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Tithi Bhattacharya - Sobre la relación entre género y clase Entrevista (2017)

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Paula varela
Politóloga, UBA.
IdZ: En tu libro decís: “estoy proponiendo aquí tres cosas: (a) una 
reafirmación teórica sobre la clase trabajadora como sujeto revolu-
cionario; (b) una más amplia definición sobre la clase trabajadora 
que aquella que refiere a la/os asalariadas/os; (c) una reconsidera-
ción de la lucha de clases que incluya a las luchas más allá de los sala-
rios y las condiciones laborales”. Me gustaría organizar la entrevista en 
torno a esa afirmación. Primero, la idea de la clase obrera como suje-
to revolucionario no es una posición muy habitual en el feminismo en 
general, e imagino que tampoco es generalizada en el feminismo del 
99 %. ¿Qué significa la defensa de esa propuesta en el marco de los 
debates del feminismo en la actualidad? 
Bueno, gracias por la pregunta porque considero que es muy impor-
tante. No creo que haya una contradicción entre este punto de vista 
del poder de la clase obrera o la potencialidad de la clase obrera para 
cambiar el mundo, y el feminismo del 99 %, surgido en 2016 a partir 
de la Huelga de Mujeres1. Porque nació precisamente para estable-
cer esta idea del poder de la clase obrera. Porque particularmente en 
Estados Unidos y el norte de Europa, pero también en vastas regio-
nes del mundo (yo trabajo de forma muy cercana con el feminismo de 
India de donde provengo), la idea de feminismo que se gestó durante 
el neoliberalismo fue la que construyó esta vaga figura del “empower-
ment”. Esa idea de “empoderamiento” evita la pregunta de quién es 
la que se empodera y para qué fines, esas son las preguntas que el 
SOBRE lA RElACIóN 
ENTRE GéNERO y ClASE
Tithi Bhattacharya es marxista, feminista y 
profesora de historia de la Universidad de 
Purdue, en el Estado de Indiana (EE. UU.). 
En 2017 editó Social Reproduction Theory. 
Remapping Class, Recentering Opression, libro 
que tiene la particularidad de proponerse 
como una visión marxista de la Teoría de 
la Reproducción Social. Aquí presentamos 
una charla en la que nos expone sus puntos 
de vista sobre las relaciones entre clase y 
género, las posibilidades de un feminismo 
anticapitalista y la búsqueda de fortalecer 
la clase obrera. 
Entrevista a Tithi Bhattacharya
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de qué definición de clase trabajadora? ¿La de Marx? ¿La de cierto 
marxismo? ¿La de la mayoría de los sindicalistas?
Bueno, en el libro hay mucho uso de la palabra o del prefijo “re”, por-
que entendemos a esta comprensión teórica no tanto como algo nuevo 
sino más bien como una recuperación de las tradiciones marxistas clá-
sicas. La idea central es que, en el Volumen I de El Capital (en el con-
junto de los tres volúmenes de El Capital) y en varios otros lugares, 
Marx desarrolla una comprensión del motor del capitalismo. ¿Cuál es 
esa dinámica que impulsa el sistema hacia adelante? El motor se ubi-
ca en la producción de mercancías por parte de la clase obrera en el 
lugar de trabajo, que permite al capitalista extraer plusvalía a través de 
ese proceso. Así que no es un proceso extra económico como los mo-
dos de producción anteriores. Es y se hace a través de la explotación y 
la extracción de ganancias y plusvalía, a través de hacer que la trabaja-
dora2 trabaje más tiempo o más intensivamente para que el patrón ob-
tenga sus ganancias. Así que este es el punto de partida y el motor del 
capitalismo. Pero hay varias partes de la obra de Marx, por ejemplo, 
La Ideología Alemana, donde Marx y Engels dicen básicamente que 
ese es el modo que la trabajadora tiene de vivir, de subsistir, en algún 
sentido, ese es el comienzo del sistema: la trabajadora tiene que estar 
separada de sus medios de subsistencia, porque si todos tuviéramos 
acceso a reproducir nuestras vidas, no tendríamos que trabajar para 
nuestros jefes. Nadie iría a un trabajo horrible de 9:00 a 5:00 o inclu-
so cada vez más horas, si tuviéramos acceso a producir nuestra propia 
comida y sostener nuestras propias vidas. En un momento particular 
de la historia del capitalismo, la clase obrera fue separada o violen-
tamente arrancada de sus medios de reproducción, razón por la cual 
la obrera pasa a depender del capitalista para reproducir su vida. Por 
eso vende su fuerza de trabajo o su capacidad de trabajar: para ganar-
se la vida. En la historia del capitalismo, la cuestión comienza cuando 
la trabajadora empieza a trabajar, es decir, se toma a la fuerza de tra-
bajo como un hecho dado. En Teoría de la Reproducción Social doy 
un paso atrás y digo: “la fuerza de trabajo no es dada, tiene que ser re-
producida”. Hay numerosos procesos sociales que entran en esa repro-
ducción de la fuerza de trabajo. No está dada. Porque si tomáramos la 
fuerza de trabajo como un hecho dado, entonces la fuerza de trabajo 
de cada humano sería exclusivamente la fuerza de trabajo portada al 
nacer. Pero, obviamente, la fuerza de trabajo no se reduce a esa fuer-
za “primera”: es formada, moldeada, producida y perfeccionada por 
nosotras dentro de la familia y dentro de las redes sociales a las que 
pertenecemos por muchos años. Ninguno de estos son procesos natu-
rales. Todos estos son procesos sociales. La Teoría de la Reproducción 
Social nos hace mirarlos. Me gusta pensarla como un mecanismo teó-
rico extremadamente elaborado para desenvolver: estamos desenvol-
viendo constantemente todas las categorías naturalizadas, filosóficas y 
políticas, que el capitalismo nos presenta. Entonces tenemos la pregun-
ta de qué tipo de procesos sociales producen la fuerza de trabajo. Lo 
que es obvio es que hay un proceso biológico: das a luz y después sos 
neoliberalismo silencia. Entonces, el feminismo se volvió algo cerca-
no a la idea de “empoderamiento” de las mujeres, lo que, en términos 
reales, se transformó en la idea de éxito de un sector muy pequeño 
de las mujeres de todo el mundo: éxito como políticas, éxito como 
mujeres de negocios, éxito como CEO, etc. Cuando las mujeres es-
calan estas posiciones y tienen éxito, eso es considerado un éxito pa-
ra el feminismo. Mientras que el verdadero problema es que, para la 
gran mayoría de las mujeres en todo el mundo; el neoliberalismo sig-
nificó un empobrecimiento absoluto de las condiciones de vida y las 
condiciones de trabajo. Entonces, si el feminismo quiere convertirse 
en una amenaza para el sexismo y la violencia capitalistas, en lugar 
de ser una cierva del desarrollo capitalista, entonces tiene que ser un 
feminismo anticapitalista. Esta forma de entender el feminismo está 
estrechamente ligada a la cuestión del poder de la clase obrera. Creo 
que hay un problema teórico y un problema político que hay que 
abordar. El teórico es que, durante mucho tiempo, tanto en las con-
cepciones liberales de clase y clase obrera, como en la autopercep-
ción de la clase trabajadora, ha habido una separación teórica entre 
lo que son considerados problemas de clase y lo que son cuestiones 
de opresión social. Las mujeres, las minorías étnicas o, más aún, las 
personas trans, no son vistas como miembros de una clase, entonces 
somos comprendidas por nuestra opresión más que por nuestra per-
tenencia de clase. Pienso que este es un problema que la Teoría de la 
Reproducción Social, como está planteado en el libro, trata de sacar 
a la luz. Trata de disputar que las percepciones de género, de raza, de 
discapacidad, etc. deben ser comprendidas como parte de la cuestión 
de clase y no como asuntos separados. Esa es la parte teórica. Las 
conclusiones estratégicas que una saca es que todas esas cuestiones 
son cuestiones de lucha de clases. Las luchas que desafían la opre-
sión social, también son luchas de clases. Entonces, para mí la con-
cepción de que la lucha de clases está limitada a luchas por aumentos 
salariales o luchas dentro de los lugares de trabajo, debe ser combati-
da. En la etapa neoliberal, las condiciones de vida empeoraron junto 
a las condiciones laborales. Las dos están relacionadas, de hecho la 
vulnerabilidad de las condiciones devida te hace más vulnerable en 
el lugar de trabajo. Si no tenés seguridad migratoria, es más fácil pa-
ra el patrón despedirte. O si sos mujer, también es más fácil para el je-
fe acosarte. Por ejemplo, en relación a la cuestión migratoria: la lucha 
contra cuotas migratorias (“immigration rates”) no se puede separar 
de la lucha por la sindicalización, porque las dos son luchas que van 
de la mano. Esa es la consecuencia estratégica: en el libro intentamos 
tener un entendimiento más integral de la clase trabajadora, que in-
tegre cuestiones de raza, género, igualdad u opresión social entendi-
do como un todo.
IdZ: En relación a esta comprensión más integral de la clase tra-
bajadora, en el libro vos planteás que es una “ampliación” de la de-
finición de clase, pero yo me pregunto: ¿una ampliación respecto 
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socializada. En la mayoría de las familias no 
socializamos a nuestras hijas (tal vez debería-
mos empezar dentro del movimiento feminis-
ta), diciendo: el matrimonio o la monogamia 
son terribles. Algunas de nosotras obviamen-
te hablamos con nuestras hijas sobre estas 
cosas una vez que son lo suficientemente ma-
duras para manejar estas preguntas. Pero no 
empezamos por ahí. En otras palabras: socia-
lizamos a la niña en relaciones sociales ca-
pitalistas. Luego socializamos a la niña en 
las escuelas, en los centros de salud. Y cuan-
do menciono estos mecanismos de sociali-
zación más institucionales, inmediatamente 
nos damos cuenta de que están segmentados. 
Ciertos barrios tienen ciertos tipos de escue-
las y otros tienen mejores escuelas. Así que 
estamos hablando de la reproducción dife-
rencial de la fuerza de trabajo: una parte de 
la fuerza de trabajo es preparada o socializa-
da para ir a Harvard, mientras que otra parte 
de la fuerza de trabajo es preparada y sociali-
zada para convertirse en un trabajador de la 
construcción. Así que de nuevo, cuando deci-
mos que la fuerza de trabajo se reproduce no 
es un proceso simple. Necesitamos mirar las 
varias instituciones sociales que reproducen 
la fuerza de trabajo. Entonces empezamos a 
entender que la reproducción de la fuerza de 
trabajo es también la reproducción de las re-
laciones sociales capitalistas. Ambos están in-
trínsecamente relacionados. La producción 
de mercancías en el lugar de trabajo y la pro-
ducción de mano de obra o de la trabajadora 
fuera del lugar de trabajo, son procesos rela-
cionados. De lo contrario, las relaciones so-
ciales capitalistas se volverían inestables. Así 
pues, para asegurar su propia estabilidad tie-
ne que haber una conexión sistémica entre 
cómo se reproduce la fuerza de trabajo, en 
qué lugares, etc. Por ejemplo, la familia basa-
da en el parentesco tiene que ser estable para 
que la próxima generación pueda ser socia-
lizada. Las feministas en Argentina son una 
gran inspiración en este momento porque esa 
es precisamente una de las cosas que ustedes 
están combatiendo. Nuestras hermanas en las 
calles están luchando contra el hecho de que 
los políticos capitalistas y la Iglesia Católica 
están básicamente presionando por un forta-
lecimiento de la unidad familiar a través de la 
cuestión del aborto, diciendo que las mujeres 
tienen que ser madres. Es una comprensión 
forzada de la relación de las mujeres con sus 
cuerpos, con nuestros cuerpos y con la uni-
dad familiar. Obviamente, Argentina no es-
tá sola en esto. Todos los países capitalistas 
tienen una agenda “pro-familia”, es solo una 
cuestión de hasta qué punto presionan con 
eso en nuestras gargantas. 
IdZ: En relación con esto, porque en 
Argentina, la cúpula de la CGT salió a plan-
tear la preocupación por los costos que 
significaría para las obras sociales la lega-
lización del aborto (argumento que, por 
cierto, ya habían planteado sectores de la 
derecha como la vice Presidenta Michetti) 
¿Vos consideras que el derecho al aborto 
es un derecho que tienen que levantar los 
sindicatos?
Absolutamente. Creo que los sindicatos –no 
solo los sindicatos, sino cualquier sector del 
movimiento obrero, tengan o no organiza-
ción sindical– deberían ocuparse de la cues-
tión del aborto. Sin derechos sobre nuestra 
capacidad reproductiva, tenemos derechos 
reducidos sobre nuestra capacidad producti-
va. Esas batallas no pueden separarse en ab-
soluto. Y creo que estamos más débiles tanto 
en el movimiento feminista como en el mo-
vimiento obrero si los sindicatos se niegan a 
luchar por nuestros derechos reproductivos. 
Lo mismo pasa con el racismo: si los sindi-
catos no toman estas luchas, se debilitan. El 
derecho al aborto es un terreno muy impor-
tante de empoderamiento para las mujeres de 
la clase trabajadora. No sé cuáles son las ci-
fras en Argentina, pero en Estados Unidos 
es una batalla de clases directa: la gente ri-
ca puede pagar el aborto, esa es la simple 
verdad. Parentalidad Planificada (Planned 
Parenthood) es la institución que más ayu-
da en el aborto (en los EE. UU.) y ha estado 
recibiendo mucha violencia del Estado y de 
los antiabortistas en general. La gran mayoría 
de las mujeres que acceden a los servicios de 
Parentalidad Planificada son pobres y de co-
lor, el 60 % son mujeres de color. Se trata de 
una cuestión de clase directa para las mujeres 
de la clase trabajadora. Y si se piensa en esto, 
la cuestión de dar a luz a una niña o no dar 
a luz a una niña es completamente una cues-
tión de la clase trabajadora. ¿Cómo vas a ali-
mentar a la niña? Esa es la primera pregunta 
y está directamente ligada a qué tipo de tra-
bajo tenés , que a su vez, está relacionada con 
el tipo de atención médica a la que podes ac-
ceder. ¿Realmente podes dar a luz? ¿Podes 
gestar durante nueve meses para dar a luz? 
¿Dispones de atención médica para gestar al 
bebé y dar a luz? Una vez que nazca el bebé 
¿Cómo diablos lo vas a alimentar? ¿Tenes un 
hogar para ella? También está ligado a otros 
problemas ¿Se te quitará el bebé en la fron-
tera por las autoridades migratorias, como lo 
está haciendo Trump? Todos estos son pro-
blemas reproductivos. No están separados, 
porque el nacimiento de un bebé no es solo 
una cuestión de mujeres. Son las mujeres y 
los cuerpos identificados como femeninos los 
que dan a luz (porque los hombres trans tam-
bién lo hacen), pero la cuestión de la parenta-
lidad es completamente una cuestión social. 
IdZ: En el libro vos planteás que el circui-
to de la reproducción de la fuerza de traba-
jo (terreno en el que aparecen todas estas 
cuestiones que son propias de la clase obre-
ra aunque no suela verse de ese modo) es-
tá subordinado al circuito de la producción. 
¿Podrías precisar esa relación? ¿Qué signi-
fica esta subordinación?
En términos marxistas, para decirlo simple-
mente, la fuerza de trabajo de los trabajado-
res se aprovecha para producir mercancías en 
el lugar de trabajo, pero la reproducción de 
esa fuerza de trabajo ocurre fuera del circuito 
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de producción de mercancías. Entonces esos 
dos circuitos están obviamente conectados de 
la manera en que hablamos antes, pero son 
circuitos separados. Son circuitos relaciona-
dos pero separados. ¿Cuáles son las caracte-
rísticas de esta separación? Dentro del lugar 
de trabajo, el capital tiene el control y la do-
minación total sobre las actividades de los 
trabajadores. Pero ese no es el caso en la re-
producción de la fuerza de trabajo. El capita-
lismo, por supuesto, en la medida en que es 
una totalidad global sistémica, tiene influen-
cia y dominio sobre el circuito de reproduc-
ción de la fuerza de trabajo, pero no tiene 
control total. Por ejemplo, aunque a la ma-
yoría de los políticos capitalistas les gustaría, 
en realidad no pueden entrar en nuestros ho-
gares y dictar cómo vivimos, lo intentan de 
varias maneras, por ejemplo, con la prohibi-
ción del aborto legal, las leyes que justifican 
la violación y otras expresiones de sexismo. 
Estas son diversas formas en que el capitalis-
mo intenta controlar el circuito de la repro-
ducción.Pero simplemente no tiene control 
total. Así que no importa cuáles sean las le-
yes de aborto, no importa qué tan fuerte sea 
la Iglesia Católica, las mujeres y los hombres 
todavía tienen sexo por placer, no solo tienen 
sexo para reproducirse. Las mujeres jóvenes 
todavía encuentran placer al decir “no, yo no 
seré una mujer heterosexual, soy lesbiana o 
soy una persona trans”, de modo que los se-
res humanos expresan constantemente su po-
tencial humano real en innumerables formas, 
más allá de lo que el capitalismo considera 
normativo o correcto. Esas cosas suceden to-
do el tiempo. Por cierto, no digo que ser les-
biana o ser una persona trans sea en sí mismo 
un desafío para el capitalismo. Por supuesto 
que no lo es, puede volverse un desafío al ca-
pitalismo si se transforma en un movimiento, 
pero una persona individual que se convierte 
en trans no necesariamente es un desafío al 
capitalismo. Lo que trato de señalar es que es-
tas relaciones sociales, estos desarrollos emo-
cionales afectivos continúan a pesar de los 
intentos de los capitalistas por regular-
los o dominarlos. Y la razón por la cual 
la dominación o regulación nunca es 
completa y siempre está en formación 
y resistencia, es por la forma en que se 
configura el sistema: el capitalismo no 
tiene control total sobre la reproduc-
ción de la fuerza de trabajo. Tiene que 
dejar que las trabajadoras se ocupen 
de su propia reproducción social y de-
terminen la mejor forma de encajar en 
este sistema. Debido a esa laxitud y a que hay 
un cierto grado de autonomía, es que pueden 
ocurrir todo tipo de cosas subversivas en esta 
esfera. De nuevo, con esto no estoy diciendo 
que en la esfera del trabajo no ocurren co-
sas subversivas: una huelga es exactamente 
eso. Estoy diciendo que allí la subversión se 
enfrenta al control directo del capital, mien-
tras que en la esfera de la reproducción social 
las subversiones y las afirmaciones suceden a 
pesar de este control del capital mucho me-
nos pleno.
IdZ: Esta idea de pensar la lucha de clases 
en el terreno de la reproducción social obli-
ga, creo, a la pregunta por lo que el sociólogo 
John Womack llamó “posición estratégica” 
para designar aquellas posiciones dentro 
del circuito productivo en las que los traba-
jadores tenían más poder de fuego, es decir, 
aquellas posiciones en las que, del modo más 
económico en términos de su fuerza, causa-
ban el mayor daño al capital. ¿Cuál es la re-
lación entre estos dos territorios de lucha de 
clases (el de la producción y el de la repro-
ducción) para vos desde el punto de vista de 
las posiciones estratégicas? ¿Son equivalen-
tes desde el punto de vista de la capacidad 
de daño de la clase trabajadora? ¿Es lo mis-
mo una huelga en una fábrica, en un subte-
rráneo que en un barrio?
Como marxista, creo que el mayor poder de 
la clase trabajadora está en el lugar de traba-
jo. Es ahí donde el colectivo de clase es más 
fuerte y es ahí donde tiene la capacidad de 
dañar o colapsar este sistema. Y es así por-
que, en el lugar de trabajo, si el trabajador 
deja de trabajar, está parando el motor del 
sistema que es la extracción de la plusvalía. 
Todo el resto existe para que el sistema ex-
traiga plusvalía. Si detiene esta extracción de 
plusvalía, el sistema debe cerrarse. Entonces, 
sí, creo que la importancia estratégica del lu-
gar de trabajo es diferente y es mucho más 
poderosa que las luchas no laborales. Eso en 
términos de lo que es más perjudicial para el 
sistema en su conjunto. Sin embargo, no po-
demos ver el asunto de una forma estática, 
como si hubiera estadios de la lucha. La ra-
zón por la que creo que esta es muy importan-
te en este momento es porque globalmente el 
poder de los sindicatos y, por lo tanto, el po-
der de los trabajadores en el lugar de trabajo, 
no solo disminuyó sino que en grandes fran-
jas del globo, no existe. Por ejemplo, en dos 
de las economías más grandes, India y China, 
el poder de los sindicatos en los lugares de 
trabajo es mínimo. Hay un vasto sector in-
formal en India donde la gente nunca ha oí-
do hablar de los sindicatos. Así que estamos 
hablando de un período de 40 años en el que 
el capital ha librado una batalla implacable 
contra los sindicatos en el lugar de trabajo y 
ha disminuido su poder. Ante ese tipo de cir-
cunstancias podemos decir dos cosas como 
militantes: podemos decir “clase, nosotros 
vamos a esperar el momento mítico dorado 
en el que los sindicatos sean reconstruidos”; 
esa es una posición de izquierda que sostie-
ne que todo el poder debe provenir de los 
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sindicatos, motivo por el cual todas las luchas 
deben ser para reconstruir el movimiento sin-
dical, y eso es todo en lo que hay que enfocar-
se y concentrarse, cualquier otra lucha debe 
estar subordinada a esa lucha. La posición del 
ala derecha sería que la clase trabajadora es-
tá terminada, ya no habrá una lucha colectiva 
contra el capital porque el movimiento sindi-
cal ha terminado. Esas son las dos respues-
tas posibles a la posición debilitada de la clase 
trabajadora en el lugar de trabajo. Creo que 
nosotras, como feministas marxistas, tenemos 
un punto de vista diferente. Decimos: “¿por 
qué la gente va a trabajar?”. La gente no va a 
trabajar para tener dinero. La gente va a tra-
bajar para vivir. Entonces, la forma salarial 
es una mediación entre el ser humano y su 
existencia, su manutención. Los salarios son 
un medio, por eso la gente se concentra en 
el salario. Creo que, como marxistas, a veces 
olvidamos y, los jefes de los sindicatos defini-
tivamente se olvidan, que no es el salario lo 
que preocupa al trabajador. Lo que le preocu-
pa es lo que el salario permite conseguir, que 
es la vida. Cuando las condiciones de vida 
empeoran para la clase trabajadora, la lucha 
estalla. No importa que la clase trabajadora 
no pueda luchar en el lugar de trabajo porque 
el poder colectivo se ha debilitado, la clase 
trabajadora sigue luchando en los barrios, en 
las luchas por la renta, por el agua potable, y 
esas luchas creo que construyen la confianza 
de la clase como un todo, de manera que lue-
go esa confianza pueda volver a expresarse en 
el lugar de trabajo. Como marxistas, si se tie-
ne una visión a largo plazo, se observa que el 
desarrollo de la conciencia de la clase traba-
jadora puede ocurrir de innumerables mane-
ras. Puede suceder que, en forma simultánea, 
se desarrollen huelgas en el lugar de trabajo 
junto con el desarrollo de movimientos socia-
les. Puede suceder también que no haya mo-
vimientos sociales sino solo luchas en el lugar 
de trabajo, una ola de huelgas que se traduz-
ca en un movimiento social, por ejemplo, en 
un movimiento antiimperialista. Pero lo con-
trario también puede ocurrir: si extendés la 
herramienta de la huelga más allá del lugar 
de trabajo, los movimientos sociales pueden 
construir confianza en la clase obrera para 
que la huelga retorne al lugar de trabajo, para 
que hagan paro en el lugar de la producción. 
Por ejemplo, si a un trabajador cuyo princi-
pal problema es la vivienda (el alquiler) va 
el sindicato y le propone organizarse en su 
lugar de trabajo, quizás el trabajador piensa 
(influido por el discurso liberal): “No veo mi 
interés en unirme al sindicato”. Pero supon-
gamos que el propietario de la casa lo echa a 
patadas, el trabajador es madre o padre, y su 
familia y su vida se ven amenazadas, y enton-
ces viene el sindicato y dice que lo va a ayu-
dar a organizarse contra el propietario en su 
barrio. Entonces el trabajador podría pensar: 
“OK, esto es realmente sobre mi vida. Quiero 
trabajar con este sindicato porque esta situa-
ción es una basura”. Ahí es donde se genera la 
confianza en el sindicato. Y entonces, cuan-
do el sindicato va y dice “si tenemos salarios 
más altos, entonces será más fácil tener ac-
ceso a mejores viviendas...”, entonces el tra-
bajador podría considerar unirse al sindicato 
porque ahora el sindicato ha participado en 
duras luchas sociales paratener su confianza. 
Y creo que este tipo de “sindicalismo de lucha 
de clases” es el camino a seguir en el período 
neoliberal, porque el movimiento sindical ha 
sido tan atacado en el lugar de trabajo en to-
do el mundo, que para reconstruirlo no po-
demos limitar nuestra imaginación y nuestros 
horizontes políticos a el lugar de trabajo so-
lamente. Debemos dirigirnos al trabajador en 
su mundo de la vida entera. Y es por eso que 
la cuestión del aborto se vuelve importante...
IdZ: Iba a preguntarte justamente eso. En 
esta dinámica que va desde afuera del lu-
gar de trabajo hacia adentro, desde movi-
mientos por reclamos que en principio no 
se presentan como propios de la clase obre-
ra (aunque lo son), hacia la organización y 
la lucha en la producción como centro neu-
rálgico del capitalismo ¿vos considerás que 
las mujeres tienen un rol especial que cum-
plir, un rol protagónico? Pienso en el hecho 
de que las mujeres son la mitad de la clase 
obrera, son el 70 u 80 % en los trabajos de 
la reproducción social, ¿creés que eso abre 
la posibilidad de pensar a las mujeres como 
vanguardia de una reconstrucción de la cla-
se obrera? ¿O creés que esa puede ser una 
hipótesis esencialista? 
No creo que sea esencialista en absoluto. 
Creo que es importante porque hace al tipo 
de cosas que discutimos anteriormente. Ante 
todo, está la cuestión numérica de que una 
mayoría de las trabajadoras son mujeres y es-
tán en todos los sectores. Eso ya es un tema 
que tenemos que tener en cuenta. Pero creo 
que hay un problema estructural más profun-
do que hace que las luchas tengan tanta mar-
ca de género, estén tan generizadas en los 
últimos años: el problema estructural es que 
el neoliberalismo en estos 40 años ha llevado 
adelante un ataque cruel contra los estánda-
res de vida de las trabajadoras: salud, pensio-
nes, escuelas, privatización de los servicios 
públicos. La privatización de todos los recur-
sos que los seres humanos necesitamos para 
reproducirnos, ha estado a la vanguardia de 
los ataques neoliberales, eso significa que du-
rante 40 años nuestra capacidad de reproduc-
ción ha sido atacada por el neoliberalismo y, 
debido al sexismo, las mujeres han cargado 
con la peor parte de estos ataques. Cuando 
privatizan tu agua las personas más afectadas 
son las mujeres, cuando cerras las escuelas, 
las mujeres son las más afectadas, cuando el 
sistema de salud se privatiza o directamente 
se cierra, las mujeres (que son las que asumen 
las tareas del cuidado en las familias y en los 
barrios), son las más afectadas. Entonces, des-
de hace 40 años que el neoliberalismo viene 
atacando a la reproducción social, lo cual ha 
tenido consecuencias fuertemente generiza-
das, y creo que se debe hablar mucho más de 
esto en los sindicatos, entre los marxistas y la 
gente de izquierda. El 2008 fue la gota que re-
balsó el vaso del consenso neoliberal, la crisis 
se instaló en “la casa” del capitalismo. Pero si 
nos fijamos en los movimientos anteriores, de 
diez años antes de 2008 y diez años después 
de 2008, verán cuán intensamente generiza-
dos son. A menudo, o son dirigidos por muje-
res, o la gran mayoría de los participantes en 
estos movimientos sociales son mujeres, y los 
problemas que plantean son todos temas que 
tienen graves consecuencias para las mujeres. 
Pero no estamos hablando de cuestiones ne-
cesariamente feministas. Es por eso que creo 
que el feminismo del 99 % tiene perfecto sen-
tido, porque no se puede hablar de mejorar 
la situación de las mujeres, a menos que se 
ataque al sistema mismo que crea esas con-
diciones de humillación para las mujeres. Y 
ese sistema es el capitalismo. Entonces, no se 
puede fortalecer al feminismo en el mundo 
de hoy si no es un feminismo que sea tam-
bién anticapitalista, porque todos estos temas 
de los que estamos hablando no son cuestio-
nes feministas, sino que son cuestiones fuer-
temente relacionadas con el género, lo que las 
convierte en cuestiones feministas. Creo que 
debemos descartar la idea de que el feminis-
mo se trata solo de mujeres. El feminismo se 
trata de género y el género está en el cora-
zón de cómo el capitalismo se reproduce a sí 
mismo. Así que a menos que los hombres, las 
mujeres y las personas de todas las sexualida-
des y elecciones y habilidades se unan en es-
ta batalla, el feminismo no se fortalece. Si vos 
planteas un feminismo que es solo para mu-
jeres cis, o solo para ciudadanos, eso no es 
feminismo, porque al hacerlo fortaleces el sis-
tema. Si luchas solo por mujeres cis, realmen-
te fortaleces la familia capitalista y las ideas 
hetero-normativas de parentesco, que a su 
vez serán las ideas que se vuelvan en tu con-
tra. Por lo tanto, como persona cis te convie-
ne luchar por los derechos trans, pero no por 
una “buena moral”, sino porque tu interés es-
tá ligado a eso, porque luchar por eso debili-
ta el sistema como un todo, y por lo tanto, tus 
condiciones mejoran cuando el sistema se de-
bilita. Así que esta es la razón por la que creo 
que la pregunta acerca de qué es un “tema 
feminista” debe ser una pregunta constante, 
porque creo que todos los temas anticapita-
listas son en realidad cuestiones feministas. 
1. Véase “Nany Fraser: el feminismo del 99 % y la 
era Trump”, La izquierda diario, 29/3/2017.
2. Durante la entrevista, Tithi Bhattacharya utili-
za el género femenino para referirse a una trabaja-
dora mujer, varón o de cualquier género. Dado que 
en castellano los plurales tiene género, hemos de-
cidido utilizar “trabajadoras” para referirnos a tra-
bajadoras mujeres, varones o de cualquier género.

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