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Blastocystis hominis Gisela M. García Jorge H. Botero Blastocystis, parásito descrito por primera vez en 1911, fue clasificado como una levadura y considerado, ocasionalmente, como una célula degenerada o un artefacto, cuyo interés especial era evitar confundirlo con el protozoo patógeno Entamoeba histolytica. En 1967 Zierdt lo reclasificó como un protozoo entérico y en la actualidad, con base en estudios moleculares que involucran el factor 1α de elongación (EF-1α), la subunidad ribosómica pequeña (ssrARN, por la sigla en inglés de small subunit ribosomal), la proteína de choque térmico de 70 kDa (HSP-70, por la sigla en inglés de heat shock protein), el factor 2 de elongación (EF-2) y la subunidad B no catalítica de la ATP-asa, se lo ubica dentro de los Stramenopiles o Heterokonta, un grupo heterogéneo que incluye protistas unicelulares y multicelulares de metabolismo heterótrofo o fotosintético, con la siguiente adscripción taxonómica: reino Chromista, subreino Chromobiota, infrarreino Heterokonta o Stramenopiles, subphylum Opalinata, clase Blastocystea, género Blastocystis. Blastocystis infecta animales de muchas especies entre ellas al ser humano; se ha estudiado ampliamente su morfología por microscopía de luz y electrónica, pero muchos aspectos celulares, moleculares, bioquímicos, epidemiológicos, clínicos, taxonómicos y patogénicos aún permanecen inciertos y son motivo de controversia entre los investigadores, a pesar de su continuo estudio.[1] Biología y ciclo celular Este microorganismo, enigma entre los parásitos intestinales, tiene varios estadios morfológicos: vacuolar, avacuolar, multivacuolar, granular, ameboide y quístico (figura 212-1); la forma vacuolar es la que se encuentra con mayor frecuencia en muestras de materia fecal y, por lo tanto, la más utilizada para el diagnóstico. La forma ameboide se observa comúnmente en muestras de materia fecal diarreica; se ha propuesto que la forma quística es la infectiva.[2] Figura 212-1. Morfología de Blastocystis spp. A. Forma vacuolar y quiste, que muestran variaciones en el tamaño (flechas). B. Forma granular con diferentes inclusiones en el interior de una vacuola central (cabezas de flechas). C. Forma ameboide con extensiones citoplasmáticas semejantes a pseudópodos (flecha) [Ref. 2]. El morfotipo vacuolar es el predominante, tanto in vitro como en la materia fecal de pacientes sintomáticos e individuos asintomáticos; presenta grandes variaciones de tamaño que van desde 2 µm hasta 200 µm de diámetro, con una media entre 4 µm y 15 µm. Son formas esféricas, caracterizadas por una vacuola grande central, concéntrica a la membrana externa, que parece tener una función de reserva y ocupa entre 50% y 90% del volumen celular. La vacuola desplaza el citoplasma a una zona periférica estrecha, en la cual se encuentran los núcleos y el resto de organelas: aparato de Golgi, retículo endoplásmico, mitocondrias y ribosomas.[2] La forma granular se encuentra raramente en la materia fecal, pero es común en cultivos in vitro; su diámetro oscila entre 3 µm y 80 µm con un rango medio de 15 µm a 25 µm; al parecer se deriva de la forma vacuolar y distintos factores pueden inducir la transición, entre ellos el aumento de la concentración de suero en el medio de cultivo, la transferencia de los parásitos a medios de cultivo diferentes, la axenización y la adición de ciertos antibióticos. Las formas granulares comparten algunas similitudes con las vacuolares, pero se caracterizan por la presencia de numerosos gránulos en la banda estrecha periférica de citoplasma y, más comúnmente, en la vacuola central. Los gránulos pueden ser cristalinos o inclusiones de tipo mielina, vesículas pequeñas o gotitas lipídicas, o ser de tipo reproductivo relacionados con la fase esquizogónica y la endodiogenia.[2] La forma ameboide es de menor tamaño (2,6 µm a 7,8 µm); se la ha descrito con baja frecuencia en materias fecales y cuando está presente se relaciona con diarreas agudas; también es posible observarla en cultivos muy viejos o que han sido tratados con antibióticos. Es oval con uno o dos seudópodos grandes. Se ha sugerido que esta forma es intermediaria entre la vacuolar y la quística. La forma quística es esférica u ovoide, su tamaño es de 3 µm a 5 µm, se observa en materias fecales y también, aunque raramente, en cultivos. Para esta forma se han descrito diferencias morfológicas entre los aislamientos procedentes de animales y los hallados en las materias fecales humanas. La pared quística es multilaminada y el contenido celular incluye uno a cuatro núcleos, múltiples vacuolas, depósitos de lípidos y glucógeno. Por último, las formas avacuolares y multivacuolares son menos frecuentes y, al parecer, solo pueden observarse in vivo. Asociados a estos diferentes estadios morfológicos, se han sugerido varios tipos de reproducción: fisión binaria, plasmotomia, esquizogonia, esporogonia y endodiogénesis; sin embargo, dada la ausencia de un modelo experimental in vivo, y por los cambios morfológicos influenciados por las condiciones in vitro, ninguno de estos tipos de reproducción se ha podido comprobar en el ser humano; por lo tanto, mientras no se demuestre lo contrario, el único tipo de reproducción aceptado en el ser humano es la fisión binaria.[2] [3] El ciclo de vida de Blastocystis está mal entendido, precisamente por las discrepancias debidas a sus modos de reproducción; el que se ha propuesto sugiere la existencia de genotipos zoonóticos (subtipos 1 a 7), con diferentes especificidades de hospedero. Los seres humanos y los animales se infectan con los quistes que, una vez ingeridos, llegan al estómago y el duodeno, en donde su pared se reblandece por acción de las proteasas gástricas y duodenales; al llegar al colon se completa el desenquistamiento para dar lugar a la forma vacuolar, que se divide por fisión binaria y puede desarrollarse hacia formas ameboides o granulares. Las formas vacuolares continúan el tránsito intestinal en el colon, para luego enquistarse y ser depositadas en las heces (figura 212-2).[2] Figura 212-2. Ciclo de vida Blastocystis spp. Se sugiere la existencia de genotipos zoonóticos (subtipos 1 al 7) con varias especificidades de hospedero. Los seres humanos y animales se infectan por vía oral con los quistes, los cuales se desarrollan hacia la forma vacuolar en el intestino grueso. En el ser humano, la forma vacuolar se divide por fisión binaria y puede desarrollarse hacia formas ameboides o granulares. Las formas vacuolares en la luz del intestino grueso y la forma quística intermedia se rodean de una pared fibrilar gruesa, que se pierde al ser expulsadas al ambiente externo. El subtipo 1 puede tener transmisión cruzada entre mamíferos y aves, mientras que los subtipos 2, 3, 4 y 5 solo infectan: el 2, primates y cerdos; el 3, seres humanos; el 4, ganado vacuno y cerdos; el 5, roedores. Los subtipos 6 y 7 solo se pueden transmitir entre aves. El esquema propuesto sugiere que el ser humano potencialmente se infecta con siete o más especies de Blastocystis y que ciertos animales pueden ser reservorios para la transmisión hacia los seres humanos. Patología y patogénesis Aunque se desconocen los mecanismos de patogenicidad de Blastocystis spp., se sugiere, por las características de fagocitosis de la forma ameboide y por haberla encontrado inicialmente solo en muestras de colonoscopia y en individuos sintomáticos, que esta forma pueda estar jugando un papel importante en el posible daño que este parásito produce en la mucosa intestinal. Se ha informado que Blastocystis spp., puede producir inflamación de la mucosa colónica y aumentar la permeabilidad intestinalcomo una evidencia directa de daño. Algunos datos reportados indican que Blastocystis spp., mediante la secreción de proteasas de cisteína (PC), induce y modula la producción de citocinas proinflamatorias en células del epitelio intestinal, como la interleucina-8 (IL- 8) y el factor estimulante de colonias de granulocitos y macrófagos (GM-CSF), de un modo dependiente del factor nuclear-κB (NF-κB). Las proteasas de cisteína también producen la degradación de las moléculas de inmunoglobulina A secretoria (IgAs), la Ig predominante en la defensa en las superficies mucosas (figura 212-3). Por otra parte, por medio de estudios inmunohistoquímicos, se ha observado en la mucosa cecal cuando hay infección por Blastocystis la presencia de interferón-gamma (INF-γ).[2] [4] Además de los efectos proinflamatorios del NF-κB, su expresión aumentada puede potenciar la replicación y supervivencia del parásito en el interior del hospedero. La producción de IL-8 por los colonocitos causa un aflujo de células inflamatorias, neutrófilos y macrófagos principalmente, que producen daño tisular y alteraciones gastrointestinales, como distribución de la F-actina, pérdida de la resistencia transepitelial (RTE) e incremento de la permeabilidad (figura 212-3).[2] Tomado con modificaciones de la referencia 2. Figura 212-3. Modelo de la patogénesis de Blastocystis spp. La infección por Blastocystis puede resultar en una variedad de alteraciones, a saber: degradación de la IgA secretora, compromiso de la función de barrera del epitelio intestinal, apoptosis de la célula hospedera e inducción de citocinas proinflamatorias. La degradación de la IgA secretora y la alteración de la barrera pueden promover el crecimiento y la invasión de patógenos vecinos. GM-CSF: Factor estimulante de colonias de granulocitos y macrófagos. Por otro lado, la activación sostenida de NF-кB puede también incrementar la expresión de moléculas antiapoptóticas y, por consiguiente, prevenir la muerte de la célula hospedera, lo cual le permite al parásito replicarse; pero la inhibición de la apoptosis no evita la resistencia transepitelial ni el incremento de la permeabilidad, lo cual indica que la apoptosis no cumple un papel importante en afectar la función de la barrera epitelial. Por otra parte, la exposición in vitro del colonocito a Blastocystis induce apoptosis independientemente del contacto célula-parásito.[2] Epidemiología Se cree que la transmisión de Blastocystis puede ocurrir por diferentes rutas: de una a otra persona, de uno a otro animal, de animal a ser humano y posiblemente de ser humano a animal. Varios estudios con diferentes técnicas bioquímicas y moleculares han mostrado alta variabilidad genética entre los aislamientos procedentes de seres humanos, lo cual sugiere que puede haber diferentes especies capaces de parasitarlo. Estos mismos estudios han demostrado semejanzas y diferencias genéticas y antigénicas entre los aislamientos procedentes de seres humanos y de otros animales, por lo que se ha propuesto que este parásito es zoonótico. En este sentido, y recogiendo toda la información reportada hasta la fecha para obtener datos genéticos, de patrones de transmisión y de relevancia clínica, Stensvold en 2007 resumió que existen nueve subtipos de Blastocystis, afianzando la hipótesis de que diferentes subtipos o especies de este género pueden estar asociados con la aparición de síntomas y enfermedad en el hospedero humano.[2] [5] [6] El mecanismo de transmisión más aceptado es el consumo de aguas o alimentos contaminados con quistes (oro-fecal). Los quistes probablemente responsables de la transmisión externa son el estadio más resistente al ambiente: sobreviven en el agua y a temperatura ambiente por más o menos 19 días, son muy pequeños (3 µm a 5 µm) y pueden escapar a algunos de los tratamientos del agua de consumo humano (filtros), pero son muy susceptibles a los cambios extremos de temperatura y al efecto de los desinfectantes comunes.[2] [6] Manifestaciones clínicas El papel patogénico de Blastocystis spp., aún está en discusión; se lo encuentra en el tracto gastrointestinal de muchas personas sanas, asintomáticas, pero no se puede considerar que sea solamente un comensal, pues también se lo ha encontrado asociado a sintomatología en algunos pacientes inmunocompetentes: náuseas, vómito, anorexia, dolor y distensión abdominal, diarrea, flatulencia, tenesmo, urticaria, prurito, raramente hepatomegalia y esplenomegalia y sangrado gastrointestinal, incluyendo el rectal, como complicación de esta parasitosis.[7] [9]Además, se acepta que este parásito es uno de los agentes causales de diarrea del viajero y de diarrea persistente o recurrente en pacientes con sida y otras inmunodeficiencias. También ha sido reportado como agente etiológico de diarrea nosocomial y síndrome de colon irritable.[2] [10] Diagnóstico Aún no existen criterios estandarizados para el diagnóstico de blastocistosis, o enfermedad de Zierdt-Garavelli, pero debe tenerse en cuenta que en una muestra de materia fecal se pueden encontrar varios estadios del parásito con diferencias de tamaño y forma, algunos de los cuales son difíciles de identificar por microscopía de luz (figura 212-4).[11] En todo el mundo, la mayoría de los laboratorios solo informan el parásito cuando observan, al examen directo con solución salina y lugol, más de cinco formas de Blastocystis spp., por campo de 400 aumentos; sin embargo, y debido a los informes de casos en los que se asocia la producción de sintomatología con una cantidad menor de parásitos, inclusive con la observación de uno solo, se insiste en la necesidad y obligatoriedad de reportar siempre su presencia en las muestras de materia fecal, ya sea de pacientes sintomáticos o asintomáticos.[2] [12] Tomada de: Montoya MM, Gómez VA y Agudelo SP. En: Atlas de Parasitología. Editorial Corporación para las Investigaciones biológicas-CIB; 2011. p.38. Figura 212-4. Forma granular de Blastocystis, que es esférica, con sus gránulos citoplasmáticos característicos y rodeada de una cubierta gruesa. El informe que se propone es como sigue: “Se observan Blastocystis spp., más de cinco por campo” o se “Se observan Blastocystis spp., menos de cinco por campo”. Se recomienda no reportar ni la forma observada ni la especie, dada la dificultad para la diferenciación morfológica con microscopía de luz y la variabilidad genética demostrada que evidencia la posibilidad de varias especies o subtipos de este parásito.[2] [12] Aunque el análisis de laboratorio más utilizado para el diagnóstico es el examen directo, con solución salina y lugol, también se utilizan otras técnicas especialmente para los morfotipos de menor tamaño y más difíciles de diferenciar en un examen directo; son ellas: las coloraciones tricrómica, de hematoxilina férrica, Giemsa y Wright y varios tipos de cultivos; lo más importante de estos es la exigencia de un ambiente de anaerobiosis estricta, que permita el crecimiento y diferenciación de este protozoo; se debe tener presente que las condiciones de estos cultivos pueden inducir cambios morfológicos diferentes a los observados en la materia fecal o en material obtenido por colonoscopia.[2] [12] Para el diagnóstico de Blastocystis, no se pueden usar técnicas de concentración como la de flotación con sulfato de zinc porque pueden destruir las formas vacuolares, multivacuolares y granulares; por ello se recomienda la técnica de concentración formol-éter, muy útil para la observación de formas quísticas, que en algunas ocasiones son las únicas observables en materia fecal. TratamientoEl medicamento de elección es el metronidazol a la dosis de 250 mg, tres veces al día (750 mg por día), durante 10 días; está indicado para todo paciente con sintomatología que tenga deterioro del estado general, sea que se observan más de cinco o menos de cinco Blastocystis spp., por campo de 400 aumentos, y estrictamente cuando no se haya demostrado ningún otro patógeno (virus, bacterias, hongos, protozoos o helmintos) que pueda estar causando el daño e induciendo las manifestaciones clínicas.[2] [13] [14] Ante este panorama, el médico puede encontrarse con varios escenarios que debe tener en cuenta antes de decidirse a formular el tratamiento: 1) paciente asintomático con informe de más de cinco o menos de cinco Blastocystis spp., por campo (400x), sin ningún otro patógeno: la conducta es educar al paciente e indicarle que consulte nuevamente en caso de presentar sintomatología gastrointestinal. El tratamiento no está indicado en estos casos; 2) paciente con sintomatología gastrointestinal, con reporte de más de cinco o menos de cinco Blastocystis spp., por campo (400x) y otros protozoos y/o helmintos patógenos: la conducta es prescribir el tratamiento específico para los patógenos diferentes a Blastocystis y hacer seguimiento clínico. Si el paciente no mejora de su sintomatología y en la materia fecal continúa presente Blastocystis se debe iniciar el tratamiento para este; 3) paciente sintomático con Blastocystis spp., más de cinco o menos de cinco por campo (400X), sin ningún otro patógeno asociado: la conducta es el tratamiento para Blastocystis y el seguimiento clínico. Finalmente, teniendo en cuenta el panorama expuesto, se considera a Blastocystis spp., como un parásito entérico de distribución mundial, que afecta tanto a adultos como a niños y tanto a individuos inmunocompetentes como a pacientes inmunocomprometidos, cuyos mecanismos de daño, principalmente a la mucosa colónica, están por describir; pero las evidencias apuntan a la alta probabilidad de aceptar este parásito finalmente como un patógeno y apoyan la hipótesis de diferentes especies o subtipos de Blastocystis que parasitan al ser humano, algunos de los cuales pueden causarle daño y otros no; por esta razón siempre se debe reportar la presencia del parásito en las muestras de materia fecal y dejar que sea el médico, según su criterio, quien defina la necesidad de tratamiento específico. El parásito se debe informar sin indicar la especie; para las condiciones de Colombia, los exámenes directo y por concentración con formol éter siguen siendo los de elección para el diagnóstico de Blastocystis. BIBLIOGRAFÍA 1. Zierdt CH, Rude WS, Bull BS. Protozoan characteristics of Blastocystis hominis. Am J Clin Pathol. 1967; 48(5): 495-501. 2. Tan KS. New insights on classification, identification, and clinical relevance of Blastocystis spp. Clin Microbiol Rev. 2008; 21(4): 639- 65. 3. Zhang X, Qiao JY, Zhou XJ, Yao FR, Wei ZC. Morphology and reproductive mode of Blastocystis hominis in diarrhea and in vitro. Parasitol Res. 2007; 101(1): 43-51. 4. Iguchi A, Yoshikawa H, Yamada M, Kimata I, Arizono N. Expression of interferon gamma and proinflammatory cytokines in the cecal mucosa of rats experimentally infected with Blastocystis spp. strain RN94-9. Parasitol Res. 2009; 105(1): 135-40. 5. Tan KS. Blastocystis in humans and animals: new insights using modern methodologies. 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