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VARO-F-Pentateuco-y-libros-historicos-2016-pdf

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Manuales IsCR 
InstItuto supeRIoR de CIenCIas RelIgIosas
unIveRsIdad de navaRRa
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-
ción, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con auto-
rización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede 
ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).
© 2016. Francisco Varo. 
Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA). Plaza de los Sauces, 1 y 2. 
31010 Barañáin (Navarra) - España. Tfno.: 948 25 68 50 - Fax: 948 25 68 54. e-mail: info@eunsa.es 
ISBN: 978-84-313-3131-3 | Depósito legal: NA 518-2016
Diseño cubierta: Pablo Cerezo Marín 
Imprime: Graphy Cems, Pol. Ind. San Miguel, 31132 Villatuerta (Navarra) 
Printed in Spain – Impreso en España
FRANCISCO VARO
PENTATEUCO Y 
LIBROS HISTÓRICOS
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.
PAMPLONA
44
Colección 
Manuales del InstItuto superIor de CIenCIas relIgIosas
1. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filosó-
fica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristia-
na y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para 
desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangeliza-
ción en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la 
doctrina cristiana son variados:
•	 Padres	y	madres que quieren enriquecer su propia vida cristiana y la 
de su familia, cuidando la formación cristiana de sus hijos.
•	 Catequistas	y	 formadores que quieren adquirir una buena prepara-
ción teológica para transmitirla a otros.
•	 Futuros profesores	de	religión en la enseñanza escolar.
•	 Profesionales de los más variados ámbitos (comunicación, economía, 
salud, empresa, educación, etc.) que necesitan una formación adecua-
da para dar respuesta cristiana a los problemas planteados en su pro-
pia vida laboral, social, familiar… o simplemente quienes sienten la	
necesidad	de	mejorar	la	propia	formación cristiana con unos estudios 
profundos.
2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio 
de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad 
procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y bus-
can un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor. 
Estas personas requieren un material valioso por su contenido doc-
trinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de 
vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal).
Con el respaldo académico de la Universidad de Navarra, especial-
mente de sus Facultades Eclesiásticas (Teología, Filosofía y Derecho 
Canónico), la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Educa-
ción y Psicología, esta colección de manuales	de	estudio pretende res-
5
ponder a esa necesidad de formación cristiana con alta calidad profe-
sional.
3. Las características de esta colección son:
•	 Claridad doctrinal, siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Igle-
sia Católica.
•	 Exposición	sistemática y profesional de las materias teológicas, filosó-
ficas (y de otras ciencias).
•	 Formato	didáctico tratando de hacer asequible el estudio, muchas ve-
ces por cuenta propia, de los contenidos fundamentales de las mate-
rias. En esta línea aparecen en los textos algunos elementos didácti-
cos tales como esquemas, introducciones, subrayados, clasificaciones, 
distinción entre contenidos fundamentales y ampliación, bibliografía 
adecuada, guía de estudio al final de cada tema, etc.
José Manuel FIdalgo alaIz
José luIs pastoR
Directores de la colección
6
Formato didáctico
Los manuales tienen un formato didáctico básico para facilitar tanto el 
eventual estudio del alumno por su cuenta, el autoestudio con preceptor 
/ tutor, o la combinación de clases presenciales con profesor y estudio 
personal.
Estas características didácticas son:
1. Se ha procurado simplificar los contenidos de la materia sin perder la 
calidad académica de los mismos.
2. Se simplifican los modos de expresión, buscando la claridad y la senci-
llez, pero sin perder la terminología	teológica. Nos parece importante, 
desde un punto de vista formativo, adquirir el uso adecuado de los 
términos teológicos principales.
3. En el cuerpo del texto aparecen dos	tipos	de	letra en función de la rele-
vancia del contenido. Mientras que la letra grande significa contenidos 
básicos de la materia, la letra pequeña significa un contenido más ex-
plicativo de las ideas principales, más particular o más técnico.
4. En el texto aparecen términos o expresiones en formato negrita. Se pre-
tende llamar la atención sobre un concepto clave a la hora del estudio 
personal.
5. Las enumeraciones y clasificaciones aparecen tipográficamente desta-
cadas para facilitar la visualización rápida de los conceptos, su estudio 
y memorización.
6. Al principio de cada tema, inmediatamente después del titulo princi-
pal, aparece una síntesis de la idea principal a modo de presentación.
7. En cada tema se presentan varios recursos didácticos:
• Un esquema	o	sumario	de la lección (sirve de guion de estudio y 
memorización).
• Un vocabulario de palabras y expresiones usadas en el desarrollo 
del tema. Sirve para enriquecer el propio bagaje de términos aca-
7démicos y sirve también de autoexamen de la comprensión de los 
textos.
• Una guía	de	estudio. Se trata de un conjunto de preguntas. El cono-
cimiento de las respuestas garantiza una asimilación válida de los 
principales contenidos.
• Textos	para	comentar. Pueden dar pie a lecturas formativas o a ejer-
cicios (guiados por un profesor).
8. Se dispone al final de una bibliografía	básica y sencilla de los princi-
pales documentos que pueden servir para ampliar el contenido de la 
materia.
8
PRESENTACIÓN
Comenzamos el estudio del Pentateuco y los Libros Históricos del Antiguo 
Testamento, una de las asignaturas en las que, seguro, vamos a disfrutar más 
mientras la estudiamos, a la vez que aprendemos cosas interesantes y útiles.
Quienes se dediquen a la catequesis o a la enseñanza religiosa escolar, podrán 
encontrar en ella –aunque no es lo más importante– algo que les resultará 
muy útil: historias que atraen la atención. No simplemente relatos curiosos o 
divertidos, que esos sirven para algo pero al final distraen del objetivo prin-
cipal. En la docencia se necesitan historias que, en sí mismas, lleven las ideas 
clave que se desea trasmitir. Pues bien, en pocas asignaturas encontraremos 
tantos relatos instructivos como en ésta para hablar de casi todo: del trabajo, 
del cuidado de la naturaleza, del matrimonio y la familia, de la vocación, de 
por qué cumplir los mandamientos de la ley de Dios no es una carga sino una 
liberación, de la importancia de la justicia y la solidaridad, de la acción del 
Espíritu Santo, y de muchas otras cuestiones.
Además, cuando leamos despacio los textos bíblicos, iremos observando que 
hay en ellos muchos detalles que nos obligan a pensar acerca de cómo se han 
escrito esos textos, y esto nos permitirá asomarnos a su proceso de composi-
ción: una aventura apasionante, porque asistiremos de cerca al modo concreto 
en que Dios se ha ido revelando a lo largo de los siglos, en unos marcos geo-
gráficos e históricos concretos: Egipto, Mesopotamia, Siria, Persia, y especial-
mente, Israel.
Pero, sobre todo, tendremos ante nuestros ojos la Palabra de Dios que nos 
habla personalmente de cómo es el Señor, de cómo somos nosotros y de cómo 
9podemos ser felices. En ella encontraremos el mejor alimento para que nuestra 
vida espiritual se fortalezca y se manifieste en las realidades concretas de la 
vida diaria.
El libro de texto por excelencia para esta asignatura no es este manual. Es, di-
rectamente, la Sagrada Biblia. Doy por supuesto que cada uno leerá completos 
todos y cada uno de los libros de los que nos ocuparemos. Aquí sólo pretendo 
ofrecer unas claves para aprender a realizar esa lecturaen la fe de la Iglesia. 
En la edición de la Biblia citada en la bibliografía final pueden encontrarse 
unos comentarios amplios al texto bíblico muy en consonancia con lo que aquí 
aprenderemos. Su lectura meditada y estudio ayudarán a conocer mejor estos 
libros de la Sagrada Escritura. Las demás obras citadas en esa bibliografía sir-
ven para ampliar conocimientos acerca de los aspectos históricos, literarios y 
teológicos del Pentateuco y los Libros Históricos del Antiguo Testamento que, 
en este primer acercamiento, por la necesaria economía de tiempo y espacio, 
no se han podido tratar.
10
SUMARIO
1. EL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA PREDICACIÓN DE JESÚS Y DE LOS APÓS-
TOLES •  2. LA RECEPCIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA IGLESIA 
PRIMITIVA  • 3. EL ANTIGUO TESTAMENTO EN EL MAGISTERIO DE LA IGLE-
SIA  •  En el Concilio Vaticano II  •  En el Catecismo de la Iglesia Católica  •  En 
la Exhortación Apostólica «Verbum Domini»
A veces, en la conversación coloquial con católicos que tienen poca for-
mación teológica es posible escuchar frases como: «yo no leo el Antiguo 
Testamento porque no quiero perder la fe», «yo no leo la Biblia porque 
me escandaliza», o algunas otras por el estilo. Se trata, como es obvio, de 
expresiones provocativas e injustas. Pero reflejan una realidad que pesa 
desde hace siglos sobre la gente sencilla, que al no saber qué responder 
a cuestiones concretas que se les plantean al leer los libros del Antiguo 
Testamento, los miran con recelo. Si en la Iglesia tenemos otros textos 
que presentan menos problemas y parece que ayudan más, ¿por qué 
gastar tiempo en estudiar unos libros, como el Pentateuco y otros análo-
gos, que sí, es verdad, hablan de la acción Dios en el origen del mundo y 
en la historia de Israel, pero siempre en épocas pasadas y superadas? ¿No 
es una tarea fatigosa y, al fin y al cabo, superflua? ¿No sería más útil a los 
cristianos olvidarse de esos escritos y poner todo su empeño en conocer 
a Jesucristo, que es el Verbo encarnado y vivo?
En esta lección vamos a aprender qué respuesta se da a esas preguntas 
en el Magisterio de la Iglesia, siguiendo la enseñanza de Jesús trasmitida 
en la predicación apostólica.
TEMA
1 EL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA IGLESIA
111. El Antiguo Testamento en la predicación de Jesús 
y de los Apóstoles
En los escritos del Nuevo Testamento los libros del Antiguo no son presenta-
dos como rechazables ni superfluos, sino todo lo contrario, como imprescin-
dibles para	conocer	a	fondo	a	Jesucristo	y	comprender	su	enseñanza:
•	 En el Sermón de la Montaña Jesús	acepta	la	Ley	de	Israel (Mt 5,17-45), 
reconoce	su	autoridad y enseña	que	tiene	un	valor	perenne, pero a la vez, 
esa perennidad va unida a la consecución de una plenitud que él mismo 
ha venido a darle, no abrogándola para sustituirla por otra, sino llevando 
a su culminación la enseñanza acerca de Dios y del hombre que contiene.
•	 San Pablo, en su discurso en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (Hch 
13,16-41), ofrece una buena muestra del modo en que los Apóstoles leen el 
Antiguo Testamento: 
  Es consciente de que en esos libros se narran	los	comienzos del plan 
de salvación de Dios. 
  Ahora bien, los acontecimientos narrados en ellos anuncian	la	pleni-
tud de ese plan que culmina con la resurrección de Jesucristo.
 Por eso, con esos textos se puede entender que lo sucedido con Jesucristo 
forma parte del plan salvífico de Dios.
•	 En todos los textos del Nuevo Testamento es posible observar esa apa-
rente tensión entre continuidad con el Antiguo y superación, que sólo se 
entiende bien a la luz de la pedagogía	divina, de esas acciones de un Dios 
que ha ido manifestándose de modo progresivo, paso a paso, con hechos	
que	tienen	un	valor	en	sí	mismos	y a	la	vez	prefiguran	realidades que los 
superan sin reemplazarlos, simplemente proporcionándoles la plenitud a 
la que estaban destinados.
•	 De otra parte, el modo en que el Nuevo Testamento acude al Antiguo ma-
nifiesta que los hechos narrados en la Biblia no quedaron consignados en 
ella para satisfacer nuestra curiosidad histórica, sino porque tienen	algo	
que	enseñar	hoy, en la plenitud de los tiempos (un buen ejemplo de esto 
es lo que dice 1 Co 10,1-11).
12 2. La recepción del Antiguo Testamento 
en la Iglesia primitiva
El empleo del Antiguo Testamento en los textos más antiguos del cristianismo 
primitivo no incluidos en el Nuevo Testamento es análogo al que se ha obser-
vado en los textos canónicos. Dentro de su sencillez, es interesante fijarse en lo 
que hace la Didaché, tal vez el más antiguo de tales escritos conocido hasta el 
momento. Esa obra comienza así:
«Doctrina del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles. Dos caminos 
hay, uno de la vida y otro de la muerte (Jer 21,8), pero grande es la diferencia entre 
estos caminos. Ahora bien, el camino de la vida es éste: En primer lugar, amarás a 
Dios, que te ha creado; en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22,37-39; Mc 
12,30-31; cfr. Dt 6,5; Lv 19,18). Y todo aquello que no quieres que se haga contigo, no lo 
hagas tú tampoco a otro (Mt 7,12; Lc 6,31)» (Didaché I,1-2).
Desde su inicio se puede comprobar que el	punto	de	 referencia	básico	 lo	
constituye	la	enseñanza	de	Jesucristo,	en	continuidad	con	lo	enseñado	por	
Dios	en	el	Antiguo	Testamento, como es el caso de los mandamientos del 
Deuteronomio o del Levítico. Y especialmente significativa es la amonestación 
que hace tras exponer los mandamientos y deberes de los cristianos en los 
diversos ámbitos de su vida:
«Mira no abandones los mandamientos del Señor, sino que guardarás lo que has 
recibido, sin añadir ni quitar nada» (Didaché IV,13). 
La fórmula «sin añadir ni quitar nada» es típica del Antiguo Testamento cuan-
do se amonesta al pueblo a mantener una estricta fidelidad a lo mandado por 
el Señor en la Torah (cf. Dt 13,1). Pero esos «mandamientos del Señor» en la 
Didaché no son los de la Torah tal cual, sino los del Evangelio, aunque se da 
por supuesto que éste no contradice a aquellos mandamientos, sino que con-
creta el modo de cumplirlos en plenitud.
La convicción reflejada en el propio Nuevo Testamento de que el Antiguo sólo 
se entiende en plenitud a la luz del misterio de Cristo se mantuvo inalterable 
en la teología patrística. Es bien conocida la anotación de San Jerónimo en el 
prólogo de su Comentario a Isaías:
«Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: Estudiad 
las Escrituras, y también: Buscad, y encontraréis, para que no tenga que decirme, 
como a los judíos: Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el 
poder de Dios. Pues, si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la 
sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios 
ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar	las	Escrituras	es	ignorar	a	Cristo».
133. El Antiguo Testamento 
en el Magisterio de la Iglesia
El Magisterio de la Iglesia ha prestado una particular atención al Antiguo Tes-
tamento en los tiempos recientes. El Concilio Vaticano II fue el primer concilio 
ecuménico en dedicarle todo un capítulo de una Constitución Dogmática, en 
concreto Dei Verbum. Más recientemente, la Exhortación Apostólica Verbum 
Domini de Benedicto XVI ha hablado con bastante detenimiento acerca de la 
lectura cristiana del Antiguo Testamento.
3.1. En el Concilio Vaticano II
Como síntesis autorizada de la fe de la Iglesia acerca de esta cuestión puede 
servir lo que el Concilio Vaticano II enseña en la Constitución	Dogmática	Dei 
Verbum sobre el Antiguo Testamento:
Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el 
género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus pro-
mesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de 
Moisés, de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como 
el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos 
de Dios con los hombres, y, hablandoel mismo Dios por los Profetas, los entendió 
más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente 
entre las gentes. 
La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los 
autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del 
Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un 
valor perenne: “Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza fue escrito, 
a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes 
en la esperanza” (Rm 15,4) (n.14).
En consecuencia, los libros del Antiguo Testamento y en particular aquellos 
de los que nos ocupamos en esta asignatura:
•	 Relatan	y	muestran	la	revelación	de	Dios	a	Israel. No tienen como ob-
jetivo prioritario dejar constancia para las generaciones posteriores de 
anécdotas ni detalles accesorios, sino poner de manifiesto las palabras y 
acciones de Dios en el desarrollo de la economía salvífica. De este modo 
permiten	conocer	al	Dios	verdadero a través de lo que se narra en ellos.
•	 En continuidad con lo que aquí se afirma, la Declaración Nostra aetate del 
propio Concilio Vaticano II afirma que la	Iglesia	ha	recibido	la	revelación	
14 del	Antiguo	Testamento	por	medio	de	 Israel, aquel pueblo, con quien 
Dios, por su inefable misericordia, se dignó establecer su Alianza, y con el 
que se mantiene espiritualmente unida (n. 4).
•	 Esos mismos libros recibidos de Israel son también cauce de la Palabra de 
Dios, siempre actual en la Iglesia.
Por lo que respecta a las dificultades que se pueden plantear cuando se leen 
en sí mismos algunos pasajes de estos libros, el Concilio señala a continuación 
cuál es el objetivo principal de estos libros y, en consecuencia, cómo han de 
ser acogidos:
La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para prepa-
rar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo 
redentor universal y la del Reino Mesiánico. Mas los libros del Antiguo Testa-
mento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas 
de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición 
del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida 
por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas 
y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía 
divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que ex-
presan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas 
acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros 
admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra 
salvación (n.15).
En esta ocasión, pues, se señala que
•	 Los libros del Antiguo Testamento han de ser recibidos por las enseñanzas 
que en ellos se contienen, sabiendo que son testimonio de	una	pedagogía	
divina.
•	 Tanto los elementos de la revelación a Israel que narran, como ellos mis-
mos como escritos sagrados, no sólo tienen sentido en sí mismos, sino tam-
bién en cuanto preparan	la	plenitud	de	la	salvación	que	se	da	en	Cristo. 
•	 Por tanto, cuando el Antiguo Testamento se lee retrospectivamente a la 
luz de Cristo es posible percibir en él ese designio, a la vez que se percibe 
la distancia entre el punto concreto del desarrollo progresivo de la Reve-
lación en que se encuentra cada texto y el punto final de ese proceso. De 
ahí que la interpretación cristiana del Antiguo Testamento reclama que se 
distingan cuidadosamente las fases sucesivas de la historia de la salvación 
en el desarrollo de la Revelación, evitando mezclar confusamente lo que es 
propio de cada etapa. Eso requiere que la interpretación	teológica integre 
plenamente la literaria y la histórica. 
15Por último, en continuidad con lo que la fe del pueblo de Dios había percibido 
desde los orígenes del cristianismo y san Agustín había formulado expresa-
mente, se recuerda que Antiguo	y	Nuevo	Testamento	son	inseparables:
Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sa-
biamente que el	Nuevo	Testamento	está	latente	en	el	Antiguo	y	el	Antiguo	está	
patente	en	el	Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su 
sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en 
la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el 
Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo (n. 16).
Así, pues, para los cristianos todo el plan salvífico de Dios se va desarrollando 
hasta alcanzar su plenitud en Jesucristo. 
3.2. En el Catecismo de la Iglesia Católica
El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por San Juan Pablo II en 1992, 
subraya algunas de las ideas ya expresadas en los textos del Concilio Vaticano 
II acerca de la unidad del Antiguo y Nuevo Testamento, y explica con más 
detalle el modo en que la Iglesia ha esclarecido esa unidad:
La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos (cf. 1 Co 10,6.11; Hb 10,1; 1 P 3,21), y 
después constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino en 
los dos Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce en las obras de Dios en 
la Antigua Alianza prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de los 
tiempos en la persona de su Hijo encarnado (n. 128).
La tipología significa un dinamismo que se orienta al cumplimiento del plan divi-
no cuando «Dios sea todo en todos» (1 Co 15,28). Así la vocación de los patriarcas 
y el éxodo de Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios 
por el hecho de que son al mismo tiempo etapas intermedias (n. 130).
El propio Catecismo volverá a explicar qué se entiende por tipología, y seña-
lar algunos ejemplos de este uso en el Nuevo Testamento, cuando dice que 
la catequesis pascual del Señor, y luego la de los Apóstoles y los Padres de la 
Iglesia se articula sobre la armonía de Antiguo y Nuevo Testamento:
Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del 
Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis «tipológi-
ca», porque revela	la	novedad	de	Cristo	a	partir	de	«figuras»	(tipos)	que la 
anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza. 
Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son 
explicadas (cf. 2 Co 3,14-16). Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la 
salvación por el Bautismo (cf. 1 P 3,21), y lo mismo la nube, y el paso del mar 
Rojo; el agua de la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo (cf. 1 
16 Co 10,1-6); el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía «el verdadero Pan del 
Cielo» (Jn 6,32) (n. 1094).
3.3. En la Exhortación Apostólica «Verbum Domini»
La Exhortación Apostólica Verbum Domini de Benedicto XvI, de fecha 11 de 
septiembre de 2010, es un documento relevante para la comprensión católica 
del Antiguo Testamento. Este documento ofrece unas claves adecuadas para 
la interpretación bíblica hoy. Cuando se publicó, ya había pasado casi medio 
siglo desde la conclusión del Concilio Vaticano II, y se tenía una perspectiva 
adecuada de la recepción de los textos conciliares, así como de los nuevos 
retos que se estaban planteando a la reflexión teológica con el progreso de las 
investigaciones sobre la Biblia llevadas a cabo en esos años. Las líneas maes-
tras de sus aportaciones tienen como punto de partida las ideas centrales del 
Concilio, y asumen algunos desarrollos posteriores en la comprensión católica 
de la Escritura:
•	 En continuidad con Dei Verbum, la reflexión sobre la Palabra de Dios se 
enmarca en el ámbito de la Revelación, que tiene lugar en la historia. Los 
libros sagrados testimonian	 la	 historia	 de	 la	 salvación, que no es una 
mitología sino una verdadera historia y, por tanto, su estudio requiere el 
empleo de los procedimientos propios de la investigación	histórica	seria, 
como el histórico-crítico y otros métodos de análisisdel texto desarrolla-
dos recientemente (cf. Verbum Domini, 32). 
•	 Como lo hace el Nuevo Testamento, se reconoce el Antiguo como Palabra 
de Dios y se acepta, por tanto, la autoridad	de	las	Sagradas	Escrituras	del	
pueblo	judío (cf. Verbum Domini, 40).
•	 A la vez que se deja constancia de la importancia insustituible del Antiguo 
Testamento para los cristianos, se destaca la originalidad de la lectura cris-
tológica (cf. Verbum Domini, 41). Los	cristianos	leemos	el	Antiguo	Testa-
mento	a	la	luz	de	Cristo	muerto	y	resucitado, y proclamamos que, en el 
misterio de la vida, muerte y resurrección de Cristo, las Sagradas Escritu-
ras del pueblo judío han encontrado su perfecto cumplimiento. Por eso, se 
puede afirmar con Hugo de San Víctor que «toda la divina Escritura es un 
solo libro y este libro es Cristo» (cf. Verbum Domini, 39).
•	 Desde los tiempos apostólicos la Iglesia ha mostrado la unidad del plan 
divino en los dos Testamentos gracias a la tipología, que no tiene un ca-
rácter arbitrario sino que pertenece intrínsecamente a los acontecimientos 
narrados por el texto sagrado. Pero esta lectura tipológica no deprecia el 
17valor intrínseco de las Escrituras de Israel concediéndoles sólo un valor 
secundario de anticipación, sino que, al contrario revela lo inagotable de 
su contenido a la vez que lleva a reconocerle el valor de revelación que 
poseen (cf. Verbum Domini, 41).
•	 La constatación de la diferencia profunda y radical entre las lecturas	judía	
y	cristiana de las Escrituras de Israel, en modo alguno implica hostilidad 
recíproca. Por el contrario, el ejemplo de san Pablo (cf. Rm 9-11) demues-
tra que una actitud de respeto, de estima y de amor hacia el pueblo judío 
es la sola actitud verdaderamente cristiana. Ambas lecturas reconocen la 
autoridad de esos libros y comparten en ellos sus raíces espirituales (cf. 
Verbum Domini, 43). 
•	 El Antiguo Testamento es tan imprescindible para la fe cristiana que las 
eventuales dificultades que pudieran presentarse en la lectura de algu-
nos pasajes más difíciles no debe ser óbice para su completa recepción 
y amplia difusión. Más bien constituye un incentivo para proporcionar 
a los fieles la competencia adecuada para interpretar correctamente esos 
pasajes enseñándolos a leer los textos en su contexto histórico-literario y a 
la luz del misterio pascual de Jesucristo (cf. Verbum Domini, 42). 
18 Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
•  Antiguo Testamento
•  Nuevo Testamento
•  Sagradas Escrituras del pueblo judío
•  Sermón de la Montaña 
•  Ley de Israel
•  Sinagoga
•  Prefiguración de realidades
•  Textos canónicos
•  Didaché 
•  Deuteronomio
•  Levítico
•  Teología patrística
•  Constitución Dogmática
•  Exhortación Apostólica
•  Declaración (de un Concilio)
•  Economía de la salvación
•  Revelación
•  Pedagogía divina
•  Latente – patente
•  Tipología
Ejercicio 2. Guía de estudio
Contesta a las siguientes preguntas:
  1.  En algunos pasajes del Antiguo Testamento se narran hechos violentos o in-
morales ¿Conviene que, a pesar de todo, un cristiano lea la Biblia completa? 
¿Por qué?
  2.  ¿Podrías sintetizar en pocas palabras la actitud con la que Jesús y los Apóstoles 
leen el Antiguo Testamento?
  3.  La entrega de la Ley de Dios a Moisés en el monte Sinaí ¿es el punto de referen-
cia básico para la fe y la moral cristiana?
  4.  ¿Por qué dice San Jerónimo que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo? ¿No 
bastaría con saber el catecismo?
  5.  Los textos de la Biblia ¿han sido escritos para que tengamos una información 
histórica precisa de los acontecimientos más importantes del antiguo Israel?
  6.  ¿Puede un católico desentenderse de la tradición judía y del pueblo de Israel?
  7.  ¿Dónde alcanza su plenitud la Revelación divina? ¿En la Escritura?
  8.  De acuerdo con el Magisterio de la Iglesia, ¿la interpretación católica de la Sa-
grada Escritura puede prescindir por completo de la investigación histórica y 
literaria de los textos bíblicos?
19
  9.  ¿Es posible entender a fondo el Nuevo Testamento sin conocer bien el Anti-
guo? ¿Por qué?
10.  ¿Cuáles son los documentos más importantes del Magisterio de la Iglesia acer-
ca de la interpretación del Antiguo Testamento?
Ejercicio 3. Comentario de texto
Lee los siguientes textos y haz un comentario personal, poniéndolos en rela-
ción, a la luz de los contenidos aprendidos:
«Al investigar el misterio de la Iglesia, este Sagrado Concilio recuerda los vínculos con 
que el Pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la raza de Abra-
ham.
Pues la Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se en-
cuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de 
Dios. Reconoce que todos los cristianos, hijos de Abraham según la fe, están incluidos 
en la vocación del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente 
prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud. Por lo cual, la Igle-
sia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio 
de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer la 
Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han 
injertado  las  ramas del olivo silvestre que son  los gentiles. Cree, pues,  la  Iglesia que 
Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a Judíos y Gentiles y que de ambos hizo una 
sola cosa en sí mismo.
La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del Apóstol Pablo sobre sus herma-
nos de sangre, «a quienes pertenecen la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto 
y las promesas; y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne”» 
(Rm 9, 4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos 
y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos 
primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo» (Concilio Vatica-
no II, Nostra aetate, 4).
*  *  *
20 «No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino 
a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la 
Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla» (Mt 5,17-18).
«Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. Pero 
yo os digo: todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que in-
sulte a su hermano será reo ante el Sanedrín; y el que le maldiga será reo del fuego del 
infierno» (Mt 5,21-22).
«Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que todo el que mira a 
una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón» (Mt 5,27-28).
«Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé el libelo de repudio. Pero 
yo os digo que todo el que repudia a su mujer –excepto en el caso de fornicación– la 
expone a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio» (Mt 
5,31-32).
«También habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en vano, sino que cumplirás 
los juramentos que le hayas hecho al Señor. Pero yo os digo: no juréis de ningún modo; 
ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus 
pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey» (Mt 5,33-35).
«Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no repliquéis 
al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale tam-
bién la otra» (Mt 5,38-39).
«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: 
amad a vuestros enemigos y  rezad por  los que os persigan, para que seáis hijos de 
vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace 
llover sobre justos y pecadores» (Mt 5,43-45).21
SUMARIO
1. LECTURA DEL LIBRO DEL GÉNESIS  •  Los orígenes del mundo y del hom-
bre  •  Los  orígenes  del  pueblo  elegido  •  2. RELECTURAS DEL LIBRO DEL 
GÉNESIS, Y SU RECEPCIÓN EN LA FE DE LA IGLESIA  •  El Verbo y el Espíritu en 
la creación  •  María, nueva Eva  •  El arca de Noé y el Bautismo  •  El sacrificio 
de Abrahán  •  Sacerdote según el orden de Melquisedec  •  La escala de Jacob y 
el combate de la oración  •  José, vendido por unas monedas de plata
Una vez que tenemos claro el marco de referencia que propone la Iglesia 
para una lectura católica del Antiguo Testamento comenzamos por el 
primero de sus libros, el Génesis. Se trata de un libro apasionante, tanto 
por su contenido como por las cuestiones que plantea acerca de cómo 
se escribió y por su riquísimo aporte a la teología. 
En esta lección nos limitaremos a asomarnos a su contenido y al modo 
en que se han interpretado en la Iglesia sus pasajes más relevantes. Lo 
que se refiere a su composición lo veremos más adelante, junto con to-
dos los libros del Pentateuco.
TEMA
2 GÉNESIS
22 1. Lectura del libro del Génesis
En la Biblia Hebrea el Génesis se llama Bereshit, «en el principio», y este nom-
bre es adecuado por ser el primero de la lista. Pero, sobre todo, es el libro que 
se remonta a los orígenes. Trata de la creación, es decir, del origen	del	mun-
do (Gn 1,1–11,26), y de los patriarcas (Gn 12,1–50,26), esto es, del origen	de	
Israel. Estas son sus dos grandes secciones, cada una con sus características 
singulares. 
•	 En la primera, el gran protagonista es Dios. 
•	 En la segunda son los hombres de la familia que Él eligió para hacer ella un 
pueblo de su propiedad, santo entre las naciones. Abrahán es el personaje 
que está en el centro de los primeros capítulos de esta sección, aunque 
aparecen otros importantes, como Sara su esposa y, al final, su hijo Isaac. 
Cuando muere Abrahán, muy pronto la narración se centra en Jacob, uno 
de los dos hijos de Isaac. En los últimos capítulos la figura central será 
José, un hijo especialmente amado de Jacob. 
En su conjunto, el Génesis presenta el designio	originario	de	Dios para el 
mundo, para el hombre y para su pueblo amado, el proyecto que otorga sen-
tido a su existencia.
1.1. Los orígenes del mundo y del hombre
Cuando se comienza a leer el Génesis lo primero que uno se encuentra es un 
pasaje solemne y perfectamente estructurado, donde se explican los orígenes 
del mundo y del hombre como obra de un único Dios que, mediante su pa-
labra, crea todo cuanto existe y comprueba, desde el primer instante, que se 
trata de algo bueno (Gn 1,1–2,4a): 
•	 Durante los tres primeros días Dios fue creando los elementos que marcan 
unos límites en el caos primitivo y establecen un espacio ordenado. La luz, 
que es separada de las tinieblas, para que haya día y noche. El firmamento 
o cielo, que separa las aguas de arriba y de abajo. Cuando las aguas de 
abajo se reúnen, aparecen los	mares	y	la	 tierra, y en la tierra crecen las 
plantas. 
•	 El cuarto día fueron creados los cuerpos	 celestes para separar y poner 
orden en el tiempo, así como para fijar el calendario de las fiestas. 
En ese marco espacio-temporal recién creado, Dios irá poniendo a los seres 
vivos en los días siguientes. 
23•	 El día quinto, puebla los aires con las aves y las aguas con cetáceos	y	peces. 
•	 El día sexto, llena la tierra de animales	salvajes,	reptiles	y	ganado, y cul-
mina su obra con la creación del ser	humano a su imagen y semejanza. El 
hombre y la mujer reciben la bendición de la fecundidad, para que tengan 
una gran descendencia, y se les otorga el dominio sobre animales y plan-
tas, sobre todo cuanto hay en la tierra. Por último, se señala una vez más, 
y de modo más solemne, que «vio Dios todo lo que había hecho; y he aquí 
que era muy bueno» (Gn 1,31). 
•	 El séptimo día, Dios descansó (cf. Gn 2,2).
El primer gran relato del Génesis se cierra con cierta solemnidad: «Éstos fue-
ron los orígenes del cielo y de la tierra al ser creados» (Gn 2,4a). 
Inmediatamente detrás de este primer relato de la creación (Gn 1,1 –2,4a) se 
encuentra una nueva exposición del mismo tema, que emplea un lenguaje 
más figurativo y una narración menos esquematizada y mucho más fluida 
que la anterior (Gn 2,4b–4,16): 
•	 Se dice que el	Señor	«hizo» (en este relato no se utiliza la palabra «creó») 
al	hombre	y	a	la	mujer, y los	situó	en	el	jardín	del	Edén, donde les impu-
so el mandato de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. 
•	 Sin embargo, la	serpiente	sedujo a la mujer, y ésta comió de su fruto, y lo 
dio de comer al hombre. Como consecuencia de su desobediencia, el Señor 
los	expulsó	del	Edén, pero no obstante, desde el comienzo les abrió una 
esperanza	de	salvación. 
•	 La primera pareja humana engendró hijos e hijas, que pronto sufrieron las 
consecuencias del desorden introducido por el pecado: Caín	mató	a	Abel. 
•	 Por último se habla de Caín y de sus descendientes, así como de la estirpe 
de Set.
En Gn 5,1, a partir del primer hombre, Adán, se inicia una larga genealogía de	
patriarcas	que	llega	hasta	Noé. A medida que discurre el tiempo, el desorden 
introducido en la humanidad por el pecado se hace cada vez mayor, hasta el 
extremo de que al Señor le pesó el haber hecho al hombre (Gn 5,1–6,8).
Al cabo de varias generaciones, en tiempos de Noé, se dice que la tierra se 
había corrompido, y que Dios decidió llevar a cabo un exterminio, del que 
sólo se salvarían Noé y su familia, con algunas parejas de animales de todas 
las especies (Gn 6,9–8,22). Dios le manda construir un arca, y Noé la hace. Una 
vez terminada su construcción, entra en ella junto con su familia y animales de 
todas las especies, y comienza el diluvio que haría perecer todos los seres que 
24 viven en tierra firme. Al cabo de bastantes días retrocedieron las aguas, Noé 
salió del arca con los suyos y ofreció sacrificios a Dios. 
En la trama argumental del Génesis parece que se ha producido una retrac-
tación de la bendición de fecundidad que Dios había otorgado al principio: 
«Creced, multiplicaos, llenad la tierra» (Gn 1,28), ya que, excepto la familia de 
Noé, todo ser humano ha perecido bajo las aguas. Pero Dios siempre cumple 
sus promesas y, una vez que ha quedado constancia de la maldad del pecado, 
renueva esas bendiciones al cesar el diluvio: «Dios bendijo a Noé y a sus hijos, 
diciéndoles: Creced, multiplicaos y llenad la tierra» (Gn 9,1). Además, para 
ratificar ese compromiso, estableció una alianza	con	Noé y con toda la nueva 
humanidad que habría de descender de él. Finalmente Noé murió (cf. Gn 9,29).
Tras la muerte de Noé, se inicia una nueva sección, esta vez constituida por las 
genealogías de los descendientes	de	Noé que repoblaron la tierra. Cada uno 
de los hijos de Noé engendró a muchos hijos; en la genealogía de todos ellos 
se integran las familias de todos los pueblos que habitan en la tierra. La ben-
dición divina de fecundidad hecha a Noé muestra su eficacia. Pero de nuevo, 
la herida introducida en la naturaleza humana por el pecado vuelve a generar 
desórdenes. La humanidad, constituida por muchos pueblos, estaba unida, 
pero se dejó llevar por la arrogancia. Los hombres, al sentirse con fuerzas para 
emprender por sí mismos grandes tareas, decidieron edificar una torre para 
hacerse famosos. Dios castigó su altanería confundiendo sus lenguas, y tuvo 
lugar en Babel la dispersión	del	género	humano (Gn 10,1–11,9). 
Una vez concluido el relato de la torre de Babel, se introduce una genealogía 
directa que comienza en Sem, hijo de Noé, y termina en Abrán. Se enlaza así 
todo lo narrado hasta ahora acerca de los orígenes con el inicio de los relatos 
patriarcales (Gn 11,10-26).
RELATOS BABILÓNICOS ACERCA DE LA CREACIÓN
El lenguaje empleado en los relatos de estos primeros capítulos del Génesis tiene 
algunos puntos en común con los relatos míticos de los pueblos vecinos. Los mitos 
que nos han  legado  los pueblos antiguos, especialmente Mesopotamia, Egiptoy 
Canaán, no pueden considerarse sin más como historias falsas. Ciertamente son re-
latos imaginativos, producto de la fantasía, pero no pretenden engañar sino que son 
expresiones simbólicas de realidades que no pueden ser expresadas en un lenguaje 
25
racional. Ya hablaremos más adelante, de éste y otros modos de expresión que eran 
de uso común en el próximo oriente antiguo y que son empleados en la Biblia, aun-
que de un modo singular y al servicio de la trasmisión de unas verdades reveladas 
por Dios.
Para hacernos cargo de las similitudes y diferencias, puede ser útil leer algunos pá-
rrafos de un poema babilónico muy antiguo, denominado Enuma Elis por sus prime-
ras palabras, compuesto entre los siglos xxiii y xx a. C., que contiene un hermoso mito 
sobre la Creación de los hombres, que comienza así:
Cuando el cielo fue separado de la tierra, 
y cuando la diosa madre fue creada, 
cuando la tierra fue formada y modelada,
cuando se establecieron los destinos del cielo y de la tierra,
cuando las regatas y los canales fueron bien trazados
y establecidas las orillas del Tigris y el Éufrates,
entonces… los dioses se instalaron en bellos santuarios
y se pusieron a pensar en la creación:
«Ahora que están establecidos los destinos del cielo y de la tierra,
¿qué vamos a crear?, ¿qué vamos a hacer?…
Inmolemos los dioses Lagma,
y creemos a los hombres con su sangre».
En adelante les incumbe el servicio de los dioses;
tendrán que garantizar los límites de los campos,
deberán poner en sus manos picos y espuertas,
habrán de construir la gran morada de los dioses…
deberán regular el curso de los canales
y hacer crecer abundantemente las plantas,
tendrán que hacer que la abundancia reine en el país,
habrán de celebrar la fiesta de los dioses.
Es bonito, a la vez que cruel. Los hombres hechos con sangre de dioses. Ya sabían 
las gentes de Babilonia que los hombres no somos figuras de sangre solidificada. 
Por eso, y por muchos otros motivos, no se pueden leer estos poemas como si nos 
ofrecieran una descripción técnica de la Creación, que no lo pretenden en absolu-
to. Pero, en un lenguaje simbólico y con gran fuerza poética, dejan claro que el ser 
humano no es un objeto, ni siquiera un animal más de cuantos viven sobre la tierra, 
porque tiene un algo divino, ha sido hecho con «sangre de dioses». Esta expresión 
26
tan audaz es una muestra más de que los mitos son expresiones simbólicas de reali-
dades que no se aciertan a expresar en un lenguaje racional. 
Pero en ese texto, además de reparar en la grandeza que se reconoce al ser humano 
con ese modo de expresarse, conviene advertir que los hombres son hechos para 
trabajar: garantizar los límites de los campos, tener en sus manos picos y espuertas, 
regular el curso de los canales, hacer crecer las plantas…
1.2. Los orígenes del pueblo elegido
Una vez narrada la «historia de los orígenes» (Gn 1,1–11,26), comienzan las 
«historias patriarcales», que están protagonizadas respectivamente por Abra-
hán (Gn 11,27–25,11), Jacob (Gn 25,19–35,28) y José (Gn 37,2–50,26). 
a)	 Abrán - Abrahán
El redactor del Génesis abre el ciclo de Abrán (Gn 11,27–25,11) con la fórmula: 
«Ésta es la descendencia de Téraj: Téraj engendró a Abrán, Najor y Arán. Arán 
engendró a Lot» (Gn 11,27). 
Una vez presentada la familia más cercana de Abrán, se dice algo que va a ser 
decisivo en el resto del libro e incluso en los libros que seguirán a continua-
ción. El	Señor	llama	a	Abrán	y	le	hace	una	promesa	solemne, a la vez que le 
pide que se fíe de él y le obedezca: 
«El Señor dijo a Abrán: Vete de tu tierra y de tu patria y de casa de tu padre, a la 
tierra que yo te mostraré; de ti haré un gran pueblo, te bendeciré, y engrandeceré 
tu nombre que servirá de bendición. Bendeciré a quienes te bendigan, y malde-
ciré a quienes te maldigan; en ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra» 
(Gn 12,1-3). 
Las bendiciones que se habían otorgado a la humanidad en general desde su 
creación, la fecundidad y el dominio sobre la tierra (cf. Gn 1,28-29), ahora se 
reiteran de modo específico a Abrán y a sus descendientes, de modo que será 
a través de ellos como esas bendiciones lleguen a la humanidad entera. Todos 
los relatos contenidos en esta sección tienen como tema de fondo la promesa 
divina, promesa que más adelante será ratificada con una alianza.
De entrada, ante el requerimiento divino, Abrán confía y obedece, de modo 
que se pone en marcha:
27•	 Enseguida el patriarca llega a Egipto y allí escapa de una situación com-
prometida diciendo que su esposa es su hermana (Gn 12,10-20). 
•	 De regreso a la tierra prometida se	separa	de	su	sobrino	Lot y cada uno se 
establece con su familia en una zona distinta (Gn 13,1-18). 
•	 Seguidamente hace frente en una batalla a una coalición de cuatro grandes 
reyes (Gn 14,1-16), y después de vencerlos tiene lugar un encuentro	con	
Melquisedec, a quien le dio el diezmo de todo (Gn 14,17-24). 
•	 Después de estos sucesos el Señor establece la Alianza (Gn 15,1-21) en la 
que le ratifica de modo incondicionado la promesa de la tierra: 
«Aquel día el Señor estableció una alianza con Abrán, diciéndole: A tu descen-
dencia daré esta tierra, desde el río de Egipto, hasta el gran río, el río Éufrates» 
(Gn 15,18). 
•	 Como Abrán era avanzado en días y su mujer era estéril, ésta decidió en-
tregarle a su esclava Agar para que le diera descendencia; de ella nacería 
Ismael (Gn 16,1-16).
•	 Seguidamente Dios	le	renueva	su	Alianza (Gn 17,1-8), esta vez ratifican-
do en primer lugar la promesa de una descendencia numerosa: 
«Ésta es mi alianza contigo: Serás padre de multitud de pueblos. No te llamarás 
más Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, porque te he constituido padre 
de multitud de pueblos. Te multiplicaré enormemente, haré que salgan pueblos 
de ti, y nacerán de ti reyes. Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia 
futura de generación en generación, como alianza perpetua, para ser yo tu Dios 
y el de tu descendencia futura. Te daré a ti y a tu descendencia futura la tierra 
en que peregrinas, toda la tierra de Canaán, como propiedad perpetua; y seré su 
Dios» (Gn 17,4-8).
•	 A continuación, tiene lugar el mandato de la circuncisión –que es obedeci-
do por Abrahán– como señal de la alianza, y la promesa de que su esposa 
Sara le dará un hijo (Gn 17,9-27). 
Hasta aquí, Dios ha hecho sus promesas, Abrahán se ha fiado de su palabra 
y ha abandonado su residencia en Caldea, donde su familia estaba asentada, 
para ir a la tierra que le Señor le ha prometido. El Señor y Abrahán han rati-
ficado su compromiso mediante alianzas, pero nada se ha cumplido ni hay 
indicios de que las promesas se estén ya haciendo realidad.
Llega por fin el tiempo en que se comenzará a vislumbrar el cumplimiento de 
las promesas:
28 •	 En Mambré,	tres	misteriosos	personajes, a los que Abrahán ha acogido en 
su tienda, le anuncian el próximo nacimiento de un hijo con Sara así como 
la destrucción de Sodoma y Gomorra, de la que la intercesión audaz de 
Abrahán logra salvar a Lot y a su familia (Gn 18,1-33). 
•	 Cuando Lot	y	sus	dos	hijas han escapado, cada una de ellas yace con su 
padre, después de emborracharlo; de ellas nacerían los moabitas y los am-
monitas (Gn 19,1-38).
•	 Mientras tanto, Abrahán se traslada a Guerar, donde de nuevo recurre a 
la estratagema de presentar a su mujer como hermana para evitar peligros 
(Gn 20,1-18). 
•	 Finalmente,	nace Isaac, el hijo de Sara, y al poco tiempo Abrahán expulsó 
a Agar con su hijo Ismael, y se dirigió a Berseba (Gn 21,1-21). 
•	 Cuando parecía que empezaba a vislumbrarse en Isaac el comienzo del 
cumplimiento de las promesas divinas, Dios pide a su padre que se lo ofrez-
ca en sacrificio. Abrahán obedece, pero es detenido en el último instante 
antes de darle muerte, una vez que ha probado su fidelidad (Gn 22,1-19). 
•	 Llega, después, el momento de la muerte	 de	 Sara. Abrahán compró a 
Efrón el hitita un campo en Macpelá, donde había una cueva en la quepudo enterrar a su esposa. Se comienza a incoar así, con la posesión de ese 
terreno, la promesa de la tierra que el Señor le había hecho (Gn 23,1-20).
•	 Inmediatamente después, Isaac	se	casa	con	Rebeca (Gn 24,1-67). A partir 
de aquí también se vislumbra que el cumplimiento de la promesa de una 
descendencia numerosa es posible, aunque de momento sólo queda abier-
ta la puerta de la esperanza.
•	 Por último, Abrahán	murió y fue sepultado junto a Sara, su mujer (25,1-11).
Una vez concluido el extenso relato de la historia de Abrahán, se abre una 
breve sección en la que se habla de la descendencia de Ismael, hijo de Abrahán 
y de la esclava Agar (Gn 25,12-18). 
b) Jacob - Israel
Una vez terminada la genealogía de los descendientes de Ismael, comienza la 
narración de los acontecimientos ligados a la línea genealógica derivada de 
Isaac, el hijo de Abrahán según la promesa divina. 
Si en la historia de Abrahán el patriarca era el gran protagonista de los relatos, 
ahora Isaac se mantendrá en un segundo plano porque su hijo Jacob asumirá 
desde el primer momento el papel más destacado. 
29•	 De hecho, este nuevo ciclo narrativo (Gn 25,19–35,28) se inicia con el naci-
miento	de	Esaú	y	Jacob, gemelos, hijos de Isaac y Rebeca (Gn 25,19-26). 
•	 El primogénito de Isaac es Esaú, pero vendió	su	primogenitura	a	Jacob 
(Gn 25,27-34), y será Jacob quien realmente herede las promesas hechas a 
su padre. 
•	 Siguen algunos episodios que tienen como protagonistas a Isaac y Abi-
mélec, rey de Guerar (Gn 26,1-35); en uno de ellos se repite el ya conocido 
engaño de presentar a su mujer como si fuera su hermana. 
•	 Cuando Isaac es anciano se dispone a dar la bendición a su primogénito, 
pero mediante una simulación, y con la complicidad de su madre, Jacob	
logra	suplantar	a	Esaú	en	la	bendición	paterna (Gn 27,1-46).
•	 Tras recibir la bendición paterna, Jacob se dirige a Padam Aram. En el 
camino, al pernoctar en Betel, tiene el sueño	de	una	escalera	que	une	el	
cielo	y	la	tierra, manifestando simbólicamente la accesibilidad de Dios y 
su cercanía. Allí el Señor le ratifica la continuidad de las promesas hechas 
a sus padres y Jacob hace un voto a Dios en aquel lugar, al que denomina 
Betel (Gn 28,16-22). 
•	 Llegado a casa de su tío Labán, contrae matrimonio con Lía	y	Raquel y 
goza de unos años de prosperidad (Gn 29,1–30,43). 
•	 Un día Jacob escapa con su familia de casa de Labán llevándose los dioses 
domésticos. Labán se entera del robo de que ha sido objeto y da alcance a 
Jacob en el camino; finalmente, después de dialogar, llegaron a un acuerdo 
y establecieron un tratado (Gn 31,1-54). 
•	 En su regreso hasta la casa de su padre se suceden varios acontecimientos. 
El más significativo es su lucha	durante	toda	la	noche	con	un	personaje	
misterioso, que tras preguntarle cómo se llamaba le cambia el nombre, 
con una explicación también cargada de misterio:
«Ya no te llamarás más Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con 
hombres, y has podido» (Gn 32,29).
•	 De regreso, se encuentra con su hermano Esaú (Gn 33,1-20); algunos de 
sus hijos tienen problemas con los habitantes de Siquén (Gn 34,1-31) y se 
dirige de nuevo a Betel (Gn 35,1-15). 
•	 Tras la narración de la muerte de Raquel y el incesto de Rubén, el texto 
hace un recuento de los doce hijos de Jacob. Por último se narra la muerte	
de	Isaac, su padre	(Gn 35,16-29).
30 Llegado ese momento, se aprovecha para dejar constancia de la descendencia 
de Esaú, primer hijo de Isaac, antes de que éste desaparezca por completo de 
la escena narrativa del Génesis.
c)	 José
A partir de este momento la figura de José, hijo de Jacob y Rebeca, se con-
vertirá en el protagonista de todo lo que sigue hasta el final del Génesis (Gn 
37,2–50,26). 
•	 Jacob amaba con especial predilección a José, por lo que sus hermanos, 
arrastrados por la envidia, lo	vendieron	a	unos	mercaderes	madianitas 
que se dirigían a Egipto (Gn 37,2-36). 
•	 Al llegar allí entró al servicio de un alto funcionario llamado Putifar (Gn 
39,1-6). Pero José fue encarcelado debido a las calumnias que la esposa de 
Putifar levantó contra él por resistirse a sus insinuaciones (Gn 39,7-23). 
•	 En prisión dio muestras de sus habilidades para interpretar	sueños, y su 
fama llegó hasta el faraón, que lo mandó llamar para que le interpretase 
un sueño que había tenido y del que no sabía cuál sería su significado: 
siete vacas flacas devoraban a siete vacas gordas, todas ellas salidas del 
Nilo, y siete espigas delgadas surgían inmediatamente después de siete 
espigas bien granadas, y José le explicó que tras siete años de prosperidad 
vendrían otros siete años de escasez (Gn 40,1–41,36). 
•	 Agradecido por la sabiduría manifestada al haberle interpretado el sueño, 
el	faraón	lo	puso	al	frente	de	la	administración	de	los	bienes de su casa 
y del país (Gn 41,37-57).
•	 Poco después, los hijos de Jacob bajaron a Egipto a comprar grano, debido 
a que hubo una gran escasez en la tierra de Canaán, y allí se encontraron	
a	José en su alto cargo (Gn 42,1–44,34). Ellos no lo reconocieron hasta que 
él se les dio a conocer, e invitó a Jacob y a los suyos a que se instalasen en 
Egipto para participar de su prosperidad (Gn 45,1-28).
•	 Jacob y sus hijos con sus familias se establecieron en la tierra de Gosén, 
donde Jacob	murió después de haberlos bendecido (Gn 46,1–50,14). 
•	 Finalmente también murió	José, tras haber anunciado que sus descendien-
tes regresarían a la tierra prometida a Abrahán, Isaac y Jacob (Gn 50,15-26). 
De este modo, se cierra el libro del Génesis, con una conclusión abierta hacia 
el futuro. 
31
EL TRASFONDO CULTURAL DE LOS RELATOS PATRIARCALES
La historia del próximo oriente en  la  antigüedad es  relativamente bien conocida 
gracias a la arqueología y a algunos testimonios literarios extrabíblicos, que propor-
cionan un fondo histórico y cultural en el que bien pudieron tener lugar muchos de 
los detalles particulares que han sido transmitidos en las tradiciones patriarcales.
En  los archivos descubiertos en Nuzi, una ciudad situada al  sureste de Nínive,  se 
encontraron unas tablillas que ilustran algunos aspectos de la vida de los patriarcas. 
Las gentes de Nuzi eran hurritas, un pueblo de origen armenio que invadió Mesopo-
tamia y fundó un Estado en zona «amorrea» durante los siglos xvi y xv a. C., adoptan-
do muchos elementos de dicha cultura.
Una de las costumbres amorreas conocidas por esas tablillas ayuda a comprender 
las, en principio, asombrosas palabras de Sara a Abrahán  (Gn 16,2): «Mira, el Señor 
me ha hecho estéril, acércate por favor a mi esclava, y quizá tenga hijos de ella». Pues 
bien, en una de esas tablillas se alude a que el matrimonio tenía como fin engendrar 
hijos, hasta el punto de que si la esposa no podía, debía suplir esta deficiencia ofre-
ciendo una esclava al marido para que engendrara en su lugar. 
También las tribus que reconocían a Jacob como epónimo de su clan conservaban 
tradiciones muy  antiguas  con  detalles  anecdóticos  iluminados  por  los  hallazgos 
arqueológicos. Por ejemplo, en  las  tablillas de Nuzi  se  refleja el hecho de que  las 
bendiciones orales y las últimas voluntades eran tenidas como algo muy serio y se 
consideraban irrevocables. Esto puede explicar por qué Isaac no cambia su bendi-
ción sobre Jacob, incluso una vez descubierto el engaño del que había sido objeto.
Según los textos de Nuzi, la posesión de los terafim familiares (estatuillas de dioses 
domésticos) era de la mayor importancia: no sólo garantizaban una vida próspera, 
sino que aseguraban a su poseedor la recepción de la herencia. Estos pasaban del 
padre a los hijos varones, y si no los había, a las hijas. Labán en principio tenía dos 
hijas, Lía y Raquel, pero parece que después tuvo hijos varones (Gn 30,35), por lo que 
Jacob y su familia no tenían derecho a retenerlos en su poder, y por eso llevárselos 
es considerado un robo (Gn 31,30).
32 2. Relecturas del libro del Génesis, 
y su recepciónen la fe de la Iglesia
En la Iglesia primitiva se acudió con frecuencia a diversos pasajes del libro 
del Génesis, señalando en ellos tipos y figuraciones de realidades que fueron 
conocidas a la luz de la plenitud de la Revelación dada en Jesucristo, mucho 
después de la composición de este libro. Veamos algunos ejemplos.
2.1. El Verbo y el Espíritu en la creación
En el primer capítulo del Génesis, lo que Dios dice –por ejemplo «haya luz»–, 
inmediatamente se hace –«hubo luz»–. Esto es, Dios	crea	por	medio	de	su	
palabra. Pero a la vez, en ese mismo relato, se hace notar la presencia de un 
viento, o soplo, o espíritu –que todo eso significa rúaj en hebreo–, que se cierne 
sobre un mundo todavía en desorden. Se puede afirmar, pues, que en	el	ori-
gen	de	todo	lo	creado	están	la	Palabra	de	Dios	y	su	rúaj.
De ahí que algunos Padres de la Iglesia, en esas palabras iniciales del Génesis, 
hayan visto una alusión a la presencia del Espíritu Santo como Persona divi-
na, que actúa, junto con el Padre y con el Verbo, en la creación del mundo. 
Por eso San Ireneo dice que «sólo existe un Dios…: es el Padre, es Dios, es el 
Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, 
es decir, por su Verbo y por su Sabiduría» (S. Ireneo, Adversus haereses, 2,30,9), 
y más adelante señala que las ha hecho «por el	Hijo	y	el	Espíritu», que son 
como «sus	manos» (ibid., 4,20,1). 
La tradición cristiana entiende la creación como obra común de la Santísima 
Trinidad, y los Padres descubren en las propias palabras del Génesis unos 
indicios de esta realidad.
2.2. María, nueva Eva
El paralelismo antitético que se establece en el Nuevo Testamento entre Cristo 
y Adán tiene diversas manifestaciones concretas, que se pueden extender a 
otros detalles de los relatos de la creación: 
•	 la obediencia de Cristo restaura la desobediencia de Adán, 
•	 el árbol de la Cruz –donde tuvo lugar la redención– contrasta con el árbol 
de la ciencia del bien y del mal –de donde procede el pecado–, 
•	 e incluso María, la madre de Jesús, es la nueva Eva.
33María es verdaderamente «madre de todos los vivientes» (cf. Gn 3,20) porque 
es madre de los que participan mediante la gracia en la vida divina, mientras 
que Eva había llegado a ser la madre de los que han muerto por el pecado. 
En esta línea, la literatura cristiana presta una gran atención a las palabras 
que el Génesis, después del pecado, pone en boca del Señor, dirigiéndose a la 
serpiente, antes de expulsar a Adán y Eva del jardín del Edén:
«Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la 
cabeza, mientras tú le herirás en el talón» (Gn 3,15).
Este pasaje ha sido llamado Protoevangelio, ya que es el primer anuncio de 
un combate entre la serpiente y el linaje de la Mujer, y de la victoria final de 
un descendiente de ésta. 
2.3. El arca de Noé y el Bautismo
Otro episodio que reclamó una particular atención en las primeras lecturas 
cristianas del Génesis fue el del diluvio. 
El arca	de	Noé, en la que encontraron su salvación los que iban en ella, mien-
tras que perecieron ahogados todos los demás hombres y animales de la tie-
rra, es vista como figura del Bautismo (cf. 1 Pe 3,20-21) que abre las puertas 
de la Iglesia, sacramento universal de salvación. Noé y su familia son una 
prefiguración de los bautizados. 
Al final del diluvio, la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de 
olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo (cf. Gn 8, 8-12). 
Cuando Jesús sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de 
paloma, baja y se posa sobre él (cf. Mt 3, 16 y par.; San Cirilo de Jerusalén, Ca-
techesis 17,7). De ese modo se entiende que el Espíritu desciende y reposa en 
el corazón purificado de los bautizados.
2.4. El sacrificio de Abrahán
A la luz del Nuevo Testamento la narración del sacrificio de Abrahán e Isaac 
se comprende como una alegoría del sacrificio de Jesús en la cruz:
•	 La generosidad	de	Abrahán, dispuesto a sacrificar a su único hijo, el ama-
do (cf. Gn 22,2), prefiguraba la magnanimidad	de	Dios, que «tanto amó al 
mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él 
no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). 
34 •	 La entrega	de	Isaac evoca la plena disponibilidad	de	Cristo, que aceptó 
plenamente ser entregado a la muerte (cf. Orígenes, Homilías sobre el Gé-
nesis 10,5 y San Ambrosio, De Isaac 6 y 7). Como Isaac cargaba con la leña 
para el sacrificio, Jesús cargó con el leño de la Cruz donde entregaría su 
vida (cf. Jn 19,17).
•	 La respuesta de Abrahán a la pregunta de Isaac resultaba profética: «Dios 
proveerá el cordero	para	el	sacrificio» (Gn 22,8), pues esa víctima del sa-
crificio redentor es el «Cordero	de	Dios que quita el pecado del mundo» 
(Jn 1,29). 
•	 Con el sacrificio de Jesús se hace posible que la mediación	sacerdotal del 
pueblo nacido de Abrahán fuera eficaz ante todas las naciones «de modo 
que la bendición de Abrahán llegase a los gentiles en Cristo Jesús» (Ga 
3,14a).
La tradición litúrgica de la Iglesia ha visto, pues, en esa acción un anticipo 
de la generosidad de Dios Padre que nos proporciona la ofrenda más agra-
dable que podemos ofrecerle: Jesucristo, su propio Hijo, verdadero cordero, 
ofrecido en sacrificio en la cruz. Así lo reconoce al proclamar la Plegaria 
Eucarística I: 
«te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, 
el sacrificio puro, inmaculado y santo…». 
2.5. Sacerdote según el orden de Melquisedec
En el Nuevo Testamento, la misteriosa figura sacerdotal de Melquisedec (cf. 
Gn 14,18-20) es presentada como tipo del sacerdocio de Cristo, ya que Jesús, 
aunque no pertenece a la familia de Aarón, es realmente sacerdote. Además, 
Melquisedec, del que no se menciona su origen ni su destino final en el libro 
del Génesis, sino sólo su encuentro con Abrahán, prefigura la eternidad	de	su	
sacerdocio (cf. Hb 7,1-3). 
La liturgia de la Iglesia también ha visto prefigurada la Eucaristía en	el	pan	y	
el	vino presentados por Melquisedec, y éste es contemplado como figura de 
los sacerdotes de la nueva ley. Por eso, en la Plegaria Eucarística I se pide a 
Dios Padre: 
«Dirige tu mirada serena y bondadosa sobre esta ofrenda: acéptala, como acep-
taste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la 
oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec».
352.6. La escala de Jacob y el combate de la oración
Dios renovó a Jacob, cabeza de las doce tribus de Israel, las promesas hechas 
a Abrahán. Entre los diversos episodios que el Génesis narra en la vida del 
patriarca, hay dos que fueron muy comentados entre los cristianos. 
El primero es el de la escalera	que	tocaba	los	cielos, y que Jacob vio en el sue-
ño de Betel cuando huía de su hermano Esaú (cf. Gn 28,10-22). Los Padres de 
la Iglesia descubren en ella un profundo simbolismo: es el	medio	por	el	que	
se	unen	el	cielo	y	la	tierra:
•	 Algunos interpretaron esa escala como la providencia divina que llega a la 
tierra me diante el ministerio de los ángeles. 
•	 Otros, en cambio, vieron en la escala un signo de la Encarnación	de	Cristo 
en la estirpe de Jacob, pues es entonces, efectivamente, cuando se unen lo 
divino y lo humano, al ser Cristo verdadero Dios y verdadero hombre. 
•	 En el Evangelio de San Juan, el sueño de Jacob se ve cumplido en la glori-
ficación de Jesucristo a través de su muerte en la cruz: 
 «En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y los ángeles de 
Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre» (Jn 1,51). 
 De ahí que otros comentaristas consideren que la escala que vio Jacob repre-
senta la cruz por la que Cristo, y los cristianos, alcanzan la gloria del cielo. 
El segundo pasaje que ha reclamado una mayor atención, de entre los prota-
gonizados por Jacob, es el de su lucha, durante toda una noche, con un perso-
naje	misterioso que se niega a revelarle su nombre, pero que lo bendice antes 
de dejarle, al amanecer (cf.Gn 32,25-31). 
El carácter misterioso del personaje que lucha con Jacob ha hecho que se le 
hayan dado diversas interpretaciones en la tradición cristiana: 
•	 Algunos Santos Pa dres, como San Jerónimo y San Agustín, entendieron 
que se trataba de un ángel bueno, ya que ésta es la forma más frecuente de 
revelarse Dios en el Antiguo Testamento. 
•	 Orígenes, por el contrario, pensó que se trataba de un ángel malo, el demonio. 
•	 Otros, como San Justino o San Ambrosio, sugieren que era el Hijo de Dios, 
el Verbo, que más tarde se haría hom bre; o un ángel que prefiguraba a 
Cristo. 
•	 También ha sido entendida aquella lucha en un sentido espiritual, como 
tipo	de	la	lucha	interior	y	de	la	eficacia	de	la	oración, que vence al mismo 
Dios (cf. Sb 10,12).
36 2.7. José, vendido por unas monedas de plata
La intuición cristiana ha visto en José, vendido por sus hermanos por veinte 
monedas de plata (cf. Gn 37,28), una figura	de	Jesús, que fue traicionado por 
Judas a cambio de treinta monedas de plata (cf. Mt 26,15) (cf. Tertuliano, Ad-
versus Marcionem III,18). 
Además, en las palabras que dirige a sus hermanos cuando se les da a conocer 
en Egipto, se ha observado que Dios, en su pro videncia todopoderosa,	puede	
sacar	un	bien	de	las	consecuencias	de	un	mal, incluso moral, causado por sus 
criaturas: 
«no me enviasteis, por tanto, vosotros aquí, sino Dios… Vosotros planeasteis el 
mal contra mí, pero Dios lo planeó para el bien, para hacer, tal como hoy ocurre, 
que viviera un pueblo numeroso» (Gn 45,8; 50,20). 
Los cristianos comprenderían perfectamente esas palabras, ya que del mayor 
mal moral que se ha co metido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, 
causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia 
de su gracia (cf. Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cris-
to y nuestra Redención.
A partir del convencimiento de que las realidades, instituciones y personajes 
del Antiguo Testamento prefiguran y anuncian a los del Nuevo, no sólo se 
descubre en José un anuncio anticipado de Cristo, sino que, quizá por razón 
del nombre, se le ha comparado también con San	José, el esposo de la Virgen 
Ma ría. Así lo hace, por ejemplo, san Bernardo en una hermosa homilía: 
«Aquel José vendido a causa de la envidia de sus hermanos y conducido a Egipto, 
prefiguraba que Cristo sería vendido: este otro José, huyendo de la envidia de 
Herodes, llevó a Cristo a Egipto. Aquél por fidelidad a su señor no quiso unirse a 
la mujer; éste, reconociendo virgen a su esposa, madre de su Señor, y guardando 
continencia, la custodió fielmente. A aquél se le dio el entender los misterios de 
los sueños; a éste se le ha concedido ser conocedor y partícipe de los sacramentos 
celestiales. Aquél guardó trigo, no para sí, sino para todo el pueblo; éste recibió el 
encargo de cuidar el pan vivo que baja del cielo, tanto para sí mismo, como para 
todo el mundo» (Homiliae super Missus est 2,16).
37
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
•  Bereshit 
•  Jardín del Edén
•  Genealogía
•  Diluvio
•  Alianza
•  Patriarcal
•  Promesa
•  Ratificar
•  Circuncisión
•  Moabita
•  Ammonita
•  Hitita
•  Primogenitura
•  Madianita
•  Calumnia
•  Rúaj
•  Verbo (con mayúscula)
•  Protoevangelio
•  Mediación sacerdotal
•  Gentiles
•  Encarnación de Cristo
•  Prefigurar
Ejercicio 2. Guía de estudio
Contesta a las siguientes preguntas:
  1.  ¿Quiénes son los cinco protagonistas principales del Génesis?
  2.  ¿Qué fue creado antes, según el relato de Génesis 1, el sol o la luz? ¿Sabes por 
qué?
  3.  ¿Cuántas veces se utiliza el verbo «crear» en el relato que habla del jardín del 
Edén?
  4.  ¿A partir de dónde tuvo lugar la dispersión del género humano por todas las 
regiones de la tierra? ¿Por qué se dispersaron?
  5.  ¿Quién fue Melquisedec? ¿Por qué se lo menciona en la Plegaria Eucarística I?
  6.  ¿Dónde enterró Abrahán a Sara, su mujer?
  7.  ¿Dónde tuvo lugar el sueño en el que Jacob vio una escalera que unía el cielo 
y la tierra?
  8.  ¿Por qué José se fue a vivir a Egipto?
  9.  ¿Cuáles son las dos manos de Dios Creador, según san Ireneo?
38 10.  ¿En qué se basa san Bernardo para comparar a José el patriarca hijo de Jacob 
con san José, además de en su nombre?
Ejercicio 3. Comentario de texto
1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal a la luz de los conteni-
dos aprendidos:
Dios mismo es quien ha creado el mundo visible en toda su riqueza, su diversidad 
y su orden. La Escritura presenta  la obra del Creador simbólicamente como una 
secuencia de seis días «de trabajo» divino que terminan en el «reposo» del día sép-
timo (Gn 1,1-Gn 2,4). El texto sagrado enseña, a propósito de la creación, verdades 
reveladas por Dios para nuestra salvación (cf. DV 11) que permiten «conocer la na-
turaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la alabanza divina» 
(LG 36).
Nada existe que no deba su existencia a Dios creador. El mundo comenzó cuando 
fue sacado de la nada por la palabra de Dios; todos los seres existentes, toda la na-
turaleza, toda la historia humana están enraizados en este acontecimiento primor-
dial: es el origen gracias al cual el mundo es constituido, y el tiempo ha comenzado 
(cf. S. Agustín, Gen. Man. 1,2,4).
Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. Para cada una de las obras 
de los «seis días» se dice: «Y vio Dios que era bueno». «Por la condición misma de la 
creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de 
un orden» (GS 36,2). Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada 
una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad Infinitas de Dios. Por esto, 
el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso des-
ordenado de las cosas, que desprecie al Creador y acarree consecuencias nefastas 
para los hombres y para su ambiente.
La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el cedro 
y la florecilla, el águila y el gorrión: las innumerables diversidades y desigualdades 
significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en depen-
dencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente.
La belleza del universo: el orden y la armonía del mundo creado derivan de la diver-
sidad de los seres y de las relaciones que entre ellos existen. El hombre las descubre 
39progresivamente como leyes de la naturaleza que causan la admiración de los sa-
bios. La belleza de la creación refleja la Infinita belleza del Creador. Debe inspirar el 
respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su voluntad.
La jerarquía de las criaturas está expresada por el orden de los «seis días», que va 
de lo menos perfecto a lo más perfecto. Dios ama todas sus criaturas (cf. Sal 145,9), 
cuida de cada una, incluso de los pajarillos. Pero Jesús dice: «Vosotros valéis más 
que muchos pajarillos» (Lc 12,6-7), o también: «¡Cuánto más vale un hombre que 
una oveja!» (Mt 12,12).
El hombre es la cumbre de la obra de la creación. El relato inspirado lo expresa dis-
tinguiendo netamente la creación del hombre y la de las otras criaturas (cf. Gn 1,26).
Existe una solidaridad entre todas las criaturas por el hecho de que todas tienen el 
mismo Creador, y que todas están ordenadas a su gloria:
Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano Sol, 
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor y lleva por los cielos noticia 
de su autor.
Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado 
mi Señor!
Y por la hermana tierra que es toda bendición, la hermana madre tierra, que da 
en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color, y nos sustenta y rige: 
¡loado mi Señor!
Servidle con ternura y humilde corazón, agradeced sus dones, cantad su crea-
ción. Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén (S. Francisco de Asís, Cánticode 
las criaturas)
El Sabbat, culminación de  la obra de  los «seis días». El  texto sagrado dice que «Dios 
concluyó en el séptimo día la obra que había hecho» y que así «el cielo y la tierra fueron 
acabados»; Dios, en el séptimo día, «descansó», santificó y bendijo este día (Gn 2,1-3). 
Estas palabras inspiradas son ricas en enseñanzas salvíficas:
En  la creación Dios puso un fundamento y unas  leyes que permanecen estables  (cf. 
Hb 4,3-4), en los cuales el creyente podrá apoyarse con confianza, y que son para él el 
signo y garantía de la fidelidad inquebrantable de la Alianza de Dios (cf. Jr 31,35-37, Jr 
33,19-26). Por su parte el hombre deberá permanecer fiel a este fundamento y respetar 
las leyes que el Creador ha inscrito en la creación.
40 La creación está hecha con miras al Sabbat y, por tanto, al culto y a la adoración de Dios. 
El culto está inscrito en el orden de la creación (cf. Gn 1,14). «Operi Dei nihil praepona-
tur» («Nada se anteponga a la dedicación a Dios»), dice la regla de S. Benito, indicando 
así el recto orden de las preocupaciones humanas.
El Sabbat pertenece al corazón de la ley de Israel. Guardar los mandamientos es corres-
ponder a la sabiduría y a la voluntad de Dios, expresadas en su obra de creación.
El octavo día. Pero para nosotros ha surgido un nuevo día: el día de la Resurrección de 
Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. Y el octavo día comienza la nueva crea-
ción. Así, la obra de la creación culmina en una obra todavía más grande: la Redención. 
La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, 
cuyo esplendor sobrepasa el de la primera (cf. MR, vigilia pascual 24, oración después 
de la primera lectura).
Catecismo de la Iglesia Católica, 337-349.
*  *  *
2. Lee el texto de Gn 22,1-23 y haz un comentario personal.
Antes, consulta al menos un buen comentario bíblico, y mira  lo que el Catecismo de 
la Iglesia Católica y lo que los textos litúrgicos sugieren sobre él (para eso te ayudará 
consultar el índice bíblico que hay al final del Catecismo y de un buen Misal de fieles).
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SUMARIO
1. LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO  •  La  liberación  de  la  esclavitud  •  El 
paso  del  mar  Rojo  •  Del  mar  Rojo  al  Sinaí  •  2. RELECTURAS DEL LIBRO 
DEL ÉXODO, Y SU RECEPCIÓN EN LA FE DE LA IGLESIA  •  La figura de Moi-
sés  •  La Pascua  •  El paso del mar  •  El maná  •  La Ley de Dios
El Génesis terminaba con los hijos de Israel establecidos en Egipto. El 
libro del Éxodo comienza allí, con los nombres de los hijos de Israel que 
bajaron a Egipto (Ex 1,1-2), y en él se narrarán los acontecimientos re-
lacionados con la salida de aquel país de los clanes israelitas y el inicio 
del camino de regreso hacia la tierra prometida a sus padres, así como 
algunas leyes situadas en ese contexto.
Al igual que en la lección anterior y las inmediatamente siguientes, en 
esta lección nos limitaremos a hablar de su contenido y del modo en 
que se han interpretado en la Iglesia sus pasajes más relevantes. Lo que 
se refiere a su composición lo veremos más adelante.
TEMA
3 ÉXODO
42 1. Lectura del libro del Éxodo
El libro comienza mencionando los descendientes de Jacob en Egipto, y se cie-
rra cuando el relato del camino hacia la tierra prometida se interrumpe, poco 
después de la terminación y equipamiento del santuario. Está constituido por 
dos grandes secciones que configuran su estructura. En medio de ellas, se na-
rra de modo grandioso un acontecimiento clave en la liberación, que es el paso 
del mar Rojo:
•	 En la primera sección se narra, pues, todo lo que Dios hizo para liberar 
a su pueblo de la esclavitud a la que había sido sometido y sacarlo de la 
tierra de Egipto; y termina con su puesta en marcha hacia la libertad (Ex 
1,1–13,21). 
•	 Se llega así al núcleo central del libro. Los hijos de Israel se dirigen hacia el 
mar	Rojo y allí experimentan la protección de Dios (Ex 14,1–15,21).
•	 La última sección trata acerca del camino que los israelitas recorren por 
el desierto, una vez pasado el mar, en dirección a la tierra prometida. Pri-
mero, se mencionan los acontecimientos acaecidos en la marcha desde el 
mar hasta el Sinaí (Ex 15,22–18,27). Al llegar a la montaña, la expedición 
se detiene, para recibir allí una revelación de Dios, establecer una alianza 
con él, y construir el Tabernáculo (Ex 19,1–40,38). 
La idea básica, que da razón de todo el libro, se contiene en las primeras pala-
bras que el Señor pide a Moisés en el Sinaí que trasmita al pueblo de su parte: 
«Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado 
en alas de águila y os he traído hacia mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi 
voz y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, 
porque mía es toda la tierra; vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una 
nación santa» (Ex 19,4-6a).
Si en el libro del Génesis se hablaba de la acción de Dios en los orígenes del 
mundo y del pueblo, en el Éxodo el tema central es la acción	de	Dios	en	la	
configuración	histórica	del	pueblo	de	Israel, redimiéndolos de la esclavitud 
a la que estaban sometidos para que fuesen un pueblo santo.
1.1. La liberación de la esclavitud
En la primera sección (Ex 1,1–13,21) se narra, como se ha dicho, todo lo que 
Dios hizo para liberar a su pueblo de la esclavitud a la que había sido someti-
43do y sacarlo de la tierra de Egipto. De entrada, en los capítulos iniciales se van 
presentando los protagonistas de esta gran gesta:
•	 Primero, la	comunidad	de	los	hijos	de	Israel, descendientes de los hijos 
de Jacob que habían bajado a Egipto y se habían establecido allí, donde 
crecieron y se multiplicaron, hasta que un faraón que no había conocido a 
José comenzó a oprimirlos y vejarlos (Ex 1,1-22). 
•	 Después, Moisés, a quien el Señor protegió con su providencia desde los 
primeros momentos de su vida, como lo deja entender el relato sobre el 
modo en que fue salvado de las aguas del Nilo cuando la hija del faraón lo 
encontró en una cesta y se hizo cargo de él. Desde su juventud, se dibuja 
un rasgo característico de su personalidad que consiste en no permanecer 
indiferente ante las injusticias: da muerte a un egipcio que maltrataba a un 
israelita e intenta reconciliar a dos de su pueblo. Pero cuando se divulgan 
estos hechos se ve obligado a huir a Madián (Ex 2,1-25). 
•	 Allí tendrá lugar la manifestación del verdadero protagonista de toda esta 
epopeya: el	Señor, que sale al encuentro de Moisés, le manifiesta su nom-
bre y lo envía al faraón, porque ya no soporta más la opresión de su pueblo 
(Ex 3,1-15). Como ayuda para que Moisés pueda cumplir su misión le otor-
ga la capacidad de realizar algunos prodigios y le proporciona a Aarón 
como portavoz en sus gestiones ante el faraón (Ex 3,16–4,31).
Los capítulos siguientes se ocuparán en detalle de las negociaciones que Moi-
sés y Aarón llevan a cabo para que el faraón permita al pueblo salir de Egipto: 
•	 El primer intento fracasa, e incluso la opresión a la que se ven sometidos 
los israelitas se hace más insufrible (Ex 5,1-23). 
•	 Pero inmediatamente es Dios mismo quien va a manifestar su poder en-
viando diez	plagas, una tras otra, cada vez más terribles, que terminarán 
por doblegar al faraón: las aguas del Nilo convertidas en sangre, la multi-
tud de ranas que pululan por todas partes, la invasión de los mosquitos, 
la plaga de los tábanos, la epidemia del ganado, la profusión de úlceras 
en personas y animales, el granizo que devastó cosechas y dañó personas 
y ganado, las langostas que consumieron lo poco que se había librado del 
granizo, las densas tinieblas que cubrieron la tierra, y, por último, ante la 
persistencia del faraón en su negativa, el anuncio de la décima y más terri-
ble, la muerte de todos los primogénitos (Ex 6,1–11,10).
•	 El modo en que se cumplió la última plaga manifiesta de modo extraordi-
nario la protección de Dios a su pueblo. Esta experiencia quedaría grabada 
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