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ARTÍCULO ORIGINAL 
Archivos de Psiquiatría (2008) – Núm 1 – Vol. 71 – p. 1–14 www.archivosdepsiquiatria.es 
 
1
 
 
Alucinación frente a representación. 
De la anánké a la poiesis 
 
 
Carlos ROJAS MALPICA*; Sergio Javier VILLASEÑOR BAYARDO** 
 
 
 
 
 
 
 
RESUMEN 
El presente trabajo se propone abordar el problema de las percepciones y repre-
sentaciones, así como los matices con que ambas se recrean en el mundo interior. Por 
el método de una rigurosa hermenéutica se contrastan con las alucinaciones 
esquizofrénicas, vividas como fenómenos impuestos, anancásticos o repetitivos; que 
parecen revelar una automatización de procesos neurofisiológicos definidos por 
algunos autores como zombie modes o «representaciones globales previas», que se 
independizan de la voluntad subjetiva y de la conciencia del yo. Por el contrario, el 
proceso de las representaciones, remite a un dominio del yo, donde la realidad es 
permanentemente resemantizada en la conciencia. Allí el pensamiento creador, la 
poiesis y la razón encuentran un lugar privilegiado, dando acceso a la complejidad y 
frescura propios del comportamiento saludable. 
 
PALABRAS CLAVE: Percepción. Representación. Alucinación. Anánké. Manifestaciones 
neurocognitivas. 
 
* Profesor Titular del Departamento de Salud Mental. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad 
de Carabobo. Valencia, Venezuela 
** Profesor-Investigador. Departamento de Clínicas Médicas. Centro Universitario de Ciencias de la 
Salud. Universidad de Guadalajara. Jalisco, México 
 
Correspondencia: Dr. Rojas Malpica. Departamento de Salud Mental. Facultad de Ciencias de la 
Salud. Universidad de Carabobo. Valencia, Venezuela. Correo electrónico: clanrojas@movistar.net.ve 
 
RECIBIDO: 7-7-2007 ACEPTADO: 23-1-2008 
C. ROJAS MALPICA; S. J. VILLASEÑOR BAYARDO 
 
Archivos de Psiquiatría (2008) – Núm 1 – Vol. 71 – p. 1–14 www.archivosdepsiquiatria.es 
 
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Hallucination versus representation. From anánké to 
poiesis 
 
 
SUMMARY 
This article deals with the concepts of perception and representation, and the many 
aspects and facets with which both recreate themselves in the person’s inner world. 
Following the methodology of a rigorous hermeneutics, they are contrasted with the 
schizophrenic hallucinations, experienced as imposed phenomena, repetitive or 
anankastic, seemingly revealing an automatization of neurological process defined by 
some authors as zombie modes or «previous global representations», which claim 
independence from subjective will and ego-based consciousness. On the contrary, the 
process of representations refers to a dominion of the ego where reality is constantly 
resemantiziced in the consciousness. There, the creative thinking, poiesis and reason 
find a privileged ground, giving access to the complexity and freshness inherent to 
healthy behavior. 
 
KEY WORDS: Perception, Hallucination. Representation. Anankastic phenomena. 
Neurobehavioral manifestations. 
 
 
 
CONCIENCIA, REPRESENTACIONES GLOBALES PREVIAS Y SUBJETIVIDAD 
 
Parece poco probable almacenar una información a largo plazo, si ésta no encuentra un 
nicho ideoneural donde pueda ser adscrita y procesada. Una palabra o una idea sólo 
pueden ser asimiladas cuando existe un lugar donde puedan adquirir valor semántico. 
Por el contrario, el destino final de una lista de «palabras sin sentido», memorizadas 
para un experimento psicológico, casi siempre es el olvido. De tal manera, que el 
referido nicho ideoneural es también un campo semántico guarecido en buena parte 
por fuera de la conciencia. 
El laureado neurofisiólogo Eric Kandel, al proponer un nuevo marco referencial 
para la psiquiatría encuentra en la neurobiología una posibilidad cierta de aproximarse 
a los procesos inconscientes. En sus investigaciones sobre la memoria, concluye que 
ésta no es una función mental unitaria, sino que puede existir, al menos, bajo dos 
formas: explícita e implícita. La primera codifica informaciones acerca de eventos 
autobiográficos y conocimiento factual; es una memoria acerca de la gente, de los 
hechos, lugares y objetos que requiere, para su expresión, del hipocampo y del lóbulo 
temporal medial. La memoria implícita, en cambio, se refiere a una actividad 
inconsciente relacionada con estrategias perceptivas y motoras, que depende de 
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sistemas sensoriales específicos, así como del cerebelo y los ganglios basales. Ambos 
sistemas de memoria se sobreponen y a menudo son utilizados conjuntamente en 
diversas situaciones de aprendizaje. Incluso, el uso repetido de la memoria declarativa 
puede constituirla en memoria de procesos, como ocurre, por ejemplo, con el 
aprendizaje de conducir vehículos, que termina registrándose como un hábito 
psicomotor.1,2 
Por su parte, Crick y Koch proponen aspectos de enorme relevancia para entender 
los denominados «correlatos neuronales de la conciencia». Por una parte, se interesan 
por tiempos de reacción muy rápidos, de un orden que va desde los milisegundos hasta 
unos pocos segundos, en los cuales sólo hay posibilidad de comportamientos ya 
elaborados, de los que parece ocuparse en gran medida la zona frontal del córtex, 
donde algunos inputs provenientes de las zonas sensoriales activan respuestas 
estereotipadas e inconscientes que, dada su rapidez, no requieren de grandes 
elaboraciones concientes; con lo cual debe admitirse que buena parte de la actividad 
frontal transcurre y se dedica a procesos inconscientes. Por otro lado, los autores 
proponen que la principal función del córtex sensorial consiste en construir y utilizar 
detectores de rasgos o cualidades específicos, como los que son activados para la 
orientación, los movimientos y la identificación de rostros. Se podría afirmar entonces, 
que la mayor parte de las actividades sensoriales y motoras ya se encuentran hechas y 
disponibles en toda la corteza cerebral.3 Para Libet, debe transcurrir casi medio 
segundo para que una situación se registre en la conciencia, de tal manera que sólo nos 
hacemos conscientes de algunos comportamientos, después que ya el cerebro 
inconsciente dispuso llevarlos a cabo.4 No es necesario, por ejemplo, que el animal 
explore entre una gran variedad de posibilidades comportamentales y registros 
mnémicos, para que sepa que está ante un depredador y que corre peligro, sino que, de 
inmediato, se reclutarán los registros neuronales inconscientes que dan lugar al 
comportamiento de lucha o de huída. No se trata sólo de respuestas emocionales 
innatas o aprendidas, sino también de asambleas o nichos neuronales donde se 
guardan comportamientos inconscientes, pero muy necesarios para la preservación de 
las especies y de su perfeccionamiento en los individuos. Crick y Koch hablan incluso, 
de un homúnculo inconsciente y de zombie modes que pueden ser pensados como 
reflejos corticales inconscientes estructurados como respuestas rápidas y 
estereotipadas. Luce acertado usar la palabra zombi, una voz de origen haitiano, que se 
utiliza tanto para referirse a una persona que se supone muerta, pero que ha sido 
revivida por un acto de brujería, como para designar un comportamiento automatizado 
en un sujeto con cierto grado de alteración de la conciencia que, al mismo tiempo, se 
muestra vacío de iniciativas voluntarias y de reflejos vivaces en la conducta.3 La 
metáfora del zombie tiene sentido, porque si todo el comportamiento del sujeto no 
estuviese iluminado con el brillo vivencial de la conciencia, luciría como una especie de 
robot neuromotor. La conciencia se activa más lentamente, y con ingresos sensoriales 
más amplios, menos estereotipados, muchas veces configurados en imágenes, tomando 
más tiempo para decidir entre pensamientos y respuestas apropiadosque requieren 
complejos procesos de elaboración. 
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El proceso de cualificación consciente de los diversos matices sensoriales y su 
progresiva complejización es un rasgo progresivo, que, en la evolución filogenética, 
conduce hasta el homo sapiens sapiens. De hecho, en el denominado «medio 
consciente», promovido por la activación tálamo-cortical, cuando se realiza una tarea 
que requiere esfuerzo y atención encontramos, coactivadas espontáneamente, 
estructuras neuronales coordinadas en espacio y tiempo, del tipo de las 
«representaciones globales previas», que a su vez, generan otros procesos en el SNC.5 
Ya ha sido dicho: ni los estímulos procedentes del exterior o el interior se reflejan como 
en un espejo en las áreas perceptivas del cerebro, ni la conciencia es un reflejo 
generalizado de la realidad. Los matices lo serían entonces, de algo ya registrado en un 
inmenso almacén de estructuras preexistentes, que permite contrastar y reelaborar lo 
nuevo con aquello ya existente. Toda la sensopercepción queda entonces teñida por la 
subjetividad, lo que la convierte en una experiencia necesariamente personal. Ello es 
así, porque el cerebro no es un ente que reciba pasivamente los estímulos, sino que 
funciona como un «sistema autoorganizado», «abierto» y «motivado», tal y como 
acertadamente lo entiende el neurofisiólogo francés JP Changues.5 Ello es 
especialmente visible en la denominada selección por pertinencia, en la que «podemos 
imaginar que un objeto mental que entra en el compartimiento de la memoria a corto 
plazo es tanto más pertinente si tiene posibilidades de combinarse con otras 
representaciones —o intenciones— presentes en ese compartimiento, de integrarse en 
un conjunto semántico latente, abriéndose a la movilización de nuevas conexiones de 
neuronas, de suscitar una expectativa…».6 Pero, aunque cada cerebro sea distinto, 
incluso el de los gemelos monocigóticos, la experiencia sensoperceptiva y cognitiva es 
universal y, por lo tanto, comunicable y susceptible de generar acciones similares y 
socialmente compartidas. 
Changeux además habla de «memes culturales», para referirse a «las entidades 
culturales susceptibles de ser transmitidas y propagadas epigenéticamente de cerebro a 
cerebro en las poblaciones humanas», las cuales, curiosamente han sido comparadas 
con los virus, lo que debe ser tomado metafóricamente, porque los objetos mentales se 
propagan a través de sus representaciones neuronales, que son estables, pero que 
requieren de un formato de alojamiento y reproducción que recuerda al de los virus.6 Se 
es individuo y especie. Como especie heredamos un equipo neuropsíquico dotado de 
comportamientos innatos, pero como individuos, no sólo maduramos esa dotación 
innata, sino que aprendemos y alojamos novedosas y originales adquisiciones en esos 
locus neurogenéticos por la vía de procesos epigenéticos que van mucho más allá de la 
simple maduración. El material que ahora porta el fenotipo, gradualmente y por 
selección darwiniana, pasará al genotipo como patrimonio de la especie. Podríamos 
decir que la percepción de matices representa una peculiarización del objeto percibido 
y, de alguna manera, tanto una distinción del individuo con respecto a su especie, como 
un encantamiento del objeto con la cobertura simbólica que ahora le aportó el sujeto al 
hacerlo suyo. De alguna manera, la filogénesis apunta en dirección al yo y a la 
consciencia, por ello es bueno recordar que Lamarck, en su Filosofía Zoológica, 
publicada en 1809, hablaba del «sentimiento interior», como un rasgo común entre el 
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hombre y ciertos animales.6 Los símbolos también guardan significados inconscientes, 
especialmente aquellos que Jung describió como arquetipos. Por otra parte, ya Lacan 
advirtió que el inconsciente está escrito como un lenguaje. Un fenómeno complejo que, 
como veremos más adelante, tiene especial relevancia en el estudio de las 
representaciones. 
 
 
JERARQUIZACIÓN FILOGENÉTICA DEL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL 
 
La influencia de Darwin, sin duda alguna, permitió a los neurólogos de los siglos XIX, 
XX y aún del XXI, comprender la jerarquización de las funciones del SNC. Freud no 
hubiese podido concebir al ser humano como criatura pulsional e instintiva, si antes 
Darwin no hubiera propuesto nuestro parentesco con el resto de la vida animal. Ya 
sabemos que el proceso filogenético que lleva hasta el homo sapiens sapiens que somos 
hoy, se cumple ganando en complejidad. Esta jerarquización de las funciones 
cerebrales ya fue propuesta por el neurólogo británico John Hughlings Jackson (1845-
1911) quien, conocedor de los trabajos de Darwin, afirmaba que las estructuras 
cerebrales filogenéticamente más antiguas quedaron jerárquicamente subordinadas a 
las de más reciente aparición, de tal manera que el SNC resulta funcionando con 
arreglo a un modelo jerárquico donde las funciones mentales superiores se entienden 
como un producto del desarrollo evolutivo. En este caso debe aceptarse que la 
ontogénesis reproduce la filogénesis. 
Este modelo avanzó todavía más con Sherrington (1857-1952), quien trascendió el 
modelo localizacionista de Broca (1824-1880), con una propuesta que admitía localizar 
las lesiones más funcional que topográficamente. A cada lesión correspondían dos 
órdenes de signos, los deficitarios ocasionados por la pérdida de la función, y los 
positivos, relacionados con la liberación de funciones que se hallaban inhibidas por el 
control superior. Más adelante, Henri Ey partirá de las mismas premisas para postular 
su «hipótesis órgano-dinámica», de fructíferos resultados en la intelección de los 
trastornos mentales. Debe quedar claro que la expresión «órgano-dinámica» no se 
refiere propiamente a un órgano, ni quiere ser un postulado organicista, sino que 
propone una «organización dinámica» de las funciones cerebrales y de la vida en 
general.7 
 
 
LA ENFERMEDAD MENTAL COMO ANÁNKÉ 
 
Para los médicos griegos, dice Laín Entralgo,8 era muy importante discriminar si la 
enfermedad observada ocurría kat’ anánkẽ, es decir, por una forzosa necesidad de la 
phýsis, expresiva de un lugar natural más profundo y definitivo que los nómoi o 
convenciones sociales de los hombres, visible sobre todo en las enfermedades de curso 
inevitable, o bien kat à týkhēn, como en aquellos casos en que la acción del azar se ha 
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apoderado de la phýsis, pero que el médico logra modificar o evitar con su tékhnē. El 
concepto puede ir, sin embargo, más allá de lo forzosamente trágico o fatal, pues «las 
enfermedades otoñales curan kat’ anánkēn en primavera». Partiendo de ese concepto, 
y de la hipótesis órgano-dinámica de Henry Ey, desarrollamos la hipótesis de la 
enfermedad mental como anánkẽ, es decir, como una situación en la que se suprime la 
plasticidad y frescura vital del comportamiento saludable, por una conducta altamente 
predecible por la que el enfermo fragua en una estructura clínica rígida: todos estos 
procesos son especialmente visibles en el trastorno esquizofrénico.9 
Lo anancástico es el reverso de lo estocástico. Ambas posibilidades coexisten tanto 
en la fisiología y el comportamiento sano como en el enfermo. Pero el anclaje en una 
estructura clínica anancástica, con apenas algunas excepciones, confisca el azar y lo 
hace altamente improbable. Hacemos referencia a lo anancástico, no sólo para describir 
la externalidad de la conducta (como hasta ahora se ha venido aplicando a los 
fenómenosobsesivos), sino también para referir su sobrederterminación desde una 
legalidad anacrónica de la phýsis, tal y como se entendía en la Grecia clásica. 
No debe confundirse lo caótico con lo catastrófico en psiquiatría. Una crisis de 
agitación psicomotríz es una catástrofe entrópica donde fallan los precarios 
mecanismos de adaptación del sujeto enfermo. El caos, por su parte, produce nuevos 
mecanismos de ajuste donde no está ausente la creatividad. Si representáramos la 
distribución del caos en la naturaleza como una campana de Gauss, encontraríamos en 
el extremo izquierdo a los minerales, siempre iguales a sí mismos y de comportamiento 
altamente predecible. Un diamante es el mismo a través de miles de años y es muy poco 
probable que cambie por la acción del tiempo o del ambiente. Los seres unicelulares, 
mucho más complejos que los minerales, pero aún muy elementales en sus reacciones 
ante los cambios del ambiente, tienen pocas posibilidades de generar cambios en su 
interior y mucho menos de introducir modificaciones en su entorno inmediato, de tal 
manera que sus reacciones pueden predecirse con bastante exactitud mediante técnicas 
matemáticas tales como el cálculo de probabilidades. En la medida en que se asciende 
en la escala biológica, el repertorio de posibilidades comportamentales se va 
incrementando progresivamente y las interacciones entre el organismo y su ambiente 
se van tornando cada vez más azarosas o estocásticas. La denominada «autopoyesis» de 
Maturana se hace cada vez más visible. Hacia el medio de la campana de Gauss nos 
encontraremos con el comportamiento de los seres humanos, ricos en probabilidades 
de ajuste, en permanente cambio individual y social, con altas cuotas de creatividad y 
complejidad, de tal manera que los procedimientos matemáticos y probabilísticos 
pueden predecir sus ajustes biológicos más elementales, pero se muestran insuficientes 
cuando tratan de explicar sus niveles más complejos de organización. El itinerario 
evolutivo que conduce hasta el sujeto más complejo de la filogénesis se construye 
ganando en incertidumbres. Los teóricos que estudian las relaciones entre caos y salud 
proponen, al contrario de lo que se ha venido pensando hasta ahora, que la salud tiene 
un alto ingrediente de incertidumbre, de la misma manera que una ausencia de 
variabilidad y caos fisiológico y comportamental conduce a una mineralización de las 
posibilidades de existir, tal y como ocurre en la mayoría de los trastornos mentales. Es 
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el discurso que queremos seguir para contrastar la fenomenología de las alucinaciones 
con la de las de otras representaciones. 
 
 
ALUCINACIÓN Y REPRESENTACIÓN 
 
Fue Esquirol quien propuso definir la alucinación como una percepción sin objeto. 
Desde entonces se han formulado muchos añadidos a su definición, pero pocos 
cambios sustanciales. Recientemente, Alonso-Fernández cuestionó el esquema de 
Esquirol, al afirmar que la alucinación «es cualquier cosa menos una percepción sin 
objeto, porque no es una percepción y porque sí tiene objeto…Contrariamente a la 
actividad de la sensopercepción que va de afuera hacia adentro, en su calidad de 
función psíquica centrípeta por excelencia, la alucinación se produce al objetivizar una 
imagen psíquica, dotándola de sensorialidad, y después proyectarla al exterior, con 
brevedad una proyección objetivante, tránsito nítidamente centrífugo».10 En 1846, 
Baillarger, en la Real Academia de Medicina de Francia, propone distinguir entre 
alucinaciones psicosensoriales y alucinaciones psíquicas. En las últimas, el enfermo 
experimenta la impresión de escuchar el pensamiento de manera muy nítida, como una 
voz interior y secreta que no procede del exterior. Mientras JP Falret, en La Salpêtrière 
afirmaba en 1864, algo que interesa destacar: «… las alucinaciones de los alienados se 
refieren sólo a un sentido, a un objeto o a una serie idéntica de objetos. Por el contrario, 
en los sueños la percepción fantástica de las cosas ausentes no puede preverse, se 
presenta al azar, sin discontinuidad y en el campo de todos los sentidos […] la 
alucinación, esta percepción sin objeto o, si se prefiere, ese rumiar de las 
sensaciones».11 
Falret registraba ya entonces ese fenómeno anancástico que nos interesa subrayar. 
Es todavía la época de la «alienación mental». En la Société Médico-Psychologique se 
discutía el tema de las representaciones mentales y sus relaciones con la percepción, así 
como los posibles fundamentos fisiológicos de ambas. Ya en el período de las 
enfermedades mentales J Seglas, conocedor de los trabajo de Broca sobre la afasia 
(1861-1865) y de Wernicke sobre el lenguaje (1874), así como de toda una nueva 
concepción de la corteza cerebral y sus localizaciones, renueva la concepción de las 
alucinaciones, adoptando la teoría del italiano Tamburini, quien atribuye la alucinación 
a los centros perceptivos corticales, cuando afirmaba que «la alucinación consiste en 
una excitación patológica de los centros sensoriales de la corteza, análoga a lo que en 
los centros motores produce la epilepsia de origen cortical, y así como ésta tiene por 
efecto el movimiento irregular, de la misma manera aquélla tiene por consecuencia las 
sensaciones irregulares».11 Es por ello que se interesa especialmente por las 
perturbaciones del lenguaje y separa las alucinaciones verbales, auditivas, visuales y 
psicomotrices, a las que da ese nuevo significado clínico y diagnóstico, llegando a 
considerar las alucinaciones verbales como el reverso de la afasia, e insistiendo en que 
se trata de fenómenos automáticos, en los que el pensamiento verbal se vive separado 
del yo, como una especie de alienación del lenguaje. Para Seglas, las alucinaciones 
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psicomotrices verbales, se producen por una excitación del centro motor de la palabra, 
donde residen las representaciones motoras del lenguaje.12 Luego seguirá Clérambault, 
incorporando las alucinaciones dentro de su «síndrome de automatismo mental», entre 
cuyos datos semiológicos, interesa destacar la enajenación de la voluntad y su 
imposición al yo. 
Posteriormente, en la época de las grandes estructuras clínicas, la teoría neo-
jacksoniana de las alucinaciones que propone Henry Ey, sólo considera verdaderas 
alucinaciones a las psicóticas o delirantes, las cuales constituyen un aspecto liberado y 
positivo, producto de una desestructuración global de las actividades del neo-cortex, 
que tiene como rasgo negativo la pérdida de la capacidad de distinguir entre la realidad 
y el fantasma interior que hace posible la alucinación. De manera tal que para Ey, no se 
trata de simple irritación cortical ni de la proyección de un afecto reprimido en el 
inconsciente, sino de una alteración muy compleja que impacta severamente al sujeto, y 
reduce su libertad. 
El fenómeno alucinatorio es de naturaleza compleja y de difícil abordaje. Puede 
estar relacionado con diversas situaciones como la fatiga, emociones fuertes, consumo 
de sustancias psicoactivas, privación sensorial y sugestionabilidad extrema, así como 
trastornos clínicos que van desde la esquizofrenia hasta la discutida histeria. Cada 
órgano o sistema sensorial puede ser objeto de perturbaciones alucinatorias de diversos 
grados de intensidad y calidad. En la esquizofrenia interesa diferenciar entre la 
semiología de las alucinaciones verbales y no verbales. Ya Baillarger distinguía entre 
alucinaciones psicosensoriales y psíquicas. Las primeras afectan todas y cada una de las 
formas de sensibilidad y son percibidas como una realidad concreta en el ambiente 
exterior, mientras que lassegundas comprometen la audición, sobretodo del lenguaje. 
En el acto de pensar, el sujeto siente dirigir el curso y contenido de su lenguaje interior, 
por lo que puede sentirlo como propio. Ya lo dijo Descartes: cogito, ergo sum. Se tiene 
entonces el pensar, como evidencia del propio existir del ser. En la enfermedad 
obsesiva el enfermo se ve asediado por pensamientos intrusitos, que son percibidos 
como procedentes por fuera del deseo y la intención del yo, pero en las denominadas 
alucinaciones psíquicas ocurre una verdadera «emancipación xenopática», por las que 
el pensamiento se torna ajeno, extraño, intervenido, impuesto, interceptado, publicado, 
robado, divulgado; los límites del yo se hacen confusos y la actividad mental parece 
provenir de otro lugar, no existe una separación nítida entre lo que viene de afuera por 
la vía sensorial y lo que se gesta desde adentro, en la intimidad personal. En el 
síndrome de automatismo mental de Clérambault ocurre una verdadera amalgama 
entre el delirio y el fenómeno alucinatorio. Las alucinaciones acústico-verbales, como 
los fonemas imperativos, las voces dialogantes, las palabras enigmáticas y la 
sonorización del pensamiento llegan a estructurarse como un todo tenso en el delirio, 
hasta mineralizarse en los estadios finales de la enfermedad esquizofrénica.11 
La investigación neurobiológica de las alucinaciones arroja, cada vez, mayor luz 
sobre el fenómeno. Ya Ajuriaguerra y Hécaen hacían notar que la excitación eléctrica o 
espontánea de ciertas zonas de la corteza occipital, se acompañaba de alucinaciones de 
animales, mientras que otras muy próximas producían la percepción de figuras 
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humanas, negras o coloreadas. Sin dejar de reconocer una cierta somatotopía en el 
cortex cerebral, los autores se cuidaron de pronunciarse a favor de un «puntillismo 
localizador».14 Más recientemente, los sofisticados estudios anatomopatológicos de 
Gaser y cols., han encontrado una fuerte correlación entre la intensidad de las 
alucinaciones auditivas y la reducción de volumen del gyrus transverso temporal 
superior izquierdo (cortex primario auditivo) y del gyrus supramarginal inferior 
izquierdo, así como también de los gyrus prefrontales medio e inferior derechos.15 
Además de los diversos hallazgos neuropsicológicos y neurobiológicos encontrados en 
la esquizofrenia, se sabe que la dimensión relacionada con la distorsión de la realidad 
(alucinaciones y delirios) correlaciona fuertemente con un incremento del flujo 
sanguíneo cerebral en la región medial del lóbulo temporal izquierdo, lo que incluye el 
gyrus parahipocámpico, striatum ventral y córtex prefrontal inferolateral; así como 
una reducción en el córtex cingulado posterior y la corteza temporoparietal lateral 
izquierda.16 Haenschel ha investigado los generadores cerebrales de alucinaciones 
auditivas, utilizando resonancia magnética funcional (RMNf) y su hallazgo principal es 
que el córtex auditivo está activo durante el fenómeno alucinatorio (que no es el caso 
para las meras imágenes auditivas), observando que la red de áreas relacionadas con la 
alucinación son el córtex frontal inferior izquierdo (centro de producción del lenguaje), 
el hipocampo y la amígdala.17 Otros autores, estudiando con potenciales evocados la 
sensibilidad de la corteza auditiva, con el objeto de conocer si la activación de dicho 
córtex auditivo contribuye esencialmente al carácter de la alucinación y a su atribución 
a un estímulo externo, o si la activación expresa un incremento de la atención auditiva a 
los estímulos externos, concluyen proponiendo que durante el fenómeno alucinatorio, 
baja la amplitud de los potenciales evocados auditivos y cambia la topografía 
bioeléctrica cerebral, lo cual puede indicar una competencia entre los estímulos 
sensoriales y la alucinación por los recursos fisiológicos a nivel del lóbulo temporal, por 
lo que la activación del cortex sensorial primario es un constituyente fundamental de la 
alucinación.18 El potencial de disparidad (mismatch negativity, MMN), es un potencial 
evocado generado ante cambios en los estímulos auditivos repetitivos, que es de larga 
latencia, y refleja el funcionamiento de un mecanismo automático y pre-atencional del 
procesamiento de estímulos. Se piensa que la anormalidad del MMN en la 
esquizofrenia está asociada con disturbios perceptivos y disfunción cognitiva. Los 
hallazgos apuntan hacia un déficit en los mecanismos pre-atencionales de los estímulos 
auditivos, especialmente en el hemisferio izquierdo, indicando una correlación entre 
síntomas positivos (especialmente alucinaciones auditivas) y una disfunción del lóbulo 
temporal izquierdo.19 Además, se ha logrado establecer que dichas alteraciones guardan 
relación con el funcionamiento de los receptores de NMDA.20 En efecto, se ha 
propuesto que el canal receptor (NMDAR) de NMDA funciona como un mecanismo de 
detección coincidente para señales aferentes y re-entrantes, que soportan la percepción 
consciente, el aprendizaje y la formación de la memoria; mientras que las distorsiones 
perceptivas y las alucinaciones inducidas por la administración de ketamina a través 
del bloqueo del NMDAR, serían mediadas por una vía de señalización alternativa que 
incluye un incremento de la excitabilidad de las áreas frontales y los ligandos del 
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glutamato al AMPA en el cortex sensorial, que generan una entrada de Ca2+ a través de 
canales de calcio voltaje-dependientes (VDCCs). Este mecanismo sostendría la tesis de 
que los ligandos de glutamato con AMPA y NAMDRs en la corteza sensorial median la 
mayoría de las percepciones normales, mientras que los ligandos al AMPA y la 
activación de los VDCCs serían mediadores en algunos tipos de alteraciones 
perceptivas.21 En todo caso, lo que debe subrayarse, es que lo que se activa en el 
fenómeno alucinatorio, es una red sensorial portadora de una señal amenazante para el 
enfermo, lo cual sólo es posible porque se ha salido de su control superior, sobre lo cual 
volveremos más adelante. Todo apunta a que se trata entonces de representaciones que 
son presentificadas ante una conciencia que no las reconoce como propias, porque han 
evadido el mecanismo de detección coincidente para señales aferentes y re-entrantes, 
que soportan la percepción consciente, de acuerdo a los hallazgos anteriormente 
señalados. Ese es un aspecto crítico del debate sobre la forma como la neurofisiología 
debe abordar el tema de las representaciones. 
Representar no es conocer, pero sí es un paso previo e importante para el 
conocimiento de la realidad. En el proceso del conocimiento, lo representado es 
asimilado y enriquecido por la conciencia, hasta hacerlo parte del yo. En Platón, las 
ideas y las cosas no son lo mismo. Las ideas pertenecen al reino del ser, mientras que 
las cosas han sido creadas por un demiurgo a imagen y semejanza de las ideas. Todo lo 
cual da lugar a un debate entre las relaciones entre los conceptos de eidólon, eikón y 
phantasia. Salvando años, así como distancias filosóficas y conceptuales, Descartes se 
plantea la separación entre res cogitans y res extensa. En la psicología tradicional el 
concepto de representación admite cierta polisemia. Puede entenderse por tal, la 
aprehensión de un objeto inmediatamente presente, como sucede en la percepción, 
pero también, la reproducción en la conciencia de una percepción pasada; asimismo, la 
representación puede hacerse para anticipar un acontecimiento futuro, lo que la 
aproxima a la imaginación. En algunos casos existe una representación poiética, por 
medio de la cual la realidad es resemantizadacon novedosos añadidos subjetivos y, en 
intenso contraste con esta última, está la representación mineralizada que venimos 
señalando en las alucinaciones.22 Para Wittgestein, la representación debe compartir 
una estructura o forma lógica similar con la realidad, aproximándolo a las concepciones 
isomórficas de las representaciones, cuyas mejores expresiones empíricas se 
encuentran en las matemáticas y la química.23 Ricoeur, quiere distinguir entre imagen y 
recuerdo, para lo cual propone «un análisis eidético apropiado». Parte de Husserl y sus 
términos Vorstellung, Bild y Phantasie. Allí, Vorstellung equivale a representación, 
Bild corresponde a las presentificaciones que describen algo de manera indirecta, como 
las esculturas y las pinturas, mientras que al hablar de Phantasie piensa en los ángeles 
y los diablos de las leyendas, todo lo cual emparienta al concepto de ficción y de 
creencia (belief). En todo caso, lo pasado tiende a hacerse presente como algo ya 
percibido o vivido por el sujeto, o de lo contrario no es reconocido como propio. Si las 
alucinaciones han de ser admitidas como representaciones, entonces debe señalarse de 
inmediato un dato deficitario con respecto a la mayoría de las representaciones 
consideradas normales: no cumplen, con la denominada por Kant «triple síntesis 
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subjetiva», consistente en «recorrer, unir y reconocer», a través de lo cual se garantiza 
la cohesión y apropiación de lo percibido.24 
 
 
IMPACTO DE LA POIESIS Y LA RAZÓN 
 
Partiendo de las teorías neurofisiológicas revisadas en este trabajo, resulta válido 
aceptar que la conciencia se construye y reconstruye permanentemente con los datos 
proporcionados por la realidad, pero también generando datos mediante una actividad 
espontánea que implica diversas redes neuronales, que no sólo tienen que ver con la 
vigilancia y la discriminación acertada de esos datos, sino también con matices 
personales donde está presente el yo, así como los recuerdos y vivencias personales del 
sujeto, en una permanente realización autopoyética. 
Procesos de simulación y de supervisión intervienen en los diversos estados de 
conciencia que posibilitan «un acceso global al pasado, al presente y al futuro».5 El 
sujeto no es sólo receptor de estímulos procedentes del ambiente, a los que responde 
desde su cerebro con las pautas innatas inscritas en su genoma, sino que también es 
agente hacedor de nuevas realidades y conductas. Es factor poiético y autopoiético. Y 
por eso tiene dignidad. En el diálogo de la dotación genética con el ambiente y la 
constitución de lo epigenético, la conciencia y la neuroplasticidad son fundamentales.13 
Los zombis de Crick o las representaciones previas de Changeux, independizados del 
yo, impuestos alucinatoria y automáticamente en una conciencia que no puede 
diferenciarlos de la realidad, constituyen una expresión sintomática de lo que hemos 
denominado la enfermedad mental como anánkẽ.9 
Si no fuera por la diversidad de temas y matices del momento onírico, podría 
decirse que hay una similitud de éste con los fenómenos alucinatorios. Parece ser, que 
cuando el sujeto esquizofrénico alucina y es «poseído» por sus zombis, se activa un 
conjunto de áreas corticales de asociación visual, auditivas y del lenguaje, en concierto 
con complejas redes subcorticales; mientras que al mismo tiempo, la corteza prefrontal 
guarda silencio, lo que reduce o aniquila cualquier posibilidad de recreación en lo 
novedoso y estocástico, con las coloraturas y los matices que introduce el yo en la 
actividad consciente. Dorazco Valdés relaciona la volición y el yo con la integridad de 
las estructuras adyacentes al tercer ventrículo, de tal manera que cuando éstas se dañan 
por procesos infecciosos o hemorrágicos, se producen lesiones hipotalámicas y/o de las 
conexiones hipotálamo-tálamo-frontales que transforman al enfermo en un ser pasivo 
con apariencia de robot, incapaz de «hacer».25 No sería extraño que el mecanismo del 
kindling intervenga en el proceso alucinatorio, pero en todo caso, el fenómeno debe ser 
entendido como componente de una estructura más compleja. Es por ello que, a las 
características clásicamente descritas de corporeidad, frescura sensorial, certeza de 
realidad y ubicación en el espacio exterior, debe añadirse ese rasgo repetitivo y 
mineralizado en un formato anancástico, formando parte de la indispensable 
aportación de Clérambault sobre el carácter automático del fenómeno. Siguiendo a 
Ramón Sarró, quien postuló que los delirios eran mitologemas, es decir, contenidos 
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psíquicos arquetipales, que portan temores y deseos existenciales profundos y comunes 
a toda la humanidad, pero que cuando llegan a dominar la psiquis del enfermo 
psicótico pasan a constituirse en deliremas, desde los que se piensa y dirige toda la 
existencia; podríamos igualmente denominar el fenómeno alucinatorio con el 
neologismo «alucinema», pues ambos se entronizan y dirigen la psiquis por similares 
mecanismos patogenéticos.26 
En el análisis de la subjetividad encontramos datos que nos interesa resaltar a 
propósito del valor ontológico de las representaciones. La subjetividad no sólo es el 
espacio de las representaciones, sino también de las evocaciones, la meditación, la 
nostalgia y el sosiego, así como de algunos recodos íntimos cuya visita puede ser muy 
dolorosa. El trabajo creador, la poiesis y la razón encuentran allí un lugar privilegiado. 
Decía Fernando Pessoa en su fina prosa: «Condillac comienza su libro célebre, ‘Por más 
alto que subamos y más bajo que bajemos, nunca salimos de nuestras sensaciones’. 
Nunca desembarcamos de nosotros. Nunca llegamos a otro sino otrándonos mediante 
la imaginación sensible de nosotros mismos. Los verdaderos paisajes son los que 
nosotros mismos creamos […] quien ha cruzado todos los mares ha cruzado tan sólo la 
monotonía de sí mismo».27 
Bleuler decía que la «representación cumple la función de una percepción 
prolongada en el tiempo; es una percepción que se sobrevive».11 Con las palabras de 
Pessoa, habría que añadir que la representación termina teñida de matices con los que 
el sujeto la conserva y la hace suya. A diferencia de la representación alucinatoria, en la 
representación sana los objetos se presentan menos nítidos, aparecen en un espacio 
subjetivo o interior, dependen de la voluntad, y portan una nueva carga semántica.28 
 
 
CONCLUSIÓN 
 
Para concluir, citaremos unos versos del vate carabobeño Vicente Gerbasi, ricos en 
imágenes y matices, representativos de la libertad por lo estocástico, y desde luego, 
muy lejos, de la enfermedad mental como anánkẽ: Oigo rumores que vienen del 
corazón/ de los labriegos/ oigo el tiempo acumulando café en los/ patios iluminados/ 
sonando guaruras indígenas/ en las colinas de la tarde.29 
De allí lo acertado de Eugenio Montejo al comentar Los espacios cálidos de Gerbasi, 
cuando le cita: «El trópico (anotó en un ensayo de juventud) es más favorable a lo 
demoníaco que a lo angélico. Aquí las fuerzas de la naturaleza están siempre cerca de la 
cólera. Aquí reina la violencia cósmica. América produce angustia, sobresalto y 
tristeza», para inmediatamente añadir: «A partir de ese giro, sus palabras, como el 
vuelo circular y demorado del gavilán, tan presente en sus versos, retornan sin cesar a 
su ámbito mítico, depurando su registro con el paso de los años, mientras la voz gana 
mayor fluidez sin mostrar caídas ostensibles. Una tenue melancolía convive con los 
colores de sus recuerdos y la fuerza de los elementos que pueblan su geografía».29 
Insistimos: son palabras que permitencontrastar la representación poiética con la 
anánkẽ psicótica, y por lo tanto, sugieren nuevas miradas terapéuticas. 
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La potencialidad terapéutica del acto creador se expresa en la esperanza que 
algunos ponen en la «Clínica del Arte», que ha demostrado ser una vía para sacar de los 
muros del autismo a muchos enfermos psicóticos, al facilitar otro nivel de 
comunicación para el encuentro psicoterapéutico y «darle sentido al malestar 
clínico».30 Sin embargo, este entusiasmo ha de morigerarse en vista de la estrecha 
asociación existente entre la vida de los grandes creadores y la morbilidad 
psiquiátrica.31,32 En todo caso, lo que debe resaltarse es el valor que la promoción de la 
subjetividad y sus más íntimos matices tienen para resemantizar la vida, por oposición 
y recurso terapéutico ante la mineralización existencial que supone el anclaje en la 
enfermedad mental como anánkẽ. Una apertura que se puede hacer acompañado del 
concepto de psiquiatría, como disciplina de la libertad, que propuso Henry Ey. 
 
 
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