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Filosofo Rosseau

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JUAN JACOBO ROSSEAU
Rousseau fue uno de los grandes escritores y pensadores políticos del siglo XVIII y desempeñó un gran papel en la preparación ideológica de la Revolución burguesa de 1789 en Francia. Expresando la ideología de la pequeña burguesía en proceso de proletarización, Rousseau se manifiesta en sus obras, no sólo contra el régimen feudal de la Francia prerrevolucionaria, sino también contra la opresión económica, por parte de la plutocracia. 
En sus obras desarrolla la idea de que los hombres verdaderamente dignos y honestos y la virtud auténtica, se deben buscar no entre la nobleza de título y rica, sino entre el pueblo llano. A diferencia de los demás ideólogos de la burguesía del siglo XVII y XVIII, que veían en el capitalismo sólo un lado positivo, Rousseau prueba que el progreso de las fuerzas productivas es inevitablemente acompañado del retroceso de las costumbres y del empeoramiento de la situación social y material de las masas populares. 
El origen y aumento de la desigualdad, causa fundamental de todos los males sociales, lo relacionó Rousseau con la aparición y desarrollo de la propiedad privada. Sin embargo, no consideraba posible ni conveniente abolir la institución de la propiedad privada viendo en ella cierta garantía de la libertad individual. 
Rousseau sólo exigía, en interés del pueblo, la regulación legislativa del volumen de la riqueza personal y la realización de una serie de medidas contrarias a las que frenan el progreso económico de la sociedad. Considerando que el hombre, por su naturaleza, es bueno y no corrompido, y que la causa fundamental de los males sociales se debe buscar en el régimen político, en su famosa obra Del contrato social (ver) fundamentó el principio de una nueva estructura política y social, que asegura, a su juicio, la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos. 
Rousseau desenvolvió con mayor amplitud sus ideas filosóficas y pedagógicas en su obra Emilio o de la Educación. El fundamento de la educación, según la doctrina de Rousseau, debe ser el principio tendiente a seguir las indicaciones de la Naturaleza. En consonancia con este principio:
 1) a cada período de edad deben corresponder especiales formas de educación y de aprendizaje; 
2) la educación debe tener un carácter activo y facilitar el máximo desarrollo de la autonomía e iniciativa de los estudiantes; 
3) a la educación intelectual debe anteceder y acompañar el ejercicio de las fuerzas físicas y de los órganos de los sentidos de los educandos; 
4) los castigos corporales a los estudiantes son pedagógicamente nocivos. Todas estas ideas de Rousseau, nuevas para el siglo XVIII, se transformaron después en el patrimonio de la pedagogía avanzada. Rousseau ha dejado también una profunda huella en el terreno filosófico; hasta un filósofo tan importante como Kant, reconoció que debía mucho a Rousseau. 
La influencia de este último se ha manifestado más que todo en las teorías de Kant sobre moral y derecho y en sus concepciones pedagógicas. También los clásicos del marxismo apreciaban en alto grado a Rousseau. Engels consideraba el “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad” de Rousseau como un modelo formidable de dialéctica y hacía notar también la enorme importancia teórica y práctica de la teoría de Rousseau sobre la igualdad, que como decía Engels, continúa “todavía ahora desempeñando un importante papel agitador en el movimiento socialista de casi todos los países”. 
Aunque Rousseau no se consideraba materialista y ocupaba las posiciones del deísmo (ver), sin embargo, su doctrina social está impregnada de tendencias materialistas, y en la solución de toda una serie de problemas manifiesta una gran aproximación a la concepción materialista de la historia (así, por ejemplo, reconocía el vínculo del progreso intelectual de la sociedad con el crecimiento de sus necesidades materiales; comprendía que el Estado y el Derecho sólo sirven a los intereses de los ricos, &c.). 
Rousseau ejerció también una gran influencia sobre la literatura artística. Su novela La Nueva Eloísa o Cartas de dos amantes, tuvo en su tiempo un éxito extraordinario y provocó una multitud de imitaciones. Clásicos de la literatura universal: Schiller, Goethe, Byron, experimentaron también la influencia de Rousseau. En Rusia, los más grandes admiradores de Rousseau fueron Radishchev y L. I. Tolstoi.
EL PACTO SOCIAL Y LA VOLUNTAD GENERAL 
“El hombre ha nacido libre, y sin embargo, en todas partes se halla encadenado. Hay quien se cree amo de los demás, cuando no deja de ser más esclavo que ellos. ¿Cómo se ha producido este cambio? Lo ignoro. ¿Qué puede legitimarlo? Creo poder responder a esta cuestión”. 
Estas líneas famosas dan apertura al Contrato Social y su autor es claro de que no trata de referirse a un asunto de historia, sino de legitimidad, de derecho a la libertad humana como una característica natural e inalienable.
 Nadie debe atentar o despojar de la libertad a ningún ser humano bajo ningún pretexto y, en caso de hacerla, su dominio es ilegítimo. Por eso la obligación social no podría fundarse legítimamente en la fuerza. Así las cosas, no hay derecho del más fuerte. Se obedece por necesidad y no por deber, incluso se deja de obedecer cuando la fuerza cesa.
El Contrato Social es una de las obras de teoría política más sabias y menos entendidas. Para algunos es un sueño político, una utopía, que el propio autor sabe que es irrealizable. No es en modo alguno un liberalismo, porque ese sistema hace perder la unidad del Estado y las ideas sociales roussonianas se orientan hacia una cierta equivalencia en la propiedad y en acercar los extremos en las clases sociales, en que no haya una distancia tan abrupta entre ricos y pobres. 
También su obra se la interpreta desde una doble óptica no compatible: como un puro colectivismo, donde se renuncia a los intereses particulares con vistas al bien común, a pesar de que su propio autor era un individualista, un «paseante solitario». Como un antepasado lejano del totalitarismo, es quizás, una de las perspectivas menos prometedoras. No es tampoco una obra revolucionaria, siendo inexactas las palabras del poeta alemán H. Heine cuando situó a Rousseau como «la cabeza revolucionaria de la cual Robespierre no fue más que el brazo ejecutor». Su contribución es más bien indirecta y no de causalidad, al haber significado una inspiración que enriqueció el conjunto de ideas que fueron el trasfondo de la Revolución Francesa.
Referencias Bibliográficas
· Juan Jacobo Rousseau. Recuperado de: 
https://www.filosofia.org/enc/ros/rou.htm
· Hampsher-Monk, lain. (1996). Historia del pensamiento político moderno. Los principales pensadores políticos de Hobbes a Marx. Barcelona: Editorial Ariel.

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