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Coxiella burnetii

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Coxiella	burnetii	(fiebre	Q)
Elsa	M.	Rojas
Coxiella	burnetii	es	una	bacteria	 gramnegativa	 intracelular	obligada	que	 fue	descrita	 en	1935	por	 el
investigador	 australiano	Edward	Derrick.	 Se	 estableció	 como	 la	 causa	 de	 la	 fiebre	Q	 (Query	 fever),
término	acuñado	para	este	síndrome	por	la	naturaleza	enigmática	de	su	etiología.	Esta	zoonosis	se
encuentra	en	todo	el	mundo	y	se	presenta	especialmente	en	brotes.[1]	Estudios	filogenéticos	basados
en	 análisis	 de	 secuencias	 de	 rARN16s	 han	 demostrado	 que	 el	 género	 Coxiella	 pertenece	 a	 la
subdivisión	 gamma	 de	 las	 Proteobacterias;	 sus	 parientes	 más	 cercanos	 son	 Legionella,	 Francisella	 y
Rickettsiella.[2]	[3]
Microbiología
Coxiella	burnetii	es	una	bacteria	intracelular	estricta	que	puede	cultivarse	en	huevos	embrionados,	en
animales	 de	 laboratorio	 y	 en	 cultivo	 celulares	 a	 partir	 de	 muestras	 clínicas	 y	 de	 especímenes	 de
animales.	 Se	ha	observado	que	 tiene	una	variante	de	 células	pequeñas	 a	manera	de	 esporas	que	 la
protegen	de	 las	agresiones	del	ambiente,	 lo	cual	 le	permite	 sobrevivir	por	períodos	prolongados	y
generar	 brotes	 en	 la	 medida	 que	 el	 viento	 la	 disemina.	 Su	 genoma	 ha	 sido	 completamente
secuenciado	 y	 en	 el	 proceso	 se	 han	 identificado	 varios	 genes,	 con	 características	 similares	 a	 los
encontrados	en	Legionella	pneumophila	y	Escherichia	coli,	los	cuales	facilitan	la	supervivencia	del	germen
dentro	de	los	macrófagos,	condición	necesaria	para	la	evolución	hacia	fases	crónicas	(figuras	172-1	y
172-2).
Coxiella	burnetii	tiene	entre	uno	y	cinco	plásmidos,	dos	de	los	cuales	solo	se	encuentran	en	las	cepas
que	 producen	 las	 formas	 crónicas	 de	 la	 enfermedad.	 La	 diversidad	 genética	 y	 la	 virulencia	 están
relacionadas	 con	 la	 expresión	 de	 moléculas	 de	 lipopolisacárido	 (LPS)	 y,	 al	 igual	 que	 las
enterobacterias,	este	patógeno	muestra	variantes	de	colonias	lisas	y	rugosas	con	perfiles	antigénicos
característicos.	Los	organismos	con	antígenos	de	la	fase	I	tienen	el	LPS	completo	o	LPS	I	(colonias
lisas)	 que	 se	 pueden	 identificar	 serológicamente.	 En	 pases	 sucesivos	 en	 huevos	 embrionados	 o
cultivos	 celulares	 la	 bacteria	 sufre	 una	 transformación	 de	 esta	 fase	 I	 (virulenta)	 a	 la	 fase	 II
(avirulenta),	 proceso	 en	 el	 que	 ocurre	 una	 modificación	 de	 las	 moléculas	 de	 LPS	 I,	 cuyo	 peso
disminuye,	y	dan	lugar	a	las	colonias	rugosas	con	LPS	II.[4]	A	diferencia	del	LPS	II,	el	LPS	I	contiene
dos	 tipos	 de	 polisacáridos	 inusuales:	 la	 verenosa	 (Vir,	 6-deoxi-3-C-metil-D-gulopiranosa)	 y	 la
dihidrohidroxistreptosa	(Strep,	3-C-[hidroximetil]-L-lixofuranosa).	Estos	dos	tipos	de	azúcares	solo
se	han	encontrado	asociados	al	LPS	de	Coxiella	burnetii,	por	lo	que	se	consideran	un	biomarcador	de
la	bacteria.	De	otra	parte,	el	lípido	A	del	LPS	es	el	principal	componente	endotóxico	de	las	bacterias
gramnegativas	 al	 jugar	 un	 papel	 en	 la	 patogénesis	 contribuyendo	 a	 la	 generación	 de	 la	 respuesta
inflamatoria	 y	 la	 sepsis;	 sin	 embargo,	 esta	 estructura	 molecular	 en	 el	 LPS	 de	Coxiella	 burnetii	 ha
sufrido	 modificaciones,	 lo	 que	 explica	 en	 parte	 la	 respuesta	 inflamatoria	 moderada	 que	 se
desencadena	en	la	mayoría	de	las	infecciones	agudas.	Uno	de	los	sistemas	proteicos	más	importantes
en	 esta	 bacteria	 es	 el	 Tol-pal,	 que	 está	 implicado	 en	 el	 mantenimiento	 de	 la	 integridad	 de	 la
membrana.	 Estudios	 sobre	 variantes	 mutantes	 demostraron	 que	 el	 déficit	 de	 estas	 proteínas	 se
relacionó	con	mayor	susceptibilidad	a	detergentes,	hipersensibilidad	a	medicamentos	y	formación	de
vesículas	en	la	membrana	externa.	Igualmente,	se	ha	descrito	la	presencia	de	bombas	de	eflujo	y	de
un	sistema	complejo	de	enzimas	antioxidantes	entre	ellas	la	superóxido	dismutasa	(CBU	1708)	y	la
peroxirredoxina	(CBU	0963)	que	contribuyen	a	la	supervivencia	dentro	de	los	macrófagos.[5]
Fisiopatología
El	control	inmunológico	de	Coxiella	burnetii	depende	de	la	 inmunidad	celular;	sin	embargo,	esta	no
logra	 erradicarla.	 El	 material	 genético	 de	 este	 patógeno	 se	 puede	 encontrar	 en	 los	 monocitos
circulantes	o	de	la	médula	ósea	de	pacientes	infectados,	incluso	transcurridos	varios	años	luego	de	la
infección.	El	 proceso	 lleva	 a	 la	 formación	 de	 granulomas	 con	 una	 estructura	más	 o	menos	 típica
conocida	como	células	en	doughnut,	por	la	morfología	que	usualmente	produce	la	vacuola	central	de
lípidos	 rodeada	 de	 un	 anillo	 fibrinoide.	En	 la	 formación	 de	 estas	 estructuras	 es	 imprescindible	 el
receptor	 TLR4	 que	 modula	 la	 producción	 de	 citocinas	 como	 el	 factor	 de	 necrosis	 tumoral	 y	 el
interferón	γ,	 las	cuales	facilitan	el	control	de	 la	 infección.	En	 la	fase	crónica	 la	respuesta	celular	es
inefectiva	 e	 incluso	 dañina	 para	 el	 hospedero	 dado	 que	 puede	 expresarse	 como	 vasculitis
leucocitoclástica	y	glomerulonefritis.	En	este	período	se	detecta	una	elevación	de	IgG	e	IgA	contra
antígenos	de	las	fase	I	y	II,	al	igual	que	un	aumento	en	la	producción	de	IL-10.[6]
Epidemiología
Modo	de	transmisión	y	reservorios
Usualmente	 los	 casos	 se	 presentan	 como	 brotes	 asociados	 a	 la	 inhalación	 de	 esporas	 a	 partir	 de
placentas	 durante	 el	 alumbramiento	 o	 de	 leche	 o	 lana	 de	 animales	 infectados;	 también,	 con	 el
consumo	de	productos	lácteos	contaminados.	Las	esporas	pueden	sobrevivir	en	el	ambiente	al	calor	y
la	 resequedad	durante	 semanas	 o	meses,	 y	 transportarse	 por	 aerosoles.	 Los	 reservorios	 principales
son	ovejas,	cabras	y	ganado	vacuno.[7]	También	se	ha	descrito	en	aves,	primates,	anfibios	y	artrópodos.
El	 surgimiento	 de	 brotes	 con	 alto	 número	 de	 casos	 se	 asocia	 al	 aumento	 de	 la	 velocidad	 de	 los
vientos	 en	 ciertas	 épocas	 del	 año,	 lo	 cual	 facilita	 la	 diseminación	 de	 las	 esporas.[8]	 La	 bacteria	 es
altamente	 infectante	y	de	ahí	su	potencial	para	uso	como	arma	biológica	 (Categoría	CDC	tipo	B).
Incluso,	algunos	autores	afirman	que	un	único	microorganismo	puede	causar	la	enfermedad	en	una
persona	susceptible.[9]
Adaptado	de:	Raoult	D,	Marrie	J,	Mege	L.	Lancet	Infect	Dis.	2005;	55:	219-26.
Figura	172-1.	La	fase	virulenta	de	C.	burnetii	interacciona	con	la	integrina	αvβ3	y	la	proteína	asociada	a	integrina	(IAP)
y	 con	 el	 receptor	 4	 de	 tipo	 Toll	 (TLR-4),	 excluyendo	 el	 receptor	 3	 del	 complemento	 (CR3)	 de	 las	 formaciones	 de
pseudópodos.	La	integrina	αvβ3	lleva	a	la	internalización	de	la	bacteria	y	reorganización	del	citoesqueleto,	activación	de
la	 tirosina-quinasa	 y	 fosforilación	 de	 sustratos	 endógenos	 mediante	 el	 anclaje	 de	 TLR-4.	 Esta	 vía	 facilita	 la
supervivencia	de	C.	burnetii.	La	fase	avirulenta	de	 la	bacteria	 interacciona	con	 la	 integrina	αvβ3,	 la	 IAP	y	CR3.	Este
proceso	 no	 involucra	 a	 TLR-4,	 ni	 conlleva	 reorganización	 del	 citoesqueleto;	 tampoco	 activa	 la	 tirosina-quinasa.	 La
internalización	 de	 la	 bacteria	 requiere	 la	 cooperación	 de	 la	 integrina	 αvβ3	 y	 de	 la	 IAP	 para	 activar	 la	 competencia
fagocítica	de	CR3.
Adaptado	de:	Raoult	D,	Marrie	J,	Mege	L.	Lancet	Infect	Dis.	2005;	55:	219-26.
Figura	172-2.	En	la	fase	I	virulenta	de	Coxiella	burnetii	la	fagocitosis	lleva	a	la	formación	de	fagosomas	tempranos	que
expresan	 marcadores	 de	 endosomas	 y	 lisosomas	 tardíos	 (LAMP1,	 M6PR	 y	 V-ATPasa),	 lo	 que	 resulta	 en	 la
acidificación	del	fagosoma.	La	fase	final	del	fagosoma	exhibe	las	características	de	aquellos	en	su	fase	tardía,	que	no
adquieren	 catepsina	D.	 La	 fagocitosis	 de	 la	 fase	 avirulenta	 de	Coxiella	burnetii	 lleva	 a	 la	 formación	 de	 fagosomas
tempranos	y	tardíos.	Rab7	interviene	en	la	maduración	de	los	fagosomas	tardíos,	los	cuales	adquieren	catepsina	D	lo
que	resulta	en	la	formación	de	fagolisosomas	ácidos.
Factores	de	riesgo	para	infección
La	infección	es	cinco	veces	más	frecuente	en	mayores	de	15	años.	Aunque	hay	reportes	de	casos	en
infantes,	 la	 infección	 surge	 en	 etapas	 más	 tardías	 probablemente	 poruna	 mayor	 probabilidad	 de
exposición	con	el	paso	de	los	años.	Es	más	frecuente	en	hombres	que	en	mujeres	con	una	relación
2,5	 a	 1.	 Esta	 diferencia	 se	 debe	 a	 que	 el	 17-estradiol	 es	 un	 factor	 de	 protección	 demostrado	 en
modelos	múridos.[10]	Por	esta	misma	razón,	el	embarazo	predispone	a	la	cronicidad	de	la	 infección.
De	otra	parte,	se	ha	considerado	que	las	diversas	manifestaciones	clínicas	o	la	gravedad	pueden	estar
asociadas	a	la	alta	variabilidad	observada	en	los	plásmidos	de	esta	bacteria.	Sin	embargo,	por	análisis
con	PCR	de	genes	específicos	de	plásmidos	o	anticuerpos	contra	lipopolisacáridos	no	se	demuestra
diferencia	entre	los	aislamientos	de	las	formas	agudas	y	crónicas.[11]
Distribución	geográfica
Se	ha	descrito	en	todo	el	mundo,	excepto	en	Nueva	Zelanda	donde	no	se	han	detectado	anticuerpos
en	 las	 ovejas	 y,	 por	 ende,	 se	 asume	 que	 no	 hay	 infección	 en	 humanos.	 En	 Francia	 el	 30%	 de	 los
habitantes	 en	 los	Alpes	 tienen	 anticuerpos;	 allí	 causa	 el	 5%	 de	 las	 endocarditis.	 En	 el	 país	Vasco
existen	informes	que	señalan	a	Coxiella	burnetii	como	la	segunda	causa	de	neumonía	adquirida	en	la
comunidad	(NAC)	después	de	Streptococcus	pneumoniae,	y	Holanda	es	el	país	que	actualmente	reporta
mayor	número	de	brotes.[12]	[13]	En	Latinoamérica	son	escasos	los	informes	que	permiten	evaluar	la
magnitud	del	problema.[14]	Descripciones	brasileras	corresponden	a	casos	aislados	en	humanos,	con
diversas	presentaciones	entre	ellas	neumonía,	osteomielitis	o	síndrome	febril	prolongado.[15]
Hasta	 2007,	 en	 Colombia	 no	 se	 habían	 reportado	 casos	 en	 humanos	 de	 infección	 por	 Coxiella
burnetii.	 Un	 primer	 enfoque	 de	 este	 problema	 data	 de	 2006,	 en	 un	 estudio	 descriptivo	 de
seroprevalencia	 realizado	 en	 la	 costa	 norte	 de	 Colombia,	 el	 cual	 documentó	 reactividad	 para
anticuerpos	IgG,	determinados	por	la	técnica	de	inmunofluorescencia	indirecta	(IFI),	en	24%	de	una
muestra	 de	 87	 trabajadores	 que	 realizaban	 actividades	 agropecuarias.[16]	 Los	 primeros	 casos
reportados	en	humanos	corresponden	a	un	grupo	de	18	sujetos	detectados	en	un	estudio	descriptivo
sobre	la	etiología	de	la	NAC	en	Medellín,	desarrollado	durante	los	años	2005	y	2006.	En	este	estudio,
el	diagnóstico	de	la	infección	aguda	se	hizo	por	inmunofluorescencia	indirecta	de	anticuerpos	contra
la	fase	II	de	la	bacteria.	Se	demostró	una	asociación	entre	la	emergencia	de	casos	de	neumonía	por
Coxiella	 y	 el	 período	 de	 junio	 a	 septiembre	 de	 2006,	 lo	 cual	 sugiere	 que	 la	 mayoría	 de	 los	 casos
detectados	 probablemente	 correspondieron	 a	 un	 brote	 en	 la	 población	 donde	 se	 llevó	 a	 cabo	 el
estudio.[17]
Manifestaciones	clínicas
La	infección	por	Coxiella	burnetii	puede	presentarse	en	dos	formas:	la	aguda	en	la	que	predomina	una
enfermedad	 de	 tipo	 influenza	 con	 compromiso	 pulmonar	 o	 hepático	 y	 se	 producen	 anticuerpos
contra	 antígenos	 de	 la	 fase	 II;	 y	 la	 crónica	 en	 la	 que	 predomina	 la	 endocarditis	 y	 se	 generan
anticuerpos	contra	antígenos	de	la	fase	I.	Luego	de	adquirir	la	infección,	generalmente	por	inhalación
de	las	esporas	o	consumo	de	productos	cárnicos	o	lácteos	contaminados,	se	da	una	fase	de	latencia
que	dura	entre	10	y	15	días.	La	mayor	parte	de	los	casos	son	asintomáticos	y	solo	una	tercera	parte
hace	 manifestaciones.	 En	 la	 tabla	 172-1	 se	 resumen	 las	 características	 clínicas	 de	 la	 infección	 de
acuerdo	con	la	fase.
La	presentación	clínica	durante	la	fase	aguda	puede	variar	de	acuerdo	con	diversos	factores,	entre
ellos:	 la	 ruta	 de	 infección,	 el	 tamaño	del	 inóculo,	 el	 tipo	de	 cepa	 infectante,	 el	 estado	 inmune	del
paciente	y	el	lugar	donde	se	estudie.	En	Canadá	se	informa	con	mayor	frecuencia	la	neumonía	y	en
España,	la	hepatitis,	mientras	que	en	Francia	se	describen	ambas	con	la	misma	frecuencia.[18]
La	neumonía	por	Coxiella	burnetii	produce	diversos	patrones	radiológicos	pero	el	predominante	es
el	multilobar,	con	infiltrados	nodulares	por	lo	que	debe	ser	considerada	en	el	diagnóstico	diferencial
de	 la	neumonía	redonda.	Algunos	casos	se	presentan	con	franca	necrosis,	en	especial	si	el	paciente
tiene	algún	tipo	de	inmunosupresión.[19]	Varias	series	de	casos	concuerdan	en	describir	que	junto	con
los	 síntomas	 respiratorios	 es	 frecuente	 encontrar	 alteración	de	 las	pruebas	de	 función	hepática,	 lo
cual	 puede	 sugerir	 este	 diagnóstico	 al	 tratar	 de	 diferenciar	 de	 otras	 etiologías.	 Por	 lo	 general,	 los
síntomas	son	de	leves	a	moderados	y	solo	entre	2%	y	5%	de	los	casos	requieren	hospitalización.[20]
Existen	 otras	 manifestaciones	 clínicas	 en	 la	 etapa	 aguda	 que	 se	 encuentran	 con	 mucha	 menor
frecuencia	que	la	hepatitis	o	la	neumonía	y	por	ello	pueden	pasar	inadvertidas	o	ser	atribuidas	a	otras
causas.	En	la	tabla	172-2	se	resumen	las	más	importantes.
Cuando	la	infección	se	vuelve	crónica,	la	manifestación	más	frecuente	es	la	endocarditis.	En	el	50%
de	los	pacientes	que	tienen	una	lesión	valvular	se	desarrolla	esta	complicación	luego	de	la	infección
con	Coxiella	burnetii.	El	diagnóstico	no	es	fácil,	dado	que	en	este	tipo	de	endocarditis	es	infrecuente	la
fiebre	 y	 las	 vegetaciones	 pueden	 ser	 difíciles	 de	 detectar	 por	 ecocardiografía,	 por	 lo	 que	 el
diagnóstico	puede	tardar	en	promedio	hasta	18	a	24	meses.	En	las	modificaciones	más	recientes	a	los
criterios	de	Duke	para	endocarditis,	se	 incluye	como	uno	mayor	un	título	de	IgG	≥1:800	contra	el
antígeno	 de	 fase	 I	 de	 Coxiella,	 obtenido	 por	 inmunofluorescencia.[21]	 La	 cohorte	 más	 extensa
publicada	hasta	 ahora	de	endocarditis	por	Coxiella	burnetii	 es	 la	de	104	casos	 franceses	 recopilados
durante	 23	 años.	 En	 ella	 se	 demostró	 que	 los	 factores	 asociados	 a	 mortalidad	 fueron	 las
manifestaciones	embólicas	al	momento	del	diagnóstico,	 la	endocarditis	en	válvula	protésica,	 la	falta
de	descenso	de	los	niveles	de	IgG	e	IgA	contra	el	antígeno	de	la	fase	I	y	la	persistencia	de	IgM	contra
el	de	la	fase	II	al	año	de	tratamiento.[22]
Frecuencia	e	incidencia	de	las	categorías	clínicas	de	la	fiebre	Q
Fase
Categoría
de	infección
Prevalencia/
Condición	asociada	(%)
Aguda
Asintomática. 60%
Aguda	autolimitada. 38%
Neumonía	o	hepatitis. 2%	a	5%
Aguda	durante	el
embarazo. Rara
Crónica
Aguda	progresiva. 0,2%	a	0,5%.
Endocarditis. 50%	en	pacientescon	lesión	valvular.
Infección	osteroarticular. Cáncer,	niños.
Infección	durante	el	embarazo
Cuando	la	 infección	se	produce	durante	el	embarazo,	puede	causar	una	alta	morbimortalidad	en	la
Tabla	172-1.	Frecuencia	e	incidencia	de	las	categorías	clínicas	de	la	fiebre	Q.
madre	y	el	feto.	Entre	las	complicaciones	descritas	están:	aborto	espontáneo,	retardo	del	crecimiento
intrauterino,	 oligoamnios,	 mortinatos	 y	 parto	 prematuro.	 Las	 complicaciones	 obstétricas	 son	 más
frecuentes	 si	 la	 infección	 ocurre	 en	 las	 etapas	 más	 tempranas	 del	 embarazo.	 Para	 prevenir	 las
complicaciones	y	el	desarrollo	de	formas	crónicas	de	la	infección	durante	el	embarazo,	se	recomienda
el	uso	de	trimetoprim-sulfametoxazol	por	un	período	prolongado	en	las	mujeres	con	infección	aguda
comprobada.	Dado	 que	 se	 desconoce	 la	 prevalencia	 de	 la	 infección,	 es	 probable	 que	 esta	 sea	 una
entidad	subestimada	en	la	población	femenina	y	que,	por	ende,	no	se	reconozcan	sus	complicaciones.
[23]
Diagnóstico
Coxiella	burnetii	 puede	detectarse	 en	 tejidos	 y	 en	muestras	del	 tracto	 respiratorio	 con	 la	 tinción	de
Giménez	(fucsina,	fenol	y	etanol);	sin	embargo,	no	es	un	método	sensible	ni	específico.	Esta	bacteria,
de	crecimiento	lento,	puede	cultivarse	en	huevos	embrionados	o	en	células	eucariotas;	sin	embargo,
estos	son	métodos	largos	que	se	deben	hacer	en	laboratorios	con	condiciones	de	bioseguridad	nivel
3,	lo	que	limita	su	uso	en	la	práctica	clínica	cotidiana.
Sistema Síntomas	o	síndrome
Neurológico Encefalitis,	meningoencefalitis,	encefalomielitis,	meningitis,	cerebelitis,	síndrome	de	Guillain-Barré,	neuritis,	mielitis,neuropatía	periférica,polirradiculopatía,	síntomas	extrapiramidales.
Gastrointestinal Gastroenteritis,	pancreatitis,	ruptura	esplénica,	paniculitis	mesentérica,	colecistitis	acalculosa.
Genital Orquitis,	priapismo.
Cardíaco Miocarditis,	pericarditis,	miopericarditis.
Hematológico Síndrome	hemolítico	urémico,	hemofagocitosis,	anemia,	rabdomiolisis,	necrosis	de	la	médula	ósea.
Endocrino Tiroiditis,	secreción	inapropiada	de	hormona	antidiurética.
Cutáneo Brote	maculopapular	o	purpúrico,	eritema	nodoso.
Renal Glomerulonefritis.
Osteomuscular Osteomielitis	y	osteoartritis	crónica
Otros Síndrome	de	fatiga	crónica,	aborto	espontáneo.
Adaptado	de:	Parker	N,	Barrdet	JH,	Morton	A.	Q	fever.	Lancet.	2006;	367:679-88.
	
El	método	mejor	estudiado	y	más	utilizado	es	la	determinación	de	anticuerpos.	Como	una	aparente
paradoja,	 los	 anticuerpos	 contra	 antígenos	 de	 la	 fase	 II	 se	 elevan	 en	 la	 enfermedad	 aguda	 y	 los
dirigidos	 contra	 los	 antígenos	 de	 la	 fase	 I,	 en	 la	 enfermedad	 crónica.	 Entre	 la	 tercera	 y	 cuarta
semanas	de	 la	 infección	 se	detectan	 títulos	 significativos,	 aunque	 solo	39%	de	 los	pacientes	 tienen
anticuerpos	 positivos	 en	 la	 primera	 prueba.	 La	 inmunofluorescencia	 indirecta	 es	 el	 método	 de
referencia	y	aunque	también	se	han	desarrollado	técnicas	de	ensayo	inmunoenzimático	(ELISA)	y	de
fijación	 del	 complemento,	 son	 menos	 sensibles	 y	 específicas	 dado	 que	 se	 observan	 reacciones
cruzadas	con	Legionella	y	Leptospira.[24]	El	marcador	más	específico	de	infección	aguda	es	la	elevación
cuádruple	 de	 los	 títulos,	 aunque	 títulos	 aislados	 de	 IgM	 1:50	 o	 de	 IgG	 1:200	 tienen	 un	 valor
predictivo	positivo	cercano	al	100%.[25]	En	el	caso	de	la	infección	crónica,	el	Centro	de	Referencia
Nacional	Francés	estableció	un	punto	de	corte	de	1:800	para	IgG	contra	antígenos	de	fase	I.	Este
valor	 tiene	 sensibilidad	de	100%,	especificidad	de	99,6%,	valor	predictivo	positivo	de	98%	y	valor
Tabla	172-2.	Síndromes	clínicos	asociados	con	fiebre	Q.
predictivo	negativo	de	100%.[26]
En	cuanto	 a	 las	pruebas	de	biología	molecular,	 se	han	 explorado	varias	 estrategias	 entre	 ellas	 la
reacción	 en	 cadena	 de	 la	 polimerasa.	 Esta	 técnica	 ha	 probado	 ser	 útil	 en	 muestras	 del	 tracto
respiratorio	y	en	tejido	valvular,	mientras	que	en	muestras	de	sangre	su	desempeño	es	menos	bueno
probablemente	 por	 la	 naturaleza	 intracelular	 del	 patógeno.	 En	 centros	 de	 referencia	 se	 prefiere
utilizar	como	cebador	la	secuencia	repetitiva	IS1111.[27]	Se	han	desarrollado	otros	tipos	de	pruebas
con	 resultados	 promisorios	 pero	 aún	 con	utilización	 limitada	 en	 la	 clínica	 como	 es	 el	 caso	 de	 las
técnicas	que	usan	plataformas	basadas	en	microarrays.[28]
Tratamiento
La	 capacidad	 que	 tiene	 Coxiella	 burnetii	 de	 sobrevivir	 en	 las	 células	 fagocíticas	 contribuye	 a	 su
patogenicidad	 y	 a	 la	 producción	de	 infecciones	 persistentes	 y	 recurrentes.	Las	 fallas	 terapéuticas	 a
pesar	de	un	tratamiento	apropiado	con	antibióticos	pueden	explicarse	en	parte	porque	no	se	logran
concentraciones	adecuadas	de	estos	en	el	 interior	de	 las	células.	Los	fármacos	que	se	han	evaluado
tanto	in	vitro	como	 in	vivo	y	que	han	resultado	más	útiles	en	el	tratamiento	de	esta	 infección	son	la
doxiciclina,	 la	 hidroxicloroquina,	 las	 quinolonas	 y	 la	 tigeciclina.[29]	 Para	 el	 tratamiento	 de	 la
neumonía	 se	 sugiere	 doxiciclina	 200	 mg/día	 durante	 10	 días.	 En	 los	 casos	 de	 hepatitis,	 que
usualmente	se	acompañan	de	una	respuesta	inmunológica	intensa	con	presencia	de	autoanticuerpos,
se	aconseja	la	administración	concomitante	de	prednisona	40	mg/día	por	7	días.
El	 tratamiento	 recomendado	 para	 la	 endocarditis	 ha	 sido	 tradicionalmente	 una	 combinación	 de
tetraciclinas	y	quinolonas.	Sin	embargo,	en	la	última	década	se	ha	optado	por	el	uso	de	doxiciclina	e
hidroxicloroquina,	 luego	 de	 estudios	 del	 grupo	 de	 Raoult	 en	 los	 que	 se	 halló	 menor	 tiempo	 de
tratamiento	y	disminución	de	la	frecuencia	de	las	recurrencias	con	esta	combinación	de	fármacos.[30]
Este	mismo	grupo	encontró	que	es	necesario	tratar	a	los	pacientes	afectados	por	lo	menos	durante
18	 meses,	 monitorizando	 los	 niveles	 de	 doxiciclina	 y	 del	 anticuerpo	 como	 una	 estrategia	 para
garantizar	la	evolución	adecuada	de	la	infección;	se	considera	segura	la	suspensión	de	los	antibióticos
cuando	se	alcanzan	niveles	de	IgG	por	debajo	de	1:200.[31]
Prevención
Solo	hay	una	vacuna	aprobada	para	uso	en	humanos;	es	una	preparación	celular	completa	derivada
de	la	inactivación	en	formalina	de	la	cepa	Henzerling	en	fase	1.	Esta	vacuna	se	ha	utilizado	de	forma
extensa	 en	 Australia	 y	 ha	 mostrado	 ser	 efectiva	 para	 disminuir	 los	 casos	 de	 infección	 en	 los
trabajadores	 de	 la	 industria	 agropecuaria,	 que	 es	 la	 población	 en	 mayor	 riesgo	 de	 contraer	 la
enfermedad.	 Sin	 embargo,	 aún	 se	 deben	 mejorar	 algunos	 aspectos	 de	 la	 inmunogenicidad	 y
seguridad,	por	 lo	que	 se	 reserva	para	 inmunización	en	población	de	 alto	 riesgo	y	 en	áreas	de	 alta
incidencia.[32]
Existen	guías	para	la	profilaxis	postexposición	que	se	pueden	aplicar	en	el	contexto	de	un	ataque
biológico	potencial,	así	como	en	casos	de	exposición	laboral	o	brotes.	Se	recomienda	la	doxiciclina
100	mg	cada	12	horas	por	5	días,	 iniciados	8	a	10	días	luego	de	la	exposición.	Esta	recomendación
parte	 de	 un	 estudio	 realizado	 en	 la	 década	 de	 1950,	 que	 evidenció	 que	 el	 uso	 inmediato	 del
antibiótico	 postexposición	 aumentaba	 el	 período	 de	 incubación	 en	 10	 días,	 pero	 no	 prevenía	 la
infección,	mientras	que	la	administración	luego	de	12	días	postexposición	sí	evitaba	la	enfermedad.
También	 se	 ha	 recomendado	 el	 uso	 extendido	 de	 doxiciclina	 hasta	 por	 un	 año	 en	 individuos	 con
alteraciones	de	la	inmunidad	celular	o	valvulopatías,	luego	de	la	etapa	aguda,	con	el	fin	de	prevenir	la
endocarditis.[33]
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