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La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en satisfacer las necesidades de las personas con recursos cuyo contenido glorifique al Señor Jesucristo y promueva principios bíblicos. ESPÍRITU Y PODER Edición en español publicada por Editorial Vida – 2004 Miami, Florida © 2004 Editorial Vida Originally published in the USA under the title: Spirit and Power © 2000 by William W. Menzies & Robert P. Menzies Published by permission of Zondervan, Grand Rapids, Michigan 49530, U.S.A. Traducción: Gisela Sawin Edición: Madeline Diaz Diseño interior: Grupo Nivel Uno, Inc. RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. Esta publicación no podrá ser reproducida, grabada o transmitida de manera completa o parcial, en ningún formato o a través de ninguna forma electrónica, fotocopia y otro medio, excepto como citas breves, sin el consentimiento previo del publicador. ISBN: 978-0-8297-3547-5 Edición Epub Enero 2020 9780829735765 CATEGORÍA: Teología IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA PRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA 151617 5432 Information about External Hyperlinks in this ebook Please note that the endnotes in this ebook may contain hyperlinks to external websites as part of bibliographic citations. These hyperlinks have not been activated by the publisher, who cannot verify the accuracy of these links beyond the date of publication A Jessica, Sarah, Samuel y Lucas . . . la próxima generación . . . la generación por la que oramos sea poderosa en el testimonio de Cristo. Contenido Cubrir Pagina del titulo Derechos de autor Introducción Primera parte: Fundamentos teológicos 1. Historia: Comprensión del nuevo contexto 2. Hermenéutica: La revolución silenciosa 3. Hermenéutica: La contribución distintiva de Lucas 4. Hermenéutica: Descenso del tren del posmodernismo 5. Exégesis: Una respuesta a James Dunn 6. Exégesis: Una respuesta a Max Turner Segunda parte: Afirmaciones teológicas 7. La controversia de la subsecuencia 8. La evidencia de las lenguas 9. Las lenguas: disponibles para todos 10. Señales y prodigios 11. Sanidad en la expiación 12. La providencia de Dios 13. Dones espirituales: principios esenciales 14. Bautismo en el Espíritu y dones espirituales 15. Bautismo en el Espíritu y el fruto del Espíritu Conclusión Selección Bibliográfica Notas Abreviaturas usadas AB Anchor Bible AJPS Asian Journal of Pentecostal Studies ATR Australian Theological Review BTB Biblical Theological Review EvQ Evangelicals Quarterly EvT Evangelische Theologie ExpTim Expository Times HTR Harvard Theological Review IBS Irish Biblical Studies Int Interpretation IRM International Review of Missions JPT Journal of Pentecostal Theology JPTSup Journal of Pentecostal Theology Supplement Series JSNTSup Journal for the Study of the New Testament Supplement Series NCB New Century Bible NICNT New International Commentary on the New Testament NIGTC New International Greek Testament Commentary NIV New International Version NTS New Testament Studies OTKNT Ökumenischer Taschenbuch-Kommentar zum neune Testament RB Revue biblique RevRel Review for Religions SJT Scottish Journal of Theology SNT Studien zum Neuen Testament TDNT Theological Dictionary of the New Testament Them Themelios TJ Trinity Journal TWNT Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament WBC Word Biblical Commentary ZNW Zeitschrift für die neutestamentlichen Wissenshcaft Introducción El advenimiento del movimiento pentecostal moderno es sin duda alguna uno de los sucesos más importantes del siglo veinte. De ser un pequeño y cerrado grupo en los comienzos del 1900, el movimiento ha crecido hasta convertirse en una importante fuerza en la cristiandad. En el camino los pentecostales impactaron al cristianismo tradicional y a su vez fueron influenciados por este. Aun hoy, más allá de su vitalidad y crecimiento, el futuro del movimiento es incierto. Esto se debe al hecho de que la teología da dirección a nuestras experiencias y prácticas, y el lado teológico del pentecostalismo es ambiguo. Los pentecostales fueron conocidos por su vitalidad, no por sus destrezas teológicas o por su rigor intelectual. Pero la historia nos dice que sin una base teológica firme los movimientos entusiastas se disipan o evolucionan en otras direcciones, por consiguiente, el futuro del movimiento pentecostal permanece incierto. Mientras este movimiento entra al siglo veintiuno enfrenta un nuevo desafío. ¿Podrán los pentecostales dejar a la próxima generación una razón sólida para sus creencias y prácticas? Paradójicamente, así como el movimiento pentecostal enfrenta esta importante oportunidad teológica, él mismo se encuentra con una incomparable oportunidad para una nueva reflexión teológica. El contexto actual está demostrando ser un suelo fértil para el crecimiento de una verdadera teología pentecostal. Los autores también esperan que este libro pueda contribuir a la explosión de la teología pentecostal que está comenzando alrededor del mundo. Aunque este libro ha sido escrito pensando en las necesidades de las escuelas bíblicas pentecostales, seminarios y pastores, los autores creen que no obstante servirá para aquellos que deseen comprender mejor a los pentecostales y sus creencias. Mientras que el libro representa un acercamiento contemporáneo, con el contexto del lenguaje teológico actual del movimiento pentecostal, los autores creen que permanece fiel a los valores tradicionales que le han dado dinamismo al movimiento. Como tal ofrece una visión interior de las perspectivas pentecostales, pero busca lograr esto en una forma coherente y precisa. Este libro es esencialmente una teología de Pentecostés. El don pentecostal del Espíritu registrado en Hechos 2 le ha dado definición al movimiento. La experiencia dinámica que le ha dado cohesión al movimiento —una experiencia que los pentecostales describen como «bautismo en el Espíritu»— tiene su raíz en la promesa de poder asociada con el don pentecostal (Hechos 1:8). A pesar de su importancia, la naturaleza de este don y su relación con un amplio rango de experiencias y conceptos teológicos no han sido claramente explicadas. En las páginas siguientes, los autores esperan lograr hacerlo. Estamos en deuda con otros, frecuentemente no pentecostales, que nos han precedido. Sin embargo, algunas de las preguntas en discusión han recibido escasa atención en la literatura erudita hasta la fecha. Esperamos que esta obra, además de ser útil para las necesidades de estudiantes y pastores, pueda estimular un nuevo trabajo en estas áreas. La mayoría de los capítulos están interrelacionados y erigidos sobre el material presentado en porciones anteriores del libro. No obstante, cada capítulo está diseñado como una unidad independiente. De este modo el lector interesado en un tópico específico puede volver inmediatamente al capítulo de su interés y aprovechar mejor la lectura. Hemos tratado de minimizar la duplicación de material, y a la vez hemos escrito cada capítulo de manera que pueda ser leído y entendido en forma independiente. Espíritu y Poder se divide en dos partes. La primera parte despliega los fundamentos teológicos de nuestra empresa. Comenzamos con un resumen de los orígenes del movimiento pentecostal moderno (capítulo 1), lo que da un contexto apropiado para comprender los capítulos siguientes.¹ Los capítulos del 2 al 4 tratan diversos temas hermenéuticos; ayudan al lector a entender el contexto contemporáneo y la mayoría de los problemas que necesitan enfrentar en la actualidad. Los capítulos 5 y 6 responden a las preguntas exegéticas levantadas por dos prominentes eruditos bíblicos evangélicos. Jame Dunn, como veremos, comienza el diálogo evangélico- pentecostal² en 1970 con la publicación de Baptism in the Holy Spirit [El bautismo en el Espíritu Santo].³ Y en términos de la pneumatología del Nuevo Testamento, Max Turner ha surgido como el erudito más prolífico de la década pasada. En muchos aspectos él puede ser visto como el heredero de James Dunn,el campeón de una actualizada apreciación evangélica del movimiento pentecostal y su teología. Los capítulos 5 y 6, entonces, tratan estas dos cuestiones respectivamente. Historia, hermenéutica y exégesis, de esta manera están dadas las bases. La segunda parte está edificada con este fundamento y busca resolver un amplio rango de preguntas relacionadas con la experiencia pentecostal. El capítulo 7 trata el corazón del tema, en el cual los autores buscan definir más específicamente el carácter del don pentecostal. ¿Qué significa estar bautizado en el Espíritu en el sentido de Lucas (Hechos 2)? ¿Puede esta experiencia equipararse con la conversión? El capítulo 8 continúa con una pregunta relacionada a esto. Los pentecostales han sostenido que el don de hablar en lenguas es una evidencia de que alguien ha sido bautizado en el Espíritu. ¿Cómo deberíamos evaluar esta doctrina y sus reclamos? El capítulo 9 también se refiere al controvertido tema de las lenguas. ¿Está el don de lenguas disponible para cada creyente? ¿Qué nos sugiere la evidencia escrita de la mano de Pablo? El capítulo 10 busca dialogar con la teología de la «Tercera Ola» y presenta la perspectiva pentecostal del poder evangelístico. El capítulo 11 continúa tratando la controversial pregunta relacionada con si la sanidad debe o no ubicarse en la expiación. El capítulo 12 trata un tema muchas veces negado en los círculos pentecostales con relación a las consideraciones teológicas sobre el sufrimiento. Los capítulos 13 y 14 tratan varios aspectos de los dones del Espíritu. El capítulo 13 se enfoca en principios fundacionales, mientras que el capítulo 14 discute la naturaleza de la relación entre el bautismo en el Espíritu y los dones espirituales. Finalmente, el capítulo 15 discute un tópico que ha sido largamente malentendido y ha causado indudable división en la iglesia: ¿Cuál es la naturaleza de la relación entre el bautismo en el Espíritu y el fruto del Espíritu? Un capítulo final que mira al futuro buscando estimular nuevos pensamientos y sirve a manera de conclusión para todo el libro. PRIMERA PARTE Fundamentos teológicos Capítulo uno Historia: Comprensión del nuevo contexto Al haber transcurrido el tiempo suficiente como para que el siglo veinte sea revisado en perspectiva, el sorprendente crecimiento mundial del movimiento pentecostal moderno seguramente será incluido en la lista de los más importantes fenómenos religiosos del siglo. En el 1900, el movimiento pentecostal aún no existía. Al final del siglo, si uno incluye a los carismáticos juntamente con los pentecostales, el movimiento en su conjunto abraza un número más grande de personas que todo el cuerpo de la Reforma junto y es solo sobrepasado por la iglesia católica romana en magnitud sobre la familia de iglesias de la cristiandad.¹ En algunas partes del mundo, las misiones y ministerios pentecostales cuentan con una importante proporción de todos los nuevos convertidos de la cristiandad. Mientras muchas de las denominaciones clásicas del cristianismo han disminuido su fortaleza, los pentecostales han crecido rápidamente. Aunque la influencia del pentecostalismo no se iguala con su crecimiento numérico, no obstante, el perfil de la cristiandad ha sido influido grandemente por los valores pentecostales. Se debería notar al comenzar, sin embargo, que el surgimiento dramático del pentecostalismo no está libre de riesgos y desafíos, pero también trae grandes oportunidades. En este momento de reflexión es apropiado considerar la mayordomía que la oportunidad requiere. Los pentecostales deberían evitar caer víctima de los riesgos del triunfalismo. En este capítulo nos esforzaremos para delinear brevemente los orígenes y desarrollos del movimiento pentecostal moderno. A la vez, examinaremos el surgimiento de la hermana del movimiento de avivamiento, la Renovación Carismática. Identificaremos algunos de los desafíos y oportunidades que actualmente enfrentan los pentecostales, ocasionados en parte por el rápido crecimiento del interés por la obra del Espíritu Santo alrededor del mundo. Este capítulo nos da el fundamento histórico del contexto para los capítulos siguientes. La intención es proveer una perspectiva para visualizar el desarrollo de la teología pentecostal y proyectar los desafíos que enfrentan los pentecostales. 1.El surgimiento del avivamiento pentecostal moderno El 1 de enero de 1901 en Topeka, Kansas, Agnes Ozman experimentó el bautismo en el Espíritu Santo, acompañado con el hablar en lenguas. No era la primera en hablar en lenguas. Episodios aislados del derramamiento del Espíritu han sido registrados desde 1850 no solo en los Estados Unidos, sino también en otras partes del mundo. Lo particular de la experiencia de la señorita Ozman, una estudiante de la Escuela Bíblica Bethel, de Charles F. Parham, era que esta ocurrió con un conocimiento teológico consciente de que el bautismo en el Espíritu era un revestimiento de poder del Espíritu para el ministerio, una experiencia que seguía al nuevo nacimiento y que estaba marcada por la señal de hablar en otras lenguas. La Escuela Bíblica Parham propició el ambiente para que se desarrollara un entendimiento teológico que apreciara la importancia de la experiencia espiritual. Este es el comienzo de una historia concatenada del movimiento pentecostal moderno. Los estudiantes de cursos cortos de la Escuela Bíblica Parham habían estudiado la Biblia intentando aprender lo que esta enseñaba sobre la evidencia de que alguien hubiera ya sido bautizado en el Espíritu Santo. Estos estudiantes concluyeron que el libro de los Hechos enseña que el bautismo en el Espíritu es acompañado por el hablar en lenguas. Ellos comprendieron que esta experiencia tenía como propósito facultar a los receptores para ser testigos efectivos para Cristo. Es importante notar que este avivamiento comenzó en el contexto de un estudio bíblico y que su identidad teológica tomó forma aquí. Se sabe con certeza de personas que hablaban en lenguas en diferentes lugares al comienzo del siglo diecinueve, y muchos evangélicos utilizaron el término bautismo en el Espíritu antes de 1901. Pero fue en Topeka, bajo la dirección de Charles F. Parham, donde se estableció la conexión entre el bautismo en el Espíritu como un revestimiento de poder, así como la señal que lo acompaña de hablar en lenguas. En 1905, siguiendo a una serie de campañas locales de avivamiento en el Midwest, Charles Parkam abrió en Houston, Texas, una Escuela Bíblica Pentecostal de cursos cortos. Por un tiempo ese lugar se convirtió en la central del ministerio de Parham. Un predicador negro de la santidad, William J. Seymour, durante los años 1905-1906 de la escuela en Houston, se convirtió en un creyente de la experiencia pentecostal. En la primavera de 1906, en respuesta a una invitación de una mujer negra de la santidad en Los Ángeles, Seymour fue a este lugar a realizar unas reuniones. En la misión de la santidad, su proclamación de la experiencia pentecostal fue rechazada por los líderes locales, pidiéndole a Seymour que buscara un nuevo lugar para su ministerio. Seymour y sus seguidores se mudaron a un lugar muy humilde en Bonnie Brae Street, donde continuó la proclamación del mensaje pentecostal. El poder de Dios cayó sobre estos sinceros creyentes. Pronto ese hogar en Bonnie Brae Street no podía recibir las multitudes que llegaron. Seymour y su grupo se mudaron a una estructura de dos pisos en un área industrial de Los Ángeles. Esta estructura que una vez fuera una iglesia Metodista se había convertido en una caballeriza. Este primitivo edificio en Azusa Street se convirtió en la rampa de lanzamiento para proyectar el avivamiento del pentecostalismo moderno alrededor del mundo. Entre 1906 y 1909 se realizaban continuamente reuniones en el edificio de Azusa Street. Las reuniones interraciales que allí se celebraron golpearon duramente en la historia social de los Estados Unidos durante la era de Jim Crow. Blancos y negros adorando juntos, unidos por el poder delEspíritu Santo. Por la ubicación estratégica de Los Ángeles para los viajeros internacionales y por la publicación en los periódicos locales acerca de los sensacionales acontecimientos en Azusa Street, visitantes de diferentes países se dirigieron hacia allá. Algunos de ellos eran misioneros vinculados a diferentes ministerios. Muchos de estos curiosos recibieron la experiencia pentecostal. Encendidos para Dios, estos nuevos pentecostales, muchas veces aislados de sus congregaciones, se esparcieron para predicar el evangelio, a veces sin credenciales y sin ningún tipo de sostén. Tenían poco, excepto el gozo del Señor y un gran sentido del cuidado providencial de Dios. Estos eran los pioneros pentecostales. No es justo decir que Parham trató de liderar el avivamiento en Azusa Street. Él fue rechazado en Los Ángeles, y su participación en la formación del Movimiento pentecostal moderno disminuyó de allí en adelante. En realidad, el avivamiento pentecostal americano no puede reclamar un solo padre. Más allá de las costas americanas aparecen, como conexiones más débiles, los avivamientos pentecostales que surgían en diversas partes de Europa, Asia y América Latina al mismo tiempo. Muchas líneas de comunicación apuntan a la influencia de Azusa Street, pero uno se ve apremiado más a certificar el rol del avivamiento de Azusa Street como catalizador del derramamiento que ocurrió en algún otro lugar. En definitiva ese fue un tiempo de plenitud alrededor del mundo en el que las personas con hambre de Dios reconocieron que la experiencia pentecostal llenó sus expectativas. 2.Antecedentes del avivamiento pentecostal moderno 2.1.Raíces de santidad A fines del siglo diecinueve, los creyentes en las naciones alrededor del mundo estaban buscando una más profunda o elevada vida en Dios. Este anhelo se expresaba en dos contextos bien diferentes. El primero fue un renacimiento del interés entre los wesleyanos por recuperar el mensaje del siglo dieciocho de Juan Wesley y sus seguidores. La iglesia metodista había tenido éxito en los Estados Unidos, pero en el proceso de ascender en la escala de la respetabilidad, mucho del fervor espiritual de los primeros metodistas se había perdido. Por la década de 1860, como reacción a esta declinación del metodismo, un nuevo grupo de cuerpos de cristianos con orientación wesleyana había nacido, muchos de los cuales eran una expresión del deseo de experimentar la santificación promulgada por los primeros líderes metodistas. Estas constelaciones de iglesias forman el más importante campo de cultivo para el movimiento pentecostal moderno. Donald Dayton describió el énfasis común en estos círculos, énfasis que fácilmente se pasó a la vida el movimiento pentecostal. Este incluía la creencia en una segunda bendición, la expectativa de una experiencia de revestimiento de poder, una creencia en la validez de la sanidad divina, y una afirmación de la escatología premilenial.² Muchos de estos creyentes estaban comprometidos a una soteriología de dos etapas, pensando que los creyentes debían buscar una crisis en la experiencia subsecuente a la salvación que era comúnmente llamada «santificación total». Cuando el avivamiento pentecostal asomaba, los creyentes de la santidad tendieron a adoptar una visión de tres etapas, donde la «santificación total» era comprendida como la «limpieza», un preludio necesario para la tercera etapa o «llenura», entendida como el bautismo pentecostal en el Espíritu. Otro tipo de anhelo diferente al de la santidad del siglo diecinueve apareció en un formato no wesleyano. Muchos presbiterianos, bautistas, anglicanos y otros creyentes que venían más o en menos de la tradición de la Reforma estaban buscando a Dios para una vida más «profunda» o «elevada». Para mediados de 1870, las conferencias Keswick en el mundo anglo-parlante llegaron a ser un importante punto de unión para la enseñanza de esta vida. Las enseñanzas Keswick, a diferencia de la enseñanza wesleyana, enfatizaban a la vida cristiana como un proceso antes que una crisis de «santificación total». Defensores de la teología Keswick, que adoptaron la teología pentecostal en los comienzos del siglo veinte, desechaban la noción de una crisis en la experiencia de santificación como precursora necesaria para el bautismo en el Espíritu, estando a favor en cambio de la santificación como un proceso continuo en la vida cristiana antes y después del bautismo en el Espíritu. Desde 1867, las reuniones en carpas de la santidad eran lugares importantes para desarrollar la solidaridad entre los acólitos y para inspirar a los creyentes en su búsqueda de santidad. Luego, los pentecostales adoptaron las reuniones en carpas como un recurso útil para proveer inspiración, compañerismo y enseñanza entre su gente. La enseñanza de Charles G. Finney y su colega, Asa Mahan de Oberlin, Ohio, es importante para comprender cómo la terminología del bautismo en el Espíritu se volvió de uso tan corriente entre los pentecostales. Para 1875, Finney y Mahan habían popularizado el término. Hacia el final del siglo la mayoría de la cristiandad evangélica incluía libremente la expresión en sus predicaciones y escritos. Los seguidores de la santidad usaban la expresión para describir la santificación total. Los escritos de Keswick tendían a definir el bautismo en el Espíritu como una investidura de poder para el servicio. El libro de A. J. Gordon, The Ministry of the Holy Spirit [El ministerio del Espíritu Santo] comprendía virtualmente todos los valores con los que los pentecostales llegaron a hacerse conocer excepto en lo referente a la relación entre las lenguas y el bautismo en el Espíritu.³ 2.2.Fundamentalismo La segunda mayor influencia que recibieron los valores de los primeros pentecostales fue el fundamentalismo. El fundamentalismo surgió en el último tercio del siglo diecinueve como una reacción consciente al alarmante avance sobre las instituciones cristianas americanas por parte de ministros y estudiantes que adoptaron la teología liberal. El liberalismo de ese período, conocido como modernismo, estaba marcado por el escepticismo con respecto a los milagros bíblicos, incluyendo el rechazo del nacimiento virginal de Cristo, su resurrección en el cuerpo, y su segunda venida. El modernismo resaltaba una visión optimista de la humanidad y la perfectibilidad del mundo. La norma de la escatología del modernismo encajaba de esta manera bien con el postmilenialismo. A través de la educación y de la acción social, los modernistas estaban convencidos de que podían convertir al mundo en un paraíso terrenal. Los modernistas rechazaban la exactitud histórica de la Biblia y en su mayor parte limitaban su interés en las enseñanzas bíblicas a los principios éticos para organizar una conducta humana constructiva. Las enseñanzas de Schleiermacher, Hegel, Kant, Ritschl y Harnack, estudiantes universitarios alemanes del siglo diecinueve, tuvieron un profundo impacto en la formación del liberalismo americano de finales del siglo diecinueve. La gran lucha por dirigir las instituciones religiosas americanas comenzó en la generación inmediata anterior a la del nacimiento del avivamiento pentecostal. Esa generación fue el crisol en el cual el fundamentalismo fue forjado. Este fue el comienzo de la era que llegó a ser conocida en la religión americana como la controversia del fundamentalismo modernismo.⁴ El fundamentalismo, como el movimiento de la santidad, tenía dos corrientes. Una de las corrientes era de los protestantes ortodoxos. Esta corriente del protestantismo escolástico, centrada en el Seminario de Princeton, llegó a ser conocida como «La Escuela Princeton». Aquí se produjo la mayor cantidad de recursos intelectuales para el fundamentalismo, la teología sistemática de Hodges y los trabajos apologético de Warfield, Green, y más tarde, Machen. Princeton, sola entre la influencia de los seminarios americanos, sobrevivió la embestida del modernismo a través de este período, sucumbiendo a la seducción del liberalismo a finalesde los años veinte. La otra corriente del fundamentalismo era el avivamiento evangélico. Desde los tiempos de Jonathan Edwards en la América colonial, una serie de profundos avivamientos o despertares refrescó el país. En el siglo diecinueve, liderado por el ministerio de Charles G. Finney, se desarrolló un patrón para la conducción de reuniones de avivamientos, elaborándose una completa cultura de avivamientos. Esto incluía una modificación de la clásica severidad calvinista de la que muchos de estos avivamientos surgieron, abriendo la puerta a «cualquiera que quisiera», en vez de fijar la atención en la soberanía de Dios. D. L. Moody, R. A. Torrey, A. B. Simpson, y un ejército de otros llevaron adelante grandes reuniones públicas, frecuentemente más allá de los límites denominacionales, llamando a la gente al arrepentimiento y al evangelio antiguo. El evangelismo renovador, al reconocer que se encontraba en una gran batalla con el modernismo por el alma de la nación, creó nuevas instituciones para movilizar los recursos en esta guerra santa. En 1870, D. L. Moody y A. B. Simpson lanzaron programas intensivos para entrenar a los obreros en el evangelismo y las misiones. Con el advenimiento del Instituto Bíblico Moody en Chicago y el Instituto de Entrenamiento Misionero de Simpson, en Nyack, Nueva York, la era de los institutos bíblicos se había iniciado. Cuando el avivamiento pentecostal llegó, el mecanismo de los institutos bíblicos fue prontamente adoptado como un instrumento útil para proveer entrenamiento a los líderes para el avivamiento. Los fundamentalistas también emplearon una variedad de publicaciones para distribuir su mensaje. Entre los distintos aspectos del fundamentalismo americano, al final del siglo diecinueve, estaban las conferencias bíblicas. En ese ambiente, el componente fundamentalista de Princeton se unió con el componente del avivamiento evangélico. Los escolásticos no estaban cómodos con las reuniones de avivamiento, pero compartían profundamente con estos su acercamiento al estudio de la Biblia. Si los del avivamiento eran el «corazón» del fundamentalismo, se podía decir que los de Princeton eran el «cerebro» del movimiento, proveyendo recursos exegéticos y apologético muy apreciados. Es particularmente muy importante que el método de estudio de la Biblia más fácilmente adoptado en las conferencias y como base para los antecedentes en los institutos bíblicos era el dispensacionalismo de Scofield. El dispensacionalismo fundamentalista abogaba por una visión hacia el orden mundial presente muy diferente a la del modernismo. El dispensacionalismo pintaba a la iglesia como teniendo una misión, no de reformar a la sociedad, sino de rescatar a los individuos de un barco que se hundía. Pesimistas de lo porvenir, la esperanza que los fundamentalistas tenían para el futuro era el catastrófico retorno de Jesucristo para rescatar a los creyentes de la Gran Tribulación. El sistema de Scofield proveía para los laicos una manera fácil de estudiar la Biblia, y de esta forma se lograba que el mensaje de la Biblia estuviera disponible a cualquier persona, un mensaje fácil de compartir con sus vecinos y amigos. Hoy día está de moda discutir acerca de las características del sistema hermenéutico de Scofield, pero considerando los tiempos, se debe observar que contribuyó como ninguna otra persona al estudio serio de la Biblia en la era de la controversia entre fundamentalismo y modernismo. De seguro, no todos los fundamentalistas eran dispensacionalistas, pero ciertamente en 1895, el foro de conferencias bíblicas derivó en conferencias de profecías, empleando todas las categorías ofrecidas por Scofield. Para esta época los «fundamentos» estaban claramente establecidos, poniendo usualmente atención a enseñanzas básicas como el nacimiento virginal de Cristo, su sacrificio expiatorio, su muerte y resurrección literal, su corporeidad, su retorno premilenial y la autoridad de la Biblia, definida como «infalible en su autoría». Debemos también observar que a pesar de que los movimientos de la santidad y el fundamentalismo han sido revisados aquí como grupos separados, había una gran superposición entre ellos. Esto es particularmente cierto en el ala Keswick del movimiento de la santidad, y en el avivamiento evangelista dentro del fundamentalismo. Los oradores en las Convenciones Anuales Keswick y los oradores en las Conferencias Bíblicas Fundamentalistas eran los mismos. En la víspera del avivamiento pentecostal todas estas personas empleaban el lenguaje del bautismo en el Espíritu Santo. Cuando se produjo el avivamiento pentecostal, los pentecostales incorporaron gran cantidad de las metodologías de la santidad y de los fundamentalistas. Inclusive la organización política de las Asambleas de Dios, la más grande de las denominaciones pentecostales, había sido tomada íntegramente de la Alianza Cristiana y Misionera, la asociación de la santidad dada por A. B. Simpson. De este modo, aun cuando los pentecostales fueron despreciados tanto por los fundamentalistas como por los de la santidad, ellos adoptaron muchas de sus ideas y formas. En resumen, uno debería pensar que los primeros pentecostales estaban tan abrumados por la obra del Espíritu Santo que hablaban comúnmente de este avivamiento como la largamente esperada lluvia tardía profetizada en las Escrituras. Como había muy pocos precedentes para las manifestaciones del espíritu que ellos experimentaban, a muchos les parecía que todo era nuevo. Muchos sentían que el avivamiento que ellos habían experimentado era el anuncio del inminente retorno del Señor. Aquí surgió un gran sentimiento de urgencia, debido a que sentían que el tiempo era corto. El fuerte espíritu pionero y el sello misionero que marcó a la primera generación de pentecostales están sin duda unidos a esa sensación de que esos tiempos eran verdaderamente «el derramamiento de los postreros días». En retrospectiva, debemos admitir que el avivamiento no vino de hecho como un rayo de luz desde el cielo, porque tenía los antecedentes discutidos anteriormente. A esta altura debe ser hecha una observación importante. En un sentido, el avivamiento pentecostal moderno es sin lugar a dudas único. Desde la época apostólica los pentecostales, o al menos los carismáticos, protagonizaron probablemente dos docenas de sucesos de renovación que pueden ser identificados.⁵ Además, todos estos movimientos tristemente terminaron disolviéndose en fanatismos o en herejías. Lo notable del avivamiento pentecostal moderno es que se levanta en su propia supervivencia, sobreviviendo lo suficiente para ganarse un lugar donde ser escuchado en el ámbito de la iglesia y para emerger como un componente significante del mundo cristiano. 3.Características de los inicios del pentecostalismo A medida que el movimiento pentecostal comenzó a delinearse en la primera década del siglo emergió un carácter colectivo, y se hizo posible describir un perfil de las marcas distintivas de los partidarios a este movimiento. Se identifican diversas características comunes en todos los ambientes en que los pentecostales podían ser hallados. Encuentro al menos ocho de estas características. 3.1.Bautismo en el Espíritu Como era de esperarse, los primeros pentecostales proclamaban vigorosamente lo que ellos creían que habían experimentado en el bautismo en el Espíritu, y lo que creían que la Biblia enseñaba acerca de esta experiencia. Fue esta experiencia la que los distinguió de los otros cristianos. Los pentecostales fueron rechazados virtualmente por todas las dimensiones del mundo cristiano; pagaron un alto precio por este apreciado valor, pero aceptaron de buena gana el oprobio de otros. Para muchos era el cumplimiento de la profecía bíblica, la llegada de la prometida «lluvia tardía». El avivamiento era tan notable que para muchos era algo que nunca había sucedido antes. No fue hasta varias décadas después que la mayoría de los pentecostales estaban dispuestos a entender que hubo antecedentes en años anterioresde donde ellos se habían inspirado y que el avivamiento, notable como era, no era único. 3.2.Compromiso con el evangelismo y las misiones Desde el comienzo, los pentecostales entendieron que el propósito del bautismo en el Espíritu fue recibir poder para ser testigos. Aun cuando se deleitaban en la gloria de esta experiencia espiritual, muchos organizaron su vida alrededor del principio de alcanzar a los perdidos de este mundo. Desde Azusa Street en adelante, el pentecostalismo fue estampado con una premura por llevar el evangelio de Jesucristo. Este reconocimiento inmediato de la necesidad de llegar más allá de ellos mismos para alcanzar a un mundo perdido distingue a los pentecostales de los movimientos carismáticos modernos que aparecieron sesenta años después. Cuando las denominaciones pentecostales se formaron (nacidas por necesidad), se organizaron para sostener a las misiones en el extranjero, como uno de sus motivos. 3.3.Fe robusta Sobrecogidos por la presencia de Dios que se hallaba entre ellos, los pentecostales rápidamente creyeron en el hecho de la intervención. Oraban por los enfermos, esperando que Dios liberara a los afligidos del sufrimiento. Estaban dispuestos a sacrificar lo conocido y seguro por distantes horizontes en el ministerio, en su país o fuera de él. Enlazando las páginas de la primera literatura pentecostal hay testimonios de admirables respuestas a la oración y exhortaciones constructivas de fe. Los primeros pentecostales creían ardientemente en la oración intercesora. Enseñaban el principio de «orar sin cesar», de la continua vigilia delante del Señor hasta que tenían la certeza que la oración era contestada. Llevaban a los creyentes que buscaban el bautismo en el Espíritu a «reuniones de espera», donde un puñado de creyentes bautizados en el Espíritu se reunían alrededor del candidato, proveyéndole un entorno donde el individuo podía buscar la bendición de Dios. 3.4.Expectativa Estos primeros pentecostales esperaban que Dios interviniera, no solamente en las necesidades inmediatas en las que se encontraban, sino en un sentido más amplio, en el retorno de Jesucristo para finalizar con la historia del mundo. Notoriamente en los inicios del pentecostalismo había un fuerte compromiso con la creencia de la segunda venida de Jesucristo, en un sentido literal, físico y premilenial. Adoptando la escatología fundamentalista (aunque adaptada para conformar las necesidades del pentecostalismo), los pentecostales creían que el orden del mundo presente estaba definitivamente perdido y que su tarea era rescatar la mayor cantidad de individuos que pudieran del desastre que se avecinaba. Las reuniones de los pentecostales, aunque generalmente seguían una forma simple, no obstante estaban marcadas por las manifestaciones del Espíritu. Los primeros pentecostales eran renuentes a desperdiciar un solo servicio por temor a perderse de algo que Dios tuviera para su necesidad en particular. Las reuniones de la iglesia no eran aburridas repeticiones de una liturgia predeterminada; en cambio, cada servicio tenía el poder para ser la ocasión especial para el derramamiento del Espíritu. 3.5.Realidad Proclamar el inminente regreso del Señor no estaba marcado por penumbras y presagios, sino por una intensa sensación de gozosa expectativa. Los pentecostales habían probado la gloria de la presencia de Dios y deseaban verle cara a cara. Algunos observadores del pentecostalismo estaban inclinados a considerar ligeramente esto como un mecanismo de escape desde la dureza de la pobreza y privación en que la mayoría de los pentecostales se encontraban. Sin embargo, el gozo y la calidez que se hallaba en los aislados grupos pentecostales estaba en violento contraste con el frío formalismo característico de la mayoría del protestantismo americano de ese tiempo. Una bandera habitual que proclamaba aquello que los visitantes debían esperar en un salón pentecostal decía: «Vengan a la iglesia donde Jesús es real». «Realidad» era el término para capturar lo que estos creyentes habían experimentado. El bautismo en el Espíritu había hecho a Jesús intensamente real para ellos. Este sentir de la cercanía de Dios guiaba naturalmente a un estilo de vida que no ofendería al Espíritu Santo. La vida de santidad era una búsqueda auténtica para estos ardientes creyentes. Cuando las definiciones de una conducta aceptable eran codificadas y luego impuestas en los jóvenes partidarios, esta clase de rigor moral rápidamente derivó en un austero legalismo. Con deseos sinceros de no ofender al Espíritu Santo, los primeros pentecostales buscaban limpiar su comportamiento de cualquier conducta que pudiera apagar el Espíritu. 3.6.Adoración entusiasta Desde el comienzo, los pentecostales fueron conocidos alrededor del mundo por sus reuniones de adoración ruidosas y gozosas. Las oraciones en concierto, en donde toda la congregación de creyentes colectiva y abundantemente derramaba su corazón a Dios, son casi universales. Las manos levantadas es otra respuesta común a la percepción de la presencia y bendición de Dios. Los cantos fervorosos, acompañados con el batir de palmas y ocasionalmente «danzando en el Espíritu», fueron experimentados ampliamente desde los primeros días. En reuniones de tanta intensidad, no era poco frecuente para uno, o para muchos, caer en una especie de estado de trance, a veces sacudiéndose violentamente. «Caer bajo el poder» era un fenómeno muy difundido. Estos comportamientos llevaron a sus críticos a tildarlos como «santos rodantes». Sincera, a veces bulliciosa, la proclamación de verdades profundas marcó las predicaciones de los primeros tiempos pentecostales. A veces los creyentes se sintonizaban con la «unción», aunque los líderes más sabios pensaban que debían dirigir a los creyentes a juzgar los beneficios de la predicación por el contenido del mensaje antes que por la forma de la liberación. En cualquier momento del servicio, a veces durante la predicación, los dones del Espíritu podían ser esperados como interrupciones divinas. Los servicios de la iglesia siempre eran planeados en un nivel experimental, porque nadie podía estar seguro de lo que sucedería. 3.7.Abundante compañerismo Aislados por el mundo religioso, los primeros pentecostales apreciaban la camaradería que podían encontrar entre los suyos. Los creyentes, llenos del amor de Dios, les extendían una mano a aquellos que los rodeaban para alentarlos y bendecirlos. Para los primeros pentecostales, la asamblea donde se reunían para la adoración era el centro de su vida. Reunirse juntos en forma frecuente, a veces en «reuniones de oración campestres», fortalecía los vínculos adquiridos del apoyo mutuo. Frecuentemente se formaban «bandas» para dirigir reuniones en las calles, reuniones hogareñas de oración, reuniones en carpas, u otra clase de esfuerzo para llevar el evangelio a las comunidades o barrios donde no había iglesias pentecostales. Aunque no está muy claro cómo se realizaba la divulgación en los primeros días, seguramente algunos pentecostales de esos tiempos creían que fuera de la realidad pentecostal, la salvación de uno estaba en duda. Había seguridad espiritual en el compañerismo. 3.8.Autoridad bíblica Es notable que el avivamiento pentecostal comenzó entre los creyentes cristianos que estaban estudiando la Biblia. Un hambre por la verdad, no solamente una búsqueda de experiencias, impulsaban a estos tempranos buscadores. Cuando uno considera la razón por la cual el avivamiento pentecostal moderno sobrevivió mientras que los movimientos precedentes no, descubrimos que la única y más importante distinción yace en el compromiso con la autoridad de la Biblia para gobernar toda creencia, experiencia y práctica. Líderes sagaces enfatizaron desde el comienzo del avivamiento la necesidad de juzgar los méritos de toda enseñanza, manifestación y conducta en la objetividad de la luz de Dios, revelada en su Palabra, la Biblia. El reconocimiento de la Biblia como totalmente autorizada, fue un valor adoptado rápidamentedel fundamentalismo. La corriente principal de la teología ortodoxa también fue incorporada íntegramente del fundamentalismo. Sería inadecuado pensar en las primeras generaciones de pentecostales como que eran tan piadosos que estaban más allá de toda falta, porque había problemas en los años de formación. Uno de ellos surgió de la tendencia de los creyentes de reunirse alrededor de fuertes personalidades, que frecuentemente terminaban en facciones y camarillas. Había falta de uniformidad en la enseñanza, causando confusión entre los pentecostales. Algunos líderes cayeron en inmoralidad, otros deterioraron la imagen del pentecostalismo al fallar en sus obligaciones financieras. Un sentimiento de la necesidad de una disciplina creció por causa de tales desilusiones. A través de estos primeros años, el creciente avivamiento pentecostal fue marcado por un completo ostracismo por parte de la iglesia alrededor del mundo. Rechazado por los fundamentalistas, por los cuerpos de la santidad y por las grandes denominaciones de esos días, los pentecostales fueron forzados a forjar su propio camino en soledad. No solamente las religiones del mundo los aislaron, también las iglesias pentecostales frecuentemente eran aisladas las unas de las otras. 4.La formación de las denominaciones pentecostales En la ciudad de Los Ángeles, el avivamiento de Azusa Street con el tiempo llevó a la formación de un federación disgregada de creyentes que fueron conocidos como los de la Fe Apostólica. En 1910, William Durham, un predicador bautista de Chicago bautizado con el Espíritu, fue a Los Ángeles. Él abogaba por «la obra completada», una visión de la santificación del tipo Keswick que estaba en conflicto con la enseñanza de Parham y Seymour de la santidad wesleyana. Una división que se desarrolló en el área de Los Ángeles. El componente de la Fe Apostólica fue rápidamente opacado por la más atractiva enseñanza de Durham de «la obra completada». Para 1913, surgía de manera evidente una creciente corriente de opinión que percibía la necesidad de un compañerismo de pentecostales de la misma opinión que se inclinaban hacia la enseñanza de «la obra completada». De esto resultó el llamado para un «concilio general» que se realizó en Hot Springs, Arkansas, en abril de 1914. Alrededor de doscientos delegados se reunieron en Hot Springs para la reunión donde se formó el Concilio General de Asambleas. Aunque esta no fue la primera denominación pentecostal, reflejaba el más amplio grupo de constituyentes del primer período y rápidamente emergió como la mayor y más representativa de las denominaciones pentecostales americanas, un microcosmos del pentecostalismo. Algunas de las razones para la formación de las Asambleas de Dios fueron la necesidad de facilitar la tarea de las misiones mundiales, proveer de escuelas de entrenamiento para futuros líderes, coordinar los esfuerzos editoriales, y regularizar la enseñanza doctrinal y proveer disciplina ministerial. Esquivando las trampas de las estructuras eclesiásticas contemporáneas, los que formaron las Asambleas de Dios resistieron el establecimiento de una denominación formal, prefiriendo identificar a la organización como un «compañerismo cooperativo» de creyentes y autónomo de las iglesias locales. La adopción de una constitución fue resistida hasta 1927, cuando se hizo evidente la necesidad de semejante documento. Hasta 1916 no fue adoptada la «Declaración de verdades fundamentales». Estos dieciséis puntos eran un reflejo de la crisis teológica de ese tiempo. El intento original de no tener un credo era un ideal imposible de sostener. En 1895 se formó la denominación de la Iglesia de Dios en Cristo, una de las muchas denominaciones wesleyanas que se generaron inmediatamente después de haber percibido la partida del metodismo de sus raíces wesleyanas. Este grupo, compuesto principalmente por afro-americanos, adoptó el mensaje pentecostal en 1906, luego de la visita de su líder, el anciano C. H. Mason, a la calle Azusa. Él trajo consigo de regreso el mensaje pentecostal a Tennesse e instó a sus seguidores a que incluyeran en su doctrina al bautismo en el Espíritu como una tercera obra de la gracia. Esta denominación creció hasta tener más de dos millones de miembros en 1990, rivalizando con las Asambleas de Dios en pura fortaleza numérica. Las complejas raíces de la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennesse) llegaron al menos hasta 1902, con la formación de núcleos de creyentes en lo que se considera es la primera iglesia de la denominación actual. Los historiadores de la Iglesia de Dios señalan un notable avivamiento en Camp Creek, Carolina del Norte, no lejos de Cleveland, Tennesse, como más antiguo. Aquí en 1896 un gran mover de Dios, incluyendo el hablar en lenguas, barrió el área. Los participantes no entendieron en su totalidad lo que esto significaba, pero el hecho condicionó a los creyentes en el área para aceptar la enseñanza pentecostal cuando esta llegó desde sur de Los Ángeles. Una confraternidad de iglesias afines se organizó formalmente en 1906 para fundar la Iglesia de Dios. Dos años después, a través del ministerio de G. B. Cashwell, que había llevado al sur americano el mensaje pentecostal, el Superintendente General de la Iglesia de Dios, A. J. Tomlinson, recibió la experiencia pentecostal. Muchos pastores de la Iglesia de Dios habían recibido el bautismo en el Espíritu, por lo que fue relativamente sencillo para la Iglesia de Dios ingresar a la familia de las denominaciones de la santidad pentecostal. Con el tiempo la Iglesia de Dios llegó a ser el cuerpo más influyente de los pentecostales wesleyanos.⁶ A través del ministerio de G. B. Cashwell de Dunn, Carolina del Norte, no solo la Iglesia de Dios se convirtió en un cuerpo pentecostal, sino que otros grupos en el sur siguieron el mismo camino. Sobresale entre estos la historia de la Iglesia de la Santidad Pentecostal. En 1908 esta pequeña secta de la santidad adoptó el mensaje pentecostal y se unió a sus hermanas wesleyanas en el sur, añadiendo la experiencia pentecostal a su doctrina como la tercera obra de la gracia. En años más recientes, los miembros distinguidos de la Iglesia de la Santidad Pentecostal han sido Oral Roberts y el historiador Vinson Synan. Debería resaltarse que en el breve lapso entre 1906-1909, varias importantes denominaciones de la santidad fueron barridas dentro del movimiento pentecostal, todas ellas del sur americano. Para 1910, la reacción del movimiento de la santidad se había endurecido hasta llegar al más amargo antagonismo contra el movimiento pentecostal, una posición que solo en años recientes ha ido mejorando. 5.El desarrollo del movimiento pentecostal moderno Aun cuando las iglesias pentecostales eran reacias y no deseaban la formación de nuevas denominaciones, la necesidad de los servicios provistos por la organización formal requirió que los primeros creyentes desarrollaran nuevas estructuras. Las Asambleas de Dios, como uno de los grupos más representativos, adoptó en 1916 una declaración doctrinal nacida de la necesidad producida por una crisis doctrinal.⁷ En 1927, con la adopción de una constitución, las Asambleas de Dios evolucionaron por completo en una denominación. En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, los pentecostales crecieron tanto dentro como fuera del país. Durante gran parte de ese período, se consideraba a las Asambleas de Dios como la denominación americana de crecimiento más veloz. Mucho de este crecimiento era el resultado de que numerosas congregaciones pentecostales independientes elegían afiliarse con las Asambleas de Dios, ya que era evidente que organizarse no causaba el disgusto de Dios, como algunos habían temido. Además, la bendición inherente al compañerismo con un cuerpo disciplinado tenía muchas ventajas. Fue incluso durante esos años que el mecanismo de la Escuela Dominical demostró ser una buena manera para movilizar laicos llenos del Espíritu en la empresa de evangelizar y enseñar a los nuevos convertidos. Como resultadode esto, durante la era de la Gran Depresión, en donde la corriente principal de denominaciones perdían miembros, grupos vibrantes como los pentecostales recogían numerosos convertidos. Si durante esos años era de destacarse el crecimiento dentro de los Estados Unidos, la expansión internacional de las iglesias pentecostales era aun más espectacular. El impulso de la pasión misionera, que marcó al avivamiento desde sus comienzos, encontró su expresión en el establecimiento pionero de iglesias en muchos países. El modelo típico era que los individuos experimentaran el sentir de un llamado misionero e inmediatamente exponer un lugar elegido en el extranjero. Al principio no había una estructura formal en la organización para facilitar el envío y sostenimiento de los misioneros. Pero en grupos como las Asambleas de Dios, maduró rápidamente un departamento para apoyar candidatos y supervisar los fondos y la distribución personal. La filosofía misionera evolucionó a través de los años, asimilando fácilmente los principios del esfuerzo nativo, de manera que para la mitad del siglo la estrategia de las misiones de las Asambleas de Dios se centró en que las organizaciones de iglesias nacionales tuvieran su propio gobierno, se mantuvieran por sí mismas y se propagaran de la misma manera. Creyendo firmemente en el principio: «No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu», los pioneros se fortalecieron al creer que Dios podía levantar iglesias nacionales firmes, virtualmente de la nada. Aunque las estadísticas del crecimiento de las iglesias en los Estados Unidos mostraban períodos en que este era mínimo, las estadísticas internacionales de crecimiento de las organizaciones hermanas de las Asambleas de Dios se incrementaron firmemente durante el siglo, de manera que para el final de la centuria, la membresía mundial de las iglesias de las Asambleas de Dios se acercaba a los treinta millones.⁸ Un instrumento principalmente utilizado para el rápido y efectivo desarrollo de las iglesias autóctonas ha sido el Instituto Bíblico. Las Asambleas de Dios dirigen más de trescientas escuelas bíblicas alrededor del mundo, la mayoría con líderes locales. Estos canales escolares entrenan jóvenes en la vida de la iglesia para llenar los lugares de liderazgo. Cada vez más, las iglesias que hace una generación atrás «recibían» iglesias, ahora están uniendo sus manos con sus contrapartes en el occidente enviando misioneros a nuevas fronteras. La década de 1940 es importante en la historia del movimiento pentecostal moderno porque este fue el período cuando el pentecostalismo dejó el aislamiento en el que vivió desde los días de la calle Azusa. Durante la Segunda Guerra Mundial, los líderes evangélicos americanos estaban trazando un curso para una acción concertada, deseando conformar una voz colectiva para hablar por sus intereses y no contentarse con ser representados ante el público por el Concilio Mundial de Iglesias y su contraparte americana, una entidad que llegó a ser conocida como el Concilio Nacional de Iglesias. Ciento cincuenta líderes se reunieron en una convención constitucional en St. Louis para la formación de la Asociación Nacional de Evangélicos (ANE) en abril de 1942. Los líderes de las Asambleas de Dios fueron invitados para ser parte de esta reunión histórica. Los evangélicos, muchos de los cuales creían que los pentecostales debían ser clasificados como un culto, tuvieron que reconocer que aparte de la enseñanza pentecostal sobre el bautismo en el Espíritu con la señal que lo acompaña de hablar en lenguas, la enseñanza pentecostal encuadraba bien con la teología ortodoxa cristiana. La asociación con los pentecostales durante el curso de la Segunda Guerra Mundial llevó a los evangélicos a una proximidad con los pentecostales, y fue desde este encuentro que emergió un sentimiento de solidaridad espiritual. Esta es la primera evidencia de que el aviamiento pentecostal del siglo veinte ha sobrevivido lo suficiente para ganarse un lugar en la amplia iglesia mundial. Esto, en definitiva, es lo que hace al moderno avivamiento único en la historia de la iglesia. Debemos notar una distinción desarrollándose en el evangelismo americano durante este periodo, algo que hizo posible la invitación para la participación pentecostal. Lo que se puede denominar como «fundamentalismo temprano» es la amalgama de valores que se unificaron cerca de 1895, produciendo el núcleo de valores que los fundamentalistas sentían que eran amenazados por los modernistas. La evidencia parece sugerir que los modernistas barrieron el campo en las grandes denominaciones, tomando los seminarios, editoriales y posiciones eclesiásticas de influencia, por medio de subterfugios y no por discusiones exitosas. En definitiva, los fundamentalistas no fueron liquidados totalmente por la persuasión modernista. El plano de debate, en los principios, era de un sofisticado nivel. Los grandes trabajos de los primeros apologistas fundamentalistas eran brillantes y aún están entre las mejores exposiciones para sostener la deidad de Cristo, sus milagros, su muerte sin pecado y su resurrección, y la absoluta autoridad de la Biblia. Para 1925, la era de la infame «prueba del mono» que satirizaba la creencia bíblica literal de la Creación, los fundamentalistas fueron quitados de las posiciones de autoridad en la mayoría de las grandes denominaciones. De allí en adelante se comprometieron en una forma de guerrillas religiosa. Los «fundamentalistas postreros» generaron una imagen negativa. Privados de posiciones, los fundamentalistas se convirtieron en un movimiento clandestino. Producían literatura en forma de panfletos, documentos que mostraban un espíritu defensivo y de rencor. Los fundamentalistas a veces castigaban a sus propios colegas, quienes discrepaban entre ellos de muchas maneras. Esta lucha interna produjo roces entre personas que ya se habían separado de los cuerpos originales, a los que consideraban apóstatas. El resultado de esta actividad defensiva finalmente llevó a los líderes claves evangélicos, por los comienzos de 1940, a reconocer que esa no era una plataforma adecuada desde la cual el evangelio debía ser proclamado en la era de la posguerra que se aproximaba. Líderes como Harold J. Ockenga y J. Elwin Wright, a quienes se uniera luego Carl F. H. Henry entre otros, introdujeron lo que se conoció como «Nuevo Evangelismo». El espíritu del Nuevo Evangelismo era positivo, conciliador y completo, aun al sostener la misma teología ortodoxa de los «fundamentalistas postreros». Ellos realmente pensaban recapturar el espíritu de los primeros fundamentalistas. El periódico Christianity Today [Cristianismo hoy] y el Seminario Teológico Fuller fueron productos directos de este espíritu del Nuevo Evangelismo. Lo importante para los pentecostales fue que el Nuevo Evangelismo hizo lugar para ellos. Los últimos fundamentalistas dejaron la Asociación Nacional de Evangélicos (ANE) por la cuestión de incluir o no a los pentecostales, formando una organización llamada Concilio Americano de Iglesias Cristianas (CAIC). A través de los años la ANE ha crecido sustancialmente (junto a la Asamblea de Dios llegaron con el tiempo a ser la organización con mayor número de miembros), mientras que la CAIC ha permanecido como un esfuerzo marginal. 6.La renovación carismática Cerca de 1995, cualquier pastor o miembro de la iglesia de las grandes denominaciones americanas: modernista, fundamentalista o de la santidad, que informara haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo con la manifestación de hablar en lenguas, era separado automáticamente del cuerpo original, ya sea voluntaria o involuntariamente. Así fue como las iglesias pentecostales crecieron a un sustancial número de personas que vinieron de otras congregaciones. De todas maneras, en muchas iglesias, personas precavidas comenzaron a darse cuenta de que estaban perdiendo a algunos de sus mejores y más brillantes miembros. En los comienzos del año 1955 algunos pastores dela iglesia episcopal de los Estados Unidos recibieron la experiencia pentecostal y comenzaron a proclamar esa vivencia en sus iglesias, acompañándola usualmente con reuniones para los buscadores. Servicios en los que se realizaba la unción para los enfermos y en los que las oraciones de sanidad eran acompañadas de sesiones de búsqueda. La cautelosa aprobación de algunos sucesos locales de semejante renovación fueron dadas después de un escrutinio metódico por los líderes de las diócesis respectivas. Cuando se advirtió que estas iglesias avivadas eran las más vitales en las diócesis, los líderes eran reacios a rechazar lo que claramente era mejor para sus intereses eclesiásticos. Una serie de episodios similares sucedieron en la iglesia presbiteriana. En 1960, en Van Nuys, California, el mensaje del domingo de Pascua del rector del la Iglesia San Marcos, Dennis Bennett, produjo una gran controversia en su congregación. Contó la historia de su encuentro personal con el Espíritu Santo, una experiencia a la que había sido guiado a través de la influencia pentecostal. La prensa difundió esta historia, trayendo el tema carismático a la atención nacional.⁹ Este acontecimiento es usualmente visto como el equivalente carismático de lo que fue para el movimiento pentecostal la calle Azusa en Los Ángeles en la época de 1906. Fue aquí donde el movimiento carismático cobró vida propia. En las siguientes décadas, prácticamente toda denominación en los Estados Unidos se vio afectada por el movimiento de renovación carismática, de manera que hoy día hay un grupo carismático en casi todas las denominaciones. Varias de las más importantes denominaciones hicieron serios estudios del fenómeno, emitiendo declaraciones oficiales del tema.¹⁰ Estos estudios hicieron posible distinguir el carácter distintivo de la renovación carismática de la vieja tradición del movimiento pentecostal. Los carismáticos debían ser comprendidos como una comisión renovada en medio de las viejas iglesias. Como tales, estos ardientes creyentes llamaron la atención de los cuerpos de sus iglesias sobre la posibilidad de que la presencia de Dios revistiera de poder a la iglesia actual, algo que pocos esperaban. En esta forma de renovación, la primera puerta a ser abierta era una expectativa de la manifestación de los dones del Espíritu. Esta preocupación con los dones (charismata, como usa el término Pablo en 1 Corintios 12- 14), hace a la palabra «carismático» muy apropiada. Los carismáticos no solían enfocar su atención en los eventos de Pentecostés de Hechos 2, como lo hacían los pentecostales. Trataban de no hablar del bautismo en el Espíritu como una experiencia separada del nuevo nacimiento. Aun si ellos hacen esto, no les agrada asignarle como un acompañamiento necesario a esa experiencia el hablar en lenguas. De la misma manera es llamativa la actitud hacia el evangelismo y las misiones. Los pentecostales desde el comienzo vieron a la evangelización del mundo como su razón de ser. Los carismáticos, en contraste, tendían a ver su función como una influencia revitalizadora dentro su propia tradición. Es alentador que en años más recientes los carismáticos están descubriendo el desafío de las misiones mundiales. El movimiento renovador carismático tiene tres fases distintas. (1) La primera fase, que comienza cerca de 1955, impactó fuerte en la iglesia protestante. Los sociólogos de la religión están confundidos por la forma en que este avivamiento se desenvolvió. Se derramó desde arriba hacia abajo y no desde abajo hacia arriba, como la mayoría de los avivamientos. El sector más alto de la iglesia episcopal de los Estados Unidos fue impactado primero. Le siguieron otras denominaciones, frecuentemente alineadas con el Concilio Mundial de Iglesia (CMI). La historia de David duPlessis es una representación prominente en esta primera fase de la renovación carismática. Un líder sudafricano pentecostal, duPlessis, sintió en los comienzos de los años treinta que Dios obraría entre las grandes denominaciones. Sus hermanos pentecostales miraban esto con desdén. En una sucesión fascinante de hechos, duPlessis se encontró inmerso en las reuniones del CMI en 1954. Allí encontró grandes líderes cristianos agobiados por las divisiones entre la cristiandad. Comenzaban a buscar a Dios para una solución espiritual antes que depender de la aprobación de resoluciones y de la emisión de proclamas. Esta preocupación sobre la calidad espiritual de la iglesia abrió la puerta para sinceras discusiones con duPlessis acerca de la función del Espíritu Santo en la vida de la iglesia. DuPlessis guió a muchos de sus amigos del CMI a una experiencia pentecostal. Esta relación con la CMI demostraba ser una confusión para sus amigos pentecostales, y fue posteriormente removido de su denominación adoptiva, las Asambleas de Dios de los estados Unidos. (Luego, antes de morir, fue silenciosamente repuesto.) El descubrimiento de la aceptación de nuevos grupos como las Asambleas de Dios por la Asociación Nacional de Evangélicos (ANE) resultó en una gran presión de los evangélicos sobre sus amigos pentecostales para que se distanciaran de las actividades del CMI. Que hubiera una gran apertura a la persona y obra del Espíritu Santo entre los líderes del CMI colocó a los pentecostales en el medio de un conflicto durante esos años. La historia de duPlessis ilustra la ambigüedad que los pentecostales seguían enfrentando. Cómo relacionarse al soplo renovador del Espíritu entre personas cuya teología discrepa de la ortodoxa es un tema aún no resuelto. (2) La segunda fase de la renovación carismática comienza dramáticamente en 1967, en la Universidad DuQuesne en Pittsburg, Pennsylvania. Laicos católicos romanos buscaban sinceramente a Dios. Experimentaron un mover poderoso del Espíritu Santo en el ambiente de una reunión de oración. Esto pareció tocar una cuerda sensible entre los estudiantes y el cuerpo docente en la Universidad Notre Dame, en South Bend, Indiana. La renovación católica, comúnmente llamada pentecostalismo católico, se esparció alrededor del mundo en un tiempo asombrosamente breve. Hoy día, esta renovación carismática se puede encontrar prácticamente en todo lugar, aunque algunos sienten que ya ha llegado a su punto máximo en ciertos lugares. Desde 1970 un diálogo continuo entre los católicos y pentecostales fue conjuntamente auspiciado por el Vaticano y por los pentecostales y carismáticos en Norteamérica.¹¹ De todas maneras, las incertidumbres que rodean las relaciones con el movimiento de pentecostales católicos son acentuadas por las tensiones que los pentecostales enfrentan a menudo cuando tratan de evangelizar en países predominantemente católicos romanos. Los eruditos católicos carismáticos produjeron un conjunto considerable de literatura bíblica y teológica. Aunque hay una cierta diferencia en cómo los católicos entienden su experiencia, muchos adoptaron la enseñanza «actualizada». Sobre esto, los católicos insisten en que los episodios iniciales del bautismo y confirmación imparten la gracia de la llenura del Espíritu para el comulgante, aunque no haya generalmente una evidencia en los momentos iniciales. Puede que no suceda hasta un tiempo después, probablemente en una reunión de oración donde la gente sea alentada a orar por la «llenura del Espíritu», donde estallen en alabanzas, que se incluyan las lenguas y otras manifestaciones del Espíritu. En esta experiencia, lo que había estado latente desde principio en el bautismo y la confirmación es llevado al nivel consciente de la experiencia. En otras palabras, los teólogos católicos tienden a decir que el bautismo en el Espíritu realmente ocurrió en la iniciación, pero se realiza tiempo después. El laico inexperto es probable que diga: «El último viernes en la noche fui salvo y bautizado en el Espíritu Santo», para disgusto del sacerdote. Debe notarse que los teólogos católicos romanos carismáticos se esfuerzan sinceramente por entender el marco de la experiencia pentecostal de una maneraque pueda armonizar con la enseñanza aceptada por la iglesia.¹² (3) Peter Wagner ha acuñado un término «la Tercer Ola» para describir otra fase de la renovación carismática. Con esto trata de significar la intrusión de las manifestaciones del Espíritu, comunes entre los pentecostales y otros carismáticos, hasta los confines del conservadorismo evangélico. Él cree que hay indicios de esto desde el año 1985.¹³ Algunos pueden disputar con la tesis de Wagner, discutiendo que ha habido una evolución a través de un dilatado período de aceptación de los temas de tipo pentecostal entre los evangélicos. En todo caso, parece que en cierta manera, más atrasados que los protestantes liberales y los católicos romanos, los cuerpos Evangélicos han sido forzados a aceptar la erupción del fenómeno pentecostal entre ellos. Probablemente aquellos que mantienen los compromisos más firmes sean los más difíciles de persuadir para efectuar modificaciones en sus actitudes y creencias. Ciertamente ha ocurrido un cambio definitivo en la aceptación de los valores pentecostales por los evangélicos, aun si este giro tardó en producirse más tiempo que aquel delineado por Wagner. Los seminarios evangélicos ofrecían cursos populares en temas carismáticos, incluyendo cómo incorporar en el ministerio pastoral la oración por los enfermos. Si la relación ente los pentecostales y la extensa iglesia mundial (CMI) permanecía incierta, la relación del pentecostalismo tradicional (clásico) con los evangélicos es también en cierto modo ambigua. Como barcos transitando en la noche, los evangélicos se acercaron a los valores abrazados por los pentecostales, aun cuando unos pocos habían mostrado la completa aceptación. Por otro lado, los pentecostales buscaron identificarse fuertemente con los evangélicos, desde que en el espíritu hay una afinidad natural con los valores centrales. Este anhelo por la aceptación de los evangélicos llegó, no obstante, a un precio que se ve más claramente en el área de la hermenéutica. Una adhesión ciega a la panoplia completa de los típicos principios evangélicos de la hermenéutica llevó a los pentecostales a caer involuntariamente en una trampa. La razón reside en las restrictivas reglas que gobernaban el proyecto hermenéutico evangélico, restricciones que impedían la posibilidad del efecto pentecostal. Con el acercamiento entre los pentecostales y evangélicos, que surgió en las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial, los pentecostales abdicaron su programa teológico al liderazgo académico de los evangélicos. Las escuelas bíblicas pentecostales utilizaron todos los libros de textos evangélicos. Parecía que había poco en lo que no estuvieran de acuerdo, salvo en el tema de la doctrina del Espíritu Santo. Sin embargo, los pentecostales estaban desilusionados porque no pudieron persuadir a los evangélicos para que aprobaran el conocimiento que ellos tenían de la obra del Espíritu Santo. Adicionalmente, algunos estudiantes pentecostales que estaban inmersos en los textos evangélicos, comenzaron a cuestionar las premisas de la teología pentecostal. Se hacía evidente que la razón central para las abismales diferencias teológicas estaba en las diferentes premisas con las que la Biblia era estudiada. Los evangélicos operaban con un grupo de reglas de interpretación; los pentecostales operaban con un enfoque diferente. No fue hasta los 1970 que este problema fue entendido con claridad. Es importante contabilizar importantes cambios en la teoría hermenéutica evangélica desde la década del setenta, cambios que hicieron más fácil para el día de hoy que los evangélicos y pentecostales hablen un idioma similar. A partir de que el papel de la hermenéutica es primordial para la teología, y desde que cuestiones en el campo de la hermenéutica han probado ser cruciales para articular una teología pentecostal coherente, el próximo capítulo está dedicado a una exploración de la hermenéutica pentecostal. Preguntas de estudio 1.¿De qué manera el movimiento pentecostal moderno es único, difiriendo de todos los movimientos carismáticos anteriores desde la era apostólica? ¿Qué razón da el autor para tal distinción? 2.¿Cómo definen los primeros pentecostales su singular contribución a la teología? ¿Qué les dio identidad? 3.Algunos de los primeros pentecostales utilizaron el término «lluvia tardía» para describir el avivamiento. ¿Qué querían decir con esta expresión? ¿Cree usted que esta interpretación es correcta? 4.¿Qué influencias configuraron la formación de la teología del movimiento pentecostal moderno? 5.¿Por qué los primeros pentecostales del avivamiento moderno fueron aislados por los otros cristianos? 6.¿Cómo diferenciaría usted teológicamente a los pentecostales de los carismáticos? 7.¿Cómo impactó la renovación carismática en el pentecostalismo? Capítulo dos Hermenéutica: La revolución silenciosa Las hermenéuticas evangélicas están experimentando una revolución. No, no me refiero a las influencias postmodernistas de la teoría literaria. Aun cuando debamos indubitablemente lidiar con el impacto del posmodernismo por un tiempo, los evangélicos en conjunto han respondido con claridad y agudeza a este nuevo movimiento. Las influencias positivas fueron puntualmente anotadas, y los elementos negativos han sido correctamente criticados y desechados.¹ Sin embargo, me refiero al cambio sustancial de las actitudes evangélicas hacia la importancia teológica de la narrativa bíblica. Los inicios de este cambio pueden ser ubicados en 1970 por razones que esbozaremos más adelante. Desde ese tiempo, las actitudes evangélicas fueron lentas y silenciosas, aunque cambiando de forma firme tanto que hoy podemos hablar de un virtual consenso en este tema. En el ensayo siguiente trataré de delinear la naturaleza de esta transformación, las fuerzas que la produjeron, y las importantes consecuencias que surgieron para la reflexión teológica contemporánea. Más específicamente buscaré (1) delinear la perspectiva de una generación anterior de eruditos evangélicos, (2) establecer cómo emergió un nuevo consenso, y (3) mirar algunas de las importantes oportunidades que esta nueva perspectiva provee para la meditación teológica dentro de la tradición pentecostal a medida que entramos en un nuevo milenio. 1.El pasado: un canon dentro de un canon Un examen a tres influyentes libros de cuando era un estudiante del seminario será ilustrativo. Estos tres libros se levantan como un punto de vista representativo de la primera parte del evangelismo moderno (1945- 1970): Protestant Biblical Interpretation [Interpretación bíblica del protestantismo] de Bernard Ramm (1968); The Baptism and the Fullness of the Spirit [El bautismo y la llenura del Espíritu Santo] de John R. W. Stott (1964); y How to Read the Bible for All Its Worth [Cómo sacar el mejor provecho a la Biblia] de Gordon Fee y Douglas Stuart (1981). El último trabajo, aunque fue escrito después de 1980, refleja la perspectiva de esta primera generación y viene de un período de transición, un tiempo cuando la perspectiva tradicional estaba comenzando a ser desafiada y cuando las implicancias de nuevos discernimientos para la teoría hermenéutica, particularmente en el estudio de los evangelios, estaban comenzando a ser examinados. Estos libros eran ampliamente utilizados en las escuelas y seminarios bíblicos evangélicos, y colectivamente tuvieron un impacto en una generación de estudiantes evangélicos. Los mismos representan la trayectoria desde Ramm hasta Stott y Fee. Ramm establece el tono cuando, citando a Horne, define a la analogía de la fe como «la constante y perpetua armonía de las Escrituras en los puntos fundamentales de la fe y la práctica, derivados de aquellos pasajes en los cuales las mismas eran discutidas por los escritores inspirados, ya sea directa o explícitamente, y en un lenguaje inteligible, claro y pleno».² En otras palabras, Ramm realza la unidad de las Escrituras y sugiere que los pasajes más claros de la Biblia nos deberían ayudar a entender losmás ambiguos. No está especificado de qué forma Ramm iba exactamente a aplicar la analogía de la fe a los párrafos narrativos de las Escrituras. Pero este tema es tomado y aclarado por Stott y Fee. Stott, en la versión original de 1964 de su libro, declara que la «revelación del propósito de Dios en las Escrituras debería ser considerada en sus partes didácticas, antes que en las históricas».³ En la segunda edición publicada en 1976, él insiste que no está diciendo que los pasajes descriptivos sean menos valiosos. De todas maneras continúa afirmando: «Lo que estoy diciendo es que lo descriptivo es valioso solo en la medida en que sea interpretado por lo que es didáctico». En su muy influyente libro (escrito en conjunto con Douglas Stuart) How to Read the Bible For All Its Worth [Cómo sacar el mejor provecho a la Biblia], Gordon Fee se hace eco de este lineamiento básico. En un capítulo llamado «Acts-the Problem of Historical Precedent» [Hechos, el problema del precedente histórico], Fee articula un principio ahora famoso: «Nuestra aceptación, junto con muchas otras, es que a no ser que las Escrituras nos diga explícitamente que debemos hacer algo, lo que es mera narración o descripción nunca puede funcionar en un sentido normativo».⁴ Hoy en día, para muchos es una dificultad imaginar cómo semejante propuesta restrictiva llegó a ser un axioma para la interpretación evangélica. Después de todo, ¿no suena este principio mucho más como un canon dentro de un canon? ¿No nos llega la mayoría de la teología del Antiguo Testamento en forma narrativa? ¿No enseñaba frecuentemente Jesús por medio del relato de cuentos y parábolas? ¿No es semejante teoría una tendencia a reducir los Evangelios y Hechos (así como otras porciones narrativas de las Escrituras) a un simple apéndice de las porciones didácticas de la Biblia, especialmente las cartas de Pablo? (Esto podría explicar el carácter abrumadoramente paulino de la mayoría de la teología evangélica. Cuando todo está dicho y hecho, ¿no ha tendido la teología evangélica a ser teología paulista?) En cualquier situación, aun el lector casual no puede dejar de sentir la tirantez con 2 Timoteo 3:16: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia». No obstante, antes de que juzguemos duramente a nuestros precursores evangélicos, sepamos que ellos estaban señalando un verdadero problema y que lo hicieron en un contexto singular. Stott y Fee, por ejemplo, buscaban tratar con el problema de discernir exactamente qué podemos entresacar de una narrativa. Aun cuando hubieran admitido la posibilidad de que de la narrativa fluyera doctrina, el problema es cómo determinar con precisión qué doctrina debe ser esta. ¿Cuáles elementos de un relato se entienden que son las bases para la normativa teológica y cuáles no? Como Fee destaca, a menos que estemos preparados para elegir líderes de la iglesia echando la suerte, o deseosos de alentar a los miembros de la iglesia para que vendan todos sus bienes, no podemos simplemente asumir que una narrativa histórica en particular provee las bases para la normativa teológica. Esta, por supuesto, es una inquietud legítima, una verdadera interrogante. Como hemos visto, la generación anterior ofreció una respuesta directa: La doctrina no puede ser arraigada solo en la narrativa, porque la narrativa es simplemente muy resbaladiza, muy elástica, muy imprecisa. Examinemos más de este interrogante, pero por ahora es suficiente que recordemos que las inquietudes que originan esta posición un tanto restrictiva no pueden ser eludidas. Adicionalmente, debemos ser sensibles al contexto, la singular serie de hechos históricos que impactaron la perspectiva de esta primitiva generación. Tal vez deberíamos mirar atrás hasta la mitad de los 1800 y el surgimiento de los eruditos Tübingen bajo la influencia de Ferdinand Christian Baur, donde vemos la semilla de una controversia que diera forma a la postura «restrictiva» evangélica. Baur, que enseñaba en la Universidad Tübingen, aplicaba la dialéctica Hegeliana (tesis, antítesis, síntesis) a la historia del antiguo cristianismo, lo que resultaba una descripción extremadamente crítica de la confianza histórica de los Hechos. Baur mantenía que los Hechos eran esencialmente un producto de la historia revisionista, una síntesis del cristianismo judío (tesis) y el cristianismo gentil (antítesis).⁵ Resumiendo, Baur sugería que los Hechos nos daban pocos acontecimientos históricos, pero un montón de ilusiones y teorías teológicas de una generación posterior. Aun cuando su tesis ha sido ampliamente rechazada como otra ilustración de la locura Hegeliana,⁶ sus observaciones establecieron la plataforma para otros desarrollos que sacudirían las sensibilidades evangélicas. Por un lado me refiero al influyente comentario sobre los Hechos escrito por Ernst Haenchen;⁷ y por el otro lado, al surgimiento de la crítica revisionista. Haenchen, siguiendo la estela de Baur, también dio importancia al carácter teológico de los Hechos. De acuerdo a él, Lucas virtualmente fabricó extensas secciones de los Hechos para crear los temas homiléticos que él sentía que su iglesia necesitaba escuchar. Lucas se preocupaba poco por la historia; él era esencialmente un predicador, un teólogo. Si los acontecimientos interferían con la historia que él quería contar, mucho peor para los acontecimientos. Aproximadamente por el mismo tiempo, nuevas corrientes en el estudio de los Evangelios se desarrollaban en Alemania. Estas corrientes se cristalizaron en una nueva metodología llamada «crítica revisionista». Günther Bornkamm aplicó primero su método a Mateo.⁸ Fue prontamente seguido por Hans Conzelmann y Willi Marxsen, que ofrecieron escritos críticos-revisionistas sobre Lucas y Marcos respectivamente.⁹ La verdadera clave de estos trabajos era que cada escritor de los Evangelios escribió teniendo en cuenta sus propios y distintivos métodos teológicos, y esta perspectiva puede ser descubierta a través de un examen cuidadoso de la manera en que el autor selecciona y da forma a sus fuentes de material (sea Marcos o cualquier otra fuente). Los primitivos practicantes del revisionismo crítico, como Baur y Haenchen en relación con los Hechos, resaltaron el carácter teológico de los Evangelios y abrieron el juego a la consideración histórica de los evangelistas. De acuerdo a los revisionistas críticos, los Evangelios nos dicen mucho acerca de los intereses teológicos de Mateo, Marcos y Lucas; y nos dicen mucho menos acerca de los eventos históricos que rodeaban el ministerio de Jesús. La reacción negativa de los evangélicos era comprensible. Todo ataque a la exactitud histórica de los Evangelios y los Hechos era un ataque a las mismas bases del cristianismo. Los evangélicos continuaron devolviendo ojo por ojo. Los escritores de los Evangelios no eran teólogos sino historiadores. En los círculos evangélicos toda discusión acerca de las motivaciones teológicas de los escritores de los Evangelios, y por ende de los propósitos teológicos de sus narrativas, eran silenciados. Los Evangelios y los Hechos eran vistos como registros históricos, no como informes que reflejaban tímidos intereses teológicos. Esta reacción a las primeras y más radicales expresiones de la crítica revisionista tuvo un importante impacto, yo sugeriría, en la hermenéutica evangélica. Desde que el carácter teológico de los Evangelios y los Hechos fue largamente desechado, había poca razón para sugerir que la teología debía fluir, dentro y fuera de sí misma, desde las páginas de estos documentos históricos. Esta perspectiva, junto con el problema de cómo uno podía determinar el propósito (o los propósitos) teológicos de una narrativa, conducía al principio restrictivo de Stott y Fee. Sin embargo, nuevos vientos estaban soplando dentro del evangelismo. Estaban destinados a ser vientos de cambio. 2.El presente: afirmando la importancia teológica de la narrativa En 1970, el influyente libro
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