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Vida en su cuerpo - Gary Inrig

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VIDA 
EN 
SU 
CUERPO 
 
Descubriendo propósito, 
forma y libertad 
en su iglesia 
 
POR 
 
GARY INRIG 
 
 
 
Traducido por Pascal de Noriega 
Editado por Remedios de Guevara 
1994 
 
 
Publicado originalmente 
en inglés bajo el título 
LIFE IN HIS BODY 
por Gary Inrig 
 
Publicado por Harold Shaw Publishers 
Box 567, Wheaton, Illinois 60187 
en 1975 
 
 
© 2004 por Editorial Creo y los autores. 
Para el uso gratuito de esta información, 
por favor lea la declaración de Derechos Reservados 
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Texto escrito a máquina
ex libris eltropical
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
“A él sea gloria en la iglesia 
en Cristo Jesús 
por todas las edades, 
por los siglos de los siglos. 
Amén.” 
(Efesios 3:21) 
 
CONTENIDO 
 
PRÓLOGO ...................................................................................................................... 1 
I. LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA............................................................................. 2 
1 LA CRISIS DE LA IGLESIA ..................................................................................... 2 
2 ¿VALE LA PENA? .................................................................................................. 4 
3 LA BASE DE LA IGLESIA ....................................................................................... 9 
ll. LA VIDA DEL CUERPO............................................................................................. 15 
4 EL CUERPO DE CRISTO .................................................................................... 15 
5 EL CUERPO VIVIENTE......................................................................................... 20 
6 EQUIPADOS PARA SERVIR: LOS DONES DEL ESPÍRITU ................................ 26 
7 “CUANDO SE REÚNEN”: LA REUNIÓN DE LA IGLESIA..................................... 36 
8 LA CENA DEL SEÑOR.......................................................................................... 43 
III. LA ESTRUCTURA DEL CUERPO ........................................................................... 50 
9 LOS PATRONES DEL ORDEN EN LA IGLESIA................................................... 50 
10 EL MINISTERIO DE LOS ANCIANOS................................................................. 56 
11 EL MINISTERIO DE LOS DIÁCONOS ................................................................ 64 
12 LA INDEPENDENCIA DE LA IGLESIA LOCAL................................................... 67 
IV. LA COMUNIÓN DEL CUERPO ............................................................................... 71 
13 EL BAUTISMO .................................................................................................... 71 
14 “BIENVENIDO HERMANO”: LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS....................... 78 
15 LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA LOCAL ............................................................ 82 
V. EL MINISTERIO DE LA MUJER............................................................................... 87 
16 EL MINISTERIO DE LA MUJER.......................................................................... 87 
17 LA MUJER Y LA REUNIÓN DE LA IGLESIA ...................................................... 94 
VI. CONCLUSIÓN: UN RETO..................................................................................... 100 
 
 
1 
PRÓLOGO 
La doctrina de la iglesia recobra su importancia en nuestros días, así como las críticas 
acerca de la iglesia moderna aumentan en regularidad e intensidad. Por lo cual, urge que el 
registro bíblico sea estudiado con cuidado y oración. El propósito de este material es desarrollar 
una doctrina bíblica de la vida de la iglesia. 
Existen tres razones por las que este libro fue escrito. La primera es muy personal. 
Mientras estudiaba la palabra de Dios, los principios tocantes a la iglesia cautivaron mi atención. 
Lo que había sido un área de frustración y decepción súbitamente revivió. Este descubrimiento 
se hizo más emocionante al entrar en debate, discusión y estudio con mis compañeros del 
Seminario Teológico de Dallas. Les debo a ellos y a mis maestros una deuda grande, 
especialmente al Dr. S. Lewis Johnson y al Prof. Zane Hodges por su dedicación en el estudio de 
las Escrituras. 
La segunda razón se debe a mis ex-alumnos del Colegio Bíblico de Winnipeg. Sus 
preguntas refinaron mis pensamientos y su anhelo en conocer lo que la Biblia enseña tocante a la 
iglesia me estimulaba. No es que estaban aburridos de la iglesia neotestamentaria, pero sí habían 
sido desilusionados frecuentemente por lo que habían visto. 
Y así fue. La tercera razón se encuentra en los cristianos que están interesados y 
preocupados por la iglesia. Ellos desean experimentar más de lo que Dios tiene para su 
congregación. 
Las cosas buenas que pueda encontrar en este libro se deben mucho a todos estos grupos 
y a otros. A los cristianos de La Capilla Betania de Calgary les debo mucho. Me han enseñado el 
gozo de la comunión en amor al cuerpo de Cristo. Mayormente soy deudor a mi esposa. Por su 
amor, he entendido mejor por qué Pablo compara el matrimonio al amor de Cristo por su iglesia. 
 
 
Gary Inrig 
 
2 
I. LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA 
 
1 
 
LA CRISIS 
DE LA 
IGLESIA 
Hace algunos años, un hombre se encontró desamparado en medio de un desierto. Al 
fallar el coche, tuvo que buscar sombra y agua, esperando ayuda. Pero bajo el ardiente sol, su 
fuerza disminuyó. Agotado, sediento y al borde de la muerte, se desesperó. Hasta que al fin sus 
ojos contemplaron la vista más hermosa que jamás había visto: un manantial de agua fresca y 
pura, dando vida a los árboles cercanos y a un hombre a punto de fallecer. 
Ese manantial le había salvado la vida, y durante años ocupó un lugar especial en su 
memoria. Después, una serie de sucesos lo llevaron a la misma parte del país, y determinó 
visitar aquel oasis. Cuando se acercó, le sorprendió ver un edificio bello y grande. Había patios 
pavimentados, una estatua magnífica, y una placa de bronce que indicaba que ese mismo 
manantial había salvado la vida de otra persona. Solo faltaba una cosa. Con el correr del tiempo, 
el manantial se había secado. 
Existe una triste semejanza entre esta historia y la de muchas iglesias locales. Hubo un 
tiempo en que la vitalidad pura y vivificante del Espíritu Santo se manifestaba libremente. De la 
iglesia brotaba el agua gratuita del evangelio y muchos encontraron que el agua de vida, la cual 
da el Señor Jesús, fluía eternamente. Los creyentes se alimentaron de la palabra de Dios y 
crecieron en gracia y en el conocimiento del Señor. 
Pero en demasiadas iglesias, el manantial parece haberse secado. En algunas, el desierto 
árido de la teología liberal y la crítica bíblica han salido triunfantes. Muchas congregaciones se 
han convertido en monumentos. Entre ellas, hay lealtad a las doctrinas bíblicas y un compromiso 
institucional al agua de vida. Pero de alguna forma, el manantial ha sido obstruido y la acción del 
Espíritu ha disminuido. 
No es sorprendente que muchos cristianos fervorosos se muestren escépticos en cuanto al 
futuro de la iglesia. El Espíritu de Dios se ha manifestado en maneras notables en nuestro 
tiempo. Hay un dinamismo entre los jóvenes cristianos que no se había percibido desde hace diez 
años. El interés por las cosas espirituales, el hambre por estudiar la Biblia, y el deseo de 
compartir el evangelio son emocionantes. Las puertas están abiertas. ¡Dios está obrando! 
 
3 
Pero muchas de esas evidencias de la presencia activa de Dios no son palpables en el 
ministerio de las iglesias locales. Es fácil hacer que hombres, mujeres y jóvenes se entusiasmen 
por el Señor Jesús y por su servicio, pero es muy difícil motivarlos para servir en una iglesia 
local. Para muchos, es una institución muerta, un obstáculo en el crecimiento espiritual. En 
contraste a la vitalidad y la sincera comunión encontrada en otroslados, la iglesia resulta ser un 
club religioso tradicional. ¡Qué triste que ella sea fuente de frustración, desesperación y 
desilusión para muchos cristianos! 
Obviamente, esto no es una representación correcta de aquellas congregaciones que 
fielmente son lo que Dios diseñó. Pero las voces que claman por un avivamiento y una 
reformación en nuestras iglesias son tan numerosas y sinceras que no pueden ser descuidadas. Se 
escriben demasiados libros, se predican demasiados sermones, y muchos cristianos, jóvenes y 
ancianos, escogen salir de ellas para que pretendamos que el problema sea insignificante. Esta 
crisis está muy aparte de la afiliación denominacional. No es tan sólo un problema local, sino un 
problema al cual nos enfrentamos todos en Norte América incluyendo iglesias de diferentes 
trasfondos y énfasis teológicos. 
Mi convicción de lo que es la voluntad de Dios para las iglesias locales es que sean 
gloriosamente vivas. La iglesia fue diseñada por Dios para ser una comunidad evangelizadora, 
creciente, dinámica, y dirigida por el Espíritu, con miembros que comparten una vida común en 
Cristo. Sin embargo, cumplirá ese plan divino a un precio considerable, personal e institucional-
mente. Algunas rutinas tendrán que ser abandonadas. Las tradiciones deben examinarse bajo la 
luz de los principios bíblicos y analizarse por el sólo estándar de la voluntad del Señor. Los 
individuos serán forzados a determinar si en verdad les importa la iglesia lo suficientemente 
como para sufrir el costo y así compartir las recompensas de una entrega más profunda de la vida 
en su cuerpo. 
Y realmente vale la pena pagar el precio. Vislumbraríamos mejor los beneficios de la 
vida en su cuerpo, si permitiéremos que el Espíritu se moviera libremente en medio de la 
congregación. Si las iglesias locales fueran constituidas bíblicamente, encontraríamos lo que 
significa ser verdaderamente cristianos. Nuestro mundo fragmentado está cansado de ver las 
divisiones y necesita una ilustración clara de la unidad de todo el pueblo de Dios en el Señor 
Jesucristo. Aun cuando no compartamos la misma opinión de lo que enseña la Biblia en cuanto a 
organización y funcionamiento de las iglesias locales, nuestro desacuerdo no vendrá de 
adversarios institucionales, sino de hermanos en Cristo. Es probable que existan diferencias en 
algunas convicciones, pero somos uno en el Espíritu, compartiendo la vida del Señor. 
 
 
4 
2 
 
¿VALE 
LA PENA? 
Estamos tentados a creer que la organización y estructura en las iglesias no tienen mucha 
importancia. Después de todo, es obvio que no se han logrado la unanimidad en estas cuestiones. 
Además, diversas congregaciones que siguen patrones bastante diferentes han sido singularmente 
bendecidas por Dios, tanto en alcanzar a los incrédulos como en edificar a sus miembros. ¿Es 
importante la forma en que una iglesia está organizada? ¿Es el interés por el orden una 
impertinencia, algo que nos desvía de lo crucial, la vida espiritual y el testimonio de los 
cristianos? 
Obviamente la organización no es suficiente. Las palabras de Melvin Hodges caben aquí: 
“Podemos estudiar métodos de crecimiento de la iglesia y escribir libros acerca de los 
principios de las iglesias indígenas, todo lo que es eficaz y eficiente; pero nunca tendremos nada 
como las iglesias del Nuevo Testamento ni el crecimiento del Nuevo Testamento hasta que 
tengamos algo como los hombres del Nuevo Testamento con la experiencia del Nuevo 
Testamento. No sé como esto le pueda afectar, pero siento un desafío en lo más profundo de mi 
ser. Los métodos de Dios son hombres, y somos los hombres”1 
Por lo tanto, en todo lo que se diga con respecto a la iglesia del Nuevo Testamento, no 
perdamos de vista este punto: El orden de la iglesia no es suficiente. A menos que los creyentes 
viven en comunión vital con el Señor Jesucristo, todo lo demás es de poco valor. No fue el orden 
que cambió al mundo antiguo sino la calidad de sus vidas. Podemos tener instituciones bíblicas, 
pero si no hay cristianos llenos del Espíritu, no tendremos absolutamente nada. 
Sin embargo, sería un error creer que el énfasis mayor de la vida espiritual del creyente 
hace insignificante la estructura de la iglesia local. Sería un error más grave pensar que la iglesia 
misma es opcional y que instituciones paraeclesiásticas la pueden sustituir. 
La importancia de la organización en una congregación de acuerdo a los principios y 
prácticas del Nuevo Testamento se puede demostrar en tres argumentos mayores: teológicos, 
bíblicos, y prácticos. Tomados individualmente y en conjunto, nos deben convencer que no 
podemos y ni debemos tratar la doctrina de la iglesia como un asunto meramente teórico, alejado 
del creyente ordinario. 
 
La Importancia Teológica del Orden de la Iglesia. Es sorprendente notar que el Señor 
Jesús y sus apóstoles establecieron una sola institución visible durante sus ministerios, y esa fue 
la congregación local de creyentes.2 Este hecho no conduce a la absurda conclusión de que todas 
 
1 Melvin Hodges, Church Growth and Christian Mission, p. 32. 
2 “No hay otra organización, más que la asamblea local, que aparece en el Nuevo Testamento; tampoco encontramos 
la semilla de cualquier otra después”. G. H. Lang, The Churches of God, p. 11. 
 
5 
las otras instituciones cristianas como colegios bíblicos, seminarios, sociedades misioneras y 
organizaciones evangelísticas, carecen de la autenticidad divina. Pero sí indica que la iglesia 
local reposa en el mero corazón del programa de Dios en la edad presente. Si ella y su estructura 
son tan importantes para Dios, también deben de serlo para nosotros. 
La importancia del orden de la iglesia toca el carácter y programa de Dios en varias 
formas. La primera consideración es que esta institución pertenece al trino Dios, y él debe 
determinar su estructura y forma. 
El Nuevo Testamento describe a Jesucristo como la cabeza (Ef. 1:22-23), y el arquitecto 
y constructor de la iglesia (Mat. 16:18). Creer que el Señor Jesús no dejó un plano divino para su 
edificación, es creer que lo que había adquirido con su propia sangre crecería al azar. 
La segunda consideración es que el gran propósito y la naturaleza de la iglesia demandan 
una heliografía divina. Ella es puesta como una vitrina “para que la multiforme sabiduría de Dios 
sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares 
celestiales” (Ef. 3:10). Es “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y 
baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). El significado de estos versículos debe ser notado 
cuidadosamente. Pablo nos dice que Dios ha unido la manifestación de su sabiduría y verdad en 
el cuerpo de Cristo. Así que, nada que tome lugar en una asamblea debe alterar o esconder la 
verdad de Dios. Sin embargo, la experiencia y la historia de la iglesia señalan que si se le 
abandona a las idiosincrasias y caprichos humanos, no funcionará conforme al programa 
establecido. La unidad del cuerpo de Cristo es la parte más afectada. El hombre, siguiendo su 
propio discernimiento, ha escondido o contradicho esta verdad divina poniendo normas falsas o 
legalistas para la comunión. Usan principios para excluir a los verdaderos creyentes en bases 
raciales, económicas o educacionales, o dictando un concepto falso del ministerio que ha 
relegado a la gran mayoría de cristianos a jugar el papel de espectadores pasivos. Solamente si el 
orden de la iglesia es enseñado y seguido como Dios quiere, ella podrá glorificar a su Señor. 
La tercera consideración para la tarea de edificar una congregación conforme a un patrón 
divino, fue la promesa del Señor a sus apóstoles de que el Espíritu, les guiaría a toda verdad (Jn. 
16:13). Seguramente esta verdad involucra la estructura por la cual ellos dedicaron sus vidas: 
para establecer iglesias locales. Siendo así, la iglesia debe ser apostólica, y solamente apostólica. 
ComoKuen nota, “La idea de que la iglesia debería evolucionar durante los siglos bajo la 
dirección del Espíritu Santo fue desconocida por los apóstoles.”3 
Una última razón está estrechamente ligada a las otras tres. En la era apostólica, todas las 
alternativas de estructura de la iglesia fueron abiertas para Dios. Si su voluntad fue fundar 
iglesias distintas de la iglesia del Nuevo Testamento, ¿por qué no lo hizo así?4 Las palabras de 
Kuen merecen nuestra atención: 
“¿Debe uno pensar que Dios no fue competente para edificar la iglesia en la forma que 
él quería desde el principio? Si su ideal hubiera sido el sistema organizado, jerárquico, clérico 
que encontramos varios siglos después bajo el nombre de iglesia, ¿no la hubiera establecido 
 
3 Alfred F. Kuen, I Will Build My Church,. 25. 
4 Es obvio que este argumento reposa en la suposición de que hay un orden normativo en la iglesia del Nuevo 
Testamento según yo considero. Para un enfoque contrario, desde un punto de vista liberal, vea Edvard Schweizer, 
Church Order in the New Testament. Su primera frase es, “No hay tal cosa como el orden en la iglesia del Nuevo 
Testamento” (p. 13). Desde una perspectiva evangélica, Leon Morris alcanza una conclusión similar, Ministers of 
God, pp. 111-13. 
 
6 
así? ¿La iglesia presente correspondería mejor a la voluntad de Dios y a las necesidades de los 
hombres que la primitiva? Si fuera así, tendríamos que admitir que los hombres con sus 
artificios y mañosa administración son más inteligentes para solucionar los asuntos del Señor 
que él mismo”.5 
 
La Importancia Bíblica del Orden de la Iglesia. No es únicamente por razones 
teológicas que entendemos que el diseño de la congregación es importante. La palabra de Dios 
indica en una manera muy directa el interés del Espíritu Santo en la eclesiología, la doctrina de la 
iglesia. De hecho, la cuestión del gobierno de la iglesia es directamente relacionada con la 
autoridad de las Escrituras. ¿Es verdad que la Biblia es nuestra única guía en asuntos de fe y 
práctica? ¿La tenemos como suficiente o formamos las congregaciones en base a consejos de 
pragmáticos contemporáneos de la sociología, psicología, dinámica de grupo y teoría de 
comunicaciones? 
En primer lugar, el Nuevo Testamento presenta los asuntos de la iglesia en el modo 
imperativo, y no en indicativo. Los apóstoles se acostumbran en sus escritos no solamente a 
sugerir, sino a mandar. Esto se muestra en 1 Timoteo 3:14-15 donde el propósito de esta epístola 
es el orden en la iglesia, “Esto te escribo . . . para que . . . sepas cómo debes (en griego, dei) 
conducirte en la casa de Dios . . .” Así que, los principios y prácticas de esta carta son 
obligatorios, no opcionales. Además, Pablo insiste de este orden en 1 Corintios 14:37, 
“reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”. 
En segundo lugar, la exposición detallada de la iglesia y su organización son visibles en 
el Nuevo Testamento. La importancia de una doctrina no se basa necesariamente en el número de 
citas que la apoyan; pero lo que Dios señala constantemente tampoco puede ser echado a un 
lado. A través del Nuevo Testamento, la vida interna de la iglesia es asunto de instrucción, 
exhortación y corrección. En algunas epístolas, encontramos principios generales y en otros, 
específicos. Es verdad que no se menciona detalladamente cada aspecto de la iglesia, pero sí da 
un número significante de ellos. Como nota Alexander Hay: 
“Los apóstoles, cumpliendo el ministerio que Dios les dio, establecieron un fundamento 
completo y perfecto para la iglesia en lo que tiene que ver con la estructura y la doctrina. Un 
estudio cuidadoso y no torcido del Nuevo Testamento demuestra que una revelación completa y 
detallada es dada tocante a la estructura de la iglesia y que cada congregación en los tiempos 
apostólicos fue organizada de acuerdo a ese patrón”.6 
 
La Importancia Práctica del Orden en la Iglesia. La mayoría de estudios de exégesis 
de la Biblia y de doctrina tienen efectos prácticos. Esto comprende a la iglesia. Dios no ha 
actuado arbitrariamente al designarla como lo ha hecho. La organización de la iglesia afecta 
tanto la vida de los creyentes por lo que el plan de Dios es muy preciso. Veamos, por lo menos, 
cuatro implicaciones prácticas. 
La primera queda establecida con estas palabras, “Si la iglesia no corresponde a la 
voluntad de Dios, tiene toda oportunidad de apartarnos del evangelio en lugar de conducirnos a 
 
5 Kuen, p. 26. 
6 Alex Rattray Hay, The New Testament Order Church and Missionary, p. 133. 
 
7 
ello”.7 Muchos incrédulos se han apartado del evangelio porque una iglesia ha vivido 
negándolo. Pero no solamente ellos han sido heridos. Muchos creyentes se han llevado la 
impresión de que la vida cristiana es aburrida, triste y cansada por lo que han experimentado los 
domingos en la mañana. A otros, nunca les ha sido dada la oportunidad de desarrollar los dones 
que Dios les dio, de modo que su utilidad espiritual nunca se ha cumplido. El espectáculo trágico 
de iglesias con segregación racial ha enseñado, por implicación, que la Biblia no dice nada 
acerca de la vida moral de nuestros tiempos, y por lo tanto aparta a los hombres del Dios 
viviente. 
La segunda se relaciona con la misión que Dios ha dado a la iglesia. La iglesia básica y 
bíblica no está condicionada a la cultura ni a la historia. Su misma simplicidad la hace funcionar 
alrededor del mundo. Recordemos esto: 
“La iglesia es una sociedad que debe ser tomada de todo el mundo, y debe incluir a 
hombres 'de todo linaje, lengua, pueblo y nación' (Mar. 16:15; Apo. 5:9-10). Por lo tanto, su 
construcción y métodos deben ser fácilmente capaces de tener aplicación universal. Métodos y 
formas, que se adaptan sólo a ciertos lugares, razas y clases sociales son contrarios a la 
necesidad de la iglesia. Las simples instituciones apostólicas se han encontrado tan factibles hoy 
como en el primer siglo, entre salvajes convertidos y europeos cultos, en cada raza y en cada 
país. De ninguna otra forma de organización se puede decir esto sin reservas”.8 
Esta universalidad ofrece buenas condiciones para el evangelismo misionero y el 
establecimiento de congregaciones indígenas. De igual manera, para los creyentes en tiempos de 
persecución. Karl Barth señala de las iglesias contemporáneas, “Cualquiera que sean las ventajas 
del tipo de gobierno en nuestra iglesia hoy día, una cosa es cierta, presume la paz y no la guerra; 
delante de un ataque masivo, me atrevo a profetizar que se derrumbaría como una casa de 
tarjetas”.9 Esto no se puede decir de la iglesia bíblica, la experiencia de los días presentes en 
países totalitarios lo enseña. Su simplicidad y vitalidad edificadas sobre principios del Nuevo 
Testamento son evidencia del valor y validez de ellos. 
La tercera aplicación práctica, se relaciona a la inevitabilidad de una organización. 
Ninguna iglesia puede existir sin estructura pero sí una falsa eclesiología impide la libertad del 
Espíritu y frena el crecimiento espiritual. 
Finalmente, la iglesia del Nuevo Testamento refleja un terreno fructífero y productivo. 
Muchas de las carencias urgentes en la actualidad, se deben al no practicar algunos aspectos 
importantes de la enseñanza apostólica. En ella, encontramos sinceridad, libertad dada por el 
Espíritu, libertad para ministrar los dones espirituales, compartimiento de alegrías y cargas, y un 
enfoque constante hacia el Señor Jesús que necesitamos volver a experimentar. Sobre todo, no 
eran instituciones ocupadas en mantener su propia existencia. Más bien, eran organismos vitales, 
familias vivas de creyentes, con todos los problemas y bendiciones que la vida involucra. Nadie 
puede echar una mirada retrospectiva y creer que eran perfectas. En cuanto a Corinto, ¡no era 
perfecta! Pero esas iglesias primitivas eran vivas, y directamente relacionadas consu alrededor. 
No eran lugares monásticos para esconderse, sino agencias dinámicas misioneras, existiendo 
para la gloria de Dios. 
 
7 J. de Senardens, citado por Kuen, p. 12. 
8 Lang, p. 32. 
9 Citado por Kuen, p. 31, n. 3. 
 
8 
Esta es la visión que el cristiano del siglo XX debe captar nuevamente. La vida lleva 
problemas, pero ¿quién no quisiera mejor luchar con ellas que sufrir la conformidad y la 
monotonía estéril de la iglesia moderna? Ella necesita una nueva cara; solamente que sea una 
cara bíblica. 
 
 
9 
3 
 
LA BASE 
DE LA 
IGLESIA 
El 21 de enero de 1525, en una mañana fría, una docena de hombres caminaba sobre la 
nieve rumbo a la casa de Félix Manx, en las afueras de Zurich, Suiza. Este pequeño grupo tenía 
un ultimátum. Abandonar sus creencias radicales tocantes al bautismo y conformarse a la opinión 
de Ulrich Zwingli, o enfrentar las consecuencias: el destierro o la muerte. 
Dentro de la casa los hombres se dispusieron a orar. Clamaron a Dios buscando su 
voluntad. Al término de la oración, George Blaurock se incorporó repentinamente y en el nombre 
de Dios, llamó a Conrad Grebel para que lo bautizara “con el verdadero bautismo cristiano”. 
Pese al temor, Grebel accedió. Después, Blaurock, en turno, bautizó a todos los demás presentes. 
Juntos prometieron llevar vidas apartadas como verdaderos discípulos, enseñar el evangelio, y 
mantener la fe. 
Fue un hecho sencillo, pero muy costoso para todos los que estuvieron involucrados. Para 
algunos fue muerte; para otros, el destierro. Pero también fue un acto de suma importancia, como 
William Estep comenta: 
“Este fue el hecho más revolucionario de la Reforma. Ningún otro evento simbolizó en 
una forma total la ruptura con Roma. Aquí, por primera vez en el curso de la Reforma, un grupo 
de cristianos se movilizó con el propósito de formar una iglesia según lo que se concebía como 
el patrón del Nuevo Testamento”.10 
Tres Alternativas. La decisión que enfrenta la iglesia, en cualquier edad, se expresa 
simplemente. Los creyentes evangélicos pueden optar por avivamiento, por reforma, o por 
restauración. En el primer caso, el interés será el avivamiento de la vitalidad espiritual dentro de 
las estructuras de la iglesia tradicional. Reformadores, por otro lado, desearán hacer cambios en 
la vida de la iglesia contemporánea, mientras que los preocupados por la restauración, aceptarán 
nada menos que iglesias reconstruidas “de abajo para arriba”, sobre principios del Nuevo 
Testamento. 
Un avivamiento se necesita desesperada- mente en nuestras iglesias. Lo primero que 
debemos buscar es una nueva vitalidad espiritual y una devoción de corazón ferviente a nuestro 
Señor Jesucristo. Ya ha habido un interés profundo, por éste, un movimiento notable por su 
ideología fuera de las estructuras de la iglesia, en pequeños grupos de oración y estudios bíblicos 
informales. El error de este movimiento se ve por su falta de unión con la vida de la iglesia. El 
problema renace entre la vitalilidad espiritual interior y las estructuras de la iglesia. ¿No somos, 
entonces, culpables de tratar de poner vino nuevo en odres viejos? 
 
10 William Estep, The Anabaptist Story, p. 10. 
 
10 
Un paso mas adelante es una entrega a la reforma. La necesidad de ésta viene de un 
problema de tiempo atrás en la historia de la iglesia. Harold Brown nota: 
“La iglesia pagó y todavía está pagando un precio duro en integridad y en credibilidad 
por el poder y prestigio que Constantino y sus sucesores le dieron. Desde entonces, la iglesia se 
ha visto obligada a apoyar al gobierno, aún al punto de dar permiso tácito o aprobación abierta 
a las injusticias del gobierno. Que grandes líderes cristianos tal como Ambrosio de Milán y Juan 
Constantinopla, tuvieron el valor de desafiar a emperadores, no altera el hecho de que a través 
de los siglos, la iglesia ha apoyado a los gobiernos en poder”.11 
Este abrazo sofocante del establecimiento político produjo efectos malos sobre la iglesia. 
Su simplicidad primitiva se fue desvaneciendo lentamente durante los siglos segundo y tercero. 
Luego desapareció totalmente, dando lugar a la institución mundana, monolítica, jerárquica y 
carnal del período medieval. 
La Reforma trajo a Martín Lutero con el glorioso redescubrimiento del evangelio, en 
particular, la doctrina de justificación por la fe. La consigna de Lutero y de los reformadores fue 
sola scriptura, “solamente las Escrituras”, un principio al cual, Lutero valientemente dio 
testimonio ante el concilio romano de Worms cuando rehusó retractarse, “Al menos que esté 
convencido por las Escrituras y la plena razón . . . Mi conciencia está cautiva a la palabra de 
Dios”. 
Pero, aunque Lutero estaba dispuesto a arriesgar su vida por este compromiso radical, no 
estaba dispuesto a extender este radicalismo a la doctrina de la iglesia. Había al menos dos 
razones, como James Atkinson indica: “Siempre es importante tener en mente que Lutero esperó 
alguna curación de la ruptura con Roma”.12 La segunda razón era política. Robert Paul afirma: 
“Es claro que aún si algunos de los reformadores protestantes empezaron con la sola 
scriptura como su principio teológico de autoridad básico, su punto de vista fue modificado por 
las exigencias de su situación social y política. Su principio de autoridad fue cambiado, de la 
apelación a las Escrituras mismas a una apelación a esos aspectos de eclesiología bíblica 
aceptable a las autoridades civiles . . .” 
“El éxito de la Reforma pareció depender de mantener una entrada con las autoridades 
civiles”.13 
A causa de esos intereses, Lutero estaba lejos de presionar por una restauración de la 
iglesia neotestamentaria. Aún si hay indicaciones de su reconocimiento de la verdad de una 
iglesia compuesta de creyentes solamente, insistió en una iglesia nacional, continuando con la 
relación tradicional entre la iglesia y el estado establecido desde Constantino.14 De este modo, 
Lutero volvió con venganza contra los anabaptistas, quienes buscaban la restauración, en vez de 
una mera reforma. 
Un ejemplo del conservatismo y partida de su consigna sola scriptura se refleja en su 
actitud hacia el bautismo de los infantes. El escribe: 
 
11 Harold O.J. Brown, “Christianity: The Durable Establishment”, Christianity Today, de enero de 1969, p. 3. 
12 James Atkinson, The Great Light, p. 100. 
13 Robert S.Paul, The Church in Search of Itself, pp. 42- 43. 
14 C.F. Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren, pp. 126-29. Este libro es un excelente estudio de la 
tensión y debate entre los reformadores y los restauradores del siglo XVI. 
 
11 
“No hay evidencia suficiente en las Escrituras para justificar la introducción del 
bautismo de los infantes en el tiempo de los cristianos primitivos después del período apostólico 
. . . Pero es evidente, que ninguno se puede atrever, con buena conciencia a rechazar o 
abandonar el bautismo de los infantes, lo cual ha sido practicado por tanto tiempo”.15 
Este enlace sutil de las Escrituras y la tradición resulta finalmente en un catolicismo 
reformado y no en una vida de iglesia apostólica restaurada. Estas medidas incompletas de 
Lutero condujeron a consecuencias desastrosas, como la naturaleza apóstata de las iglesias de los 
estados europeos. 
Ulrich Zwingli difirió de Lutero en su personalidad y en su principio. G. Rousseau 
establece la diferencia de una manera muy notable: 
“En 1521, Zwingli había establecido un principio de importancia vital: Todo lo que en 
cuestión de doctrina y práctica, no está explícitamente ordenado por las Escrituras debería ser 
rechazado, (mientras que para Lutero solamente las doctrinas y prácticas condenadas por las 
Escrituras eran rechazadas)”.16 
Sin embargo, Zwingli no seguía consistentemente sus principios. A pesar de creer que la 
iglesia apostólica bautizaba a creyentes,se juntó con el Concilio de Zurich condenando 
fervientemente las acciones de los “Anabaptistas”.17 Grebel murió en prisión, Félix Manx fue 
ahogado, y Blaurock fue deportado y finalmente quemado a la hoguera de Tirol. De este modo, 
el principio de la iglesia del estado continuó por los reformadores, así como la práctica de la 
reforma parcial. 
Juan Calvino fue un hombre cuya dignidad es difícil de exagerar. Más que cualquier otro 
hombre de la Reforma, en la práctica y en la enseñanza, Calvino fue interesado en construir una 
iglesia bíblica y una teología bíblica. Pero él también fue un hombre de su tiempo, y en Génova 
la iglesia fue estrechamente ligada a la autoridad civil. Esto no fue a causa de los hechos de 
Calvino, más, sin embargo, no renunció a su deseo. Instituyó una multa por faltar a la iglesia en 
los servicios del domingo, y usó guardias civiles para exigir que todos los miembros de la iglesia 
que no habían sido excomulgados tomaran parte de la comunión. El patrón del gobierno de la 
iglesia establecido por Calvino y sus seguidores tiene las marcas de la estructura política de 
Suiza en el siglo XVI. 
Los cristianos del siglo XX somos deudores a Lutero, Zwingli, Calvino y muchos otros 
reformadores. Pero la reforma no es suficiente hoy día. Hay bastantes creyentes de buena 
voluntad que perciben las diversas necesidades de las iglesias contemporáneas, y abogan por el 
cambio. Pero el cambio, especialmente en base al pragmatismo, no es suficiente. Al menos que 
este sea guiado por principios bíblicos definidos, las reformas de hoy serán los problemas de 
mañana. No basta que un método o una práctica “funcione” por las normas que utilizamos para 
medirlas. Si una obra va a durar y tener un valor permanente, debe ser hecha a la manera de 
Dios. 
 
15 Citado por Verduin, pp. 203-204. 
16 Citado por Alfred Kuen, I Will Build My Church, p. 288. 
17 C.F. Verduin, quien cita a Zwingli, “Si bautizáramos de acuerdo con el mandato de Cristo, entonces no 
bautizaríamos a nadie hasta que haya alcanzado la edad de libre albedrío . . . Pero pensando en la posibilidad de que 
pueda ofender, omito predicar acerca de esto; es mejor no hacerlo hasta que el mundo esté listo para tomarlo”, p. 
199. 
 
12 
Este último punto, es la lección que deberíamos aprender de la experiencia de la iglesia y 
de organizaciones misioneras en los últimos años, en países que han pasado por revoluciones, 
tales como China, Cuba y las naciones africanas. Muchas obras que lucían prósperas e 
impresionantes por fuera se desvanecieron rápidamente, sin casi dejar huella. Otras, menos 
importantes, pero más arraigadas en los principios bíblicos, han continuado, y aún han florecido 
en tales circunstancias adversas. 
 
Una Restauración Urgente. Aunque la renovación y la reforma ayudan, a corto plazo, 
no bastan. Lo que se necesita realmente, es una restauración de los principios y prácticas 
bíblicos, hecha con todo el corazón. James Atkinson señala de la reforma de Lutero: 
“Lutero nunca cometió el error de exigir a la iglesia algún patrón de vida idealizado 
según la iglesia primitiva, como los independientes y radicales lo harían posteriormente. 
Tampoco impuso una aplicación literal de doctrina bíblica primitiva y del orden como los 
puritanos lo harían”.18 La única reacción apropiada a tal análisis es que, si tal cosa es un error, 
entonces es un error que necesitamos. Las palabras de Calvino van al grano: 
“Yo ciertamente confieso que cuando uno no puede desde el primer día obtener una 
reformación entera, es bueno haber conseguido los puntos principales, pero uno no debe cesar 
hasta proseguir lo que falta”.19 
Podemos agradecer a Dios por lo que tenemos. Pero este es el tiempo para alcanzar lo 
que todavía nos falta. El pastor de los peregrinos, Juan Robinson, hizo este énfasis en su último 
sermón a los que emigraban a una nueva tierra. Como Eduardo Winslow, uno de los peregrinos 
reportó: 
“El nos encargó, delante de Dios y de sus benditos ángeles, a seguirle sólo en cuanto él 
seguía a Cristo: y si Dios nos revelara cualquier cosa, por cualquier otro instrumento suyo, 
estar dispuestos a recibirla, como siempre lo estábamos para aceptar la verdad por su 
ministerio. Porque confiaba mucho en que el Señor tenía más luz y verdad para sacar de su 
santa palabra”.20 Realmente sí, la tiene, y nuestra admiración hacia los reformadores no debe 
frenarnos proseguir por más. 
Pero la base de esa búsqueda se encuentra en las Escrituras. Considerando esto, se debe 
notar que no solamente la enseñanza apostólica es normativa, sino también la práctica 
apostólica. Somos obligados a hacer no sólo lo que los apóstoles enseñaron, sino también lo que 
hicieron, siguiendo el principio divino. 
Este último punto es importante. Es claro que los apóstoles no usaron automóviles, 
aviones, radio ni televisión. Esto no fue porque se oponían a tales cosas, a causa de la convicción 
 
18 Atkinson, p. 20. Comenta nuevamente, “Lutero nunca predicó en contra de la iglesia. La iglesia era de Dios; las 
puertas del infierno no prevalecerán contra ella; ha tenido, y otra vez tendrá una nueva parte en el orden providencial 
de Dios. A pesar de su mala teología, de su mundanalidad y corrupción, nunca ha sido abandonada por el Señor ni 
nunca ha perdido el evangelio enteramente. Lutero era un gran hombre de la iglesia. No tenía ninguna simpatía con 
los sectarios que pensaban fundar una nueva iglesia reunida . . . (p. 23)”. Geddes MacGregor comenta, “La Reforma 
en Inglaterra buscó preservar tantos elementos de la iglesia medieval como parecía compatible con la eliminación de 
los abuses de la Edad Media” (Corpus Christi, p. 11). 
19 Citado por Kuen, p. 313. 
20 Citado por Paul, p. 118. 
 
13 
dada por Dios, sino simplemente por su tecnología no desarrollada. Se juntaban en casas, en 
lugar de tener sus propios edificios, porque esas casas eran bastante grandes para reunirse y 
porque también eran demasiado pobres para poseer edificios. Esta práctica no está en contra de 
los edificios, pero sí nos hace recordar que no son indispensables para que la vida de la iglesia 
continúe. Seguramente, el mismo punto se aplica al silencio en cuanto al uso de instrumentos 
musicales, de la institución de la escuela dominical y de muchos otros ejemplos similares. 
Sin embargo, el apóstol Pablo llamó a los corintios a la conformidad de sus prácticas de 
costumbre y de las otras iglesias (vea 1 Cor. 11:2, 16). Estas prácticas no eran accidentes 
históricos ni culturales, sino acciones arraigadas a la revelación divina. El patrón del ministerio y 
del gobierno de la iglesia seguidos por los apóstoles, está directamente relacionado al ministerio 
del Espíritu de guiarles a toda verdad, no solamente la verdad del precepto, sino también de la 
práctica. 
Hay una gran libertad espiritual cuando nos entregamos a la autoridad absoluta de la 
palabra de Dios en forma personal y en la vida de la iglesia. En mi propia vida cristiana, pasé por 
una experiencia maravillosa de la libertad en Cristo cuando me di cuenta que la autoridad de las 
Escrituras no es solamente una verdad teológica, sino un modo de vivir. No era lo que otra gente 
pensaba o lo que siempre habíamos hecho, sino lo que Dios dijo, era lo que realmente contaba. 
De repente, mi actitud hacia la iglesia cambió. Había una razón genuina para la esperanza y el 
optimismo. Mi ser fue transformado al aplicar el principio de la autoridad bíblica, y crecía en 
Cristo. ¿Por qué la aplicación firme de este principio no podía producir lo mismo en la 
congregación? Gracias a Dios, podía, y lo hizo. Al cortar la costra de la tradición y empezar a 
aplicar más consistente-mente la palabra viva de Dios, nuestra vida en la iglesia se vuelve más 
efectiva, más llena, y más honrosa al Señor Jesús. Y siempre será así. La única manera de 
progresar como individuos y como iglesia es regresar constantementea la Biblia. 
Por lo tanto, cada actividad en la congregación debe estar conforme a la palabra de Dios. 
Solo ella es suficiente para llenar nuestras necesidades, y no debemos permitir que la tradición o 
conocimientos pragmáticos usurpen su lugar. También en ella encontramos un panorama 
relativamente completo de la vida y organización de la iglesia local. A veces este panorama está 
grabado en los mandatos muy claros por los apóstoles. En otras áreas, la práctica apostólica debe 
ser nuestra guía. Finalmente, se nos deja aplicar principios bíblicos explícitos a las necesidades y 
problemas contemporáneos. 
La pregunta no es si las Escrituras son suficientes para ser nuestra guía; ni tampoco es si 
ellas deben proveer la base de la vida de la iglesia. La mayoría de los cristianos están de acuerdo 
en cuanto a esas cuestiones.21 Pero, ¿qué tan consistentemente proseguiremos a la restauración 
completa del orden bíblico de la iglesia? ¿Pararemos a medio camino o seguiremos adelante? 
¿Permaneceremos firme-mente abiertos para oír la voz de Dios hablándonos en su palabra? 
Leamos las palabras de Juan Calvino, “cada congregación que pretende llevar el nombre de 
iglesia debe pasar por la prueba que Dios ofrece - las Escrituras - así como el oro es probado por 
la piedra de toque”.22 Concluyamos este capítulo con las precisas palabras de G. H. Lang: 
“De la misma manera en que en Israel había un templo material en el cual Dios moraba, 
así la iglesia es un templo espiritual para su morada (Ef. 2:20-22). Como ningún detalle de esa 
casa terrestre fue dejado a la invención o introducción de los hombres, ni aun del fiel Moisés 
 
21 C. F. Kuen, pp. 320-330. 
22 Juan Calvin, Institutes of the Christian Religion, IV, p. 1. 
 
14 
(Heb. 8:5; 1 Cr. 28:19), sino todas las cosas debían ser hechas de acuerdo a los planes 
enseñados, así es con el templo viviente. Cristo dio una plena seguridad de que su Espíritu 
guiaría a los apóstoles 'a toda verdad' (Jn. 16:13) incluyendo la verdad tocante a la iglesia 
como una institución. De esta verdad, el Nuevo Testamento es el único registro autoritario. Es 
presunción querer alterar los arreglos de la casa de otro” (Rom. 14:4; 1 Cor. 14:36). 
“No hay necesidad, ni aun puede existir esperanza, de mejorar el plan del Señor. El 
sabía perfectamente los propósitos que su iglesia iba a desempeñar en la tierra, y conocía 
totalmente las condiciones en que tenía que funcionar. El instituyó, a través de sus apóstoles, los 
mejores arreglos y métodos para hacer el trabajo propuesto en las condiciones dadas. Pensar de 
otra manera es admitir que lo que Dios dijo fue pura tontería”.23 
 
 
23 G. H. Lang, The Churches of God, p. 9. 
 
15 
ll. LA VIDA DEL CUERPO 
 
4 
 
EL CUERPO 
DE 
CRISTO 
La iglesia de Jesucristo no es una mera institución, sino un organismo, un cuerpo viviente 
de creyentes. Las implicaciones de este hecho tan sencillo son enormes, pero han sido 
obscurecidas por el cristianismo moderno, con su gran énfasis en la construcción, estructuras, 
programas, agencias y reuniones formales. De esta manera, muchos cristianos ven a la iglesia 
como un edificio de vez en cuando habitado por gente. Para otros, es un evento que toma lugar el 
domingo en la mañana por una o dos horas, y después cesa hasta la próxima semana. 
En contraste a los conceptos de la iglesia como una institución o una organización, existe 
la descripción de ella en el Nuevo Testamento como un organismo, un cuerpo viviente de 
creyentes ligados en una misma vida compartida. Si somos creyentes en el Señor Jesús, no es por 
el hecho de que asistimos a la iglesia sino de que somos la iglesia. 
Este énfasis se encuentra en el lenguaje que el Espíritu Santo usó guiando a los creyentes 
a describirse. “Iglesia” viene de la palabra griega ekklesia, que significa “asamblea”, 
“congregación” o “reunión de gente”. En el Nuevo Testamento señala la reunión de ciudadanos 
en Efeso (Hch. 19:32, 39, 41), así como la congregación de Israel en el desierto (Hch. 7:38). Sin 
embargo, se usa frecuentemente en sentidos más específicos para describir al pueblo de Dios en 
el mundo. Pero nunca se usa para describir un edificio, ni un lugar de reunión ni una 
organización eclesiástica.24 La iglesia de Dios está compuesta de gente, no de cemento y de 
madera. 
Tan sencillo parece este concepto, pero para muchos lleva tiempo comprenderlo. 
Persisten en describir a la iglesia como un edificio físico en el cual uno se sienta, o una 
institución a la cual nos juntamos, o una reunión a la cual asistir. No hay nada más angustiador 
ver a gente que viene domingo tras domingo a las 11:00 a. m. Son cristianos. Han confiado en el 
Señor Jesucristo. Pero solamente “van a la iglesia”. No me siento molesto porque no van a todos 
los servicios, sino porque nunca han entendido todo lo que es realmente la iglesia de Jesucristo. 
 
24 Para una valiosa discusión breve de la palabra ekklesia, vea Robert Saucy, The Church in God's Program, pp. 11-
19. Para los que desean un estudio ulterior, las referencias bibliográficas de Hort, Schmidt, Barr y Campbell pueden 
ayudar provechosamente. 
 
16 
Están sentados como observadores pasivos, mientras otros están experimentando lo que la vida 
en el cuerpo de Cristo significa. 
Hay dos maneras en las cuales ekklesia describe al pueblo de Dios en el Nuevo 
Testamento. En un sentido muy lejos de su uso de un grupo de gente reunida, los escritores 
bíblicos usan la palabra para describir a la iglesia universal, que se compone de todos los 
creyentes en Jesucristo desde el día de Pentecostés hasta el arrebatamiento. En una manera 
representativa, nos hace pensar en la unidad de los hijos de Dios en la asamblea de cristianos. La 
iglesia universal no se juntará físicamente hasta que estemos en la presencia de nuestro Salvador; 
no obstante, somos uno en él. Esta es formada por el Espíritu Santo, como Pablo nos recuerda, 
“por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo . . . y a todos se nos dio a beber de un 
mismo Espíritu (1 Cor. 12:13). 
Sin embargo, el uso más común de ekklesia, es para describir una iglesia local, asamblea, 
congregación o cuerpo de creyentes en el Señor Jesús. Es a nivel de la iglesia local que las 
grandes realidades de los propósitos de Dios en Jesucristo reciben una expresión visible en el 
mundo. Es obvio que las Escrituras no hacen ninguna dicotomía entre la iglesia universal y la 
iglesia local. Lo que es cierto para una, lo es para la otra. 
Con esto en mente, estamos listos para ver los grandes principios de la vida en el cuerpo 
de Cristo, la ekklesia, como el Espíritu Santo lo describe. Pablo presenta la verdad de la ekklesia 
a través de su analogía con el cuerpo humano, una similitud fácilmente percibida por los 
hombres de cualquier edad o cultura. En Romanos 12:4-5, tenemos una versión condensada de 1 
Corintios 12:12-27 y Efesios 4:1-16: 
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los 
miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y 
todos miembros los unos de los otros”. 
 
El Cuerpo Sano. Hay tres verdades importantes aquí acerca de la vida en el cuerpo dadas 
por el Espíritu Santo, tanto para la iglesia universal como para la iglesia local. De hecho, ninguna 
iglesia sana puede funcionar sin estas características. 
La primera verdad del cuerpo es su unidad. Hay solamente un cuerpo de Cristo y una sola 
cabeza. La unidad de la iglesia de Cristo no es una unidad de organización o denominación. No 
es una uniformidad de pensamiento y estilo de vida. No es una unión de tipo ecuménica. Más 
bien es una unidad producida por el Espíritu Santo, quien atrae a cada creyente genuino a su 
cuerpo y establece su lugar allí. Por consiguiente, es una unidad de vida en común, por fe en el 
Señor Jesús. 
Porconsiguiente, esta unidad es una realidad que trasciende barreras y divisiones 
causadas por los hombres.25 Hay que enfatizar que sólo los que confían únicamente en el Señor 
Jesucristo para la salvación son parte de su cuerpo. Es muy posible que uno sea miembro de una 
iglesia local o denominación, sin pertenecer al cuerpo de Cristo. Pero cuando una persona confía 
 
25 Las palabras de J. Gresham Machen son muy importantes a estas alturas. “Se dice frecuentemente que la 
condición dividida del cristianismo es un mal, y así es. Pero el mal consiste en la existencia de errores que causan las 
divisiones y no en el reconocimiento de esos errores cuando ya existen”. Christianity and Liberalism, p. 50. 
Proseguir esto va más allá de nuestro propósito, pero la separación de la apostasía y de la falsa doctrina es 
claramente ordenada en el N. T. Pensar de sí como cristiano, no significa que lo es. 
 
17 
en Cristo, se vuelve uno con todos los demás creyentes, comparte la unidad del Espíritu (Ef. 4:4-
6) y lleva la responsabilidad de ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la 
paz” (Ef. 4:3). 
Esta verdad de la unidad del cuerpo es de gran importancia para la iglesia local. La 
desunión y la división en una congregación son una negación directa de la obra del Espíritu y 
debe ser rechazada determinantemente. Fue el amor evidente y la unidad de los cristianos 
primitivos que incitaron a observadores a exclamar: “¡Mira cómo se aman unos a otros!” “¡Estos 
cristianos!” dijo Celso, un adversario primitivo del evangelio, “se aman unos a otros aun antes de 
que se conozcan”. 
Una de las introducciones más significativas que jamás había tenido, fue cuando un 
estudiante me presentó para hablar en la universidad de nuestra ciudad. Habló de su visita a 
nuestra congregación como cristiano recién convertido, conociendo solamente a uno o dos 
personas. Pero antes de salir esa mañana, había sido invitado a tres o cuatro casas a comer. 
Nunca antes había comprendido tan ampliamente lo que significaba ser parte de la familia de 
Dios, cuando gente totalmente desconocida le dio la bienvenida como un hermano en Cristo. Lo 
que hizo que esa introducción fuera aun más impactante para mí fue que otros estudiantes 
vinieron después y dijeron que habían tenido la misma experiencia. Esta unidad visible siempre 
debería ser real en la iglesia. Pero no sólo debemos compartir comidas, sino compartir la vida en 
Jesucristo. 
La segunda verdad en el cuerpo es la diversidad. Mientras los creyentes son “uno en el 
Espíritu”, no son todos lo mismo, porque “si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? si 
todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?” Este punto será ampliado en el capítulo siguiente 
sobre los dones espirituales, pero necesita ser notado aquí. El Señor Jesús, la cabeza resucitada 
de la iglesia, ha dado a los suyos distinto don o dones. No somos todos iguales, por lo cual 
podemos agradecer a Dios. La hermosa variedad que existe en una asamblea está divinamente 
diseñada “para provecho” (1 Cor. 12:7). 
Reconocer la diversidad dada por el Espíritu nos da una perspectiva apropiada acerca de 
los dones espirituales. Un hombre que tiene dones públicos debe recordar que estos dones fueron 
soberanamente distribuidos por el Espíritu Santo y no deben ser base para el orgullo. Alguien, 
cuyo don parezca menos, debe pensar que, como cada parte del cuerpo físico es esencial a su 
propio funcionamiento, así cada don y cada persona son vitales y necesarios. 
Una tercera verdad de “la vida del cuerpo” estrechamente relacionada es la dependencia 
mutua. Esto se deduce de los conceptos de unidad y diversidad, de este modo “el ojo no puede 
decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros” 
(1 Cor. 12:21) porque somos “todos miembros los unos de los otros” (Rom. 12:5). En otras 
palabras, nos necesitamos los unos a los otros. Porque ninguno posee todos los dones 
espirituales, y porque otro creyente ha sido dotado divinamente en un área de nuestra necesidad, 
nuestras vidas son ligadas en una obra tejida de ministerio mutuo. 
Esta dependencia mutua es ilustrada de una manera hermosa en la historia por Donald 
Grey Barnhouse.26 Hace años, dos estudiantes se graduaron del colegio de leyes Chicago-Kent. 
El estudiante que tenía el nivel más alto de la clase era un hombre ciego que se llamaba Overton, 
y cuando recibió su honor, insistió que la mitad de su crédito debería ser para su amigo, 
 
26 Donald Grey Barnhouse, Words Fitly Spoken, p. 155. 
 
18 
Kaspryzak. Se habían encontrado en la escuela cuando el Sr. Kaspryzak, sin brazos, había guiado 
al Sr. Overton, ciego, hasta abajo de unas escaleras. Este encuentro maduró en una amistad y un 
hermoso ejemplo de la dependencia mutua. El hombre ciego llevaba los libros que el hombre sin 
brazos leía en voz alta en su estudio común, y así, la deficiencia de cada uno era compensada por 
el otro. Después de su graduación, planearon practicar la ley juntos. 
De una manera muy similar, ningún creyente es completo; cada uno debe ministrar a las 
necesidades de otros con su habilidad. Este proceso es, seguramente, recíproco. Así es la 
experiencia viva de comunión en el cuerpo local de creyentes. La palabra del Nuevo Testamento 
para comunión es koinonia, y la idea básica es la de una relación estrecha y participación en una 
vida en común. Tal comunión no se produce por el estudio sociológico o la aplicación simple de 
principios de dinámica de grupo. Es “la comunión del Espíritu Santo” (2 Cor. 13:14). 
Esta koinonia une a los creyentes en un sentido de necesidad común. Debemos 
ministrarnos como una familia y saber sobrellevar los unos las cargas de los otros, y cumplir así 
la ley de Cristo (Gál. 6:2). Existe una experiencia de vida compartida “de manera que si un 
miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los 
miembros con él se gozan” (1 Cor. 12:26). 
 
El Cuerpo Funcionando. Este concepto de “la vida del cuerpo” tiene implicaciones muy 
importantes: 
1. Debe existir un gran énfasis en la iglesia local sobre el descubrimiento y ejercicio de 
los dones espirituales. No hay lugar para conceptos erróneos de humildad ni para ideas 
exageradas de importancia. Es en este contexto que Pablo exhorta a cada cristiano que “no tenga 
más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la 
medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3). 
2. Se debe reconocer que “la vida del cuerpo” no solamente existe durante la reunión, 
sino que es una vida compartida en común en Cristo. Esta no se limita al servicio dominical. 
3. Se debe señalar que la “vida del cuerpo” involucra la participación de todos. Cualquier 
noción de división entre “ministros” y “ministerios” se tiene que abandonar si vamos a captar el 
concepto bíblico de koinonía. Tendremos nuestro ministerio, nuestra función y nuestra 
responsabilidad en el cuerpo, y ese ministerio no lo podemos transferir a cualquier obrero pagado 
del personal de la iglesia. Pensar que hay “ministros” y “laicos” es correr el riesgo muy serio de 
relegar a la mayoría de cristianos el rol de espectadores, y más adelante, es poner a los 
“ministros” una carga imposible. Tal concepto distorsiona la misma naturaleza de la vida del 
cuerpo. 
4. Debe haber una entrega a la creación de una comunión genuina. Esto significará un 
cambio de proceder que dé más oportunidad a un ministerio mutuo en lo que han sido 
condiciones muy estructuradas de la iglesia. Significará una exposición bíblica de la naturaleza y 
de la práctica del amor cristiano. Significará discernimiento y entrenamiento en cuanto a los 
dones. Significará que los cristianos individualmente tomarán el riesgo para ir más allá de los 
patrones tradicionales de la vida de la iglesia para descubrir la “koinonía” genuina.Se debe notar 
que si tal comunión es genuinamente dada por el Espíritu, trascenderá barreras humanas tales 
como las diferencias de edades, y las variedades raciales y económicas. La comunión cristiana no 
es un club, es compartir una vida en el Señor de una manera profunda, exigente y amorosa. 
 
19 
5. Como mínimo, la reunión bíblica debe ser restablecida en la iglesia local. Esta reunión, 
con las oportunidades que da para el ejercicio libre y abierto de los dones espirituales, de oración 
y alabanza, y su mirada hacia el Señor Jesús, era más que cualquier otra cosa, la fuente de la 
comunión genuina en la iglesia apostólica. Se puede practicar igualmente hoy. Es cierto que 
algunos no apreciarán tal reunión, porque no se pueden sentar a un lado como espectadores 
ociosos. Pero no debemos permitir que tal resistencia impida lo que es necesario. 
6. Los dones que no involucran el hablar en público no deben ser evaluados como menos 
importantes que los otros. Spurgeon lo dijo brevemente: “Donde todo es boca, el resultado es 
vacío”. Lo cierto es que en el cuerpo de Cristo nos necesitamos el uno al otro y debemos 
amarnos mutuamente. Debemos mostrar al mundo que somos uno en Cristo, unidos en amor y en 
una vida compartida. Tal unidad no es uniformidad ni conformidad. Es más bien una percepción 
de nuestras necesidades, y el reconocimiento de que nuestra diversidad es dada por Dios y es 
esencial a la madurez y salud. “Unidad, diversidad, dependencia mutua”: esto no sólo debe ser el 
lema de la congregación local, sino su experiencia delante de Dios. 
 
 
20 
5 
 
EL 
CUERPO 
VIVIENTE 
Hay una historia oriental de cuatro hermanos que decidieron tener una fiesta. Como el 
vino era bastante caro, concluyeron que cada uno traería una cantidad igual y la añadiría a la 
provisión común. Pero uno de ellos, pensando eludir su contribución, trajo agua en lugar de vino. 
“No se notará”, pensó. Pero, en la fiesta, cuando se vertió el vino, no era vino. Era pura agua. 
Cada uno había pensado igual: “Deja a los demás hacerlo”. 
Este relato envuelve una similitud desconcertante en muchas iglesias modernas. Es muy 
común que el concepto de ministerio es encargado a una sola persona. No es enteramente la 
culpa de los cristianos de hoy que han puesto en los hombros de un hombre una responsabilidad 
que nunca debía llevar. El sistema clérico es el resultado de un largo proceso histórico, lo cual, la 
Reforma desgraciadamente no cambió. Lutero fue tan radical en su oposición a los anabaptistas 
que, de acuerdo a Alfred Kuen, “en su explicación del Salmo 82 dijo que todos los cristianos que 
enseñaban y predicaban la palabra de Dios públicamente, excepto pastores, deberían ser 
ejecutados, aun si enseñaban correctamente”.27 Esta noción de una clase especial de “ministros” 
apartados y únicos, nunca fue tan notoria como en Inglaterra en 1939, cuando la nación se 
preparaba para la guerra y se declaró: 
“Todas las personas en los grupos de las edades mencionadas arriba se requieren para el 
servicio nacional excepto lunáticos, ciegos y ministros de religión”. 
 
El Patrón del Nuevo Testamento. El ministerio en el Nuevo Testamento está muy lejos 
de este concepto “profesional”. No tiene nada que ver con la ordenación o el entrenamiento 
formal. Más bien, el ministerio bíblico es el ejercicio de los dones espirituales de cada creyente. 
Cada creyente tiene por lo menos un don, y por consiguiente, está involucrado en la obra. Si 
usted es un cristiano, ¡está en el ministerio! 
El pasaje fundamental es Efesios 4:11-16: 
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros 
pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la 
edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del 
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de 
Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de 
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del 
error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto 
 
27 Alfred F. Kuen, I Will Build My Church, p. 210. 
 
21 
es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas 
que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento 
para ir edificándose en amor”. 
Probablemente hay más base en este pasaje para la transformación de la vida de la iglesia 
que en cualquier otro del Nuevo Testamento. 
 
Cuatro Ministerios Básicos. El apóstol describe cuatro tipos de hombres dotados, los 
cuales el Señor Jesús ha dado a la iglesia para encargarse de ciertos ministerios específicos. Su 
obra se puede catalogar en dos de fundación, uno de aumento y otro de apoyo. 
Los dos ministerios de fundación son los de apóstol y profeta, de los cuales leemos que la 
iglesia ha sido edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal 
piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). Resulta entonces obvio que su ministerio tuvo un 
impacto más allá de la iglesia local, como lo tuvo el evangelista. Por la misma naturaleza de sus 
dones, estos ministerios básicos no se llevaban a cabo generalmente en un grupo local particular. 
En el capítulo siguiente, discutiremos la naturaleza de esos dones. 
El cuarto ministerio básico está directamente relacionado a la vida y al servicio de la 
iglesia local. El hecho de que Pablo escribe “a otros, pastores y maestros” y no “unos pastores y 
otros maestros” indica que no tiene en mente dos ministerios distintos, sino uno dividido en dos, 
el de “pastor-maestro”. 
Se debe notar que Pablo no está señalando un oficio, sino un ministerio espiritual. Este 
pastor-maestro no es el equivalente de un “pastor” en hoy día. Si tuviéramos que clasificarlo, el 
de anciano sería el más cercano, porque un anciano debe pastorear a la asamblea de Dios (Hch. 
20:28) y ser apto para enseñar (1 Tim. 3:2). En el capítulo 10 veremos que las congregaciones 
del Nuevo Testamento estaban bajo el cuidado de un grupo de ancianos. Nunca encontramos una 
iglesia a la cual ministra un solo pastor-maestro o que sea cuidada por un solo anciano. Sin 
embargo, aunque los ancianos tienen que pastorear y enseñar, esta labor de “pastor-maestro” no 
es exclusiva para ellos. Estos dones son dados tanto a hombres como a mujeres, no importando si 
ocupen un puesto específico o no. 
Los que poseen el don de pastor-maestro pueden estar en un empleo secular. Es obvio 
que la iglesia primitiva no dependía de un ministerio “profesional” y ninguna asamblea, hoy en 
día, que dependa de esto experimentará una vida real del cuerpo. Sin embargo, algunos de ellos 
se dedicaban de tiempo completo a un ministerio de pastor-maestro y eran sostenidos por las 
congregaciones a las cuales ministraban. El Nuevo Testamento no se opone a que algunos 
pastores-maestros sean reconocidos y sostenidos, pero sí a cualquier división entre “el ministro” 
y “el laico”. 
En su primera epístola, Pablo escribe a los gálatas: “El que es enseñado en la palabra, 
haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gál. 6:6). No hay duda que el compartir 
aquí involucra un sostén financiero. Más adelante, exhorta a Timoteo: “Los ancianos que 
gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar 
y enseñar”. Pues la Escritura dice: “No pondrás bozal al buey que trilla” y: “Digno es el obrero 
de su salario” (1 Tim. 5:17-18). Este texto no deja duda alguna que algunos hombres dieron su 
tiempo completo al ministerio de enseñar y pastorear en una iglesia local y fueron sostenidos 
económicamente por ella misma. 
 
22 
No es requisito que los pastores-maestros estén de lleno en la obra, pero a menudo es más 
sabio que lo estén. Ellos deben cuidar el noser vistos como “los ministros” que hacen todo el 
trabajo. Su responsabilidad no es llevar todas las enseñanzas. El apóstol Pablo es muy específico 
en Efesios 4:11-12 acerca del propósito de esos hombres. “Y él mismo constituyó (a esos 
hombres) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del 
cuerpo de Cristo”. Los evangelistas y pastores-maestros deben ministrar para preparar a otros 
creyentes hacerlo. Esta es la razón por la cual Dios dotó a algunos hombres como maestros para 
edificar a otros para servir. Los evangelistas deben preparar a los hermanos, trayendo a nuevas 
personas al cuerpo y enseñando a creyentes cómo evangelizar. 
Juzgadas por estas normas, muchas actividades de nuestras iglesias no cumplen con la 
voluntad de Dios. Un ministerio que depende del “pastor” y no involucra a otros a participar en 
la obra del Señor debe ser juzgado como un fracaso. Hay infinidad de habilidades espirituales 
latentes en muchas congregaciones, situación que resulta en el empobrecimiento espiritual de 
todos. 
No obstante, esto nos da un criterio para medir las actividades en una iglesia local. La 
gran comisión no es “id y haced convertidos” sino “id y haced discípulos” (Mat. 28:19). Los 
creyentes deben ser entrenados y preparados para servir a Jesucristo, y si no lo estamos haciendo, 
estamos fallando. Nuestro auditorio puede estar lleno, pero si los hermanos no están 
encontrando, desarrollando y ejerciendo sus dones, la voluntad de Dios no se está cumpliendo. 
Me gusta la actitud expresada por los Navegantes: “Es la meta de los Navegantes hacer un 
cambio permanente en la vida de la gente . . .” Y esta debe ser la meta de todos los hacedores de 
discípulos: crear cambios permanentes en los demás y ayudarles a llegar a la madurez en Cristo. 
Por consiguiente, el ministerio de individuos dotados es una obra de preparar y enseñar la 
verdad de Dios a otros para que ellos desarrollen sus propios dones y colaboren en la obra. Es 
por esto que mientras los miembros del cuerpo son preparados para ministrar, ocurre “la 
edificación del cuerpo de Cristo”. No obstante, varios de ellos serán capacitados de diversas 
maneras, puesto que sus necesidades y dones difieren. En un sentido real, la función de pastor-
maestro en este contexto es hacerse dispensable. El Señor Jesús dio el principio: “todo el que 
fuere perfeccionado, será como su maestro” (Luc. 6:40). La palabra que él usa en la forma del 
verbo katartizo de la que Pablo emplea katartismos, lleva la idea de desarrollar algo para que sea 
útil. De este modo, al llegar a una plena utilidad espiritual, el cuerpo local crecerá y se 
desarrollará para su gloria. 
Obviamente, que la manera fundamental de preparar a los creyentes es a través de la 
enseñanza y la predicación de la Biblia. Esto se hace más evidente en 2 Timoteo 3:16-17 donde 
se usa una palabra relacionada a katartizo: 
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para 
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente 
preparado (exartizo) para toda buena obra”. La enseñanza completa y consecutiva de las 
Escrituras debe ser de prioridad en la vida de la asamblea. Nada es más beneficioso que un 
ministerio de enseñanza exegética que cubre el panorama de todos los libros de la Biblia. 
Algunos maestros bíblicos hacen hincapié en algunas doctrinas favoritas o evitan asuntos que 
son muy importantes, aunque problemáticos. La enseñanza expositiva dará una comida sólida 
para los creyentes y los llevará a una dieta equilibrada y nutritiva. 
 
 
23 
La Centralidad de las Escrituras. Es mi convicción que nada merece mi mejor tiempo 
y esfuerzo que el estudio y la enseñanza de la palabra de Dios. Únicamente ella, vivificada por el 
Espíritu, confirma a creyentes y los hace fuertes en Cristo, por lo que todos nuestros servicios en 
la iglesia se concentran en su enseñanza. Al mismo tiempo, establecemos programas para 
enseñar cómo estudiar la Biblia por uno mismo y memorizarla. Este énfasis ha sido 
implementado mayormente por la exposición consecutiva de los libros de la Biblia, la cual centra 
nuestra atención en ella y nos anima a conocerla más. 
Cada vez me convenzo más de la sabiduría de este tipo de ministerio. Hay un equilibrio 
divino en las Escrituras y una novedad de sus verdades. No es un libro de texto escrito para 
estudiantes de teología, sino un mensaje de Dios mismo a gente que vive en un mundo real y 
hostil. Ellas tocan todas las áreas y necesidades de la vida; por consiguiente, nos confrontan con 
ellas y con nuestros problemas, así como nos revelan las soluciones de Dios. A su debido tiempo 
hay evangelismo, instrucción, exhortación y corrección mientras ella nos confronta. De esta 
manera la gente aprende a fiar su atención no en el maestro, sino en el Cristo de las Escrituras. 
Debe notarse que la tarea principal de la vida de la iglesia es capacitar y edificar a los 
hermanos. Desgraciadamente, muchos han puesto la mirada en el evangelismo y los creyentes 
han quedado hambrientos y la iglesia se ha vuelto anémica. El testimonio de Ray Stedman toca 
este punto: 
“He tenido el privilegio de pastorear una iglesia por más de veinte años. En todo este 
tiempo, nunca hemos tenido una reunión evangelística en el edificio, pero han venido un gran 
número de nuevos convertidos para recibir instrucción y desarrollarse en la vida cristiana. El 
evangelismo ha ocurrido en casas de los miembros, en centros públicos, en jardines, en salones 
de clase, y en dondequiera que se pueda presentar el evangelio. Pero cada reunión en el edificio 
tiene el propósito de dar instrucción, entrenamiento y alabanza, con todos los cristianos juntos. 
Toda nuestra escuela dominical está establecida para preparar a los santos de todas edades a 
hacer la obra del ministerio. La tarea de exponer y aplicar las Escrituras empieza en el púlpito y 
se sigue en cada clase, en cada junta y en varias casas de los cristianos”.28 
Dios ha estado bendiciendo la vida de nuestra iglesia de la misma manera. Hace poco, 
mientras varios de nosotros platicábamos, pensamos en el número de nuevos creyentes que 
comparten la comunión. Muchos tienen menos de dos años en el Señor. Lo que es más 
sorprendente es que el mayor número de ellos no le han conocido por el ministerio del púlpito. 
En lugar de esto, han venido por amigos, vecinos o por involucrarse en estudios bíblicos del 
vecindario. Otros confiaron en el Salvador en una campaña evangelística reciente. Por lo que, 
mientras los creyentes están más y más involucrados en la obra del evangelismo, la asamblea 
crece. Es un proceso donde hay multiplicación. Cada nuevo convertido lleva el evangelio en 
áreas de influencia más y más amplias para el Señor Jesús. Ha sido mi experiencia ver que donde 
el evangelismo ocupa la prioridad de casi todos los servicios, la iglesia no está realmente 
creciendo. Pero cuando es la enseñanza de la palabra de Dios, el evangelismo y el alcanzar a 
otros es un resultado inevitable. 
El resultado de este proceso, como menciona Pablo en Efesios 4, es impresionante. 
Cuando el ministerio viene a ser parte de la vida del cuerpo, existe unidad (v. 13), madurez (v. 
13), estabilidad (v. 14), y crecimiento (v. 15). Es significante que el apóstol señale que la meta 
 
28 Ray C. Stedman, Body Life, p. 86. 
 
24 
del ministerio es “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe . . . a un varón perfecto”. La 
madurez espiritual es un proceso mutuo en el cuerpo de Cristo, y se logra trabajando juntos. La 
estabilidad y el crecimiento, que dejan atrás la falta de madurez en la fe, vendrán cuando los 
creyentes se ministren unos a otros para tener un concepto equilibrado e inteligente de la vida 
cristiana. 
La naturaleza del ministerio en la asamblea bíblica está claramente indicada en el 
versículo 16. El cuerpo entero está “bien concertado y unido entre sí portodas las coyunturas que 
se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro”. Este debería ser subrayado 
en la Biblia y en la manera de pensar de cada uno. No presenta un concepto de servicio de “un 
solo hombre” o una distinción clero-laico. Cada cristiano está “en el ministerio” y es dependiente 
de “la actividad propia de cada miembro”. En otros términos, es el ejercicio de los dones 
espirituales y de que cada quien funcione de acuerdo a la voluntad de Dios para él como 
individuo. Dejar que un hombre sea conocido como “el ministro” de una congregación es un 
error serio, no solamente de terminología, sino de entender la naturaleza de la vida de la iglesia 
local. Dejar que sólo un individuo enseñe la palabra, mientras que otros creyentes dotados no 
estén animados a descubrir, desarrollar y ejercer sus dones, es apagar al Espíritu (1 Tes. 5:19). 
He hablado con hombres que se encuentran atrapados con ese punto de vista antibíblico 
del ministerio. Como “el” ministro de la iglesia, requieren de ellos que administren, visiten, 
estudien, prediquen, aconsejen e infinidad de otras cosas. Pero no solamente ellos están 
frustrados, sino también su iglesia. Pocos, si es que hay, poseen todos los dones naturales y 
espirituales para cumplir adecuadamente con todo el rol. Por otra parte, los hermanos de la 
congregación sí poseen dones espirituales para funcionar en esas áreas. Muchas veces, las 
iglesias insisten en tener un “ministro” para cumplir cierto rol, pero ellos individualmente 
rehúsan seguir la voluntad de Dios. Por otro lado, los ministros a veces son celosos de sus 
prerrogativas y evitan el ejercicio de una “vida del cuerpo” bíblica. La frustración es el único 
resultado debido a la ausencia de la práctica de los dones espirituales ejercida por los individuos 
en una iglesia local. 
Es interesante notar hasta dónde el Nuevo Testamento extiende la práctica de un 
ministerio de dones. En el capítulo 7, la reunión de la iglesia, como se expone en 1 Corintios 
14:26 y en otras citas, está abierta para el libre ejercicio de ellos. Nunca había sólo un predicador 
o un sermón. En Antioquía, Bernabé trajo a Pablo para acompañarle en el ministerio (Hch. 
11:19-26). Más adelante, hay cinco hombres en esa asamblea que son conocidos y designados 
como “profetas y maestros” (Hch. 13:1). Posterior-mente, allí mismo, Judas y Silas se unen al 
ministerio (Hch. 15:32). El cuadro final de la vida de la asamblea de Antioquía se ve en Hechos 
15:35: “Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y 
anunciando el evangelio con otros muchos”. Aun cuando el apóstol Pablo, el más grande de los 
maestros cristianos está presente, no existe ni la más remota idea de un solo y exclusivo maestro. 
Se puede insistir que Antioquía, Corinto, y otras iglesias del Nuevo Testamento son 
excepcionales, comparándolas a las iglesias modernas. Nosotros no tenemos tales dones, nos 
dicen. Aunque esto es muy improbable, es verdad que nuestras congregaciones no poseen esos 
dones desarrollados, precisamente porque no ha habido un énfasis continuo acerca de 
“perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”. 
Una palabra final. Aunque la obra debe ser hecha por cada creyente, no hay ningún lugar 
en el Nuevo Testamento para un concepto del ministerio de “cualquier hombre”. Hombres y 
 
25 
mujeres dotados deben ejercer sus dones. Quienes no tengan cierto don, no deben dañar al 
cuerpo imponiéndose sobre la iglesia. Pero, quienes sí tienen esa clase de dones deben ser 
animados a usarlos y se debe esperar que lo hagan. Además, se les debe exhortar a desarrollar y 
refinar su habilidad para ejercerla para la gloria de Dios. No hay lugar para hacer trabajos a 
medias ni con pereza en la obra de nuestro Rey. 
 
 
26 
6 
 
EQUIPADOS 
PARA SERVIR: 
LOS DONES 
DEL ESPÍRITU 
El fútbol americano es una pasión nacional en Norte América. Cada fin de semana, 
durante el otoño, millones de hombres y mujeres se vuelven expertos en el juego. Gente común y 
corriente se vuelve juez y conocedora de los talentos físicos de cada jugador. 
Un buen equipo de fútbol es un organismo que está funcionando bien. Cada jugador tiene 
un trabajo específico que hacer, y recibe horas de adiestramiento y práctica en su posición por 
sus dotes y habilidades. Si uno individualmente falla en ejecutar su tarea, todo el equipo sufre. 
Aunque el que ataca no tiene la misma responsabilidad que la del mariscal de campo, su función 
es crucial para el bienestar de todos. 
Una iglesia local también debe ser un organismo que funcione correctamente. Esta 
analogía entre una congregación y un equipo de fútbol americano resulta embarazosa para 
quienes parecen tener quince mariscales de campo y ningún guardia. Muchos guardias son un 
grupo pequeño de voluntarios, pero por haber estado dispuestos, los recibieron con gozo. 
Ningún organismo funciona adecuadamente a menos que los miembros estén cumpliendo 
roles diferentes. La iglesia ha sido divinamente diseñada para ser tal “organismo”, y su cabeza le 
ha provisto de todo lo necesario. Esta provisión se hace a través del ministerio del Espíritu Santo 
quien distribuye los dones a cada creyente. Pocos conceptos tienen tanto potencial para un 
cambio revolucionario en el individuo y en la vida de la iglesia local. Sin embargo, de alguna 
manera, ha habido un silencio extraño en esta área, excepto cuando hay una reacción en contra 
del abuso de los dones más espectaculares, tales como las lenguas y de sanidad. 
Un don espiritual se define como una capacidad que el Señor Jesús da a través de su 
Espíritu a cada creyente para capacitarlo para servir a Dios en alguna manera específica. No es 
un talento natural. Más bien, es un don dado libre y gratuitamente a los redimidos. Además, es 
un producto directo de la morada del Espíritu en uno, y es espiritual en su origen e intereses. Hay 
cuatro pasajes principales que relatan los dones espirituales: Romanos 12:3-8; 1 Corintios 12-
14; Efesios 4:7-16 y 1 Pedro 4:10-11. 
 
El Poseer un Don Espiritual. El Nuevo Testamento destaca en señalar que cada 
creyente tiene al menos un don. Pablo escribe, “a cada uno, le es dada la manifestación del 
Espíritu para provecho . . . Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a 
cada uno en particular como él quiere” (1 Cor. 12:7, 11). Dice a los romanos, “teniendo 
diferentes dones” (Rom. 12:6), y a los efesios, “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia 
conforme a la medida del don de Cristo” (Ef. 4:7). Pedro recuerda a sus lectores, “cada uno 
 
27 
según el don que ha recibido . . .” (1 Ped. 4:10). Por lo tanto, es indiscutible que cada cristiano 
tiene una capacidad especial para servir. Usted lo tiene si ha recibido el mayor regalo de la vida 
eterna, y es de gran importancia para usted y para la iglesia local que lo conozca y lo utilice. Que 
no lo haya descubierto o utilizado, no significa que no lo posea. 
Otro punto de importancia es que diferentes hermanos tienen diferentes dones. A Dios le 
gusta la variedad. El mundo natural siempre nos lo recuerda, y ésta es muy evidente en el cuerpo 
de su Hijo. Pablo usa el cuerpo físico para ilustrar esta diversidad: 
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los 
miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y 
todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia 
que nos es dada . . .” (Rom. 12:4-6). 
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de 
ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace 
todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Cor. 12:4-6). 
“Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos . . . Mas ahora Dios ha 
colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un 
solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora

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