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/ DE LA TEORIA LINGÜÍSTICA A LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA PUBLICADA BAJO LA DIRECCIÓN DE JEANNE MARTINET CON LA COLABORACIÓN DE O. DUCROT, D. FRANgOIS, F. FRANgOIS, B.-N. GRUNIG, M. MAHMOUDIAN, A. MARTINET, G. MOUNIN, A. TABOURET-KELLER y H. WALTER VERSIÓN ESPAÑOLA DE MARÍA VICTORIA CATALINA fe BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPANICA EDITORIAL CREDOS MADRID Jeanne Martinet (ed.) DE LA TEORIA LINGÜISTICA A LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA En materia de lenguaje, cada cual lleva un dómine dentro. O así solía ocu¬ rrir —seamos generosos— hasta que la lingüística moderna ha venido a agrie¬ tar las viejas construcciones. Amisto¬ sos, comprensivos, los lingüistas reuni¬ dos en esta obra se acercan a los pro¬ fesores de lenguas para orientarles acerca de cómo deben enfocar su en¬ señanza y resolver los problemas que se les planteen. ¿Quién dudará de que una mejor formación lingüística hará más fecunda la labor de los pedago¬ gos? Además, se trata de un grupo de lingüistas suficientemente compacto, pues todos ellos profesan los principios de la lingüística fvmcional y de su maestro. Andró Martinet, quien ha contribuido también al libro con dos magníficos trabajos.‘-;-;X i Permítasenos e^^zar algunas ideas y aspectos de no seguir uno a imo los articulé.' Según la lingüística fimcional, cada lengua ha surgido como ima creación arbitraria respecto a la realidad expresada, pero constituye un sistema de signos, de unidades que se oponen entre sí funcionalmente. En esos signos importa tanto la expresión como el contenido, tanto la sustancia como la forma. Combinando un nú¬ mero limitado de elementos y estruc- (Pasa a la solapa siguiente) COCNOSCO EX PARTE ASJ.BATALIBRARY :NT UNIVERSITY I I •'li' «’Hr* ^«írAlí #v<'4íítí-.wi* ^tr.'' •:'-,tr -»(|KWU.“. A »»< piV ’*'V ^^^H||ému arv(«^ ■•' ■Klrb«Ail> v.-<A> ;li;:^i VVkl ’;• -■ BiÍB4''- .** pS»? • ]j| ' '■■• #* <'-. vM ^ jjfilF iti*'4<KJt ' m^PB ' •>» <0 •4-!^"'A"** ^ ^ i”'-.- íii . ' ir »*fi* , ,^■*1#^*- '■'• i.|i||trt t Ir^fn» •■ • « Ítlf 1*^4 - ' ..>*•.- |U"4r. 4r 1?^' «* xVf^tclAikTO ^ -if 'i Vv'->t«e'* tjrtIkisiNbi '-' • ^ r|t i» \4^1A ^ O;*;' -• «•.»*■ jPISM íi ’ tti'AÍ(lü'‘i<U ». gt^ tíí^tlh <\\,\- DE LA TEORÍA LINGÜÍSTICA A LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA Dirigida por DÁMASO ALONSO II. ESTUDIOS Y ENSAYOS, 234 DE LA TEORIA LINGÜISTICA A LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA PUBLICADA BAJO LA DIRECCIÓN DE JEANNE MARTINET CON LA COLABORACIÓN DE O. DUCROT, D. FRANÓOIS, F. FRANgOIS, B.-N. GRUNIG, M. MAHMOUDIAN, A. MARTINET, G. MOUNIN, A. TABOURET-KELLER y H. WALTER VERSIÓN ESPAÑOLA DE MARÍA VICTORIA CATALINA BIBLIOTECA ROMANICA HISPANICA EDITORIAL CREDOS MADRID o 1972, Presses Universitaires de Frange, París. O EDITORIAL CREDOS, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madríd, 1975, para la versión española. Título original: DE LA THÉORIE LINGUISTIQUE A L’ENSEIGNE- MENT DE LA LANGUE. Depósito Legal: M. 35726-1975. ISBN 84-249-0653-5. Rústica. ISBN 84-249-0654-3. Tela. Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madríd, 1975.— 4392. INTRODUCCIÓN Desde hace algunos años, un número cada vez mayor de enseñantes, preocupados por ejercer mejor su oñcio, tratan de iniciarse en las disciplinas que estiman capaces de ayu¬ darles a establecer las bases de una pedagogía más eñcaz. La lingüística es una de ellas y sería imposible en esta materia organizar un número suñciente de cursillos y semi¬ narios para hacer frente a las necesidades y al apetito de im público que no cesa de aumentar. Lo que, muy a menudo, parece esperar ese público es que se le proporcione de golpe todo un material «listo para enseñar» utilizable inmediata¬ mente en las clases. Ahora bien, existen tantas diferencias entre los alumnos, tanto debidas a sus aptitudes intelectua¬ les como a factores psicológicos o socio-culturales, que in¬ cluso cuando se proporcionara un material tal, necesita¬ ría retoques y adaptaciones para convenir a cada grupo, si no a cada caso, y sólo podrían hacer esos retoques y adap¬ taciones personas suñcientemente duchas en los principios y teorías que sirvieron de base a la elaboración del material. En consecuencia, incluso cuando se hubiese puesto a punto el instrumento de enseñanza que muchos esperan, los en¬ señantes no podrán sustraerse a la necesidad de adquirir una información teórica suñcientemente avanzada. 313713 8 Teoría lingüística y enseñanza Nada puede convenir mejor para esta formación que las Claves para la lingüística, de Georges Mounin, y los Ele¬ mentos de lingüística general, de Andró Martinet. La presente obra no pretende reemplazarlos, pero es, en cierto modo, la continuación, una continuación hecha muy especialmente con vistas a los enseñantes. En efecto, hemos reunido en este volumen, conferencias pronunciadas en seminarios y cursillos que agrupaban a miembros de todos los niveles de la enseñanza: maternal, primaria, secundaria, así como a psi- copedagogos e inspectores. La elección de los temas fue dic¬ tada por las preocupaciones de nuestros oyentes. Bien se trate de exposiciones más o menos teóricas o de contribuciones que ilustren los pasos de la lingüística fun¬ cional, el objetivo ha sido siempre el de tender un puente entre la teoría y la práctica pedagógica que aquélla podría inspirar. Corresponderá a los enseñantes hacer el resto del camino y elaborar su propio material. Mejor aún, equipos mixtos, ya existentes, deberán poner en común sus conoci¬ mientos y su experiencia para dar soluciones adecuadas a los problemas de contenido y método de la enseñanza. En un capítulo inicial, Frédéric Frangois, al pasar revis¬ ta a los caracteres generales del lenguaje, busca, a propósito de cada uno de ellos, lo que, en una práctica pedagógica, puede favorecer o perjudicar el aprendizaje y adquisición de la primera lengua o de las lenguas segundas. Mortéza Mahmoudian muestra a continuación cómo, frente a las teorías distribucionalista de Zellig Harris o glosemática de Louis Hjelmslev, la lingüística funcional per¬ mite delimitar al máximo los hechos lingüísticos del domi¬ nio de la sintaxis. Igualmente a la sintaxis está dedicado el trabajo siguiente de Frédéric Frangois, que trata del pro¬ blema del enunciado mínimo, tan fundamental a nivel del análisis teórico como de la práctica pedagógica. Sigue un Introducción 9 tratamiento contrastivo, por André Martinet, de las formas oral y escrita de la lengua, que se apoya muy ampliamente en el estudio de las formas del verbo francés y su adquisi¬ ción por el niño y que desemboca, en el capítulo siguiente, en el problema de la codiñcación de la forma hablada me¬ diante la escritura. Nos esforzamos, a continuación, en con¬ frontar lengua y código sometiendo un código particular (las señales de tráñco) a un análisis funcional; nos es evidente que se utilizan numerosos códigos gráficos en la enseñanza, en particular en la técnica, y que, de su estudio sistemático, debería derivar un empleo más eñcaz. El capítulo siguiente nos ofrece el punto de vista de un lógico, Oswald Ducrot, sobre las relaciones de la lógica y la estructura de las lenguas. Denise Frangois no ha dudado en tratar un problema delicado, el primero que surge cuando se enfrentan ense¬ ñantes y lingüistas: ¿se debe enseñar una norma y, si se debe, cómo deñnirla? Problema experimentado con especial agudeza por los que se encuentran frente a niños bilingües. Por eso hemos pedido a Andrée Tabouret-Keller que pre¬ sentara aquí el bilingüismo en el contexto escolar. Tendre¬ mos derecho a preguntarnos al leer la contribución de Hen- riette Walter si, de hecho, toda situación lingüística no implica un cierto grado de bilingüismo: si no habría más que idiolectos. Sin embargo se verá cómo, por la búsqueda de la pertinencia, sepuede superar esa fragmentación. Per¬ tinencia, búsqueda de criterios en todos los niveles del anᬠlisis, es lo que ilustran las páginas que Georges Mounin ha consagrado a la coordinación. Basándose en el análisis funcional que no sólo ha pro¬ porcionado unidades y los sistemas que éstas constituyen, sino que también ha mostrado cómo funcionan esos sistemas en la comunicación, Blanche-Noélle Grunig propone las ba- JO Teoría lingüística y enseñanza ses de una gramática para la enseñanza de una segunda lengua de las que los enseñantes podrán ciertamente sacar provecho. Este volumen representa, pues, una contribución de la lingüística funcional a la solución de problemas planteados por la enseñanza de las lenguas en cuanto instrumentos de comunicación. Ello es lo que justifica el título que le he¬ mos dado. J. M. LOS CARACTERES GENERALES DEL LENGUAJE* CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS Frédéric pRANgOIS Se puede aprender a hablar sin saber lingüística, como se puede digerir sin conocer la teoría de la digestión. Es lo que parece que hacen todos aquellos, niños o adultos, que adquieren una lengua por simple contacto con aquellos que la hablan. Pero de hecho la lingüística tiene algo que decirnos so¬ bre la adquisición de las lenguas por dos razones esencia¬ les. Primero, el que adquiere una lengua por «simple con¬ tacto» no repite sólo fórmulas válidas para una clase de situaciones: debe hacer un gran número de análisis, aun cuando no sean conscientes, para superar la comprensión global del enunciado, que es de hecho una comprensión parcial que aísla unos elementos reconocidos en una niebla mal identiñcada. Debe hacer un gran número de ensayos y de errores para llegar a utilizar en una situación nueva los medios lingüísticos que están a su disposición. Un análisis 1 Conferencia pronunciada en el Instituí Pédagogique National, el 18 de junio de 1969. 12 Teoría lingüística y enseñanza correcto debe permitir dar un marco mejor a esos esfuer¬ zos. En segundo lugar, una gran parte de la adquisición de la lengua materna y la casi totalidad en la de las lenguas extranjeras no se hacen por simple contacto, sino cons¬ cientemente por pedagogía. Ahora bien, hay muchas teorías sobre la lengua que, lejos de facilitar su adquisición, la perturban. Así las gramáticas tradicionales, que mezclan los niveles de lengua, deciden arbitrariamente la norma y utilizan conceptos que oscurecen los hechos en vez de acla¬ rarlos. Por ejemplo, ¿qué es una palabra? ¿Cuántas pala¬ bras hay en hasta que, en he comido, en al? El criterio del «entre dos blancos gráficos» es manifiestamente engañoso y oculta la unidad o la multiplicidad de las opciones lingüís¬ ticas reales. La lista de esos análisis que oscurecen los he¬ chos sería infinita: ¿por qué muy y a menudo son, los dos, «adverbios»?, ¿el infinitivo es un nombre o un verbo? No se considerará aquí todo lo que la lingüística puede enseñamos sobre la lengua francesa, sino en general sobre el lenguaje. Pero ¿cómo conocer el lenguaje y sacar de ese conoci¬ miento enseñanzas concernientes a la forma de enseñarlo en contraste con las ciencias naturales o las matemáticas? De hecho, decir que un hombre está dotado del lenguaje es decir que es capaz de adquirir una o varias lenguas. En suma, el lenguaje no se conoce más que por las lenguas: el conjunto de caracteres comunes a todas las lenguas es lo que les permite funcionar. Si se tratase solamente de caracteres comunes a todas las lenguas reconocidos empí¬ ricamente, se necesitaría entonces para poder hablarlas co¬ nocer todas las lenguas pasadas, presentes y futuras, lo que es evidentemente imposible. Si se puede hablar de lenguaje es porque, por una parte, existe un cierto número de carac¬ teres necesarios a todas las lenguas y, por otra, porque sus Caracteres grates, del leng. Consecuencias pedagóg. 13 diferencias no se reparten al azar, sino que en buena parte constituyen como una elección entre un número limitado de posibilidades. Ya sean necesarios o facultativos, el punto más importante es que esos caracteres se impliquen los unos a los otros, lo que permite una reflexión sobre el «lenguaje en general». Por ejemplo, no sólo podemos comprobar que todas las lenguas se hablan y se entienden y por otra parte son arbi¬ trarias, es decir, compuestas de signos cuya forma no tiene ninguna relación necesaria de parecido con las realidades o con los aspectos de la realidad que sirven para comu¬ nicar, como el símbolo X para el cruce, sino que, además, un signo hablado, a diferencia de un símbolo dibujado, es necesariamente lineal, es decir, compuesto de vmidades que deben sucederse en una sola dimensión (la línea del tiempo). Esto impide evidentemente la semejanza del signo con los objetos o los aspectos de la realidad; los casos con¬ trarios de armonía imitativa son evidentemente raros y ja¬ más necesarios. Sin poder absolutamente deducir lo uno de lo otro, ya que se puede imaginar un sistema de signos no lineales y sin embargo arbitrarios, carácter lineal y ca¬ rácter arbitrario se condicionan de hecho el uno al otro. En esos rasgos comunes a todo lo que es lengua y que hacen que no se pueda elaborar una teoría general de la adqui¬ sición, que abarcaría todos los comportamientos y en par¬ ticular los comportamientos lingüísticos, sin tener en cuenta la especiflcidad del objeto enseñado, es en lo que se que¬ rría insistir aquí. El primer hecho notorio es precisamente que hay en to¬ dos los grupos humanos un lenguaje que presenta carac¬ teres comunes. Después de todo, ¿por qué no habría un sistema privilegiado de comunicación gestual en Europa, 14 Teoría lingüística y enseñanza cantado en Asia, gráfico en África, etc.? En suma, el primer carácter del lenguaje que hay que subrayar es que todos los hombres hablan. De ahí una consecuencia pedagógica importante: la ad¬ quisición de una segunda lengua es completamente diferen¬ te de la adquisición de una primera lengua: a cualquiera que sepa hablar una lengua, cualquiera que sea, no ten¬ dremos que enseñarle lo que es la relación de una serie de sonidos ni para qué valen (lo que no sería quizás evi¬ dente para un marciano). Tampoco, para poner un ejemplo más preciso, habrá que enseñarle lo que es una expansión, es decir, la adjunción de nuevos términos a los miembros de un enunciado mínimo, ya que la posibilidad de expan¬ sión existe en todas las lenguas. Todas las lenguas presentan rasgos fundamentales comu¬ nes, pero, además, sus diferencias no son infinitas en núme¬ ro, ya que, en cuanto lenguas, están sometidas a elegir entre un cierto número de posibilidades. Por ejemplo, si una len¬ gua utiliza la posición relativa de las unidades significativas para manifestar sus relaciones, en virtud de la linealidad no hay más que dos posibilidades: la unidad A está colo¬ cada delante o detrás de la unidad B. Enseñar las lenguas supone, por tanto, el estudio de sus semejanzas y de sus diferencias que actúan entonces como interferencias, posi¬ tivas cuando facilitan el aprendizaje de una nueva lengua, negativas cuando lo entorpecen. Antes de entrar en el detalle de esos caracteres comunes a las lenguas señalaremos que no sólo todos los hombres hablan, sino que el lenguaje es para todos el único instru¬ mento de comunicación universal. Instrumento, porque no es un fin en sí. Cuando un hombre habla, se interesa por lo que quiere decir y no por los procedimientos que utiliza para decirlo, que, normalmente, permanecen inconscientes. Caracteres grates, del leng. Consecuencias pedagóg. 15 Adquirir una lengua es adquirir los hábitos inconscientes de comunicación propios de una comunidad dada. En esto estriba la diferencia entre saber algo sobre una lengua y saber una lengua. De ahí el problema pedagógico: según la edad,los conocimientos previos, etc., de los sujetos, ¿cuáles son los nexos entre ese saber sobre una lengua y el saber una lengua? ¿Por qué de comunicación?: porque el manejo de la len¬ gua supone un circuito en el que cada uno es al mismo tiempo emisor, oyente del otro y oyente de sí mismo, y esto es lo que explica los principales caracteres de las len¬ guas y no tal uso particular que nosotros hagamos de la lengua, ni sobre todo los caracteres propios de lo que tene¬ mos que comvmicar. La comunicación, no el objeto a comu¬ nicar, es la que nos obliga a utilizar un canal audio-oral y no otro. Ahora bien, no es el carácter propio del objeto de que se habla, ni sus dimensiones propias desde luego, ni el hecho de que sea en sí mismo frecuente, lo que hace que por término medio sean las palabras más frecuentes las de forma más breve: es preciso que las realidades sean pri¬ mero identificadas, por ejemplo, como cosa o como nada, para después aparecer con frecuencia en la lengua. Esto implica que se distinga entre comunicación y trans¬ misión. Se llama transmisión al acto que hace pasar un mensaje ya organizado a unidades significativas; por ejem¬ plo, transformar los sonidos de la palabra en signos del Al¬ fabeto Morse o en signos ortográficos es un medio de trans¬ mitirlos. Por el contrario, el que pasa de una experiencia no lingüística a su comunicación no hace sino transmitir un mensaje ya organizado en otra parte: debe elegir para decir: he visto un animal, un león, algo, en función de los medios suministrados por la lengua, incluso si hic et nunc todos esos enunciados pueden corresponder a una misma 16 Teoría lingüística y enseñanza situación. Esto entraña alternativas, pero igualmente impo¬ siciones: no puedo decir hombre está allí, aun cuando no quiera precisar si hay uno o varios hombres; si quiero ha¬ blar de una acción hecha por Pablo, si doy al signo Pablo la función sujeto, deberé dar a la palabra que designe la acción la función verbo (Pablo llega y no Pablo llegada). Todo esto no tiene nada que ver con lo que se comunica, sino con la organización de la forma de lo que se comunica. Igualmente, si no se considera ya tal opción hecha en tal circunstancia, sino el reagrupamiento de los medios lin¬ güísticos en circunstancias diferentes, ningima esencia de lo «bello» obliga a utilizar un mismo adjetivo en una bella mujer, una bella cafetera y un bello proyecto. No sería nin¬ gún absurdo que en estos tres casos se utilizaran tres tér¬ minos diferentes. De ahí, en pedagogía, los peligros de la ilusión del «completamente natural», que procede solamen¬ te de nuestra costumbre de comunicar en tal o cual lengua: no es más «natural» adoptar el orden sujeto-verbo-objeto que el orden sujeto-objeto-verbo. No es más natural tener una palabra para designar la nieve, que veinte para caracterizar estados diferentes de lo que llamamos la nieve. No es más natural deber expresar gramaticalmente el tiempo que la naturaleza momentánea o continua de la acción, como hace el francés con medios léxicos como venir de o continuer á (acabar de o continuar haciendo). Que una lengua no es «completamente natural», deter¬ minada por los caracteres de la realidad extra-lingüística que se comunica, se ve incluso en el hecho de que este instrumento de comunicación se adapta a las circunstan¬ cias de la comunicación: la fonología y la sintaxis —^y no sólo el léxico, como es evidente— no son las mismas se¬ gún se trate de bromear o de hacer un curso de química. Y como cada uno ha aprendido a hablar practicando la Caracteres grates, del leng. Consecuencias pedagóg. 17 comunicación en circunstancias diferentes, cada uno tiene hábitos lingüísticos parcialmente diferentes de los de todos los demás, no siendo posible la comimicación más que por¬ que somos capaces de comprender un gran número de procedimientos lingüísticos que no utilizamos jamás; dicho de otro modo, porque nuestros hábitos como receptor son mucho más amplios que nuestros hábitos como emisor. Así hay que optar por enseñar una norma, a sabiendas de que es forzosamente abstracta en relación con los usos reales del conjunto de los sujetos y que no constituye «la lengua real» con relación a la cual los usos efectivos no serían sino desviación. Es, por ello, necesario que el pedagogo tenga conciencia de ese carácter de opción que presenta la nor¬ ma y que practique esa opción de la manera más razonable posible, con referencia a un uso actual, general, homogéneo y no imponiendo tal o cual regla encontrada en una gramᬠtica. Un niño francés puede y debe comprender que debe distinguir /s/ de ///, pero que puede pronunciar lait indi¬ ferentemente con una e cerrada o abierta. Finalmente señalaremos que deñnir la lengua como ins¬ trumento de comunicación es añrmar que en lo esencial su organización se explica por ese carácter, sin negar por lo demás que pueda tener otros usos, de expresión, de juego, de estilo, etc. Pero tales usos son derivados. Así, la ense¬ ñanza del estilo no puede ser sino secundaria con relación a la enseñanza de la lengua «común», ya que el esfuerzo de estilo no puede ser comprendido sino como esfuerzo de di¬ ferencia con relación al uso común o más bien, ya que toda diferencia no es por sí misma hecho de estilo, esfuerzo para utilizar para ñnes de comunicación las características de la lengua no necesarias para la comunicación (estructura rítmica o valor evocador de tal fonema, por ejemplo). TEORÍA LINGÜÍSTICA. — 2 18 Teoría lingüística y enseñanza ¿Por qué universal? Primero, porque es utilizado por to¬ dos los hombres, como se ha visto más arriba. Pero tam¬ bién porque no hay un objeto preciso determinado de ante¬ mano, como en los códigos de las señales de tráfico o de cir¬ culación marítima, por ejemplo. Además, si ciertos sistemas de comunicación pueden ser más económicos en una cir- cvmstancia dada (símbolos matemáticos, químicos, etc.) es sólo en función de un fin muy particular. No hay, por el contrario, nada de lo que se pueda sentar a priori que los usuarios de una lengua no tengan los medios de comunicar¬ lo gracias a esa lengua. Desde el punto de vista pedagógico, ello entraña dos consecuencias principales: no se puede, en primer lugar, en¬ señar completamente una lengua con ayuda de un código más pobre, concretamente con el de las imágenes, que no podrá expresar relaciones como las de duración o causalidad si no es precisamente por una convención lingüística. En segundo lugar, si no hay que considerar la lengua propia como completamente natural, como si tradujera mejor la realidad que las otras, tampoco hay que considerar las di¬ versas lenguas como manifestación de visiones del mundo incompatibles e incomparables. Es cierto que cada lengua constituye como una elección de lo que se debe obligato¬ riamente decir cuando se la habla, de cuál es el objeto de una distinción gramatical, de lo que se expresa por una unidad léxica o de lo que no puede ser comunicado más que por un sintagma más o menos complejo. Pero es cierto que de forma más o menos costosa puede decirse cualquier cosa en cualquier lengua; si se prefiere, la traducción es siempre difícil, jamás imposible, habida cuenta del hecho de que el sentido de los mensajes no está en ellos, sino que se dirige a hombres, y que se plantea el problema del parecido de sus experiencias. Caracteres grales. del leng. Consecuencias pedagóg. 19 LA COMUNICACIÓN ES ORAL, POR TANTO LINEAL Y SE HACE MEDIANTE SIGNOS ARBITRARIOS Que el único instrumento de comunicación universal en¬ tre los hombres sea el oral no es un hecho evidente. Después de todo, el mimdo no está hecho esencialmente para nos¬ otros de sonidos, sino de cosas que podemos ver y sobre las cuales podemos actuar. El mundo percibido por el hombre se caracterizaesencialmente por la coordinación de la vista y del tacto. Esto contribuye a afirmamos en que no es su relación directa con la realidad que reproduce lo que ha hecho que el lenguaje se haya impuesto en la especie hu¬ mana, sino las posibilidades que ofrece de establecer rela¬ ciones entre los hombres. La primera consecuencia pedagó¬ gica que se puede sacar es que no se puede comprender, considerándola aisladamente, la organización de la lengua escrita, ya que un mensaje gráfico no es necesariamente li¬ neal y que, cualesquiera que sean las divergencias de la or¬ tografía con relación a la pronunciación, las letras de nues¬ tro alfabeto son primordialmente representantes de fonemas. Si la organización de la lengua escrita no se concibe más que por el análisis de la lengua oral, se debe correla¬ tivamente hacer notar que el conocimiento del sistema es¬ crito puede estorbar o favorecer la adquisición del sistema oral, y a la inversa, según su grado de divergencia. En el caso del francés, al menos al principio de su enseñanza, las interferencias negativas están por encima, evidentemente, de las positivas. Concretamente, en función de la no-corres¬ pondencia regular entre letras y fonemas (é, ai, ais, et, est, etcétera, son diferentes transcripciones de e cerrada, pero a veces y sin regularidad de e abierta), de la diferencia de marcas morfológicas (en ces grands-péres se promenaient. 20 Teoría lingüística y enseñanza oralmente sólo la diferencia [e/o] indica que se trata de un plural), de la propia organización sintáctica (los procedi¬ mientos de valoración, normales en la lengua oral: elle, elle vient) que no se admiten en una cierta lengua escrita. Como se ha dicho ya, un sistema de comunicación, vocal, lineal, no podrá en lo esencial ser simbólico, tal que los signos que lo compongan valgan gracias a su parecido con las realidades que comunican. Pero hay que precisar que ese carácter arbitrario del signo se realiza a dos niveles: primero, el de la correspondencia entre una realidad signi¬ ficada y los signos constitutivos del significante correspon¬ diente: por ejemplo, ni horse, ni cheval, ni Pferd, ni caballo tienen un parecido formal con el animal que designan. Por otra parte, hay arbitrariedad en la relación entre el corte de significado y la realidad a significar: lo que es negro en español, será niger o ater en latín (algo así como «negro brillante» y «negro mate»), etc. Si las lenguas no fueran arbitrarias más que en el primer sentido, sería normal en¬ señarlas por traducción, bastaría aprender que a un signi¬ ficado dado corresponde en tal lengua tal significante, en tal otra lengua tal otro significante. Pero precisamente porque esta identidad de corte de significado no existe, la traduc¬ ción lejos de ser el ejercicio más simple, constituye por el contrario el ejercicio más delicado. LAS UNIDADES LINGÜÍSTICAS SE DEFINEN POR OPOSICIONES Si un signo no vale por su parecido con la cosa signifi¬ cada, no puede valer más que por sus relaciones con los otros signos. La palabra manzana no comunica el conjunto de caracteres particulares de la manzana que yo pido; aún Caracteres grates, del leng. Consecuencias pedagóg. 21 menos el conjimto de caracteres comimes a todas las man¬ zanas. Comunica lo que opone la manzana a las realidades diferentes: lo que no es fruta, así como, entre las frutas, las que no son manzanas. El sentido de manzana sería evi¬ dentemente diferente si pera, membrillo, etc., no existieran, en cuyo caso el sentido de manzana podría ser cualquier cosa como «fruta con pepitas». Ciertamente, cuando se habla, se piensa en lo que se quiere decir y no en el conjunto de términos que se opo¬ nen al que se utiliza y que le dan su valor. Según esto, se puede enseñar la palabra manzana asociando esos sonidos a un dibujo que evoque una manzeina. Pero una lengua no se conocerá realmente hasta que se haya dominado el sis¬ tema de las imidades que se oponen en im campo dado. Así, no será repitiendo frases en imperfecto como se com¬ prenderá el sentido de ese tiempo, sino oponiendo el im¬ perfecto al pretérito perfecto, primero en frases aisladas, después en sus relaciones en la cadena frente a otros ver¬ bos en tiempos diferentes. Esto vale igualmente para las imidades lingüísticas que no tienen sentido por sí mismas y sirven para distinguir unos significEmtes de otros: los fonemas. Lo que importa para enseñar el sonido ü en francés no es repetir: Lula a vu la rué Daru, sino llegar a reconocer y realizcur la opo¬ sición de ü con los sonidos con los que corre el riesgo de ser confundido, sobre todo i y u. Segunda consecuencia pedagógica: los hábitos lingüísticos que no desempeñan una función precisa en la comunicación no presentan tampoco ninguna urgencia pedagógica: es el caso de todas las reali¬ zaciones de r en francés: sea anterior o posterior, fricativa o vibrante, su papel es el mismo y no será preciso apresu¬ rarse a corregir las r diferentes de las r fricativas posterio¬ res parisinas. 22 Teoría lingüística y enseñanza TODO LENGUAJE ES ARTICULADO Esto significa que una lengua no sólo está compuesta de unidades que se oponen en un punto dado (la que se emite oponiéndose a las que no son ella). Estas unidades cambian asimismo de función cuando, en la cadena hablada, están en relación diferente con las otras unidades: así i en el francés pli y en pile, así gendarme en el gendarme coge al ladrón y el ladrón coge al gendarme. Esto es lo que per¬ mite, con un número limitado de unidades, producir xm número indefinido de mensajes. De ahí la necesidad de enseñar las diversas relaciones posibles de una unidad con las otras: para los fonemas las diversas posiciones en las que puede encontrárseles; para las unidades significantes, los numerosos tipos de relación que son susceptibles de tener. Lo que quiere decirse al afirmar que una lengua está estructurada es que se en¬ cuentran relaciones idénticas entre unidades completamente diferentes. Nada tiene que ver im elefante rosa con un la¬ drillo hueco; pero rosa es a elefante lo que hueco es a ladrillo, lo que la gramática llama tradicionalmente tm epí¬ teto, es decir un cierto tipo de expansiones del nombre, cuya relación con el nombre está marcada por su posición. La existencia de tales relaciones idénticas es la que permite acelerar la adquisición de las lenguas, en la medida eviden¬ temente en que no se haga más que repetir frases, en que no se enseñe la gramática como la obligación que im¬ pide decir Pedro bueno y obliga a decir Pedro es bueno, sino como la posibilidad de hacer que un número limitado o ilimitado de unidades desempeñe los papeles que desempe¬ ñan Pedro, es y bueno. Caracteres grates, del leng. Consecuencias pedagóg. 23 En esto es en lo que la adquisición lingüística es un aprendizaje inteligente, que permite pasar por analogía de una construcción a otra estructuralmente idéntica, incluso cuando aparentemente esté compuesta de imidades entera¬ mente diferentes. Hemos de considerar aún que no todos los procedimien¬ tos de articulación desempeñan igual función: la articu¬ lación está jerarquizada. El lenguaje sirve para comunicar oralmente, por tanto según la línea del tiempo, una reali¬ dad no lineal. Según su complejidad, cada enunciado pone en relación un número más o menos grande de aspectos, de dimensiones según las cuales analiza la realidad. Cierta¬ mente las implicaciones semánticas de los términos permi¬ ten unirlos: es algo de este tipo lo que sucede cuando el niño pasa el estadio de los mensajes compuestos de una sola unidad (no articulados), papá vene querrá decir, según los casos: papá viene, quiero que venga papá, etc. Pero un procedimiento tal es limitado, frecuentemente ambiguo y no permite la considerable economía que efectivamente se encuentraen las lenguas ligada al hecho de poder reagru¬ par varias unidades de múltiples maneras, como en el gato muerde al perro, frente a el perro muerde al gato. En toda lengua existen procedimientos que sirven para pasar de la sucesión necesaria de los signos a las relaciones no lineales que se quieren comunicar: son los procedimientos sintác¬ ticos. Esta unidad de la función sintáctica tiene consecuen¬ cias pedagógicas: por supuesto, la sintaxis no debe enseñarse como una suma de reglas, parecidas a las que constituyen un sistema de lógica. No son inteligibles sino en su fun¬ ción de reagrupamiento. Que sopa se coloque después de come en Pedro come la sopa no es evidentemente un re¬ flejo de la experiencia, como tampoco si le precediera. No es tampoco una pura regla de «corrección gramatical». Ese 24 Teoría lingüística y enseñanza. hecho sintáctico tiene un sentido como la substitución de sopa por pan tiene sentido, pero es un sentido puramente relacional: significa que sopa no está en la misma relación con comer que Pedro, sino en la misma, dejando aparte el sentido de los términos, que dinero a da en da dinero. Si se consideran así los hechos de sintaxis, como medios de reagrupamiento, llegaremos a relacionar hechos de apa¬ riencia diferente, tanto relaciones en el interior de la pala¬ bra, como el caso latino y relaciones entre palabras, como la posición del sujeto en francés, igual que en el interior de una misma lengua la misma función se marcará por procedimientos diferentes (así en trata de hacer daño y quiere hacer daño). Por tanto los hechos se clasificarán según sean o no funcionales. Si comparamos los tres enunciados: la conejo come el hierba, conejo come hierba, come conejo, se com¬ prueba que los tres son erróneos, aunque sus faltas no afecten por igual a la comunicación. La primera concierne sólo a la morfología; si bien existe el signo artículo, la for¬ ma que debe tomar obligatoriamente y sin que ello cambie el sentido ante hierba y conejo no se ha respetado. El se¬ gundo es erróneo por la ausencia de precisiones que la len¬ gua española obliga a aportar: las que aportaría un artícu¬ lo numeral, posesivo, demostrativo, etc. La falta más importante concierne al signo completo, significante y sig¬ nificado y no sólo a la forma. Sin embargo, a diferencia de lo que se encuentra en la tercera frase, las relaciones están marcadas de manera unívoca entre las tres unidades cons¬ titutivas. La segunda frase falta contra las opciones obliga¬ torias del español, la tercera contra la misma sintaxis; come conejo no es un enunciado, puesto que nada indica cómo deben unirse los dos elementos: ¿se debe entender algo como el conejo come o hay conejo para comer? Caracteres grates, del leng. Consecuencias pedagóg. 25 Se puede decir, para concluir, que lo que hace posible la adquisición de una lengua es precisamente que está es¬ tructurada, que un pequeño número de procedimientos se emplean en ella de forma recurrente. Pero todo no está organizado en las lenguas así, esencialmente por razones dia- crónicas, y también a veces a causa de la fantasía de los críticos que hacen a las lenguas difíciles. Entre esos he¬ chos particulares que perturban la adquisición están, en primer lugar, las reglas morfológicas: nadie puede adivinar que en francés no se dice les chevals o je veux sorter. Des¬ pués, las restricciones impuestas a la creación léxica: ¿por qué no sacar fourcher de fourche como bécher de béche? Luego, las restricciones a la combinatoria sintáctica o léxi¬ ca: ¿por qué je souhaite qu’il vienne, y no j’espere qu’il vienne?; ¿por qué chercher á y essayer de?; ¿por qué sólo se puede exercer une profession, pero no la faire ni la jouer? Lo mismo pasa, finalmente, con las variaciones de sentido de una palabra según los contextos, que se pueden a veces comprender a posteriori y más raramente prever: nada obli¬ ga a la regadera a estar provista de una alcachofa y no de una cabeza. A los mecanismos de economía que permiten la adquisición «inteligente» se oponen los mecanismos de di¬ versificación formal y de fijación que obligan a la adquisi¬ ción «uno tras otro». El análisis lingüístico debe, por supues¬ to, ayudar al enseñante a encontrar los hechos estructurales no manifiestos que facilitan la adquisición, pero también inversamente a no buscar, como se hace demasiado a menu¬ do en las gramáticas psicológicas, justificaciones a hechos que no representan sino la fijación de reglas. Universidad René-Descartes. SINTAXIS Y LINEALIDAD Mortéza Mahmoudian o Los fenómenos que se derivan del carácter lineal del sig¬ nificante lingüístico sirven de criterio en el análisis sin¬ táctico; la importancia que se les conceda depende am¬ pliamente de las posiciones teóricas que se adopten. Antes de examinar el lugar que ocupa la linealidad en las teorías sintácticas parecen necesarias algvmas advertencias termi¬ nológicas. 1 LA SINTAXIS Existen multitud de definiciones de la sintaxis. No es nuestro propósito discutir todas las definiciones y apreciar su adecuación en el estudio del signo lingüístico. Nos con¬ tentamos con precisar que el término sintaxis se emplea aquí para designar el estudio de la combinación de las uni¬ dades significantes, mientras que la morfología designa la disciplina que tiene por objeto el estudio de las variaciones Sintaxis y linealidad 27 del significante de esas unidades. Por ejemplo, el enunciado elle parait toute courageuse. La sintaxis se ocupa de las re¬ glas que presiden la combinación de las unidades: la uni¬ dad significante (o monema) parait(re) es combinable con: «pronombre» (elle parait), «imperfecto» (elle paraissait), «adjetivo» (elle parait courageuse), etc. La morfología de¬ duce las variaciones que experimenta el significante de esa imidad: parait, paraiss(ait), parait(ra), par(u), etc. De este modo todos los hechos combinatorios incumben a la sin¬ taxis, cualquiera que sea el marco: un segmento restrin¬ gido (parait -f ra) o un segmento más importante (elle pa¬ rait -f courageuse). Por otra parte, todas las variaciones del significante proceden de la morfología, tanto en los límites de un pequeño segmento (paraissait) como en un segmento más vasto (¡-tl-te de toute y /zl-se de courageuse). Se ve la diferencia entre la definición anterior y la aceptación más corriente, según la cual la sintaxis es el estudio de la frase y se distingue de la morfología, que es el estudio de la palabra. El inconveniente de esta última definición es que tanto la sintaxis como la morfología tratan de los mis¬ mos hechos (combinación de los monemas y variación de su significación), pero en marcos diferentes: el de la frase para una y el de la palabra para otra. Ahora bien, parece que en el plano de la lingüística general no se puede dar una definición precisa de la palabra, ni se debe postular la existencia de la palabra comó unidad forzosa en todas las lenguas ^ 1 Cf. André Martinet, Le mot, en Diogéne, 51, 1965, págs. 39-53; Henri Freí, Criíére de délimitation, en Word, 10, 1954. 28 Teoría lingüística y enseñanza 2 LA LINEALIDAD Por linealidad (o sucesividad) se entiende que el signi¬ ficante del signo lingüístico, al desarrollarse en el eje del tiempo, es unidimensional. Consiste en una sucesión de ele¬ mentos llamada generalmente cadena hablada. Gracias a la linealidad nos es posible determinar las relaciones posicio- nales de los elementos en la cadena. Dada una imidad, se puede siempre determinar qué la precede o qué la sigue. Se comprende bien el carácter necesario de la linealidad desde el momento que se concibe la fonía como la sustan¬ cia primaria en la que se manifiesta el significante lingüís¬ tico. En efecto, dos elementos fónicos no pueden aparecer generalmente en un mismo punto del eje temporal^. Esta obligaciónno existiría si las lenguas fueran indiferentes a la sustancia del significante, si esa sustancia fuera, por ejem¬ plo, visual. 3 LUGAR DB LA LINEALIDAD EN EL ANÁLISIS SINTÁCTICO La forma en que se define el signo, objeto del análisis sintáctico, determina el papel que corresponde a la lineali¬ dad en ese mismo análisis. El signo lingüístico puede con- 2 Hay ciertamente imidades que pueden superponerse a los ele¬ mentos lineales, como el acento o los tonos. Pero no es sino una excepción a la regla, pues si se conocen lenguas que tienen unidades fonemáticas (= lineales) pero desprovistas de tono y de acento (= uni¬ dades no lineales), por el contrario no se podría concebir una lengua con tonos (o acentos) sin fonema. Sintaxis y linealidad 29 cebirse como unidad de una cara (la cara manifiesta) o como unidad de dos caras (significado y significante). Por otra parte, puede reconocérsele un carácter ya puramente formal de haz de relaciones, ya a la vez formal y sustancial (sustancia fónica y sustancia semántica). Esta doble dico¬ tomía ofrece cuatro posibilidades teóricas, como muestra el esquema siguiente: Puramente formal A la vez formal y sustancial Una cara . . Una cara; puramente for- Una cara; a la vez formal y mal. sustancial. Dos caras . . Dos caras; puramente Dos caras; a la vez formal formal. y sustancial. 4 EL SIGNO COMO UNIDAD DE UNA CARA DE CARÁCTER PURAMENTE FORMAL Ninguna corriente lingüística, por lo que conocemos, se ha preocupado de definir la unidad sintáctica como de cara única y de carácter puramente formal. Aunque la posibili¬ dad de tal opción teórica no hay que excluirla, no vemos el interés que pudiera tener aquí el discutir las consecuen¬ cias que tendría esa opción para la sintaxis. 30 Teoría lingüística y enseñanza 5 EL SIGNO COMO UNIDAD DE CARA ÚNICA A LA VEZ FORMAL Y SUSTANCIAL Se puede considerar el signo como unidad de una sola cara, la cara significante. Es la posición de los distribucio- nalistas, cuya figura más representativa es Zellig S. Harris. Para Harris, el morfema (= unidad sintáctica mínima) no es otra cosa que una sucesión de fonemas, cuyo sentido se excluye totalmente de una descripción puramente lingüís¬ tica. No niega la existencia de la significación en el len¬ guaje, pero no reconoce el sentido como una especificidad del lenguaje, al comportar toda actividad humana un sen¬ tido. Que el lenguaje sostenga relaciones de un tipo par¬ ticular con el sentido no implica que haya una relación término a término entre la estructura (distribucional) de una lengua y el sentido ^ Si se adopta esta posición teórica, el análisis sintáctico no podrá apoyarse en los fenómenos significados. Reposará únicamente en los criterios que se desprenden del signifi¬ cante (fónico). La linealidad proporciona, pues, todos los criterios de análisis a todos los niveles; en fonología como en sintaxis. En sintaxis se considerarán, al principio, como idénticos los segmentos que tienen la misma constitución fonológica ^ Se examina a continuación la unidad así aisla- í Zellig S. Harris, Distributionál Structure, en Word, 10, 1954, págs. 146-162; en abreviatura Distr. Véase especialmente §§ 2 y 3 (trad. francesa en Langages, 20, 1970, págs. 16-34). 4 En la medida en que los fonemas, ellos también, se identificasen por su distribución, no sería exagerado decir que todos los criterios proceden del carácter lineal de los elementos fónicos. Cf. Harris, Struc- tural Linguistics, 4.‘ ed., § 2.1 (en abreviatura Str. Ling.). Sintaxis y linealidad 31 da en sus colocaciones junto a los otros segmentos. Dos apariciones de un segmento fonemático son el mismo mor¬ fema si tienen la misma distribución. Por distribución hay que entender el conjunto de condicionamientos en los cuales aparece un segmento. Por ejemplo, la serie fonemática fr. /parí/; se considerará como el mismo morfema el segmen¬ to /parí/ en je parle, nous parlons, on va parler. De la mis¬ ma manera consideraremos como el mismo morfema el segmento /pyi/ en je ne puis rien; le puits était profond; puis, nous sommes partis. En este último caso, el morfema que obtendremos tendrá una distribución diferente a la de todos los demás morfemas de la lengua. Por tanto, convendrá considerar tres morfemas diferentes /pyi/: 1. Puis en je ne puis rien, donde tiene sensiblemente la misma dis¬ tribución que risque, désire, etc. 2. Puits en le puits était profond, teniendo en cuenta su distribución parecida a la de ruisseau, trou, etc. 3. Puis en puis, nous sommes partis, teniendo en cuenta la comuni¬ dad de su distribución con ensuite, enfin, etc. 5. Si en el ejemplo anterior el analista examina no la distribución de una secuencia fonemática (/pyi/) en todas sus apariciones, sino más bien su distribución común con otras secuencias, no es por razones semánticas. Es que por el primer procedimiento, es decir, considerando como un mismo morfema las tres apariciones de /pyi/, se obtendría una descripción demasiado complicada que presentaría poco interés, mientras que el segundo hace posible una descrip¬ ción simple, agrupando los morfemas en conjuntos (verbos, por ej.), dividiendo esos conjuntos en conjuntos más pe¬ queños (transitivos e intransitivos)*. Para aislar los segmen¬ tos que someteremos al análisis distribucional se puede re- 5 Cf. Str. Ling., § 13.31. 6 Cf. Distr., § 1. 32 Teoría lingüística y enseñanza currir al sentido como fuente de indicios, pero los hechos de sentido no tendrán sino un valor heurístico, siendo el criterio decisivo, en todo caso, la distribución’'. Hay por otra parte un procedimiento de segmentación que nos dis¬ pensa de recurrir a las indicaciones del sentido: el recuento de los elementos sucesivos (successor count) *. Por ejemplo, un enunciado constituido por una sucesión de fonemas abcdefg, etc. En un primer momento se reúne un gran núme¬ ro de enunciados (idealmente todos los enunciados posibles de la lengua) que comiencen por a, después enunciados que comiencen por ab, luego enunciados que comiencen por abe, etc. En cada uno de los grupos de enunciados se saca el número de fonemas diferentes que se encuentren des¬ pués de a en el primer grupo, después de ab en el segun¬ do, etc. Estos fonemas se designan como los sucesores (po¬ sibles). Se puede comprobar que el número de sucesores varía al pasar de a a ab, de ab a abe, etc. Si se traza la curva del número de sucesores a medida que se avanza en el enunciado, se comprueba que cada cima de la curva anuncia el paso de im morfema a otro a reserva de verifi¬ caciones de detalle. La aplicación al morfema inglés -er permite ilustrar el procedimiento. A la pregunta «e¿cuándo -er es un morfema y cuándo es parte de morfema?», se encuentra respuesta en el recuento de los elementos suce¬ sivos de los enunciados he’s quicker y he’s clever^: a) 9 14 29 29 11 6 10 28 14 28 h i y z k w i k 3 r b) 9 14 29 29 11 7 8 1 1 28 h i y z k 1 e V 9 r 7 Str. Ling., pág. 365, n. 6. * Str. Ling., pág. VI, n. 1. Cf. Harris, From Phoneme to Morpheme, en Language, 31, 1955, págs. 190-222. 9 Las transcripciones dadas son las del inglés americano indicadas por Harris. Sintaxis y linealidad 33 Como se desprende del recuento, el número de sucesores del fonema /k/ que precede a /o/ en a) es a su vez más grande que el de /i/ y el de /o/. El límite morfemático pasa entre /k/ y /o/; /or/ es pues un morfema (de hecho el morfema del comparativo). Por el contrario, /ar/ no es más que parte de morfema en b), donde no cumple esta condi¬ ción: el número de sucesores de /v/ no es ni mayor que el del fonema que precede (/e/), ni mayor que el dcl fone¬ ma que le sigue (/a/). 6 EL ANALISIS DISTRinUCTONAL RECLAMA TANTO EN SU ASPECTO TEÓRICO COMO EN EL practico mAs de una observación Lo que permite agrupar las series fonemáticas diferen¬tes en conjuntos es el parecido distribucional de esas se¬ ries. Ahora bien, todos esos conjuntos no tienen el mismo «status». Si se consideran los conjuntos siguientes: I) /pyi/ puis, /po/ peux y /puv/ pouv(ais); II) /pyi/ puis, /vo/ veux y /dezir/ désire; III) /pyi/ puis, /parí/ parle y /mar§/ marche, se comprueba que hay ciertos parecidos distribu- cionales entre /pyi/ y las otras series. No tenemos ninguna razón para identificar, en rigor, el conjunto a un morfema en I), a una subclase de verbo en II) y a la clase de los verbos en III). Se puede plantear el problema así; ¿cuál es el grado de parecido distribucional que permite identificar: I) las variantes de un morfema; II) los morfemas de una subclase; III) las subclases de una clase? Los hechos distribucionales a veces se explotan con fines diametralmente opuestos. Por una parte se agrupan segmentos en un mismo conjunto por el hecho de la dife- TEORÍA LINGÜÍSTICA. — 3 34 Teoría lingüística y enseñanza rencia de su distribución: puis, pouv(ais) y puiss(ance) se consideran variantes de un mismo morfema, porque están en distribución complementaria, es decir, porque presen¬ tan diferencias distribucionales; por ello, donde aparece uno, los otros se excluyen. Por otra parte, segmentos (in¬ cluso si son fonológicamente idénticos) se reparten en con¬ juntos diferentes sobre la base de sus diferencias distribu¬ cionales: /pyi/ es verbo en je puis y nombre en le puits. Nada justificaría dos usos tan opuestos de un mismo fenó¬ meno distribucional a no ser los fenómenos significados. Nada justificaría tampoco el reagrupamiento de los segmen¬ tos puis, peux, puiss(ance) como variantes de un mismo morfema, siendo el criterio de reagrupamiento, unas veces, semejanzas distribucionales (el caso de puis y peux), otras, diferencias distribucionales (el caso de peux y puiss(ance)). La noción de clase distribucional presenta problemas a los que no se ha dado ninguna solución. Una clase distri¬ bucional (por ej., la de los pronombres je, tu, il...) se ca¬ racteriza por el hecho de que sus elementos tienen una comunidad de distribución. Y esto, con relación a elementos del contexto (en este caso, de los verbos: parle, marche, mange...) que se identifican según su identidad fonológica. Pero sin recurrir al sentido, no sabemos si estamos ante manifestaciones de un mismo morfema en je parle, tu parles, il parle, o ante tres morfemas distintos como es el caso de puis, (je) puis y (le) puits. Por consiguiente, en un análisis puramente distribucional, nada nos impide agru¬ par en una clase distribucional je, le, et respectivamente en je puis, le puits, et puis. Lo cual dará una descripción dis¬ tribucional coherente, pero —se nos dice— demasiado com¬ plicada y de poco interés Lo que inclina, pues, a preferir 10 Distr., § 1, 4.® apairtado. Sintaxis y linealidad 35 la primera clasificación (je, tu, il) a la segunda es, en último análisis, la simplicidad de la descripción Si la simplici¬ dad es el criterio para juzgar la adecuación de una descrip¬ ción, hay que poder relacionar las diversas descripciones con datos conmensurables y establecer límites que permitan calificar ima descripción dada de simple y aceptable o de complicada y rechazable. Que sepamos, no existe procedi¬ miento seguro para medir la simplicidad de una descrip¬ ción con relación a otra. La segmentación por recuento de los fonemas sucesivos no carece de dificultades, como haría pensar el ejemplo del caso favorable del inglés he’s quicker-he's clever. A este respecto, nos contentaremos con citar dos ejemplos de re¬ cuento efectuados sobre enunciados franceses elle avait été sensible autrefois: 11 32 34 16 31 19 32 11 33 24 31 23 32 18 16 £ 1 a V e t e t e s á s i b 1 16 15 9 2 1 1 31 o t r 9 f w a il serait inconvenable d' y apporter un parapluie: 33 32 20 27 30 33 19 12 11 8 2 2 1 1 15 27 i 1 s 9 r e t £ k 5 V n a b 1 9 35 33 17 15 2 1 1 31 31 22 14 30 22 7 5 1 31 d i a P o r t e & P a r a P 1 y i Se ve que los resultados cifrados así obtenidos, si indi¬ can en ciertos casos el límite entre morfemas (por ej. en¬ tre apporter y un, un y parapluie), no lo hacen en otros n Str. Ling., § 13.31. >2 Ejemplos tomados de From Phoneme to Morpheme, tabla 5. 36 Teoría lingüística y enseñanza casos. Según estas cifras, habría dos morfemas en il El procedimiento suscita otro problema: «Una vez obtenidas las cifras correspondientes a los diferentes fonemas suce¬ sivos ¿a partir de qué cifra se tiene un límite morfemá- tico? ¿Y por qué?». De lo que precede, se deduce que, tomado al pie de la letra, el análisis distribucional presenta cantidad de pro¬ blemas a los que no se puede aportar ninguna solución sin recurrir al sentido En la práctica del análisis distribu¬ cional el sentido está siempre presente. Si Harris llega a identificar como variantes de un mismo morfema segmen¬ tos fonológicamente muy diferentes, por ejemplo, /z/ y /(a)g/ «yo» en sintagmas verbales en cheroquí, es porque parte de la hipótesis de que «tienen evidentemente una re¬ ferencia personal» En realidad no hace más que separar variantes del significante sirviéndose como criterio de una constante significada: referencia personal. Un análisis dis¬ tribucional sin apelar al sentido se reduce al análisis com¬ binatorio. Éste tiene, sin duda alguna, su utilidad en el des¬ ciframiento del texto, pero también tiene sus límites. Si el estudio de la combinatoria pudiera bastar para la descrip- El marco de esta exposición no permite discutir los procedi¬ mientos de verificación y rectificación del recuento, que son empíricos y, evidentemente, ad hoc. Señalemos, sin embargo, que no siempre se sabe cómo actuar en caso de conflicto entre los resultados de dos procedimientos. 1^ Cf. Émile Benveniste, Les niveaux de Vanályse Unguistique, en Problémes de Unguistique générale, págs. 119-131, especialmente pági¬ nas 121-122. Véase también Georges Mounin, Los problemas teóricos de la traducción, Madrid, Credos, 1971, págs. 35-41. 15 Distr., § 4; cf. también Str. Ling., § 20.2, n. 6, donde Harris dice que, para determinar los morfemas, el lingüista puede servirse de criterios de sentido, pero los criterios decisivos deben formularse siempre en términos distribucionales. Sintaxis y linealidad 37 ción, una lengua como el etrusco (de la que se saben leer los textos sin comprenderlos) debería poder ser descrita sin problema. 7 EL SIGNO COMO UNIDAD DE DOS CARAS PURAMENTE FORMAL En Otra concepción teórica, el signo se define como uni¬ dad de dos caras, pero de carácter puramente formal, sin que intervengan la sustancia fónica ni la sustancia semán¬ tica. Es la posición de la escuela glosemática cuyo funda¬ dor es Louis Hjelmslev. Cuando se adopta esta hipótesis, nos vemos conducidos a admitir que el significante lingüís¬ tico no es de carácter fónico, gráfico, etc. Y el significado no es de naturaleza semántica. Todos los elementos lin¬ güísticos deben definirse en términos formales. Por forma, hay que entender el conjunto de relaciones de dependencia que enlazan los elementos unos con otros. Con dos elemen¬ tos a y b, se pueden concebir tres tipos de relaciones en¬ tre ellos: — Determinación (a ^ b): la presencia de uno (a) presu¬ pone la del otro (b), pero no viceversa. — Interdependencia (a b): la presencia de uno presu¬ pone la del otro y viceversa. — Constelación (a'^b): la presencia de cualquiera de ellos no presupone la del otro. Las dos caras del signo se definen por su interdependen¬ cia: la expresión (=el significante) presupone el contenido (= el significado), como el contenido presupone la expre¬ sión, no pudiendo existir ninguno de los dos sin el otro. Si 38 Teoría lingüística y enseñanza hubiera que tener en cuenta la sustancia, el francés habla¬ do sería una lengua diferentedel francés escrito (o del francés expresado por el morse, el braille o el alfabeto de los sordo-mudos). Sólo haciendo abstracción de la sustan¬ cia (en la praxis, de la expresión) se llega a comprobar la unidad estructural del francés a través de la diversidad sustancial. El objeto propio de la lingüística es la estruc¬ tura del lenguaje. El estudio de la sustancia pertenece a otras ciencias. Si no se mantiene la sustancia fónica como una característica del lenguaje, la linealidad pierde el dere¬ cho de ciudadanía en el análisis lingüístico. Un elemento de derivación (in-, -able por ejemplo) se define no como pre¬ fijo o sufijo, es decir, por el hecho de su anteposición o postposición, sino por el hecho de que presupone (= deter¬ mina) un radical (croy- por ejemplo), que está presupuesto (= determinado). En una palabra como incroyable, in- y -able presuponen croy-, y no al contrario. En otros términos, si suprimimos in- y/o -able, siempre tendremos una palabra (/krua/ crois, croy-). En cambio, lo que queda después de la supresión de croy- (es decir, in-, -able) no es una palabra 8 Es evidente que las relaciones de dependencia pueden no solamente ser necesarias, sino a veces suficientes en el análisis de los hechos sintácticos. Pero son también frecuen¬ tes los casos en que el único criterio disponible es la dis¬ posición lineal de los elementos. En sans aucune modifica- íion (sin ninguna modificación), las relaciones de dependen¬ cia bastan para poner en evidencia la relación de aucune Louis Hjelmslev, El lenguaje, Madrid, Credos, 1971, págs. 136-137. Sintaxis y linealidad 39 con modification, relación que no se ve afectada por el or¬ den en que se dispongan los elementos: compárese sans aucune modification y sans modification aucune. No suce¬ de lo mismo con el ingl. root hair «peludo en la raíz», don¬ de la disposición lineal es necesaria para salvar la perti¬ nencia lingüística de la diferencia entre hair root «raíz del cabello» y root hair. En su análisis de ciertos sistemas de signos (que él asi¬ mila al lenguaje), tales como el carillón del reloj, el disco telefónico, Hjelmslev recurre a la noción de posición pero hace notar que «las posiciones se definen por las posibili¬ dades combinatorias y no (...) por la simple yuxtaposi¬ ción» Esas posibilidades tienen límites precisos. Es inte¬ resante comprobar que esos límites corresponden exacta¬ mente con los que impone la disposición lineal Dos elementos dados (root y hair por ejemplo) no pueden ad¬ mitir como máximo más que dos combinaciones diferentes (root hair y hair root)^. La teoría glosemática se ha quedado en un esbozo; hay pocas aplicaciones de esta teoría a las lenguas. De ahí que la intención de Hjelmslev no resulte tan clara como sería de desear, sobre todo cuando se trata de la relación entre >7 Louis Hjelmslev, Structure fondamentale du tangage, en Prolé- goménes á une théorie du langage, París, 1968, passim. ** Ibid., pág. 196; cf. también págs. 194-195, compatibilidad. Que el ensamblaje de dos secuencias fonemáticas, por ej., ingl. /blask/ black y /bard/ bird pueda dar —en el mismo orden lineal— dos combinaciones diferentes, no invalida esta restricción. En efecto, cuando se tienen en cuenta hechos acentuales, no se podrá considerar /"blaek'bard/ bíack-bird «mirlo» y /'blask'bard/ black bird «pájaro negro» como formados por los mismos elementos. 20 Ejemplos como el ingl. móving-van «furgón de mudanzas» y moving ván «furgón en movimiento» no invalidan lo que acaba de decirse, porque aquí intervienen factores nuevos: el acento y la je¬ rarquía acentual. 40 Teoría lingüística y enseñanza forma y sustancia. Si, por afán rigorista, Hjelmslev se vio obligado, en un cierto estadio de sus investigaciones, a ha¬ cer abstracción de la sustancia (porque presenta variaciones continuas) para operar con unidades discretas, más tarde se dio cuenta de que, incluso para proceder a un análisis formal, es indispensable recurrir a la sustancia 9 EL SIGNO COMO UNIDAD DE DOS CARAS A LA VEZ FORMAL Y SUSTANCIAL Finalmente, se puede definir el signo como una unidad de dos caras que une una expresión fónica a un contenido se¬ mántico. Ésta es la posición de la escuela de Praga, en la que destaca Trubetzkoy, cuyo continuador más consecuente es Andró Martinet. Desde este punto de vista teórico, que se puede calificar de funcionalista, todo elemento se define a la vez por su forma (= función) y su sustancia. En las dos tendencias que acabamos de estudiar (supra, 5-8), hay una posición extrema. Para Harris, todo hecho lin¬ güístico puede y debe definirse en términos de disposición lineal de los elementos fónicos. Para Hjelmslev, por el con¬ trario, la linealidad no tiene ningún valor; no es sino ima manifestación imperfecta del orden lingüístico interno, que es análogo al orden lógico. En un estudio funcional, los hechos fónicos —en la pra¬ xis los hechos de linealidad— se mantienen en la medida en que asumen una función a un nivel de análisis dado. La posición puede, en ciertos casos, ser la única señal de las 21 Hjelmslev, La estratificación del lenguaje, en Ensayos lingüísti¬ cos, Madrid, Credos, 1972, págs. 47-90; véase especialmente págs. 57-58. Sintaxis y linealidad 41 relaciones sintácticas como para el niño y la madre en el niño miraba a la madre y la madre miraba al niño. Puede, por el contrario, no intervenir en nada en la indicación de las relaciones sintácticas y servir solamente como medio de realce estilístico. Es el caso de le lendemain en le lendemain arrivait mon onde (al día siguiente llegaba mi tío) y mon onde arrivait le lendemain. La diferencia entre estos dos tipos de unidades significantes puede formularse en otros términos: en el último par de enunciados, las relaciones del elemento le lendemain están aseguradas por sus carac¬ terísticas semánticas; los elementos de ese tipo se llaman autónomos. En el otro par, gracias al carácter lineal (es de¬ cir gracias al orden) se marcan las relaciones sintácticas de la madre y et niño; esos elementos cuya función no está asegurada por sus rasgos semánticos, se designan como de¬ pendientes. Para indicar las relaciones sintácticas de los de¬ pendientes, existe otro procedimiento que consiste en la uti¬ lización de signos especializados para la indicación de fun¬ ciones (con, para, etc.) llamados monemas funcionales, que forman sintagmas autónomos combinándose con los depen¬ dientes. Un dependiente puede por tanto tener su función marcada por la posición (como en el ejemplo anterior: madre, niño) o por un monema funcional: con la madre, para la madre. El ejemplo le lendemain no debe hacer creer que es autó¬ nomo todo segmento que pueda desplazarse sin que cam¬ bie su función. Conviene notar que la desplazabilidad no es ni una condición necesaria ni una condición suficiente de la autonomía. No es necesaria pues hay monemas autóno¬ mos que tienen un lugar fijo: caro en ha pagado caro. Por 22 Martinet, The Foundations of a Functional Syntax, en Mono- graph Series on Languages and Linguistics, 17, 1964, pág. 30. 42 Teoría lingüística y enseñanza otra parte, ciertos contextos confieren a los dependientes cierta libertad de posición. Es el caso de mon onde en el ejemplo anterior. Es también el caso de Pablo en el hom¬ bre que vio Pablo..., es decir, el hombre que Pablo vio... Si es difícil encontrar un criterio operacional positivo para la autonomía, no lo es nada para los dependientes posiciona- les. La razón estriba en que, dado un segmento, no se puede tener más de un segmento que se le anteponga o pospon¬ ga inmediatamente De ello resulta que los dependientes posicionales se excluyen mutuamente en una posición dada, salvo en los casos de coordinación^'*. También un monema como aime, en fr., admite sólo un dependiente posicionalantepuesto (sujeto) y uno solo pospuesto (objeto): Paul aime Marte le páre... le fils la mére... la poupée 23 Teóricamente, nada impide que un núcleo N tenga dos o más dependientes posicionales (Dj, D2, ...), todos antepuestos (o pospues¬ tos). En ese caso, para que un segmento pospuesto se reconozca como Dj, tiene que estar presente D| además de N y D2. Ese es el caso en yo llamo a Pedro Pablo en que Pedro se identifica como objeto (D,), por* su posposición a llamo (N) y Pablo se reconoce como «atributo del objeto» (D2) por su posposición a Pedro. Esto nos lleva a decir que hay una posición pertinente después de llamo (la de Pedro) y una posición pertinente a la vez después de llamo y de Pedro: la de Pablo. Pero esa doble posición pertinente, al no ser económica, parece poco explotada. 2< Nótese que no puede decirse lo contrario; es decir que dos ele¬ mentos puedan excluirse mutuamente sin que tengan una posición pertinente. En el al. ich habe den Bauem aufgeweckt ich habe ihn aufgeweckt los segmentos den Bauern e ihn se excluyen mutuamente, pero no son dependientes posicionales. Sintaxis y linealidad 43 Este dependiente posicional puede ser un monema o un grupo de monemas (subordinados: la jolie poupée o coor¬ dinados: Paule et Marie). Los dependientes posicionales se pueden reconocer por su posición pertinente. Esto tiene como corolario la relación de exclusión entre los depen¬ dientes posicionales. Mane, fils, poupée son dependientes posicionales: l.°) Porque antepuestos a aime no tienen la misma función que si se posponen, lo que no es el caso de le matin en il ne mange pas le matin; le matin, il ne mange pos. 2°) Porque cada uno de esos términos excluye a todos los demás con su presencia, dejando aparte los casos de coordinación. Esto permite distinguir entre el cobre, el hie¬ rro, el libro, por una parte, y de noche y caro, por otra. En él trabaja el cobre, la presencia de el cobre excluye la del hierro, el libro, etc. Mientras que de noche es compatible con el hierro y el cobre en él trabaja de noche. Es lo mismo lo que distingue la construcción de él vende caro y la de él vende su chalet. Notemos que, por dependiente posicional, no se debe entender que el elemento en cuestión cambie necesariamente de función al cambiar de lugar en el enun¬ ciado; la pertinencia de una posición puede manifestarse por las relaciones de exclusión. En efecto, en nuestro ejem¬ plo, mon onde conserva la misma función pospuesto que antepuesto a arrivait. No dudaremos en identificarle como dependiente «posicional», dadas sus relaciones de exclusión con Pablo, mi padre, etc. Una vez definidos los dependientes posicionales, se puede dar una definición negativa de los autónomos como los que no tienen una posición pertinente y por tanto no están en relación de exclusión con los de¬ pendientes posicionales. La no-pertinencia de la posición de los elementos autó¬ nomos puede manifestarse: 44 Teoría lingüistica y enseñanza — Bien como colocación fija, es decir, por la imposibilidad de cam¬ bio de función a consecuencia de cambio de colocación; es el caso de caro, bien caro, come bien. — Bien como libertad de posición. A los cambios de posición no co¬ rresponde entonces ningún cambio de función. Así le lendemain, en nuestro ejemplo, conserva la misma función a pesar de su posible anteposición o posposición. Notemos que la autonomía de un elemento tal como bien no se confunde con la unifuncionalidad de elementos como mon. Éste no puede asumir su función más que cerca de un sustantivo, mientras que bien puede determinar a un verbo (il travaille bien), a un adverbio (bien longtemps), a un adjetivo (bien agréable). Aquí se puede plantear una cuestión: ¿la función de un autónomo continúa siendo la misma, cualquiera que sea su posición en la frase? Consideremos los dos enunciados en fr. je veux bien vous étre agréable y je veux vous étre bien agréable. Si, por función, entendemos «la contrapartida lin¬ güística de la relación entre un elemento de experiencia y el conjunto de la experiencia» “ diremos que bien, a pesar de permanecer autónomo, no tiene la misma función en los dos casos. Para caracterizar la función de un elemento, hay que determinar, l.°) qué tipo de relación desempeña y 2.®) con qué núcleo (o cuál es su punto de incidencia) Un elemento autónomo desempeña un solo y mismo tipo de relación con el núcleo; pero este núcleo no es —a diferen¬ cia de los unifuncionales— siempre el mismo. Para los au¬ tónomos, se puede decir entonces: función = relación -f punto de incidencia, ya sea la autonomía inherente al sig- 25 Martinet, Langue et fonction, París, 1969, pág. 65. 26 Martinet, Elementos de lingüística general, Madrid, Credos, 1968, § 4.11. Sintaxis y linealidad 45 niñeado u obtenida p>or la presencia de un monema^. El adjetivo es autónomo en francés: élégojite personne es sin¬ tácticamente idéntico a personne élégante. Pero la función de élégante, en cette élégante personne accompagnait une jeune filie, cambia si se le coloca en el entorno inmediato de filie. Igualmente, la función de derrota en los fenicios temian al enemigo en derrota se modiñeará si se coloca en derrota en la proximidad de fenicios. En los dos casos, los autónomos (élégante y en derrota) aun guardando la misma relación, cambian de función a consecuencia del cambio de punto de incidencia (es decir, del hecho del cambio de nú¬ cleo con el que entran en relación). Ni que decir tiene que allí donde no hay más que vma unidad significativa susceptible de ser el núcleo del seg¬ mento autónomo, el punto de incidencia no podrá interve¬ nir en la indicación de la función; función y tipo de rela¬ ción se confunden. 10 La teoría sintáctica funcional no pretende haber resuel¬ to todos los problemas. Indudablemente queda mucho por hacer. En sintaxis funcional, se opera con unidades de doble cara. La cara significante se examina tanto en su aspecto sustancial como funcional. En cuanto a la cara significada, el énfasis se pone generalmente en el estudio funcional. Un hecho parece sin embargo evidente: igual que en fonolo¬ gía, el estudio funcional encuentra valiosas indicaciones en 27 En lo que precede, hemos empleado función y relación como sinónimos. Esta imprecisión terminológica se compensa por la elección de los ejemplos en que dos conceptos no hacen más que uno. Cf. in- fra, § 9 último párrafo. 46 Teoría lingüística y enseñanza el examen de la sustancia (se sabe que hay muchas proba¬ bilidades de que [i] y [j] sean variantes de un fonema y no es apenas probable que [h] y [q] lo sean), del mismo modo el estudio funcional de las unidades significantes ga¬ nará mucho apoyándose en los estudios de la sustancia del significado. La observación de Bloomfield “ de que la descrip¬ ción del sentido es el punto débil del estudio del lenguaje sigue siendo válida todavía hoy, después de treinta y cinco años. En esas condiciones, cualquiera que estudie el signo lingüístico en su doble cara se ve reducido a aproximacio¬ nes en el plano del significado. Ciertamente no se encontrará solución a los problemas lingüísticos si se retrocede ante la complejidad del estudio del sentido o ante la dificultad del examen de la sustancia. La teoría funcional, puesto que no pierde jamás de vista la necesidad de un estudio de los signos lingüísticos bajo su doble aspecto funcional y sustancial tanto en el plano de la expresión como en el del contenido, presenta la ven¬ taja de suscitar los problemas fundamentales. Si no aporta siempre una solución inmediata, al menos no los elude. Universidad de Lausana. 28 Leonard Bloomfield, Language, Londres, 1935, pág. 140, § 9.1. EL ENUNCIADO MINIMO EN LA ENSEÑANZA DEL FRANCÉS! Frédéric Franqois Ahora se admite que la pedagogía de las lenguas debe basarse en el análisislingüístico, porque la estructura lin¬ güística condiciona el orden de aprendizaje, debido no sólo a que ciertos elementos son más frecuentes que otros, sino sobre todo a que la relación lingüística de dependencia de las unidades unas de otras, que constituye, en el plano de las unidades significantes, la sintaxis, condiciona el proceso pedagógico. Así, se admite que no se puede comenzar la enseñanza por debajo del nivel del enunciado (estudiar por ejemplo el nombre o el verbo por separado) y que, a la inversa, se debe ir de lo simple a lo complejo, por tanto co¬ menzar por enunciados simples. Todavía hay que precisar la naturaleza de ese orden sintáctico. Parece en particular inscrito en la naturaleza de toda sintaxis el que presente enunciados mínimos a partir de los cuales se construyen por expansión enunciados más 1 Conferencia pronunciada en el Instituí Pédagogique National en febrero de 1968. 48 Teoría lingüística y enseñanza complejos: elle et ses amis sont tres rouges et trés forts a partir de elle est rouge. Para comprender la razón de ser de esos enunciados mínimos, se puede primero examinar a contrario la posibi¬ lidad de una lengua en la que el problema del enunciado mínimo no se planteara, no porque no tuviera sintaxis (pro¬ cedimientos para unir de manera no lineal las unidades que deben sucederse en la cadena), sino porque cualquier imidad significativa podría constituir un enunciado; cual¬ quier unidad podría, gracias a un procedimiento adecuado (posición o monema fimcional, preposición o conjunción en francés), constituir una expansión de ese primer enuncia¬ do. No tendríamos evidentemente ninguna razón para no llamar lengua a un sistema de comimicación así constituido; de hecho, algimas lenguas se acercan a este tipo. En efecto, lo que se precisa ante todo para que haya lengua es la exis¬ tencia de una combinatoria entre unidades significativas, no la de una restricción a esta combinatoria tal como se expresa ordinariamente en forma de reglas. Pero es impor¬ tante preguntarse por qué los sistemas existentes están en grados diversos constituidos de otra manera. Se dirá que lo están sobre la base de la especialización sintáctica de los monemas; una lengua que estuviera compuesta únicamente de monemas no especializados en una función dada podría a primera vista pasar por la lengua más económica (o la más rica), al ofrecer el máximo de posibilidades combina¬ torias: ¿por qué la misma palabra no designaría el pie, el hecho de marchar, la cualidad pedestre, etc.? Pero de hecho esta lengua supondría además de las probabilidades semán¬ ticas que hacen variar el sentido de una imidad una multi¬ plicidad de procedimientos indicatorios de función que la transformarían en lo contrario: una lengua extremadamen¬ te costosa, ya que cada indicación léxica debería estar acom- El enunciado mínimo en la enseñ. del fr. 49 pañada de una indicación sintáctica, al menos por la posi¬ ción. Una cierta dosis de restricción a la combinatoria (pie no puede desempeñar las mismas funciones que marchar o que pedestre) o de autonomía, es decir, de indicación de la función por la propia unidad (que no es sino el grado úl¬ timo de la restricción a la combinatoria sintáctica), como en come que no puede ser más que centro de enunciado, es a buen seguro económica. Ciertamente, toda sintaxis entraña unidades que desem¬ peñan funciones diferentes, pero esto no basta para expli¬ car por qué ai saucisses o chaise meuble o joli gentil no constituyen enunciados habituales en francés, ni sobre todo enunciados en los que la relación entre los términos esté asegurada. No se puede deducir esto de ninguna necesidad semántica; no es semánticamente necesario que haya «có¬ pula» o que haya que precisar el agente de toda acción. Una primera condición para deñnir el enunciado mínimo es por tanto precisar qué se entiende por «elemento nece¬ sario»; no es en efecto un término unívoco: así, los ele¬ mentos que faltan en los enunciados siguientes para que constituyan «enunciados normales» no faltan de la misma manera; pomme, tombe, la pomme rouge, pomme rouge tombe. Pomme aislado no tiene función asignable, la pom¬ me rouge carece igualmente de lo que es preciso para in¬ dicar sintácticamente la relación entre los términos, aun cuando el semantismo no sea ambiguo. Igualmente tombe, aunque no pueda desempeñar más que una sola función, la función predicativa, es decir, ser la unidad con relación a la cual se indican todas las demás funciones sintácticas, no puede constituir por sí mismo un enunciado, mientras que la función de todos los términos de pomme rouge tom¬ be está indicada y que la ausencia de un término «necesa¬ rio» la no cambia allí nada. Se deñnirá aquí el enunciado TEORÍA LINGÜÍSTICA. — 4 50 Teoría lingüística y enseñanza mínimo por la presencia de los términos sintácticamente necesarios para poner en relación los elementos de ese enun¬ ciado mínimo, así como de las expansiones que pueden re¬ cibir con exclusión de los términos cuya ausencia no impide la identificación de la función de los otros términos, como la en la pomme tombe, o raí en j’aimerai la pomme. Un segundo problema es entonces el de la relación en¬ tre las funciones de los términos que componen ese enun¬ ciado mínimo. A priori nada impide 1) que un solo término del enunciado mínimo sea el centro y el resto sea expansión suya; 2) o que, por el contrario, dos términos, o más de dos, del enunciado mínimo sean cada uno aquel a cuyo respecto se organice el resto del enunciado, teniendo, por tanto, cada uno de sus complementos o no pudiéndose decidir de cuál de los dos depende la presencia de ex¬ pansiones. Tal posibilidad es la que ha ilustrado Jespersen cuando ha propuesto llamar nexus al conjunto indisoluble de dos términos, sin embargo diferentes, irreductible a la relación determinante-determinado. Así, en el estudio del enunciado en francés, nos preguntaremos si en Fierre man- ge, Fierre debe considerarse como un complemento de man- ge o si ambos deben considerarse como un conjunto de tér¬ minos sin relación jerárquica entre sí. Habrá que señalar, claro está, que no habría problema si toda expansión fuera facultativa; pero no es éste el caso. Se observará que por otra parte la opción entre las dos presentaciones no entra¬ ña una diferencia radical: se considere el sujeto como ex¬ pansión obligatoria o, por el contrario, el «núcleo» del enun¬ ciado constituido por la pareja «sujeto-predicado», los he¬ chos anotados permanecerán en parte los mismos: en cier¬ tos enunciados, los sujetos son obligatorios; tienen ciertas expansiones diferentes de las del predicado. La primera presentación (aquella en la que el «predicado» ocupa solo El enunciado mínimo en la enseñ. del fr. 51 la cima de la organización sintáctica) parece, sin embargo, preferible: en efecto, existen en francés enunciados con predicado verbal o nominal sin sujeto, lo que puede in¬ clinar a concebir al sujeto como expansión. Además, el su¬ jeto tiene, en el conjunto, menos posibilidades de expansión que el predicado verbal. Especialmente, dado que en je viens, je es un autónomo, en la mayoría de los casos, la función del sujeto viene indicada por su posición y de ahí su dependencia con relación al verbo. Esto es lo mismo en j’ai une pomme. Se tendrán pocas ocasiones de pronunciar o de oír j’ai y ello no será sino debido a la débil especificidad semántica de ese mensaje. Sin embargo, une pomme conti¬ núa siendo sintácticamente una expansión obligatoria de ai porque su función viene indicada por su relación con res¬ pecto a ai. Es un elemento necesario en el sentido de que las modalidades temporales acompañan necesariamente al verbo, no en el sentido de elemento sintáctico en cuyo derre¬ dor gravitan los demás. Se llamará sintagma predicativo al conjunto
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