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Ecologia

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ASUNCIÓN 
FACULTAD DE FILOSOFÍA 
Carrera de Psicología 
Área Básica 
 
 
Cátedra de Ética Profesional 
 
 
 
 
 
 
ECOLOGÍA Y ÉTICA 
 
 
 
 
 
Alumnos: 
Flavia Magalí Rojas Zárate 
Diego Gabriel González Urbieta 
Ezequiel Rosales 
 
 
 
Prof. Lic. Inocencio Barúa Lesme 
 
 
Tercer Año Primera Sección 
 
Año Lectivo 2014. 
 
 
 
 
 
 
Introducción 
 
Cuando hablamos de moral o de ética surgen espontáneamente dos tipos de 
opiniones contradictorias. Por un lado la palabra moral nos dice "obligación", 
"norma", "tradición", "lo que se debe hacer", "lo que no se debe hacer", 
"prohibición", "tabúes"... y con esto un natural rechazo. Por otro, reclamamos una 
postura ética o moral en los políticos, en los médicos, en los economistas, 
científicos, técnicos o... ecólogos. También hoy aparece un juicio positivo en 
distintos aspectos de la vida humana: los derechos humanos, los derechos del 
niño, los derechos del consumidor o del enfermo, principios de moral de guerra... 
que generan comités de ética y tratados internacionales compuestos por 
enunciados de normas morales que no se deben violar y que los distintos 
gobiernos deben traducir en leyes concretas para sus estados. 
Desde este punto de vista aparece un reclamo general, un grito, por tener 
determinados principios morales en los cuales fundar la dignidad humana, la 
convivencia, y la calidad de vida para esta y las futuras generaciones. 
No es algo nuevo, ya en 1948 se formuló la Declaración Universal de Derechos 
Humanos. En estos últimos cincuenta años la ética civil fue creciendo en 
reflexión, agudizando sus reflexiones para dar respuestas nuevas a las nuevas 
situaciones que se presentan (pensemos en el nuevo campo de la biogenética). 
Es en esta corriente de pensamiento, que se inserta la reflexión ético-ecológica. 
El propósito de este trabajo es dar a conocer los diferentes puntos de vistas 
éticos ante la ecología ambiental. Comenzando por la definicion de ecologia, sus 
ramas y sus campos de acción, como sus controversiales problemáticas actuales 
un debate, no sólo de la labor ética de los científicos, sino de todos los 
habitantes de este planeta. 
 
 
 
 
CAPÍTULO I 
 
La Ética Ecologista 
 
1. Definición: 
La ética ambiental o ecológica se preocupa de estudiar los sistemas de 
legitimación de las conductas , modelos, políticas y actitudes ecocidas; y de 
construir sistemas alternativos de legitimación de conductas, políticas y 
actitudes que generen situaciones y modelos ecológicamente sostenibles 
(Vives, 1945). También estudia la relación entre los seres vivos y el medio en el 
que viven. Y se preocupa en mejorar las conductas (de las personas y 
fabricantes), que haya una política (que respete la naturaleza y tenga proyectos, 
para mejorar la situación actual) y actividades que generen situaciones y modelos 
ecológicamente correctos. 
 
2. Conciencia Ecológica: 
A partir de la década de 1970 se generó una preocupación por el medio 
ambiente (Boullón, 2006). El siglo XX ha sido uno de los más destructivos de la 
naturaleza, como el estilo de vida de la civilización industrial que está basado 
fundamentalmente en el uso masivo de energías no renovables y contaminantes. 
La sociedad occidental despilfarra, gasta innecesariamente y abusa de los 
recursos materiales energéticos. Sin embargo en esta década se ha generado 
también la mayor responsabilidad, es el nacimiento de la llamada ética ecológica 
o eco ética. 
La destrucción o el deterioro del medio ambiente se observa en la 
contaminación del aire o del agua, en el efecto invernadero, en la existencia de 
agujero de ozono. Todos estos son problemas que han ido surgiendo poco a poco 
y de los que se ha tomado conciencia sólo en las últimas décadas. 
El ciudadano y la preservación del entorno se han vuelto una tarea urgente, pues 
creer que la naturaleza era una fuente ignorable de recursos, necesitamos 
preservar la integridad de la tierra que implica tratar el suelo como algo sagrado, 
renovar el amor por la naturaleza, crear conciencia en las familias, escuelas, 
colonias para cuidar y preservar nuestro entorno ecológico. 
3. Ecoética: 
La ecoética o ética ecológica es una disciplina de la Ética que se refiere a los 
problemas medioambientales. Muchas organizaciones nacionales e 
internacionales se ocupan de mantener a la población informada sobre el tema, 
de denunciar las acciones irresponsables y, entre otras tareas, de alertar a las 
autoridades sobre los riesgos. 
La Ecoética, en resumen, afecta al ámbito personal, social e individual, tanto en 
las necesidades, intereses, y preferencias como en los deseos con respecto al 
medio ambiente. 
 
Existen tres leyes básicas propias de esta disciplina, según Joseph Vives (1945): 
 
3.1-Primera ley de la ecoética: 
Establece que todos los seres vivos son interdependientes. En este 
proceso todos dependen unos de otro, por ejemplo los humanos al cazar y 
al pescar tienen que controlar qué cantidades recogen porque tienen que 
dejar un margen para respetar esa especie y no extinguirla y para que se 
pueda seguir aprovechando de esas especies moderadamente. 
3.2. Segunda ley de la ecoética: 
Afirma que la estabilidad (unidad, seguridad, armonía) de los ecosistemas 
depende su diversidad (complejidad). Un ecosistema que contenga cien 
especies distintas será más estable que otra que solo tenga tres. 
3.3.Tercera ley de la ecoética: 
Establece que todas las materias primas son limitadas (alimentos, agua, 
aire, minerales, energías) y que existen límites en el crecimiento de todos 
los sistemas vivos. Estos límites se hallan determinados por el tamaño de 
la tierra y por la limitada cantidad de energías que nos llegan del sol. 
 
 
 
 
 
 
4. Economia y Ecologia: 
La ética ecológica tiene que ir acompañada de cambios de los modelos 
económicos. Si seguimos utilizando un modelo de crecimiento ilimitado que no 
toma en consideración los residuos que produce, las materias primas y fuentes 
de energía que agota, la contaminación que genera, pronto el medio ambiente 
empezará a reflejar los daños hasta el punto de hacerse invisible. Por eso se está 
ya defendiendo el modelo del desarrollo sostenible, es decir, de un sistema 
económico en el que el desarrollo está limitado atendiendo a las necesidades 
presentes, pero intentando no poner en peligro la supervivencia de las 
generaciones (UNESCO, 2011). 
Mientras las sociedades humanas han sido pequeñas y su tecnología modesta, su 
impacto sobre el medio ambiente quedó reducido a una escala local. No 
obstante, al ir creciendo la población y desarrollándose la tecnología, 
aparecieron problemas más significativos y generalizados (Rubio, 2006). La 
Revolución Industrial trajo consigo el descubrimiento, uso y explotación de los 
combustibles fósiles, así como la explotación extensiva de los recursos 
minerales de la Tierra. Fue en con la Revolución Industrial cuando el hombre 
empezó realmente a cambiar la faz del planeta, la naturaleza de su atmósfera y 
la calidad de su agua. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO II 
 Aproximación ética a los desafíos emergentes de la 
Ecología 
El problema ecológico: 
En todos los períodos históricos el hombre interaccionó con el medio cambiando 
y alterando su sistema. Un ejemplo claro lo tenemos en los puertos europeos de 
los primeros siglos de nuestra era, que han quedado varios kilómetros tierra 
adentro por los sedimentos arrastrados por los ríos, en cuya desembocadura se 
instalaban, al haber depredado los árboles de sus riberas para hacer 
embarcaciones y construcciones (Vives, 1945). Sin embargo la naturaleza 
demuestra un gran poder de readaptación a la nueva situación, recomponiendo el 
ecosistema intervenido. Pero hoy el avance de la ciencia junto a la tecnología 
que la acompaña han anulado esta capacidad de recomposición de los 
ecosistemas por la rapidez y profundidad de laintervención, provocándose una 
degradación creciente por el crecimiento exponencial . ¿Es posible continuar con 
este crecimiento, poniendo en juego la sobrevivencia sobre el planeta? 
(Meadows&Randers, 1992) 
El tema también es planteado en términos demográficos: 
"En los primeros milenios, la humanidad necesitó más de mil años para 
duplicarse. Las revoluciones demográficas en la Edad Moderna dieron lugar a 
una disminución drástica del período de duplicación. Pero entre los años 1650 y 
1750 disminuye ese tiempo hasta reducirse a unos 170 años. A partir de aquí, 
los períodos de duplicación continúan acortándose de forma cada vez más 
espectacular. En el curso de nuestro siglo la "explosión" demográfica se 
agiganta, hasta el punto de que en 1979 el período de duplicación se ha 
empequeñecido aún más y sólo comprende 35 años" (Rubio, 1994). 
Todo hace prever que para el año 2050 seremos cerca de 12.500 millones de 
hombres y mujeres en la tierra. Esto es fruto de una disminución de la tasa de 
mortalidad y una mayor expectativa de vida gracias al crecimiento científico 
tecnológico desarrollado; y si bien disminuyó bastante la tasa de fecundidad en 
Europa y un poco en América Latina y Asia, creció en el África subsaharina, donde 
los hijos son la fuente de riqueza y seguridad de futuro de la familia 
(Meadows&Randers, 1992). Siendo evidente que la tasa de crecimiento está 
determinada más por el grado de desarrollo económico de una sociedad que de 
los planes de control de la natalidad, esto nos plantea un interrogante ¿cómo 
repartir los recursos limitados de la tierra para no provocar una depredación, 
dando posibilidades a todos y a cada uno de sus habitantes? 
Además, en el ecosistema planetario todos debemos tener la capacidad de 
desarrollar la vida y una vida digna. Y dentro de todos los seres vivos de la tierra 
el más mal tratado sigue siendo el hombre, donde un 15% de la población, 
formado por 29 países, tiene del 80% del total de la riqueza disponible; otro 30 
% de población dispone de casi el 15 %, finalmente el 54% de la población más 
pobre dispones apenas del 5,4 % de producción. 
Esto significa que la mayoría de los hombres no poseen lo suficiente para comer, 
viven pocos años (la expectativa de vida en Guinea Bissau es de 39 años, en 
Sierra Leona 42, en Angola 46, por nombrar algunos países de los más pobres...), 
no tienen dinero (Vara, 1994). 
Un mundo rico, una minoría, que consume la mayor parte de la energía del 
planeta y produce la mayor parte de residuos y un mundo pobre, la mayoría, 
desbastado y al que no se le permite el desarrollo de una calidad de vida humana. 
Aquí la etoecología asume el imperativo de defensa de la justicia. ¿Podemos 
impedir que los más pobres degraden el ecosistema cuando esto significa su 
supervivencia inmediata? ¿Pueden los países desarrollados exigir legislaciones y 
acciones por la no emisión de tóxicos al ambiente cuando ellos lograron el 
progreso a fuerza de contaminarlo todo? ¿Tienen derecho los países más ricos 
de llevarse materia prima y energía de los países más pobres devolviéndole 
residuos tóxicos convirtiéndolos en basureros de metales pesados y nucleares? 
Toda esta situación global, que la teología moral definiría como pecado 
estructural repite su esquema diabólico en cada región, cada país, ciudad, barrio, 
institución, hogar, persona, convirtiéndonos en solidarios de la injusticia y la 
degradación del hombre y la naturaleza. 
 
A la búsqueda de un valor que nos permita estructurar una ética 
ecológica: 
Una propuesta ética para poder ser aceptada debe partir de una búsqueda 
sincera en diálogo con la racionalidad contemporánea. Por eso trataremos de dar 
algunos elementos que nos puedan ayudar a comprender los distintos 
fundamentos que encuentran diversos discursos morales actuales al intentar dar 
una salida al problema ecológico. Encontrar un valor fundamental (constitutivo 
intrínseco del valor moral) es necesario para poder estructurar sobre él toda la 
reflexión sucesiva. 
En primer lugar debemos hablar de una ética emotivista. Podemos encontrar su 
origen en el empirismo, el cual dice que está bien todo lo que es constatable, 
medible y estudiable por la ciencia (casi una etiología): si la mayoría lo hace por 
qué no hacerlo. De aquí se pasa a un individualismo, que dice que si está bien 
para mí lo hago. Esto encuentra hoy, en la postmodernidad, un caldo de cultivo 
adecuado dada su asistematicidad. Se podría resumir en un "si lo quiero lo hago". 
Así la ética ecológica es simplemente el trabajo de aquellos que les gusta 
trabajar por el ambiente. También se encuentran dentro de este discurso ético la 
corriente romántica de aquellos que pregonan un retorno del hombre a la 
naturaleza dejando de lado los avances de la ciencia y buscando una ingenua 
vuelta a lo natural. 
Parece que se busca una glorificación de la naturaleza, para mantenerla intacta 
de cualquier intervención, y retroceder de nuevo, en el túnel del tiempo, hacia 
épocas anteriores completamente superadas" (López Aspitarte, 1990) . Otra 
corriente, expresada en tantos documentales que aparecen en la televisión, 
parece sensible al dolor provocado en los seres vivos que sienten las 
consecuencias del progreso del hombre. El animal, la planta sufre, por lo tanto 
hay que librarlos de este dolor y de la consecuente tristeza. Librar del dolor sería 
el valor a ser preservado. Estas corrientes de la ética encuentra su fundamento 
sólo en lo fáctico y lo afectivo. 
En el lado opuesto podemos poner una ética del temor por anuncios 
apocalípticos de un fin próximo si continuamos con este ritmo de consumo. Así, 
el informe del Club de Roma sobre el desarrollo económico y sus límites, 
titulado Los límites del crecimiento (que se vendió, en 29 idiomas, más de 9 
millones de ejemplares) mostraban un futuro apocalíptico tratando de 
sensibilizar a la gente sobre el problema ecológico (Martínez, 1994). También 
distintas proyecciones de científicos sobre el efecto invernadero, la tala de 
bosques, el agujero de ozono, el crecimiento exponencial de los habitantes de la 
tierra y los residuos que se generan tienen el mismo tono, pareciendo que nos 
dirigimos al colapso total. En un tiempo en el que parecía que un discurso ético 
basado en el temor tiende a desaparecer, aparecen otros profetas de 
calamidades que anuncian el fin si no hay una conversión del gran pecado. No 
podemos sino encuadrarla como una ética neoamartiocéntrica, que pone su 
centro en el antivalor del pecado. 
La postura moral que en este momento quiere regir la estrategia 
político-ecológica la podríamos definir como una ética político democrática. 
Es la ética nacida de los grandes congresos internacionales, sobre todo los 
promovidos por la ONU, que finalizan en tratados a los cuales se obligan los 
estados. Su fundamento está en el voto dado por los estados participantes. Un 
ejemplo claro es la declaración de los Derechos del Hombre, donde uno se podría 
preguntar por qué son sólo esos y no otros y en qué se basan sus afirmaciones, a 
lo que se debe responder que así fue votado y obliga. Lo mismo podría decirse 
de los últimos acuerdos como sobre el uso de los clorofluocarbonados, que a 
pesar de tener un sostén científico, en cuanto a fundamento ético no tiene otro 
que la negociación de los miembros del acuerdo. Es una postura ética práctica 
que en este momento y para determinados temas sirve como solución. 
La Iglesia y muchos otros pensadores continúan sosteniendo una ética 
iusnaturalista que dice que en la naturaleza está escrita la ley que el hombre 
debe descubrir para vivir en armonía. La teoría de la ley natural tiene su origen, 
en el campo político, en la Grecia clásica expresados en los mitos olímpicos, que 
luego sistematizan Platón y sobre todo Aristóteles con el concepto de 
"naturaleza humana". De aquí pasará al ámbito cristiano, que Santo Tomás, 
leyendo Aristóteles, lo aplica tanto al plano moral como político.Dios creó el 
universo que se rige por leyes eternas que el hombre debe descubrir para poder 
realizar la Voluntad Divina. No nos detenemos en el desarrollo posterior de este 
pensamiento ,(Chiavacci, 1980) sólo diremos que este concepto, aún siendo útil 
en determinados campos, está en profunda crisis por ser un concepto demasiado 
ambiguo, legalista, abstracto y ontológico, acultural, inmovilista y sacralizado 
(Vidal, 1991). Sin embargo sigue siendo el discurso fundante de muchas 
corrientes de pensamiento ecologista como algunas de las posturas emotivistas 
o biocentristas. 
Una postura sostenida ampliamente es la ética biocéntrica que trata de poner 
su fundamento en el valor de la vida. Esta teoría encuentra su antepasado más 
remoto en Aldo Leopold que en 1949 considera al hombre como miembro de la 
"comunidad biótica" del planeta (Leopold, 1949) , pero será Paul W. Taylor 
(1983) el primero en proponer el biocentrismo como fundamento para una ética 
ecológica: 
"estructurada como una «ética-centrada-en-la-vida» simétrica y 
alternativa a las «éticas-centradas-en-lo-humano»; en su esquema, cuya 
estructura es deudora de la que utiliza John Rawls para exponer su teoría 
de la «justicia como imparcialidad», parte de dos principios: el de la 
consideración moral, de acuerdo con el cual las cosas vivas merecen el 
interés y la consideración de todos los agentes morales, simplemente en 
virtud de ser miembros de la comunidad de vida de la Tierra, el del valor 
intrínseco, que establece que si un ser es miembro de la comunidad de 
vida de la Tierra, la realización de su bien (su bienestar) es algo 
intrínsecamente valioso y, por lo tanto, merece prima facie que se le 
conserve o promueva como un fin en sí mismo" (Sosa, 1992). 
También Gudinas, en el Uruguay (Gudinas, 1986) hizo una propuesta biocéntrica 
pero desde una perspectiva más antropológica y social. Como los hombres son 
capaces de destruir diversas formas de vida, también son capaces de destruir a 
sus semejantes, generando sistemas de opresión. 
Pero la defensa de la vida, de toda vida, por el sólo hecho de ser vida, no 
sostiene el imperativo ético de la destrucción de determinadas formas de vida 
que amenazan al hombre. Nadie hoy sostendría la necesidad de defender la vida 
del HIV, por el contrario su total destrucción es una necesidad para el hombre. 
Del mismo modo no se puede sostener una postura que condene la depredación 
del medio por un pueblo que no tiene o, mejor dicho, no se le posibilita otra 
forma alternativa de supervivencia. Antonio Moser también es crítico frente a 
esta postura, por no tener la perspectiva del pobre y pone a la creación antes 
que el hombre (Mosser, 1992), aunque en su formulación latinoamericana está 
más en desacuerdo con la inadecuación del término biocentrismo que con los 
propios contenidos. 
Las tres propuestas que siguen son marcadamente antropocéntricas, ya que la 
vida humana es sin duda un valor fundante. Las dos primeras se pueden encuadrar 
en un antropocentrismo deontológico de corte europeo y la tercera es una 
propuesta en perspectiva latinoamericana que desarrollaremos en más 
ampliamente en el siguiente punto. 
Es absurdo oponer naturaleza y técnica, ecología y desarrollo humano, por lo que 
algunos autores proponen una ética de la sostenibilidad. Alfonso Sánchez 
describe la sociedad sostenible del siguiente modo: 
"aquella que pueda persistir a través de generaciones, que no 
comprometa la capacidad de las generaciones futuras para hacerse 
cargo de sus propias necesidades y que tenga bajo control los bucles de 
retroalimentación positivos" .(Sanchez, 1994) 
La dificultad principal reside en saber cómo poner en marcha una tal revolución 
gradual, orgánica y profunda de las estructuras sociales mundiales para generar 
un tal proyecto de sostenibilidad. Pues esto supondría un drástico cambio de los 
sistemas socioeconómicos que rigen la situación actual. Además implica un 
cambio en el estilo de comunicación de la información, para que los nuevos 
movimientos sociales, que se caracterizan por ser minoría y donde surgen las 
propuestas más originales y alternativas tengan un canal de difusión sin caer en 
la masificación o integración en el sistema. Implicaría también, un nuevo 
aprendizaje crítico, con su propio universo simbólico que permita un cambio de 
actitudes en el hombre. Finalmente, exige una ética de la solidaridad que 
considere la tierra como espacio vital para todos los seres, que han de compartir 
sus bienes. 
El concepto de sostenibilidad, además, tiene la dificultad de resultar incómodo 
para el hombre de hoy, ya que un control excesivo no encuentra lugar en la 
sensibilidad del una sociedad democrática que pregona la libertad y el 
protagonismo histórico. También está lejos del sentir post-moderno de vivir el 
hoy, en un continuo del presente, sin ver el desafío del futuro. En tercer lugar el 
autor se pregunta: 
"¿Qué es lo que realmente queremos: un «primer mundo» generalizado para 
todos o reducido para unos cuantos? ¿Cómo saldar la capacidad real de disenso, 
no sólo de palabra sino también de hechos, en una sociedad sostenible 
homogéneamente organizada? Y sobre todo ¿hasta qué punto estamos 
dispuestos a pagar el precio que hay que pagar?" (Sanchez, 1994). 
Desde luego una ética basada en la sostenibilidad implica un gran esfuerzo de 
diálogo norte sur para transformar las estructuras de opresión vigentes que haga 
que sea posible para todos una vida plena. 
La expresión "calidad de vida", surgido hace aproximadamente cincuenta años en 
el marco de la bioética, se ha generalizado a todos los ámbitos de la existencia, 
tomando cada vez más adeptos y provocan siempre nuevas reflexiones. Esto 
provoca una ética de la calidad de vida que es muy sugerente para 
fundamentar una moral ecológica (Sosa, 1992). El problema primario radica en la 
vaguedad y sobrecarga emocional que conlleva el concepto, por lo que hace muy 
difícil precisar su contenido exacto para que sirva como concepto-medida de una 
sociedad determinada. Aquí seguiremos a Marciano Vidal -teólogo moralista 
español sensible a la problemática latinoamericana y acogedor de la perspectiva 
liberadora en el discurso ético- para poder precisarlo (Guidinas, 1986). 
En primer lugar hay que decir que calidad de vida no es lo mismo que nivel de 
vida. Este segundo concepto mide el bienestar socio económico, medible con 
parámetros claros como "ingreso per cápita", PBI, etc.; en cambio la expresión 
compuesta calidad de vida integra dos términos donde "vida designa aquí toda 
realidad que tiene algún significado para el hombre, desde las necesidades 
primarias hasta los deseos más humanos. La calidad orienta los significados de la 
vida hacia el ser humano" (Vidal, 1991). En segundo lugar designa la 
autorrealización desarrollada y plena del hombre, lo que significa la realización 
de las posibilidades humanas: seguridad, libertad, creatividad, necesidades 
materiales fundamentales, arte, comunicación, entrega social y religiosa. Es claro 
que este segundo aspecto es el más condicionado por su significado en las 
diferentes culturas, por lo que calidad de vida es un concepto que necesita de 
inculturación. En tercer lugar la calidad de vida se refleja en el equilibrio de la 
realización de las diversas áreas humanas: económicas, psicológicas, sociales, 
religiosas, intelectuales, de salud, de relaciones con los demás y con el medio 
ambiente, etc. 
Desde la perspectiva ética: 
"a) la meta que acabamos de asignar a la calidad de vida corresponde a la 
finalidad básica de la ética: la realización de condiciones de vida que respondan a 
la dignidad humana para el mayor número posible de hombres. 
b) En consecuencia, la realización de la calidad de vida es uno de los imperativos 
básicos del ethos humano: objetivamente, en ese empeño se totaliza el 
contenido de las exigencias morales. Subjetivamente, en esa realización se 
concretan las instancias éticas de la responsabilidad humana: solidaridad,justicia, 
libertad. 
“La ética, pues, apoya el empeño de implantar en el mundo 
humano la calidad de vida y se sienta interpelada por este 
concepto-valor al organizar el campo de los contenidos y de las 
responsabilidades humanas" (Vidal, 1991) . 
En este valor, la ecología encuentra el imperativo moral para conservar o crear un 
medio que sea capaz de lograr una mejor calidad de vida para todos los hombre y 
todas las culturas, logrando un mundo habitable donde el aire pueda ser 
respirado, el agua pueda ser tomada, los frutos de la tierra sean comestibles y 
los animales y las plantas sean integrados en un ecosistema que permita el pleno 
desarrollo del ser hombre-mujer, humano... Todas las grandes problemáticas de la 
ecología (desde la superpoblación, hasta los residuos nucleares, la 
desertificación o la dependencia norte-sur) pueden ser discernidas desde este 
valor fundante. Claro está que esta perspectiva implica un cambio de estructuras 
tal que no queden excluidos de la posibilidad de una vida plena. 
Encontrado un valor capaz de estructurar una ética ecológica que ponga al 
hombre como centro, que puede ser aceptado en un diálogo pluralista, posibilita 
la construcción de un discurso racional y que se enmarca en una perspectiva de 
ética autónoma, nos falta liberarlo de ideología opresoras que a través de él 
generen nuevas formas de opresión. Por eso debemos hacer una lectura social - 
dialéctica de la calidad de vida que nos permita reformular el valor desde 
América Latina. 
 
Un problema global visto desde América Latina 
La gran mayoría de los hombres y mujeres de América Latina están excluidos de 
la participación en una calidad de vida digna de la persona humana. 
La primera de las exclusiones, a nivel ecológico, es la no posibilidad de participar 
en las investigaciones científicas y tecnológicas. Los subsidios estatales para los 
investigadores son cada vez más escasos por los planes de recortes de gastos de 
los estados, los aportes privados son casi inexistentes. Esto provoca que los 
objetivos de la ciencia y la técnica nunca puedan mirar las necesidades de los 
países más pobres, o mejor dicho, no miren jamás los problemas desde la 
cosmovisión propia de los pueblos latinoamericanos. Sin duda la calidad de vida 
tiene un significado diverso en las diversas culturas. Esto significa que la ciencia 
y la tecnología a ella aplicada debieran encontrar las soluciones a las reales 
necesidades de los hombres y mujeres de nuestras tierras según los parámetros 
culturales de relacionalidad propios. Actualmente, incluso los planes de ayuda al 
tercer mundo -sin dejar por eso de ser laudables en su intención-, son respuestas 
tecnológicas pensadas por hombres y mujeres de Europa o América del Norte 
según lo que ellos imaginan los hombres y mujeres de América Latina necesitan. 
O si se realiza alguna investigación por estas tierras, no son más que partes 
secundarias de grandes proyectos transcontinentales donde los objetivos los 
continúan poniendo los intereses de los poderosos. No podremos dejar de 
devastar nuestra naturaleza mientras seamos excluidos de la formulación de los 
objetivos de la investigación científico-técnica. 
A nivel macroeconómico parece se que la integración es la única salida plausible 
para los países sumergidos del sur del mundo. Así se planteó el Mercosur como el 
modo de unir pobrezas para poder negociar con poderosos como la Comunidad 
Económica Europea y el NAFTA. El problema del Mercosur es que se presenta 
hoy como un gran mercado de algunos cientos de millones de "potenciales 
consumidores", es decir, varios millones de potenciales seres humanos a ser 
despojados de sus riquezas, de sus reales necesidades, de su cultura... 
convirtiéndolo en un hombre light, más dependiente y oprimido. La experiencia 
es nueva y las fuerzas de negociación aún no han sido medidas del todo. Por 
ahora las economías nacionales siguen respondiendo a las directivas del FMI y el 
despojo de materias primas de nuestra región parece haberse acelerado, 
mientras los indicadores de nivel de vida de los más pobres sigue cayendo, lo 
mismo que su calidad de vida y el de la clase media, donde la desocupación, el 
subempleo y, en el mejor de los casos, el pluriempleo, hace caer a pique la 
calidad de vida de nuestra gente. 
El Mercosur también revela otro sistema de exclusión: el interno. Todas las 
políticas económicas y sociales son pensadas y decididas en la Cuenca del Plata 
(Buenos Aires, Montevideo, Sur del Brasil, Asunción) donde la composición 
étnica es bastante homogénea: descendientes de los aluviones migratorios 
europeos de fines del siglo pasado y principios de este. Mientras que la realidad 
de Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay es bastante más heterogénea y rica en 
culturas desde los pueblos mapuches, coya, guaraní o las naciones aborígenes del 
nordeste del Brasil, hasta la importante cultura negra. Si bien hay necesidades 
básicas imprescindibles para toda persona humana (alimento, agua, vestido, 
techo, instrucción, salud, etc.), la calidad de vida de estas culturas parte por 
darles las posibilidades de decidir sobre el modo de concretar todos estos 
valores para sí mismos. 
El pueblo wichi en el chaco argentino y paraguayo viven de la tala de los árboles 
de su tierra. Todas madera de buena cotización pero de lento crecimiento (por 
ejemplo el quebracho). Ellos mismos están devastando sus propias tierras, pero 
no tienen otra solución en un lugar donde el agua escasea, no hay luz ni médico y 
el lugar donde viven no les pertenece... Convertirse en "hacheros" es la única 
solución para su sobrevivencia. Para sacarle la lana a la alpaca es necesario 
sacrificar al animal que formó siempre parte de la cultura coya y que está 
protegido por la ley. Sin embargo, un poco artesanal de llama se cotiza en 100 
dólares, mientras que uno de alpaca ronda los 1.000 en el las casas comerciales. 
La alternativa ética parece definirse en la decisión entre la vida de una familia y 
la vida de la alpaca. Sin embargo la salida ética sería el crear las condiciones 
concretas de posibilidad para que estos pueblos puedan decidir sobre lo que 
significa calidad de vida en su cultura y qué medios utilizar para llegar a ella. Es 
que la macro estructura excluyente internacional se repite a niveles regionales y 
nacionales quitando las posibilidades de crecimiento a muchos pueblos. 
La misma alienación del trabajo se verifica en los campos de nuestros países. La 
pequeña producción continúa no siendo rentable, las condiciones de vida son 
duras por la escasez de recursos y las grandes extensiones. Esto se traduce, en el 
mejor de los casos, en movimientos de los sin tierra o en la frustrante 
experiencia de las "villas", "favelas" o "cantegriles" de las inhumanas megápolis 
que constituyen nuestras ciudades. Hacinamiento, falta de techo, luz, 
saneamiento, falta de trabajo, agregado al drama del desarraigo de la propia 
tierra y la alienación de su cultura... en definitiva se les roba posibilidades de 
integrarse en condiciones de vida más humanas. El imperativo moral se traduce 
en el cambio de las estructuras socio económicas que sostienen la alienación de 
la tierra y la formación de grandes conglomerados urbanos, generando las 
condiciones de calidad de vida acordes a cada medio. 
Podríamos continuar otros tantos desafíos como la exclusión de la mujer en el 
juego de poder machista, micro reproducción de los macrosistemas de poder que 
entran en juego en los temas que hablamos (Rebelato, 1992). Del modo de 
producción petrolera y minera, y la consecuente limpieza de los buques 
petroleros en nuestros ríos o de los metales en las zonas de extracción con 
sulfuros que condicionan la calidad de vida de los habitantes de esas regiones. 
Concluyendo, en la determinación del significado del concepto calidad de vida 
como valor organizativo de una ética ecológica depende profundamente de la 
participación popular en su precisión y del avance de las ciencias 
socio-político-económicasque nos permitan tener los instrumentos adecuados 
de análisis para comprender los vertiginosos cambios que constantemente 
experimentamos . Necesitamos nuevos paradigmas explicativos que nos 
permitan dar una respuesta que ayude a los hombres y mujeres de nuestra tierra 
crecer en solidaridad, justicia y libertad. 
 
 
 
 
 
CAPITULO III 
 
Problemas Éticos de la Ecología 
Este es un campo donde mucho se está diciendo (en reflexiones abstractas y 
propuestas concretas), pero poco se está haciendo, donde las reflexiones no 
logran plasmarse en estilos de vida, donde el poder político y económico se 
muestran como reales obstáculos. Sin embargo, sigue habiendo necesidad de 
seguir pensando propuestas aplicables y orientando éticamente el curso del 
poder político y económico. Por eso, nos volvemos a preguntar, ¿cuál es el lugar 
del hombre en la naturaleza? ¿Cuál es el lugar de la naturaleza en la vida humana? 
Las formas de vida que tiene el ser humano contienen ya respuestas implícitas a 
esas preguntas. Y como la ética tiene que ver con las formas de vida, entonces, 
en nuestro trato con la naturaleza ya existe una relación ética. La ética no es 
sólo un asunto entre seres humanos, sino también tiene que ver con la relación 
entre los hombres y la naturaleza, porque ella sustenta nuestro ser. Sin embargo, 
¿por qué peligra el equilibrio ecológico? ¿Por qué se contaminan los mares, los 
ríos y el aire? ¿Por qué se destruyen los bosques? ¿Acaso el hombre está creando 
una forma de vida en la cual ya no necesite de la naturaleza? ¿o será que nuestra 
naturaleza es destructiva? 
Nuestro artículo estará dividido de esta manera: Primero presentaremos algunas 
formas de concebir la naturaleza y como nuestra crisis ecológica es expresión de 
una forma de ver la naturaleza. Luego, abordaremos dos problemas largamente 
debatidos en los trabajos de ética ecológica: primero, las propuestas de ética 
ecológica y sus relaciones con la tecnociencia, y segundo las propuestas de 
considerar a los animales dentro del discurso moral. Finalmente revaloraremos la 
simpatía como un elemento necesario en nuestras actitudes ecológicas. 
La crisis ecológica 
Y como la cultura moderna es la que se ha extendido por todo el mundo, el 
hombre moderno ve la naturaleza según el modelo de poder y elasticidad. Pero 
dominar a la naturaleza ha sido llevado a cabo por la economía capitalista y la 
tecnociencia, ocasionado en el siglo veinte la aparición de problemas ecológicos, 
que hasta ahora no encuentran soluciones efectivas. 
 
Entre los problemas que podemos enumerar están: la degradación de la tierra, la 
desertificación, la deforestación, la sobrepoblación, la falta de alimentos, la 
contaminación del aire, la contaminación de las aguas, el calentamiento global, la 
pérdida de la capa de ozono y la extinción de las especies animales y vegetales. 
 
Diversas son las declaraciones y legislaciones que se han elaborado, tanto a 
niveles locales como internacionales. Pero no existen todavía soluciones reales a 
ninguno de los problemas. ¿Por qué? Porque en las soluciones entran en juego 
modos de entender la naturaleza, intereses económicos y sociales, la cuestión 
del poder político y económico, etc. Por ejemplo, la Declaración de Kyoto sobre 
el calentamiento global de los países desarrollados, que el gobierno actual de 
EE. UU. no ha querido ratificar. Siendo una superpotencia ¾y una de las que más 
contamina el medio ambiente¾ no ha permitido una acción decidida y conjunta 
frente a este grave problema que afecta y seguirá haciéndolo a los seres 
humanos y a la flora y fauna de nuestro planeta. 
 
Pero, ¿podemos hacer algo desde nuestras vidas particulares? ¿Cuál es nuestra 
responsabilidad como ciudadanos y seres humanos en esta crisis ecológica? ¿Es 
problema de los demás o también nuestro? Es curioso que la crisis ecológica, que 
nos ha tocado vivir, esté acompañada de la crisis del logos, de la palabra-razón, 
por la cual los hombres no podemos ponernos de acuerdo tanto en determinar los 
problemas como en las soluciones más urgentes. Eso se muestra especialmente 
en tres temas especialmente tratados por los teóricos de la ética ecológica: la 
relación hombre-naturaleza, la relación hombre-animales y la relación 
tecnociencia y naturaleza. Veamos estos problemas, sus respuestas opuestas y 
posibles soluciones intermedias. 
 
Hombre vs. Animales 
¿Podemos usar a los animales para nuestros objetivos tecnocientíficos, 
económicos y para preservar nuestra especie? ¿Qué razones avalan ese uso 
irrestricto de los animales? ¿Por qué no deberíamos utilizarlos como cosas? 
Desde los años 70, distintos filósofos ¾como Christopher Stone, Peter Singer, 
Tom Regan, entre otros¾ han despertado el interés el debate sobre la inclusión 
de los animales en nuestras consideraciones éticas, motivandonos a pensar en el 
estatus moral de los animales. Y al repensar nuestra relación con los animales se 
ha comenzado a hablar de “derechos de los animales” ¿Tienen derechos los 
animales? ¿Pueden ser considerados dentro de la comunidad moral los animales? 
¿Tienen estatus moral los animales o sólo los seres humanos? 
 
Esta necesidad de pensar en el estatus moral de los animales se debe a nuestra 
mayor conciencia de los malos tratos, la crueldad y la muerte hacia ellos por 
parte de los seres humanos. Todo ello por fines médicos (experimentación 
animal para nuevos fármacos), científicos (experimentación animal para probar 
nuevas teorías) o comerciales (alimentación, pieles, espectáculos crueles), etc. 
Revisemos brevemente algunas teorías que se han dado en el debate sobre el 
estatus moral de los animales. 
 
a) El antropocentrismo moral fuerte.- La ética occidental, especialmente 
moderna, ha estado centrada en el hombre y la comunidad moral, es decir, sólo 
hacía referencia a seres humanos. Esto se debió tanto a la influencia de una 
forma de interpretar los textos bíblicos donde el hombre es colocado en un 
estatus de superioridad con respecto a los demás seres. También se debe al 
hecho de considerar como elemento central de la comunidad moral el ser seres 
racionales y autoconscientes. Desde ese punto de vista, los animales no tienen 
moral ni pueden tener derechos. Como sostiene el filósofo canadiense Michael 
A. Fox: 
 
“...una comunidad moral es un grupo social compuesto por seres autónomos que 
interactúan en el que pueden evolucionar y comprenderse los conceptos y 
preceptos morales. También es un grupo social en el que existe el 
reconocimiento mutuo de la autonomía y la personalidad.” (Citado por Gruen. 
“Los animales”, en Singer 1995, 470) 
 
Autonomía, conciencia de sí, responsabilidad son características de un miembro 
de una comunidad moral. Ello establece una ruptura ontológica entre lo humano y 
lo animal, por lo tanto los hombres resultan siendo superiores a otras especies 
animales. Los intereses humanos son lo que realmente cuentan. La conclusión de 
esta postura es clara y la obtenemos del mismo Fox: 
 
“...los miembros plenos de la comunidad moral pueden utilizar a las especies 
menos valiosas, que carecen de algunos o de todos estos rasgos, como medios 
para sus fines por la sencilla razón de que no tienen la obligación de no hacerlo.” 
(Citado por Gruen. “Los animales”, en Singer 1995, 470) 
 
Los hombres son fines en sí mismos, por lo que tienen dignidad, diría Kant. Es 
ante otro ser humano racional al que hay que tener respeto, no ante los animales. 
Las cosas y los animales son medios, por lo que pueden ser intercambiados, 
vendidos, es decir, son objeto de precio. Desde este punto de vista es imposible 
hablar de derechos de los animales, porque estos no tienen intereses (tampoco 
la naturaleza). Las éticas contractualistas tradicionales tienden a considerar sólo 
a los humanos dentro del contrato social y moral, por lo que no tienen derechos. 
 
El antropocentrismo moral fuerte puede convertirse en una ideología que puede 
justificar el abuso que el hombre comete frente al medioambiente y a losanimales. Y en una época de mayor conciencia medioambiental, requerimos otras 
interpretaciones que tiendan puentes con el mundo no humano que también es 
nuestro mundo. 
 
b) El antropocentrismo moral débil.- Sigue sosteniendo las tesis de la centralidad 
de la especie humana en la naturaleza, por razones de diferencias ontológicas 
señaladas anteriormente. Pero la diferencia está en que tanto el medio 
ambiente como los animales pueden formar parte del discurso moral por razones 
humanas, es decir, porque el hombre requiere de un medio ambiente sano para 
vivir y porque la consideración por los animales muestra nuestra superioridad 
sobre ellos. 
 
Aquí también se encuentran algunas tendencias cristianas que, renovando la 
interpretación del texto bíblico, sostienen que el hombre ha sido colocado para 
administrar la tierra, no para dominarla ni destruirla. Aunque siguen sosteniendo 
que hombres y animales tienen una diferencia ontológica, a pesar de ser criaturas 
de Dios. Sin embargo, dicha diferencia no tiene que generar una actitud 
irresponsable con respecto a los animales. 
 
Desde ese punto de vista, si se puede hablar de “derechos de los animales” 
porque el hombre puede otorgarles derechos, tratarlos “como si tuvieran tales 
derechos” (Feinberg) y no tanto porque tengan derechos o valores intrínsecos. 
Aunque sí puede considerarse que los humanos tengamos obligaciones para con 
ellos, sin embargo, nuestra obligación hacia los animales no vienen por ellos 
mismos, sino por nuestra conciencia, convicciones e intereses. Algunos prefieren 
en lugar de hablar de “derechos de los animales” sostener la idea de “bienestar 
de los animales”. 
 
c) El biocentrismo moral fuerte.- Esta postura incluye a todos los animales 
dentro de la comunidad moral, porque entre lo humano y los animales existe una 
continuidad evolutiva. Esta posición es sostenida por los conocimientos 
científicos tanto de la teoría de la evolución, la biología molecular y la etología. 
Desde esas disciplinas, nuestra distancia con los animales se ha reducido 
considerablemente. Cualidades que se pensaban propias del ser humano, ya no 
son tales, como el lenguaje, el uso de herramientas, la cultura, sentido del 
tiempo y hasta la autoconciencia. Nuestras diferencias sólo son de grado. Ya 
Darwin sostenía que no existían diferencias fundamentales entre los seres 
humanos y los grandes mamíferos en sus capacidades mentales. 
 
Al no aceptar el dualismo de la posición antropocéntrica, los animales como los 
humanos tienen estatus moral, por lo que puede sostenerse que tienen derechos. 
Los filósofos que sostienen esta teoría consideran que el rasgo moral relevante 
no es la racionalidad sino la capacidad de sentir, específicamente de sufrir. Un 
claro antecedente de esta posición es Bentham (s. XVIII) quien sostenía: 
 
“Llegará el día en que el resto del mundo animal pueda adquirir aquellos derechos 
que nunca pudo habérseles despojado sino por la mano de la tiranía. Los 
franceses ya han descubierto que el color negro de la piel no es razón para 
abandonar a un ser humano sin más al capricho de un torturador. Quizá llegue un 
día a reconocerse que el número de patas, el vello de la piel o la terminación del 
sacro son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible al 
mismo destino. ¿Qué otra cosa debería trazar la línea insuperable? ¿Es acaso la 
facultad de razonar o quizás la facultad de discurrir? Pero un caballo o un perro 
maduro es sin duda un animal más racional y sensato que un bebé de un día o una 
semana, o incluso de un mes. Pero supongamos que fuera de otro modo: ¿qué 
importaría? La pregunta no es ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar? sino ¿pueden 
sufrir?” (Bentham, cap. 17, nota) 
 
Desde esta posición, los seres animales son sujetos de interés, porque están 
interesados en no sufrir. Singer sostiene que “la capacidad de sufrimiento es la 
característica que le da a un ser el derecho a una consideración igualitaria”. Y esa 
es la cualidad moralmente relevante, por la cual merecen respeto. 
 
Los que defienden esta posición han acuñado el término “especiecismo” a la 
creencia que defiende el estatus moral sólo de los humanos, lo cual sería un 
prejuicio como el racismo y el sexismo. Dice al respecto Tom Regan, defensor 
de los derechos de los animales: 
 
“Los racistas son personas que piensan que los miembros de su raza son 
superiores a los miembros de otras razas simplemente porque el primero 
pertenece a (la "superior") su raza. Los sexistas creen que los miembros de su 
propio sexo son superiores a los miembros del sexo opuesto simplemente 
porque el primero pertenece a su propio (el "superior") sexo. Tanto el racismo 
como el sexismo son insoportables paradigmas de intolerancia. Las diferencias 
raciales y sexuales son biológicas, no son diferencias morales. 
Lo mismo vale para el "especieísmo", la visión de que los miembros de la especie 
Homo sapiens son superiores a los miembros de todas las demás especies 
simplemente porque los seres humanos pertenecen a su propia (la "superior") 
especie. Dado que no hay especies superiores. Pensar de otra manera, implica 
ser no menos prejuicioso que un racista o un sexista.” (Tom Regan, “Diez razones 
para apoyar los derechos de los animales y su explicación”. Versión española en la 
página web de la organización Liberación Animal) 
Esta posición biocéntrica se hace fuerte porque de ahí se puede sostener que no 
existiría razón alguna para discriminar a los animales de cualquier decisión que los 
afecte. La razón es que la relevancia moral del hombre y de los animales sólo es 
la capacidad de poder sufrir y disfrutar. Pero esto plantea algunas interrogantes. 
Por ejemplo, un bote que sólo puede resistir a cuatro sujetos, pero existen cinco 
sujetos incluyendo un perro. No habría razones para preferir sacrificar al perro y 
no a un ser humano. Al contrario, si entre los humanos existe un anciano con 
demencia senil o un niño con serias alteraciones mentales, pues existiría mayor 
razón para preferir salvar al perro. También desde este punto de vista, matar a un 
ratón por capricho es más condenable que matar a otro ser humano por defensa 
propia. (Cfr. Gruen 1995, 474) 
 
La introducción del argumento de la “capacidad de sentir” y del derecho a la vida 
ha sido criticada por distintos autores. Por ejemplo, Sosa sostiene: 
 
“Creo que todo este debate se opera inevitablemente con un criterio 
antropomórfico cuando menos discutible. No parece posible que saquemos 
ninguna conclusión sólida acerca del sufrimiento de un animal, ya que cualquier 
analogía que intentemos establecer para “medir” ese sufrimiento está 
condenada al fracaso. En lo tocando al derecho a vivir, el tema se plantea, entre 
los defensores de una y otra tesis, en términos de la capacidad de futuro, 
potencialidades que no parecen reconocerse en el animal. La discusión sobre 
este punto me parece que tampoco puede conducir a ninguna base aceptable de 
fundamentación de deberes para con el mundo animal, toda vez que el viviente 
no humano nunca podrá “verbalizar” acerca de su futuro o de sus proyectos, por 
más que sus procesos fisiológicos se encuentren ¾los mismos que los nuestros¾ 
orientados hacia el futuro.” (Sosa 1994, 88) 
 
d) El biocentrismo moral débil.- Tomando las tesis centrales de la posición 
anterior (continuidad evolutiva, valor moral de la capacidad de sufrir, respeto 
moral por todos los seres sintientes, etc.), esta posición débil sostiene que, aún 
así, podemos establecer diferencias. Así, los animales más evolucionados y 
complejos merecen mayor respeto que los que no lo son. Dado que las 
diferencias entre especies están referidas a las capacidades de sentir y sufrir, no 
todos merecen el mismo respeto moral. Esto les permite ampliar el concepto de 
racionalidad, el cual no incluye sólo pensar y razonar, sino también sentir y sufrir. 
 
Este punto de vista biocéntrico no es extremista, porque reconoce la posibilidad 
de matar animales para el consumohumano, aunque recomienda la reducción de 
alimentos animales y el matarlos sin dolor. Asimismo, limitar su uso en la 
experimentación científica cuidando en no provocarles sufrimientos. En la 
práctica pueden encontrarse en el camino un antropocentrista moral débil con un 
biocentrista moral débil. Creo que hacia esas salidas moderadas tenemos que 
seguir apuntando. De todas maneras tienen que enfrentar el problema de 
¿cuándo es realmente necesario hacer daño o quitar la vida a un animal? 
 
 
Los grandes problemas ambientales son: 
➔ El agotamiento de los recursos energéticos. 
➔ El agotamiento de otros recursos naturales. Como: 
➔ La pérdida de especies de plantas y animales. 
➔ Madereros, como consecuencia de a deforestación 
➔ Hidrológicos como consecuencia de la desertización 
➔ La erosión 
➔ La contaminación de la atmósfera las aguas y los suelos por los vertidos y 
descargas de residuos industriales y agrícolas. Los efectos más graves 
son: el calentamiento global (el efecto invernadero), debido a la emisión 
de gases. 
 
Otros problemas 
➔ El agotamiento de las reservas de agua 
➔ Las principales causas de la separación de las reservas de agua dulce son 
las actividades del hombre. La población creciente del problema de la 
separación cada vez más agua para la agricultura, la ganadería, la industria, 
el uso doméstico o urbano y la obtención de energía. Esto ocasiona un 
aumento anual en la demanda de agua dulce. Al margen de su utilización 
para beber, algunos usos domésticos del agua, como la higiene personal o 
el lavado de platos y ropas, consumen mucha agua que luego no vuelve al 
medio en buenas condiciones. Lo procesos industriales, la limpieza de 
calles o el lavado de coche, desperdician mucha agua que luego no puede 
ser reutilizada. Finalmente, la mayor parte del agua que se emplea en los 
regadíos, en especial la que distribuye mediante aspersores, se pierde por 
evaporación. 
 
Problemas a largo plazo 
➔ El efecto invernadero: uno de los impactos del uso de combustibles 
fósiles ha producido sobre el medio ambiente terrestre ha ido 
aumentando de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. 
Lo que puede provocar es un aumento de la temperatura de la Tierra a 
través del proceso conocido como efecto invernadero. 
Acelerando la fusión de los casquetes polares, haría subir el nivel de los 
mares, cambiara el clima regional y globalmente. 
➔ La lluvia ácida: corroe los metales, desgasta los edificios y monumentos 
de piedra daña y mata vegetación y acidifica lagos, corrientes de agua y 
suelos, sobre todo en ciertas zonas del noroeste de Estados Unidos y el 
norte de Europa. 
➔ El agujero de la capa de ozono: en las décadas de 1970 y 1980, los 
científicos empezaron a descubrir que la actividad humana estaba 
teniendo un impacto negativo sobre la capa de ozono. 
 
 
Soluciones que se han dado 
➔ La sociedad genera gran cantidad de residuos. La basura que se genera en 
las casas es uno de los grandes problemas, a aumentado la cantidad de 
residuos sólidos urbanos, estos residuos perjudican gravemente el medio 
ambiente y la salud de las personas. 
Las formas más utilizadas de la eliminación de residuos son el vertido 
controlado de residuos y la incineración. 
➔ Vertido controlado: es la forma más barata. Este método consiste en 
almacenar residuos en lugares escavados. En este proceso se realizan una 
serie de procedimientos de aislamiento para que no afecte a las personas 
ni a la naturaleza. 
➔ La incineración: se realiza en hornos o cámaras refractarias. La incineración 
genera dióxido de carbono, óxido de azufre y otros contaminantes 
gaseosos, alguno de estos gases se reaprovechan. 
➔ El compostaje: consiste en la elaboración de fertilizantes o abonos a 
partir de la degradación de la materia orgánica. 
➔ Reciclaje: mediante este proceso algunos materiales no orgánicos como 
el plástico, el vidrio, cartón… que después de ser utilizados ese mismo 
material se vuelve a aprovechar pasando antes por una serie de procesos. 
Para que esto sea posible primero es necesario que la gente colabore 
reciclando los distintos materiales en respectivos contenedores. 
 
 
 
 
Conclusión 
 
Es importante que todos adquiramos una conciencia ecológica y un compromiso 
por su conservación. 
Las soluciones no pueden ser sólo cinéticas y técnicas. Lo que falta en el medio 
ambiente es a la responsabilidad humana y no tanto las estructuras creadas, el 
conocimiento científico o la aplicación técnica. Responsabilidad significa tomar 
en consideración los riesgos y beneficios potenciales de cualquier modificación 
del entorno. Se trata de afirmar cuáles son los valores que perseguimos y cuáles 
son los medios adecuados para lograrlos. En estos momentos no es aceptable 
prescindir de la responsabilidad porque las consecuencias de nuestros actos 
tienen repercusiones a nivel planetario y en muchos casos no se perciben sus 
resultados hasta mucho tiempo después. Es importante tomar decisiones 
responsables y prudentes que puedan ser asumibles por todos. 
 
 
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