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Manuales IsCR InstItuto supeRIoR de CIenCIas RelIgIosas unIveRsIdad de navaRRa Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu- ción, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con auto- rización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal). © 2016. Francisco Varo. Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA). Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - España. Tfno.: 948 25 68 50 - Fax: 948 25 68 54. e-mail: info@eunsa.es ISBN: 978-84-313-3131-3 | Depósito legal: NA 518-2016 Diseño cubierta: Pablo Cerezo Marín Imprime: Graphy Cems, Pol. Ind. San Miguel, 31132 Villatuerta (Navarra) Printed in Spain – Impreso en España FRANCISCO VARO PENTATEUCO Y LIBROS HISTÓRICOS EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A. PAMPLONA 44 Colección Manuales del InstItuto superIor de CIenCIas relIgIosas 1. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filosó- fica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristia- na y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangeliza- ción en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la doctrina cristiana son variados: • Padres y madres que quieren enriquecer su propia vida cristiana y la de su familia, cuidando la formación cristiana de sus hijos. • Catequistas y formadores que quieren adquirir una buena prepara- ción teológica para transmitirla a otros. • Futuros profesores de religión en la enseñanza escolar. • Profesionales de los más variados ámbitos (comunicación, economía, salud, empresa, educación, etc.) que necesitan una formación adecua- da para dar respuesta cristiana a los problemas planteados en su pro- pia vida laboral, social, familiar… o simplemente quienes sienten la necesidad de mejorar la propia formación cristiana con unos estudios profundos. 2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y bus- can un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor. Estas personas requieren un material valioso por su contenido doc- trinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal). Con el respaldo académico de la Universidad de Navarra, especial- mente de sus Facultades Eclesiásticas (Teología, Filosofía y Derecho Canónico), la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Educa- ción y Psicología, esta colección de manuales de estudio pretende res- 5 ponder a esa necesidad de formación cristiana con alta calidad profe- sional. 3. Las características de esta colección son: • Claridad doctrinal, siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Igle- sia Católica. • Exposición sistemática y profesional de las materias teológicas, filosó- ficas (y de otras ciencias). • Formato didáctico tratando de hacer asequible el estudio, muchas ve- ces por cuenta propia, de los contenidos fundamentales de las mate- rias. En esta línea aparecen en los textos algunos elementos didácti- cos tales como esquemas, introducciones, subrayados, clasificaciones, distinción entre contenidos fundamentales y ampliación, bibliografía adecuada, guía de estudio al final de cada tema, etc. José Manuel FIdalgo alaIz José luIs pastoR Directores de la colección 6 Formato didáctico Los manuales tienen un formato didáctico básico para facilitar tanto el eventual estudio del alumno por su cuenta, el autoestudio con preceptor / tutor, o la combinación de clases presenciales con profesor y estudio personal. Estas características didácticas son: 1. Se ha procurado simplificar los contenidos de la materia sin perder la calidad académica de los mismos. 2. Se simplifican los modos de expresión, buscando la claridad y la senci- llez, pero sin perder la terminología teológica. Nos parece importante, desde un punto de vista formativo, adquirir el uso adecuado de los términos teológicos principales. 3. En el cuerpo del texto aparecen dos tipos de letra en función de la rele- vancia del contenido. Mientras que la letra grande significa contenidos básicos de la materia, la letra pequeña significa un contenido más ex- plicativo de las ideas principales, más particular o más técnico. 4. En el texto aparecen términos o expresiones en formato negrita. Se pre- tende llamar la atención sobre un concepto clave a la hora del estudio personal. 5. Las enumeraciones y clasificaciones aparecen tipográficamente desta- cadas para facilitar la visualización rápida de los conceptos, su estudio y memorización. 6. Al principio de cada tema, inmediatamente después del titulo princi- pal, aparece una síntesis de la idea principal a modo de presentación. 7. En cada tema se presentan varios recursos didácticos: • Un esquema o sumario de la lección (sirve de guion de estudio y memorización). • Un vocabulario de palabras y expresiones usadas en el desarrollo del tema. Sirve para enriquecer el propio bagaje de términos aca- 7démicos y sirve también de autoexamen de la comprensión de los textos. • Una guía de estudio. Se trata de un conjunto de preguntas. El cono- cimiento de las respuestas garantiza una asimilación válida de los principales contenidos. • Textos para comentar. Pueden dar pie a lecturas formativas o a ejer- cicios (guiados por un profesor). 8. Se dispone al final de una bibliografía básica y sencilla de los princi- pales documentos que pueden servir para ampliar el contenido de la materia. 8 PRESENTACIÓN Comenzamos el estudio del Pentateuco y los Libros Históricos del Antiguo Testamento, una de las asignaturas en las que, seguro, vamos a disfrutar más mientras la estudiamos, a la vez que aprendemos cosas interesantes y útiles. Quienes se dediquen a la catequesis o a la enseñanza religiosa escolar, podrán encontrar en ella –aunque no es lo más importante– algo que les resultará muy útil: historias que atraen la atención. No simplemente relatos curiosos o divertidos, que esos sirven para algo pero al final distraen del objetivo prin- cipal. En la docencia se necesitan historias que, en sí mismas, lleven las ideas clave que se desea trasmitir. Pues bien, en pocas asignaturas encontraremos tantos relatos instructivos como en ésta para hablar de casi todo: del trabajo, del cuidado de la naturaleza, del matrimonio y la familia, de la vocación, de por qué cumplir los mandamientos de la ley de Dios no es una carga sino una liberación, de la importancia de la justicia y la solidaridad, de la acción del Espíritu Santo, y de muchas otras cuestiones. Además, cuando leamos despacio los textos bíblicos, iremos observando que hay en ellos muchos detalles que nos obligan a pensar acerca de cómo se han escrito esos textos, y esto nos permitirá asomarnos a su proceso de composi- ción: una aventura apasionante, porque asistiremos de cerca al modo concreto en que Dios se ha ido revelando a lo largo de los siglos, en unos marcos geo- gráficos e históricos concretos: Egipto, Mesopotamia, Siria, Persia, y especial- mente, Israel. Pero, sobre todo, tendremos ante nuestros ojos la Palabra de Dios que nos habla personalmente de cómo es el Señor, de cómo somos nosotros y de cómo 9podemos ser felices. En ella encontraremos el mejor alimento para que nuestra vida espiritual se fortalezca y se manifieste en las realidades concretas de la vida diaria. El libro de texto por excelencia para esta asignatura no es este manual. Es, di- rectamente, la Sagrada Biblia. Doy por supuesto que cada uno leerá completos todos y cada uno de los libros de los que nos ocuparemos. Aquí sólo pretendo ofrecer unas claves para aprender a realizar esa lecturaen la fe de la Iglesia. En la edición de la Biblia citada en la bibliografía final pueden encontrarse unos comentarios amplios al texto bíblico muy en consonancia con lo que aquí aprenderemos. Su lectura meditada y estudio ayudarán a conocer mejor estos libros de la Sagrada Escritura. Las demás obras citadas en esa bibliografía sir- ven para ampliar conocimientos acerca de los aspectos históricos, literarios y teológicos del Pentateuco y los Libros Históricos del Antiguo Testamento que, en este primer acercamiento, por la necesaria economía de tiempo y espacio, no se han podido tratar. 10 SUMARIO 1. EL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA PREDICACIÓN DE JESÚS Y DE LOS APÓS- TOLES • 2. LA RECEPCIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA IGLESIA PRIMITIVA • 3. EL ANTIGUO TESTAMENTO EN EL MAGISTERIO DE LA IGLE- SIA • En el Concilio Vaticano II • En el Catecismo de la Iglesia Católica • En la Exhortación Apostólica «Verbum Domini» A veces, en la conversación coloquial con católicos que tienen poca for- mación teológica es posible escuchar frases como: «yo no leo el Antiguo Testamento porque no quiero perder la fe», «yo no leo la Biblia porque me escandaliza», o algunas otras por el estilo. Se trata, como es obvio, de expresiones provocativas e injustas. Pero reflejan una realidad que pesa desde hace siglos sobre la gente sencilla, que al no saber qué responder a cuestiones concretas que se les plantean al leer los libros del Antiguo Testamento, los miran con recelo. Si en la Iglesia tenemos otros textos que presentan menos problemas y parece que ayudan más, ¿por qué gastar tiempo en estudiar unos libros, como el Pentateuco y otros análo- gos, que sí, es verdad, hablan de la acción Dios en el origen del mundo y en la historia de Israel, pero siempre en épocas pasadas y superadas? ¿No es una tarea fatigosa y, al fin y al cabo, superflua? ¿No sería más útil a los cristianos olvidarse de esos escritos y poner todo su empeño en conocer a Jesucristo, que es el Verbo encarnado y vivo? En esta lección vamos a aprender qué respuesta se da a esas preguntas en el Magisterio de la Iglesia, siguiendo la enseñanza de Jesús trasmitida en la predicación apostólica. TEMA 1 EL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA IGLESIA 111. El Antiguo Testamento en la predicación de Jesús y de los Apóstoles En los escritos del Nuevo Testamento los libros del Antiguo no son presenta- dos como rechazables ni superfluos, sino todo lo contrario, como imprescin- dibles para conocer a fondo a Jesucristo y comprender su enseñanza: • En el Sermón de la Montaña Jesús acepta la Ley de Israel (Mt 5,17-45), reconoce su autoridad y enseña que tiene un valor perenne, pero a la vez, esa perennidad va unida a la consecución de una plenitud que él mismo ha venido a darle, no abrogándola para sustituirla por otra, sino llevando a su culminación la enseñanza acerca de Dios y del hombre que contiene. • San Pablo, en su discurso en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (Hch 13,16-41), ofrece una buena muestra del modo en que los Apóstoles leen el Antiguo Testamento: Es consciente de que en esos libros se narran los comienzos del plan de salvación de Dios. Ahora bien, los acontecimientos narrados en ellos anuncian la pleni- tud de ese plan que culmina con la resurrección de Jesucristo. Por eso, con esos textos se puede entender que lo sucedido con Jesucristo forma parte del plan salvífico de Dios. • En todos los textos del Nuevo Testamento es posible observar esa apa- rente tensión entre continuidad con el Antiguo y superación, que sólo se entiende bien a la luz de la pedagogía divina, de esas acciones de un Dios que ha ido manifestándose de modo progresivo, paso a paso, con hechos que tienen un valor en sí mismos y a la vez prefiguran realidades que los superan sin reemplazarlos, simplemente proporcionándoles la plenitud a la que estaban destinados. • De otra parte, el modo en que el Nuevo Testamento acude al Antiguo ma- nifiesta que los hechos narrados en la Biblia no quedaron consignados en ella para satisfacer nuestra curiosidad histórica, sino porque tienen algo que enseñar hoy, en la plenitud de los tiempos (un buen ejemplo de esto es lo que dice 1 Co 10,1-11). 12 2. La recepción del Antiguo Testamento en la Iglesia primitiva El empleo del Antiguo Testamento en los textos más antiguos del cristianismo primitivo no incluidos en el Nuevo Testamento es análogo al que se ha obser- vado en los textos canónicos. Dentro de su sencillez, es interesante fijarse en lo que hace la Didaché, tal vez el más antiguo de tales escritos conocido hasta el momento. Esa obra comienza así: «Doctrina del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles. Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte (Jer 21,8), pero grande es la diferencia entre estos caminos. Ahora bien, el camino de la vida es éste: En primer lugar, amarás a Dios, que te ha creado; en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22,37-39; Mc 12,30-31; cfr. Dt 6,5; Lv 19,18). Y todo aquello que no quieres que se haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro (Mt 7,12; Lc 6,31)» (Didaché I,1-2). Desde su inicio se puede comprobar que el punto de referencia básico lo constituye la enseñanza de Jesucristo, en continuidad con lo enseñado por Dios en el Antiguo Testamento, como es el caso de los mandamientos del Deuteronomio o del Levítico. Y especialmente significativa es la amonestación que hace tras exponer los mandamientos y deberes de los cristianos en los diversos ámbitos de su vida: «Mira no abandones los mandamientos del Señor, sino que guardarás lo que has recibido, sin añadir ni quitar nada» (Didaché IV,13). La fórmula «sin añadir ni quitar nada» es típica del Antiguo Testamento cuan- do se amonesta al pueblo a mantener una estricta fidelidad a lo mandado por el Señor en la Torah (cf. Dt 13,1). Pero esos «mandamientos del Señor» en la Didaché no son los de la Torah tal cual, sino los del Evangelio, aunque se da por supuesto que éste no contradice a aquellos mandamientos, sino que con- creta el modo de cumplirlos en plenitud. La convicción reflejada en el propio Nuevo Testamento de que el Antiguo sólo se entiende en plenitud a la luz del misterio de Cristo se mantuvo inalterable en la teología patrística. Es bien conocida la anotación de San Jerónimo en el prólogo de su Comentario a Isaías: «Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: Estudiad las Escrituras, y también: Buscad, y encontraréis, para que no tenga que decirme, como a los judíos: Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios. Pues, si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo». 133. El Antiguo Testamento en el Magisterio de la Iglesia El Magisterio de la Iglesia ha prestado una particular atención al Antiguo Tes- tamento en los tiempos recientes. El Concilio Vaticano II fue el primer concilio ecuménico en dedicarle todo un capítulo de una Constitución Dogmática, en concreto Dei Verbum. Más recientemente, la Exhortación Apostólica Verbum Domini de Benedicto XVI ha hablado con bastante detenimiento acerca de la lectura cristiana del Antiguo Testamento. 3.1. En el Concilio Vaticano II Como síntesis autorizada de la fe de la Iglesia acerca de esta cuestión puede servir lo que el Concilio Vaticano II enseña en la Constitución Dogmática Dei Verbum sobre el Antiguo Testamento: Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus pro- mesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moisés, de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos de Dios con los hombres, y, hablandoel mismo Dios por los Profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre las gentes. La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: “Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza” (Rm 15,4) (n.14). En consecuencia, los libros del Antiguo Testamento y en particular aquellos de los que nos ocupamos en esta asignatura: • Relatan y muestran la revelación de Dios a Israel. No tienen como ob- jetivo prioritario dejar constancia para las generaciones posteriores de anécdotas ni detalles accesorios, sino poner de manifiesto las palabras y acciones de Dios en el desarrollo de la economía salvífica. De este modo permiten conocer al Dios verdadero a través de lo que se narra en ellos. • En continuidad con lo que aquí se afirma, la Declaración Nostra aetate del propio Concilio Vaticano II afirma que la Iglesia ha recibido la revelación 14 del Antiguo Testamento por medio de Israel, aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia, se dignó establecer su Alianza, y con el que se mantiene espiritualmente unida (n. 4). • Esos mismos libros recibidos de Israel son también cauce de la Palabra de Dios, siempre actual en la Iglesia. Por lo que respecta a las dificultades que se pueden plantear cuando se leen en sí mismos algunos pasajes de estos libros, el Concilio señala a continuación cuál es el objetivo principal de estos libros y, en consecuencia, cómo han de ser acogidos: La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para prepa- rar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico. Mas los libros del Antiguo Testa- mento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que ex- presan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación (n.15). En esta ocasión, pues, se señala que • Los libros del Antiguo Testamento han de ser recibidos por las enseñanzas que en ellos se contienen, sabiendo que son testimonio de una pedagogía divina. • Tanto los elementos de la revelación a Israel que narran, como ellos mis- mos como escritos sagrados, no sólo tienen sentido en sí mismos, sino tam- bién en cuanto preparan la plenitud de la salvación que se da en Cristo. • Por tanto, cuando el Antiguo Testamento se lee retrospectivamente a la luz de Cristo es posible percibir en él ese designio, a la vez que se percibe la distancia entre el punto concreto del desarrollo progresivo de la Reve- lación en que se encuentra cada texto y el punto final de ese proceso. De ahí que la interpretación cristiana del Antiguo Testamento reclama que se distingan cuidadosamente las fases sucesivas de la historia de la salvación en el desarrollo de la Revelación, evitando mezclar confusamente lo que es propio de cada etapa. Eso requiere que la interpretación teológica integre plenamente la literaria y la histórica. 15Por último, en continuidad con lo que la fe del pueblo de Dios había percibido desde los orígenes del cristianismo y san Agustín había formulado expresa- mente, se recuerda que Antiguo y Nuevo Testamento son inseparables: Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sa- biamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo (n. 16). Así, pues, para los cristianos todo el plan salvífico de Dios se va desarrollando hasta alcanzar su plenitud en Jesucristo. 3.2. En el Catecismo de la Iglesia Católica El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por San Juan Pablo II en 1992, subraya algunas de las ideas ya expresadas en los textos del Concilio Vaticano II acerca de la unidad del Antiguo y Nuevo Testamento, y explica con más detalle el modo en que la Iglesia ha esclarecido esa unidad: La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos (cf. 1 Co 10,6.11; Hb 10,1; 1 P 3,21), y después constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino en los dos Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce en las obras de Dios en la Antigua Alianza prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la persona de su Hijo encarnado (n. 128). La tipología significa un dinamismo que se orienta al cumplimiento del plan divi- no cuando «Dios sea todo en todos» (1 Co 15,28). Así la vocación de los patriarcas y el éxodo de Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios por el hecho de que son al mismo tiempo etapas intermedias (n. 130). El propio Catecismo volverá a explicar qué se entiende por tipología, y seña- lar algunos ejemplos de este uso en el Nuevo Testamento, cuando dice que la catequesis pascual del Señor, y luego la de los Apóstoles y los Padres de la Iglesia se articula sobre la armonía de Antiguo y Nuevo Testamento: Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis «tipológi- ca», porque revela la novedad de Cristo a partir de «figuras» (tipos) que la anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza. Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son explicadas (cf. 2 Co 3,14-16). Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la salvación por el Bautismo (cf. 1 P 3,21), y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo (cf. 1 16 Co 10,1-6); el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía «el verdadero Pan del Cielo» (Jn 6,32) (n. 1094). 3.3. En la Exhortación Apostólica «Verbum Domini» La Exhortación Apostólica Verbum Domini de Benedicto XvI, de fecha 11 de septiembre de 2010, es un documento relevante para la comprensión católica del Antiguo Testamento. Este documento ofrece unas claves adecuadas para la interpretación bíblica hoy. Cuando se publicó, ya había pasado casi medio siglo desde la conclusión del Concilio Vaticano II, y se tenía una perspectiva adecuada de la recepción de los textos conciliares, así como de los nuevos retos que se estaban planteando a la reflexión teológica con el progreso de las investigaciones sobre la Biblia llevadas a cabo en esos años. Las líneas maes- tras de sus aportaciones tienen como punto de partida las ideas centrales del Concilio, y asumen algunos desarrollos posteriores en la comprensión católica de la Escritura: • En continuidad con Dei Verbum, la reflexión sobre la Palabra de Dios se enmarca en el ámbito de la Revelación, que tiene lugar en la historia. Los libros sagrados testimonian la historia de la salvación, que no es una mitología sino una verdadera historia y, por tanto, su estudio requiere el empleo de los procedimientos propios de la investigación histórica seria, como el histórico-crítico y otros métodos de análisisdel texto desarrolla- dos recientemente (cf. Verbum Domini, 32). • Como lo hace el Nuevo Testamento, se reconoce el Antiguo como Palabra de Dios y se acepta, por tanto, la autoridad de las Sagradas Escrituras del pueblo judío (cf. Verbum Domini, 40). • A la vez que se deja constancia de la importancia insustituible del Antiguo Testamento para los cristianos, se destaca la originalidad de la lectura cris- tológica (cf. Verbum Domini, 41). Los cristianos leemos el Antiguo Testa- mento a la luz de Cristo muerto y resucitado, y proclamamos que, en el misterio de la vida, muerte y resurrección de Cristo, las Sagradas Escritu- ras del pueblo judío han encontrado su perfecto cumplimiento. Por eso, se puede afirmar con Hugo de San Víctor que «toda la divina Escritura es un solo libro y este libro es Cristo» (cf. Verbum Domini, 39). • Desde los tiempos apostólicos la Iglesia ha mostrado la unidad del plan divino en los dos Testamentos gracias a la tipología, que no tiene un ca- rácter arbitrario sino que pertenece intrínsecamente a los acontecimientos narrados por el texto sagrado. Pero esta lectura tipológica no deprecia el 17valor intrínseco de las Escrituras de Israel concediéndoles sólo un valor secundario de anticipación, sino que, al contrario revela lo inagotable de su contenido a la vez que lleva a reconocerle el valor de revelación que poseen (cf. Verbum Domini, 41). • La constatación de la diferencia profunda y radical entre las lecturas judía y cristiana de las Escrituras de Israel, en modo alguno implica hostilidad recíproca. Por el contrario, el ejemplo de san Pablo (cf. Rm 9-11) demues- tra que una actitud de respeto, de estima y de amor hacia el pueblo judío es la sola actitud verdaderamente cristiana. Ambas lecturas reconocen la autoridad de esos libros y comparten en ellos sus raíces espirituales (cf. Verbum Domini, 43). • El Antiguo Testamento es tan imprescindible para la fe cristiana que las eventuales dificultades que pudieran presentarse en la lectura de algu- nos pasajes más difíciles no debe ser óbice para su completa recepción y amplia difusión. Más bien constituye un incentivo para proporcionar a los fieles la competencia adecuada para interpretar correctamente esos pasajes enseñándolos a leer los textos en su contexto histórico-literario y a la luz del misterio pascual de Jesucristo (cf. Verbum Domini, 42). 18 Ejercicio 1. Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: • Antiguo Testamento • Nuevo Testamento • Sagradas Escrituras del pueblo judío • Sermón de la Montaña • Ley de Israel • Sinagoga • Prefiguración de realidades • Textos canónicos • Didaché • Deuteronomio • Levítico • Teología patrística • Constitución Dogmática • Exhortación Apostólica • Declaración (de un Concilio) • Economía de la salvación • Revelación • Pedagogía divina • Latente – patente • Tipología Ejercicio 2. Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. En algunos pasajes del Antiguo Testamento se narran hechos violentos o in- morales ¿Conviene que, a pesar de todo, un cristiano lea la Biblia completa? ¿Por qué? 2. ¿Podrías sintetizar en pocas palabras la actitud con la que Jesús y los Apóstoles leen el Antiguo Testamento? 3. La entrega de la Ley de Dios a Moisés en el monte Sinaí ¿es el punto de referen- cia básico para la fe y la moral cristiana? 4. ¿Por qué dice San Jerónimo que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo? ¿No bastaría con saber el catecismo? 5. Los textos de la Biblia ¿han sido escritos para que tengamos una información histórica precisa de los acontecimientos más importantes del antiguo Israel? 6. ¿Puede un católico desentenderse de la tradición judía y del pueblo de Israel? 7. ¿Dónde alcanza su plenitud la Revelación divina? ¿En la Escritura? 8. De acuerdo con el Magisterio de la Iglesia, ¿la interpretación católica de la Sa- grada Escritura puede prescindir por completo de la investigación histórica y literaria de los textos bíblicos? 19 9. ¿Es posible entender a fondo el Nuevo Testamento sin conocer bien el Anti- guo? ¿Por qué? 10. ¿Cuáles son los documentos más importantes del Magisterio de la Iglesia acer- ca de la interpretación del Antiguo Testamento? Ejercicio 3. Comentario de texto Lee los siguientes textos y haz un comentario personal, poniéndolos en rela- ción, a la luz de los contenidos aprendidos: «Al investigar el misterio de la Iglesia, este Sagrado Concilio recuerda los vínculos con que el Pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la raza de Abra- ham. Pues la Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se en- cuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los cristianos, hijos de Abraham según la fe, están incluidos en la vocación del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud. Por lo cual, la Igle- sia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles. Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a Judíos y Gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí mismo. La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del Apóstol Pablo sobre sus herma- nos de sangre, «a quienes pertenecen la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas; y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne”» (Rm 9, 4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo» (Concilio Vatica- no II, Nostra aetate, 4). * * * 20 «No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla» (Mt 5,17-18). «Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que in- sulte a su hermano será reo ante el Sanedrín; y el que le maldiga será reo del fuego del infierno» (Mt 5,21-22). «Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón» (Mt 5,27-28). «Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé el libelo de repudio. Pero yo os digo que todo el que repudia a su mujer –excepto en el caso de fornicación– la expone a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio» (Mt 5,31-32). «También habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en vano, sino que cumplirás los juramentos que le hayas hecho al Señor. Pero yo os digo: no juréis de ningún modo; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey» (Mt 5,33-35). «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale tam- bién la otra» (Mt 5,38-39). «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores» (Mt 5,43-45).21 SUMARIO 1. LECTURA DEL LIBRO DEL GÉNESIS • Los orígenes del mundo y del hom- bre • Los orígenes del pueblo elegido • 2. RELECTURAS DEL LIBRO DEL GÉNESIS, Y SU RECEPCIÓN EN LA FE DE LA IGLESIA • El Verbo y el Espíritu en la creación • María, nueva Eva • El arca de Noé y el Bautismo • El sacrificio de Abrahán • Sacerdote según el orden de Melquisedec • La escala de Jacob y el combate de la oración • José, vendido por unas monedas de plata Una vez que tenemos claro el marco de referencia que propone la Iglesia para una lectura católica del Antiguo Testamento comenzamos por el primero de sus libros, el Génesis. Se trata de un libro apasionante, tanto por su contenido como por las cuestiones que plantea acerca de cómo se escribió y por su riquísimo aporte a la teología. En esta lección nos limitaremos a asomarnos a su contenido y al modo en que se han interpretado en la Iglesia sus pasajes más relevantes. Lo que se refiere a su composición lo veremos más adelante, junto con to- dos los libros del Pentateuco. TEMA 2 GÉNESIS 22 1. Lectura del libro del Génesis En la Biblia Hebrea el Génesis se llama Bereshit, «en el principio», y este nom- bre es adecuado por ser el primero de la lista. Pero, sobre todo, es el libro que se remonta a los orígenes. Trata de la creación, es decir, del origen del mun- do (Gn 1,1–11,26), y de los patriarcas (Gn 12,1–50,26), esto es, del origen de Israel. Estas son sus dos grandes secciones, cada una con sus características singulares. • En la primera, el gran protagonista es Dios. • En la segunda son los hombres de la familia que Él eligió para hacer ella un pueblo de su propiedad, santo entre las naciones. Abrahán es el personaje que está en el centro de los primeros capítulos de esta sección, aunque aparecen otros importantes, como Sara su esposa y, al final, su hijo Isaac. Cuando muere Abrahán, muy pronto la narración se centra en Jacob, uno de los dos hijos de Isaac. En los últimos capítulos la figura central será José, un hijo especialmente amado de Jacob. En su conjunto, el Génesis presenta el designio originario de Dios para el mundo, para el hombre y para su pueblo amado, el proyecto que otorga sen- tido a su existencia. 1.1. Los orígenes del mundo y del hombre Cuando se comienza a leer el Génesis lo primero que uno se encuentra es un pasaje solemne y perfectamente estructurado, donde se explican los orígenes del mundo y del hombre como obra de un único Dios que, mediante su pa- labra, crea todo cuanto existe y comprueba, desde el primer instante, que se trata de algo bueno (Gn 1,1–2,4a): • Durante los tres primeros días Dios fue creando los elementos que marcan unos límites en el caos primitivo y establecen un espacio ordenado. La luz, que es separada de las tinieblas, para que haya día y noche. El firmamento o cielo, que separa las aguas de arriba y de abajo. Cuando las aguas de abajo se reúnen, aparecen los mares y la tierra, y en la tierra crecen las plantas. • El cuarto día fueron creados los cuerpos celestes para separar y poner orden en el tiempo, así como para fijar el calendario de las fiestas. En ese marco espacio-temporal recién creado, Dios irá poniendo a los seres vivos en los días siguientes. 23• El día quinto, puebla los aires con las aves y las aguas con cetáceos y peces. • El día sexto, llena la tierra de animales salvajes, reptiles y ganado, y cul- mina su obra con la creación del ser humano a su imagen y semejanza. El hombre y la mujer reciben la bendición de la fecundidad, para que tengan una gran descendencia, y se les otorga el dominio sobre animales y plan- tas, sobre todo cuanto hay en la tierra. Por último, se señala una vez más, y de modo más solemne, que «vio Dios todo lo que había hecho; y he aquí que era muy bueno» (Gn 1,31). • El séptimo día, Dios descansó (cf. Gn 2,2). El primer gran relato del Génesis se cierra con cierta solemnidad: «Éstos fue- ron los orígenes del cielo y de la tierra al ser creados» (Gn 2,4a). Inmediatamente detrás de este primer relato de la creación (Gn 1,1 –2,4a) se encuentra una nueva exposición del mismo tema, que emplea un lenguaje más figurativo y una narración menos esquematizada y mucho más fluida que la anterior (Gn 2,4b–4,16): • Se dice que el Señor «hizo» (en este relato no se utiliza la palabra «creó») al hombre y a la mujer, y los situó en el jardín del Edén, donde les impu- so el mandato de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. • Sin embargo, la serpiente sedujo a la mujer, y ésta comió de su fruto, y lo dio de comer al hombre. Como consecuencia de su desobediencia, el Señor los expulsó del Edén, pero no obstante, desde el comienzo les abrió una esperanza de salvación. • La primera pareja humana engendró hijos e hijas, que pronto sufrieron las consecuencias del desorden introducido por el pecado: Caín mató a Abel. • Por último se habla de Caín y de sus descendientes, así como de la estirpe de Set. En Gn 5,1, a partir del primer hombre, Adán, se inicia una larga genealogía de patriarcas que llega hasta Noé. A medida que discurre el tiempo, el desorden introducido en la humanidad por el pecado se hace cada vez mayor, hasta el extremo de que al Señor le pesó el haber hecho al hombre (Gn 5,1–6,8). Al cabo de varias generaciones, en tiempos de Noé, se dice que la tierra se había corrompido, y que Dios decidió llevar a cabo un exterminio, del que sólo se salvarían Noé y su familia, con algunas parejas de animales de todas las especies (Gn 6,9–8,22). Dios le manda construir un arca, y Noé la hace. Una vez terminada su construcción, entra en ella junto con su familia y animales de todas las especies, y comienza el diluvio que haría perecer todos los seres que 24 viven en tierra firme. Al cabo de bastantes días retrocedieron las aguas, Noé salió del arca con los suyos y ofreció sacrificios a Dios. En la trama argumental del Génesis parece que se ha producido una retrac- tación de la bendición de fecundidad que Dios había otorgado al principio: «Creced, multiplicaos, llenad la tierra» (Gn 1,28), ya que, excepto la familia de Noé, todo ser humano ha perecido bajo las aguas. Pero Dios siempre cumple sus promesas y, una vez que ha quedado constancia de la maldad del pecado, renueva esas bendiciones al cesar el diluvio: «Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles: Creced, multiplicaos y llenad la tierra» (Gn 9,1). Además, para ratificar ese compromiso, estableció una alianza con Noé y con toda la nueva humanidad que habría de descender de él. Finalmente Noé murió (cf. Gn 9,29). Tras la muerte de Noé, se inicia una nueva sección, esta vez constituida por las genealogías de los descendientes de Noé que repoblaron la tierra. Cada uno de los hijos de Noé engendró a muchos hijos; en la genealogía de todos ellos se integran las familias de todos los pueblos que habitan en la tierra. La ben- dición divina de fecundidad hecha a Noé muestra su eficacia. Pero de nuevo, la herida introducida en la naturaleza humana por el pecado vuelve a generar desórdenes. La humanidad, constituida por muchos pueblos, estaba unida, pero se dejó llevar por la arrogancia. Los hombres, al sentirse con fuerzas para emprender por sí mismos grandes tareas, decidieron edificar una torre para hacerse famosos. Dios castigó su altanería confundiendo sus lenguas, y tuvo lugar en Babel la dispersión del género humano (Gn 10,1–11,9). Una vez concluido el relato de la torre de Babel, se introduce una genealogía directa que comienza en Sem, hijo de Noé, y termina en Abrán. Se enlaza así todo lo narrado hasta ahora acerca de los orígenes con el inicio de los relatos patriarcales (Gn 11,10-26). RELATOS BABILÓNICOS ACERCA DE LA CREACIÓN El lenguaje empleado en los relatos de estos primeros capítulos del Génesis tiene algunos puntos en común con los relatos míticos de los pueblos vecinos. Los mitos que nos han legado los pueblos antiguos, especialmente Mesopotamia, Egiptoy Canaán, no pueden considerarse sin más como historias falsas. Ciertamente son re- latos imaginativos, producto de la fantasía, pero no pretenden engañar sino que son expresiones simbólicas de realidades que no pueden ser expresadas en un lenguaje 25 racional. Ya hablaremos más adelante, de éste y otros modos de expresión que eran de uso común en el próximo oriente antiguo y que son empleados en la Biblia, aun- que de un modo singular y al servicio de la trasmisión de unas verdades reveladas por Dios. Para hacernos cargo de las similitudes y diferencias, puede ser útil leer algunos pá- rrafos de un poema babilónico muy antiguo, denominado Enuma Elis por sus prime- ras palabras, compuesto entre los siglos xxiii y xx a. C., que contiene un hermoso mito sobre la Creación de los hombres, que comienza así: Cuando el cielo fue separado de la tierra, y cuando la diosa madre fue creada, cuando la tierra fue formada y modelada, cuando se establecieron los destinos del cielo y de la tierra, cuando las regatas y los canales fueron bien trazados y establecidas las orillas del Tigris y el Éufrates, entonces… los dioses se instalaron en bellos santuarios y se pusieron a pensar en la creación: «Ahora que están establecidos los destinos del cielo y de la tierra, ¿qué vamos a crear?, ¿qué vamos a hacer?… Inmolemos los dioses Lagma, y creemos a los hombres con su sangre». En adelante les incumbe el servicio de los dioses; tendrán que garantizar los límites de los campos, deberán poner en sus manos picos y espuertas, habrán de construir la gran morada de los dioses… deberán regular el curso de los canales y hacer crecer abundantemente las plantas, tendrán que hacer que la abundancia reine en el país, habrán de celebrar la fiesta de los dioses. Es bonito, a la vez que cruel. Los hombres hechos con sangre de dioses. Ya sabían las gentes de Babilonia que los hombres no somos figuras de sangre solidificada. Por eso, y por muchos otros motivos, no se pueden leer estos poemas como si nos ofrecieran una descripción técnica de la Creación, que no lo pretenden en absolu- to. Pero, en un lenguaje simbólico y con gran fuerza poética, dejan claro que el ser humano no es un objeto, ni siquiera un animal más de cuantos viven sobre la tierra, porque tiene un algo divino, ha sido hecho con «sangre de dioses». Esta expresión 26 tan audaz es una muestra más de que los mitos son expresiones simbólicas de reali- dades que no se aciertan a expresar en un lenguaje racional. Pero en ese texto, además de reparar en la grandeza que se reconoce al ser humano con ese modo de expresarse, conviene advertir que los hombres son hechos para trabajar: garantizar los límites de los campos, tener en sus manos picos y espuertas, regular el curso de los canales, hacer crecer las plantas… 1.2. Los orígenes del pueblo elegido Una vez narrada la «historia de los orígenes» (Gn 1,1–11,26), comienzan las «historias patriarcales», que están protagonizadas respectivamente por Abra- hán (Gn 11,27–25,11), Jacob (Gn 25,19–35,28) y José (Gn 37,2–50,26). a) Abrán - Abrahán El redactor del Génesis abre el ciclo de Abrán (Gn 11,27–25,11) con la fórmula: «Ésta es la descendencia de Téraj: Téraj engendró a Abrán, Najor y Arán. Arán engendró a Lot» (Gn 11,27). Una vez presentada la familia más cercana de Abrán, se dice algo que va a ser decisivo en el resto del libro e incluso en los libros que seguirán a continua- ción. El Señor llama a Abrán y le hace una promesa solemne, a la vez que le pide que se fíe de él y le obedezca: «El Señor dijo a Abrán: Vete de tu tierra y de tu patria y de casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré; de ti haré un gran pueblo, te bendeciré, y engrandeceré tu nombre que servirá de bendición. Bendeciré a quienes te bendigan, y malde- ciré a quienes te maldigan; en ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra» (Gn 12,1-3). Las bendiciones que se habían otorgado a la humanidad en general desde su creación, la fecundidad y el dominio sobre la tierra (cf. Gn 1,28-29), ahora se reiteran de modo específico a Abrán y a sus descendientes, de modo que será a través de ellos como esas bendiciones lleguen a la humanidad entera. Todos los relatos contenidos en esta sección tienen como tema de fondo la promesa divina, promesa que más adelante será ratificada con una alianza. De entrada, ante el requerimiento divino, Abrán confía y obedece, de modo que se pone en marcha: 27• Enseguida el patriarca llega a Egipto y allí escapa de una situación com- prometida diciendo que su esposa es su hermana (Gn 12,10-20). • De regreso a la tierra prometida se separa de su sobrino Lot y cada uno se establece con su familia en una zona distinta (Gn 13,1-18). • Seguidamente hace frente en una batalla a una coalición de cuatro grandes reyes (Gn 14,1-16), y después de vencerlos tiene lugar un encuentro con Melquisedec, a quien le dio el diezmo de todo (Gn 14,17-24). • Después de estos sucesos el Señor establece la Alianza (Gn 15,1-21) en la que le ratifica de modo incondicionado la promesa de la tierra: «Aquel día el Señor estableció una alianza con Abrán, diciéndole: A tu descen- dencia daré esta tierra, desde el río de Egipto, hasta el gran río, el río Éufrates» (Gn 15,18). • Como Abrán era avanzado en días y su mujer era estéril, ésta decidió en- tregarle a su esclava Agar para que le diera descendencia; de ella nacería Ismael (Gn 16,1-16). • Seguidamente Dios le renueva su Alianza (Gn 17,1-8), esta vez ratifican- do en primer lugar la promesa de una descendencia numerosa: «Ésta es mi alianza contigo: Serás padre de multitud de pueblos. No te llamarás más Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, porque te he constituido padre de multitud de pueblos. Te multiplicaré enormemente, haré que salgan pueblos de ti, y nacerán de ti reyes. Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia futura de generación en generación, como alianza perpetua, para ser yo tu Dios y el de tu descendencia futura. Te daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, toda la tierra de Canaán, como propiedad perpetua; y seré su Dios» (Gn 17,4-8). • A continuación, tiene lugar el mandato de la circuncisión –que es obedeci- do por Abrahán– como señal de la alianza, y la promesa de que su esposa Sara le dará un hijo (Gn 17,9-27). Hasta aquí, Dios ha hecho sus promesas, Abrahán se ha fiado de su palabra y ha abandonado su residencia en Caldea, donde su familia estaba asentada, para ir a la tierra que le Señor le ha prometido. El Señor y Abrahán han rati- ficado su compromiso mediante alianzas, pero nada se ha cumplido ni hay indicios de que las promesas se estén ya haciendo realidad. Llega por fin el tiempo en que se comenzará a vislumbrar el cumplimiento de las promesas: 28 • En Mambré, tres misteriosos personajes, a los que Abrahán ha acogido en su tienda, le anuncian el próximo nacimiento de un hijo con Sara así como la destrucción de Sodoma y Gomorra, de la que la intercesión audaz de Abrahán logra salvar a Lot y a su familia (Gn 18,1-33). • Cuando Lot y sus dos hijas han escapado, cada una de ellas yace con su padre, después de emborracharlo; de ellas nacerían los moabitas y los am- monitas (Gn 19,1-38). • Mientras tanto, Abrahán se traslada a Guerar, donde de nuevo recurre a la estratagema de presentar a su mujer como hermana para evitar peligros (Gn 20,1-18). • Finalmente, nace Isaac, el hijo de Sara, y al poco tiempo Abrahán expulsó a Agar con su hijo Ismael, y se dirigió a Berseba (Gn 21,1-21). • Cuando parecía que empezaba a vislumbrarse en Isaac el comienzo del cumplimiento de las promesas divinas, Dios pide a su padre que se lo ofrez- ca en sacrificio. Abrahán obedece, pero es detenido en el último instante antes de darle muerte, una vez que ha probado su fidelidad (Gn 22,1-19). • Llega, después, el momento de la muerte de Sara. Abrahán compró a Efrón el hitita un campo en Macpelá, donde había una cueva en la quepudo enterrar a su esposa. Se comienza a incoar así, con la posesión de ese terreno, la promesa de la tierra que el Señor le había hecho (Gn 23,1-20). • Inmediatamente después, Isaac se casa con Rebeca (Gn 24,1-67). A partir de aquí también se vislumbra que el cumplimiento de la promesa de una descendencia numerosa es posible, aunque de momento sólo queda abier- ta la puerta de la esperanza. • Por último, Abrahán murió y fue sepultado junto a Sara, su mujer (25,1-11). Una vez concluido el extenso relato de la historia de Abrahán, se abre una breve sección en la que se habla de la descendencia de Ismael, hijo de Abrahán y de la esclava Agar (Gn 25,12-18). b) Jacob - Israel Una vez terminada la genealogía de los descendientes de Ismael, comienza la narración de los acontecimientos ligados a la línea genealógica derivada de Isaac, el hijo de Abrahán según la promesa divina. Si en la historia de Abrahán el patriarca era el gran protagonista de los relatos, ahora Isaac se mantendrá en un segundo plano porque su hijo Jacob asumirá desde el primer momento el papel más destacado. 29• De hecho, este nuevo ciclo narrativo (Gn 25,19–35,28) se inicia con el naci- miento de Esaú y Jacob, gemelos, hijos de Isaac y Rebeca (Gn 25,19-26). • El primogénito de Isaac es Esaú, pero vendió su primogenitura a Jacob (Gn 25,27-34), y será Jacob quien realmente herede las promesas hechas a su padre. • Siguen algunos episodios que tienen como protagonistas a Isaac y Abi- mélec, rey de Guerar (Gn 26,1-35); en uno de ellos se repite el ya conocido engaño de presentar a su mujer como si fuera su hermana. • Cuando Isaac es anciano se dispone a dar la bendición a su primogénito, pero mediante una simulación, y con la complicidad de su madre, Jacob logra suplantar a Esaú en la bendición paterna (Gn 27,1-46). • Tras recibir la bendición paterna, Jacob se dirige a Padam Aram. En el camino, al pernoctar en Betel, tiene el sueño de una escalera que une el cielo y la tierra, manifestando simbólicamente la accesibilidad de Dios y su cercanía. Allí el Señor le ratifica la continuidad de las promesas hechas a sus padres y Jacob hace un voto a Dios en aquel lugar, al que denomina Betel (Gn 28,16-22). • Llegado a casa de su tío Labán, contrae matrimonio con Lía y Raquel y goza de unos años de prosperidad (Gn 29,1–30,43). • Un día Jacob escapa con su familia de casa de Labán llevándose los dioses domésticos. Labán se entera del robo de que ha sido objeto y da alcance a Jacob en el camino; finalmente, después de dialogar, llegaron a un acuerdo y establecieron un tratado (Gn 31,1-54). • En su regreso hasta la casa de su padre se suceden varios acontecimientos. El más significativo es su lucha durante toda la noche con un personaje misterioso, que tras preguntarle cómo se llamaba le cambia el nombre, con una explicación también cargada de misterio: «Ya no te llamarás más Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con hombres, y has podido» (Gn 32,29). • De regreso, se encuentra con su hermano Esaú (Gn 33,1-20); algunos de sus hijos tienen problemas con los habitantes de Siquén (Gn 34,1-31) y se dirige de nuevo a Betel (Gn 35,1-15). • Tras la narración de la muerte de Raquel y el incesto de Rubén, el texto hace un recuento de los doce hijos de Jacob. Por último se narra la muerte de Isaac, su padre (Gn 35,16-29). 30 Llegado ese momento, se aprovecha para dejar constancia de la descendencia de Esaú, primer hijo de Isaac, antes de que éste desaparezca por completo de la escena narrativa del Génesis. c) José A partir de este momento la figura de José, hijo de Jacob y Rebeca, se con- vertirá en el protagonista de todo lo que sigue hasta el final del Génesis (Gn 37,2–50,26). • Jacob amaba con especial predilección a José, por lo que sus hermanos, arrastrados por la envidia, lo vendieron a unos mercaderes madianitas que se dirigían a Egipto (Gn 37,2-36). • Al llegar allí entró al servicio de un alto funcionario llamado Putifar (Gn 39,1-6). Pero José fue encarcelado debido a las calumnias que la esposa de Putifar levantó contra él por resistirse a sus insinuaciones (Gn 39,7-23). • En prisión dio muestras de sus habilidades para interpretar sueños, y su fama llegó hasta el faraón, que lo mandó llamar para que le interpretase un sueño que había tenido y del que no sabía cuál sería su significado: siete vacas flacas devoraban a siete vacas gordas, todas ellas salidas del Nilo, y siete espigas delgadas surgían inmediatamente después de siete espigas bien granadas, y José le explicó que tras siete años de prosperidad vendrían otros siete años de escasez (Gn 40,1–41,36). • Agradecido por la sabiduría manifestada al haberle interpretado el sueño, el faraón lo puso al frente de la administración de los bienes de su casa y del país (Gn 41,37-57). • Poco después, los hijos de Jacob bajaron a Egipto a comprar grano, debido a que hubo una gran escasez en la tierra de Canaán, y allí se encontraron a José en su alto cargo (Gn 42,1–44,34). Ellos no lo reconocieron hasta que él se les dio a conocer, e invitó a Jacob y a los suyos a que se instalasen en Egipto para participar de su prosperidad (Gn 45,1-28). • Jacob y sus hijos con sus familias se establecieron en la tierra de Gosén, donde Jacob murió después de haberlos bendecido (Gn 46,1–50,14). • Finalmente también murió José, tras haber anunciado que sus descendien- tes regresarían a la tierra prometida a Abrahán, Isaac y Jacob (Gn 50,15-26). De este modo, se cierra el libro del Génesis, con una conclusión abierta hacia el futuro. 31 EL TRASFONDO CULTURAL DE LOS RELATOS PATRIARCALES La historia del próximo oriente en la antigüedad es relativamente bien conocida gracias a la arqueología y a algunos testimonios literarios extrabíblicos, que propor- cionan un fondo histórico y cultural en el que bien pudieron tener lugar muchos de los detalles particulares que han sido transmitidos en las tradiciones patriarcales. En los archivos descubiertos en Nuzi, una ciudad situada al sureste de Nínive, se encontraron unas tablillas que ilustran algunos aspectos de la vida de los patriarcas. Las gentes de Nuzi eran hurritas, un pueblo de origen armenio que invadió Mesopo- tamia y fundó un Estado en zona «amorrea» durante los siglos xvi y xv a. C., adoptan- do muchos elementos de dicha cultura. Una de las costumbres amorreas conocidas por esas tablillas ayuda a comprender las, en principio, asombrosas palabras de Sara a Abrahán (Gn 16,2): «Mira, el Señor me ha hecho estéril, acércate por favor a mi esclava, y quizá tenga hijos de ella». Pues bien, en una de esas tablillas se alude a que el matrimonio tenía como fin engendrar hijos, hasta el punto de que si la esposa no podía, debía suplir esta deficiencia ofre- ciendo una esclava al marido para que engendrara en su lugar. También las tribus que reconocían a Jacob como epónimo de su clan conservaban tradiciones muy antiguas con detalles anecdóticos iluminados por los hallazgos arqueológicos. Por ejemplo, en las tablillas de Nuzi se refleja el hecho de que las bendiciones orales y las últimas voluntades eran tenidas como algo muy serio y se consideraban irrevocables. Esto puede explicar por qué Isaac no cambia su bendi- ción sobre Jacob, incluso una vez descubierto el engaño del que había sido objeto. Según los textos de Nuzi, la posesión de los terafim familiares (estatuillas de dioses domésticos) era de la mayor importancia: no sólo garantizaban una vida próspera, sino que aseguraban a su poseedor la recepción de la herencia. Estos pasaban del padre a los hijos varones, y si no los había, a las hijas. Labán en principio tenía dos hijas, Lía y Raquel, pero parece que después tuvo hijos varones (Gn 30,35), por lo que Jacob y su familia no tenían derecho a retenerlos en su poder, y por eso llevárselos es considerado un robo (Gn 31,30). 32 2. Relecturas del libro del Génesis, y su recepciónen la fe de la Iglesia En la Iglesia primitiva se acudió con frecuencia a diversos pasajes del libro del Génesis, señalando en ellos tipos y figuraciones de realidades que fueron conocidas a la luz de la plenitud de la Revelación dada en Jesucristo, mucho después de la composición de este libro. Veamos algunos ejemplos. 2.1. El Verbo y el Espíritu en la creación En el primer capítulo del Génesis, lo que Dios dice –por ejemplo «haya luz»–, inmediatamente se hace –«hubo luz»–. Esto es, Dios crea por medio de su palabra. Pero a la vez, en ese mismo relato, se hace notar la presencia de un viento, o soplo, o espíritu –que todo eso significa rúaj en hebreo–, que se cierne sobre un mundo todavía en desorden. Se puede afirmar, pues, que en el ori- gen de todo lo creado están la Palabra de Dios y su rúaj. De ahí que algunos Padres de la Iglesia, en esas palabras iniciales del Génesis, hayan visto una alusión a la presencia del Espíritu Santo como Persona divi- na, que actúa, junto con el Padre y con el Verbo, en la creación del mundo. Por eso San Ireneo dice que «sólo existe un Dios…: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su Sabiduría» (S. Ireneo, Adversus haereses, 2,30,9), y más adelante señala que las ha hecho «por el Hijo y el Espíritu», que son como «sus manos» (ibid., 4,20,1). La tradición cristiana entiende la creación como obra común de la Santísima Trinidad, y los Padres descubren en las propias palabras del Génesis unos indicios de esta realidad. 2.2. María, nueva Eva El paralelismo antitético que se establece en el Nuevo Testamento entre Cristo y Adán tiene diversas manifestaciones concretas, que se pueden extender a otros detalles de los relatos de la creación: • la obediencia de Cristo restaura la desobediencia de Adán, • el árbol de la Cruz –donde tuvo lugar la redención– contrasta con el árbol de la ciencia del bien y del mal –de donde procede el pecado–, • e incluso María, la madre de Jesús, es la nueva Eva. 33María es verdaderamente «madre de todos los vivientes» (cf. Gn 3,20) porque es madre de los que participan mediante la gracia en la vida divina, mientras que Eva había llegado a ser la madre de los que han muerto por el pecado. En esta línea, la literatura cristiana presta una gran atención a las palabras que el Génesis, después del pecado, pone en boca del Señor, dirigiéndose a la serpiente, antes de expulsar a Adán y Eva del jardín del Edén: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón» (Gn 3,15). Este pasaje ha sido llamado Protoevangelio, ya que es el primer anuncio de un combate entre la serpiente y el linaje de la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta. 2.3. El arca de Noé y el Bautismo Otro episodio que reclamó una particular atención en las primeras lecturas cristianas del Génesis fue el del diluvio. El arca de Noé, en la que encontraron su salvación los que iban en ella, mien- tras que perecieron ahogados todos los demás hombres y animales de la tie- rra, es vista como figura del Bautismo (cf. 1 Pe 3,20-21) que abre las puertas de la Iglesia, sacramento universal de salvación. Noé y su familia son una prefiguración de los bautizados. Al final del diluvio, la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo (cf. Gn 8, 8-12). Cuando Jesús sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él (cf. Mt 3, 16 y par.; San Cirilo de Jerusalén, Ca- techesis 17,7). De ese modo se entiende que el Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. 2.4. El sacrificio de Abrahán A la luz del Nuevo Testamento la narración del sacrificio de Abrahán e Isaac se comprende como una alegoría del sacrificio de Jesús en la cruz: • La generosidad de Abrahán, dispuesto a sacrificar a su único hijo, el ama- do (cf. Gn 22,2), prefiguraba la magnanimidad de Dios, que «tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). 34 • La entrega de Isaac evoca la plena disponibilidad de Cristo, que aceptó plenamente ser entregado a la muerte (cf. Orígenes, Homilías sobre el Gé- nesis 10,5 y San Ambrosio, De Isaac 6 y 7). Como Isaac cargaba con la leña para el sacrificio, Jesús cargó con el leño de la Cruz donde entregaría su vida (cf. Jn 19,17). • La respuesta de Abrahán a la pregunta de Isaac resultaba profética: «Dios proveerá el cordero para el sacrificio» (Gn 22,8), pues esa víctima del sa- crificio redentor es el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). • Con el sacrificio de Jesús se hace posible que la mediación sacerdotal del pueblo nacido de Abrahán fuera eficaz ante todas las naciones «de modo que la bendición de Abrahán llegase a los gentiles en Cristo Jesús» (Ga 3,14a). La tradición litúrgica de la Iglesia ha visto, pues, en esa acción un anticipo de la generosidad de Dios Padre que nos proporciona la ofrenda más agra- dable que podemos ofrecerle: Jesucristo, su propio Hijo, verdadero cordero, ofrecido en sacrificio en la cruz. Así lo reconoce al proclamar la Plegaria Eucarística I: «te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo…». 2.5. Sacerdote según el orden de Melquisedec En el Nuevo Testamento, la misteriosa figura sacerdotal de Melquisedec (cf. Gn 14,18-20) es presentada como tipo del sacerdocio de Cristo, ya que Jesús, aunque no pertenece a la familia de Aarón, es realmente sacerdote. Además, Melquisedec, del que no se menciona su origen ni su destino final en el libro del Génesis, sino sólo su encuentro con Abrahán, prefigura la eternidad de su sacerdocio (cf. Hb 7,1-3). La liturgia de la Iglesia también ha visto prefigurada la Eucaristía en el pan y el vino presentados por Melquisedec, y éste es contemplado como figura de los sacerdotes de la nueva ley. Por eso, en la Plegaria Eucarística I se pide a Dios Padre: «Dirige tu mirada serena y bondadosa sobre esta ofrenda: acéptala, como acep- taste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec». 352.6. La escala de Jacob y el combate de la oración Dios renovó a Jacob, cabeza de las doce tribus de Israel, las promesas hechas a Abrahán. Entre los diversos episodios que el Génesis narra en la vida del patriarca, hay dos que fueron muy comentados entre los cristianos. El primero es el de la escalera que tocaba los cielos, y que Jacob vio en el sue- ño de Betel cuando huía de su hermano Esaú (cf. Gn 28,10-22). Los Padres de la Iglesia descubren en ella un profundo simbolismo: es el medio por el que se unen el cielo y la tierra: • Algunos interpretaron esa escala como la providencia divina que llega a la tierra me diante el ministerio de los ángeles. • Otros, en cambio, vieron en la escala un signo de la Encarnación de Cristo en la estirpe de Jacob, pues es entonces, efectivamente, cuando se unen lo divino y lo humano, al ser Cristo verdadero Dios y verdadero hombre. • En el Evangelio de San Juan, el sueño de Jacob se ve cumplido en la glori- ficación de Jesucristo a través de su muerte en la cruz: «En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre» (Jn 1,51). De ahí que otros comentaristas consideren que la escala que vio Jacob repre- senta la cruz por la que Cristo, y los cristianos, alcanzan la gloria del cielo. El segundo pasaje que ha reclamado una mayor atención, de entre los prota- gonizados por Jacob, es el de su lucha, durante toda una noche, con un perso- naje misterioso que se niega a revelarle su nombre, pero que lo bendice antes de dejarle, al amanecer (cf.Gn 32,25-31). El carácter misterioso del personaje que lucha con Jacob ha hecho que se le hayan dado diversas interpretaciones en la tradición cristiana: • Algunos Santos Pa dres, como San Jerónimo y San Agustín, entendieron que se trataba de un ángel bueno, ya que ésta es la forma más frecuente de revelarse Dios en el Antiguo Testamento. • Orígenes, por el contrario, pensó que se trataba de un ángel malo, el demonio. • Otros, como San Justino o San Ambrosio, sugieren que era el Hijo de Dios, el Verbo, que más tarde se haría hom bre; o un ángel que prefiguraba a Cristo. • También ha sido entendida aquella lucha en un sentido espiritual, como tipo de la lucha interior y de la eficacia de la oración, que vence al mismo Dios (cf. Sb 10,12). 36 2.7. José, vendido por unas monedas de plata La intuición cristiana ha visto en José, vendido por sus hermanos por veinte monedas de plata (cf. Gn 37,28), una figura de Jesús, que fue traicionado por Judas a cambio de treinta monedas de plata (cf. Mt 26,15) (cf. Tertuliano, Ad- versus Marcionem III,18). Además, en las palabras que dirige a sus hermanos cuando se les da a conocer en Egipto, se ha observado que Dios, en su pro videncia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas: «no me enviasteis, por tanto, vosotros aquí, sino Dios… Vosotros planeasteis el mal contra mí, pero Dios lo planeó para el bien, para hacer, tal como hoy ocurre, que viviera un pueblo numeroso» (Gn 45,8; 50,20). Los cristianos comprenderían perfectamente esas palabras, ya que del mayor mal moral que se ha co metido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia (cf. Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cris- to y nuestra Redención. A partir del convencimiento de que las realidades, instituciones y personajes del Antiguo Testamento prefiguran y anuncian a los del Nuevo, no sólo se descubre en José un anuncio anticipado de Cristo, sino que, quizá por razón del nombre, se le ha comparado también con San José, el esposo de la Virgen Ma ría. Así lo hace, por ejemplo, san Bernardo en una hermosa homilía: «Aquel José vendido a causa de la envidia de sus hermanos y conducido a Egipto, prefiguraba que Cristo sería vendido: este otro José, huyendo de la envidia de Herodes, llevó a Cristo a Egipto. Aquél por fidelidad a su señor no quiso unirse a la mujer; éste, reconociendo virgen a su esposa, madre de su Señor, y guardando continencia, la custodió fielmente. A aquél se le dio el entender los misterios de los sueños; a éste se le ha concedido ser conocedor y partícipe de los sacramentos celestiales. Aquél guardó trigo, no para sí, sino para todo el pueblo; éste recibió el encargo de cuidar el pan vivo que baja del cielo, tanto para sí mismo, como para todo el mundo» (Homiliae super Missus est 2,16). 37 Ejercicio 1. Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: • Bereshit • Jardín del Edén • Genealogía • Diluvio • Alianza • Patriarcal • Promesa • Ratificar • Circuncisión • Moabita • Ammonita • Hitita • Primogenitura • Madianita • Calumnia • Rúaj • Verbo (con mayúscula) • Protoevangelio • Mediación sacerdotal • Gentiles • Encarnación de Cristo • Prefigurar Ejercicio 2. Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Quiénes son los cinco protagonistas principales del Génesis? 2. ¿Qué fue creado antes, según el relato de Génesis 1, el sol o la luz? ¿Sabes por qué? 3. ¿Cuántas veces se utiliza el verbo «crear» en el relato que habla del jardín del Edén? 4. ¿A partir de dónde tuvo lugar la dispersión del género humano por todas las regiones de la tierra? ¿Por qué se dispersaron? 5. ¿Quién fue Melquisedec? ¿Por qué se lo menciona en la Plegaria Eucarística I? 6. ¿Dónde enterró Abrahán a Sara, su mujer? 7. ¿Dónde tuvo lugar el sueño en el que Jacob vio una escalera que unía el cielo y la tierra? 8. ¿Por qué José se fue a vivir a Egipto? 9. ¿Cuáles son las dos manos de Dios Creador, según san Ireneo? 38 10. ¿En qué se basa san Bernardo para comparar a José el patriarca hijo de Jacob con san José, además de en su nombre? Ejercicio 3. Comentario de texto 1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal a la luz de los conteni- dos aprendidos: Dios mismo es quien ha creado el mundo visible en toda su riqueza, su diversidad y su orden. La Escritura presenta la obra del Creador simbólicamente como una secuencia de seis días «de trabajo» divino que terminan en el «reposo» del día sép- timo (Gn 1,1-Gn 2,4). El texto sagrado enseña, a propósito de la creación, verdades reveladas por Dios para nuestra salvación (cf. DV 11) que permiten «conocer la na- turaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la alabanza divina» (LG 36). Nada existe que no deba su existencia a Dios creador. El mundo comenzó cuando fue sacado de la nada por la palabra de Dios; todos los seres existentes, toda la na- turaleza, toda la historia humana están enraizados en este acontecimiento primor- dial: es el origen gracias al cual el mundo es constituido, y el tiempo ha comenzado (cf. S. Agustín, Gen. Man. 1,2,4). Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. Para cada una de las obras de los «seis días» se dice: «Y vio Dios que era bueno». «Por la condición misma de la creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden» (GS 36,2). Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad Infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso des- ordenado de las cosas, que desprecie al Creador y acarree consecuencias nefastas para los hombres y para su ambiente. La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión: las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en depen- dencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente. La belleza del universo: el orden y la armonía del mundo creado derivan de la diver- sidad de los seres y de las relaciones que entre ellos existen. El hombre las descubre 39progresivamente como leyes de la naturaleza que causan la admiración de los sa- bios. La belleza de la creación refleja la Infinita belleza del Creador. Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su voluntad. La jerarquía de las criaturas está expresada por el orden de los «seis días», que va de lo menos perfecto a lo más perfecto. Dios ama todas sus criaturas (cf. Sal 145,9), cuida de cada una, incluso de los pajarillos. Pero Jesús dice: «Vosotros valéis más que muchos pajarillos» (Lc 12,6-7), o también: «¡Cuánto más vale un hombre que una oveja!» (Mt 12,12). El hombre es la cumbre de la obra de la creación. El relato inspirado lo expresa dis- tinguiendo netamente la creación del hombre y la de las otras criaturas (cf. Gn 1,26). Existe una solidaridad entre todas las criaturas por el hecho de que todas tienen el mismo Creador, y que todas están ordenadas a su gloria: Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano Sol, que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor y lleva por los cielos noticia de su autor. Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado mi Señor! Y por la hermana tierra que es toda bendición, la hermana madre tierra, que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color, y nos sustenta y rige: ¡loado mi Señor! Servidle con ternura y humilde corazón, agradeced sus dones, cantad su crea- ción. Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén (S. Francisco de Asís, Cánticode las criaturas) El Sabbat, culminación de la obra de los «seis días». El texto sagrado dice que «Dios concluyó en el séptimo día la obra que había hecho» y que así «el cielo y la tierra fueron acabados»; Dios, en el séptimo día, «descansó», santificó y bendijo este día (Gn 2,1-3). Estas palabras inspiradas son ricas en enseñanzas salvíficas: En la creación Dios puso un fundamento y unas leyes que permanecen estables (cf. Hb 4,3-4), en los cuales el creyente podrá apoyarse con confianza, y que son para él el signo y garantía de la fidelidad inquebrantable de la Alianza de Dios (cf. Jr 31,35-37, Jr 33,19-26). Por su parte el hombre deberá permanecer fiel a este fundamento y respetar las leyes que el Creador ha inscrito en la creación. 40 La creación está hecha con miras al Sabbat y, por tanto, al culto y a la adoración de Dios. El culto está inscrito en el orden de la creación (cf. Gn 1,14). «Operi Dei nihil praepona- tur» («Nada se anteponga a la dedicación a Dios»), dice la regla de S. Benito, indicando así el recto orden de las preocupaciones humanas. El Sabbat pertenece al corazón de la ley de Israel. Guardar los mandamientos es corres- ponder a la sabiduría y a la voluntad de Dios, expresadas en su obra de creación. El octavo día. Pero para nosotros ha surgido un nuevo día: el día de la Resurrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. Y el octavo día comienza la nueva crea- ción. Así, la obra de la creación culmina en una obra todavía más grande: la Redención. La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera (cf. MR, vigilia pascual 24, oración después de la primera lectura). Catecismo de la Iglesia Católica, 337-349. * * * 2. Lee el texto de Gn 22,1-23 y haz un comentario personal. Antes, consulta al menos un buen comentario bíblico, y mira lo que el Catecismo de la Iglesia Católica y lo que los textos litúrgicos sugieren sobre él (para eso te ayudará consultar el índice bíblico que hay al final del Catecismo y de un buen Misal de fieles). 41 SUMARIO 1. LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO • La liberación de la esclavitud • El paso del mar Rojo • Del mar Rojo al Sinaí • 2. RELECTURAS DEL LIBRO DEL ÉXODO, Y SU RECEPCIÓN EN LA FE DE LA IGLESIA • La figura de Moi- sés • La Pascua • El paso del mar • El maná • La Ley de Dios El Génesis terminaba con los hijos de Israel establecidos en Egipto. El libro del Éxodo comienza allí, con los nombres de los hijos de Israel que bajaron a Egipto (Ex 1,1-2), y en él se narrarán los acontecimientos re- lacionados con la salida de aquel país de los clanes israelitas y el inicio del camino de regreso hacia la tierra prometida a sus padres, así como algunas leyes situadas en ese contexto. Al igual que en la lección anterior y las inmediatamente siguientes, en esta lección nos limitaremos a hablar de su contenido y del modo en que se han interpretado en la Iglesia sus pasajes más relevantes. Lo que se refiere a su composición lo veremos más adelante. TEMA 3 ÉXODO 42 1. Lectura del libro del Éxodo El libro comienza mencionando los descendientes de Jacob en Egipto, y se cie- rra cuando el relato del camino hacia la tierra prometida se interrumpe, poco después de la terminación y equipamiento del santuario. Está constituido por dos grandes secciones que configuran su estructura. En medio de ellas, se na- rra de modo grandioso un acontecimiento clave en la liberación, que es el paso del mar Rojo: • En la primera sección se narra, pues, todo lo que Dios hizo para liberar a su pueblo de la esclavitud a la que había sido sometido y sacarlo de la tierra de Egipto; y termina con su puesta en marcha hacia la libertad (Ex 1,1–13,21). • Se llega así al núcleo central del libro. Los hijos de Israel se dirigen hacia el mar Rojo y allí experimentan la protección de Dios (Ex 14,1–15,21). • La última sección trata acerca del camino que los israelitas recorren por el desierto, una vez pasado el mar, en dirección a la tierra prometida. Pri- mero, se mencionan los acontecimientos acaecidos en la marcha desde el mar hasta el Sinaí (Ex 15,22–18,27). Al llegar a la montaña, la expedición se detiene, para recibir allí una revelación de Dios, establecer una alianza con él, y construir el Tabernáculo (Ex 19,1–40,38). La idea básica, que da razón de todo el libro, se contiene en las primeras pala- bras que el Señor pide a Moisés en el Sinaí que trasmita al pueblo de su parte: «Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado en alas de águila y os he traído hacia mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19,4-6a). Si en el libro del Génesis se hablaba de la acción de Dios en los orígenes del mundo y del pueblo, en el Éxodo el tema central es la acción de Dios en la configuración histórica del pueblo de Israel, redimiéndolos de la esclavitud a la que estaban sometidos para que fuesen un pueblo santo. 1.1. La liberación de la esclavitud En la primera sección (Ex 1,1–13,21) se narra, como se ha dicho, todo lo que Dios hizo para liberar a su pueblo de la esclavitud a la que había sido someti- 43do y sacarlo de la tierra de Egipto. De entrada, en los capítulos iniciales se van presentando los protagonistas de esta gran gesta: • Primero, la comunidad de los hijos de Israel, descendientes de los hijos de Jacob que habían bajado a Egipto y se habían establecido allí, donde crecieron y se multiplicaron, hasta que un faraón que no había conocido a José comenzó a oprimirlos y vejarlos (Ex 1,1-22). • Después, Moisés, a quien el Señor protegió con su providencia desde los primeros momentos de su vida, como lo deja entender el relato sobre el modo en que fue salvado de las aguas del Nilo cuando la hija del faraón lo encontró en una cesta y se hizo cargo de él. Desde su juventud, se dibuja un rasgo característico de su personalidad que consiste en no permanecer indiferente ante las injusticias: da muerte a un egipcio que maltrataba a un israelita e intenta reconciliar a dos de su pueblo. Pero cuando se divulgan estos hechos se ve obligado a huir a Madián (Ex 2,1-25). • Allí tendrá lugar la manifestación del verdadero protagonista de toda esta epopeya: el Señor, que sale al encuentro de Moisés, le manifiesta su nom- bre y lo envía al faraón, porque ya no soporta más la opresión de su pueblo (Ex 3,1-15). Como ayuda para que Moisés pueda cumplir su misión le otor- ga la capacidad de realizar algunos prodigios y le proporciona a Aarón como portavoz en sus gestiones ante el faraón (Ex 3,16–4,31). Los capítulos siguientes se ocuparán en detalle de las negociaciones que Moi- sés y Aarón llevan a cabo para que el faraón permita al pueblo salir de Egipto: • El primer intento fracasa, e incluso la opresión a la que se ven sometidos los israelitas se hace más insufrible (Ex 5,1-23). • Pero inmediatamente es Dios mismo quien va a manifestar su poder en- viando diez plagas, una tras otra, cada vez más terribles, que terminarán por doblegar al faraón: las aguas del Nilo convertidas en sangre, la multi- tud de ranas que pululan por todas partes, la invasión de los mosquitos, la plaga de los tábanos, la epidemia del ganado, la profusión de úlceras en personas y animales, el granizo que devastó cosechas y dañó personas y ganado, las langostas que consumieron lo poco que se había librado del granizo, las densas tinieblas que cubrieron la tierra, y, por último, ante la persistencia del faraón en su negativa, el anuncio de la décima y más terri- ble, la muerte de todos los primogénitos (Ex 6,1–11,10). • El modo en que se cumplió la última plaga manifiesta de modo extraordi- nario la protección de Dios a su pueblo. Esta experiencia quedaría grabada 44
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