Logo Studenta

Verdes_Pastos,_Una_Introducción_a_los_Medios_de_Gracia_Ordinarios

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Este es un libro maravilloso para ayudar a los cristianos a reconocer y
utilizar las provisiones que nuestro Señor ha hecho para nuestra salud y
crecimiento espiritual. Muy a menudo los creyentes son tentados a buscar
grandes e inusuales eventos o experiencias para hallar fortaleza espiritual y
estímulo mientras descuidan las provisiones regulares y comparativamente
poco impresionantes como las Escrituras, el bautismo, la Cena del Señor y
la oración. Sin embargo, son precisamente estas últimas disposiciones
«ordinarias» las que el Señor Jesús ha dado para ser utilizadas con el
propósito de edificarnos en la fe y establecernos en Su gracia. Así como se
obtiene una mejor salud física mediante el compromiso con una nutrición
cuidadosa que con una intervención médica correctiva, el camino hacia la
salud espiritual también depende de los medios ordinarios de gracia y no
de experiencias ocasionales y extraordinarias. J. Ryan Davidson entiende
eso y quiere que el pueblo de Dios lo entienda también. Explica
claramente lo que la Biblia enseña sobre la importancia de los medios
ordinarios que Cristo ha provisto para Su Iglesia. Este libro es
pastoralmente sabio, confesionalmente fiel y espiritualmente útil. Lo
recomiendo encarecidamente.
Tom Ascol
Pastor de la Grace Baptist Church
{Iglesia Bautista de la Gracia}
en Cape Coral, Florida, EE. UU.
Director Ejecutivo de Founders
Ministries {Ministerio «Fundadores»}
********************
El refrán: «las cosas buenas vienen en envases pequeños» es apropiado
para el libro Verdes pastos: Una introducción a los medios de gracia
ordinarios, de Ryan Davidson. Este libro será para su alma lo que un
anillo de diamantes escondido en una caja de terciopelo es para una futura
novia: deleite puro. En un lenguaje sencillo pero a la vez bien ilustrado, el
pastor Davidson nos enseña cómo el Señor del pacto bendice a Su pueblo
con abundantes dones de gracia. Todo pastor debería distribuir Verdes
pastos a su gente, y el pueblo de Dios necesita maravillarse y deleitarse
con sus verdades. ¡Desearía haber leído este libro hace cuarenta años!
James M. Renihan
Presidente del Seminario Teológico IRBS.
Mansfield, Texas, EE. UU.
********************
Este pequeño libro trata lo que podríamos llamar «el negocio principal de
la Iglesia de Cristo en la tierra», los medios de gracia ordinarios. El hecho
de que muchos lectores hoy en día no entienden esta última expresión es
una forma de ilustrar dónde hemos terminado como la Iglesia de Dios. Los
«medios» a los que nos referimos aquí son «el pan de cada día» del
discipulado cristiano ¾ la provisión de Dios para el crecimiento y la salud
de los cristianos, y para la conciencia regular de la presencia viva del
Señor alrededor, al lado y dentro de ellos. La Palabra y los Sacramentos
son precisamente los medios a través de los cuales nuestro Dios trino se
imparte a Sí mismo a Su pueblo. Este libro ayudará a gente de diferentes
tradiciones {doctrinales} a aprender a apreciar y beneficiarse de esta
impresionante provisión divina.
Liam Goligher
Ministro Principal de la Tenth Presbyterian
Church {Décima Iglesia Presbiteriana}
Filadelfia, Pensilvania, EE. UU.
********************
Una de las cosas que une a los presbiterianos confesionales y a los
bautistas reformados es su compromiso común con un ministerio
delineado por los medios de gracia ordinarios. Un ministerio así no es un
asunto de un gusto personal arbitrario, sino que es impulsado por nuestra
comprensión de lo que es exactamente la gracia de Dios y de cómo se
convierte en una realidad en la vida de los cristianos. Este pequeño libro es
útil en ese sentido, ofreciendo breves y sólidos registros de la Palabra, los
sacramentos y la oración de una manera que ayudará a todos aquellos que
buscan un ministerio que refleje las prioridades y enseñanzas bíblicas.
Carl R. Trueman
Profesor de Estudios Bíblicos y Religiosos
Grove City College
Grove City, Pensilvania, EE. UU.
********************
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
E
INTRODUCCIÓN[1]
sta breve obra pretende analizar, de una manera sencilla, lo que se
conoce como los medios de gracia ordinarios. Para algunos, esta frase
es desconocida, y será necesario algún tipo de explicación. Uno de los
propósitos de este libro es ayudar a la recuperación del entendimiento
bíblico de los medios particulares que el Señor ha ordenado para Su Iglesia
mediante los cuales alimenta su fe. Nuestros días se caracterizan por un
gran analfabetismo bíblico. También son días en los que, incluso entre los
que asisten asiduamente a la iglesia, se han dado sustitutos para los medios
que el Señor ha dicho que usará para bendecir a Su pueblo. En muchas
iglesias estadounidenses, los domingos se han convertido en un tiempo
para el emocionalismo, el entretenimiento o para el ministerio
programático. Lo que se ha desechado en el camino son los mecanismos
simples y ordinarios que Dios ha ordenado para el crecimiento y la
alimentación de Su pueblo: la predicación, el bautismo, la Cena del Señor
y la oración. Incluso, muchos podrían leer estas palabras y pensar que
debería haber más en la iglesia. En muchos rincones de Occidente, hemos
tomado el ministerio de la iglesia y lo hemos convertido en una tienda
«todo en uno»[2] para cualquier necesidad ¾ un súper centro comercial ¾ ,
de tiendas espirituales. Aunque no hay nada malo en tratar de satisfacer las
necesidades de los demás, en el proceso hemos subestimado las mismas
cosas que el Señor nos ha ordenado valorar en nuestras iglesias. Con la
pérdida de este énfasis, muchos cristianos no están siendo enseñados como
deberían, y ni siquiera se dan cuenta de que lo que realmente necesitan son
los simples medios de gracia ordinarios. Los sermones han sido acortados
para permitir más entretenimiento. El bautismo, en muchos servicios
{cultos}[3] evangélicos, se ha convertido en una fiesta, centrada solo en la
decisión de una persona, en lugar de la proclamación de la promesa de
Dios. La Cena del Señor también atraviesa por tiempos difíciles, y en
muchas iglesias es practicada con muy poca frecuencia. La oración
corporativa ha sido reducida a un tiempo mínimo para permitir otros focos
de atención. Esto es muy serio, ya que es a través de estos medios que el
Señor ha prometido bendecir y hacer crecer a Su pueblo.
Necesitamos recuperar la comprensión y el uso de estos medios dentro
de nuestras iglesias. ¡Oh, que las congregaciones locales de todo el mundo
volvieran a estos medios tan simples y ordinarios! Tal vez usted está
leyendo este libro porque quiere aprender más sobre los «medios de gracia
ordinarios». O quizá está considerando un camino diferente para el
ministerio dentro de su propia iglesia. Tal vez usted es un bautista que está
tratando de entender más las raíces de la Reforma de su propia historia y
está tratando de aprender más acerca de cómo los primeros bautistas
particulares realmente comparten la teología reformada con otros grupos
protestantes. Mi esperanza y mi oración es que este pequeño libro sirva
como un trampolín útil para un estudio más rico y profundo de este tema.
¿Por qué no queremos la dulce comunión prometida en estos medios, y por
qué no queremos que la misma voz de Cristo sea proclamada por medio de
estos?
En días como los nuestros en el que las obras de crecimiento de la
iglesia se alinean con los estantes de las librerías y con Amazon, y en un
tiempo en el que muchos queridos creyentes buscan todo tipo de cosas en
sus iglesias excepto los medios ordinarios, el llamado de las Escrituras es a
estar siempre reformándonos de acuerdo con los patrones bíblicos en lo
que respecta a la fe y la adoración. ¡Qué oportunidad {tan sublime} ha
tenido siempre la iglesia de reunirse con la primacía puesta en los canales
ordinarios de la gracia! Para muchos pastores, la idea del crecimiento
numérico puede ser tan tentadora, y caer presa de ella puede significar un
atajo a los mandamientos bíblicos para la adoración. Sin embargo, el
rebaño del Señor necesitaser alimentado en los pastos que Él ha ordenado.
Corramos, pues, a sus pastos... y a Él.
 
H
1
ENCOMENDADO A
DIOS Y A LOS MEDIOS
Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y
daros la herencia entre todos los santificados. (Hch. 20:32)
e tenido la oportunidad de viajar a muchas partes del mundo durante
los últimos diez o doce años para servir de diversas maneras, a
menudo para enseñar a pastores, estudiantes de seminario o nuevos
creyentes en diversas áreas de la formación teológica. Una de las cosas
más difíciles de hacer es llegar por unas pocas semanas, sabiendo que se
irá pronto y sin poder decir todo lo que se podría decir, y luego partir
sabiendo todas las diversas formas de errores teológicos con las que se
enfrentarán los estudiantes. ¿Qué es lo que se debería hacer? ¿Qué es lo
que se debería decir? Y en última instancia, ¿a qué se los debería
encomendar?
Hacia el final del libro de los Hechos, algunos años después de que
Cristo ascendiera, el apóstol Pablo se reunió con la iglesia en Éfeso.
Leemos del dulce encuentro que el apóstol tuvo con los ancianos, o
pastores de esa iglesia, dándoles una variedad de instrucciones. Sabiendo
que no podía decir todo lo que había que decir, y sabiendo que
probablemente no los volvería a ver, dice en Hechos 20:28: «Tened
cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo
os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró
con su propia sangre». Más adelante, en el versículo 32, dice: «Ahora os
encomiendo a Dios y a la palabra de Su gracia, que es poderosa para
edificaros y daros la herencia entre todos los santificados». Pablo
encomienda este pueblo a un medio de gracia.
A lo largo de este libro, caminaremos a través de una variedad de
pasajes de las Escrituras que nos revelan los medios de gracia ordinarios,
{es decir,} los canales regulares que el Señor utiliza para fortalecer y nutrir
la fe de Su pueblo en la gracia que Cristo ha obrado para ellos. Pero,
examinemos primero esta idea de que el Señor utiliza medios regulares u
ordinarios. Partiendo de este pasaje del libro de los Hechos, creo que
podemos ver tres verdades con respecto a la realidad de los medios de
gracia ordinarios. En primer lugar, Dios edifica a Su pueblo en la gracia.
En segundo lugar, Dios usa medios para hacer crecer a Su pueblo en la
gracia, y en tercer lugar, Dios utiliza medios específicos para fortalecer y
aumentar la fe de Su pueblo del pacto. Consideremos cada una de estas
verdades y exploremos estas realidades más a fondo.
Dios edifica a Su pueblo en la gracia
Quisiera empezar con una cita de la Segunda Confesión de Fe [Bautista]
de Londres (2CFL), porque creo que reúne bien la realidad doctrinal del
fortalecimiento de nuestra fe, pero también porque es beneficioso para
nosotros emprender {el estudio de} la teología junto con la Iglesia de
Cristo a través de los tiempos a medida que buscamos entender cómo los
que nos han precedido entendieron el estudio de las diferentes doctrinas.
Estas son las palabras de la Confesión a las que me refiero:
La gracia de la fe, por medio de la cual los elegidos son capacitados para creer para la
salvación de sus almas, es la obra del Espíritu de Cristo en sus corazones; y es obrada
ordinariamente a través del ministerio de la Palabra; por medio de la cual también ― y
por la administración del bautismo, y la Cena del Señor, la oración y otros medios
designados por Dios— {esta fe} es aumentada y fortalecida. (2CFL 14.1)
Es probable que quizá usted no haya pensado en la fe como una forma
de gracia. La fe en sí misma es un regalo de gracia dado a los creyentes
por parte de Dios. Nosotros no creamos la fe; Dios concede la fe y la
fortalece. Él concede la fe salvadora a todos los que son redimidos y, esa
gracia por medio de la fe resulta en la salvación de sus almas. Esta es la
obra del Espíritu de Cristo en sus corazones. Cuando Cristo y el evangelio
se hicieron claros delante de mí, fue porque el Espíritu Santo había obrado
primero en mi corazón. Es a través del ministerio de la Palabra que la fe es
obrada, o dada a luz, en el creyente (Rom. 10:14‑17). Pero no solo la fe
salvadora es una gracia de Dios, como señala la Confesión, sino que Dios
también la fortalece: «por medio de la cual también ― y por la
administración del bautismo, y la Cena del Señor, la oración y otros
medios designados por Dios— {esta fe} es aumentada y fortalecida».
El Señor utiliza medios tanto para traer la fe como para fortalecerla y
nutrirla. Veamos de nuevo el texto mencionado anteriormente. Pablo,
hablando con estos ancianos en sus últimas palabras, les encomienda a dos
cosas: «a Dios» y «a la palabra de su gracia». Pablo confía en que estos
ancianos y, en última instancia, la iglesia de Éfeso, se entreguen a Dios y a
la palabra de Su gracia. El texto nos dice la razón ¾ para ser edificados:
«que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los
santificados». Esto no debería sorprendernos. En Colosenses 2:6-7, Pablo
dice a otra iglesia, la de Colosas, las siguientes palabras: «Por tanto, de la
manera que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en Él; firmemente
arraigados y edificados en Él y confirmados en vuestra fe, tal como fuisteis
instruidos, rebosando de gratitud».
El Dios que nos salva es también el Dios que nos edifica en Él. Lo que
Pablo hace no solo es encomendar estos creyentes a su Dios, sino que
también los encomienda a los medios que Dios utiliza para edificarlos en
su fe: «Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es
poderosa para edificaros». Ahora, por supuesto, sabemos que el Dios trino
es el que edifica a Su pueblo; sin embargo, en este texto, es casi como si la
Palabra de Su gracia fuera incluida como si tuviera poder para hacer algo.
¡La palabra es capaz de edificarte! Dios no solo edifica a Su pueblo en la
gracia, sino que también utiliza medios para hacer esta obra. Pero, ¿por
qué Pablo los encomienda a Dios y a medios particulares? ¿No es Dios lo
suficientemente bueno? ¿No es Dios lo suficientemente poderoso? ¿O
podría ser que aquí, así como en muchos otros lugares de la Biblia que
podríamos considerar, Pablo está diciendo que Dios va a usar medios
particulares y ordinarios para llevar a cabo Su obra? Si es así, como un
creyente sediento, quiero saber cuáles son esos medios.
Dios usa medios para hacer crecer a Su pueblo en la gracia
Esta cláusula, «es poderosa para edificaros», en Hechos 20:32, es
interesante. Cuando usamos la frase «medios de gracia», temo que como
estamos usando la palabra «gracia», algunos pueden pensar que estamos
diciendo que cosas como la palabra predicada, la mesa del Señor, o la
oración, pueden salvarnos en y a través de sí mismos y , sin embargo, ese
no es el mensaje bíblico. Más bien, lo que queremos decir con esta frase es
que Dios utiliza estos mismos medios como los mecanismos para dar a luz
y fortalecer la fe salvadora en el creyente. Es el Espíritu quien debe obrar
para llamar eficazmente al creyente a través de la predicación, y es el
Espíritu quien debe obrar en los medios de la predicación, los sacramentos
y la oración para que sean eficaces. Sin embargo, se nos dice en las
Escrituras que Dios obra Su gracia en medio de Su pueblo a través de estos
medios de gracia ordinarios. En 2 Pedro 1:2, leemos: «Gracia y paz os
sean multiplicadas». A menudo he pensado que esta es una declaración de
gran aliento; de hecho, me gusta firmar correos electrónicos o cartas con
estas mismas palabras, pero durante muchos años no fui consciente de la
mayor implicación de esta frase. ¿Qué quiere decir Pedro al escribir:
«Gracia y paz os sean multiplicadas»? La multiplicación por definición
aumenta algo. Entonces, ¿qué es lo que aumenta? Observemos lo que
escribe en 2 Pedro 1:2‑4:
(2)Gracia y paz os sean multiplicadas en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor.
(3)Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad,
mediante elverdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,
(4)por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de
que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la
corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia.
¿Qué significa que la gracia le sea multiplicada a una persona? Cuando
Pedro dice: «Gracia os sea multiplicada», no está diciendo que una persona
se deba convertir una y otra vez. Más bien, está deseando que el cristiano,
por la fe, llegue a comprender cada vez más esta gracia, y reciba cada vez
más alimento espiritual a través de la misma. Cada parte de la vida
espiritual del creyente tiene que ver con la gracia de Dios. Somos
justificados por la gracia de Dios, santificados por la gracia de Dios, y
glorificados por la gracia de Dios. Cuando tú y yo estemos en los nuevos
cielos y la nueva tierra, y cantemos: «Aleluya al Cordero ― el Cordero es
digno», estaremos allí porque Cristo tomó cada parte de la culpa que
merecemos. Esa es la buena noticia del evangelio. El evangelio no se trata
de seres humanos tratando de hacer las cosas mejor para ganar una
posición delante de Dios. Queremos ser mejores, pero no podemos hacerlo
solos. Somos pecadores perversos, y en el momento en que una persona
pone su fe en Cristo, es cambiada para siempre, redimida por la sangre de
Cristo, pero Dios no la deja ahí. Lo hace crecer, lo alimenta y lo fortalece
en la fe y en Su palabra. Dios no ha dejado que nos edifiquemos a nosotros
mismos, sino que ha delineado varios medios que utiliza
predominantemente para hacerlo. Esto, por supuesto, no significa que sean
las únicas cosas que Él puede usar en la vida de un cristiano, pero ha
identificado medios específicos, regulares y ordinarios que Él usará para
hacer crecer a los creyentes en la gracia.
Por lo tanto, cuando decimos medios de gracia, no estamos hablando de
cosas que salvan por sí mismas; más bien, nos referimos a las formas
particulares en que Dios usa estas cosas para aumentar Su obra de gracia
en aquellos que Él {ya} ha salvado. Esta es una distinción clara que es
necesario hacer, porque esto no significa que los medios de gracia puedan
operar en sí mismos y por sí mismos. Los medios son aquello que el
Espíritu usa cuando obra.
Esta es una definición de los medios de gracia que me gustaría
proponer: los instrumentos que Cristo usa ordinariamente para hacer
nacer y fortalecer la fe de los elegidos, dado que Él está presente entre
ellos. Hay muchos santos que me han precedido y que han escrito
definiciones más completas que esta; sin embargo, me gustaría que la
usáramos mientras recorremos juntos esta introducción.
Es muy posible que el Señor use cualquier cosa en la vida de un
creyente. Muchos podrían atestiguar el hecho de que Dios a menudo utiliza
cosas fuera de los medios ordinarios de gracia; sin embargo, hay ciertas
cosas que Él nos dice que definitivamente utilizará, y esa es la principal
diferencia. Por eso las etiquetamos como los medios de gracia
«ordinarios». Son las cosas que las Escrituras han dicho que son instituidas
por Cristo a través de las cuales podemos esperar bendición,
convirtiéndolas así en un «medio de gracia».
La enseñanza del historiador de la Iglesia y erudito bautista James
Renihan es útil para delinear la idea de que hay muchas cosas que el Señor
usa para fortalecer nuestra fe, pero que cuando decimos «medios de
gracia», en un contexto histórico, lo que realmente estamos diciendo son
dos cosas: primero, que Cristo los instituyó; y segundo, que vienen
acompañados de una promesa de bendición, o más específicamente, que
podemos esperar bendición de estos.[4] La Biblia enumera algunos medios
o instrumentos particulares a través de los cuales la gracia de Dios se
multiplica en la vida del creyente. Recuerde, estos medios no nos justifican
más, ya que la justificación es una declaración única de justicia ante Dios
basada solo en los méritos de Cristo; antes bien, son medios a través de los
cuales nuestra fe, la gracia de la fe, se fortalece. Son estos medios los que
debemos perseguir, y cuando lo hacemos con fe, podemos esperar la
bendición espiritual.
Dios usa medios específicos para fortalecer la fe de Su pueblo
del Pacto
La Palabra
El medio de gracia específico al que Pablo encomienda la iglesia de Éfeso
es el ministerio de la Palabra. Pablo habla de esto en otra parte cuando
argumenta sobre cómo la proclamación de la Palabra es uno de los medios
de gracia. Observémoslo en Romanos 10:14‑17:
(14)¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de
quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (15)¿Y cómo predicarán si
no son enviados? Tal como está escrito: ¡CUAN HERMOSOS SON LOS PIES DE LOS
QUE ANUNCIAN EL EVANGELIO DEL BIEN! (16)Sin embargo, no todos hicieron caso
al evangelio, porque Isaías dice: SEÑOR, ¿QUIEN HA CREIDO A NUESTRO
ANUNCIO? (17)Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo.
Este pasaje dice que el medio ordinario por el cual el Señor concede la
fe y convierte a los pecadores es por medio de escuchar la Palabra
predicada. Por eso, lo que más deberíamos ofrecer los domingos por la
mañana es el ministerio de la Palabra. Hay muchas cosas que la Iglesia de
Jesucristo está haciendo hoy en día, pero me temo que lo principal que el
Señor nos dice que usemos para lograr la salvación de las almas es lo que
muchos quieren minimizar. A menudo, en las iglesias a lo largo y ancho de
los Estados Unidos, los servicios {cultos} del Día del Señor se centran
intencionalmente en minimizar la predicación de la Palabra y orientar los
servicios hacia los «buscadores». Sin embargo, la Palabra de Cristo
predicada fue el enfoque de los apóstoles, la iglesia primitiva, y es
precisamente lo que las Escrituras ordenan que sea central dentro de la
Iglesia. La fe viene del oír y Pablo dice que esta Palabra es capaz de
edificarnos. ¡Estamos en el negocio de la edificación! Por lo tanto, el
ministerio de la Palabra es uno de los medios que la Escritura dice que el
Señor utiliza.
Observe de nuevo lo que Pablo dice a los ancianos de Éfeso en
Hechos 20:32: «Ahora os encomiendo a Dios [y observe que elige uno de
los medios] y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y
daros la herencia entre todos los santificados» (Corchetes añadidos). En
esta frase, «la palabra de su gracia», ¿está hablando de toda la Biblia, la
Palabra escrita de Dios, o está hablando solo del evangelio? Creo que el
enfoque principal es el evangelio, pero el evangelio de la forma en que es
revelado en toda la Biblia. En este contexto, Pablo habla del evangelio
mismo, las buenas nuevas de salvación en Cristo, pero también habla de
cómo se ha esforzado por enseñarles todo lo que es provechoso. De
Génesis a Apocalipsis hay una gran historia con muchas historias pequeñas
que conforman una narrativa global. Debemos entender, entonces, que
dentro de este texto, el medio del que habla es el evangelio predicado, que
podemos expandir luego hasta abarcar toda la Sagrada Escritura misma.
Amigo, la Palabra de Dios es usada por el Espíritu de Cristo para lograr
dos cosas como se ve en este texto. Lo primero que hace la Palabra de
Dios es darnos una herencia entre todos los santificados. Y eso nos lleva
de vuelta a Romanos 10, ¿no es así? ¿Cómo fuimos salvados? El Espíritu
obra en nuestro corazón, predica internamente a nuestra alma la veracidad
del evangelio, de la misma manera que el predicador está predicando a
nuestros oídos. El Espíritu hace que nazcamos de nuevo (regeneración), y
respondamos con fe al Cristo de ese mensaje del evangelio. Pablo está
mostrando el camino por el cual el Señor concede la fe. Es a través del
ministerio de la Palabra predicada. Lo primero que necesitamos ver acerca
de la Biblia y de la Biblia predicada es que Dios hace algo cuando la
Biblia es predicada y a través de la predicación de la Biblia.
Lo segundo que la Biblia dice es que la Palabra nos edifica.Podemos
leer eso en pasajes como 2 Timoteo 3:16‑17:
(16)Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir,
para instruir en justicia, (17)a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda
buena obra.
Pablo dice al final del texto del libro de los Hechos: «daros la herencia
entre todos los santificados». En 1 Tesalonicenses 4:3 dice que la
voluntad de Dios para nosotros es nuestra santificación: que nos apartemos
para Dios en Su santidad. Esa es la voluntad de Dios. Luego, en Juan
17:17, orando Jesús por los discípulos y por todos los que creerán en Él a
través del testimonio de ellos, pide al Padre que los santifique en la
Palabra, para apartarlos para Sí por medio de esta. La Palabra de Dios es el
medio de salvación y un medio para hacer crecer al pueblo de Dios.
El Bautismo
Otro medio de gracia identificado es el bautismo. Considere las palabras
de Mateo 28:18-20:
(18)Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo
y en la tierra. (19)Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, (20)enseñándoles a guardar todo lo que
os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
El objetivo de la comisión de Jesús es el discipulado de los creyentes,
que incluye no solo el evangelismo, sino el crecimiento final del creyente
en las cosas de Cristo. Noten que se nos ordena bautizar porque Cristo
instituyó el bautismo. Sus últimas palabras a sus discípulos fueron
esencialmente que debían utilizar el ministerio de la Palabra
(«enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado») y el bautismo. Una
vez más, nuestro doble sistema: La institución de Cristo y la promesa de
bendición. ¿Dónde está la promesa de bendición? Está en el versículo 20,
donde el Señor dice: «y he aquí, yo estoy con vosotros». Allí, Jesús
promete estar con Su Iglesia mientras enseñan y bautizan. Su presencia es
la bendición prometida.
La Cena del Señor
Hemos analizado el ministerio de la Palabra y el bautismo, pero hay un
tercer medio que la Escritura nos da ¾ la Cena del Señor. En
1 Corintios 10:16, Pablo está escribiendo a una iglesia que está
confundida acerca de muchas cosas, y necesitaban instrucción con respecto
a la Mesa del Señor. Esto es lo que dice Pablo en medio de su
argumentación en contra de la idolatría: «La copa de bendición que
bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que
partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo?». Examinaremos
este pasaje más de cerca en el capítulo que sigue, pero permítame darle un
adelanto. El apóstol no dice que la Cena del Señor sea un acto por el cual
simplemente recordamos a Jesús. Está diciendo que tenemos comunión
/koin ō nia/ con Jesús, o comunión en la sangre y el cuerpo de Cristo.
Sabemos que Cristo nos dio esta ordenanza para ser practicada, y vemos
allí que, cuando lo hacemos, hay una expectativa de participación, o
comunión, con Cristo.
La Oración
A lo largo de la Biblia, se le dice al pueblo de Dios que ore, y vemos que
Cristo llamó a sus seguidores a orar. Él nos da un modelo {de cómo
hacerlo} en Mateo 6. En 1 Juan 5:14, vemos la bendición que acompaña a
la oración: «Y esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si
pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye». ¿Qué
significa orar según la voluntad de Dios? Significa orar con la Biblia
abierta, dado que las Escrituras son la voluntad revelada de Dios para
nosotros. ¿Dónde está la bendición? La bendición está en la identidad del
Dios al que se refiere este versículo. Dios nos oye cuando oramos
conforme a Su voluntad. Oramos al Padre, en el nombre del Hijo. Es por la
obra de Jesús que podemos llegar a Dios, y la bendición es que, por la obra
cumplida de Cristo a través de Su muerte y resurrección, podemos orar al
Soberano del universo y saber que Él nos oye. A menudo puede parecer
que nuestras oraciones no son escuchadas o no son respondidas, pero la
promesa de las Escrituras es que el Dios del universo escucha a los
creyentes cuando oran. Esa es la bendición. Hay una bendición prometida
a la que debemos aferrarnos cuando nos acercamos a Dios en oración.
Resumen
Dios es libre de usar cualquier medio en la vida de cualquier creyente para
hacer crecer y fortalecer su fe, pero los medios mencionados son los
instrumentos principales a través de los cuales Él nos ha dicho que obrará.
¡Estas son buenas noticias! Estos medios suponen un Cristo resucitado,
reinante y presente. Cristo promete estar presente con Su iglesia, y a
diferencia del punto de vista católico romano de los sacramentos, estos
medios por sí mismos no tienen poder para obrar. Deben estar
acompañados por la obra del Espíritu de Cristo y por la fe del creyente. Es
el presente reinado de Cristo a través de Su Espíritu el medio por el que Él
nos da ciertos medios para fortalecernos durante todo el camino a casa.
¡Qué maravillosa noticia es {saber} que Jesús no ha dejado a Su iglesia sin
Su presencia! Jesús dice: «Edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella» (Mat. 16:18).
Cuando hablamos de esta idea de los medios de gracia ordinarios, nos
paramos sobre los hombros de otros que han estado antes que nosotros.
Esto es lo que escribe Juan Calvino, cuando habla de la Cena del Señor:
Lo único que estamos diciendo es que Dios usa los medios e instrumentos que ve
convenientes para que todas las cosas estén al servicio de Su gloria, siendo Él el Señor y el
que dispone de todo. Por lo tanto, como por medio del pan y otros alimentos nutre nuestros
cuerpos, como por medio del sol ilumina, y como por medio del fuego da calor al mundo
y, sin embargo, el pan, el sol y el fuego no son nada, salvo en la medida en que son
instrumentos mediante los cuales Él nos dispensa Sus bendiciones; así, de la misma
manera, nutre espiritualmente nuestra fe por medio de los sacramentos, cuyo único oficio
es hacer que Sus promesas sean visibles ante nuestros ojos...[5]
El Señor muestra Su gracia al darnos cosas reales y tangibles para
recordarnos Su promesa de gracia del pacto. Esta es la forma en la que el
teólogo Charles Hodge define los medios de gracia: «Aquellas
instituciones que Dios ha ordenado que sean los canales ordinarios de la
gracia, es decir, de las influencias sobrenaturales del Espíritu Santo, para
las almas de los hombres».[6] Como puede observar, Hodge está llamando
«gracia» a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Por lo tanto, un
medio de gracia es un medio o canal que el Señor usa mediante la obra del
Espíritu en nuestras vidas. En resumen, Dios edifica a Su pueblo en la
gracia, utiliza medios para hacerlo, y le dice {a Su pueblo} en la Palabra
cuáles son esos medios.
El teólogo holandés de finales del siglo XIX y principios del XX,
Herman Bavinck, define los medios de gracia de manera similar a Calvino.
Dice que son las «…acciones y señales externas, humanamente
perceptibles, que Cristo ha dado a Su iglesia y con las que ha vinculado la
comunicación {impartición} de Su gracia».[7]
No debemos ser descuidados en el uso de estos instrumentos.
Deberíamos verlos como bendiciones necesarias otorgadas al cristiano. Por
implicación, vemos que ausentarse de la adoración en el Día del Señor no
es simplemente una falta de compañerismo, sino una ausencia de los
medios ordinarios que el Señor usa en la vida del creyente. Los medios
ordinarios de gracia pertenecen a la iglesia reunida en el Día del Señor.
También debemos considerar la forma en la que nos preparamos para los
medios de gracia ordinarios. Deberíamos acercarnos a cada Día del Señor
con una expectativa suplicante de la obra del Señor en nuestras vidas a
través de estos medios. Estos son los canales que el Señor usa en nuestras
vidas ¾ Él está activo mientras nosotros venimos en fe ¾ así que, debemos
considerar nuestra propia preparación y disposición semana tras semana.
Cuando usamos estos medios con fe, estamos pidiendo aDios que aumente
nuestra fe, que nos fortalezca y nos edifique, y que ayude a nuestra
incredulidad. {Al hacerlo,} estamos pidiendo al Señor Su gracia en
nuestras vidas, y que la multiplique. En cierto sentido, le estamos
pidiendo: «Bendícenos con Tu palabra y con Tu presencia». Eso es lo que
hacemos cuando nos acercamos con fe a estos medios ¾ a la Palabra
predicada, al bautismo, a la Mesa del Señor y a la oración. Recordemos ese
momento cuando un hombre se encontró con Jesús en la curación de su
hijo en Marcos 9. ¿Recuerda sus palabras? Marcos 9:24 dice: «Al instante
el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad».
Que nuestra forma suplicante de acercarnos a los medios de gracia
ordinarios sea la misma.
Jugué al fútbol durante la secundaria, y lo disfruté mucho. Cada año,
algunas semanas antes del inicio de clases, hacíamos prácticas en el
verano, corriendo kilómetros, haciendo carreras y otros tipos de
entrenamiento. Después de largas carreras, nuestra fuente de agua era una
manguera conectada a una espita. Déjeme decirle que no podía esperar que
llegara el final de una de esas carreras para llegar a la manguera. ¿Sabe por
qué? No es que me gusten las mangueras, o que su superficie sea atractiva
al tacto, o que la naturaleza crujiente y el color verde de la manguera
recién comprada signifique algo para mí. Era el hecho de que la manguera
era un canal para el agua, la cual necesitaba desesperadamente. En este
análisis sobre los medios de gracia ordinarios, no estamos adorando la
Mesa del Señor, ni estamos idolatrando la Biblia ni las aguas del bautismo.
Lo que estamos diciendo es que el Señor va a obrar y lo hará utilizando los
medios {de gracia}. Cuando estaba sediento, no podía esperar a llegar a la
manguera. Era como si me dijera a mí mismo: «Denme la manguera,
porque cuando la manguera llegue, habrá agua fresca y cristalina que
nutrirá mis labios resecos». De manera similar, lo que se necesita el día de
hoy es llegar con fe a los medios que el Señor ha ordenado ¾ Su Palabra,
Sus Sacramentos y la oración. Por más seco que se sienta, Él le ha
prometido que no lo dejará solo. Y la «manguera» a través de la cual Él le
va a conceder degustar más y más y más del agua de Su gracia, hasta que
Cristo regrese, son los medios de gracia ordinarios.
Preguntas de estudio
1. ¿Qué significa la frase «medios de gracia»?
2. ¿Cuáles son los medios de gracia ordinarios?
3. ¿Qué diferencia los medios de gracia ordinarios de otras herramientas
que el Señor usa en nuestras vidas?
4. ¿Cuáles son algunos de los pasajes de la Escritura que es necesario
considerar con respecto a los medios de gracia?
5. ¿Qué importancia tienen los medios de gracia ordinarios para la vida
cristiana?
P
2
EL MINISTERIO
DE LA PALABRA
(22)Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor
sincero de hermanos, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. (23)[Pues]
habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino [de una que es] incorruptible,
[es decir,] mediante la palabra de Dios que vive y permanece. (24)Porque: TODA CARNE
ES COMO LA HIERBA, Y TODA SU GLORIA COMO LA FLOR DE LA HIERBA.
SECASE LA HIERBA, CAESE LA FLOR, (25)MAS LA PALABRA DEL SEÑOR
PERMANECE PARA SIEMPRE. Y esta es la palabra que os fue predicada. 2(1)Por tanto,
desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación,
(2)desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis
para salvación, (3)si [es que] habéis probado la benignidad del Señor. (1 Ped. 1:22‑25;
2:1‑3)
raedicatio Verbi Dei Est Verbum Dei, que significa: «La Predicación
de la Palabra de Dios es la Palabra de Dios», fue escrita en 1562 por
Heinrich Bullinger en lo que se conoce como la Segunda Confesión
Helvética, una de las muchas declaraciones de fe que surgieron durante la
Reforma. En una época en la que la gente luchaba por entender cuál era el
lugar de la Palabra de Dios en la vida del pueblo de Dios y en el que el uso
de la Palabra de Dios por parte de la iglesia en el culto era ininteligible
para la mayoría de las personas, hombres como Bullinger sostenían que
«La Predicación de la Palabra de Dios es la Palabra de Dios». Esto causó
un resurgimiento en el siglo XVI de preguntas como: ¿Por qué predicar?
¿Cuál es el propósito del ministerio de la Palabra? ¿Qué sucede cuando la
Palabra es expuesta? ¿Cuál debería ser el lugar que debe ocupar la
predicación en la iglesia? ¿Qué tan importante es en la vida del cuerpo
{visible de Cristo} que la Palabra sea enseñada, predicada y proclamada?
La Primera Carta de Pedro trata con esas mismas preguntas y con el
lugar del ministerio de la Palabra. Comencemos mirando el contexto del
que proviene nuestro pasaje. En ese Libro maravillosamente rico, el
apóstol Pedro escribe a los creyentes y habla de la bendición de la
salvación:
(3)Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran
misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección
de Jesucristo de entre los muertos […] (10)Acerca de esta salvación, los profetas que
profetizaron de la gracia que [vendría] a vosotros, diligentemente inquirieron e indagaron,
(11)procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu de Cristo dentro de ellos, al
predecir los sufrimientos de Cristo y las glorias que seguirían […] (16)porque escrito está:
SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO. (1 Ped. 1:3, 10‑11, 16)
Al final de esta sección, Pedro conecta la realidad de que los que
reciben esta gran gracia son llamados a la santidad (v. 16), y por
implicación, al amor (v. 22). Nótese que la realidad de nuestra salvación
y el llamado a la santidad están inseparablemente relacionados. Pedro
transmite que, debido a esta salvación, los cristianos deben preparar sus
mentes para la acción (v. 13: «ceñid vuestro entendimiento para la
acción»), y así, como se ve en 1 Pedro 1:13‑21, buscar la santidad. A la
luz del llamado a la santidad, Pedro pasa entonces a un llamado al amor
(v. 22: «amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro»). Como
resultado de esta gran salvación y debido al llamado a la santidad, los
cristianos deben amarse los unos a los otros. Después de esto, avanza hacia
el lugar de la Palabra entre el pueblo de Dios.
La Palabra es un medio de conversión y un medio de gracia
Pedro, al retomar este largo discurso sobre la salvación del cristiano, dice:
«Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas».
Está escribiendo sobre la obediencia a Jesucristo y esta obediencia es
sinónimo de, o lo mismo que, conversión o salvación. Si usted es un
creyente, cuando recibió a Cristo por fe, obedeció el mensaje del evangelio
que se le proclamó, el mensaje que declara que usted es un pecador y que
no tiene esperanza de salvación eterna. Pero Cristo, a través de Su
evangelio, le proclama el mensaje de que debe arrepentirse del pecado y
descansar de todo corazón en la vida perfecta y la muerte expiatoria de
Jesús en su lugar. Cuando usted obedece, es decir, cuando recibe por la fe
lo que Cristo ha hecho por usted, es salvado. La obediencia a Cristo en el
versículo 22 («Puesto que en obediencia a la verdad [es decir, al
evangelio, a la Palabra] habéis purificado vuestras almas para un amor
sincero de hermanos») está conectada contextualmente con el versículo 2:
«…según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora
del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre».
En 1 Pedro 1:22, la salvación se describe como la obediencia a la
verdad. En el versículo 23, se describe como nacer de nuevo. Estas son dos
formas de referirse a la misma realidad: ser salvado. Observe el versículo
23: «…habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una
que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y
permanece». Las palabras son importantes. Fíjese en cómo se construye
esto: «pues habéis nacido de nuevo […] mediante la palabra de Diosque
vive y permanece». Note que el medio para nacer de nuevo es la «palabra
de Dios». El Espíritu hace la obra, pero el mecanismo o canal que utiliza
es el ministerio de la Palabra. Esto no debería sorprendernos, ya que es lo
{mismo} que Pablo dice en Romanos 10:14‑17 cuando escribe:
(14)¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de
quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (15)¿Y cómo predicarán si
no son enviados? Tal como está escrito: ¡CUAN HERMOSOS SON LOS PIES DE LOS
QUE ANUNCIAN EL EVANGELIO DEL BIEN! (16)Sin embargo, no todos hicieron caso
al evangelio, porque Isaías dice: SEÑOR, ¿QUIEN HA CREIDO A NUESTRO
ANUNCIO? (17)Así que la fe [viene] del oír, y el oír, por la palabra de Cristo.
Lo que vemos en este pasaje es que el ministerio de la Palabra es un
medio de conversión. Cristo ha ordenado que Su Iglesia predique la
Palabra hasta que Él regrese, y es a través de la predicación de la Palabra
que el Espíritu de Dios convierte a los pecadores. Los primeros bautistas
particulares lo decían de esta manera:
La gracia de la fe, por medio de la cual los elegidos son capacitados para creer para la
salvación de sus almas, es la obra del Espíritu de Cristo en sus corazones; y es obrada
ordinariamente a través del ministerio de la Palabra; por medio de la cual también ― y
por la administración del Bautismo, y la Cena del Señor, la oración y otros medios
designados por Dios— {esta fe} es aumentada y fortalecida. (2CFL 14.1)
El medio ordinario que el Señor usa para atraer a una persona a la
salvación es la predicación de la Palabra de Dios. El Espíritu de Dios obra
a través de la Palabra predicada o proclamada correctamente.
Sin embargo, la predicación de la Palabra no es solo un medio de
conversión, sino también un medio continuo de gracia en la vida del
creyente. Observe una vez más 1 Pedro 2:2: «desead como niños recién
nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis». Por un
lado, el ministerio de la Palabra a través del Espíritu es lo que nos
convierte; pero, por otro lado, se nos dice: «desead como niños recién
nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis». El
ministerio de la Palabra no es solo para los pecadores incrédulos que
necesitan confiar en Jesús. El ministerio de la Palabra es una necesidad
continua para el creyente también. En pocas palabras, la Palabra es un
medio de conversión y un medio de gracia continua. Cristo ha logrado
todo lo necesario para la salvación. Ha enviado Su Espíritu para convertir
a los elegidos y alimentarlos hasta que estén con Él, y toda la obra del
Espíritu es una obra de gracia. Así pues, el mérito de Cristo y Sus logros
son la gracia transmitida a través de estos medios ordinarios, y los
creyentes son alimentados en esta gracia (es decir, los beneficios de Cristo)
por el ministerio de la Palabra. En 1 Pedro 1:23, la Escritura es
presentada como el medio de conversión, y en 1 Pedro 2:2, como un medio
de crecimiento continuo en esa salvación ¾ la leche espiritual del creyente.
Las palabras «la leche pura de la palabra», en su contexto, se refieren a la
Palabra de Dios, pero esta no es la única lección que aprendemos de este
texto.
La Palabra fielmente predicada es Cristo hablando a Su pueblo
Observe 1 Pedro 1:23 una vez más: «…habéis nacido de nuevo, no de una
simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la
palabra de Dios que vive y permanece». La Palabra es descrita como viva.
Una imagen similar se da en Hebreos 4:12: «Porque la palabra de Dios es
viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos». Pedro
dice que esta Palabra no es perecedera, sino imperecedera, apuntando al
Libro veterotestamentario de Isaías 40:6 y 8. Fíjense en lo que dice en el
versículo 24: «TODA CARNE ES COMO LA HIERBA, Y TODA SU
GLORIA COMO LA FLOR DE LA HIERBA. SÉCASE LA HIERBA,
CÁESE LA FLOR…». Está contrastando aquí, como lo hizo Isaías, la
carne humana y la Palabra de Dios. Toda carne es como la hierba. Si tu
hierba es como la mía, se marchita muy rápidamente. Y, a pesar de su
belleza, la flor se cae, pero la Palabra de Dios ¾ la Palabra del Señor ¾ ,
permanece.
¿Qué haremos con este pasaje? ¿Acaso la predicación de la Palabra se
trata solamente de un pastor que enseña hechos sobre Dios? ¿Debemos
convertirnos solo en un pueblo de conocimiento, y por lo tanto,
esforzarnos por aprender más hechos, conceptos y definiciones? Pedro
parece indicar que hay más para el creyente. Mientras que la proclamación
de verdades y hechos son ciertamente una parte de lo que implica la
predicación de la Palabra, es, sin embargo, más que eso; es literalmente un
medio a través del cual Cristo habla a Su pueblo.
Ahora, me gustaría que sin perder de vista nuestro pasaje en 1 Pedro,
miremos otros tres textos bíblicos. No profundizaremos en cada uno de
ellos, pero quisiera que observe algunos textos en donde la Escritura dice
que Jesús habla o predica {cuando la Palabra es predicada}.
El primer pasaje es Juan 10:16. Jesús dice: «Tengo otras ovejas que no
son de este redil; a ésas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz, y
serán un rebaño con un solo pastor». ¿Notó lo que dijo Jesús? Hablando
predominantemente con respecto a los gentiles, dijo: «oirán mi voz». En
este contexto, los gentiles son retratados como personas que oirán la voz
de Jesús.
El segundo pasaje es Hechos 26. Escuche el relato de Lucas sobre {la
defensa que presentó} Pablo ante el rey Agripa:
(19)Por consiguiente, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, (20)sino que
anunciaba, primeramente a los que [estaban] en Damasco y [también] en Jerusalén, y
[después] por toda la región de Judea, y [aun] a los gentiles, que debían arrepentirse y
volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. (21)Por esta causa, [algunos]
judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme. (22)Así que habiendo recibido
ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no
declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: (23)que el Cristo
había de padecer, [y] que por motivo de [su] resurrección de entre los muertos, Él debía ser
el primero en proclamar luz tanto al pueblo [judío] como a los gentiles. (Hch. 26:19‑23)
Fíjense en lo que dice Pablo: «Cristo […] debía ser el primero en
proclamar luz tanto al pueblo [judío] como a los gentiles». Más adelante
volveremos a este texto.
Consideremos un texto más. Recordemos que en Efesios 2, Pablo
escribe a la iglesia de Éfeso diciendo que los dos pueblos, judíos y
gentiles, han sido unidos en un solo pueblo, y que Dios ha derribado el
muro que los dividía a través del evangelio. Pablo escribe que la salvación
nos llega por gracia a través de la fe, y no por obras (Efe. 2:8‑10). En
Efesios 2:13-16, dice:
(13)Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido
acercados por la sangre de Cristo. (14)Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos
[pueblos] hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, (15)aboliendo en su carne
la enemistad, la ley de [los] mandamientos [expresados] en ordenanzas, para crear en sí
mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo [así] la paz, (16)y para reconciliar con
Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la
enemistad.
Observe Efesios 2:17: «Y VINO Y ANUNCIO PAZ A VOSOTROS
QUE ESTABAIS LEJOS, Y PAZ A LOS QUE ESTABAN CERCA».
Debemos preguntarnos, ¿cuándo vino Jesús literalmente a predicar a los
efesios gentiles? Jesús nunca fue en carne y hueso a predicar a estos
Efesios durante Su ministerio terrenal. La resurrección y la ascensión
ocurrieron mucho antes de que la mayoría de los efesios hubieran
escuchado el mensaje de Cristo. Entonces, ¿cuándo fue Jesús a hablarle a
estos gentiles? ¿Cuándo escucharon la voz de Cristo? Recordemos
Juan 10:16. Como cuando Pablo dijo en Hechos 26 que Jesús había
predicado la luz a los gentiles, y otra vez en Efesios2:17, que Jesús había
venido y predicado a los efesios,[8] ¿podría ser que, en estos textos y otros
similares, la Escritura esté diciendo que cuando el mensaje de Cristo es
fielmente proclamado, es Cristo quien está proclamando el mensaje?
Como usted puede ver, a medida que el predicador proclama fielmente
la Palabra, Cristo habla a través del Espíritu para lograr la conversión y
hacer que Sus ovejas crezcan. Algo sucede cuando se predica la Palabra.
Escuchen a los primeros bautistas particulares {hablar} de este tema en el
Catecismo Bautista. Esto fue escrito en 1693:
P. 94 ¿Cómo la Palabra es hecha eficaz para salvación?
R. El Espíritu de Dios hace que la lectura, pero especialmente la predicación de la
Palabra, sea un medio eficaz para convencer y convertir a los pecadores, y para edificarlos
en la santidad y el consuelo, a través de la fe, para salvación.[9]
De nuevo, queremos ser claros, es Dios quien hace la obra, pero el
medio o mecanismo que Él usa es la Palabra predicada. Así que,
esencialmente, podemos decir que Cristo está predicando. Como dijo
Pablo a los efesios: «Vino y les predicó la paz», lo que significa que
escucharon la Palabra de Dios y, mientras lo hacían, Cristo estaba
hablando a través de Su Palabra. Así que cuando Jesús dijo en
Juan 10:16: «Mis ovejas oyen mi voz», no se refería a algún tipo de
experiencia mística que nos lleve a pensar: ― Necesito escuchar una voz
audible en mi cabeza—. Lo que quiso decir es que la Palabra que el
Espíritu ha dado a través de los profetas y apóstoles es Su revelación
definitiva, y, a medida que esta avanza, estará predicando, convirtiendo,
alimentando y nutriendo a la gente hasta que estén con Él cara a cara. La
predicación de la Palabra de Dios es la Palabra de Dios.
Ahora bien, hay que aclarar que no queremos decir que el predicador
mismo tenga algún valor en sí mismo en este sentido, ni que llegue a ser
uno con Dios. No obstante, podemos decir que, en la medida en que un
predicador está en un púlpito y predica las Escrituras ― habiéndola
estudiado fielmente {antes}, y al estar interpretando, exegetando y
proclamando la Palabra de Dios en ese momento—, esa es la Palabra de
Dios para el pueblo de Dios. Anhelo que haya observado que hay muchas
variables ahí, pues mucho de lo que hoy en día se hace pasar por
predicación en la televisión, conferencias o iglesias de todo el mundo no es
la Palabra de Dios. Y en esos casos, no podemos decir que esto que se
hace llamar predicación es la Palabra de Dios, porque la persona que da el
sermón no está realmente proclamando el consejo autoritativo del Señor.
Sin embargo, cuando la Palabra de Dios es proclamada correctamente,
Cristo habla a Su pueblo, y esta es la razón por la que la llamamos la
Palabra de Cristo.
Así que, volvamos a 1 Pedro. Observe lo que Pedro dice a continuación
en el versículo 25, citando a Isaías: «MAS LA PALABRA DEL SEÑOR
PERMANECE PARA SIEMPRE. Y esta es la palabra que os fue
predicada». Esta Palabra es el mensaje del evangelio, pero es más que eso;
toda la Escritura es realmente, en última instancia, el mensaje de Cristo.
En el mismo contexto, Pedro dice: «desead la leche pura de la palabra».
Esta Palabra es la obra salvadora de Cristo, la obra del pacto de Cristo, la
gloria de Dios entre las naciones, el mensaje singular de Génesis a
Apocalipsis. La Palabra que le fue proclamada a usted, y como dicen Isaías
y 1 Pedro, y como podemos afirmar por la autoridad de la Escritura, esta
Palabra de Dios permanece para siempre. Así que, efectivamente, Pedro se
refiere al mensaje del evangelio, pero en última instancia a la revelación de
Cristo en toda la Biblia.
¿Recuerdan el relato de lo que sucedió en el camino a Emaús? En
Lucas 24 tenemos el registro de dos discípulos que habían seguido a
Jesús pero que, poco después de Su resurrección, no habían oído aún la
noticia de que Él había resucitado. Jesús se les apareció, pero no lo
reconocieron. Él conversa con ellos, y leemos en Lucas 24:27 las
siguientes palabras: «Y comenzando por Moisés y continuando con todos
los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras». ¿Pudo
verlo? Jesús estaba diciendo que Moisés y los Profetas se tratan de Él. A
menudo muchos piensan ¾ Bueno, Jesús no aparece hasta el Nuevo
Testamento ¾ , pero eso es un error. Jesús siempre ha sido el tema
principal que une el Libro de Génesis con Apocalipsis. Por eso «les
explicó lo referente a Él en todas las Escrituras».
Como podemos ver, un fiel predicador es simplemente un portavoz a
través del cual Dios habla. Algo sucede cuando la Palabra es predicada
fielmente. Es un medio de conversión, es un medio de gracia, y ¾ mientras
es predicada fielmente ¾ , Cristo habla a Su pueblo. Esto nos lleva a una
tercera y última consideración en este capítulo.
La Palabra es el elemento central del ministerio de la iglesia
Este es un punto crucial. Creo que la mayoría de nosotros está dispuesto a
asumirlo, pero examinémoslo por un minuto. Miren la instrucción en 1
Pedro 2:1-2: «Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e
hipocresías, envidias y toda difamación, desead como niños recién
nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis…». Hay una
clara referencia a la Palabra de Dios. La Palabra es el medio a través del
cual el Espíritu trae el nuevo nacimiento, y es el alimento que nutre al
pueblo de Dios en su viaje a casa. Sin embargo, el texto dice que debemos
«desear[la], para que por ella crezca[mos]». Observe que, en última
instancia, el enfoque está en el crecimiento espiritual. Esto está claro en el
texto, aun a primera vista, pero ¿qué significa? Hay un sentido en el que la
salvación del cristiano está asegurada y, sin embargo, Dios puede decir a
través de Pablo en Su Palabra: «ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor» (Flp. 2:12). De manera similar, Pedro exhorta allí a un
crecimiento en la salvación que uno tiene en Cristo.
Hay otra manera de decirlo. La conversión supone un interés y un
deleite en las cosas de Dios. La conversión, la salvación, el nacer de nuevo
o ser regenerado, y el pasar de las tinieblas a la luz, todo ello supone un
interés y un deleite en las cosas de Dios. En última instancia, la salvación
es probar la bondad de Dios en nuestras almas, y si la hemos probado,
creceremos. Esto no quiere decir que ganemos o logremos nuestra
salvación, sino simplemente que las personas verdaderamente salvadas
crecen en su fe. El conocimiento de Cristo y los medios de nuestro
crecimiento en Él vienen de la Palabra de Dios y, por lo tanto, la Palabra
es el centro del ministerio de la iglesia.
Entonces, ¿está desanimado? Tal vez usted no ha leído la Biblia en dos
o tres semanas. Si es así, vaya directo a la cruz y proclame el evangelio a
su corazón con arrepentimiento, y ore diciendo: ― Señor, el día de
mañana, por la mañana, por la tarde, a la hora de comer o a cualquier hora
del día, dame la posibilidad de comer solo uno o dos versículos de Tu
comida—. La conversión supone un interés y un deleite en las cosas de
Dios. Las palabras de Pedro hacen eco del Salmo 34:8: «Probad y ved que
el SEÑOR es bueno». Esto nos recuerda lo que Pablo dijo a los ancianos
de Éfeso, ¿no es así? Recordemos lo que dice Hechos 20:32, {texto} que
analizamos previamente: «Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de
su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos
los santificados». En otras palabras, Pablo los encomienda a la Palabra, no
solo como un medio de conversión, sino como un medio de gracia capaz
de edificarlos.
Todo esto nos lleva a una cuestión muy práctica: ¿Cuál es el lugar de la
predicación de la Palabra de Dios en las verdaderas iglesias de Dios? El
ministerio de la Palabra debe ser el centro de la iglesia, porque es a través
de la Palabra de Cristo que fuimos convertidos inicialmente por el Espíritu,
y es a través de la Palabra de Cristo que somos alimentados posteriormente
en esa fe. Por lo tanto, debemos entender que el centro {la prioridad} de
nuestro horario semanal es lapredicación de la Palabra.
En las últimas páginas de la Biblia, se nos da un vistazo de Cristo de pie
entre Sus iglesias (Apo. 1:13) y dando a cada una de ellas Su Palabra. Es
el mismo Cristo que está entre Sus iglesias hoy en día, guiándolas a través
de Su Palabra. Lo que los creyentes necesitan hoy en día es la voz de
Aquel que es descrito de la siguiente manera:
(12)Y me volví para ver [de quién era] la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete
candeleros de oro; (13)y en medio de los candeleros, [vi] a uno semejante al Hijo del
Hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un
cinto de oro. (14)Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus
ojos eran como llama de fuego; (15)sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha
hecho refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas. (16)En su mano
derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una aguda espada de dos filos; su rostro era
como el sol [cuando] brilla con [toda] su fuerza. (Apo. 1:12‑16)
¡Es la voz de Cristo lo que la gente necesita!
Preguntas de estudio
1. ¿De qué modo es la predicación un medio de gracia?
2. ¿Cómo contribuye Efesios 2:17 a nuestra comprensión del ministerio
de la Palabra?
3. ¿Por qué la predicación debe ser un elemento central en la iglesia local?
4. ¿De qué forma la predicación como un medio de gracia ordinario
cambia nuestra comprensión de la obra de Cristo en Su iglesia?
 
E
3
EL BAUTISMO:
LA SEÑAL DE LA MEMBRESÍA DEL PACTO
(18)Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y
en la tierra. (19)Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, (20)enseñándoles a guardar todo lo que os
he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
(Mat. 28:18‑20)
n estas últimas palabras a los apóstoles, Jesús los instruye para que
bauticen a sus discípulos en el nombre del Dios trino. Les dice que
mientras lo hacen, Él promete Su presencia con ellos hasta el fin del
mundo. Ahora bien, sabemos que las iglesias que han reclamado el nombre
de Cristo a través de los tiempos han tenido {y tienen} una variedad de
formas de ver este texto y, de hecho, {de ver} toda la teología del
bautismo. Hay quienes creen que el acto del bautismo en los primeros días
de vida de un niño da comienzo al proceso de salvación. Hay otros que
enfatizan que el bautismo está tan singularmente conectado a la obra de la
regeneración que son casi exactamente lo mismo, si es que no es lo mismo.
También hay iglesias que enseñan que el bautismo debe ser dado a los
miembros de un hogar dirigido por padres creyentes. Por último, hay
quienes insisten en que el bautismo debe ser reservado únicamente para
aquellos que, habiéndola entendido, profesan la fe en el pacto de amor y
salvación de Dios. Lo que está claro es que Jesús dice a todos los fieles a
través de los tiempos que bauticen en el trino Nombre.
Dios ha asignado a Su iglesia, en Su Palabra, medios específicos a
través de los cuales alimenta y fortalece su fe. Estoy de acuerdo con
muchos de los reformadores en que el bautismo es uno de esos medios.
Observe estas palabras escritas en 1693 que los bautistas incluyeron en su
catecismo:
P. 93: ¿Cuáles son los medios externos a través de los cuales Cristo nos comunica {nos
imparte} los beneficios de la redención?
Note lo que dijeron; no que Cristo nos salva, sino que nos imparte, o nos
concede, los beneficios de nuestra salvación que ya ha sido lograda. Estas
son las palabras que utilizaron en la respuesta:
R. Los medios externos y ordinarios, a través de los cuales Cristo nos comunica {nos
imparte} los beneficios de la redención, son Sus ordenanzas, especialmente la Palabra, el
bautismo, la Cena del Señor y la oración; todos los cuales son hechos eficaces para los
elegidos para salvación.
Pero ellos fueron más allá:
P. 96: ¿Cómo el bautismo y la Cena del Señor llegan a ser medios de salvación eficaces?
R. El bautismo y la Cena del Señor llegan a ser medios de salvación eficaces, no porque
haya alguna virtud en estos, o en el que los administra, sino solo por la bendición de Cristo
y la obra del Espíritu en aquellos que, por fe, los reciben.
Esto describe lo que los primeros bautistas particulares (antepasados de
los bautistas reformados confesionales de hoy en día) creían, y apunta a la
promesa contenida en la Gran Comisión de que Cristo estaría con Sus
discípulos cuando estos bautizaran. Jesús promete estar con Su Iglesia a
través de los tiempos mientras bautizan en el trino Nombre.
Cuatro puntos cruciales sobre el bautismo
Ahora debemos señalar cuatro puntos cruciales sobre el bautismo.
El acto del bautismo no salva a nadie.
La primera realidad es que el acto del bautismo no salva a nadie. El punto
de vista de que sí salva se conoce como regeneración bautismal. Hay
personas que creen que el bautismo inicia el proceso de salvación o, en
algunos casos, que es la suma total de dicho proceso. Pero la Escritura dice
que somos salvos por gracia, por medio de la fe, no por obras, incluyendo
las obras religiosas externas. Así que el bautismo no salva por sí mismo.
El bautismo es un mandato de Cristo.
Otro aspecto que ya hemos visto es que el bautismo es un mandato de
Cristo. Jesús instituye el bautismo como una ordenanza, o sacramento, de
Su Iglesia, que debe ser practicado. Por lo tanto, es correcto que
procuremos entenderlo, tanto su práctica como su beneficio, dado que
nuestro Señor ha ordenado que nosotros, Sus seguidores, lo observemos.
Para resumir {lo que hemos dicho} hasta ahora, el bautismo no salva;
pero, aun así, Jesús ordena que se haga.
El bautismo pertenece a la Iglesia.
Una tercera verdad es que fue una práctica de la Iglesia primitiva y
pertenece a la Iglesia. Esta es una idea en la que tenemos que ser claros. El
bautismo es una ordenanza, o sacramento, que fue dado a la Iglesia. No fue
dado a una organización para eclesiástica. No fue dado a personas
específicas que quizás un día simplemente tomaron la decisión de empezar
a bautizar a otros, o bautizarse a sí mismos. El bautismo fue dado por
Cristo a Sus apóstoles y, por tanto, a Su Iglesia. Era una práctica de la
Iglesia primitiva. Permítame darle un ejemplo. Podemos verlo en
Hechos 2:41. Pedro predica un maravilloso sermón, exponiendo el
evangelio, y luego, la parte final de la descripción de lo que sucedió es
esta: «Entonces los que recibieron su palabra fueron bautizados, y aquel
día se [les] añadieron como tres mil almas». Este es el comienzo de la
descripción de la Iglesia en el Libro de los Hechos. Dios siempre ha tenido
una asamblea, o pueblo del pacto, desde el principio, pero la Iglesia del
Nuevo Testamento está comenzando {allí} a practicar el bautismo como
una señal del nuevo pacto. Leemos del bautismo de Pablo en Hechos 9, o
del bautismo de Lidia en Hechos 16, así como el de Cornelio. Entonces,
el bautismo era una práctica de la Iglesia primitiva; y, además del claro
mandamiento de parte de Cristo de observarlo, podemos inferir, mediante
una correcta comprensión de las Escrituras, que debemos hacerlo también,
por causa del ejemplo apostólico.
El bautismo es una observancia de una sola vez.
Por último, la cuarta idea que debemos aclarar es que el bautismo es una
observancia de una sola vez. La Cena del Señor es un sacramento u
ordenanza continuo, que debe ser practicado regularmente. El bautismo,
sin embargo, es un evento de una sola vez. No bautizamos a un individuo
cada vez que siente que necesita estar más cerca de Dios.
Prescriptivamente, en las Escrituras, vemos que el bautismo es una
ordenanza de una sola vez, mientras que la Cena del Señor ocurre
regularmente. Y, a medida que una persona estudia las Escrituras, ve que
el bautismo es mencionado en muchos lugares. Puede haber una idea
errónea generalizada de que es mencionado con poca frecuencia; pero, la
realidad es que aparece a menudo en las páginas del NuevoTestamento.
El bautismo: ¿ordenanza o sacramento?
He estado usando las palabras «ordenanza» y «sacramento»
indistintamente. Tal vez usted viene de una tradición donde ordenanza,
algo que es ordenado, es la única palabra que se usa. O tal vez en su
tradición se usa la palabra sacramento. Tiendo a estar de acuerdo con los
eruditos, pastores y profesores que ven estas palabras como
intercambiables. Pero, aunque podemos usar esos términos
indistintamente, es importante distinguirlos. Hablando de manera técnica,
«ordenanza» se refiere a lo que ha sido ordenado por Cristo, y
«sacramento» se refiere a lo que una ordenanza es, en cuanto a lo que ella
hace cuando es bendecida por el Espíritu de Cristo; es decir, es un medio
de gracia. En resumen, cualquiera que sea la palabra que utilicemos, nos
referimos a las dos señales visibles que Cristo ordenó a Su iglesia con la
promesa de bendición, y el bautismo es de hecho una de estas dos.
Un sacramento apunta a algo que debemos recordar. A menudo
pensamos en los sacramentos como algo que comenzó en el Nuevo
Testamento, pero Dios siempre ha dado a Su pueblo señales visibles que
hacen recordar y proclaman Su Palabra de manera visible o tangible. A
Adán y Eva se les dio dos árboles. A Noé se le dio un arco iris. A
Abraham se le dio la circuncisión. Desde la muerte, sepultura y
resurrección de Cristo, las señales visibles que el Señor ha dado a Su
Iglesia son el bautismo y la Cena del Señor. Las llamamos señales porque
no son solo cosas que hacemos, sino que son la Palabra de Dios en forma
visible.[10] Cuando llegamos a la Cena del Señor y el pan es partido, esa es
la Palabra de Dios proclamada a nosotros en forma tangible anunciando de
nuevo que el cuerpo de Cristo fue partido por nosotros. Es una señal
visible de la Palabra de Dios, de manera específica, de la promesa del
evangelio de Jesucristo, ante nuestros ojos. Así, también, el bautismo es
una palabra hecha visible, y como tal es un medio de gracia. Los
sacramentos u ordenanzas son señales que apuntan a algo, y cuando las
observamos, Dios está proclamando Su Palabra a través de estas. No
quiero decir que debamos escuchar atentamente una voz audible. Lo que
quiero decir es que el mensaje de Cristo y el Pacto de Gracia son
proclamados, pero se entregan en una forma tangible y visible.
El bautismo no es solo algo que hacemos para celebrar que alguien no
va a ir al infierno. Es una verdadera realidad de la salvación que Cristo
trae. Sin embargo, hay más en el bautismo que el simple hecho de celebrar
que «el pequeño Johnny» se ha salvado. Ahora, para entender
apropiadamente esto, tenemos que hacer un recorrido a través del Nuevo
Testamento y ver con qué frecuencia los apóstoles quieren que
consideremos nuestro propio bautismo. Voy a argumentar que cuando
observamos un bautismo en nuestras propias iglesias locales, no es solo
para la persona que se bautiza; más bien, es para el beneficio de toda la
iglesia. Específicamente, cuando alguien es sumergido en el agua y
levantado como un símbolo de su caminar en novedad de vida, cada uno
de nosotros puede reflexionar sobre su propio bautismo. Nuestro bautismo
se convierte en una señal, una y otra vez, que el Señor utiliza para nutrir
nuestra fe. Es un medio de gracia. Es una señal que apunta a algo. Y, para
ilustrarlo, hagamos un recorrido a través del Nuevo Testamento.
El bautismo como medio de gracia
Veamos cómo el Nuevo Testamento llama regularmente a los creyentes a
recordar su propio bautismo, y ver en este cuatro verdades específicas
sobre dicho instrumento de gracia.
Es una señal que proclama la unión con Cristo.
Si hoy viajáramos por cualquier carretera, veríamos señales que apuntan a
lugares específicos. Estas señales informativas son cruciales para nosotros,
pero no son el destino en sí mismo. Por ejemplo, la señal que dice
«Filadelfia» no es Filadelfia, pero apunta hacia Filadelfia. Del mismo
modo, el bautismo es una señal que señala el camino hacia algo. Proclama
la unión con Cristo. Podemos ver esto en al menos dos pasajes diferentes.
Primero, en Romanos 6, la Palabra de Dios dice:
(1)¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? (2)¡De
ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (3)¿O
no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados
en su muerte? (4)Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para
muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en novedad de vida. (Rom. 6:1‑4)
Si este fuera el único pasaje de la Escritura que tuviéramos, podríamos
empezar a pensar que el bautismo en sí mismo es lo que nos salva. Pero
recuerde, debemos interpretar la Escritura con la Escritura, y no podemos
formular ninguna doctrina basándonos en un solo versículo, sacándolo de
su conexión con el resto de la Escritura, porque podríamos hacer que la
Biblia diga lo que queramos que diga. Este texto dice que, cuando un
cristiano es bautizado, esto es una imagen, una señal, de su unión con
Cristo. La muerte de Jesús se ha convertido en la muerte de esa persona.
Así que, cuando se sienta culpable por los pecados que cometió la semana
pasada, por ejemplo, recuerde que Jesús murió por esos pecados, y su
bautismo es un recordatorio de que cuando Jesús murió, usted también
murió.
El bautismo es una señal que proclama la unión con Cristo; pero Pablo
no solo dice eso a la iglesia en Roma, también se lo dice a la iglesia de
Colosas en Colosenses 2:
(11)en El también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar
el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo; (12)habiendo sido sepultados con
El en el bautismo, en el cual también habéis resucitado con El por la fe en la acción [del
poder] de Dios, que le resucitó de entre los muertos. (13)Y cuando estabais muertos en
vuestros delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El,
habiéndonos perdonado todos los delitos, (14)habiendo cancelado el documento de deuda
que consistía en decretos contra nosotros [y] que nos era adverso, y lo ha quitado de en
medio, clavándolo en la cruz. (Col. 2:11‑14)
Ante el juicio de Dios usted es «culpable»; pero por fe, el castigo de
Dios por esa culpa es castigar o cortar a alguien más en su lugar, esto es, a
Jesús. Así como en el acto físico de la circuncisión hay un corte, de
manera similar, Jesús fue cortado en lugar del creyente. Ahora es el
corazón circuncidado del creyente el que reemplaza la antigua señal de la
circuncisión. Así como en el pacto de Abraham había una señal (es decir,
la circuncisión) que apuntaba a una promesa, bajo el nuevo pacto
inaugurado hay una señal de la promesa evangélica de la gracia. El
bautismo es la señal que proclama la unión con Cristo. La Escritura no nos
da la idea de que el acto del bautismo como acto en sí mismo es lo que nos
sepulta; más bien, el Espíritu Santo es quien nos conecta con la obra de
Cristo, pero el bautismo es una señal que proclama nuestra unión con
Cristo.
Cuando hay un bautismo, aquellos de nosotros que hemos sido
bautizados podemos ciertamente celebrar con la persona que está siendo
bautizada. Pero hay más para nosotros. Podemos recordar también que
hemos recibido la señal del Pacto de Gracia, por el cual hemos sido
sepultados con Cristo. No debemos ver el bautismo como una celebración
de lo que hemos hecho, sino como una proclamación de lo que Dios ha
hecho y nuestra conexión con Él por medio de la fe. Como pastor bautista
reformado, a menudo he animado a mi congregación durante un bautismo
a reflexionar sobre su propio bautismo y confesión de fe en Cristo, no
como una celebración de su respuesta a Dios, sino sobre la promesa del
Pacto de Dios para con ellos. Entendido correctamente, el bautismo es una
señal de pacto. Declara la promesa de Dios de salvar a todos los que se
acerquen a Él con fe. Entonces, el bautismo es una señal que representa la
unión con Cristo. En dospasajes bíblicos diferentes, Pablo usa el bautismo
para representar esta realidad.
Es una señal que predica una nueva vida.
En segundo lugar, el bautismo es una señal que predica la nueva vida.
¿Sabía que cuando alguien es bautizado en la asamblea de creyentes eso es
un sermón visible? Escuchen lo que dice Pablo en el mismo pasaje de
Romanos 6:
(1)¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? (2)¡De
ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (3)¿O
no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados
en su muerte? (4)Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para
muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en novedad de vida. (Rom. 6:1‑4)
El bautismo no solo señala el hecho de que el creyente está unido a
Cristo en Su muerte, sino también que está unido a Cristo en Su vida. Y
hay un doble aspecto con respecto a esto. En este momento, creyente,
usted tiene una vida espiritual que no ganó. Le fue concedida con base en
los méritos de Cristo, aplicados a usted por el Espíritu de Cristo. Pero esa
vida no termina cuando usted muera. Al igual que Cristo resucitó, usted
también será resucitado. Por lo tanto, el bautismo es una señal que predica
la nueva vida. La resurrección de Jesús provee para nuestra vida ahora y
nuestra vida por venir.
Pero Pablo no solo lo dice en Romanos, observe lo que escribe en
Gálatas 3:27: «Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de
Cristo os habéis revestido». Muchos de ustedes saben que en algunos de
los Libros del Nuevo Testamento hay una tensión que Pablo expone. Se
trata de la idea de «despojarse» y «revestirse». En Gálatas 5, vemos el
fruto del Espíritu, y un análisis de cosas que no exhiben este fruto
(borracheras, orgías, rivalidades, etc.). Nosotros mismos no obramos el
fruto espiritual en nosotros, sino que es el Espíritu de Dios quien lo hace;
al santificarnos, usando los medios de Dios, hace que ese fruto exista en
nuestras vidas. El bautismo no solo nos recuerda nuestra unión con Cristo,
sino que también nos predica una nueva vida.
Cuando una persona es bautizada, ese individuo recibe un sermón no
verbal de Dios, y nosotros como congregación lo recibimos también.
Cristiano, cuando usted viene con fe a Cristo, tiene una nueva vida, y el
bautismo apunta a esa nueva existencia que Cristo ha forjado. El bautismo
es una celebración de que alguien ha sido «salvado», pero es mucho más.
Porque si no fuera así, ¿por qué el apóstol Pablo dice constantemente a la
gente que recuerde su bautismo con la forma en que lo usa como una señal
que apunta a realidades espirituales?
Es una señal que apunta a una comunidad.
Una tercera verdad que vemos en las Escrituras es que el bautismo es un
señalizador que apunta a la conexión con el cuerpo de Cristo. Así como no
debemos observar la Cena del Señor por nosotros mismos, sino con el
cuerpo, el bautismo también sirve como un recordatorio de que somos
parte de un cuerpo. Observen lo que Pablo escribe a la iglesia de Éfeso en
Efesios 4:
(4)[Hay] un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en
una misma esperanza de vuestra vocación; (5)un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
(6)un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. (Efe. 4:4‑6)
Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu de Cristo. Esto es esencialmente
lo que está diciendo, y está usando todos estos recordatorios: un Señor, una
fe, un bautismo. El mismo apóstol lo dice así en 1 Corintios 12:
(12)Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros
del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. (13)Pues
por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya
esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. (1 Cor. 12:12‑13)
Es como si Pablo no pudiera dejar de usar el sacramento del bautismo
para refrescar la memoria de las personas a las que escribe. Y así, el
bautismo se convierte en un recordatorio de nuestro llamado a la unidad
que Cristo forja. Él incorpora a las personas a Su cuerpo, Su novia, en
virtud de que es Suyo. Y Pablo utiliza la idea del bautismo como una señal
para hablar de esa unidad. De hecho, utiliza el bautismo de otra manera
para hablar de la unidad. Observe en 1 Corintios 1, donde Pablo escribe
a una iglesia necesitada y quebrantada:
(10)Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis
de acuerdo, y [que] no haya divisiones entre vosotros, sino [que] estéis enteramente unidos
en un mismo sentir y en un mismo parecer. (11)Porque he sido informado acerca de
vosotros, hermanos míos, por [los] de Cloé, que hay contiendas entre vosotros. (12)Me
refiero a que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolos, yo de Cefas, yo de
Cristo. (13)¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O fuisteis
bautizados en el nombre de Pablo? (14)Doy gracias a Dios que no bauticé a ninguno de
vosotros, excepto a Crispo y a Gayo, (15)para que nadie diga que fuisteis bautizados en mi
nombre. (16)También bauticé a los de la casa de Estéfanas; por lo demás, no sé si bauticé a
algún otro. (17)Pues Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, no con
palabras elocuentes, para que no se haga vana la cruz de Cristo. (1 Cor. 1:10‑17)
En un discurso sobre la unidad, ¿a dónde va Pablo? A la señal singular
de la entrada de las personas en la comunidad de Dios: el bautismo.
Cuando bautizamos a alguien, hay un sentido en el que decimos que esa
persona pertenece al cuerpo de Cristo. En esencia, Pablo dice que además
de la unión con Cristo y la nueva vida en Cristo, el bautismo también
señala la conexión que un cristiano tiene con la iglesia.
Es una señal que da seguridad.
En muchas iglesias, durante los últimos siglos, el bautismo ha sido
desechado como un recordatorio continuo de ciertas promesas,
específicamente en tiempos de lucha con {lo que respecta a} la seguridad
{de la salvación}. Sin embargo, en el Nuevo Testamento se suponía que el
bautismo era una señal definitiva que señalaba constantemente a la persona
bautizada las realidades que necesitaba considerar en tiempos de poca
seguridad {de su salvación}; es decir, {apuntaba a} la promesa de Dios.
Desafortunadamente, en muchos contextos eclesiásticos, «la oración del
pecador» o el «pasar al frente» ante una invitación se ha convertido en
aquello que los feligreses se les instruye recordar {cuando necesitan
seguridad de su salvación}. Hemos quitado el bautismo del lugar que le
corresponde y lo hemos puesto como una añadidura. No dudo que los
pecadores que claman a Dios por primera vez con fe y arrepentimiento se
salvan. Lo que estoy diciendo, sin embargo, es que el bautismo es la
verdadera señal que el Señor ha dado a Su pueblo como un continuo
recordatorio de la promesa de Su pacto. Por lo tanto, «recuerde su
bautismo» es una frase apropiada para el creyente. Por «apropiado» no
quiero decir que el bautismo es lo que salva a una persona, sino que señala
a esa persona las promesas de Aquel que salva.
Pedro se refiere al bautismo de esta manera en 1 Pedro 3:
(18)Porque también Cristo murió por [los] pecados una sola vez, el justo por los injustos,
para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu; (19)en el cual
también fue y predicó a los espíritus encarcelados, (20)quienes en otro tiempo fueron
desobedientes cuando la paciencia de Dios esperaba en los días de Noé, durante la
construcción del arca, en la cual unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvadas a
través [del] agua. (21)Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora os salva (no quitando la
suciedad de la carne, sino [como] una petición a Dios de una buena conciencia) mediante
la resurrección de Jesucristo, (22)quien está a la diestra de Dios, habiendo subido

Continuar navegando