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ANALISIS DEL LIBRO NADA El hombre está en busca de ser alguien, alguien reconocido, exitoso, inteligente, respetable, en busca de ser lo que sea, pero que signifique ser alguien para los demás. Nuestra vida está constituida por imaginarios y significados prefabricados por una sociedad que idealiza el mundo. Estamos encadenados a un compromiso de ser alguien que signifique algo para los otros; cueste lo que cueste, pero se debe llegar al objetivo de dejar de ser uno más del montón. La humanidad está sumergida en un mundo de parámetros y encasillamientos, tal vez vemos esto como una cuerda que los salva de sumergirnos en el lodo de la Nada, de lo pasajero, de lo que no es otra cosa que la vida misma. Todo lo que nace muere, como decía Pierre Anthon, el personaje de la historia “Nada” de JanneTeller, “desde el momento que nacemos estamos muriendo” paradójicamente estamos huyendo de esa realidad. Nos negamos a reconocer que somos pasajeros, y si no reconocemos no estamos stos a morir sin ser “alguien”. ¿Quién da el significado a las cosas, en manos que quién hemos puesto nuestra vida? Parece ser que le dimos la responsabilidad de pilotear nuestra existencia a los demás, al otro, a muchos, al mundo, a nadie. Ser alguien debería ser mi compromiso y mi responsabilidad, debería ser yo quién dé el significado a ese alguien que quiero ser, ese alguien debería ser mío y no del otro; ese alguien debería ser yo. Deberá ser yo y no él. Ese alguien ya existe desde que llegué al mundo. Seré yo cuando deje de poner al juicio público la manera de conducir mi existencia, sólo estaré llena de significados cuando deje de venderlos al consumo de los demás. En este momento podríamos sentarnos y hacernos las siguientes preguntas: ¿soy feliz? ¿Qué me hace feliz? ¿De quién depende mi felicidad? ¿La pongo en manos de los demás? las respuestas me darán algunas pautas para reflexionar sobre para qué o quién estoy viviendo y con ello, seguramente, responderíamos al interrogante “para dónde voy”. Mirar a tu lado derecho y luego a tu lado izquierdo y así sucesivamente a las demás direcciones, podría ser la mejor manera de darte cuenta de la cantidad de ideas y mascaras que cargamos; ver una sonrisa congelada y sin sentido; una mujer que intenta disimular su gordura apretando el vientre; un hombre que intenta parecer inteligente e interesante al responder al profesor con términos prestados de libros y autores reconocidos; a una joven que pretende disimular sus manchas faciales con polvo y maquillaje. Mirar y no reconocer a quien tiene la máscara, es más, mi máscara no me deja mirar quien soy realmente. Salir del salón de clase y llegar a tu barrio, ver jugar los niños a la lleva, futbol, a los carritos y las barbies; darte cuenta de que en un tiempo se homogenizarán y sus carcajadas infantiles y ruidosas, se transformarán en sonrisas fingidas o rostros llenos de inconformidad. Triste, vacío, Nada. Quién pondrá fin a esa cadena. Precisamente la búsqueda se ser alguien se fusiona finalmente con el llegar a ser Nada, a no tener significado, a no tener valor propio, porque en fin de cuenta vendemos el valor que nos llena el espíritu por un valor monetario, económico, material, superficial, pasajero, vendido y fariseo conmigo mismo. Una de las afirmaciones filosóficas es que fuimos eyectados al mundo, a qué, no se sabe, pero lo que sabemos es que estamos aquí sujetos y libres al mismo tiempo, lo perjudicial es que tenemos miedo a la libertad, la mal interpretamos. No la ejercemos, la condicionamos a ataduras que supuestamente creemos que son libertad. En la historia sufrimos una trasformación de milenios; de un ser primitivo pasamos a un ser racional. Creamos, descubrimos, experimentamos, soñamos, hicimos lo que quisimos, inventamos lo que fue, lo que es y lo que será también se inventará. Ejercimos nuestra libertad de vivir, terriblemente esa libertad la dejamos evaporar y creamos un mundo que nos ató a la exigencia de vivir para lo creado, de girar en torno a eso; de vivir para consumir y morir. Quisimos darle el sentido a la historia, sin analizar qué ese sentido solo lo conoceremos cuando esta termine, cuando desemboque en una meta. Y falsamente creímos que las metas finitas del hombre eran la meta de la historia. Quisimos ser dioses, quisimos ser la historia en sí. No entendimos que ese sentido no existe; no es la historia la que creó una razón absoluta del pasado, del presente y del futuro; fuimos nosotros los que la tergiversamos. Es el momento y la hora justa de abandonar los conceptos universales, es el día y la fecha de sentarnos a reflexionar, hay que entender que ser histórico no es ser la historia absoluta; tenemos que entender que ser histórico no es ser igual, no es ser alguien para los demás, es ser alguien para mí, es vivir a plenitud y no a multitud. Ser diferente es tomar conciencia y comprender, es transformarnos, superarnos en torno al saber, a ejercer la libertad de tener ideas y pensamientos renovadores, míos, propios. Finalmente es preciso analizar si queremos seguir siendo parte del espectáculo, de la escena, de la obra de teatro donde ser el mejor consiste en fingir con credibilidad, o pasamos a disfrutar de la obra desde el público y nos disponemos a vivir la vida, a abandonar la Nada, a darle un significado al vivir.
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