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Y sabrán quién soy Yo (Ezequiel) - Rafael Porter

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ESTUDIOS BÍBLICOS ELA: 
Y SABRÁN QUIÉN SOY 
YO 
(EZEQUIEL) 
RAFAEL PORTER y DINA QUIÑONEZ 
A menos que se indique lo contrario, 
todas las citas bíblicas están tomadas 
de la Versión Reina-Valera 1960. 
Primera edición, 1986 
© 1986 por Ediciones Les Américas, A.C. 
Todos los derechos reservados 
Prohibida la reproducción parcial o total 
ISBN 968-6529-37-3 
CONTENIDO 
1. Un Dios Digno de Adoración 
Ezequiel 1–3 
2. Una Recompensa Merecida 
Ezequiel 4–7 
3. ¿A Quién Serviremos? 
Ezequiel 8–11 
4. Un Optimismo Falso 
Ezequiel 12–14 
5. ¿Quién es Responsable? 
Ezequiel 15–19 
6. Un Dios Ofendido 
Ezequiel 20–21 
7. Un Dios Justo 
Ezequiel 22–24 
8. Un Dios Soberano 
Ezequiel 25–32 
9. Ei Triunfo de la Justicia 
Ezequiel 33–35 
10. De Muerte a Nueva Vida 
Ezequiel 36–37 
11. Un Ataque contra Dios 
Ezequiel 38–39 
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12. Regresa el Dios Glorioso 
Ezequiel 40–48 
“Y SABRÁN QUE YO SOY 
JEHOVÁ” 
EZEQUIEL 
PROFECÍAS ANTES DE LA CAÍDA DE 
JERUSALÉN 1–32 
 PROFECÍAS DESPUÉS DE LA 
CAÍDA DE JERUSALÉN 33–
48 
Acerca del 
Profeta 1
–3 
Contra 
Jerusalén 4
–24 
contra las 
Naciones 25
–32 
CAIDA Acerca de la 
Restauración 
 33–39 
Acerca del 
Milenio 40–
48 
Su 
trasfondo 
histórico 
1:1–3 
Su visión de 
Jehová 1:
4–28 
Su 
comisión 
2–3 
Cuatro señales 
del juicio 
venidero 4:
1–5:4 
Tres mensajes 
explicativos 
 5:5–7:27 
Cuatro 
visiones 
acerca de las 
abominaciones 
en la ciudad y 
el templo 8–
11 
Símbolos y 
mensajes que 
anuncian 
juicio 12–19 
Predicciones 
acerca del 
juicio 
venidero de 
Jerusalén 2
0–24 
Naciones que 
despreciaron 
a Israel 25–
28 
Amón 25:1–
7 
Moab 25:8–
11 
Edom 25:12
–14 
Filistea 25:1
5–17 
Tiro 26:1–
28:19 
Sidón 28:20
–24 
PAZ 
resultante 2
8:24–26 
Nación que 
desvió a 
Israel 29–
32 
Caída de la 
nación 29 
Descripción 
del juicio 30 
Comparación 
con 
Asiria 31 
Lamentación 
por 
Egipto 32 
DE 
JERUSAL
ÉN 33:21 
Nombramiento 
del 
atalaya 33 
Pastores en 
Israel 34 
Profecías 
contra 
Edom 35 
Profecías 
acerca de 
Israel 36–34 
Profecías 
contra Gog y 
Magog 38–
39 
Visión del 
templo 
restaurado 4
0–42 
Regreso de la 
gloria de 
Jehová 43:1
–12 
Ordenanzas 
acerca de la 
adoración 4
3:13–46:24 
Visión de la 
tierra 47–48 
1 
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Un Dios digno de Adoración 
Ezequiel 1–3 
¿Cómo pudo suceder? Dentro del pueblo escogido, que decía pertenecer al Dios vivo, 
los líderes religiosos introdujeron en el templo de Jehová a otros dioses paganos. ¿Como 
era posible que se pervirtieran tanto? 
Es que se les había olvidado la grandeza y gloria del Señor a quien decían servir, 
Jehová, el que dijo que consumiría con su gloria al que le viera directamente. Sin embargo, 
a ellos se les había olvidado precisamente eso: darle gloria. 
Aunque parezca mentira, es posible que al pueblo de Dios también hoy, se le olvide su 
grandeza. Si nos olvidamos de él, podemos alejarnos y a veces, aun llegar a despreciarle. 
Podríamos caer en la misma trampa. 
Un creyente verdadero puede sentirse muy contento cuando llega al culto del domingo 
con otros que creen en el mismo Dios. Sin embargo, al salir del templo, su vida no 
manifiesta ningún cambio. Vive como si Dios no existiera. Tal cristiano no se da cuenta de 
que el conocimiento verdadero de Dios puede cambiar su vida. 
El libro de Ezequiel fue escrito para advertirnos de este peligro. Nos llama a contemplar 
las implicaciones de la gloria de Dios para nuestra vida. 
EL MINISTERIO DE LOS PROFETAS 
Los profetas eran hombres que andaban con Dios. No les daba miedo definirse como 
sus siervos. Ellos señalaban el camino a seguir para tener la conducta adecuada del pueblo 
que a menudo se salía de los límites establecidos por Dios. 
El Antiguo Testamento nos enseña el trabajo de estos grandes hombres y las variadas 
emociones que experimentaban. Además, nos indica las formas en que Dios los utilizó para 
restaurar a Israel a la comunión con él. 
La función de los profetas ha sido mal entendida en nuestros días. Se considera 
frecuentemente que un “profeta” es alguien que anuncia sucesos futuros. No obstante, no es 
esa la única, ni la más importante, función del profeta. 
Un profeta es un vocero de Dios, porque anuncia o proclama la palabra santa. Entonces, 
es alguien llamado para anunciar el mensaje que Dios quiere comunicar al hombre. Tal 
mensaje puede referirse al futuro, pero no tiene que ser forzosamente así. 
Cuando un profeta anunciaba algo futuro, lo hacía para motivar al oyente a cambiar su 
vida en ese momento. Dios utilizó a estos voceros para animar al pueblo a confiar en él y 
obedecerle 
¡PENSEMOS! 
Los profetas predicaron para el pueblo de Israel con el fin de 
corregir problemas contemporáneos. ¿Se dirigen estos 
mensajes a nuestras circunstancias hoy también? ¿En qué 
problemas actuales nos podría ayudar el mensaje de los 
profetas? Dé algún ejemplo que usted recuerde. 
LOS TIEMPOS DE EZEQUIEL 
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Dios, en los pactos que hizo con Israel, prometió bendición a cambio de la obediencia, y 
maldición a cambio de la rebeldía (Deuteronomio 28). Dios mandó prosperidad cuando el 
pueblo fue fiel; mas cuando se apartó, envió maldición. 
La maldición mayor, hasta esa fecha, había sido el exilio. El pueblo fue arrancado de su 
tierra y esparcido por otras naciones para ser esclavo de ellas. Dios mostró su amor aun en 
medio de las maldiciones enviando a sus mensajeros los profetas. 
Ezequiel aparece en esa época del exilio. Tuvo que vivir, lo mismo que sus paisanos, 
lejos de Jerusalén, en Babilonia. Fue llevado cautivo en la segunda deportación, cuando 
corría el año 598 a.C. 
En los primeros 32 capítulos, explica a sus paisanos por qué estaban allí y los llama al 
arrepentimiento. A la vez, predice la destrucción venidera de Jerusalén. La última parte del 
libro fue escrita después de oir de la caída de la ciudad. Quería consolar a su pueblo y 
asegurarle su futura restauración. 
EL MENSAJE DEL LIBRO 
El mensaje que Ezequiel anuncia al pueblo es que Dios va a glorificar su nombre. Israel 
lo había despreciado y difamado por generaciones. Ahora, a través del juicio y la 
restauración, su nombre volverá a ser magnificado y aprenderán a reverenciarlo. 
El propósito de Ezequiel entonces, era enseñar la grandeza de Dios. Se repite una frase 
o lema en todo el libro: “Y sabrán que yo soy Jehová”. La repetición de esta frase sirve para 
llamarles la atención por no haber respondido adecuadamente a la grandeza de Dios. 
El tema se repite tanto al referirse al juicio, como a la restauración. A través de todo el 
libro Dios está usando el juicio y la restauración como lecciones visuales para enseñarles 
quién es él. Los dos aspectos revelan que Dios es misericordioso pero también santo, y no 
tolera el pecado. 
LA ESTRUCTURA DEL LIBRO 
La estructura de Ezequiel se divide en dos partes principales. Las dos partes giran 
alrededor de un eje: la caída de Jerusalén (33:21): 
“Aconteció en el año duodécimo de nuestro cautiverio en el mes décimo, a los cinco días del mes, 
que vino a mí un fugitivo de Jerusalén, diciendo: La ciudad ha sido conquistada”. 
Los primeros 32 capítulos contienen profecías que se anunciaron antes de la caída de 
Jerusalén. Los capítulos 33 al 48 las que se dieron después de su caída. 
PROFECÍAS ANTES DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN 1–32 
EJE: LA CAÍDA DE JERUSALÉN 33:21 
PROFECÍAS DESPUÉS DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN 33–48 
EL LLAMAMIENTO DEL PROFETA 1–3 
El ambiente del profeta 1:1–3 
Los únicos datos biográficos que conocemos de Ezequiel se encuentran en el libro.Pertenecía a una familia sacerdotal y su padre se llamaba Buzi. 
Ezequiel era de una clase social alta. Fue llevado a Babilonia con el rey Joaquín en la 
segunda deportación. En cada batalla, se acostumbraba que el rey victorioso aprisionara a 
los nobles y ricos de la ciudad conquistada. Daniel fue llevado en la primera deportación. 
Por ser sacerdote, Ezequiel conocía bien la ley. Había visto personalmente las faltas que 
los guías espirituales del pueblo cometían. 
TODO ERROR DOCTRINAL 
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Y TODA CAÍDA PRÁCTICA 
PUEDE ATRIBUIRSE A FIN DE CUENTAS 
A UN CONCEPTO EQUIVOCADO DE DIOS. 
La visión de Jehová 1:4–28 
La visión de Dios que Ezequiel presenció introduce el libro a los lectores originales 
para llamarles la atención desde el principio acerca de la gravedad de sus faltas cometidas. 
El Dios glorioso que se revela en la visión es el mismo con quien ellos habían estado 
jugando. 
Al contemplar el propósito de enseñar quien es Dios, el ambiente del cual vino el 
profeta, y las circunstancias de la vida del pueblo, podemos entender el significado de esta 
visión temible. 
La visión ocurre juntamente con el llamamiento del profeta. Contiene muchos 
elementos: fuego (1:4), resplandor (1:4), seres vivientes con apariencia de animales (1:5, 
10), ruedas (1:16), y un trono (1:26). Tantos elementos extraños nos hacen preguntarnos. 
¿Qué significa tal visión? El mismo profeta nos responde: “Esta fue la visión de la 
semejanza de la gloria de Jehová” (1:28). 
¡Qué manera de presentar la gloria de Jehová! ¿Qué razón tendría Dios para 
manifestarse así? La lectura de estos versículos y el intento de contemplar el cuadro 
descrito producen asombro. 
La visión describe la grandeza y el poder del Señor. Con este Dios majestuoso y temible 
estaba jugando Israel. Ese ser tan imponente, había sido ofendido y despreciado. Al mismo 
tiempo, Jehová está preparando a su siervo para anunciar la manera en que el pueblo 
conocerá su grandeza. 
Entre los muchos detalles que contiene hay dos elementos principales: cuatro seres 
vivientes con ruedas (1:5–25), y uno semejante a hombre sentado en el trono (1:26–28). 
Los cuatro seres vivientes después son identificados como querubines, seres creados por 
Dios para su servicio (10:1–4). 
Muchas personas se ponen a interpretar con tanto esmero los detalles de esta visión, que 
descuidan los elementos mas importantes. Lo mejor es poner la atención en lo que es 
central e importante para entender lo que el profeta quiere explicar. 
Las expresiones “una gran nube con fuego” y “un resplandor”, sugieren la semejanza de 
la revelación de la gloria del Señor en Sinaí (Éxodo 20:18). El mismo Dios que hizo los 
pactos y prometió bendición y maldición, vuelve a presentarse para cumplir su promesa. 
La reacción de Ezequiel ante esta visión es de temor y humillación. Se postra en 
adoración ante ese Dios tan imponente, y oye lo que le quiere decir. La respuesta del 
profeta demuestra lo que Israel debía de haber hecho frente a un Dios tan glorioso. 
Ezequiel había visto la gloria de Dios. Israel había olvidado la grandeza de la gloria del 
Señor y, por lo tanto, hacia falta un recordatorio. El mensaje del profeta les asegura que tal 
recordatorio no tardaría en venir. 
¡PENSEMOS! 
Este Dios glorioso que se presentó a Ezequiel es el nuestro 
también. Es un Dios de amor, pero también es santo y no 
puede tolerar el pecado. Además, siempre es fiel y cumple 
todo lo que promete. 
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Entre más conozcamos de Dios, mejor sabremos cómo debe 
ser nuestra actitud ante él. La postura de Israel fue de 
rebeldía, desprecio y desobediencia. La de Ezequiel fue de 
respeto, humillación y disposición a escuchar. 
¿Cuál es nuestra actitud frente a Dios? ¿Será como la de 
Israel, o como la del profeta? Tome un momento para 
evaluarla. ¿Tiene alguna actitud negativa que afecta su 
respecto y obediencia hacia el Señor? ¿Qué evidencia se ve 
en su vida de su actitud ante él? ¿Qué pasos debe dar para 
mejorarla? 
Ezequiel escucha lo que Jehová quiere decirle y se motiva para obedecer la voz del gran 
Dios. La presencia del Señor no se limitaba al templo en Jerusalén. Él la vio en Babilonia, a 
casi 800 kilómetros de Jerusalén. 
Dios se dirige a Ezequiel nombrándolo hijo de hombre. Esta frase resalta la debilidad 
humana del profeta. Solamente por el Espíritu puede el vidente recuperar las fuerzas 
perdidas al contemplar una visión tan majestuosa. 
El profeta escucha la comisión de Dios. Le da un trabajo para que lo cumpla en aquel 
ambiente de destrucción en que se encontraba. 
EL MINISTERIO DEL PROFETA 
ANTES DEL CAUTIVERIO. 
TRASFONDO HISTÓRICO: 
PECADO E IDOLATRÍA. 
MENSAJE: EL JUICIO VENIDERO. 
PROPÓSITO: MOTIVARLES A ARREPENTIRSE. 
Dios manda a su profeta a los hijos de Israel. Ellos eran una casa rebelde (2:5). Les 
Ilama: “de duro rostro y empedernido corazón” (2:4), “zarzas y espinos” y “escorpiones” 
(2:6). ¡Qué público! La tarea de Ezequiel se tornaba dificil. 
El Señor no le da ni siquiera una esperanza de que lo iban a escuchar, pero le asegura 
que “sabrán que hubo profeta entre ellos”. El ministerio del vocero de Dios siempre es así. 
Él nos manda a hablar, pero no nos da ninguna garantía del resultado. Este queda entre el 
oyente y Dios. A Ezequiel le asegura que NO le harán caso. Sin embargo, él tiene que ir a 
hablarles. 
No obstante, Dios no deja indefenso a su mensajero; lo prepara bien para su tarea (2:8–
3:11). Primero, hace que Ezequiel se apropie del mensaje, que lo haga parte de su propia 
vida (2:8–3:3). 
Su identificación con el mensaje divino se ilustra al comerse el libro que lo contiene. 
Uno no puede hablar bien de algo que no conoce. Dios quería que el profeta hiciera suyo el 
mensaje que él iba a enseñar al pueblo rebelde. 
Ezequiel describe su experiencia con el rollo que comió. El libro contenía ayes y 
lamentaciones en contra de su propio pueblo. Sin embargo, cuando lo comió, no sintió su 
sabor amargo, sino que fue “dulce como miel” (3:3). 
¿Es así la palabra del Altísimo para nosotros? Para el profeta fue dulce. ¿Por qué? 
Porque no estaba viendo sólo los juicios. El podía ver mas allá de ellos, porque conocía a su 
Señor. Ve la gloria de Dios y sabe que él no comete errores. Aun aquellos ayes y 
lamentaciones tenían un propósito que era para bien. 
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La primera forma que Dios utiliza para preparar a su siervo se presenta al decirle que 
coma el rollo. La segunda forma en que lo prepara es haciéndolo fuerte, más resistente que 
la casa rebelde de Israel (3:7–9). Sólo entonces, el profeta estuvo listo para trabajar. 
En ese momento, el vidente reacciona, como que de pronto se desanima y no quiere 
llevar a cabo una encomienda tan dura contra su propia gente (3:14). Jeremías experimentó 
algo similar (Jeremías 1:6–9). Se ve que en los dos casos, la mano de Dios es más fuerte 
que la debilidad de su siervo. 
Además, Dios establece a Ezequiel como atalaya (3:17). Un atalaya era el guardia de la 
ciudad. Su trabajo era mantener la vista en el horizonte y en la misma ciudad para observar 
cualquier peligro, fuese de un invasor de afuera, o de fuego o desórdenes internos. 
Si un atalaya no avisaba del peligro, sería responsable de la muerte de los habitantes y 
tendría que morir también. Si avisaba, quedaba libre de cualquier culpa, aunque no le 
hicieran caso. 
Tal era el trabajo de Ezequiel. Ya conocía el peligro que se cernía sobre su pueblo. Le 
correspondía a él anunciarlo; ésa era su única obligación. No era responsable de convencer 
a nadie, sólo de anunciar el peligro. Si uno de sus oyentes atendía el mensaje, ése se 
salvaría; si otro no lo obedecía, moriría. Sin embargo, para el profeta resultaba lo mismo. 
Sería responsable solamente cuando no anunciarael mensaje. 
¡PENSEMOS! 
¿Tenemos los evangélicos un mensaje que debemos 
comunicar? Aunque nuestros oyentes sean indiferentes u 
hostiles muchas veces, nuestra responsabilidad es dar el 
mensaje. El éxito del anuncio no está en que las personas 
sean convencidas, sino en que el mensaje sea trasmitido. 
¿He sido y equipado como lo fue el profeta? Según Hechos 
1:8, ¿en qué manera nos ha capacitado Dios para comunicar 
el mensaje del evangelio? 
Piense en dos personas que usted conoce que aún no han 
hacho una decisión por Cristo. Empiece a orar por ellas 
diariamente y pedir que Dios le ayude a anunciarles su 
mensaje. 
Algunos creen que el castigo o muerte del justo (3:20) indica que los ya salvos pueden 
perder la salvación, pero debe tomarse en cuenta que el profeta se dirige al pueblo de Dios. 
Como hijos, ellos tenían deberes que cumplir. El enfoque está en la manera en que el 
pueblo de Dios, ya justificado por fe, debe vivir. 
Si el estilo de vida del pueblo del Señor mancha el nombre de Dios, el castigo es la 
muerte. La historia de Israel demuestra que esta muerte es fisica. Así se prueba, de una vez 
por todas, que con el Omnipotente no se puede jugar. 
La lección para nosotros hoy, tal como lo fue para ellos, es que el justo no se salva por 
hacer buenas obras. La salvación se recibe al confiar en Cristo. Es en tal persona que Dios 
produce un cambio. Así que, este pasaje no enseña que la salvación puede perderse (Vea 
Juan 10:10, 28–29; 17:6, 10). 
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Al terminar de explicar sus responsabilidades, Dios encierra a Ezequiel y lo enmudece. 
Así, el profeta hablaría sólo cuando el Señor se lo mandara. En esta forma, el vidente iba a 
cumplir su ministerio (3:22–27). 
CONCLUSIÓN 
En medio de un pueblo que ha olvidado su gloria y grandeza, Dios se revela a un 
hombre que reconoce su dignidad y esta dispuesto a servirle. Ezequiel ve la gloria del Señor 
y adora su grandeza. En una manera muy distinta a Israel, él reconoce que la gloria de 
Jehová nos obliga a someternos a él y obedecerle. A gran precio personal, el profeta 
obedece la comisión del Dios Altísimo y se compromete a proclamar el mensaje que le ha 
encomendado. 
¡PENSEMOS! 
Nosotros no debemos imitar el ejemplo de Israel. Si 
adoráramos a un dios de piedra y palo, hecho a nuestra 
imagen, no tendríamos que preocuparnos por él, o por 
nuestra actitud frente a esa clase de deidad. 
Sin embargo, si adoramos al Señor omnipotente, creador y 
soberano del universo, debemos tender cuidado de reconocer 
su grandeza y sus derechos. Dios merece nuestra adoración y 
sumisión. ¿A que clase de Dios seguimos? 
¿Qué cambios ha producido el hecho de haber conocido al 
Padre celestial en su vida? ¿Lo conoce de verdad? ¿Qué 
diferencia ha hecho en su vida esa experiencia? ¿Qué espera 
él que usted haga como respuesta lógica a la revelación de su 
grandeza? 
DETRÁS DE CADA VIDA ALEJADA DE DIOS 
HAY UN CONCEPTO INADECUADO DEL 
SEÑOR. 
LA SOLUCIÓN PARA EL HOMBRE ALEJADO 
DE DIOS ES VERLO TAL COMO ÉL ES. 
2 
Una Recompensa Merecida 
Ezequiel 4–7 
Dios ha encomendado a cada quien alguna tarea o trabajo. Éste puede ser fácil o difícil, 
agradable o desagradable, relevante o sin mucha importancia. El Señor no nos 
responsabiliza mirando la importancia o dificultad de la tarea asignada; él sólo nos pide que 
seamos fieles al llevar a cabo el trabajo y que lo hagamos lo mejor que podamos, según la 
capacidad que nos ha dado. 
Ezequiel señala que hay dos actitudes diferentes que podemos asumir ante el 
cumplimiento del trabajo designado por Dios. Estas representan las dos alternativas que 
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podemos elegir cuando él nos da una comisión. Evaluemos nuestra vida para determinar 
qué actitud imitamos. 
La primera que el profeta señala es la que manifiesta Ezequiel mismo. Israel se 
encuentra en el cautiverio en Babilonia y Dios manda a su profeta para enseñar a su propio 
pueblo quién es él. 
Ese trabajo no era fácil. Ellos se habían hecho rebeldes porque no querían oir la voz de 
Dios. Por eso, él escogió a Ezequiel como atalaya del pueblo. Lo había preparado mediante 
1) una visión de su gloria, 2) un acto simbólico de identificación con su palabra, y 3) la 
provisión de la fuerza para resistir a la casa de Israel. 
Al instruirle acerca de su primer trabajo, Dios le indica las condiciones en las cuales lo 
realizará: encerrado en su casa. El profeta no solo haría esto, sino que también lo haría 
estando mudo; aun su silencio nos enseña. Puesto que lo que iba a anunciar el profeta era la 
palabra de Dios, sólo hablaría cuando el Señor se lo indicara y no cuando el pueblo quisiera 
oírlo nada más. 
A pesar de lo dificil de la tarea asignada, y la incomodidad personal que experimentaría, 
Ezequiel cumple fielmente su tarea. Nos da el ejemplo de lo que Israel debería haber hecho. 
Reconoce la gloria y soberanía de Dios y se somete a él. Además, hace todo lo que el Señor 
le pide. 
EZEQUIEL FUE UN EJEMPLO 
DE LO QUE DIOS QUERÍA DE ISRAEL. 
ISRAEL DEBÍA HABER SIDO UN EJEMPLO 
DE LO QUE DIOS QUERÍA DE LAS NACIONES. 
CUATRO SEÑALES DEL JUICIO VENIDERO 4:1–5:17 
La primera mitad del libro contiene las profecías dadas antes de la caída de Jerusalén 
(caps. 1–32). Dios manda a Ezequiel que explique al pueblo en el exilio el por qué de la 
destrucción que vendría sobre Jerusalén (caps. 4–24). El profeta presenta cuatro señales 
acerca del juicio. 
Señal de la ciudad sobre un adobe 4:1–3 
Dios ordena a su vocero que edifique una ciudad en miniatura sobre un adobe y que la 
rodee con instrumentos de guerra. Después, le ordena que la destruya. 
Ezequiel declara al pueblo que lo mismo que él hizo con la ciudad en miniatura, Dios lo 
haría a Jerusalén. Los instrumentos de guerra colocados alrededor de ella representaban el 
sitio que los enemigos le pondrían. 
LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN 
SE EXPLICA GRÁFICAMENTE. 
El profeta toma parte en la escena, colocándose frente a la ciudad, pero separado por 
una plancha de hierro para revelar la protección divina prometida (3:7–9). El pueblo era 
rebelde y debido a ello, muchas veces el Señor quiso destruirlo. Sin embargo, cumpliría la 
promesa que hizo a su siervo. 
Señal del profeta reclinado sobre su costado 4:4–8 
Ezequiel tuvo que dormir 390 días únicamente sobre su lado izquierdo para mostrar la 
extensión de tiempo que la nación hebrea tendría que sufrir por el pecado de Israel. 
Después de esos 390 días, tenía que dormir sobre su lado derecho otros 40 días, para 
enseñar cuánto tiempo sufriría por el pecado de Judá. 
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Cada uno de esos días equivalía a un año, lo cual da un total de 430 años de castigo para 
las rebeldes naciones. Este castigo se inició en el año 597 a.c. cuando fueron llevados 
cautivos el rey Joaquín y Ezequiel y terminó en el año 167 a.c., fecha en que los judíos 
empezaron a ejercer un gobierno independiente en la tierra por primera vez, después de 
múltiples invasiones. 
EL ATAQUE DE ISRAEL FUÉ ESPANTOSO. 
Señal del pan contaminado 4:9–17 
Dios ordena a Ezequiel que se haga pan con seis diferentes granos: trigo, cebada, habas, 
lentejas, millo [mijo] y avena. “¡Qué comida tan rara comen los judíos!” podríamos pensar. 
Para Ezequiel también era una comida muy extraña porque ellos no acostumbraban mezclar 
diferentes granos para una comida. 
Por si eso fuera poco, ¡Ezequiel tenía que cocinar esa mezcla en un fuego preparado con 
excremento humano! Esa iba a ser su única comida durante los días que estaría acostado 
para representar el castigo de su pueblo. 
Fácilmente podemos entender la reacción del profeta ante Dios: “¡Ah! Señor Jehová… 
nunca desde mi juventud hasta este tiempo (y tenía 30 años) comí cosa mortecina ni 
despedazada, ni nunca en mi boca entró carne inmunda”. Esteacto era sin duda, humillante 
y aborrecible. 
Además, según la enseñanza de la ley, cumplir este mandamiento le haría inmundo ante 
su Señor. Esto era para enseñarles que hasta la comida en Babilonia los haría inmundos 
frente a Dios. 
Si tal orden nos parece ofensiva a nosotros, cuánto más para ellos, si tomamos en 
cuenta los requisitos tan especiales que requería la dieta alimenticia de los judíos y, más 
aún, de un sacerdote. Dios atiende su protesta y le permite usar “estiércol de bueyes”. El 
Señor quería presentar claramente la humillación que viviría su pueblo. 
Esta señal contiene una representación gráfica de los efectos de la invasión de 
Babilonia. Primero, al reunir los distintos granos que nunca se mezclaban, se demuestra la 
escasez que habría. Segundo, al usar estiércol para el fuego indica o que no habría leña, o 
que sería muy difícil conseguirla. Así que, esta señal muestra la sequía y escasez que el 
pueblo sufriría. 
VENDRÍA ESCASEZ Y SEQUÍA. 
SEÑAL DE LA CABEZA AFEITADA 5:1–4 
Para la siguiente escena, Ezequiel necesitaba varios instrumentos: un cuchillo agudo, 
una navaja de barbero y fuego. Esta escena parece ser mas emocionante que las otras. Sin 
embargo, el profeta tenía que rasurarse la cabeza y la barba para usar su pelo en el drama. 
Luego, debía dividirlo en tres partes y hacer algo diferente con cada una de ellas ¡Qué 
difíciles representaciones tuvo que hacer Ezequiel! 
La primera parte: quemarla. 
La segunda: cortarla con el cuchillo. 
La tercera: esparcirla al viento. 
De esta última parte, el pelo que se queda en el manto del profeta representa al escaso 
remanente de israelitas que sería preservado. 
El destino de estos pelos era triste. De los que se esparcían, sólo unos cuantos quedarían 
en el manto del profeta y los que sobraran también debían ser quemados. Pero lo más triste 
de la señal es que representan lo que le sucedería a la nación de Israel. Una gran parte sería 
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quemada, otra muerta a espada por los enemigos y los que sobrevivieran serían esparcidos 
por todas las naciones. 
VENDRÍA MUERTE Y DISPERSIÓN. 
Cada señal enseñaba algo diferente, pero todas tenían el mismo propósito: que el pueblo 
se diera cuenta de las consecuencias de su pecado y que se arrepintiera antes de la llegada 
de aquel terrible juicio. 
¡PENSEMOS! 
¿Cómo era el trabajo del profeta? ¿Cómo lo realizó? ¿Qué 
calificación le daría usted? 
¿Qué trabajo le ha sido encomendado por Dios? ¿Le ha 
hecho algún encargo tan desagradable como el de Ezequiel? 
Piense en los tareas que debe realizar en esta semana. ¿Son 
agradables o desagradables? ¿Son fáciles o difíciles? ¿Qué 
calificación le gustaría obtener? Propóngase hacer su 
trabajo lo mejor que pueda, para obtener las mejores notas 
en cada actividad de esta semana. 
EI trabajo de Ezequiel no fue nada fácil. Dios lo enmudeció y le dio instrucciones 
difíciles de cumplir. Sin embargo, el vidente obedeció en todo. No se negó, ni puso 
excusas, aunque hubo muchas cosas que hizo que terminaron afectando su persona y 
dignidad. 
EZEQUIEL CUMPLIÓ CON SU COMISIÓN. 
Explicación de las señales 5:5–17 
Después de presentar las cuatro señales, el profeta explica su significado. Dios había 
puesto a Jerusalén en medio de las naciones para que diera testimonio de cómo es el Señor, 
pero ella “cambió las ordenanzas en impiedad aun más que las naciones alrededor”. 
Sus habitantes ni siquiera se habían comportado conforme a las leyes de las naciones 
paganas que la rodeaban. En vez de ser luz a las demás naciones, habían sido un obstáculo 
(5:5–7). Israel rechazó la tarea que Dios le dio. 
EL PUEBLO RECHAZÓ SU COMISIÓN. 
Por tanto, Jehová se declaró contra ella. Ella sería un testimonio ante las naciones del 
juicio de Dios contra quienes le rechazan. Él la iba a enjuiciar y quebrantar, conforme a las 
primeras dos señales (5:8–11). 
EL PUEBLO SUFRIÓ LA DESTRUCCIÓN 
La tercera parte moriría de hambre; otra tercera parte caería a espada; y la última, sería 
esparcida por toda la tierra. Dios mismo enviaría sobre ellos hambre y les quitaría el 
sustento de pan de tal forma, que las naciones vecinas se espantarían. Estos juicios están de 
acuerdo con las últimas dos señales (5:12–17). 
PORQUE LA PAGA DEL PECADO ES MUERTE 
(ROMANOS 6:23). 
Termina esta sección con un “Yo Jehová he hablado”. Esta frase nos recuerda que Dios 
siempre cumple lo que promete. El pueblo de Israel debía haberlo recordado también. 
LA CAUSA DEL JUICIO VENIDERO 6:1–14 
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Ezequiel explica la causa de los juicios. Jehová es un Dios justo y él no castiga a nadie 
sin antes señalar las razones que tiene para emitir su sentencia. 
El juicio se dirige a los montes, porque allí el pueblo dio la espalda a Dios y adoró a los 
ídolos de las naciones vecinas. Dios promete destruir esos lugares altos y matar a todos 
aquellos que los adoraron. Así está claramente definida la causa principal del juicio: la 
idolatría. 
Aun al anunciar el castigo, el Señor promete dejar un remanente, esparcido en otras 
naciones, para que se acordaran de su pecado y se avergonzaran. Se repite la frase: “Y 
sabrán que yo soy Jehová” cuatro veces (6:7, 10, 13, 14). Al ver lo que Dios ha hecho con 
ellos, sabrían quién es Dios y le darían la gloria que merece. 
LA DESCRIPCIÓN DEL JUICIO VENIDERO 7:1–27 
Después de demostrar la culpabilidad del pueblo, Ezequiel se dedica a describir el 
juicio. Primero se refiere a la condición de la nación y su incredulidad en cuanto al castigo 
(7:1–13). En segundo lugar, presenta detalles específicos en cuanto a éste (7:14–27). 
La condición del pueblo 7:1–13 
El pueblo conocía muy bien el trabajo de los profetas pues siempre los había tenido. Ya 
habían escuchado los juicios que Dios traería sobre ellos. Pero ahora había llegado el día de 
su cumplimiento. 
No obstante, habían endurecido sus corazones al mensaje de los profetas porque el 
juicio se retrasaba; no harían caso aunque los siervos del Señor hubieran seguido gritando y 
a pesar de que el juicio no llegara. Su actitud era que, puesto que Dios había hecho tantas 
promesas en sus pactos, él cumpliría sin importar cómo estaban viviendo. 
Creían que el juicio vendría, pero faltaba mucho tiempo todavía. No pensaban que ellos 
mismos iban a verlo. Tal vez llegaría en la siguiente generación, pero no en la de ellos. Es 
por eso que el profeta señala con tanto énfasis: “Viene el fin”, “cercano esta el día”, y 
“ahora, pronto” (7:2, 3, 5, 12). Ellos mismos verían y sufrirían el castigo de Dios. 
¡PENSEMOS! 
Según Mateo 5:14–16, ¿A qué se compara el testimonio de 
un hijo de Dios? Así como una luz no es para esconderse, no 
debemos ocultar lo que Dios es para nosotros. ¿Saben las 
personas que le rodean que usted es hijo de Dios? Haga una 
lista de las formas en que podría usted hacérselo conocer. 
Dios estableció a Jerusalén para que diera testimonio a las 
otras naciones, pero el pueblo en lugar de cumplir su misión, 
imitó a los paganos adorando a su ídolos. Por eso vino el 
castigo divino. 
¿Existe el peligro de que nosotros imitemos a nuestros 
vecinos y que adoremos a los mismos dioses que ellos siguen? 
Al mencionar los dioses de los paganos, no se refiere 
exclusivamente a imágenes. Hay muchas cosas que pueden 
llegar a ser tan importantes para nosotros, que no las 
abandonaríamos aunque Dios lo pidiera. Normalmente, 
inventamos alguna excusa para seguir haciendo lo mismo 
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que los demás. Esto también es una forma de idolatría. El 
dinero puede ser un ídolo, o la ropa, el trabajo, mis 
aspiraciones, o el deporte ¿Tiene usted algún ídolo 
relacionado con esto? ¿Cuál es? ¿Qué puede hacer para que 
no ocupe el lugar de Dios en su vida? 
Los detalles del juicio 7:14–27 
Ezequiel les dice queno habría quien peleara por ellos, porque el juicio presentado en la 
señal del adobe indica que los habitantes estarían hambrientos y sin fuerza. Muchos ya 
habrían muerto. Los que hubieran escapado, gemirían de vergüenza y terror. Ni el dinero 
serviría, porque no habría nada que comprar. Los que vivieran serían llevados en cadenas. 
Buscarán al profeta, pero la ley ya no estará en él. Ni Dios va a ayudarlos porque les 
habrá dado la espalda. El rey estará de luto y todo el pueblo temblará de miedo. ¡Qué 
horrible juicio! Eso es lo que el pueblo merecía por su desobediencia. Nosotros podemos 
pensar que con tales anuncios y señales, el pueblo debería estar dispuesto a arrepentirse, 
obedecer a Dios y cumplir su tarea. Sin embargo, no reaccionaron así. 
A pesar de estos anuncios, seguían pensando que Dios se había olvidado de ellos y que 
por lo tanto, no podía juzgarles. ¿Era eso verdad? ¿Qué actitud debieron tomar? 
CONCLUSIÓN 
Hemos conocido dos actitudes diferentes ante el cumplimiento del trabajo que Dios nos 
ha encomendado. Por un lado, Ezequiel escuchó la voz de Dios y cumplió con su tarea 
fielmente. 
Por el otro, Israel esperaba las bendiciones que Dios le había prometido, pero no quería 
escuchar su voz ni hacer lo que él había pedido. El fracaso empezó al desobedecer la 
comisión que Dios les había dado. Pero terminó con una rebelión completa que los llevó a 
la destrucción. 
Dios les había comisionado a vivir una vida distinta a las naciones paganas que los 
rodeaban. Su estilo de vida debía mostrar su adoración al Señor que es digno de toda 
alabanza, porque es el Creador del universo. 
En vez de cumplir con su comisión y vivir según las normas divinas, vivieron conforme 
al patrón establecido por sus vecinos, y peor aún a veces. Así que Dios fue menospreciado 
y no pudo brillar su luz. Al fin, el Señor les mandó la recompensa que merecían por su 
desobediencia. 
¡PENSEMOS! 
¿Qué observan nuestros vecinos en nosotros? ¿Demostramos 
que nuestro Dios es digno de adoración y servicio? ¿Quieren 
servirle por la diferencia que ven en nuestra vida? ¿Habrá 
alguna diferencia notable, o imitamos las costumbres de los 
demás? 
Evalúe su vida hoy. ¿Qué quiere cambiar Dios en ella para 
que se vea la diferencia entre usted y el mundo pagano en 
que vive? ¿Qué paso debe dar hoy? 
¿Cuál de las dos actitudes hacia el trabajo que Dios nos ha 
encomendado se observa en su vida? ¿Está sirviendo a Dios 
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fielmente, haciendo el mejor trabajo que puede según las 
capacidades que él le ha dado? ¿Le está sirviendo a medias? 
O, ¿está rechazando su llamado? 
¿Qué recompensa merece? ¿Recibirá la recompensa con 
Ezequiel, la de un siervo fiel, o con Israel, la del trabajador 
rebelde que se niega a trabajar? 
3 
¿A Quién Serviremos? 
Ezequiel 8–11 
Desde el principio de su relación con Israel, Jehová había indicado que él tendría que 
ser su único Dios y que no estaba dispuesto a compartir su gloria con nadie más. En el 
primer mandamiento, dice que él es celoso y que no debían adorar a ningún otro dios o 
imagen. Él iba a ser el único Dios de Israel (Éxodo 20:2–5). 
Josué advirtió a Israel que tenían que elegir. Debían eliminar a los otros dioses y servir 
sólo a Jehová. Les exhortó: “Escogeos hoy a quien sirváis”. Cuando eligieron, sin pensar 
bien, que servirían al Señor, Josué les advirtió que no lo podrían hacer bien porque él “es 
Dios santo y Dios celoso” (Josué 24:14–19). 
Josué les enseñó que Jehová no toleraría su pecado. Si lo dejaban por servir a otros 
dioses, “él se volverá y os hará mal, y os consumirá” (24:19–20). Después de escuchar la 
advertencia, Israel confirmó su decisión de servir sólo a Jehová. 
Siglos después, Elías tuvo que repetir la advertencia: Dios no estaba dispuesto a 
compartir su gloria. Al reunir a la nación en el monte Carmelo, el profeta les preguntó: 
“¿Hasta cuando claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; 
y si Baal, id en pos de él” (1 Reyes 18:21b). 
El pueblo no rechazó a Jehová de una vez. Lo que ellos querían era seguirlo, pero 
manteniendo su relación con los demás dioses también. No estaban dispuestos a dejar a los 
ídolos para seguirlo sólo a él. Elías repite que el Señor no acepta esas condiciones. Si él iba 
a ser su Dios, tendría que ser el único, porque no comparte su lugar con los dioses de piedra 
y palo de las naciones paganas. 
Después de tantos recordatorios, Israel debió haber aprendido esa verdad. Sin embargo, 
Ezequiel se enfrentó al mismo problema. Se dio cuenta que dentro del templo de Jehová se 
encontraban las prácticas paganas de las otras naciones. 
Después de anunciar el juicio por esta rebelión e idolatría, Ezequiel presenta cuatro 
visiones acerca de la adoración idolátrica en la ciudad y en el templo. Esas abominaciones 
habían llegado a tal extremo, que la gloria de Dios los abandonó. 
Dios no estaba dispuesto a compartir su lugar con ningún otro. De nuevo se manifiesta 
el contraste entre la gloria del Omnipotente, y el desprecio de ellos. Se repite el mensaje; el 
conocimiento adecuado del Altísimo produce reverencia, sumisión y obediencia. 
Lo que fue cierto en el tiempo de Ezequiel, lo es también hoy. Ser parte del pueblo del 
Señor requiere una decisión. No se puede andar en medio, entre la Palabra de Dios y las 
costumbres del mundo. Si el Todopoderoso es quien dice ser, tenemos que seguirle. Un 
concepto correcto en cuanto a quién es él, produce sumisión y obediencia; él no comparte 
su lugar con nadie más. 
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LAS ABOMINACIONES EN JERUSALÉN 8:1–8 
Una nueva visión lo Ilevó al templo en Jerusalén. Dios había prometido habitar en 
medio de ellos, pero Jerusalén se había corrompido. Debía ser el centro de adoración a 
Jehová, pero había Ilegado a ser el centro de corrupción. 
Los líderes religiosos y políticos habían desviado al pueblo hacia la corrupción. Esta 
condición tenía que ser corregida. El pecado y la gloria de Dios nunca pueden convivir 
juntos en paz. 
La visión empieza con otra revelación de la gloria de Dios. Al ver el interior del templo, 
Ezequiel se quedó impresionado con el contraste entre la gloria del Señor y las 
abominaciones que se practicaban allí. Se presentan cuatro ejemplos de la imitación de las 
costumbres paganas de parte de Israel. Cada una fue peor que la anterior. 
Los líderes religiosos estaban cometiendo graves faltas porque creían que Dios los 
había abandonado. Afirmaban que no existía o que, a lo menos, no les tomaba en cuenta. 
Por eso, imitaban a las otras naciones, creyendo que Dios no los vería. 
La imagen que provoca celos 8:5–6 
A la entrada, en el atrio del templo, se encontraba una imagen pagana. ¡Qué descaro tan 
abominable reflejaba el pueblo! Dios había dicho: “No te harás imagen…” Ellos no solo la 
habían hecho, sino que también la tenían en la casa de Dios. 
No se sabe a qué estatua se refiere, pero demuestra la idolatría presente en el pueblo, 
misma que se practicaba en el templo de Jehová. Al final de la descripción, se dice: 
“Vuélvete aun, y verás abominaciones mayores”. El proceso iba de mal en peor. 
ADORABAN A UNA IMAGEN. 
La adoración frente a las pinturas 8:7–13 
Ezequiel es dirigido a través del atrio y se le ordena que cave un agujero en la pared. 
Descubre una puerta que lo lleva a las cámaras de los sacerdotes, mismos que se 
encontraban celebrando un culto a ciertos reptiles y bestias dibujados en la pared. Los 
mismos sacerdotes los adoraban. ¡Qué triste sorpresa debió haberse llevado el profeta! 
Los sacerdotes estaban usando el incienso consagrado para el lugar santísimo, que 
estaba destinado a proteger al sacerdote en la presencia de la gloria de Dios, para dar culto a 
los dioses paganos dentro del templo. 
Esos sacerdotes creían que Dios no los estaba viendo y que no les hacía caso.Muchas 
personas piensan así ahora también; creen que al Señor no le importa lo que pasa en la 
tierra. Así que creen que pueden hacer lo que quieran y no les pasará nada. 
Ezequiel se fijó que Jaazanías, hijo de Safán, participaba en la adoración pagana. Esto 
le llamó la atención por su familia. Su padre había sido el que encontró el rollo de la ley en 
días de Josías (2 Reyes 22:3–13) y sus hermanos también manifestaban fidelidad a Jehová 
(2 Reyes 22:12–20; Jeremías 26:24; 29:1–3; 36:12–25). Sin embargo, participaba en la 
adoración pagana. El hecho de haber nacido en una familia fiel no garantiza la fidelidad de 
cada individuo. Jaazanías rechazó su herencia y siguió otros dioses, a pesar de su trasfondo 
familiar. Pero todavía había más que ver. Se repite de nuevo: “Vuélvete aún, verás 
abominaciones mayores que hacen estos”. El proceso seguía de mal en peor. 
ADORABAN EN FORMA 
PAGANA EN EL TEMPLO. 
Las mujeres y Tamuz 8:14–15 
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Se comprende este acto a la luz de las creencias de los pueblos que rodeaban a Israel. 
Según ellos, durante la primavera, Tamuz, dios de la vegetación, estaba en plena vida, y 
daba lluvia para la cosecha. En el tiempo de la sequía moría, y entonces la diosa Istar tenía 
que llorar para que él resucitara junto con la vegetación. 
Ezequiel ve a las mujeres de Israel en la puerta del templo lamentando y llorando por la 
muerte del dios pagano; esperaban que Tamuz volviera a la vida para traer la lluvia y 
buenas cosechas. Tal acto marcaba otro grado más de idolatría. El pueblo había dejado de 
confiar en Dios para que les proveyera de buenas cosechas y en cambio, confiaban en otros 
dioses. 
Al final de la visión, se oye de nuevo la voz: “Vuélvete aún, verás abominaciones 
mayores que éstas”. La idolatría seguía cada vez peor. 
ADORABAN AL DIOS DE LAS COSECHAS. 
La adoración del sol 8:16 
El último pecado mencionado es la adoración al sol. Por el lugar donde estaban, entre el 
altar y la puerta del templo, tendrían que ser sacerdotes. Los adoradores daban la espalda al 
templo con sus rostros vueltos hacia el oriente. Esta práctica había sido prohibida por la ley 
(Deuteronomio 4:19). Al darle la espalda a Dios, ellos reiteraban su rechazo (2 Crónicas 
29:6). 
ADORABAN AL DIOS DEL SOL. 
Así termina la descripción de sus pecados, mismos que se realizaban en el templo. Dios 
declara que por causa de su idolatría, juzgará a la casa de Judá (8:17–18). Habían ofendido 
al Creador y no perdonaría ni oiría sus gritos de angustia en el tiempo del juicio. Habían 
desechado al Dios glorioso del universo, pero no se puede jugar con el Señor y salir ileso. 
POR TANTO, DIOS LOS JUZGARÍA. 
¡PENSEMOS! 
El pueblo pensaba que Dios estaba lejos, muy ocupado, y 
probablemente, sin interesarse en ellos de todos modos. Por 
lo tanto, no hacian caso. Eso los llevó a volverse a otros 
dioses pensando que tal vez les ayudarían más en los 
problemas de la vida diaria. 
¿Habrá ocasiones en que nosotros pensamos así? ¿Creemos 
a veces que Dios no nos escucha o que está lejos? ¿Qué 
podemos hacer en esos momentos? ¿Será la respuesta 
indicada buscar la solución que el mundo sigue? ¿Qué es lo 
correcto? ¿Quién se aleja, Dios o nosotros? ¿Será que Dios 
no nos ve? ¿Ya no le interesa lo que hacemos? ¿Qué 
debemos hacer en tal caso? 
Cuando el punto de vista de Israel acerca de Dios se 
desbarató, su estilo de vida se arruinó. Empezaron con 
pecados “pequeños”, al parecer insignificantes. Pero iban de 
mal en peor. 
Los pecados aumentaron hasta llevarlos a la idolatría, la 
rebelión y, al fin, a realizar abominaciones dentro del templo 
del Dios viviente, Creador del universo. Así es con el pecado; 
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un pecado no confesado lleva a otro más grande, y éste a 
otro, hasta llegar a ser tan perverso como el de estos líderes 
religiosos. 
El proceso empieza al aceptar un concepto equivocado de 
Dios. ¿Cómo está usted hoy? ¿Ha empezado a aceptar una 
opinión debilitada en cuanto a quién es el Señor? ¿Está ya 
produciendo fruto en su vida este punto de vista? Confiese 
su pecado y su falta de fe ahora mismo. Pidale a Dios que le 
ayude a verlo tal como él es. Un concepto adecuado de Dios 
producirá frutos correctos en su vida. 
EL JUICIO CAUSADO POR LA IDOLATRÍA 9:1–11 
En la segunda parte de la visión, Dios muestra a Ezequiel el juicio que traerá sobre los 
líderes perversos y quienes los siguen. Dios envía a nueve varones como instrumentos de 
juicio para matarlos. El Señor manifiesta su justicia al poner una señal con tinta en la frente 
de los que lamentaban esas abominaciones para salvarlos del juicio de muerte. 
Esta visión demuestra que aunque Dios juzgaría a Israel y destruiría la ciudad, salvaría 
a un remanente fiel. En medio de la visión, la gloria de Dios se traslada de su posición 
sobre el arca a la entrada del lugar santo del templo (9:3). La gloria de Dios no puede 
permanecer junto a la abominación pagana. 
TRES RESULTADOS DE LAS ABOMINACIONES: 
* MUERTE DE LOS PARTICIPANTES 
* SALVACIÓN DEL REMANENTE FIEL 
* LA GLORIA DE DIOS SALE DEL TEMPLO 
LA GLORIA DE DIOS ABANDONA EL TEMPLO 10–11 
Después del anuncio del juicio, Ezequiel dirige la atención de sus oyentes al 
movimiento de la gloria de Jehová que sale del lugar santísimo, y se dirige hacia las afueras 
de la ciudad. De allí, la gloria de Dios se aparta. Así se enseña que el Señor no puede seguir 
al lado de ellos en medio de la abominación. Si no lo aceptaban como Dios soberano, no 
podrían gozar de su presencia y bendición. 
La salida se observa paulatinamente. Da la impresión de que Dios no quiere irse. Parece 
que se espera que el queblo se dé cuenta y tome las medidas correctas para que se quede. 
Sin embargo, ellos ni hacen caso. De esta manera se manifiesta hasta qué punto se habían 
apartado de él. 
En la puerta del lugar santo 10:1–7 
En la tercera parte de la visión, Dios ordena a un varón vestido de lino que Ileve 
carbones encendidos de debajo de los querubines y que los riegue sobre la ciudad de 
Jerusalén Este acto representa el juicio que vendría sobre ella. 
La visión parece demostrar que desde la misma gloria de Dios que han profanado y 
despreciado, vendrá el juicio. Al revelar este castigo, se repite la revelación de la salida de 
la gloria de Dios del lugar santísimo a la puerta del lugar santo. 
A la puerta oriental del templo 10:8–11:21 
En seguida, Ezequiel describe una vez más la gloria de Jehová que había visto junto al 
río Quebar, dando el siguiente paso para irse. Dios se mueve hacia la puerta oriental del 
templo. 
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La última parte de la visión presenta el juicio de los líderes de la ciudad. Estos hacían 
creer al pueblo que el juicio no Ilegaría. Ezequiel profetizó contra ellos y al terminar el 
mensaje, Palatías, uno de los líderes que desviaban al pueblo, murió. 
Al ver el resultado de su profecía, Ezequiel tuvo miedo de que todo el pueblo fuese 
eliminado. Pero Dios le promete que siempre habría un remanente que sería preservado. 
Los que dejaron a Dios para seguir a los ídolos, morirían, pero el remanente sería salvado. 
Dios les guardará y les dará un nuevo corazón y espíritu para que sean obedientes. Así 
serían restaurados a la comunión con él. 
Al monte al oriente de la ciudad 11:22–25 
Al terminar la visión, la gloria de Jehová se observa saliendo de la ciudad y posándose 
sobre el monte de los Olivos, que está al oriente. Éste es el último movimiento de la gloria 
de Dios. Se da a entender que de allí se va para no regresar. 
Jehová ha abandonado a su pueblo a causa de sus abominaciones. La salida de la gloria 
presenta una lección gráfica de que el Dios viviente y los ídolos no pueden vivir juntos. 
Dios exigía una decisión. Tenían que elegir entre él y los dioses paganos.Si persistían 
en seguir imitando a las naciones incrédulas que les rodeaban, el Señor les dejaría. Los 
obliga a decidir. ¿A quien servirán? La presencia y la bendición de Dios dependían de su 
respuesta. 
¡PENSEMOS! 
Así como Israel tuvo que hacer una decisión entre Dios y los 
dioses de las naciones paganas, nosotros también tenemos 
que elegir. No se puede vivir gozando de la presencia sencia 
y bendición del Señor en nuestra vida, y seguir imitando las 
costumbres del mundo pagano. 
Nuestra decisión no incluye necesariamente la adoración de 
los ídolos. Nuestras circunstancias no son iguales. Sin 
embargo, hoy, como en los tiempos de Ezequiel, existe un 
conflicto entre las costumbres del mundo actual y las normas 
establecidas por Dios. 
Nosotros también tenemos que elegir. ¿A quién serviremos? 
¿Seguiremos en el camino del mundo, o el que Dios ha 
establecido? No podemos esperar gozar de la comunión con 
el Altísimo y su bendición mientras tratamos de vivir según 
las costumbres del mundo en el cual vivimos. 
Señale algunas áreas de su propia vida donde tiene que 
enfrentarse a la tentación de imitar las costumbres que el 
mundo aprueba, pero que no están en conformidad con las 
normas establecidas en la palabra de Dios. ¿Qué pasos debe 
dar hoy para seguir a Dios, en vez de seguir las normas del 
mundo? ¡Decida hoy y tome las medidas correctas! 
¿A QUIÉN SERVIREMOS? 
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4 
Un Optimismo Falso 
Ezequiel 12–14 
Frente al peligro del juicio de Dios causado por el pecado, el mundo niega que exista 
alguna amenaza. Siempre busca el lado positivo para evitar la realidad del castigo venidero. 
Por eso, 2 Pedro 3:3–18 advierte que en los últimos días vendrán burladores, quienes 
negarán la realidad del juicio. Dirán que Dios no ha intervenido en la historia del mundo. 
¿Por qué habrá de empeorar ahora? Pedro señala que tales personas intencionalmente 
ignoran dos ocasiones en que Dios intervino en la historia del mundo en forma 
sobrenatural: la creación y el diluvio. 
Tal confianza en el futuro es común entre los que no conocen a Dios. No quieren 
reconocer la realidad de que él los juzgará por su estilo de vida rebelde. Sin embargo, tal 
actitud esconde el miedo que sienten por no saber qué les pasará después de la muerte. 
El problema surge cuando dentro del pueblo de Dios este estilo de vida produce las 
mismas actitudes que en el pueblo de Israel. Ezequiel tuvo que enfrentar esta situación. 
Israel se había apartado de Dios. Vivía en abierta rebelión contra él. Por eso, vendría el 
juicio. En vez de reconocer su condición y arrepentirse, ellos negaban que existiera peligro. 
Los profetas falsos les daban mensajes de esperanza para el futuro y Ezequiel tuvo que 
oponerse a ellos. 
Después de las visiones que describen las abominaciones que se llevaban a cabo en la 
ciudad, Ezequiel presenta una serie de anuncios del juicio (Ezequiel 12–19). Utiliza varios 
medios para impresionarles con la realidad del juicio venidero: señales, sermones, 
parábolas, una explicación y un lamento. Todo lo hace a fin de llevarles al arrepentimiento. 
Sin embargo, no quisieron hacerle caso. No querían arrepentirse. Se siente a través de 
esta sección el optimismo que los profetas falsos habían inspirado en el pueblo. Se repite la 
advertencia de que ese optimismo estaba equivocado. El juicio ya viene, y caería sobre esa 
generación. 
DOS SEÑALES DEL JUICIO VENIDERO 12:1–20 
La señal del traslado de sus posesiones 12:1–16 
Dios instruyó a Ezequiel a empacar sus maletas frente al pueblo y trasladarse a otro 
lugar. Esta señal tiene dos partes: la primera se realiza durante el día y la otra, en la noche. 
El profeta tenía que preparar las cosas más indispensables como para realizar un viaje. El 
equipaje tenía que ser como el de un cautivo. Además, debía pasar frente al pueblo e irse a 
otro lugar. El significado de la señal era que así saldrían quienes aún vivieran en Jerusalén; 
Dios los iba a mandar al exilio. 
En la segunda parte de la señal, Ezequiel tuvo que cavar un agujero en la pared de su 
casa y luego pasar por él con la cara tapada para no ver la tierra. Esto representaba al rey 
Sedequías, quien escaparía por la noche, pero después sería capturado y perdería la vista. 
Esa profecía se cumplió durante la caída de Jerusalén. Sedequías murió en Babilonia, pero 
nunca pudo ver lo que ocurrió porque estaba ciego. 
La señal del temor 12:17–20 
Ezequiel tenía que comer y beber con temblor, como si sintiera un terrible miedo. Esta 
señal era para indicar el gran espanto que vendría sobre todo el pueblo al ver que su tierra 
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era destruida a causa de la maldad que había cometido. Su patria quedaría despojada y 
desierta. 
Al final de cada señal se repite: “Y sabréis que yo soy Jehová”. Dios les hizo ver que el 
castigo era la única forma de enseñar a este pueblo rebelde quién es él. Ellos tenían que 
aprender que con el Dios glorioso del universo no se puede jugar. 
¡PENSEMOS! 
¿Que debía hacer este pueblo ante el anuncio de juicio? 
¿Que nos enseña la Biblia acerca del castigo de Dios? 
(Proverbios 3:12; Apocalipsis 3:19) ¿Cuál debe ser nuestra 
actitud ante la disciplina del Señor? Ellos debían haberse 
arrepentido, pero su actitud era otra. ¿Qué debemos 
aprender de esta experiencia del pueblo de Dios? 
CINCO MENSAJES DEL JUICIO VENIDERO 12:21–14:23 
Un refrán descartado 12:21–25 
El pensamiento del pueblo se presenta en el dicho popular: “Se van prolongando los 
días y desaparecerá toda visión”. Desde hacía mucho tiempo, habían venido oyendo el 
mensaje de juicio de los profetas, pero nada había pasado. Tal vez a Dios se le había 
olvidado juzgarlos. 
Dios responde que su palabra no se tardaría más; iba a cumplirla en sus días (12:23–25). 
El juicio de Dios es seguro, porque él nunca olvida sus promesas. El pueblo estaba 
malinterpretando la paciencia divina. Él había retrasado el juicio para darles otra 
oportunidad de arrepentirse (2 Pedro 3:5–9). En vez de aprovechar esta coyuntura para 
buscarlo, se burlaban de él. Por eso, tendrían que pagar un precio alto por causa de esta 
actitud. 
EL JUICIO DE DIOS ES SEGURO. 
Un dicho negado 12:26–28 
Otra opinión del pueblo acerca del juicio se revelaba en el dicho: “La visión que éste ve 
es para de aquí a muchos días, para lejanos tiempos profetiza este”. Algunos creían que las 
profecías sí se iban a cumplir, pero no en el tiempo de ellos. 
Dios respondió a esta idea equivocada diciendo que ninguna de sus palabras tardaría en 
cumplirse. El juicio que Ezequiel anunciaba no estaba lejano como muchos pensaban. Lo 
iban a vivir los de esa misma generación. 
EL JUICIO DE DIOS ES INMINENTE. 
¡PENSEMOS! 
Las actitudes del pueblo de Dios no son muy distintas a las 
de muchos en la actualidad. Algunas personas creen que 
Dios ya no hace caso y que no juzgará al mundo. O tal vez 
piensan que sí lo hará, pero en una generación futura. Tales 
personas malinterpretan la paciencia de Dios. Él espera para 
darnos oportunidad de arrepentirnos. Si no aprovechan la 
facilidad que les da, sufrirán el castigo divino. Esta es la 
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advertencia que Pedro repite para los que vivan en los 
últimos días (2 Pedro 3:3–18). Nos exhorta a aprovechar la 
oportunidad de arreglar cuentas con el Señor. 
¿Qué actitud tiene usted en cuanto a la venida del Señor? 
¿Está preparado para ella? ¿Qué está haciendo para 
prepararse? ¿Está viviendo con la esperanza de que venga 
pronto, o cree que falta mucho todavía, así que no importa 
cómo vive? Los hijos de Dios deben estar listos para su 
venida. ¿Qué pasaría si él viniera hoy? ¿Está usted listo para 
recibirlo con gozo? 
Mensaje contra los falsos profetas 13:1–23 
Una de las situaciones que contribuyó a las actitudes equivocadasdel pueblo era el 
mensaje de los profetas falsos, quienes predicaban como si su profecía viniera del Señor, 
cuando no era así. En vez de ser palabra de Dios, profetizaban lo que ellos querían oír 
(13:1–7). 
¿Qué era lo que anunciaban esos profetas? Proclamaban “paz”, mientras permanecían 
en el cautiverio y la ciudad de Jerusalén estaba indefensa (13:10). Pregonaban “paz” 
mientras que el profeta verdadero estaba hablando de “juicio”. Su aviso les animaba a 
construir casas, como si todo estuviera bien. Por eso, Dios se pronuncia contra ellos. Serían 
cortados de Israel y nunca volverían a su tierra (13:8–16). 
Las profetisas también estaban mintiendo al pueblo (13:17–23). No eran palabras de 
Dios lo que hablaban, sino que procedían de su propio corazón. Tales imaginaciones 
mentirosas causarían la muerte de la gente justa y beneficiarían a los injustos. 
Todo eso lo hacían usando la magia, misma que había sido prohibida por Dios (Levítico 
19:26). En Israel no se había practicado, pero esas mujeres la habían aprendido de las 
naciones paganas. El Todopoderoso también se declara contra ellas. Al juzgarlas, sabrían 
quién es el Dios al que habían ofendido. Así también, libraría al pueblo de las manos de 
ellas. 
EL JUICIO DE DIOS 
ES CONTRA QUIENES ENGAÑAN AL PUEBLO. 
¡PENSEMOS! 
Algunas de las prácticas paganas de adivinación siguen 
vigentes hasta el día de hoy. Identifique algunas de ellas. 
¿Cuál es la actitud de Dios hacia tales prácticas? ¿Cuál debe 
ser la nuestra? ¿Qué debemos hacer en cuanto a tales 
actividades? 
Mensaje contra los ancianos 14:1–11 
Los ancianos de Israel eran los líderes políticos. Por su madurez, eran respetados y el 
pueblo los escuchaba. Sin embargo, su mal ejemplo desvió al pueblo de los caminos del 
Señor. Quienes deberían haberlos llevado hacia el Altísimo con su ejemplo, más bien eran 
un obstáculo. 
Esos ancianos vinieron a Ezequiel buscando consejo. Él los condenó por su idolatría y 
los exhortó a arrepentirse. Quienes rehusaran, serían juzgados. Además, si se atrevían a ir a 
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un profeta para buscar el consejo de Dios sin abandonar a sus ídolos, el Señor les 
respondería personalmente para castigarlos (14:4–8). Si el profeta hablaba sin consultar con 
Dios primero, y no les condenaba, tanto él como los ancianos serían juzgados con la 
intervención directa del Señor (14:9–11). El propósito de la severidad divina en este caso 
era evitar la propagación del pecado. 
EL JUICIO DE DIOS 
ES CONTRA LOS LÍDERES MALOS. 
La imposibilidad de salvarse 14:12–23 
El pecado del pueblo exigía castigo y Dios iba a enviarlo a menos que se arrepintieran. 
Al rechazar su invitación, aceleraron su destrucción. 
Cuando viniera el juicio de Dios, el pueblo no sería librado, sin importar quién 
intercediera por ellos. Cuatro veces se hace referencia a tres de los hombres justros más 
conocidos de la historia de Israel: Noé, Daniel y Job, para subrayar que ninguno podría 
intervenir para evitar el juicio divino. Su justicia les serviría a ellos mismos, pero ni a sus 
propios hijos podrían proteger con ella. 
Aunque la intercesión no los podría salvar, Dios prometió preservar a un remanente. 
Aun en medio de tanto juicio, se ve el amor del Señor por su pueblo. 
EL JUICIO DE DIOS 
NO PUEDE PARARSE CON INTERVENCIÓN 
HUMANA ALGUNA. 
CONCLUSIÓN 
La Biblia dice: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es caminos 
de muerte” (Proverbios 14:12). Ese fue el final de Israel: muerte. Al dejar el camino que 
Dios le mostró, aquella generación que rechazó su palabra murió fisicamente en el 
cautiverio, lejos de la tierra prometida y de la bendición divina. 
Así nosotros hoy también debemos tener cuidado para no depender de nuestro propio 
criterio o lógica ante lo que dice la palabra de Dios. Muchas veces nos dejamos llevar por 
lo que dice la mayoría o personas más importantes que nosotros. Pero no se quede confiar 
en la opinión humana. Muchas veces nos engaña, porque dice lo que queremos escuchar. 
Nuestra norma debe ser la palabra de Dios. 
El depender de nuestra lógica más que de la Biblia puede llevarnos al fracaso. Aunque 
quizá muchas veces nuestra mente parezca decir algo mejor que la Biblia, optemos por 
obedecer a la Escritura. Sólo haciendo esto estaremos seguros de que hemos hecho lo 
mejor, y lo que agrada a Dios. 
¡PENSEMOS! 
Se ha notado varias veces en este estudio el paralelismo entre 
el optimismo falso de los días de Ezequiel y la enseñanza de 2 
Pedro 3:3–18. El hombre no quiere reconocer su 
responsabilidad frente a Dios y el juicio que viene. ¿Qué 
evidencias ha observado usted en el mundo actual de las 
actitudes que Pedro describe? ¿Qué indicios hay de que 
nosotros posiblemente estemos viviendo en los últimos días? 
A la luz de la enseñanza de Pedro en cuanto a esto, ¿cómo 
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debemos vivir hoy para evitar la trampa que arruinó al 
pueblo de Dios en tiempos de Ezequiel? ¿Qué actitudes 
debemos evitar? ¿Qué debemos hacer? 
5 
¿Quién es Responsable? 
Ezequiel 15–19 
El pueblo de Israel sequía rebelde ante Dios a pesar de estar en cautiverio y lejos de su 
país. Ezequiel les mostraba el juicio que aun quedaba por delante. Sin embargo, 
malinterpretaron la paciencia del Altísimo y tomaron actitudes equivocadas que pronto los 
llevarían a la muerte. 
Su respuesta a la gracia divina era una manifestación de su desprecio hacia el Creador. 
Por eso, él enviaría el castigo, para enseñarles quién es ese Dios a quien habían ofendido. 
Después de describir las abominaciones en la ciudad, Ezequiel presenta una serie de 
anuncios relacionados con el juicio (Ezequiel 12–19). Para ello, el profeta utiliza varios 
medios para impresionarlos con la realidad del juicio venidero: señales, sermones, 
parábolas, una explicación y un lamento. Todo lo hace a fin de llevarles al arrepentimiento. 
El el estudio anterior examinamos las señales y sermones que Ezequiel presentó con ese 
fin. En medio de sus advertencias observamos el optimismo falso que manifestaban al creer 
que Dios no los juzgaría. 
En los siguientes capítulos, Ezequiel sigue advirtiéndoles del peligro del juicio que 
viene. Para ello, presenta tres parábolas que demuestran la naturaleza de la rebelión de 
Israel contra su Creador. 
¿Cuántas formas usó el profeta para lograr que el pueblo rebelde entendiera? Dios 
deseaba que su pueblo se diera cuenta de la seriedad de su pecado y el castigo que le 
vendría para que se arrepintiera. Por eso, Ezequiel explicó el juicio de una manera muy 
gráfica, para que fuera fácil de entender y muchos se arrepintieran. No obstante, aquel 
pueblo de “duro rostro y empedernido corazón” no quiso entender. 
PARÁBOLA DE LA VIÑA INÚTIL 15 
Existen árboles famosos por su madera, otros por su tamaño, otros por sus cualidades 
curativas y otros por su fruto. ¿Por qué característica es famosa la vid? Su único valor es el 
fruto que produce. Se siembra una vid por esto; no porque tenga cualidades curativas, ni 
mucho menos por su madera, porque ésta no sirve para nada. Lo único que se puede hacer 
con ella es quemarla. 
LA VID SIN FRUTO NO SIRVE PARA NADA. 
El profeta compara a Israel con una vid. Explica que de la madera de una vid no se 
puede ni siquiera hacer una estaca para colgar algo. Nosotros podemos entender esta 
ilustración al comparar la vid con el maíz. Un campesino siembra el maíz para obtener 
elotes, no para obtener madera. Si la milpa no da elotes, no sirve para nada. Lo mejor es 
quemarla. 
Para el pueblo de Israel esta parábola sería fácil de entender ya que ellos sembraban 
muchas vides. Así que, cuando el profeta dice que Israel era como esa vid que no produce 
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fruto y, por lo tanto, no sirve para nada, sus oyentes tuvieron que comprender quesu estado 
era delicado frente a Dios. 
Ezequiel les explica que el Señor los había puesto en la tierra para dar fruto y así 
glorificarle. Pero al no dar el fruto deseado, no tenían ninguna utilidad. Sólo servían para 
hacer leña, para ser quemados. Así como aquella vid era quemada al no dar fruto, también 
su ciudad sufriría el mismo destino por no hacer lo que Dios esperaba de ella. 
ISRAEL SIN FRUTO NO SIRVE PARA NADA. 
Dios había hecho un trato con los israelitas para que vivieran para glorificarlo, que 
obedecieran su ley, y se abstuvieran de imitar las costumbres paganas de las naciones 
vecinas. Sin embargo, el pueblo siguió las prácticas de los países vecinos y dieron la 
espalda al Señor. En lugar de que las naciones vieran a Israel como una nación especial que 
conocía al Dios verdadero, ésta se olvidó del Altísimo y se hizo como una de esas naciones. 
Por lo tanto, sólo le quedaba ser destruida. 
¡PENSEMOS! 
Aunque no somos parte de Israel, Dios también espera algo 
de nosotros. Cristo se presenta como la vid verdadera; 
nosotros somos los pámpanos o ramas que debemos llevar 
fruto (Juan 15:1–6). Para hacerlo, debemos permanecer en 
comunión con él. De lo contrario, no podremos fructificar y 
nos secaremos. 
Si somos ramas de la vid, ¿qué podemos hacer para 
permanecer unidos siempre a ella? ¿Qué clase de fruto 
quiere el labrador divino que produzcamos? Cuando una 
persona normal comete alguna falta, casi a nadie le importa. 
Pero cuando es un evangélico, todo el mundo dice: “Y eso 
que es cristiano”. No sólo Dios, sino también otras personas 
desean ver algo diferente en nosotros. ¿Cómo nos ve la gente 
no evangélica? ¿Mostramos actitudes distintas a los demás? 
¿Cómo espera Dios que manifestemos que somos sus hijos? 
¿Qué puede hacer esta semana para que otros vean la 
diferencia en su vida? 
PARÁBOLA DEL MATRIMONIO INFIEL 16 
La segunda parábola aclara el motivo del castigo del pueblo. El cuadro del matrimonio 
y la infidelidad de la nación para con Dios revela su propósito al disciplinarlos y su amor 
continuo para ellos. 
Su nacimiento 16:1–14 
Israel había sido como una niña abandonada que Dios había encontrado, limpiado y 
criado hasta que llegó a la madurez, cuando estuvo lista para casarse. Nadie la había 
querido como él. Así fue como surgió la nación que había estado esclavizada y sin líder que 
la dirigiera. 
Dios vio su condición y asumió la responsabilidad de cuidarla. Al final, la amó y se 
casó con ella; la embelleció y la levantó a un estado real. Así fue como llegó a ser una 
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nación grande y hermosa. En los tiempos de Salomón, se hizo famosa por su grandeza a tal 
grado, que los reyes de otros países acudían a visitarla y se quedaban maravillados. 
DIOS LE DIO TODO POR CAUSA DE SU AMOR. 
Su prostitución 16:15–35 
Después de todo lo que Dios había hecho por ella, Israel se hizo prostituta y convirtió 
en ídolos las joyas que él le había regalado. Ella se dio cuenta de su hermosura y empezó a 
confiar en sí misma en vez de en su Creador, quien se la había dado. Se olvidó de su 
protector y se hizo como las otras naciones, levantando lugares altos para adorar a los 
ídolos extraños, utilizando para ello las riquezas que el Altísimo le había regalado. Los 
frutos de las cosechas que el Señor le había concedido, los ofreció a los ídolos y no a Dios. 
Los hijos que recibió también los sacrificó a los dioses falsos. 
En sus horas de aflicción, Dios la había cuidado, pero en lugar de buscar ayuda de él, 
hizo alianza con otras naciones. Israel fornicó con Egipto, Asiria y Babilonia. Cometió un 
caso grave de infidelidad. Por lo tanto, Dios tenía todo el derecho de castigar a su esposa 
infiel. En este caso Judá, reino del sur, pues Israel, reino del norte, ya no existía. 
JUDÁ SE PROSTITUYÓ 
POR CAUSA DE SU INFIDELIDAD. 
Su sentencia 16:36–52 
A causa de su infidelidad, Judá tendría que ser disciplinada como una esposa adúltera. 
El juicio era el que merecía. Dios la castigaría usando a las mismas naciones en que ella 
había confiado, para que aprendiera que debía depender sólo de su Señor. 
Ezequiel les hace compararse con dos naciones a las que conocían bien: Samaria (Israel 
del norte) y Sodoma, sólo que el pecado de Judá era mayor que el de ellas. Esas dos 
naciones eran los representantes principales de la maldad y el orgullo, pero Judá era peor 
aún. 
JUDÁ SUFRIÓ A CAUSA 
DE SU INFIDELIDAD 
Su restauración 16:53–63 
A pesar de la severidad del juicio venidero, al final, Dios la restauraría y haría un nuevo 
pacto con ella. Libraría a los cautivos para que recordaran su gran pecado y nunca volvieran 
a exaltarse. El lema del libro se repite con un nuevo enfoque: Dios usará las bendiciones de 
la restauración para enseñarles quién es él. 
DIOS LE RESTAURARÁ POR CAUSA DE SU AMOR 
¡PENSEMOS! 
El orgullo de los hebreos se debía a tres razones esenciales: 
Se concentraron en ver lo grande que eran, se olvidaron de 
cómo eran antes, y olvidaron al Dios que los había 
levantado. Esas actitudes pueden manifestarse en nosotros 
también: 
Podemos fijarnos en nuestro estado exaltado. 
Podemos olvidar como éramos antes de la manifestación de 
la gracia de Dios en nuestra vida. 
Podemos olvidar al Dios que nos ha levantado. 
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Al imitar estas actitudes de Judá, corremos el riesgo de 
repetir su pecado de infidelidad a Dios. ¿Habremos imitado 
alguna de esas actitudes? ¿Hemos sentido orgullo por 
nuestros logros? ¿De qué nos olvidamos cuando nos 
volvemos orgullosos? Al examinar su vida, ¿habrá alguna 
actitud equivocada que debe traer ante al Señor? ¿Qué debe 
hacer cuando empiece a enorgullecerse? ¿Qué nueva actitud 
debe tomar ante las cosas que le hacen sentirse orgulloso? 
PARÁBOLA DE LAS DOS ÁGUILAS 17 
La tercera parábola describe los eventos que pasarán durante el juicio de Judá desde el 
punto de vista de las otras naciones involucradas. El pueblo de Dios se compara a un cedro 
cuyas ramas altas, o sea la casa real, han sido tomadas por un águila que las protege y cuida 
(17:1–6). 
La primer águila simboliza a Nabucodonosor, rey de Babilonia, que tomó prisionero a 
Joaquín, rey de Judá, y lo llevo a Babilonia, donde lo haría grande. Después vino otra 
águila grande y el cedro trató de hacer alianzas con ella (17:7–11). Esta segunda ave 
representa a Egipto, a quien Judá acudió para rebelarse contra Nabucodonosor. 
Esta parábola resalta la infidelidad de Judá, haciéndola una nación en la que no se podía 
confiar. Por causa de esa infidelidad, el rey de Babilonia vendría contra ellos para 
destruirlos y mataría a su rey (17:12–21). 
En esta parábola, el juicio se presenta como castigo divino, ya que Judá y su rey habían 
quebrantado su pacto con Dios (17:19). Llegaron a ser una nación infiel y nadie podía 
confiar en los pactos hechos con ellos. 
JUDÁ ERA UNA NACIÓN INFIEL, 
NADIE PODÍA CONFIAR EN SU PALABRA. 
A pesar del juicio venidero, se observa de nuevo un remanente que será preservado. La 
rama alta, que representa a Joaquín, que estaría bajo la protección de Nabucodonosor, es 
preservada por la primer águila (17:22–24). La preservación de Joaquín demuestra que 
Dios no abandonará a su pueblo a pesar de su infidelidad. Él es fiel y los protegerá para su 
propia gloria. 
A PESAR DE LA INFIDELIDAD DE JUDÁ, 
DIOS SIEMPRE ES FIEL PARA CON ELLA. 
EL PRINCIPIO DE LA DISCIPLINA DIVINA 18 
El pueblo se hallaba entre la espada y la pared. Las tres parábolas le afectaban, no por el 
mal que habían cometido sus antepasados, sino por su propio mal y por el que estaban 
cometiendo sus gobernantes. Sin embargo, repetía con frecuencia un refrán: 
“LOS PADRES COMIERON LAS UVAS AGRIAS, 
Y LOS DIENTES DE LOS HIJOS 
TIENEN LA DENTERA” (18:2b). 
¿Qué quería decir este refrán? Con él se acusa al Señor de juzgar a los hijos por causadel pecado de los padres. Ellos se habían endurecido tanto en cuanto a su propio pecado, 
que no reconocían su culpa. En cambio, culpaban a Dios de castigarlos injustamente. 
En respuesta a esa idea, el profeta les explica el principio del juicio divino: 
CADA UNO RECIBE LA RECOMPENSA JUSTA 
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CONFORME A SU OBEDIENCIA. 
La recompensa de los justos y los impíos 18:1–20 
El pecador morirá por su propio pecado y el justo vivirá. Nadie será juzgado por el 
pecado de su padre. Asimismo, nadie escapará del juicio por causa de la justicia de su 
padre, sino que cada uno será juzgado conforme a su propio pecado. 
Ezequiel presenta una serie de ilustraciones para aclarar las dudas que había en la mente 
del pueblo. El hombre justo cumple con todo lo que Dios ha mandado; por lo tanto, vivirá 
(1–9). 
Tal vez, el hombre justo engendra a un hijo ladrón y derramador de sangre, o que 
comete alguna otra falta. Ese hijo morirá, sin que se le tome en cuenta la justicia de su 
padre (10–13). Sin embargo, si ese hijo ladrón engendra a uno que al conocer los pecados 
de su padre decide no ser igual a él, sino obedecer a Dios, este hijo vivirá. No se le culpará 
por los pecados de su padre. Su vida será evaluada según su propia conducta (14–19). 
En fin, el pecador morirá por su propio pecado. También el justo recibirá la recompensa 
por su justicia (20). Nadie puede disculparse ni echar la culpa a sus padres. Dios no juzga 
así. 
La recompensa del arrepentido 18:21–32 
Si alguno se arrepintiera de su estilo de vida anterior y siguiera otro, la recompensa 
cambiaría también. Este principio se aplicará por igual a los dos extremos, sea un cambio 
para bien o para mal. Si el impío se arrepiente y busca a Dios, su recompensa cambiará en 
el juicio venidero y recibirá la vida. 
Por otro lado, si el justo se arrepiente y se aparta de la justicia, su recompensa también 
será modificada. Dios lo juzgará y morirá en el juicio futuro. Este juicio del justo 
arrepentido no habla de perder la salvación. Se les había presentado un camino para escapar 
del juicio venidero, o sea la destrucción de Jerusalén por Babilonia. Los rebeldes que no se 
sometieran a Dios y su plan, morirían a manos de los ejércitos de Babilonia. Pero los que se 
sometieran a Dios, sobrevivirían, como fue el caso de Ezequiel. 
Tanto en el Antiguo Testamento como hoy, la salvación siempre ha sido únicamente 
por fe. El que ha confiado en Dios de verdad, lo mostrará al obedecer su voluntad revelada. 
La presentación del principio divino de juicio se usa como una base para exhortarlos al 
arrepentimiento (18:29–32). El pueblo sería juzgado porque no se arrepintió. El profeta les 
exhorta a hacerlo para que se salven del juicio, Dios les ofrece una solución para la 
situación en que se encontraban. Asimismo, les estaba dando otra oportunidad más para que 
se arrepintieran. Si no aprovechaban la paciencia de Dios para librarse del juicio, morirían. 
El Señor esperaba pacientemente porque no quería que murieran. 
¡PENSEMOS! 
Quizá nosotros no nos encontramos entre la espada y la 
pared en el sentido literal como estaba Judá, ya que somos 
salvos por haber aceptado por fe el perdón de Dios, o tal vez 
todavía no somos salvos. Sin embargo, podemos tener 
pensamientos errados como los que tuvo el pueblo. 
¿Por qué no soy salvo? ¿Tendrá alguna parte en mi 
salvación la fe de mis padres? ¿Me ayudará la fe de ellos? 
¿Son salvos mis hijos? ¿Por qué? ¿De quién depende que lo 
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sean? ¿Qué puedo hacer yo? 
LAMENTO POR LOS PRÍNCIPES 19 
Se incluye en este capítulo una lamentación por causa del juicio de Dios contra los 
príncipes de Judá. Primero, se lamenta la cautividad del rey Joacaz en Egipto (1–4). 
Segundo, la cautividad de Joaquín en Babilonia (5–9). Finalmente, se llora la caída de 
Sedequías, quien se presenta como una viña fructífera, pero que fue quemada (10–14). Los 
tres reyes fueron juzgados por causa de su orgullo y rebelión. 
Este juicio vendría sobre los líderes del pueblo a causa de su maldad y la forma en que 
desviaron al pueblo del buen camino. Las primeras personas en alejarse de Dios habían sido 
los dirigentes. Por ser ellos los responsables, el pueblo seguía sus pasos. Por eso, el juicio 
sobre los líderes sería más pesado que el del pueblo. 
Los líderes del pueblo de Dios tienen una gran responsabilidad. Por eso, Santiago 
advierte del peligro de hacernos maestros (3:1), porque el resto de los miembros de la 
iglesia sigue nuestro ejemplo. El líder debe tener mucho cuidado de dar el ejemplo indicado 
para que Dios no le responsabilice de desviar a los demás. 
¡PENSEMOS! 
El estudio de Ezequiel demuestra repetidamente que Dios 
había elegido a la nación hebrea como su pueblo único, para 
que produjera fruto y le glorificara. Sin embargo, no quiso 
vivir según las normas de Dios. En vez de llevar una vida 
distinta, trataba de imitar a las demás naciones. 
Cuando Judá falló y no cumplió con su misión, Dios la juzgó. 
Muchos murieron en la destrucción de Jerusalén por su 
inceredulidad y rebelión. 
¿Para qué ha dejado Dios a la iglesia en el mundo? 
¿Tenemos una misión especifica que debemos cumplir? 
¿Qué podemos esperar de Dios si no cumplimos con esa 
misión? 
Al considerar la semejanza y las distinciones entre Israel y la 
iglesia, ¿qué debe hacer usted? ¿Habrá algún cambio que 
Dios quiere ver en usted? ¿Qué paso podría dar esta 
semana? 
6 
Un Dios Ofendido 
Ezequiel 20–21 
Los cautivos en Babilonia estaban al tanto de las noticias que llegaban de Jerusalén y 
las batallas que las otras naciones estaban librando. Esto se debía a que Nabucodonosor 
estaba involucrado en las guerras más importantes. El pueblo siempre esperaba que él fuera 
derrotado para que ellos pudieran volver a su país. 
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No obstante, deberían haber reconocido que era por su pecado que vivían fuera de su 
tierra. Pero en lugar de arrepentirse, esperaban que las batallas les favorecieran. No podían 
ver que Dios las estaba controlando y que él las dirigiría como mejor le pareciera y no 
como su pueblo desobediente deseaba. 
Al terminar el anuncio general del juicio venidero (12–19), Ezequiel describe la visita 
de algunos ancianos que fueron a consultar a Jehová por medio de él. Dios rehúsa hablarles, 
porque el pueblo no quiere obedecer de todos modos (20:1–4). A través de toda su historia, 
ellos habían sido rebeldes con el Señor. 
Ezequiel les enseña que Dios tiene control sobre las naciones y echa por tierra cualquier 
esperanza vana que pudieran tener. Les recuerda cómo el Señor había suplido sus 
necesidades y protegido durante su historia pasada. A pesar de este cuidado, habían 
respondido con rebelión. Por lo tanto, había llegado el día del juicio. A continuación, les 
presenta varias predicciones específicas que describen su castigo y lo que podían esperar en 
el futuro inmediato (20–24.) 
SE PONE DE MANIFIESTO LA REBELIÓN DE 
ISRAEL Y EL PERDÓN DE DIOS 
A TRAVÉS DE SU HISTORIA. 
DIOS E ISRAEL EN EL PASADO 20:1–29 
En Egipto 20:1–9 
Como nación, Israel habían nacido en Egipto. Dios se había manifestado a ellos como 
protector y salvador. Ante los egipcios, había engrandecido su nombre y había exaltado a 
Israel sobre las otras naciones, mostrando esto con sus hechos poderosos. 
Al pueblo sólo le quedaba reconocer que su Dios era superior a los dioses de Egipto. 
Con alguien tan poderoso de su lado, no había por qué temer. Sólo debían preocuparse de 
obedecer lo que él pedía (20:5–7) 
Aunque habían visto sus portentos y sabían que aquel poderoso Dios les había dicho: 
“Yo soy Jehová vuestro Dios”, el pueblo se hizo rebelde; no reconoció el privilegio de que 
gozaba, sino que prefirió buscar la ayuda de los dioses inútiles que había conocido en

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