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Aportando a
 la construcción 
de la Soberanía 
Alimentaria 
desde la 
Agroecología
Mamen Cuéllar Padilla
Eduardo Sevilla Guzmán*
Palabras clave: Agroecología, Soberanía Alimentaria, plu-
riepistemología.
RESUMEN
Desde Andalucía, la Agroecología fue definida, allá por 
1995 (Sevilla Guzmán, 2006b: 223), a partir del apoyo 
empírico obtenido tras más de una década de trabajo de 
investigación participativa con comunidades jornaleras y 
campesinas, en los ámbitos andaluz y latinoamericano. 
La definición propuesta planteaba que la Agroecología es 
«el manejo ecológico de los recursos naturales a través de 
formas de acción social colectiva para el establecimiento 
de sistemas de control participativo y democrático, en los 
ámbitos de la producción y circulación. La estrategia teórica 
y metodológica así elaborada tendrá, además; por un lado, 
una naturaleza sistémica y un enfoque holístico, ya que 
tales formas de manejo habrán de frenar selectivamente el 
desarrollo actual de las fuerzas productivas para contener 
las formas degradantes de producción y consumo que han 
generado la crisis ecológica. Y, por otro lado, tal necesario 
manejo ecológico de los recursos naturales, tendrá igual-
mente, una fuerte dimensión local como portadora de un 
potencial endógeno, que, a través del conocimiento campesi-
no (local o indígena, allá donde pueda aún existir), permita 
la potenciación de la biodiversidad ecológica y sociocultural 
y el diseño de sistemas de agricultura sostenible».
Entendida de esta forma, la Agroecología posee una 
forma de crear conocimiento (es decir, su epistemología) que 
surge de la generación de contenidos a través de una praxis 
compartida que, a efectos analíticos, puede diversificarse 
en tres dimensiones: una primera, ecológica y técnico-
agronómica; una segunda dimensión socioeconómica o de 
transformación local, con un fuerte contenido endógeno; y 
una tercera dimensión sociocultural y política. 
Cuanto sigue es un intento de profundizar en la 
construcción de la Agroecología como un enfoque trans-
disciplinar desde su epistemología: es decir, tanto desde la 
Mamen Cuéllar Padilla. Instituto de Sociología y Estudios Campesi-
nos. Universidad de Córdoba. ma2cupam@uco.es. Eduardo Sevilla 
Guzmán. Instituto de Sociología y Estudios Campesinos. Universidad 
de Córdoba. ec1segue@uco.es. Dirección postal: ISEC – Dpto. Cien-
cias Sociales y Humanidades. Edificio C5- Gregor Mendel. Campus 
Universitario de Rabanales. N-IV, Km. 396. 14014, Córdoba.
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ciencia (diferenciando analíticamente las tres dimensiones 
antes señaladas); como desde la sabiduría local campesina o 
indígena; o, dicho de otro modo, su construcción popular. 
Es dentro de este segundo apartado donde surgen concep-
tos como el de Soberanía Alimentaria, que construyen y 
amplían la Agroecología y pueden verse, a su vez, nutridos 
por todos los trabajos de argumentación y defensa de este 
modo de entender las relaciones en torno al sistema agroa-
limentario y la naturaleza. 
LOS ORÍGENES DEL CONCEPTO DE 
SOBERANÍA ALIMENTARIA
La gestación del concepto de Soberanía Alimentaria puede 
ubicarse a lo largo de las luchas de la sociedad civil dentro 
de la articulación de antagonismos al neoliberalismo y la 
globalización. En este contexto aparecen claramente dos 
procesos. Por un lado, la denuncia de los abusos de los ac-
tores hegemónicos del sistema agroalimentario actual sobre 
el campesinado y los pueblos indígenas; donde ONG (como 
CLADES, en Latino América y GRAIN, en Europa) junto 
con la acción articuladora de experiencias agroecológicas 
plantean la opción de otros modelos de sistema agroali-
mentario. Por otro lado, las luchas sociales contra el libre 
comercio, que durante la primera década de los noventa de 
la pasada centuria confluyen adquiriendo la naturaleza de di-
sidencia global (Ángel Calle, 2005). Ello tuvo lugar al tomar 
una dinámica paralela con el Movimiento contra la Europa 
de Maastricht y la Globalización Económica (MAM) y la 
confluencia de todos estos movimientos contra el Acuerdo 
Multilateral de Inversiones (AMI). 
Es en este contexto donde surge la idea de Vía Campe-
sina, como internacional de movimientos sociales agrarios, 
durante el II Congreso de la Unión Nacional de Agricul-
tores y Ganaderos (UNAG) de Nicaragua en 1992. En él 
se dieron cita diversas organizaciones agrarias, campesinas 
y de agricultura familiar (de Centro América, el Caribe, 
América del Norte y Europa) y analizaron el impacto del 
neoliberalismo en la agricultura y las comunidades rurales 
(Cf. Desmarais, 2007). 
El hecho de que los intereses de los campesinos y 
agricultores pequeños y medianos no fueran representados 
en las negociaciones de la GATT sobre agricultura de 
1993 precipitó la necesidad de trabajar colectivamente 
para defender sus derechos en el contexto de la liberaliza-
ción comercial. Así, en Mons, Bélgica, en mayo de 1993 
se creó formalmente tal movimiento global mediante la 
Primera Conferencia Internacional de Vía Campesina. A 
partir de entonces se desató una dinámica de articulación 
de sindicatos «revolucionarios campesinos», mediante una 
Segunda, Tercera, Cuarta y Quinta Conferencias de Vía 
Campesina, que tuvieron lugar en Tlaxcala, México (abril 
1996, donde se planteó por primera vez el concepto de 
Soberanía Alimentaria); Bangalore, India (septiembre, oc-
tubre 2000) y Sao Paulo, Brasil (junio 2004) y en Maputo, 
Mozambique (octubre 2008) respectivamente.1 A través de 
esta dinámica de articulación se propusieron conceptos y 
establecieron posturas, con diferentes nomenclaturas, que 
se referían claramente a políticas públicas sobre Soberanía 
Alimentaria y «otro» comercio, reforma agraria y derechos 
humanos, defensa de la biodiversidad y los recursos genéti-
cos, desarrollo rural endógeno e investigación participativa, 
equidad de género y prácticas agroecológicas.
Paralelamente se configura el MAELA (Movimiento 
Agroecológico de América Latina y el Caribe), que desde 
el inicio de su andadura en 1989 jugó un importante papel 
en la articulación de acciones productivas agroecológicas. 
Agricultores y campesinos, pertenecientes a las referidas 
experiencias en Argentina, Brasil, Bolivia, México, Chile y 
Colombia; en Diciembre de 1998 se reunieron en Pereira 
(Colombia), para establecer una declaración de principios, 
1 La rama europea de Vía Campesina desarrollo en este proceso una 
fuerte actividad reivindicativa respecto a la introducción de la Sobera-
nía Alimentaria como el eje central de una nueva política internacional 
a construir: probablemente su actuación en la Conferencia Europea de 
la Asociation Européene de Formation Paysanne et Rurale (Bruselas, 
12 y 13 de marzo del 2001), significó un cambio de postura respecto 
a la creación de un grupo de asesores para la Coordinadora Europea 
de Campesinos en la Europa Oriental. Agradecemos a Paul Nicholson 
su esfuerzo en este sentido y la valiosa documentación.
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en la que expresaban su «oposición al modelo neoliberal... 
por degradar la naturaleza y la sociedad». Al mismo tiempo 
establecían como un derecho de sus organizaciones locales la 
«gestión y el control de los recursos naturales... sin depender 
de insumos externos (agroquímicos y transgénicos), para la 
reproducción biológica de sus culturas», señalando su «apoyo 
a la promoción, el intercambio y difusión de experiencias 
locales de resistencia civil y la creación de alternativas de uso 
y conservación de variedades locales» (MAELA, 2000). 
Es en esta dinámica de articulación de antagonismos 
donde se va configurando el concepto de «soberanía ali-
mentaria» como aportación de muy distintas organizaciones 
campesinas queen muy diversos foros van esbozando los 
contenidos que pueden darles libertad. En efecto, no es en 
la abundante literatura académica de la Economía y So-
ciología Políticas del Sistema Agroalimentario Global que 
con gran perspicacia caracterizó el malogrado Frederich 
Buttel (2001), donde se configura el citado concepto. Es 
en los espacios de debate generados por las fracciones de 
la sociedad civil que se enfrentan a la globalización econó-
mica. Desde su presentación oficial en el Contraforo a la 
Cumbre Mundial de la Alimentación de la FAO en Roma 
de 1996, el concepto de Soberanía Alimentaria se ha ido 
enriqueciendo al ritmo de los encuentros de Vía Campe-
sina. Así, en el Congreso organizado en octubre del 2000 
en Bangalore, por Vía Campesina y por la Coordinadora 
Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) se 
señala como imprescindible para la lucha dicho concepto, 
que definieron como «el derecho de los pueblos a definir su 
propia Política Agrícola y Alimentaría sin dumping hacia 
otros países». Para Vía Campesina, la Soberanía Alimentaría 
requiere la existencia de «una producción alimentaría sana, 
de buena calidad y culturalmente apropiada, para el mer-
cado interior»; lo que implica «mantener la capacidad de 
producción alimentaria, en base a un sistema de producción 
campesina diversificada (biodiversidad, capacidad productiva 
de las tierras, valor cultural, preservación de los recursos 
naturales) para garantizar la independencia y la soberanía 
de las poblaciones».
Probablemente la definición más elaborada de Sobera-
nía Alimentaria sea la que fue esbozada como «el derecho 
de los pueblos a definir sus propias políticas sustentables de 
producción, distribución y consumo de alimentos, garanti-
zando el derecho a la alimentación para toda la población, 
con base en la pequeña y mediana producción, respetando 
sus propias culturas y la diversidad de los modos campesi-
nos, pesqueros e indígenas de producción y comercialización 
agropecuaria, y de gestión de los espacios rurales, en los 
cuales la mujer desempeña un papel fundamental». La sobe-
ranía alimentaria debe asentarse en sistemas diversificados de 
producción basados en tecnologías ecológicamente sustenta-
bles. La aplicación del principio de Soberanía Alimentaria 
ocasiona ciertos efectos y exige algunos requisitos para que 
sus contenidos sean posibles en la realidad. El Foro de La 
Habana del 2001 los describió de una forma profunda y 
detallada de la siguiente manera: 
«La Soberanía Alimentaria: (1) favorece la soberanía 
económica, política y cultural de los pueblos; (2) 
reconoce una agricultura con campesinos, indígenas 
y comunidades pesqueras, vinculada al territorio; 
prioritariamente orientada a la satisfacción de las 
necesidades de los mercados locales y nacionales; una 
agricultura que considere central al ser humano; que 
preserve, valore y fomente la multifuncionalidad de 
los modos campesinos e indígenas de producción y 
gestión del territorio rural; (3) supone el reconocimien-
to y valorización de las ventajas económicas, sociales, 
ambientales y culturales de la agricultura en pequeña 
escala, de las agriculturas familiares, de las agriculturas 
campesinas e indígenas; (4) implica el reconocimiento 
de la multietnicidad de las naciones y reconocimiento 
y valorización de las identidades de los pueblos origina-
rios. Esto implica, además, el reconocimiento al control 
autónomo de sus territorios, recursos naturales, siste-
mas de producción y gestión del espacio rural, semillas, 
conocimientos y formas organizativas; (5) contiene la 
garantía al acceso a una alimentación sana y suficiente 
para todas las personas, principalmente para los sec-
tores más vulnerables, como obligación ineludible de 
los Estados Nacionales y el ejercicio pleno de derechos 
de la ciudadanía. El acceso a la alimentación no debe 
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ser considerado como una compensación asistencialista 
de los gobiernos o una caridad de entidades públicas 
o privadas, nacionales o internacionales; (6) exige la 
puesta en marcha de procesos radicales de Reforma 
Agraria integral adaptados a las condiciones de cada 
país y región, que permitan a los campesinos e in-
dígenas —considerando a las mujeres en igualdad de 
oportunidades— un acceso equitativo a los recursos 
productivos, principalmente tierra, agua y bosque, así 
como a los medios de producción, financiamiento, 
capacitación y fortalecimiento de sus capacidades de 
gestión e interlocución. La Reforma Agraria debe 
ser reconocida como una obligación de los Estados 
en aquellos países donde este proceso sea necesario, 
en un marco de respeto de los Derechos Humanos 
y como una eficiente política pública para combatir 
la pobreza. Los programas de mercantilización de la 
tierra promovidos por el Banco Mundial son incapa-
ces de sustituir a las verdaderas reformas agrarias y no 
resuelven el problema del acceso del campesinado a 
los recursos productivos; (7) entiende que el comercio 
alimentario internacional ha de estar orientado por el 
propósito supremo de servir al ser humano. La sobera-
nía alimentaria no significa autarquía, autosuficiencia 
plena o la desaparición del comercio agroalimentario y 
pesquero internacional» (Texto del Foro Social Mundial 
de Porto Alegre del 2002). 
Desde entonces los espacios de debate de los movi-
mientos campesinos incluyen prioritariamente la Soberanía 
Alimentaria como su principal reivindicación, como son los 
casos del III Congreso de la CLOC (México, 6-11/08/2001) 
donde se consideró monográficamente el tema, o los Semi-
narios sobre Diversidad Biológica y Cultural que desde aquel 
año se han ido celebrando en México, Guatemala y Hondu-
ras, donde cientos de organizaciones indígenas, campesinas 
y sociales buscan estrategias de acción en este sentido. La 
Soberanía Alimentaria constituye en la actualidad un tema 
central en los Foros Sociales mundiales regionales y estatales 
que moviliza a determinados sectores de la sociedad civil. 
Ello, unido a la sensibilización de la ciudadanía hacia los 
alimentos generados en los sistemas agroalimentarios mul-
tinacionales por los múltiples escándalos alimentarios está 
generando un concepto que se articula inseparablemente con 
el anterior: el consumo responsable o consciente (Cuéllar 
y Reintjes, 2009).
En este contexto diverso, plural y complejo, la construc-
ción sólida de un concepto como el de Soberanía Alimenta-
ria resulta fundamental. Para ello, señalamos tres elementos 
que nos parecen fundamentales y sobre los que tratamos de 
aportar en el presente artículo. Por un lado, ir articulando 
los avances y las distintas aportaciones que se van haciendo 
desde los ámbitos señalados; por otro lado, dilucidar los 
efectos e implicaciones que esta propuesta conlleva en los 
contextos actuales, avanzados como hemos señalado en la 
Conferencia de la Habana; y en tercer lugar, la articulación 
de estas propuestas de base popular con las bases teóricas y 
conceptuales que, bajo el paraguas de la Agroecología, se han 
ido construyendo en las últimas décadas. Ello, facilitará una 
retroalimentación mutua y, en definitiva, la construcción de 
forma sólida y argumentada de los cambios radicales que 
supone la aplicación de la Soberanía Alimentaria en nuestros 
contextos actuales. Como un primer grano de arena en esta 
construcción que nos parece fundamental, planteamos la 
idea de que la Soberanía Alimentaria representa una de las 
raíces epistemológicas de la Agroecología.
El proceso de acompañamiento a los movimientos cam-
pesinos que desarrolla la Agroecología ha mostrado a ésta 
que la Soberanía Alimentaria constituye en la actualidad una 
necesidad para su desarrollo; es algo a lo que la academia, 
como compromiso ético, ha de responder: la Agroecología 
puede profundizar desde sus raíces científicas a la elabora-
ción del concepto de Soberanía Alimentaria respondiendo 
así a su esenciapluriepistemológica.
LA AGROECOLOGÍA COMO CONTEXTO 
EPISTEMOLÓGICO
En un sentido amplio, la Agroecología tiene una dimensión 
integral a partir de la cual aborda los procesos productivos 
y distributivos del ámbito agroalimentario. Las variables de 
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tipo socioeconómico ocupan un papel muy relevante, si bien 
parten de una práctica agropecuaria y forestal que se desarro-
lla en una finca, predio o chacra, bajo criterios ecológicos. 
Sin embargo, la Agroecología pretende, además: por un lado 
entender las múltiples formas de dependencia que han sido 
históricamente generadas por la expansión de la modernidad 
y transmitidas por la agricultura industrializada. Y, por otro 
lado, visibilizar las formas de resistencia y construcción de 
alternativas desarrolladas por el campesinado y los pueblos 
indígenas (Cf. Sevilla y Martínez Alier; 2006: 65). 
La consideración, por parte de la Agroecología, de la 
naturaleza del proceso histórico y de la existencia de otros 
proyectos civilizatorios distintos al occidental, dota a ésta de 
un carácter pluriepistemológico; esto es, su conocimiento se 
construye, tanto desde bases científicas como sociales (Cf. 
Norgaard en Altieri, 1985). En este sentido, definimos 
como raíces epistemológicas de la Agroecología las prácti-
cas científicas y sociales que configuraron históricamente (y 
configuran en la actualidad) los centros de producción de 
conocimiento que permiten comprender, explicar y hacer 
propuestas de transformación respecto al modo industrial de 
uso de los recursos naturales, desde un manejo agroecológi-
co, en sus dimensiones «ecológica y agropecuario/forestal», 
«socioeconómica», y « cultural y política», para desde ellas 
colaborar en la construcción de sociedades sustentables. 
Bernáldez como la «ciencia de los ecosistemas», la Agroeco-
logía podría definirse como la ciencia de los agroecosistemas. 
Aquí aparecen situadas como raíces científicas el acervo de 
conocimientos acumulados por la Ecología y las Ciencias 
Agropecuarias y Forestales al intentar corregir el deterioro 
generado por el modo industrial de uso de los recursos 
naturales (Margalef, 1992: 16 y 1977: 10; González Ber-
náldez, 1981). Se produce aquí la primera ruptura con la 
visión parcelaria de la «ciencia convencional», a través de 
la generación de una relación estrecha entre Agronomía y 
Ecología, hacia la década de los años 1970, planteándose 
un enfoque ecosistémico de la agricultura. 
Fue en México donde se iniciaron los primeros estudios 
de los ecólogos y agrónomos sobre las tecnologías agrícolas 
campesinas e indígenas conformando una estrategia me-
todológica propia mediante el estudio comparado de las 
diferencias básicas, esencialmente contradictorias, entre 
agroecosistemas y ecosistemas. Tal estrategia se basaba en 
«la necesidad de estudiar sistemas agrícolas muy antiguos 
(evolucionados) basados en la productividad y no en la alta 
producción, característica de los sistemas agrícolas tradicio-
nales» (Hernández Xolocotzi, 1977: 531-538; Gliessman, 
1978: 109).
Integrada por una dualidad científica y social, aparece 
la agricultura ecológica como el conjunto de propuestas 
surgidas como alternativas al modelo de agricultura «agroin-
dustrial», basadas en un «manejo de base ecológica. Desde el 
Norte, aparecen las propuestas modernas de la Agricultura 
Biodinámica, Agricultura Natural, Permacultura y otros «es-
tilos de agricultura ecológica», genéricamente denominadas 
agricultura Orgánica, en la cultura anglosajona; Biológica, 
en la francófona; o ecológica, en la hispánica (Sevilla y 
Ottmann, 2000: 185-205). 
Además, junto a estas tres raíces de la Agroecología, 
aparece otra, no menos importante: la raíz epistemológica 
germinal del campesinado y los pueblos indígenas. Este tipo 
de agriculturas se encuentra fundamentalmente en África, 
Asia y Latinoamérica, donde existen zonas donde la agricul-
tura apenas si ha sido alterada por los paquetes tecnológicos 
modernos de tecnologías externas, cuya agricultura ha sido 
denominada regenerativa (Pretty, 1995: 1-3). 
Junto a estas tres raíces de la 
Agroecología, aparece otra, no menos 
importante: la raíz epistemológica 
germinal del campesinado y los 
pueblos indígenas
En el cuadro de la página siguiente presentamos las 
raíces epistemológicas, tanto científicas como sociales, en 
relación a las tres dimensiones analíticas en base a las cuales 
la Agroecología analiza los procesos agroalimentarios.
En primer lugar analizaremos las raíces sociales y 
científicas de la dimensión productiva. El componente 
germinal de esta dimensión de la Agroecología lo constitu-
ye la Ecología que al igual que fue definida por González 
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RAÍCES EPISTEMOLÓGICAS (CIENTÍFICAS Y SOCIALES)
DE LAS DIMENSIONES DE LA AGROECOLOGÍA
 DIMENSIONES RAÍCES
 Científicas Sociales
 ECOLOGÍA
 AGRONOMÍA
 PRODUCTIVA O ECOLÓGICA
 AGROPECUARIO/FORESTAL AGRICULTURA ECOLÓGICA
 
 MANEJO
 CAMPESINO E
 INDÍGENA
 Como fuente de
 SOCIOECONÓMICA conocimiento
 TEORÍAS DEL DESARROLLO
 CULTURAL Y POLITICA Como crítica Dimensión
 a la agricultura participativa
 industrializada
 ECONOMÍA CAMPESINADO
 ECOLÓGICA Estrategias de
 reproducción
 social
 ECONOMÍA SOLIDARIA
 
 HISTORIA
 MOVIMIENTOS
 SOCIALES
 ECOLOGÍA POLÍTICA
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La dimensión socioeconómica de la Agroecología 
se nutre básicamente de las teorías del desarrollo en dos 
aspectos. Por un lado, como crítica a su naturaleza de 
ideología occidental, representada por los trabajos de Illi-
ch, Naredo, Escobar, Wolfgang Sachs, Gustavo Esteva y el 
grupo francófono surgido de La Ligne d´horizon-les amis 
de Francois Partant (Pérez-Vitoria, 2003). Y, por otro lado, 
las metodologías participativas surgidas del desarrollo rural 
alternativo, donde la raíz de las praxis sociales se articula 
con el acompañamiento técnico de los científicos. 
La Economía Ecológica completa el cuadro a través de 
la disidencia científica al pensamiento neoclásico hegemó-
nico, mostrando la falsedad de su utillaje teórico, y presen-
tando alternativas desde el metabolismo social (Martínez 
Alier y Ropke, 2008). Las propuestas a nivel local de gestión 
colectiva y alternativa de recursos han ido conformando lo 
que, en el Foro Social Mundial del año 2002, acordaron en 
denominar Economía Solidaria, paraguas bajo el que se em-
piezan a identificar experiencias diversas en torno a finanzas 
alternativas, relaciones directas de producción y consumo 
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de alimentos, comedores colectivos, etc. (Cuéllar y Reintjes, 
2009). Finalmente concluyen las raíces de la dimensión so-
cioeconómica con el campesinado y los pueblos indígenas, 
que aportan sus estrategias de reproducción social a través 
de sus instituciones de naturaleza socioeconómica.
La dimensión sociocultural y política posee como su 
raíz germinal los movimientos sociales; tanto históricos 
(campesinos e indígenas) como actuales (nuevos movimien-
tos globales: Ángel Calle, 2005). Los primeros han tenido 
un relevante papel en la configuración de la Agroecología, 
pues sus luchas y reivindicaciones han generado conteni-
dos históricos constituyendo un aporte central de la praxis 
agroecológica; los segundos han generado las formas de 
conciencia agroecológica: de especie, de clase, de género, 
de identidad e intergeneracional. La etiqueta disciplinar que 
la ciencia otorga al estudio de los movimientos sociales de 
naturaleza ambiental se denomina Ecología Política; que une 
a su carácter científico una militancia teñida de «peligrosidad 
(que) viene marcada por (…) la prohibición secreta que 
el sistema ha lanzado contra»estos movimientos (Garrido 
Peña, 1993: ix). 
ANOTACIÓN FINAL: LA SOBERANÍA 
ALIMENTARIA COMO RAÍZ EPISTEMOLÓGICA 
DE LA AGROECOLOGÍA 
La soberanía alimentaria aparece en el cuadro de las raí-
ces epistemológicas de la Agroecología como aportación 
popular; al haber sido generada en forma colectiva como 
articulación de las distintas aportaciones de organizacio-
nes campesinas e indígenas. Estas han compartido sus 
reflexiones y propuestas para romper la losa que impide el 
despliegue de sus potencialidades, desde la modernidad; y 
que han sido recogidas por su propuesta internacional de 
la Vía Campesina. 
Aceptando la limitación de estas reflexiones iniciales, 
con estos papeles queremos iniciar la tarea de colaborar en 
la construcción desde el pensamiento científico del correlato 
demandado por el campesinado y los pueblos indígenas res-
pecto a la Soberanía Alimentaria. Es en este sentido donde 
consideramos que este concepto está íntimamente ligado a 
elementos y construcciones elaborados desde otras raíces de 
la Agroecología, que permiten una argumentación pluriepis-
temológica de este concepto. Nuestra propuesta se basa en la 
idea de que el utillaje conceptual y metodológico construido 
desde la Agroecología puede aplicarse de una manera directa 
a la consolidación y la defensa de las propuestas asociadas a 
la Soberanía Alimentaria, generando las sinergias necesarias 
para contrarrestar los efectos del pensamiento único hege-
mónico del neoliberalismo y la globalización económica.
Desde una dimensión ecológica y agropecuaria y 
forestal, la utilización de semillas autóctonas, producto 
de la coevolución histórica de la sabiduría local con las 
condiciones específicas aire/agua/suelo/biodiversidad de 
cada agroecosistema, constituye no sólo el elemento pri-
migenio para un manejo agroecológico, sino un elemento 
fundamental para la Soberanía Alimentaria. Son básicos los 
bancos prediales de semillas y su articulación en redes para 
el desarrollo de una investigación campesina de adaptación, 
intercambio y libre circulación intercomunal. Por otro lado, 
la lucha contra los transgénicos y la denuncia del deterioro 
de las personas (enfermedades por contaminación quími-
ca) y la naturaleza (degradación física y biológica del suelo 
por pérdida de nutrientes; polución y demos formas de 
degradación atmosférica; contaminación de agua y efectos 
en recursos genéticos y vida salvaje) se presenta como una 
acción irrenunciable.
El desarrollo e intercambio de tecnologías participativas 
en finca incorporando, junto a la biotecnología artesanal el 
desarrollo de fuentes energéticas renovables para la autosu-
ficiencia, constituye el segundo eslabón de este proceso; La 
metodología de campesino a campesino y las visitas «intra» 
e «inter» comunitarias para la diseminación de experiencias 
complementa este elemento de la Soberanía Alimentaria 
como derecho a la solidaridad alimentaria mediante el esta-
blecimiento de una coproducción pública de conocimientos 
agroecológicos.
Desde una dimensión socioeconómica, las acciones 
encaminadas al control y autogestión de los procesos de 
circulación requerirán de una infraestructura organizativa 
que permita una transformación socioeconómica endóge-
50 ecología política ecología política 51
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na. En este sentido, se aporta todo el utillaje metodológico 
participativo para identificar, diseñar, implementar y eva-
luar sistemas locales agroalimentarios, desde la identidad 
sociocultural de cada comunidad. Sistemas que revaloricen 
formas locales de gestión de los recursos naturales y de ge-
neración de mercados alternativos en los distintos niveles 
de nuevos procesos agroalimentarios, donde aparezcan me-
canismos que eviten la extracción del excedente y se incida 
en una autosuficiencia como paso previo para la soberanía 
en términos también socioeconómicos.
Desde una dimensión sociocultural y política, la im-
portancia de los procesos de aprendizaje colectivo radica en 
la coproducción de conocimientos agroecológicos sobre la 
base de una metodología transdisciplinaria. De esta forma, se 
genera manejos a través de procesos de transformación societal 
y participativa de las normas, reglas y relaciones de poder que 
guían la gestión de los recursos naturales en la perspectiva de 
los proyectos emancipatorios de los movimientos sociales, 
campesinos e indígenas (Rist et al. 2006).
En este sentido, la dimensión política de la Soberanía 
Alimentaria deberá incorporar la necesidad de articular 
experiencias productivas con proyectos políticos que pre-
tendan la nivelación de las desigualdades generadas en el 
proceso histórico; por un lado mediante la recreación de los 
sistemas organizativos de la multietnicidad de las naciones y, 
por otro lado, aceptando y valorizando la potencialidad de 
las identidades de los pueblos originarios para generar sus 
estructuras de poder como defensa y control autónomo de 
sus territorios, recursos naturales, sistemas de producción y 
gestión del espacio rural, semillas, conocimientos y formas 
organizativas.
El concepto de transformación rural que aquí estamos 
proponiendo, amparado en los principios de la Agroeco-
logía, se basa en el descubrimiento, en la sistematización, 
análisis y potenciación de los elementos que eliminen los 
efectos destructivos del proceso de modernización para, a 
través de propuestas multiculturales participativas, generar 
estrategias de cambio endógenas, definidas a partir de la pro-
pia identidad local del etnoagroecosistema concreto en que 
se inserten para conseguir la autogestión del mismo. Se trata, 
en definitiva, de identificar los elementos y las herramientas 
a través de los cuales hacer realidad un sueño compartido: 
hacer de la Soberanía Alimentaria una realidad.
REFERENCIAS
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