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Hialohifomicosis y feohifomicosis Flavio Queiroz-Telles Marcio Nucci INTRODUCCIÓN Los avances en la medicina y la mayor esperanza de vida de la población aumentaron la frecuencia de infecciones oportunistas, entre las cuales se destacan las micosis. Durante las últimas décadas, factores de riesgo tales como neutropenia, depresión de la inmunidad celular, uso de medicamentos inmunosupresores y sida, entre otros, provocaron un aumento de la incidencia y prevalencia de las infecciones invasivas por hongos: candidiasis, aspergilosis, zigomicosis (mucormicosis), hialohifomicosis y feohifomicosis.[1] Bajo el término de hialohifomicosis o “infecciones por hongos de hifas hialinas”, se agrupan todas las infecciones por hongos que durante la fase parasitaria presentan hifas septadas no pigmentadas. Las hialohifomicosis por Fusarium spp., Scedosporium apiospermum y S. prolificans continúan aumentando en incidencia, especialmente en pacientes neutropénicos, receptores de trasplante o con cáncer. Debido a su relevancia, estas infecciones se conocen como fusariosis y scedosporiosis, adquiriendo un estatus igual al de la aspergilosis, candidiasis y zigomicosis. Sin embargo, muchos hongos hialinos se relacionan con la etiología de la hialohifomicosis. La feohifomicosis, o “micosis por hifas de pigmento oscuro”, incluye un grupo de enfermedades causadas por hongos con melanina que durante la fase de parásito presentan gran variabilidad morfológica. Los hongos melanizados son también conocidos como hongos negros, dematiáceos o feoides, términos que hacen referencia a una coloración marrón oscura de su pared celular debido a la presencia de melanina, lo que se considera como uno de sus factores de virulencia. Los hongos melanizados son responsables de un amplio espectro de infecciones y pueden afectar a hospederos inmunocompetentes o inmunocomprometidos. Las principales enfermedades relacionadas con hongos dematiáceos son: feohifomicosis, eumicetoma, cromoblastomicosis, alergias (pulmonar y sinusitis) y fungemia. Aunque los agentes más comunes de feohifomicosis se clasifican entre las especies de los géneros Exophiala, Cladophialophora, Bipolaris y Alternaria, más de 150 especies se han relacionado con diferentes formas clínicas de feohifomicosis.[2] HIALOHIFOMICOSIS El número de organismos que causan hialohifomicosis está aumentando e incluye Fusarium spp., Scedosporium spp., Acremonium spp., y Paecilomyces spp.[3] Los agentes menos usuales de dichas micosis incluyen Scopulariopsis spp., agentes de queratomicosis, Basidiomycota spp., Schizophyllum commune, Beauvaria spp., Trichoderma spp., Chaectoconidium spp., Chrysosporium spp., Microascus spp., y otros. En individuos que por lo demás están sanos pueden ocurrir infecciones localizadas (por lo general después de traumas penetrantes), en tanto que las infecciones diseminadas tienden a presentarse en pacientes con deficiencias inmunes graves tales como las de los trasplantados. La tabla 186-1 presenta una lista de los agentes más comunes de hialohifomicosis y los síndromes clínicos asociados con cada una de ellos. Tabla 186-1. Enfermedades causadas por agentes de hialohifomicosis. Patógeno Síndrome clínico Hospedero inmunocompetente Hospederoinmunocomprometido Fusarium spp. Queratitis, onicomicosis, endoftalmitis, lesiones cutáneas, endocarditis, peritonitis, sinusitis, neumonía, tromboflebitis, artritis, osteomielitis. Lesiones cutáneas, neumonía, sinusitis, lesiones cerebrales, enfermedad diseminada, fungemia. Scedosporium apiospermum Queratitis, endoftalmitis, lesiones de tejidos blandos, infecciones de heridas quirúrgicas, artritis y osteomielitis, otomicosis, sinusitis, “bola de hongo”, micetoma, neumonía después de rescate de ahogamiento. Neumonía, sinusitis, abscesos cerebrales, meningitis, enfermedad diseminada, fungemia. Scedosporium prolificans Infecciones localizadas (usualmente de huesos y tejidos blandos) después de cirugía o trauma. Enfermedad diseminada con fungemia, neumonía, afectación neurológica y lesiones de piel. Paecilomyces spp. Queratitis, endoftalmitis, endocarditis, sinusitis, peritonitis, infección cutánea. Enfermedad diseminada con fungemia, neumonía, celulitis, nefritis. Acremonium spp. Onicomicosis, queratitis, micetoma, peritonitis, osteomielitis, meningitis, endocarditis. Enfermedad invasiva en varios órganos, enfermedad diseminada, neumonía. Scopulariopsis spp. Queratitis, otomicosis, sinusitis, endocarditis. Enfermedad cutánea, neumonía. Fusariosis Microbiología. El género Fusarium es un saprofito común del suelo y un fitopatógeno importante, que causa un espectro amplio de enfermedades humanas, incluyendo micotoxicosis e infecciones; estas últimas pueden ser superficiales, invasivas localmente o diseminadas. La causa más frecuente de fusariosis humanas es F. solani, pero también han estado implicadas otras especies: F. oxysporum, F. moniliforme, F. proliferatum, F. chlamydosporum, F. anthophilum, F. dimerum, F. sacchari, y F. verticillioides.[4] Las especies de Fusarium crecen rápidamente en muchos medios de cultivo (sin cicloheximida porque las inhibe). En agar dextrosa papa, Fusarium spp., produce colonias blancas, lila, rosadas, salmón o grises (que cambian fácilmente de color), con superficie aterciopelada o algodonosa.[5] Al microscopio, las hifas de Fusarium en los tejidos se parecen a las de Aspergillus spp.; los filamentos son hialinos, septados, de 3 mm a 8 mm de diámetro. Típicamente se ramifican en ángulos que pueden ser rectos o agudos. Es característica del género Fusarium la producción tanto de macroconidias fusiformes como de microconidias. Las primeras son acúmulos hialinos, multicelulares en forma de banano con células pie en la base de la macroconidia; las microconidias son hialinas, unicelulares, ovoides o cilíndricas en cabezas o cadenas viscosas. Si hay microconidias, son importantes para la identificación la forma, el número de células (usualmente de una a tres) y su modo de formación (cadenas o falsas cabezas). Algunas veces hay clamidosporos aislados, en grumos o en cadenas, cuyas paredes pueden ser rugosas o lisas.[5] Patogénesis. La fusariosis invasiva ocurre típicamente en pacientes con inmunodeficiencia grave de células T y/o en individuos con neutropenia prolongada. La importancia de la inmunidad en la patogénesis de la fusariosis se basa en estudios experimentales tanto in vitro como in vivo,[6] en la susceptibilidad tan peculiar a la fusariosis de los pacientes gravemente inmunocomprometidos.[7] y en la correlación fuerte entre la reconstitución inmune y el desenlace.[8] La inmunidad innata juega un papel importante en la defensa contra las infecciones por mohos. Los macrófagos y los neutrófilos dañan las hifas de Fusarium y su efecto es primado por el interferón gamma, el factor estimulante de colonias de granulocitos, el factor estimulante de colonias de granulocitos y macrófagos y la interleucina 15. El efecto de esta última está mediado por la liberación de interleucina 8 y por el estímulo directo del daño de las hifas. Más recientemente se ha reconocido el papel de los receptores de tipo toll en el reconocimiento de los hongos por la inmunidad innat.[9] y, aunque se sabe poco acerca de la fusariosis y estos receptores, probablemente este sistema también es importante en la fusariosis invasiva. La importancia de las células T en la defensa contra Fusarium la ilustra la ocurrencia de fusariosis diseminada en receptores no neutropénicos de trasplantes de células madre hematopoyéticas (HSCT, por la sigla en inglés de hematopoietic stem-cell transplant).[10] Tales pacientes tienen inmunodeficiencia grave de células T causada por las muchas terapias para susenfermedades de base y para la enfermedad de injerto frente a hospedero (GvHD, por la sigla en inglés de graft versus host disease). Un soporte adicional para la importancia de la inmunidad por células T y los fagocitos es el gran impacto de la terapia corticosteroide sobre el desenlace de la fusariosis como lo demuestra la tasa de mortalidad mucho más alta entre quienes reciben tal terapia que en los controles.[8] Las especies de Fusarium poseen varios factores de virulencia incluyendo la capacidad de producir micotoxinas, entre ellas los tricotecenos, que suprimen la inmunidad humoral y celular y pueden también causar daño tisular. Además, las especies de Fusarium son capaces de adherirse a los materiales protésicos y de producir proteasas y colagenasas. Fusarium solani es la especie más virulenta como se ha demostrado en un modelo murino de fusariosis en animales inmunocompetentes. Cinco cepas de F. solani causaron la muerte de todos los animales utilizados, frente al 100% de supervivencia de los que fueron infectados por F. oxysporum, F. verticillioides o F. proliferatum.[11] Las especies de Fusarium causan un amplio espectro de infecciones en seres humanos incluyendo las superficiales, las que invaden localmente y las diseminadas. La forma clínica de la fusariosis depende en gran medida del estado inmune del hospedero y de la puerta de entrada de la infección.[4] Entre los hospederos inmunocompetentes, las infecciones más comunes son la queratitis y las onicomicosis. Con menor frecuencia la infección puede resultar de un daño de la piel como el debido a heridas o quemaduras.[12] o por la presencia de cuerpos extraños tal como la queratitis por Fusarium en usuarios de lentes de contacto, que a veces aparece en forma de brotes. También se ha descrito la peritonitis en pacientes que están en diálisis peritoneal ambulatoria continua. Otras infecciones en individuos inmunocompetentes incluyen: sinusitis, neumonía, tromboflebitis, fungemia con afectación de órganos o sin ella, endoftalmitis, artritis séptica y osteomielitis.[4] Los pacientes inmunocomprometidos con alto riesgo de fusariosis son los que tienen neutropenia prolongada y profunda y/o inmunodeficiencia grave de células T.[7] A diferencia de la infección en el hospedero normal, la fusariosis en la población inmunocomprometida es típicamente invasiva y diseminada.[12] En pacientes con enfermedades hematológicas, la infección es más común en los neutropénicos con leucemia aguda.[8] En la población con trasplante alogénico de células madre hematopoyéticas, la infección tiene distribución trimodal con un primer pico en el período temprano postrasplante (durante la neutropenia), seguido por un pico a una media de 70 días después del trasplante entre los pacientes con enfermedad de injerto contra hospedero que están recibiendo corticosteroides, y un tercer pico más de un año después del trasplante, durante el tratamiento para la enfermedad crónica y extensa de injerto contra hospedero. La inmunodeficiencia grave de células T, y no la neutropenia, es el principal factor de riesgo para fusariosis en estos pacientes.[10] La incidencia total aproximada de fusariosis es de seis casos por 1.000 trasplantes de células hematopoyéticas; la más baja (aproximadamente 1,5-2/1.000) ocurre entre los receptores de trasplantes autólogos; la intermedia (aproximadamente 2,5-5/1.000), en los receptores de trasplantes compatibles de donantes relacionados o no relacionados; y la alta (20/1.000) se presenta en receptores de donantes alogénicos de trasplantes no compatibles. También se pueden desarrollar infecciones localmente invasivas y por lo general tardías en receptores de trasplante de órganos sólidos, pero al parecer son menos comunes que entre los receptores de trasplantes de células madre hematopoyéticas.[4] Las puertas de entrada incluyen los senos paranasales, los pulmones y la piel.[7] [12] Se piensa que la fusariosis aerógena se adquiere por la inhalación de conidias de Fusarium que están en el aire, como lo sugiere la ocurrencia de sinusitis y/o neumonía en ausencia de diseminación. El papel de la piel como puerta de entrada se basa en el desarrollo de infecciones después de rupturas por traumas (accidentes automovilísticos, bambú), quemaduras u onicomicosis en hospederos normale.[12] y en el desarrollo de celulitis (típicamente en los sitios de daño tisular como en los dedos de las manos o de los pies, que puede permanecer localizada o llevar a una infección diseminada en pacientes inmunocomprometidos.[7] [8] Dada la ubicuidad ambiental de las especies de Fusarium, existe la posibilidad de adquirir fusariosis en la comunidad, como lo sugiere la presencia de conidias de Fusarium en muestras de aire obtenidas en ambientes abiertos.[7] [13] En un estudio prospectivo se aislaron especies de Fusarium del sistema de agua del hospital, incluyendo el agua propiamente dicha, los tanques de almacenamiento, los desagües de las duchas y lavaderos, las duchas y los aireadores de las llaves. También se aislaron del aire del hospital y de otros ambientes.[13] Además, había especies de Fusarium en el aire exterior. Ducharse y otras actividades relacionadas con el agua parecieron ser mecanismos eficientes para la dispersión de conidias de Fusarium llevadas por el aire y para la transmisión a los hospederos inmunocomprometidos, como lo demostró la estrecha relación molecular entre los aislamientos del agua y los provenientes de pacientes. Manifestaciones clínicas. La forma clínica de la fusariosis depende en gran medida del estado inmune del hospedero y de la puerta de entrada de la infección. En el hospedero normal, Fusarium spp., puede causar infecciones localizadas de la córnea, la piel y las uñas. La queratomicosis por Fusarium por lo general resulta de varios factores: trauma y penetración de la córnea por material del suelo o vegetal, falta de higiene que lleva a la contaminación de los lentes de contacto blandos, e inmunosupresión local por gotas oftálmicas de corticosteroides. Fusarium spp., también puede causar onicomicosis. El cuadro clínico típico es el de una lesión subungueal distal de las uñas de los pies en mujeres. Fusarium spp., también puede causar las infecciones superficiales típicas de los dermatofitos tales como intertrigo, tínea pedis y lesiones plantares hiperqueratósicas.[14] Además, han aumentado los informes de Fusarium spp., como causa de infecciones cutáneas no dermatofíticas.[15] Otras infecciones por Fusarium spp., en hospederos normales incluyen las de heridas quirúrgicas, úlceras y otitis media. Las infecciones profundas localizadas son raras en individuos inmunocompetentes y ocurren después de la inoculación directa de varios sitios del cuerpo. Las diferentes infecciones como endoftalmitis, osteomielitis, artritis séptica, neumonías, absceso cerebral, cistitis, peritonitis e infecciones subcutáneas no tienen un patrón que sugiera la fusariosis.[4] En pacientes inmunocomprometidos, la presentación clínica más común es la fiebre persistente refractaria a la terapia antibacteriana y antifúngica. Otras formas de presentación incluyen sinusitis y/o infección rinocerebral, celulitis en el sitio de una ruptura de la piel, endoftalmitis, lesiones cutáneas dolorosas, neumonía, miositis e infecciones del sistema nervioso central.[3] [4] Uno de los hallazgos más característicos y frecuentes de la fusariosis son las lesiones cutáneas. La afectación de la piel en esta enfermedad puede representar un sitio primario de infección, usualmente una celulitis de los dedos de los pies, o aparecer como manifestación de una infección metastásica en pacientes con fusariosis diseminada.[12] Entre los hospederos inmunocompetentes,las lesiones usualmente son localizadas y ocurren después de rupturas de la piel (trauma u onicomicosis preexistente). Entre los pacientes inmunocomprometidos, las lesiones cutáneas también pueden ser localizadas, usualmente como resultado de una ruptura de la piel causada por trauma, o pueden llevar a infección diseminada.[12] Típicamente, los pacientes con enfermedad diseminada tienen múltiples lesiones dolorosas que pueden ser eritematosas, papulares o nodulares, a menudo con necrosis central que les da la apariencia de ectima gangrenoso (figura 186-1). Las lesiones en forma de diana (con un borde delgado de eritema de uno a tres cm de diámetro que rodea las lesiones papulares o nodulares ya mencionadas) pueden presentarse aproximadamente en 10% de los pacientes, mientras que las ampollas son raras. Las lesiones cutáneas por Fusarium afectan prácticamente cualquier sitio, con predominio de las extremidades, y evolucionan rápidamente, por lo general en pocos días. En una tercera parte de los pacientes puede haber lesiones en diferentes etapas de la evolución (pápulas, nódulos y lesiones necróticas) y con frecuencia se han informado mialgias concomitantes.[12]. Figura 186-1. Múltiples lesiones cutáneas úlcero-necróticas resultantes de la diseminación hematógena en un paciente neutropénico con fusariosis diseminada. Las características de los pacientes con fusariosis diseminada son similares en muchos aspectos a las de quienes tienen aspergilosis diseminada.[3] [7] Sin embargo, a diferencia de la aspergilosis, la infección por especies de Fusarium se asocia con una incidencia alta de infecciones cutáneas y subcutáneas y de hemocultivos positivos.[3] [7] La enfermedad diseminada es la forma clínica más frecuente de fusariosis en pacientes inmunocomprometidos y la que plantea retos más difíciles; es responsable de aproximadamente 70% de los casos de fusariosis en esta población. El patrón más común de enfermedad diseminada es una combinación de lesiones cutáneas y hemocultivos positivos, con afectación de otros sitios (entre ellos los senos paranasales y los pulmones) o sin ella. La presentación clínica típica es la de un paciente con neutropenia prolongada (más de 10 días) y profunda (menos de 100/µL), con fiebre persistente, quien desarrolla lesiones cutáneas características y diseminadas, con un hemocultivo positivo para un moho (algunas veces con esporulación adventicia informada como de levadura). Diagnóstico El diagnóstico de fusariosis depende de la forma clínica de la enfermedad. El cuadro clínico no es útil para el diagnóstico de queratitis puesto que sus manifestaciones son similares independientemente de la etiología (bacterias, hongos). Para establecer el diagnóstico definitivo por lo general se requiere el cultivo del raspado corneal (que es lo más frecuente) o la biopsia. En pacientes con inmunosupresión grave, el crecimiento de un moho en muestras de sangre y/o la presencia de celulitis precedente o concomitante en los dedos de las manos o de los pies, o de lesiones cutáneas o subcutáneas, debiera despertar la sospecha de infección por Fusarium.[3] [7] Los hallazgos radiológicos de infección pulmonar por Fusarium incluyen desde infiltrados inespecíficos (que es lo más común) hasta lesiones nodulares y/o cavitarias, según el momento del estudio.[3] El diagnóstico definitivo requiere el aislamiento de Fusarium spp., a partir de muestras clínicas (sangre, piel, senos paranasales, pulmones, otras). Es importante la identificación por cultivo debido a las similitudes histopatológicas entre Fusarium, Aspergillus y otros miembros del grupo de las hialohifomicosis. Como Aspergillus spp., Fusarium spp., invade los vasos sanguíneos causando trombosis e infartos tisulares y se observa en los tejidos como hifas septadas con ramificaciones en ángulo agudo.[5] Sin embargo, en los tejidos puede haber esporulación adventicia y el hallazgo de hifas junto con estructuras levaduriformes es muy sugestivo de fusariosis en la población de alto riesgo. En ausencia de crecimiento microbiano puede ser difícil distinguir la fusariosis de otras hialohifomicosis y se requiere usar la hibridación in situ en especímenes de tejidos incluidos en parafina. El género Fusarium se puede identificar por la producción de macroconidias multicelulares hialinas en forma de banano con una célula pie en la base, pero es difícil identificar las especies para lo que se pueden requerir métodos moleculares. Está disponible comercialmente un método basado en PC.[16] desarrollado recientemente. La prueba del 1, 3,-β-D-glucano por lo general es positiva en las infecciones invasivas por Fusarium, pero no puede distinguir entre estas y otras infecciones micóticas (entre ellas Candida, Aspergillus, Trichosporon) que también se detectan por medio de este ensayo.[17] La prueba del galactomanán para Aspergillus puede ser positiva en algunos casos de fusariosis invasiva. Tratamiento En la tabla 186-2 se resumen las recomendaciones para el tratamiento de la fusariosis invasiva. En general, las infecciones localizadas probablemente se benefician del desbridamiento quirúrgico, en tanto que las diseminadas requieren el uso de agentes sistémicos y, cuando sea posible, de inmunoterapia. La queratitis se trata usualmente con agentes antifúngicos tópicos y el medicamento de elección es la natamicina.[18] Las lesiones cutáneas localizadas en pacientes inmunocomprometidos ameritan una atención especial. Dado que la piel puede ser la fuente de infecciones diseminadas por Fusarium, a menudo con peligro para la vida, se debe hacer desbridamiento local y usar agentes antimicóticos tópicos (natamicina, anfotericina B) antes de comenzar las terapias inmunosupresoras. Tabla 186-2. Recomendaciones para el tratamiento de la fusariosis invasiva. Estrategia Recomendación Agentes antifúngicos. F. solani y F. verticillioides: altas dosis de anfotericina B. Otras species: altas dosis de anfotericina B o voriconazol. Inmunoterapia. Factores de crecimiento (G-CSF o GM-CSF) o transfusiones de granulocitos para pacientes neutropénicos;interferón gamma y/o GM-CSF para los pacientes no neutropénicos. Cirugía. Desbridar el tejido necrótico. Manejo del catéter vascular. Removerlo solo si hay fungemia. G-CSF: factor estimulante de colonias de granulocitos; GM-CSF: factor estimulante de colonias de granulocitos y macrófagos El perfil típico de susceptibilidad de las especies de Fusarium a los antimicóticos es el de resistencia relativa a la mayoría de los agentes.(tabla 186-3). Sin embargo, Fusarium solani y Fusarium verticillioides son por lo general resistentes a los azólicos y presentan una concentración inhibidora mínima (MIC, por la sigla en inglés de minimal inhibitory concentration) para la anfotericina más alta que la de otras especies de Fusarium. En contraste, Fusarium oxysporum y Fusarium moniliforme pueden ser susceptibles a voriconazol y posaconazol.[4] Se desconoce la importancia de estas observaciones in vitro porque ningún estudio ha determinado una correlación entre la MIC y el desenlace en fusariosis. Teniendo en cuenta estos datos in vitro, la anfotericina B en altas dosis (de preferencia en una formulación lipídic.[8] es el medicamento de elección como terapia primaria. Como terapia de salvamento se han usado voriconazol y posaconazol con tasas aceptables de respuesta.[19] [20] La información sobre la terapia combinada para fusariosis se limita a unos pocos reportes de casos. Tabla 186-3. Susceptibilidad de Fusarium spp. a los antifúngicos. Referencia Anfotericina BMIC (μg/mL) Itraconazol MIC (μg/mL) Voriconazol MIC (μg/mL) Posaconazol MIC (μg/mL) N Rango 50 90 Rango 50 90 Rango 50 90 Rango 50 90Fusarium solani [55] 24 NR 1,0 4,0 NR >8,0 >8,0 NR >8,0 >8,0 NR NR NR [56] 18 NR 1,0 4,0 NR >8,0 >8,0 NR >8,0 >8,0 NR >8,0 >8,0 [57] 5 0,25-8 NR NR ≥8,0 NR NR NR NR NR >8,0 NR NR [58] 18 2->16 NR NR NR NR NR 1x-8 NR NR 4->16 NR NR [62] 6 1-2 1,3a NR 1->16 8 NR 8-16 10,5a NR NR NR NR [60] 3 0,12-4 NR NR >8 NR NR 4->8 NR NR >8 NR NR [134] 10 0,5-4 NR 4 8->8 NR >8 NR NR NR NR NR NR [61] 5 0,5-2 NR NR 2-32 NR NR 1-16 NR NR NR NR NR [59] 18 1->4 NR NR >16 NR NR 1-16 NR NR NR NR NR [63] 10 1-2 1 2 >16 >16 >16 NR NR NR NR NR NR Fusarium oxysporum [55] 19 NR 0,5 2 NR >8 >8 NR 4 >8 NR NR NR [56] 15 NR 0,5 1 NR >8 >8 NR 4 >8 NR NR NR [57] 3 0,5-2 NR NR ≥8 NR NR NR NR NR 1->8 NR NR [58] 4 16 NR NR NR NR NR 2-4 NR NR 1-2 NR NR [62] 6 2 2 NR 1->16 8a NR NR NR NR NR NR NR [61] 5 0,25-2 NR NR 0,5->32 NR NR 0,5-16 NR NR NR NR NR [59] 4 2-4 NR NR 0,5 NR NR 1-4 NR NR NR NR NR Fusarium verticillioides [55] 10 NR 2 8 NR >8 >8 NR >8 >8 NR NR NR [56] 11 NR 2 >16 NR >8 >8 NR >8 >8 NR NR NR Fusarium moniliforme [57] 3 1-2 NR NR 2->8 NR NR NR NR NR NR NR NR MIC = concentración inhibidora mínima; N = número de aislamientos; NR = no reportado; a – media geométrica de la MIC. Además del uso de antimicóticos, el tratamiento óptimo de los pacientes con fusariosis incluye el desbridamiento quirúrgico de los tejidos infectado.[21] y el retiro de los catéteres venosos en el paciente ocasional cuya fusariosis esté confirmada como de ese origen.[22] No se ha establecido el papel en el tratamiento de la fusariosis de los factores estimulantes de colonias de granulocitos y de granulocitos y macrófagos (G-CSF o GM-CSF, por sus siglas en inglés), el de las transfusiones de granulocitos estimulados con G-CSF y el del interferón gamma. Sin embargo, dado el mal pronóstico de la fusariosis, especialmente en pacientes con neutropenia persistente, con frecuencia se usan el G-CSF y las transfusiones de granulocitos. Control y prevención Debido al mal pronóstico de la fusariosis y a la susceptibilidad limitada de las especies de Fusarium a los agentes antimicóticos, la piedra angular del manejo sigue siendo prevenir la infección. En los pacientes gravemente inmunocomprometidos se deben hacer todos los esfuerzos para prevenir la exposición (por ejemplo, poniendo a los pacientes de alto riesgo en habitaciones con filtro HEPA [por la sigla en inglés de high efficiency particulate air]y presión positiva), y evitándoles el contacto con reservorios de Fusarium spp., como es el agua tomada directamente de la llave.[13] Se debe intentar disminuir la inmunosupresión en pacientes con historia previa de fusariosis y ello se puede lograr reduciendo o descontinuando los agentes inmunosupresores y acortando la duración de la neutropenia.[23] Antes de comenzar la terapia antineoplásica se deben hacer evaluaciones y tratamientos cabales de las lesiones cutáneas (en particular de las onicomicosis que sirven como puerta de entrada para la fusariosis).[12] Debido al riesgo de recaída en los pacientes inmunosuprimidos con infecciones previas por Fusarium, se debe plantear la profilaxis secundaria (anfotericina B intravenosa o en su formulación lipídica, itraconazol, voriconazol, posaconazol). Además, se debe plantear el posponer la terapia citotóxica o usar transfusiones profilácticas de granulocitos estimulados con G-CSF o GM-CSF si no es posible retardar el tratamiento del cáncer subyacente.[7] [23] Se desconoce el papel de la profilaxia primaria con agentes antimohos. Scedosporiosis Especies de Scedosporium se aíslan comúnmente de suelos rurales, aguas contaminadas, composts y estiércol de ganado y de aves. Dos especies causan infecciones: 1) Pseudallescheria boydii (estado perfecto) o Scedosporium apiospermum (estado imperfecto) y 2) Scedosporium prolificans (S. inflatum). Se han descrito dos formas de la enfermedad: la invasiva tisular (por ambos agentes) y el micetoma (solamente por S. apiospermum).[24] En agar Sabouraud dextrosa, las colonias de Scedosporium crecen rápidamente, produciendo un micelio aéreo blanco suave o a manera de penacho, cuyo color vira más tarde a un gris parduzco.[25] Microscópicamente, las hifas de S. apiospermum son hialinas. Las conidias nacen individualmente o en pequeños grupos sobre anelosporos alargados, simples o ramificados, o lateralmente sobre las hifas. S. prolificans se puede diferenciar de S. apiospermum por la presencia en el primero de células conidiógenas hinchadas. Además, la cicloheximida inhibe el crecimiento de S. prolificans en agar Mycosel.[25] En hospederos normales, S. apiospermum causa infección localizada después de traumas penetrantes, y neumonía o infección diseminada después de accidentes de cuasi-ahogamiento. Se han informado infección cerebral secundaria a diseminación por contigüidad desde sinusitis, a trauma penetrante o después de cuasi-ahogamiento en agua contaminada. En Norteamérica S. apiospermum es la causa más frecuente de micetoma eumicótico, que es una infección crónica supurativa y fistulosa del tejido subcutáneo, la fascia y los huesos contiguos, que se produce después de un trauma penetrante. La lesión comienza como un nódulo subcutáneo que crece gradualmente. Una característica del micetoma es la presencia de granos en el material de drenaje. Las infecciones graves por Scedosporium han aumentado en los años recientes en los pacientes con enfermedades hematológicas malignas, en particular en los receptores de trasplantes alogénicos de células hematopoyéticas. También se han informado estas infecciones en pacientes con sida, después de trasplantes de órganos sólidos y en pacientes con fibrosis quística.[26] [27] En pacientes inmunocomprometidos, S. apiospermum causa infecciones invasivas profundas tales como neumonía, sinusitis y absceso cerebral.[24] La presentación clínica puede ser similar a la de la aspergilosis. Las condiciones de base más frecuentes son la neutropenia y el trasplante de órganos. Es común la afectación pulmonar en quienes reciben trasplantes de células hematopoyéticas: en una serie de 10 casos, nueve tuvieron enfermedad pulmonar, a menudo con sinusitis (seis casos). Una publicación reciente describió 23 casos de infección por S. apiospermum en receptores de trasplantes de órganos sólidos (1976-1999) e incluyó enfermedad diseminada (ocho casos), neumonía (cuatro casos), infección circunscrita a la piel (tres casos), absceso cerebral (dos casos), bola de hongos (dos casos: una en el pulmón y la otra en los senos paranasales) y un caso de cada una de las siguientes enfermedades: endoftalmitis, meningitis, infección ocular con absceso cerebral y aneurisma micótico. Las infecciones del sistema nervioso central tienden a ocurrir después de la diseminación hematógena.[28] La mayoría de las infecciones cerebrales se han presentado como abscesos, pero también hay informes de ventriculitis y meningitis.[29] S. prolificans causa infecciones localizadas (usualmente óseas y de los tejidos blandos) en pacientes inmunocompetentes, por lo general después de cirugía o trauma. La neutropenia es el factor de riesgo predominante en los pacientes inmunocomprometidos.[30] Quince de 16 pacientes informados recientemente eran neutropénicos y la mayoría desarrollaron infección diseminada con fiebre persistente, infiltrados pulmonares, falla renal y afectación neurológica. En cuatro pacientes ocurrieron lesiones cutáneas con necrosis central.[31] Como la fusariosis, la infección por S. prolificans se asocia con una tasa alta de infección del torrente sanguíneo: 20 de 26 pacientes con cáncer tuvieron hemocultivos positivos.[32] En un estudio publicado hace poco en un mismo centro sehalló un aumento de la frecuencia de infecciones por especies de Scedosporium en años recientes. La incidencia entre 1993 y 1998 fue de 0,82 casos por 100.000 pacientes/día, y aumentó a 1,33 casos por 100.000 pacientes/día entre 1999 y 2005. Además, los cuatro casos de infección por S. prolificans ocurrieron después de 2000.[33] Los hallazgos radiográficos de las infecciones pulmonares por S. apiospermum muestran áreas de nodularidad, infiltrados alveolares o, con mayor frecuencia, consolidación que puede evolucionar a cavitación.[34] Es importante la identificación por cultivo dada la variable susceptibilidad de estos hongos a la anfotericina B y a otros agentes antimicóticos. Los organismos se pueden aislar de líquidos estériles (raramente de la sangre) y de los órganos infectados. Los hallazgos histopatológicos son similares a los de la aspergilosis con hifas ramificadas en ángulo agudo, invasión de los vasos sanguíneos y trombosis. S. apiospermum es susceptible a los triazólicos antifúngicos, pero no a la anfotericina B, mientras que S. prolificans es resistente a todos los agentes antifúngicos. En una serie de ocho pacientes pediátricos con scedosporiosis, los seis con infecciones por S. apiospermum respondieron al voriconazol, lo que no ocurrió con los dos infectados por S. prolificans.[35] En otro estudio, también se observó respuesta al voriconazol en dos de seis pacientes con infección por S. apiospermum y en uno de cuatro infectados por S. prolificans.[19] El manejo óptimo de la infección por S. apiospermum incluye la documentación microbiológica (puesto que estos organismos son histológicamente similares a especies de Aspergillus), y el uso de voriconazol o itraconazol.[27] La resección quirúrgica sigue siendo la clave para un desenlace exitoso si las lesiones son localizadas (por ejemplo, lesión cavitaria del pulmón, sinusitis, artritis u osteomielitis). El desenlace terapéutico es usualmente malo si persiste la inmunosupresión. El curso de la infección por S. prolificans es de mal pronóstico ya que ningun medicamento parece ser efectivo.[27] Los principales medios para detener el avance de la infección parecen ser el desbridamiento quirúrgico del tejido infectado y la recuperación de la inmunosupresión.[36] Se han publicado informes anecdóticos de tratamiento exitoso con voriconazol más terbinafina.[3] Otras hialohifomicosis Causadas por Paecilomyces spp. Especies de Paecilomyces se aíslan del suelo y de materiales vegetales en descomposición, y a menudo están implicadas en el deterioro de los productos alimenticios y cosméticos. Paecilomyces spp., crecen rápidamente en agar Sabouraud dextrosa sin cicloheximida. Al principio las colonias son algodonosas y blancas pero después cambian de color; su textura varía de lanosa a pulverulenta. Las colonias de P. variotii son aterciopeladas y de color marrón claro a café oliva, en tanto que las de P. lilacinus son de color rosado, vináceo o lila.[37] [38] Microscópicamente las conidias de Paecilomyces spp., son unicelulares; pueden ser ovoides o fusiformes y formar cadenas. Las fiálides tienen la base hinchada y el cuello largo que se va estrechando al final. Las dos especies más comunes de Paecilomyces, P. lilacinus y P. variotii, raramente son patógenas para seres humanos. En hospederos normales se las ha implicado como agentes etiológicos de queratitis asociada con implantes corneales, endoftalmitis, endocarditis después de reemplazo valvular, sinusitis, peritonitis en pacientes en diálisis e infecciones cutáneas. En pacientes inmunosuprimidos se han informado: infección diseminada, neumonía, celulitis, fungemia y pielonefritis.[39] La puerta de entrada implica la pérdida de la integridad de la piel o las mucosas y la inhalación. Se han informado infecciones asociadas a contaminación de líquidos y de sistemas de aire acondicionado.[40] Causadas por Acremonium spp. Se encuentran comúnmente especies de Acremonium en el suelo y en materiales vegetales y alimentos en descomposición. Acremonium spp., crece moderadamente bien en agar Sabouraud sin cicloheximida. Las colonias son blanco-grises o rosadas con superficie aterciopelada o algodonosa.[41] Las conidias pueden ser unicelulares o en cadenas o masas; se originan de fiálides cortas, no ramificadas, simples, que se van estrechando al final. Las siguientes especies han sido informadas como causa de infecciones humanas: A. alabamensis, A. falciforme, A. kiliensis, A. roseogriseum, A. strictum, A. potroni, y A. recifei. Desde hace mucho tiempo se ha reconocido a este género como agente etiológico de infecciones de las uñas y de la córnea, micetoma, peritonitis e infección de la fístula de diálisis, osteomielitis, meningitis después de anestesia raquídea en una persona normal, cerebritis en un abusador de drogas intravenosas, endocarditis en un paciente con prótesis valvular e infección pulmonar en un niño. Ocasionalmente se han informado infecciones profundas por Acremonium en pacientes con el antecedente de una enfermedad grave subyacente.[42] In vitro, las especies de Acremonium son susceptibles a la anfotericina B y a los azólicos, incluyendo itraconazol, voriconazol y posaconazol.[43] Los datos clínicos sobre el tratamiento de las infecciones por Acremonium se limitan a informes de casos. Se han observado desenlaces clínicos exitosos después de tratamiento con anfotericina B, voriconazol y posaconazol. También hay informes sobre la cirugía o la remoción del catéter como parte de un tratamiento exitoso de estas infecciones. FEOHIFOMICOSIS La designación feohifomicosis (micosis por hongos de hifas oscuras) fue creada por Ajello en 1974 para designar las enfermedades causadas por hongos que contienen melanina en sus paredes celulares en los que hay una gran variedad morfológica.[2] El término es útil para diferenciar micosis superficiales, cutáneas, subcutáneas o sistémicas de la cromoblastomicosis, clasificada como micosis de implantación o subcutánea.[44] Los agentes de la feohifomicosis tienen diferentes cantidades de melanina en la pared celular, un pigmento asociado a la virulencia y la patogenicidad de varios hongos. La melanina es un compuesto ubicuo en la naturaleza y se puede encontrar en varios microorganismos y en animales.[45] Varios hongos patógenos tienen diferentes cantidades de melanina, entre ellos Cryptococcus neoformans, S. apiospermum, S. prolificans, Aspergillus niger, Paracoccidioides brasiliensis. Sin embargo, también se consideran agentes de feohifomicosis los hongos que exhiben gran variabilidad morfológica en los distintos materiales clínicos.[46] Algunos autores consideran a S. apiospermum y S. prolificans como agentes de feohifomicosis por presentar melanina en la pared celular; sin embargo, las especies patógenas del género Scedosporium no están presentes en el material clínico con las estructuras típicas de otros hongos patógenos dematiáceos.[2] [47] Microbiología La taxonomía de los hongos con melanina es dinámica y trae cambios frecuentes en la nomenclatura de los géneros y especies como agentes de feohifomicosis.[48] Al igual que en otras áreas de la micología médica, las herramientas de la biología molecular han cambiado de manera significativa la clasificación de los hongos patógenos (Paracoccidiodes lutzii, Paracoccidiodes brasiliensis).[49] [50] Sin embargo, no hay evidencia de que la reclasificación de los agentes de las micosis tenga o no repercusiones terapéuticas.[51] Se han descrito más de 150 especies de hongos dematiáceos, clasificados en aproximadamente 70 géneros, como relacionados con la etiología de las diferentes formas clínicasde feohifomicosis en los seres humanos y en otros animales.[2] Con los avances de la medicina y la creciente cantidad de pacientes inmunológicamente deprimidos, este número deberá aumentar significativamente. Aunque la identificación de las especies se basa normalmente en métodos micológicos tradicionales, que incluyen el estudio de las características macroscópicas y microscópicas de los agentes, cada vez más las técnicas de biología molecular son importantes para lograr una identificación más precisa. Los síndromes principales asociados con diferentes formas clínicas de feohifomicosis y sus agentes se muestran en la tabla 186-4. Tabla 186-4. Principales síndromes clínicos asociados con feohifomicosis. Forma clínica Patógeno Feohifomicosis superficial Tinea nigra Hortaea werneckii y Stenella araguata Piedra negra Piedraia hortae Curvularia spp. Queratitis Bipolaris spp. Exserohilum rostratum. Lasiodiplodia spp. Feohifomicosis cutánea Dermatomicosis Alternaria spp. Hendersonula toruloidea. Taenionella stilbospora. Onicomicosis Scytalidium spp. Onychocola spp. Alternaria spp. Feohifomicosis subcutánea Nodular, quística, en placa, etc. Exophiala spp. Phialophora spp. Alternaria spp. Bipolaris spp. Cladophialophora bantiana. Feohifomicosis sistémica Sinusitis invasiva Curvularia spp. Alternaria spp. Bipolaris spp. Pulmonar Exophiala spp. Cerebral Cladophialophora bantiana. Ramichloridium mackenzei. Ochroconis spp. Fonsecaea monophora. Diseminada Chaetomium spp. Phialophora spp. Fonsecaea spp. Curvularia spp. Alternaria spp. Patogenia Los hongos dematiáceos son omnipresentes en la naturaleza. Los seres humanos pueden inhalar los propágulos en distintas situaciones. Sin embargo, la incidencia de feohifomicosis y otras enfermedades causadas por hongos con melanina no es alta, lo que sugiere una resistencia natural fuerte y eficaz a las enfermedades causadas por estos agentes. En general se sabe poco sobre los mecanismos patogénicos de los hongos dematiáceos, especialmente en pacientes inmunocompetentes. La melanina, los lípidos intracelulares y la termotolerancia se consideran factores de virulencia y, por lo tanto, se relacionan con la patogenicidad de estos hongos. Se considera que la melanina (melanina- dihidroxinafatleno) es uno de los principales elementos relacionados con la supervivencia de los hongos dematiáceos, tanto en la naturaleza como en el hábitat hostil del hospedero humano. La melanina es extremadamente resistente a una amplia variedad de agentes físicos y químicos como los metales tóxicos, los compuestos con radicales libres, el hipoclorito, la desecación y la radiación ionizante.[52] La melanina protege al hongo contra factores ambientales como la radiación ultravioleta, con lo que favorece su fase de vida saprofita.[53] Se obtuvieron especies de Chaetomium de hierbas contenidas en el hielo durante 5.000 años.[54] Este pigmento protege también a los agentes de feohifomicosis del mecanismo de oxidación de las células fagocíticas. Al inactivar las enzimas hidrolíticas, impide la lisis intracelular tanto en los neutrófilos como en los macrófagos, lo que podría explicar en parte su patogenicidad para los individuos inmunocomprometidos. Los estudios experimentales han demostrado que la alteración de la melanina determina la restricción del crecimiento de las hifas de Exophiala dermatitidis, lo que reduce su virulencia y aumenta la supervivencia de los modelos animales.[55] Otros estudios también sugieren que la melanina es un factor importante en la mayor resistencia a los fármacos antifúngicos como la anfotericina B y los azólicos.[56] Aunque las manifestaciones alérgicas producidas por hongos dematiáceos (por ejemplo Alternaria spp., Curvularia spp., y Bipolaris spp.) en los pulmones o los senos paranasales no se clasifican como formas clínicas de feohifomicosis, sí son capaces de estimular la degranulación de los eosinófilos, posiblemente mediante una proteasa aspártica.[57] Ecoepidemiología Aunque la mayoría de los hongos dematiáceos son ubicuos en la naturaleza y la fase de saprofitos está asociada con la vida del suelo y con material vegetal vivo o muerto, algunas especies están restringidas a ciertos nichos ecológicos o incluso a una región geográfica: Fonsecae pedrosoi, generalmente agente de la cromoblastomicosis pero también de feohifomicosis diseminada, se encuentra principalmente en las regiones húmedas tropicales y subtropicales del planeta.[58] Otro ejemplo son las especies del género Exophiala. Algunas de ellas sobreviven en microambientes extremos, tales como E. xenobioticos, capaz de sobrevivir en xileno, tolueno y creosoles.[59] Hortaea werneckii, agente de la tínea nigra, se puede aislar de agua salada de los ambientes tropicales o subtropicales. Rhinocladiella mackenzie (Ramichoridium mackenzie), un agente neurotrópico, se asocia con casos de feohifomicosis cerebral en individuos de países del Medio Oriente.[60] Con respecto al estado del hospedero, las feohifomicosis se producen tanto en sujetos aparentemente sanos como en pacientes inmunocomprometidos. En general, las formas superficiales y cutáneas se encuentran en pacientes inmunocompetentes, y la forma subcutánea afecta tanto a pacientes sanos como a individuos inmunocomprometidos. De los pacientes con mayor riesgo de contraer feohifomicosis, destacamos los sometidos a trasplante renal, los que tienen neutropenia y los que reciben corticosteroides.[61] [62] Los pacientes sin evidencia de inmunosupresión que presentan lesiones de feohifomicosis, por lo general son hombres, agricultores, carpinteros o de otros oficios que los exponen a los vegetales crudos. Las formas diseminadas de la enfermedad ocurren en individuos inmunocomprometidos, como los pacientes con cáncer, neutropénicos o con terapia de medicamentos inmunosupresores.[61] [62] En un importante centro de América del Norte para el tratamiento de pacientes con cáncer, un estudio retrospectivo de diez años reportó la aparición de 39 pacientes con diagnóstico de feohifomicosis. La incidencia de la enfermedad en pacientes con cáncer aumentó de 1 a 3,1 casos por cada 100.000 pacientes durante ese período.[63] Una de las feohifomicosis diseminadas más frecuentes fue la infección del sistema nervioso central. A diferencia de otras formas de infección diseminada, en esta la mitad de los pacientes no presentaban inmunosupresión aparente. En una extensa revisión de 101 casos de feohifomicosis cerebral, Revankar y sus colegas reportaron la distribución mundial de la enfermedad, con una prevalencia de Cladophialophora bantiana (48%), conocido por ser agente neurotrópico. R. mackenzie fue el segundo agente aislado con mayor frecuencia (13% de los casos) y apenas en pacientes del Medio Oriente. Ochroconis gallopavum fue el tercer agente en frecuencia que representó el 5% de los casos.[47] El sida no se considera un factor importante que predisponga a feohifomicosis, aunque algunos casos se citan en la literatura.[47] Manifestaciones clínicas y tratamiento Siguiendo las reglas de clasificación de las micosis en general, se clasifican en feohifomicosis superficiales, cutáneas, subcutáneas y sistémicas. Las manifestaciones alérgicas (sinusitis, neumonía, etc.) no son formas clínicas de feohifomicosis sino de otras enfermedades relacionadas con los hongos dematiáceos. Feohifomicosis superficiales y cutáneas. Las formas superficiales y cutáneas de feohifomicosis son las manifestaciones clínicas más comunes observadas en todo el mundo, principalmente en pacientesinmunocompetentes. Están generalmente asociadas a un microtrauma o a la exposición al ambiente, como ocurre con la tiña negra palmar o plantar. Esta entidad dermatológica es causada por Hortaea werneckii y Stenella araguata, y es principalmente de importancia cosmética. Es asintomática y se caracteriza por lesiones maculares de márgenes bien definidos, que generalmente afectan las palmas y, con menor frecuencia, las plantas u otras áreas. La tiña negra debe diferenciarse de otras lesiones maculares hiperpigmentadas de la piel, como melanosis, melanomas y sífilis. Después de haber establecido el diagnóstico, el tratamiento se puede hacer con antifúngicos tópicos (azólicos) y/o exfoliantes epidérmicos (ácido salicílico o ácido retinoico) que se aplican también tópicamente. [64] La piedra negra, otra forma de feohifomicosis superficial, causada por Piedraia hortae, se caracteriza por la formación de pequeños tumores duros y oscuros en el cuero cabelludo, barba, bigote o vello púbico. La infección es localizada, generalmente se presenta en adultos jóvenes en América Latina y el Sudeste Asiático y se puede transmitir por el uso compartido de peines o cepillos contaminados. También es asintomática y de importancia cosmética y debe diferenciarse de otras tricopatías nodulares como la tricorrexis nodosa y la triconodosis. El tratamiento se hace generalmente mediante la reducción de los nódulos afectados por el hongo o por el uso tópico de terbinafina.[64] Además de los dermatofitos, Candida spp., Fusarium y Aspergillus, los hongos pigmentados también están implicados en la etiología de la dermatomicosis y, principalmente, de la onicomicosis. Por lo general, la onicomicosis provocada por hongos dematiáceos es postraumática, implica uno o dos dedos del pie y es poco sensible a la terapia antifúngica tópica o sistémica, como la terbinafina o el itraconazol. Existen varios hongos dematiáceos implicados en la etiología de la onicomicosis, incluyendo Scytalidium spp., Onychocola spp., y Alternaria spp.[65] Más de 70 especies de hongos pueden causar queratitis. Los agentes principales son las especies de Fusarium, Aspergillus, Candida y hongos dematiáceos. Entre las especies aisladas con mayor frecuencia de queratitis por hongos dematiáceos con melanina, destacamos Curvularia spp., Bipolaris spp., Exserohilum rostratum y Lasiodiplodia spp. La enfermedad puede ser superficial o convertirse en invasiva de la córnea y de otras estructuras de la cámara anterior del ojo. Su patogenicidad puede agravarse por la producción de enzimas proteolíticas y micotoxinas. La enfermedad comienza después de un trauma local que puede tener diversos orígenes: fragmentos de plantas, cirugía ocular, inmunosupresión o el uso de lentes de contacto. La queratitis provocada por hongos dematiáceos puede acompañarse de reacciones inflamatorias y necrosis de diversos grados de intensidad. El espectro de síntomas clínicos es muy amplio: puede variar desde la sensación de cuerpo extraño ocular hasta la pérdida de la visión y del globo ocular.[66] Para el diagnóstico y el tratamiento siempre se debe contar con el oftalmólogo. Feohifomicosis subcutánea. La feohifomicosis subcutánea es una de las enfermedades producidas por hongos dematiáceos reportadas con mayor frecuencia en la literatura. Está clasificada como una micosis de implantación debida a la entrada transcutánea de los agentes por lo general a consecuencia de un trauma causado por un fragmento vegetal. La enfermedad se produce tanto en pacientes inmunocompetentes como inmunodeprimidos y, entre este último grupo, el trasplante de órganos sólidos es el principal factor de riesgo. La intensidad del trauma puede ser variable pero muchas veces el paciente no la menciona. Varias especies de los géneros Exophiala, Alternaria, Phialophora y Bipolaris, entre otros, están relacionadas con la etiología de las lesiones subcutáneas de feohifomicosis.[61] [62] [67] [68] Las lesiones pueden ser únicas o múltiples. La lesión inicial con frecuencia es eritematosa, papulosa o nodular y se localizada en las zonas más expuestas al trauma, sin causar dolor; generalmente se limita a la piel y el tejido subcutáneo (figura 186-2). Su evolución es lenta y con el tiempo puede progresar a lesiones polimorfas. La manifestación informada con mayor frecuencia es una lesión quística, que suele ser solitaria, de uno a cinco cm de diámetro, con un área de fluctuación central. Al corte, las lesiones quísticas de feohifomicosis están bien delimitadas por una cápsula gruesa y fibrosa, que contiene una secreción serosanguinolenta, a veces de color café, y grandes cantidades de elementos fúngicos con melanina.[61] [62] [67] [68] En algunos casos, los fragmentos de plantas, tales como espinas, se encuentran en el interior del quiste, indicando la fuente de la infección.[69] La ruptura de un quiste feohifomicótico puede provocar la aparición de lesiones cutáneas satélites con aspecto verruciforme. En otros casos, la lesión inicial puede progresar a ser nodular, ulcerosa, en placa o verruciforme, que se debe tener en cuenta en el diagnóstico diferencial de procesos infecciosos o no (tabla 186-5). En algunos pacientes, los agentes de las lesiones subcutáneas pueden convertirse en invasivos diseminándose al tejido osteoarticular o incluso a otros órganos como el sistema nervioso central. Los métodos terapéuticos más adecuados en esta forma clínica de la enfermedad son: para las lesiones iniciales y los quistes bien definidos, la extirpación quirúrgica seguida de antifúngicos sistémicos. El tratamiento con antifúngicos sistémicos se presenta junto con el de las formas sistémicas de feohifomicosis. Figura 186-2. Lesiones nódulo-quísticas de feohifomicosis subcutánea en un paciente trasplantado renal. Tabla 186-5. Diagnóstico diferencial de la feohifomicosis subcutánea. Enfermedades infecciosas Hongos Cromoblastomicosis. Esporotricosis fija . Formas granulomatosas de candidiasis y tricofitosis. Paracoccidioidomicosis blastomicosis. Coccidioidomicosis. Bacterias Tuberculosis cutánea. Lepra. Sífilis terciaria. Nocardiosis. Ectima. Micobacteriosis (M. marinum, M. fortuitum). Protozoarios Leishmanisis tegumentaria.Rinosporidiosis. Enfermedades no infecciosas Condiciones varias Carcinoma escamoso. Psoriasis. Sarcoidosis. Lupus eritematoso, etc. Feohifomicosis sistémica o diseminada. Además de la afectación superficial, cutánea, subcutánea y osteoarticular, los hongos dematiáceos pueden también afectar órganos internos, principalmente los pulmones y el cerebro en forma de un absceso cerebral. A diferencia de las micosis sistémicas endémicas cuyo foco de infección primaria es frecuentemente pulmonar, en la feohifomicosis el compromiso de los órganos internos puede ocurrir a partir de un foco pulmonar o de lesiones subcutáneas preexistentes. Al igual que en otras infecciones micóticas invasivas, la mitad de los pacientes no presentan evidencia de inmunosupresión o de otra enfermedad subyacente. Sin embargo, los siguientes son factores predisponentes a la enfermedad: neoplasias hematológicas, quimioterapia con fármacos citotóxicos y trasplantes de órganos sólidos y de células madre hematopoyéticas.[1] [2] [47] Los pacientes inmunodeprimidos, especialmente los de trasplante de órganos sólidos con inhibidores de la calcineurina y corticosteroides, corren el riesgo de diseminación hematógena con afectación del cerebro, los pulmones y el tracto digestivo. Aunque sea raro en pacientes inmunocompetentes, hay reportes de infección con algunos hongos dematiáceos, tales como Cladophialophora bantiana,Rhinocladiella mackenzie, Ochroconis galope, Bipolaris spicifera, Exophiala dermatitidis y Chaetomium strumarium.[70] El sistema nervioso central es más comúnmente afectado, por lo general con un absceso cerebral (figura 186-3). El agente principal de feohifomicosis cerebral es C. bantiana.[47] Recientemente, F. monophora y R. mackenzie también surgieron como hongos neurotrópicos que causan este tipo de infección. El cuadro clínico es compatible con el de abscesos cerebrales, y puede acompañarse de cefalea, alteraciones neurológicas y crisis epilépticas. Se han descrito, pero no son comunes, la meningitis y la meningoencefalitis por feohifomicosis. La mortalidad en estos pacientes oscila entre 70% y 100%.[47] [61] [62] La infección pulmonar por hongos con melanina, a diferencia de la feohifomicosis cerebral, ocurre generalmente en pacientes inmunodeprimidos o con cualquier enfermedad de base. Clínicamente la enfermedad se manifiesta como neumonía, nódulos pulmonares o lesiones endobronquiales que pueden provocar episodios de hemoptisis. Entre las formas de sinusitis producidas por hongos dematiáceos, hay una que es alérgica, debida a fenómenos de hipersensibilidad, y otra que se considera invasiva. En este caso, el hongo invade la mucosa de los senos y puede alcanzar el tejido óseo adyacente.[61-63] Figura 186-3. Imagen tomográfica que muestra un absceso cerebral multiloculado en un paciente inmunocompetente con feohifomicosis cerebral. Otras formas son la hepática, la sistémica, la del endocardio y la propagación peritoneal. En 23 pacientes con factores predisponentes admitidos a un hospital de tercer nivel en Brasil se reportaron episodios de fungemia por Exophiala jeanselmei. El agua utilizada para la preparación de soluciones intravenosas fue el vehículo probable de la infección. Diagnóstico de laboratorio El diagnóstico de feohifomicosis depende de la demostración del agente en la vida parasitaria y solo el cultivo lo detecta. La enfermedad se caracteriza por la observación de elementos de hongos parásitos de morfología variable en diferentes materiales clínicos. Estos elementos incluyen, entre otros, levaduras, pseudohifas, hifas septadas, hifas toruloideas o catenuladas. Estas formas se pueden observar solas o en combinación y es posible verlas en el examen directo o teñidas por diferentes técnicas histológicas. Por lo general, la melanina de la pared celular determina que los elementos aparezcan naturalmente pigmentados con microscopía de luz. Sin embargo, algunos agentes pueden ser hipopigmentados y presentarse como los hongos hialinos. En este caso, la tinción de Fontana- Masson es esencial para revelar la presencia de melanina en la pared celular. No es posible identificar el género o la especie del hongo mediante la observación de las características microscópicas de los elementos fúngicos. Para la clasificación correcta, los agentes se deben aislar en cultivo, utilizando los medios clásicos en micología. Se recomienda que después de un estudio de las características morfológicas macroscópicas y microscópicas, se confirme la identificación por métodos de biología molecular (figura 186-4). La feohifomicosis se diferencia de la cromoblastomicosis por no presentar los cuerpos muriformes o escleróticos típicos de esta última enfermedad.[45] [67] Figura 186-4. Diagnóstico de laboratorio de feohifomicosis: cultivos de E. jeanselmei en las fases levaduriforme (A) y micelial (B). Morfología microscópica de E. jeanselmei en la fase micelial (C). Hifas catenuladas asociadas a elementos levaduriformes en material obtenido de una lesión quística de feohifomicosis subcutánea (D). Tratamiento Para prescribir el tratamiento de las formas sistémicas y subcutáneas de feohifomicosis, el médico debe considerar siempre los antifúngicos sistémicos y el tratamiento quirúrgico. En general, las lesiones iniciales y bien definidas, como los quistes, siempre se deben remover quirúrgicamente. Para las lesiones osteoarticulares y la sinusitis invasiva se deben hacer desbridamiento y curetaje que eliminen el tejido infectado. También los abscesos de pulmón y de cerebro se deben drenar o resecar ampliamente. El tratamiento antimicótico sistémico siempre se debe asociar con la extirpación quirúrgica. Los hongos dematiáceos en general son más sensibles in vitro a los derivados triazólicos de segunda generación que a la anfotericina B.[2] Hasta la fecha, no se han publicado estudios comparativos de la eficacia terapéutica en feohifomicosis. Por lo tanto, la elección del mejor tratamiento se basa en la experiencia acumulada o en estudios retrospectivos. Además, la experiencia terapéutica en cromoblastomicosis, enfermedad fúngica también causada por hongos con melanina, se considera importante al prescribir el tratamiento de las formas sistémicas y subcutáneas de feohifomicosis. El itraconazol a la dosis de 200 a 400 mg al día es el tratamiento más común. Se lo puede asociar con terbinafina, 250 mg 2 veces al día, o 5-fluorocitosina en una dosis de 100 mg/kg/día. Para las infecciones refractarias, puede ser efectivo el posaconazol a la dosis de 800 mg al día.[2] [45] La anfotericina B desoxicolato o lipídica se puede aplicar a los pacientes con las formas de feohifomicosis sistémica pero no hay pruebas de que su eficacia sea superior a la de los triazólicos. No hay suficiente experiencia acumulada sobre el uso de voriconazol para el tratamiento de la feohifomicosis, pero los resultados in vitro sugieren que es activo contra los hongos dematiáceos. Este compuesto tiene indicaciones potenciales en feohifomicosis cerebral debido a que se obtiene con él un buen nivel en el sistema nervioso central. BIBLIOGRAFÍA 1. Nucci M, Queiroz-Telles F, Tobón AM, Restrepo A, Colombo AL. Epidemiology of opportunistic fungal infections in Latin America. Clin Infect Dis. 2010; 51(5): 561-70. 2. Revankar SG, Sutton DA. Melanized fungi in human disease. Clin Microbiol Rev. 2010; 23(4): 884-928. 3. Nucci M, Anaissie E. Emerging fungi. 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