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CLARETIANAS
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PUBLICACIONES
CLARETIANAS
9 788479 667054
ISBN: 978-84-7966-705-4
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«Sin la oración, toda acción corre 
el riesgo de quedarse vacía y el 
anuncio, sin alma. Jesús quiere 
evangelizadores que anuncien 
la Buena Noticia no solo con 
palabras, sino, sobre todo, con 
una vida que se ha transfigurado 
en la presencia de Dios» 
(Evangelii gaudium, n. 259).
A pesar de la fuerte secularización de nuestras sociedades occidentales, parece que los estudiosos de la fenomeno-
logía de la religión siguen afirmando que hay una especial 
sed de espiritualidad en nuestros contemporáneos. Al menos 
en muchos de ellos. Hay un interés más allá de la Iglesia, 
pero también hay interés por parte de muchos cristianos por 
profundizar en las cuestiones del espíritu, por aprender a 
rezar más y mejor.
Este breve libro quiere ayudarnos a descubrir y a profundizar 
en lo que es la naturaleza íntima de la verdadera oración 
cristiana, de la mano de quien comenzó su pontificado 
poniéndonos a todos a rezar. Puede resultarnos instructivo y 
vitalmente enriquecedor.
Fernando Prado Ayuso
Bilbao (1969). Misionero claretiano 
sacerdote. Licenciado en Ciencias 
de la Información-Periodismo 
(Univ. País Vasco-EHU) y Máster en 
Edición (Univ. de Salamanca). 
Licenciado en Estudios Eclesiásticos 
–Baccalaureatus in Theologia– 
(Univ. de Deusto) y en Teología 
de la Vida Religiosa (Univ. Pontif. 
Salamanca-ITVR). 
En la actualidad es director de la 
editorial católica ‘Publicaciones 
Claretianas’ y profesor ordinario de 
la asignatura Teología de la misión 
en el Bienio de Licenciatura en el 
Instituto Teológico de Vida Religiosa 
(ITVR) de Madrid. 
Igualmente, imparte las asignaturas 
de Medios de Comunicación Social 
y Teología de la misión en el Aula 
de Noviciado y en otros programas 
formativos en la Escuela Regina 
Apostolorum (ERA) de Madrid. 
PUBLICACIONES
CLARETIANAS
Raíces espirituales
y magisterio sobre la oración 
en el Papa Francisco
«No podemos 
dejar de respirar»
Fernando Prado Ayuso 
«No podemos 
dejar de respirar»
Raíces espirituales y magisterio 
del papa Francisco sobre la oración 
Fernando Prado Ayuso
PUBLICACIONES
CLARETIANAS
«No podemos dejar de respirar»
© Publicaciones Claretianas, 2019
Juan Álvarez Mendizábal, 65 dpdo., 3º
28008 Madrid
Tel.: 915 401 267
Fax: 915 400 066
http://www.publicacionesclaretianas.com
Correo-e: publicaciones@publicacionesclaretianas.com 
comercial@publicacionesclaretianas.com
ISBN: 978-84-7966-705-4
Depósito Legal: M-38938-2019
Impreso en España - Printed in Spain
Imprime: Estugraf
«El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que 
establece penas de prisión y/o multas, además de las co-
rrespondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, 
para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o co-
municaren públicamente, en todo o en parte, una obra 
literaria, artística o científica, o su transformación, inter-
pretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de 
soporte o comunicada a través de cualquier medio o pro-
cedimiento, comprendida la reprografía y el tratamiento 
informático, sin la preceptiva autorización»
Índice
Introducción ........................................... 9
Hablar de oración hoy ............................ 10
Perspectiva, estructura y fuentes 
de esta reflexión ....................................... 14
Primera Parte: Conocer a Bergoglio 
para comprender a Francisco .................. 17
El mismo, pero no lo mismo ..................... 18
El nieto de su abuela Rosa ........................ 19
«Miserando atque eligendo» ..................... 23
«El Jesuita» ............................................. 25
«El que ora mucho por su pueblo» ............ 29
Francisco, hombre de oración .................. 31
Segunda Parte: El Magisterio de Francisco 
sobre la oración ..................................... 35
La oración, aliento del alma .................... 36
«Solo tú eres Santo» ................................. 42
Orar es decir «Padre» .............................. 46
Nuestra carne en oración ......................... 53
Orar es interceder .................................... 58
Liturgia y oración .................................. 60
La prueba del nueve .............................. 62
Palabras Finales ....................................... 65
Selección Bibliográfica ......................... 69
9
Introducción
No son pocos los analistas que, desde hace 
años, nos hablan de la búsqueda de espirituali-
dad como uno de los rasgos de nuestra cultura 
actual. También la Iglesia, desde hace ya treinta 
años, ha querido responder acertadamente a esta 
demanda y, como no puede ser de otra forma, 
se ha preocupado expresamente por ayudar a 
quienes buscan, dando unos criterios de carác-
ter doctrinal y pastoral «que permitan educar en 
la oración, en cualquiera de sus manifestaciones, 
permaneciendo en la luz de la verdad revelada en 
Jesús, que nos llega a través de la genuina tradi-
ción de la Iglesia»1.
1 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, «Ora-
tionis formas». Carta a los obispos sobre algunos aspectos de la 
meditación cristiana (1989), n. 1. En un marco más cerca-
no y más reciente, los obispos españoles han presentado un 
documento que también aborda esta preocupación, bajo el 
título: Mi alma tiene sed del Dios vivo. Orientaciones doctri-
nales sobre la oración cristiana, con fecha de 28 de agosto 
de 2019.
10
Hablar de oración hoy 
A pesar de la fuerte secularización de nuestras 
sociedades occidentales, parece que los estudio-
sos de la fenomenología de la religión siguen afir-
mando que hay una especial sed de espiritualidad 
en nuestros contemporáneos. Al menos en mu-
chos de ellos. Hay un interés más allá de la Igle-
sia, pero también hay interés por parte de mu-
chos cristianos por profundizar en las cuestiones 
del espíritu, por aprender a rezar más y mejor.
Ni nuestra sociedad ni nuestra cultura nos 
ponen las cosas fáciles. Se hacen difíciles el silen-
cio, el sosiego y ese recogimiento tan necesario 
para encontrarse con uno mismo, con los otros 
y con Dios. Vivimos tiempos caracterizados por 
el cambio constante, la hiperconectividad (de la 
mano de las tecnologías de la información), el 
movimiento «nervioso» y esa «rapidación» de la 
que habla el papa Francisco en Laudato si’, que 
afecta a nuestros intensos ritmos de vida y de tra-
bajo2. Es como si nos faltara el aire. En el número 
277 de Christus vivit, Francisco ha advertido, so-
bre todo a los jóvenes, del peligro de cierto atur-
dimiento al que los somete esta velocidad:
«Hoy la ansiedad y la velocidad de tantos estí-
mulos que nos bombardean hacen que no quede 
lugar para ese silencio interior donde se perci-
be la mirada de Jesús y se escucha su llamado. 
2 Cf. Francisco, Carta encíclica Laudato si’, n. 18.
11
Mientras tanto, te llegarán muchas propuestas 
maquilladas, que parecen bellas e intensas, aun-
que con el tiempo solamente te dejarán vacío, 
cansado y solo. No dejes que eso te ocurra, por-
que el torbellino de este mundo te lleva a una 
carrera sin sentido, sin orientación, sin objetivos 
claros, y así se malograrán muchos de tus esfuer-
zos. Más bien busca esos espacios de calma y de 
silencio que te permitan reflexionar, orar, mirar 
mejor el mundo que te rodea, y entonces sí, con 
Jesús, podrás reconocer cuál es tu vocación en 
esta tierra».
Esta cultura del cambio constante y la veloci-
dad nos complica la búsqueda, ciertamente, pero, 
a su vez, en el ambiente se da un cierto hartazgo, 
cierto anhelo o nostalgia de que «no siempre fue 
así» que hace que se acreciente también en no-
sotros el deseo de Dios. Nuestra cultura lleva la 
impronta de esa sensación de vértigo y de veloci-
dad que nos está invitando, sin duda, a «bajar el 
ritmo», buscar un poco la calma para no perder 
el equilibrio que necesitamos, respirar hondo y 
volver a conectarcon Dios y lo sagrado. 
Aun en medio de tanto ruido y velocidad, nos 
seguimos preguntando por el sentido de la vida, 
de la muerte y de muchas otras cosas. Parece que 
nuevamente resuenan en nosotros vivamente 
aquellas palabras de san Anselmo: 
«Entra en lo íntimo de tu mente, saca todo, me-
nos a Dios, cierra la puerta y búscalo. Señor, en-
12
seña a mi corazón dónde y cómo puedo buscar-
te, dónde y cómo puedo encontrarte»3. 
En estos últimos años (lo vemos España, en 
otros lugares de la vieja Europa y en Estados Uni-
dos) han proliferado, dentro y fuera de la Iglesia, 
diversas asociaciones, escuelas de espiritualidad y 
formas de meditación que buscan esa conexión 
con lo sagrado. Estas experiencias son diversas y, 
más o menos acertadamente, y con más o menos 
éxito de convocatoria, se nutren de lecturas, cur-
sillos, retiros y encuentros de diferente cuño. 
Algunas de estas experiencias están vinculadas 
o, al menos, adoptan –no siempre con el filtro 
necesario– algunos rasgos de las religiones orien-
tales. Otras experiencias están ligadas a aspectos 
de lo que se entiende por «religión natural». El 
profesor y escritor Daniel Gamper ha caricaturi-
zado este fenómeno en su libro Las mejores pala-
bras4 diciendo que: 
«No es raro hoy encontrar grupos de hombres 
y mujeres de mediana edad bailando en torno 
a un árbol y acariciando su corteza. De hablar 
con Dios se ha pasado a abrazar troncos y lamer 
piedras. Podría ser peor». 
3 San Anselmo, Proslogion 1, EUNSA, Pamplona 2008.
4 D. Gamper, Las mejores palabras. De la libre expresión, 
Anagrama, Barcelona 2019, p. 21 (Premio Anagrama de 
Ensayo, 2019).
13
El propio papa Francisco, en Evangelii gau-
dium, califica estas búsquedas como de «fenóme-
nos ambiguos» (EG 89). En Gaudete et exsultate 
habla de que estamos tal vez ante formas de «es-
piritualidad sin Dios», en medio de lo que pare-
ciera ser un «mercado religioso» (GE 111). 
Ante esto, muchos cristianos nos pregunta-
mos: ¿Qué valor tienen estas formas de medita-
ción de matriz no cristiana? ¿Podríamos enrique-
cer nuestra «oración cristiana de siempre» con 
elementos extraídos de otras religiones o cultu-
ras? ¿Estamos buscando bien? ¿Hay ahí una ver-
dadera espiritualidad o hay más confusión que 
claridad? ¿Se trata, tal vez, de una espiritualidad 
sin religión o sin Dios? ¿Las ofertas de este tipo 
satisfacen la sed de Dios realmente? ¿Son válidas 
para el común de la gente o son más bien pro-
puestas para una élite? No son pocas las dudas 
que surgen en torno a estas búsquedas. Es algo 
que debemos tener muy en cuenta. 
En Evangelii gaudium, Francisco nos advierte 
que: 
«si los hombres de hoy no encuentran en la Igle-
sia una espiritualidad que los sane, los libere, los 
llene de vida y de paz al mismo tiempo que los 
convoque a la comunión solidaria y a la fecun-
didad misionera, terminarán engañados por pro-
puestas que no humanizan ni dan gloria a Dios» 
(EG 89). 
14
Este breve libro quiere ayudarnos a descubrir 
y a profundizar en lo que es la naturaleza íntima 
de la verdadera oración cristiana, de la mano de 
quien comenzó su pontificado poniéndonos a 
todos a rezar. Puede resultarnos instructivo y vi-
talmente enriquecedor. En estas páginas ofrezco 
al lector un pequeño estudio de las raíces de la 
espiritualidad y el magisterio del papa Francisco, 
tal y como aparece en sus escritos y pronuncia-
mientos. 
Se trata de un breve estudio que ofrecí ini-
cialmente en unas jornadas de espiritualidad a 
un grupo de seminaristas, obispos, sacerdotes y 
personas consagradas del País Vasco y Navarra 
a comienzos del verano de 2019 y que, poste-
riormente, sirvió de base para la lectio magistral 
en el acto de inauguración del curso académico 
2019/20 en el Instituto Teológico de Vida Reli-
giosa de Madrid. 
Perspectiva, estructura y fuentes de esta reflexión
La perspectiva con la que quisiera situarme es 
la de tomar una nueva conciencia de que la ora-
ción es, como la respiración para el cuerpo hu-
mano, una dimensión imprescindible en la vida 
de todo creyente, de todo discípulo-misionero.
Nadie da lo que no tiene. No hay evangeliza-
ción verdadera que contagie vida si antes no está 
la experiencia viva del encuentro con Jesús en el 
corazón del evangelizador. Solo un corazón ena-
15
morado es capaz de convencer y llamar a otros a 
la fe. «Solo quien tiene una relación íntima con 
el Señor puede llevárselo a los demás». Así lo de-
cía Benedicto XVI en la homilía de unas ordena-
ciones sacerdotales en el año 2010. Francisco lo 
ha repetido también de diferentes maneras. En 
Evangelii gaudium lo deja plasmado en el nú-
mero 259, dentro de ese capítulo dedicado a los 
«Evangelizadores con Espíritu»:
«Sin la oración, toda acción corre el riesgo de 
quedarse vacía y el anuncio, sin alma. Jesús quie-
re evangelizadores que anuncien la Buena Noti-
cia no solo con palabras, sino, sobre todo, con 
una vida que se ha transfigurado en la presencia 
de Dios». 
Desde esta perspectiva netamente misionera, 
presento estas páginas que se dividen en dos par-
tes fundamentales. La primera, referida a la per-
sona del papa Francisco y a su itinerario vital. En 
ella podemos ver dónde se encuentran las raíces 
de su espiritualidad y las influencias que la enri-
quecen a lo largo de su vida. La segunda está cen-
trada, propiamente, en los aspectos o subrayados 
fundamentales sobre la oración que aparecen en 
su magisterio pontificio. 
Las fuentes en las que podemos encontrar su 
pensamiento y su doctrina sobre el tema están 
muy dispersas en sus homilías, discursos, cate-
quesis, documentos magisteriales e, incluso, en 
las entrevistas periodísticas que han sido publi-
16
cadas. También encontramos ideas sobre la ora-
ción en sus escritos anteriores a ser elegido Papa. 
Francisco ha hablado y reflexionado en múltiples 
ocasiones sobre esta cuestión, de forma que ve-
mos una línea clara, insistente y coherente en su 
pensamiento y magisterio. 
Es importante considerar que su magisterio 
actual, referido específicamente a la oración, no 
nace de la nada. Es evidente que en Francisco hay 
una evolución y que esta se desarrolla sin grandes 
sobresaltos. 
17
Primera Parte
Conocer a Bergoglio 
para comprender a Francisco
Tenemos la suerte que poder conocer a este 
Papa en muchas de sus dimensiones, pues su mi-
nisterio está siendo narrado y difundido al de-
talle por los medios de comunicación, día a día, 
desde que comenzó su pontificado. En Italia hay 
incluso un programa diario en la TV de la Con-
ferencia Episcopal que se titula Il giornale di papa 
Francesco (El diario del papa Francisco). 
Sabemos mucho de su biografía. Varios pe-
riodistas nos la han contado con pelos y seña-
les5. Hay también estudios que han examinado 
la antropología del magisterio de Francisco, su 
eclesiología, su pneumatología, las influencias in-
telectuales que le han configurado; se ha escrito 
sobre sus gestos, sus actitudes… y sobre muchas 
otras dimensiones de su vida y doctrina. Auto-
5 Destaco como más completo y mejor trabajo el libro bio-
gráfico escrito por la periodista italo-argentina Elisabetta 
Piqué, corresponsal en el Vaticano del diario argentino La 
Nación, que apareció bajo el título: Francisco, vida y revo-
lución (Planeta, 2013) y que, posteriormente, fue llevado 
al cine por el director Beda Docampo Feijóo en el film: 
Francisco, el padre Jorge (2015).
18
res como Massimo Borghesi, Antonio Spadaro, 
Dominique Wolton, Chris Lowney, Victor Fer-
nández, Austen Ivereigh, Diego Fares, José Luis 
Narvaja (sobrino de Bergoglio), entre otros, nos 
han ayudado a comprender mejor al Francisco de 
hoy mirando al Bergoglio de ayer.
El mismo, pero no lo mismo
A comienzos de su pontificado, tres meses 
después de haber sido elegido Papa, Francisco 
respondía una carta a su amigo Enrique Martí-
nez, sacerdote de la diócesis de La Rioja en Ar-
gentina, en la que le decía lo siguiente:
«Yo estoy bien y no he perdido la paz frente a un 
hecho totalmente sorpresivo,y esto lo considero 
un don de Dios. Procuro tener el mismo modo 
de ser y de actuar que tenía en Buenos Aires, por-
que, si a mi edad cambio, lo más seguro es que 
haga el ridículo». 
Es evidente que mucho de lo que vemos en 
el actual pontificado y en la persona de Francis-
co, no es nuevo, ni mucho menos improvisado. 
Francisco es el mismo de siempre, aunque no sea 
lo mismo de siempre. En la exhortación Chris-
tus vivit, dirigida a los jóvenes, el Papa hace una 
confesión de cómo durante esta nueva etapa de 
su vida –el pontificado– ha recibido, no obstan-
te, algunos frutos nuevos de Gracia, sintiéndose 
bendecido por la gracia especial de «ampliar hori-
19
zontes y ser bendecido con el regalo de una nueva 
juventud» (ChV 160).
Ahora es el Papa, pero en su trayectoria vital 
hay una maduración, una continuidad, como he-
mos dicho, sin saltos espectaculares. Lo mismo 
le sucedió antes, cuando muchos decían de él en 
Buenos Aires que el cardenal Bergoglio era «el 
padre Jorge». 
Buceando en su biografía y en sus escritos, 
extraigo a continuación algunas claves de su ex-
periencia vital que nos pueden ayudar a conocer 
más a Francisco en su propia maduración. Aun-
que muchas de ellas son conocidas, examinarlas 
aquí nos puede ayudar a comprender mejor las 
raíces de su espiritualidad y de su doctrina sobre 
la oración. 
El nieto de su abuela Rosa
Le preguntaron a Francisco en una entrevis-
ta: «¿Qué salvaría usted en caso de incendio?». 
Francisco contestó: «Salvaría el breviario y la 
agenda. En la agenda tengo todos los contactos 
y quehaceres; el breviario es lo primero que abro 
por la mañana y lo último que cierro antes de 
acostarme. Además, ahí llevo el testamento de mi 
abuela»6. 
6 F. Ambrogetti-S. Rubin, El Jesuita. Conversaciones con 
el cardenal J. M. Bergoglio, Vergara, Buenos Aires 2010, p. 
124.
20
Uno de los párrafos de ese testamento dice lo 
siguiente: 
«Que mis nietos, a los cuales entregué lo mejor 
de mi corazón, tengan una vida larga y feliz, pero 
si algún día el dolor, la enfermedad o la pérdida 
de una persona amada los llenan de desconsue-
lo, recuerden que un suspiro ante el Tabernáculo 
(Santísimo), donde está el mártir más grande y 
augusto, y una mirada a María al pie de la cruz, 
pueden hacer caer una gota de bálsamo sobre las 
heridas más profundas y dolorosas». 
Francisco ha dicho que fue su abuela Rosa la 
que le enseñó a rezar y la persona que más influ-
yó en su vida. De su abuela, sin duda, Francisco 
aprendió a valorar la fe como dimensión central 
de su persona y a comprender la oración como 
algo muy unido a la vida, especialmente, como 
aquello que nos ayuda a vivir confiando en Dios, 
incluso en la dificultad. La abuela Rosa, que tuvo 
que emigrar del Piamonte italiano a la Argentina, 
sabía que la única manera de superar las inhe-
rentes dificultades que estaban experimentando 
como emigrantes era aferrarse a la fe en Dios. 
Esta fe probada es la que transmitió a su nieto 
Jorge7. 
Francisco es también, desde joven, un hombre 
de una fe profunda y probada. Vemos un ejemplo 
7 Cf. R. Appendino-G. Libert, Nonna Rosa. La roccia della 
Langhe. Desde Cortemilia a Argentina, Librería Editrice Va-
ticana (LEV), Ciudad del Vaticano 2018.
21
de ello en el episodio de enfermedad que tuvo en 
su juventud y que lo llevó al borde de la muerte. 
Esa enfermedad incluso frustró su marcha como 
misionero a Japón, tal y como él soñaba. La fe 
le ayudó a crecer y a aceptar la dificultad. A lo 
largo de su vida como provincial, como obispo 
y también como cardenal no le faltaron pruebas. 
También hoy, como Papa, es así. Somos testigos 
de las múltiples dificultades, de dentro y de fue-
ra, que Francisco está viviendo en su ministerio.
Hay, además, otra nota de su espiritualidad 
que también le viene a Francisco de su abuela 
Rosa: la devoción a la Virgen María. Desde niño 
la abuela le enseñó a rezar el rosario y a acogerse 
bajo su manto en los momentos de dificultad. 
Francisco recibió esta piedad mariana, sin duda, 
como herencia de su abuela. «El rosario es la ora-
ción que acompaña siempre mi vida; también es 
la oración de los sencillos y de los santos... es la 
oración de mi corazón»8.
Es conocido también que Bergoglio, al volver 
de sus estudios doctorales en Alemania, introdu-
jo en Argentina la devoción a María Desatanu-
dos. Ahora, siendo ya Papa, no es extraño ver que 
siempre saluda a la Virgen antes y después de rea-
lizar un viaje pastoral, yendo a rezar a la capilla 
de Santa María la Mayor. También lo hace a su 
regreso. «Siempre, en cada viaje, pido ayuda a la 
8 Francisco (@Pontifex_es), tuit del 7 de octubre de 2016.
22
virgen para que sea Ella quien hable y actúe. Con 
Ella viajo seguro», ha dicho Francisco9. 
La devoción a María es parte de esa piedad 
popular que Francisco estima como fuerza evan-
gelizadora y vive personalmente. En una carta 
escrita a los sacerdotes, con motivo del 160º ani-
versario de la muerte del cura de Ars hacía Fran-
cisco esta confesión:
«Cada vez que voy a un santuario mariano, me 
gusta ‘ganar’ tiempo mirando y dejándome mirar 
por la Madre, pidiéndole la confianza del niño, del 
pobre y del sencillo que sabe que ahí está su Madre 
y que puede mendigar un lugar en su regazo. Y en 
ese estar mirándola, escuchar una vez más, como el 
indio Juan Diego: ‘¿Qué hay, hijo mío, el más pe-
queño?, ¿qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy 
yo aquí, que soy tu madre?»10. 
Incluso en la Liturgia, Francisco ha dejado su 
huella introduciendo la memoria obligatoria de 
María, Madre de la Iglesia, el lunes posterior al 
domingo de Pentecostés.
9 Rueda de prensa en el vuelo de regreso de Mozambique, 
Madagascar, Isla Mauricio, 10 de septiembre de 2019.
10 Francisco, A mis hermanos presbíteros. Carta a los sa-
cerdotes en el 160 aniversario de la muerte del cura de Ars. 
(4 de agosto de 2019), Publicaciones Claretianas, Madrid 
2019, p. 27.
23
«Miserando atque eligendo»
Esta frase de Beda el Venerable no es un lema 
al azar que tomó hace ya muchos años Francisco 
como lema episcopal. En ella se recoge la expe-
riencia vital del encuentro con Jesús que Francis-
co sintió siendo joven. Lo ha contado muchas ve-
ces. Profundizando en lo que le sucedió aquel día 
de su juventud en que se fue a confesar, con 17 
años, Francisco ha dicho que él se siente identifi-
cado con la figura de Mateo, tal y como aparece 
plasmado en el famoso cuadro de Caravaggio que 
está en la iglesia de San Luis de los Franceses en 
Roma, que tantas veces visitó y ante el que tantas 
veces oró. Él se sintió, como Mateo11, como ese 
joven que estaba, como aparece en el cuadro, al 
fondo de la escena con la cabeza gacha, contando 
las monedas, enredado en su vida. El Señor le 
mira con misericordia y, a pesar de su pecado, lo 
llama a dejarlo todo y a seguirle. 
Francisco, desde joven, tiene muy viva la ex-
periencia de que, aun siendo pecador, el Señor, 
desde su infinita misericordia, le ama y le llama. 
Él ha dicho que se sintió «misericordiado» por 
Jesús. Es la experiencia fuerte de encuentro con 
Jesús de la que nace todo y que se mantiene muy 
viva en él. «Dios nunca se cansa de perdonar. El 
11 Entrevista de Antonio Spadaro el 19 de agosto de 2013, 
publicada simultáneamente en 16 revistas de la Compañía 
de Jesús.
24
problema es que nosotros nos cansamos de pedir 
perdón»12. Esa Misericordia es una clave herme-
néutica importante que se echa de ver en el talan-
te de Francisco como pastor. Todo nace de esta 
convicción profunda. Es la conciencia viva de ser 
un pecador perdonado, invitado a testimoniar la 
compasión del Señor. 
Cuando aceptó ser Papa, así lo dijo también 
en el Cónclave: «No sabéis qué habéis hecho. Soy 
un pecador, pero… por la Misericordia de Dios, 
acepto». Solo desde un corazón que mantiene 
vivo este encuentro y esta experiencia vital se 
comprende ese párrafo magistral de la Evangelii 
gaudium en el que Francisco nos exhorta a vivir 
esta experiencia y nos transmite su testimonio 
personalmás vivo.
«Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y 
situación en que se encuentre, a renovar ahora 
mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al 
menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar 
por Él, de intentarlo cada día sin descanso. 
[…] Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y 
cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, 
descubre que Él ya esperaba su llegada con los 
brazos abiertos. Éste es el momento para decirle 
a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de 
mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy 
otra vez para renovar mi alianza contigo. Te ne-
cesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame 
12 Francisco, Angelus, 17 de marzo de 2013.
25
una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos 
hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos 
perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa 
nunca de perdonar, somos nosotros los que nos 
cansamos de acudir a su misericordia (…)»13.
Así entiende Francisco a Dios: un Dios pro-
fundamente misericordioso. Es el Deus Semper 
primus que nos primerea, «como la vara florecida 
del almendro a la primavera»14 y, a su vez, el Deus 
semper maior, cuyo amor nos supera y va siempre 
más allá, tal y como subraya la tradición jesuítica. 
El Jesuita
Es también el título de un libro en forma de 
entrevista, fruto de numerosos encuentros, que 
publicaron Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin 
en el año 2010. En ese título se capta, sin duda, 
lo que más define a Francisco: su ser Jesuita. El 
P. Jorge, Mons. Bergoglio, ahora papa Francisco, 
desde su juventud está «marcado a fuego» por la 
formación y por la espiritualidad recibidas en la 
Compañía de Jesús.
En el noviciado de Jorge Mario Bergoglio, 
las prácticas de piedad y las lectura espirituales 
fueron algo importante en la formación de aque-
llos jóvenes jesuitas. Su generación fue educada 
13 Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 
n. 3.
14 J. M. Bergoglio, Reflexiones en Esperanza, Diego de To-
rres, Buenos Aires 1992, p. 205.
26
de una forma especialmente austera y exigente. 
Según parece, calaron hondo en él, entre otros, 
los sermones sobre la humildad de Doroteo de 
Gaza. Escritos de Bergoglio como La acusación 
de sí mismo, por ejemplo, así nos lo hacen ver15. 
Francisco lo tiene claro: solo desde la humil dad 
podemos situarnos correctamente ante Dios16. 
Francisco es un hombre que ha aprendido la hu-
mildad, la ha experimentado desde la dificultad y 
la ha trabajado en su oración.
Francisco es un hombre «trabajado en la hu-
mildad» y la muestra en su relación, exquisita-
mente respetuosa hasta el detalle con cualquiera. 
El Papa manifiesta una ternura especial, sobre 
todo hacia los más pequeños17. Cualquier grafó-
logo que estudiara la caligrafía del papa Francis-
co vería que, incluso en su letra microscópica, se 
proyecta esta humildad. En relación con esto, al 
inicio de sus últimas catequesis sobre la oración 
y los comentarios al Padrenuestro, a caballo entre 
2018 y 2019, Francisco decía así: 
«El primer paso para rezar es ser humildes, ir 
donde el Padre y decir: “Mírame, soy pecador, 
soy débil, soy malo”, cada uno sabe lo que tiene 
15 J. M. Bergoglio, La acusación de sí mismo, Publicacio-
nes Claretianas, Madrid 2013.
16 Cf. Francisco, Homilía en Santa Marta, 3 de diciembre 
de 2019.
17 Cf. E. Fernández, Francisco, el Papa de la ternura, Pla-
neta, Madrid 2019.
27
que decir. Pero se empieza siempre con la hu-
mildad, y el Señor escucha. La oración humilde 
siempre es escuchada por el Señor»18.
Francisco está convencido de que la humildad 
es indispensable para que no se arruinen las me-
jores obras. Esto le viene de su formación jesuí-
tica.
Pero como jesuita, sin duda los Ejercicios Es-
pirituales de san Ignacio son la fuente de su es-
piritualidad más profunda. Francisco profundizó 
mucho en ellos y llegó a convertirse en un gran 
predicador o director de Ejercicios (por ejem-
plo, a los obispos españoles, 200619). Cuestiones 
como «El Principio y Fundamento» de los Ejer-
cicios le han enseñado a Francisco a situarse ante 
Dios correctamente, como criatura ante el Crea-
dor, como «oyente de la Palabra» (K. Rahner). La 
contemplación de la vida de Jesús le ha enseñado 
a contrastar su propia vida y a buscar siempre un 
más (magis) de configuración con Cristo, desde 
el discernimiento de espíritus, entre consolacio-
nes y desolaciones, como dice la propia Fórmula 
de la Compañía: «examinando el Espíritu que lo 
mueve y auxilia». 
18 Francisco, Señor, enséñanos a orar. Catequesis sobre el Pa-
drenuestro, Publicaciones Claretianas, Madrid 2019, p. 12.
19 J. M. Bergoglio, «En Él solo la esperanza». Ejercicios es-
pirituales predicados a los obispos españoles en 2006, BAC, 
Madrid 2013.
28
En la Compañía de Jesús aprendió también 
que el cristiano ha de vivir en actitud de comba-
te espiritual constante contra todo aquello que 
lo quiere apartar de Cristo. No es extraño haber 
leído en Gaudete et exsultate al papa Francisco ha-
blar del Maligno como de «ese ser personal» (GE 
160) que todo lo desbarata y bajo cuya bandera 
nunca se puede uno situar. El himno de san Igna-
cio, que tantas veces ha cantado Francisco desde 
joven, habla también de todo esto. La vida cris-
tiana y la vida espiritual son un combate cons-
tante en el que solo bajo la bandera de Cristo se 
puede salir triunfante y en el que cada hijo de 
san Ignacio se siente «soldado de Dios» para «ser-
vir solo al Señor y a su esposa la Iglesia», como 
continúa diciendo la Fórmula, «según pareciere 
conveniente para la gloria de Dios (ad maiorem 
dei gloriam) y para el bien común». 
Todo esto está en el trasfondo de la espiritua-
lidad de Francisco. Es un hombre que conoce 
bien la espiritualidad jesuítica. Basta leer alguno 
de sus libros en el que explica en qué consiste ser 
jesuita20, o escuchar la master class sobre espiri-
tualidad ignaciana y discernimiento que les dio 
a sus hermanos jesuitas reunidos en la 36ª Con-
gregación General de la Compañía, en octubre 
de 2016.
20 J. M. Bergoglio, Reflexiones espirituales sobre la vida 
apostólica, Sal Terrae, Santander 2013. 
29
«El que ora mucho por su pueblo»
Otra de las claves de la espiritualidad de 
Francisco es la que le viene de su vida como pas-
tor. «Este es el que ama a sus hermanos, el que 
ora mucho por su pueblo», es una frase bíblica 
(2Mac 15,14) que rezamos en el responsorio de 
las II Vísperas del Común de Pastores. Francisco 
aprendió a ser pastor en Buenos Aires. Abraza a 
las viejitas, besa a los pobres, a los enfermos, a 
las personas con discapacidad, vemos cómo visita 
a cualquiera, atiende o llama a las personas más 
sencillas… 
Desde su tiempo como provincial y como 
pastor en Buenos Aires, no dejó de pedir cons-
tantemente a los curas que estuvieran disponibles 
para el pueblo, que se mantuvieran abiertos a la 
escucha y al diálogo, que no fueran funcionarios 
de lo sagrado ni jueces implacables. Que cono-
cieran a la gente. El pastor tiene que conocer a su 
pueblo. Así lo hacía él también, predicando con 
el ejemplo. Alguno ha apuntado que a Francisco 
le brillan especialmente los ojos cuando dice la 
expresión «santo pueblo fiel de Dios»21. 
Escribía Bergoglio en el año 92: «Estoy con-
vencido de que Dios se liga a la historia y asegura 
21 G. Carriquiry, «La teología del Pueblo en el magisterio 
pastoral del papa Francisco», en el Congreso Rediscovering 
Pope Francis, Milwaukee, USA. Consultar en: https://bit.
ly/2XvLEtW (acceso: 12.07.19).
30
su presencia en medio del pueblo»22. El pueblo, 
para Francisco, es el santo pueblo fiel de Dios. 
Un lugar teológico, de hondo calado espiritual, 
en el que Dios también habla y se manifiesta. La 
oración del pastor siempre ha de estar unida a 
su pueblo, escuchándolo, intercediendo por él, 
dejándose ayudar por él. Hay que saber escuchar 
sus demandas y leer también en ese libro, más 
allá de preconceptos o de toda ideología23. Así 
lo dijo Francisco a los sacerdotes en uno de sus 
discursos: 
«De la misma manera que escuchamos anues-
tro Padre es como escuchamos al pueblo fiel de 
Dios. Pasar sin escuchar el dolor de la gente, sin 
enraizarnos en sus vidas, es como escuchar la 
Palabra de Dios sin dejar que eche raíces y sea 
fecunda»24. 
Así decía también a los jesuitas de Rumanía: 
«El pueblo de Dios tiene un sentido, el sensus fi-
dei que te corrige la línea y te pone en el recto 
camino. La oración del pastor siempre ha de estar 
unida a su pueblo. Escuchándolo, intercediendo 
22 J. M. Bergoglio, Reflexiones en Esperanza, Diego de To-
rres, Buenos Aires 1992, p. 210.
23 Véase la obra de J. C. Scannone, La teología del pueblo. 
Raíces teológicas del papa Francisco, Sal Terrae, Santander 
2015.
24 Francisco, Discurso a los sacerdotes, religiosos y seminaris-
tas, Sta. Cruz de la Sierra-Bolivia, 9 de julio de 2015.
31
por él, dejándose ayudar por él»25. Ser «parte» de 
este santo pueblo fiel de Dios, aun como pastor y 
como Papa, es importante en la espiritualidad y 
en la oración de Francisco.
Francisco, hombre de oración 
Francisco es tan clásico como intenso en su 
manera de orar. Él ha comentado en algunas en-
trevistas cómo reza. Se levanta temprano, a las 
4 y media de la mañana, sin despertador, y lo 
primero que hace, tras asearse y vestirse, es ir a 
su capilla personal y ponerse ante Dios, ante el 
crucifijo y el sagrario. Ahí reza Laudes y el Oficio 
divino, como enseña la Fórmula de la Compañía, 
en particular, sin coro26, como lo hizo siempre. 
Así se siente unido a toda la Iglesia que ora. 
Tiene una pequeña capilla al lado de su ha-
bitación, en la segunda planta de Santa Marta, 
al lado de la habitación 201, contigua a la suya, 
donde residía durante el cónclave y en la que, 
bromea él, «habita el Espíritu Santo». Su medi-
tación la hace ante el crucifijo y ante el sagra-
rio, Tabernáculo lo llama él, como lo llamaba su 
abuela Rosa. 
25 Francisco, Encuentro con los jesuitas en el viaje apostólico 
a Rumanía, 31 de mayo de 2019.
26 Fórmula del Instituto aprobada y confirmada por el papa 
Julio III mediante la bula Exposcit debitum, 21 de julio de 
1550, n. 5.
32
Después de un buen rato, vuelve sobre las lec-
turas de la Liturgia de la Palabra del día, que la 
tarde anterior ha leído y ha orado, para ultimar 
así, mentalmente, la homilía que de seguido va a 
predicar en la misa. La Biblia, sin duda, es muy 
importante en la oración del papa Francisco27. A 
las siete baja a celebrar la Eucaristía. Una Euca-
ristía sencilla, austera, como la que se puede ce-
lebrar cualquier día en la misa de diario de una 
pequeña parroquia o en cualquier comunidad re-
ligiosa. En su minimalismo, soy testigo de que el 
clima de oración y fervor es sobrecogedor. 
Tras la Eucaristía, Francisco se sienta con el 
pueblo cinco minutos para orar y ofrecer el día al 
Señor. La mañana la dedica a despachar asuntos 
y a recibir citas en el palacio apostólico. En torno 
al medio día, Francisco lee y medita un rato la 
Liturgia de la Palabra del día siguiente, subrayan-
do ideas y rezándolas, dejando que la sabiduría 
de la Escritura le ayude a extraer lo esencial que 
quiere predicar a los demás28. Después deja que a 
lo largo del día esa Palabra vaya madurando, en-
contrando sus ecos. Antes de comer, el Papa de-
27 «Cuando rezo, uso siempre la Biblia. Y la paz crece» (Co-
loquio con los superiores generales en febrero de 2017, 
transcrito y publicado en La Civiltà Cattolica 4000 [2017] 
por A. Spadaro).
28 Cf. J. M. Bergoglio, En tus ojos está mi palabra. Homi-
lías y discursos de Buenos Aires (1999-2013), Publicaciones 
Claretianas, Madrid 2018, p. 17.
33
dica unos minutos, siquiera mentalmente, para 
realizar el Examen, tal y como él lo aprendió en la 
Compañía. Nos lo ha recomendado a todos en la 
exhortación Gaudete et exsultate (GE 169).
Francisco se echa la siesta. Cuarenta minu-
tos. Después, por la tarde, a veces recibe visitas, 
otras veces lee o escribe en su cuarto, despachan-
do cuestiones que le prepara su secretario, reza 
vísperas. Sigue rumiando la Palabra de Dios. En 
caso de que lo meditado sobre la Palabra no le 
deje ideas claras, lo «deja dormir». 
Francisco nos ha dicho: «Lo que de verdad 
prefiero es la adoración de la tarde […]. Por la 
tarde, entre las siete y las ocho estoy ante el San-
tísimo durante una hora en oración. Pero tam-
bién rezo mentalmente cuando espero al dentista 
o en otros momentos del día»29. Después vendrá 
la cena y, después de cenar y de tener un tiempe-
cito de relax o conversación en el comedor, sube 
de nuevo a su habitación, lee un rato y, antes de 
acostarse, abre de nuevo el breviario para rezar las 
Completas, dedicando otro rato al Examen, tal y 
como lo propone la Liturgia de esta Hora.
Toda similitud con la jornada tipo en la vida 
de Jesús que se describe en el capítulo primero 
del evangelio de Marcos (Mc 1,21-39) es mera 
casualidad. O quizá no. Lo cierto es que Francis-
29 Entrevista con el P. Spadaro en La Civiltà Cattolica III, 
2013, 476-477.
34
co imita ese rasgo orante de Jesús. Es un hombre 
«rezador» de verdad, preocupado por vivir co-
nectado a la fuente, por contemplar, por meditar, 
por discernir. 
Se ha dicho de él que no toma las decisiones 
en el despacho, sino que las toma en la capilla30. 
No tiene planes demasiado preconcebidos, sino 
que vive en constante discernimiento. Santa 
Marta es el corazón del pontificado31. Es el sanc-
ta sanctorum, el lugar donde Francisco reza, lee, 
escribe, prepara homilías y discursos, vuelve a 
rezar, discierne, recibe gente e incluso, algunos 
días, escucha un poco de música, preferiblemen-
te Wagner. 
Francisco reza con disciplina ascética y, ade-
más, le sale de natural vivir en la presencia de 
Dios aun en medio de tanta actividad. Francisco 
es, sin duda, un contemplatibus in actione (con-
templativo en la acción). Un hombre de Dios 
que hace vida claramente esa dimensión tan im-
portante del carisma de san Ignacio de Loyola. 
30 J. M. Poirier-Lalanne, «Entrevista con Antonio Spa-
daro», La Nación. Consultar en: https://bit.ly/32AR2yS 
(acceso: 12.07.19)
31 Cf. F. Prado, «Cinco años con Francisco», Semanario 
Alfa y Omega 1064 (2018). 
35
Segunda Parte
El Magisterio de Francisco 
sobre la oración 
En un discurso de su viaje a México en 2016, 
Francisco se dirigía así a los sacerdotes, a los se-
minaristas y a las personas consagradas: 
«Hay un dicho entre nosotros que dice así: 
“Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime 
cómo vives y te diré cómo rezas, porque mos-
trándome cómo rezas, aprenderé a descubrir 
el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, 
aprenderé a creer en el Dios al que rezas”; por-
que nuestra vida habla de la oración y la oración 
habla de nuestra vida. A rezar se aprende, como 
aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar. La 
escuela de la oración es la escuela de la vida y en 
la escuela de la vida es donde vamos haciendo la 
escuela de la oración». 
Francisco aprendió a orar, orando. El mundo 
de hoy, decía Pablo VI en la Evangelii nuntian-
di, «escucha a los testigos antes que a los maes-
tros. O, si escucha a los maestros, es porque son 
testigos» (cf. EN 41). Por eso Francisco puede 
ser para nosotros un buen maestro de oración, 
porque es un hombre orante, un testigo. Aquello 
que dice Francisco sobre la oración no lo dice de 
36
oídas. Lo dice porque lo vive. Vive como reza, 
reza como vive. Además, no deja de animarnos 
a todos en general, y a cada uno en particular, a 
poner la oración en el centro de nuestra vida. El 
Papa está convencido de que la vida de la Iglesia 
y de la misión dependen, primariamente, de ello. 
Francisco ha dicho que «debido a tanta acti-
vidad y proyectos que hay que llevar a cabo, casi 
no nos queda tiempo y perdemos de vista lo fun-
damental: nuestra vida del corazón, nuestra vida 
espiritual, nuestra vida que es encuentro con el 
Señor en la oración»32. Necesitamos orar, pues 
necesitamos afrontar la vida unidos a Dios. Así 
lo vive Francisco, consciente de que «estar unidos 
a Jesús confiere profundidad a la vocacióncristia-
na»33 y convencido de que la propia vida «cambia 
en relación con la oración»34. 
La oración, aliento del alma
Al hablar de la oración, Francisco establece 
una comparación sencilla y sugerente para refe-
rirse a la necesidad y la importancia que tiene en 
la vida de los creyentes. Así como el cuerpo hu-
32 Francisco, La santa misa explicada a los creyentes. Ca-
tequesis sobre la Eucaristía, Publicaciones Claretianas, Ma-
drid 2018, p. 18.
33 Francisco, Homilía en las vísperas de la Asunción, 11 de 
julio de 2015.
34 Francisco, A un grupo de jóvenes de la diócesis de Greno-
ble-Vienne, 17 de septiembre de 2018.
37
mano tiene algunas funciones esenciales, como 
son el latido del corazón y la respiración, Fran-
cisco dice que le gusta «imaginar que la oración 
personal y comunitaria de nosotros, cristianos, es 
la respiración, el latido del corazón de la Iglesia, 
que infunde su propia fuerza en el servicio de 
quien trabaja, de quien estudia, de quien enseña 
[…] que da esperanza a la tenacidad de quien 
combate la injusticia»35. 
Sin duda, la oración es, para Francisco, el 
aliento del alma. Es como el latido del corazón o 
el aire que respiramos. «No siempre somos cons-
cientes de que respiramos, pero no podemos de-
jar de respirar»36. 
«La respiración no siempre es igual, sino que a 
veces es tranquila, otra veces fatigada, a veces 
acelerada e incluso, en ocasiones, parece que fal-
ta el aire; a veces, sin embargo, sobre todo en 
lugares no contaminados como son el mar o la 
montaña, respirar es realmente un placer. ¡Cuán-
tas veces un poco de aire limpio nos hace reno-
varnos, desde distintos puntos de vista!»37.
Es una insistencia que nos hace a todos los 
miembros de la Iglesia. Así les decía a los obis-
pos, por ejemplo, en una visita pastoral a Milán: 
«¿Cuál es el carisma más importante de un obis-
35 Francisco, La preghiera. Il respiro della vita nuova, LEV, 
Ciudad del Vaticano 2019, p. 192.
36 Ibídem.
37 Ibídem, p. 193.
38
po? La oración. ¿Cuál es la tarea de un obispo, la 
primera tarea? La oración. La segunda, el anun-
cio de la Palabra»38. También les dijo: «La oración 
en la vida del obispo es la linfa vital que pasa a 
través de la vida y sin la cual el grano se pudre 
haciéndose infecundo»39. 
Hablando a los obispos sobre la necesaria cer-
canía que se ha de mostrar para con los demás, les 
decía lo siguiente: 
«No se puede comunicar la cercanía de Dios sin 
tener experiencia de ella, sin experimentarla cada 
día, sin dejarse contagiar por su ternura. Cada 
día, sin ahorrar tiempo, debemos estar frente a 
Jesús, llevarle las personas, las situaciones, como 
canales siempre abiertos entre Él y nuestro pue-
blo»40.
También a los sacerdotes les ha dicho: «No 
podremos vivir el ministerio con alegría sin vivir 
momentos de oración personal cara a cara con el 
Señor, hablando, conversando con Él de aquello 
que estoy viviendo. […] Sin el diálogo con el Se-
ñor, no puedes ir hacia delante»41. 
38 Francisco, Encuentro con los sacerdotes y las personas con-
sagradas, Visita pastoral a Milán, 25 de marzo de 2017.
39 Francisco, A los obispos de Colombia, Bogotá, 7 de sep-
tiembre de 2017.
40 Francisco, Encuentro con los nuevos obispos. Sala clemen-
tina, 12 de septiembre de 2019.
41 Francisco, Encuentro con los párrocos de Roma, 15 de 
febrero de 2018.
39
A los seminaristas, futuros sacerdotes, les de-
cía ya en el año 2013: «El sacerdote encuentra 
en la oración la luz y la fuerza de su acción. En 
efecto, nuestra misión pierde su fecundidad, e in-
cluso se apaga, en el mismo momento en que se 
interrumpe la conexión con la Fuente, con el Se-
ñor. Sin la relación constante con Dios, la misión 
se convierte en función»42. 
La oración es un encuentro. «No siempre con 
palabras –dirá Francisco–, pero siempre es un 
encuentro»43. Por eso ha dicho a los sacerdotes 
que «no se puede ejercer bien el ministerio si no 
se vive en unión con Cristo. Sin Él no podemos 
hacer nada»44. También a la vida consagrada le 
ha dicho en diversas ocasiones que «el meollo de 
la vida consagrada es la oración»45, advirtiéndola 
también de que: «la oración es el aire que nos 
hace renovar la llamada. Un aire sin el que no 
podríamos ser buenos consagrados»46.
42 Francisco, Encuentro con los seminaristas, novicios y no-
vicias, Sala Pablo VI, 6 de julio de 2013.
43 Francisco, La preghiera. Il respiro della vita nuova, LEV, 
Ciudad del Vaticano 2019, p. 195.
44 Francisco, Encuentro con los seminaristas del Pontificio 
Seminario sardo, 17 de febrero de 2018.
45 Francisco, Homilía en el día de la Vida Consagrada, Ba-
sílica Vaticana, 2 de febrero de 2016.
46 Francisco, Discurso en el congreso organizado por la Con-
gregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Socieda-
des de Vida Apostólica, Aula Pablo VI, 4 de mayo del 2018.
40
Verdaderamente, como ha dicho Francisco, 
«la oración nos libera del lastre de la mundani-
dad, nos enseña a vivir de modo alegre, a mante-
nernos lejos de la superficialidad en un ejercicio 
de auténtica libertad. En la oración crecemos en 
libertad, aprendemos a ser libres. La oración nos 
libra de la tendencia a centrarnos en nosotros 
mismos, escondidos en una experiencia religiosa 
vacía, y nos lleva con docilidad en las manos de 
Dios para cumplir su voluntad y corresponder a 
su proyecto de salvación»47.
Además, «cuando la oración es verdadera 
–dice Francisco– nos hacemos más disponibles al 
Espíritu Santo que, como un gran artista, restau-
ra en cada uno de nosotros la semejanza con Jesús 
[…] hace madurar en nosotros “sus mismos sen-
timientos” (Flp 2,5), la mentalidad y la mirada 
de Jesús»48. «Cada uno de nosotros en su oración 
puede hacerse más semejante a Jesús»49. De ahí 
la importancia de la vida interior y de cultivar la 
amistad con el Señor.
En la exhortación Christus vivit, en la que se 
dirige especialmente a los jóvenes, Francisco les 
47 Francisco, Discurso a los sacerdotes, consagrados y consa-
gradas, seminaristas y familiares, Medellín, 9 de septiembre 
de 2017.
48 Francisco, La preghiera. Il respiro della vita nuova, LEV, 
Ciudad del Vaticano 2019, p. 196.
49 Francisco, Homilía en las vísperas de la Asunción, 11 de 
julio de 2015.
41
dedica unos números muy interesantes sobre la 
importancia de la oración y la amistad con Cris-
to, recordándoles que, «por más que vivas y ex-
perimentes, no llegarás al fondo de la juventud, 
no conocerás la verdadera plenitud de ser joven, 
si no encuentras cada día al gran Amigo, si no 
vives en amistad con Jesucristo» (ChV 150). La 
oración, les recuerda Francisco, «permite que lo 
conozcamos cada vez mejor, entremos en su es-
pesura y crezcamos en una unión siempre más 
fuerte» (ChV 155). 
Partiendo de este papel fundamental que la 
oración juega en la vida de los cristianos, quisie-
ra, seguidamente, ofrecer una síntesis de lo que 
son los núcleos de la doctrina del papa Francisco 
sobre la cuestión. Son temas en los que Francisco 
insiste en sus múltiples y dispersos textos e inter-
venciones. Evidentemente, el estilo de Francisco 
no es el del teólogo que aborda de manera técnica 
cuestiones teóricas sobre la oración, sino el del 
pastor que ofrece pautas a los creyentes. En el 
Papa encontramos una concepción clásica y tra-
dicional sobre la oración cristiana, su lógica y sus 
exigencias. En Francisco sucede con este tema lo 
que con otros: cuando lo lees o lo escuchas, lo 
viejo suena a nuevo. Francisco tiene el don genial 
de hacer que suene como novedad lo que es tra-
dicional o, mejor dicho, clásico50. 
50 J. M. Bergoglio, Reflexiones en Esperanza, Diego de To-
rres, Buenos Aires 1992. pp. 212-213.
42
«Solo tú eres Santo» 
Lo primero que encontramos en Francisco 
sobre la oración, cuando leemos sus escritos, es 
una claridad meridiana sobre lo que es y ha de 
ser siempre la oración cristiana. Se trata, dice él, 
de un diálogo, de una relación personal entre el 
hombre y Dios. Una relación entre dos libertades. 
Corresponde esto a la propia estructura dialogalde la fe y de la antropología cristiana. Sin duda, 
su raíz ignaciana le ha ayudado a profundizar en 
la idea clásica de lo «sobrenatural» que aparece en 
los Ejercicios Espirituales. El hombre es criatura 
que está ante su creador y que, en la comunión 
con Él, encuentra su meta y su destino. 
«¿Qué es verdaderamente la oración? Es, sobre 
todo, diálogo, relación personal con Dios. El hom-
bre ha sido creado como un ser en relación per-
sonal con Dios que encuentra su plena realización 
solamente en el encuentro con su Creador»51. 
Francisco subraya esta cuestión claramente en 
muchos de sus discursos. Hay una distancia radi-
cal entre ambas realidades: Dios y el hombre. Al 
comentar el Padrenuestro en sus catequesis, Fran-
cisco dice que la frase que estás en los cielos no 
quiere expresar distancia en el sentido de lejanía, 
sino más bien «una diferencia radical de amor». 
51 Francisco, Audiencia general, 15 de noviembre de 2017.
43
Comentaba Francisco hace años en uno de sus 
escritos52: 
«A veces pregunto: ¿a quién le reza usted? Y no es 
difícil encontrarse con la respuesta: “A Dios”… 
Por supuesto que la mayoría de las veces, detrás 
de esa palabra “Dios” está la figura del Padre o 
del mismo Jesús... pero también existen perso-
nas que rezan a Dios como si rezaran a la esencia 
divina. Y esto no es oración. La oración del cris-
tiano es fundamentalmente personal, un diálogo 
de persona a persona».
No hay oración verdadera sin un yo delante 
de un tú53. Para Francisco, Dios no es una ener-
gía cósmica impersonal. Tampoco se identifica 
con el yo profundo con el que uno trataría de 
conectar a través del silencio y la concentración.
«La oración cristiana es, sobre todo, un dejar lu-
gar a Dios dejando que manifieste su santidad 
en nosotros y haciendo avanzar su Reino a partir 
de la posibilidad de ejercitar su señorío de amor 
en nuestra vida. […] La oración es el primero y 
principal instrumento de trabajo en nuestras ma-
52 Francisco, Mente abierta, corazón creyente, Publicacio-
nes Claretianas, Madrid 2013, p. 206.
53 Teóforo, el monje, decía con sentido del humor que, 
«para un orante, la conciencia de que está ante Dios tiene 
que ser tan fuerte y real como un dolor de dientes. En la 
oración, Dios tiene que ser más que lo inefable sin rostro: 
tiene que ser un tú» (citado en: Mons. José Tolentino 
de Mendonça, «Cuando la oración se vuelve vital», Vida 
Religiosa 1 [2019] 29).
44
nos. Insistirle a Dios no sirve para convencerlo, 
sino para robustecer nuestra fe y nuestra pacien-
cia, esto es, nuestra capacidad de luchar junto a 
Dios por las cosas realmente importantes y nece-
sarias. En la oración somos dos: Dios y yo, que 
luchamos juntos por las cosas importantes»54.
El Papa resalta la alteridad divina. No está 
centrada en el yo, no es intimista, sino que está, 
sobre todo, abierta al tú trascendente de Dios. 
Precisamente, en otra de las catequesis sobre 
el Padrenuestro55, Francisco nos hace caer en la 
cuenta de cómo en la oración que Jesús mismo 
nos enseñó no aparece ni una sola vez la palabra 
«yo». Aparecen el tú y el nosotros, pero nunca el 
«yo». A Dios todo se lo debemos. Él nos prece-
de en amor, en gracia. No podemos comprar su 
amor ni su favor. Todo nos lo da gratis, inmere-
cidamente. Frente a toda sutil tentación de pela-
gianismo, que cree poder comprar a Dios, en la 
intimidad del diálogo con Dios descubrimos que 
Él es pura Gracia.
En relación con esta alteridad aparece el tema 
de la adoración como cuestión nuclear en la doc-
trina de Francisco sobre la oración. A esta alteri-
dad trascendente la adoramos. Nos movemos en 
esa alteridad descrita, que hace que nos situemos 
54 Francisco Angelus, 24 de julio de 2016.
55 Francisco, «Señor, enséñanos a orar». Catequesis sobre el 
Padrenuestro, Publicaciones Claretianas, Madrid 2019, p. 
36.
45
ante Dios como lo que somos, criaturas, conce-
diendo a Dios el lugar que le corresponde. «Eso 
es rezar», dice Francisco, «mirar a Dios y dejarse 
mirar por Dios»56. 
La adoración, dice Francisco, es más que si-
tuarse ante el Santísimo en el Sagrario. 
«Solemos usar la oración de petición, la de ac-
ción de gracias, a veces la alabanza… pero la ado-
ración es algo que te desnuda y te presenta ante 
el Señor tal cual eres. Adorar es decir: Tú eres 
grande, yo no soy nada. Es estar en la presencia 
de Dios así […] La adoración nos ayuda, sobre 
todo, a ubicarnos correctamente ante Dios y de-
cirle: Tú solo eres santo, tú solo Señor, tú solo 
altísimo Jesucristo»57. 
«La adoración –decía Francisco a unos jóve-
nes religiosos– nos despoja de todo narcisismo. 
Decirle “Tú eres el Señor” es lo contrario del re-
flejarse propio del narcisismo»58. 
«Esto es la adoración: ponerse ante el Señor con 
respeto, con calma y en silencio, dándole a Él el 
primer lugar, abandonándose confiados, para pe-
dirle después que su Espíritu venga a nosotros y 
56 Ibídem, p. 35.
57 Francisco, La fuerza de la vocación. Una entrevista con 
Fernando Prado, Publicaciones Claretianas, Madrid 2018, 
p. 73.
58 Francisco, Discurso a los participantes en el Congreso 
internacional de jóvenes consagrados, 17 de septiembre de 
2015.
46
dejar que nuestras cosas vayan a Él. Así, también 
las personas necesitadas, los problemas urgentes, 
las situaciones difíciles y pesadas entran en la 
adoración… El que adora, el que va a la Fuen-
te viva del amor solo puede permanecer, por así 
decirlo, “contaminado”. Y empieza a compor-
tarse con los demás como el Señor hace con él: 
se vuelve más misericordioso, más comprensivo, 
más disponible, supera su rigidez y se abre a los 
demás»59.
Orar es decir «Padre»
Hablar de la trascendencia es hablar de un tú. 
Francisco tiene claro que ese tú que está al otro 
lado en el diálogo con nosotros tiene rostro. Es 
el Padre. Es el Hijo el que nos lo ha revelado. 
En el hijo vemos el rostro visible del Dios invi-
sible, como dice san Pablo. Jesús, rompiendo el 
enigma de un nombre impronunciable, nos ha 
revelado su rostro y nos ha enseñado a llamar a 
Dios, Padre. Más aún, a llamarlo cariñosa y fa-
miliarmente Abbá, Papá. Esto es algo nuclear y 
también novedoso. 
Podemos decir Abbá por el Espíritu que habi-
ta en nosotros. Lo hacemos «por medio del Espí-
ritu Santo», dice Francisco. Así es la estructura de 
la revelación: «Oramos al Padre, en el Hijo, por 
59 Francisco, Discurso a la familia vicenciana con motivo 
del IV centenario de su fundación, Roma, 14 de octubre de 
2017.
47
el Espíritu Santo». «El Espíritu es el que enseña 
desde dentro, desde el corazón, cómo decir Padre 
y cómo decir Nuestro haciendo la paz con todos 
nuestros enemigos»60.
Podemos llamar así a Dios «porque es un Pa-
dre –dice Francisco– lleno de ternura». Así lo 
sentimos en la oración, pues la oración cristiana, 
tal y como nos la ha enseñado Jesús es, en defi-
nitiva, dice Francisco, un «ponerse en manos de 
Dios con amor filial» (hermosa definición). En 
una de sus catequesis sobre la Eucaristía, Fran-
cisco dice rotundamente: «Orar es saber decir 
Padre. Si no soy capaz de llamar “Padre” a Dios, 
entonces no soy capaz de rezar»61. Tenemos que 
aprender a decir Padre, esto es, «a ponernos en su 
presencia con confianza de hijos»62.
Las catequesis de Francisco sobre el Padre-
nuestro son, verdaderamente, excepcionales63. 
Jesús nos ha enseñado a orar con esas palabras. 
Francisco nos las va desgranando en estas cate-
quesis, frase por frase. No podemos abordar aquí 
todo lo que dice Francisco sobre el Padrenuestro, 
ni suplir la lectura de lo que nos ha propuesto en 
60 Francisco, Homilía en Santa Marta, 20 de junio de 
2013. 
61 Cf. Francisco, La santa misa. Catequesis sobre la Eucaris-
tía, Publicaciones Claretianas, Madrid 2018, p. 17.
62 Cf. Ibídem.
63 Cf. Francisco, Señor, enséñanos a orar. Catequesis sobre 
el Padrenuestro, Publicaciones Claretianas, Madrid 2019.
48
dichas enseñanzas. Lo importante, en definitiva, 
es que comprendamos quién es ese Padre, cómo 
es y cómo nos piensa a nosotros. Él es elque nos 
ha amado primero, el Misericordioso, el que nos 
abre a la fraternidad y por eso decimos nuestro, el 
que se preocupa por todos nosotros, por nuestra 
salvación, por la realidad concreta de cada uno 
sin anestesiarla, «por cada inquietud que se lanza 
hacia el cielo», dice Francisco. 
«No rezamos al Padre de un “todos” genérico o 
demasiado anónimo, sino a Aquel que te ha ge-
nerado, que te ha dado la vida, a ti, a mí, como 
persona individual. Es el Padre “que te acompa-
ña en tu camino”, quien conoce toda tu vida, 
toda»64. 
Y es que la oración solo se comprende unida 
a la vida real y concreta. Él es el Padre de todos. 
Esto nos hace hermanos. La fraternidad y la pre-
ocupación por los demás es una nota netamente 
cristiana. Es una preocupación compartida por 
muchas personas de buena voluntad, incluso 
no creyentes, pero para nosotros es insoslayable. 
Los demás son nuestros hermanos. Eso hace que 
haya un vínculo con el otro que tiene un carácter 
afectivo que añade un plus a la mera solidaridad. 
Esta nota de la fraternidad, por lo general, no es 
subrayada por otras espiritualidades. Podría ser la 
prueba del nueve en el discernimiento para ver si 
64 Francisco, Homilía en Santa Marta, 28 de junio de 
2013.
49
nuestra oración, unida al misterio Pascual, como 
veremos más adelante, está bien enfocada. «Se 
reza con el tú y con el nosotros»65.
Junto a esto, también quisiera llamar la aten-
ción sobre una cuestión que el Papa ha subrayado 
en numerosas ocasiones. Es lo referido a la ora-
ción de súplica u oración de petición. Si antes de-
cíamos que a la alteridad divina la adorábamos, 
ahora decimos que a este Padre, cercano y lleno 
de bondad, le pedimos. 
Para Francisco, fijémonos en sus palabras, la 
oración de petición, «lejos de ser una forma dé-
bil de fe es la forma de oración más auténtica, 
espontánea, pues cree en Dios que es Padre, que 
es bueno, que es omnipotente. Es una oración 
noble. Dios, que es Padre, tiene una inmensa 
compasión de nosotros y quiere que le hablemos 
llamándolo “Padre” también en las dificultades». 
Estamos necesitados de Dios. No somos autosu-
ficientes. En el libro Mente abierta, corazón cre-
yente, encontramos ya hace años esta afirmación 
de Bergoglio: «Negar que la oración de petición 
sea superior a las otras oraciones, es la soberbia 
más refinada, pues sólo cuando somos pedigüe-
ños nos reconocemos criaturas»66. Algunos teó-
65 Francisco, Señor, enséñanos a orar. Catequesis sobre el Pa-
drenuestro, Publicaciones Claretianas, Madrid 2019, p. 37.
66 Francisco, Mente abierta, corazón creyente, Publicacio-
nes Claretianas, Madrid 2013, p. 20.
50
logos han puesto en cuestión la razón de ser de 
este tipo de oración. Frente a esto, en Gaudete et 
exsultate el Papa insiste: «No quitemos valor a la 
oración de petición, que tantas veces nos serena 
el corazón y nos ayuda a seguir luchando con es-
peranza» (GE 154). 
«Y la oración debemos hacerla con este espíritu 
de fe: creo, Señor, pero ayuda mi poca fe. Las 
pretensiones de lógicas mundanas, sin embargo, 
no llegan hasta el cielo, al igual que las peticiones 
autorreferenciales no son escuchadas»67.
Francisco nos ha invitado a vivir con sencillez 
y sinceridad nuestra oración: 
«Orad siempre, pero no para convencer al Señor 
a fuerza de palabras. Él sabe, mejor que nosotros, 
qué necesitamos. Precisamente, la oración perse-
verante es expresión de la fe en un Dios que nos 
llama a combatir con Él cada día y cada momen-
to para vencer el mal a fuerza de bien»68.
Francisco nos ha advertido también de que 
hemos de enfocar bien nuestro corazón cuando 
dirigimos a Dios nuestras oraciones: 
«La oración no es una buena práctica para poner 
un poco de paz en el corazón y, todavía menos, 
un medio piadoso para obtener de Dios aquello 
que me sirve. Si fuese así, se trataría de un sutil 
egoísmo: rezo para estar bien, como si me toma-
67 Francisco, Audiencia general, 14 de febrero de 2018.
68 Angelus, 20 de octubre de 2013.
51
se una aspirina. No, no es así. La oración es otra 
cosa, es una obra de misericordia espiritual que 
quiere llevar todo al corazón de Dios: “tómalo 
tú, que eres Padre”. […] En una palabra, signifi-
ca confiárselo: confiarle la Iglesia, confiarle a las 
personas, confiarle las situaciones al Padre. Por 
esto la oración es la mejor arma que tenemos, 
una llave que abre el corazón de Dios. […] Es la 
fuerza más grande de la Iglesia que no debemos 
nunca perder»69.
La recomendación sobre la insistencia en la 
oración que suele dar Francisco va en esa mis-
ma línea. La oración es siempre insistente, pedi-
güeña, humilde y confiada a la vez70 en ese Dios 
Padre que está al final de todo, que nos escucha, 
nos da lo que nos conviene y apuesta siempre por 
nosotros.
«Orar siempre no quiere decir que haya que re-
citar continuamente oraciones, jaculatorias, in-
vocaciones para vivir en la presencia del Señor. 
A veces nos faltan las palabras y nuestras oracio-
nes se convierten en gemidos inenarrables (Rm 
8,26) suscitados por el Espíritu Santo, que es el 
Maestro de la oración.
[…] Como en las relaciones entre las personas, la 
oración no siempre está hecha de palabras, pero 
siempre es un verdadero encuentro en el que es-
69 A los grupos de oración del Padre Pío de Pietrelcina, 6 de 
febrero de 2016.
70 Francisco, Homilía en Santa Marta, 6 de diciembre de 
2013.
52
tamos en la presencia del Señor, que está siempre 
con nosotros (cf. Mt 28,20) y que nos da siem-
pre su amor, misericordia y esperanza, incluso 
cuando nos regaña y hace que nos remuerda la 
conciencia para estimularnos a la conversión»71. 
Además, Francisco nos invita a que nuestra 
oración sea atrevida, incluso molesta: 
«En la oración sed siempre entrometidos. La ora-
ción es un trabajo que nos pide voluntad, nos 
pide constancia, nos pide determinación, sin pa-
sar vergüenza. ¿Por qué? Porque estoy llamando 
a la puerta de mi amigo. Dios es amigo, y con un 
amigo yo puedo hacer esto. Una oración cons-
tante, entrometida»72.
Por otro lado, Francisco nos ha invitado a co-
nocer mejor siempre a este Padre a quien nos di-
rigimos. ¿Cómo conocerlo mejor? La clave nos la 
da al recomendarnos leer todos los días siquiera 
unos versículos del Evangelio. «La lectura diaria 
del Evangelio nos ayuda a vencer el egoísmo y a 
seguir con decisión a Jesús, el Maestro», ha dicho 
Francisco en uno de sus tuits73. En esto, como 
en tantas cosas, El Papa predica con el ejemplo, 
ya lo hemos visto. Él es el primero que ora todos 
los días con la Palabra de Dios. Por ello lo re-
71 Cf. Francisco, La preghiera. Il respiro della vita nuova, 
LEV, Ciudad del Vaticano 2019, p. 195.
72 Francisco, Homilía en Santa Marta, 11 de octubre de 
2018.
73 Francisco (@Pontifex_es), tuit del 21 de agosto de 2015.
53
comienda, sobre todo a los pastores (aunque no 
solamente), pues el pastor extrae de la Escritura 
para sí y para los demás la fuerza que Dios ha 
depositado en ella. Es el principal sostén del pres-
bítero, su principal fuente para conocer a Cristo. 
Sin duda, conocer la Escritura es conocer a Cristo 
(san Jerónimo).
Necesitamos, había dicho san Juan Pablo II, 
acercarnos a la Palabra «con corazón dócil y 
orante», para que penetre a fondo en nuestros 
pensamientos y sentimientos. El creyente se deja 
estremecer por la palabra de Dios. Es parte de esa 
alteridad entre el yo y el tú. El creyente es oyente 
de la Palabra, no oyente de sí mismo. En Vultum 
Dei quaerere (VDQ), un documento dirigido a la 
vida contemplativa, Francisco dirá a las monjas 
claustrales que no solo ellas, sino «toda la Igle-
sia necesita volver a descubrir la centralidad de 
la Palabra de Dios» (VDQ 19), pues la Palabra 
de Dios es, como decía Juan Pablo II, la «fuente 
primera de toda espiritualidad» (Vita consecrata, 
n. 94). 
Nuestra carne en oración
En las catequesis sobre el Padrenuestro, Fran-
cisco nos ha indicado que ese diálogo filial al que 
nos hemos referido es íntimo y confidencial, e 
incluso busca el silenciopara escuchar mejor y 
54
discernir74. El amor, sin duda, necesita momen-
tos de silencio. Pero, a su vez, Francisco nos ad-
vierte en su magisterio de que ese silencio no nos 
puede llevar a caer en la tentación escapista, más 
propia de ese neo-gnosticismo del que nos ha 
hablado en la exhortación Gaudete et exsultate, 
que tiende a huir de la carne, de la historia, a 
quedarse en el mundo de las ideas, desconectado 
de la vida. Aunque la oración requiera también 
apartarse al silencio, «este nunca es evasión que 
niega el mundo que nos rodea». «El cristiano no 
deja el mundo fuera de la puerta de su habitación 
cuando va a rezar, sino que lleva en su corazón 
personas, situaciones, problemas y muchas otras 
cosas». La verdadera oración, dice Francisco, 
«nos remite siempre al amor al prójimo y así, pa-
radójicamente, nos acerca más a Dios» (GE 152). 
Así reza la Iglesia en ese bello himno de la Li-
turgia de las Horas: 
«Padre nuestro 
padre de todos 
líbrame del orgullo 
de estar solo.
No vengo a la soledad 
cuando vengo a la oración, 
pues sé que, estando contigo, 
con mis hermanos estoy; 
74 Cf. Francisco, «Señor, enséñanos a orar». Catequesis sobre 
el Padrenuestro, Publicaciones Claretianas, Madrid 2019. 
55
y sé que, estando con ellos, 
tú estás en medio, Señor»75.
Es una insistencia de Francisco al hablar de 
la oración. Para él, la oración cristiana es lo más 
opuesto al escapismo, al intimismo que busca 
consuelo en uno mismo: es, más bien, una mira-
da de esperanza y confianza, es expresión de la fe 
en el poder de Dios, que es amor y nos acompaña 
siempre en el camino de la vida. Creemos en un 
Dios con nosotros, en un Dios que se ha hecho 
historia por su encarnación y quiso hacerse uno 
de nosotros para salvarnos. 
No se puede orar al margen de la vida y de 
la historia. Ni de la nuestra propia, ni de la de 
los demás. En un escrito del año 2007, decía el 
entonces cardenal Bergoglio que «situarnos ple-
namente en nuestra dimensión trascendente no 
tiene nada que ver con separarnos de las cosas 
creadas […] El misterio de la Encarnación es el 
que marca la línea divisoria entre la trascenden-
cia cristiana y cualquier forma de espiritualismo 
o trascendentalismo gnóstico»76. Una verdadera 
espiritualidad nunca puede pecar de ensimisma-
miento, de olvido del ser humano, de los demás, 
especialmente de los que más sufren y de los po-
bres. «El hombre –nos advirtió Juan Pablo II– es 
75 Liturgia de las horas. Himno del sábado de la Semana I.
76 J. M. Bergoglio, En tus ojos está mi palabra. Homilías y 
discursos de Buenos Aires (1999-2013), Publicaciones Cla-
retianas, Madrid 2018, p. 638.
56
el camino de la Iglesia […], camino trazado por 
Cristo mismo»77.
En el libro Mente abierta, corazón creyente, 
Francisco nos había dicho que hemos de Orar en 
la vida: «allí donde hay alegría, alabanza y acción 
de gracias; allí donde también hay lamento, do-
lor y súplica; está también la reflexión acerca de 
los problemas de la existencia»78.
Ahí es donde debemos volver a encontrarnos 
con ese Dios que pasa por nuestras vidas, actuan-
do de forma salvadora, como lo ha hecho a lo lar-
go de la historia de la humanidad y de la historia 
de cada uno de nosotros, si lo sabemos leer. Así, 
orar es recordar. Es traer a la memoria, volver a 
pasar por el corazón, las hazañas de Dios sobre 
nosotros. Recordar una y otra vez que Dios cami-
na con nosotros y agarrarnos a esa certeza. 
Francisco llama a esta memoria «deuteronó-
mica». Es una memoria agradecida a Dios por 
tanto bien realizado, como cuando el pueblo de 
Israel fue salvado de la mano de los egipcios por 
el Señor. Una memoria que siempre vuelve a la 
raíz de donde todo nace: Dios Padre.
«La oración es para mí, siempre, una oración 
“memoriosa”, llena de memoria, de recuerdos, 
de mi historia o de aquello que el Señor ha hecho 
77 Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptor hominis, n. 14.
78 Francisco, Mente abierta, corazón creyente, Publicacio-
nes Claretianas, Madrid 2013, p. 200.
57
en su Iglesia. Para mí es la memoria de aquello de 
lo que habla san Ignacio en la primera semana de 
los Ejercicios en el encuentro misericordioso con 
Cristo resucitado y me pregunto: ¿qué he hecho 
por Cristo?, ¿qué hago por Cristo?, ¿qué debo 
hacer por Cristo? Es la memoria de la que Ig-
nacio habla también en la contemplatio ad amo-
rem (contemplación para alcanzar amor) cuando 
pide traer a la memoria los beneficios recibidos. 
Pero, sobre todo, sé que el Señor se acuerda de 
mí. Yo puedo olvidarme de Él, pero sé que Él 
nunca, nunca, se olvida de mí. […] Es la memo-
ria deuteronómica de las obras de Dios que están 
en la base de la alianza entre Dios y su pueblo. Y 
es esta memoria la que me hace hijo y la que me 
hace ser también padre»79.
«Dios no es un spray, una nebulosa»80, ha di-
cho muchas veces Francisco. Dios interviene en la 
historia de los hombres y de los pueblos con una 
voluntad clara: su voluntad es salvadora. Explica 
Francisco en esas catequesis del Padrenuestro que, 
cuando decimos «hágase tu voluntad», estamos 
pidiendo, en definitiva, que vuelva a buscarnos 
y a salvarnos, pues su voluntad es siempre salva-
dora81. La oración confía porque tiene memoria. 
79 Entrevista con el P. Spadaro en La Civiltà Cattolica III, 
2013, pp. 476-477.
80 Francisco, Homilía en Santa Marta, 18 de abril de 
2013. Ver también la homilía del 9 de octubre de 2014.
81 Cf. Francisco, Señor, enséñanos a orar. Catequesis sobre 
el Padrenuestro, Publicaciones Claretianas, Madrid 2019, 
pp. 57-60.
58
Incluso en las momentos más difíciles o en las 
pruebas más duras.
Orar es interceder
«Rezad por mí» es la petición constante que 
hace el papa Francisco. Con ella suele concluir sus 
intervenciones en público y sus encuentros perso-
nales. Es una especie de «cantinela» a la que ya esta-
mos habituados. Sin embargo, no debe escapárse-
nos la profundidad de tal petición. El Papa, que se 
hace mendigo de nuestra oración, nos enseña, con 
su ejemplo, que no se puede hacer nada sin la ayu-
da divina: es necesario ponerse en manos de Dios 
para cualquier cosa que queramos hacer. 
La oración de intercesión es otro de los núcleos 
importantes en los que Francisco insiste cuando ha-
bla de la oración. Esta oración intercesora preten-
de, dice Francisco, conmover el corazón del Padre 
que, como en la parábola del amigo inoportuno (Lc 
11,5-13), acaba por inclinar el oído para conceder 
lo que se le pide a favor de otros. El papa Francisco 
es un hombre de confianza y cree profundamente 
en las palabras del Evangelio: «Pedid y se os dará, 
buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá la puerta» 
(Mt 7,7). 
La oración de intercesión tiene un valor parti-
cular, dice Francisco en el número 154 de Gau-
dete et exsultate, porque es un «acto de confianza 
en Dios y, al mismo tiempo, una expresión de 
amor al prójimo». Según el Papa, «la oración de 
59
intercesión expresa el compromiso fraterno con 
los otros cuando en ella somos capaces de in-
corporar la vida de los demás, sus angustias más 
perturbadoras y sus mejores sueños». El papa 
Francisco, en una de sus homilías, ha pedido in-
cluso que no dejemos de orar e interceder por los 
políticos, «incluso por los que no piensan como 
nosotros»82.
La oración de intercesión nace de la sensibi-
lidad hacia el prójimo como hijo de Dios y her-
mano nuestro. «Escuchar la voz de Dios en la 
oración nos hace ver, oír, conocer el dolor de los 
demás»83. De ahí nace la oración de intercesión. 
Pocos meses después del inicio de su pontificado, 
Francisco decía en una audiencia, hablando so-
bre la comunión de los santos: 
«La comunión de los santos nos recuerda que no 
estamos solos, sino que hay una comunión de 
vida entre todos los que pertenecen a Cristo. Por 
eso, nuestra fe necesita del apoyo de los demás, 
especialmente en los momentos difíciles. ¡Qué 
bello es sostenernos los unos a los otros en la 
maravillosa aventura de la fe!»84. 
82 Francisco, Homilía en Santa Marta, 16 de septiembrede 2019.
83 Francisco, Discurso en el encuentro con sacerdotes, reli-
giosas, religiosos, consagrados, consagradas y seminaristas en 
la catedral de Kaunas, Lituania, 23 de septiembre de 2018.
84 Audiencia general, 30 de octubre de 2013.
60
Esta oración es de especial relevancia para los 
pastores: «¡Cuántos dramas tienen que ver, tantas 
veces, en su interacción pastoral con la gente! Eso 
cansa el alma y te lleva a la oración de interce-
sión»85. Los pastores saben bien de la importan-
cia de la oración de súplica por todo su pueblo. 
En medio de tanta actividad fuerte de acciones y 
celebraciones, han de recordar permanentemen-
te el responsorio de la liturgia al que aludíamos 
antes: «Éste es el que ama a sus hermanos, el que 
ora mucho por su pueblo» (II Vísperas del común 
de Pastores). Ciertamente, la oración del pastor 
es una oración con un doble vínculo: «habitada 
tanto por el Espíritu que clama a Dios llamán-
dolo Abba, Padre, como por el pueblo que le fue 
confiado»86.
Liturgia y oración 
No quisiera pasar por alto la cuestión de la 
oración común que se expresa en la liturgia. El 
Papa no ha ofrecido hasta el momento un pen-
samiento ex profeso sobre esta cuestión, ni parece 
que la liturgia forme parte de las grandes priori-
85 Francisco, Discurso en el encuentro con sacerdotes y consa-
grados, Génova, 27 de mayo de 2017.
86 Francisco, A mis hermanos presbíteros. Carta a los sa-
cerdotes en el 160 aniversario de la muerte del cura de Ars. 
(4 de agosto de 2019), Publicaciones Claretianas, Madrid 
2019, p. 22.
61
dades de este pontificado87. Sin embargo, Fran-
cisco sí ha dicho algunas cosas que nos ofrecen el 
marco o la clave fundamental para comprender 
cómo hemos de vivir la oración litúrgica, que se-
gún él es lugar donde se expresa la fe del pueblo 
de Dios (lex orandi, lex credendi), «…lugar de la 
comunión inclusiva de todos y de edificación de 
todo el pueblo de Dios», ha dicho Francisco. «La 
liturgia no es la expresión de una piedad personal, 
para mí, sino de la piedad de todo el pueblo»88. 
Francisco ha invitado a que se siga profundi-
zando en la reforma litúrgica que viene del Con-
cilio Vaticano II, y que ha calificado de «irrever-
sible»89.
El pensamiento de Francisco sobre la oración 
litúrgica está en estrecha relación con la misión. 
Alaba la sencillez y la belleza de la liturgia (cf. 
EG 24), pero también nos advierte de aquellos 
que «se preocupan por el cuidado ostentoso de la 
liturgia sin preocuparse de que el Evangelio ten-
ga una real inserción en el pueblo fiel de Dios y 
en las necesidades concretas de la historia. Así, 
la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de 
museo o en una posesión de pocos» (EG 95). 
87 cf. M. Augé, «El papa Francisco y la liturgia», Phase 349 
(2019) 9-20.
88 Cf. Francisco, «Discurso del Papa a los participantes de 
la 68ª Semana Litúrgica nacional de Italia (24 de agosto de 
2017)», L’Osservatore Romano, 25 de agosto de 2017.
89 Ibídem.
62
Francisco ha impartido también unas cate-
quesis sobre la Eucaristía y sus partes durante su 
pontificado. En la segunda de ellas habla de la 
Eucaristía como de «la oración por excelencia, la 
más alta, la más sublime y a la vez la más concre-
ta. Es el encuentro con Dios mediante su Palabra 
y el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Es un encuentro 
con el Señor que construye la Iglesia»90. Sin duda 
Francisco tiene en alta estima a la Eucaristía. 
En la exhortación Gaudete et exsultate, Fran-
cisco nos ha recordado que este encuentro con 
el Señor, que se realiza en la liturgia eucarística, 
tiene unas condiciones: «Nuestro culto agrada a 
Dios cuando allí llevamos los intentos de vivir 
con generosidad y cuando dejamos que el don de 
Dios que recibimos en él se manifieste en la en-
trega a los hermanos» (GE 104). Es importante 
la belleza del culto, pero también que no separe-
mos la liturgia de la caridad. Es una advertencia 
que nos hace el Papa en su línea habitual, preo-
cupado siempre por que lo secundario no nuble 
lo primario, y por que el Evangelio se traduzca 
en vida de fraternidad y en actos concretos que 
abracen la «carne», como nos enseñó Jesús. 
90 Francisco, La santa misa explicada a los creyentes. Ca-
tequesis sobre la Eucaristía, Publicaciones Claretianas, Ma-
drid 2018, pp.15-19.
63
La prueba del nueve
Como hemos visto, Francisco alude en sus in-
tervenciones y en sus palabras a la oración como 
algo que nos hace salir siempre de nosotros mis-
mos, porque nos va configurando más y más con 
Cristo, que es, como dice san Pablo, el rostro vi-
sible del Dios invisible. Y, en este camino de con-
figuración con Cristo, el Papa nos llama la aten-
ción sobre cómo la oración nos configura con 
Cristo, particularmente, en su misterio Pascual.
Nos dirá Francisco que para ver si nuestra ora-
ción nos une al Señor, tenemos que realizar la 
prueba del nueve de ver si este misterio Pascual va 
creciendo en nosotros. Nada mejor que sus pala-
bras para referirnos a cómo la oración alimenta 
en nosotros la vocación a seguir a Jesucristo en 
este camino de entrega de la propia vida: 
«Para ver si nuestra oración nos une al Señor, 
como nos enseña san Ignacio en los Ejercicios 
Espirituales, necesitamos verificar si esta men-
talidad pascual está creciendo en nosotros. Si la 
Pascua de Resurrección de Jesús para nosotros ya 
no es sólo un hecho que le sucedió a Él, sino que 
se convierte en nuestra manera de vernos a noso-
tros mismos, a las personas que nos rodean y al 
mundo en el que vivimos, entonces con la ayuda 
del Espíritu Santo podemos decir junto con el 
Señor: “Nadie me quita la vida: yo mismo la doy. 
Tengo el poder de darla y el poder de tomarla 
de nuevo” (Jn 10,18). Esta es la mentalidad de 
64
la Iglesia, del santo Pueblo fiel de Dios. Esta es 
la lógica de los santos, también de aquellos “de 
la puerta de al lado” (GE 6-9). La vida nueva se 
hace concreta en nosotros cuando comenzamos a 
vivir como Dios, entregándonos a nosotros mis-
mos. Y esto no es fruto de nuestra virtud o cuali-
dad (porque nuestras virtudes son siempre pocas 
e inestables) sino porque poco a poco acogemos 
su amor»91. 
91 Cf. Francisco, La preghiera. Il respiro della vita nuova, 
LEV, Ciudad del Vaticano 2019, p. 197.
65
Palabras Finales
No quisiera terminar este recorrido que he-
mos hecho sobre el tema sin referirme a unas 
palabras de primera mano que escuché directa-
mente de boca de Francisco. Se trata de un testi-
monio personal que, a mi juicio, nos da la clave 
de comprensión de todo lo que he querido ex-
poner en estas páginas. Contarlo no es traicionar 
la confianza de Francisco, pues no se trata de un 
secreto. Creo que nos puede edificar a todos. A la 
vez, es una de las razones por las que Francisco se 
me hace, realmente, más admirable. 
Era la víspera de su viaje apostólico a Chile. 
Había quedado con el P. Antonio Spadaro (di-
rector de La Civiltà Cattolica y editor de muchos 
libros de Francisco en Italia) para ir a entregar 
en propia mano a Francisco el libro En tus ojos 
está mi palabra92, que contenía todas sus homilías 
y discursos como pastor de Buenos Aires. Antes 
había tenido la suerte de ver al Papa en otras oca-
92 J. M. Bergoglio, En tus ojos está mi palabra. Homilías y 
discursos de Buenos Aires (1999-2013), Publicaciones Cla-
retianas, Madrid 2018.
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siones, con motivo de la misa en Santa Marta, 
fundamentalmente. Pero esta vez era especial. 
Era la primera vez que iba a estar hablando con 
el Papa largo y tendido. Estuvimos conversando 
más de hora y media. Al final de la conversación, 
al despedirme, le dije a Francisco que esperaba 
que le fuera bien el viaje a Chile, pues los me-
dios de comunicación estaban hablando mucho 
aquellos días sobre los problemas que había en la 
Iglesia de aquel país, con motivo del tema de los 
abusos a menores. 
Le pregunté: «¿Qué le espera en Chile?». Él 
me respondió: «No lo sé. Que hay problemas, 
hay problemas. No hay duda. Pero, en medio de 
los problemas, el Señor también está». Su respues-

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