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LOS OTROS ENTRE NOSOTROS ALTERIDAD E INMIGRACIÓN JORGE ALEMAN MUSTAPHACHERIF FRANCISCO DÍEZ DE VELASCO FÉLIX DUQUE PATXI LANCEROS JAVIER DE LUCAS FRANCISCO JOSÉ MARTÍNEZ JORGE PÉREZ DE TUDELA SLAVO J ZIZEK Copyrighted material Copyrighted material CONSORCIO DEL CÍRCULO DE BELLAS ARTES CajaíaĴ Xiero m a d ridnm MB IBERIA Copyrighted mate Los ensayos que componen el volumen son versiones revisadas de las conferencias pronunciadas en el congreso Los otros entre nosotros que. coordinado por Félix Duque, se celebró en el Circulo de Bellas Artes entre el 5 y el 9 de marzo de 2007. Esta obra se publica dentro del Acuerdo marco de coedición suscrito con el Servicio de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Madrid. Copyrighted material Los otros en tre nosotros. A lteridad e inm igración J o r g e A l e m á n M u s t a p h a G h e r i f F r a n c i s c o D í e z d e V e l a s c o F é l i x D u q u e P a t x i La n c e r o s J a v i e r d e L u c a s F r a n c i s c o J o s é M a r t í n e z J o r g e P é r e z d e T u d e l a S l a v o j Z i z e k Copyrighted material C ír c u l o d e B e l l a s A r t e s Presidente J u a n M i c u e l H e r n á n d e z L e ó n Director J u a n B a r ja Reservados todos los derechos. No está permitido reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la infor mación ni transmitir ninguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado —electrónico, mecá nico, fotocopia, grabación, etc - , sin el permiso previo de los titulares de los derechos de la propiedad intelectual. Área de Edición y Producciones © C ír c u l o d e B e l i a s A r t e s , 2009 Alcalá. 42. 28014 Madrid Teléfono 913 605 400 www.circulobellasarte8.com © de los textos: sus autores. 2009 © de la traducción: Ibón Zubiaur, Inés Bértolo ISBN: 978-84-87619-58-8 Dep. Legal: M -16864-2009 Audiovisuales del CBA Diseño de colección E s t u d io J o a q u ín Ga l l e c o Impresión P u n t o V e r d e Copyrighted material http://www.circulobellasarte8.com Los otros entre nosotros. Alteridad e inmigración J o r g e A l e m á n M u s t a p h a C h e r i f F r a n c i s c o D í e z d e V e l a s c o F é l i x D u q u e P a t x i L a n c e r o s J a v i e r d e L u c a s F r a n c i s c o J o s é M a r t í n e z J o r g e P é r e z d e T u d e l a S l a v o j Z i z e k Copyrighted material TEME A TU PRÓJIMO GOMO A TI MISMO Slavoj Zizek Trad ucción d e Ibón Zubiaur Copyrighted mate Copyrighted material I A PO LÍTICA D E L M IEDO La modalidad política que hoy predomina es una biopolítica post-política1. Hay aquí una tautología: post-política desig na la reducción de la política a la administración experta de la vida social. Semejante política es en último termino una política del miedo y se centra en la defensa de una discrim i nación o acoso potencial. Esto es lo que separa a una política radicalmente emancipadora de nuestro status quo político. No estamos hablando aquí de la diferencia entre dos v isio nes, o conjuntos de axiomas, sino más bien de la diferencia entre la política basada en un conjunto de axiomas universa i Para la noción de biopolitica ver Giorgio Agamben, Homo sacer. Stanford, Stanford University Press. 1998; para la noción de post-política, ver Jacques Ranciere. Disagreement, Minneapolis. University of Minnesota Press, 1998. Copyrighted mater 12 SLAVO J Z IZ E K les y una política que renuncia a la misma d imensión cons titutiva de lo político, puesto que recurre al miedo como su principio movilizador fundamental: miedo a los inm igran tes, miedo al crim en, miedo a la impía depravación sexual, miedo al propio Estado excesivo (con su carga de impuestos elevados), miedo a la catástrofe ecológica, miedo al acoso (la corrección política es la forma liberal ejemplar de la política del miedo). Semejante (post)política se basa siem pre en la manipulación de u n ochlos paranoico: la alarmante reunión de hombres y mujeres alarmados. El nivel cero de la política es hoy una adm inistración experta y coordinación de intereses despolitizada, social mente objetiva. El único modo de introducir pasión en este campo, de movilizar activamente gente, es a través del m ie do, un elemento básico en la subjetividad de hoy. Por eso el gran acontecimiento de 2006 fue que la política anti-inm i gración se hizo central y terminó cortando el cordón um bi lical que la había unido a los partidos marginales de extrema derecha. Desde Francia hasta Alemania, desde Austria hasta Holanda, en el nuevo espíritu de orgullo por la propia iden tidad cultural e histórica, los grandes partidos encontraron de pronto aceptable recalcar que los inmigrantes son hués pedes que han de adaptarse a los valores culturales que de finen a la sociedad anñtriona —« es nuestro país, o lo amas o lo dejas». La tolerancia liberal de hoy hacia otros, el respeto a la otredad y el estar abierto a ella, está contrapesada por un miedo obsesivo al acoso. En resumen, el Otro está muy bien. Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 13 pero sólo en la medida en que su presencia no sea molesta, en la medida en que este Otro no sea realmente Otro... En estricta homología con la estructura paradójica del laxante de chocolate, la tolerancia coincide así con su opuesto. Mi deber de ser tolerante con el otro signiñca de hecho que no debe ría acercarme mucho a él, inmiscuirme en su espacio. Dicho de otro modo, debería respetar su intolerancia de mi hiper- proximidad. Lo que en la sociedad tardo-capitalista se revela cada vez más como el derecho humano central es el derecho a no ser acosado, que es un derecho a ser mantenido a distancia segura de los otros. La biopolítica post-política tiene además dos aspectos que no pueden sino aparecer como pertenecientes a dos es pacios ideológicos opuestos: el de la reducción de los seres humanos a pura vida, a homo sacer como objeto del conoci miento experto asistencial2; y el del respeto por el Otro vu l nerable llevado al extremo, de la actitud de la subjetividad narcisista que se siente a sí misma como vulnerable, cons tantemente expuesta a m últiples «aco so s» potenciales. ¿Hay un mayor contraste que el que existe entre el respe to por la vulnerabilidad del Otro y la reducción del Otro a «m era vida» regulada por el conocimiento administrativo? Pero ¿y si estas dos posturas dependen no obstante de la misma raíz, y si son dos aspectos de una misma actitud sub yacente, y si coinciden en lo que uno está tentado de llamar el caso contemporáneo del «juicio infinito» hegeliano que 2 Ver Agamben, op. cit. Copyrighted mate 14 SLAVO J Z IZ E K afirma la identidad de los opuestos? Por eso no hay contra dicción entre el respeto por el Otro vulnerable y la disposi ción a justificar la tortura, la expresión extrema del trato de los individuos como homini sacer. En The End ofFaith [El ñnal de la fe], la defensa que hace Sam Harris de la tortura está basada en la distinción entre ser im presionados inmediatamente por el sufrim iento de otros y la idea abstracta del sufrimiento de otros: nos es mu cho más difícil torturar a una persona sola que lanzar des de gran distancia una bomba que cause la muerte aún más dolorosa de miles. Estamos así atrapados del todo en una especie de ilusión, ética, paralela a las ilusiones percepti vas; la causa fundamental de estas ilusiones es que, aunque nuestra potencia de razonamiento abstracto se ha desarro llado enormemente, nuestras respuestas ético-emocionales siguen condicionadas por milenarias reacciones instintivas de simpatía ante el sufrimiento y el dolor directamente pre senciados. Por eso disparar a alguien a quemarropa es, para la mayoría de nosotros, mucho más repulsivo que apretar un botónque ha de matar a mil personas ausentes: En vista de lo que creem os muchos de nosotros sobre las exigencias de nuestra guerra contra el terrorism o, la prác tica de la tortura, en determinadas circunstancias, parece ría ser no sólo perm isible sino necesaria. Aun así, no p a rece más aceptable, en térm inos éticos, de lo que parecía antes. Las razones de ello son, confío, absolutam ente tan neurológicas como las que dan lugar a las ilusiones de la Copyrighted material TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 15 luna. [...] Sería hora de ir sacando nuestras reglas y ap li carlas al cielo3. No es de extrañar que Harris aluda a Alan Derschowitz y a su legitimación de la tortura*. Para suspender esa vulne rabilidad evolutivamente condicionada a la exhibición física del sufrimiento de otros, Harris se imagina una «píldora de la verdad» ideal, un eficaz equivalente en la tortura al café descafeinado o a la coca-cola light: Una droga que aportaría tanto los instrum entos de tortura como el instrum ento de su completa ocultación. El efecto de la píldora sería producir parálisis transitoria y un m a lestar transitorio de tal clase que ningún ser humano se som etería voluntariam ente a una segunda vez. Im agine mos cómo nos sentiríam os los torturadores si, tras dar esta píldora a los terroristas capturados, cada uno se tendiera por lo que parecería ser un sueñecito de una hora sólo para levantarse y confesar de inmediato todo lo que sabe acer ca del funcionam iento de su organización. ¿No estaríamos tentados de llam arla ñnalm ente «píldora de la verdad » ? D Ya las primeras líneas -« u n a droga que aportaría tanto los instrumentos de tortura como el instrumento de su completa ocultación»— introducen la lógica típicamente postmoderna 3 Sam Harris. The End ofFaith, New York, Norton, 2005, p. 199. 4 Ib., pp. 192-193. 5 ft-.P -i97- Copyrighted mater 16 SLAVO J Z IZ E K del laxante de chocolate: la tortura imaginada aquí es como un café descafeinado —obtenemos el resultado sin tener que sufrir desagradables efectos secundarios—. La primera reac ción: en el tristemente famoso Instituto Serbsky de Moscú (la rama psiquiátrica del KGB) inventaron ya una droga similar para torturar a disidentes, una inyección en la zona cardiaca del detenido que le ralentizaba el pulso y causaba una angus tia espantosa—visto desde fuera, el detenido parecía dormitar tan sólo, mientras que estaba viviendo una pesadilla...—. El otro problema es que Harris viola aquí su propia regla cuando se centra en el 11 de septiembre y en su crítica de Chomsky: lo que señala Chomsky es precisamente la hipocresía de tolerar la muerte abstracta-anónima de miles mientras se condenan casos individuales de violación de los derechos humanos. ¿Por qué Kissinger, cuando ordena los bombardeos de satu ración en Camboya que conducen a la muerte de decenas de miles, es menos criminal que los responsables del derrum be de las Torres Gemelas? ¿No será que somos precisamente víctimas de la «ilusión ética»? El horror del 11 de septiembre fue presentado en detalle en los medios, mientras que —por recurrir a otro caso- cuando la televisión Al-Yazira muestra tomas de los resultados del bombardeo estadounidense de Faludjaes condenada por su complicidad con los terroristas... Aquí está funcionando, sin embargo, una perspectiva mucho más inquietante: la proximidad (del sujeto torturado) que produce compasión y hace inaceptable la tortura no es una proximidad meramente física, sino, en lo más funda mental, la proximidad del prójimo (con todo el peso judeo- Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 17 cristiano-freudiano de este término), de la Cosa que, por muy lejos que esté físicamente, está siempre «demasiado cerca» por definición. Por lo tanto, con su imaginaria «píldora de la verdad» Harris está apuntando nada menos que a la abo lición de la dimensión del prójimo: el sujeto torturado ya no es un prójimo, sino un objeto cuyo dolor es neutralizado, redu cido aúna propiedad que hay que tratar en un cálculo racional utilitario (tanto dolor es tolerable si evita una cantidad m u cho mayor de dolor); lo que desaparece aquí es el abismo de lo inñnito que pertenece al sujeto. Por eso es elocuente que el libro que aboga por la tortura sea también el libro titulado El fina l de la fe —pero no en el sentido obvio de «Veis, es sólo nuestra creencia en Dios, el mandamiento divino de amar al prójimo, el que en última instancia nos impide torturar a la gente», sino en un sentido mucho más radical—. Para Lacan, otro sujeto (y, en última instancia, el sujeto como tal) no es algo directamente dado sino una «suposición», algo que se presume, un objeto de creencia; ¿cómo puedo estar seguro de que lo que veo ante mí es otro sujeto y no una máquina bioló gica plana y sin profund id ad ? LA COSA PRÓJIMA Este sujeto supuesto no es otra persona con una rica vida inte rior, llena de historias que está contando sobre sí misma para adquirir una experiencia significativa de su existencia, puesto que tal persona no puede ser en última instancia un enemigo. Copyrighted material 18 SLAVO J Z IZ E K «U n enemigo es alguien cuya historia no has escuchado»6. Qué mejor ejemplo literario de esta tesis que el Frankens- tein de Mary Shelley. Shelley hace algo que un conservador jamás habría hecho. En la parte central de su libro, permite al monstruo hablar por sí mismo, contar la historia desde su propia perspectiva. Su opción encarna en su máxima radica- lidad la actitud liberal sobre la libertad de expresión: debe es cucharse el punto de vista de todo el mundo. En Frankenstein, el monstruo no es una Cosa, un objeto horrible con el que uno no se atreve a enfrentarse; está completamente subjetivizado. Mary Shelley se introduce en su mente y pregunta cómo sien ta ser catalogado, definido, oprimido, incomunicado, incluso físicamente deformado por la sociedad. Al criminal supremo se le permite, así, presentarse como la víctima suprema. El monstruoso asesino se revela como un individuo profunda mente herido y desesperado, anhelante de amor y compañía. Hay sin embargo un claro lím ite a este procedimiento: ¿acaso está uno dispuesto a afirmar que Hitler era un enem i go porque su historia no fue escuchada? En su Lenin's Tomb [La tumba de Lenin], David Rem nick relata sus intentos, durante su visita a Moscú en 1988, por conocer a Lazar Ka- ganovich, el último miembro superviviente del círculo más próximo a Stalin, que dirigió el programa de colectivización de 19 2 9 -19 33 y fue el responsable de una destrucción y un sufrimiento incalculables. Ahora, a la edad de noventa y tan 6 Epígrafe de «Living Room Dialogues on the Middle East», citado por Wendy Brown, RegulatingAversión, Princeton, Princeton University Press. 2006. Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 19 tos, llevaba una vida retirada en un apartamento solitario. Lo que fascinaba a Remnick era la posibilidad de ver a una p er sona realmente malvada: ¿Creía todavía Kaganovich? Yo quería saberlo. ¿Sentía a l guna culpa, alguna vergüenza? ¿Y qué pensaba de Gorba- chov, el actual secretario general? Pero no era eso, en rea lidad. Sobre todo quería sentarm e en la m ism a habitación con Kaganovich, ver qué aspecto tenía un hombre malvado, saber qué hacía, qué libros conservaba^. Lo que con toda probabilidad habría encontrado Remnick, de haber tenido éxito, habría sido un viejo frágil y benévolo atrapado en sus sueños. Guando, en los años sesenta, Svet- lana Stalina emigró a los EE UU cruzando la Indiay escribió sus memorias, presentó a Stalin «desde dentro» como un padre cariñoso y un líder solícito, con la mayoría de las m a tanzas impuestas sobre él por sus malvados colaboradores, principalmente Beria. Más adelante, el hijo de Beria escribió una memoriapresentando a su padre como un padre de fa milia cariñoso que simplemente seguía las órdenes de Stalin y trataba de lim itar el daño en secreto. El hijo de Malenkov también contó su historia, describiendo a su padre como un trabajador honesto e infatigable que temía siem pre por su vida. Hannah Arendt tenía razón: estas figuras no eran per sonificaciones del Mal demoníaco, sublime y byroniano: la 7 David Remnick, Lenin's Tomb. Nueva York. Random House. 1993. p. 11. Copyrighted material 20 SLAVO J Z IZ E K distancia entre su experiencia íntima y el horror de sus actos era inmensa. La experiencia que tenemos de nuestras vidas desde dentro, la historia que nos contamos sobre nosotros mismos para dar cuenta de lo que hacemos, es básicamente o una mentira; la verdad está afuera, en lo que hacemos . Entre los hechos que no dejan jamás de sorprender a la conciencia ética ingenua está el que las mismísimas personas que cometen terribles actos de violencia contra sus enemigos puedan desplegar solícita atención y cariñosa humanidad ha cia los miembros de su propio grupo. ¿No es extraño que el mismo soldado alemán que masacró a civiles inocentes esté dispuesto a sacrificar su vida por sus compañeros de armas? ¿Que el comandante que ordenó el fusilamiento de rehenes pueda escribir esa misma noche una carta a su familia llena de amor sincero? Esta limitación de nuestro interés ético aun estrecho círculo parece oponerse a nuestra intuición espon tánea de que todos somos humanos, con las mismas esperan zas, m iedosy dolores básicos, y por lo tanto con el mismo de recho justificado a un respeto y una dignidad. En consecuen cia, los que constriñen su ámbito de interés ético son en un sentido profundo inconsistentes, «hipócritas» incluso. Para decirlo en términos habermasianos, están envueltos en una contrad icción pragmática, puesto que violan las normas éti cas que sostienen su propia comunidad discursiva. Negar los 8 Por eso toda persona interesada en el tema del mal debería echar un ojo al libro de Claudia Koonz The Nazi Conscience (Cambridge. The Belknap Press, 2 o o 3 ) , un informe detallado del discurso ético nazi que aportaba el fundamento racional para sus crímenes. Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 21 derechos éticos básicos a aquellos que están fuera de nuestra comunidad es algo que no resulta natural aun ser humano. Es una violación de nuestra proclividad ética espontánea, im pli ca una represión brutal y una auto negación. Cuando, tras la caída del comunismo, se le reprochó al escritor alemán oriental y débil disidente Stephan Hermlin el que hubiera escrito textos y poemas, allá por los años cin cuenta, alabando a Stalin, replicó furioso e indignado que en aquellos años en Europa el nombre «Stalin » encarnaba sim plemente la aspiración a la libertad y a la justicia, y no tenía nada que ver con las cosas horribles que estaban ocu rriendo « e n secreto» en la Unión Soviética. Esta excusa, desde luego, no es más que fácil e ingeniosa: no hacía falta saber la verdad sobre el terror estalinista para sospechar que algo estaba horrorosamente mal en el estalinismo. Leer los textos públicos —los informes oficiales de los ju icios-farsa, los ataques a enemigos, los panegíricos oficiales a Stalin y a otros líd eres- tendría que haber sido más que suficiente. En cierto modo, todo lo que hace falta saber estaba ya claro ahí. Por eso la hipocresía verdaderamente sorprendente es la disposición de los observadores comunistas occidentales a percibir las acusaciones estalinistas como un verdadero hecho psicológico del acusado. En una carta a Benjamín de 1938, Adorno relata una conversación que tuvo con Hanns Eisler en Nueva York: Escuché sin un asomo de paciencia su pobre defensa de los juicios de Moscú, y con notable repugnancia la brom a que Copyrighted material 22 SLAVO J Z IZ E K soltó sobre el asesinato de Bujarin. Dice haber conocido a este últim o en Moscú, y me contaba que la conciencia de Bujarin era ya tan mala que ni siquiera era capaz de m irarle a él, Eisler, honestamente a los ojos9. La ceguera psicológica de Eisler es aquí asombrosa: malin- terpreta el terror de Bujarin—su temor al contacto con extran jeros cuando sabe que está bajo vigilanciay próximo al arres to— como un sentimiento íntimo de culpa por los crímenes del estalinismo. ¿Cómo hemos de entender esto junto al hecho de que los productos culturales del estalinismo fueron percibidos por tantos en Occidente como la más auténtica expresión de auténtica moralidad, una que irradiaba un cálido humanismo y una fe en el hombre (recordemos la recepción en Occidente de la trilogía de Gorki de Mark Donskoi)? Quizás habría que pasar de reprochar la ingenuidad de los compañeros de viaje occidentales con respecto a los horrores de la Unión Soviética estalinista a la idea, más deleuziana, de una serie contingente cruzándose y generando sentidos totalmente dispares, como una historia de ciencia ficción donde los científicos descu bren que la explosión que señala, en la Biblia, el divino m en saje era de hecho el rastro visual de una terrible catástrofe que destruyó una próspera civilización extraterrestre. Es decir, lo que es difícil de aceptar es que los horrores de los que surgió la trilogía de Gorki no minen en modo alguno la autenticidad de sus efectos en los espectadores occidentales o hasta rusos. 9 TheodorW. Adorno y Walter Benjamin. The Complete Correspondente 1928- 194.0, Cambridge (MA), Harvard University Press 1999. p. 252. Copyrighted material TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 2 3 Guando el avión del vuelo United 93 y los otros tres avio nes fueron secuestrados el 1 1 -S, resulta significativo que las llamadas telefónicas a sus parientes más cercanos de los pasajeros que sabían que iban a morir de manera inm i nente fueran en lo esencial: «Te quiero». Martin Amis hizo hincapié en el planteamiento paulino de que lo que importa en última instancia es el amor: «Am or es un nombre abs tracto, algo nebuloso. Y sin embargo el amor resulta ser la única parte sólida de nosotros cuando el mundo se vuelve del revés y la pantalla negra10» . Queda aquí, sin embargo, una sospecha: ¿es que esta desesperada confesión de amor no es también una especie de parodia, el mismo tipo de impostura que la repentina vuelta a Dios y a la oración de alguien que de repente afronta el peligro o la proximidad de la muerte, una maniobra hipócritay oportunista nacida del miedo, no de la verdadera convicción? ¿Por qué habría de haber más verdad en lo que hacemos en esos momentos desesperados? ¿No es más bien que en esos momentos el instinto de supervivencia nos hace traicionar nuestro deseo? En este sentido, las conver siones o confesiones de amor en el lecho de muerte son sa crificios del deseo. Según numerosas memorias, muchos de los condenados en los ju icios-farsa estalinistas afrontaron el pelotón de fusilamiento proclamando su inocencia y su amor por Stalin, un gesto patético que aspiraba a redimir su imagen a los ojos del gran Otro. En el mismo sentido, uno no puede sino sentirse abrumado por cómo, en su correspon 10 Ver MartinAmis, «Allthat survives is love». Times (1 junio 2006), pp. 4-5. Copyrighted material 2 4 SLAVO J Z IZ E K dencia íntima, Ethel y Julius Rosenberg negaban ser espías soviéticos, haciendo de víctimas inocentes de un complot del FBI pese a que, para bochorno de sus defensores, documen tos recientes demuestran que al menos Julius era un espía (bien es verdad que en un nivel más bajo que el que asegura ba la acusación). Lo curioso es que, cuando uno lee ahora sus documentos íntimos, sabiendo que él era un espía, aun así no puede evitar la impresión de absoluta sinceridad, como si él se convenciera a sí mismo de su inocencia, un hecho tanto más extraño si se tieneen cuenta que, si realmente creía en la Unión Soviética, ¿por qué no iba a estar entonces espiando a su favor, y orgulloso de ello? (Esto, a propósito, nos lleva a lo que habría sido un verdadero acto de ética: imagínense a una mujer llamando a su marido en los últimos segundos de su vida para decirle: «Llam o sólo para decirte que nuestro m a trimonio fue una farsa, que no puedo soportar verte...») Recordemos otra figura trágica de la era de la Guerra Fría: aquellos izquierdistas occidentales que desafiaron heroica mente la histeria anticomunista en sus propios países con la máxima sinceridad. Estuvieron dispuestos incluso a ir a la cárcel por sus convicciones comunistas y por su defensa de la Unión Soviética. ¿No es precisamente la naturaleza iluso ria de su creencia la que hace su postura subjetiva tan trági camente sublime? La mísera realidad de la Unión Soviética estalinista hace tanto más sublime la íntima y frágil belleza de sus convicciones. Esto nos lleva a una conclusión radical e inesperada: no basta con decir que aquí tenemos que vér noslas con unas convicciones éticas trágicamente equivoca Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 2 5 das, con una conñanza ciega que evita enfrentarse a la mísera y aterradora realidad de su punto de referencia ético. ¿Y si, por el contrario, esa ceguera, ese gesto violento y excluyente de negarse a ver, ese desmentido de la realidad, esa actitud fetichista de «sé muy bien que las cosas son horribles en la Unión Soviética, pero no obstante creo en el socialismo so viético», es el elemento más profundamente constitutivo de toda postura ética? Kant era ya muy consciente de esta pa radoja en su uso de la idea de entusiasmo por la Revolución Francesa en La lucha de las facultades (1795)- La verdadera importancia de la Revolución no reside en lo que realmente estaba ocurriendo en París -buena parte de lo cual era ate rrador e incluía arrebatos de pasión asesina— sino en la res puesta entusiasta que los acontecimientos de París generaban a los ojos de observadores simpatizantes en toda Europa: La reciente revolución de un pueblo rico en espíritu podrá fracasar o ten er éxito, acum ular m iseria y atrocidad, no obstante suscita en el corazón de todos los espectadores (que no están atrapados en ella) una toma de partido s e gún el deseo [eine Teilnahme dem Wunsche nach] que raya en el entusiasmo y que, puesto que su m ism a expresión no carecía de peligro, sólo puede haber sido causada por una disposición m oral en el género hum ano". 11 Immanuel Kant. «The Conflict of Faculties», en Political Writings, Cam bridge. Cambridge University Press 1991. p. 182. [La frase en alemán en tre corchetes la da Zizek. Traduzco de la versión inglesa citada, pese a que suprime tres líneas del original sin indicarlo. N. d. T.] Copyrighted material 2 6 SLAVO J Z IZ E K Traduciendo esto a lenguaje lacaniano, el acontecimiento real, la dimensión misma de lo real, no estaba en la inm edia ta realidad de los violentos acontecimientos de París, sino en cómo esta realidad se aparecía a los observadores y en las es peranzas despertadas así en ellos. La realidad de lo que suce día en París pertenece a la dimensión temporal de la historia empírica; la imagen sublime que generaba entusiasmo perte nece a la eternidad... Y, mutatis mutandis, lo mismo vale para los admiradores occidentales de la Unión Soviética. La expe riencia soviética de «construir el socialismo en un solo país» acumuló sin duda « m iseriay atrocidad», pero no obstante suscitó entusiasmo en el corazón de los espectadores (que no estaban atrapados en ella)... La pregunta aquí es: ¿debe basarse toda ética en un gesto semejante de desmentido fe tichista? Nuestra apuesta es: toda ética —a excepción de la ética del psicoanálisis, que es una especie de anti-ética: se centra precisamente en lo que el entusiasmo ético normal excluye, en la miseria que es el anverso de nuestro entusiasmo. Asombrarse de este hecho no es una actitud filosófica ade cuada. Es decir, ¿y si lo que aparece como inconsistencia, como incapacidad para sacar todas las consecuencias de la propia actitud ética fuera, por el contrario, su positiva con dición de posibilidad? ¿Y si esa exclusión de alguna forma de otredad del ámbito de nuestro interés ético fuera consus tancial al gesto fundador mismo de la universalidad ética, de modo que cuanto más universal es nuestra ética explícita, más brutal es la exclusión subyacente? Lo que la actitud cristiana om ni-inclusiva (recordemos el famoso «No hay hombres o Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 2 7 mujeres, ni judíos ni griegos» de San Pablo) implica es una r í gida exclusión de los que no aceptan ser incluidos en la comu nidad cristiana. En otras religiones particularistas (e incluso en el Islam, a pesar de su expansionismo global) hay un lugar para los otros: se les tolera, incluso si se les mira con condes cendencia. El lema cristiano «todos los hombres son herma nos», sin embargo, significa también que los que no aceptan ser hermanos nuestros no son hombres. En los primeros años de la revolución iraní, Jom eini jugó con la misma paradoja al proclamar, en una entrevista con la prensa occidental, que la revolución iraní era la más humana de toda la historia: ni una sola persona había sido ejecutada por los revolucionarios. Guando el sorprendido periodista preguntó por las penas de muerte divulgadas en los medios, Jom eini replicó tranqui lamente: « ¡L os que hemos ejecutado no eran hombres, sino perros crim inales!». Los cristianos suelen elogiarse por haber superado la idea judía exclusivista del pueblo elegido y abarcado a la hum a nidad entera. El truco está en que en su misma insistencia en que ellos son el pueblo elegido con un vínculo directo y privilegiado con Dios, los judíos aceptan la humanidad de otros pueblos que alaban a sus falsos dioses, mientras que el universalismo cristiano excluye tendencialmente a los no creyentes de la misma universalidad humana. ¿Yqué hay del gesto opuesto —como el que hace el filósofo francés Emmanuel Lévinas- de abandonar la reivindicación de igualdad que subyace a la universalidad y sustituirla por un respeto a la otredad? Hay, como ha señalado Sloterdijk, Copyrighted material 2 8 SLAVO J Z IZ E K otro anverso y una dimensión mucho más inquietante en la figura lévinasiana del Prójimo como el Otro imponderable que merece nuestro incondicional respeto. 0 sea, el Otro im ponderable como Enemigo, el Enemigo que es el Otro absolu to y no ya el «enemigo honorable», sino alguien cuyo mismo razonar nos es extraño, de modo que un encuentro auténti co con él no es posible en combate. Aunque Lévinas no tenía en mente esta dimensión, la radical ambigüedad, el carácter traumático del Prójimo permite entender cómo su idea del Otro preparó el terreno (abrió el espacio) para ella de una manera estrictamente homologa a la manera en que la ética kantiana preparó el terreno parala idea del Mal diabólico. Por horrible que pueda sonar, el Otro lévinasiano como abismo de la Otredad del que emana el mandamiento ético y la figura nazi del Judío como el Otro-Enemigo menos-que-humano se originan en la misma fuente. Cuando Freud y Lacan insisten en la naturaleza proble mática del mandamiento básico judeo-cristiano de «am a a tu prójim o», no están por tanto realizando la habitual crítica ideológica sobre cómo toda idea de universalidad está teñida de nuestros valores particulares e implica por tanto secretas exclusiones. Están apuntando a algo mucho más importante: la incompatibilidad del Prójimo con la dimensión misma de universalidad. Lo que resiste a la universalidad es la dim en sión propiamente inhumana del Prójimo. Es por esta razón por lo que hallarse en el lugar del amado es tan violento,hasta traumático: ser amado me hace sentir directamente la distancia entre lo que soy como un determinado ser y el in Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 2 9 sondable X en mí que provoca amor. La definición lacania- na del amor («A m or es dar algo que uno no tien e...») debe completarse con: « ... a alguien que no lo quiere». ¿Somos conscientes, en efecto, de que los famosos versos de Yeats describen una de las constelaciones más claustrofóbicas que cabe imaginar? Si tuviera las telas bordadas de los cielos. Forjadas con la luz de plata y oro, Las telas d el azul oscuro y claro De la noche y el día y el crepúsculo. Tendería las telas a tus pies: Pero yo, siendo pobre, sólo tengo mis sueños; He extendido mis sueños a nis pies; Pisa suave, pues pisas en mis sueños. En resumen, como d ijo Deleuze, si vous étespris dans le reve del'autre, vousétesfoutu, o como dijo Neil Gaiman, el inventor déla novela gráfica 77ieSa raiman., en un pasaje memorable: ¿Has estado alguna vez enamorado? ¿Horrible, no? Te hace tan vulnerable. Te abre el pecho y te abre el corazón y sig nifica que alguien puede colarse en ti y armarla. Construyes todas esas defensas, construyes una armadura entera para que nada te hiera, entonces una estúpida persona, no dis tinta de alguna otra estúpida persona, entra en tu estúpida vida... Le das un pedazo de ti. No lo piden. Un día hacen una bobada, como besarte o sonreírte, y entonces tu vida Copyrighted material 3 0 SLAVO J Z IZ E K ya no te pertenece. El amor toma rehenes. Se cuela en ti. Te consum e y te deja llorando en la oscuridad, una frase tan sim ple como «quizá deberíam os ser sólo am igos» se con vierte en una esquirla de cristal que se abre paso hasta tu corazón. Y duele. No sólo en la im aginación. No sólo en la mente. Es un daño en el alma, un dolor que realm ente se- cuela-en-ti-y-te-destroza. Odio el am or1- . En sus últimos años de vida, And reí Tarkovsky vivió en Estocolmo, trabajando enSacrificio. Le dieron una oficina en el mismo ed ificio en que Ingmar Bergman —que por entonces aún vivía en Estocolmo— tenía la suya. Aunque ambos direc tores sentían un profundo respeto y la máxima admiración el uno por el otro, nunca coincidieron, sino que se evitaron cuidadosamente, como si su encuentro directo hubiese sido demasiado doloroso y estuviera condenado al fracaso debido a la proximidad de sus universos. Inventarony respetaron su propio código de discreción. LA VIOLENCIA DEL LENGUAJE ¿Por qué entonces, hoy día, este temor al exceso de proxim i dad del Otro como sujeto de deseo? ¿Por qué esa necesidad de descafeinar al Otro, de privarle de su sustancia cruda de jouissance? Sospecho que esto es una reacción a la desinte 12 Disponible enlared: http://thinkexit.com/quotes/neilgaiman. Copyrighted material http://thinkexit.com/quotes/neilgaiman TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 31 gración de los muros simbólicos protectores que mantenían a los otros a distancia adecuada. Lo que nos falta en nuestra cultura, donde brutales confesiones son contrarrestadas por el miedo políticamente correcto al acoso que m antiene a raya a los otros, es el espíritu que encarna inmejorablemen te Gore Vidal. Vidal dio la respuesta perfecta a un periodista groseramente indiscreto que le preguntó a quemarropa si su prim era pareja sexual había sido un hombre o una mujer: «Fui demasiado educado como para preguntar», dijo. En ningún lado es tan palpable esta desintegración de los muros protectores de la cortesía como en los choques de culturas diferentes. En el otoño de 2005, Occidente fue cautivado por una explosión de violencia que amenazaba con extenderse a un choque literal de civilizaciones: las m ani festaciones generalizadas en los países árabes contra las ca ricaturas de Malioma publicadas en Jyllands-Posten, un pe riódico danés de escasa tirada. Lo primero que hay que tener en cuenta, tan obvio que por regla general se ha pasado por alto, es que la inmensa mayoría de los miles que se sentían ofendidos por, y se manifestaban contra, las caricaturas de Mahoma ni siquiera las había visto. Este hecho nos enfrenta a otro aspecto menos atractivo de la globalización: la «aldea global inform ativa» es la condición del hecho de que algo que ocurrió en un oscuro periódico en Dinamarca produjo un violento revuelo en lejanos países musulmanes. Es como si Dinamarca y Siria, Pakistán, Egipto, Irak, Líbano e Indo nesia fueran realmente países vecinos. Los que entienden la globalización como una oportunidad para la tierra entera de Copyrighted material 3 2 SLAVO J Z IZ E K ser un espacio uniñcado de comunicación que reúne a toda la humanidad no se dan cuenta de este lado oscuro de su propuesta. Dado que el prójimo es, como sospechara Freud hace ya tiempo, ante todo una Cosa, un intruso traumático, alguien cuya forma de vida diferente (o más bien, modo de jouissance materializado en sus prácticas y ritos sociales) nos molesta, desquicia el balance de nuestra forma de vida, cuando el prójim o se acerca demasiado puede dar lugar a una reacción agresiva encaminada a quitarse de encima a ese molesto intruso. Gomo dijo Peter Sloterdijk: «M ás comuni cación significa al principio sobre todo más conflicto»13. Por eso tiene razón en proclamar que la actitud de «com pren derse mutuamente» debe ser complementada con la actitud de «quitarse de en medio mutuamente» manteniendo una distancia apropiada, implementando un nuevo «código de discreción». La civilización europea halla más fácil tolerar formas de vida diferentes debido justamente a lo que sus críticos suelen denunciar como su debilidad y fracaso, a saber, la alienación de la vida social. Una de las cosas que implica la alienación es la inclusión de la distancia en la misma textura social de la vida cotidiana. Aunque viva codo a codo con otros, en mi estado normal los ignoro. Se me permite no acercarme demasiado a los otros. Me muevo en un espacio social en el que interactúo con otros obedeciendo a ciertas reglas externas «m ecánicas», sin compartir su mundo interior. Quizá la lección que hay que i3 Peter Sloterdijk. «Warten auf den Islam». Focus (10/2006). p. 84. Copyrighted mate TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 3 3 aprender sea que a veces una dosis de alienación es indispen sable para la coexistencia pacífica de formas de vida. A veces la alienación no es un problema sino una solución. Las multitudes musulmanas no reaccionaban a las cari caturas de Mahoma como tales. Reaccionaban a la compleja imagen o figura de Occidente que percibían como la actitud detrás de las caricaturas. Los que proponen el término «oc- cidentalism o» como el complemento al «orientalism o» de Edward Said tienen razón hasta cierto punto: lo que tenemos en los países musulmanes es una determinada visión ideo lógica de Occidente que distorsiona la realidad occidental no menos, aunque en form a diferente, de lo que la visión orientalista distorsiona a Oriente. Lo que explotó en violen cia fue una compleja red de símbolos, imágenes y actitudes que incluían el im perialism o occidental, el m aterialism o impío, el hedonismo, y el sufrim iento de los palestinos, y que se ligó a las viñetas danesas. Por eso el odio se expandió desde las caricaturas a Dinamarca como país, a Escandina- via, a Europa, y a Occidente en general. Un torrente de hu millaciones y frustraciones se condensó en las caricaturas. Esta condensación, hay que tenerlo presente, es un hecho básico de lenguaje, de construir e imponer un determinado campo simbólico. Esta reflexión sencilla y perfectam ente obvia sobre el modo en que funciona el lenguaje vuelve problem ática la extendida idea del lenguaje y el orden sim bólico como el medio de la reconciliacióny la mediación, de la coexistencia pacífica, como opuesto aun medio violentode confrontación Copyrighted mater 3 4 SLAVO J Z IZ E K inmediata y cruda1*. Se supone que en el lenguaje, en vez de ejercer violencia directa sobre los otros, debatimos, inter cambiamos palabras, y que ese intercambio, incluso cuando es agresivo, presupone un reconocimiento mínimo del otro. La entrada en el lenguaje y la renuncia a la violencia suelen entenderse con frecuencia como dos aspectos de un mismo gesto: «H ablar es el cimiento y la estructura de la sociali zación, y está caracterizado por la renuncia a la violencia», como nos dice un texto de Jean-M arie Muller escrito para la UNESCO15. Como el hombre es un «anim al hablante», esto significa que la renuncia a la violencia define el núcleo m is mo de lo humano: «So n de hecho los principios y métodos de la no violencia los que constituyen la humanidad del ser humano, la coherencia y relevancia de los principios mora les basados tanto en las convicciones como en un sentido de la responsabilidad», de modo que la violencia es «una per versión radical de lo hum ano».1 En la medida en que el len guaje es infectado de violencia, esto ocurre bajo la influencia de circunstancias contingentes «patológicas» que d istor sionan la lógica inherente a la comunicación simbólica. 14 La idea propagada por Habermas (ver Jürgen Habermas, The Theory of Communicative Action, vol. 1 y 2. Nueva York. Beacon Press. 1985), pero tampoco ajena a un determinado Lacan (ver Jacques Lacan, «The Functionand Field of Speechand Language inPsychoanalysis». enEcrits, Nueva York, Norton, 2006). 15 Jean-Marie Muller, «Non-Violence in Education», disponible en la red: http://portal.unesco.org/education/en/fde.download.php/fa99e- a234f4accv0ad43040e1d60809cmuller_en.pdf. 16 Muller, op. cit. Copyrighted mate http://portal.unesco.org/education/en/fde.download.php/fa99e- TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 3 5 ¿Y si, no obstante, los seres humanos superaran a los ani males en su capacidad para la violencia precisamente porque hablan? ‘ Gomo ya Hegel tenía muy presente, hay algo v io lento en la simbolización misma de una cosa, que equivale a su mortiñcación. Esta violencia opera en múltiples planos. El lenguaje sim plifica la cosa designada, reduciéndola a un único rasgo. Desmiembra la cosa, destruyendo su unidad or gánica, tratando sus partes y propiedades como autónomas. Introduce la cosa en un campo de significado que en última instancia es externo a ella. Guando llamamos « o ro » al oro, extraemos violentamente un metal de su textura natural, in- virtiendo en él nuestros sueños de riqueza, poder, pureza es piritual, etcétera, que no tienen absolutamente nada que ver con la realidad inmediata del oro. Lacan condensó este aspecto del lenguaje en su idea del significante amo que «acolchona» y mantiene unido así un campo semántico. Es decir, para Lacan -a l menos para su teoría de los cuatro discursos elaborada al final de los años sesenta1®— la comunicación humana en su dimensión más bá sica, constitutiva, no implica un espacio de intersubjetividad igualitaria. No es «equilibrada». No pone a los participantes en posiciones simétricas y mutuamente responsables en las que todos ellos han de seguir las mismas reglas y justiñcar sus demandas con argumentos. Al contrario, lo que Lacan indica 17 Ver Clement Rosset, Le réel. Traité de l'idiotie, París. Les Editions de Mi- nuit, 2004. pp. 112-114 . 18 Para el concepto de los cuatro discursos, ver Jacques Lacan, The OtherSide of Psychoanalysis. Copyrighted material 3 6 SLAVO J Z IZ E K con su idea del discurso del amo como forma primera (inau gural, constitutiva) del discurso es que todo espacio concreto, «realm ente existente» de discurso se funda en última in s tancia en una imposición violenta de un significante amo que es stricto sensu «irracional»: no puede seguir fundándose en razones. Es el punto en que uno sólo puede decir que «asumo la responsabilidad»; un punto en que, para evitar la regre sión infinita, alguien ha de decir « ¡E s así porque yo digo que es así!» Aquí, Lévinas tenía razón al subrayar el carácter fun damentalmente asimétrico de la intersubjetividad: nunca hay una reciprocidad equilibrada en mi encontrarme con otro sujeto. La apariencia de égalité está siempre sostenida discur sivamente por un eje asimétrico de amo contra sirviente, del detentador de conocimiento universal contra su objeto, de un perverso contra un histérico, etcétera. Esto, desde luego, va en contra del enfoque ideológico do minante del tema de la violencia que entiende ésta como « e s pontánea», un enfoque bien ejemplificado en el texto de Mu 11er para la UNESCO, que ad quirió un estatus programático se - mioficial19. El punto de partida de Muller es el rechazo a todo intento de distinguir entre violencia «buena» y «m ala»: Es esencial defin ir la v iolencia de tal modo que no pueda ser calificada como «b u en a» . En el momento en que pre tendem os ser capaces de distinguir la violencia «buen a» de la « m a la » , perdem os el uso adecuado de la palabra y 19 Muller, op. cit. Copyrighted material TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 3 7 nos metemos en un lío. Sobre todo, en cuanto pretende mos estar desarrollando criterios con los que definir una violencia supuestamente «buena», cada uno de nosotros hallará fácil hacer uso de ellos para justificar sus propios actos de violencia. Pero ¿cómo puede uno repudiar completamente la v io lencia cuando la lucha y la agresión son parte de la vida? La salida fácil es una distinción terminológica entre la «agre sión» que de hecho viene a ser una «fuerza de vida» y la «violencia» que es una «fuerza de m uerte»: «vio lencia», aquí, no es la agresividad como tal, sino su exceso que tras torna el curso normal de las cosas deseando siempre más y más. La tarea pasa a ser librarse de este exceso. Desear la propiedad y el poder es legítimo en la medida en que permite a un individuo alcanzar la independencia de otros. Los adversarios en un conflicto, sin embargo, tienen una tendencia natural a pedir siempre más. Nada les basta, y nunca están satisfechos. No saben frenarse a sí mismos; no conocen límites. El deseo pide más, mucho más de lo nece sario. «Siem pre hay un sentido de lo ilimitado en el deseo», escribe Simone Weil2°. En un principio, los ind ividuos bus - can el poder para no ser dominados por otros. Pero si no tie nen cuidado, pueden hallarse pronto sobrepasando el lím i te tras el cual están buscando de hecho dominar a otros. La 20 Simone Weil, (Euvres completes, Volume VI. Caliiers, Volume 2, París. Ga- llimard, 1997. p 74. Copyrighted material 3 8 SLAVO J Z IZ E K rivalidad entre los seres humanos sólo puede ser superada cuando cada individuo pone un lím ite a sus deseos. «Los deseos lim itados», apunta Weil, «están en armonía con el mundo-, los deseos que contienen lo infinito, n o » 21. Este enfoque permanece firmemente anclado en coorde nadas aristotélicas pre-modernas: la tarea es mantener la m e dida adecuada al desear. La modernidad, sin embargo, viene definida por las coordenadas de la revolución filosófica kan tiana, en las que el exceso absoluto es el de la Ley misma. La Ley interviene en la estabilidad «hom ogénea» de nuestra vida orientada al placer como la fuerza aniquilante de una «hete rogeneidad» absolutamente desestabilizad ora. G. K. Chester- ton planteó lo mismo en su famosa «Defensa de los relatos de detectives», en la que señalaba cómo el relato de detectives mantiene presente en cierto modo el hecho de que la civili zación misma es la más sensacional de las partidas y la más romántica de las rebeliones. [...] El agente de la justicia so cial es la figura original y poética, mientras que los ladrones y asaltantes son meros conservadores cósmicos plácidos y viejos, felices en la respetabilidad inmem orial de losmonos y los lobos. [La novela policíacal se basa en el hecho de que la moral es la más oscuray encantadora de las conspiraciones*"- . 21 Simone Weil, (Euvres completes, Volume VI, Cahiers, Volume i, París, Ga- llimard, 1994. p. 325. 22 Gilbert Keith Chesterton, «A Defense of Detective Stories». en H. Hay- craft (ed.), TheArt of the Mistery Story, Nueva York, The Universal Library, 1946. p. 6. Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 3 9 Está aquí la matriz elemental del proceso dialéctico hege- liano: la oposición externa (entre la Ley y su trasgresión cri minal) se transforma en la oposición, interna a la trasgresión misma, entre las trasgresiones particulares y la trasgresión absoluta que aparece como su opuesta, como la Ley u n i versal. Y, mutatis mutandis, lo mismo vale para la violencia: cuando percibim os algo como un acto de violencia, lo m e dimos por un estándar presupuesto de lo que es la situación «norm al» no violenta —y la forma máxima de violencia es la im posición de este estándar con referencia al cual algunos acontecimientos aparecen como «vio len to s»—. Por eso el lenguaje mismo, el medio de la no violencia, del reconoci miento mutuo, supone una incondicional violencia. Dicho de otro modo, es el lenguaje mismo el que empuja nuestro deseo más allá de los lím ites apropiados, transform ándo lo en un «deseo que contiene lo in fin ito», elevándolo au n empeño que nunca puede ser satisfecho. Lo que Lacan llama objetpetit es precisamente este etéreo objeto «no m uerto», el objeto-excedente que produce el deseo en su aspecto ex cesivo y descarrilante. Uno no puede librarse de este exceso: es consustancial al deseo humano como tal. Así, parafraseando a Weil, en la modernidad «los deseos limitados en armonía con el mundo» son la fuente funda mental de nuestra postura antiética oportunista, mantienen la inercia del egotismo y de la búsqueda del placer, mientras que nuestro contacto con el Bien es mantenido por los «deseos que contienen lo inñnito», que se empeñan en alcanzar lo ab - soluto. Esto da lugar a una ambigüedad irreducible: la fuente Copyrighted mate 4 0 SLAVO J Z IZ E K del Bien es un poder que aniquila las coordenadas de nuestra existencia finita, un poder destructivo que, desde el punto de vista de nuestra forma de vida estable y limitada, no puede sino aparecer como el Mal. Lo mismo vale para la relación entre mortalidad e inmortalidad. Según el tópico ideológico tradicional, la inmortalidad está ligada al Bien y la mortalidad al Mal: lo que nos hace buenos es la conciencia de la inmorta lidad (de Dios, de nuestra alma, del sublime empeño ético...), mientras que la raíz del mal es la resignación a nuestra m or talidad (todos hemos de morir, tampoco importa, aprovecha lo que puedas, consiéntete tus más sucios antojos...). ¿Ysi, no obstante, damos la vuelta a este tópico y lanzamos la hipótesis de que la inmortalidad primordial es la del Mal? El Mal es algo que amenaza con volver eternamente, una dimensión espec tral que sobrevive como por arte de magia a su aniquilación f í sica y continúa rondándonos. Por eso la victoria del Bien sobre el Mal es la aptitud para morir, para recobrar la inocencia de la naturaleza, para hallar paz en librarse de la obscena infinidad del Mal. Recordemos la clásica escena de las antiguas películas de terror: cuando un ser humano que estaba poseído por algu na fuerza maligna - la posesión viene señalizada por una extra ña desfiguración de su cuerpo- es liberado por el espectro no muerto que lo habitaba, recobra la serena belleza de su cuerpo habitual y muere en paz. Por eso Cristo tiene que morir —los dioses paganos que no pueden m orir son encarnaciones del Mal obsceno-. El Bien contra el Mal no es el espíritu contra la naturaleza: el Mal primordial es el espíritu mismo con su violento descarrilamiento de la naturaleza. La conclusión que Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 41 cabe extraer de esto es que el Bien propiamente humano, el Bien elevado por encima del Bien natural, el Bien infinita mente espiritual, es en último término la máscara del Mal. Así, quizás, el hecho de que razón (ratio) y raza tengan la misma raíz algo nos dice: el lenguaje —y no intereses prim iti vos egotistas— es el primer y mayor divisor, es por el lenguaje por lo que nosotros y nuestros vecinos vivim os (o podemos vivir) «en mundos diferentes», aunque vivamos en la m is ma calle. Lo que esto significa es que la violencia verbal no es una distorsión secundaria, sino el recurso fundamental de toda violencia específicamente humana. Tomemos el ejem plo de los pogromos antisemitas, que pueden valer para toda violencia racista. Lo que los autores de los pogromos encuen tran inaceptable y enfureced or, a lo que reaccionan, no es a la realidad inmediata de los judíos, sino a la imagen/figura del «jud ío» que circula y que se ha construido en su tradición. El truco, desde luego, es que un único individuo no puede distinguir en forma alguna entre los judíos reales y su imagen antisemita: esta imagen sobredetermina el modo en que per cibo a los judíos reales y, además, afecta al modo en que los judíos se perciben ellos mismos. Lo que hace a un judío real que un antisemita se encuentra por la calle « in tolerable», lo que el antisemita trata de destruir cuando ataca al judío, el verdadero blanco de su furia, es estadimensiónfantasmática. El mismo principio es aplicable a toda protesta política: cuando los trabajadores protestan contra su explotación, no protestan contra una simple realidad, sino contra una ex periencia de su apuro real que se ha hecho signiñcativa m e Copyrighted material 4 2 SLAVO J Z IZ E K diante el lenguaje. La realidad en sí misma, en su estúpido estar-ahí, nunca es intolerable: es el lenguaje, su simboliza ción, lo que la hace tal. Así que, justamente, al enfrentarnos a la escena de una multitud furiosa, atacando y quemando edi ficios y coches, linchando gente, etcétera, nunca deberíamos olvidar las pancartas que llevan y las palabras que sostienen y justifican sus actos. Fue Heidegger quien profundizó en este rasgo en el plano form al-ontológico cuando, en su lectura de «esencia» o Wesen como verbo («esen ciar»), aportó un concepto des-esencializado de la esencia. Tradicionalmen te, «esencia» se refiere a un núcleo estable que garantiza la identidad de una cosa. Para Heidegger, «esen cia» es algo que depende del contexto histórico, del desvelamiento epo- cal del ser que ocurre en y mediante el lenguaje. Llama a éste la «casa del ser» . Su expresión «Wesen derSprache» no sig nifica « la esencia del lenguaje», sino el «esenciar» , la pro ducción de esencias que es la labor del lenguaje: El lenguaje lleva las cosas a su esencia, el lenguaje «nos mueve» d e manera que las cosas nos importan en una forma particular, de manera que dentro se hacen senderos que po demos mover entre los entes.y de manera que los entes pue den afectarse unos a otros como los entes que son. [...] Com partimos un lenguaje originario cuando el mundo se articula para nosotros en un mismo estilo, cuando «escuchamos al 0 3 lenguaje», cuando «le dejamos hablarnos su hablar»' . 23 MarkWratliall.How toReadHeidegger, Londres, Granta. 2005, pp. 94-95. Copyrighted material Vamos a desenmarañar esto un poquito. Para un cristiano medieval, la «esencia» del oro reside en su incorruptibilidad y lustre divino que hacen de él un metal «divino». Para noso tros, es o bien un recurso flexible que se puede usar con fines industriales o un material adecuado para fines estéticos. 0 , para los católicos, la voz del castrado era en su día la mismísima voz de los ángeles antes de la Caída. Para nosotros hoy, es una monstruosidad —este cambio en nuestra sensibilidad es soste nido por el lenguaje, que es la bisagrapara el giro en nuestro universo simbólico—. Hay una violencia fundamental en esta capacidad de «esenciar» del lenguaje: nuestro mundo sufre una vuelta parcial, pierde su equilibrada inocencia, un color parcial da el tono para el todo. La operación que el pensador político Ernesto Laclau designó como la de la hegemonía es inherente al lenguaje. Así, cuando, en su lectura del famoso coro óeAntígona sobre el carácter «extraño/demoniaco» del hombre en su Introducción a la metafísica. Ileidegger utiliza su idea de violencia «ontológica» que pertenece a todo ges to fundador del nuevo mundo común de un pueblo, llevado a cabo por poetas, pensadores y estadistas, deberíamos tener siempre presente que esta dimensión «extraña/demoniaca» es en última instancia la del lenguaje mismo: La violencia suele verse en términos del ámbito en que el acuerdo coincidente y la asistencia mutua dan la pauta del Dasein, y por lo tanto tod a violencia es consid erad a necesa riamente sólo como una alteración y una infracción. [...] El violento, el creativo que se adentra en lo no dicho, que pe TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 4 3 Copyrighted material 4 4 SLAVO J Z IZ E K netra en lo no pensado, que impone lo que no ha ocurrido nunca y hace aparecer lo no visto -este violento es siempre audaz. [...] Por eso el que ejerce la violencia no conoce la amabilidad ni la conciliación (en el sentido ordinario), ni el apaciguamiento ni el aplacamiento por el éxito o el prestigio y por su confirmación. [... ] Para alguien así, el d esastre es el más profundo y amplio Sí a lo abrumador. [...] La de-cisión esencial, cuando es llevada a cabo y se resiste a ser atrapada por la constante presión d e lo cotid iano y lo trad icional, d ebe usar la violencia. Este acto de violencia, este ponerse de-ci- d id o en camino al Ser de los seres, saca al hombre de lo ho gareño de lo que es más directamente cercano y habituar*. En cuanto tal, el Creador es «hypsipolis apolis» (Antígona, verso 370): está fuera y por encima de la polis y su ethos; no está atado por ninguna regla de «m oralidad» (que son sólo una forma degenerativa de ethos); sólo en cuanto tal puede fundar una nueva form a de ethos, de Ser comunal en una polis... Desde luego, lo que reverbera aquí es el tema de una violencia «ilegal» que funda la regla de la ley misma"3. Hei- 24 Martin Heidegger, Introduction to Metaphysics, New Haven, Yale Univer- sity Press, 2000, pp. 115-128 [Traduzco aquí también de la versión in glesa, correcta y más legible que la esforzada versión española de Emilio Estiú (Introducción a la metafísica. Buenos Aires. Editorial Nova 1956, pp. 182.193, 195 y 199)- Doy asimismo la paginación del texto original de Heidegger, Gesamtausgabe, Band 40, Einführung in die Metaphysik, Frankfurt am Main, Vittorio Klostermann, 1983, pp. 159 (115), 170 (i23), 172 (125), 177 (128). N. d. T.] 25 El tema de esta violencia fue desarrollado por Walter Benjamín y Cari Schmitt. Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 4 5 degger, desde luego, se apresura a añadir que la primera víc tima de esta violencia es el Creador mismo, quien ha de ser eliminado con el advenimiento del nuevo orden que fundó. Esta eliminación puede tomar distintas formas. La primera es la destrucción física-desde Moisés a Julio Césary en ade lante, sabemos que una figura fundadora tiene que morir—. Pero está tam bién la caída en la locura, como en el caso de grandes poetas, desde Hólderlin a Ezra Pound, que fueron cegados por la fuerza misma de su visión poética. De modo interesante, el momento óeAntígona en que el coro llora al hombre como a la más «dem oníaca» de todas las criatu ras, como a un ser de excesos, un ser que viola toda medida adecuada, llega justo después de que se haya revelado que alguien ha desañado la orden de Creonte y celebrado el r i tual funeral por su cuerpo"6. Es este acto el que es percibido como un acto «dem oníaco» excesivo, no la prohibición de Creonte. Antígona está muy lejos de ser el símbolo de la m o deración, del respeto por los lím ites adecuados, frente a la hybris sacrilega de Creonte; más bien al contrario, la auténti ca violencia es la de ella. Lo que explica el carácter escalofriante del pasaje citado es que Heidegger 110 se limita a aportar una nueva variación de su figura retórica estándar de la inversión («La esencia de la violencia no tiene nada que ver con la violencia óntica, el sufrimiento, la guerra, la destrucción, etcétera; la esencia de la violencia reside en el carácter violento de la imposición/ 26 Ver Glement Rosset. op. cit., pp. 22-23. Copyrighted material fundación del nuevo modo de la Esencia -desvelam iento de Ser comunal— en sí m ism a»); implícita, pero claramente, Heidegger lee esta violencia esencial como algo que cimenta —o , al menos, abre el espacio para—las explosiones de la vio lencia óntica misma. Por lo tanto, no se debería inmunizar la violencia de la que está hablando Heidegger como « m e ram ente» ontológica: aunque es violento en cuanto tal im poner un determinado desvelamiento de mundo, esta cons telación de mundo conlleva también relaciones sociales de autoridad. En su interpretación del fragmento 53 de Herá- clito («L a lucha [polemos] es la madre de todas las cosas y la reina d e tod o. A unos los muestra como d ioses y a otros como hombres; a unos los hace esclavos y a otros lib res»), H ei degger —en contraste con los que le acusan de excluir de la consideración los aspectos «crueles» de la vida en la Grecia antigua (la esclavitud, etcétera)— llama abiertamente la aten ción sobre cómo « e l rango y el dom inio» se basan directa mente en un desvelamiento de ser, aportando así una base ontológica directa a las relaciones sociales de dominación: Si la gente de hoy pretende entretenerse de vez en cuando y con un entusiasmo más bien excesivo con la polis de los grie gos, no d eberían sup rim ir este aspecto de ella-, de otro modo el concepto de polis se vuelve fácilm ente inocuo y sentim ental. Lo que es m ás elevado en rango es lo más fuerte. Así el Ser, e l logos, como la armonía retiñida, no está fácilm ente disponible para cada hom bre al mismo precio, sin o que está velado, como opuesto a esa arm onía que es 4 6 SLAVO J Z IZ E K Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 4 7 siempre meramente igualitaria, la eliminación de la ten sión, nivelación"*. Hay así un vínculo directo entre la violencia ontológica y la textura de la violencia social (de las relaciones que sus tentan la dominación forzada) que pertenece al lenguaje. En su América día a día (194,8), Simone de Beauvoir apuntaba: «M uchos racistas, ignorando los rigores de la ciencia, in sisten en declarar que incluso aunque no se hayan estable cido las razones psicológicas, el hecho es que los negros son inferiores. Sólo tienes que viajar por América para conven certe de e llo » 28. Su observación sobre el racismo ha sido malinterpretada con excesiva facilidad. En un comentario reciente, por ejemplo, Stella Sandford proclama que «nada justifica la aceptación... por Beauvoir del hecho’ de esta in ferioridad»: Dado su marco filosófico existencialista, más bien habría mos esperado de Beauvoir que hablase sobre la interpreta ción de las diferencias fisiológicas existentes en términos de inferioridad y superioridad... o que señalase el error que implica el uso d e los juicios d e valor « inferior» y « su - perior» para nombrar supuestas propiedades de los seres humanos, como para «confirmar un hecho dado»29. 27 Heidegger, op. cit., p. 102. 28 EnAmérica día a día, citado por Stella Sandford. How to Read Beauvoir, Londres, Granta Books, 2006, p. 42. 29 Sandford. op. cit., p. 49. Copyrighted mater 4 8 SLAVO J Z IZ E K Está claro lo que molesta aquí a Sandford. Es consciente de que laafirm ación de Beauvoir sobre la inferioridad fáctica de los negros apunta a algo más que al simple hecho social de que, en el sur de América de (no sólo) aquellos tiempos, los negros eran tratados como inferiores por la mayoría blancay, en cierto modo, eran efectivamente inferiores. Pero su solu ción crítica, impulsada por el cuidado de evitar las afirmacio nes racistas sobre la inferioridad fáctica de los negros, consis te en relativizar su inferioridad haciendo de ella un asunto de interpretacióny juicio por parte de los racistas blancos, y d is tanciarla de una cuestión de su ser mismo. Pero lo que a esta distinción suavizante se le escapa es la dimensión realmente mordaz del racismo: el « se r» de los negros (como el de los blancos o el de cualquiera) es un ser socio -simbólico. Guando son tratados por los blancos como inferiores, esto los hace de hecho inferiores en el plano de su identidad socio-simbólica. Dicho de otro modo, la ideología racista blanca ejerce una e fi cacia performativa. No es sólo una interpretación de lo que son los negros, sino una interpretación que determina el ser y la existencia social de los sujetos interpretados. Podemos ya ubicar con precisión lo que hace a Sandford y a otros críticos de Beauvoir resistirse a su formulación de que los negros eran de hecho inferiores: esta resistencia es ideológica en sí misma. En la base de esta ideología está el temor de que, si se concede este punto, habremos perdido la libertad interior, la autonomía y la dignidad del individuo humano. Que es por lo que estos críticos insisten en que los negros no son inferiores sino sólo «inferiorizados» por la Copyrighted mater TEM E A TU PRÓ J IM O COMO A TI M ISM O 49 violencia impuesta en ellos por el discurso racista blanco. Es decir, están afectados por una imposición que no les afecta en el núcleo mismo de su ser y a la que, por lo tanto, a la que pueden resistirse como agentes autónomos libres mediante sus actos, sueños y proyectos. Esto nos trae de vuelta al punto de partida de este ensayo, el abismo del Prójimo. Aunque pueda parecer que hay una contradicción entre el modo en que el discurso constituye el núcleo mismo de la identidad del individuo y la idea de este núcleo como un abismo insondable tras el «m uro del len guaje», hay una solución sencilla a esta aparente paradoja. El «muro del lenguaje» que me separa eternamente del abismo de otro sujeto es a la vez lo que abre y sostiene este abismo; el obstáculo mismo que me separa del más allá es lo que crea su espejismo. Copyrighted mater Copyrighted material DIÁLOGO DE LAS CULTURAS Y LA INMIGRACIÓN Mustapha Cherif Traducción de Inés Bértolo Copyrighted mate Copyrighted material Originariamente son pobres, no cualificados, sin trabajo y a menudo desesperados. Una situación de miseria social, a veces agravada por contextos políticos represivos o autori tarios, empuja a numerosos ciudadanos del Sur a emigrar. Rara vez se emigra por placer sino por necesidad económ i ca, por necesidad de sobrevivir, para huir de una condición social o política insoportable, o para responder a una d e manda, en este caso la de los países europeos que necesitan fuerzas de trabajo. Las causas son múltiples, como los efectos del pasado colonial, la ausencia de perspectivas en los países de origen, la falta de riquezas locales o ausencia de un buen gobierno, o la mundialización de las desigualdades y de la precariedad. Una parte de ellos está a veces instruida, califi cada y es competente en muchos terrenos, mucho más sabia. Emigración de élite, fuga de cerebros, que cuesta caro a los países de origen. En todos los casos, instruidos o no, se nos Copyrighted mate 5 4 M U STAPH A C H ER IF olvida que los migrantes son portadores de una singularidad, de una cultura y de una diferencia y una identidad, testigos para los musulmanes de una civilización que ha dado prueba de sus aptitudes. Hoy en día el mal entendimiento, la incom prensión del dato cultural de esta nueva población se deben a la ignorancia o la deformación de los valores del otro. La diferencia, las diferencias, la identidad de los musulmanes, se conocen mal. El musulmán es hoy el otro diferente por ex celencia, el extraño extranjero, que aveces da miedo, cuan do unos monstruos usurpan el nombre del Islam y cometen crím enes en su nombre. Para algunos, es una extraña reli- g ión yun a identidad insondable, un misterio, un enigma o, peor, un ejemplo de tradición odiable, opuesta al progreso y a la modernidad. Sin embargo, al mismo tiempo esta religión y civilización ha contribuido al desarrollo de la modernidad y es muy cercana al Occidente clásico. Los pueblos de la histo ria que han contribuido de manera decisiva a la modernidad, nos dicen filósofos como Jacques D erriday Gérard Granel, son tres: « e l g r i e g o » , « e l j u d í o » y « e l á r a b e » . El p ro blema en la orilla Norte del rechazo a conocer y reconocer la alteridad y los derechos ciudadanos de los migrantes es tan grave como el olvido de esta realidad. Se trata de la voluntad de mantener en un estatus de inferioridad a los migrantes y del rechazo a aceptar la contestación en nombre de la d i ferencia, bajo el pretexto de poseer el único modelo de vida apto para el progreso y lo universal. Sin embargo, ninguna sociedad es unicultural y toda civilización es la síntesis de valores plurales. Las sociedades del Norte necesitan el apor Copyrighted mater DIÁLOGO DE LA S CULTURAS Y LA INM IG RAC IÓ N 5 5 te humano y cultural del Sur y recíprocamente, ya que ¿quién puede vivir sin la mirada del otro diferente y la necesidad de intercambios? De hecho, ayer hubo síntesis, intercambios y reparto, más allá de los episodios de confrontación, y hoy cada vez hay menos Sur y menos Norte, todos juntos con frontados a los mismos desafíos. El diálogo de culturas debe ayudarnos a revisar estos conceptos sospechosos de Norte y Sur, de Oriente y Occidente, para traspasar las fronteras, sin negar la diversidad, las diferencias o las singularidades. No se trata de relativismo o de multiculturalismo, ni sólo de res petar las diferencias por filantropía, sino de reconocer que otros valores pueden acceder a lo universal. Sobre todo p or que hoy, a pesar de los grandes progresos en muchos terre nos, cada vez hay menos universal y, por consiguiente, ya no hay civilización, ni Este, ni Oeste, ni Oriente, ni Occidente, ni Norte, ni Sur. Tenemos que buscar juntos una nueva civi lización universal. La presencia de inmigrantes -que además se sienten ciudadanos y no ya em igrados- sobre el suelo de Europa es una oportunidad para reflexionar y buscar nuevas articulaciones. UNA ALTERIDAD EN MOVIMIENTO PERPETUO En calidad de inmigrantes, las nuevas poblaciones m usul manes en Europa, desarraigadas, exiliadas, intentan in ventarse otros códigos así como una nueva cultura donde se mezclan y se crean lo antiguo y lo nuevo, géneros con lazos Copyrighted material 5 6 M U STAPH A C H ER IF más o menos apropiados. Al contrario de lo que dejan en tender los clichés generalizados, la alteridad ya no es la del pasado, se renueva. La mayoría de los migrantes sienten la voluntad profunda de integrarse al nuevo mundo, de vivir la ciudadanía que el orden dominante les niega. No quieren ni renunciar a sus derechos políticos legítimos ni perder sus raíces. Esto es lo que. por falta de diálogo de culturas, se les niega. Nuestro deber es hacer inteligibles sus mensajes, sus diferencias, sus reivindicaciones. La injusticia más flagran te con respecto a ellos no es material sino política y moral. Lo que rechazan es el hecho de que los perciban como sub- ciudadanos, cuando son co-ciudadanos, y aun menos como bárbaros cuando son los herederos de una civilización. Por lo tanto, se niegan a que les amputensus derechos y a ser el chivo expiatorio de las dificultades de las sociedades de aco gida en las que viven. Los observadores ignoran a menudo lo que no es mensurable, calculable, es decir la vida, la huma nidad de cada ser, las referencias culturales que le dan sen tido. Se acusa injustamente a los migrantes de ser incapaces de integrarse por culpa de su cultura, de ser la causa del paro, de ser ingratos o desleales e incapaces de integrarse debido a la alteridad ligada a la religión. La problem ática de la integración cultural es terreno baldío, los clichés y los eslóganes se imponen. Las inves tigaciones objetivas son escasas. La mayoría de los demás ciudadanos desconoce los sistem as de valores antiguos y las referencias de base de los nuevos europeos nacidos de la emigración. Sin embargo, la articulación, la síntesis y la evo - Copyrighted mater DIÁLOGO DE LA S CULTURAS Y LA INM IG RAC IÓ N 5 7 lución entre los antiguos valores y los nuevos valores tienen lugar permanentemente. No existe la perpetuación indemne de los valores antiguos. Aún más, ciertos europeos de pura cepa consideran que hagan lo que hagan los inm igrantes para adaptarse e integrarse, nunca será suficiente, intentan despersonalizarlos y alienarlos. «Se como yo o te odio» es la consigna de los partidarios de la exclusión. Sin embargo, aunque algunas crispaciones y prácticas inadm isibles e ile gitim as abocadas al fracaso ocurran en el caso de algunos ciudadanos musulmanes, una ínfim a minoría, la cerrazón prima a veces sobre la apertura y el repliegue es más visible que la creación; la semejanza con los demás europeos es más importante que la disparidad, el movimiento domina con respecto al inmovilismo, el apego a las libertades es mayor que la sumisión a la tradición esclerotizada. No obstante, las especificidades de los musulmanes, en su mayoría, su re i vindicación. su originalidad y su singularidad, y por lo tanto su resistencia, a menudo sana y legítima, contra las derivas y contradicciones del mundo dominante, no sólo no pueden ser ocultadas sino que pueden contribuir a hacer frente a los desafíos comunes. Los rasgos particulares de la religión, del origen cultural en lo que respecta al Islam, no son obs táculos para el progreso y la europeización, en el sentido de la transformación dentro de la ciudadanía, sino que pueden ser fuente de inspiración, de resistencia legítima frente a los riesgos, desafíos e impases de nuestra época. Los musulma nes aparecen como los últimos resistentes, negativos o po sitivos, según el caso, frente a la hegemonía del modelo do Copyrighted material 5 8 M U STAPH A C H ER IF minante en el mundo. Dos versiones de lo humano parecen oponerse: la occidental fundada sobre el tríptico capitalismo, secularismo y tecno-ciencia y la versión musulmana desco nocida. Lo que nos preocupa reside en el hecho de que las dos vertientes de lo que constituía nuestro mundo común, los valores abrahámicos ligados al sentido y a la existencia espiritual, por un lado, y los valores griegos ligados a la po lis, la existencia política, por otro, son cuestionados por el Mercado Mundo o Mundo del Mercado. De ahí que las po lémicas estériles entre los creyentes y los no creyentes o la supuesta competencia entre cristianos y musulmanes sean combates de retaguardia. Todas las culturas tradicionales del mundo suelen haber sucumbido bajo el peso del modelo occidental y se han transformado en folclore o valores poco influyentes en cuanto a los comportamientos y modelos de ocupación del tiempo y el espacio. Por su lado, el Islam s i gue más o menos resistiendo e influyendo de forma viva en sociedades enteras, a pesar de las dificultades reales y v is i bles, de las debilidadesy contradicciones de los musulmanes mismos. Otras fuerzas del mundo, en nombre de múltiples referencias —ecologismo, progresismo neomarxismo, alter- mundialización, humanismos y demás místicos y contesta tarios-, también intentan resistir a los efectos perversos de la lógica de mercado y del modelo dominante fundado en la ley del más fuerte, con sus evidentes riesgos de deshumani zación, pero el Islam es apuntado y señalado como una resis tencia insoportable. Para las fuerzas neoliberales y reaccio narias es el nuevo enemigo. Explotando y manipulando los Copyrighted mater DIÁLOGO DE LA S CULTURAS Y LA INM IG RAC IÓ N 5 9 crím enes y actos irracionales de aquellos que son llevados a ello por la represión brutal, la desesperanza y la ignorancia, los valedores del liberalismo salvaje y otras ideologías inten tan desacreditar un modelo de civilización que resulta ser un testigo más que molesto. Así, algunos, a falta de un proyecto justo, coherente y universal, se inventan este nuevo enemigo para divertirse, un nuevo enemigo percibido, como confie sa Fukuyama, como el grano de arena que puede im pedir a la máquina de la hegemonía del sistema liberal-fascista el asentar su total dominación. Una ambición de totalidad que el sistema ya no oculta. IA AMALGAMA FAVORECE EL EXTREMISMO En este contexto, el principal reproche de los emigrados a la sociedad de acogida es no sólo la ausencia de verdadero diá logo y de respeto a su alteridad, entendida como dignidad, sino el hecho de negarles que sean capaces de universalidad sobre la base referencias propias abiertas al mundo. Una fal ta de reconocimiento que consideran como una declaración de animosidad, o por lo menos como una pérdida de solida ridad en cuanto a ellos y sobre todo pérdida de una posib i lidad común de buscar juntos una nueva civilización, ya que envista de la complejidad de la situación nadie puede con seguirlo solo. La desesperación de los ciudadanos de confe sión musulmana se amplifica cuando el discurso dominante ejerce para divertirse la amalgama con derivas políticas y Copyrighted mater 6 0 M U STAPH A C H ER IF crim inales y habla de «terrorism o islám ico» y de religión violenta e irracional. Títulos chocantes, que confunden vo luntariamente islamismo (ideología extremista, totalitaria y sectaria, producto de las derivas del desorden mundial y no producto del Islam como tal) e islámico (hecho de una c i vilización). El cuadro de la emigración y la problemática de la alteridad se exacerban, por lo tanto, en cuanto la palabra «Islam » es pronunciada. La instrumentalizaciónde esta es piritualidad, el tercer ramo monoteísta, tanto por los extre mistas político-religiosos como por las corrientes xenófobas que rechazan la diferencia y no aceptan contestaciones, per turba la posibilidad de vivir juntos y la posibilidad de buscar una alternativa y un nuevo universal. Las fuentes de la identidad, de la alteridad, de la tradi ción, comunes a todos los musulmanes, como todo el mundo sabe, son el Corán y la Sunna del Profeta. ¿Cómo se puede insinuar que son las fuentes del terrorismo y de la barbarie? Se confunden quince años de actualidad contradictoria con quince siglos de una historia rica. Pocos son los que niegan la dramática realidad de que los extremismos (wahabismo, salañsmo, cisma radical, hermanos musulmanes, etcétera) son el anti-Islam y no la expresión de una tradición autén tica. Afirm ar que el terrorismo proviene de la tradición islá mica que se ha orientado hacia lo verdadero y lo universal es grave y es una contraverdad histórica. Es como si dijésemos que la inquisición, el colonialismo y el racismo estaban en el Evangelio y el Gulag en Marx. Por ejemplo, mi país, Argelia, en su lucha de liberación no confundió el sistema colonial Copyrighted mater DIÁLOGO DE LA S CULTURAS Y LA INM IG RAC IÓ N 61 con los cristianos, aunque algunos curas acompañaran a los soldados; y si globalmente ha vencido al terrorismo, es tam bién gracias a que no operó una amalgama entre extremismo e Islam, aunque los extremistas usurpen su
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