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Este es un libro maravilloso para ayudar a los cristianos a reconocer y utilizar las provisiones que nuestro Señor ha hecho para nuestra salud y crecimiento espiritual. Muy a menudo los creyentes son tentados a buscar grandes e inusuales eventos o experiencias para hallar fortaleza espiritual y estímulo mientras descuidan las provisiones regulares y comparativamente poco impresionantes como las Escrituras, el bautismo, la Cena del Señor y la oración. Sin embargo, son precisamente estas últimas disposiciones «ordinarias» las que el Señor Jesús ha dado para ser utilizadas con el propósito de edificarnos en la fe y establecernos en Su gracia. Así como se obtiene una mejor salud física mediante el compromiso con una nutrición cuidadosa que con una intervención médica correctiva, el camino hacia la salud espiritual también depende de los medios ordinarios de gracia y no de experiencias ocasionales y extraordinarias. J. Ryan Davidson entiende eso y quiere que el pueblo de Dios lo entienda también. Explica claramente lo que la Biblia enseña sobre la importancia de los medios ordinarios que Cristo ha provisto para Su Iglesia. Este libro es pastoralmente sabio, confesionalmente fiel y espiritualmente útil. Lo recomiendo encarecidamente. Tom Ascol Pastor de la Grace Baptist Church {Iglesia Bautista de la Gracia} en Cape Coral, Florida, EE. UU. Director Ejecutivo de Founders Ministries {Ministerio «Fundadores»} ******************** El refrán: «las cosas buenas vienen en envases pequeños» es apropiado para el libro Verdes pastos: Una introducción a los medios de gracia ordinarios, de Ryan Davidson. Este libro será para su alma lo que un anillo de diamantes escondido en una caja de terciopelo es para una futura novia: deleite puro. En un lenguaje sencillo pero a la vez bien ilustrado, el pastor Davidson nos enseña cómo el Señor del pacto bendice a Su pueblo con abundantes dones de gracia. Todo pastor debería distribuir Verdes pastos a su gente, y el pueblo de Dios necesita maravillarse y deleitarse con sus verdades. ¡Desearía haber leído este libro hace cuarenta años! James M. Renihan Presidente del Seminario Teológico IRBS. Mansfield, Texas, EE. UU. ******************** Este pequeño libro trata lo que podríamos llamar «el negocio principal de la Iglesia de Cristo en la tierra», los medios de gracia ordinarios. El hecho de que muchos lectores hoy en día no entienden esta última expresión es una forma de ilustrar dónde hemos terminado como la Iglesia de Dios. Los «medios» a los que nos referimos aquí son «el pan de cada día» del discipulado cristiano ¾ la provisión de Dios para el crecimiento y la salud de los cristianos, y para la conciencia regular de la presencia viva del Señor alrededor, al lado y dentro de ellos. La Palabra y los Sacramentos son precisamente los medios a través de los cuales nuestro Dios trino se imparte a Sí mismo a Su pueblo. Este libro ayudará a gente de diferentes tradiciones {doctrinales} a aprender a apreciar y beneficiarse de esta impresionante provisión divina. Liam Goligher Ministro Principal de la Tenth Presbyterian Church {Décima Iglesia Presbiteriana} Filadelfia, Pensilvania, EE. UU. ******************** Una de las cosas que une a los presbiterianos confesionales y a los bautistas reformados es su compromiso común con un ministerio delineado por los medios de gracia ordinarios. Un ministerio así no es un asunto de un gusto personal arbitrario, sino que es impulsado por nuestra comprensión de lo que es exactamente la gracia de Dios y de cómo se convierte en una realidad en la vida de los cristianos. Este pequeño libro es útil en ese sentido, ofreciendo breves y sólidos registros de la Palabra, los sacramentos y la oración de una manera que ayudará a todos aquellos que buscan un ministerio que refleje las prioridades y enseñanzas bíblicas. Carl R. Trueman Profesor de Estudios Bíblicos y Religiosos Grove City College Grove City, Pensilvania, EE. UU. ******************** E INTRODUCCIÓN[1] sta breve obra pretende analizar, de una manera sencilla, lo que se conoce como los medios de gracia ordinarios. Para algunos, esta frase es desconocida, y será necesario algún tipo de explicación. Uno de los propósitos de este libro es ayudar a la recuperación del entendimiento bíblico de los medios particulares que el Señor ha ordenado para Su Iglesia mediante los cuales alimenta su fe. Nuestros días se caracterizan por un gran analfabetismo bíblico. También son días en los que, incluso entre los que asisten asiduamente a la iglesia, se han dado sustitutos para los medios que el Señor ha dicho que usará para bendecir a Su pueblo. En muchas iglesias estadounidenses, los domingos se han convertido en un tiempo para el emocionalismo, el entretenimiento o para el ministerio programático. Lo que se ha desechado en el camino son los mecanismos simples y ordinarios que Dios ha ordenado para el crecimiento y la alimentación de Su pueblo: la predicación, el bautismo, la Cena del Señor y la oración. Incluso, muchos podrían leer estas palabras y pensar que debería haber más en la iglesia. En muchos rincones de Occidente, hemos tomado el ministerio de la iglesia y lo hemos convertido en una tienda «todo en uno»[2] para cualquier necesidad ¾ un súper centro comercial ¾ , de tiendas espirituales. Aunque no hay nada malo en tratar de satisfacer las necesidades de los demás, en el proceso hemos subestimado las mismas cosas que el Señor nos ha ordenado valorar en nuestras iglesias. Con la pérdida de este énfasis, muchos cristianos no están siendo enseñados como deberían, y ni siquiera se dan cuenta de que lo que realmente necesitan son los simples medios de gracia ordinarios. Los sermones han sido acortados para permitir más entretenimiento. El bautismo, en muchos servicios {cultos}[3] evangélicos, se ha convertido en una fiesta, centrada solo en la decisión de una persona, en lugar de la proclamación de la promesa de Dios. La Cena del Señor también atraviesa por tiempos difíciles, y en muchas iglesias es practicada con muy poca frecuencia. La oración corporativa ha sido reducida a un tiempo mínimo para permitir otros focos de atención. Esto es muy serio, ya que es a través de estos medios que el Señor ha prometido bendecir y hacer crecer a Su pueblo. Necesitamos recuperar la comprensión y el uso de estos medios dentro de nuestras iglesias. ¡Oh, que las congregaciones locales de todo el mundo volvieran a estos medios tan simples y ordinarios! Tal vez usted está leyendo este libro porque quiere aprender más sobre los «medios de gracia ordinarios». O quizá está considerando un camino diferente para el ministerio dentro de su propia iglesia. Tal vez usted es un bautista que está tratando de entender más las raíces de la Reforma de su propia historia y está tratando de aprender más acerca de cómo los primeros bautistas particulares realmente comparten la teología reformada con otros grupos protestantes. Mi esperanza y mi oración es que este pequeño libro sirva como un trampolín útil para un estudio más rico y profundo de este tema. ¿Por qué no queremos la dulce comunión prometida en estos medios, y por qué no queremos que la misma voz de Cristo sea proclamada por medio de estos? En días como los nuestros en el que las obras de crecimiento de la iglesia se alinean con los estantes de las librerías y con Amazon, y en un tiempo en el que muchos queridos creyentes buscan todo tipo de cosas en sus iglesias excepto los medios ordinarios, el llamado de las Escrituras es a estar siempre reformándonos de acuerdo con los patrones bíblicos en lo que respecta a la fe y la adoración. ¡Qué oportunidad {tan sublime} ha tenido siempre la iglesia de reunirse con la primacía puesta en los canales ordinarios de la gracia! Para muchos pastores, la idea del crecimiento numérico puede ser tan tentadora, y caer presa de ella puede significar un atajo a los mandamientos bíblicos para la adoración. Sin embargo, el rebaño del Señor necesitaser alimentado en los pastos que Él ha ordenado. Corramos, pues, a sus pastos... y a Él. H 1 ENCOMENDADO A DIOS Y A LOS MEDIOS Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados. (Hch. 20:32) e tenido la oportunidad de viajar a muchas partes del mundo durante los últimos diez o doce años para servir de diversas maneras, a menudo para enseñar a pastores, estudiantes de seminario o nuevos creyentes en diversas áreas de la formación teológica. Una de las cosas más difíciles de hacer es llegar por unas pocas semanas, sabiendo que se irá pronto y sin poder decir todo lo que se podría decir, y luego partir sabiendo todas las diversas formas de errores teológicos con las que se enfrentarán los estudiantes. ¿Qué es lo que se debería hacer? ¿Qué es lo que se debería decir? Y en última instancia, ¿a qué se los debería encomendar? Hacia el final del libro de los Hechos, algunos años después de que Cristo ascendiera, el apóstol Pablo se reunió con la iglesia en Éfeso. Leemos del dulce encuentro que el apóstol tuvo con los ancianos, o pastores de esa iglesia, dándoles una variedad de instrucciones. Sabiendo que no podía decir todo lo que había que decir, y sabiendo que probablemente no los volvería a ver, dice en Hechos 20:28: «Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre». Más adelante, en el versículo 32, dice: «Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de Su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados». Pablo encomienda este pueblo a un medio de gracia. A lo largo de este libro, caminaremos a través de una variedad de pasajes de las Escrituras que nos revelan los medios de gracia ordinarios, {es decir,} los canales regulares que el Señor utiliza para fortalecer y nutrir la fe de Su pueblo en la gracia que Cristo ha obrado para ellos. Pero, examinemos primero esta idea de que el Señor utiliza medios regulares u ordinarios. Partiendo de este pasaje del libro de los Hechos, creo que podemos ver tres verdades con respecto a la realidad de los medios de gracia ordinarios. En primer lugar, Dios edifica a Su pueblo en la gracia. En segundo lugar, Dios usa medios para hacer crecer a Su pueblo en la gracia, y en tercer lugar, Dios utiliza medios específicos para fortalecer y aumentar la fe de Su pueblo del pacto. Consideremos cada una de estas verdades y exploremos estas realidades más a fondo. Dios edifica a Su pueblo en la gracia Quisiera empezar con una cita de la Segunda Confesión de Fe [Bautista] de Londres (2CFL), porque creo que reúne bien la realidad doctrinal del fortalecimiento de nuestra fe, pero también porque es beneficioso para nosotros emprender {el estudio de} la teología junto con la Iglesia de Cristo a través de los tiempos a medida que buscamos entender cómo los que nos han precedido entendieron el estudio de las diferentes doctrinas. Estas son las palabras de la Confesión a las que me refiero: La gracia de la fe, por medio de la cual los elegidos son capacitados para creer para la salvación de sus almas, es la obra del Espíritu de Cristo en sus corazones; y es obrada ordinariamente a través del ministerio de la Palabra; por medio de la cual también ― y por la administración del bautismo, y la Cena del Señor, la oración y otros medios designados por Dios— {esta fe} es aumentada y fortalecida. (2CFL 14.1) Es probable que quizá usted no haya pensado en la fe como una forma de gracia. La fe en sí misma es un regalo de gracia dado a los creyentes por parte de Dios. Nosotros no creamos la fe; Dios concede la fe y la fortalece. Él concede la fe salvadora a todos los que son redimidos y, esa gracia por medio de la fe resulta en la salvación de sus almas. Esta es la obra del Espíritu de Cristo en sus corazones. Cuando Cristo y el evangelio se hicieron claros delante de mí, fue porque el Espíritu Santo había obrado primero en mi corazón. Es a través del ministerio de la Palabra que la fe es obrada, o dada a luz, en el creyente (Rom. 10:14‑17). Pero no solo la fe salvadora es una gracia de Dios, como señala la Confesión, sino que Dios también la fortalece: «por medio de la cual también ― y por la administración del bautismo, y la Cena del Señor, la oración y otros medios designados por Dios— {esta fe} es aumentada y fortalecida». El Señor utiliza medios tanto para traer la fe como para fortalecerla y nutrirla. Veamos de nuevo el texto mencionado anteriormente. Pablo, hablando con estos ancianos en sus últimas palabras, les encomienda a dos cosas: «a Dios» y «a la palabra de su gracia». Pablo confía en que estos ancianos y, en última instancia, la iglesia de Éfeso, se entreguen a Dios y a la palabra de Su gracia. El texto nos dice la razón ¾ para ser edificados: «que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados». Esto no debería sorprendernos. En Colosenses 2:6-7, Pablo dice a otra iglesia, la de Colosas, las siguientes palabras: «Por tanto, de la manera que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en Él; firmemente arraigados y edificados en Él y confirmados en vuestra fe, tal como fuisteis instruidos, rebosando de gratitud». El Dios que nos salva es también el Dios que nos edifica en Él. Lo que Pablo hace no solo es encomendar estos creyentes a su Dios, sino que también los encomienda a los medios que Dios utiliza para edificarlos en su fe: «Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros». Ahora, por supuesto, sabemos que el Dios trino es el que edifica a Su pueblo; sin embargo, en este texto, es casi como si la Palabra de Su gracia fuera incluida como si tuviera poder para hacer algo. ¡La palabra es capaz de edificarte! Dios no solo edifica a Su pueblo en la gracia, sino que también utiliza medios para hacer esta obra. Pero, ¿por qué Pablo los encomienda a Dios y a medios particulares? ¿No es Dios lo suficientemente bueno? ¿No es Dios lo suficientemente poderoso? ¿O podría ser que aquí, así como en muchos otros lugares de la Biblia que podríamos considerar, Pablo está diciendo que Dios va a usar medios particulares y ordinarios para llevar a cabo Su obra? Si es así, como un creyente sediento, quiero saber cuáles son esos medios. Dios usa medios para hacer crecer a Su pueblo en la gracia Esta cláusula, «es poderosa para edificaros», en Hechos 20:32, es interesante. Cuando usamos la frase «medios de gracia», temo que como estamos usando la palabra «gracia», algunos pueden pensar que estamos diciendo que cosas como la palabra predicada, la mesa del Señor, o la oración, pueden salvarnos en y a través de sí mismos y , sin embargo, ese no es el mensaje bíblico. Más bien, lo que queremos decir con esta frase es que Dios utiliza estos mismos medios como los mecanismos para dar a luz y fortalecer la fe salvadora en el creyente. Es el Espíritu quien debe obrar para llamar eficazmente al creyente a través de la predicación, y es el Espíritu quien debe obrar en los medios de la predicación, los sacramentos y la oración para que sean eficaces. Sin embargo, se nos dice en las Escrituras que Dios obra Su gracia en medio de Su pueblo a través de estos medios de gracia ordinarios. En 2 Pedro 1:2, leemos: «Gracia y paz os sean multiplicadas». A menudo he pensado que esta es una declaración de gran aliento; de hecho, me gusta firmar correos electrónicos o cartas con estas mismas palabras, pero durante muchos años no fui consciente de la mayor implicación de esta frase. ¿Qué quiere decir Pedro al escribir: «Gracia y paz os sean multiplicadas»? La multiplicación por definición aumenta algo. Entonces, ¿qué es lo que aumenta? Observemos lo que escribe en 2 Pedro 1:2‑4: (2)Gracia y paz os sean multiplicadas en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor. (3)Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante elverdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, (4)por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. ¿Qué significa que la gracia le sea multiplicada a una persona? Cuando Pedro dice: «Gracia os sea multiplicada», no está diciendo que una persona se deba convertir una y otra vez. Más bien, está deseando que el cristiano, por la fe, llegue a comprender cada vez más esta gracia, y reciba cada vez más alimento espiritual a través de la misma. Cada parte de la vida espiritual del creyente tiene que ver con la gracia de Dios. Somos justificados por la gracia de Dios, santificados por la gracia de Dios, y glorificados por la gracia de Dios. Cuando tú y yo estemos en los nuevos cielos y la nueva tierra, y cantemos: «Aleluya al Cordero ― el Cordero es digno», estaremos allí porque Cristo tomó cada parte de la culpa que merecemos. Esa es la buena noticia del evangelio. El evangelio no se trata de seres humanos tratando de hacer las cosas mejor para ganar una posición delante de Dios. Queremos ser mejores, pero no podemos hacerlo solos. Somos pecadores perversos, y en el momento en que una persona pone su fe en Cristo, es cambiada para siempre, redimida por la sangre de Cristo, pero Dios no la deja ahí. Lo hace crecer, lo alimenta y lo fortalece en la fe y en Su palabra. Dios no ha dejado que nos edifiquemos a nosotros mismos, sino que ha delineado varios medios que utiliza predominantemente para hacerlo. Esto, por supuesto, no significa que sean las únicas cosas que Él puede usar en la vida de un cristiano, pero ha identificado medios específicos, regulares y ordinarios que Él usará para hacer crecer a los creyentes en la gracia. Por lo tanto, cuando decimos medios de gracia, no estamos hablando de cosas que salvan por sí mismas; más bien, nos referimos a las formas particulares en que Dios usa estas cosas para aumentar Su obra de gracia en aquellos que Él {ya} ha salvado. Esta es una distinción clara que es necesario hacer, porque esto no significa que los medios de gracia puedan operar en sí mismos y por sí mismos. Los medios son aquello que el Espíritu usa cuando obra. Esta es una definición de los medios de gracia que me gustaría proponer: los instrumentos que Cristo usa ordinariamente para hacer nacer y fortalecer la fe de los elegidos, dado que Él está presente entre ellos. Hay muchos santos que me han precedido y que han escrito definiciones más completas que esta; sin embargo, me gustaría que la usáramos mientras recorremos juntos esta introducción. Es muy posible que el Señor use cualquier cosa en la vida de un creyente. Muchos podrían atestiguar el hecho de que Dios a menudo utiliza cosas fuera de los medios ordinarios de gracia; sin embargo, hay ciertas cosas que Él nos dice que definitivamente utilizará, y esa es la principal diferencia. Por eso las etiquetamos como los medios de gracia «ordinarios». Son las cosas que las Escrituras han dicho que son instituidas por Cristo a través de las cuales podemos esperar bendición, convirtiéndolas así en un «medio de gracia». La enseñanza del historiador de la Iglesia y erudito bautista James Renihan es útil para delinear la idea de que hay muchas cosas que el Señor usa para fortalecer nuestra fe, pero que cuando decimos «medios de gracia», en un contexto histórico, lo que realmente estamos diciendo son dos cosas: primero, que Cristo los instituyó; y segundo, que vienen acompañados de una promesa de bendición, o más específicamente, que podemos esperar bendición de estos.[4] La Biblia enumera algunos medios o instrumentos particulares a través de los cuales la gracia de Dios se multiplica en la vida del creyente. Recuerde, estos medios no nos justifican más, ya que la justificación es una declaración única de justicia ante Dios basada solo en los méritos de Cristo; antes bien, son medios a través de los cuales nuestra fe, la gracia de la fe, se fortalece. Son estos medios los que debemos perseguir, y cuando lo hacemos con fe, podemos esperar la bendición espiritual. Dios usa medios específicos para fortalecer la fe de Su pueblo del Pacto La Palabra El medio de gracia específico al que Pablo encomienda la iglesia de Éfeso es el ministerio de la Palabra. Pablo habla de esto en otra parte cuando argumenta sobre cómo la proclamación de la Palabra es uno de los medios de gracia. Observémoslo en Romanos 10:14‑17: (14)¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (15)¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡CUAN HERMOSOS SON LOS PIES DE LOS QUE ANUNCIAN EL EVANGELIO DEL BIEN! (16)Sin embargo, no todos hicieron caso al evangelio, porque Isaías dice: SEÑOR, ¿QUIEN HA CREIDO A NUESTRO ANUNCIO? (17)Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo. Este pasaje dice que el medio ordinario por el cual el Señor concede la fe y convierte a los pecadores es por medio de escuchar la Palabra predicada. Por eso, lo que más deberíamos ofrecer los domingos por la mañana es el ministerio de la Palabra. Hay muchas cosas que la Iglesia de Jesucristo está haciendo hoy en día, pero me temo que lo principal que el Señor nos dice que usemos para lograr la salvación de las almas es lo que muchos quieren minimizar. A menudo, en las iglesias a lo largo y ancho de los Estados Unidos, los servicios {cultos} del Día del Señor se centran intencionalmente en minimizar la predicación de la Palabra y orientar los servicios hacia los «buscadores». Sin embargo, la Palabra de Cristo predicada fue el enfoque de los apóstoles, la iglesia primitiva, y es precisamente lo que las Escrituras ordenan que sea central dentro de la Iglesia. La fe viene del oír y Pablo dice que esta Palabra es capaz de edificarnos. ¡Estamos en el negocio de la edificación! Por lo tanto, el ministerio de la Palabra es uno de los medios que la Escritura dice que el Señor utiliza. Observe de nuevo lo que Pablo dice a los ancianos de Éfeso en Hechos 20:32: «Ahora os encomiendo a Dios [y observe que elige uno de los medios] y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados» (Corchetes añadidos). En esta frase, «la palabra de su gracia», ¿está hablando de toda la Biblia, la Palabra escrita de Dios, o está hablando solo del evangelio? Creo que el enfoque principal es el evangelio, pero el evangelio de la forma en que es revelado en toda la Biblia. En este contexto, Pablo habla del evangelio mismo, las buenas nuevas de salvación en Cristo, pero también habla de cómo se ha esforzado por enseñarles todo lo que es provechoso. De Génesis a Apocalipsis hay una gran historia con muchas historias pequeñas que conforman una narrativa global. Debemos entender, entonces, que dentro de este texto, el medio del que habla es el evangelio predicado, que podemos expandir luego hasta abarcar toda la Sagrada Escritura misma. Amigo, la Palabra de Dios es usada por el Espíritu de Cristo para lograr dos cosas como se ve en este texto. Lo primero que hace la Palabra de Dios es darnos una herencia entre todos los santificados. Y eso nos lleva de vuelta a Romanos 10, ¿no es así? ¿Cómo fuimos salvados? El Espíritu obra en nuestro corazón, predica internamente a nuestra alma la veracidad del evangelio, de la misma manera que el predicador está predicando a nuestros oídos. El Espíritu hace que nazcamos de nuevo (regeneración), y respondamos con fe al Cristo de ese mensaje del evangelio. Pablo está mostrando el camino por el cual el Señor concede la fe. Es a través del ministerio de la Palabra predicada. Lo primero que necesitamos ver acerca de la Biblia y de la Biblia predicada es que Dios hace algo cuando la Biblia es predicada y a través de la predicación de la Biblia. Lo segundo que la Biblia dice es que la Palabra nos edifica.Podemos leer eso en pasajes como 2 Timoteo 3:16‑17: (16)Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, (17)a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra. Pablo dice al final del texto del libro de los Hechos: «daros la herencia entre todos los santificados». En 1 Tesalonicenses 4:3 dice que la voluntad de Dios para nosotros es nuestra santificación: que nos apartemos para Dios en Su santidad. Esa es la voluntad de Dios. Luego, en Juan 17:17, orando Jesús por los discípulos y por todos los que creerán en Él a través del testimonio de ellos, pide al Padre que los santifique en la Palabra, para apartarlos para Sí por medio de esta. La Palabra de Dios es el medio de salvación y un medio para hacer crecer al pueblo de Dios. El Bautismo Otro medio de gracia identificado es el bautismo. Considere las palabras de Mateo 28:18-20: (18)Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. (19)Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, (20)enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. El objetivo de la comisión de Jesús es el discipulado de los creyentes, que incluye no solo el evangelismo, sino el crecimiento final del creyente en las cosas de Cristo. Noten que se nos ordena bautizar porque Cristo instituyó el bautismo. Sus últimas palabras a sus discípulos fueron esencialmente que debían utilizar el ministerio de la Palabra («enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado») y el bautismo. Una vez más, nuestro doble sistema: La institución de Cristo y la promesa de bendición. ¿Dónde está la promesa de bendición? Está en el versículo 20, donde el Señor dice: «y he aquí, yo estoy con vosotros». Allí, Jesús promete estar con Su Iglesia mientras enseñan y bautizan. Su presencia es la bendición prometida. La Cena del Señor Hemos analizado el ministerio de la Palabra y el bautismo, pero hay un tercer medio que la Escritura nos da ¾ la Cena del Señor. En 1 Corintios 10:16, Pablo está escribiendo a una iglesia que está confundida acerca de muchas cosas, y necesitaban instrucción con respecto a la Mesa del Señor. Esto es lo que dice Pablo en medio de su argumentación en contra de la idolatría: «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo?». Examinaremos este pasaje más de cerca en el capítulo que sigue, pero permítame darle un adelanto. El apóstol no dice que la Cena del Señor sea un acto por el cual simplemente recordamos a Jesús. Está diciendo que tenemos comunión /koin ō nia/ con Jesús, o comunión en la sangre y el cuerpo de Cristo. Sabemos que Cristo nos dio esta ordenanza para ser practicada, y vemos allí que, cuando lo hacemos, hay una expectativa de participación, o comunión, con Cristo. La Oración A lo largo de la Biblia, se le dice al pueblo de Dios que ore, y vemos que Cristo llamó a sus seguidores a orar. Él nos da un modelo {de cómo hacerlo} en Mateo 6. En 1 Juan 5:14, vemos la bendición que acompaña a la oración: «Y esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye». ¿Qué significa orar según la voluntad de Dios? Significa orar con la Biblia abierta, dado que las Escrituras son la voluntad revelada de Dios para nosotros. ¿Dónde está la bendición? La bendición está en la identidad del Dios al que se refiere este versículo. Dios nos oye cuando oramos conforme a Su voluntad. Oramos al Padre, en el nombre del Hijo. Es por la obra de Jesús que podemos llegar a Dios, y la bendición es que, por la obra cumplida de Cristo a través de Su muerte y resurrección, podemos orar al Soberano del universo y saber que Él nos oye. A menudo puede parecer que nuestras oraciones no son escuchadas o no son respondidas, pero la promesa de las Escrituras es que el Dios del universo escucha a los creyentes cuando oran. Esa es la bendición. Hay una bendición prometida a la que debemos aferrarnos cuando nos acercamos a Dios en oración. Resumen Dios es libre de usar cualquier medio en la vida de cualquier creyente para hacer crecer y fortalecer su fe, pero los medios mencionados son los instrumentos principales a través de los cuales Él nos ha dicho que obrará. ¡Estas son buenas noticias! Estos medios suponen un Cristo resucitado, reinante y presente. Cristo promete estar presente con Su iglesia, y a diferencia del punto de vista católico romano de los sacramentos, estos medios por sí mismos no tienen poder para obrar. Deben estar acompañados por la obra del Espíritu de Cristo y por la fe del creyente. Es el presente reinado de Cristo a través de Su Espíritu el medio por el que Él nos da ciertos medios para fortalecernos durante todo el camino a casa. ¡Qué maravillosa noticia es {saber} que Jesús no ha dejado a Su iglesia sin Su presencia! Jesús dice: «Edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mat. 16:18). Cuando hablamos de esta idea de los medios de gracia ordinarios, nos paramos sobre los hombros de otros que han estado antes que nosotros. Esto es lo que escribe Juan Calvino, cuando habla de la Cena del Señor: Lo único que estamos diciendo es que Dios usa los medios e instrumentos que ve convenientes para que todas las cosas estén al servicio de Su gloria, siendo Él el Señor y el que dispone de todo. Por lo tanto, como por medio del pan y otros alimentos nutre nuestros cuerpos, como por medio del sol ilumina, y como por medio del fuego da calor al mundo y, sin embargo, el pan, el sol y el fuego no son nada, salvo en la medida en que son instrumentos mediante los cuales Él nos dispensa Sus bendiciones; así, de la misma manera, nutre espiritualmente nuestra fe por medio de los sacramentos, cuyo único oficio es hacer que Sus promesas sean visibles ante nuestros ojos...[5] El Señor muestra Su gracia al darnos cosas reales y tangibles para recordarnos Su promesa de gracia del pacto. Esta es la forma en la que el teólogo Charles Hodge define los medios de gracia: «Aquellas instituciones que Dios ha ordenado que sean los canales ordinarios de la gracia, es decir, de las influencias sobrenaturales del Espíritu Santo, para las almas de los hombres».[6] Como puede observar, Hodge está llamando «gracia» a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Por lo tanto, un medio de gracia es un medio o canal que el Señor usa mediante la obra del Espíritu en nuestras vidas. En resumen, Dios edifica a Su pueblo en la gracia, utiliza medios para hacerlo, y le dice {a Su pueblo} en la Palabra cuáles son esos medios. El teólogo holandés de finales del siglo XIX y principios del XX, Herman Bavinck, define los medios de gracia de manera similar a Calvino. Dice que son las «…acciones y señales externas, humanamente perceptibles, que Cristo ha dado a Su iglesia y con las que ha vinculado la comunicación {impartición} de Su gracia».[7] No debemos ser descuidados en el uso de estos instrumentos. Deberíamos verlos como bendiciones necesarias otorgadas al cristiano. Por implicación, vemos que ausentarse de la adoración en el Día del Señor no es simplemente una falta de compañerismo, sino una ausencia de los medios ordinarios que el Señor usa en la vida del creyente. Los medios ordinarios de gracia pertenecen a la iglesia reunida en el Día del Señor. También debemos considerar la forma en la que nos preparamos para los medios de gracia ordinarios. Deberíamos acercarnos a cada Día del Señor con una expectativa suplicante de la obra del Señor en nuestras vidas a través de estos medios. Estos son los canales que el Señor usa en nuestras vidas ¾ Él está activo mientras nosotros venimos en fe ¾ así que, debemos considerar nuestra propia preparación y disposición semana tras semana. Cuando usamos estos medios con fe, estamos pidiendo aDios que aumente nuestra fe, que nos fortalezca y nos edifique, y que ayude a nuestra incredulidad. {Al hacerlo,} estamos pidiendo al Señor Su gracia en nuestras vidas, y que la multiplique. En cierto sentido, le estamos pidiendo: «Bendícenos con Tu palabra y con Tu presencia». Eso es lo que hacemos cuando nos acercamos con fe a estos medios ¾ a la Palabra predicada, al bautismo, a la Mesa del Señor y a la oración. Recordemos ese momento cuando un hombre se encontró con Jesús en la curación de su hijo en Marcos 9. ¿Recuerda sus palabras? Marcos 9:24 dice: «Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad». Que nuestra forma suplicante de acercarnos a los medios de gracia ordinarios sea la misma. Jugué al fútbol durante la secundaria, y lo disfruté mucho. Cada año, algunas semanas antes del inicio de clases, hacíamos prácticas en el verano, corriendo kilómetros, haciendo carreras y otros tipos de entrenamiento. Después de largas carreras, nuestra fuente de agua era una manguera conectada a una espita. Déjeme decirle que no podía esperar que llegara el final de una de esas carreras para llegar a la manguera. ¿Sabe por qué? No es que me gusten las mangueras, o que su superficie sea atractiva al tacto, o que la naturaleza crujiente y el color verde de la manguera recién comprada signifique algo para mí. Era el hecho de que la manguera era un canal para el agua, la cual necesitaba desesperadamente. En este análisis sobre los medios de gracia ordinarios, no estamos adorando la Mesa del Señor, ni estamos idolatrando la Biblia ni las aguas del bautismo. Lo que estamos diciendo es que el Señor va a obrar y lo hará utilizando los medios {de gracia}. Cuando estaba sediento, no podía esperar a llegar a la manguera. Era como si me dijera a mí mismo: «Denme la manguera, porque cuando la manguera llegue, habrá agua fresca y cristalina que nutrirá mis labios resecos». De manera similar, lo que se necesita el día de hoy es llegar con fe a los medios que el Señor ha ordenado ¾ Su Palabra, Sus Sacramentos y la oración. Por más seco que se sienta, Él le ha prometido que no lo dejará solo. Y la «manguera» a través de la cual Él le va a conceder degustar más y más y más del agua de Su gracia, hasta que Cristo regrese, son los medios de gracia ordinarios. Preguntas de estudio 1. ¿Qué significa la frase «medios de gracia»? 2. ¿Cuáles son los medios de gracia ordinarios? 3. ¿Qué diferencia los medios de gracia ordinarios de otras herramientas que el Señor usa en nuestras vidas? 4. ¿Cuáles son algunos de los pasajes de la Escritura que es necesario considerar con respecto a los medios de gracia? 5. ¿Qué importancia tienen los medios de gracia ordinarios para la vida cristiana? P 2 EL MINISTERIO DE LA PALABRA (22)Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. (23)[Pues] habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino [de una que es] incorruptible, [es decir,] mediante la palabra de Dios que vive y permanece. (24)Porque: TODA CARNE ES COMO LA HIERBA, Y TODA SU GLORIA COMO LA FLOR DE LA HIERBA. SECASE LA HIERBA, CAESE LA FLOR, (25)MAS LA PALABRA DEL SEÑOR PERMANECE PARA SIEMPRE. Y esta es la palabra que os fue predicada. 2(1)Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación, (2)desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación, (3)si [es que] habéis probado la benignidad del Señor. (1 Ped. 1:22‑25; 2:1‑3) raedicatio Verbi Dei Est Verbum Dei, que significa: «La Predicación de la Palabra de Dios es la Palabra de Dios», fue escrita en 1562 por Heinrich Bullinger en lo que se conoce como la Segunda Confesión Helvética, una de las muchas declaraciones de fe que surgieron durante la Reforma. En una época en la que la gente luchaba por entender cuál era el lugar de la Palabra de Dios en la vida del pueblo de Dios y en el que el uso de la Palabra de Dios por parte de la iglesia en el culto era ininteligible para la mayoría de las personas, hombres como Bullinger sostenían que «La Predicación de la Palabra de Dios es la Palabra de Dios». Esto causó un resurgimiento en el siglo XVI de preguntas como: ¿Por qué predicar? ¿Cuál es el propósito del ministerio de la Palabra? ¿Qué sucede cuando la Palabra es expuesta? ¿Cuál debería ser el lugar que debe ocupar la predicación en la iglesia? ¿Qué tan importante es en la vida del cuerpo {visible de Cristo} que la Palabra sea enseñada, predicada y proclamada? La Primera Carta de Pedro trata con esas mismas preguntas y con el lugar del ministerio de la Palabra. Comencemos mirando el contexto del que proviene nuestro pasaje. En ese Libro maravillosamente rico, el apóstol Pedro escribe a los creyentes y habla de la bendición de la salvación: (3)Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos […] (10)Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que [vendría] a vosotros, diligentemente inquirieron e indagaron, (11)procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu de Cristo dentro de ellos, al predecir los sufrimientos de Cristo y las glorias que seguirían […] (16)porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO. (1 Ped. 1:3, 10‑11, 16) Al final de esta sección, Pedro conecta la realidad de que los que reciben esta gran gracia son llamados a la santidad (v. 16), y por implicación, al amor (v. 22). Nótese que la realidad de nuestra salvación y el llamado a la santidad están inseparablemente relacionados. Pedro transmite que, debido a esta salvación, los cristianos deben preparar sus mentes para la acción (v. 13: «ceñid vuestro entendimiento para la acción»), y así, como se ve en 1 Pedro 1:13‑21, buscar la santidad. A la luz del llamado a la santidad, Pedro pasa entonces a un llamado al amor (v. 22: «amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro»). Como resultado de esta gran salvación y debido al llamado a la santidad, los cristianos deben amarse los unos a los otros. Después de esto, avanza hacia el lugar de la Palabra entre el pueblo de Dios. La Palabra es un medio de conversión y un medio de gracia Pedro, al retomar este largo discurso sobre la salvación del cristiano, dice: «Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas». Está escribiendo sobre la obediencia a Jesucristo y esta obediencia es sinónimo de, o lo mismo que, conversión o salvación. Si usted es un creyente, cuando recibió a Cristo por fe, obedeció el mensaje del evangelio que se le proclamó, el mensaje que declara que usted es un pecador y que no tiene esperanza de salvación eterna. Pero Cristo, a través de Su evangelio, le proclama el mensaje de que debe arrepentirse del pecado y descansar de todo corazón en la vida perfecta y la muerte expiatoria de Jesús en su lugar. Cuando usted obedece, es decir, cuando recibe por la fe lo que Cristo ha hecho por usted, es salvado. La obediencia a Cristo en el versículo 22 («Puesto que en obediencia a la verdad [es decir, al evangelio, a la Palabra] habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos») está conectada contextualmente con el versículo 2: «…según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre». En 1 Pedro 1:22, la salvación se describe como la obediencia a la verdad. En el versículo 23, se describe como nacer de nuevo. Estas son dos formas de referirse a la misma realidad: ser salvado. Observe el versículo 23: «…habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece». Las palabras son importantes. Fíjese en cómo se construye esto: «pues habéis nacido de nuevo […] mediante la palabra de Diosque vive y permanece». Note que el medio para nacer de nuevo es la «palabra de Dios». El Espíritu hace la obra, pero el mecanismo o canal que utiliza es el ministerio de la Palabra. Esto no debería sorprendernos, ya que es lo {mismo} que Pablo dice en Romanos 10:14‑17 cuando escribe: (14)¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (15)¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡CUAN HERMOSOS SON LOS PIES DE LOS QUE ANUNCIAN EL EVANGELIO DEL BIEN! (16)Sin embargo, no todos hicieron caso al evangelio, porque Isaías dice: SEÑOR, ¿QUIEN HA CREIDO A NUESTRO ANUNCIO? (17)Así que la fe [viene] del oír, y el oír, por la palabra de Cristo. Lo que vemos en este pasaje es que el ministerio de la Palabra es un medio de conversión. Cristo ha ordenado que Su Iglesia predique la Palabra hasta que Él regrese, y es a través de la predicación de la Palabra que el Espíritu de Dios convierte a los pecadores. Los primeros bautistas particulares lo decían de esta manera: La gracia de la fe, por medio de la cual los elegidos son capacitados para creer para la salvación de sus almas, es la obra del Espíritu de Cristo en sus corazones; y es obrada ordinariamente a través del ministerio de la Palabra; por medio de la cual también ― y por la administración del Bautismo, y la Cena del Señor, la oración y otros medios designados por Dios— {esta fe} es aumentada y fortalecida. (2CFL 14.1) El medio ordinario que el Señor usa para atraer a una persona a la salvación es la predicación de la Palabra de Dios. El Espíritu de Dios obra a través de la Palabra predicada o proclamada correctamente. Sin embargo, la predicación de la Palabra no es solo un medio de conversión, sino también un medio continuo de gracia en la vida del creyente. Observe una vez más 1 Pedro 2:2: «desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis». Por un lado, el ministerio de la Palabra a través del Espíritu es lo que nos convierte; pero, por otro lado, se nos dice: «desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis». El ministerio de la Palabra no es solo para los pecadores incrédulos que necesitan confiar en Jesús. El ministerio de la Palabra es una necesidad continua para el creyente también. En pocas palabras, la Palabra es un medio de conversión y un medio de gracia continua. Cristo ha logrado todo lo necesario para la salvación. Ha enviado Su Espíritu para convertir a los elegidos y alimentarlos hasta que estén con Él, y toda la obra del Espíritu es una obra de gracia. Así pues, el mérito de Cristo y Sus logros son la gracia transmitida a través de estos medios ordinarios, y los creyentes son alimentados en esta gracia (es decir, los beneficios de Cristo) por el ministerio de la Palabra. En 1 Pedro 1:23, la Escritura es presentada como el medio de conversión, y en 1 Pedro 2:2, como un medio de crecimiento continuo en esa salvación ¾ la leche espiritual del creyente. Las palabras «la leche pura de la palabra», en su contexto, se refieren a la Palabra de Dios, pero esta no es la única lección que aprendemos de este texto. La Palabra fielmente predicada es Cristo hablando a Su pueblo Observe 1 Pedro 1:23 una vez más: «…habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece». La Palabra es descrita como viva. Una imagen similar se da en Hebreos 4:12: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos». Pedro dice que esta Palabra no es perecedera, sino imperecedera, apuntando al Libro veterotestamentario de Isaías 40:6 y 8. Fíjense en lo que dice en el versículo 24: «TODA CARNE ES COMO LA HIERBA, Y TODA SU GLORIA COMO LA FLOR DE LA HIERBA. SÉCASE LA HIERBA, CÁESE LA FLOR…». Está contrastando aquí, como lo hizo Isaías, la carne humana y la Palabra de Dios. Toda carne es como la hierba. Si tu hierba es como la mía, se marchita muy rápidamente. Y, a pesar de su belleza, la flor se cae, pero la Palabra de Dios ¾ la Palabra del Señor ¾ , permanece. ¿Qué haremos con este pasaje? ¿Acaso la predicación de la Palabra se trata solamente de un pastor que enseña hechos sobre Dios? ¿Debemos convertirnos solo en un pueblo de conocimiento, y por lo tanto, esforzarnos por aprender más hechos, conceptos y definiciones? Pedro parece indicar que hay más para el creyente. Mientras que la proclamación de verdades y hechos son ciertamente una parte de lo que implica la predicación de la Palabra, es, sin embargo, más que eso; es literalmente un medio a través del cual Cristo habla a Su pueblo. Ahora, me gustaría que sin perder de vista nuestro pasaje en 1 Pedro, miremos otros tres textos bíblicos. No profundizaremos en cada uno de ellos, pero quisiera que observe algunos textos en donde la Escritura dice que Jesús habla o predica {cuando la Palabra es predicada}. El primer pasaje es Juan 10:16. Jesús dice: «Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor». ¿Notó lo que dijo Jesús? Hablando predominantemente con respecto a los gentiles, dijo: «oirán mi voz». En este contexto, los gentiles son retratados como personas que oirán la voz de Jesús. El segundo pasaje es Hechos 26. Escuche el relato de Lucas sobre {la defensa que presentó} Pablo ante el rey Agripa: (19)Por consiguiente, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, (20)sino que anunciaba, primeramente a los que [estaban] en Damasco y [también] en Jerusalén, y [después] por toda la región de Judea, y [aun] a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. (21)Por esta causa, [algunos] judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme. (22)Así que habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: (23)que el Cristo había de padecer, [y] que por motivo de [su] resurrección de entre los muertos, Él debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo [judío] como a los gentiles. (Hch. 26:19‑23) Fíjense en lo que dice Pablo: «Cristo […] debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo [judío] como a los gentiles». Más adelante volveremos a este texto. Consideremos un texto más. Recordemos que en Efesios 2, Pablo escribe a la iglesia de Éfeso diciendo que los dos pueblos, judíos y gentiles, han sido unidos en un solo pueblo, y que Dios ha derribado el muro que los dividía a través del evangelio. Pablo escribe que la salvación nos llega por gracia a través de la fe, y no por obras (Efe. 2:8‑10). En Efesios 2:13-16, dice: (13)Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. (14)Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos [pueblos] hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, (15)aboliendo en su carne la enemistad, la ley de [los] mandamientos [expresados] en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo [así] la paz, (16)y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad. Observe Efesios 2:17: «Y VINO Y ANUNCIO PAZ A VOSOTROS QUE ESTABAIS LEJOS, Y PAZ A LOS QUE ESTABAN CERCA». Debemos preguntarnos, ¿cuándo vino Jesús literalmente a predicar a los efesios gentiles? Jesús nunca fue en carne y hueso a predicar a estos Efesios durante Su ministerio terrenal. La resurrección y la ascensión ocurrieron mucho antes de que la mayoría de los efesios hubieran escuchado el mensaje de Cristo. Entonces, ¿cuándo fue Jesús a hablarle a estos gentiles? ¿Cuándo escucharon la voz de Cristo? Recordemos Juan 10:16. Como cuando Pablo dijo en Hechos 26 que Jesús había predicado la luz a los gentiles, y otra vez en Efesios2:17, que Jesús había venido y predicado a los efesios,[8] ¿podría ser que, en estos textos y otros similares, la Escritura esté diciendo que cuando el mensaje de Cristo es fielmente proclamado, es Cristo quien está proclamando el mensaje? Como usted puede ver, a medida que el predicador proclama fielmente la Palabra, Cristo habla a través del Espíritu para lograr la conversión y hacer que Sus ovejas crezcan. Algo sucede cuando se predica la Palabra. Escuchen a los primeros bautistas particulares {hablar} de este tema en el Catecismo Bautista. Esto fue escrito en 1693: P. 94 ¿Cómo la Palabra es hecha eficaz para salvación? R. El Espíritu de Dios hace que la lectura, pero especialmente la predicación de la Palabra, sea un medio eficaz para convencer y convertir a los pecadores, y para edificarlos en la santidad y el consuelo, a través de la fe, para salvación.[9] De nuevo, queremos ser claros, es Dios quien hace la obra, pero el medio o mecanismo que Él usa es la Palabra predicada. Así que, esencialmente, podemos decir que Cristo está predicando. Como dijo Pablo a los efesios: «Vino y les predicó la paz», lo que significa que escucharon la Palabra de Dios y, mientras lo hacían, Cristo estaba hablando a través de Su Palabra. Así que cuando Jesús dijo en Juan 10:16: «Mis ovejas oyen mi voz», no se refería a algún tipo de experiencia mística que nos lleve a pensar: ― Necesito escuchar una voz audible en mi cabeza—. Lo que quiso decir es que la Palabra que el Espíritu ha dado a través de los profetas y apóstoles es Su revelación definitiva, y, a medida que esta avanza, estará predicando, convirtiendo, alimentando y nutriendo a la gente hasta que estén con Él cara a cara. La predicación de la Palabra de Dios es la Palabra de Dios. Ahora bien, hay que aclarar que no queremos decir que el predicador mismo tenga algún valor en sí mismo en este sentido, ni que llegue a ser uno con Dios. No obstante, podemos decir que, en la medida en que un predicador está en un púlpito y predica las Escrituras ― habiéndola estudiado fielmente {antes}, y al estar interpretando, exegetando y proclamando la Palabra de Dios en ese momento—, esa es la Palabra de Dios para el pueblo de Dios. Anhelo que haya observado que hay muchas variables ahí, pues mucho de lo que hoy en día se hace pasar por predicación en la televisión, conferencias o iglesias de todo el mundo no es la Palabra de Dios. Y en esos casos, no podemos decir que esto que se hace llamar predicación es la Palabra de Dios, porque la persona que da el sermón no está realmente proclamando el consejo autoritativo del Señor. Sin embargo, cuando la Palabra de Dios es proclamada correctamente, Cristo habla a Su pueblo, y esta es la razón por la que la llamamos la Palabra de Cristo. Así que, volvamos a 1 Pedro. Observe lo que Pedro dice a continuación en el versículo 25, citando a Isaías: «MAS LA PALABRA DEL SEÑOR PERMANECE PARA SIEMPRE. Y esta es la palabra que os fue predicada». Esta Palabra es el mensaje del evangelio, pero es más que eso; toda la Escritura es realmente, en última instancia, el mensaje de Cristo. En el mismo contexto, Pedro dice: «desead la leche pura de la palabra». Esta Palabra es la obra salvadora de Cristo, la obra del pacto de Cristo, la gloria de Dios entre las naciones, el mensaje singular de Génesis a Apocalipsis. La Palabra que le fue proclamada a usted, y como dicen Isaías y 1 Pedro, y como podemos afirmar por la autoridad de la Escritura, esta Palabra de Dios permanece para siempre. Así que, efectivamente, Pedro se refiere al mensaje del evangelio, pero en última instancia a la revelación de Cristo en toda la Biblia. ¿Recuerdan el relato de lo que sucedió en el camino a Emaús? En Lucas 24 tenemos el registro de dos discípulos que habían seguido a Jesús pero que, poco después de Su resurrección, no habían oído aún la noticia de que Él había resucitado. Jesús se les apareció, pero no lo reconocieron. Él conversa con ellos, y leemos en Lucas 24:27 las siguientes palabras: «Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras». ¿Pudo verlo? Jesús estaba diciendo que Moisés y los Profetas se tratan de Él. A menudo muchos piensan ¾ Bueno, Jesús no aparece hasta el Nuevo Testamento ¾ , pero eso es un error. Jesús siempre ha sido el tema principal que une el Libro de Génesis con Apocalipsis. Por eso «les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras». Como podemos ver, un fiel predicador es simplemente un portavoz a través del cual Dios habla. Algo sucede cuando la Palabra es predicada fielmente. Es un medio de conversión, es un medio de gracia, y ¾ mientras es predicada fielmente ¾ , Cristo habla a Su pueblo. Esto nos lleva a una tercera y última consideración en este capítulo. La Palabra es el elemento central del ministerio de la iglesia Este es un punto crucial. Creo que la mayoría de nosotros está dispuesto a asumirlo, pero examinémoslo por un minuto. Miren la instrucción en 1 Pedro 2:1-2: «Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación, desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis…». Hay una clara referencia a la Palabra de Dios. La Palabra es el medio a través del cual el Espíritu trae el nuevo nacimiento, y es el alimento que nutre al pueblo de Dios en su viaje a casa. Sin embargo, el texto dice que debemos «desear[la], para que por ella crezca[mos]». Observe que, en última instancia, el enfoque está en el crecimiento espiritual. Esto está claro en el texto, aun a primera vista, pero ¿qué significa? Hay un sentido en el que la salvación del cristiano está asegurada y, sin embargo, Dios puede decir a través de Pablo en Su Palabra: «ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor» (Flp. 2:12). De manera similar, Pedro exhorta allí a un crecimiento en la salvación que uno tiene en Cristo. Hay otra manera de decirlo. La conversión supone un interés y un deleite en las cosas de Dios. La conversión, la salvación, el nacer de nuevo o ser regenerado, y el pasar de las tinieblas a la luz, todo ello supone un interés y un deleite en las cosas de Dios. En última instancia, la salvación es probar la bondad de Dios en nuestras almas, y si la hemos probado, creceremos. Esto no quiere decir que ganemos o logremos nuestra salvación, sino simplemente que las personas verdaderamente salvadas crecen en su fe. El conocimiento de Cristo y los medios de nuestro crecimiento en Él vienen de la Palabra de Dios y, por lo tanto, la Palabra es el centro del ministerio de la iglesia. Entonces, ¿está desanimado? Tal vez usted no ha leído la Biblia en dos o tres semanas. Si es así, vaya directo a la cruz y proclame el evangelio a su corazón con arrepentimiento, y ore diciendo: ― Señor, el día de mañana, por la mañana, por la tarde, a la hora de comer o a cualquier hora del día, dame la posibilidad de comer solo uno o dos versículos de Tu comida—. La conversión supone un interés y un deleite en las cosas de Dios. Las palabras de Pedro hacen eco del Salmo 34:8: «Probad y ved que el SEÑOR es bueno». Esto nos recuerda lo que Pablo dijo a los ancianos de Éfeso, ¿no es así? Recordemos lo que dice Hechos 20:32, {texto} que analizamos previamente: «Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados». En otras palabras, Pablo los encomienda a la Palabra, no solo como un medio de conversión, sino como un medio de gracia capaz de edificarlos. Todo esto nos lleva a una cuestión muy práctica: ¿Cuál es el lugar de la predicación de la Palabra de Dios en las verdaderas iglesias de Dios? El ministerio de la Palabra debe ser el centro de la iglesia, porque es a través de la Palabra de Cristo que fuimos convertidos inicialmente por el Espíritu, y es a través de la Palabra de Cristo que somos alimentados posteriormente en esa fe. Por lo tanto, debemos entender que el centro {la prioridad} de nuestro horario semanal es lapredicación de la Palabra. En las últimas páginas de la Biblia, se nos da un vistazo de Cristo de pie entre Sus iglesias (Apo. 1:13) y dando a cada una de ellas Su Palabra. Es el mismo Cristo que está entre Sus iglesias hoy en día, guiándolas a través de Su Palabra. Lo que los creyentes necesitan hoy en día es la voz de Aquel que es descrito de la siguiente manera: (12)Y me volví para ver [de quién era] la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete candeleros de oro; (13)y en medio de los candeleros, [vi] a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. (14)Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos eran como llama de fuego; (15)sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas. (16)En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una aguda espada de dos filos; su rostro era como el sol [cuando] brilla con [toda] su fuerza. (Apo. 1:12‑16) ¡Es la voz de Cristo lo que la gente necesita! Preguntas de estudio 1. ¿De qué modo es la predicación un medio de gracia? 2. ¿Cómo contribuye Efesios 2:17 a nuestra comprensión del ministerio de la Palabra? 3. ¿Por qué la predicación debe ser un elemento central en la iglesia local? 4. ¿De qué forma la predicación como un medio de gracia ordinario cambia nuestra comprensión de la obra de Cristo en Su iglesia? E 3 EL BAUTISMO: LA SEÑAL DE LA MEMBRESÍA DEL PACTO (18)Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. (19)Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, (20)enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mat. 28:18‑20) n estas últimas palabras a los apóstoles, Jesús los instruye para que bauticen a sus discípulos en el nombre del Dios trino. Les dice que mientras lo hacen, Él promete Su presencia con ellos hasta el fin del mundo. Ahora bien, sabemos que las iglesias que han reclamado el nombre de Cristo a través de los tiempos han tenido {y tienen} una variedad de formas de ver este texto y, de hecho, {de ver} toda la teología del bautismo. Hay quienes creen que el acto del bautismo en los primeros días de vida de un niño da comienzo al proceso de salvación. Hay otros que enfatizan que el bautismo está tan singularmente conectado a la obra de la regeneración que son casi exactamente lo mismo, si es que no es lo mismo. También hay iglesias que enseñan que el bautismo debe ser dado a los miembros de un hogar dirigido por padres creyentes. Por último, hay quienes insisten en que el bautismo debe ser reservado únicamente para aquellos que, habiéndola entendido, profesan la fe en el pacto de amor y salvación de Dios. Lo que está claro es que Jesús dice a todos los fieles a través de los tiempos que bauticen en el trino Nombre. Dios ha asignado a Su iglesia, en Su Palabra, medios específicos a través de los cuales alimenta y fortalece su fe. Estoy de acuerdo con muchos de los reformadores en que el bautismo es uno de esos medios. Observe estas palabras escritas en 1693 que los bautistas incluyeron en su catecismo: P. 93: ¿Cuáles son los medios externos a través de los cuales Cristo nos comunica {nos imparte} los beneficios de la redención? Note lo que dijeron; no que Cristo nos salva, sino que nos imparte, o nos concede, los beneficios de nuestra salvación que ya ha sido lograda. Estas son las palabras que utilizaron en la respuesta: R. Los medios externos y ordinarios, a través de los cuales Cristo nos comunica {nos imparte} los beneficios de la redención, son Sus ordenanzas, especialmente la Palabra, el bautismo, la Cena del Señor y la oración; todos los cuales son hechos eficaces para los elegidos para salvación. Pero ellos fueron más allá: P. 96: ¿Cómo el bautismo y la Cena del Señor llegan a ser medios de salvación eficaces? R. El bautismo y la Cena del Señor llegan a ser medios de salvación eficaces, no porque haya alguna virtud en estos, o en el que los administra, sino solo por la bendición de Cristo y la obra del Espíritu en aquellos que, por fe, los reciben. Esto describe lo que los primeros bautistas particulares (antepasados de los bautistas reformados confesionales de hoy en día) creían, y apunta a la promesa contenida en la Gran Comisión de que Cristo estaría con Sus discípulos cuando estos bautizaran. Jesús promete estar con Su Iglesia a través de los tiempos mientras bautizan en el trino Nombre. Cuatro puntos cruciales sobre el bautismo Ahora debemos señalar cuatro puntos cruciales sobre el bautismo. El acto del bautismo no salva a nadie. La primera realidad es que el acto del bautismo no salva a nadie. El punto de vista de que sí salva se conoce como regeneración bautismal. Hay personas que creen que el bautismo inicia el proceso de salvación o, en algunos casos, que es la suma total de dicho proceso. Pero la Escritura dice que somos salvos por gracia, por medio de la fe, no por obras, incluyendo las obras religiosas externas. Así que el bautismo no salva por sí mismo. El bautismo es un mandato de Cristo. Otro aspecto que ya hemos visto es que el bautismo es un mandato de Cristo. Jesús instituye el bautismo como una ordenanza, o sacramento, de Su Iglesia, que debe ser practicado. Por lo tanto, es correcto que procuremos entenderlo, tanto su práctica como su beneficio, dado que nuestro Señor ha ordenado que nosotros, Sus seguidores, lo observemos. Para resumir {lo que hemos dicho} hasta ahora, el bautismo no salva; pero, aun así, Jesús ordena que se haga. El bautismo pertenece a la Iglesia. Una tercera verdad es que fue una práctica de la Iglesia primitiva y pertenece a la Iglesia. Esta es una idea en la que tenemos que ser claros. El bautismo es una ordenanza, o sacramento, que fue dado a la Iglesia. No fue dado a una organización para eclesiástica. No fue dado a personas específicas que quizás un día simplemente tomaron la decisión de empezar a bautizar a otros, o bautizarse a sí mismos. El bautismo fue dado por Cristo a Sus apóstoles y, por tanto, a Su Iglesia. Era una práctica de la Iglesia primitiva. Permítame darle un ejemplo. Podemos verlo en Hechos 2:41. Pedro predica un maravilloso sermón, exponiendo el evangelio, y luego, la parte final de la descripción de lo que sucedió es esta: «Entonces los que recibieron su palabra fueron bautizados, y aquel día se [les] añadieron como tres mil almas». Este es el comienzo de la descripción de la Iglesia en el Libro de los Hechos. Dios siempre ha tenido una asamblea, o pueblo del pacto, desde el principio, pero la Iglesia del Nuevo Testamento está comenzando {allí} a practicar el bautismo como una señal del nuevo pacto. Leemos del bautismo de Pablo en Hechos 9, o del bautismo de Lidia en Hechos 16, así como el de Cornelio. Entonces, el bautismo era una práctica de la Iglesia primitiva; y, además del claro mandamiento de parte de Cristo de observarlo, podemos inferir, mediante una correcta comprensión de las Escrituras, que debemos hacerlo también, por causa del ejemplo apostólico. El bautismo es una observancia de una sola vez. Por último, la cuarta idea que debemos aclarar es que el bautismo es una observancia de una sola vez. La Cena del Señor es un sacramento u ordenanza continuo, que debe ser practicado regularmente. El bautismo, sin embargo, es un evento de una sola vez. No bautizamos a un individuo cada vez que siente que necesita estar más cerca de Dios. Prescriptivamente, en las Escrituras, vemos que el bautismo es una ordenanza de una sola vez, mientras que la Cena del Señor ocurre regularmente. Y, a medida que una persona estudia las Escrituras, ve que el bautismo es mencionado en muchos lugares. Puede haber una idea errónea generalizada de que es mencionado con poca frecuencia; pero, la realidad es que aparece a menudo en las páginas del NuevoTestamento. El bautismo: ¿ordenanza o sacramento? He estado usando las palabras «ordenanza» y «sacramento» indistintamente. Tal vez usted viene de una tradición donde ordenanza, algo que es ordenado, es la única palabra que se usa. O tal vez en su tradición se usa la palabra sacramento. Tiendo a estar de acuerdo con los eruditos, pastores y profesores que ven estas palabras como intercambiables. Pero, aunque podemos usar esos términos indistintamente, es importante distinguirlos. Hablando de manera técnica, «ordenanza» se refiere a lo que ha sido ordenado por Cristo, y «sacramento» se refiere a lo que una ordenanza es, en cuanto a lo que ella hace cuando es bendecida por el Espíritu de Cristo; es decir, es un medio de gracia. En resumen, cualquiera que sea la palabra que utilicemos, nos referimos a las dos señales visibles que Cristo ordenó a Su iglesia con la promesa de bendición, y el bautismo es de hecho una de estas dos. Un sacramento apunta a algo que debemos recordar. A menudo pensamos en los sacramentos como algo que comenzó en el Nuevo Testamento, pero Dios siempre ha dado a Su pueblo señales visibles que hacen recordar y proclaman Su Palabra de manera visible o tangible. A Adán y Eva se les dio dos árboles. A Noé se le dio un arco iris. A Abraham se le dio la circuncisión. Desde la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, las señales visibles que el Señor ha dado a Su Iglesia son el bautismo y la Cena del Señor. Las llamamos señales porque no son solo cosas que hacemos, sino que son la Palabra de Dios en forma visible.[10] Cuando llegamos a la Cena del Señor y el pan es partido, esa es la Palabra de Dios proclamada a nosotros en forma tangible anunciando de nuevo que el cuerpo de Cristo fue partido por nosotros. Es una señal visible de la Palabra de Dios, de manera específica, de la promesa del evangelio de Jesucristo, ante nuestros ojos. Así, también, el bautismo es una palabra hecha visible, y como tal es un medio de gracia. Los sacramentos u ordenanzas son señales que apuntan a algo, y cuando las observamos, Dios está proclamando Su Palabra a través de estas. No quiero decir que debamos escuchar atentamente una voz audible. Lo que quiero decir es que el mensaje de Cristo y el Pacto de Gracia son proclamados, pero se entregan en una forma tangible y visible. El bautismo no es solo algo que hacemos para celebrar que alguien no va a ir al infierno. Es una verdadera realidad de la salvación que Cristo trae. Sin embargo, hay más en el bautismo que el simple hecho de celebrar que «el pequeño Johnny» se ha salvado. Ahora, para entender apropiadamente esto, tenemos que hacer un recorrido a través del Nuevo Testamento y ver con qué frecuencia los apóstoles quieren que consideremos nuestro propio bautismo. Voy a argumentar que cuando observamos un bautismo en nuestras propias iglesias locales, no es solo para la persona que se bautiza; más bien, es para el beneficio de toda la iglesia. Específicamente, cuando alguien es sumergido en el agua y levantado como un símbolo de su caminar en novedad de vida, cada uno de nosotros puede reflexionar sobre su propio bautismo. Nuestro bautismo se convierte en una señal, una y otra vez, que el Señor utiliza para nutrir nuestra fe. Es un medio de gracia. Es una señal que apunta a algo. Y, para ilustrarlo, hagamos un recorrido a través del Nuevo Testamento. El bautismo como medio de gracia Veamos cómo el Nuevo Testamento llama regularmente a los creyentes a recordar su propio bautismo, y ver en este cuatro verdades específicas sobre dicho instrumento de gracia. Es una señal que proclama la unión con Cristo. Si hoy viajáramos por cualquier carretera, veríamos señales que apuntan a lugares específicos. Estas señales informativas son cruciales para nosotros, pero no son el destino en sí mismo. Por ejemplo, la señal que dice «Filadelfia» no es Filadelfia, pero apunta hacia Filadelfia. Del mismo modo, el bautismo es una señal que señala el camino hacia algo. Proclama la unión con Cristo. Podemos ver esto en al menos dos pasajes diferentes. Primero, en Romanos 6, la Palabra de Dios dice: (1)¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? (2)¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (3)¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? (4)Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. (Rom. 6:1‑4) Si este fuera el único pasaje de la Escritura que tuviéramos, podríamos empezar a pensar que el bautismo en sí mismo es lo que nos salva. Pero recuerde, debemos interpretar la Escritura con la Escritura, y no podemos formular ninguna doctrina basándonos en un solo versículo, sacándolo de su conexión con el resto de la Escritura, porque podríamos hacer que la Biblia diga lo que queramos que diga. Este texto dice que, cuando un cristiano es bautizado, esto es una imagen, una señal, de su unión con Cristo. La muerte de Jesús se ha convertido en la muerte de esa persona. Así que, cuando se sienta culpable por los pecados que cometió la semana pasada, por ejemplo, recuerde que Jesús murió por esos pecados, y su bautismo es un recordatorio de que cuando Jesús murió, usted también murió. El bautismo es una señal que proclama la unión con Cristo; pero Pablo no solo dice eso a la iglesia en Roma, también se lo dice a la iglesia de Colosas en Colosenses 2: (11)en El también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo; (12)habiendo sido sepultados con El en el bautismo, en el cual también habéis resucitado con El por la fe en la acción [del poder] de Dios, que le resucitó de entre los muertos. (13)Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El, habiéndonos perdonado todos los delitos, (14)habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros [y] que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz. (Col. 2:11‑14) Ante el juicio de Dios usted es «culpable»; pero por fe, el castigo de Dios por esa culpa es castigar o cortar a alguien más en su lugar, esto es, a Jesús. Así como en el acto físico de la circuncisión hay un corte, de manera similar, Jesús fue cortado en lugar del creyente. Ahora es el corazón circuncidado del creyente el que reemplaza la antigua señal de la circuncisión. Así como en el pacto de Abraham había una señal (es decir, la circuncisión) que apuntaba a una promesa, bajo el nuevo pacto inaugurado hay una señal de la promesa evangélica de la gracia. El bautismo es la señal que proclama la unión con Cristo. La Escritura no nos da la idea de que el acto del bautismo como acto en sí mismo es lo que nos sepulta; más bien, el Espíritu Santo es quien nos conecta con la obra de Cristo, pero el bautismo es una señal que proclama nuestra unión con Cristo. Cuando hay un bautismo, aquellos de nosotros que hemos sido bautizados podemos ciertamente celebrar con la persona que está siendo bautizada. Pero hay más para nosotros. Podemos recordar también que hemos recibido la señal del Pacto de Gracia, por el cual hemos sido sepultados con Cristo. No debemos ver el bautismo como una celebración de lo que hemos hecho, sino como una proclamación de lo que Dios ha hecho y nuestra conexión con Él por medio de la fe. Como pastor bautista reformado, a menudo he animado a mi congregación durante un bautismo a reflexionar sobre su propio bautismo y confesión de fe en Cristo, no como una celebración de su respuesta a Dios, sino sobre la promesa del Pacto de Dios para con ellos. Entendido correctamente, el bautismo es una señal de pacto. Declara la promesa de Dios de salvar a todos los que se acerquen a Él con fe. Entonces, el bautismo es una señal que representa la unión con Cristo. En dospasajes bíblicos diferentes, Pablo usa el bautismo para representar esta realidad. Es una señal que predica una nueva vida. En segundo lugar, el bautismo es una señal que predica la nueva vida. ¿Sabía que cuando alguien es bautizado en la asamblea de creyentes eso es un sermón visible? Escuchen lo que dice Pablo en el mismo pasaje de Romanos 6: (1)¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? (2)¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (3)¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? (4)Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. (Rom. 6:1‑4) El bautismo no solo señala el hecho de que el creyente está unido a Cristo en Su muerte, sino también que está unido a Cristo en Su vida. Y hay un doble aspecto con respecto a esto. En este momento, creyente, usted tiene una vida espiritual que no ganó. Le fue concedida con base en los méritos de Cristo, aplicados a usted por el Espíritu de Cristo. Pero esa vida no termina cuando usted muera. Al igual que Cristo resucitó, usted también será resucitado. Por lo tanto, el bautismo es una señal que predica la nueva vida. La resurrección de Jesús provee para nuestra vida ahora y nuestra vida por venir. Pero Pablo no solo lo dice en Romanos, observe lo que escribe en Gálatas 3:27: «Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido». Muchos de ustedes saben que en algunos de los Libros del Nuevo Testamento hay una tensión que Pablo expone. Se trata de la idea de «despojarse» y «revestirse». En Gálatas 5, vemos el fruto del Espíritu, y un análisis de cosas que no exhiben este fruto (borracheras, orgías, rivalidades, etc.). Nosotros mismos no obramos el fruto espiritual en nosotros, sino que es el Espíritu de Dios quien lo hace; al santificarnos, usando los medios de Dios, hace que ese fruto exista en nuestras vidas. El bautismo no solo nos recuerda nuestra unión con Cristo, sino que también nos predica una nueva vida. Cuando una persona es bautizada, ese individuo recibe un sermón no verbal de Dios, y nosotros como congregación lo recibimos también. Cristiano, cuando usted viene con fe a Cristo, tiene una nueva vida, y el bautismo apunta a esa nueva existencia que Cristo ha forjado. El bautismo es una celebración de que alguien ha sido «salvado», pero es mucho más. Porque si no fuera así, ¿por qué el apóstol Pablo dice constantemente a la gente que recuerde su bautismo con la forma en que lo usa como una señal que apunta a realidades espirituales? Es una señal que apunta a una comunidad. Una tercera verdad que vemos en las Escrituras es que el bautismo es un señalizador que apunta a la conexión con el cuerpo de Cristo. Así como no debemos observar la Cena del Señor por nosotros mismos, sino con el cuerpo, el bautismo también sirve como un recordatorio de que somos parte de un cuerpo. Observen lo que Pablo escribe a la iglesia de Éfeso en Efesios 4: (4)[Hay] un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; (5)un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, (6)un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. (Efe. 4:4‑6) Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu de Cristo. Esto es esencialmente lo que está diciendo, y está usando todos estos recordatorios: un Señor, una fe, un bautismo. El mismo apóstol lo dice así en 1 Corintios 12: (12)Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. (13)Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. (1 Cor. 12:12‑13) Es como si Pablo no pudiera dejar de usar el sacramento del bautismo para refrescar la memoria de las personas a las que escribe. Y así, el bautismo se convierte en un recordatorio de nuestro llamado a la unidad que Cristo forja. Él incorpora a las personas a Su cuerpo, Su novia, en virtud de que es Suyo. Y Pablo utiliza la idea del bautismo como una señal para hablar de esa unidad. De hecho, utiliza el bautismo de otra manera para hablar de la unidad. Observe en 1 Corintios 1, donde Pablo escribe a una iglesia necesitada y quebrantada: (10)Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y [que] no haya divisiones entre vosotros, sino [que] estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. (11)Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por [los] de Cloé, que hay contiendas entre vosotros. (12)Me refiero a que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolos, yo de Cefas, yo de Cristo. (13)¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (14)Doy gracias a Dios que no bauticé a ninguno de vosotros, excepto a Crispo y a Gayo, (15)para que nadie diga que fuisteis bautizados en mi nombre. (16)También bauticé a los de la casa de Estéfanas; por lo demás, no sé si bauticé a algún otro. (17)Pues Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, no con palabras elocuentes, para que no se haga vana la cruz de Cristo. (1 Cor. 1:10‑17) En un discurso sobre la unidad, ¿a dónde va Pablo? A la señal singular de la entrada de las personas en la comunidad de Dios: el bautismo. Cuando bautizamos a alguien, hay un sentido en el que decimos que esa persona pertenece al cuerpo de Cristo. En esencia, Pablo dice que además de la unión con Cristo y la nueva vida en Cristo, el bautismo también señala la conexión que un cristiano tiene con la iglesia. Es una señal que da seguridad. En muchas iglesias, durante los últimos siglos, el bautismo ha sido desechado como un recordatorio continuo de ciertas promesas, específicamente en tiempos de lucha con {lo que respecta a} la seguridad {de la salvación}. Sin embargo, en el Nuevo Testamento se suponía que el bautismo era una señal definitiva que señalaba constantemente a la persona bautizada las realidades que necesitaba considerar en tiempos de poca seguridad {de su salvación}; es decir, {apuntaba a} la promesa de Dios. Desafortunadamente, en muchos contextos eclesiásticos, «la oración del pecador» o el «pasar al frente» ante una invitación se ha convertido en aquello que los feligreses se les instruye recordar {cuando necesitan seguridad de su salvación}. Hemos quitado el bautismo del lugar que le corresponde y lo hemos puesto como una añadidura. No dudo que los pecadores que claman a Dios por primera vez con fe y arrepentimiento se salvan. Lo que estoy diciendo, sin embargo, es que el bautismo es la verdadera señal que el Señor ha dado a Su pueblo como un continuo recordatorio de la promesa de Su pacto. Por lo tanto, «recuerde su bautismo» es una frase apropiada para el creyente. Por «apropiado» no quiero decir que el bautismo es lo que salva a una persona, sino que señala a esa persona las promesas de Aquel que salva. Pedro se refiere al bautismo de esta manera en 1 Pedro 3: (18)Porque también Cristo murió por [los] pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu; (19)en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, (20)quienes en otro tiempo fueron desobedientes cuando la paciencia de Dios esperaba en los días de Noé, durante la construcción del arca, en la cual unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvadas a través [del] agua. (21)Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora os salva (no quitando la suciedad de la carne, sino [como] una petición a Dios de una buena conciencia) mediante la resurrección de Jesucristo, (22)quien está a la diestra de Dios, habiendo subido
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