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Andrés Pueyo - Psicología forense

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¿Qué aporta la psicología forense a la administración de justicia? FUENTE: www.lavanguardia.es 
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¿Qué aporta la psicología forense a la administración 
de justicia? 
Antonio Andrés Pueyo, profesor de la Universitat de Barcelona y director del Máster de Psicología 
Forense y Criminal (LA VANGUARDIA, 23/04/05) 
 
Hace más de 60 años un estudiante de Derecho, hubiera podido asistir en Barcelona a un curso 
de Psicología Legal impartido por el célebre médico-psiquiatra Emili Mira i López (1896-1964), pionero 
de la psicología forense en Catalunya. De no haber sido por la Guerra Civil, la dictadura franquista y 
sus múltiples consecuencias esa posibilidad hubiese continuado hasta hoy. Pero la historia y los que la 
hacen no lo quisieron así. Entonces la psicología y el derecho establecían sus primeras relaciones 
substanciales. Desde ese momento sus historias fueron paralelas hasta los años 70, y a partir de esa 
década se volvieron a encontrar y hoy comparten, especialmente en la actividad judicial diaria, 
numerosos empeños y dedicaciones. En este reencuentro la psicología forense ha sido la estrella de 
las diferentes aplicaciones que la psicología aporta al contexto jurídico. La psicología y el derecho 
comparten muchos puntos de vista acerca de la naturaleza humana como explicación y justificación 
última del comportamiento. La descripción del comportamiento humano, así como de sus causas y 
determinantes, las respuestas a los interrogantes más complejos sobre la realidad mental de los 
sujetos humanos se encuentran en la psicología. También el conocimiento de la personalidad humana, 
la expresión completa de la identidad personal, alcanza su máxima objetividad y rigor en la psicología. 
Las relaciones entre la psicología y el derecho son fundadas y justificadas, pero es en su faceta 
profesional donde adquieren su complementariedad. 
Como actividad profesional la psicología se ha extendido, en las últimas tres décadas, de una 
forma sorprendente aún para los más optimistas. Encontramos a estos profesionales en las escuelas e 
institutos, en los centros sanitarios y hospitalarios, en las instituciones penitenciarias y judiciales, en 
el mundo del deporte, en el ámbito laboral, publicitario, etcétera. Los psicólogos actúan contratados 
tanto por la Administración como en el ejercicio privado. La psicología española es hoy una realidad 
consolidada y esto se refleja en su diversificación profesional. Esta consolidación se ha dado en medio 
de los grandes cambios sociales e institucionales que han acontecido en nuestra sociedad. Y en estos 
años se han promulgado nuevas leyes que afectan a numerosos campos de la actividad y vida 
cotidiana de los ciudadanos. Ejemplo de estas nuevas leyes son la ley del Menor, la ley general 
Penitenciaria, la ley Integral contra la Violencia de Género, la ley del Divorcio, etcétera. Conforme se 
han ido promulgando estas leyes han aumentado las necesidades de ayuda y colaboración de una 
gran variedad de profesionales con los jueces, los tribunales y la justicia en general. Desde las 
tradicionales leyes penales hasta las modernas normas que regulan los derechos de los menores o de 
las parejas homosexuales hay un abanico de normas que, directa o indirectamente, requieren de la 
participación del psicólogo. En este contexto, ha aparecido la figura del psicólogo forense. Como 
perito, asesor, colaborador o experto, el psicólogo forense es un agente más del sistema de justicia. 
Emplearemos, por razones de costumbre, únicamente un género para referirnos a esta profesión no 
sin reconocer la importante presencia de mujeres en esta profesión. 
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Asociamos la idea del forense a la del médico adscrito a la administración de justicia que perita, 
informa y asesora al juez en temas de su especialidad y también se asocia a los policías y 
criminólogos expertos en la detección, análisis y valoración de pruebas judiciales incriminatorias. El 
psicólogo forense se asimila, en cierto sentido, a ambas figuras, si bien restringe su actividad al 
campo de las capacidades psicológicas, las motivaciones y actitudes, etcétera. El psicólogo forense se 
encarga de analizar y valorar distintos aspectos de la personalidad, la situación psicosocial, el nivel de 
estrés y los estados mentales propios de las personas que, de un modo u otro, están implicadas en 
cualquier tipo de procedimiento judicial. Las tareas que requieren la intervención especializada de los 
psicólogos forenses han sido siempre necesarias en los procesos judiciales, pero durante muchos años 
y aún hoy en muchos juzgados y jurisdicciones, muchas tareas propias y específicas de aquellos las 
realizan otros profesionales. Psiquiatras, criminólogos, médicos forenses y no pocas veces los propios 
jueces, realizaban muchas de las tareas que hoy hacen los psicólogos forenses. El avance en la 
especialización profesional ha descargado a muchos profesionales poco o nada preparados 
técnicamente para realizar estas tareas propias del psicólogo. Así no era infrecuente que, por ejemplo, 
los propios jueces entrevistasen a menores o deficientes mentales víctimas de violencia sexual, tarea 
que ahora encargan a los psicólogos forenses cuando es posible. Actualmente, los psicólogos forenses 
tienen una formación universitaria sólida y, además, disponen por lo general de una formación 
teóricopráctica específica obtenida en cursos de especialización y de formación continuada. 
Los primeros contactos del psicólogo forense con la justicia se dieron en el marco de la justicia 
penal y penitenciaria, más tarde se extendió a la justicia juvenil y de menores. Después se ha 
ampliado su intervención a los variados procedimientos de la justicia civil, laboral y hasta eclesiástica. 
En la actualidad podemos afirmar que la práctica profesional de la psicología forense es un 
complemento indispensable de cualquier actividad judicial moderna. Cada delito, agresión entre 
jóvenes, ruptura matrimonial, adopción, asignación de tutela o incapacitación, cada sentencia que 
imparte un juez o tribunal tiene actores, víctimas y espectadores que no sólo conocen o han 
participado en el suceso, sino que han vivido sus efectos y consecuencias a su propia manera. El 
psicólogo es, entre otros profesionales, el más y mejor preparado para valorar, comprender y 
proponer actuaciones considerando la individualidad única de todos y cada uno de los implicados en 
un suceso o acontecimiento conflictivo singular. La actuación de estos profesionales está 
fundamentada en unos conocimientos científicos que han generado procedimientos y técnicas que 
garantizan su objetividad. También existen códigos deontológicos que obligan a actuar con todas las 
garantías legales a estos profesionales que utilizan y tienen acceso a informaciones personales de 
naturaleza privada y muy sensibles. 
La actividad propia del psicólogo forense está fundamentada en la aplicación de los principios y 
técnicas propias de la psicología aplicada al contexto jurídico. Actúan como peritos, expertos y 
asesores de los jueces, tribunales y resto de agentes que participan en la administración de justicia. 
Las técnicas de la psicología aplicada al ámbito forense no se limitan a la identificación de la presencia 
y grado, de un trastorno mental en un imputado o una víctima. Es mucho más variado y específico. 
Los psicólogos forenses pueden evaluar la inteligencia de un agresor sexual, de un menor acusado de 
vandalismo o de un anciano que quiere cambiar su testamento ante el notario. Pueden identificar las 
secuelas psíquicas que un acoso laboral puede haber dejado en una mujer o valorar la credibilidad de 
un testimonio que fundamenta una acusación grave de abusos sexuales. 
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Otros ejemplos nos dan una idea de la gran cantidad de respuestas que el psicólogo forense 
puede ofrecer. Éste puede valorar el riesgo de reincidencia o la peligrosidad de un recluso que ha 
solicitado un permiso de salida de la prisión, también puede estimar cuál de los dos progenitores es el 
más idóneo para obtener la patria potestad de un menor en caso de litigio. 
No es nada infrecuente que los jueces soliciten a los psicólogos forenses una valoración de si una 
madre o un padre ha influido de forma significativa en el rencor que un hijo muestra hacia su otro 
progenitor durante un proceso de separación o divorcio. La relación podría continuar y estos son sólo 
algunos ejemplos. Así pues, la tarea de los psicólogos forenses no se limita, como a veces se piensa, 
al diagnóstico clínico de los trastornos mentales, es mucho más amplia. Es precisamente este 
repertorio de técnicas y habilidades de que dispone este profesional lo que le convierte en una ayuda 
de mucha utilidad al juez en su actividad habitual. 
El futuro inmediato de la psicología forense es mejorar su práctica profesional y su eficacia. Ya 
hemos descrito la situación actual caracterizada por su variada presencia en los diversos campos de la 
justicia. En las últimas leyes, como en la recién aprobada ley integral contra la Violencia de Género, es 
habitual encontrar demandas específicas para estos profesionales. Ha de venir un momento en el que 
podamos revisar este periodo con ojos críticos y analizar el déficit de este ciertamente apresurado 
crecimiento. Después vendrá, sin duda, una mejora profesional que redundará en una aplicación más 
justa de las propias decisiones judiciales.

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