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UN_ACERCAMIENTO_AL_CONCEPTO_DE_TURISMO_R

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Publicado en MAZÓN y ALEDO (2005) Turismo residencial y cambio social: nuevas
perspectivas teóricas y empíricas. Pp. 55-70. Ed. Aguaclara. Alicante. ISBN: 84-8018-264-4
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UN ACERCAMIENTO AL CONCEPTO DE TURISMO RESIDENCIAL
Hugo García Andreu
Dpto. Sociología I
Universidad de Alicante
1. Introducción y objetivos
Desde la generalización de la segunda vivienda como soporte residencial
de actividades de ocio, ha existido la polémica sobre si determinados usos de esta
tipología residencial constituyen actividad turística (Cohen, 1974; Coppock, 1977;
Jackson, 1986). Asimismo, en los últimos años estamos asistiendo a una creciente
complejidad en las formas de movilidad que están teniendo lugar en las sociedades
occidentales, y que se sitúan entre la movilidad temporal y la migración permanente
(Williams y Hall, 2000; Bell y Ward, 2000). El hecho de que algunas de estas formas de
movilidad que tienen como tipología de alojamiento la vivienda, sean denominadas
como Turismo Residencial, como vamos a comprobar en el presente artículo, ha
contribuido a aumentar la polémica, basándose en la afirmación de que éstas no
merecen el calificativo de turismo al estar más cerca de la inmigración (Mira, 1995;
MUNRES, 1995; Monreal, 2001; Torres Bernier, 2003; Ros Tonda, 2003), y a generar
cierta confusión sobre el significado de la actividad turística.
Ante esta situación y dada la importancia que la modalidad del Turismo
Residencial tiene en muchos municipios del litoral y cada vez más, prelitoral peninsular
y de los archipiélagos, el presente artículo se planteó como objetivo determinar qué
realidades denominadas como Turismo Residencial pueden ser consideradas actividad
turística en base a unos criterios determinados. Estos criterios fueron dos definiciones,
una de Turismo ( de la Organización Mundial del Turismo) y otra de Entorno Habitual
(Instituto de Estudios Turísticos), lo suficientemente operativas como para no dar lugar
a ambigüedades.
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2. Justificación
En el año 2004 España fue el destino de 53,6 millones de turistas procedentes
del extranjero. De éstos el 35,7% (19,2 millones) eligió un tipo de alojamiento diferente
al hotelero, en donde la vivienda en propiedad, de familiares o amigos o en alquiler
supuso el 80% (15,36 millones). Además, los residentes en el país realizamos un total
de 42,5 millones de viajes considerados turísticos1, utilizando el alojamiento no hotelero
en el 70,6% de los casos2 (IET, 2004). Por el lado de la oferta, la cuantificación de las
plazas de alojamiento de carácter inmobiliario ligado, en principio a la actividad
turística, resulta difícil. No obstante, para el caso de la Comunidad Valenciana se ha
estimado (Navalón, 2000) en más de dos millones de plazas, concentrándose la mayor
parte en los municipios de la Costa Blanca (más de 1.100.000 plazas). Dada la amplia
casuística que abarca el termino Turismo Residencial, a estas cifras habría que añadirle
los jubilados extranjeros para los que su vivienda tiene el estatus de principal (pues
pasan la mayor parte del año) y que por lo tanto no es contabilizada en las cifras
anteriores. Sólo en la provincia de Alicante y según los datos del Censo de Población y
Viviendas 2001 (INE, 2004), hay casi 38.000 ciudadanos extranjeros de 55 años en
adelante procedentes de la Unión Europea. Cabe esperar que esta cifra esté por debajo
de la realidad dado el alto índice de subregistro que se presenta en este colectivo
(Escandell, 1992; López de Lera, 1995; Casado, 2000; Casado y Rodríguez, 2002).
No obstante, estos datos no alcanzan a transmitir la verdadera dimensión que, a
nivel social, económico, urbanístico y medioambiental, tiene el Turismo Residencial en
España en general, y para muchos municipios del litoral y prelitoral peninsular y de los
archipiélagos en particular. Consecuentes con la importancia del subsector deben ser los
esfuerzos en producir conocimiento sobre el fenómeno turístico.
Ante la mencionada situación de creciente complejidad en las formas de
movilidad relacionadas con el turismo que están teniendo lugar en las sociedades
occidentales, una de las líneas en las que debe materializarse este esfuerzo es en la
 
1 Todo ello sin contar con los viajes de Corta Duración a la Segunda Residencia (CD2R), los
cuales supusieron 85,8 millones.
2 Para el año 2004 no se tienen datos más desagregados respecto a las diferentes tipologías de
alojamiento. Por el contrario, para el año 2003 la vivienda en propiedad, de familiares o
amigos o en alquiler supuso el 61,7% del alojamiento no hotelero (Familitur, Instituto de
Estudios Turísticos).
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identificación de aquellas formas que se correspondan con el turismo. Y la razón es bien
sencilla. En primer lugar, la manera que tiene el ser humano de interpretar la realidad es
a través del lenguaje. Luego, las definiciones son abstracciones de la realidad en soporte
lingüístico, constituyendo una muestra simplificada de la misma, que será el material a
partir de la cual articulemos el pensamiento y tomemos decisiones. De acuerdo con
estas premisas, si definimos una realidad con un concepto que no es el adecuado, habrá
una gran distancia entre la realidad y lo que nosotros consideramos que es. La
consecuencia será que pensaremos y tomaremos decisiones en base al concepto y lo
aplicaremos a una realidad que nada tiene que ver con el concepto sobre el que se han
basado. Es decir, si definimos una situación dada como turística cuando ésta no lo es, le
estaremos atribuyendo aspectos que de hecho no tiene. De esa manera, acabaremos
poniendo en práctica medidas de actuación que no responderán a las necesidades reales,
cayendo en saco roto, e incluso consiguiendo efectos no deseados, como consecuencia
de que la muestra en lenguaje con la que se trabaja no responde a la realidad. Por ello la
correcta conceptuación de una realidad concreta es de vital importancia, ya que es la
muestra del objeto de conocimiento.
El Turismo Residencial es una modalidad de turismo que presenta la situación
mencionada anteriormente. Reúne la importancia cuantitativa como para merecer el
esfuerzo. Frecuentemente es utilizado tanto en el ámbito académico, político,
periodístico, empresarial, como de manera general, por el conjunto de la sociedad civil.
A pesar del uso generalizado que presenta, no existe consenso en cuanto a la realidad
que define, por lo que dicho término es aplicado para identificar diferentes realidades
con significativas diferencias, tanto en lo que se refiere a la oferta como a la demanda.
En relación a la oferta, todo lo que sea construir viviendas por encima de las
capacidades de absorción de la demanda local, es denominado como Turismo
Residencial. Lo que significa que antes de conocer el uso que se le va a dar a esa
vivienda ya se le ha puesto la etiqueta turística. Por el lado de la demanda, diferentes
ritmos de uso y distancias con respecto a la residencia principal, que derivan en
diferentes estatus de la vivienda, no son tenidos en cuenta a la hora de cribar e
identificar las posibles situaciones turísticas.
Consecuentemente es necesario que se aclare qué situaciones denominadas como
Turismo Residencial realmente lo son.
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3. Diferentes realidades denominadas Turismo Residencial.
A lo largo de este apartado se van a presentar las diferentes realidades que han
sido denominadas como Turismo Residencial.
Fue Jurdao Arrones quien por primera vez utilizóel término Turismo
Residencial en su obra España en venta (1979), con la intención principal de denunciar
la venta masiva de suelo a extranjeros que se estaba produciendo en el municipio
malagueño de Mijas. Desde aquel año, el término Turismo Residencial ha servido para
identificar diferentes realidades, que únicamente han tenido como denominador común
la vivienda. Jurdao utilizó este término para definir:
“la venta de fincas de los campesinos de Mijas a urbanizadores extranjeros para su
posterior transformación en urbanizaciones particulares turísticas, donde se
construirán chalés y bungalows, que posteriormente serían adquiridos por extranjeros,
casi todos jubilados”(p. 17).
En aquella temprana fecha Jurdao Arrones describía un nuevo fenómeno que estaba
teniendo lugar en el municipio de Mijas y de forma generalizada, en las zonas turísticas.
El hotel dejaba de ser el protagonista indiscutible. Entraba un nuevo actor en la escena
turística, la vivienda como alojamiento y asociada a ella, la transformación del territorio
que Jurdao denunciaba. Como se puede comprobar, lo que Jurdao Arrones llamó
Turismo Residencial, en principio, no era más que la actividad propia de las promotoras
y constructoras de viviendas. Lo que la hace especial es, el predominio de población
extranjera, ya que éstos según el autor, dominaban la demanda de esta nueva forma de
alojamiento, y la finalidad turística de las viviendas.
Posteriormente, en la obra que Jurdao Arrones comparte con Sánchez Elena,
España, asilo de Europa (1990), la realidad a la que el Turismo Residencial da nombre
es más rica en matices. Para ambos autores el Turismo Residencial:
“se basa en la compra de inmuebles para vivir en ocio en zonas de calidad climática”
(p. 31)
a lo que añaden los autores que:
“alrededor de este otro turismo gira la denominada urbanización particular
turística. El turismo residencial se caracteriza no porque el turista demande una cama
en un hotel, sino porque compra una vivienda –chalet o bungalow- en una urbanización
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particular para vivir en ella parte del año. Las urbanizaciones particulares turísticas
son una forma de nuevos núcleos urbanos que se constituyen alejados del núcleo
tradicional: la ciudad. (…) los compradores, extranjeros en porcentaje elevado, son
con frecuencia jubilados que compran la vivienda para habitarla gran parte del año.”
(pp. 31-2).
En esta definición que mantiene elementos ya señalados en la anterior como la compra-
venta de inmuebles, la primacía de la urbanización particular turística como figura
urbanística y el protagonismo de extranjeros en su mayor parte jubilados, se añaden
otros como, la búsqueda de ocio, las zonas de calidad climática, la duración de la
estancia (aunque no explicita los limites temporales de dicha estancia) y la relación
territorial con las núcleos poblaciones existentes (alejados del núcleo tradicional).
Como se puede comprobar la concepción de Turismo Residencial, ha evolucionado en
los 11 años transcurridos desde que viera la luz. En España en venta, la definición
estaba centrada fundamentalmente en el proceso de venta de suelo a extranjeros, con
una clara intención de denunciar un proceso de tintes neocolonialistas e imperialistas.
En España, asilo de Europa, se ha pasado a una definición más amplia que, sin
desvirtuar el núcleo del análisis, incorpora características que profundizan en el
conocimiento del fenómeno, enriqueciéndola y afinándola conceptualmente. Luego, el
término Turismo Residencial nació para sintetizar las relaciones inmobiliarias de los
extranjeros jubilados en el litoral español motivadas por intereses turísticos.
De hecho, en fechas recientes se han producido manifestaciones en esa misma línea. Es
el caso de lo señalado en el estudio dirigido por Juan Monreal (2001) sobre los jubilados
europeos en la región de Murcia, en donde el Turismo Residencial es entendido como:
“las colonias residenciales, generalmente de ciudadanos de tercera edad (de origen
internacional), que deciden pasar en estos lugares el resto de su vida, llegando en
determinados casos y lugares al empadronamiento en los lugares de residencia” (48).
O por autores como Vera Rebollo e Ivars Baidal (2002), para los que el Turismo
Residencial es “alojar de forma definitiva a ciudadanos de países de la UE” (154). Al
parecer para los autores anteriormente mencionados, los elementos principales por los
que el fenómeno es considerado como Turismo Residencial es el origen de la población,
en este caso extranjera, y la duración de la estancia, de forma definitiva. Otro autor que
también utiliza la duración de la estancia como elemento para identificar el Turismo
Residencial es Raya y Benítez (2002). Este autor utiliza la estancia media anual para
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diferenciar entre turismo de segunda residencia (entre 1 y 6 meses) y el Turismo
Residencial estricto (más de 6 meses). Resulta contradictorio que se denomine como
turístico un fenómeno que tiene como escenario el Entorno Habitual (al pasar la mayor
parte del año), y por lo tanto la vivienda principal. En principio, y en base a la duración
de la estancia parece un fenómeno más cercano a las migraciones, estacionales o
permanentes, que al turismo.
De hecho, algunos autores denominan esta realidad de manera diferente. Para Per
Gustafson los sujetos de esta situación son denominados como inmigrantes estacionales,
aunque añade el autor, por motivos turísticos (Gustafson, 2002). Es decir, puede haber
movilidad por motivos turísticos pero esto no significar que quien la lleva a cabo sea un
turista. En la misma línea, Eduard Mira (1995), utiliza los sustantivos de residente o
semiresidente, pues según este autor poco tienen de turistas.
Para otros autores es el criterio de localización geográfica lo que determina el Turismo
Residencial. En este sentido encontramos lo señalado por Julio A. del Pino Artacho
(2003), para el que este fenómeno se corresponde con las segundas residencias del
espacio residencial mediterráneo. A esta conclusión llega el autor, utilizando la
tipología de segundas residencias propuesta por Ortega Valcárcel (1975) basada en el
criterio geográfico. Es decir, el Turismo Residencial sería un subconjunto dentro de las
residencias secundarias, en concreto las localizadas en el litoral mediterráneo.
Como se puede ver, estas concepciones de lo que es el Turismo Residencial son bastante
diferentes en lo que respecta a la duración de la estancia, ya que para Julio A. del Pino
Artacho, son un segmento de las segundas residencias, y por lo tanto utilizadas de
manera ocasional, mientras que para los otros autores comentados es la residencia
definitiva o por lo menos la vivienda principal de los jubilados extranjeros.
También nos encontramos con otras definiciones de lo que es Turismo Residencial que
incorporan otros criterios de identificación-exclusión. Este es el caso de la definición
planteada por Mazón y otros (1996). Para estos autores el Turismo Residencial es:
“la actividad económica que se dedica a la urbanización, construcción y venta de
viviendas turísticas residenciales que conforman el sector extra-hotelero, formado, a su
vez, por el conjunto de viviendas, generalmente, de propiedad individual, que son
ofrecidas al mercado turístico, casi siempre fuera de los canales oficiales, y que están
situadas, en su gran mayoría, en la zona litoral” (Mazón y otros, 1996).
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En primer lugar, señalar que los autores rescatan un elemento degran importancia
señalado en la primera definición de Turismo Residencial: la fuerte participación del
sector de la construcción. En segundo lugar, la definición propuesta identifica Turismo
Residencial con oferta extrahotelera localizada en el litoral. Es decir, este tipo de
turismo se define en base a dos criterios. Uno el geográfico, por su situación en el
litoral. Y otro, que aparece por primera vez, en función de la dicotomía en cuanto a la
oferta de alojamiento, hotelera o extrahotelera.
Por otro lado, tenemos la definición propuesta por David Blanquer (2002), que aglutina
una amplia casuística. Este autor señala que el Turismo Residencial tiene distintas
manifestaciones. Una de ellas es el ya comentado asentamiento de ciudadanos de la
Unión Europea. La otra es la nacional, en palabras del autor, “más antigua (…), la de la
segunda residencia vacacional y de fin de semana (de uso periódico, no exclusivo e
intermitente)” (844). Esta definición es un caso claro de que realidades con diferencias
significativas son denominadas bajo el mismo término.
Las dificultades a la hora de determinar qué es considerado como Turismo Residencial
llegan a estar presentes en algunas definiciones, siendo incluso un objetivo del estudio .
Este es el caso del informe MUNRES (1995). En esta investigación que se llevó a cabo
sobre los municipios con Turismo Residencial de la provincia de Alicante, se define
dicho fenómeno tanto desde el lado de la oferta como de la demanda. Cabe señalar que
en el informe no aparece ninguna definición explícita, pero de sus páginas se pueden
extraer referencias al respecto. A continuación transcribimos las relativas al Turismo
Residencial como oferta:
“producto/mercado que se asimila a la promoción inmobiliaria y venta de
viviendas con fines residenciales no permanentes, lo que diferencia este producto de la
ciudad convencional, y se diferencia a su vez de la segunda residencia propia de las
áreas urbanas, tanto por la comercialización de la oferta como por la inserción de
elementos complementarios al alojamiento y por el segmento específico de demanda al
que se dirige” (p. 15).
Como podemos comprobar, el extracto que hemos escogido como más
significativo de lo que la investigación entiende por Turismo Residencial, se define a si
mismo a partir de lo que no es, o a lo que se asemeja, nunca aclarando lo que
directamente es. Esto manifiesta, la dificultad de elaborar una definición del fenómeno
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al que hacemos referencia. No obstante, en el informe se señala la especificidad del
producto diferenciándolo de la oferta de segunda residencia urbana (en oposición a lo
señalado por Blanquer, 2002).
Desde el lado de la demanda lo que señala el estudio es el conocimiento a modo
de hipótesis de “la gran variedad de situaciones concretas en las que se mueve el
llamado Turismo Residencial”(p. 51), lo que dificulta la definición de las características
de la población objeto de análisis. Por este motivo, el estudio se planteó como un
objetivo más, definir las diferentes situaciones que se dan bajo este tipo de turismo. Por
lo tanto es significativo que la definición del objeto de estudio se realizara a partir de la
oferta, algo ambigua, y una indeterminada definición del universo de la encuesta:
“población no originaria de los municipios en que se aplicó la encuesta que
reside de forma temporal o permanente en los mismos siempre que, en este último caso,
su emigración no se deba a causas laborales” (p. 53).
Con los resultados de esta hipótesis de partida, y en concreto con los relativos a la
duración de la estancia, el informe señala la incoherencia de denominar turísticas
situaciones más orientadas hacia el residencialismo, dadas las largas estancias que se
producen.
Parece, por lo tanto, que lo que determina principalmente que la situación sea
denominada como Turismo Residencial es el consumo de un determinado producto,
siendo de menor importancia aspectos como la duración de la estancia y derivado de
ello el estatus de la vivienda (principal o secundaria).
Quienes sí parecen tener claro lo que es el Turismo Residencial son los
promotores de viviendas. Jesualdo Ros Tonda, desde su posición de Secretario General
de la Asociación de Promotores Inmobiliarios de la Provincia de Alicante, ha definido
el Turismo Residencial de la siguiente manera:
“La venta de una vivienda no principal a un español o extranjero para su uso
turístico o vacacional por sí mismo o por terceros, así como la venta de una vivienda
principal a un extranjero para su uso residencial por razones distintas a las laborales o
profesionales”. (Ros Tonda, 2003: 72)
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Como definición alberga dos realidades que presentan diferencias sustanciales, (al igual
que lo señalado por Blanquer, 2002) como para compartir terminología. No obstante,
como declaración de intenciones u objetivo de negocio es ciertamente consecuente.
A modo de resumen tendríamos, utilizando los criterios de elaboración de tipologías
propuestos por Llauguer y Omberg (1991: 384-385)3 para la vivienda secundaria, que
las definiciones comentadas se apoyarían principalmente en los criterios de situación
geográfica, relación con los núcleos urbanos existentes, frecuencia de uso y origen de
los habitantes, para identificar la realidad que entienden se corresponde con el Turismo
Residencial.
4. ¿Puede ser la vivienda un producto turístico?
Como hemos podido comprobar en todas las realidades que coexisten bajo el
término Turismo Residencial, la vivienda es un denominador común. Es decir, tal y
como manifiesta Jaume Mateu i Lladó, “el fenómeno del Turismo Residencial se
diferencia básicamente por la tipología de alojamiento utilizado por el turista, que por
primera vez supone convertir los inmuebles destinados a vivienda en alojamiento”
(2003: 200). Luego, la segunda parte del término sometido a análisis (residencial) sería
correcta, siempre y cuando el término se entienda como sinónimo de vivienda.
Esto nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza turística del producto-alojamiento, que
en nuestro caso particular es la vivienda. Es decir, ¿puede ser una vivienda un producto
turístico?, o ¿existe turismo cuando el alojamiento es una vivienda?, y ¿hay
infraestructuras esencialmente turísticas, las cuales estén orientadas única y
exclusivamente a dar un servicio al turista?.
En el caso de las viviendas utilizadas como alojamiento turístico, es obvio que su único
uso no es necesariamente tal. Es decir, no es un producto destinado exclusivamente al
turista4. Para responder a estas cuestiones vamos a plantear las mismas preguntas pero
 
3 Estos son: frecuencia de uso, situación geográfica, morfología de la vivienda, relación con las
poblaciones existentes, sistema de propiedad, origen de la promoción y origen de los
habitantes.
4 No obstante, encontramos evidencias en algunos trabajos sobre el tema de la existencia de
conjuntos de viviendas orientados en su diseño y funcionamiento a una clientela turística.
Según Torres Bernier (2003), el turismo residencial es definido desde la oferta como el
“Conjunto de viviendas, infraestructuras, equipamientos y servicios, agrupadas en
urbanizaciones o condominios dentro de un conjunto unitario, en régimen de propiedad o
alquiler, orientado en su diseño y funcionamiento a proporcionar a sus usuarios una alta
calidad de vida, especialmente en el orden medioambiental, a desarrollar sus capacidades
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10para el caso del hotel. ¿Es éste un producto-alojamiento destinado sólo para turistas?,
¿existe turismo cuando el alojamiento es un hotel?.
La respuesta a la primera pregunta es no, puesto que el hotel está disponible para
población con diferente motivación a la turística. Por poner un ejemplo, cuando el hotel
proporciona alojamiento a los familiares de un difunto que viven en otra localidad, o es
el cobijo durante un periodo de tiempo de los desalojados de un edificio que no reúne
las condiciones para ser habitado, el hotel no está satisfaciendo una demanda turística.
Pero nadie pone en duda que un hotel no sea susceptible de ser un alojamiento turístico.
Algo parecido ocurre con las infraestructuras y servicios asociados a la restauración5.
Luego, la vivienda, al igual que otras infraestructuras y servicios, es susceptible de
formar parte del conjunto de elementos que componen el turismo, lo que sucederá
cuando proporcione servicio a un turista. Por lo tanto, no es menos turística que el resto
de infraestructuras de alojamiento.
A modo de conclusión podemos decir que la naturaleza de la infraestructura, y
en especial el alojamiento por ser nuestro objetivo, no le proporciona el significado
turístico, sino que es la situación la que se lo otorga. Y esta situación será definida
como tal cuando las instalaciones sean utilizadas por los turistas de manera voluntaria6.
Luego, habrá Turismo Residencial siempre y cuando el sujeto que se aloja en una
vivienda pueda ser considerado un turista.
 
personales en actividades de ocio y en las relaciones sociales y de convivencia, constituyendo
en si mismo un producto turístico tipificado”.
En la misma línea se encuentra lo señalado por Raya Mellado y Benítez Rochel (2002), para
los que el turismo residencial es un espacio turístico que constituye en sí mismo un producto
turístico o parte de un producto turístico del lugar de destino, que conlleva una serie de
determinantes o requisitos que afectan a la naturaleza del mismo espacio:
1. Su construcción, diseño y funcionamiento debe orientarse a proporcionar al turista una
alta calidad de vida. Donde las cuestiones relativas al paisaje y al medio ambiente cobran
especial protagonismo.
2. Este espacio debe permitir el desarrollo de las actividades de ocio del turista, para lo cual
debe estar dotado de las correspondientes instalaciones y servicios turísticos.
3. Su estructura y equipamientos deben permitir el desarrollo de las relaciones sociales y de
convivencia.
5 Parece que sólo los souvenirs serían un producto exclusivamente turístico, ya que los
residentes habituales no necesitan llevarse “recuerdos” del lugar ni demostrar con ellos que
han estado ahí.
6 Es importante tener en cuenta la voluntariedad de la acción, puesto que se puede dar el caso
de que los turistas utilicen frecuentemente la comisaría para denunciar robos, y se interprete
este espacio como una instalación turística.
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En consecuencia, lo que vamos a hacer a continuación es, en primer lugar, identificar
las características que definen al turista partiendo de la definición de turismo elaborada
por la Organización Mundial del Turismo (a partir de ahora OMT), ya que ésta resulta la
más operativa. En segundo lugar, aplicaremos dichas características a las diferentes
realidades que tienen lugar bajo el término Turismo Residencial.
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5. La definición de turismo de la Organización Mundial del Turismo
La definición de turismo de la OMT, dice así:
“el turismo comprende las actividades que realizan las personas durante sus viajes
y estancias en lugares distintos al de su Entorno Habitual, por un periodo de tiempo
consecutivo inferior a un año con fines de ocio, por negocio y otros”, en donde “el
Entorno Habitual de una persona consiste en una cierta área alrededor de su lugar de
residencia más todos aquellos lugares que visita frecuentemente” (Sancho, 1998: 44).
De esta definición se desprende la importancia del concepto de Entorno Habitual
como elemento clave a la hora de determinar si los desplazamientos de las personas son
o no turísticos.
Al dejar tan abiertos los fines del turismo, no le otorga importancia a los mismos, razón
por la que no se han considerado una característica definitoria del turista. No obstante,
este asunto es susceptible de provocar profundas reflexiones, pero escapa al objetivo del
presente artículo.
6. El concepto de Entorno Habitual
Como ya se ha mencionado el concepto de Entorno Habitual es clave para la
identificación de si los desplazamientos que realizamos las personas son o no de
naturaleza turística. Como también hemos podido comprobar la definición de la OMT
es ambigua en lo referente a este concepto. No obstante, en otro documento la misma
institución señala que la definición de este concepto se basa en los criterios que exigen:
a. Una distancia mínima recorrida para considerar a una persona como visitante.
b. Una duración mínima de ausencia del lugar de residencia habitual, y
c. Un cambio de localidad o de unidad territorial administrativa mínima.
www.world-tourism.org
No obstante, la información complementaria aportada por dicha institución no es
suficiente para la elaboración de una definición operativa de Entorno Habitual. Por esta
razón vamos a recurrir a lo expuesto al respecto por el Instituto de Estudios Turísticos (a
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partir de ahora IET). En un breve documento elaborado sobre el concepto de Entorno
Habitual en la estadística Familitur7, el IET llega a la conclusión de que “aplicar el
criterio de las unidades territoriales administrativas para medir el Entorno Habitual no
plantea grandes desviaciones respecto a los resultados que se obtendrían teniendo en
cuenta la frecuencia y la distancia”, (definidos por Eurostat en la Decisión de la
Comisión de 9 de diciembre de 1998 sobre los procedimientos de aplicación de la
directiva 95/57/CE del Consejo). Por lo que el IET define el concepto de Entorno
Habitual en función del criterio de municipalidad. Es decir, el Entorno Habitual de una
persona es el municipio en el que está situada la residencia principal. Esta definición de
Entorno Habitual, como vamos a comprobar ahora, peca de estática. La razón de que
afirmemos esto es que los datos aportados anteriormente no reflejarían los cambios del
Entorno Habitual producidos por un comportamiento residencial reincidente o
estacional. Para explicar mejor el planteamiento que acabamos de hacer, vamos a
utilizar como herramienta pedagógica la generación de escenarios.
Pongamos el ejemplo de una persona que durante 10 meses de un determinado año
reside en un lugar diferente al lugar del que partió, esto es, su residencia principal. Si
analizamos este año de manera aislada, vemos que dicha estancia es turística pues
cumple con los requisitos. Pero si esta situación se repite año tras año, y por lo tanto,
ampliamos nuestro muestra a varios años, la situación experimenta un vuelco radical. Si
aceptamos que el Entorno Habitual de una persona no es consecuencia de la arbitraria
elección de ésta, sino que es el resultado de su realidad socio-espacial, es decir, éste es
el que es y no el que dicha persona quiere que sea. El Entorno Habitual del escenario
propuesto cambiará y será el lugar en el que en un principio realizaba las estancias
turísticas, pues en este lugar pasa la mayor partede su tiempo, por lo que pasa a ser su
residencia principal, aunque no se empadrone. Es decir, lo que deducimos de la
definición de turismo de la OMT es lo siguiente: si el hecho de que una persona
permanezca casi todo un año en un lugar diferente al de partida, sin que ello repercuta
en la definición de residencia principal y por lo tanto de Entorno Habitual, quiere decir
que el Entorno Habitual se define en base a un pasado reciente, una especie de lugares
comunes de los años precedentes. Lo que en este artículo se plantea es que en la
definición de la OMT está implícita la idea que acabamos de explicar, al plantear una
 
7 www.iet.tourspain.es/informes/documentacion/familitur/DocumentosMetodologicos/EntornoHabitualFamilitur.pdf
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situación así, pero que en nuestro caso consideramos de enorme importancia hacer
explícito, para poder resolver si determinadas situaciones denominadas como Turismo
Residencial realmente son situaciones turísticas. Es decir, planteamos la definición de
Entorno Habitual desde un punto de vista más dinámico, que tenga en cuenta los
cambios en la residencia principal derivados de la movilidad de la persona. Para ello
introducimos, tal y como sugieren Bell y Ward (2000), una tercera dimensión, además
de la duración y la municipalidad (que aunaría distancia y frecuencia) señaladas
anteriormente. Esta sería la estacionalidad en los desplazamientos, es decir, si hay algún
tipo de reincidencia anual.
A modo de conclusión, lo presentado anteriormente identifica la duración de la estancia,
la distancia y la frecuencia (reunidos en el concepto de municipalidad), y la
estacionalidad, como elementos clave con los que determinar la residencial principal y
por lo tanto el Entorno Habitual.
No obstante, también se puede recurrir, de forma complementaria, a otras aportaciones
que relacionan espacios y comportamientos. En esta línea se situaría lo señalado por
John Urry (1996), para el que una característica principal de la experiencia turística,
sería el encuentro con situaciones y lugares que contrastan con la normalidad de la vida
cotidiana. Parece lógico que ante espacios y situaciones alejados de la cotidianidad,
aparezcan comportamientos en la misma línea. Y si la cotidianidad tiene lugar en el
Entorno Habitual, podemos decir que los comportamientos fuera de lo cotidiano tienen
lugar fuera del Entorno Habitual. Es decir, que a partir del estudio de los
comportamientos podemos deducir si se está o no en el Entorno Habitual.
Teniendo en cuenta los resultados de un estudio llevado en cabo en la Costa del Sol
sobre población jubilada europea (Rodríguez, 1999: 9), el cual concluye que
“los jubilados europeos que residen menos de 6 meses al año tienden sobre todo
a realizar actividades “vacacionales”: ir a bares o restaurantes, hacer reuniones,
deporte, excursiones, o las reparaciones que se precisan en el hogar al ausentarse
cierto tiempo. Sin embargo, las actividades más relacionadas con la permanencia en y
la pertenencia a un lugar, en todo lo que significa el asentamiento de un hábito (ir al
club, leer, ver la televisión, hacer manualidades) están más extendidas entre quienes
residen 6 ó más meses al año”.
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perspectivas teóricas y empíricas. Pp. 55-70. Ed. Aguaclara. Alicante. ISBN: 84-8018-264-4
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podemos ver que las estancias de menos de 6 meses mantendrían actividades y
comportamientos vacacionales, es decir, fuera de la normalidad de la vida cotidiana, por
lo que no sería considerado como Entorno Habitual. Y las estancias superiores estarían
ligadas a dicha cotidianidad, definiendo el escenario de las mismas como Entorno
Habitual. Las conclusiones de este estudio irían en la misma línea de lo planteado
anteriormente, en donde los comportamientos cotidianos y por lo tanto el Entorno
Habitual iría asociado a la duración de la estancia. Por lo tanto, una manera de
complementar la identificación de los límites temporales de cuándo determinadas
situaciones son o no turísticas, es a través del estudio de los comportamientos en dichos
espacios. El inconveniente de este tipo de estudios es el coste que suponen, pero por
otro lado, aportan información que hace más precisa dicha identificación.
7. La segunda residencia y el turismo residencial: aplicación del concepto de Entorno
Habitual al uso de la segunda residencia.
Como se ha comprobado, para que podamos hablar de actividad turística cuando
se utiliza una vivienda, el estatus de la misma debe ser residencia secundaria. Pero ello
no quiere decir que cualquiera que sea el uso que se le de a la segunda residencia nos
vayamos a encontrar con una actividad turística. Es decir, el Turismo Residencial se da
en el marco más amplio de la segunda residencia como alojamiento, como soporte
residencial de las actividades turísticas. Cuando hay Turismo Residencial hay,
necesariamente, alojamiento en segunda residencia desde el punto de vista del turista8.
Esto es así, obviamente, porque la residencia principal del sujeto es considerada como
Entorno Habitual. Luego, dicho tipo de turismo sería uno de los usos que puede
albergar la segunda residencia. No obstante, en la segunda residencia también se pueden
dar otros usos que no presenten características turísticas.
En el lado contrario estarían tanto las viviendas que no acogen a turistas, es
decir, las que constituyen, en función del ritmo de uso, el Entorno Habitual, como
aquellas viviendas que son consecuencia de intereses económicos. En la línea de la
motivación económica estaría lo señalado por autores como Valenzuela Rubio (2003) y
 
8 Es necesario matizar que el estatus de secundaria es desde el punto de vista del turista,
puesto que se puede dar el caso de que la vivienda tenga el estatus de principal para sus
dueños que la alquilan en los meses de verano a turistas.
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Gili i Fernández (2003). Según señala Valenzuela Rubio, ”está por demostrar si tal
alegría constructora tiene que ver principalmente con decisiones de inversión “en
ladrillo” o responde a la reactivación del fenómeno residencial-secundario, abriendo
un nuevo capitulo de las practicas turísticas y recreativas” (114). En la misma línea se
encuentra lo señalado por Gili i Fernández (2003), para la que la “la demanda de
segundas residencias en multitud de casos surge de capas sociales solventes en
momentos de bonanza económica y atiende más a un interés de ahorro fiscal y a una
necesidad de esconder el “dinero negro” que no a puras necesidades de ocio. Por lo
tanto, nos referimos a una ocupación del suelo por parte del sector inmobiliario o
financiero en vez de por el sector turístico” (2).
Por otro lado tendríamos aquellas que forman parte del Entorno Habitual. Este sería
el caso de la segunda residencia propia de las áreas urbanas o metropolitanas que, al no
cumplir el criterio de distancia, no sería considerada como alojamiento turístico, y por
lo tanto no puede ser denominado como Turismo Residencial. De hecho en Cataluña el
conjunto de residencias secundarias de la población metropolitana está provocando
“importantes procesos de reordenación de la movilidad de sus usuarios” (Vera, 1997:
246), hasta el punto de que “para determinadas distancias respecto al centro emisor de
Barcelona, la actual movilidad está afectando los tradicionales asentamientos de
residencia secundaria, provocando la transformación de las viviendas temporales ya
edificadas en principales y ocasionando el simple desdoblamiento de la unidad
residencialfamiliar” (Roger, 1991, citado en Vera Rebollo, 1997: 246). En definitiva,
y a la luz de la definición de turismo de la OMT, podemos decir que las residencias
secundarias metropolitanas forman parte del Entorno Habitual de sus usuarios, y que
por lo tanto, este tipo de desplazamientos y las estancias no constituirían actividad
turística alguna. Este sería un argumento en la misma línea del utilizado por Cohen en
1974, al definir a los usuarios de estos alojamientos como turistas marginales,
basándose en el criterio de no-repetición que caracteriza al turista. Sin embargo, están
los autores que defienden la denominación turística de estos propietarios/usuarios de
segundas residencias fundamentándose en; los aspectos recreativos que caracterizan la
situación (Coppock, 1977); en las aportaciones que en muchas regiones realizan en
cuanto a actividades y posibilidades turísticas (Jackson, 1986).
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No obstante, a la luz de la definición de la OMT, estas situaciones no constituirían
experiencias turísticas. Esto no significa obviar una realidad, sino mirarla de una forma
diferente. Son diferentes formas de movilidad y recreación, con diferentes
características y diferentes necesidades.
Dentro de este uso de la segunda residencia se encontraría buena parte de los viajes de
corta duración a la segunda residencia (CD2R) recogidos por el IET.
Por otro lado nos encontramos con las segundas residencias del litoral, que
aunque también presentan usos similares a las segundas residencias localizadas en el
ámbito metropolitano, en su mayor parte, tal y como ha señalado Valenzuela Rubio
(2003), presentan unos ritmos de uso diferentes. De hecho, es en estas zonas donde tiene
una mayor presencia la residencia secundaria utilizada en los periodos vacacionales y
los asentamientos semi y permanentes de población jubilada de países del centro y norte
de Europa. Este tipo de viviendas se caracteriza por estancias de una mayor duración. Y
es este elemento, la duración de la estancia, el punto clave para determinar si la estancia
es o no turística. Veamos en qué situaciones en las que se producen largas estancias en
una segunda residencia, ésta puede considerarse como turística, y por lo tanto como
Turismo Residencial (cuadro 1.).
Cuadro 1.
Imaginemos que la estancia en la segunda residencia no supera de manera
continuada los seis meses, es decir, menos de la mitad, y se repite año tras año, no se
TURISMO RESIDENCIAL A LA LUZ DE LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL 
TURISMO
Destino
Diferente
menos de 6 meses
NO
6 meses ó más
SÍ SÍ
Mismo 
(estacionalidad)
Estancia consecutiva en la segunda residencia
SÍ hay Turismo 
Residencial 
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modificará el Entorno Habitual, ya que la mayor parte del tiempo se reside en la
vivienda de la que se partió, la principal. Si se repite el destino año tras año
(estacionalidad), tampoco se modificará el Entorno Habitual, pues, al igual que en el
caso anterior, la mayor parte del tiempo se reside en la vivienda de la que se partió.
En definitiva, en estancias en viviendas por una duración menor de seis meses de forma
consecutiva, se considerará como turística, sin importar la reincidencia anual.
En el caso de que la estancia de esta persona/-as no supere el año pero ocupe la
mayor parte de éste, será considerada, en principio, como turística según la definición
de la OMT (la versión estática de Entorno Habitual). Pero si esta situación se repite año
tras año (estacionalidad), esto influirá en la definición de Entorno Habitual de largo
plazo, que pasará a ser la, en un principio, segunda residencia. Es decir, si la estancia
ocupa la mayor parte del año y el destino se repite, dicha experiencia dejará de ser
turística bajo la definición de la OMT, ya que pasará a ser su Entorno Habitual9. Por el
contrario, si el destino es diferente cada año, la estancia será turística pues el Entorno
Habitual seguirá siendo su lugar de origen, ya que es el denominador común del lugar
de residencia de los últimos años.
Por lo tanto, las estancias turísticas de forma continuada en viviendas durante la
mayor parte del año lo son, en tanto que no se repita el destino de los desplazamientos.
 
9 Por la razón que se ha comentado en el apartado del Entorno Habitual.
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8. Conclusiones
A modo de conclusión, y aplicando la definición de la Organización Mundial del
Turismo y el criterio de Entorno Habitual del Instituto de Estudios Turísticos, podemos
decir que en definitiva, las estancias en viviendas por una duración menor de seis meses
de forma consecutiva, se considerarán como turísticas, sin importar la reincidencia
anual. Y las estancias turísticas de forma continuada en viviendas durante la mayor
parte del año lo serán, en tanto que no se repita el destino de los desplazamientos.
El Turismo Residencial constituye una parte de una realidad más amplia que son
las segundas residencias. Siempre que haya Turismo Residencial éste se llevará a cabo
en una segunda residencia, pero por el contrario, no siempre que se utiliza una segunda
residencia se puede hablar de Turismo Residencial. Por lo tanto, y según nuestra
opinión, al contrario de lo señalado por Vera Rebollo (1997) y Raya Mellado y Benítez
Rochel (2002) de que el fenómeno de la residencia secundaria se engloba dentro del
Turismo Residencial, sucede justamente lo contrario, es decir, que el Turismo
Residencial se engloba dentro de la residencia secundaria.
El Turismo Residencial es algo más que la utilización de una segunda residencia. Dicha
utilización tiene que cumplir con las características de una estancia turística, es decir, el
sujeto debe ser un turista.
Lo que se desprende de lo anterior es que los asentamientos de población
extranjera jubilada, ampliamente denominados como Turismo Residencial y
caracterizados por estancias consecutivas superiores a los seis meses por año, y de
carácter estacional, no constituye actividad turística, puesto que pasa a ser su residencia
principal y por tanto su Entorno Habitual. Por supuesto, las estancias permanentes de
ningún modo pueden constituir un fenómeno turístico, puesto que supone un cambio de
residencia principal.
La existencia de este artículo, con la intención de arrojar luz sobre una realidad
presente en multitud de municipios españoles, es una muestra más que confirma la
creciente complejidad en las formas de movilidad que están teniendo lugar en las
sociedades occidentales, y que tal y como señalan Williams y Hall (2000:20), “se
ubican de modo continuo entre la migración definitiva y el turismo”, y que hacen
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cuestionarse “las identificaciones y categorías tradicionales basadas, por ejemplo, en
el turista y el turismo”(Gustafson, 2002: 338). No obstante, lo que hemos pretendido en
este trabajo es operativizar el concepto de Turismo Residencial y no entrar en debates
excesivamente teóricos sobre la naturaleza del turismo. Por esta razón hemos adoptado
las definiciones y puntos de partida de instituciones de reconocido prestigio en la
medición de los fenómenos turísticos.
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