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1 Nefrología y urología (352)

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LAURO SEBASTIÁN VALVERDE MARTÍNEZ Y MARÍA FERNANDA LORENZO GÓMEZ
Tratamiento conservador de las lesiones 
renales
A medida que se tornan más claras las indi-
caciones de la exploración renal, el tratamiento 
conservador se ha convertido en el tratamiento de 
elección de la mayoría de las lesiones renales. En 
los pacientes estables, el tratamiento de soporte 
con reposo en cama, hidratación y antibióticos es 
la estrategia inicial preferida [14]. El tratamiento 
conservador primario se asocia a una menor tasa 
de nefrectomía sin aumento de la morbilidad in-
mediata ni a largo plazo [30]. El fracaso del trata-
miento conservador es bajo (1,1 %) [31].
Todas las lesiones renales de grados 1 y 2 
pueden tratarse de forma conservadora, ya sean 
debidas a traumatismos cerrados o penetrantes. 
El tratamiento de las lesiones de grado 3 ha sido 
objeto de polémica, aunque algunos estudios re-
cientes respaldan una actitud expectante [32]. 
Los pacientes diagnosticados de extravasación 
urinaria en lesiones solitarias pueden ser tratados 
sin intervención, con una tasa de resolución >90 
% [33]. La hemorragia persistente es la principal 
indicación de un intento de reconstrucción [34].
La mayoría de los pacientes con lesiones re-
nales de grado 4 y 5 manifiestan lesiones asocia-
das importantes, por lo que presentan unas ta-
sas elevadas de exploración y nefrectomía [14], 
aunque están surgiendo datos que indican que 
muchos de ellos pueden ser tratados de forma 
conservadora con una estrategia expectante o el 
tratamiento intervencionista endovascular como 
embolización selectiva de la arteria renal sangran-
te. Aunque casi todos los pacientes con lesiones 
penetrantes de grado 4 precisan una exploración 
renal, tan sólo sucede así en el 20 % de aquellos 
con un traumatismo cerrado [35].
Angioembolización selectiva
La angioembolización selectiva (EA) tiene 
un papel clave en el tratamiento no quirúrgico 
del trauma renal cerrado en pacientes hemodi-
námicamente estables. Actualmente no existen 
criterios validados para identificar pacientes que 
requieren EA y su uso en traumatismos renales 
sigue siendo heterogéneo. Los hallazgos de TC 
aceptados que indican la necesidad de EA son 
la extravasación activa de contraste, fístula ar-
teriovenosa (FAV) y pseudoaneurisma [36]. La 
presencia de extravasación activa de contraste y 
un gran hematoma (> 25 mm de profundidad) 
predicen la necesidad de EA con buena precisión 
[37].
La angioembolización se ha utilizado en el 
tratamiento no quirúrgico de todos los grados 
de lesión renal; sin embargo, es probable que sea 
más beneficioso en el contexto de un traumatis-
mo renal de alto grado (AAST> 3) [36] [37]. El 
manejo no quirúrgico del trauma renal de alto 
grado, donde la EA está incluida en el algoritmo 
de manejo, puede tener éxito en hasta el 94.9% 
de las lesiones de Grado 3, 89% de Grado 4 y 
52% de Grado 5 (46-50). El aumento del grado 
de lesión renal se asocia con un mayor riesgo de 
AE fallida y la necesidad de repetir la interven-
ción [38].
La repetición de la embolización previene la 
nefrectomía en el 67% de los pacientes. La ciru-
gía abierta después de una embolización fallida 
generalmente resulta en nefrectomía [38], [39]. 
A pesar de las preocupaciones sobre el infarto 
parenquimatoso y el uso de medios de contraste 
yodados, la EA no parece afectar la aparición o 
el curso de la lesión renal aguda después de un 
traumatismo renal. En politraumatismos graves 
o de alto riesgo quirúrgico, la arteria principal 
puede ser embolizada, ya sea como tratamiento 
definitivo o como un paso hacia una nefrectomía 
más controlada [40].
La evidencia que respalda la EA en el trauma 
renal penetrante es escasa. Un estudio encontró 
que la EA tiene tres veces más probabilidades de 
fallar en el trauma penetrante [38]. Sin embargo, 
la EA se ha utilizado con éxito para tratar la hemo-
rragia aguda, la FAV y los pseudoaneurismas resul-
tantes de un traumatismo renal penetrante [40].
2.6. Complicaciones
Las complicaciones precoces aparecen durante 
el primer mes después de la lesión y pueden con-
sistir en hemorragia, infección, absceso perirre-
nal, sepsis, fístula urinaria, hipertensión arterial, 
extravasación urinaria y urinoma. Las complica-
ciones diferidas comprenden hemorragia, hidro-
nefrosis, formación de cálculos, pielonefritis cró-
nica, hipertensión arterial, fístula arteriovenosa y 
pseudoaneurismas [1].
La hemorragia retroperitoneal diferida suele 
aparecer al cabo de unas semanas de una lesión o

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