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Asignación I La obediencia de Isaac

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La obediencia de Isaac
Armando Ordosgoite
El relato en el que Dios le pide a Abraham ofrecer a su hijo como holocausto, para la fe
cristiana, expresa la perfecta obediencia que todo creyente debe imitar. Como Abraham, todo
creyente debe ser capaz de ser sumiso a la voluntad de Dios.
Ahora bien, aun cuando se conoce el final del relato, cualquiera que se acerca por
primera vez a su lectura, no cabe duda de la conmoción que ha de experimentar. Pues,
seguramente se ha de preguntar ¿cómo es posible que Dios pida aun padre sacrificar a su
propio hijo? ¿qué habrá experimentado el hijo? ¿qué habrá experimentado el padre? ¿qué
habrán pensado los siervos? ¿qué habrá pasado durante el retorno del padre y el hijo de
aquella montaña?
A continuación, sin intención alguna de querer construir alguna herejía o de cualquier
cosa que desdiga lo que está resguardado en las sagradas escrituras, dejaré volar un poco la
imaginación e intentaré plasmar aquello que no narra el relato del sacrificio de Isaac.
En el momento en el que Abraham despide a sus siervos, y él y su hijo se ponen en
camino a la montaña, los siervos se lamentan, pues, de regreso solo verán a Abraham. Los
siervos saben lo que sucederá con aquel niño.
Por su parte, Abraham, mientras subía la montaña no dejaba de mirar con ternura a su
hijo, pues lo amaba tanto, y como todo buen padre, le causa dolor no volverlo a ver.
Isaac, se da cuenta de la mirada de triste de su padre, por eso guarda silencio mientras
subían al monte en el que, Isaac, sin aun saber nada, sería degollado por su padre y entregado
como ofrenda a Dios. Pues, es en este momento en el que Isaac le pregunta a su padre donde
está el cordero que ofrecerán en sacrificio a Dios. Es en este momento en el que Abraham
rompe en llanto, abraza a su hijo, y mientras este se refugia en los tiernos brazos de aquel
niño, le confiesa lo que el Dios le ha pedido.
Isaac no juzga a su padre, lo comprende y lo consuela. Mientras ambos se refugian en el
regazo de un intenso abrazo, el pequeño Isaac, con una bella sonrisa le expresa a su padre que
él sería capaz de hacer cualquier cosa para cumplir la voluntad de Dios.
Al llegar a la montaña, Isaac no pone resistencia, al igual que Abraham se mostró
dispuesto a cumplir la voluntad de Dios, él asume la mansedumbre de un tierno cordero y se
dispone, en mente y corazón, para unirse a su buen padre y cumplir la voluntad de Dios.
Abraham, ahogado entre sus lágrimas, cierra los ojos y desprende su mano con el
cuchillo para degollar a su hijo, el pequeño cierra sus ojos y trata de darle a su padre la mejor
sonrisa. Es en este momento, donde el Ángel del Señor detiene a Abraham y no deja que
degolle al niño.
Dios se da cuenta de la fidelidad de ambos: Abraham que se muestra fiel a Dios, y la del
hijo que se muestra fiel a su padre y a Dios.
De inmediato, Abraham desata al pequeño, lo abraza, y mientras el padre hace de aquel
abrazo un instante eterno, el hijo le expresa que confiaba plenamente en Dios, y que solo se
trataba de una prueba.
Isaac no puso resistencia alguna ante la petición que Dios le habia solicitado a su padre
porque sabía que si obraba de tal modo, estaba haciendo la voluntad de Dios. Isaac sabía del
profundo amor con el que su padre ama a Dios, y con ese mismo amor le amaba a él y a su
madre.
El cordero que hayó la mirada de Abraham, es ofrecido por ambos como sacrifico a Dios.
De regreso, Abraham trae sobre sus hombros al pequeño Isaac. Mientras bajaban de
aquel monte, Isaac hace a su padre una solicitud. Le pide que todo cuanto sucedió sea un
secreto entre Dios, su padre y él. Abraham con una sonrisa concede a su hijo tal petición.
Los dos siervos se dan cuenta del regreso del padre y el hijo. Los siervos están contentos,
pues, no sucedió nada de lo que tanto temían.
Todos juntos se fueron a Berseba, y Abraham residió allí.

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