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Coccidioidomicosis Ricardo Negroni La coccidioidomicosis es una micosis sistémica, endémica, producida por hongos dimorfos del género Coccidioides: C. immitis y C. posadasii. Ambas especies son morfológicamente iguales y producen una enfermedad idéntica, pero son filogenéticamente diferentes. La primera especie citada corresponde a las cepas californianas, en tanto que la otra ha sido encontrada en las restantes zonas endémicas.[1-3] En lo sucesivo para este texto citaremos el agente causal simplemente como Coccidioides. Estos son microorganismos geófilos, que infectan al hombre y otras especies de animales por vía inhalatoria. La mayoría de las infecciones cursan en forma asintomática, pero, dependiendo del inóculo infectante o de la deficiencia de la inmunidad mediada por células del hospedero, pueden observarse formas progresivas y sintomáticas de infección, tanto en los pulmones como en otros órganos.[4] Microbiología El hábitat de Coccidioides es la tierra de zonas desérticas, en donde se encuentra en su forma micelial, la misma que se desarrolla también en los medios de cultivo empleados en el laboratorio. Aparece como colonias blanquecinas o blanco-grisáceas y de micelio aéreo algodonoso. El examen microscópico muestra hifas hialinas, ramificadas y septadas, con ensanchamiento en forma de raqueta en algunos septos y cadenas de artroconidias. Algunas de estas tienen forma de pequeños toneles, de 3 µm a 5 µm de diámetro, poseen pared celular gruesa y refringente, se intercalan con segmentos que aparecen como vacíos, los que facilitan la separación de las artroconidias. Estas últimas son muy resistentes a los cambios de temperatura y humedad y constituyen los elementos infectantes en la naturaleza y en los laboratorios de micología. Si bien Coccidioides es un hongo dimorfo (micelio y esférulas) en las condiciones habituales de cultivo desarrolla su forma micelial tanto a 28ºC como a 37ºC.[4] [5] Al penetrar en los tejidos de un hospedero animal las artroconidias aumentan de tamaño, se tornan esféricas e incrementan el espesor de sus paredes celulares. En su interior se produce una división rápida de los núcleos, seguida de una separación interna del citoplasma que rodea a cada núcleo, lo que da origen a la formación de numerosos endosporos. El diámetro de estas esferas es de 10 µm a 100 µm y el número de endosporos es variable, llegando a varias centenas. En condiciones naturales estas esferas estallan al alcanzar la madurez y liberan los endosporos que reproducen el ciclo; si son depositados en la tierra o en un medio de cultivo común germinan y producen la forma micelial. Se ha conseguido la producción de esferas in vitro en medios líquidos, ricos en proteínas, con corriente de CO2 e incubados a temperaturas superiores a 37ºC.[3-5] Debe tenerse en cuenta que la forma micelial de Coccidioides es muy infectante y sus cultivos deben manejarse bajo estrictas condiciones de bioseguridad, en cámaras con flujo laminar, de nivel III. Estos microorganismos contienen loci de apareamiento similares a los de los ascomicetos, aunque no se ha descubierto su forma teleomorfa (sexuada).[6] Los hongos del género Coccidioides son genéticamente heterogéneos y aun los pertenecientes a la misma especie muestran diferencias entre sí, pero los de una misma área son idénticos, como sucede en Suramérica.[2] Patogénesis e inmunidad Habitualmente la infección primaria se produce por la penetración de artroconidias, a través del aparato respiratorio, hasta el alvéolo pulmonar. Allí las fagocitan los macrófagos y se transforman en esferas que maduran, producen endosporos y, cuando estallan, los endosporos liberados reinician el ciclo. La respuesta inflamatoria inicial es supurativa, más tarde las esferas provocan la atracción de macrófagos, y se inicia así la formación del granuloma epitelioide. Durante las primeras dos semanas suele haber un equilibrio entre la supuración y la producción de granulomas y la infección progresa localmente, para luego invadir los ganglios linfáticos satélites. En esta fase inicial la inmunidad innata desempeña un papel muy importante mediante los receptores Toll y los macrófagos presentadores de antígeno que, junto con los antígenos mayores de histocompatibilidad de tipo II, informan sobre los antígenos de Coccidioides a los linfocitos T ayudadores, que de esta forma quedan sensibilizados e inician la producción de citocinas. Por lo general la respuesta predominante es de tipo Th1, con producción activa de IL-2, IL-12 e INF-g, que activan a los macrófagos e inducen la formación de granulomas epitelioides compactos, con gran capacidad para controlar la infección.[2] [7]. En estos casos la estimulación de la inmunidad humoral es escasa, se generan bajos niveles de anticuerpos de los tipos IgM e IgG y no se forman inmunocomplejos. Clínicamente la infección evoluciona a la resolución espontánea. Por el contrario, en los pacientes con baja capacidad defensiva, la respuesta de los linfocitos T sensibilizados es de tipo Th2 con producción de IL-4 e IL-10, la activación de los macrófagos es ineficaz, la respuesta inflamatoria se caracteriza por la formación de granulomas laxos, con escasa capacidad de controlar la infección, hay una intensa estimulación de los linfocitos B, que producen altos niveles de IgM, IgG e IgE, con eosinofilia sanguínea y tisular. Con frecuencia se producen inmunocomplejos, que activan el complemento por la vía alterna e incrementan la depresión de la inmunidad mediada por células.[2] [7] [8] Se ha comprobado, por lo tanto, que en animales de experimentación y en seres humanos el control de la infección depende del buen funcionamiento de la inmunidad mediada por células, con respuesta de los linfocitos T de tipo Th1. Por esta razón, la positividad de la prueba cutánea con coccidioidina es un índice de buen pronóstico, en tanto que su negatividad, especialmente si se acompaña de hiper- IgE, eosinofilia y formación de inmunocomplejos presagia la diseminación de la micosis.[4] Debido al inadecuado funcionamiento de los mecanismos inmunitarios antes explicados, los pacientes con sida, los receptores de trasplantes alogénicos y los tratados con corticosteroides en dosis altas presentan una alta predisposición a padecer formas graves de coccidioidomicosis.[9] Cuando la primoinfección cura y la prueba cutánea vira de negativa a positiva, la persona queda con un alto grado de inmunidad a las reinfecciones exógenas. En las primoinfecciones que no se autolimitan, la micosis progresa por vía linfática hasta el conducto torácico, se vuelca al torrente circulatorio, y así se disemina por vía sanguínea a todo el organismo. Las lesiones extratorácicas se sitúan más comúnmente en los tejidos blandos, los ganglios linfáticos, la piel, los huesos y articulaciones y el sistema nervioso central. Epidemiología Las áreas endémicas de esta micosis están limitadas al continente americano. La zona más importante, por extensión y número de habitantes, se sitúa en el suroeste de los Estados Unidos y el noroeste de México, abarca el sur de California, Arizona, Nuevo México y el oeste de Texas, así como el litoral Pacífico y los estados de Sonora y Chihuahua en México.[10-12] Además se han registrado casos autóctonos de esta micosis en zonas áridas de Guatemala y Honduras, en los estados de Lara, Falcón y Zulia en Venezuela, en la Guajira, el Cesar y el Bajo Magdalena en Colombia, en los estados de Piauí, Maranhao, Ceará y Bahía, en Brasil, en las provincias occidentales y centrales de la República Argentina y en el noroeste de Paraguay.[1] [11] [13-15] Estas áreas tienen con frecuencia, pero no siempre, un clima continental, con índices pluviométricos inferioresa los 500 mm anuales, con suelos salitrosos y alcalinos, veranos largos y calurosos, inviernos cortos y con pocas heladas y vegetación escasa, espinosa. Suele haber una frecuencia estacional variable de las infecciones, que son más comunes en los veranos secos que siguen a estaciones lluviosas.[1] [8] La delimitación de las zonas endémicas se ha realizado por medio de las pruebas cutáneas con coccidioidina: en el sur del estado de California el 90% de los habitantes son coccidioidino-positivos y se producen más de 100.000 nuevas infecciones anualmente.[11] En condiciones habituales no hay transmisión de la coccidioidomicosis de persona a persona, ni de los animales a los seres humanos. Sin embargo, se han producido infecciones interhumanas en trabajadores de la salud que cambiaron yesos y curaciones que habían estado en contacto con lesiones cutáneas ulceradas o supurativas durante varios días; igualmente, las cavidades quísticas pulmonares suelen albergar la forma micelial, constituyendo una posible fuente de infección. También se ha producido la transmisión interhumana de esta micosis por el trasplante de un órgano procedente de una persona con infección latente.[1] [2] [11] Se han observado brotes epidémicos de coccidioidomicosis ocasionados por la dispersión de artroconidias, como consecuencia de tormentas de viento o terremotos que diseminaron los elementos infectantes fuera del área endémica o incrementaron el número de infecciones dentro de ella. También se han producido epidemias cuando un número importante de personas susceptibles (por ejemplo reclutas), se expone simultáneamente a una fuente masiva de infección.[1] [10] En las regiones endémicas la mayor parte de las infecciones se producen durante los primeros años de la vida y son con frecuencia asintomáticas. Por el contrario, los viajeros o inmigrantes suelen padecer formas clínicas más graves. Las intradermorreacciones con coccidioidina demuestran que hombres y mujeres se infectan por igual; sin embargo, las formas sintomáticas y progresivas de coccidioidomicosis son más frecuentes entre los adultos de sexo masculino. También se ha observado una mayor predisposición de los afroamericanos y los descendientes de filipinos a presentar formas graves de coccidioidomicosis.[4] El sida, la diabetes, los trasplantes de órganos y los tratamientos prolongados con corticosteroides y más recientemente el empleo de inhibidores del factor de necrosis tumoral alfa, incrementan la frecuencia de formas progresivas y diseminadas de esta micosis. [2] [8] También las infecciones que se adquieren durante el segundo y tercer trimestres del embarazo suelen tener un curso grave.[2] Este último hecho se puede explicar por una menor actividad de la inmunidad mediada por células durante la gravidez y porque los estrógenos aceleran la maduración de las esferas de Coccidioides. En la actualidad el factor predisponente más importante para presentar formas progresivas y graves de coccidioidomicosis es la infección por el VIH, especialmente cuando los recuentos de células CD4 son inferiores a 200/µL. En las áreas endémicas, el 10% de los enfermos VIH-positivos, presentan coccidioidomicosis activa y en un número considerable es la primera manifestación clínica de sida.[1] [16] Ciertas actividades facilitan la infección y la inhalación masiva de artroconidias: agricultores, obreros de la construcción, cavar y remover tierra para la construcción, durante trabajos arqueológicos o actividades militares y el juego de béisbol. En Brasil se observa la infección entre los cazadores de armadillos.[1] [15] Las zonas endémicas pueden sufrir modificaciones por las obras de irrigación, asfalto y agricultura, que alteran el hábitat de Coccidioides, reduciendo su supervivencia o por el ingreso de inmigrantes susceptibles a una región endémica. Se ha confirmado la infección por fómites (productos agrícolas y encomiendas contaminadas con tierra) de las áreas endémicas, tanto en Europa como en Asia. Sin embargo, no es un arma eficaz para el bioterrorismo. En las últimas dos décadas se ha producido un aumento importante de la incidencia de formas sintomáticas de coccidiodomicosis en los estados de California y Arizona. En el primero debido a una intensa sequía seguida de lluvias en 1991 y a un terremoto en 1994, así como a nuevas construcciones; y en Arizona motivada por una continua inmigración de adultos mayores, procedentes de áreas no endémicas y con comorbilidades que predisponen a presentar formas progresivas de esta micosis.[2] [11] [17-22] Manifestaciones clínicas Coccidioidomicosis primaria. Alrededor de 60% a 70% de las infecciones cursan sin síntomas o con manifestaciones clínicas muy leves o inespecíficas. La mayor parte simulan cuadros gripales, predominan los síntomas respiratorios y evolucionan hacia la resolución espontánea en un par de semanas. Solo se las reconoce cuando se comprueba el cambio de negativa a positiva de la prueba cutánea de hipersensibilidad retardada con coccidioidina o esferulina. La forma pulmonar primaria o neumonía focal primaria se presenta con fiebre, tos seca, dolor torácico, astenia profunda, dolores articulares, cefalea y sudores nocturnos. Raras veces la tos se hace productiva con secreción mucopurulenta o hemoptoica. Los exámenes complementarios de laboratorio suelen mostrar aceleración de la eritrosedimentación y leucocitosis sanguínea con eosinofilia.[4] [8] En la tercera parte de los casos se producen erupciones cutáneas, la más precoz de las cuales es el eritema tóxico, de aspecto purpúrico y difuso, que se presenta al comienzo de los síntomas clínicos. El eritema nodoso se presenta en adultos, especialmente del sexo femenino, es nodular, doloroso y afecta los miembros inferiores; por el contrario, el eritema multiforme se presenta tanto en niños como en adultos, y en ambos sexos por igual, afecta la parte superior del cuerpo, es eritemato-vesículo-ampollar y pruriginoso. En general, la presencia de estas lesiones cutáneas se acompaña de intradermorreacciones específicas fuertemente positivas y de evolución a la autolimitación del proceso infeccioso.[11] Radiológicamente se comprueban infiltrados difusos, lobares o segmentarios, acompañados, en un tercio de los casos, de adenomegalias hiliares. Las adenopatías del mediastino superior se observan con menor frecuencia. Un 10% de los enfermos presentan derrame pleural de tipo serofibrinoso y más raramente pericarditis con igual tipo de exudado. En el 90% de los casos esta neumonía primaria se resuelve sola en tres a cuatro semanas.[4] Coccidioidomicosis pulmonar crónica Cuando los síntomas generales de la neumonía primaria persisten por más de seis semanas, es frecuente la evolución hacia una forma pulmonar crónica. Este es un cuadro seudotuberculoso, con fiebre vespertina, pérdida de peso, astenia, sudores nocturnos, tos, expectoración mucopurulenta y hemoptisis. Radiológicamente presenta infiltrados heterogéneos biapicales con nódulos, tra zos lineales de fibrosis, cavidades y engrosamientos pleurales. Neumonía difusa. Este es un cuadro clínico infrecuente que puede ser el resultado de una inhalación masiva de artroconidias o de la diseminación hematógena aguda de la coccidioidomicosis, esto último sucede con mayor frecuencia en pacientes con sida. En las infecciones inhalatorias masivas suelen detectarse los antecedentes de haberse expuesto a la infección, así como alguna otra persona que estuvo expuesta simultáneamente y que presenta un cuadro clínico similar. Los pacientes presentan fiebre, astenia y dificultad respiratoriacreciente; radiológicamente las imágenes son de tipo retículo-nodulillar, miliares (1 mm o 2 mm de diámetro) o mayores (figura 188-1). Por lo general la sintomatología se inicia dos semanas después del contacto infectante. En los casos que resultan de la diseminación hematógena, a los síntomas anteriores se suman los de una sepsis grave con falla multiorgánica. El pronóstico es grave: 75% de los enfermos fallece en un mes. Con frecuencia, los hemocultivos permiten aislar Coccidioides.[8] Figura 188-1. Radiografía de tórax de un hombre con lesiones miliares y nodulares por coccidioidomicosis como complicación de sida. Secuelas de la infección primaria. Tras la involución de la neumonía inicial pueden quedar secuelas en el parénquima pulmonar y los ganglios del hilio pulmonar, a saber: calcificaciones, zonas de fibrosis, bronquiectasias, cavidades de paredes finas y aspecto quístico (figura 188-2) y lesiones numulares o nódulos de mayor tamaño, hasta de cinco centímetros de diámetro, únicos o múltiples, llamados coccidioidomas. La mayoría de estas secuelas son asintomáticas y se descubren en exámenes radiológicos de rutina. Las cavidades de paredes finas suelen ser únicas, sin infiltrados pulmonares pericavitarios y presentan complicaciones.[4] [8] La más común de estas es la hemoptisis, pero también pueden ocurrir infecciones sobreagregadas por bacterias o por hongos del género Aspergillus y, más raramente, se abren hacia la cavidad pleural, dando origen a una fístula broncopleural y a pioneumotórax. Figura 188-2. Radiografía de tórax que muestra una cavidad de paredes delgadas en el lóbulo superior izquierdo. Esta cavidad corresponde a una lesión residual de una neumonía consolidada en esa región, que se resolvió sin tratamiento. Cortesía del doctor J. Fierer, University of California, San Diego, Ca, USA. Coccidioidomicosis diseminada. La diseminación de Coccidioides, a partir del foco pulmonar, se hace por las vías linfática y sanguínea. Prácticamente todos los órganos, incluyendo el propio pulmón, pueden ser afectados; las localizaciones más frecuentes son la piel, el tejido celular subcutáneo, los ganglios linfáticos, los huesos y articulaciones y el sistema nervioso central (SNC). La diseminación puede producirse a continuación de la infección pulmonar primaria o por la reactivación de focos latentes después de varios años de producida la misma. Las lesiones cutáneas son muy variadas: pápulas, tubérculos, pústulas, úlceras y placas elevadas de aspecto vegetante. Estas lesiones verrugosas son las más comunes y suelen situarse en la cara; también son comunes los nódulos, que pueden evolucionar a gomas y se ulceran o fistulizan (figura 188-3). El ketoconazol, que fue el primer compuesto azólico utilizado en esta micosis sistémica, no se aconseja actualmente debido a su escasa eficacia y alto índice de recidivas.[25] Figura 188-3. Múltiples nódulos ulcerados en la pierna de un hombre con coccidioidomicosis diseminada crónica. Cortesía del doctor J. Fierer, University of California, San Diego, Ca, USA. Con cierta frecuencia las lesiones cutáneas aparecen en lugares de traumatismos no punzantes, posiblemente por un lugar de menor resistencia (locus minoris resistentiae). Los abscesos subcutáneos son fríos, cubiertos por piel de color rojo-violáceo y se fistulizan o ulceran.[3] [10] Las adenomegalias se sitúan en la región cervical o supraclavicular y, como los nódulos o abscesos, se ulceran o fistulizan hacia la piel, produciendo un cuadro similar al del escrofuloderma tuberculoso. Las lesiones óseas se ubican más comúnmente en las vértebras, en las que producen destrucción, con imágenes osteolíticas que ocasionan el colapso de la vértebra (figura 188-4). La resonancia nuclear magnética permite demostrar que los discos intervertebrales son respetados. El proceso suele extenderse a los tejidos vecinos afectando la duramadre, ocasiona epiduritis y compresión de la salida de los nervios periféricos (meningo-mielorradiculitis). También las colecciones purulentas pueden propagarse por la vaina del músculo psoas hacia el triángulo de Scarpa, tal como lo hace la tuberculosis ósea en el mal de Pott. La articulación de la rodilla es la afectada con más frecuencia, con dolor crónico, tumefacción, derrame purulento e impotencia funcional. La resonancia nuclear magnética permite observar la destrucción de los huesos vecinos y los meniscos y el engrosamiento de la sinovial.[2] [4] [8] Figura 188-4. Radiografía de los huesos del pie de un hombre samoano con coccidioidomicosis diseminada. Nótense los cambios quísticos destructivos de los huesos cuneiforme y navicular de la parte media del pie, con pérdida de los espacios articulares normales. Cortesía del doctor J. Fierer, University of California, San Diego, Ca, USA. La localización más grave de la coccidioidomicosis diseminada es la del SNC. Puede presentarse como una meningitis linfocitaria de evolución subaguda o crónica, o como un granuloma cerebral abscedado. La primera eventualidad es más común; se inicia con cefaleas y cambios de conducta, luego se agregan vómitos, convulsiones, confusión mental y rigidez de nuca. Suele ser una complicación temprana de la coccidioidomicosis diseminada y en más de la mitad de los casos se presenta aisladamente. El líquido cefalorraquídeo es claro, con pleocitosis linfocitaria (100 a 1.000 células/µL), a veces presenta eosinófilos, hiperproteinorraquia, hipoglucorraquia e hipoclorurorraquia. Debido a sus características físico-químicas y citológicas, suele confundirse con la meningitis tuberculosa. La respuesta a los tratamientos antifúngicos es muy variable y su más temible complicación es la hidrocefalia, que se evidencia por el aumento de la presión de apertura del LCR durante la punción lumbar y mediante los estudios de tomografía axial computarizada o resonancia nuclear magnética. Esta última permite reconocer si la hidrocefalia es comunicante o no, cuando el acueducto de Silvio es visible. La demencia es una consecuencia frecuente de la hidrocefalia crónica. Otra complicación grave es la vasculitis cerebral, que ocasiona signos focales de aparición brusca, como parálisis, coma franco y LCR hemorrágico.[2] [4] [6] [11] [23] En los pacientes con afectación de la inmunidad mediada por células es más frecuente la coccidioidomicosis progresiva y diseminada. Las principales causas son la infección por el VIH, los tratamientos crónicos con corticosteroides, los inhibidores del factor de necrosis tumoral alfa y los trasplantes alogénicos de órganos. Debe incluirse también el embarazo, especialmente cuando la infección se adquiere durante el segundo o tercer trimestre. En estos casos la enfermedad será tanto más grave cuanto más avanzada esté la gestación. Afortunadamente Coccidioides raras veces pasa la placenta e infecta al recién nacido. En los pacientes VIH positivos, la coccidioidomicosis suele presentarse como una manifestación tardía, la mayoría tiene recuentos de células CD4 positivas inferiores a 50/µL. La manifestación clínica habitual es la neumonía difusa, con cuadro clínico general grave, imágenes radiológicas retículo-nodulillares y frecuente evolución fatal.[1] [2] [11] [16] Diagnóstico El diagnóstico de las formas pulmonares de coccidioidomicosis se lleva a cabo mediante el examen micológico de las secreciones respiratorias (esputo, lavado bronquial y lavado broncoalveolar), así como de muestras clínicas procedentes de otros órganos, como biopsias cutáneas, óseas, etc. El examen microscópico directo se hace en el estado fresco, entre portaobjetos y cubreobjetos, con unagota de hidróxido de potasio al 10% o 20 %. Solo la quinta parte de las muestras con cultivos positivos para Coccidioides presentan esferas en este estudio. Puede mejorarse la sensibilidad del examen microscópico con el empleo del microscopio de fluorescencia y montaje de la preparación con blanco calcoflúor o examinando extendidos teñidos con metenamina-plata de Grocott. Coccidioides se desarrolla bien y en forma rápida en todos los medios de cultivo empleados en micología, incluido el agar-sangre. La incubación se hace de preferencia a 35ºC y a los tres a cinco días se observan colonias algodonosas blanquecinas. Estos cultivos se pueden reconocer rápidamente mediante la prueba de exoantígenos y la identificación de su ADN, usando un equipo comercial de hibridación.[2] [4] [5] La primera de estas pruebas se lleva a cabo mediante una reacción de inmunodifusión en gel de agar con un suero patrón de conejo y un antígeno de control. Debe recordarse que el manejo de cultivos de C. immitis es peligroso, no deben usarse placas de Petri y solo debe ser efectuado por personal entrenado y bajo estrictas condiciones de bioseguridad.[4-8] La inoculación a animales, tanto de muestras clínicas como de cultivos, es habitualmente innecesaria. En las lesiones extrapulmonares el material de elección es la biopsia y en ella debe efectuarse el estudio histopatológico de la porción fijada en formol y los cultivos de la parte recogida en solución fisiológica estéril. Con esta última muestra se procede como en el caso de las secreciones respiratorias. El estudio histopatológico es de gran utilidad; si bien las esferas suelen observarse en los cortes teñidos con hematoxilina-eosina, se obtiene una mejor definición con las técnicas de coloración de PAS (por la sigla en inglés de periodic acid Schiff) y Grocott (figuras 188-5 y 188-6).[5] Figura 188-5. Nódulo linfático que muestra múltiples esférulas de variado tamaño y una reacción inflamatoria mixta que incluye un microabsceso resultante de la ruptura de una esférula. Tinción de hematoxilina-eosina 20X. Cortesía del doctor J. Fierer, University of California, San Diego, Ca, USA. Figura 188-6. Esférula de Coccidioides dentro de un granuloma pulmonar. Se removió el tejido correspondiente porque una radiografía de tórax resultó anormal y se consideró que era una neoplasia. Tinción de Gomori-Metenamina 40 X. Cortesía del doctor J. Fierer, University of California, San Diego, Ca, USA. Las pruebas serológicas son de particular utilidad en la orientación diagnóstica de las formas pulmonares y meníngeas y para seguir la evolución de la coccidioidomicosis, en especial cuando se desea evaluar la eficacia de un tratamiento. Básicamente estas pruebas consisten en demostrar anticuerpos contra dos tipos de antígenos de Coccidioides: un polisacárido termoestable de la cara interna de la pared celular que reacciona con anticuerpos de tipo IgM y se emplea en las pruebas de precipitación en tubo, aglutinación de partículas de látex e inmunodifusión en gel de agar con coccidioidina calentada. Y el antígeno termolábil que es proteico, con actividad de quitinasa, se ubica en el citosol del hongo y se usa para las reacciones de fijación de complemento e inmunodifusión, con coccidioidina sin calentar, reacciona con anticuerpos de tipo IgG. Con fines diagnósticos se emplean la prueba de inmunodifusión con coccidioidina calentada y sin calentar y la prueba clásica de fijación de complemento. Esta última permite además cuantificar el título de anticuerpos: cuanto más altos sean estos, más seguro es el diagnóstico de infección progresiva.[3] [8] Los tratamientos exitosos disminuyen los títulos de esta prueba y llegan a negativizarla. Estas reacciones se pueden efectuar en LCR, en el cual la demostración de anticuerpos IgG por inmunodifusión o fijación de complemento es positiva en 75% de los casos, en tanto que los cultivos resultan positivos solo en 50%.[2] [11] También hay equipos comerciales para ensayo inmunoenzimático (ELISA), que miden anticuerpos de los tipos IgM e IgG; son muy sensibles, pero presentan un número significativo de reacciones positivas falsas. Se cuestiona seriamente su valor como reacción serológica única.[24] También se utiliza un equipo de ELISA para detectar antígenos de Coccidioides en orina, lo que es particularmente útil en enfermos con inmunodeficiencias graves.[2] La intradermorreacción con coccidioidina o con esferulina tiene escaso valor diagnóstico. Se positiviza alrededor de dos semanas después de la infección y persiste en tal condición durante muchos años. Es una reacción de hipersensibilidad retardada, que se ejecuta y se lee en forma similar a la prueba de Mantoux con PPD. Solo tiene valor diagnóstico de infección actual, cuando se comprueba el viraje de negativo a positivo, en una persona recién ingresada al área endémica o que presente un cuadro respiratorio agudo. Esta prueba suele ser negativa en enfermos con coccidioidomicosis muy grave y, en estos casos, se acompaña de pruebas serológicas positivas con títulos altos, lo que indica mal pronóstico. Cuando el paciente mejora con el tratamiento específico, recupera la reactividad de la prueba cutánea. La esferulina es más sensible que la coccidioidina.[8] Tanto en las pruebas cutáneas como en las serológicas, hay reacciones cruzadas con antígenos de Histoplasma capsulatum y Blastomyces dermatitidis. Aunque existen varias pruebas que muestran la utilidad de la PCR para el diagnóstico de esta micosis, utilizando los procedimientos de PCR anidada y en tiempo real, no existe ningún equipo comercial para estas reacciones.[2] [11] Tratamiento La anfotericina B y los compuestos azólicos son los medicamentos antifúngicos empleadas en coccidioidomicosis.[25] [26] Habitualmente las neumonías focales en personas inmunocompetentes no necesitan tratamiento antifúngico. Solo en circunstancias especiales deben recibir medicación específica, como los casos con sintomatología muy grave por haber recibido un inóculo infectante masivo y en personas con alguna causa de inmunodeficiencia. Las secuelas de la primoinfección como las bronquiectasias, los nódulos calcificados, los coccidioidomas y las cavidades quísticas no requieren tratamiento antifúngico. Los pacientes con cavidades quísticas que dan cultivos de las secreciones bronquiales positivos para Coccidioides, deben ser tratadas, pero los antifúngicos no suelen ser muy eficaces en estos casos.[8] [10] Cuando se producen fracasos terapéuticos o en casos con hemoptisis reiteradas o masivas, está indicada la extirpación quirúrgica de la cavidad mediante una lobectomía. Todos los pacientes con formas pulmonares crónicas y diseminadas deben ser tratados. En general frente a pacientes con procesos muy graves o rápidamente evolutivos se opta por la anfotericina B.[27] Este medicamento se aplica por vía intravenosa, las dosis diarias son de 0,7 a 1 mg/kg de peso y la dosis total debería alcanzar los 40 mg/kg de peso. La eficacia de la anfotericina B se ve limitada por sus efectos colaterales, tales como fiebre, dolores corporales, trombosis venosas, anemia, nefrotoxicidad, hipomagnesemia e hipopotasemia. Las formulaciones lipídicas de la anfotericina B (anfotericina B liposomal, en complejos lipídicos o en dispersión coloidal) disminuyen marcadamente estas reacciones adversas, pero su costo elevado impide un empleo más generalizado. Solo se las indica ante el fracaso de la anfotericina B, por falta de respuesta clínica o nefrotoxicidad, o por la existencia de insuficiencia renal previa al tratamiento.Además, se ha demostrado que la administración intravenosa de la anfotericina B liposomal es más eficaz que la anfotericina B desoxicolato en el tratamiento de las meningitis por Coccidioides.[2] [25-27] Sin embargo, ninguna de estas formas de anfotericina B asociadas a lípidos ha sido aprobada por la FDA (Food and Drug Administration) para la coccidioidomicosis, por la falta de suficientes pruebas de su eficacia. En meningitis por Coccidioides es ineficaz la anfotericina B-desoxicolato administrada por vía intravenosa. Este antifúngico poliénico debe ser introducido en el espacio subaracnoideo por vía intratecal, intracisternal o en un receptáculo de Ommaya. Todas estas vías de administración tienen problemas: la intratecal produce con frecuencia aracnoiditis subaguda, con pérdida de control de los esfínteres, la intracisternal ocasiona hemorragias y la introducción a través del receptáculo conduce, a veces, a infecciones de los ventrículos cerebrales. La dosis de anfotericina B en estos casos es de 0,5 a 1 mg por aplicación, disueltos en 5 mL de solución glucosada al 10% con 20 mg de acetato de hidrocortisona; después de la aplicación el paciente debe quedar en posición de Trendelemburg durante media hora. Esta dosis se repite, como máximo, dos veces por semana, luego una vez por semana y, como mantenimiento, una vez cada 15 días.[8] [25] Los compuestos triazólicos, fluconazol e itraconazol, están indicados en los casos de evolución más crónica. Son medicamentos fungistáticos, que deben ser administradas durante lapsos prolongados, la dosis media diaria de ambos productos para la coccidioidomicosis es de 400 mg.[10] [26] En las meningitis crónicas debe preferirse el fluconazol y las dosis utilizadas son superiores a los 800 mg/día, su administración es de por vida.[2] [25] No existe una guía precisa de cuándo interrumpir el tratamiento; en los casos moderados o graves, la duración del mismo debe ser, como mínimo, de un año. Se observan recaídas después de tratamientos exitosos en un tercio de los pacientes con formas no meníngeas de coccidioidomicosis diseminada. En la meningitis el índice de recidivas es del 80% y se recomienda un tratamiento con azólicos de por vida.[2] La elevación de los títulos en la prueba de fijación de complemento y la negativización de la intradermorreacción con coccidioidina son señales que preceden, a veces, a la recidiva clínica.[4] Los triazólicos de segunda generación, voriconazol y posaconazol, han demostrado ser eficaces en el tratamiento de esta micosis sistémica, pero solo han sido indicados en pacientes que no respondieron a los tratamientos habituales, o no los toleraron, y no hay estudios comparativos que demuestren su superioridad.[28-30] El ketoconazol, que fue el primer compuesto azólico utilizado en esta micosis sistémica, no se aconseja actualmente debido a su escasa eficacia y alto índice de recidivas.[25] Se han publicado casos de coccidioidomicosis que respondieron al tratamiento con equinocandinas por vía venosa, pero la experiencia clínica con estos medicamentos es aún escasa en esta micosis.[31] Vacunas Se están ensayando inmunógenos basados en procedimientos de ingeniería genética, con técnicas de ADN recombinante, con el propósito de aplicarlos como vacuna en las zonas de alta endemicidad.[2] BIBLIOGRAFÍA 1. 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