Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
GUÍA PARA PRINCIPIANTES Pintura de BODEGÓN Pintura de bodegón Proyecto y realización de Parramón Paidotribo Dirección editorial: María Fernanda Canal Editor: Tomàs Ubach Ayudante de edición y archivo iconográfico: Mª Carmen Ramos Textos: Gabriel Martín Roig Realización de los ejercicios: Almudena Carreño, Gabriel Martín, Esther Olivé de Puig, Manel Plana y Óscar Sanchis. Edición y redacción final: María Fernanda Canal, Roser Pérez Diseño de la colección: Toni Inglès Fotografías: Estudi Nos & Soto Maquetación: Estudi Toni Inglès Primera edición: febrero 2007 © ParramónPaidotribo Derechos exclusivos de edición para todo el mundo www.parramon.com E-mail: parramon@paidotribo.com ISBN: 978-84-342-2780-4 ISBN EPUB: 978-84-342-4235-7 Depósito legal: B-4.075-2007 Agradecimientos Damos las gracias a la Escola d’Arts i Oficis de la Diputación de Barcelona, a Enric Cots, Josep Asunción y Gemma Guasch, así como a los alumnos Montserrat Carbonell, Montserrat Castellà, Enrique Clapers, Teresa Diego y Carin Llauradó, por su apoyo y colaboración en la realización de los ejercicios del apartado “El trabajo de los alumnos”. SUMARIO PRESENTACIÓN: El modelo a nuestro alcance LAS LECCIONES DEL MAESTRO: Paul Cézanne Presentación El MODELO a NUESTRO ALCANCE El bodegón o naturaleza muerta es un género pictórico que retrata las agrupaciones de objetos inanimados, bien como un ejercicio técnico o como recurso poético que pretende darles una significación simbólica, espiritual o vivencial, más allá de la representación figurativa. Por lo general, se concibe como una composición integrada por elementos vistos de cerca, habitualmente en un primer plano, sobre un fondo poco preciso o como figurantes en una escena de interior. Aunque con algunas variantes, según la época o los diferentes países donde se ha cultivado el género, los elementos más representativos del bodegón suelen ser: las flores, las frutas, las hortalizas, las piezas de cerámica, de vidrio o de metal, los paños, los muebles y los animales de caza, entre otros muchos. Aunque estos componentes se relacionan con el bodegón más antiguo y academicista, en la acepción contemporánea del término los artistas recurren a cualquier objeto de la vida cotidiana: utensilios de cocina, productos de consumo, libros amontonados, aparatos eléctricos, piezas de ropa arrugada, incluso algunos materiales de deshecho. Desde el punto de vista pedagógico el bodegón presenta muchas ventajas, si lo comparamos con otros temas. Para empezar, es el mejor género para aprender a distribuir las formas y los elementos sobre la superficie del cuadro. A pesar de la aparente limitación del tema, es posible conseguir una enorme variedad de composiciones, con los mismos y escasos objetos. Esto significa seleccionar los objetos y disponerlos a nuestro antojo, buscando coherencia formal y equilibrio. Al tratarse de un tema de interior proporciona al artista un control completo sobre el modelo; esto significa que la luz puede ser controlada y los objetos permanecer durante mucho tiempo estáticos e inalterables. Por lo tanto, es ideal para quienes quieren la libertad de trabajar a su propio ritmo, con todo el tiempo del mundo para experimentar distintas técnicas e interpretaciones. Así pues, todas las ventajas están a su favor. No en vano, se trata del género más recurrido en la historia de la pintura, por su sencillez y sus posibilidades a todos los niveles. Un interesante campo de pruebas para mejorar la composición y disciplinar la técnica. LENGUAJE formal y REPRESENTACIÓN del BODEGÓN En las naturalezas muertas es donde, por primera vez, el artista aficionado reconoce sus cualidades como pintor. Es el primer modelo que se toma como referente cuando se inicia un programa de aprendizaje artístico, y esto se debe a que el bodegón constituye un excelente banco de pruebas para aprender a utilizar los elementos del lenguaje pictórico: la forma, el color, el espacio, la textura y la factura, para transmitir con precisión lo que nos mueve a pintar. Una vía de profundización en las cuestiones de la realidad visual y las posibilidades de interpretación que ésta permite. Estudiar la COMPOSICIÓN Antes de dibujar es necesario aprender a componer el bodegón, esto significa arreglar, disponer los elementos del cuadro para lograr un conjunto satisfactorio. Aunque no existen recetas infalibles para conseguir composiciones equilibradas, el principio de unidad y variedad es imprescindible para abordar con garantía de éxito cualquier bodegón. Conviene componer adecuadamente los grupos florales. He aquí un ejemplo de composición simétrica y estática, donde todas las flores apuntan en una misma dirección. Selección de los objetos Se escogen elementos cuyo diseño sea agradable, que combinen entre sí y ofrezcan afinidad y consonancia respecto a estilo, calidad y función. Se evitará incluir objetos que presenten una decoración muy complicada. Luego, se colocan de un modo documental, en una posición donde se explica claramente lo que son. Cuidado con las flores Si decidimos trabajar con bodegones florales, éstas deben disponerse de manera que parezcan naturales e informales. Deben superponerse unas a otras, con sus capítulos girados en diferentes direcciones. La simetría y el equilibrio de los arreglos florales no suelen ser buenos sujetos para el dibujo o la pintura. Dado que el bodegón es de naturaleza estática, debe potenciarse el movimiento rítmico procurando que las flores apunten en varias direcciones. DISPONER LOS ELEMENTOS El mayor peligro que existe en la disposición de los objetos, antes de pintarlos, es que aparezcan aislados o demasiado separados entre sí. Un exceso de objetos acumulados en la parte central del cuadro da excesiva rigidez a la composición y afea el resultado. Una composición correcta donde los objetos no se muestran apretados. Las obras asimétricas tienden a la variedad, por ello resultan mucho más atrayentes para el espectador. Consejo Los objetos deben agruparse de manera que se superpongan unos a otros, para dar al grupo cierta profundidad, y dejar algunos en primer plano. Unidad y diversidad Uno de los objetivos más importantes de la composición es obtener equilibrio visual por medio de la unidad. Éste se logra introduciendo elementos que están relacionados con otros. Estos vínculos visuales resultan adecuados, porque las formas emparentadas nos satisfacen más que las inconexas. La unidad debe mostrarse en equilibrio con la diversidad, que se consigue descolocando algún objeto, potenciando la asimetría y el contraste entre luces y sombras, texturas o colores. Estudiar el punto de vista Antes de sentarnos a pintar, es importante tomar cierta distancia y evaluar el tema, tratando de verlo como un rompecabezas de formas, colores y tonos entrelazados que conforman una disposición equilibrada. Luego escogemos el mejor punto de vista posible realizando varios bocetos o apuntes preparatorios que nos ayuden a seleccionar el encuadre y la posición que vamos a adoptar. Cuando se han dispuesto varios elementos sobre una mesa no debemos conformarnos con la visión frontal del modelo, tenemos que desplazarnos alrededor del mismo y estudiar los diversos puntos de vista que ofrece, valorar cuál es el más adecuado según nuestras necesidades. BUSCAR LÍNEAS INTERNAS Una manera clásica para conseguir composiciones sorprendentes es disponer los elementos a partir de unas líneas imaginarias que determinen la situación de las formas. La composición en diagonal es la más sencilla y eficaz. Las diagonales que cruzan una tela sugieren desplazamientos en profundidad. Debe componerse el bodegón formando líneas compositivas. Al dibujarlo, se desplazan algunos objetos buscando coincidencias lineales, como sucede en esta disposición en zigzag. Distribuir y plantear ESQUEMAS La composición de un bodegón no empieza al pintar, sino cuando se abocetan sobre la superficie del papel los elementos que se van a pintar. La distribución,que a veces parece espontánea, azarosa, es con frecuencia fruto del cálculo y de muchas pruebas. Analicemos algunos esquemas y recursos que pueden ser de gran utilidad. La mejor manera de “desnudar” un bodegón es tratar de sintetizar sus formas al máximo, y verlo como si estuviera compuesto por unas sencillas figuras geométricas. “Desnudar” el bodegón Un bodegón presenta un gran número de formas, texturas, pliegues y anécdotas que distraen nuestra atención. Para plantear el primer encajado es necesario desnudar todo el amasijo de elementos y quedarse con las formas principales, las cuales pueden sintetizarse en formas sencillas de talante geométrico. Un buen encajado Los elementos que componen el bodegón deben sintetizarse a partir de formas básicas, tales como círculos, óvalos, cuadrados, rectángulos, triángulos... El cilindro y la esfera son figuras muy recurridas para dibujar jarrones, botellas, garrafas y cazos. Cuando un objeto que se desea dibujar ofrece una forma algo más compleja, el encaje se resuelve con un ensamblaje de formas sencillas que recogen el orden esencial de los volúmenes del objeto real. PRACTICAR ESQUEMAS COMPOSITIVOS Proponemos un sencillo juego. Se trata de formar un bodegón buscando una afinidad con esquemas geométricos simples. Empezamos por encajar los objetos dentro de un esquema circular. Si situamos el objeto de mayor altura en el centro conseguimos una composición muy simétrica y equilibrada en una clara disposición triangular. El esquema cuadrangular también ofrece una gran estabilidad. Para representar los elementos bastan unas pocas manchas de color contrastadas entre sí. La síntesis, tanto compositiva y formal como cromática, es la clave para resolver adecuadamente el encaje de una naturaleza muerta. Este modelo se ha basado en el cruce de dos diagonales. Consejo En los dibujos con carboncillo, muchas veces el aerosol fijador no es lo suficiente fuerte para evitar que se desprenda el polvillo. Este método puede complementarse aguando la línea con un poco de color muy aguarrasado. Dibujo con carboncillo y fijado Cuando el dibujo del bodegón se encuentra completamente resuelto, se subraya su contorno con carboncillo (si vamos a pintar con óleo) o con lápiz de grafito (si lo vamos a hacer con acuarela o acrílico). Si trabajamos con carboncillo, hay que aplicarle un aerosol fijador antes de empezar a pintar; de lo contrario, el polvo de carboncillo puede ensuciar los colores. Espacios vacíos Sobre el encaje geométrico, se dibuja con más cuidado la forma definitiva de los objetos, ateniéndonos a sus características particulares. Para dibujar con mayor facilidad su perfil, tendremos en cuenta los espacios vacíos que existen entre ellos. Si dibujamos la forma de los espacios, sin darnos cuenta, dibujamos también el objeto. Así los espacios y las formas se unifican al darle igual importancia a todas las piezas del rompecabezas dentro de los márgenes que limitan el formato. Si al dibujar tenemos en cuenta las formas internas del bodegón, es decir, las siluetas que presentan los espacios vacíos, la representación será más certera y proporcionada. TRES MANERAS DE EMPEZAR La primera preocupación del artista al pintar un bodegón es eliminar el blanco de la tela, lo cual se consigue llenando el espacio con una pintura muy diluida, con mucho aguarrás. Otra manera de iniciar el bodegón es dejar en blanco las zonas iluminadas y manchar con colores pardos aguarrasados las zonas en sombra. Luego se disponen los colores locales. La tercera propuesta consiste en aplicar una base con colores saturados y planos. Después, sobre esta base se puede matizar cada tono para ajustarlo al modelo real. CREACIÓN del RITMO Dado que el bodegón es fundamentalmente estático, resulta esencial componerlo de una manera equilibrada, de modo que los elementos transmitan suficiente sensación de ritmo y energía como para mantener el interés del espectador. Pero ¿cómo se consigue esto? El ritmo en un bodegón se consigue provocando tensiones por medio de la composición, rompiendo la disposición simétrica, desplazando los elementos hacia un extremo del cuadro. ¿Qué es el ritmo? El ritmo de una pintura de naturaleza muerta lo proporciona una distribución de los elementos del cuadro que contemple sobresaltos, contrastes, repeticiones o tensiones que hagan frente al poco interés que transmite una composición estática. Diversas maneras de aportar ritmo El ritmo en una pintura es importante porque conduce la mirada del espectador sobre la superficie de la obra. Mientras pintamos podemos introducir algunos efectos que contribuyen a destacar el efecto rítmico del cuadro, tales como: cruzar diversos elementos en el primer término, subrayar o alargar las sombras que proyectan los objetos o incluir paños que presenten amplias arrugas y pliegues. Los pliegues o arabescos que provocan los paños son una manera recurrente de introducir ritmo en una composición estática. UNA PINTURA GESTUAL En la pintura gestual se emplean trazos desenfadados y amplios para captar su esencia. Empezamos pintando el jarrón con un único trazo rítmico. Con una nueva pincelada violeta en espiral lo concluimos. Con dos nuevas pinceladas cruzadas de color verde y azul oscuro dibujamos los tallos de las flores. Con varios colores y pinceladas onduladas pintamos las flores. En este trabajo la espontaneidad surge de los vivaces movimientos del antebrazo, con líneas rítmicas y dinámicas. Podemos distribuir los colores de manera premeditada sobre el modelo. El esquema de la izquierda tiene su aplicación en el dibujo de la derecha, con una distribución muy rítmica del color. La pincelada repetitiva, que marca una misma dirección, aporta un interesante factor rítmico a la pintura. Arabescos Los drapeados integrados en un bodegón son una fuente inagotable de curvaturas y arabescos que potencian el efecto rítmico del modelo. El ritmo de los pliegues, las repeticiones, los zigzag, y sus idas y venidas ofrecen una atractiva configuración lineal que aporta movilidad e inestabilidad a la composición. Ritmo por medio del color El color también puede convertirse en inductor del ritmo, si éste aparece contrastado y repartido por toda la pintura, bien sea de manera aleatoria o supeditada a una pauta gráfica, uniendo los diversos elementos. El efecto del color es más real si las manchas se muestran poco integradas en el fondo, y presentan perfiles definidos, con cierta vocación de forma. El ritmo por medio de la pincelada Las formas o las pinceladas que se repiten establecen un ritmo que unifica la obra. Ésta puede traducirse sobre el soporte como una inscripción de gestos físicos realizados con velocidad, fluidez y de manera espontánea, o bien gracias a una repetición sistemática de las pinceladas sobre la superficie del cuadro buscando una misma dirección. ORDENAR FORMAS CON RITMO He aquí tres maneras distintas de realzar el ritmo de un bodegón. La primera propicia que los objetos se ordenen de modo que formen curvas o figuras geométricas. Al interpretar un modelo a partir de formas geométricas, las líneas rectas y los ángulos que la componen infunden cierta sensación rítmica a las superficies y los contornos. El último de los recursos se refiere al predominio del trazo. Al subrayar el contorno de los objetos con un trazo negro, éstos se muestran más contrastados y dinámicos. GAMAS cromáticas La naturaleza muerta ofrece una gran libertad compositiva y también respecto a la armonización del color. La elección de los colores es fundamental para crear el clima de la pintura. Los colores poco saturados y suaves ofrecen un clima íntimo, mientras que los muy vivos y contrastados permiten un clima expansivo. La pintura aplicada de manera homogénea es apropiada para sugerir superficies lisas bañadas con una luz uniforme. El degradado permite describir superficies curvas, bañadas con una luz irregular. En definitiva, representar el volumen. Gamas melódicas de color dominante La gama melódica presentauna clara influencia de un color sobre los demás. En una gama melódica monocromática, se toma un único color valorado con blanco y negro, para aclarar u oscurecer. En una gama melódica tonal se toma un color base y a partir de este se generan todos los demás; se mezcla el color base con otros para matizarlo. Gama melódica de color dominante. En el centro se halla el color base. Alrededor de éste, variaciones tonales con las que armoniza. Degradar los colores Para representar correctamente el volumen de los elementos que componen un bodegón (frutas, jarrones, botellas, platos, drapeados...), es conveniente aplicar el color en forma de degradados. Degradar significa aclarar o modificar un color de modo progresivo para representar la transición de las zonas iluminadas a las sombreadas o viceversa. PRÁCTICA Las gamas dominantes de colores azulados pueden presentar distintas tendencias cromáticas. Empecemos por comparar una gama de azules contrastados con tonos magenta. El caso anterior se mostraba más luminoso que esta gama de azulados donde la presencia de los tonos grisáceos y verdosos da una atmósfera más fría al conjunto. Los tonos cálidos vuelven a ganar presencia si derivamos la gama de azules hacia tonalidades violeta y rosa. Los tres ejemplos ofrecen una percepción psicológica distinta. Un objeto pintado de color gris se muestra de un tono intermedio cuando el color que lo rodea es el blanco del papel. El mismo objeto se muestra mucho más claro cuando el color que lo rodea es oscuro. Este efecto se conoce por el nombre de contraste simultáneo. Consejo El contrapunto se utiliza para llamar la atención al espectador sobre una zona del bodegón. Se trata de pintar una zona con un color diferente a la tendencia cromática general. Contrastes simultáneos Si un objeto gris claro está rodeado de un valor muy oscuro, parecerá casi blanco; y a la inversa, si uno oscuro se encuentra contorneado del blanco del papel parecerá más oscuro. El efecto se conoce como contraste simultáneo. Promulga intensificar los valores y atenuarlos por medio de los valores vecinos. Gracias a este efecto, se pueden realzar los contornos de un bodegón sin necesidad de encerrarlos en una línea oscura, que tan a menudo sujeta y da rigidez a la forma. Contraste de complementarios Trabajar con complementarios es utilizar colores opuestos en la rueda cromática buscando el contraste máximo. Al contraponer dos manchas de colores complementarios éstas aparecen vibrantes y se realzan mutuamente. Esta armonización fue una práctica habitual para los pintores expresionistas, debido al impacto cromático y a la pasión y vitalidad que son capaces de transmitir al espectador. COMPLEMENTARIOS ADYACENTES Para pintar un bodegón vibrante y con fuertes contrastes utilizamos los colores complementarios; en este caso, el naranja para las zonas iluminadas y el azul en las sombreadas. Para una gama armónica menos contrastada, se combinan colores complementarios adyacentes. Éstos son los que se encuentran al lado de un complementario en la rueda cromática. En función de los colores que escojamos, el resultado será más o menos dinámico, pero mantendrá una relación armónica que dará mayor unidad y coherencia a la pintura. LUCES y SOMBRAS La representación de las luces y las sombras es el recurso esencial del que dispone el artista para describir el volumen de las formas y la profundidad en un bodegón. El sombreado está casi siempre presente, en mayor o menor grado, en todos los modelos y contribuye a crear contrastes, subrayar las formas y dar unidad y coherencia al conjunto de la obra. La luz que penetra por la ventana provoca una dominante de tonos azulados y las sombras aparecen poco contrastadas. La luz de una ventana Si decidimos pintar una naturaleza muerta al lado de una ventana, tendremos que aceptar la luz tal y como entre (contrastada con la luz directa del sol, o azulada si el día está nublado). Esto supone un gran inconveniente, pues la luz se altera a lo largo del día y las sombras se desplazan. Una solución sería colocar un difusor o una cortina. Luz artificial La luz artificial es constante y controlable, hace que los colores parezcan más cálidos de lo que son en realidad. Si situamos un único foco en una posición lateral y algo elevada, proporciona habitualmente un fuerte contraste de luz y sombra que contribuye a crear formas sólidas en el bodegón. Los tonos cálidos son propios de la luz artificial, que provoca sombras más oscuras y con perfiles claros y recortados. TIPOS DE SOMBREADO El tipo de sombreado dice mucho de la calidad y la textura del objeto. Por ejemplo, un sombreado con el pincel seco es adecuado para objetos ásperos y de textura rugosa. El trabajo con aguada es el más recurrente para objetos de superficie lisa, brillante y reflectante. Resulta muy adecuado para objetos ligeros y para crear atmósfera. El degradado con pintura opaca y cubriente proporciona gran solidez y dureza a los objetos. Suele emplearse en la recreación de la cerámica. En las primeras fases de un cuadro el sombreado debe ser monocromo, en todos los objetos por igual. A medida que la pintura progrese distinguiremos las sombras más intensas y algunos colores. Consejo En un tema colorista, muchos artistas resuelven las sombras con tonos azulados, provocando interesantes contrastes con los colores cálidos de las zonas iluminadas. Fases del sombreado En un inicio hay que considerar todos los objetos del tema con un valor semejante. Representamos las sombras con manchas monocromas y de tono medio. En una segunda fase distinguimos los valores aplicando nuevas manchas sobre las anteriores. Dejamos para un tercer estado las zonas más oscuras, los contrastes más intensos. La luz dentro del bodegón Cuando la fuente de luz se incluye dentro del modelo provoca un efecto muy dramático. La luz se expande radialmente y arroja las sombras de los objetos en la misma dirección. El efecto de la luz que se expande se resuelve como un degradado tonal que podemos enfatizar señalando con pinceladas la dirección de los rayos. Puede incluirse la fuente de luz dentro del bodegón para conseguir un efecto más dramático. COLOCAR LAS SOMBRAS Si disponemos de un grupo de objetos para un bodegón, experimentemos con el manchado para sombrear. Partimos de este breve dibujo al que situaremos las sombras. Tratamos de ver el grupo sólo compuesto por formas geométricas simples. Del sombreado de superficies planas se pasa enseguida a la representación del volumen de tales objetos. Una vez hemos comprendido el ángulo y la incidencia de la luz, colocamos las sombras cuidadosamente sobre el dibujo en relación con la fuente de luz. Tratamiento de los FONDOS Al igual que el cielo en un paisaje, el fondo de un bodegón es fundamental para presentar correctamente los modelos agrupados. No se trata de un simple “relleno” para completar los huecos. Es importante escoger el color y el tratamiento más adecuado, evitando darle demasiado protagonismo, para que no se convierta en el principal centro de interés en detrimento de los objetos. El fondo previamente degradado indica una distribución irregular de la luz. Ofrece mayor veracidad que un fondo liso. Fondos lisos o degradados Los objetos adquieren un gran protagonismo sobre fondos de color uniforme o degradado. Una pared lisa de color o un espacio oscuro y vacío suelen ser los recursos más habituales. Si pintamos el modelo desde un punto de vista elevado, la superficie sobre la cual se colocan los objetos puede también convertirse en el fondo. Fondo desenfocado Otro recurso habitual para representar un fondo es recrear una visión desenfocada de la habitación o el estudio donde se encuentran los objetos. La mejor manera de trabajar estos fondos es con aguadas, colores densos difuminados entre sí o pinceladas practicadas con el pincel seco. A partir de manchas pueden intuirse colores o formas, pero nunca los objetos o detalles sobre los mismos. Al aguar el fondo logramos una representacióndesenfocada. Los contornos difusos de los muebles y el interior contrastan con las líneas firmes de los objetos cercanos. UN MISMO BODEGÓN CON DISTINTOS FONDOS El carácter teatral del bodegón conlleva un problema clásico en el género: la relación entre el fondo y la figura. Estudiemos tres ejemplos. El primero está resuelto con tonos monocromos. Si decidimos que en los objetos reside la fuerza comunicadora de la obra, debemos aislarlos a nivel cromático. Pintamos el fondo de negro. El negro resta impacto cromático, así que recurriremos al complementario del verde para pintar de nuevo el fondo. El rojo no oscurece en exceso el fondo y realza todas las formas. Un fondo negro proporciona más luz sobre los elementos del bodegón y destaca mejor su forma gracias al contraste. Consejo El empleo de papeles de decoración o telas estampadas, muy habitual en los bodegones coloristas, resulta ideal para añadir vivacidad o activar el dinamismo de la superficie pictórica. Fondo negro y tela con pliegues Un fondo oscuro proporciona una gran luminosidad a los objetos de un bodegón, gracias al contraste simultáneo. Si, por el contrario, deseamos dar cierto relieve al fondo, podemos colgar una tela detrás de un grupo de elementos. Si la tela cuelga formando pliegues, el material proporciona ritmos lineales implícitos que activan la superficie pictórica. Ampliar la visión con un espejo Cuando se trata de obras ambiciosas, puede ampliarse la profundidad de campo de un bodegón incluyendo un espejo justo detrás del modelo, de manera que los elementos aparezcan reflejados sobre su superficie. Este mismo efecto se consigue situando el modelo frente a una ventana. La colocación de un espejo justo detrás del bodegón proporciona mayor profundidad al modelo. CONTRASTE ENTRE OBJETO Y FONDO El contraste de texturas es fundamental para dibujar las formas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que si el fondo es estampado el objeto debe aparecer liso. Por el contrario, si vamos a pintar objetos ornamentados con elementos decorativos, debemos escoger un fondo liso o degradado. De no ser así, recargaríamos demasiado el cuadro. Para que un objeto liso destaque sobre un fondo degradado, procuraremos que las zonas de un tono similar no coincidan. Para evitarlo, el objeto presenta el degradado invertido. La TEXTURA de los objetos Pintar bodegones supone una oportunidad excepcional para estudiar las calidades superficiales de los materiales. La textura, en ocasiones, constituye la esencia de una naturaleza muerta, sobre todo cuando los objetos se escogen buscando el contraste entre distintas superficies. Sin embargo, la recreación de las texturas suele verse como una complicación añadida que trataremos de abordar con suma claridad y simplicidad. Para pintar el metal es preciso combinar sobre la superficie de éste algunos degradados breves con zonas claras fuertemente iluminadas. Transparencia del vidrio Pintar el vidrio puede resultar complejo si no se conocen los efectos gráficos para representar esta materia. Dado que se trata de un material transparente, la manera más fácil de sugerirlo es dibujar lo que está detrás del recipiente con las debidas alteraciones provocadas por la forma y el color del cristal. Este material se caracteriza por que las luces se distribuyen en el centro, mientras que los bordes aparecen perfilados con un color más oscuro. Pintar el metal El color metálico no se encuentra en la carta de colores, hay que simularlo tratando de reproducir los destellos y los reflejos. Los brillos metálicos son el resultado de una inteligente combinación apretada de zonas muy claras y muy oscuras que deben resolverse teniendo presente la forma global del objeto y la dirección del trazo, que debe acompañar las superficies convexas que habitualmente presentan los objetos metálicos. Los objetos de vidrio muestran una zona más iluminada en el centro y un color más oscuro en la base y el perfil. TEXTURA CON ESGRAFIADOS Cuando trabajamos con óleo es de gran utilidad subrayar la textura de los objetos con un simple esgrafiado. En la madera, basta con dibujar con el mango del pincel su veteado característico. Cuando un paño presenta una rugosidad destacada recreamos la trama del tejido con esgrafiados suaves que respetan cada pliegue o doblez de la tela. La textura de los objetos de mimbre presenta una sucesión de trazos orientados muy geométricos y repetitivos que deben cubrir por completo la superficie del material. Conviene dibujar previamente los drapeados, de manera aislada, para comprender mejor cómo se articulan y qué dirección adoptan los pliegues. Consejo Los objetos de superficie lisa tienen la virtud de actuar como espejo y mostrar el reflejo de la fuente de luz en forma de manchas blancas. La madera, los pliegues y las arrugas El color de la madera se resuelve con degradados de colores pardos, ocres y siena. Luego, se superponen las vetas y los nudos que caracterizan su superficie con trazos realizados con un pincel fino redondo. Conviene que sean claramente visibles, pues éste es el efecto diferenciador de este material. El juego de pliegues y arrugas de las telas que aparecen en muchos bodegones se conoce con el nombre de drapeados. Se consideran verdaderas configuraciones abstractas de líneas, luces y sombras, y como tales poseen un alto valor compositivo y ornamental. El volumen de los pliegues se consigue efectuando degradados y contrastando las zonas de luz y las de sombra. Las partes que más sobresalen de los pliegues son las crestas de luz, que aparecerán de un color más claro, mientras que la parte interna de cada pliegue será la zona más oscura. Entre estas dos zonas debe haber un degradado. EXPERIMENTAR CON LAS TEXTURAS Aplicando la pintura de diferentes maneras sobre el soporte conseguimos efectos de textura. Tratemos de crear distintas texturas sobre recortes de papel para compararlas. Recreamos texturas sobre trozos de papel algo más grandes. Recortamos la forma de distintos objetos que nos sugiera la textura e intentamos realizar composiciones. Finalmente, tratamos de aplicar en una pintura real compuesta de elementos de textura muy contrastada, lo que hemos experimentado sobre los recortes de papel. Del mismo modo que el cuerpo humano posee un esqueleto óseo que no se ve pero que le sostiene, una pintura también puede construirse a partir de un armazón que soporta la estructura y contribuye a dar solidez y sentido a las manchas de color. Esto se consigue a partir de líneas gruesas de color que recorren el dibujo como una red, contorneando las manchas como si se tratara de un vitral emplomado. Ejercicio realizado con técnica mixta por Gabriel Martín. 1. Cubrimos el soporte con una capa de color acrílico naranja. Realizamos, con poca rigurosidad, un dibujo a lápiz del modelo. Con un pincel redondo y acrílico de color rojo intenso marcamos las formas. 2. Tras dejar secar la base acrílica, pintamos con óleo el mantel cuadriculado con una gama de tonos azules muy mezclados con blanco. Entre mancha y mancha dejamos entrever las líneas rojas estructurales que sostienen el dibujo. 3. Con manchas más o menos uniformes pintamos el marco, el vidrio de la ventana y la cortina (esta última con colores menos blanqueados). Trabajar con colores blanqueados o apastelados amplía el alcance de cada color rebajando su saturación. 4. Pintamos los objetos con colores cálidos para permitir un mayor contraste con la gama de azules del mantel. Conseguimos la textura de la botella reservando una red de líneas donde se adivina el color del fondo. En el cuadro terminado vemos cómo las líneas rojas primigenias dan coherencia lineal al conjunto. El claroscuro promulga la representación contrastada entre las zonas más iluminadas y las más sombreadas de un bodegón para realzar el efecto de volumen; no es sólo un medio de representación de uno o varios aspectos del tema sino una creación que toma en cuenta el espacio entero donde el tema aparece. Este método implicaluz, contraste y carácter. Presentamos un ejemplo resuelto con pintura acrílica monocroma por Gabriel Martín. 1. Sobre un dibujo realizado a lápiz aparece un primer sombreado, con grises muy aguados. Hemos trabajado por bloques o masas para establecer una primera diferencia entre las luces y las sombras. 2. A continuación, contrastamos las zonas de luz y de sombra con valores absolutos, es decir, dando un negro intenso a la sombra más oscura y un blanco impoluto a la más clara. Los valores intermedios se resuelven mediante degradados. 3. A medida que intensificamos las sombras de los objetos también debemos hacer lo propio con el fondo, pues éste ayuda a distinguir el perfil de las formas gracias al contraste de tonos. 4. Cada zona sombreada tiene un valor propio que no se funde con el resto de valores sino que establece el grado justo de luz en ese sector de la composición. Esta manera de trabajar favorece la claridad de la pintura, pues los contornos aparecen netamente definidos gracias a un limpio contraste entre valores. La virtud de la SÍNTESIS La posibilidad de jugar con las formas y los campos de color sin las ataduras excesivamente figurativas permite a los artistas profundizar en las múltiples posibilidades de la síntesis. En este proceso, el artista debe apoyarse en su intuición y su agudeza perceptiva para simplificar las formas fundamentales del modelo. Mediante retales de papel de color, montados a modo de colage, podemos hacer una rápida síntesis de un bodegón. Proceso de simplificación La mejor manera de simplificar un bodegón es tratar de verlo como si estuviera construido con formas planas, como si fueran los retales de un colage. El siguiente paso consiste en simplificar aún más los contornos, de manera que las formas muestren una apariencia geométrica. El contraste, fundamental Cuando sintetizamos las formas de un bodegón el tratamiento de los colores cobra mayor determinación. Éste condiciona la percepción de la forma, reforzando o atenuando el contraste, para acusar o reducir las diferencias entre los elementos que componen el tema. En el trabajo de síntesis, el contraste es una herramienta de expresión poderosa, un medio para intensificar la significación de la imagen haciendo que el mensaje llegue más rápidamente. Mediante el contraste enfatizamos las diferencias. Luego podemos adecuar o modificar los contornos con trazos que den una apariencia reconocible a los objetos. DE LO GENERAL A LO CONCRETO La síntesis nos ayuda a representar un bodegón de manera realista. Es necesario representar primero una forma genérica, que se pinta con un amarillo sin matiz alguno. Sobre la forma anterior pintamos el fondo, la mesa y diferenciamos la cara iluminada de la sombreada en el objeto. El planteamiento sigue siendo muy general. Resuelto el objeto, concretamos: creamos degradados en las sombras, le damos un tono más anaranjado, pintamos el borde y el asa de color verde y oscurecemos el fondo. Cuando trabajemos de manera sintética, conviene que llamemos la atención del espectador mediante tensiones emocionales, que se consiguen con fuertes contrastes o quebrando las líneas. Construir el bodegón con zonas planas de color favorece la síntesis, pues con ellas eludimos los detalles y los matices del sombreado. Consejo Un buen método para sintetizar las formas de un bodegón es construirlo a partir de formas geométricas superpuestas. Buscar la tensión La principal función del contraste entre colores o texturas es favorecer la percepción y la lectura de la imagen. Dichos contrastes provocan una contranota, es decir, la tensión que necesita el cuadro para captar fuertemente la atención del espectador. Cuando un bodegón resulta inexpresivo debemos preguntarnos dónde está el factor tensión. Estos casos se resuelven introduciendo contrastes cromáticos, de textura, de claroscuro o compositivos. La pintura plana Trabajar con aplicaciones de color plano facilita el proceso de síntesis, pues recurrimos a un único tono para explicar una superficie repleta de valores y matices. El color plano carece de variación tonal ya que no presenta ningún modelado. Aunque no debemos ser estrictos con este principio, una aplicación plana de color puede presentar sutiles variaciones cromáticas. CREAR ATMÓSFERA PARA OMITIR DETALLES La atmósfera es otra manera de síntesis, pues desdibuja los contornos y elude los detalles. Se consigue mojando el papel previamente antes de aplicar las aguadas. En este ejemplo realizado con lápices de colores la atmósfera da cuerpo al aire, lo hace plásticamente visible. Un tratamiento desenfocado que confiere a la escena un ambiente intimista. La atmósfera con óleo o acrílicos se obtiene pintando con la técnica del pincel seco. Así, los valores se funden unos en otros y la luz y la sombra se alternan de manera continua y fluida. REALIDAD y equivalentes plásticos Si prestamos atención en componer correctamente el motivo y en armonizar los colores, es porque en el artista existe una voluntad estética muy determinada, una voluntad que debe prevalecer en la pintura por encima de cualquier representación realista. Pintar una naturaleza muerta no equivale a copiarla de manera fotográfica. Triunfo de lo personal Cuando nació el bodegón, la pintura estaba muy interesada en la representación mimética y realista del modelo. Con la llegada del impresionismo y el triunfo de la fotografía, el artista ha sacrificado el trabajo realista y artesanal de la pintura para ofrecer una visión personal y única. La adecuación del modelo a la visión personal del artista se conoce como interpretación. Interpretar significa acentuar la forma, los colores o las cualidades de los elementos que conforman el bodegón para conseguir una representación muy personal, que exprese la libertad creativa y la personalidad del artista. La interpretación no tiene leyes precisas, cada pintor sigue su intuición e improvisa soluciones sobre la marcha. Para interpretar debemos alejarnos de la representación fotográfica del modelo y tratar de verlo mediante pinceladas, colores o deformaciones expresivas. PROCESO DE ABSTRACCIÓN Para comprender cómo debe funcionar la interpretación, vamos a realizar el proceso de abstracción a partir de una representación hiperrealista de un par de zapatos. A partir del modelo anterior efectuamos una primera simplificación, una depuración de las formas. Alteramos los colores y suprimimos algunos detalles a conveniencia. Se exige mucho más que una representación lejos de la realidad. El artista debe seleccionar qué aspectos van a cobrar importancia y con qué colores van a destacarse. Es necesario buscar encuadres originales aunque esto suponga recortar algunos elementos del bodegón. Consejo El uso que hacemos de los colores es importante para ofrecer una visión personal. Por esto debemos tener un estilo y una paleta muy personalizados, fácilmente reconocibles en nuestras pinturas. Encuadres y puntos de vista sorprendentes Este proceso de interpretación debe empezar con la composición. No tenemos que conformarnos con la disposición natural de los elementos, sino buscar el encuadre o el punto de vista más expresivo, recortando los elementos si cabe; aunque por esta razón, en algunos casos sea difícil identificar los objetos representados. La exageración y la deformación: factores clave La interpretación está muy relacionada con el estilo con que uno pinta. Para hacer más reconocible nuestro estilo conviene potenciar y exagerar las cualidades que lo hacen más distintivo. Otra buena manera de apropiarse de un estilo es deformar el modelo a nuestra conveniencia, alterar la relación de colores aportando nuestra propia paleta o trabajar la superficie del cuadro con pinceladas muy características. La interpretación personal se consigue mediante la deformación o la adecuación del modelo a nuestra paleta de colores preferidos. VARIANDO LA FACTURA La factura es la manera en que aplicamos los colores sobre el soporte. Comparemos tres ejemplos.Este primero con degradados muy modelados. Muy académico y formal. Pintamos la esfera con una mancha roja y una pincelada gruesa y estriada de color amarillo. Esta factura es muy adecuada para tratamientos sintéticos, relacionados con la pintura actual. La esfera presenta un degradado entre diferentes colores. El rastro de la pincelada es visible y la sombra aparece de color violeta. Esta factura puede relacionarse con el fauvismo. La inclusión de la fuente de luz como parte del bodegón resulta muy adecuada para crear una atmósfera íntima y cálida. Lo habitual es encontrar una lámpara con una pantalla que limita la difusión de la luz en su punto medio y que lanza la luz hacia sus partes inferior y superior, de manera que los haces de luz presentan perfiles claros. Si pretendemos dar un efecto vibratorio y expansivo al bodegón, podemos pintar rayos de luz con pinceladas que se expanden de modo radial. 1. Sobre un fondo azul dibujamos el modelo con un lápiz de grafito. Con un pincel redondo fino cargado de colores muy blanqueados pintamos el estampado cuadriculado de la pantalla de la lámpara. Con amarillo, también blanqueado, manchamos la zona iluminada. 2. Con una gama de colores cálidos (amarillo, ocre y naranja) muy mezclados con blanco representamos la luz que se desprende de la lámpara. Con violeta muy claro pintamos las sombras y el espacio que protege la pantalla. 3. La pincelada debe ser intencionada, aplicarse en la misma dirección en que se expande la luz de la lámpara. Las zonas iluminadas deben presentar claros degradados con colores más claros cerca de la fuente de luz. 4. Para pintar los haces de luz, es necesario comprender que la luz de la lámpara se propaga en línea recta y de forma radial. De este modo, pintamos líneas cortas y rectas que surgen del centro de la lámpara e inundan todo el cuadro. Siempre tendemos a pensar en la naturaleza muerta como en un conjunto de elementos, pero también es posible pintar un único objeto. Por lo general, el objeto debe tener los suficientes alicientes para justificar este interés. La mejor manera de experimentar es producir una serie de apuntes con colores e interpretaciones distintos. Ejercicio realizado con acrílicos por Gabriel Martín. Sobre una cuartilla de cartón dibujamos con un lápiz las elipses del sombrero. Con pintura densa y cubriente manchamos cada zona en pocos segundos. Sobre las capas de color trazamos una línea roja para el tallo y realizamos un esgrafiado con el mango del pincel sobre la flor. Veamos un ejemplo muy esquemático. Primero cubrimos el fondo de color rojo. A partir de ahí pintamos cada zona con colores muy rebajados con blanco. Las líneas que definen los perfiles aparecen al dejar zonas sin cubrir entre las distintas manchas de color. El interés de esta nota radica en el contraste de complementarios (sombrero rojo contra fondo verde) y en los trazos amarillentos que indican textura. Resolvemos la flor con apenas una mancha, de manera muy esquemática. Preparamos un fondo azul. Sobre éste aportamos manchas de colores y tonos ocres y anaranjados. Dejamos las líneas que definen el sombrero del color de fondo sin cubrir. EJERCICIOS PRÁCTICOS En las prácticas que siguen a continuación nos adentramos en el desarrollo concreto y práctico del bodegón. Cada uno de los ejemplos que analizaremos resume de algún modo un tema, una técnica, una factura o una interpretación característica que se relaciona con lo explicado en la primera parte del libro. Todos son temas recurrentes que han sido seleccionados para aplicaciones concretas, buscando siempre la afinidad entre el tema y la técnica. Bodegón MONOCROMO Las naturalezas muertas son útiles para explorar las formas geométricas y las relaciones armónicas de color. Éste va a ser nuestro primer objetivo. Aunque la mayoría de objetos son fácilmente reconocibles, la composición debe leerse como un conjunto de formas geométricas: rectángulos, círculos, triángulos y trapecios, que encajan como un rompecabezas. Para centrarnos en la estructura de los objetos limitaremos los colores utilizados a una gama armónica de azules. Ejercicio realizado con óleo por Gabriel Martín. Cubrimos el fondo con una capa de acrílico azul ultramar. Luego dibujamos el modelo con carboncillo. Como vemos, no se incluyen todos los elementos y se modifica ligeramente la composición para hacerla más dinámica y atractiva. Con un blanco roto con una punta de violeta y ocre aplicamos manchas densas y opacas sobre la cafetera, para representar el efecto directo de la luz. Con un violeta oscuro manchamos la superficie de la cocina. Consejo La gama armónica de colores azules abarca los tonos azulados desde los violetas, pasando por los rosados, hasta los grises o blancos ligeramente azulados. Pintamos cada zona, o segmento geométrico de la cafetera, con un tono homogéneo, con violeta o azul intenso en las caras sombreadas, y grises azulados y violáceos donde presenta mayor incidencia de la luz. Resuelta la cafetera, pintamos el fondo. Pintar los azulejos es sencillo. Cubrimos cada cuadrante con un gris violeta, dejando una línea por donde respira el azul del fondo para representar las juntas. Utilizamos este mismo gris para manchar la parte inferior de la cocina. Para representar la tapadera metálica conviene diferenciar con claridad los contrastes entre los reflejos de luz (que pintamos con un blanco azulado) y los de sombra, que dejamos del color de fondo (el azul ultramar inicial). Con violeta blanqueado proyectamos los reflejos de la cafetera sobre la superficie de la cocina. Con azul mezclado con negro abundante sintetizamos el asa de la cafetera y subrayamos el contorno de la tapadera. Con un violeta muy blanqueado iluminamos los reflejos que aparecen sobre esta última. Dejamos el paño de cocina para el final. Manchamos las zonas más claras con blancos y grises violeta, estableciendo un contraste muy tajante entre los claros y los oscuros (el azul de fondo). En la obra terminada, el tratamiento de las manchas y la forma de los objetos es bastante geometrizante, todo está resuelto con una gama armónica de azules y violetas. El toque de gracia se consigue marcando algunos perfiles con líneas rojas que realzan el atractivo visual de la representación. Realizamos los trazos lineales de rojo intenso con un trozo de pastel blando. Actuamos sobre los espacios donde el fondo queda al descubierto. Consejo Al pintar el paño es importante observar el sentido de la pincelada en las distintas zonas, pues éstas deben mostrarse coherentes con la dirección de los pliegues. Proceso de GEOMETRIZACIÓN y ANÁLISIS El proceso de síntesis, geometrización y elección de los colores no es siempre sencillo, sobre todo cuando se trabaja con el motivo delante. Es preferible trabajar a partir de bocetos, o utilizar un cuadro que hayamos pintado previamente para realizar un proceso de geometrización o substracción. Son muchos los artistas que adoptan esta técnica, abstrayendo paulatinamente el objeto hasta destilar su esencia formal. Lo primero que analizamos es la forma. A partir del trazo conseguimos dos representaciones donde la geometrización es fundamental. En el primer caso (A), se hace hincapié en la convivencia de las estructuras con una primera intención de color. El segundo ejemplo (B) se resuelve de manera gestual, la línea fluye aquí de forma dinámica. El siguiente estudio se centra en la dirección y la calidad de la luz. En ambos apuntes la luz procede de la derecha, aunque en el primer caso (C) las zonas iluminadas están representadas con un naranja pálido, poco saturado, que se integra y armoniza con el rojo del fondo; en la otra nota de color (D) el contraste entre la luz (con blanco absoluto) y la sombra (de color negro) se muestra más violento, sin transiciones intermedias ni degradados que lo suavicen Unas pocas manchas, torpes y poco precisas, sobre los objetos y el fondo presentan otra opción: una gama armónica de violetas. Ésta es una elecciónmuy parecida a la adoptada en el paso a paso, en lugar de presentar tonos rosados ha virado hacia los azulados. Para estudiar la armonización del color no hace falta un trabajo minucioso. Basta con manchar con un par de tintas planas para vislumbrar una armonización de tonos cálidos. Frutas con COLORES COMPLEMENTARIOS Las frutas son un tema tradicional entre los principiantes, su estructura sencilla y la enorme cantidad de superficies y colores que proporcionan no dejan indiferente a ningún artista. Van a convertirse en objeto de nuestro siguiente ejercicio, donde experimentaremos con el color. Las pintaremos a partir del contraste de complementarios entre las zonas de luz y las de sombra; esto significa modificar los colores del modelo real para adaptarlos a nuestra conveniencia. Ejercicio realizado al óleo por Gabriel Martín. La composición es sencilla y la resolvemos con un dibujo lineal sobre un fondo marrón que hemos preparado previamente con una capa de acrílico para asegurar un secado rápido. Las primeras manchas de color cubren la zona del fondo, que pintamos con un violeta muy rebajado con blanco. No lo cubrimos por completo, dejamos pequeñas calvas por donde respira el color subyacente. Conviene asegurar el dibujo subrayando los contornos con pintura verde aguarrasada. Esto le dará mayor solidez y evitará que el color acabe ocultando las débiles líneas del lápiz. Consejo Las pinceladas se realizan sin apenas aguarrás. Para tener una pintura colorista, capaz de cubrir el fondo marrón, no conviene añadir ese producto al color. Pintamos las zonas iluminadas de las frutas con colores muy saturados, falseando el grado de intensidad del color a nuestra conveniencia. Así, el mango presenta una tendencia anaranjada que no se relaciona con los colores en la imagen real. Las frutas no presentan colores uniformes, sino variaciones de un mismo color que no resolvemos en la paleta: tomamos un poco de cada color y lo mezclamos directamente sobre el soporte mediante el arrastre. Pintamos el limón y la manzana con amarillo y verde luminoso respectivamente. Como vemos, las zonas sombreadas están sin cubrir a la espera de recibir un nuevo color. El pincel redondo fino es el que mejor nos permite controlar la pincelada. Concluidas las zonas de luz manchamos las caras sombreadas de las frutas. Empezamos por las de color amarillo, sabiendo que el violeta es el complementario de éste. El color de la sombra no ha de mostrarse homogéneo, sino presentar degradados. Consejo Los colores de las sombras no deben ser oscuros, sino luminosos y saturados. El contraste tiene que ser únicamente cromático, evitando en lo posible que el contraste tonal resulte excesivo. Pintamos ahora las sombras de las manzanas rojas (que ofrecen una sombra verde) y de la pera verde (que proyecta una sombra roja), por ser estos dos colores complementarios. El último paso es pintar las sombras azuladas del mango y la manzana que se han resuelto con color naranja, por ser ambos colores también complementarios. Lo mismo sucede en la base de la cesta de mimbre. Las pinceladas son amplias, empastadas y se superponen unas a otras. Solucionamos la textura que presenta la cesta de mimbre trazando un esgrafiado con el mango del pincel sobre la capa, húmeda y ligeramente empastada de pintura al óleo. PINTAR FRUTAS con unas pocas MANCHAS Las frutas, hortalizas y verduras son tradicionalmente los componentes más alegres y vitales de un bodegón por tratarse de elementos naturales. Por lo tanto, debemos ser capaces de transmitir esa vitalidad con la pincelada espesa, controlando la dirección y la mezcla de colores sobre el soporte. Del mismo modo, si actuamos con aguada, es imprescindible aprender a modelar, a dar volumen a las frutas con suaves transiciones de color. Estudiemos ambos recursos. 1. El primer ejemplo es una manzana que dibujamos con un lápiz de grafito. Basta con realizar un perfil aproximado. 2. Resolvemos la cara iluminada empastando con el pincel variaciones de color rojo, carmín y naranja. La mezcla no se produce en la paleta sino sobre el soporte. 3. En el lado opuesto empezamos a extender las sombras con verde vejiga algo rebajado con amarillo y blanco. 4. En la parte central de la fruta se produce una batalla entre los dos colores; procuremos que no se mezclen en exceso. Imprimimos la dirección de la pincelada con vigor. Cuando trabajamos con aguada el rastro de la pincelada casi desaparece y los colores se mezclan por transparencia. El proceso de construcción de este tomate es muy sencillo, se trata de dos aguadas (gris y naranja) ligeramente solapadas. Unos trazos señalan las hojas. Las reservas de blancos representan los brillos de luz. MODELADO y claroscuro En el tratamiento clásico de la pintura el recurso del modelado y el sombreado en claroscuro son habituales para subrayar el volumen, destacar la redondez o transmitir la calidad superficial y táctil de los objetos que componen un bodegón. El modelado y el claroscuro se desenvuelven en una escala que abarca desde el tono más oscuro del color elegido hasta el más claro, cobrando una gran importancia el efecto de degradado para poder aplicarlo con éxito. Este ejercicio realizado por Óscar Sanchís con pintura al óleo constituye un ejemplo de esta aplicación. El artista dibuja directamente el motivo con un pincel redondo fino cargado de un marrón violeta muy oscuro. Las formas son bastante aproximadas, muy abocetadas, constituyen un simple perfil. Este boceto lineal es el punto de partida. Si no ha quedado perfecto, no debe ser motivo de preocupación, pues la forma definitiva de los objetos la iremos construyendo a medida que apliquemos manchas de color sobre las líneas iniciales. Consejo El fondo se ha pintado, una semana antes, con un marrón oscuro muy denso que deja ver el rastro de las pinceladas. Pintar sobre un fondo oscuro permite trabajar con gran efectividad las luces, pues las sombras son las del color que sirve de base. Con una paletina pequeña efectuamos las primeras aplicaciones de color sobre los cántaros. De esta manera, abrimos los claros que contrastan vivamente sobre el fondo oscuro. Las pinceladas deben seguir la dirección curva de la superficie. Las pinceladas que aplicamos sobre las piezas de cerámica son cada vez más empastadas, insistimos para que se fundan los diferentes tonos que se plantean. Con la misma paletina aplicamos los primeros blancos sobre el fondo. Para modelar las piezas de cerámica, utilizamos tonos rebajados con blanco sin apenas intervención de aguarrás. Cuanto mayor sea el efecto de claroscuro, es decir, el contraste entre las zonas claras y las iluminadas, mayor sensación de volumen transmite el objeto. Si comparamos estas dos jarras vemos la diferencia que existe entre el proceso de manchado, realizado con amplias pinceladas cargadas de color denso (A), y el efecto de modelado (B), que consiste en eliminar el rastro de la pincelada y suavizar los colores mediante un degradado. Modelamos con un pincel la forma curva de la jarra arrastrando parte de los tonos inferiores. El jarrón amarillo presenta un claro modelado que describe su lisura. Su perfil contrasta vivamente con el fondo que hemos reservado desde el inicio. Ahora se trata de ambientar el bodegón, pintando, con manchas planas de colores gris violeta, la baranda de madera y el fondo. Cuanto más lejos se encuentra el objeto de cerámica se muestra más plano de color y los contrastes entre luces y sombras se hacen menos evidentes. Las diferencias entre los objetos y el fondo se establecen con colores completamente distintos y muy directos sin que éstos se fundan entre sí. Resolvemos la arquitectura interior con manchas y franjas de tonos contrastados. Cuando pintemos el fondo, el perfilado de los objetos de cerámica debe guardar precisión y delimitar cada uno de los términos que se recortan. La IMPORTANCIA del DEGRADADO Saber manchar y degradar las aportaciones de color, todavía frescas, sobreel soporte es fundamental para construir el volumen de los elementos representados en el paso a paso precedente. En el siguiente ejemplo vamos a poner en práctica el efecto de degradado para modelar el volumen de una pieza de cerámica. La única diferencia con el ejercicio anterior estriba en que se va a tratar el objeto de manera aislada y se va a construir sobre un fondo blanco en lugar de uno de tono oscuro. 1. Con un lápiz trazamos el perfil de la pieza de cerámica. Las primeras manchas resuelven la cara sombreada con un marrón intenso. La pintura no es aguarrasada, sino densa y cubriente. 2. Con un ocre mezclado con siena y blanco perfilamos la cara iluminada del recipiente. Efectuamos la mancha con el pincel en toda su amplitud, de un solo trazo. 3. Aprovechando la carga de ocre blanqueado en el pincel terminamos de cubrir el blanco del interior de la pieza. 4. Con el mismo ocre blanqueado marcamos nuevas zonas de luz en los elementos superiores de la cerámica. Con ese mismo color, mezclado con un poco de amarillo, manchamos el centro del objeto. 5. Recorremos de nuevo el perfil del objeto con el pincel, en el sentido de las agujas del reloj, para que el ocre aclare el marrón intenso que cubría la zona de sombra. 6. Con un pincel limpio concluimos el volumen del objeto modelando los colores, acariciándolos suavemente para que se degraden, ocultando cualquier rastro de las pinceladas anteriores. BODEGÓN de SÍNTESIS Cuando se inicia un ejercicio se debe tratar de ver el bodegón como un conjunto de manchas de color yuxtapuestas, sin detalles ni texturas. Es necesario sintetizar cada zona que presente varias tonalidades en áreas de color plano o degradados. Controlando el color conseguimos crear un rompecabezas de manchas que cobran mayor sentido a medida que avanza el ejercicio. Si seguimos este procedimiento para encajar descubriremos que construir un bodegón es más sencillo de lo que parece. Ejercicio realizado con acrílico y óleo por Gabriel Martín. Primero cubrimos el blanco del papel con amplias manchas acrílicas de color ocre y violeta, algo blanqueado. Unas pocas pinceladas grises dan variedad a la amplia zona de ocre. Tras esperar unos minutos a que las primeras incorporaciones de acrílico se sequen, encajamos el modelo con un lápiz graso de color negro. El tratamiento es muy sintético y no requiere detalles. El dibujo debe mostrar un alto grado de síntesis, de modo que las flores aparezcan representadas simplemente con formas circulares; ya les daremos mayor sentido cuando apliquemos el color. A partir de aquí el trabajo continúa con óleos. Consejo El dibujo debe ser lo más sintético posible, rozando incluso la geometrización. Cualquier detalle sería inútil, pues quedaría oculto al extender las primeras manchas. Con una paletina algo más ancha que la anterior pintamos la jarra con verde vejiga y verde permanente (algo rebajados con ocre). Aplicamos pinceladas en diagonal, para recrear los reflejos de su superficie esmaltada. El trazo se muestra en toda su amplitud. Conseguimos el punto máximo de luz trazando una amplia pincelada de un blanco roto con verde. Con la punta de la paletina trazamos algunos reflejos lineales más finos sobre el cuerpo de la jarra. Limpiamos bien el pincel, y con un blanco roto con ocre y verde distribuimos nuevas manchas sobre el mantel. Sobre el paño violeta se ha desarrollado un degradado que intensifica más el color. Con el mismo violeta rebajado con ocre distribuimos algunas manchas en las zonas sombreadas del mantel claro. Consejo La paletina posibilita una pincelada amplia, lo que la convierte en un instrumento interesante para trabajar la síntesis, dada su imposibilidad de reproducir detalles. Con blanco y violeta pintamos con la paletina el interior de la jarra. Bastan dos manchas uniformes. Es el momento de tomar un pincel de punta plana de tamaño mediano y empezar a esbozar los tallos y hojas de las flores. Con este mismo pincel, y a medida que progresa el dibujo, introducimos algunos efectos lineales. Con el nuevo pincel pintamos el asa de la jarra con sólo dos colores (un violeta intenso y un verde medio). La pintura debe ser espesa y cubriente y aplicarse con un único trazo. Cargamos el pincel con tonos rosados, que conseguimos a partir de la mezcla de carmín, blanco y una punta de amarillo u ocre. Con pinceladas muy gestuales depositamos dichos colores sobre las flores. Con ocre y una punta de violeta oscurecemos las sombras del mantel. Empastamos las flores con manchas rosadas de diferente intensidad. Las pinceladas deben seguir la dirección que apuntan los pétalos. Sobre la superficie espesa de la pintura de la flor, completamos el efecto esgrafiando la forma de los pétalos con el mango del pincel. Se construyen las flores mediante una superposición de manchas abstractas que ofrecen un efecto de conjunto. Sería inútil tratar de reproducir la forma de cada pétalo. Recordemos que estamos trabajando con síntesis. En la obra terminada observamos la simplicidad con que se han resuelto las flores. Los tallos y las hojas apenas aparecen resueltos con unas pinceladas superpuestas. Para concluir, trazamos la fina línea negra que bordea el perfil superior de la jarra. El trabajo de los ALUMNOS Comprobemos ahora cómo el ejercicio anterior, realizado por un artista profesional, tiene su réplica con alumnos de arte en proceso formativo. Aunque el artista profesional y los alumnos no hayan pintado el mismo modelo, comprobamos cómo los estudiantes también le dan una gran importancia al proceso de síntesis, para comprender la estructura de los elementos y encajar correctamente el modelo de manera que formen un conjunto unitario. Distintas técnicas e interpretaciones arrojan resultados diversos que vale la pena comentar. Aprender de los logros y aciertos de estos alumnos sirve de estímulo y nos ayuda a progresar en nuestro trabajo. A partir de una disposición convencional de varias botellas de vidrio, es posible conseguir ejercicios frescos y sintéticos como éste. La aguada y la transparencia del color proporcionan ligereza a las botellas. El dibujo del perfil es bastante impreciso e inestable, lo cual da mayor expresividad y animación al conjunto. La aportación de tiras de papel de color encolado y los regueros de pintura infunden cierta modernidad a la pintura. Trabajo realizado por Teresa Diego. El encuadre de esta composición ofrece un gran interés, resulta más inquietante y rompe con la simetría compositiva tan valedora en el ejemplo anterior. La acotación deliberada del marco todavía nos permite identificar con facilidad los elementos representados, aunque el estudiante realice un trabajo de síntesis muy cercano a la abstracción. El manchado con amplias pinceladas se completa con trazos finos de carboncillo superpuestos que acusan la forma y proporcionan textura a determinadas zonas del cuadro. Realizado por Carin Llauradó. Cuando subrayamos el perfil de las botellas con una línea gruesa y de color más intenso y construimos su volumen a partir de colores densos, opacos y cubrientes, el objeto se muestra pesado y ofrece una gran solidez. Para contrarrestar este efecto, que en algunos casos puede ser perjudicial, el alumno construye las botellas de manera algo asimétrica. La pincelada es muy simplificada y no atiende ni a detalles ni a texturas. Realizado por Enrique Clapers. Los ejercicios monocromos son un acierto para alumnos en proceso de aprendizaje, pues obligan a interpretar el modelo con una gama restringida de colores. Si además uno toma la determinación de trabajar con pinceles grandes, el trabajo de síntesis es completo. El resultado son representaciones tan claramente estructuradas como ésta. Trabajo realizado por Montserrat Carbonell. Veamos otro trabajo monocromático donde la mancha cobra un gran protagonismo, en detrimento del dibujo, lo que explica cierta ingenuidad y asimetría en el tratamiento de la forma de las piezas de cerámica. La nota de color se ha construido sólo contres colores: siena, blanco y negro, mezclados de manera desigual. Las aportaciones de color aparecen planas, opacas y yuxtapuestas, pretendiendo analizar el punto justo de luz de cada zona del cuadro. Realizado por Teresa Diego. Concluimos nuestro análisis presentando un bodegón más informal en cuanto a su composición y resolución. Referente a lo primero, destaca por la intervención de objetos menos académicos y por ofrecer una disposición algo despreocupada; en lo concerniente a lo segundo, conviene incidir en el uso de papel de periódico para el colage y la combinación de zonas resueltas con un efecto tradicional del sombreado en claroscuro con otras del fondo que presentan un tratamiento informal, casi abstracto, que le da una apariencia muy desenfadada. Realizado por Montserrat Castellà. Un BODEGÓN sobre un mantel blanco Unos pocos elementos de colores intensos (un jarrón con flores, unas manzanas y una peras) dispuestos cuidadosamente sobre un mantel blanco son ideales para estudiar la incidencia de la luz, modificar el encuadre y aprender a insinuar, de manera sintética pero efectiva, la caída y los pliegues de la tela. El trabajo va a realizarse con una paletina y un pincel fino para los trazos lineales, aprovechando la fluidez y la transparencia que proporciona la acuarela, en este caso pintada por Manel Plana. El dibujo no se hace a lápiz. Con un pincel fino algo cargado con un color violáceo se plantea el canto de la mesa y también se esboza la forma del frutero y las frutas. Sin apenas descanso, con la paletina, se efectúa un primer manchado con tonos oscuros. Las manchas oscuras se mezclan entre sí formando degradados. Esto se consigue aplicando nuevos colores sobre la acuarela todavía húmeda. La composición, que sitúa los elementos principales en la parte superior del cuadro dan mayor protagonismo a la caída del mantel. Esbozado el bodegón con una paletina de tamaño medio, y con un color marrón con una punta de violeta se procede a manchar el mantel. Se pinta de arriba abajo. Se empieza por la cara sombreada. La aguada debe ser irregular, dejando pequeñas calvas de color blanco para explicar mejor los realces de luz sobre el tejido. Con nuevas pinceladas se imprime una mayor gestualidad al tejido, que contribuye a explicar la dirección que adoptan los pliegues. No debemos ver los goterones como algo perjudicial, estos deben ser nuestros aliados, pues contribuyen a explicar la caída del mantel e infunden mayor espontaneidad a la pincelada. Cuando uno pinta un mantel con un pincel cargado de acuarela debe entender que el trazo de la pincelada y los efectos que de él se desprenden dependen del gesto efectuado con la mano y la inclinación del pincel. Los pelos del pincel deben doblarse y retorcerse, si cabe, hasta conseguir el efecto que buscamos. Consejo Para aplicar nuevas aguadas más oscuras sobre las anteriores deberemos dejar que se sequen. No conviene cargar las aguadas húmedas con excesivos colores. Resueltos los pliegues del mantel con aguadas, esperamos a que se sequen un poco. Nuevamente, con la paletina, cargada con color negro y marrón se pinta la sombra de debajo de la mesa. Esta nos ayudará a delimitar el perfil interior de la tela blanca. Retomamos el pincel pequeño para aplicar unos cuantos trazos que ayudan a definir mejor la forma y los contrastes de las sombras del bodegón. Estas pinceladas se efectúan con un gris de Payne. Aún así, como puede verse, el bodegón mantiene una apariencia muy atmosférica. Los realces de luz sobre las frutas se consiguen reservando pequeñas zonas del color blanco del papel. Esto debe planificarse antes de pintar. En el cuadro definitivo se puede apreciar la relevancia del espacio que se ha dedicado al mantel. En él se distingue la cara sombreada de la iluminada gracias a las variaciones de la transparencia de la aguada. El bodegón, en algunas zonas, es fantasmagórico y poco concreto, como sucede con la forma del jarrón, casi imperceptible. La IMPORTANCIA del DIBUJO Realizar apuntes a lápiz antes de iniciar cada sesión de pintura es muy provechoso, pues este método nos permite estudiar el encuadre, familiarizarnos con los objetos y adoptar decisiones sobre cuál va a ser la distribución y la composición definitivas. El dibujo de bodegones tiene un grado de dificultad bajo si lo comparamos con otros temas que requieren mayor rigor y exactitud, por ejemplo el dibujo urbano, la figura o el retrato. La mejor manera de analizar y capturar el modelo es mediante un dibujo muy esquematizado. Apenas cuatro garabatos para situar el objeto y un par de rayados precipitados para las sombras. Si comparamos este esbozo con el anterior vemos cómo varían el encuadre para poder decidir cuál de las dos opciones es la más adecuada. En el siguiente estudio, el grado de deformación es todavía superior. Se ha perdido el respeto por los objetos y el encuadre corta la lámpara por su parte superior. Después de varias pruebas, ésta parece la versión definitiva. Hemos optado por cortar la pantalla de la lámpara y deformar la elipse de la mesa para dotar al conjunto de mayor expresividad. A partir del apunte anterior, dibujamos con pasteles grasos el boceto definitivo sobre la tela. No se trata de copiar el dibujo exactamente, sino de recrearlo de forma aproximada; tengamos en cuenta que con el boceto pueden surgir nuevas modificaciones. Con las primeras aportaciones de color sobre el cuadro comprobamos si el dibujo funciona; a medida que avance el cuadro, éste se irá modificando ligeramente. Esto no debe preocuparnos, es un proceso lógico. Lo importante es tener una base sobre la que construir la pintura. Composición con PINCELADA EXPRESIVA La interpretación de un bodegón está muy relacionada con el modo en que aplicamos la pintura sobre el soporte. Este tratamiento puede abarcar desde la aplicación del color en manchas disueltas hasta la acumulación de gruesas pinceladas de pintura que dan a la obra una apariencia sólida, expresiva y enérgica. El presente ejercicio se va a trabajar con una pincelada volumétrica y empastada, aplicando una gama de colores cálidos en las zonas más iluminadas y tonos azulados en las sombreadas. Está realizado al óleo por Gabriel Martín. Lo adecuado es partir de un dibujo realizado con lápiz de grafito. Éste debe constituir un esquema muy general al que añadiremos detalles que explican mejor la forma de la col y la calabaza. Con azul cobalto muy aguarrasado subrayamos el perfil de las formas con un pincel redondo fino. A continuación, con uno mediano manchamos con azul las zonas de sombra. Consejo La presencia de azul en las sombras es un buen criterio general, pues provoca un acusado contraste con las zonas iluminadas. Una vez pintada la base de color uniforme conviene dejarla secar para que los posteriores colores no se ensucien sobre los primeros. En esta primera fase se barajan varios valores de azul; esta diferencia de tonos permite situar diversas intensidades de sombra y planos distintos. Trabajamos la pintura más densa y cubriente, sin depositar excesiva carga matérica. El azul celeste debe ser la base de color de la col y la calabaza, el color utilizado como fondo para superponer nuevos colores. Con un beige ocre pintamos el espacio que rodea los elementos. Así, conseguimos el primer contraste entre las zonas iluminadas y las sombreadas, aunque nuestro principal cometido es cubrir, cuanto antes, el blanco del soporte. Resolvemos los tomates mediante un degradado tonal entre diferentes colores. Con pintura muy espesa, yuxtaponemos en su interior unas pocas manchas naranjas (para las zonas de luz), rojas (en la zona intermedia) y azules (únicamente en las sombras). Pintamos los tomates con pinceladas rojas que se mezclan sobre el soporte con tonos amarillentos y ocres. Recortamos el perfil inferior de cada uno de éstos con un trazo de azul cobalto saturado. A medida que el ejercicio progresa, trabajamos con mayor carga matérica. Es entonces cuando se pone de manifiestoel valor de la pincelada. Ésta debe seguir siempre la dirección de cada superficie. Si aplicamos pinceladas cortas, de tonos variados y direccionales, conseguiremos transmitir un mayor dinamismo. Con pinceladas mucho más densas y cargadas de color acusamos la textura de la col, tratando de remarcar las nervaduras, las estrías y los dobleces de sus hojas. Este contraste se hace efectivo al suavizar la entonación del fondo. Consejo En este proceso es inevitable arrastrar parte del color inferior. Pero para minimizar este efecto podemos pintar con el pincel de lado, evitando el trabajo con la punta. PINTANDO la CALABAZA Al leer todo el desarrollo del ejercicio, se descubre que apenas se ha prestado atención al tratamiento de la calabaza. Esto tiene una explicación: se ha decidido dedicarle un apartado especial donde poder analizar de manera más precisa las pautas más adecuadas para recrear el volumen y la impresión expresiva más efectista. 1. Sobre el dibujo realizado a lápiz, con un pincel redondo fino, subrayamos las formas principales con un azul muy aguarrasado. 2. Mezclamos el azul anterior con un poco de blanco y ocre. Con el color resultante pintamos la mitad de cada uno de los gajos. La pincelada ya no es tan diluida, sino más bien espesa y cubriente. 3. Con un azul algo más vivo y saturado pintamos la parte posterior de la calabaza; en su punto medio fundimos las manchas claras anteriores con las nuevas aportaciones de azul, formando un claro efecto de degradado. 4. Cubrimos la zona más iluminada con empastes de color rojo naranja. Aplicamos las pinceladas con el pincel inclinado para evitar arrastrar el color que hay debajo. 5. Completamos el volumen con nuevos empastes de un naranja más claro. En las zonas sombreadas evitamos intervenir, preservando el azul anterior. Para finalizar, con la punta de un pincel redondo fino cargada de gris azul, trazamos las líneas curvas que dividen la superficie de la calabaza. Un RINCÓN con MUEBLES El mobiliario forma parte de nuestro entorno cotidiano, y a menudo proporciona oportunidades para jugar con la estructura del bodegón, al cual sirve de base, de telón de fondo o, incluso, algunas veces adopta un papel protagonista. La inclusión de muebles en el bodegón nos permite crear pinturas fuertemente dominadas por la geometría. Para este ejercicio pintado con acrílicos, se ha seleccionado un sencillo ramo de flores que reposa sobre una cómoda. Al lado se identifica el respaldo de una silla. Realizado por Esther Olivé de Puig. Con una barra de creta esbozamos las líneas, trabajando con la barra plana y longitudinal. No realizamos un dibujo muy acabado, tan sólo planteamos los planos principales a partir de las líneas que perfilan las formas. Realizamos los primeros aportes de color sobre los muebles. Las intervenciones son densas. Se trata de cubrir cada zona con un color monocromo, sin modelar las formas. Mezclamos el color en la paleta, ajustando el tono al que muestra el modelo real. En las zonas limítrofes entre dos colores, para que los colores no se fundan entre sí, es importante no repasar en exceso la pincelada. Las manchas de tonos verdosos, ocres y marrones se suceden hasta completar la forma del jarrón. Con un blanco muy espeso se representa el tapete, el sentido de la pincelada se encarga de darle la forma. Resolvemos las flores del jarrón con impactos muy directos de pintura espesa, sin repasar. El sentido de la pincelada se encarga de texturar la forma de los pétalos. Se cubre el fondo con un tono grisáceo y la silla con un negro azulado. Acabamos de pintar todo el fondo con diferentes intensidades de un gris azulado mezclado con un poco de ocre, distribuyendo los colores de un modo irregular para explicar las variaciones de la luz sobre la pared. Oscurecemos la superficie de la cómoda con nuevas incorporaciones de siena, ocre y sombra. Una vez concluido el ramo de flores, con un gris semejante al de la pared (aunque algo más amarillento), pintamos la superficie del vidrio. En este detalle observamos cómo la artista ha dispuesto las pinceladas para recrear las flores. Las diferentes pinceladas forman curvas o trazos cruzados que explican los pétalos y la dirección de las hojas y los tallos. Con pinceladas largas y cubrientes desarrollamos todo el trabajo de contrastes en la silla. Aclaramos con manchas azules las zonas iluminadas del respaldo y con violetas pintamos la sombra que éste proyecta sobre la pared. Hasta el momento, en la cómoda, hemos trabajado cada plano de luz con manchas de colores independientes del resto. Para finalizar, añadimos más matices, arrastres y degradados a fin de reproducir correctamente la superficie lisa y reluciente de la madera. Cada cambio de tono sobre el mueble se realiza con pinceladas directas, permitiendo que los colores se fundan entre sí. Las pinceladas deben ser más contrastadas e insistidas donde aparecen reflejos de luz. Consejo Trabajamos las sombras del respaldo de la silla con colores azulados y violetas, sobre el color pintado anteriormente, cada cambio de color corresponde a diferentes grados de sombra. La dirección de la pincelada es paralela al respaldo. El EFECTO ESPEJO Situar en el fondo de la composición un espejo, una puerta o una ventana da mayor profundidad al bodegón, un género que se caracteriza por actuar en un espacio muy escueto. Aunque muchos artistas aficionados piensen que la inclusión de un espejo, con todas las dificultades que comportan los reflejos, puede complicar el modelo, en este apartado demostraremos que su superficie reflectante puede sintetizarse en muy pocas pinceladas. El espejo es una ventana que se abre en el fondo del bodegón y que da una nueva dimensión espacial al modelo. El proceso de dibujo puede ser lineal, similar a cualquier otro elemento del cuadro. Lo que cambia es la forma de pintar los elementos que se reflejan. Los objetos reales deben aparecer con colores más vivos y contornos bien definidos. La imagen reflejada presenta un tono azulado y domina mucho más el desenfoque. La manera de tratar la superficie de un espejo sería muy semejante a ésta. Con un tono generalizado azulado, suaves cambios de color y pinceladas direccionales que dan un tono desenfocado al conjunto. 1. Analicemos otro caso. En tres estados planteamos cómo representar el reflejo de un objeto sobre una superficie pulida. En este caso, se trata de un par de frutas dispuestas sobre una bandeja metálica. 2. Solucionamos el perfil de la bandeja con tonos grises. Dejamos la zona del reflejo de color blanco, sólo la cubrimos con una mancha gris que representa la sombra que aparece entre las dos frutas, y un par de manchas blancas ligeramente teñidas de amarillo en la zona del reflejo. 3. Representamos los objetos reflejados, aunque invertidos, sobre la bandeja. Los colores de los reflejos son algo más oscuros que el modelo real, con una dominante de color algo agrisada. El reflejo es muy abocetado y apenas está definido. El BODEGÓN como fuente de ABSTRACCIÓN Finalizamos los ejercicios del cuaderno abriendo una puerta a la abstracción. Nos acercamos al modelo, un cuenco donde se acumulan numerosas hortalizas, para limitar el encuadre a unas pocas formas, sin profundidad de campo. De este modo, los perfiles aparecen incompletos y el contraste se decide gracias al color. Esto ha de permitirnos trabajar sobre un dibujo sugestivo, poco explícito, para dar mayor relevancia a los contrastes saturando las gamas de colores. Ejercicio realizado con acrílicos por Almudena Carreño. Con lápiz esbozamos las formas circulares de las hortalizas. Las manchas de colores se mezclan formando degradados. Pintamos el interior de cada forma con colores cálidos que van del magenta al amarillo, pasando por el rojo. Con una base de color magenta, que alteramos con un poco de rojo y amarillo, nos apresuramos en cubrir el blanco del papel. Debemos actuar deprisa, ya que el papel absorbe el agua de la pintura y ésta se seca muy rápido. La
Compartir