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1 Nefrología y urología (353)

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TRAUMATISMOS GENITOURINARIOS Y DEL APARATO URINARIO SUPERIOR
procedimiento y puede ser potencialmente mor-
tal. La embolización angiográfica selectiva es el 
tratamiento de elección [41]. La mejor manera 
de tratar los abscesos perirrenales suele ser me-
diante drenaje percutáneo, aunque en ocasiones 
se requiere un drenaje abierto. El tratamiento 
percutáneo de las complicaciones entraña un me-
nor riesgo de pérdida renal que la reintervención, 
que puede acabar en nefrectomía cuando los teji-
dos infectados dificultan la reconstrucción [28].
Los traumatismos renales son una causa infre-
cuente de hipertensión arterial, sobre todo en los 
varones jóvenes. Se calcula que la frecuencia de 
hipertensión postraumática es inferior al 5 % en 
todas las series publicadas [42].
La extravasación urinaria después de la re-
construcción renal desaparece a menudo sin in-
tervención siempre que no exista una obstrucción 
ureteral e infección del urinoma. La colocación 
retrógrada de una endoprótesis ureteral (catéter 
ureteral doble jota) puede mejorar el drenaje y 
permitir la cicatrización [43].
3. TRAUMATISMOS URETERALES
3.1. Definición e ideas generales
El uréter es el único conducto que transporta 
orina entre el riñón y la vejiga. Por tanto, cual-
quier lesión ureteral puede poner en peligro la 
función del riñón ipsilateral. Este pequeño tubo 
revestido de urotelio, móvil, peristáltico, a modo 
de verme, discurre en dirección inferior desde la 
pelvis renal hacia el espacio retroperitoneal. Se lo-
caliza anterior a los músculos de la pared abdomi-
nal posterior y lateral a la columna vertebral, an-
tes de descender hasta el anillo óseo de la pelvis y 
penetrar en la vejiga. Así pues, toda lesión externa 
de la fosa renal o la espalda, así como cualquier 
calamidad en el interior de la pelvis ósea, pone 
en riesgo al uréter. Quizá debido a su ubicación 
protegida, su pequeño tamaño y su movilidad, 
los traumatismos del uréter son relativamente in-
frecuentes y representan sólo el 1 % de todos los 
traumatismos de las vías urinarias [1].
3.2. Epidemiología y patogenia – etiología
En un estudio realizado en Polonia sobre 
traumatismos, de las 452 lesiones ureterales, 
75 % fueron yatrógenas, 18 % se debieron a 
un traumatismo cerrado y 7% fueron conse-
cuencia de un traumatismo penetrante. De las 
lesiones yatrógenas, 73 % fueron por cirugía 
ginecológica, 14 % por cirugía digestiva y un 
14 % por cirugía urológica [9]. La misma dis-
tribución etiológica se ha observado en Estados 
Unidos [44].
3.3. Clínica y diagnóstico: Anamnesis, ex-
ploración física y exploraciones com-
plementarias
No existen síntomas clínicos ni signos clási-
cos asociados a un traumatismo ureteral agudo 
provocado por una lesión externa [45]. Así pues, 
el diagnóstico debe ser de sospecha. Ha de sos-
pecharse un traumatismo ureteral en todos los 
casos de lesiones abdominales penetrantes, espe-
cialmente heridas de bala, y también en caso de 
traumatismos cerrados por desaceleración, en los 
que el riñón y la pelvis renal pueden desprenderse 
del uréter. Esta lesión por desaceleración es más 
probable que suceda en los niños debido a su co-
lumna vertebral hiperextensible [46]. La hematu-
ria también es un mal indicador de lesión, ya que 
sólo está presente en la mitad de los pacientes con 
traumatismos ureterales [47].
Es posible pasar por alto lesiones ureterales 
aisladas. Estos pacientes tienden a presentar sig-
nos de obstrucción de la vía urinaria superior, 
formación de fístula urinaria y/o sepsis. Tras ci-
rugía pélvica ginecológica, también debe sospe-
charse una lesión del uréter o de vejiga en toda 
mujer que refiera dolor en la fosa renal, presente 
una pérdida vaginal de orina o se torne séptica y 
ha de investigarse debidamente [48].
Estudio de imagen
Las lesiones ureterales pueden causar signos 
radiológicos de obstrucción de las vías urinarias 
superiores, pero el elemento imprescindible de 
una lesión ureteral es la extravasación del medio 
de contraste radiológico. Este signo puede obte-
nerse mediante el uso de una pielografía o uro-
grafía intravenosa. Sin embargo, debido al uso 
creciente de la TAC en los pacientes politrauma-
tizados, el diagnóstico se hace cada vez más con 
esta modalidad (figura 2) [45].
	UROLOGÍA 
	CAPÍTULO 05. TRAUMATISMOS GENITOURINARIOS Y DEL APARATO URINARIO SUPERIOR 
	3. TRAUMATISMOS URETERALES

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