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MODERNISMO Y POSMODERNISMO

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EL MODERNISMO LITERARIO
➢ Primer movimiento literario que surgió en
Hispanoamérica
➢ Surge como una reacción al sentimentalismo
romántico y realismo positivista.
➢ Se inició en 1888 con la publicación de Azul,
conjunto de poemas y cuentos, del poeta
nicaragüense Rubén Darío.
➢ El Modernismo es una escuela literaria de
gran renovación estética. El canto de los
poetas modernistas constituye la primera
expresión de autonomía literaria de los
países hispanoamericanos.
Es un libro de cuentos y poemas del poeta nicaragüense
Rubén Darío, considerado una de las obras más
relevantes del modernismo hispánico. Se publicó por
primera vez en Valparaíso el 30 de julio de 1888.
En su primera edición, de 1888, el libro estaba dividido
en las siguientes partes:
➢ "Cuentos en prosa", que incluía los relatos "El Rey
burgués", "La Ninfa", "El fardo", "El velo de la reina
Mab", "La canción del oro", "El rubí", "El palacio del
sol", "El pájaro azul" y "Palomas blancas y garzas
morenas".
➢ "En Chile", con dos textos en prosa: "Álbum porteño"
y "Álbum santiagués".
➢ "El año lírico", con cuatro poemas dedicados a las
cuatro estaciones: "Primaveral", "festival", "otoñal" e
"Invernal".
➢ Dos poemas sueltos: "Pensamiento de otoño" y
"Anagke".
CONTEXTO HISTÓRICO
▪ Corriente que se inicia después de la
guerra con Chile.
▪ Se desarrolló durante La República
Aristocrática (1895 – 1919)
▪ Tuvo un espíritu de reacción contra
una etapa de crítica radical y
analítica del Realismo.
▪ Se inaugura en 1906 con la
publicación de Alma América de
Chocano.
EL MODERNISMO PERUANO
MANUEL 
CANDAMO 
JOSÉ PARDO 
Y BARREDA
REPÚBLICA ARISTOCRÁTICA
(1895 – 1919)
CARACTERÍSTICAS
✓ Profunda renovación del lenguaje poético.
✓ Elegancia, exquisitez y refinamiento formal. 
✓ Amplia libertad creadora. 
✓ Búsqueda de la belleza, el colorido y la 
musicalidad.
✓ Culto a la belleza sensorial.
✓ Espíritu cosmopolita con matices nacionales.
✓ Temas exóticos e irreales.
PRECURSOR:
▪ Manuel González Prada
REPRESENTANTES
❑ JOSÉ SANTOS CHOCANO
❑ CLEMENTE PALMA
JOSÉ SANTOS CHOCANO GASTAÑODI 
(Lima, Perú, 14 de mayo de 1875 - Santiago, Chile, 13 de diciembre de 1934) 
➢ Escritor y político peruano
➢ Ingresa a la carrera de letras en UNMSM, pero
la abandona y tiene problemas con el rector.
➢ Encarcelado a los veinte años por actividades
subversivas.
➢ Desempeñó diversos cargos diplomáticos en
Colombia y en España, y fue consejero de
Pancho Villa en México y de Estrada Cabrera
en Guatemala.
➢ Volvió a conocer la cárcel tras una oscura
reyerta con un periodista.
➢ Partió a Santiago de Chile, donde murió
asesinado en una estación de tranvías.
José Santos Chocano (1875 – 1934), el cantor de América
Chocano retornó al Perú en diciembre de 1921, después de diecisiete años de ausencia. Habían ya
fallecido Manuel González Prada y Nicolás de Piérola, ídolos de su juventud, así como su protector,
Javier Prado Ugarteche. En Lima recibió el entusiasta aplauso de las multitudes, la prensa y la
intelectualidad. José Gálvez Barrenechea, Luis Alberto Sánchez, José María Eguren y César Vallejo
fueron al puerto del Callao para recibirlo. Recibió el homenaje de la municipalidad limeña. Fue
declarado «hijo predilecto de la ciudad de Lima» y se le brindó una recepción en el Palacio de la
Exposición, donde se le ciño la frente con una corona de laureles de oro, otorgándosele el título
de «Poeta de América» (5 de noviembre de 1922). A pesar de su egolatría, Chocano se mostró
siempre cordial con los poetas que lo admiraban, como Eguren y Vallejo. Sobre este último incluso
llegó a decir, hacia 1930, que apreciaba su poesía, según consta en una carta que dirigió al poeta y
editor Pablo Abril de Vivero.
CHOCANO, HIJO PREDILECTO DE LA CIUDAD DE LIMA
El escritor José Vasconcelos atacó desde México a Chocano, y lo calificó de «bufón». Como era de esperar, Chocano
respondió a Vasconcelos, usando los más duros términos y haciéndole las más ácidas críticas. Un grupo de catorce
intelectuales peruanos se solidarizaron con Vasconcelos y firmaron una declaración al respecto. Entre los firmantes se
hallaban José Carlos Mariátegui, Manuel Beltroy, Luis Alberto Sánchez, Carlos Manuel Cox y Edwin Elmore. Este último era
un joven y fogoso escritor limeño, que presumiendo de «librepensador», se hallaba obsesionado con atacar al régimen
leguiísta. No conforme con firmar la anterior declaración, escribió un largo artículo contra la dictadura de Leguía y sus
partidarios, entre ellos Chocano, a quien calificó de «vulgar impostor». Dicho artículo debió publicarse en el diario La
Crónica, pero ello no ocurrió al no pasar por el filtro del director; sin embargo, debido a una infidencia, el texto llegó a la
vista de Chocano, quien enfurecido, llamó por teléfono a Elmore, preguntando insultantemente: «¿Hablo con el hijo del
traidor de Arica» (alusión al padre de Edwin, Teodoro Elmore, un ingeniero peruano que había servido en la defensa de
Arica de 1880 y a quien se acusaba de haber delatado a los chilenos la red de minas que defendía dicho puerto). Elmore le
respondió: «Eso no se atrevería usted a decírmelo en mi cara». Por desgracia, poco después de ese agresivo intercambio
de palabras, ambos se encontraron a la entrada del diario El Comercio, en el centro de Lima, adonde había ido a publicar
sendas cartas donde se respondían de los mutuos agravios. Elmore le dio una bofetada a Chocano, y este, sin dudarlo, sacó
su revólver y disparó a quemarropa a su agresor, quien cayó herido de gravedad (31 de octubre de 1925). Trasladado a la
asistencia pública, Elmore falleció luego de dos días de penosa agonía. Chocano fue entregado a la justicia y recluido en el
Hospital Militar, donde permaneció con todas las comodidades, mientras duró el juicio. Los jueces tuvieron en cuenta la
fama del poeta y acordaron una sentencia muy benévola, de tres años de prisión; aún sin estar ésta confirmada, el
Congreso, de mayoría leguiísta, dispuso que el juicio fuese cortado (10 de abril de 1927). Chocano nunca se arrepintió de
su crimen, y más aún, mientras estuvo detenido, continuó mancillando la memoria del difunto y su padre a través de la
prensa. También atacó duramente a los amigos de Elmore, entre ellos a los del grupo Amauta que encabezaba Mariátegui.
Sobre el juicio que afrontó escribió una obra titulada El libro de mi proceso, en tres volúmenes (1927-1928).
EL ASESINATO DE EDWIN ELMORE
Excéntrico y supersticioso como pocos, empezó a frecuentar a supuestos videntes y a todo aquella
persona que asegurase tener poderes sobrenaturales (brujos, adivinos, clarividentes, médiums y otros
más), que le ayudasen con las apuestas, que lo estaban dejando en quiebra, comprometiendo seriamente
su estadía en Chile, donde lo que ganaba escribiendo para los diarios El Mercurio y La Nación le alcanzaba
a las justas para mantener a su familia. Incluso se podría decir que vivió en la pobreza. Estaba tan
endeudado que hasta vendió su corona de oro. Con esta ayuda paranormal esperaba también encontrar
un supuesto tesoro escondido de los jesuitas (según un mapa que había comprado a un timador) el cual
buscó infructuosamente, por todo Chile. Esta obsesión no solo lo llevó a la ruina, también lo conducirá a
la muerte.
En la tarde del 13 de diciembre de 1934, viajando en un tranvía de Santiago, fue apuñalado por la
espalda por el chileno Martín Bruce Padilla. Herido de dos puñaladas en el corazón y dos en la espalda,
Chocano falleció casi en el acto. No se sabe a ciencia cierta por qué lo mató. Algunas fuentes dicen que
Chocano le contó mientras viajaban, del tesoro que estaba buscando y este lo habría matado por
ambición.
Sus restos fueron trasladados a Lima en mayo de 1965, donde fue enterrado en el Cementerio
Presbítero Maestro, en un metro cuadrado y de pie, tal como lo había escrito en uno de sus poemas, que
calzaba preciso como epitafio y última voluntad. Si bien murió pobre, recibió el homenaje del Estado,
pero la indiferencia literaria.
Sentado en un puesto lateral mirando por laventanilla, había avanzado sólo 
unas cuadras en los tres o cuatro minutos que pasaron entre el momento en que 
lo había abordado, a las 16:30 horas, y aquel en que se le arrebató la vida: fue 
allí, en el transporte, que un sujeto lo identificó y lo atacó fatalmente a 
puñaladas, por la espalda y en el corazón, arrebatándole la vida casi 
instantáneamente cerca de sus 60 años aquel día 13, y en un supuesto tranvía 
13. Apenas pudo oponer una pequeña resistencia a su carnicero.... Y para más 
ironía del destino, habría llevado en el viaje un libro para esa misteriosa 
madame Eriz, la misma que había previsto su tragedia y con la que tenía otra 
cita para más tarde.
Pero no terminaban allí los símbolos fatídicos del poeta: su asesino era el mismísimo 
Martín Bruce Padilla, quien no escapó de la escena del crimen luego de que Chocano fuese 
llevado inútilmente a la Posta de Ñuñoa, quedándose entre el grupo de curiosos. Tras ser 
conducido a la 14ª Comisaría de Santiago en avenida Providencia, lo llevan al Juzgado del 
Crimen, frente al magistrado Rodolfo González. El asesino asegura allí, en su defensa, saber 
que Chocano escondía el secreto de un tesoro perdido y lo había traicionado tras pedirle su 
ayuda para buscarlo. Según Zora Carvajal, declaró a la prensa, en esa ocasión: "Ha ocurrido 
lo que tenía que pasar. Yo no soy un loco. Si hay justicia tendrán que absolverme". 
Sospechando que Chocano lo había apartado de las pretendidas ganancias cuando pudo 
hallar el tesoro o cuando se sintió más cerca de hacerlo, sintió palpitar su derecho a 
venganza y coincidió, por desgracia, que se encontraron en el tranvía.
VIDA NAUFRAGA
Busco obstinadamente un metro cuadrado
de tierra, en que los hombres me dejen levantar
una torre muy alta, como nadie ha soñado...
Y cuando, al fin, lo encuentro, la vida me echa al mar!
Sólo un metro cuadrado busco de tierra firme:
(tal el "punto de apoyo" que pidió el Sabio aquél);
que en él, si no la torre que soñé construirme
plantarían mis manos un rosal y un laurel.
Cuantas veces me empeño por poner a mi ensueño
una base tranquila, cierta voz dice: -¡andar!-
En vez de árbol que arraiga, soy apenas un leño
condenado al insomnio convulsivo del mar...
Este metro cuadrado que en la tierra he buscado,
vendrá tarde a ser mío. Muerto, al fin, lo tendré...
Yo no espero ya ahora más que un metro cuadrado
donde tengan un día que enterrarme de pie.
En 1901, el Presidente López de Romaña convoca a un nuevo concurso para cambiar la
letra del Himno Nacional, puesto que algunos intelectuales y políticos consideraban que
era ofensiva y hasta agresiva con España. Y como, desde 1866, con la victoria en el
combate del 2 de Mayo, habíamos hecho las paces con la Madre Patria, ya no tenía
sentido mantenerla, pues la realidad que reflejaba en ese tiempo (la de la
independencia), ya había cambiado. Además, algunos españoles se sentían ofendidos
con el mensaje que daban y el Rey de España era árbitro en nuestro problema de límites
con Ecuador. Es así que se decide cambiar la letra del himno, pero sin modificar el coro.
De las 20 composiciones que se presentaron, el 12 de diciembre de 1901, el jurado
compuesto por Ricardo Palma, Andrés Avelino Aramburú y Guillermo A. Seoane, dio
por ganador a Impromtu. Cuando abrieron el sobre que consignaba los datos del autor,
resultó que era nuestro poeta. Las estrofas ganadoras fueron impuestas y los escolares la
cantaron durante un aproximado de 10 a 12 años. Lamentablemente no fueron
decretadas oficialmente por el Congreso, regresando al Himno Nacional anterior.
¿Sabía que Chocano creó un nuevo Himno Nacional 
para nuestro país? 
Himno Nacional
(Letra de José Santos Chocano)
Coro
Somos libres, seámoslo siempre,
Y antes niegue sus luces el sol.
Que faltemos al voto solemne,
Que la patria al Eterno elevó.
I
Si Bolívar salvó los abismos
San Martín coronó la altitud;
y en la historia de América se unen
como se unen arrojo y virtud.
Por su emblema sagrado la Patria
tendrá siempre, en altares de luz
cual si fuesen dos rayos de gloria,
dos espadas formando una cruz.
II
Evoquemos a aquéllos que un día
nos legaron eterna lección;
y ensalcemos, no en vanas palabras,
sino en hecho, la Paz y la Unión
¡Trabajemos! Las manos sangrientas
se depura en esa labor;
¡que la guerra es el filo que corta,
y el trabajo es el nudo de amor!
III
El trabajo nos ciñe laureles,
si la lucha nos dio libertad.
¡Trabajemos! ¡Abramos la tierra,
como se abre a la luz la verdad;
arranquemos el oro de las minas;
transformemos la selva en hogar;
redimamos el hierro en la industria
y poblemos de naves el mar!
IV
A vivir subyugados sin gloria,
prefiramos morir sin baldón,
que así sólo verán nuestros héroes
satisfecha su noble ambición.
¡Somos libres! gritaron los pueblos;
y la Patria fue libre a esa voz.
¡Cómo el Orbe salió de la Nada
a una sola palabra de Dios!
❖ POESÍA:
▪ Iras Santas (1895)
▪ En la aldea (1895)
▪ Azahares (1896)
▪ Selva Virgen (1896)
▪ La epopeya del morro (1899)
▪ Alma América (1906)
▪ Fiat Lux (1908)
▪ El Dorado: epopeya salvaje (1908)
▪ Primicias de oro de Indias (1934)
OBRA LITERARIA
❖ PROSA:
▪ Los fines de la Revolución Mexicana considerados dentro del
problema internacional (1914)
▪ Idearium tropical - Apuntes sobre las dictaduras organizadoras y
la gran farsa democrática (1922).
▪ El libro de mi proceso, en tres volúmenes (1927-1928), escritas
durante su prisión de 1925-1927 en torno al juicio que sufrió a
consecuencia del asesinato de Edwin Elmore
▪ El alma de Voltaire y otras prosas (1940), reflexiones literarias.
▪ Memorias. Las mil y una aventuras (Santiago de Chile:
Nascimento, 1940), recopilación de sus artículos de carácter
autobiográfico, publicados en diversos diarios de América.
Abarca solo hasta su llegada a España en 1905.
➢ Su tendencia descriptiva y visual: captó el paisaje sobre todo como un
escenario grandilocuente, lleno de colores enfáticos.
➢ Los temas que maneja son eróticos, históricos, geográficos o líricos, en
donde se puede apreciar la sonoridad que contiene su verso, también se
puede notar que hay gran riqueza de ritmos y onomatopeyas, que crean
efectos impresionante al leer su poesía.
➢ Su obra pretendió dar a conocer el alma americana, sus raíces indígenas y
mestizas de nuestro majestuoso continente.
➢ Su poesía en conclusión contiene ritmo y sonoridad.
➢ también podemos notar en su poesía su egocentrismo, su soberbia
individual y su obsesión por revelar cosas que todavía no habían sucedido.
En suma su poesía refleja la personalidad de Chocano.
CARACTERÍSTICAS DE SU OBRA:
Alma América [Poemas indo-españoles] 
(Madrid, Ed. Suárez, 1906; París, Librería de la Vda. de C. Bouret, 1908),
proyectado en 1903 como una colección de 100 sonetos, terminó
notoriamente aumentada, convirtiéndose a juicio de su autor en su obra
más representativa. Prologado por Rubén Darío y dedicado al rey de
España Alfonso XIII, figuran en él los poemas «Blasón» y «Los caballos de
los conquistadores», convertidas en piezas clásicas de la recitación. El autor
empieza diciendo que «Téngase por no escritos cuantos libros de poesía
aparecieron antes con mi nombre», dando a entender que comenzaba una
nueva era poética, y luego confiesa que «en mi arte caben todas las
escuelas, como en un rayo de sol todos los colores».
Se caracteriza por:
➢ Brillantes descripciones de la naturaleza.
➢ Poemas basados en la historia hispánica e indígena.
➢ Poesías en las que expresa su orgullo individual y racial.
➢ En «Blasón» se muestra un canto con matices epopéyicos y
personalistas.
➢ «La magnolia» es la delicada aproximación a las delicias de una bella flor.
En el poema “Blasón” se puede ver en el nivel formal, este poema muestra la típica forma estrófica
soneto, sin embargo, al igual que Darío en poemas como “Sonatina” (Prosas profanas), Chocano
utiliza, en lugar del tradicional endecasílabo (11 sílabas métricas), el verso alejandrino (14 sílabas
métricas = tetradecasílabo) poco usual en la poesía en castellanodesde el Mester Clerecía del
Medioevo español. Así Darío y Chocano se erigen como renovadores de la métrica de la poesía en
castellano al explorar las nuevas posibilidades rítmicas de versos relativamente novedosos como el
presente. En los dos cuartetos, la rima es consonante del tipo entrelazado o del serventesio: ABAB –
ABAB; y en los tercetos es: CCD – EEF. Logra una sonora musicalidad que bien puede reflejarse en el
octavo verso: “parecen mis estrofas trompetas de cristal”.
En el nivel temático, el sentido individualista y épico se aúnan a la fusión de las culturas fundadoras
de la identidad peruana: incaica e hispana, demostrando los típicos temas modernistas: idealismo,
esteticismo y uso de léxico exclusivista. Se logra así un poema emblemático del sincretismo cultural
de la peruano e hispanoamericano, pero desde un punto de vista elitista e idealizado.
Su poemario Alma América, (en el que se encuentra “Blasón”) llegó a ser la máxima expresión de la
poesía modernista en el Perú. Su obra, en su faceta más depurada, se aleja de la tradición lírica
romántica e inicia la preocupación formal, desarrollando los cauces abiertos por Rubén Darío,
logrando una poesía de impecable perfección formal, eufonía y plasticidad.
ANÁLISIS DE “BLASÓN”
En el bosque, de aromas y de músicas lleno,
la magnolia florece delicada y ligera,
cual vellón que en las zarpas enredado estuviera,
o cual copo de espuma sobre lago sereno.
Es un ánfora digna de un artífice heleno,
un marmóreo prodigio de la Clásica Era:
y destaca su fina redondez a manera
de una dama que luce descotado su seno.
No se sabe si es perla, ni se sabe si es llanto.
Hay entre ella y la luna cierta historia de encanto,
en la que una paloma pierde acaso la vida:
porque es pura y es blanca y es graciosa y es leve,
como un rayo de luna que se cuaja en la nieve,
o como una paloma que se queda dormida.
La magnolia
Enorme tronco que arrastró la ola,
yace el caimán varado en la ribera;
espinazo de abrupta cordillera,
fauces de abismo y formidable cola.
El sol lo envuelve en fúlgida aureola;
y parece lucir cota y cimera,
cual monstruo de metal que reverbera
y que al reverberar se tornasola.
Inmóvil como un ídolo sagrado,
ceñido en mallas de compacto acero,
está ante el agua estático y sombrío,
a manera de un príncipe encantado
que vive eternamente prisionero
en el palacio de cristal de un río.
EL SUEÑO DEL CAIMÁN EL SUEÑO DEL CONDOR
Al despuntar el estrellado coro,
pósase en una cúspide nevada:
lo envuelve el día en la postrer mirada;
y revienta á sus pies trueno sonoro.
Su blanca gola es imperial decoro;
su ceño varonil, pomo de espada;
sus garfios siempre en actitud airada,
curvos puñales de marfil con oro.
Solitario en la cúspide se siente:
en las pálidas nieblas se confunde;
desvanece el fulgor de su aureola;
y esfumándose, entonces, lentamente,
se hunde en la noche, como el alma se hunde
en la meditación cuando está sola...
Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.
Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.
Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
y al viaje que cansa
prefiero terruño;
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho...
Estoy en la orilla
de un sendero abrupto.
Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un 
nudo;
y entonces comprendo que el camino es 
largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje mustio…
¡Señor!, ya me canso de viajar, ya siento
nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos… Todos rodearán mi asiento
para que diga mis penas y triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré con esta frase de infortunio:
-¡He vivido poco! ¡Me he cansado mucho!
NOSTALGIA
Los caballos de los conquistadores
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus ancas
relucientes y sus cascos musicales…
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
¡No! No han sido los guerreros solamente,
de corazas y penachos y tizonas y estandartes,
los que hicieron la conquista
de las selvas y los Andes:
Los caballos andaluces, cuyos nervios
tienen chispas de la raza voladora de los árabes,
estamparon sus gloriosas herraduras
en los secos pedregales,
en los húmedos pantanos,
en los ríos resonantes,
en las nieves silenciosas,
en las pampas, en las sierras, en los bosques y 
en los valles
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Un caballo fue el primero,
en los tórridos manglares,
cuando el grupo de Balboa caminaba
despertando las dormidas soledades,
que de pronto dio el aviso
del Pacífico Océano, porque ráfagas de aire
al olfato le trajeron
las salinas humedades;
y el caballo de Quesada, que en la cumbre
se detuvo viendo, en lo hondo de los valles,
el fuetazo de un torrente
como el gesto de una cólera salvaje,
saludo con un relincho
la sabana interminable…
y bajó con fácil trote,
los peldaños de los Andes,
cual por unas milenarias escaleras
que crujían bajo el golpe de los cascos musicales…
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Y aquel otro, de ancho tórax,
que la testa pone en alto
cual queriendo ser más grande,
en que Hernán Cortés un día
caballero sobre estribos rutilantes,
desde México hasta Honduras
mide leguas y semanas entre rocas y boscajes,
es más digno de los lauros
que los potros que galopan
en los cánticos triunfales
con que Píndaro celebra
las olímpicas disputas
entre el vuelo de los carros y la fuga de los aires
Y es más digno todavía
de las odas inmortales
el caballo con que Soto, diestramente,
y tejiendo las cabriolas como él sabe,
causa asombro, pone espanto, roba fuerzas,
y entre el coro de los indios,
sin que nadie haga un gesto de reproche,
llega al trono de Atahualpa y salpica con espumas
las insignias imperiales.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
El caballo del beduino
que se traga soledades.
El caballo milagroso de San Jorge,
que tritura con sus cascos los dragones infernales.
El de César en las Galias.
El de Aníbal en los Alpes.
El Centauro de las clásicas leyendas,
mitad potro, mitad hombre,
que galopa sin cansarse,
y que sueña sin dormirse,
y que flecha los luceros,
y que corre como el aire,
todos tienen menos alma, menos fuerza, menos sangre,
que los épicos caballos andaluces
en las tierras de la Atlántida salvaje,
soportando las fatigas,
las espuelas y las hambres,
bajo el peso de las férreas armaduras,
cual desfile de heroísmos,
coronados entre el fleco de los anchos estandartes
con la gloria de Babieca y el dolor de Rocinante.
En mitad de los fragores del combate,
los caballos con sus pechos arrollaban
a los indios, y seguían adelante.
Y, así, a veces, a los gritos de “¡Santiago!”,
entre el humo y e fulgor de los metales,
se veía que pasaba, como un sueño,
el caballo del apóstol a galope por los aires
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Se diría una epopeya
de caballos singulares
que a manera de hipogrifos desolados
o cual río que se cuelga de los Andes,
llegan todos sudorosos, empolvados, jadeantes,
de unas tierras nunca vistas,
a otras tierras conquistables.
Y de súbito, espantados por un cuerno
que se hincha con soplido de huracanes,
dan nerviosos un soplido tan profundo,
que parece que quisiera perpetuarse.
Y en las pampas y confines
ven las tristes lejanías
y remontan las edades
y se sienten atraídos
por los nuevos horizontes:
Se aglomeran, piafan, soplan, y se pierden al escape.
Detrás de ellos, una nube,
que es la nube de la gloria,
se levanta por los aires.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
EL POSMODERNISMO PERUANO
El Postmodernismoes concebido como el tránsito del Modernismo a la
Vanguardia, o como un período que abarca todo lo que es posterior al
Modernismo; lo cierto es que los años iniciales de la Primera Guerra Mundial
(1914-1918) encontraron a la poesía peruana plenamente modernista, aunque ya
ligeramente fatigada. Prueba de esto lo encontramos en una tesis doctoral
presentada y publicada en 1915 por José Gálvez: Posibilidad de una genuina
literatura nacional. En ella, su autor siente un hecho confusamente perceptible:
desorientación, desencanto, repeticionismo, quiebra de influencias, de
pontificados, cierta anarquía, cierta crisis literaria.
Entre los poetas peruanos de esos años, modernistas todavía pero a la búsqueda
ya de una nueva tónica expresiva, puede citarse a Abraham Valdelomar como
ejemplo típico. También figuran Pablo Abril, Federico More, Juan Parra del Riego,
Alberto Hidalgo, etc.
EL POSTMODERNISMO PERUANO
CARACTERÍSTICAS
✓ Espíritu renovador.
✓Musicalidad modernista.
✓ Interés por lo nacional.
✓ Temática localista.
✓ Inclinación esteticista.
✓Retorno a la realidad inmediata
✓ El sencillismo y la depuración de
las formas expresión artísticos.
EL MOVIMIENTO COLÓNIDA
Abraham Valdelomar empezó
estruendosamente su vida literaria con
el movimiento Colónida.
Esto fue a raíz de la publicación de la
revista Colónida, que fue el 15 de
enero.
El movimiento Colónida significó un
espíritu crítico y de rebeldía literaria,
libró dura batalla contra la moda y las
castas literarias.
Admiraron la belleza formal y se
sintieron deslumbrados por la imagen
y el color.
Cultivaron la expresión sencilla y
tierna, relevando la vida de provincia.
EL MOVIMIENTO COLÓNIDA
Se originó a partir de la revista
fundada por Abraham Valdelomar
en 1916. Tuvo la particularidad de
oponerse al Modernismo, al que lo
calificó como aristocrático,
academicista, alienante y limeño.
Fue una escuela que buscó la
renovación literaria, rechazando
todo rezago colonialista. Representó
una insurrección contra la oligarquía
conservadora. Pretendió reivindicar
lo provinciano y deseaba tratar y
presentar las costumbres y
vivencias de nuestros pueblos.
“El Perú es Lima, Lima es el 
Jirón de la Unión, el Jirón de la 
Unión es el Palais Concert y el 
Palais Concert, soy yo”
El Palais Concert fue 
un célebre café-cine-
bar ubicado en la 
intersección del Jirón 
de la Unión y de la 
Avenida Emancipación 
en el distrito de Lima. 
Inaugurado en 1913, 
el Palais fue 
importante por reunir 
a la sociedad 
intelectual limeña de 
aquella década.
Nació en Ica y vivió hasta los cuatro años de edad en una
pequeña casa. En 1892 se trasladó con su familia al puerto
de Pisco, donde su padre encontró trabajo como empleado
de la aduana. Allí empezó sus estudios primarios. Las
experiencias de su infancia, vinculada al mar y al campo,
influyeron decisivamente en su obra. En 1899 se trasladó a
Chincha donde concluyó su educación primaria.
En 1900 viajó a Lima donde estudió la secundaria en el
Colegio Guadalupe; allí fundó y dirigió un periódico escolar:
La Idea Guadalupana (1903). En 1904 concluyó sus estudios
secundarios y durante unos meses desempeñó el puesto de
archivero en la Inspección Municipal de Educación de
Chincha.
En 1905, a los 17 años, ingresó a la Facultad de Letras de la
Universidad de San Marcos. Sin embargo, dejó las clases al
año siguiente para trabajar como dibujante de revistas como
Aplausos y silbidos, Monos y Monadas, Fray KBzón,
Actualidades, Cinema y Gil Blas. Luego desplegó su talento
literario que fue acogido por diarios y revistas. Sus primeros
versos, de estilo modernista, los publicó la revista
Contemporáneos (1909); sus primeros cuentos aparecieron
en 1910 en Variedades y Balnearios.
PEDRO ABRAHAM 
VALDELOMAR PINTO
(ICA, 1888 – AYACUCHO, 1919)
En 1909 publicó sus primeros versos (en la línea del todavía triunfante
modernismo) en la revista Contemporáneos, y al año siguiente decidió reanudar
sus estudios; la universidad, sin embargo, nunca llegó a interesarle mucho, y en
1913 terminó por abandonarla definitivamente. En 1910, a raíz de un conflicto con
Ecuador, Abraham Valdelomar sentó plaza de soldado como integrante del
Batallón Universitario, formado por estudiantes de San Marcos. Durante el
acuartelamiento escribió una serie de crónicas bajo el título "Con la argelina al
viento", que fueron publicadas en El Diario y La Opinión Nacional de Lima entre
abril y junio de 1910, y que le valieron un premio por parte del Municipio de Lima;
posteriormente viajó con una delegación universitaria al sur del país, visitando
Arequipa, Cuzco y Puno.
El mismo año de 1910 aparecieron publicados los primeros cuentos de Valdelomar
en las revistas Variedades e Ilustración Peruana, y al año siguiente aparecieron
por entregas en las mismas revistas sus novelas cortas La ciudad de los tísicos y La
ciudad muerta (en las que se manifiesta la influencia del escritor italiano Gabriele
D'Annunzio), iniciando también su colaboración con el diario La Prensa de la
capital peruana. En 1912 participó en la campaña presidencial de Guillermo
Billinghurst, siendo elegido presidente del Centro Universitario billinghurista.
Después del triunfo de su candidato, Abraham Valdelomar fue nombrado
administrador de la Imprenta del Estado y director del diario oficial El Peruano
(desde octubre de 1912 hasta mayo de 1913).
Yo soy aldeano. Nací y me crié en la aldea, a orillas 
del mar, viendo mis infantiles ojos de cerca y 
perennemente la Naturaleza. No me eduqué con 
libros, sino con crepúsculos. Mi profesor de Religión 
fue mi madre y lo fue después el firmamento. Mis 
maestros de estética fueron el paisaje y el mar; mi 
libro de Moral fue la aldehuela de San Andrés de los 
Pescadores, y mi única filosofía la que me enseñara 
el cementerio de mi pueblo.
Soy orgulloso, es verdad. Pero soy orgulloso para 
mí mismo y para los necios que no saben respetar 
lo que significa un hombre que triunfa solo en un 
país donde se triunfa por recomendación, por 
bajos servicios, por adulación repugnante, por 
adulación sistemática, por sometimiento 
voluntario y por vileza calculada. Yo he hecho mi 
vida por mí mismo. 
Valdelomar renunció a ambos cargos luego de ser nombrado Segundo
Secretario de la Legación del Perú en Italia (12 de mayo de 1913),
embarcándose con destino a Europa el 30 de mayo. Su estancia en esta
ciudad la aprovechó para escribir una serie de artículos que, bajo el nombre
de "Crónicas de Roma", publicó en los diarios limeños La Nación (desde
noviembre de 1913 hasta enero de 1914) y La Opinión Nacional (entre mayo
y julio de 1914), pero definitivamente lo más importante de su estancia en
Italia fue su participación en el concurso literario organizado por La Nación
con el cuento "El Caballero Carmelo", que resultó ganador del primer
premio (3 de enero de 1914). Tras recibir la noticia del derrocamiento del
presidente Billinghurst, el 6 de febrero del mismo año renunció a su cargo
diplomático y regresó a Lima.
De nuevo en la capital peruana, y luego de una fugaz detención por
conspirar contra el nuevo gobierno (junio de 1914), Valdelomar comenzó a
trabajar como secretario personal del polígrafo peruano José de la Riva
Agüero (1914-1915). Bajo la influencia de Riva Agüero escribió su primer
libro, La Mariscala (Lima, 1914), biografía novelada de Francisca Zubiaga
(1803-35), esposa del presidente Agustín Gamarra y figura importante de la
política peruana durante algunos años. Para entonces Valdelomar ya era un
colaborador frecuente de numerosas publicaciones limeñas como los diarios
El Comercio y La Crónica, y las revistas Balnearios, Mundo Limeño y
Variedades, en las que publicaba sus poemas, cuentos y artículos.
Valdelomar, quien a su regreso de Europa se había convertido en el líder de un grupo de
jóvenes escritores, decidió fundar su propia revista literaria para exponer los trabajos que
sentía acordes con los gustos literarios de la nueva generación que representaba. Así, el
15 de enero de 1916 apareció el primer número de Colónida,revista dirigida por
Valdelomar que, a pesar de su corta duración (sólo se publicaron cuatro números, el
último en mayo de 1916) tuvo una gran repercusión en el ambiente cultural peruano,
hasta el punto de que comenzó a hablarse de un "movimiento Colónida". Se ha sostenido
que la revista pretendía ser una bandera de revolución estética y un intento de dar a
conocer a los nuevos escritores provincianos, pero es indudable que sus resultados no
fueron siempre los deseables. El mismo año se publicó el libro Las Voces Múltiples
(Lima, 1916), que reunía poesías de ocho escritores vinculados a Colónida, entre ellos
Valdelomar. El libro recoge los poemas "El hermano ausente en la cena de Pascua" y
"Tristitia", considerados los mejores de su producción poética, donde se describe el
ambiente familiar y la sensación de ausencia y soledad que embarga al poeta. En enero
de 1918 renunció a su puesto de redactor en La Prensa y comenzó una breve
colaboración con la revista Sud América. Es entonces cuando el escritor decide recorrer
el territorio peruano como conferenciante, para lo cual emprendió un viaje al norte
del país (entre mayo y diciembre de 1918) visitando las ciudades de Trujillo,
Cajamarca, Chiclayo y Piura, así como diversos pueblos en los cuales dio charlas
sobre temas estéticos, patrióticos y sociales. Mientras tanto se había postulado a la
diputación regional de Ica y, al ser elegido para el cargo (24 de agosto de 1919), viajó a
la ciudad de Ayacucho, sede del Congreso Regional del Centro. El 1º de noviembre
de 1919 Abraham Valdelomar sufrió un accidente mientras participaba en la
segunda sesión preparatoria del Congreso, a consecuencia del cual murió al cabo de
dos días, siendo trasladados sus restos a Lima, luego de ser embalsamados.
OBRA LITERARIA
CARACTERÍSTICAS DE SU OBRA
I. Se le puede considerar como el iniciador del cuento
criollo con "El Caballero Carmelo", "Yerba santa",
entre otros.
II. Su poesía y prosa tienen un lenguaje familiar, con
gratos y dolidos recuerdos de infancia que crecen a
la sombra de la casona paterna, el cercano mar, el
campanario.
III. En su obra logra reflejar a la manera de un pintor
las costumbres, con detalle y de manera minuciosa
en las descripciones de situaciones, paisajes y
personajes.
El caballero Carmelo es un cuento del escritor peruano Abraham
Valdelomar, considerado por la crítica como lo mejor de toda su
creación ficticia y uno de los cuentos más perfectos de la
literatura peruana. Publicado el 13 de noviembre de 1913 en el
diario La Nación de Lima, encabeza el conjunto de los cuentos
denominados «criollos» o «criollistas», ambientadas durante la
niñez del autor transcurrida en Pisco.
Es posible que empezara a escribir «El caballero Carmelo» mucho
antes de embarcarse a Europa; lo cierto es que lo concluyó en la
ciudad de Roma para luego presentarlo al concurso literario
convocado por el diario La Nación de Lima, ocultándose bajo el
seudónimo de «Paracas».
El cuento fue incluido después en el libro del mismo nombre, de
carácter misceláneo: El caballero Carmelo (Lima, 1918). Ello es
una prueba de la resonancia que entonces tuvo el cuento, al
punto que el autor lo tomó para dar título a su primera colección
cuentística.
EL CABALLERO CARMELO
I
Un día, después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, vimos aparecer, desde la reja, en el fondo de la plazoleta, un jinete en bellísimo caballo de
paso, pañuelo al cuello que agitaba el viento, sanpedrano pellón de sedosa cabellera negra, y henchida alforja, que picaba espuelas en dirección a la casa.
Reconocímosle. Era el hermano mayor, que años corridos, volvía. Salimos atropelladamente gritando:
–¡Roberto, Roberto!
Entró el viajero al empedrado patio donde el ñorbo y la campanilla enredábanse en las columnas como venas en un brazo y descendió en los de todos
nosotros. ¡Cómo se regocijaba mi madre! Tocábalo, acariciaba su tostada piel, encontrábalo viejo, triste, delgado. Con su ropa empolvada aún, Roberto
recorría las habitaciones rodeados de nosotros; fue a su cuarto, pasó al comedor, vio los objetos que se habían comprado durante su ausencia, y llegó al jardín.
–¿Y la higuerilla? –dijo.
Buscaba entristecido aquel árbol cuya semilla sembrara él mismo antes de partir. Reímos todos:
–¡Bajo la higuerilla estás!…
El árbol había crecido y se mecía armoniosamente con la brisa marina. Tocólo mi hermano, limpió cariñosamente las hojas que le rebozaban la cara, y luego
volvimos al comedor. Sobre la mesa estaba la alforja rebosante; sacaba él, uno a uno, los objetos que traía y los iba entregando a cada uno de nosotros. ¡Qué
cosas tan ricas! ¡Por donde había viajado! Quesos frescos y blancos envueltos por la cintura con paja de cebada, de la Quebrada de Humay; chancacas hechas
con cocos, nueces, maní y almendras; frijoles colados, en sus redondas calabacitas, pintadas encima con un rectángulo de su propio dulce, que indicaba la
tapa, de Chincha Baja; bizcochuelos, en sus cajas de papel, de yema de huevo y harina de papas, leves, esponjosos, amarillos y dulces; santitos de piedra de
Guamanga tallados en la feria serrana; cajas de manjar blanco, tejas rellenas y una traba de gallo con los colores blanco y rojo. Todos recibíamos el obsequio, y
él iba diciendo, al entregárnoslo:
–Para mamá… para Rosa… para Jesús… para Héctor…
–¿Y para papá? –le interrogamos cuando terminó.
–Nada…
–¿Cómo? ¿Nada para papá?
Sonrió el amado, llamó al sirviente y le dijo
–¡El Carmelo!
A poco volvió éste con una jaula y sacó de ella un gallo, que, ya libre, estiró sus cansados miembros, agitó las alas y cantó estentóreamente:
–¡Cocorocóooo!…
–Para papá! – dijo mi hermano.
Así entró en nuestra casa el amigo íntimo de nuestra infancia ya pasada, a quien acaeciera historia digna de relato; cuya memoria perdura aún en nuestro
hogar como una sombra alada y triste: el Caballero Carmelo.
II
Amanecía, en Pisco, alegremente. A la agonía de las sombras nocturnas, en el frescor del alba, en el radiante despertar del día, sentíamos los pasos de mi madre en el
comedor, preparando el café para papá. Marchábase éste a la oficina. Despertaba ella a la criada, chirriaba la puerta de la calle con sus mohosos goznes; oíase el canto
del gallo que era contestado a intervalo por todos los de la vecindad; sentíase el ruido del mar, el frescor de la mañana, la alegría sana de la vida. Después mi madre venía
a nosotros, nos hacía rezar, arrodillados en la cama, con nuestras blancas camisas de dormir; vestíanos luego, y, al concluir nuestro tocado, se anunciaba a lo lejos la voz
del panadero. Llegaba éste a la puerta y saludaba. Era un viejo dulce y bueno, y hacía muchos años, al decir de mi madre, que llegaba todos los días, a la misma hora, con
el pan calientito y apetitoso, montado en su burro, detrás de dos capachos de cuero, repletos de toda clase de pan: hogazas, pan francés, pan de mantecado, rosquillas…
Mi madre escogía el que habíamos de tomar y mi hermana Jesús lo recibía en el cesto. Marchábase el viejo, y nosotros, dejando la provisión sobre la mesa del comedor,
cubierta de hule brillante, íbamos a dar de comer a los animales. Cogíamos las mazorcas de apretados dientes, las desgranábamos en un cesto y entrábamos al corral
donde los animales nos rodeaban. Volaban las palomas, picoteábanse las gallinas por el grano, y entre ellas, escabullíanse los conejos. Después de su frugal comida,
hacían grupo alrededor nuestro. Venía hasta nosotros la cabra, refregando su cabeza en nuestras piernas; piaban los pollitos; tímidamente se acercaban los conejos
blancos, con sus largas orejas, sus redondos ojos brillantes y su boca de niña presumida; los patitos, recién sacados, amarillos como yema de huevo, trepaban en un
panto de agua; cantaba desde su rincón, entrabado, el “Carmelo”, y el pavo, siempre orgulloso, alharaquero y antipático, hacía por desdeñarnos, mientras los patos,
balanceándose como dueñas gordas, hacían, por lo bajo, comentarios, sobre la actitud poco gentil del petulante.
Aquel día, mientras contemplábamosa los discretos animales, escapóse del corral “el Pelado”, un pollo sin plumas, que parecía uno de aquellos jóvenes de diecisiete
años, flacos y golosos. Pero “el Pelado”, a más de eso, era pendenciero y escandaloso, y aquel día, mientras la paz era en el corral, y lo otros comían el modesto grano, él,
en pos de mejores viandas, habíase encaramado en la mesa del comedor y rotos varias piezas de nuestra limitada vajilla.
En el almuerzo tratóse de suprimirlo, y cuando mi padre supo sus fechorías, dijo, pausadamente:
–Nos lo comeremos el domingo…
Defendiólo mi primer hermano, Anfiloquio, su poseedor, suplicante y lloroso. Dijo que era un gallo que haría crías espléndidas. Agregó que desde que había llegado el
“Carmelo” todos miraban mal al “Pelado”, que antes era la esperanza del corral y el único que mantenía la aristocracia de la afición y de la sangre fina.
–¿Cómo no matan –decía en defensa del gallo– a los patos que no hacen más que ensuciar el agua, ni al cabrito que el otro día aplasto a un pollo, ni al puerco que todo lo
enloda y sólo sabe comer y gritar, ni a las palomas, que traen mala suerte?…
Se adujeron razones. El cabrito era un bello animal, de suave piel, alegre, simpático, inquieto, cuyos cuernos apenas apuntaban; además, no estaba comprobado que
había matado al pollo. El puerco mofletudo había sido criado en casa desde pequeño. Y las palomas con sus alas de abanico, eran la nota blanca, subíanse a la cornisa
conversar en voz baja, hacían sus nidos con amoroso cuidado y se sacaban el maíz del buche para darlo a sus polluelos.
El pobre “Pelado” estaba condenado. Mis hermanos le pidieron que se le perdonase, pero las roturas eran valiosas y el infeliz sólo tenía un abogado, mi hermano y su
señor, de poca influencia. Viendo ya pérdida su defensa y estando la audiencia al final, pues iban a partir la sandía, inclinó la cabeza. Dos gruesas lágrimas cayeron sobre
el plato, como un sacrificio, y un sollozo se ahogó en su garganta. Callamos todos. Levantóse mi madre, acercóse al muchacho, lo besó en la frente y le dijo:
– No llores; no nos lo comeremos…
III
Quien sale de Pisco, de la plazuela sin nombre, salitrosa y tranquila, vecina a la Estación y torna por la calle del Castillo, que hacia el sur se alarga,
encuentra, al terminar, una plazuela pequeña donde quemaban a Judas el Domingo de Pascua de Resurrección, desolado lugar en cuya arena
verdeguean a trechos las malvas silvestres. Al lado del poniente, en vez de casas, extiende el mar su manto verde, cuya espuma teje complicados
encajes al besar la húmeda orilla.
Termina en ella el puerto, y, siguiendo hacia el sur, se va, por estrecho y arenoso camino, teniendo a diestra el mar y a izquierda mano angostísima
faja, ora fértil, ora infecunda, pero escarpada siempre, detrás de la cual, a oriente, extiéndese el desierto cuya entrada vigilan de trecho en trecho,
como centinelas, una que otra palmera desmedrada, alguna higuera nervuda y enana y los toñuces siempre coposos y frágiles. Ondea en el terreno la
“hierba del alacrán”, verde y jugosa al nacer, quebradiza en sus mejores días, y en la vejez, bermeja como sangre de buey. En el fondo del desierto,
como si temieran su silenciosa aridez, las palmeras únense en pequeños grupos, tal como lo hacen los peregrinos al cruzarlo y, ante el peligro, los
hombres.
Siguiendo el camino, divísase en la costa, en la borrosa y vibrante vaguedad marina, San Andrés de los Pescadores, la aldea de sencillas gentes, que eleva sus
casuchas entre la rumorosa orilla y el estéril desierto. Allí, las palmeras se multiplican y las higueras dan sombra a los hogares, tan plácida y fresca, que parece
que no fueran malditas del buen Dios, o que su maldición hubiera caducado; que bastante castigo recibió la que sostuvo en sus ramas al traidor, y todas sus
flores dan frutos que al madurar revientan.
En tan peregrina aldea, de caprichoso plano, levántanse las casuchas de frágil caña y estera leve, junto a las palmeras que a la puerta vigilan; limpio y brillante,
reposando en la arena blanda sus caderas amplias, duerme, a la puerta, el bote pescador, con sus velas plegadas, sus remos tendidos como tranquilos brazos
que descansan, entre los cuales yacen con su muda y simbólica majestad, el timón grácil, la calabaza que “achica” el agua mar afuera y las sogas retorcidas como
serpientes que duermen. Cubre, piadosamente, la pequeña nave, cual blanca mantilla, la pescadora red circundada de caireles de liviano corcho.
En las horas del medio día, cuando el aire en la sombra invita al sueño, junto a la nave, teje la red el pescador abuelo; sus toscos dedos añudan el lino que ha de
enredar al sorprendido pez; raspa la abuela el plateado lomo de los que la víspera trajo la nave; saltan al sol, como chispas, las escamas y el perro husmea en los
despojos. Al lado, en el corral que cercan enormes huesos de ballenas, trepan los chiquillos desnudos sobre el asno pensativo, o se tuestan al sol en la orilla;
mientras, bajo la ramada, el más fuerte pule un remo; la moza, fresca y ágil, saca agua del pozuelo y las gaviotas alborozadas recorren la mansión humilde dando
gritos extraños.
Junto al bote duerme el hombre de mar, el fuerte mancebo, embriagado por la brisa caliente y por la tibia emanación de la arena, su dulce sueño de justo, con el
pantalón corto, las musculosas pantorrillas cruzadas, y en cuyos duros pies de redondos dedos, piérdense, como escamas, las diminutas uñas. La cara tostada
por el aire y el sol, la boca entreabierta que deja pasar la respiración tranquila, y el fuerte pecho desnudo que se levanta rítmicamente, con el ritmo de la Vida, el
más armonioso que Dios ha puesto sobre el mundo.
Por las calles no transitan al medio día las personas y nada turba la paz de aquella aldea, cuyos habitantes no son más numerosos que los dátiles de sus
veinte palmeras. Iglesia ni cura habían, en mi tiempo. Las gentes de San Andrés, los domingos, al clarear el alba, iban al puerto, con los jumentos
cargados de corvinas frescas y luego en la capilla, cumplían con Dios. Buenas gentes, de dulces rostros, tranquilo mirar, morigeradas y sencillas, indios de
la más pura cepa, descendientes remotos y ciertos de los hijos del Sol, cruzaban a pie todos los caminos, como en la Edad Feliz del Inca, atravesaban en
caravana inmensa la costa para llegar al templo y oráculo del buen Pachacámac, con la ofrenda en la alforja, la pregunta en la memoria y la fe en el
sencillo espíritu.
Jamás riña alguna manchó sus claros anales; morales y austeros, labios de marido besaron siempre labios de esposa; y el amor, fuente inagotable de odios
y maldecires, era, entre ellos, tan normal y apacible como el agua de sus pozos. De fuertes padres, nacían, sin comadronas, rozagantes muchachos, en
cuyos miembros la piel hacía gruesas arrugas; aires marinos henchían sus pulmones, y crecían sobre la arena caldeada, bajo el sol ubérrimo, hasta que
aprendían a lanzarse al mar y a manejar los botes de piquete que, zozobrando en las olas, les enseñaban a domeñar la marina furia.
Maltones, musculosos, inocentes y buenos, pasaban su juventud hasta que el cura de Pisco unía a las parejas que formaban un nuevo nido, compraban un
asno y se lanzaban a la felicidad, mientras las tortugas centenarias del hogar paterno, veían desenvolverse, impasibles, las horas; filosóficas, cansadas y
pesimistas, mirando con llorosos ojos desde la playa, el mar, al cual no intentaban volver nunca; y al crepúsculo de cada día, lloraban, lloraban, pero
hundido el sol, metían la cabeza bajo la concha poliédrica y dejaban pasar la vida llenas de experiencia, sin fe, lamentándose siempre del perenne mal,
pero inactivas, inmóviles, infecundas, y solas...
IV
Esbelto, magro, musculoso y austero, su afilada cabeza roja era la de un hidalgo altísimo, caballeroso, justiciero y prudente. Agallas bermejas, delgada
cresta de encendido color, ojos vivos y redondos, mirada fiera y perdonadora, acerado pico agudo. La cola hacía un arco de plumas tornasoles, su cuerpo
de color carmelo avanzabaen el pecho audaz y duro. Las piernas fuertes que estacas musulmanas defendían, cubiertas de escamas, parecían las de un
armado caballero medieval.
Una tarde, mi padre, después del almuerzo, nos dio la noticia. Había aceptado una apuesta para la jugada de gallos de San Andrés, el 28 de Julio. No
había podido evitarlo. Le habían dicho que el “Carmelo”, cuyo prestigio era mayor que el del alcalde, no era un gallo de raza. Molestóse mi padre.
Cambiáronse frases y apuestas; y acepto. Dentro de un mes toparía al Carmelo, con el Ajiseco, de otro aficionado, famoso gallo vencedor, como el
nuestro, en muchas lides singulares. Nosotros recibimos la noticia con profundo dolor. El “Carmelo” iría a un combate y a luchar a muerte, cuerpo a
cuerpo, con un gallo más fuerte y más joven. Hacía ya tres años que estaba en casa, había él envejecido mientras crecíamos nosotros, ¿por qué aquella
crueldad de hacerlo pelear?...
Esbelto, magro, musculoso y 
austero, su afilada cabeza roja era la 
de un hidalgo altivo, caballeroso, 
justiciero y prudente. Agallas 
bermejas, delgada cresta de 
encendido color, ojos vivos y 
redondos, mirada fiera y 
perdonadora, acerado pico agudo. 
La cola hacía un arco de plumas 
tornasoles, su cuerpo de color 
carmelo avanzaba en el pecho 
audaz y duro. Las piernas fuertes 
que estacas musulmanas y agudas 
defendían, cubiertas de escamas, 
parecían las de un armado caballero 
medioeval.
Llegó el día terrible. Todos en casa estábamos tristes. Un hombre había venido seis días seguidos a
preparar al “Carmelo”. A nosotros ya no nos permitían ni verlo. El día 28 de julio, por la tarde, vino el
preparador, y de una caja llena de algodones, sacó una media luna de acero con unas pequeñas
correas: era la navaja, la espada del soldado. El hombre la limpiaba, probándola en la uña, delante de
mi padre. A los pocos minutos, en silencio, con una calma trágica, sacaron al gallo, que el hombre cargó
en sus brazos como a un niño. Un criado llevaba la cuchilla y mis dos hermanos lo acompañaron.
–¡Qué crueldad! – dijo mi madre.
Lloraban mis hermanas, y la más pequeña, Jesús, me dijo en secreto, antes de salir:
–Oye, anda junto con él… Cuídalo… ¡pobrecito!…
Llevóse la mano a los ojos, echóse a llorar, y yo salí precipitadamente y hube de correr unas cuadras
para poder alcanzarlos.
V
Llegamos a San Andrés. El pueblo estaba de fiesta. Banderas peruanas agitaban sobre las casas por el
día de la Patria, que allí sabían celebrar con una gran jugada de gallos a la que solían ir todos los
hacendados y ricos hombres del valle. En ventorrillos, a cuya entrada había arcos de sauces envueltos
en colgaduras, y de los cuales prendían alegres quitasueños de cristal, vendían chicha de bonito,
butifarras, pescado fresco asado en brasas y anegado en cebollones y vinagre. El pueblo los invadía,
parlanchín y endomingado con sus mejores trajes. Los hombres de mar lucían camisetas nuevas de
horizontales franjas rojas y blancas, sombrero de junco, alpargatas y pañuelos añudados al cuello.
Nos encaminamos a “la cancha”. Una frondosa higuera daba acceso al circo, bajo sus ramas enarcadas. Mi padre, rodeado
de algunos amigos, se instaló. Al frente estaba el juez y a la derecha el dueño del paladín Ajiseco. Sonó una campanilla,
acomodáronse las gentes y empezó la fiesta. Salieron por lugares opuestos dos hombres, llevando cada uno un gallo.
Lanzáronlos al ruedo con singular ademán. Brillaron las cuchillas, miráronse los adversarios, dos gallos de débil contextura,
y uno de ellos cantó. Colérico respondió el otro echándose al medio del circo; miráronse fijamente; alargaron los cuellos,
erizadas las plumas, y se acometieron. Hubo ruido de alas, plumas que volaron, gritos de la muchedumbre, y a los pocos
segundos de jadeante lucha cayó uno de ellos. Su cabecita afilada y roja besó el suelo, y la voz del juez:
– ¡Ha enterrado el pico, señores!
Batió las alas el vencedor. Aplaudió la multitud enardecida, y ambos gallos, sangrando, fueron sacados del ruedo. La
primera jornada había terminado. Ahora entraba el nuestro: el “Caballero Carmelo”. Un rumor de expectación vibró en el
circo:
– ¡El Ajiseco y el Carmelo!
–¡Cien soles de apuesta!…Sonó la campanilla del juez y yo empecé a temblar.
En medio de la expectación general, salieron los dos hombres, cada uno con su gallo. Se hizo un profundo silencio y
soltaron a los dos rivales. Nuestro Carmelo, al lado del otro, era un gallo viejo y achacoso; todos apostaban al enemigo,
como augurio de que nuestro gallo iba a morir. No faltó aficionado que anunció el triunfo del Carmelo, pero la mayoría de
las apuestas favorecía al adversario. Una vez frente al enemigo, el Carmelo empezó a picotear, agitó las alas y cantó
estentóreamente. El otro, que en verdad parecía ser un gallo fino de distinguida sangre y alcurnia, hacía cosas tan
petulantes cuan humanas: miraba con desprecio a nuestro gallo y se paseaba como dueño de la cancha. Enardeciéronse
los ánimos de los adversarios, llegaron al centro y alargaron sus erizados cuellos, tocándose los picos sin perder terreno.
El Ajiseco dio la primera embestida; entablóse la lucha; las gentes presenciaban en silencio la singular batalla y yo rogaba
a la Virgen que sacara con bien a nuestro viejo paladín.
Batíase él con todo los aires de un experto luchador, acostumbrando a las artes
azarosas de la guerra. Cuidaba poner las patas armadas en el enemigo pecho; jamás
picaba a su adversario –que tal cosa es cobardía–, mientras que éste, bravucón y
necio, todo quería hacerlo a aletazos y golpes de fuerza. Jadeantes, se detuvieron un
segundo. Un hilo de sangre corría por la pierna del Carmelo. Estaba herido, mas
parecía no darse cuenta de su dolor. Cruzáronse nuevas apuestas en favor
del Ajiseco, y las gentes felicitaban ya al poseedor del menguado. En un nuevo
encuentro, el Carmelo cantó, acordóse de sus tiempos y acometió con tal furia, que
desbarató al otro de un solo impulso. Levantóse éste y la lucha fue cruel e indecisa.
Por fin, una herida grave hizo caer al Carmelo, jadeante…
–¡Bravo! ¡Bravo el Ajiseco! –gritaron sus partidarios, creyendo ganada la prueba.
Pero el juez, atento a todos los detalles de la lucha y con acuerdo de cánones, dijo:
–¡Todavía no ha enterrado el pico, señores!
En efecto, incorporóse el Carmelo. Su enemigo, como para humillarlo, se acercó a él,
sin hacerle daño. Nació entonces, en medio del dolor de la caída, todo el coraje de
los gallos de Caucato. Incorporado el Carmelo, como un soldado herido, acometió de
frente y definitivo sobre su rival, con una estocada que lo dejó muerto en el sitio. Fue
entonces cuando el Carmelo, que se desangraba, se dejó caer, después que
el Ajiseco había enterrado el pico. La jugada estaba ganada y un clamoreo incesante
se levantó en la cancha. Felicitaron a mi padre por el triunfo, y, como esa era la
jugada más interesante, se retiraron del circo, mientras resonaba un grito entusiasta:
–¡Viva el Carmelo!
Yo y mis hermanos lo recibimos y lo condujimos a casa, atravesando por la orilla del
mar el pesado camino, y soplando aguardiente bajo las alas del triunfador, que
desfallecía.
VI
Dos días estuvo el gallo sometido a toda clase de cuidado. Mi hermana Jesús y yo, le dábamos maíz, se lo
poníamos en el pico; pero el pobrecito no podía comerlo ni incorporarse. Una gran tristeza reinaba en la
casa. Aquel segundo día, después del colegio, cuando fuimos yo y mi hermana a verlo, lo encontramos tan
decaído que nos hizo llorar. Le dábamos agua con nuestras manos, le acariciábamos, le poníamos en el pico
rojo granos de granada. De pronto el gallo se incorporó. Caía la tarde, y por la ventana del cuarto donde
estaba entró la luz sangrienta del crepúsculo. Acercóse a la ventana, miró la luz, agitó débilmente las alas y
estuvo largo rato en la contemplación del cielo. Luego abrió nerviosamente las alas de oro, enseñoreóse y
cantó. Retrocedió unos pasos, inclinó el tornasolado cuello sobre el pecho, tembló, desplomóse, estiró sus
débiles patitas escamosas, y mirándonos,mirándonos amoroso, expiró apaciblemente.
Echamos a llorar. Fuimos en busca de mi madre, y ya no lo vimos más. Sombría fue la comida aquella noche.
Mi madre no dijo una sola palabra, y bajo la luz amarillenta del lamparín, todos nos mirábamos en silencio.
Al día siguiente, en el alba, en la agonía de las sombras nocturnas, no se oyó su canto alegre.
Así pasó por el mundo aquel héroe ignorado, aquel amigo tan querido de nuestra niñez: el Caballero
Carmelo, flor y nata de paladines, y último vástago de aquellos gallos de sangre y de raza, cuyo prestigio
unánime fue el orgullo, por muchos años, de todo el verde y fecundo valle de Caucato.
EL CABALLERO CARMELO: APRECIACIÓN CRÍTICA
EL CABALLERO CARMELO
La figura y hazaña del gallo logran los perfiles de una hermosa imagen
plástica, gracias al empleo de un lenguaje refinado y evocador. El Caballero
Carmelo adquiere tal dignidad que se convierte en un eficaz símbolo de la
Edad de Oro infantil del autor. La estructura del relato, aparentemente
sencilla, logra, sin embargo, la difícil hazaña de conjugar los múltiples
materiales narrativos (memoria, narración, argumento y descripción del
ambiente) al hilo de una secuencia argumental. El gallo debe demostrar y
confirmar su bien ganada fama de gallo de pelea. Su destino, a pesar de su
edad, está previsto, pero frente a ello está la familiaridad con que es
tratado. La dramaticidad del relato está organizada por esta relación entre el
destino de un gallo de pelea y la familiaridad con que éste se ha
incorporado a la vida cotidiana del narrador.
MENSAJE DE LA OBRA
➢ El amor filial y fraternal. La unidad familiar. El hermano
mayor que retorna al hogar luego de recorrer el país (en
busca de trabajo) y trae regalos para cada uno de los
miembros de su familia (padres y hermanos).
➢ El entorno hogareño armónico. La madre, abnegada y
cariñosa, que cumple devotamente sus tareas conyugales y
vela por su numerosa familia. El padre que sale temprano a
trabajar y que regresa al atardecer al hogar.
➢ El respeto a la autoridad paterna; a pesar de que la decisión
del padre causa pesar a la madre y a los hijos, ninguno de
ellos se rebela de manera desaprensiva contra tal decisión.
➢ El sentimiento de sincero respeto y admiración hacia la raza
nativa, «los hijos del sol»; y en general hacia todas las
personas sencillas dedicadas a tareas como la pesca y la
artesanía.
José María Eguren y Rodríguez, considerado uno de los forjadores de la
tradición de la poesía moderna peruana, nació en Lima. Fue criado por
sus hermanos debido a que perdió a sus padres a temprana edad. Su
infancia se desenvolvió rodeado de naturaleza. Durante la ocupación
chilena, pasó muchos apuros e ingresó al colegio Inmaculada a edad
avanzada. No obstante, no pudo acabar sus estudios. Esta deficiencia la
compensó leyendo vorazmente a los poetas franceses, italianos e
ingleses.
En 1899, publicó sus primeros poemas en la revista Lima Ilustrada.
Eguren era un poeta adelantado para su época, por ese motivo la crítica
compuesta por intelectuales renombrados como Riva Agüero, Ventura
García Calderón y Clemente Palma no lo comprendieron. “La poesía de
Eguren fue calificada de “difícil” por los críticos de su tiempo.
Tan solo dos grupos del mundo intelectual apoyaron al talentoso poeta:
La revista Colónida, cuyo primer número se lo dedica y el Amauta, que
le dedica el primer número íntegramente. En este último José Carlos
Mariátegui y Jorge Basadre contribuyeron con esclarecedores artículos.
JOSÉ MARÍA EGUREN (1874 – 1942)
Después de haber colaborado en distintas revista de la época, se decide a
publicar en 1911, animado por sus amigos los poetas Enrique Bustamante y
Ballivián, Julio Hernández, y con el entusiasmo del maestro Manuel González
Prada, Eguren publica su primer libro capital: Simbólicas, que significó el
nacimiento de la poesía peruana contemporánea. El libro fue celebrado por
mucho por los jóvenes asistentes del Palais Concert, con la excepción de un
ataque malévolo por parte de Clemente Palma. En 1916, con la publicación de La
canción de las figuras, se cimentó su prestigio, no solo en el Perú sino en el
extranjero.
Se dedicó también, intensa y continuamente, a la pintura, y fue un artista
plástico de gran interés que plasmó en sus acuarelas y dibujos, las figuras y
motivos enigmáticos de su misma poesía. De hecho, participó tempranamente
en una exposición en el año de 1892. Su obra plástica fue alabada, entre otros,
por el crítico más importante de la época: Teófilo Castillo. Eguren también se
dedicó a la fotografía, para lo cual construyó una pequeña cámara fotográfica,
con la que retrató a amigos y familiares.
En 1928, Martín Adán publica La casa de cartón, con dedicatoria "a José María
Eguren". En 1929, cuando ya estaba olvidado por el canon literario peruano, la
revista Amauta organiza un homenaje a Eguren. Además, Mariátegui editó ese
mismo año, dentro de su Biblioteca Amauta, el tomo Poesías de Eguren, que era
una selección extensa de sus cuatro libros de poemas: a los dos primeros
editados por el mismo poeta, se añadían los hasta en ese momento inéditos
Sombra y Rondinelas.
Para sustentarse económicamente, Eguren inició en enero de 1930 la
publicación de prosas de carácter principalmente ensayísticos en revistas y
periódicos de la época (como La Revista Semanal, El Comercio y La Prensa), las
cuales luego fueron reunidas bajo el nombre general de Motivos, como fue el
título de una de los primeros de aquellos textos, y que se constituye como su
último libro redactado en vida, ya que por esos años Eguren ya no escribía
poesía.
Por su situación precaria, Eguren ya en edad avanzada, gracias a las gestiones de
su amigo el poeta José Gálvez Barrenechea y a la sazón ministro de Instrucción,
aceptó en 1931 un cargo como director de Bibliotecas y Museos Escolares del
Ministerio de Instrucción (luego, Ministerio de Educación), hasta 1940. Por ello,
a veces debía caminar desde el Centro de Lima hasta Barranco, sobre todo
recorriendo a pie toda la extensión de la avenida Arequipa, como alguna vez lo
atestiguó en una crónica el escritor Ciro Alegría.
En 1938, recibió la visita, a su paso por Lima rumbo a Nueva York, de la poeta
Gabriela Mistral, su fiel admiradora desde Simbólicas.
En junio de 1941, por comunicación de José de la Riva Agüero, Eguren fue
elegido tardíamente como miembro de la Academia Peruana de la Lengua. Sin
embargo, debido a su precaria salud, no pudo leer su discurso de aceptación ni
ejercer el cargo. El reconocimiento oficial de quienes lo ignoraron durante
décadas, llegada demasiado tarde, pues a Eguren le quedaba casi un año más de
vida. Falleció José María Eguren el 19 de abril de 1942.
Recuerdo los juguetes de mi niñez. 
Componía con ellos cortes egipcias y rimaba 
versos acompasados a mis faraones de 
colores: me alucinaba lo lejano y era mi 
anhelo poetizar, en algún arte, la añoranza 
de la primera música y del primer paisaje 
que me tocaron con su sueño y su alegría.
❖ Simbólicas (1911)
❖ La canción de las figuras (1916)
❖ Sombras y Rondinelas (1929)
❖Motivos estéticos (ensayo, 1959)
OBRA LITERARIA
✓ Intimismo puro; reflejo de su subjetividad, exento del mundo
circundante.
✓ Expresión sugerente; insinúa el tema de su poesía con pocos
datos dando una sensación de misterio, de cosa no concluida
que enciende nuestra fantasía.
✓ Orquestación musical.
✓ Cromatismo.
✓ Alude al mundo infantil.
✓ Gusto por lo maravilloso; inclinación por los seres encantados
y por la fantasía.
CARACTERÍSTICAS DE SU OBRA
LAS ACUARELAS 
DE JOSÉ MARÍA 
EGUREN
➢ La obra plástica de Eguren, en una primera
identificación, fue un paisajismo
academicista, influido profundamente por
las clases que le brindó la pintora italiana
Valentina Pagani de Casorati, quien le enseñó
la pintura tradicional y en miniatura.
➢ Posteriormente, su arte paisajista se
aproximó al simbolismo, construyendo
paisajes en el que intenta capturar las
secretas afinidades entre el mundo sensible
y mundo espiritual.
➢ Otro momento de suproducción plástica se
caracterizó por su intento de plasmar
imágenes provenientes del mundo de los
sueños, así como esbozar los contornos del
plano más íntimo de su subjetividad.
➢ Sus dibujos y acuarelas de ese periodo
intentaron desligarse de la realidad, a través
de una estética de carácter vanguardista.
"EL ESPÍRITU DE LA NOCHE". ACUARELA (18 X 7.8 CM.) 
DE JOSÉ MARÍA EGUREN.
➢ Sus retratos estuvieron marcados, por el realismo artístico para
luego derivar en retratos estilizados, influenciados en las
vanguardias artísticas de la década de los 30. Y, en la última etapa
de su producción, estos retratos intentaron solo preservar la
forma y el color.
➢ La obra plástica de Eguren también sobresale por una ruptura
muy particular de los esquemas artísticos tradicionales, a través
de la utilización de formatos fotográficos para la elaboración de
acuarelas totalmente inusuales para la época. En ese sentido,
representó el pionero en la introducción de moldes fotográficos
en la pintura.
➢ Eguren también hizo fotografía, e incluso diseñó y construyó una
pequeña cámara fotográfica, actualmente custodiada por el
Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del
Perú. Su originalidad en esta materia, lo ha llevado a convertirse
en uno de los precursores del uso de la fotografía con fines
estéticos.
➢ Eguren es un autor prácticamente inclasificable dentro de la
historia literaria peruana, debido a que en su heterogénea
producción poética coexistieron el modernismo y la vanguardia.
Esta condición también se vio reflejada en su producción plástica.
Las fotos de José María Eguren casi caben en un
dedo. Con un formato de 2 cm x 2 cm, uno puede
llevarlas en la mano, pero no puede poseer su
misterio.
Alrededor de la década de 1920, explora con una
cámara de 3.7 x 2.6 cm que construyó
artesanalmente. A través de su lente, la luz se
redirecciona para lograr imágenes y producir
alteraciones con el color.
Son casi 100 fotos pertenecientes al Instituto
Riva-Agüero. Retratos de personas, animales,
paisajes, fotos marinas y de objetos inanimados.
Imágenes que, con su trabajo con la luz, presentan
una atmósfera difusa y son un reto para el que las
ve.
Las fotos de Eguren crean una breve confusión,
son sugerentes como su poesía e invitan a mirar
de otro modo.
Eguren era un observador nato. De formación
autodidacta, su débil salud le impidió ir al colegio.
Su sensibilidad se forma siendo un niño solitario
que observa la naturaleza en la hacienda en la que
se crio
IMPORTANCIA DE LA POESÍA DE EGUREN
✓ Eguren es el iniciador del ciclo de los fundadores de la tradición poética peruana.
Dicho ciclo comienza en 1911 con la publicación de Simbólicas, abarca la obra de los
poetas vanguardistas peruanos (César Vallejo de Trilce) y llega hasta la generación
poética de los años cincuenta.
✓ Eguren es un poeta simbolista porque pone de relieve la idea de la orquestación
musical del poema. En efecto, el poema es para Eguren pura música y puro color.
Asimismo, Eguren -en contraposición al modernista Chocano- plantea la idea de la
poesía como sugerencia. El poema no debe mostrar explícitamente, sino sugerir de
manera sesgada una cosmovisión.
✓ A Eguren se le atribuye uno de los roles más decisivos para la iniciación de la
tradición de la poesía moderna peruana, la que después se consolidaría
mundialmente con la presencia e influencia que ejerce la profunda e intensa poesía de
César Vallejo. Mariátegui dijo de Eguren que "representa en nuestra historia literaria la
poesía pura"
IMPORTANTE:
➢ José María Eguren representa en nuestra historia literaria la poesía pura. Este
concepto no tiene ninguna afinidad con la tesis del Abate Brémond. Quiero
simplemente expresar que la poesía de Eguren se distingue de la mayor parte de
la poesía peruana en que no pretende ser historia, ni filosofía ni apologética sino
exclusiva y solamente poesía.
➢ El arte de Eguren es la reacción contra este arte gárrulo y retórico, casi
íntegramente compuesto de elementos temporales y contingentes. Eguren se
comporta siempre como un poeta puro. No escribe un solo verso de ocasión, un
solo canto sobre medida. No se preocupa del gusto del público ni de la crítica. No
canta a España, ni a Alfonso XIII, ni a Santa Rosa de Lima. No recita siquiera sus
versos en veladas ni fiestas. Es un poeta que en sus versos dice a los hombres
únicamente su mensaje divino.
➢ Encuentro excesivo o, más bien, impreciso, calificar a Eguren de poeta de la
infancia. Pero me parece evidente su calidad esencial de poeta de espíritu y
sensibilidad infantiles. Toda su poesía es una versión encantada y alucinada de la
vida. Su simbolismo viene, ante todo, de sus impresiones de niño. No depende de
influencias ni de sugestiones literarias. Tiene sus raíces en la propia alma del
poeta. La poesía de Eguren es la prolongación de su infancia.
➢ Clasifico a Eguren entre los precursores del período cosmopolita de nuestra
literatura.
Los reyes rojos
Desde la aurora
combaten los reyes rojos,
con lanza de oro.
Por verde bosque
y en los purpurinos cerros
vibra su ceño.
Falcones reyes
batallan en lejanías
de oro azulinas.
Por la luz cadmio,
airadas se ven pequeñas
sus formas negras.
Viene la noche
y firmes combaten foscos
los reyes rojos.
En este poema observamos el tema de la lucha como
esencia de la vida humana; asimismo, la presencia del
transcurrir del tiempo cíclico: desde la aurora hasta la
noche, marca la eternidad de la lucha. Pero no sólo
eso. El poema está pensado musicalmente. El ritmo es
perfecto; las palabras, pues, se asocian rítmicamente,
acordes con la idea de que el poema es una partitura
musical. El poeta no quiere reflejar directamente la
realidad exterior; por el contrario, busca sugerir una
atmósfera de misterio, una recóndita vivencia.
Hoy se casa el Duque Nuez;
viene el chantre, viene el juez
y con pendones escarlata
florida cabalgata;
a la una, a las dos, a las diez;
que se casa el Duque primor
con la hija de Clavo de Olor.
Allí están, con pieles de bisonte,
los caballos de Lobo del Monte,
y con ceño triunfante,
Galo cetrino, Rodolfo montante.
Y en la capilla está la bella,
mas no ha venido el Duque tras ella;
los magnates postradores,
aduladores
al suelo el penacho inclinan;
los corvados, los bisiestos
dan sus gestos, sus gestos, sus gestos;
y la turba melenuda
estornuda, estornuda, estornuda.
Y a los pórticos y a los espacios
mira la novia con ardor;…
son sus ojos dos topacios
de brillor.
Y hacen fieros ademanes,
nobles rojos como alacranes;
concentrando sus resuellos
grita el más hercúleo de ellos:
—¿Quién al gran Duque entretiene?...
¡ya el gran cortejo se irrita!...
Pero el Duque no viene;…
Se lo ha comido Paquita.
EL
 D
UQ
UE
LA NIÑA DE LA LÁMPARA AZUL
Peregrín cazador de figuras
En el mirador de la fantasía,
al brillar del perfume
tembloroso de armonía;
en la noche que llamas consume;
cuando duerme el ánade implume,
los órficos insectos se abruman
y luciérnagas fuman;
cuando lucen los silfos galones, entorcho
y vuelan mariposas de corcho
o los rubios vampiros cecean,
o las firmes jorobas campean;
por la noche de los matices,
de ojos muertos y largas narices;
en el mirador distante,
por las llanuras;
Peregrín cazador de figuras
con ojos de diamante
mira desde las ciegas alturas.
Peregrín está representado como un ser completamente aislado y
entregado a una tarea esencialmente solitaria, y a través de este
personaje Eguren manifiesta su dedicación total a su vocación literaria,
un actitud que lo lleva a renunciar al mundo de los hombres por su
propio mundo privado, donde se entrega enteramente a sus actividades
artísticas.
En este texto Eguren formula su versión de la estética simbolista, la cual
ha sido definida como el arte de expresar ideas y emociones, no
describiéndolas directamente ni definiéndolas mediante comparaciones
explicitas con imágenes concretas, sino sugiriendo lo que son estas ideas
y emociones, recreándolas en la mente del lector mediante el uso de
símbolos inexplicados.1. C
2. D
3. D
4. A
5. D
6. D
7. D
8. D
9. A
10. D
11. C
12. B
13. D 
14. C 
15. A
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17. A
18. B 
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20. D

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