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S O S Mi hijo está en apuros! Técnicas básicas de programación neurolingüistica para padres - Mónica Esquinca

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 ÍNDICE
Prólogo
Introducción
1. Pensamientos tóxicos
Intrusos en mi cabeza. Ansiedad por su familia y dificultad para adaptarse a nuevas
circunstancias
La pantalla mágica
Un monstruo en mi clóset. Miedo a la oscuridad
La Caja Come-Miedos
Colmillos al acecho. Fobia a los perros
Cinito en casa
2. El mundo es una amenaza
¡No me quiero mudar! Incapacidad para adaptarse al cambio y una pobre
autoimagen
Dibujando mi silueta
Pesadillas con el Mochaorejas. Ansiedad por un miedo específico
Encogiendo al villano
Aguas con el tsunami. Ansiedad generalizada
El viaje fantástico
3. Paralizados por la inseguridad
Papitis aguda. Apego a su papá, timidez e inseguridad
Pregúntale al consejero
Una nube negra. Actitud pesimista y derrotista. Inseguridad
Mi otro yo en el espejo
Pánico en el escenario. Inseguridad para hablar en público
Mi círculo de poder
4. Una mochila llena de miedos
Una pesada carga en mi cabeza. Inseguridad en los exámenes
La máquina trituradora
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Revolución en mi estómago. Ansiedad generalizada
Platicando con mi síntoma
¡Debo hacerlo perfecto! Autoexigencia por inseguridad
Mi fan me echa porras
5. Los papás… ¡también son héroes!
Tejiendo lazos afectivos
Fomentando la autoestima de tu hijo
El impacto de las palabras
Apéndice
Bibliografía
Créditos
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A todos los niños del mundo,
a los que han pasado por mi consultorio
y en especial a los protagonistas de este libro,
grandes maestros en mi formación profesional.
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AGRADECIMIENTOS
A mis padres, luces a la distancia.
A mis hermanos, por su cariño y entusiasmo. Gracias Bernardo por tu ayuda, escucha y
asesoría incondicionales.
Gracias Jorge por tu empuje cuando este libro era sólo un sueño.
Gracias Lydia por tu lectura.
A Juan Francisco Ramírez, mentor y querido amigo. Gracias por este prólogo que brota
del corazón.
A Talía Castillo y David Vázquez, por sus atinados puntos de vista.
A Carlos Santibáñez, por el apoyo en la lectura.
A Rafaela Badillo, por tu apoyo incondicional y la fe en este libro.
A María Fernanda Evia Portillo, por haber sido el enlace con Grupo Planeta.
A Regina Sosa Rendis Evia, por las ilustraciones tan bien interpretadas.
A todos los papás que han puesto las almas de sus hijos en mis manos.
A Grupo Planeta y a Marco Hernández T., por su interés en trabajos de esta línea y por
contribuir así a tocar corazones.
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PRÓLOGO
...pero hoy, aunque nadie me lo pregunte,
te confieso estar convencido
de que mis mejores poemas,
por los que más sinceramente
he creído que algo bueno he creado
—y lo digo con humildad— son mis hijos.
JORGE ESQUINCA AGUILAR
Cuando una madre o un padre ve sufrir a uno de sus críos por algún aspecto de su
comportamiento, por alguna fobia; cuando lo notan inseguro, o perciben que su hija o
hijo vive con angustia eventos que otros chicos de su edad enfrentan con naturalidad,
los padres sufren y esto es fuente de estrés también para ellos. Evalúan diferentes
opciones —consejos de padres de familia que han vivido situaciones similares, consulta
al psicólogo, terapia, orientación escolar, libros de autoayuda, entre otros—, pues viven
una sensación de vulnerabilidad porque aquella personita a la que se le dio vida y a
quien se lleva en el corazón está en apuros. El deseo de ayudar al chico o la chica en
problemas es enorme y deseamos brindarle la mejor opción; cuando se encuentra la
solución al problema, sentimos gratitud, como el peregrino al llegar a un oasis donde
puede aliviar su sed. Tal es el caso de este libro, SOS. ¡Mi hijo está en apuros!, que nos
brinda a los padres y madres una guía clara para aplicar los primeros auxilios
psicológicos a nuestros hijos.
La Programación Neurolingüística (PNL) es ampliamente reconocida por su
efectividad en los procesos de cambio terapéutico en adultos, particularmente en los
relacionados con fobias, ansiedad, desarrollo de la autoestima. Su aplicación con niños
es una historia distinta, pues si bien hay terapeutas que utilizan este enfoque, son pocos
los trabajos documentados sobre ello y por algo ha de ser, pues se requieren dos
cualidades fundamentales: maestría y vocación.
¿A qué me refiero con maestría? Para mí, asistir al Cirque du Soleil tiene su encanto. La
gran mayoría de los asistentes somos adultos conscientes de que estamos en un circo
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pero, a diferencia de otros circos, sutilmente y sin darnos cuenta vamos
involucrándonos en un relato, y conforme avanza el espectáculo nos olvidamos de que
estamos en un circo y mágicamente disfrutamos de la maestría de cada uno de los
personajes y acompañamos al protagonista en un viaje que van revelando con sus actos
los malabaristas, acróbatas, payasos y músicos. Ellos se encargan de ayudarnos a viajar
por un mundo donde los sueños son posibles, donde el dolor desaparece y la alegría y
admiración por un trabajo excelente nos dejan un grato sabor de boca.
La descripción que Mónica hace de cada uno de sus pequeños pacientes ayudan a los
padres a comprender las problemáticas a las cuales pueden aplicarse los procesos que
describe. Como muchas de las técnicas existentes dentro de la Programación
Neurolingüística, se requiere respetar la secuencia de pasos indicada a fin de lograr el
cambio deseado, pero no basta con eso, también se debe ser fiel al lenguaje que ella
emplea, pues es el lenguaje de los sueños, de la fantasía, que permite al niño adentrarse
sutilmente en el relato, convertirse en el personaje central y así —de la misma manera
que los adultos nos embelesamos y dejamos que la magia del circo nos lleve al mundo
de las posibilidades— verse inmerso en un proceso que lo lleva a descubrir sus
fortalezas y a hacer el cambio que le permitirá superar aquello que le impide vivirse
pleno y expresar todo su potencial. Esta descripción precisa de los pasos, y detalladas
palabras a emplear, solo la logra quien ha desarrollado una maestría en el campo
profesional.
Dar testimonio de la vocación de un tercero sólo es posible si quien tiene esa
vocación la ha manifestado de manera congruente y consistente con el paso de los
años, y quien da testimonio ha tenido el honor de atestiguar este compromiso por
manifestar de forma concreta su misión hacia los demás; yo he tenido el privilegio de
ser testigo de este esfuerzo que Mónica ha llevado a cabo por más de dos décadas
para realizar su trabajo como psicoterapeuta y como creadora e impartidora del taller
para niños El Cofre del Tesoro© y del programa para adolescentes Caleidoscopio. Una
vocación realizada con la certeza de que su cumplimiento nos permitirá legar un
mundo mejor a las generaciones por venir.
Escribir un libro como este es, además de un esfuerzo por presentarlo con claridad
pero a la vez con sencillez, un regalo generoso desde el corazón para que nosotros
como padres ayudemos a nuestros hijos a encontrar el sosiego que les brinda saber
que pueden salir adelante en la vida y vivir más plenos y felices.
Jorge Luis Borges afirmaba que la poesía está en el comercio del poema con el lector,
de la misma manera, los cambios terapéuticos aquí enunciados son fruto de la relación
amorosa de la terapeuta con sus pacientes. Invito a quienes deseen hacer uso de los
poderosos procesos descritos en este libro a que lo hagan conectándose con su
llamado a ser padres a fin de que sea un relato desde el corazón, tal como Mónica lo
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lleva a cabo en su práctica terapéutica.
Juan Francisco Ramírez Martínez
Director del Centro Mexicano de Programación Neurolingüística
15 de agosto de 2015.
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INTRODUCCIÓN
Andrea es una niña de nueve años de edad. A partir de los cinco años empezó a subir
de peso y estuvo bajo tratamiento homeopático; le funcionaba bien pero sus padres
dejaron de llevarla a las consultas por falta de tiempo. Meses después recuperó el
sobrepeso. Se siente muy insegura en la escuela por las críticas de sus compañeras. Es
inteligente y muy sensible. Cuando está frente al espejo, se ve fea y gorda. Su papá está
dispuesto a que toda la familia inicie una terapia psicológica, su mamá no tanto.
¿Te parece familiar? ¡Puedeser! Quizás alguno de tus hijos esté viviendo alguna
situación parecida y sintiéndose —en parte— como Andrea. La experiencia de Andrea
es un caso que atendí en terapia. He trabajado como psicoterapeuta infantil por más de
30 años y fui maestra a nivel preescolar por varios más.
Paralelamente a mi trabajo con los niños, he orientado a padres de familia sobre
cómo nutrir la autoestima en sus hijos, cómo tener un manejo adecuado tanto en la
comunicación como con algunos problemas de conducta, y también respecto a la
disciplina en casa.
Sé cuáles son las dificultades que tú como papá o mamá experimentas con tus hijos.
He comprobado cuánto puede sufrir un niño por la ansiedad, las fobias, el miedo, la falta
de confianza, el bullying, la baja autoestima y el fracaso escolar, por esto escribí el
presente libro, para que sepas qué hacer y cómo ayudar a tus hijos cuando vivan alguna
de esas situaciones.
Mi experiencia en Programación Neurolingüística (PNL) es muy amplia. En 1997
desarrollé el taller El Cofre del Tesoro© para fomentar la autoestima infantil con
técnicas de PNL el cual, después de dieciocho años, se sigue impartiendo exitosamente.
Más tarde, en el 2001, sometí el taller a una investigación metodológica para
presentarlo como tema de mi tesis en la maestría en PNL. Pero quizá te estés
preguntando: «Bueno, y ¿qué es la PNL?».
La Programación Neurolingüística es, entre otras cosas, una serie de herramientas y
técnicas para entender cómo interpretamos los eventos que vivimos; nos muestra
cómo formamos nuestros pensamientos a partir de estas interpretaciones, de tal
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manera que al entender nuestros pensamientos y emociones sepamos manejarlos
mejor.
Se caracteriza por el desarrollo de procesos que ayudan a la comunicación humana y
al implemento de técnicas que facilitan el cambio y el crecimiento personal de forma
rápida y permanente. Explica qué tipo de pensamiento nos acerca o nos aleja de
nuestras metas.
En el caso de los niños, desarrolla un tipo de pensamiento positivo para que cambien
la percepción negativa de los eventos que viven, y se adapten de manera más sencilla al
ambiente que los rodea, acercándose a sus metas, tomando mejores decisiones y siendo
más felices.
La PNL muestra cómo moverse de forma rápida, permanente y efectiva del problema
a la solución, del conflicto paralizante a la posibilidad, del obstáculo a la meta, con el
foco de atención del presente al futuro. Se enfoca en el pasado cuando es necesario,
pero no se queda ahí, pues ayuda a resignificar experiencias y recuerdos negativos para
dejar de sufrirlos.
Es una herramienta que he utilizado durante veinticuatro años en mi trabajo con los
niños. La PNL al tener una estructura flexible, me permitió realizar adaptaciones en
algunas de sus técnicas para aplicarlas a ellos. Y esta es la aportación que presenta mi
trabajo, la adaptación de estas técnicas desarrolladas originalmente para adultos, al
trabajo con los hijos.
Me especialicé en la PNL porque es un modelo que se enfoca en lo positivo. No se
detiene a analizar las causas de nuestros problemas, sino a generar herramientas para
solucionarlos.
Siendo adulta entendí que tuve baja autoestima en mi infancia. A pesar de haber
crecido en un hogar en el que recibí de mis padres amor y cuidados, me recuerdo
como una niña insegura y tímida que, con frecuencia, se comparaba con otras niñas y
buscaba el reconocimiento de alguna de sus maestras y de sus padres o hermanos.
Haber experimentado esto en mi infancia me permite identificar cuando un niño está
pasando por algo parecido y conectarme con él.
Ahora sé que por eso me he dedicado por tanto tiempo a trabajar con niños que,
como yo en su momento, enfrentan una baja autoestima que les impide hacer amigos,
tener confianza en lo que emprenden o atreverse a realizar algunas actividades que
disfrutarían profundamente, como inscribirse en un equipo de futbol, aprender a nadar
o concursar en un recital o un festival de canto. 
Haber vivido situaciones parecidas a las que expongo en este libro me llevó a
trabajar gradualmente en fortalecer mi autoestima para llegar a ser la persona firme y
segura que ahora soy.
Durante estos años de consulta, he visto pasar por mi consultorio a niños con
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problemas como: miedo, ansiedad, inseguridad, baja autoestima, incapacidad para poner
límites, bullying, apatía para estudiar, irritabilidad, obsesividad, hiperactividad, sobrepeso,
agresividad, rebeldía, etc. Tuve la duda de qué presentar en este libro, pues cada tema es
sumamente interesante y urgente de solucionar, pero decidí abordar los casos de
miedo, ansiedad e inseguridad porque es un hecho que el número de niños que viven
bajo la sombra y opresión de esas sensaciones es cada vez mayor. Además estos
problemas generan graves consecuencias para ellos en la integración familiar, social y
escolar.
Es una realidad que los padres también viven angustiados cuando sus hijos sufren
situaciones de este tipo, así que buscan soluciones rápidas y efectivas para ayudarlos de
manera urgente, aunque en muchas ocasiones no tienen los recursos económicos para
terapias de larga duración.
Si bien este libro se desarrolla desde la problemática que vive cada niño en sus
contextos familiares, escolares o sociales —que, reitero, es cada vez más una realidad—,
quiero enfatizar que presenta soluciones y herramientas para que sepas cómo ayudar a
tu hijo a superar las situaciones que vive y que pueden afectar el manejo de sus
emociones e, incluso, su autoestima.
¿Qué encontrarás en este libro?
Técnicas de PNL muy sencillas, adaptadas o diseñadas por mí con pasos muy concretos
y específicos para que puedas apropiarte de ellas y ayudar a tu hijo a superar las
situaciones emocionales difíciles que se le presenten. Y lo más importante, él o ella
podrá aprender fácilmente estas técnicas y, de ser necesario, autoaplicarlas en el futuro,
consiguiendo con esto empoderarse y nutrir su autoestima.
Escribí también un capítulo para ti como papá o mamá porque eres alguien
sumamente importante en la vida de tus hijos. La forma en que te relaciones con ellos,
cómo los estimules, cómo los guíes, cómo te comuniques con ellos puede ser una gran
oportunidad para ayudarlos en la formación del autoconcepto, la generación de
soluciones y el pensamiento positivo.
Disfruta este libro que te ayudará a lograr que tus hijos sean más felices y, por
consiguiente, que tú también lo seas.
Mónica Esquinca
Julio de 2015.
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En una ocasión, cuando tenía alrededor de siete años, estaba con mis padres y
hermanos en el área de dulces y chocolates de un restaurante de la Ciudad de México.
Mis hermanos y yo caminábamos detrás de mis padres mientras ellos realizaban algunas
compras. De repente algo llamó mi atención, unos chocolates apetitosos detrás de una
gran vitrina que me invitaban a acercarme; así lo hice, observé su variedad, color y
formas, cautivada también por el delicioso aroma que desprendían. Al pasar unos
segundos volteé para comprobar que mis padres seguían al alcance de mi vista, pero no
era así, ellos se habían movido de lugar y ya no podía verlos. En ese momento sentí una
gran angustia, mi corazón latía fuertemente y sentí mi respiración agitada. Quizás otro
niño en mi lugar hubiera ido a buscarlos… y fin del problema. Pero mi reacción fue
diferente. Yo me paralicé y en vez de ir a buscarlos o pedir ayuda, me invadió un
pensamiento fatalista: «Ya los perdí para siempre; no me van a encontrar». Pasaron unos
segundos —que a mí me parecieron muchos minutos— cuando pude visualizarlos
pagando una cuenta en una de las cajas del restaurante. Yo me sentía un poco indignada
porque ellos estaban «como sin nada» mientras yo había padecido interminables
instantes de angustia, dando por hecho que acababa de quedar huérfana y a la deriva.
Esta situación —que a los ojos de algunos parecería absurda— refleja de manera
muy gráfica lo que un niño puede vivir cuando se siente indefenso, vulnerable y sin
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alternativas de solución. Pero ¿por qué sucede esto? ¿Por quéalgunos niños son
capaces de solucionar sin mayor problema alguna situación de este tipo y otros no?
Miedo y angustia pueden ser dos intrusos en la mente y las emociones de niños que
tengan una gran sensibilidad, baja autoestima o niveles altos de inseguridad. El niño
experimentará miedo y angustia aunque los padres hayan tratado de estar cerca de él,
rodearlo de afecto y proveerlo en sus necesidades básicas.
Entonces ¿por qué sucede? Cada niño necesita sentir la seguridad, confianza y el
amor de sus padres de diferente manera. Algunos niños son más demandantes al
querer recibir esto de sus padres y otros no tanto. Es inevitable que algunos crezcan
con una sensación de abandono —aunque no lo haya realmente— que puede
repercutir en miedo o ansiedad en situaciones que para otros niños —o para ti como
adulto— parecerán insignificantes.
Si has detectado en tu hijo alguna de las situaciones que describo, en este capítulo
encontrarás técnicas que podrás aplicar de manera sencilla para ayudarlo a eliminar su
miedo o angustia.
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INTRUSOS EN MI CABEZA
La historia de Renata (9 años)
Ansiedad por su familia y dificultad para
adaptarse a nuevas circunstancias
Renata era una niña que sentía angustia por diferentes cosas. Cuando sus papás salían
de casa, se preocupaba mucho imaginando que algo malo les podía ocurrir. Tenía
también gran temor de que alguien robara a sus hermanos. Con frecuencia estaba
ansiosa en la escuela, se mordía las uñas y manifestaba una preocupación constante por
los demás. Era tímida e insegura. Le costaba trabajo adaptarse a las situaciones nuevas,
sentía miedo al cambio y a las enfermedades.
La mamá de Renata tenía una buena relación con ella, sin embargo, se le dificultaba
poner límites a sus hijos. Era muy exigente consigo misma y estaba estresada por el
trabajo. Su esposo era duro con Renata por ser la hija mayor.
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Mi primera charla con Renata
Renata entró a mi consultorio. Era una niña tímida, de fácil sonrisa y un poco callada. Le
pregunté si sabía por qué la había llevado su mamá a la sesión y me dijo que sí.
Estuvimos platicando sobre cómo se sentía y me confirmó su temor a que algo malo
les pasara a sus hermanos o a sus papás, que cuando ellos salían de casa, tenía mucho
miedo de que se los robaran.
También me platicó que cuando estaba en alguna actividad que disfrutaba y
empezaba a sentir alguna preocupación, hacía esfuerzos por pensar positivamente y
que lo lograba unos instantes, pero enseguida «algo en su interior» le decía que se la
estaba pasando mal y la sensación de ansiedad aparecía de nuevo. Me dijo que ella
deseaba «ya no ser nerviosa», que quería «ser ella» y «sentirse más tranquila».
Mientras me compartía eso, la estuve escuchando y validando.
Validar, desde la PNL, significa respetar el modo de pensar de los niños, aceptar que lo
que sienten es válido para ellos —aunque no lo sea para nosotros— ya que tienen su
propia manera de ver el mundo y un punto de vista de las cosas, a las que dan un
significado particular. Lo que para nosotros es sencillo de resolver puede no serlo para
ellos. Cuando tú les permites que se expresen y les demuestras que respetas sus
sentimientos, los ayudas a confiar en ellos mismos, a saber que es válido sentir miedo,
tristeza o coraje, mientras encuentran la solución para sentirse mejor.
Cuando Renata terminó de platicarme cómo se sentía y lo que deseaba lograr, le
pregunté por dónde quería empezar y ella decidió que por la ansiedad que
experimentaba cuando sus papás o hermanos salían de casa.
Decidí trabajar con ella una técnica que incluyera una visualización pues lo que
estaba generando la sensación de ansiedad en Renata era su tipo de pensamiento, es
decir, lo que imaginaba que podría sucederles a sus padres o hermanos estando fuera
de casa.
Le comenté que le iba a enseñar una técnica que la ayudaría a eliminar la ansiedad
cuando tuviera ese tipo de pensamientos y que, además, era una herramienta que
podría seguir aplicando cuantas veces quisiera. Le gustó mucho la idea.
Pero antes de describirte la técnica, quiero platicarte algo sobre esta herramienta. Es
una técnica a la que llamo La Pantalla Mágica©. Los niños la disfrutan porque les parece
sencilla de utilizar y se sorprenden con los cambios que van realizando en esa pantalla
y con las diferentes sensaciones que van experimentando.
Tiene como base la visualización y la imaginación (algo que para los niños es muy
sencillo). Nos apoyamos en dos pantallas imaginarias que están colocadas frente a ellos;
en una deben proyectar la película del miedo o ansiedad —lo que viene a su mente
cada vez que experimentan los pensamientos negativos— y en la otra la película donde
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visualizarán una situación positiva.
Te invito a hacer lo siguiente: piensa en una situación que por lo general te genere
ansiedad (llegar tarde a una cita, olvidar un compromiso importante, estar atorado en
el tráfico sin avanzar, etc.). Ahora cierra tus ojos y vívelo como si te estuviera
sucediendo en este momento, como si estuvieras EN la situación AHORA, y detecta
cuáles son las sensaciones en tu cuerpo; nómbralas e identifica en dónde las sientes,
¿en el estómago?, ¿en el pecho?, ¿en la frente?
Ahora respira profundamente y abre tus ojos. A continuación imagina que hay una
pantalla blanca frente a ti (como las del cine) a una distancia media. Empieza a
«proyectar» en esa pantalla la escena que reviviste hace un momento. Conviértete en
espectador de este recuerdo, asegúrate de ser tu propio observador, es decir, de verte a
ti mismo mientras a ese «tú de la pantalla» le ocurre eso. Ahora te pregunto, ¿qué
diferencia notas? Probablemente te sorprenda lo diferente que sientes tu cuerpo, quizá
sin ansiedad o preocupación; es como si esa situación le estuviera ocurriendo a otro,
¿no es así?
Esto sucede porque observaste el evento de lejos, como comúnmente se dice,
«viendo los toros desde la barrera», por lo que la carga emocional disminuye o
desaparece.
Las pantallas juegan un papel esencial en la técnica que usé con Renata. Con este
recurso los niños proyectan el pensamiento que les genera la ansiedad. De entrada,
esto empieza a aligerar su sensación porque sacan de su cabeza esa idea negativa y la
pueden visualizar al frente y fuera de ellos y, como consecuencia, aquella ansiedad o
miedo disminuye o desaparece.
La PNL nos ayuda a entender que los recuerdos están formados de imágenes, sonidos
y olores que tienen un efecto positivo o negativo en nuestras sensaciones. Por ejemplo,
cuando tenemos un recuerdo positivo, en nuestra mente hemos guardado una
«película» de tamaño mediano, con buena luz, con distancia y volumen medios, con
sonidos suaves, olores agradables, movimiento normal, etc. Y en los recuerdos negativos,
por lo general, los componentes son una imagen grande con mucha luz o mediana con
poca luz, cercana a ti, con sonidos agudos, volumen alto y mucho movimiento.
Por eso afirmamos que no importa tanto lo que nos sucedió —además no lo
recordamos exactamente ya que hacemos interpretaciones— sino lo que hacemos con
lo que nos ocurrió.
Entonces, lo que haremos con la técnica será cambiar la forma en que el niño guardó
ese recuerdo y nos basaremos en modificar esas características de tamaño de imagen,
luz, movimiento, etc., logrando «re-editar» su recuerdo y cambiar sus emociones.
La edad recomendada para aplicar esta técnica con los niños es aproximadamente a
partir de los seis años, cuando ya siguen instrucciones con mayor facilidad y tienen la
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capacidad de mantener su atención en algo que están imaginando.
Esta herramienta de cambio también puedes aplicarla a tu hijo si tiene miedo a algún
fenómeno de la naturaleza como a un tsunami, un sismo o a cosas estresantes como
las inyecciones, los exámenes, etc., pues estarías trabajando con la película que él
genera acerca de lo que cree que podría pasarle.
A continuación te describo la técnica paso a paso para que la conozcas y puedas
utilizarla si tu hijo presenta algún tipo de miedo o angustia.
LA PANTALLA MÁGICA©1Pasos:
1. Indícale a tu hijo que imagine frente a él una pantalla y que empiece a visualizar o
imaginar en ella el momento que le genera ansiedad. Si te comenta que no logra
imaginarla, puedes apoyarte pegando una cartulina u hoja de papel color blanco en
la pared que esté frente a él. Después pídele que te describa cómo es la imagen en
cuanto al tamaño, los colores y tonos, a qué distancia está. Te recomiendo anotar
todo lo que vaya describiendo porque más adelante usarás esos datos. Enseguida,
solicítale que te describa los sonidos de esa imagen, es decir: volumen alto, bajo,
tono grave o agudo. Luego que te describa si hay algún olor, sabor, textura,
temperatura, movimiento.
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2. Pregúntale cómo quiere sentirse en lugar de angustiado. Por lo general contestan:
tranquilo, más seguro. Ahora pídele que piense en algún momento en el que se haya
sentido así y, cuando lo diga, dile que lo coloque en otra pantalla frente a él, al lado
derecho de la primera. Pídele que te describa lo que ve en términos de tamaño de
la imagen, colores y tonos, a qué distancia está, las características de los sonidos de
esa situación: volumen alto, bajo, tono grave o agudo, y si hay algún olor, sabor,
textura, temperatura o movimiento.
3. Este paso es la clave de la técnica, por lo que, para generar en tu hijo expectativa y
curiosidad, puedes decirle algo como: «¿Estás listo para saber cómo funciona?».
Pídele que vaya pasando las características de la segunda imagen a la primera.
Puedes ir moviendo tu mano como si arrastraras una de esas características de la
segunda imagen a la primera —incluso él mismo puede mover su mano y realizar el
cambio directamente— y así con todas ellas, mientras él sigue el movimiento de tu
mano y transporta las características de la segunda imagen a la primera. Puedes
decirle: «Nota lo que va cambiando en la primera imagen mientras lo haces,
observa qué ves diferente, cómo cambian los sonidos y lo que sientes… ¿está
padre, no?». (Probablemente te asienta o sonría).
4. Cuando terminen de pasar todas las características de un lado hacia el otro,
pregúntale cómo se siente y cómo cambió la imagen. Con frecuencia los niños
dicen que la primera imagen, que antes era de angustia y miedo, se ve más bonita,
con más luz, grande, con mayor claridad, con sonidos armónicos y suaves, con un
rico sabor; declaran que se sienten más tranquilos y contentos, que les gusta mucho
cómo luce ahora. Esto te sirve a ti como indicador de que la técnica está
funcionando.
5. Por último pídele que cierre los ojos si así lo desea —esto puede ayudarle a
concentrarse mejor y sentirse más en la experiencia del cambio— y que visualice
la imagen que acaba de crear, que la acerque hacia él, de manera que cuando esté
casi tocando su nariz, sienta como si se metiera dentro de ella para vivir los
cambios de manera más intensa, como si estuviera ocurriendo en este momento, y
que imagine que los días van pasando y que puede seguir sintiéndose así de bien, en
especial ante las situaciones en las que antes experimentaba miedo y ansiedad. Te
daré un ejemplo de lo que puedes decirle —es importante que utilices un tono de
voz suave, con volumen bajo y que hagas pausas en los puntos suspensivos—:
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«cierra tus ojos y observa frente a ti la nueva imagen que acabas de cambiar con esos nuevos colores,
sonidos, olores… imagina que se va acercando poco a poco hacia ti… cada vez más… hasta que casi
toca la punta de tu nariz… ¿ya está rozando tu nariz? Bien, entonces haz como si te metieras a la
imagen, como si estuvieras reviviendo la situación pero con estas nuevas sensaciones… nuevos
colores… nuevos sonidos… ¿te gusta? ¿qué diferencias sientes? [permite que las verbalice]… exacto…
ahora imagina que los días siguen pasando y tú puedes estar bien cuando tengas el recuerdo, pues ahora
tiene otros olores, sabores, colores, sonidos… y cada día será más fácil… porque tu mente lo va
haciendo más poderoso y más sencillo… y si por algo vives una nueva situación de miedo, sabes que
puedes recordar esos lindos colores, sonidos y sensaciones para que transformes las sensaciones de
miedo en tranquilidad (lo que te haya dicho en el paso 2); quizá te sorprenda lo fácil que es ahora
hacerlo de esta manera… puede ser hasta divertido… siente cómo hay nuevas sensaciones en tu
cuerpo…».
Este último paso permite que su cerebro grabe la nueva imagen y que recuerde de
ahora en adelante lo que acaba de diseñar para que lo detone ante una situación
parecida.
Es importante resaltar que estamos ayudando a los niños a cambiar los miedos
irracionales sobre situaciones que no son un riesgo para ellos o que son producto de
su fantasía. Hay otro tipo de miedos, como situaciones que los ponen en peligro (usar
fósforos, inclinarse en un balcón), que son sanos porque los protegen y los mantienen a
salvo.
Importante recomendación
Antes de utilizar la técnica con tu hijo lee varias veces los pasos e incluso practícalos
como si él ya estuviera contigo. Ensaya en voz alta las indicaciones que le darás. Esto te
ayudará a familiarizarte con la técnica y a que te sea mucho más fácil aplicarla
posteriormente.
¿Por qué funciona esta técnica?
La angustia que siente el niño es resultado de un pensamiento o recuerdo previo. Cada
vez que recuerda el evento negativo o imagina que podría ocurrir, de nuevo viene la
sensación de angustia; estamos cambiando el recuerdo o pensamiento para que él
pueda sentir algo muy diferente. Si a pesar de que tu hijo siguió los pasos con éxito, al
finalizar la técnica te menciona que sigue sintiendo miedo o angustia al pensar en la
situación que trabajó, puedes hacer más ajustes en el paso 4, es decir, agregar más
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cambios en cuanto a la cantidad de luz, disminuir o aumentar la imagen, agregar sonidos
agradables, incluir un sabor o algún otro color. Por lo general eso debería tener un
efecto positivo, pero si incluso con estos ajustes él sigue sintiendo miedo, la causa
podría ser otra y convendría consultar a un psicoterapeuta.
Por otro lado, si con el paso de los días pierde su efectividad, te recomiendo que
vuelvan a realizar la técnica agregando más elementos de cambio o que haga un dibujo
de cómo le gustaría recordar de ahora en adelante aquella situación, ese dibujo puede
colocarlo en alguna parte de su recámara en donde pueda verlo con cierta frecuencia.
Esto le permitirá reforzar el proceso.
Evolución de Renata
En la segunda sesión Renata me comentó que ya tenía menos miedos. Le era fácil
recordar la nueva película que había generado y eso le daba tranquilidad. Aún sentía
cierta angustia al ir a la escuela, pero sabía que tendríamos más sesiones para trabajar
otras cosas.
En nuestros siguientes encuentros me enfoqué en trabajar su ansiedad al ir a la
escuela, su timidez, su inseguridad y su adaptación a situaciones nuevas. Asistió también
al taller para niños en el que trabajo su autoestima, El Cofre del Tesoro. El temor a
enfermarse se terminó al ir superando esos temas.
Con los padres tuve reuniones para trabajar algunos aspectos como el
establecimiento de límites por parte de la mamá, la flexibilidad del papá hacia Renata
—dándole un trato más justo y equitativo en relación con sus hermanos—. La mamá de
Renata inició sesiones de psicoterapia individual conmigo para trabajar la autoexigencia
y el manejo adecuado del estrés.
Un punto importante a favor de Renata es que sus padres siempre mostraron
receptividad ante mis sugerencias y una gran disposición a llevar a cabo los cambios en
la dinámica familiar. A las reuniones a las que los cité siempre fueron juntos y con una
actitud abierta y dispuesta.
Hoy en día Renata tiene quince años. He convivido con ella en contextos sociales y
he comprobado —además de que su madre me lo ha manifestado— que es una chica
muy desenvuelta, segura de sí misma, con muchas amigas y que se ve feliz.
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Notas:
1Versión adaptada de la Técnica Contraste de Mapas© Steve y Connirae Andreas, NLP Comprehensive.
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UN MONSTRUO EN MI CLÓSET
La historia de Ernesto (6 años)
Miedoa la oscuridad
Ernesto había sido diagnosticado con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). No quería
levantar objetos del suelo argumentando que ya estaban sucios y no quería
contaminarse, también evitaba tocar las manijas de las puertas por la misma razón.
Desde pequeño manifestó baja tolerancia a la frustración, se irritaba con facilidad. No
le gustaba escuchar historias de terror o de enfermedades porque se angustiaba
fácilmente y se quedaba pensando todo el día en esos temas. Además se sentía
extremadamente ansioso ante eventos que cambiaban su rutina.
En el mes de octubre, después de haber ido a pedir halloween, Ernesto empezó a
tener pesadillas y le costaba mucho trabajo dormir; no quería que su mamá apagara la
luz porque empezaba a imaginar que en la oscuridad de su cuarto podían aparecer
algunos personajes de la Noche de Brujas e incluso llegó a afirmar que había un
monstruo en su clóset.
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Sus padres trataron de solucionar la situación abriendo el armario de su recámara
para que confirmara que nadie estaba dentro de él y lo ayudaron a revisar debajo de su
cama. Sin embargo, esto no fue suficiente pues de todas formas pedía que dejaran la luz
prendida, le costaba trabajo quedarse dormido y con frecuencia tenía pesadillas.
El papá de Ernesto minimizaba el problema diciendo que no le hicieran tanto caso,
pero su mamá se mostraba muy angustiada porque, al ser hijo único, tenía toda su
atención.
Mi primera charla con Ernesto
Cuando Ernesto entró a mi oficina se mostró muy angustiado y, al tratar de explicarme
lo que le sucedía, presentó una fuerte crisis de ansiedad, lloró mucho y me pidió que lo
ayudara a controlar su miedo. Me decía: «Quiero que se me quite este miedo». Lo
calmé pidiéndole que respirara profundamente una y otra vez (le indiqué cómo hacerlo
con mi respiración y lo fuimos haciendo juntos.) Le comenté que la respiración
profunda era una excelente medicina interna para la angustia, y de efecto inmediato. Se
calmó y le dije que podía aprender a controlar los momentos de angustia y
transformarlos al calmarse, tal como lo acababa de lograr.
Entonces, ya más tranquilo, me dijo que deseaba terminar con su miedo a la
oscuridad y a imaginar fantasmas y monstruos en su clóset o en su recámara. Le dije
que yo conocía un remedio mágico y divertido. Él me respondió que quería aprenderlo
en ese momento.
Con Ernesto decidí aplicar una técnica a la que llamo La Caja Come-Miedos©, pues
quería que manejar sus miedos fuera más fácil a través de un aliado. Al mismo tiempo,
aprendería a transformarlos y a confiar en su habilidad para lograrlo.
Esta es una sencilla y divertida técnica en la que tú y tu hijo trabajan juntos. Consiste
en elaborar una caja llamada Caja Come-Miedos con diversos materiales que pueden
tener en casa. Tu hijo la decorará como lo desee para representar a un aliado capaz de
destruir sus pensamientos negativos y, por lo tanto, su miedo o angustia hacia algo.
El hecho de que ambos trabajen en el diseño de la Caja Come-Miedos lo hace
sentirse motivado, apoyado por ti y con la esperanza de que las sensaciones negativas
se terminen.
Puedes realizarla no sólo cuando tu hijo imagine un monstruo o un fantasma en su
recámara, sino cuando tenga pesadillas, algo muy común en niños de la edad de Ernesto.
LA CAJA COME-MIEDOS
26
Pasos:
1. Prepara con él una caja que a partir de ahora llamarán La Caja Come-Miedos.
Puede ser una caja de zapatos y la pueden forrar con papel de colores. Decórenla
con símbolos que hagan referencia a su nombre: Come-Miedos. (A algunos niños les
gusta pegarle «dientes».) Mientras la elaboran, explícale que en un momento más
esa caja se «comerá» el miedo que siente y lo destruirá para que no regrese jamás.
2. Dile que piense cómo se imagina al fantasma o al monstruo (o lo que sea que le
genere el miedo) y de qué color lo pintaría. Cuando te lo diga, pídele que lo dibuje
en una hoja, luego puede empezar a rayar encima del dibujo tallando con fuerza y al
mismo tiempo decir algunas frases como: «vete monstruo», «aléjate para siempre
de mí». Después debe romper el dibujo mientras sigue repitiendo las mismas
palabras (o lo que a él se le ocurra). A algunos niños les gusta arrojar los pedazos al
piso y brincar sobre ellos para acabar de «destruirlos».
3. Indícale que tome todos los pedazos y que los meta dentro de la Caja Come-
Miedos. Mientras lo hace puedes seguir reforzando con frases como: «Esta caja es
poderosa, ya verás, puede comerse todos los pedazos que quedan del monstruo».
Cuando haya metido todos los pedazos, ciérrenla y dile: «En este momento la caja
está empezando a comérselos y los está destruyendo». (Puedes agitar la caja
mientras le dices eso.) Si lo deseas, agrega: «En un rato revisamos qué ocurre, ¿va?».
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4. Cuando tu hijo no te vea, saca la mitad de los pedazos de papel de la caja y
después regresa con él para que juntos observen cómo va el proceso. Sorpréndete
con él por los resultados; esto empezará a relajar a tu hijo. Puedes decirle: «Ya se
comió la mitad, ¡maravilloso!; al rato volvemos a ver».
5. En una hora más, retiras el resto de los papeles y de nuevo revisan juntos la caja,
que ya estará vacía. Sorpréndete con él y dile: «Ya no queda nada del monstruo,
quedó destruido para siempre; ahora comprobarás lo bien que vas a dormir. Vas a
disfrutar de un agradable sueño. ¿Cómo te sientes?» Lo más seguro es que te diga
que se siente tranquilo y contento y lo verás reflejado en su rostro. Te recomiendo
abrazarlo para que termine de sentirse seguro y calmado.
¿Por qué funciona esta sencilla técnica?
Cuando el niño experimenta sentimientos, regularmente no sabe identificarlos. Cuando
la intensidad es alta, manejarlos adecuadamente se hace una tarea difícil. El hecho de
pedirles a los niños que dibujen su ansiedad, angustia o miedo y la destruyan tiene
grandes impactos terapéuticos:
Ellos pueden darle una personalidad a esos sentimientos o sensaciones. Darles un
color o trazarlos en la hoja ayuda a que la angustia o ansiedad ya no sea algo abstracto,
desconocido y difícil de manejar; logran sacarlos de su pensamiento y verlos desde
afuera, lo que hace que disminuyan sus emociones negativas.
El que ellos escojan el o los colores para representar esas sensaciones o
sentimientos les ayuda a su manejo, pues asocian cada color con un sentimiento. Hacer
trazos con fuerza y en diferentes sentidos (hacia arriba, abajo, izquierda, derecha,
verticalmente, horizontalmente, inclinado) les permite contactar el sentimiento
negativo y expresarlo con ese fuerte movimiento. Además, escuchar su propia voz
diciendo «vete» o «aléjate de mí» les muestra que pueden manejarlo, que pueden darle
esas órdenes y poner un límite a la sensación negativa, sintiendo que son más fuertes y
más grandes que dicha sensación, empoderándose ante lo que antes creían que era más
grande que ellos.
Pedirle a los niños que rompan la hoja con fuerza incrementa su sensación de
confianza; como sale de ellos mismos son capaces de destruir a la angustia o ansiedad,
que ahora es cada vez más débil.
Introducir los pedazos restantes en la Caja Come-Miedos hace que el niño sienta a
un aliado que va a acabar de desintegrar lo poco que queda de la representación de su
antigua sensación.
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La sugestión natural que tienen los niños en la edad de Ernesto contribuyó a que él
creyera que realmente había un monstruo en su clóset, entonces nos apoyamos en esa
sugestionabilidad para empezar a cambiar la sensación de miedo.
En mi experiencia he comprobado que los niños de seis años todavía creen la idea de
que la caja «se come» aquello que les genera el miedo, pero si al empezar a hacer la
técnica tu hijo no se la cree, puedes cambiar tu forma de intervención. Puedes
preguntarle algo como: «Si supieras cómo cambiar tu miedo y angustia, ¿cómo lo
harías?»
En ocasiones los niños nos sorprenden con las ideas que se les ocurren. Podrías
preguntarle: «¿Cómo se le ocurre llevarlo a cabo?» y de ahí seguir preguntándole hasta
que termine de decirte todas las posibles formas de lograrlo.Entonces puedes
preguntarle por cuál le gustaría empezar, y con esto habrás hecho un buen proceso de
acompañamiento al guiarlo hacia la solución partiendo de sus propias alternativas.
Además, esto es algo que puede seguir haciendo, pues habrá aprendido a tener un
pensamiento enfocado en las soluciones.
Si a pesar de que tu hijo siguió los pasos con éxito, al finalizar la técnica te dice que
sigue sintiendo miedo o angustia, pregúntale cómo se imagina ese miedo (que lo
visualice) —un poco parecido a lo que hice en el caso de Renata con la técnica
anterior—, pero sin pedirle que haga la descripción tan exhaustiva, solo con la finalidad
de ayudarle a hacer consciente el tipo de pensamiento que tiene antes de sentir miedo
o ansiedad; enseguida indícale que le agregue mayor luz a eso que imaginó, que aleje la
imagen o le ponga movimiento. Es una manera más rápida de modificarla para generar
sensaciones más adecuadas como tranquilidad y relajación. Podrías probar también la
técnica que describiré en el siguiente caso, que se llama Cinito en Casa©.
Con lo anterior tendría que ser suficiente, pero si sigue experimentando miedo o
ansiedad, o si la técnica deja de ser efectiva, puede significar que esa situación es más
profunda y entonces lo mejor es abordarla con alguna otra técnica descrita en este
libro —como es el caso siguiente—, en el que trabajaré con la fobia de un niño.
Evolución de Ernesto
La siguiente cita fue doce días después. Ernesto entró a mi oficina contento diciendo
que iba muy bien. Me dijo: «Ya no hay monstruos en mi cuarto, Mónica, y duermo
mejor». Además me platicó que se le ocurrieron unos «inventos»; me los explicó con
detalle y yo los escribí en una hoja diciéndole que quería recordarlos porque me
parecían excelentes ideas. Esto es lo que se le ocurrió:
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1. Atrapa-miedos: «Cerrar los ojos, respirar profundo, poner mi miedo del tamaño de
un punto chico y luego más chico. Imaginar mi mente como un campo de fuerza y
lanzar el punto hasta el infinito y más allá».
2. «Dibujo mi miedo, lo rayo y lo quemo con ayuda de mi mamá».
3. «Imaginar una piedra invisible que puedo lanzar hacia lo que me dé miedo».
Me dio mucho gusto saber que a partir de la técnica que trabajamos, él no sólo había
vencido su miedo, sino que había generado nuevas ideas para seguir trabajando con
otros miedos que se le presentaran.
Nunca dejaré de sorprenderme de lo creativos y maravillosos que son los niños. La
misma capacidad que tiene su imaginación para ponerlos en aprietos puede llevarlos a
crear ingeniosas ideas para soluciones inmediatas, además de que esto los empodera y
favorece el fortalecimiento de su autoestima.
En sesiones posteriores continué trabajando con él sus conductas obsesivas, la
seguridad en sí mismo y su autoestima, y también empezó a asistir al taller El Cofre del
Tesoro, en donde pude profundizar en estos cambios.
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COLMILLOS AL ACECHO
La historia de Rodrigo (10 años)
Fobia a los perros
Rodrigo fue muy nervioso desde pequeño. Se había desmayado en tres ocasiones al ver
sangre. Tenía miedo de dormir solo y presentaba fobia a los perros. Su mamá también
era muy nerviosa y muy temerosa de los perros. En una ocasión, cuando Rodrigo tenía
cuatro años de edad, caminaba con ella por una calle y un perro cachorro se acercó
hacia él a gran velocidad. Su madre reaccionó con mucho miedo: inmediatamente lo
cargó y gritó con fuerza para asustar al perro, logrando que este se alejara mientras
Rodrigo lloraba con tanta angustia que fue muy difícil calmarlo. Su mamá me comentó
que desde entonces Rodrigo empezó a reaccionar de manera exagerada ante la
presencia de un perro, gritaba o le faltaba la respiración e incluso si veía una fotografía
de un perro lloraba con angustia.
Mi primera charla con Rodrigo
Rodrigo me comentó que recordaba muy bien aquel incidente con el perro a los
cuatro años y que cada vez que lo hacía sentía una gran angustia, le faltaba el aire, le
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sudaban las manos y sentía su cuerpo muy pesado. Si pasaba por una perrera y veía a
los cachorros en sus jaulas detrás de la vitrina sentía cómo se aceleraba su corazón. Si
se cruzaba con un perro al que su dueño traía atado con una correa, sentía que le
faltaba el aire. Si veía a un perro al otro lado de la banqueta o encerrado en una
cochera se paralizaba y empezaba a llorar.
Me expresó su deseo de que eso acabara; de pasar cerca de un perro y sentirse
calmado y seguro. Le expliqué que nuestra mente es muy poderosa y que así como al
recordar ciertos eventos nos sentimos angustiados, también podemos hacer que esos
pensamientos se transformen al hacer cambios en los recuerdos. Se mostró muy
entusiasmado con la idea.
Es importante distinguir entre un miedo y una fobia. Un miedo es racional cuando es
consecuencia de una experiencia negativa que le sucedió a una persona —o que pensó
que le sucedería, como en el caso de Rodrigo, que imaginó que el cachorro quería
atacarlo—. Entonces sentir miedo es natural e incluso protege a la persona para no
exponerse a una situación similar.
Cuando alguien de manera continua relaciona esa respuesta de miedo con estímulos
que no pueden hacerle daño (cachorros, perros amarrados), desarrolla la respuesta de
miedo o angustia a tal punto que llega a interferir con las actividades cotidianas. Esa es
una respuesta fóbica que es aprendida (miedo irracional) y se generaliza hacia otros
estímulos: todos los perros, independientemente de su raza o edad.
Lo interesante aquí es lo que hace el cerebro cuando el evento ocurre por primera
vez. Imagina la escena de Rodrigo: va caminando con su mamá y de repente ven que el
perro corre a toda velocidad hacia ellos (pudo haber estado huyendo de otro perro, no
precisamente atacándolos), la mamá se asusta, lo carga con angustia y le grita al perro
(los gritos de la mamá se acompañan de un lenguaje corporal de preocupación hacia
Rodrigo).
Entonces Rodrigo interpreta el evento como negativo, se asusta, piensa que el animal
le hará daño y lo corrobora con la reacción de su mamá. Mientras él hace esta
interpretación, su cerebro crea una «película» (con imágenes, sonidos, olores, cierta
temperatura) que va guardando y, como consecuencia de esta interpretación,
experimenta sensaciones desagradables (temor, ansiedad, etc.) que quedan asociadas a
la película que creó, no al evento como realmente sucedió.
Cuando Rodrigo vuelve a tener contacto con algún perro, independientemente de
que esté atado o no, de que le ladre o no, ese será el detonador de la película en su
cerebro y hará que reaccione de la misma forma en que lo hizo en el primer evento.
En mi experiencia clínica me he encontrado con pacientes que presentan una
respuesta fóbica que han aprendido con tan solo observar a otro ante una respuesta
similar, o con el hecho de escuchar a una persona platicar sobre una fobia, pues quien
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escucha el relato va imaginando a detalle lo que la persona cuenta y su cerebro lo
guarda como vivido.
Quizás en tu caso, tu hijo no estuvo expuesto directamente a la situación que le
generó la respuesta fóbica, pero la aprendió de esta manera. No cualquier niño que
escucha un relato de esta naturaleza aprende a generar la fobia; tiene que ser alguien
sensible, inseguro o sugestionable.
La PNL afirma que no es tan importante lo que nos sucedió, sino cómo lo
recordamos. Entonces con lo que vamos a trabajar es con ese recuerdo. Por eso la
técnica que utilicé con Rodrigo funciona para estos casos, porque la clave consiste en
trabajar con la «película» que se generó.
La edad recomendada para aplicar esta técnica con los niños es aproximadamente a
partir de los seis años —como en el caso de La Pantalla Mágica—, cuando ya pueden
seguir instrucciones con mayor facilidad y tienen la capacidad de mantener la atención
en algo que están imaginando.
También podrías utilizar la técnica de Cinito en Casa aunque tu hijo no tenga una
fobia. Por ejemplo si va a presentar un examen y se siente ansioso o inseguro a pesar
de haber estudiado, o si tiene miedo a la oscuridad. Lo queproyectará en la pantalla es
la película de lo que se imagina que va a ocurrir. Esa película es la detonadora de la
sensación de miedo, ansiedad o inseguridad, así que con la técnica harás que tu hijo
cambie el detonador y lo convierta en una película simpática y divertida.
CINITO EN CASA2
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Pasos:
1. Coloca dos sillas frente a una pared, una detrás de la otra. La silla de adelante debe
estar a una distancia aproximada de un metro de la pared y la segunda a un metro
de la silla de adelante. (Adapta estas distancias dependiendo del lugar en el que
estén.) Pega una cartulina blanca en la pared y dile a tu hijo que funcionará como
pantalla de cine.
2. Pídele a tu hijo que se siente en la silla de atrás y que imagine que está dentro de
la cabina de proyección de una sala de cine; dile que a través de la ventanita
imaginaria puede observarse a él mismo sentado en la silla de adelante y que, a su
vez, ese «segundo él» está viendo en la pantalla una foto suya en blanco y negro.
3. Ahora indícale que en lugar de la foto coloque de manera estática y en blanco y
negro la imagen del recuerdo negativo que le genera la respuesta fóbica.
4. Este paso es clave en la técnica, por lo que te recomiendo que primero le
expliques lo que hará más adelante: empezará a correr la película de atrás para
adelante, iniciando por el final del evento —cuando ya todo había acabado—, y que
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después la seguirá recorriendo hasta llegar al principio —cuando aún nada pasaba
—. Mientras se lo explicas puedes apoyarte moviendo tu brazo en dirección de
derecha a izquierda.
5. Para iniciar con este paso te sugiero decirle lo siguiente: «Observa en la pantalla la
imagen de ese recuerdo… ¿Ya puedes verla?» Cuando te indiqué que sí, continúas:
«En un momento más empezarás a verla como película, es decir, comenzará a tener
movimiento, ¿ok? Pero antes de eso, ubica en la pantalla dónde estará el final de la
película, cuando ya acabó todo (hacia tu derecha), ¿está bien?» Espera a que asienta
y continúa: «Ubica también en dónde estará el inicio, cuando aún no comenzaba el
evento (hacia tu izquierda), ¿sí?» Cuando te indique que ya localizó ambos puntos,
puedes decirle: «¡Excelente!, en un momento más empezarás a correr la película de
derecha a izquierda para que puedas ver cómo se proyecta la película al revés,
¿listo?» Continúas: «Empieza ahora, eso es… de derecha a izquierda… [Es
importante que observes la dirección de sus ojos y te asegures de que lo hace de
derecha a izquierda.] Nota lo que va sucediendo mientras…» [Te sugiero ir
subiendo la velocidad de tus palabras, hablar cada vez más rápido, pues de esta
manera le vas indicando la velocidad en que debe recorrer la película hacia atrás y
además tiene el efecto de aumentar la sensación de diversión, aminorando el miedo
o temor.] Continúa diciendo: «Lo más seguro es que se vea chistoso, ¿es así?» En
este punto es muy probable que tu hijo tenga una expresión de diversión en su
rostro, que esté sonriendo o incluso se ría expresando algo como: «Se ve muy
chistoso cuando está todo hacia atrás, se ven las caras muy cómicas, es divertido»,
lo cual te indicará que la técnica está resultando y haciendo que el cerebro de tu
hijo guardé ahora una nueva versión del recuerdo original.
6. Háganlo unas cinco veces cada vez más rápido. Conforme avancen notarás más
cambios en tu hijo, en este punto es común que los niños empiecen a reírse de la
nueva película que se forma.
7. Cuando terminen, pregúntale cómo se siente al pensar ahora en aquella
experiencia que le sucedió con el perro. Si la técnica resultó, te dirá que se siente
más tranquilo o que ahora la película es graciosa, que se ve al revés, que ya no siente
miedo; incluso puede mostrar curiosidad por probar cómo será la próxima vez que
vea a un perro.
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8. Coméntale que su cerebro acaba de aprender una nueva forma de recordar
aquella experiencia que antes le daba miedo y que esté atento para descubrir
cómo será diferente a partir de ahora. También es importante que lo vaya
probando poco a poco. Es decir, si pasa por una casa en donde hay un perro, que se
acerque manteniendo una distancia que le permita descubrir la nueva sensación.
Si tu hijo siguió los pasos con éxito y, a pesar de ello, al finalizar la técnica te menciona
que sigue sintiendo miedo o angustia, puedes repetir el paso 5 más veces y mucho más
rápido.
Importante recomendación
Antes de aplicar la técnica con tu hijo lee varias veces los pasos y practícalos como si
ya estuvieras con él. Ensaya en voz alta las indicaciones que le darás. Esto te ayudará a
familiarizarte con la técnica y a que te sea mucho más fácil realizarla posteriormente.
Evolución de Rodrigo
En la siguiente sesión Rodrigo me comentó que ya podía acercarse un poco más a los
perros y que si escuchaba ladrar a alguno se sentía un poco más seguro, pero aún había
temor. Le reiteré que su cerebro seguía aprendiendo una nueva forma de responder,
que necesitaba darle tiempo y mientras debía seguir mesurando su acercamiento a los
perros, haciéndolo con precaución. Esa segunda sesión seguí trabajando con el tema de
la fobia, apoyándome en una metáfora terapéutica, e hicimos otra técnica para empezar
a trabajar en la seguridad en él mismo.
Rodrigo sólo asistió a esas dos sesiones porque llegó el periodo de exámenes, luego
el tiempo de vacaciones y salieron de la ciudad, pero antes de irse su mamá me
comentó por teléfono que observaba a Rodrigo más tranquilo en general y me
manifestó su deseo de trabajar ella misma en su propio temor a los perros.
Después de eso ya no llamaron para una nueva cita —algo común en los procesos
de terapia—, por lo que no tuve la oportunidad de conocer más a fondo su evolución.
Nota importante
Si después de repetir más veces el paso 5 tu hijo sigue con miedo, esto puede significar
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que no se trata de una respuesta fóbica pura, sino que probablemente su miedo o
angustia se relaciona con una creencia o idea fija que él generó acerca de que nunca va
a lograr superar eso. También podría asociarse con un sentimiento de culpa por el cual
se sienta responsable de alguna manera.
Para ejemplificar lo anterior, te describo un caso que traté en terapia. Se trata de una
mujer de aproximadamente veinticinco años que decía tener fobia a las albercas. De
entrada no suena como fobia, sino como un gran temor a nadar o a entrar en una
alberca. Seguí explorando más en la entrevista y me comentó que cuando era niña y
tenía alrededor de diez años estaba de vacaciones con su familia en casa de unos tíos
paternos. Ella y su hermana menor nadaban bajo la vigilancia —a distancia— de sus
padres. De pronto su hermanita perdió el equilibrio al pisar unos escalones dentro de
la alberca y, a pesar de que sabía nadar, se asustó y empezó a tragar agua. Ella se asustó
también y los padres se acercaron culpándola de no cuidar bien a su hermana menor.
Mi paciente había crecido con esta sensación de culpa, que además desarrolló sin
sentido porque en realidad era responsabilidad de sus padres cuidarlas adecuadamente.
Esta culpa la experimentaba de manera inconsciente; lo que identificaba
conscientemente era la «fobia» a las albercas. Entonces en el proceso terapéutico que
realicé con ella traté la culpa que sentía, no la respuesta fóbica que creía experimentar.
Por lo tanto, si tuviste que repetir el paso 5 varias veces porque tu hijo aún sentía
miedo o ansiedad y, a pesar de eso, sigue experimentando esas sensaciones, sería
conveniente solicitar la ayuda de un psicoterapeuta para que los apoye en el proceso.
¿De qué se trató este capítulo?
1. Te presenté el caso de tres niños con diferentes problemáticas: miedo y angustia
por su familia, miedo a la oscuridad, fobia a los perros.
2. Conociste sobre las posibles causas que generan esas situaciones.
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3. Aprendiste tres técnicas para ayudar a tus hijos a superar miedo, angustia o alguna
fobia: La Pantalla Mágica, La Caja Come-Miedos y Cinito en Casa.
Notas:
2 Versión adaptada de la Técnica para el Tratamiento de una Fobia© de Steve yConnirae Andreas.
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Tenía alrededor de nueve años y estaba cursando el tercer grado de primaria. Hacía un
par de horas que había llegado al colegio cuando empecé a sentirme mal del estómago
con ganas de vomitar. Se lo dije a la maestra y me dio permiso de ir a la enfermería de
la escuela.
Recuerdo muy bien que la enfermera era alguien muy dulce y que, al ver que
empecé a llorar, me preguntó:
—Ay, chiquita, pues ¿qué desayunaste?
—Naranja en triangulitos.
En ocasiones, junto con el resto del desayuno, mi mamá nos cortaba la mitad de una
naranja en varios triángulos para que se nos facilitara comerla.
—No creo que eso te haya hecho daño. — Como imagino que seguía llorando, me
dijo: —Bueno, no te preocupes, vamos a llamar a tu casa para que vengan por ti.
Así lo hizo y mi mamá le confirmó que pasaría por mí al colegio. Me dirigí a mi salón
y fui a decírselo a la maestra. Supongo que la expresión en mi rostro era de felicidad —
además de que mi tono de voz cambió, y de la náusea sólo quedaba el recuerdo— pues
la maestra me dijo: «Qué casualidad que nomás te dijeron que van a venir por ti y ya te
sientes mejor».
En ese momento me sentí algo apenada y tomé conciencia de cómo había sido mi
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comunicación cuando me dirigí a ella. Me di cuenta de que me había acercado a su
escritorio contenta y que mi voz había sonado fuerte y alegre —muy diferente de mi
voz baja y llorosa cuando media hora antes le había dicho que me sentía muy mal del
estómago—. Además ella tenía razón, no era casualidad que yo me sintiera mejor con
tan sólo saber que mi mamá se dirigía al colegio para recogerme.
Cuando llegó me subí a su auto. Recuerdo que llevaba puesto un vestido de
maternidad color amarillo, y con dulzura me preguntó: «¿Qué pasó?», mostrando
interés y preocupación por lo que me estaba ocurriendo.
Olvidé lo que le contesté, seguramente le dije que me había dolido mucho el
estómago y que había tenido muchas ganas de vomitar. Ella arrancó el auto y nos
dirigimos a casa.
Cada vez que recuerdo esta situación, estoy segura de que realmente me sentía mal
en el salón y también tengo la certeza de lo contenta que me puse cuando me avisó la
enfermera que mi mamá iría por mí al colegio. Fue algo mágico el cambio que
experimenté con la noticia.
¿Por qué me ocurrió esto? Definitivamente me sentía mal, no estaba fingiendo para
que mamá fuera por mí. Como adulta, al recordar esta escena y analizarla, descubrí que
me afectaba que mi mamá estuviera embarazada. De hecho ese año escolar lo cursé
con bajas calificaciones.
No a todos los niños les afecta el embarazo de mamá o el nacimiento de un nuevo
hermano; pero a niños muy sensibles o con cierto grado de inseguridad o baja
autoestima sí. Ahora sé que lo que yo experimentaba era miedo o ansiedad a la nueva
situación, a lo desconocido, a que probablemente mi mamá estuviera muy ocupada y se
alejara de mí.
Cuando hago estas reflexiones observo el gran cambio que un niño puede tener si
se le brindan las herramientas adecuadas para fortalecer su autoestima. Algunas de las
técnicas que te presento en el libro las trabajé conmigo misma ya siendo adulta y he
podido confirmar los grandes alcances que pueden lograr.
Ansiedad o temor ante el cambio era lo que le sucedía a Javier, el caso que te
describo a continuación.
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¡NO ME QUIERO MUDAR!
La historia de Javier (7 años)
Incapacidad para adaptarse al cambio
y una pobre autoimagen
Javier y su mamá estaban por mudarse a Querétaro. Inicialmente él estaba de acuerdo
con el cambio de ciudad, pero días más tarde se negó. Le dijo a su mamá que le costaría
mucho trabajo adaptarse, que no iba a poder hacer nuevos amigos. Además, Javier
siempre había tenido miedo a la oscuridad; a veces lloraba en la noche y se acostaba
con su mamá. También desde hacía algunos días tenía temor de que ella no llegara por
él a la escuela.
Javier y su mamá siempre habían sido muy unidos. Él creció bajo el cuidado y la
educación de su mamá ya que sus papás no estaban casados y veía muy poco a su papá,
quien tenía otra familia e hijos más grandes que él. Javier los conocía y era bien
aceptado por ellos. Cuando él salía con su papá lo hacía con gusto, pues a pesar de
tener poco contacto con él tenían una buena relación.
Mi primera charla con Javier
Cuando Javier entró a mi consultorio le pregunté la razón por la que lo había llevado
su mamá a la cita, él me dijo que estaban por mudarse a Querétaro y que no quería
irse de la Ciudad de México; tenía miedo de no poder hacer nuevos amigos o de que
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no le gustara la ciudad. Me platicó que a su mamá la acababan de contratar en una
nueva empresa y que incluso ella viajaba con mucha frecuencia a Querétaro por ese
motivo, así que la veía poco.
Me comentó también que extrañaría a sus amigos y que sentía que sus nuevos
compañeros de la escuela no lo iban a aceptar. Le pregunté si le preocupaba dejar de
ver a su papá y a sus hermanos. Me dijo que no porque los veía muy poco.
Le comenté que sentir ese miedo era normal porque estaba por experimentar un
cambio en su entorno y en su rutina, pero que juntos podíamos encontrar una manera
para que se sintiera mejor y empezara a tener mayor confianza en que las cosas
saldrían bien. Mientras yo hablaba, Javier asentía y me sonreía.
Para empezar a trabajar con él, decidí primero contarle una metáfora terapéutica
cuyo objetivo es ayudar a los niños a adaptarse a este tipo de cambios. Mi intención era
también que Javier comenzara a sentirse cómodo y en confianza con la sesión para que
bajara su ansiedad. La metáfora se llama «La princesa de los pantanos» y podrás
encontrarla en el libro Cuentos para crecer y curar que incluyo en la bibliografía.
Trabajar con metáforas terapéuticas para los niños es un gran recurso ya que narran
historias que abordan situaciones similares a las que pueden estar viviendo los niños.
Ellos se identifican con el personaje y con la solución que encuentra para su problema,
así que de manera inconsciente también van generando soluciones.
Para leer una metáfora a un niño te sugiero que le pidas que se acueste y que cierre
sus ojos. Esto le ayudará a relajarse y a concentrarse mejor para experimentar algún
sentimiento o sensación que la metáfora detone en él, como alivio, tranquilidad,
confianza, esperanza, optimismo, e incluso podrá empezar a generar soluciones para la
situación que le preocupa.
Si a tu hijo se le dificulta quedarse quieto, puedes poner algún tipo de música para
meditación o relajación. Si aun así continúa inquieto, se mueve mucho o abre
constantemente los ojos, no lo presiones y permite que la escuche como él lo desee,
ya sea sentado o con los ojos abiertos.
A Javier le gustó el cuento, pues sonreía al escucharme, pero no me comentó nada
mientras yo la leía. Cuando terminé, no me dijo algo al respecto. Hay ocasiones en que
yo pido a los niños que me digan qué entendieron de la historia o de qué consideran
que trata; otras veces no les pregunto para dejar que el mensaje se quede más a nivel
inconsciente.
Al terminar de leer la historia, le comenté que íbamos a hacer una actividad que yo
estaba segura que disfrutaría. Como segunda intervención con él, mi intención era
empezar a fortalecer el concepto que Javier tenía de sí mismo.
Cuando los niños tienen un mejor autoconcepto se sienten más seguros para lograr
muchas cosas, así que deseaba ayudar a Javier a conocerse mejor, a que tuviera más
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conciencia de sus cualidades y a que se sintiera más seguro con el cambio a la ciudad
de Querétaro.
Una forma de ayudar a fortalecer el autoconcepto en los niños es enseñarlos a que
se conozcan más, a identificar y reconocer sus cualidades. Sin embargo, alcanzar este
objetivo puede ser difícil para ellos.
Esto se debe a que, como padres o maestros, hemos reforzado —con una buena
intención— lo negativo en los niños al tratar de que cambien alguna conducta. Por
ejemplo, en casa es común que los padres corrijan mucho a los hijos haciéndoles ver
los errores que cometen, y pocas veces reconocen sus aciertos. Debido a loanterior,
los hijos están más conscientes de sus defectos y el autoconcepto es negativo.
Una propuesta de la PNL es ayudarles a que observen sus cualidades, y una forma de
lograrlo es pedirles que dibujen su silueta para que logren mirarse «desde afuera».
Con Javier realicé la técnica que llamo Dibujando mi Silueta©. Esta actividad la he
realizado no sólo con los niños sino también con los adultos. Cuando la trabajo con los
niños la intención es ayudarlos a mejorar el autoconcepto y la autoestima. A los
adultos les permite tener una conciencia más positiva sobre ellos mismos.
La técnica consiste en dibujar el contorno del cuerpo (la silueta) en una hoja de
papel tipo estraza. Se colorea la figura humana y el niño dibuja su rostro, ropa, cabello,
etc. También en la silueta escribe las cosas que le gustan de él, por ejemplo: soy
ordenado, amistoso, con habilidades para el futbol y el dibujo. Esto permite que el niño
se centre solamente en lo que le gusta de su personalidad o de su forma de ser.
Javier hizo su silueta, la coloreó y anotó las cualidades que reconocía. Me comentó
que disfrutaba jugar y tener amigos. Cuando terminó le indiqué que podía llevarse a
casa su silueta y que la pegara en algún lugar en donde pudiera observarla; incluso que
le escribiera más cualidades.
Javier salió muy contento de mi oficina y me dijo que pegaría la silueta en su
recámara, junto a su cama.
La edad para la aplicación de esta técnica puede ser desde los seis años, ya que a
partir de esta edad los niños pueden reconocer aspectos de ellos mismos.
DIBUJANDO MI SILUETA
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Pasos:
1. Extiende papel estraza en el suelo, calcula que mida unos 10 cm más que la
estatura de tu hijo.
2. Pídele que se acueste sobre el papel en la posición que él quiera.
3. Con un marcador traza el contorno de su cuerpo.
4. Indícale que dibuje su rostro, cabello, ropa y zapatos o pies.
5. Al terminar la recortará y juntos deberán pegarla en una pared para que él pueda
observarla.
6. Pregúntale: «¿Qué te gusta de… (su nombre)?» Preguntarles en tercera persona les
ayuda a observar la figura como si se tratara de otro niño y esto facilita la
descripción. Otras preguntas que puedes hacerle son: ¿qué cualidades le reconoces?,
¿qué habilidades tiene?, ¿qué admiras de él?, ¿qué hace bien? Todas estas preguntas
le ayudan a enfocar su atención en características positivas de sí mismo.
7. Conforme te vaya dando las respuestas, dile que las anote en la silueta, en la parte
del cuerpo que él escoja. (Así la información quedará evidente para él y podrá
leerla siempre que lo desee.)
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8. Cuando termine pregúntale cómo se sintió y para qué cree que le haya servido la
técnica. Por lo general los niños contestan: «Me sirvió para conocerme mejor»,
«para conocer cómo soy», «para saber mis sentimientos», «para saber lo que me
gusta de mí».
9. Por último, pídele que escoja dónde pegarla y dile que puede escribirle más
características cada vez que lo desee.
¿Por qué funciona esta técnica?
A los niños de la edad de Javier se les dificulta formar un autoconcepto ya que aún no
han desarrollado un criterio para describirse a sí mismos. Cuando les pedimos que nos
hablen de las cualidades que se reconocen, generalmente dirán que las desconocen.
Cuando el niño realiza su silueta y la coloca frente a él, favorecemos el que empiece
a verse desde «afuera» como si se tratara de un observador de sí mismo, y así le
resulta más fácil describir sus cualidades.
Por otro lado, el hecho de que empiece a reconocer lo que le gusta de él, sus
habilidades y sus gustos, le permite ir formando un autoconcepto positivo y, por lo
tanto, nutrir su autoestima.
Evolución de Javier
Cuando su mamá lo llevó a la segunda sesión ya vivían en Querétaro. Él me comentó
que se sentía bien allá, que ya había conocido a otros niños y que estaba empezando a
hacer nuevos amigos. Su mamá corroboró esa información y agregó que se estaba
adaptando bien.
En las siguientes sesiones continué trabajando con Javier en la autoconfianza y en su
autoestima.
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PESADILLAS CON EL
MOCHAOREJAS
La historia de Mariana (5 años)
Mariana había escuchado en la televisión las constantes noticias sobre el Mochaorejas
—un secuestrador que se caracterizó por mutilar a sus víctimas— y desde entonces
estaba muy ansiosa. Tenía frecuentes pesadillas con ese personaje y permanecía
sumamente preocupada pensando que podría llegar a su casa y cortar una oreja a cada
uno de los miembros de su familia.
Mariana era una niña muy inteligente. Cuando la escuché hablar me sorprendió lo
pequeña que era para la fluidez que tenía en su lenguaje. Iniciamos este diálogo:
—Mariana, ya escuché a tu mami, ahora cuéntame tú, ¿qué ocurre?
—El Mochaorejas me da mucho miedo. Siempre estoy pensando en que va a llegar a
mi casa y nos va a hacer algo malo.
—¿Y qué piensas que puede hacerles?
—Hacernos daño, secuestrarnos o matar a alguien de mi familia.
—Dime, ¿cómo fue que empezaste a imaginarte todo esto?
—Por las noticias en la televisión; no me dejan verlas, pero a veces las oigo cuando
mis papás tienen la tele prendida.
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—¿Cuándo sientes más miedo?
—En la noche antes de dormir. Cierro los ojos y me lo imagino a él y lo que nos
puede hacer y aunque mi mamá me dice que piense cosas lindas, no puedo, pues las
pienso un ratito, pero luego luego me pongo a pensar en el Mochaorejas.
Esta última información fue muy importante. Como recordarás, en el primer caso te
conté sobre la historia de Renata y ahí te puntualicé sobre la relevancia de los
pensamientos que tienen los niños cuando se imaginan un momento de angustia o
miedo. Las «películas» de lo que se imaginan que puede ocurrir —aun cuando todavía
no sucede— juegan un papel crucial, pues el cerebro lo toma como cierto y entonces
el cuerpo reacciona experimentando ansiedad.
En este caso, el detonador de la ansiedad de Mariana también era el pensamiento
previo a la sensación: la imaginación sobre lo que el Mochaorejas pudiera hacerle a ella
o a su familia. Entonces continué preguntándole:
—Mariana, cuándo piensas en el Mochaorejas, ¿cómo te lo imaginas?
—Grandote, con una capa negra y unas tijeras en la mano.
Era evidente que tenía una imagen bastante clara sobre él. Entonces decidí usar con
ella la disociación. Te recuerdo que, desde la PNL, la disociación es cuando imaginamos
aquello que nos preocupa desde afuera, como en el caso de Renata (la ansiedad que
sentía imaginando lo que podía ocurrirles a sus padres en la calle) y en el de Rodrigo
(fobia a los perros). Ambos lo hicieron imaginando una pantalla al frente en donde
pudieron proyectar aquello que les generaba ansiedad y fobia respectivamente.
Pero con niños de la edad de Mariana (cinco años) prefiero usar el dibujo como
recurso, ya que pedirles que proyecten lo que piensan puede dificultarse.
Le pedí a Mariana que dibujara en una hoja tamaño carta al Mochaorejas como se lo
imaginaba. Lo hizo como me lo había descrito: grande, con capa y capucha (esto lo
agregó) negras y unas tijeras en la mano. Después, le indiqué que dibujara en una hoja
tamaño rotafolio cómo le gustaría imaginárselo a partir de ahora. Ella lo dibujó con una
especie de túnica blanca, le pintó lunares de colores (después me dijo que se parecía a
una piyama de ella), le puso gorro de dormir y, en lugar de tijeras, dibujó una flor.
Mientras lo iba realizando se divirtió mucho. Le agregó nariz y zapatos de payaso.
Entonces siguió entre nosotras este diálogo:
—Mariana, observa los dos dibujos y dime qué piensas cuando los miras.
—Me gusta mucho el segundo, se ve divertido porque tiene una ropa parecida a mi
piyama, —me dijo sonriendo.
—¿Y cómo te sientes mientras me dices esto?
—Ya no me asusta porque me gusta más el segundo. Me hace reír.
—Si los comparas en tamaño, ¿qué más sientes?
—Ah, pues el primero, como está chiquito, ya no me asusta, es como si este
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Mochaorejas fuera débil. El segundo es más fuerte porque está más grandote.
Luego le pregunté qué quería hacer con el primero y me dijo que destruirlo,
entonceslo rompió en muchos pedacitos y los tiró a la basura.
Para completar mi intervención, inicié una relajación con ella. Le dije lo siguiente:
«Cierra tus ojos, da una respiración muy profunda… ahora quiero que recuerdes la
segunda imagen que hiciste del personaje… (Ya no dije Mochaorejas para quitarle la
asociación del nombre con su estado emocional anterior de ansiedad.) Observa en tu
mente la imagen que dibujaste, su gran tamaño, su ropa blanca con bolitas de colores, su
gorro de dormir, su nariz roja, sus zapatos de payaso y la flor en su mano… (Ella sonrió
cuando escuchó mis palabras.) Ahora imagina que llegas a tu casa y te estás
preparando para dormir, quizá te estás poniendo la piyama o te acabas de lavar los
dientes… tienes la gran oportunidad de probar lo que va a ocurrir diferente. ¿Estás
lista? (De nuevo sonrió y me dijo «sí».) Pues imagina que te metes a tu cama y mamá o
papá apagan la luz de tu cuarto o quizá tú lo haces y entonces empiezas a pensar en la
imagen tan divertida que hiciste del personaje, en la risa que te da cuando la observas
con su túnica blanca, sus bolitas de colores, su gorro de dormir, su nariz roja y zapatos
de payaso… ah, y su flor en la mano… y entonces te sorprende cómo puedes sentirte
tranquila y segura mientras te vas quedando dormida. Y tienes un divertido sueño…
me pregunto qué estarás soñando… (Podía observar cómo sus ojos se movían al estar
creando las imágenes.) Y al día siguiente despiertas contenta y sintiéndote muy feliz
por haber dormido tranquila y segura… ahora puedes seguir imaginando que pasan
más noches, preparándote para dormir y cuando estás en la cama, vuelves a pensar en
el personaje divertido, con su túnica blanca de bolitas de colores, con su gorro de
dormir, su nariz roja, sus zapatos de payaso y su flor en la mano, y te vas quedando
dormida tranquila, segura, soñando… un divertido sueño… despertando feliz… (Seguía
observando su sonrisa y su respiración profunda y relajada, señal importante de que se
imaginaba fácilmente lo que le decía y que, además, se sentía bien.) Ahora puedes dar
de nuevo una respiración profunda y abrir tus ojos».
Decidí hacer esta relajación con Mariana porque esta herramienta ayuda a los niños
a sembrar en su inconsciente. Es decir, ellos van haciendo una asociación entre la nueva
imagen —en el caso de Mariana fue el dibujo en donde transformó al Mochaorejas en
un personaje agradable—, las sensaciones positivas como tranquilidad, seguridad o
diversión, y el contexto en donde desean que ocurra; en este caso es cuando apaga la
luz de su cuarto y se prepara para dormir. De esta manera su cerebro va guardando la
nueva información para reproducirla en los momentos que Mariana escogió.
El estímulo que antes generaba la sensación de angustia y miedo en Mariana era la
imagen negativa que había construido del Mochaorejas. Ahora ella cambió ese estímulo
con la nueva imagen y sus respectivas sensaciones agradables. Con la relajación
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ayudamos al niño a que programe en su cerebro la asociación: «nueva imagen» con
«sensaciones agradables» en «contexto original», como una nueva fórmula:
imagen – sensaciones – contexto
De tal modo que, sin tener que hacerlo de manera consciente, la fórmula se
presenta en automático al estar en el contexto original (cama preparada para dormir).
En ocasiones, al estar en el contexto original, algunos niños conscientemente hacen la
asociación. También está bien, lo más seguro es que con el paso de los días llegue a
ocurrir sin que lo planee hasta que finalmente logre el cambio que se trabajó con la
técnica (dormir tranquilo, estar contento, sentirse seguro) sin que se lo proponga.
Dentro de la relajación yo le indicaba que podía imaginarse soñando un lindo sueño.
Esto le ayudó a seguir visualizando otras cosas que podían ocurrir como consecuencia
de cambiar el estímulo original. Es decir, le sirvió para seguir encontrando qué otras
cosas podría experimentar. Con esto deseaba que las nuevas ideas se sembraran en su
cerebro para la nueva «programación», además sirve para favorecer los resultados
positivos más adelante, pues ya lo imaginaron y lo experimentaron durante la relajación
como algo cierto.
Cuando Mariana abrió sus ojos le pregunté:
—¿Cómo te sientes?
—Tranquila.
—¿Qué pasó cuando imaginaste que te ibas quedando dormida?
—Me acordaba del personaje que inventé y me sentía tranquila y contenta. Me
divertí mucho con mis sueños. (Se rió y mostró una sonrisa amplia, como traviesa.)
—¿Qué soñabas?
—Que estaba en la escuela jugando con mis amigas y le hacíamos una broma a la
miss.
—¿Ah, sí? ¿Qué broma?
—Le dijimos que le regalábamos un chocolate, pero en realidad le dimos la pura
envoltura. (Mientras lo decía sonrió y tapó su boca con su mano en señal de travesura.)
Me reí con ella de su broma y le dije que se llevara a casa el dibujo y lo pegara cerca
de su cama para que cada noche lo viera, y que repitiera el ejercicio todas las veces que
quisiera para hacerlo más poderoso. Esto la sugestionaría al creer que el ejercicio
tendría cada vez más fuerza y, al creerlo, lograría aún mejores resultados. También le
sugerí agregarle otros detalles al dibujo.
Mariana se fue muy contenta ese día, con un estado emocional muy diferente del que
tenía cuando llegó. Días después su mamá me dijo que estaba más tranquila y que
dormía mejor. Ya no tuvo que regresar al consultorio, con una sesión fue suficiente. A
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continuación detallo para ti los pasos de la técnica.
ENCOGIENDO AL VILLANO
Pasos:
1. Pídele a tu hijo que te platique sobre lo que le genera miedo o ansiedad.
2. Pregúntale cómo se lo imagina: personas, personajes, animales, colores y tamaño.
3. Solicítale que dibuje en una hoja tamaño carta todo eso que se imaginó.
4. Pregúntale cómo le gustaría imaginarse a esa(s) persona(s), personaje(s), animal(es),
de manera diferente y divertida. Dale tiempo a que te lo describa. Si por alguna
razón te dijera que no puede, dile: «Y si sí pudieras imaginarlo, ¿cómo sería?» Esta
pregunta es muy poderosa ya que permite que los niños dejen de usar la lógica que
les puede obstruir la imaginación y empiecen a crear a través de la fantasía.
5. Después dale una hoja tamaño rotafolio y dile que dibuje a su personaje, animal,
como lo acaba de imaginar.
6. Pídele que compare ambos dibujos y te diga de qué se da cuenta, cómo se siente
mientras los observa. Lo más común es que te respondan como lo hizo Mariana,
diciendo que el primer dibujo pierde fuerza, ya no le asusta, que el segundo es más
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divertido, más fuerte, más grande.
7. Pregúntale qué desea hacer con el primer dibujo. Por lo general quieren romperlo
o tirarlo a la basura.
8. Después haz la relajación como lo hice con Mariana. Puedes decirle: «Cierra tus
ojos, da una respiración muy profunda… ahora quiero que recuerdes la segunda
imagen que hiciste del personaje divertido… Observa en tu mente la imagen que
dibujaste, su gran tamaño, sus… (menciona características del dibujo, como puede
ser ropa, paisaje, personas involucradas). Ahora imagina que… (aquí describes lo
que sucedía justo antes de que se detonara el miedo o la ansiedad. En el caso de
Mariana era cuando ya estaba en su cama con la luz apagada y empezaba a
imaginarse al Mochaorejas)… y tienes la gran oportunidad de probar lo que va a
ocurrir diferente. ¿Estás listo? (Espera que asienta o sonría. La idea aquí es
generarle expectativa o curiosidad, pues eso ayuda a la sugestión.) Pues imagina
que… (vuelves a mencionar la situación anterior al miedo)… y en eso empiezas a
recordar la imagen tan divertida que hiciste del personaje, la risa que te da cuando
observas sus… (características de su ropa, etc.) y entonces te sorprende cómo
puedes sentirte tranquilo y seguro… ahora puedes seguir imaginando que pasan
más días, y vuelves a pensar en el personaje divertido… (describe aquí las
características del dibujo) y sigues tranquilo, seguro y muy feliz… Ahora puedes dar
de nuevo una respiración profunda y abrir tus ojos».
9. Pregúntale en qué parte de su casa o recámara desea pegarlo.

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