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49 Nº 364 ■ EDUCACIÓN EN CIENCIAS QUÍMICAS2011 Año Internacional de la Química RESUmEN E n presente trabajo se exponen las ideas principales de los panelistas Dra. Diana Bekerman, Esp. Sonia Laborde y Dr. Héctor Odetti, expresadas en la Mesa Redonda del área Educación Química, durante el XXVIII Congreso de la Asociación Química, llevado a cabo en la Universidad de Lanús, entre el 13 y el 16 de Setiembre de 2010. El artículo muestra que el “sentido común” que guía a los docentes universitarios ex- pertos en sus disciplinas científicas cuando generan los currículos no incluye datos provenientes de investigaciones educativas. Este hecho, por un lado resulta paradójico, por tratarse de expertos científicos, y, por otro, pone en evidencia una necesaria re- flexión y auto conciencia sobre el cúmulo de prejuicios que subyacen a la toma de decisiones educativas, las cuales, indefecti- blemente, determinan qué significa “ense- ñar Química” en los niveles universitarios y pre-universitarios. El presente trabajo surge a partir de los interesantísimos aportes de los panelistas Dra. Diana Bekerman, Esp. Sonia Laborde y Dr. Héctor Odetti expresados en la Mesa Redonda del área Educación Química, du- rante el XXVIII Congreso de la Asociación Química, llevado a cabo en la Universidad de Lanús, entre el 13 y el 16 de Setiembre de 2010. A continuación, presentamos los puntos centrales que expuso cada autor. DRA. LyDIA GALAGOVSky: EL “SENTIDO COmúN” NO ALCANZA PARA COm- PRENDER LOS PROBLEmAS ACUCIANTES EN LA ENSEñANZA DE LA QUÍmICA: La realidad educativa a nivel nacional muestra que la mayor parte de los docentes de Química de los primeros años del nivel universitario se quejan de la merma en la eficiencia del aprendizaje que detectan en las jóvenes generaciones de estudiantes. Sin embargo, pocos de ellos intentan bucear en miradas pedagógicas y didácticas para encontrar respuestas a esta situación y sostienen representaciones sociales [1] que refuerzan sus creencias sobre búsqueda de causas en las condiciones de los estudiantes, y no en las acciones propias. Como ejemplos de este tipo de ideas podemos mencionar afirmaciones tales como: “La Química es una sola; la que se dicta. Yo la enseño “toda”, y que los estudiantes de las diferentes carreras –Medicina, Bio- química, Ingenierías, etc.– tomen lo que necesitan.” “La Química que enseñamos es la mejor, pues así se enseña en otras partes del mun- do. Nosotros usamos textos que se usan en universidades del primer mundo.” “Los docentes con título máximo y con mu- chos años de investigación en Química (los científicos) son los expertos más indicados para decidir qué se debe enseñar y qué no; y cómo hacerlo.” La falta de investigación educativa en ámbi- tos locales hace que no podamos demostrar fehacientemente si una mejor formación Enseñanza de la química vs. investigación en enseñanza de la química: ¿divorcio, convivencia...o qué? Dra. Diana Bekerman1,2; Dra. Lydia Galagovsky2,3*, Lic. Esp. Sonia Laborde4; Dr. Héctor Odetti 2,5 1Cátedra de Química, Ciclo Básico Común, sede Montes de Oca (Universidad de Buenos Aires); Grupo de Investigación en Aprendizaje y Ense- ñanza de las Ciencias Naturales y la Química (AQA y FCEN, UBA).Email: dianabekerman@ gmail.com 2 División Educación, Asociación Química Argen- tina. lyrgala@qo.fcen.uba.ar 3 Centro de Formación e Investigación en En- señanza de las Ciencias. Facultad de Ciencias Exactas y Naturales,UBA 4Cátedra Teoría y Técnica de la Asistencia Psi- copedagógica; Licenciatura en Ciencias de la Educación, FFyL-UBA. .Email: sonialaborde@ arnet.com.ar 5 Dpto de Química General e Inorgánica – Fa- cultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (Uni- versidad Nacional del Litoral, Santa Fe). Email: hodetti@fbcb.unl.edu.ar 50 Nº 364 ■ EDUCACIÓN EN CIENCIAS QUÍMICAS 2011 Año Internacional de la Química educativa de los docentes redundaría en una mejora del aprendizaje de los estudiantes universitarios de Argentina. Sin embargo, hay investigaciones, a nivel mundial, que nos revelan datos sumamente interesantes. Hemos señalado ya en artículos previos, la importancia de efectuar cambios en la enseñanza de la Química [3-5] acordes con lo que se sugiere desde las investigaciones educativas en el área [6], y en consisten- cia con las recomendaciones de expertos internacionales para el área de enseñanza de ciencias en general [7, 8]. En el presente trabajo los invitados a la mesa redonda mencionada, han acercado nuevos aportes, que echarán luz sobre un tema tan necesario de ser discutido: cómo educar en Química a las nuevas generaciones de estudiantes. Desde la perspectiva de la Didáctica Espe- cial de la Química, estamos realizando un trabajo sostenido para dar sentido real a la tan mencionada idea-meta de “lograr la alfabetización científico tecnológica para todas y todos”, tal como lo ha declarado UNESCO en 1999 [9]. Desde nuestra perspectiva, un punto crucial a definir es poder responder a “qué química hay que enseñar” en cada nivel educativo. No esta- mos de acuerdo en continuar sosteniendo que el currículum de los primeros años de la Universidad es el que debe definir los contenidos a ser enseñados en los niveles de escolaridad previos. Muy por el contra- rio, sostenemos una flexibilización de los currículos con una necesaria adecuación sobre qué contenidos seleccionar y de qué forma enseñarlos, acorde con fundamentos muy diferentes al de “para que aprueben el ingreso a la universidad quienes sigan ca- rreras de base química”. Estos cambios son particularmente difíciles cuando no existe bibliografía que los sostenga. Un aporte que realiza la AQA en este sentido, es la generación de los libros “La Química en la Argentina” y “Química y Civilización”, en coincidencia con el 2011 Año Internacional de la Química, y el festejo del Centenario de la AQA, en 2012. Otro aporte será, sin duda, el presente artículo. ESP. SONIA LABORDE: CURRÍCULUm y ENSEñANZA DE CIENCIAS: EL CASO DE LA QUÍmICA EN LA INGLATERRA DEL SIGLO XIX Los estudios de la ‘la nueva sociología del conocimiento’ [10] señalan que las formas en que una sociedad selecciona, distribuye y evalúa los conocimientos a ser enseñados, revela las formas de distribución del poder en esa sociedad. Los estudios sobre la his- toria del curriculum permiten articular la historia de la educación con la historia social del conocimiento, y apuntan a la compren- sión de las relaciones subyacentes entre la construcción histórica del conocimiento de las disciplinas académicas y los sistemas sim- bólicos de clasificación y control de grupos sociales, en las políticas de conocimiento escolar [11-14]. La enseñanza de las Ciencias en Gran Bretaña A mediados del siglo XIX se debatía en Gran Bretaña la forma que debería adoptar la educación científica: a qué debía considerar- se “ciencia”, desde la enseñanza. Se plan- teaban, por ejemplo, cuestiones tales como – qué ciencia se va a enseñar en las escuelas, – a qué llamar conocimiento científico en la escuela, – para qué enseñar ciencia en la escuela, – ¿Ciencia para todos?... ¿Ciencia para algunos? – ¿Ciencia Básica en Primaria y en los Ciclos Elementales de la Secundaria, y … – ¿Ciencia Avanzada en los Estudios del Ciclo Superior de la Secundaria? – ¿Ciencia Básica en el Ciclo Profesional – Común y Ciencia Avanzada en el Ciclo Profesional Orientado? Ball [15] señala que la enseñanza de ciencias por ese tiempo era promovida por las ideas de dos maestros pestalozzianos Charles y Elizabeth Mayo, cuyas lecciones sobre ob- jetos estuvieron diseñadas para promover ‘hábitos de observación exacta, descripción correcta y juicio justo sobre las cosas de la naturaleza y del arte’. Los libros de texto para la formación de los maestros tuvieron por aquellas épocasmucha difusión y las lecciones sobre objetos se establecieron rápidamente: el objetivo principal de la educación científica era ‘la comprensión reli- giosa y la mejora moral’. Otros movimientos de educación científica secular estuvieron relacionados a la obra del Reverendo Ri- chard Dawes (1793-1867) cuyas iniciativas de enseñanza de las ciencias en la escuela primaria habían tratado de dirigirse a captar el interés de los alumnos, centrándose en las ciencias de las cosas comunes; sin embargo, esta versión que fue progresivamente des- plazada en el curriculum por ‘la enseñanza pura de laboratorio’, de acuerdo con las siguientes situaciones [15]: En 1842 Dawes comenzó a definir sus planes de enseñanza y pocos años después, cuando ya funcionaban en las escuelas, comenzó a trabajar en la difusión de los planes aplica- dos. Los informes del Servicio de Inspección de Su Majestad y del Comité del Consejo sobre Educación (ámbito de administración escolar) contenían una exposición detallada de la organización de la enseñanza la cual fue especialmente defendida en el informe del reverendo Moseley, inspector de escue- las, quien se convirtió en aliado de Dawes. El estudio histórico [15] relata que se necesitaron tres recursos para promover la “ciencia de las cosas comunes” en las escuelas primarias: 1.– equipamiento o instrumental: un apa- rato científico diseñado apropiadamente y barato; 2.– libros con información científica inte- resante para niños de 6 a 8 años de edad; 51 Nº 364 ■ EDUCACIÓN EN CIENCIAS QUÍMICAS2011 Año Internacional de la Química 3.– profesores formados. Con el apoyo de la Inspección, se conce- dió una subvención del Gobierno para la adquisición de los ‘aparatos escolares’: un destacado fabricante de instrumentos cien- tíficos de Londres preparó juegos comunes de aparatos para la enseñanza; los libros si bien fueron subvencionados no resultaron en principio apropiados y el influyente Secretario del Comité del Consejo sobre Educación encargó la redacción de los libros de texto para la enseñanza de ‘la ciencia de las cosas comunes’. Finalmente, el propio Inspector, el Reverendo Moseley recibió instrucciones para diseñar un plan para que las escuelas de formación del profesorado pudieran preparar a los nuevos profesores. Así, la escuela primaria ofrecía masivamente una formación científica exitosa, viable y atractiva. Sin embargo, Dawes y Moseley fueron trasladados a otras instituciones a cumplir con otras funciones: ‘los dos principales activistas de la ciencia de las cosas comunes quedaron eliminados de un plumazo’ [16]. El nuevo Inspector, cambió el status de la física: de disciplina obligatoria pasó a ser opcional; y se interrumpió la provisión de profesores con formación científica. Para 1862, se redujeron las subvenciones con la puesta en práctica del ‘pago según los resul- tados’ y se retiraron los recursos financieros. ¿Por qué se discontinuó la primera inicia- tiva exitosa en la educación científica de masas? Los estudios de Layton [17] sintetizan la experiencia de la enseñanza de la ciencia para el pueblo (como la llamó en una de sus publicaciones): “Aquí, a los hijos de los trabajadores po- bres no se les dispensaba caritativamente ningún mendrugo o resto de la educación de la clase alta. (…) La instrucción se hallaba relacionada con una cultura que les era familiar y que ofrecía oportunidades para el uso de la razón y de la especulación, basándose en observaciones pertenecientes a la vida co- tidiana. La comprensión y el ejercicio del pensamiento no eran prerrogativas de las clases media y superior”. (…) Aquí, el conocimiento actuaba de una forma que permitía la intervención de la inteligencia de los niños de los trabajadores pobres, de quienes se daba por sentado que no deberían tener ‘nada que ver con cual- quier cosa en la que interviniera la mente”. En su funcionamiento, la enseñanza de la ciencia para el pueblo había empezado a poner de manifiesto la base misma de la estructuración hegemónica del conocimien- to académico. Para los investigadores, la proclamación del éxito de la enseñanza por parte del Inspector Moseley fue estratégicamente inadecuada ya que despertó los temores de las clases media y superior y condujo directamente a la destrucción del mismo esquema que se trataba de promover. Inicialmente, la reacción de desmantela- miento se montó en los periódicos de la clase media y alta. A fines de 1850 el TIMES (coincidentemente con el traslado de los promotores y con el des financiamiento, expresó sus temores a que los ‘órdenes inferiores’ (niveles inferiores) estuvieran siendo mejor educados que sus superiores, una inversión peligrosa que desafiaría toda la mitología sobre la que se basaba el control de la sociedad. En segundo lugar, el TIMES argumentó que la ciencia que se necesitaba enseñar era ‘pura’ y ‘abstracta’. Según Brock [18] el concepto de “ciencia pura” había surgido en 1839. Este autor señala: “Mi fecha ini- cial, 1839, es arbitraria. Es el año en que el químico alemán LIEBLIG se trasladó a un laboratorio ampliado en Giessen, lo que le permitió expandir los resultados alcanzados por los estudiantes. Podemos tomar ese año como un punto inicial simbólico para el desarrollo de la educación científica moderna”. Por su parte, Hodson [19] señala que: “(…) Los nuevos enfoques de la ciencia enseñada en la escuela que se desarrollaron en Gran Bretaña durante el período que siguió al desmantelamiento de la ciencia de las cosas comunes, tomó el ideal de escuela de investigación que se fundó en Giessen. …El ideal (…) que atrajo (…) a un gran número de jóvenes científicos británicos, fue el de la indagación y la investigación por su propio interés. Eso aportó un concepto de ‘ciencia pura de laboratorio’ que terminaría por dominar los currícula de la enseñanza científica (…) especialmente para los niños más capaces’. La ciencia que se debe estudiar se define en las universidades El relato sobre lo ocurrido en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX muestra cómo la versión sobre qué ciencia debe enseñarse en la escuela se definió en las universidades. Las necesidades de status y recursos de la comunidad científica universitaria conduje- ron a una transformación no sólo del modo de indagación científica sino también del discurso con el que se comunicaba la ciencia al público en general. La consecuencia fue devastadora para una ciencia desarrollada inicialmente para la educación de masas en las escuelas. La cien- cia se situó más allá de la experiencia, de la comprensión y del lenguaje de los niños co- munes y del pueblo, pues surgió una ciencia vinculada con la élite universitaria, vinculada 52 Nº 364 ■ EDUCACIÓN EN CIENCIAS QUÍMICAS 2011 Año Internacional de la Química a una clase social superior, y transmitida con el lenguaje de esa élite. Se desconectó de los alumnos de la clase obrera y de las niñas. Y, a partir de ese momento, ganó nuevamente el apoyo estatal y se difundió al curriculum de la escuela secundaria. La promoción de la ciencia pura de laboratorio se dio hacia finales de 1850 logrando un rápido impulso y la promoción gubernamental desde fines de 1860. La formación en las escuelas normales revela un papel muy singular en la difusión de esta versión de la ciencia. Inicialmente, se realiza- ba a través de demostraciones estudiantiles en química porque no existían instalaciones adecuadas, por lo tanto, no se realizaban experimentos de laboratorio como apren- dizaje individual. El devenir de estas ideas para la formación de maestros, derivó en conceptos tales como: ‘Los alumnos no pueden prepararse para enseñar Química si no disponen de laboratorios”, por lo que las escuelas normales exigieron a todos losestudiantes que pasaran muchas horas en sus bien equipados laboratorios de química. Algunas ideas para reflexionar Además de los estudios sobre la historia de los currículos en relación al poder, hay otros estudios que se focalizan sobre el papel de los de los grupos profesionales en la cons- trucción social de las disciplinas escolares. En ellos se señala que las asociaciones de profesores de disciplinas (asociación de profesores de biología, de física, de quími- ca, de matemática) pueden representarse como movimientos sociales que participan en la ‘construcción de razonamientos’ como ‘construcciones de la realidad’ sostenidas colectivamente, y que se refuerzan desde los libros de texto, los programas, las pu- blicaciones, informes de conferencias, etc. Es decir, las asociaciones de docentes pro- fesionales por disciplinas, contribuyen a la construcción de la respectiva disciplina escolar: su lugar y función en el curriculum escolar, así como su tendencia a segregar las poblaciones estudiantiles a través de una distribución desigual de los conoci- mientos: integrados o académicos; básicos o avanzados. Hay todavía estudios que vinculan más es- pecíficamente la relación entre el contenido de la enseñanza y los temas de poder y control [20], que advierten que, aunque la batalla por los contenidos del curriculum sea más visible, es aún más importante conocer el control de las formas subyacentes [16]. De allí, la tan categórica concepción de M. Young (1971) [21], al afirmar que cuando se nos limita en nuestra capacidad para situar históricamente los problemas de la educa- ción contemporánea, se nos limita también en la comprensión de las formas de control político. Este autor propone la existencia de ‘principios organizativos’ subyacentes en el curriculum académico a partir de las ‘formas’ de las disciplinas escolares de alto status: – Capacidad para la expresión mediante la palabra – Énfasis en la expresión escrita – El trabajo individual, tanto para el proce- so de aprendizaje como para la forma en que se presenta el producto (centrado en la valoración de los trabajos acadé- micos: tesinas, tesis, etc.) – Abstracción del conocimiento – Descontextualización del curriculum en la medida en que está desvinculado de la experiencia y de sus aplicaciones a la vida cotidiana. DR. HéCTOR ODETTI: ENSEñANZA DE LA QUÍmICA: ¿REALIDAD O fICCIÓN? Una de las preguntas que nos hacemos repetidamente los docentes es: ¿Porqué los alumnos olvidan lo que aprendieron? En respuesta a esto solemos cargar de culpas a nuestros colegas de años anteriores, pero se torna más preocupante cuando lo que se ol- vidó es lo que nosotros mismos enseñamos. Muchas veces estamos convencidos que nuestros alumnos aprenden cosas, cuando en realidad nunca las aprendieron. Desde pequeños, los niños dominan una serie asombrosa de competencias como jugar a la pelota, aprender canciones, reconocer diver- sidad de objetos, elaborar teorías acerca de los fenómenos naturales y sociales, acerca de su propio yo y a desarrollar el sentido de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Probablemente lo hacen bajo criterios que no siempre concuerdan con el pensamien- to de los adultos, pero que les resultan sumamente prácticos. Nos enfrentamos nuevamente al interrogante inicial: ¿por qué los alumnos que son capaces de aprender y recordar tantas cosas, olvidan rápidamente lo que les enseñamos en la Universidad? Numerosas investigaciones han demostrado que estudiantes aventajados de cursos su- periores universitarios, son frecuentemente incapaces de resolver problemas de Quími- ca, por ejemplo, si son planteados de forma diferente a la que están acostumbrados. Paradójicamente, no consiguen demos- trar la comprensión que, supuestamente, la enseñanza de las ciencias desarrolla y siguen utilizando las mismas concepciones erróneas de sus años infantiles. No podemos caer en la simplificación de echar culpas a las malas escuelas, con malos docentes y peores programas de enseñanza. Tampoco podemos excusarnos en los numerosos y contradictorios cambios que vivimos desde hace cincuenta años en el ámbito educativo. Entonces, ¿qué es lo que falla? En este sentido la investigación educativa de los últimos años ha realizado y realiza aportes para poder interpretar este fenó- meno complejo y tratar de explicar lo que sucede en esta sociedad del conocimiento y de la información. 53 Nº 364 ■ EDUCACIÓN EN CIENCIAS QUÍMICAS2011 Año Internacional de la Química Aportes de investigadores en educación en ciencias Desde las ideas que aportan la investigación y la innovación en Didáctica de las Ciencias, se considera al docente como un profesional que debe estar capacitado para crear en- tornos de aprendizaje, a partir del contexto en el que se desarrolla su actividad, y que responda a las nuevas necesidades que pre- senta una sociedad cada vez más compleja y cambiante. El nuevo profesional necesita información que le facilite esta tarea. Izquierdo Aymerich [22], presenta dos posi- bles causas en la crisis de la enseñanza de la Química. En primer lugar, su presentación de manera demasiado dogmática, definiendo entidades que sólo tienen sentido para los químicos, y no planteando situaciones en las cuales la explicación química resulta relevante. En segundo lugar, que quizás no se tienen en cuenta las dificultades concep- tuales que se derivan del desajuste entre la teoría y sus ejemplos, modelos o campos de aplicación. Biggs [23] resalta: “La buena enseñanza consiste en conseguir que la mayoría de los estudiantes utilicen los procesos de nivel cognitivo superior que usan de forma espontánea los estudiantes más académi- cos.” Este autor señala que a los profesores universitarios no les faltan teorías relaciona- das con el contenido de su disciplina, sino estructurarlas con la enseñanza de la misma. Una práctica reflexiva e innovadora sería la base de la profesionalidad para llegar a ser un mejor profesor.Las soluciones que aportan los expertos en relación con la mo- vilización de las fuentes y recursos cognitivos y a la transferencia de aprendizajes [24] son: trabajo con una metodología de proyectos, enfrentar regularmente al alumnado con situaciones problemáticas contextualizadas, e incorporación de actividades no conven- cionales a las clases. Zabala y Arnau [25] señalan la importancia de enseñar por competencias, lo cual exige adoptar una visión educativa que no se centre exclusivamente en el conocimiento que aportan los saberes científicos sino que, además, tenga en cuenta el carácter metadisciplinar de la mayoría de sus com- ponentes, tenga un enfoque globalizador y disponga de los medios de evaluación espe- cíficos para cada uno de sus componentes. Optar por una educación en competencias representa la búsqueda de estrategias de enseñanza que sitúen su objeto de estudio en la forma de dar respuesta a situaciones reales y por lo tanto complejas, denomina- das como “aprendizaje situado” [26-27]. Al respecto, Jiménez Aleixandre [28] sostiene: “Se entiende por problemas auténticos los que implican una situación con un cierto grado de complejidad y contextualizada en la vida real.” La movilización se entrenaría en situaciones complejas: aplicar lo que se sabe en un determinado contexto es reve- lador del paso a la competencia. Otros autores señalan que los objetivos para la enseñanza de las ciencias están tanto re- lacionados con saber ciencias, como cómo hacer ciencias [7, 18]. Los cambios en Argentina Desde mediados de la década del ´90, el proceso de cambio en la Educación en Ciencias en Argentina, en particular el de la Química, presentó gran variación en las estrategias y en la cantidad de tiempo asignado como horas escolares para esta cienciaen niveles medio y superior, según cada jurisdicción provincial. Estas diferencias crearon condiciones muy desiguales para la enseñanza de la Química en todo el país. Sería razonable que la comunidad científi- ca especializada en las didácticas de cada disciplina deberían adquirir un mayor pro- tagonismo en la promoción de la educación científica y en la ideología subyacente a los cambios que se propongan. Ahora nos enfrentamos a un problema concreto: si los investigadores en la disciplina pura deciden invertir tiempo en actividades que podrían popularizar la ciencia en la comunidad, se arriesgan a quedarse atrás respecto a otros investigadores que están dedicados a la investigación en el área científica –y no en su enseñanza, o en su didáctica–. Por otra parte, las Universidades están organizadas por disciplinas científicas, y la oferta de cursos enfatizan fuertemente el conocimiento disciplinar. Es por tanto muy difícil imaginar a las universidades como los proveedores de cursos de métodos que podrían ayudar a los profesores a mejorar la eficacia de sus prácticas docentes y a conocer las estrategias de aprendizaje de sus alumnos [29]. El panorama de la eficiencia en Educación Química en Argentina es bastante sombrío, ya que tiene más del 50% de los alumnos por debajo del nivel básico de alfabeti- zación científica en las pruebas de PISA 2006 [30]. Los profesores universitarios tenemos la obligación social de pensar globalmente el problema y tener presente que los alumnos deben de poder transferir lo aprendido a la toma de decisiones en relación con situaciones no trabajadas en clase explícitamente. DRA. DIANA BEkERmAN: ¿EXISTE ALGU- NA RELACIÓN ENTRE LA EXCELENCIA EN LA INVESTIGACIÓN CIENTÍfICA y LA CALIDAD DE LA ENSEñANZA UNIVERSI- TARIA? El Dr. Richard Felder se graduó en 1966 en la Universidad de Princeton, EEUU, como PhD. en Ingeniería Química; actualmente, es Profesor Emérito en la Universidad Estatal de North Carolina, EEUU. En el año 2007, 54 Nº 364 ■ EDUCACIÓN EN CIENCIAS QUÍMICAS 2011 Año Internacional de la Química el Dr. Felder y colaboradores publicaron [31] resultados de una investigación cuyo objetivo principal había sido el de constatar la veracidad de argumentos muy difundidos en dicha universidad, en relación al valor formativo-educacional que significa que una universidad tenga gran número de docentes que sean, a la vez, investigadores exitosos. Es decir, Felder quería constatar fehacientemente ideas tales como: 1– La productividad en la investigación científica desarrollada por los docentes de la universidad se correlaciona positi- vamente con la eficacia de la enseñanza en sus niveles de grado. 2– Las universidades con base en la investi- gación intensiva son las que proporcio- nan la mejor educación en las carreras de grado. 3– Sólo los investigadores en ejercicio están lo suficientemente actualizados en la ciencia y la ingeniería como para ser docentes. 4– La investigación activa es traída al aula; se la utiliza para informar y dar vida a la enseñanza. 5– Las experiencias de investigación mejo- ran la educación de los estudiantes aún no graduados. El Dr. Felder ideó metodologías de indaga- ción para tener datos sobre parámetros de satisfacción y aprendizaje de los estudiantes, más allá de sus calificaciones. Veamos, bre- vemente, qué resultados obtuvo. a– Para evaluar la correlación entre pro- ductividad en la investigación científica y efectos positivos en la enseñanza de grado, Felder correlacionó los datos de su universidad en cuanto a subsidios y publicaciones con datos provenien- tes de evaluaciones de estudiantes, evaluación científica y resultados de aprendizaje. Los resultados no mostra- ron correlación. b– Para evaluar la correlación entre la investigación intensiva y una mejor edu- cación en las carreras de grado, Felder evaluó datos provenientes de medidas de satisfacción sobre el aprendizaje de los estudiantes. Los resultados no mostraron correlación. c– Respecto de la posibilidad de evaluar que sólo los investigadores en ejercicio están lo suficientemente actualizados en la ciencia y la ingeniería como para ser docentes, Felder señala que no encontró metodologías que dieran re- sultados confiables; pero comenta una importante cuestión: los contenidos de los cursos básicos no incorporan grandes novedades científicas, y, por lo tanto, las investigaciones recientes tienen poca cabida en dichos contenidos. Felder, además, señala que prácticamente no se hace investigación educativa sobre cómo modificar los contenidos de cursos universitarios básicos, y que posible- mente expertos en pedagogía –o en las didácticas específicas– tengan más recursos para saber cómo modernizar dichos cursos básicos adecuadamente que los investigadores disciplinares que los dictan. d– Respecto de cómo la investigación activa enriquece las clases, el Dr. Felder asevera que esta afirmación resultó fal- sa, sobre todo en las clases de pregrado. El autor comenta que si bien algunos docentes motivan a sus estudiantes a partir de exhibir su propio entusiasmo, muchos estudiantes se quejan de un exceso de digresiones de contenido cuando estos docentes explican. e– Finalmente, correlaciones positivas resultaron entre las oportunidades de realizar experiencias de investigación en estudiantes de grado con indicador de retención curricular para estudiantes afroamericanos (no para otros grupos étnicos), con reportes de crecimiento en conocimiento (auto-reportados), y con indicador de continuación de carreras de postgrado. Estos datos, provenientes de la investigación educativa, desmienten muchas creencias que sostienen las acciones y las decisiones sobre las cuales se emiten juicios en pos de “mejorar la enseñanza universitaria”. Los resultados del Dr. Felder conducen a tener que reconocer como “prejuicios” a dichas creencias; situación no muy agradable para los científicos que sostienen un pensamiento de tipo “racional” como característica innata o adquirida –pero siempre incuestionable– de sus profesiones. El Dr. Alex Johnstone, en 2010, durante su discurso ante la American Chemical Society –en ocasión de recibir su distinción como Emérito en el área de Educación Química [2]– manifestó sus críticas a la política de educación en Química llevada a cabo durante los últimos 40 años para los cursos universitarios introductorios y para cursos pre-universitarios. En su arenga, el Dr. Johnstone señaló la necesidad cambiar los currículos en base a de investigaciones educativas, a trabajar sobre modelos de aprendizaje, e instó a que: “No deberíamos considerar que preocuparse por la enseñan- za es una pérdida de tiempo, aceptable sólo para gente que no hace química de verdad”. Tanto las consideraciones del Dr. Felder como del Dr. Johnstone muestran que el “sentido común” que guía a los docentes universitarios expertos en sus disciplinas científicas cuando generan los currículos o sus formas de enseñar no incluyen datos provenientes de investigaciones educativas. Este hecho, por un lado resulta paradójico, por tratarse de expertos científicos, y, por otro, pone en evidencia una necesaria re- flexión y auto conciencia sobre el cúmulo de prejuicios que subyacen a la toma de decisiones educativas, las cuales, indefecti- blemente, determinan qué significa “ense- ñar Química” en los niveles universitarios y pre-universaitarios. 55 Nº 364 ■ EDUCACIÓN EN CIENCIAS QUÍMICAS2011 Año Internacional de la Química BIBLIOGRAfÍA [1] Moscovici, S. (1991). La Sicología Social I. Barcelona, España: Paidós. [2] Johnstone, A. (2010). You cant´t get there from here. Journal of Chemical Education, 87(1), pp 22-29. [3] Galagovsky, L. 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