Cuando decimos ―santificado sea tu Nombre‖, pedimos que sea santificado en nosotros que estamos en él, pero también en los otros a los que la graci...
Cuando decimos ―santificado sea tu Nombre‖, pedimos que sea santificado en nosotros que estamos en él, pero también en los otros a los que la gracia de Dios espera todavía para conformarnos al precepto que nos obliga a orar por todos, incluso por nuestros enemigos. He ahí por qué no decimos expresamente: Santificado sea tu Nombre ―en nosotros‖, porque pedimos que lo sea en todos los hombres» (Tertuliano, De oratione, 3, 4).
Compartir