, estas diversas formas de entender la philosophía no son incompatibles en lo esencial, puesto que, para Platón, el quehacer filosófico conduce siempre, a través del acceso a una sabiduría similar a la de los dioses, al mejor modo de vida en nuestra existencia actual y, si fuera posible, también después de la muerte. Referencias Brown, E. (2004) “Minding the Gap”, Philo- sophical Studies 17, pp. 275-302. Burnet, I. (1899-1906) Platonis Opera, 5 vols., Oxford, Oxford University Press. Burkert, W. (1960) “Platon oder Pythagoras? Zum Ursprung des Wortes ́ Philosophiè ”, Hermes 88, 2, pp. 159-177. Burkert, W. (1972) Lore and Science in Ancient Pythagoreanism, trad. de E. L. Minar Jr., Cambridge, Harvard University Press. Burkert, W. (2007) Religión griega arcaica y clásica, trad. de H. Bernabé revisada por A. Bernabé, Madrid, Abada. Bury, R.G. (1932) The Symposium of Plato, ed. crítica con introd. y com., Cambridge, Cambridge University Press. Cooper, J.M. (1999) “Plato’s Theory of Human Motivation”, en G. Fine (ed.), Plato 2. Ethics, Politics, Religion, and the Soul, Oxford, Oxford University Press, pp. 186-206. Davidson, J. (1997) Courtesans and Fish- cakes: the Consuming Passions of Ancient Greece, London, St. Martiǹ s Press. De Vogel, C. (1966) Pythagoras and early Pythagoreanism, Assen, Van Gorcum & Comp. N.V. 112 La philosophía según Platón Diels H. and Kranz W. (1906) Die Fragmente der Vorsokratiker, Berlin, Weidmannsche. Dover, K.J. (1978) Greek Homosexuality, Lon- don, Harvard University Press. Dover, K. (1980) Plato. Symposium, ed. crít. con introd. y com., Cambridge, Cambridge University Press. Chantraine, P. (1968-1980) Dictionnaire éty- mologique de la langue Grecque. Histoire des mots, I-IV, Paris, Klincksiek. Eggers Lan C. & Juliá, V. (1978) Los filósofos presocráticos, vol.1, Madrid, Gredos. Eggers Lan C. (1983) Fedón de Platón, Buenos Aires, Eudeba [1971]. Eggers Lan, C. (1997) “La filosofía de Platón” en G. Gual (ed.), Historia de la Filosofía Antigua. Enciclopedia Iberoamericana de filosofía, vol.14, Madrid, Trotta, pp. 131- 159. Fierro, M. A. (2011a) “Inocencia del dios y responsabilidad humana”, Mársico, C. (comp.), Actas de la Primera Jornada de Pensamiento Antiguo, Buenos Aires, Universidad de San Martín (publicación digital). Fierro, M. A. (2011b) “Mente criminal y pulsiones criminales en Platón”, Tobías Nápoli, J., Zecchin, G. C. & Pepe de Suárez, L. (eds.), Actas del Quinto Coloquio Inter- nacional. Mito y performance: de Grecia a la Modernidad, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de La Plata (publicación digital). Fierro, M. A. (2010a) “La concepción del éros universal en Fedro”, en J. Labastida & V. Aréchiga (eds.), Identidad y diferencia, tomo 2: El pasado y el presente; Sección: Antigüedad y Medioevo, México, Asocia- ción Filosófica de México y Siglo XXI, pp. 11-25. Fierro, M. A. (2010b) “Conocer entonces hacer: el paradigma teórico-práctico en la filosofía de Platón”, en Actas del XXI Sim- posio de Estudios Clásicos, Santa Fe, Univer- sidad del Litoral y Asociación Argentina de Estudios Clásicos (publicación digital). Fierro, M. A. (2008) “La concepción platónica del éros en República”, Diánoia, vol. 53, 60, pp. 21-52. Fierro, M. A. (2007) “La deducción de las partes del alma de un conflicto de deseos”, Thémata 34, pp. 71-87. Fierro, M. A. (2007) “El concepto filosófico de metaxý en el Banquete de Platón”, en J. Martínez Contreras (ed.). El saber filo- sófico, México, Asociación Filosófica de México y Siglo XXI, pp. 249-254. Fierro, M. A. (2006) “Platón y los privilegios de los amantes”, Nova Tellus, 24, 2, pp. 167- 195. Fierro, M.A. (2001) “Symp. 212a2-7: Desire for the Truth and the Desire for Death and a God-like Immortality”, Méthexis 14, pp. 23-43. Foucault, M. (1982) Historia de la sexualidad, trad. de U. Guinazu, México, Siglo XXI. Gallop, D. (1975) Plato: Phaedo, trad. y com. , Oxford, Oxford University Press. Gosling, J.C.B. (1983) Plato, London, Rout- ledge & Keagan Paul [1973]. Guthrie, W.K.C. (1975) A History of Greek Philosophy IV: Plato. The man and his dia- logues: earlier period, Cambridge, Cam- bridge University Press. Hackforth, R. (1950) “Immortality in Plato’s Symposium”, The Classical Review, vol. 64, pp. 43-45.
Compartir