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356 LAURO SEBASTIÁN VALVERDE MARTÍNEZ Y MARÍA FERNANDA LORENZO GÓMEZ Tratamiento conservador de las lesiones renales A medida que se tornan más claras las indi- caciones de la exploración renal, el tratamiento conservador se ha convertido en el tratamiento de elección de la mayoría de las lesiones renales. En los pacientes estables, el tratamiento de soporte con reposo en cama, hidratación y antibióticos es la estrategia inicial preferida [14]. El tratamiento conservador primario se asocia a una menor tasa de nefrectomía sin aumento de la morbilidad in- mediata ni a largo plazo [30]. El fracaso del trata- miento conservador es bajo (1,1 %) [31]. Todas las lesiones renales de grados 1 y 2 pueden tratarse de forma conservadora, ya sean debidas a traumatismos cerrados o penetrantes. El tratamiento de las lesiones de grado 3 ha sido objeto de polémica, aunque algunos estudios re- cientes respaldan una actitud expectante [32]. Los pacientes diagnosticados de extravasación urinaria en lesiones solitarias pueden ser tratados sin intervención, con una tasa de resolución >90 % [33]. La hemorragia persistente es la principal indicación de un intento de reconstrucción [34]. La mayoría de los pacientes con lesiones re- nales de grado 4 y 5 manifiestan lesiones asocia- das importantes, por lo que presentan unas ta- sas elevadas de exploración y nefrectomía [14], aunque están surgiendo datos que indican que muchos de ellos pueden ser tratados de forma conservadora con una estrategia expectante o el tratamiento intervencionista endovascular como embolización selectiva de la arteria renal sangran- te. Aunque casi todos los pacientes con lesiones penetrantes de grado 4 precisan una exploración renal, tan sólo sucede así en el 20 % de aquellos con un traumatismo cerrado [35]. Angioembolización selectiva La angioembolización selectiva (EA) tiene un papel clave en el tratamiento no quirúrgico del trauma renal cerrado en pacientes hemodi- námicamente estables. Actualmente no existen criterios validados para identificar pacientes que requieren EA y su uso en traumatismos renales sigue siendo heterogéneo. Los hallazgos de TC aceptados que indican la necesidad de EA son la extravasación activa de contraste, fístula ar- teriovenosa (FAV) y pseudoaneurisma [36]. La presencia de extravasación activa de contraste y un gran hematoma (> 25 mm de profundidad) predicen la necesidad de EA con buena precisión [37]. La angioembolización se ha utilizado en el tratamiento no quirúrgico de todos los grados de lesión renal; sin embargo, es probable que sea más beneficioso en el contexto de un traumatis- mo renal de alto grado (AAST> 3) [36] [37]. El manejo no quirúrgico del trauma renal de alto grado, donde la EA está incluida en el algoritmo de manejo, puede tener éxito en hasta el 94.9% de las lesiones de Grado 3, 89% de Grado 4 y 52% de Grado 5 (46-50). El aumento del grado de lesión renal se asocia con un mayor riesgo de AE fallida y la necesidad de repetir la interven- ción [38]. La repetición de la embolización previene la nefrectomía en el 67% de los pacientes. La ciru- gía abierta después de una embolización fallida generalmente resulta en nefrectomía [38], [39]. A pesar de las preocupaciones sobre el infarto parenquimatoso y el uso de medios de contraste yodados, la EA no parece afectar la aparición o el curso de la lesión renal aguda después de un traumatismo renal. En politraumatismos graves o de alto riesgo quirúrgico, la arteria principal puede ser embolizada, ya sea como tratamiento definitivo o como un paso hacia una nefrectomía más controlada [40]. La evidencia que respalda la EA en el trauma renal penetrante es escasa. Un estudio encontró que la EA tiene tres veces más probabilidades de fallar en el trauma penetrante [38]. Sin embargo, la EA se ha utilizado con éxito para tratar la hemo- rragia aguda, la FAV y los pseudoaneurismas resul- tantes de un traumatismo renal penetrante [40]. 2.6. Complicaciones Las complicaciones precoces aparecen durante el primer mes después de la lesión y pueden con- sistir en hemorragia, infección, absceso perirre- nal, sepsis, fístula urinaria, hipertensión arterial, extravasación urinaria y urinoma. Las complica- ciones diferidas comprenden hemorragia, hidro- nefrosis, formación de cálculos, pielonefritis cró- nica, hipertensión arterial, fístula arteriovenosa y pseudoaneurismas [1]. La hemorragia retroperitoneal diferida suele aparecer al cabo de unas semanas de una lesión o
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