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La funcion escenica de la imagen del cuerpo - Levin

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La función escénica de la imagen del cuerpo
La función de la imagen corporal ha tenido siempre un poder enajenante y estructurante. Para un bebe recién nacido e primer espejo será la mirada de su madre, el niño está dentro de ella, en ese espejo materno; luego podrá imitara, como si el y ella fueran uno, pasando por el tiempo por el tiempo de transitivismo, para finalmente “darse vuelta” y apropiarse de su “propia” imagen, diferenciándose de ella, pero siempre asociada al espejo. El niño solo puede constituirse n un único espejo que primero se construye en el otro para luego afirmarse en primera persona del singular. El niño estructura el lenguaje y la imagen corporal desde la posición del El a la del Yo, sin el (otro), el yo no podría espejarse escénicamente.
El niño establece una relación dialéctica con el espejo donde el yo construye y es construido por el espejo conformando los laberintos sinuosos de la imagen.
El niño tiene que sostener una imagen (en el espejo) a partir del cual pueda desdoblarse y desconocerse para jugar a lo que no es. Al jugar el niño se representa y desmiente su realidad para crear otra, que le posibilitara ponerse en escena haciendo uso de la imagen corporal. A raíz de esto, el niño configura las funciones imaginarias del yo.
En primera instancia, la imagen y el esquema corporal del niño esta en el otro donde se sostiene reflejándose y refractándose. Ante la mirada de su madre, el niño no solo se refleja otorgándole unidad, sino que al mismo tiempo se refracta, este ultimo acto ubica al pequeño en una posición simbólica denominada rasgo uniano.
Postura e imagen frente al espejo
Hay tres momentos. En el primero, el niño y su madre se reflejan. En el segundo el niño cambia su postura buscando la referencia en el otro (madre) quien le confirma que es (existe), es decir, lo hace buscando la referencia del otro donde encuentra su consistencia. Tercero, el niño vuelve a girar sobre su eje, siguiendo la dirección del deseo materno aprehendiendo su imagen reflejada. En estos tres tiempos estructurales la postura se entrelaza en el escenario dramático de la imagen. La representación del propio cuerpo solo puede formarse al exteriorizarse.
La imagen reflejada y la imagen refractada
La imagen reflejada es la que nos permite metaforizar el rasgo unario (la ilusión imaginaria de unidad) y la imagen refractada nos posibilita ubicar metonímicamente la posición simbólica, dramatizada en la conquista del niño cuando gira y confirma en el otro su existencia. No solo basta con que el niño se refleje uniéndose en una imagen, sino que para conquistarla necesita de todo el sustento simbólico que le permitirá apropiarse y hacer uso de ella. Si el niño solo se reflejara en la mirada, la gestualidad o el cuerpo materno sin refractarse quedaría como narciso, tragado y pegado a su imagen, de este modo estaría transitando la psicosis infantil. Si cuando el niño girara para confirmar su imagen el otro no estuviera o no lo refiriera a su imagen con un investimento afectivo quedaría refractado en una posición de objeto sin reflejarse en ninguna imagen, solo le quedaría su cuerpo como cosa, navegando el niño en el campo pre secular y pre pulsional propio del autismo infantil. Tendríamos así una pura refracción sin imagen (autismo) o una pura imagen especular sin refracción (psicosis). El puro reflejo especular se lo denomina reflexión total. En el autismo el espejo funcionaria como una muralla que fragmenta la realidad fractal, es como un eco pétreo que enmudece. El mito de la ninfa eco es el que representa al autismo.
El misterio de la imagen corporal
El misterio es que esta imagen si bien esta unida, no esta completa, esta agujereada, en movimiento, en falta, lo que la torna deseante. Allí reside su valor anticipatorio y a la vez alienante, frente a la inmadurez neuromotriz del bebe en los primeros meses.
La imagen del cuerpo es la huella de la dialéctica ausencia – presencia. El espejo implica un objeto que despierta en el niño el deseo de investigar y curosear. La imagen es un extraño señuelo que funda la creencia en el “si mismo”

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